Long-fic La Tiranía del Caído (The Elder Scroll V: Skyrim)

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por FallenAngel, 3 Abril 2016.

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  1. Threadmarks: Introducción
     
    FallenAngel

    FallenAngel Rebelde de alas negras

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    8 Diciembre 2014
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    34
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    Escritor
    Título:
    La Tiranía del Caído (The Elder Scroll V: Skyrim)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    20
     
    Palabras:
    366
    Notas de autor: En contra de mi filosofía de acabar una historia antes de empezar a publicarla, he decidido empezar a mostrar al público esta. Mi primer Long-fic publicado (si, tengo más en proceso). Por ello aviso de que no seré constante pues soy MUY vago y no escribo siempre pero en un principio es un capítulo cada semana.

    Atención: Este fanfic puede tener OoC (Out of Character), violencia de gran nivel, machismo, muerte y tortura de personajes, insinuaciones sexuales y lenguaje soez.

    En un futuro, cuando la historia termine, tengo pensado publicar su versión sin censura en otro foro debido a las reglas de Fanficslandia en contra del lemon o contenido sexual explícito en las obras por lo que aquí solo se harán insinuaciones pero no se narrará el acto en si.


    La Tiranía del Caído

    Introducción:

    Sé que has jugado al famoso juego de rol The Elder Scroll V: Skyrim, has vivido tu historia y te has aliado y aniquilado a quien has creído conveniente ya sea por ideales, por querer ver otra faceta del juego o por simple diversión pero nunca has pensado en el protagonista.
    No sabemos su pasado ni su futuro lejano ni, por supuesto, su pensamiento. ¿Qué pasaría si este pudiera elegir? ¿Qué pasaría si pudiéramos saber qué piensa? ¿Sería cruel, cobarde, valiente o tal vez amable y bondadoso? Estas cosas son imposibles de saber, pero tranquilidad pues sabréis y leeréis la historia de Scott, un nórdico conocido como: Hoja de la Tormenta, Demonio Enmascarado, Señor de la noche, Puño de Hierro, Voluntad de Sithis, Sangre de Dragón o Dovahkiin.
    Un dragón solo ama una vez y cuando pierde a su pareja su propio poder los quema por dentro haciéndolos morir de tristeza. Ese es el código al que todo Dovah ha de atender desde el mismo momento en el que nace. Pero si alguno sobrevive adquiere un poder incomparable pero de la misma forma oscuro. Ese es el poder de un dragón caído. Ese el es poder más temible y siniestro. Que los dioses se apiaden de esas pobres almas pues ya están corruptas.
     
    Última edición: 16 Junio 2016
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  2. Threadmarks: Prólogo
     
    FallenAngel

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    La Tiranía del Caído (The Elder Scroll V: Skyrim)
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    Prólogo: Un nuevo amanecer

    Cuando la vida da muchas vueltas nunca sabes donde te llevará, simplemente estás mareado y con paso desequilibrado a veces caes en un charco de mierda o, si tienes suerte, simple lodo. Una sola persona puede dar cientos de vuelta a lo largo de su existencia pero seguir siempre un sendero fijo, un camino el cual lo lleva a su meta final la cual puede ser terrible o gloriosa, la cual puede ser encerrado en el Purgatorio de Almas o con una gran jarra de aguamiel y bellas mujeres en Sovngarde. Esto puede ser un breve resumen de la vida de Scott, nórdico de nacimiento con su cabello rubio puro, sus ojos azules, su pálida piel resistente al frio, su hercúleo cuerpo o su simple honor natural en su subespecie.

    Solía contemplar el horizonte desde su casa cada mañana y el cielo estrellado cada noche con una esperanza en su corazón. Solía entrenar con la espada para segar cuellos o rebanar arterias como un guardia rojo; su sigilo para colarse donde hiciera falta o su arte para robar todo lo posible como un khajita; su magia de todo tipo para domarla por completo como un altmer; sus pulmones para aguantar debajo del agua lo imposible como un argoniano; su elocuencia para seducir con palabras melosas a todo ser capaz de comprender un lenguaje como un imperial; su herrería para forjar con cualquier material un arma lo suficientemente afilada como para atravesar una armadura daédrica como un orco y su mejor don; el arco, con el cual una sola flecha supone el cambio de una batalla en contra, con la cual arrebatar a kilómetros la vida de su objetivo, con la cual poder alimentar toda una familia, con la cual ser tan mortal como el mismísimo Molag Bal tal y como los bosmer. Estaba destinado a ser el mejor guerrero, el campeón de los espadachines, el Hércules de los escudos, el erudito de toda magia, el arquero entre arqueros, el asesino perfecto.

    ─ Lo haces mal niño, si cortas ahí no lo matarás, simplemente estará medio muerto pero con suficiente vida como para rebanarte el cuello. ─ Colocó la espada del chaval en el punto adecuado. ─ Aquí es donde has de sajar si quieres eliminar al objetivo. ─ El hombre, un guardia rojo ya entrado en años entrenaba al crío. Con su vieja armadura de la Hermandad Oscura pretendía volverlo el asesino perfecto para que fuera el futuro líder de la organización y darle a la familia la gloria de antaño. El pequeño nórdico demostraba potencial en todos los aspectos del combate y una gran inteligencia que no se solía presentar en los de su especie pero era normal, lo llevaba entrenando desde que lo encontró en su última misión cuando era solo un bebé de apenas unos días muriéndose de frío en mitad del Pálido. Se lo llevó a su casa de las a fueras de Cyrodiil nada más retirarse como líder de la orden y se dispuso a ser su mentor. Le enseñó a caminar, a hablar, lo educó, entrenó y quiso como a un hijo pero también fue estricto pues si salía un niño blando todo sería en vano. Por suerte hizo honor a su especie y era valiente pero sin llegar a temerario. Tenía paciencia y su habilidad como arquero era digna de un bosmer bien entrenado: tenía futuro.

    ─ ¿Cuándo podré entrenar con el arco Ali? ─ Lo miró. ─ Quisiera poder acertar más de 50 en el centro para mañana.

    ─ Paciencia. ─ Acarició su cabeza. ─ Eres joven y tienes mucho tiempo. Recuerda que los nórdicos son los humanos que por promedio más viven y pienso hacer que mueras de viejo. ─ Era sabido por todos que, entre los humanos, los nórdico serán los más longevos pero con tanta guerra, lo estúpidos que son y lo temerario que pueden llegar a ser no se suelen ver personas de esta especie muy mayores exceptuando a las mujeres que no se hacen guerreras.

    ─ Ali. ─ Observó a los ojos a su “padre”. ─ ¡Te quiero! ─ Lo abrazó con fuerza.

    ─ Espero que no desarrolles sentimientos por tus víctimas, sino estarás jodido. ─ Rio y correspondió el abrazo.

    ─ Tranquilo, al que ose tocar a alguien de mi familia lo lamentará y pagará con su vida. Y con una orden de la Madre Noche pondré el alma de mi objetivo ante Sithis. ─ Sonrió radiantemente. ─ Soy el asesino perfecto entrenado por el mismísimo Ali’Karah, soy Scott’Karah.
     
    Última edición: 4 Abril 2016
  3. Threadmarks: Capítulo 1
     
    FallenAngel

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    La Tiranía del Caído (The Elder Scroll V: Skyrim)
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    Acción/Épica
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    20
     
    Palabras:
    1245
    Capítulo 1: El atardecer del destino

    El rubio se encontraba en el balcón de la posada de una pequeña aldea entre Ciudad Imperial y Skyrim. Observaba las estrellas con el torso al desnudo y su cara cubierta por su máscara como siempre.

    ─ Cariño, ¿por qué no vienes a la cama? ─ La mujer, una imperial de cabello azabache largo y exuberante cuerpo asomaba de la habitación agarrando el torso del nórdico y acariciándolo.

    ─ Déjame, observo las estrellas. ─ Quitó las palmas de su musculado percho. ─ Vuelve a la cama.

    ─ Pero te echo de menos. ─ Puso su cuerpo contra el suyo. ─ Tengo frío, la frontera con Skyrim siempre está helada y eres el único que me calienta bien. ─ Ronroneo a su oído. Maldita sea, los imperiales si saben como convencer a alguien.

    ─ Muy bien mujer. ─ Se dio la vuelta y la acorraló contra la pared. ─ Te daré lo que pides. ─ Se oyó un fuerte gemido. ─ Pero no te quejes si soy demasiado duro. ─ Empezó a moverse de una forma muy violenta.

    ─ ¡No lo haré, pero sigue! ¡Joder, no te pares!

    Estúpida mujer, se cree que es ella quien lo tiene pero no se da cuenta de que solo pretende cansarla para, una vez llegue el amanecer, desaparecer una vez más del lecho de otra dama. La manera más fácil de asesinar a veces es por el amor, si te acuestas con la mujer de tu objetivo este se cabrea y se descuida dejándote vía libre para cortar o si es la propia moza a quien debes matar más fácil todavía. Pero esta vez no tenía ningún contrato, era simple placer carnal lo que buscaba en la imperial de la cual no sabía ni el nombre pero como con cualquier otra desaparecería una vez el Sol asomara. ¿Algún día encontrará a una mujer capaz de domarlo? Difícil, pero no imposible mas ese día por el momento no debía llegar, no hasta dar con el malnacido que lo marcó como objetivo.

    Tal y como pensaba, desapareció de la posada a la mañana siguiente dejando a la mujer cansada en la cama. No todas son capaces de resistir sus embates y no estar agotadas. Cogió sus espadas de hoja blanca terminadas en un mango morado parecida a la de los gladiadores pero más larga las cuales estaban imbuidas en magia de fuego y absorbe vida la de la derecha y de relámpagos y absorbe magia la de la izquierda. Su magistral arco hecho con la mejor madera reforzada con diamante en el centro y ambas puntas para tener una resistencia muy superior a la media y de igual calidad y encantado con atrapa almas y escarcha. Su armadura que se asemejaba a la de la Hermandad Oscura pero más reforzada, tenía los brazos, piernas y cintura protegidas y el resto del cuerpo cubierto con un grueso cuero muy resistente. La armadura era negra con detalles rojos, su capucha de igual color en vez de tener detalles sangre eran grises y su máscara, por la cual lo llamaban el “Demonio Enmascarado” en toda Cyrodiil, era roja con partes blancas y cubría toda la cara menos su ojo izquierdo por el cual veía. Se puso su carjack con flechas de hierro en la zona izquierda de su cintura y flechas luminosas en la derecha y su mochila con pociones, gemas de alma de todo tipo y el resto de flechas: imbuidas en veneno, explosivas, fantasmas y daédricas en ella. No era especialmente grande pero si se ordenaba bien ahí dentro cabían muchas cosas. Montó su caballo negro y se alejó de la aldea dirección a la frontera hacia Skyrim.

