Cuento Popular La vendedora de cerillas

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Angelivi, 30 Agosto 2017.

  1.  
    Angelivi

    Angelivi Bruja ordinaria

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    Título:
    La vendedora de cerillas
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    910
    Érase una vez, en la noche de Nochebuena, una niña vestida con sucios harapos vendía cerillas a los transeúntes.

    —¡Cerillas! ¡Vendo cerillas de muy buena calidad! ¡Compre cerillas! —gritaba una y otra vez.

    Sin embargo, todo el mundo ignoraba a la pequeña. Mientras ella gritaba en mitad de la calle con su dulce y suave voz, la gente la rodeaba como si fuese una piedra en mitad de un río, interrumpiendo el curso del agua. La nieve caía, posándose en los hombros y pelo de la pequeña quien seguía tratando de vender sus cerillas sin éxito.

    —¡Cerillas! ¡Vendo cerillas de muy buena calidad! ¡Compre cerillas!

    Con el paso de la noche, sus gritos se habían convertido casi en súplicas; pero su voz se perdía en la marea de conversaciones, sus palabras no llegaban a nadie. La nevada se hizo más intensa y la gente poco a poco se iba yendo a sus casas. La pobre niña que no había sido capaz de vender ninguna cerilla decidió refugiarse del frío bajo un portal. Ya no quería volver a su buhardilla, no había nada allí que la esperase y hacía prácticamente el mismo frío que en la calle. Sus padres habían muerto hace un tiempo y nadie cuidaba de ella, era tan pequeña y estaba tan sola en este cruel mundo.

    Se acurrucó bajo el primer portal que encontró, el frío no dejaba de calarla hasta los huesos. Sentía demasiado frío, sus extremidades se habían entumecido y sus manos enrojecidas escocían por el intenso frío. Desde donde estaba pudo contemplar una ventana abierta en cuyo interior se veía a dos niños jugando alrededor del árbol de Navidad. Pensó en aquellos niños, en el calor que debía hacer allí dentro, se imaginó estando allí dentro, calentándose frente a la chimenea. Pensando en ese calor, decidió calentarse con una de sus cerillas. Con sumo esfuerzo, logró encender una frotándola en la caja. Entonces ocurrió un milagro: tuvo una visión, en ella estaba delante de una estufa, se estaba tan bien...

    Pero cuando quiso sentarse y disfrutar del abrigo de sus llamas, la visión se esfumó, volviendo al oscuro y gélido portal: la cerilla se había apagado. La niña quería volver allí, quería recuperar su visión. Con sus dedos casi insensibles encendió otra cerilla y, de nuevo, tuvo una visión. Ahora se imaginaba a sí misma rodeada de una familia, con el árbol de Navidad lleno de adornos, todos felices y con la mesa llena de deliciosos manjares. Con el hambre que tenía estaba impaciente por probar aquel jugoso pavo. Fue a echarle mano a uno de los muslos y... La cerilla se apagó.

    La niña suspiró, exhalando una tímida nube de vaho que se difuminaba en la oscuridad. La noche comenzaba a ser más fría y su tripa rugía de hambre. Con todas sus fuerzas levantó la caja de cerillas.

    —Cerillas... Vendo cerillas de... muy buena calidad. Compre... cerillas —dijo la niña débilmente desde el sitio, incapaz de levantarse.

    Su voz seguía sin llegar, nadie le compraría ninguna cerilla. ¿Por qué? ¿Qué tenían de malo sus cerillas? Su fuego era bueno, encendían bien. Su calor... Quería volver a sentir su calor. Tardó unos segundos hasta que consiguió que sus brazos reaccionasen y encendiesen otra cerilla. Volvió a tener una visión, pero ésta fue mucho más bonita que las dos anteriores juntas. Vio a una persona, reconocía esa cara, reconocía esa voz. Aquella persona tendió su mano y le habló, pero no la escuchó bien.

    —¿Abuelita?

    Antes de que pudiese tocarla, su abuela se desvaneció a la par que su cerilla. En ese momento recordó cuando era arropada bajo las mantas de su abuela, cuando le leía cuentos antes de dormir. Su abuela, su querida abuelita. Quería volver a verla. Empleando todas las fuerzas que le quedaban, sacó todas las cerillas y las encendió a la vez.

    Y la volvió a ver, ahí tenía a su abuela. Esta vez la oía perfectamente.

    —Abuelita, ¿dónde estás? ¡Quiero que vengas a verme! ¡Estoy muy sola y tengo miedo!

    —No llores, mi pequeña. Ya estoy contigo —respondió con una tranquila sonrisa.

    —Abuela, pareces muy feliz. Cuando te fuiste me quedé muy triste. ¿Adónde has ido?

    —Estoy en un lugar fantástico, donde el frío y el hambre no existen. Un lugar donde no es necesario vender cerillas. Aquí estamos yo, papá y mamá.

    La niña lloró de felicidad al saber que sus papás vivían en un sitio tan maravilloso.

    —¿Puedo ir yo también? ¡Quiero estar con vosotros!

    —Por supuesto que sí, hijita mía. Basta con que extiendas la mano y pronto volveremos a estar juntos.

    —Sí... Abuelita... Ya voy...

    Lentamente, la niña se fue durmiendo. Sintió como si estuviese volando, su espíritu se alzó al cielo, donde las estrellas brillaban en esta fría noche de Nochebuena. Cuando llegó hasta arriba del todo, sonaron las doce campanadas. Ya era Navidad.

    Cuando amaneció, un grupo de personas encontró a una niña acurrucada bajo un portal con su cuerpo morado, inerte.

    —¡Pobrecita, ha muerto de frío!

    —¡Y mira! ¡Hay un montón de cerillas a su alrededor! Seguro que intentaba calentarse con ellas.

    —Lo más curioso es su sonrisa. Ella... ella murió sonriendo.

    Aquellas personas siguieron hablando sobre esa niña, pero ella ya se había ido. Por supuesto que estaba sonriendo, al fin y al cabo estaba pasando la Navidad junto con su familia, dejando atrás todos los pesares que la habían afligido. No podía existir una Navidad más feliz.

    FIN​
     
    Última edición: 13 Noviembre 2018
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  2.  
    InunoTaisho

    InunoTaisho Orientador del Mes Orientador

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    Siempre me ha llenado de sentimientos encontrados este relato.

    Saludos, gracias por compartir
     
  3.  
    Paulijem

    Paulijem Hija de Aslan, Larcha y Tributo del andén 9 y 3/4

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    Dios, que desgarrador... :(

    Uno siempre piensa que nada malo puede suceder en Navidad, que todo es amor, colores, brillos y unicornios vomitando arcoiris (aún siendo consciente de las tragedias que suceden, por supuesto). Pero como a uno no le toca vivir ese tipo de cosas en una fecha como esa, no le da importancia a situaciones tan reales como la de esta niña.

    Me hace pensar en todos los niños que pasan por lo mismo y ninguno hacemos nada al respecto. Se me parte el corazón.

    Me gustó muchísimo este relato. Me dejó pensando en demasiadas cosas, demasiadas. No encontré nada que le quitara el encanto al leer así que excelente.

    ¡Saludos :3!
     
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