Escuchó el grito a sus espaldas, seguido por risas. Apretó las manos fuertemente y se le tensó la espalda. Ya lo había escuchado antes de boca de papá, maldiciendo a un hombre en el televisor al que ni siquiera conocía. Al voltear sólo vio a un grupo de chicos bromeando entre ellos entre risas. Respiró entonces aliviado, pensando en lo tonto que era creer que alguien supiera algo que tanto esfuerzo le costaba ocultar. Hay que aguantar, hay que aguantar...