    Divisó la puerta que llevaba a la zona de sur de la Comarca de Falkreath pero algo andaba mal, solo había dos guardias, ¿por qué? Era la frontera, tenía que haber mínimo un pelotón. La solución a la ecuación era fácil, sabían de su llegada y la mujer de la noche pasada era una espía que pretendía detenerlo y dejar tiempo a colocarse. Una emboscada ¿eh? Idiotas, nadie detiene al Demonio Enmascaradoy sale con vida, ni siquiera un pelotón de Penitus Oculatus es capaz de hacerle frente.

    Saco su arco de la parte inferior trasera de su cinturón y con dos flechas de hierro al mismo tiempo atravesó el cráneo de los soldados por la frente en el mismo punto clavándolos en la puerta, con otros dos proyectiles hizo lo mismo con los guardias apostados en la parte superior de la construcción y una vez hizo esto saltó del caballo que fue bombardeado con hechizos de destrucción y flechas por los costados y de frente muriendo en el acto. Sacó tres saetas más y las clavó en el corazón de dos hechiceros y un arquero. Una vez en el suelo 20 hombres lo rodearon con sus espadas y escudos en mano. Guardó su arco y de ambos lados de su mochila en la espalda sacó sus espadas únicas en el mundo a las que llamo “Magic Blades”. Caminó hacia uno que temblaba mientras las sacaba de su espalda y soltaba su mochila en el suelo para saltar sobre él y arrancarle la cabeza de un tajo con la izquierda a la vez que electrocutaba a lo de los lados. Brincó en la protección de otro para lanzarse en una taja doble aérea hacía otro cortándolo su cuerpo en 3 incluyendo el escudo. En menos de 10 segundos había eliminado 4 soldados y haciendo girar sus espadas en manos aterraba al resto. Arrojó sus armas a los lados clavándolas en la cabeza de dos soldados para dar un gran salto y sacar de su bolsillo 4 dagas de hierro que lanzó y mató a sus 4 objetivos cayendo al lado de una de sus espadas de la cual se defendió de un atacante y devolviéndole el corte en la yugular lo mató. Salto de escudo en escudo alcanzando su otra arma y rompiendo la guardia de otro lo sajó desde abajo partiéndolo por la mitad. 30 segundos y había matado a 12 guardias sin dificultad alguna. Quedaban 8 y le pareció raro que temblaran pero no huyeran, seguro que los obligaban a estar ahí de alguna manera, ¿secuestro de algún familiar cercano? Tal vez. El imperio ya no es lo que era antes. Desde la caída del último Septim había sufrido un gran bajón y aunque hacen decir que no, todo el mundo sabe que hacían tratos con los altmer. Ya no eran el Imperio, ahora eran una facción más de Dominio de Aldmer. El emperador Tito Mede II era solo una marioneta del Dominio, eso era algo seguro. Poner a un buen contingente de soldados obligados contra él era exagerado, ¿no? Me refiero, era casi imposible atraparlo y el Imperio lo sabía, entonces, ¿para qué tanta insistencia? Eso solo podía significar una cosa: los Thalmor lo querían. ¿Qué querría el gran Dominio que gobernaba en Alinor, Elsweyr y Bosque Valen de un asesino cómo él? Tal vez había asesinado a nobles y otro gran número de personas sin importancia pero no tenían nada que ver con ellos, ¿por qué lo querían vivo o muerto? Interesante era la palabra que surcaba su mente. Ningún soldado se atrevía a atacar e incluso los hechiceros y arqueros se mantenían al margen mientras él estaba tan tranquilo en mitad de todo. Al instante se le ocurrió una idea.

    ─ Muchachos, ─ Pronunció con voz ruda. ─ no hay que seguir luchando. ─ Para sorpresa de todos, tiró sus armas al suelo y levantó los brazos. ─ Me rindo.
     
    Última edición: 14 Agosto 2016
  4. Threadmarks: Capítulo 2
     
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    La Tiranía del Caído (The Elder Scroll V: Skyrim)
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    Capítulo 2: Helgen

    Todo se movía, ¿un terremoto? No, se oye el sonido de los cascos de un caballo contra el suelo, una carreta. Abrió los ojos para encontrar de frente a una persona como él; rubio, ojos azules, pálido y de grueso cuerpo y con una armadura ligera de color azul con botas y guanteletes del piel. Al lado de este estaba otro chaval de piel blanca y pelirrojo vestido con harapos y con terror en su mirada. Y a su lado otro hombre castaño y grande con una mordaza en la boca.

    ─ Al fin despiertas, enmascarado.

    ─ ¿Dónde estoy?

    ─ Camino a la muerte. Nos dirigimos a Helgen donde los imperiales nos van a ejecutar.

    ─¿Helgen? ─ Estaba extrañado. ─ ¿Eso no está en la provincia de Carrera Blanca?

    ─ Por lo que oigo tus conocimientos de geografía son un poco malos. ─ Rio un poco. ─ Helgen pertenece a la comarca de Falkreath.

    ─ Perdón, no me crie en Skyrim por lo que no poseo mucho conocimiento de su geografía.

    ─ Tranquilo, en la muerte todo es perdonado por lo que nos volvemos hermanos aun siendo de razas diferentes. ─ No había notado que era nórdico por la armadura que aun cubría todo su cuerpo.

    ─ ¿Hermanos? ¡Nos van a ejecutar! ─Gritaba el pelirrojo. ─ ¡Se supone que no debería estar aquí! ─ Nervioso, muy nervioso.

    ─ ¿Cuál es tu nombre, ladrón? ─ Preguntó el rubio.

    ─ Lo-Lokir. ─ Dijo inseguro.

    ─ Yo soy Ralof, un soldado Capa de la Tormenta al mando del Jarl Ulfric Capa de la Tormenta. ─ Miro al asesino. ─ ¿Y tú? ¿Cómo te llamas extranjero?

    ─ Mi nombre no tiene importancia. Nunca seré tu hermano, ni en vida ni en la muerte pues hoy no moriré. ─ Miro a la persona sentada a su lado. ─ ¿Y este quién es?

    ─ ¡Cuidado con quien hablas, enmascarado! Él es Ulfric Capa de la Tormenta, líder de la rebelión y liberador de Skyrim. ─ Ralof dijo estas palabras con orgullo.

    ─ ¡Me da igual quién sea! ─Lokir observó a Scott. ─ Tú y yo no deberíamos de estar aquí, esto es un error. ¡Soy inocente!

    ─ ¡Calla ladrón de caballos y atente a las consecuencias de tus actos con honor para acabar en Sovngarde!

    ─ ¡Callaos ahí atrás! ─ Gritó el soldado que conducía la carreta. Se hizo el silencio.

    Al rato llegaron a las puertas de Helgen para ver una imagen de un imperial de alta categoría hablando con una altmer que parecía también bastante importante.

    ─ Ese es el general Tulio, líder de la Legión en Skyrim y está hablando con una Thalmor. Esos malditos imperiales están negociando con los asquerosos elfos. ─ Despreciaba Ralof antes de ser sacudido por el detener de la carreta. Al momento los prisioneros empezaron a bajar.

    ─ ¡Muy bien, proceded a dar los nombres! ─ Gritó la legada de la zona.

    ─ El Imperio y sus malditas listas.

    Uno a uno empezaron a andar para comprobar que estaban en ella.

    ─ Ulfric Capa de la Tormenta, Jarl de Ventalia. ─ El hombre caminó sin prisas ni preocupación.

    ─ ¡Ha sido un honor, Jarl Ulfric! ─ Gritaba desde atrás el nórdico.

    ─ Ralof, de Cauce Boscoso. ─ El hombre prosiguió con su andar. ─ Lokir, de Paraje de Rorik. ─ El chaval se puso nervioso.

    ─ ¡Esto es un error! ¡Yo no debe─ Empezó a correr pero antes de dar el segundo paso tropezó y cayó al suelo.

    ─ ¡Cállate ladrón! ─ Scott le daba patadas pero aprovecho el ruido y escandalo para decirle algo. ─ Tranquilo chaval, hoy no morirás.

    Lokir se levantó más tranquilo y dolido. ─ ¿Por qué? ─ Susurró al enmascarado.

    ─ Siento un presencia que se dirige hacia aquí, no sé qué es pero no va a dejar hacer la ejecución. ─ El pelirrojo ando a la plaza de la ejecución tras una leve bronca de la legado a ambos.

    ─ Legado, este no está en la lista. Ni tan siquiera se ve su rostro. ─El soldado estaba confuso.

    ─ Tranquilo. ─ Dijo la mujer. ─ Este es el Demonio Enmascarado, un asesino que fue condenado en la frontera de Cyrodiil, inclúyelo en la lista.

    ─ ¿Y el nombre? ─ Dudoso.

    ─ ¡No importa! Una vez muera nadie lo recordará, ¡así que calla y obedece! ─ Mandó la superior.

    Scott anduvo tranquilamente a la placita con la pequeña piedra y la cesta a su lado para las cabezas. Los tíos eran tontos, no solo habían dejado un saco con todas sus cosas a la vista si no que no se molestaron en registrarlo a fondo sin darse cuenta que debajo de la manga derecha ocultó una daga de acero. Mientras la sacerdotisa daba las oraciones un soldado interrumpió para darle prisa al asunto. Idiota, podría haber sobrevivido si no fuera tan impaciente, la paciencia y la calma son claves en estas situaciones. Debido a esto su ejecución se aceleró.

    ─ ¡Demonio! ¡Te toca! ─La legada no dejaba de mandar, parecía una vieja maruja. El hombre fue a paso lento hasta que la superior se hartó y empezó a moverse hasta él. Craso error. Se soltó las ataduras y lanzó la daga al cuello de la mujer matándola al instante. Corrió hasta su cuerpo y con su arma desvió varias flechas. Mató al ejecutor el cual intentó asestarle un tajo con el hacha y cuando todos iban a atacar se oyó un fuerte rugido. Un rugido de categorías tales que hacía temblar la tierra y todos perdieron el equilibrio. Entonces, un lagarto enorme con alas se plantó en la torre de la plaza y su mirada se cruzó con la de Scott por unos segundos que parecieron eternos mientras este corría a por sus objetos personales. Mientras el bicho escupía fuego hasta por los codos y los imperiales trataban de matarlo, se equipó todas sus armas y con ambas espadas en mano fue a la torre de más a la derecha guiado por Ralof.

    ─ Por aquí estamos a salvo, de momento. ─ Se oían los rugidos de la bestia. ─ ¡¿Qué coño es eso? ─ Gritó el rubio.

    ─ Es un dragón. ─ Respondió el asesino.

    ─ Exacto, un dragón, los heraldos del tiempo. Los destructores del mundo y antiguos dueños de este. ─ Prosiguió Ulfric.

    ─ ¡Pero se supone que solo eran una leyenda! ─ Gritó indignado el soldado.

    ─ Las leyendas no queman aldeas ni matan gente. Por el momento hay que buscar una forma de escapar. ─ Señaló el rebelde. ─ Y nunca esperé encontrarme con el famoso Demonio Enmascarado, el asesino más famoso de toda Cyrodiil en estos tiempos. ─ Señalo a nuestro protagonista.

    ─ Tampoco me esperaba encontrarme con una rebelión en Skyrim. Es por el Dominio, ¿verdad? ─ Miró por una ventana para encontrar una mujer, una altmer bastante bella con casco de cristal dirigiendo tropas. ─ Son repugnantes.

    ─ Por lo que veo comprendes nuestros ideales. ¿Por qué no te nos unes? ─Posó su mano en el hombro del muchacho. ─ Nos vendría bien tener una figura tan emblemática como tú para animar a las tropas y darle la vuelta a esta cruzada. ─ Ofreció el Jarl.

    ─ Me lo pensaré, pero ahora mismo hay cosas más importantes que hacer, por ejemplo; sobrevivir. ─ Marchó a las escaleras y se detuvo en mitad de estas para ver una explosión que abrió un gran boquete en la torre. Se asomó y salto por ahí seguido de Ralof. Cruzo una casa medio destruida y llegó al patio. Un grito llamó su atención, era Lokir llamándolo.

    ─ ¡Enmascarado! ─ Corrió hasta él. ─ ¡Gracias! ¡Gracias por salvarme y evitar que hiciera una tontería! Pero, ¿cómo supiste que se acercaba un dragón?

    ─ Simplemente lo sentí.
     
    Última edición: 14 Agosto 2016
  5. Threadmarks: Capítulo 3
     
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    1225
    Capítulo 3: Liberación

    Scott observó de nuevo a la joven altmer esconderse de un potente aliento de fuego tras unas rocas de la torre. Esa mujer sería de gran importancia, y lo sabía. Si algo se le daba bien a parte del arco era obtener información, y sobre todo si era de una mujer pero ahora no tenía tiempo, debía concentrarse en esquivar esas ráfagas de fuego.

    ─ ¡Demonio, por aquí! ─ Gritó Ralof detrás de una casa lo que llamó la atención no solo de Lokir y él mismo, sino también de la Thalmor. Si ellos dos se enfrentaban, sus planes para ambos se verían hechos trizas. La chica se lanzó al ataque girando su espada cristal para darle más fuerza y con un hechizó de relámpagos en la izquierda mientras que Ralof tenía en la derecha un hacha de hierro lista para golpear y en la otra un escudo imperial ligero. La elfa saltó para dar un fuerte golpe y el otro cargó su arma para lo mismo pero ambos fueron bloqueados por las espadas de Scott que a una velocidad sobrehumana se interpuso entre ellos.

    ─ ¡Este no es momento de pelear entre nosotros malditos idiotas! ─ Se levantó y empujó con sus armas a los dos haciéndolos caer al suelo. ─ ¡Hay un maldito dragón con ganas de enviarnos a Sovngarde o a donde quiera que vayan los elfos! ─ La miró. ─ ¡No es momento de luchar entre nosotros! ─ Ayudo a la mujer a levantarse tendiéndole una mano la cual aceptó con timidez.

    ─ ¡No pienso luchar al lado de una asquerosa altmer! ─ Gritó Ralof

    ─ ¡Ni yo junto a un cerdo inferior! ─ Replicó la chica poco más alta que el hombre. Scott puso sus espadas en el cuello de cada uno.

    ─Tenéis tres opciones: uno, nos ayudamos para salir de aquí juntitos; dos, morimos en las fauces de un dragón que quiere devorarnos o la última; por inútiles os mato a ambos y escapo yo solito. ¿Qué decidís?

    ─ Creo que me gusta la primera. ─ Ofreció la elfa.

    ─ Por primera vez en mi vida estoy de acuerdo con un elfo. ─ Correspondió el capa.

    ─ Bien, me alegro de haber llegado a un trato. ─ Apartó las hojas de sus yugulares. ─ ¡Lokir! ─ Miró al pelirrojo que estaba detrás de ellos. ─ Coge el hacha del verdugo y vámonos.

    ─ ¿Cómo voy a poder con semejante hacha? ─Respondió el ladrón mirando con incredulidad.

    ─ Si no lo haces no tendrás arma alguna y serás objetivo fácil. Cógela y defiéndete. ─ Ordenó sin titubear a lo que el chico obedeció temeroso.

    Los cuatro siguieron una ruta fija llegando a un fuerte. A punto de entrar un soldado de la legión los interrumpió. El de las listas no los dejaba pasar.

    ─ ¡Maldita sea Hadvar! ¡Apártate! ─ Rugió Ralof.

    ─ No lo haré, no pienso dejar que unos prisioneros escapen. ─ Se interpuso entre ellos y la puerta. ─ ¡Ralof, maldito traidor! ¡Entrégate!

    ─ Aparta humano, soy Alenadii, sargento de los Thalmor y te exijo─ No le dio tiempo a continuar pues una daga de hierro ya atravesaba el cuello del chaval.

    ─ El que calla otorga. ─ Avanzó a paso rápido abriendo la puerta. ─ Continuemos. ─ Nadie dijo nada, simplemente obedecieron dejando el cadáver de Hadvar a merced de las rapaces y las llamas draconianas.

    Llegaron a una habitación de la cual solo se podía salir con una llave pero Scott la tenía pues se la había quitado a la legado al momento de su muerte. Una vez Ralof tiró el escudo y cogió el hacha de otro soldado muerto continuaron. Avanzaron por las escaleras aniquilando todo imperial que encontrasen siendo los más destacables un interrogador y su guardia los cuales mataron a dos rebeldes para ser seguidamente atravesados por la garganta por dos flechas de hierro. Llegaron a una parte más ancha con puentes e incluso una tubería por donde entraba agua y luz solar. La batalla se había vuelto de larga y corta distancia pero los roles de cada uno ya estaba asignados. Ahora, con más enemigos, Scott y Alenadii se encargaban de ataques a distancia mientras que Lokir y Ralof cargaban con armas cuerpo a cuerpo. En caso de necesidad tanto el asesino como el rubio podían cambiar de rol e incluso la Thalmor atacaba a corta distancia con su espada de cristal.

    ─ ¡Maldita sea Lokir, ataca y deja de esconderte! ─ Reclamaba Ralof esquivando el espadazo de un legionario.

    ─ ¡Es que esta hacha pesa mucho! ─ En esto llegó el enmascarado levantando al chaval a la fuerza y haciendo coger el hacha de otra forma.

    ─ No sé si es que eres inteligente o simplemente retrasado pero el filo del hacha va hacia arriba. Deja de escaquearte de la batalla porque puedes perfectamente con el arma. ─ De un empujón lo mando contra un soldado del que se defendió automáticamente de una estocada poniendo el palo del arma de por medio. Le dio una patada y una vez estuvo en el suelo partió su escudo y parte del hombre con el hacha. ─ ¿Ves? No era tan difícil Lokir. ─ Mientras veía como gritaba y se defendía de otro soldado.

    Quedaban 4 arqueros pero cargando el mismo número de flechas de hierro en el arco los mato a todos de disparos en el corazón mientras que la elfa le cortaba la cabeza a un legionario y Ralof ejecutaba a otro que intentaba matar a Lokir. Avanzaron sin mediar palabra hacia la salida pasando por un puente que se destruyó tras su paso y entrando a una cueva. Al final de esta había un oso al que el asesino mató de un único proyectil que atravesó su cráneo desde el lado y al fin se toparon con la salida. Una vez vieron la luz del Sol observaron como el dragón se marchaba volando. Había pasado lo peor y ya estaban tranquilos.

    ─ Bien, me voy. ─ Exclamó Ralof. ─ Demonio, piensa en la propuesta de Ulfric seriamente, tus capacidades nos vendían muy bien en esta guerra. Y pásate por Cauce Boscoso, seguro que puedes obtener provisiones ahí ─ Seguidamente se fue.

    ─ Bueno, agradezco la ayuda, humano, pero he de irme, mis superiores querrán un informe. ─ La mujer iba a marchar pero fue detenida por el brazo de Scott que era algo más alto que ella.

    ─ Me temo que no puedes irte. ─ Respondió serio.



    ─ ¿Por qué humano? ¿Acaso estás tratando de secuestrarme? ─ Miró amenazante con sus orbes bermejos.

    ─ No lo comprendes. ─ La soltó. ─ Todos vieron como te ibas con un asesino, un ladrón y un capa de la tormenta, todos ellos prisioneros fugados. Pensarán, o mejor dicho, piensan que nos ayudaste a escapar y todos te vieron. ─ Avanzó hasta ponerse delante de ella dándole la espalda. ─ Eres una traidora al Dominio, a Estivalia y a todos los altmer. No querrán verte más por ahí. O tal vez si quieran para poder ejecutarte. ─ Se dio la vuelta para ver como se quitaba el casco aterrada dejando caer su melena de un rubio más oscuro que el suyo la cual le llegaba por debajo de los omoplatos. ─ Estabas acabada desde un principio. ─ Suspiró. ─ Pero te ayudaré, a ti y a Lokir. ─ Miró al pelirrojo. ─ Venid conmigo y ayudadme con mi batalla. Ayudadme a cruzar mi túnel donde al final hay una montaña de oro y gloria. Sed mi equipo, mis soldados especiales. Sed parte de mi ejército de liberación. Sed mis seguidores. ─ Se acercó a la mujer y acarició su suave mejilla. ─ Se mía.
     
    Última edición: 14 Agosto 2016
  6. Threadmarks: Capítulo 4
     
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    Capítulo 4: Cauce Boscoso

    ─ No os queda más remedio, ambos sois prófugos y os buscan en muchos sitios. ─ Veía a los dos consternados. ─ Por eso os propongo que seáis mi séquito personal, mis soldados, mis espadas y escudos y lleguemos juntos a la gloria. ¿Os parece?

    ─ No sé qué decir. Es que…─ No lo tenía claro, ¿él un guerrero? ¿Un simple ladrón que se crio en una granja en Paraje de Rorik? ─ no veo que pueda convertirme en un guerrero. Soy demasiado débil.

    ─ Lokir, no por ser débil significa que nunca puedas llegar a ser algo. A veces, y aunque suene de muy cuento de hadas, solo se necesita un poco de pasión y constancia, cosas que se han perdido últimamente en este mundo. ─ Se centró en la mujer. ─ ¿Y tú? ¿Qué harás?

    ─ No lo sé.

    ─ ¿Qué otra opción te queda?

    ─ Ninguna. ─ Respondió desganada, sin ánimo.

    ─ Pues entonces no te doy a elegir, te ordeno venir conmigo. Se mía, conviértete en mi mano derecha, en mi columna vertebral y yo seré tu pilar que aguante la casa que se está a punto de derrumbar. Ese es nuestro trato. ─ Lo miraba recobrando la iluminación.

    ─ Pero ya no tengo hogar.

    ─ Yo lo seré.

    ─ No tengo familia.

    ─ Yo y Lokir lo seremos.

    ─ No tengo dinero.

    ─ Lo puedo conseguir fácilmente.

    ─ ¿De verdad podrás ser mi…─ Tímida. ─ pilar?

    ─ Ahora y por siempre. Y no solo tuyo. Lokir, te hago la misma oferta. ─ Ambos no tardaron mucho en aceptar. ─ Bien, desde ahora no somos solo un grupo, somos una familia que se apoya mutuamente. ─ Dicho esto, se viró y empezó a caminar.

    ─ ¿A dónde iremos ahora? ─ La elfa estaba confusa.

    ─ A Cauce Boscoso, ahí nos aprovisionaremos para el viaje que nos es espera.

    ─ ¿Y cuál es tu objetivo? ─ Lokir preguntó llevando por la curiosidad.

    ─ Ahora tenemos cosas más importantes, como tu falta de armadura. ─ Siguió caminando seguido de ambos. ─ No puedes ir con harapos toda la vida.

    El camino estaba rodeado de vegetación típica de la zona y los animales abundaban, desde alces y ciervos hasta conejos y lobos pasando por zorros. Skyrim es un lugar hermoso, puede que no tanto como Bosque Valen, pero desde luego no se queda atrás. A un lado del sendero a mitad de la trayectoria se encontraba un gran pedestal con tres piedras del tamaño de un hombre. Scott se aproximó a ellas.

    ─ Observad, aquí podemos obtener las bendiciones de los dioses para mejorar en la rama que nos parezca. ─ Se giró. ─ Lokir, tu obtendrás la del guerrero, Lena, tú la del mago y yo la del ladrón.

    ─ ¿Lena? ─ Nunca la habían llamado así, siempre había sido Alenadii, soldado o simplemente “tú”. Se sonrojó.

    ─ ¿Te molesta? Tu nombre es raro y demasiado largo por eso te puse un diminutivo. ─ Se volvió hacia las piedras para entrar al pedestal mientras escuchaba a la chica decir un tímido “no”. Sonreía por dentro, su plan iba viento en popa. ─ Bien, cada uno a su piedra.

    Después de recibir las bendiciones llegaron a Cauce Boscoso en donde encontraron a un herrero y maldita sea la suerte, algún legionario aprovecho la oportunidad para robarle el dinero, pero tranquilidad, la mayor parte de gente que se encontró por el camino tenía mucho dinero y Ulfric traía demasiado consigo para estar capturado. Había sacado un total de 1850 septim para gastar y el barbudo pedía 185 por una armadura de hierro entera sin casco y una daga de hierro para Lokir y 360 por 20 dagas de acero para el asesino haciendo un total de 545 monedas de oro. Con unas pocas palabras y su habilidad de elocuencia consiguió una rebaja de 45 septim dejándolo en 500 monedas que pagó al contado. Una vez se equiparon, todos fueron directos a la posada pues la noche estaba al caer. El día había sido agotador, no siempre uno se encuentra con un dragón y vive para contarlo pero todavía no había acabado, aún tenía que hacer algo más antes de irse a la cama. Tocó la puerta de la última habitación y entró para encontrarse a la Thalmor con una indumentaria para dormir. Lo miraba extrañada.

    ─ ¿Ocurre algo Demonio? ─ Agachó un poco la mirada.

    ─ Tranquila, y no me llames Demonio, ahora que somos familia puedes conocer mi nombre que es Scott. ─ Sonrió bajo la máscara al ver a la mujer tímida, su plan iba muy bien. ─ Hasta ahora no hemos tenido oportunidad de hablar como es debido, pero quiero que sepas que me alegra tenerte en el equipo. Me pareces una integrante de bastante talento no solo con la magia, sino también en el cuerpo a cuerpo. Eso es algo que solo alguien con buenas capacidades es capaz de dominar. ─ La chica, cada vez más sonrojada, tartamudeaba cuando intentaba decir algo.

    ─ Bueno, no sé mucho de ti, simplemente lo que cuentan los informes. En ellos mencionaban tu gran capacidad a corta distancia y con el arco y pude ver que era verdad. ─Se viro y tapó la cara, ahora, en vez de parecer un altmer, parecía un bosmer que se había pasado con la salsa picante.

    ─ Tranquila. ─ Bingo, este momento era perfecto para sacar información de lo que querían los Thalmor de él. ─ ¿Y que más decía el informe? ─ Se apoyó contra la pared cruzando los brazos y sosteniendo la mirada con su único ojo visible.

    ─ Bueno…─ Suspiró para calmarse pero no se volvió. ─ decía que poseías habilidades mágicas poderosas, una gran capacidad de sigilo perfecta para robar y gran don para la seducción. Si te encontrábamos debíamos de estar con un gran pelotón o huir inmediatamente. ─ Miraba por la ventana en busca de calma.

    ─ Entiendo, saben mucho de mí, más de lo que me esperaba incluso. Eso puede ser peligroso. ─ Se levantó y acerco a la mujer poniéndole un brazo por encima del hombro. ─ Es una información muy útil, querida. ─ Con la misma mano pellizco su suave mejilla y marcho con paso firme. ─ Buenas noches querida, me voy al sobre que el cansancio apremia. ─ Se despidió con la mano en alto.

    Aun agitada se echó en la cama sin poder dejar de mirar al techo, no le había visto la cara y ya la tenía a su merced. Es una caja llena de sorpresas pero puede que sea divertido. Una vida llena de aventuras no está nada mal. Con aire sonriente se tapó y acurrucó para dormir tranquilamente el resto de la noche. Mientras, el enmascarado observaba las estrellas como de costumbre. Un día estás en el balcón de una posada en Cyrodiil dentro de una moza espectacular y al día siguiente eres casi ejecutado para acabar en otro hostal y con otra mujer, esta vez elfa, bastante más hermosa. Si algo tenía claro es que la vida da muchas vueltas, pero siempre vuelve al punto de partida y quien sabe, tal vez esta muchacha tan tímida oculte una personalidad fogosa en su interior. Rio, estaba deseando descubrirlo.

    ─ El plan va perfecto, los Thalmor no tardarán en caer y la venganza la tendré en la palma de la mano, Ali.
     
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  7. Threadmarks: Capítulo 5
     
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    Capítulo 5: Aela la Cazadora

    El Sol asomaba la cara resplandeciendo en una bella mañana. Las ventanas reflejaban la luz solar y los pájaros piaban alegremente celebrando el nuevo día. Los tres personajes salían de la posada descansados y ya con sus armaduras y armas encima listos para partir. No fue hasta casi la salida que una mujer rubia los detuvo.

    ─ ¡Perdonad! ─ Llamaba la mujer corriendo. ─ Perdonad, pero he de preguntaros algo. ─ Miraba directamente a Scott. ─ Huiste de Helgen, ¿verdad? ─ Asintió. ─ Entonces viste a esa cosa de cerca, ¿era un…dragón? ─ Volvió a asentir con la cabeza. ─ Oh, por los Nueve, los heraldos de los tiempos, los destructores de mundos están aquí. ─ Pronunció preocupada. ─ Por favor, avisad al Jarl Balgruuf el Grande y que envíe más tropas. Te estaría agradecida. ─ La mujer detectó en la mirada del asesino la negativa. ─ ¡Es el Jarl de Carrera Blanca, por favor, si pasa por allí avísele!

    ─ Bueno, me pilla de camino por lo que no tengo inconveniente. ─ Se giró para marchar junto a Lokir y Alenadii con el “gracias” de la mujer de fondo.

    El día estaba tranquilo. Los grandes árboles que conformaban los bosques de Skyrim rezumaban vida. Brillaban no solo por la luz, sino por su verde brillantino tan destacable. Solo se encontraron con un par de lobos que cayeron fácilmente ante las flechas de Scott. Este notó la rara mirada de la elfa.

    ─ Te pasa algo. ─ No era una pregunta.

    ─ Es difícil, todos me miran bastante mal. Creo que si no fuera por tu presencia y la de Lokir no me hubieran dado ni alojamiento. ─ Miró a la espesura.

    ─ Tranquila. Entre los nórdicos los altmer son odiados, es normal que te sientas así. ─ Animaba el pelirrojo.

    ─ Lo sé pero…

    ─ No estamos aquí para hacer amigos. ─ Respondió el rubio. ─ Somos asesinos, fugitivos buscados por la ley imperial. ─ Endureció el tono. ─ Si no estás preparada para un par de miradas e insultos por la espalda no deberías de haber sobrevivido. ─ La mujer quedó atónita. ─ En este mundo los débiles no sobreviven, es la ley del más fuerte y encima ahora con dragones de por medio es todavía peor. Esas lagartijas no hacen caso a nada, van a su bola por estar en la cima de la escala alimenticia y evolutiva. Son seres hechos de pura energía. ─ Se paró en seco y miro a la chica. ─ Esto es solo el principio, prepárate para lo peor pues la situación solo puede empeorar. Y también va por ti Lokir. Es mejor que os hagáis a la idea que no saldremos ilesos de esta. ─ Retomaron el camino donde la situación se volvió más tensa y silenciosa.

    En cierto punto, ya acercándose a la entrada a la ciudad vieron una situación extraña. En una de las granjas de alrededor había una mujer y un hombre combatiendo un gigante.

    ─ ¿Qué hacen esos dos? ─ Preguntó el de hierro.

    ─ No lo sé, pero vamos a ayudar. ─ Rápidamente sacó sus dos espadas y cargó seguido por la altmer.

    ─ Espera, ¡¿qué?! ─ Sorprendido. ─ ¡No me dejéis atrás! ─ Sacó su hacha y fue al combate.

    ─ Debemos idear un plan. ─ Miró a su alrededor. ─ Su punto débil es la nuca, debemos cortarla. ─ Miró a Lokir. ─ ¡Lánzame con tu hacha mientras Lena hace de cebo!

    ─ ¡Pero no tengo tanta fuerza!

    ─ Mierda, es verdad. ─ Pensó un par de segundos. ─ Lokir, ayuda a esos dos a defenderse mientras Lena hace de cebo. Atráelo y no dejes que se fije en mí, no tiene mucho cerebro pero saben cuándo alguien va a por su punto débil por lo que necesito una distracción. ─ La chica asintió sin dudarlo.

    Con un hechizo de escarcha en la mano izquierda lanzó una estaca al pie del gigante la cual se rompió al hacer contacto haciendo el efecto necesitado, llamó su atención. Armada con su espada de cristal en mano derecha se preparó mientras que su compañero pelirrojo ayudaba al hombre aturdido por los golpes de la maza del coloso. Mientras, agachado, Scott se acercaba por detrás y con sus dos espadas a la vez cortó los tendones de ambos tobillos del gigante al mismo tiempo haciéndolo caer de rodillas. Con la misma se levantó y no se conformó con segarle la nuca sino que le rebanó la cabeza de un solo tajo con ambas armas haciéndola rodar hasta el pie de la mujer de antes. Esta tenía el pelo castaño y ojos de mismo color pero tonalidades más oscuras. Tenía pintada la cara con tres garras negras y una armadura nórdica antigua sin casco. Su mirada era una mezcla de soberbia e incredulidad pero también notaba cierta admiración. Se acercó al ejecutor.

    ─ Impresionante, cachorro. ─ Alabó. ─ Me has dejado fascinada, quizás deberías pensar entrar a los Compañeros, serías una buena adquisición.

    ─ ¿Los Compañeros? ¿El gremio de Ysgramor?

    ─ Correcto, yo soy Aela y el tonto de ahí es Farkas. ─ Señaló al hombre sentado en el suelo siendo atendido por el del hacha. ─ Somos miembros del circulo de los Compañeros, los mejores guerreros. ─ Resopló orgullosa.

    ─ Si sois miembros de la “élite”, ─ Gesticuló con las manos las comillas. ─ ¿cómo pudisteis caer ante un simple gigante? Creo que sois débiles. No me interesa unirme. ─ La mujer se quedó anonadada.

    ─ ¡¿Cómo que somos débiles?! ─ Movió las manos indignada. ─ ¡No puedes llamarme a mí, Aela la Cazadora, débil! ¡Soy la mejor arquera de Skyrim y puede que de toda Tamriel!

    ─ ¿Arquera? ─ Sorprendido. ─ Bien, compite contra mí en un concurso con el arco. ─ La chica aceptó al instante. ─ Pero pongamos un premio. Si tú ganas, me uno a los Compañeros sin rechistar, pero si gano yo, te vendrás conmigo siendo una más de mis guerreros junto a estos dos. ─ Señalo a su séquito. La castaña se lo pensó un poco pero acabó asintiendo convencida de su habilidad.

    Las reglas eran las siguientes: la cabeza del gigante serviría de diana en movimiento y Farkas la lanzaría al aire con la mayor fuerza posible. Cada uno tendrá 5 flechas marcadas con un color: Scott azul y Aela rojo, y dispararían a la vez. Para tener igualdad de condiciones ambos usaron arcos de caza. Una vez se ajustaron las reglas, el grandullón cogió la cabeza y la lanzó bastante lejos, tanto, que una persona normal no podría ni verla. Automáticamente, ambos cargaron la primera flecha y la lanzaron para continuar con las siguientes a una velocidad impresionante. Los dos iban a la par en rapidez, ahora solo quedaba ver la trayectoria de las saetas. La primera de Scott iba daleada pero impactó con la misma de Aela desviándola y poniendo la suya propia bien encaminada impactando contra la cabeza sin problemas. La segunda hizo lo mismo pero esta vez, la flecha de la castaña se quedó casi en el sitio siendo golpeada por su tercera y en lo que la segunda del asesino atravesaba el objetivo, la tercera del mismo se llevaba las dos de la mujer atravesándolas de lado y dando en el blanco. La cuarta y la quinta de cada uno dieron sin problema alguno. Se quedó anonadada, ¿cómo hizo eso? La primera vez podía ser coincidencia pero la siguiente indicaba que no era así. El hombre le había dado una paliza de campeonato.

    ─ Muy bien, he demostrado con creces que soy mejor que tú. ─ La miró y sonrió. ─ Ahora eres mía.
     
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  8. Threadmarks: Capítulo 6
     
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    Capítulo 6: Carrera Blanca

    Miró anonadada la cabeza atravesada por varias flechas rojas. Había perdido, y no por un golpe de suerte de su rival, había perdido por paliza. Había perdido de una forma patética.

    ─ ¡¿Cómo es posible?! ─ Cayó de rodillas.

    ─ Querida, cogiste demasiada velocidad y te topaste con el muro dejándote los sesos contra él. ─ Se acercó a ella. ─ Ahora eres mía, y no faltes a tu promesa. ─ La chica se levantó y con rabia lo miró.

    ─ ¿Y qué quieres? ¿Que sea tu sirvienta? ¿Qué deje a los Compañeros? ¿Qué sea tu puto juguete sexual? ─ Miro a otro lado conteniendo las ganas de apuñalarlo. El nórdico se limitó a reír sarcásticamente.

    ─ Tal vez en un futuro. ─ Acarició su cabeza. ─ Por el momento quiero que te mantengas como hasta ahora, pero cualquier día puedo volver y reclamarte para que vengas conmigo. ─ Se relajó para notar como la despeinaba con cariño. ─ Tengo que irme, he de tratar asuntos importantes en Carrera Blanca. ¡Nos vemos! ─ Se alejó seguido por su séquito mientras movía la mano hasta perderse de la vista.

    ─ Es un hombre muy raro. ─ Comentó el grandullón. ─ ¿También lo notaste?

    ─ Si, tiene un olor raro. ─ Lo miró. ─ Es como el de un argoniano pero sin llegar a serlo. ─ Se rasco la nariz. ─ Pero he de admitir que me atrae, ¿será alguna especie de licántropo soltando hormonas para atraer hembras?

    ─ Lo dudo, creo que es natural. ─ Empezó a andar. ─ Es más, creo que tiene varios olores a parte del argoniano ese tan raro.

    ─ Si, no es una lagartija, eso lo tengo claro. ─ Se llevó una mano al mentón.

    ─ ¿Entonces qué es? ─ Preguntó al nórdico. ─ Tal vez Kodlak lo sepa. ─ Marcharon con intención de volver a su gremio.

    Los tres andaban por la ciudad. Veían de todo, en la puerta se encontraron a un par de guardias rojos con sus vestimentas típicas del ejército y les pidieron que buscasen a una como ella, una fugitiva. Pasaron del tema olímpicamente. Había varios herreros que ofrecían sus armas, tiendas de comida, joyas, etc. Varias tabernas y alguna posada, esta ciudad no era “el orgullo de Skyrim” por nada. Sus edificios resaltaban por el amarillento de sus tejados y los ladrillos blancos con pequeñas manchas negras de mugre en sus paredes exteriores. La plaza central tenía un árbol muerto antaño bello y resplandeciente en el cual los pájaros silbarían con alegría cada amanecer. Desde esta se podía ver Jorrvaskr, el edificio donde residían los famosos y aclamados Compañeros, una banda de mercenarios con demasiado honor y poca inteligencia desde el punto de vista del protagonista mas pudo darse cuenta de una mirada. Una penetrante mirada que lo perforó por dentro como si de una presa se tratase. Sin quedarse corto la devolvió haciendo que la pupila de su único ojo visible tomara una forma parecida a la de un reptil. De repente dejó de sentir esa penetrante flecha en su ser, había espantado al lobo que lo acechaba y sabía que, si tenía la suficiente inteligencia, no volvería ni a cruzar miradas con él. Pero nada de eso los podía distraer, debía cumplir su misión y ya que tenía que avisar al Jarl de los dragones se dirigió directo al gran castillo apostado en la parte más alta de la ciudad. Era gigante. Sus grandes tejados ya podían verse desde las afueras de la ciudad pero de cerca es incluso más abrumador. Las grandes puertas de madera se abrieron ante él dejándolo pasar a la aparatosa sala principal donde a sus alrededores pudo notar varias personas. Una argoniana amarillenta con armadura de lobo y mirada penetrante, un viejo guardia rojo con una forma pesada de las armaduras de los Alaki’r, lo que parecía una nórdica de pelo blanco y corto con una armadura igual a la de Aela y una katana. Más adelante pudo ver una dumner con una armadura del gremio de ladrones, un nórdico con peto de guardia de Soledad y un mago de ropajes grises. En la silla del trono observó como el que parecía el Jarl mantenía una acalorada discusión con un guardia rojo calvo de aspecto endeble que parecía ser su consejero mientras otra dumner con pinturas en la cara y armadura de cuero los miraba de forma curiosa pero a la vez con un toque de desesperación e impaciencia. Antes de poder seguir andando dos guardias y la propia elfa que se mantenía hasta hace nada cerca del trono los detuvieron.

    ─ ¡¿Quiénes sois?! ─ Hablo la oscura con indulgencia férrea en su voz. ─ ¡¿Cómo osáis entrar al castillo del Jarl Balgruuf el Grande sin permiso ni cita previa?!─ Amenazó con una espada de acero.

    ─ No vengo a pelear, pero si es lo que deseas no dudaré en entregarle tu alma a los dioses. ─ Sabía que si mencionaba a Sithis lo podrían encarcelar por ser creyente de un daedra. ─ Aquí te espero pequeña. ─ Sacó sus dos espadas para hacer sus típicos malabarismos con ellas de hacerlas girar en sus manos.

    Inmediatamente la mujer se abalanzó al ataque junto a los dos guardias.

    ─ ¡Uno contra uno! ¡La elfo es mía! ─ Interceptó la espada de la mujer con su derecha haciendo que saltaran chispas y que retrocediera amedrentada para, con la izquierda, dar un corte horizontal directo al cuello que evitó por poco.

    ─ Eres bueno, humano, pero no lo suficiente. ─ Dio una sajada apaisada sabiendo que se defendería con las dos espadas y una vez lo tenía donde quería intentó mandar una patada para tumbarlo y rematarlo pero el hombre, a sabiendas su plan, saltó y propulsándose con las espadas asestó un potente cabezazo a la chica que cayó al suelo pero se levantó izo facto. ─ Vale, lo admito, eres muy bueno. Es hora de ponerse seria.

    Mientras, Alenadii luchaba con su hechizo de escarcha en la izquierda y su espada de cristal en la derecha. Era un combate igualado, las armas chocaban entre si sin dar cuartel. Mientras que el soldado desviaba golpes con el escudo, la mujer lo hacía con partes de su armadura donde estaba más tachonada. Tenía que hacer algo, el entrenamiento altmer consistía en matar a tu enemigo con velocidad y astucia pero si se trataba de una pelea de desgaste los de su especie no podían ganar. Con la izquierda lanzó su magia de la que el guardia se defendía con el escudo avanzando para acercarse. Una vez estuvo a menos de un metro atacó con su espada imperial siendo bloqueada con la de la chica. Esta alzó su puño sin hechizo y golpeó el escudo partiéndolo en pedazos, este estaba completamente congelado, y asestando un impacto en la cara al hombre tumbándolo y antes de poder recuperarse ya tenía la espada de la otra atravesándole el cuello.

    Lokir se defendía como podía. No era un soldado y ni por asomo había usado un arma mayor que una daga en toda su vida. Recibía golpes hasta que no pudo más y cayó al suelo pero antes de morir otra espada traspasó el corazón de ese hombre matándolo. La altmer lo había salvado. Después de agradecérselo cientos de veces observó el brutal combate de su líder.

    Chocaban sables y el sonido del acero impactar retumbaba en toda la sala del trono. La mujer estaba cansada, la lucha se había alargado demasiado y el otro no parecía ni afectado, ¿cuán grande era su resistencia para aguantar tanto? Era sorprendente, a pesar de toda su experiencia no era capaz de si quiera rozarlo y además que parecía estar burlándose de ella ya que ni se dignaba a atacar. Se volvió a lanzar contra él para ser bloqueada una vez más con la espada izquierda pero esta vez cortó su pierna derecha dejándola coja. Se alejó pero esta vez andaba hasta ella persiguiéndola. Atacó desesperadamente siendo bloqueada una vez más y con la otra espada cortó su otra pierna haciéndola caer de rodillas. Levantó su brazo de la espada para que un músculo de este fuera cercenado para que no lo pudiese levantar y en un intento de hacerlo con la otra obtuvo el mismo resultado. Ahora estaba arrodillada en el suelo completamente indefensa y con el arma del nórdico apuntando a su cuello. Levantó el brazo con intención de rematarla.

    ─ ¡Basta! ─ Se oyó una grave voz de fondo. ─ Eres muy bueno así que te escucharé. ─ Balgruuf habló sentado en su trono.

    ─ Bien, me alegra haber llegado a un acuerdo. ─ Caminaba hasta él mientras guardaba sus armas y laherida caía desmayada al suelo de fondo. ─ Primero que nada, he de avisarlo que una mujer en Cauce Boscoso solicita más guarnición por si atacan dragones. ─ Dijo tranquilamente. ─ Y lo otro; ─ Hizo una breve pausa. ─ me gustaría tener una casa en Carrera Blanca.
     
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  9. Threadmarks: Capítulo 7
     
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    1452
    Capítulo 7: La piedra del dragón

    ─ ¿Cómo? ─ Sorprendido.

    ─ Lo dicho, me gustaría tener una casa en esta ciudad. ─ Se cruzó de brazos. Imponente.

    ─ Llegas aquí sin previo aviso, aniquilas a mi guardia personal, ¿y osas pedirme una casa? ─ Se levantó intentando intimidar.

    ─ Correcto, ¿algún problema? ─ Se enfrentó demostrando ser más alto. ─ Te recuerdo que he vapuleado a tu querida guardaespaldas. ─ Rio con sorna.

    ─ Eres un bastardo, un peligroso bastardo. ─ Empezó a caminar. ─ Te daré una misión, si la superas podrás obtener una casa en mi ciudad. ─ El asesino resopló molesto.

    ─ ¿De qué se trata?

    ─ Que te lo explique el hechicero de la corte. ─ Dejó al hombre en la sala y se marchó.

    ─ Bien, ─ Comenzó el mago. ─ soy-

    ─ No me importa, debilucho. ─ Puso su mano. ─ Dime lo que tengo que hacer, ya.

    ─ Vale, por lo que veo no eres como todos esos brutos que me envía el Jarl. ─ Se rasco la poblada barba. ─ Bien, los dragones están volviendo y por ello he de encontrar una manera de estudiarlos y vencerlos. ─ Fue al mapa de su mesa. ─ Aquí. ─ Señaló un punto cerca de Cauce Boscoso. ─ Si vas a este sitio, el Túmulo de las Cataratas Lúgubres, podrás encontrar una piedra que podría revelarme estas cosas. Consíguela y habrás completado tu misión. ─ El rubio se dio la vuelta marchando.

    Volvieron a cruzar todo sin decir ni media palabra todo el día que estuvieron de viaje llegando de nuevo al pueblo de noche. Se quedaron ahí otra vez. Y al amanecer, después de desayunar, seguían sin poder hablar. Quedaba claro que estaba de mal humor, su simple presencia bastaba para decirlo. Es un asesino pero a pesar de eso su mera presencia es abrumadora pero sabe controlarla y ocultarla, en cambio, cuando está enfadado hace lo contrario, la resalta intimidando a todo el que pasa dando a entender su rabia. Es alguien que podría cambiar el curso de una guerra solo. Cuando por fin emprendieron la marcha el ambiente se tensó incluso más, empezaba a pesar el aire y a faltar oxígeno, ¿qué era eso? ¿Era capaz de alterar el aire? Imposible, por muy apodo o fuerte que sea sigue siendo mortal, ¿verdad?

    ─ ¿No notáis el ambiente un poco… caldeado? ─ Mencionó Lokir.

    ─ Un poco, ─ Prosiguió la elfa. ─ pero se aguanta.

    ─ Ahí está. ─ El rubio señaló unas escaleras que conducían a una gran construcción. ─ Preparaos, hay bandidos cerca, y dudo que sean los únicos que todavía anden por aquí. ─ Aligeró el paso.

    ─ ¡¿Qué quieres decir con eso?! ─ Preocupado por su seguridad el pelirrojo temió.

    ─ Draugrs Lokir, eso es lo que significa. ─ Calló la mujer. ─ Ahora silencio, no vayas a despertarlos antes de tiempo. ─ El hombre continuó temeroso.

    Se acercaron y vieron el imponente túmulo tan degradado por los cientos de años en pie. Sus paredes eran grises y tenían moho viviendo en ellas. Su hedor a muerto resaltaba para todo aquel capaz de captar esencias, era una pestilencia muy poco agradable. Con dos flechas atravesó el corazón de dos criminales que se encontraban lejos y con un ligero movimiento cercenó la cabeza del último bandido que vigilaba la entrada. Guardó el arco y sacó su otra espada. Al encontrarse ante la imponente puerta no dudó en patearla para matar unos cuantos skeevers sin ningún problema para adentrarse. Pasando de lado unas columnas dos enemigos lo atacaron y otro de frente apareciendo de la oscuridad refugiada en la poca luz mas bloqueando por los laterales saltó evitando el golpe frontal y cayendo encima de este mató a los de los laterales y rematando al antes mencionado apuñalando con ambas espadas en su corazón. Dejó las armas clavadas para sacar tres dagas de hierro que lanzó matando los que quedaban. Sacó sus aceros del cuerpo y continuó avanzando haciendo sus malabares típicos.

    ─ Increíble, tiene unas habilidades sobrehumanas. ─ Comentó la mujer. ─ Nunca creí que vería a un humano con semejantes dotes. ─ Anonadada.

    ─ No es el Demonio Enmascarado por nada. ─ Continuó el nórdico. ─ Es muy famoso. Tanto que hasta tu gente lo consideran una amenaza. ─ Sacó su hacha y siguió a su jefe. La elfa fue detrás.

    Continuaron por la gran tumba matando a todos los bandidos que se encontraban sin dejar rastro de vida tras su paso. Pero se detuvieron de forma abrupta en una sala más grande que el resto. Había un hombre atrapado entre unas telarañas pidiendo ayuda pero en el intento de ir apareció una araña congeladora gigante, y no estaba de buen humor.

    ─ Ese bicho no parece estar de buenas. ─ Mencionó el ladrón.

    ─ ¡Calla Lokir! ─ Gritó la chica. ─ Te juro que odio tus comentarios cómicos. ─ Se llevó su mano libre al tronco de la nariz. ─ Pareces el típico personaje cómico de relleno de alguna estúpida historia.

    ─ Está claro que el bicho no anda de buen humor, ─ Comenzó a andar con su pose de combate. ─ pero yo tampoco lo estoy. ─ Se lanzó fervientemente. La araña lanzó su tela en un intento de alentarlo pero antes de darse cuenta ya tenía al asesino en sus narices cortando una de sus patas.

    Saltó hacia detrás para evitar el mordisco de la gigante. Hoy estaba de un ánimo de perros y se descargaría con todo enemigo que viese, incluida esa asquerosa araña.

    ─ Ven a por mí jodido bicho de mierda. ─ Levantó su espada derecha retándola. ─ No tendré piedad alguna. ─ Fue a por él pero en un suspiro su cuerpo ya estaba hecho trizas y el rubio al otro lado de la sala mientras una sombra dejaba de cubrirlo. Sin pensárselo se dirigió al prisionero.

    ─ ¡Por todos los dioses! ¡Gracias! ─ Agradecía. ─ Ahora libérame por favor.

    ─ ¿Dónde está la garra? ─ Preguntó a lo que el dumner respondía con ignorancia. ─ Vamos, en estas tumbas se necesita una garra para acceder a lo más profundo y oí a unos imperiales hablar sobre el robo de una garra dorada. ─ Acusó. ─ ¡¿Dónde coño está la garra?!

    ─ ¡Vale, tranquilo! ─ Cerró los ojos con terror. ─ Te la daré, pero liberarme. ─ Negó el asesino. ─ Vale, ¡te la daré! ─ Se rindió ante el hombre. ─ En la bolsa de mi cintura. ─ Scott inspeccionó el bolsillo donde encontró la ansiada garra de oro. ─ Ahora libérame por favor, ¡lo prometiste! ─ Acto seguido su cabeza rodaba por el suelo y la sangre inundaba la sala.

    ─ ¡Dijiste que lo soltarías! ─ Cuestionó Lokir.

    ─ Si, liberé su alma. ─ Miró a su compañero. ─Se la entregué a Sithis pues planeaba atacarnos cuando estuviéramos despistados. Lo vi en sus ojos, en sus asquerosos y traicioneros ojos. ─ Prosiguió pues las telarañas ya no estaban debido al corte con el que sajó la cabeza del mentiroso.

    ─ Eres en verdad cruel, pero no dudo de tus métodos. ─ Mencionó Alenadii. ─ Sabes cuando has de eliminar y no dudas en hacerlo, pocos son capaces de hacerlo. Eres merecedor de mi respeto.

    ─ ¿Te parece que matar a alguien es merecedor de respeto? ─ El hombre paró en seco y giró a ver a la elfa. ─ Matar no es un juego, arrebatas una vida. No es algo merecedor de respeto. ─ Su ojo brillaba. ─ Algún día aprenderás que, a veces, para ahorrarte problemas habrás de hacer sacrificios. ─ Continuó andando bajo la mirada de ambos.

    Avanzaban a lo largo de la tumba eliminando draugrs y esquivando trampas hasta llegar a lo que parecía una puerta con tres anillos y varios animales en estos. Antes de poder cuestionarse que era, el protagonista ya había resuelto el misterio dejando vía libre a la sala principal de la mazmorra. Era un lugar precioso, una gran vegetación cubría el lugar y un altar grande iluminado por la luz solar que entraba por un hueco en el techo estaba en medio de este con una tumba y una piedra en un idioma ilegible. Una vez pisaron el suelo del sitió el ataúd se abrió y salió un señor de la muerte draugr con una espada de ébano. Alzó su arma contra Lokir pero la mujer la bloqueó con la suya propia y aprovechando la situación Scott saltó por encima de sus compañeros asestando una puñalada mortal en la nuca del enemigo. Arrancó las espadas y fue al gran cofre posicionado al lado de la tumba donde encontró una piedra que coincidía con la descripción del mago pero antes de irse algo llamó su atención; la gran roca con letras indescifrables. Estas brillaban con intensidad y cuanto más se acercaba un cántico se oía más fuerte. Eran las voces de hombre pero no decían nada en particular, parecía como si estuvieran resoplando. Una vez estuvo cerca se sorprendió al poder leer el texto, decía “fuerza” o [Fus]. ¿Qué significa esto? ¿Por qué puede leerlo? Todo es muy raro pero parecía que las palabras quedaron grabadas en su mente.

    ─ ¿Qué pasa jefe? ─ Preguntó Lokir.

    ─ Parece que una gran aventura acaba de empezar.
     
    Última edición: 14 Agosto 2016
  10. Threadmarks: Capítulo 8
     
    FallenAngel

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    Capítulo 8: Sven

    Por fin llegaron a Carrera Blanca, recorrer una y otra vez el mismo camino agota más de lo que parece por lo que rezaron para no volver a tener que repetirlo. En la ciudad fueron recibidos por el mago que al tener la piedra en manos fue cual gacela al viento a investigarla. Las cosas marchaban bien, el hechicero tenía su piedra, Scott estaba de mejor humor y recibirían su recompensa pero no sabían el peligro que esta aguardaba. Como bien dice la famosa ley de Murphy; cuando una tostada se te caiga, siempre lo hará por el lado de la mantequilla y pues este caso no se podía asemejar más. Al llegar al palacio se encontraron con un desesperado Jarl que hablaba con su guardia a gritos aun teniéndolo al lado en la parte superior de la sala del trono. Al acercarse oyeron la conversación.

    ─ ¡Pues envía más hombres! ─ Aporreó el apoya brazos del trono. ─ ¡Que esa puta lagartija no viva! ─ Inmediatamente se fijó en el trío que se acercaba a él para cambiar la expresión de su cara a una más amable. ─ ¡Hombre, mira a quien tenemos aquí! ─ Se levantó del asiento mientras el soldado salía corriendo a cumplir las órdenes.

    ─ Quiero mi recompensa. ─ Mandó el asesino.

    ─ Mira, es que ha surgido un problema y requerimos de tu ayuda. ─ Se acercó amigablemente.

    ─ Me da igual tu jodido problema, no es asunto mío. ─ La mirada de su único ojo visible intimidaba enormemente. ─ Mi recompensa, ¡ya! ─ No hubo ápice de amabilidad ni misericordia en su tono de voz. Con solo oír que requería de su ayuda volvió el mal humor.

    ─ ¡Vas a matar tú al dragón porque dejaste a mi mejor soldado incapacitada! ─ Combatió con su mirar.

    ─ Es débil, no sé cómo tienes a alguien tan malo como edecán. ─En lo que tarda un grillo en pestañear ya tenía su espada en el cuello del Jarl. ─ Quiero mi recompensa. No te lo advertiré de nuevo.

    ─ ¡Si matas al dragón que está atacando la ciudad te regalaré la casa! ─ Detectó el aura que desprendía y su orgullo fue engullido por un troll. ─¡Será completamente gratis, y los muebles están incluidos!

    Se lo pensó por un momento sin quitar el arma de la yugular del hombre hasta que la guardó para dar media vuelta y marchar por donde había venido.

    ─ Quiero la casa amueblada y que me nombre thane. ─ Balgruuf, aunque indignado, aceptó la oferta para verlo marchar junto a su séquito.

    Recorrió las agitadas calles de la cuidad mientras veía a la gente huir despavorida. Todos corrían aterrados por la gran amenaza que se cernía sobre ellos. Los puestos de venta estaban tirados, algunas casas ardían y los guardias no daban abasto para mantener el orden. ¿Cómo hacerlo si una leyenda que llevaba muerta desde la Primera Era había vuelto para acabar con el mundo tal cual lo conocemos? Entró a un gran edificio en la cima de unas escaleras donde localizó a la cazadora.

    ─ ¡Aela! ─ La mujer se giró extrañada. ─ ¡Vamos, te necesito! ─ Salió de la construcción cual alma lleva el viento seguido por la castaña que no dudo en acompañarlo.

    ─ El dragón, ¿verdad? ─ Asintió. ─ Nunca he cazado uno, será divertido. ─ Sonrió con burla y confianza.

    ─ No va a ser una presa fácil, pero espero que tu arco y el mío basten pues darle a un objetivo que se mueve a tanta velocidad por el cielo es muy difícil. ─ Recordó. ─ Necesito a los mejores arqueros para enfrentarlo, y tú eres una. ─ Alabada, sonrió orgullosa. En lo que iban a la salida se toparon con Alenadii y Lokir que volvían de recabar información.

    ─ ¡Demonio! ─ No lo llamó por su nombre pues sabía que lo molestaría. ─ Ha destruido una torre y matado a un pelotón entero. Ahora mismo los guardas lo están resistiendo en las murallas pero les resultará imposible aguantar más. ─ Agregó la rubia. ─ ¿Cómo lo haremos?

    ─ Los dragones tienen escamas duras, pero no son inmortales pues ya murieron en el pasado. ─ Reflexionó. ─ Si lo conseguimos atraer al suelo caerá ante nuestro acero y solo hay dos maneras de bajarlo del cielo: con una carnada o una flecha bien puesta. ─ Miró a la loba. ─ Te traje por esto. Lokir, Lena y yo nos colocaremos en un sitio determinado y tendrás que darle en el momento justo en el lugar indicado para hacerlo caer donde queremos y matarlo, una vez en el suelo son vulnerables. Mortales como cualquier otro ser.

    ─ Puede que sea buena con el arco pero dudo poder hacer eso. ─ Puso su mirada al frente decepcionada y frustrada.

    ─ Pues tendrás que hacerlo, no tenemos otra opción.

    ─ ¿Y cómo estás tan seguro de que una vez caiga podremos con él? ─ Cuestionó Lokir mientras llegaban a la entrada de la ciudad.

    ─ Porque estoy yo, ¿recuerdas? ─ Abrió el gran portón de madera y lo cruzo para observar el panorama. Casi todo estaba en llamas. La muralla, ya de por si vieja, caía a trozos. Las torres estaban incendiadas y el humo negro cubría el cielo y dificultaba la respiración.

    Habían bastantes cadáveres calcinados de guardias y otros tratando de darle con una flecha al dragón mientras este escupe el abrasador fuego. Cuando volvió la mirada vio como un soldado se acercaba a él armas en mano.

    ─ ¿Sois los refuerzos? ─ Preguntó el hombre que, a juzgar por su tono, era joven y tenía miedo. Lo raro sería que no lo tuviera, al fin y al cabo no aparecen dragones en Tamriel desde la Primera Era. El asesino asintió con la cabeza. ─ Pues el asunto está jodido. No hay posibilidades de vencer a ese bicho. No lo conseguiremos retener mucho más tiempo.

    ─ Escucha muchacho, mi amiga va a disparar al dragón para que caiga en la entrada. ─ Señaló el gran espacio después de la primera puerta. ─ Cuando caiga ahí, todos los guardias restantes y los míos lo abatiremos cuerpo a cuerpo.

    ─ Espera, ¿con la espada? ─ Se quitó el casco para dejar ver su melena rubia oscura, ojos azules y rostro moreno y fino, bastante bien cuidado. ─ ¡¿Cómo vamos a enfrentarnos a ese bicho y, sobre todo, cómo va a darle a esa velocidad si ni nuestro mejor arquero puede?! ─ Dijo mientras tiraba el yelmo al suelo. Rebotando llegó a los pies del protagonista que lo aplastó como si de paja se tratase.

    ─ No es una mujer cualquiera, es de las mejores arqueras de Tamriel. ─ Sorprendió a todos. ─ Yo, quien he viajado por todos lados puedo confirmarlo. ─ El joven seguía sin poder creerlo. ─ ¿Cómo te llamas chico?

    ─ Sven. ─ Respondió aun con su armadura de guardia de Carrera Blanca.

    ─ Vale Sven, te unirás a nosotros contra el dragón. ─ Cogió y apartó al chico antes de que una bocanada del lagarto le diera impactando contra el muro y derrumbando un par de piedras de este. Seguidamente, todos los soldados disponibles se colocaron al final del espacio después de la primera puerta.

    ─ Cuanto Ahkrin. Coraje, pequeños mortales. ─ Se detuvo en el aire observando a los hombres de abajo con sarna. ─ Por orden de Alduin, debéis Dir. O como se dice en vuestra patética lengua, morir.

    ─ ¡Ahora! ─ Gritó Scott para que una flecha con mucha potencia diera en el cuello del dragón entre escama y escama y este cayera en picado contra el suelo.

    ─ ¡Malditos humanos! ─ Gritaba el lagarto gigante. ─ ¿Cómo os atrevéis a herir a un Dovah? ─ Se levantó velozmente lanzando por los aires restos del suelo. Abrió sus alas dando a ver lo grande que era y adoptando pose de amenaza sobre sus cuatro patas se preparó para atacar. ─ Diivon, criaturas. Os voy a engullir.

    Todos empezaron a atacar al alado cuerpo a cuerpo mientras que Aela seguía tirando proyectiles y se acercaba poco a poco. Abrió sus grandes fauces y engulló a un guardia para zarandearlo y tirarlo lejos y seguidamente calcinó a otro que se le acercaba. Lokir lo distrajo clavando su hacha en una de sus patas para que la elfa lanzara su magia de hielo. Aprovechando la altura, la cazadora se lanzó con su daga orca en mano montándose en el bicho y cabalgándolo mientras clavaba su arma en él. Este agitó su cuello mientras rugía y la tiró contra un muro para darle una patada al pelirrojo y un zarpazo a Alenadii el cual consiguió parar la mayor parte con la armadura y fue hacia la loba con intención de acabar con ella pero un rubio se interpuso.

    ─ ¡No la tocarás! ─ Sven se interpuso mientras temblaba de miedo.

    Drem Yol Lok. Saludos Bron. Nórdico. ─ Saludo mientras bajaba la cabeza a la altura del chaval. ─ Tienes mucha valentía al defender a esta Dok. Perro de caza. ─ La volvió a elevar. ─ Ahora muere ante un majestuoso Dovah. ─ Pero antes de terminar de abrir la mandíbula, Scott saltó con las hojas de sus espadas hacia abajo desde el muro clavándosela debajo de los dientes a lo que el lagarto aulló de dolor mientras todavía lo tenía colgado. El protagonista hizo presión y empezó a descender rajando toda la garganta del ser para acabar en el suelo y sacarlas cubiertas de sangre. Los tres se mancharon con un rio de líquido rojizo.

    ─ ¡Dovahkiin, no! ─ Aulló.

    ─ Grita ahora, pequeño Dovah. Espero que tu dios te oiga alto y claro.
     
    Última edición: 14 Agosto 2016
  11. Threadmarks: Capítulo 9
     
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    Capítulo 9: Dovahkiin

    El dragón cayó pesadamente contra el suelo muerto y Scott guardó sus espadas tras limpiarlas pero ocurrió algo raro, el cadáver comenzó a… ¿descomponerse? Su piel parecía irse dejando solo huesos limpios, un aura naranja y azulada que cualquiera describiría como un espíritu comenzó a surcar el campo de batalla rodeando a todos los presentes hasta que llegó al asesino. Esa cosa lo rodeó y pareció que la absorbía haciéndolo brillar con los mismos colores por un corto periodo de tiempo.

    ─ ¿Qué es esa cosa? ─ Preguntó la altmer bastante desconcertada.

    ─ Eso es… el alma del dragón. ─ Dijo uno de los guardias supervivientes sin aun poder creérselo.

    ─ No puede ser, ¿eres Sangre de Dragón, el de las leyendas? ─ Preguntó Sven.

    ─ No lo sé. ─ Contestó sin parar de observar sus manos. ─ Eso explicaría muchas cosas. ─ Observó al resto.

    ─ Prueba a gritar, dicen que los Sangre de Dragón son capaces de aprender un grito absorbiendo el alma de un dragón. ─ Mencionó Lokir.

    ─ No me fio, pero si es cierto que lo soy tal vez consiga desarrollar más mi poder. ─ Cogió aire y se preparó. Nunca antes lo había hecho. Empezó a pensar y como si fuera un acto reflejo las palabras que aprendió en la búsqueda de la piedra vinieron a su mente sin venir a cuento. No se había olvidado de ellas y ahora parecía que sabía pronunciarlas como si de su idioma materno se tratase. La palabra “fuerza” apareció en sus pensamientos y cobró un significado que jamás le había dado y como si de un tornado se tratase un poder devastador recorrió su cuerpo de abajo a arriba y lo expulsó por la boca cual palabras devastadoras.

    [FUS]

    Una poderosa pero pequeña onda azul salió de él directa al suelo levantando tierra y rocas con potencia a su paso, flojo, pero en un futuro terriblemente poderoso y destructivo.

    ─ Increíble, de verdad eres el Sangre de Dragón de las leyendas. ─Volvió a hablar el soldado de antes.

    ─ ¿Qué es esa tontería del Sangre de Dragón? ─ Comentó Alenadii.

    ─ No lo comprendes porque eres elfa, pero es parte de nuestra historia. ─ Defendía el mismo guardia.

    ─ Me da igual toda esta majadería nórdica, lo que me interesa es saber qué es. ─ Volvió a interrumpir con descaro.

    ─ Básicamente es aquel que posee cuerpo de humano y alma de dragón. ─ Comentó Sven.

    ─ Sí, usan sus propios gritos para tumbarlos y a diferencia de los Barbas Grises son capaces de aprenderlos sin años de entrenamiento al solo absorber el alma de un dragón. ─ Añadió Aela.

    ─ Sigo sin ent─ Sin previo aviso unos gritos retumbaron la tierra y alteraron el viento interrumpiéndola. Repetían todo el rato lo mismo: “Dovahkiin”. ─ ¡¿Qué son estos gritos?! ¡Retumban en mis oídos como el zumbido de las abejas! ─ Se quejaba.

    ─ ¡Son los Barbas Grises reclamando al Sangre de Dragón! ─ Exclamó el soldado. Miro al afectado. ─ Reclaman tu presencia en Alto Hrotgar. Te han convocado como no hacían desde el mismísimo Tíber Septim, después llamado Talos de Atmora.

    ─ No tengo tiempo para eso ahora mismo, he de ir a ver al Jarl y solucionar diferentes problemas. ─ Se dirigió al interior de la ciudad. ─ Primero iré a ver a cierto palurdo. ─ Continuó caminando serio mientras era seguido por su séquito de tres pero se detuvo y echó la mirada atrás. ─ Sven, ─ Llamó. ─ te vienes conmigo. ─ El chico no lo entendió. ─ Que te vengas conmigo siendo uno más de los míos. Ese bruto no te merece y solo desperdiciarás tu habilidad muriendo en alguna tontería como alguien enfadado por perder su bollo dulce. ─ Se acercó y lo encaró. ─ Yo haré que tus habilidades reluzcan como un diamante y seas tan temido como un ejército de troles. Que tus palabras lleguen a los nueve divinos y sean, no un sonido producido por tus cuerdas vocales, sino un hecho innegable. Se de los míos y tendrás todo eso y más. ─ Le tendió la mano la cual no tardo en agarrar con una sonrisa confiada. Se fiaba del hombre, no sabía por que, pero se fiaba. Reemprendieron la marcha a la Cuenca del Dragón.

    Nada más llegar fueron recibidos por el Jarl sentado en su trono. Scott lo notó, esto acabaría mal. El rubio se levantó y se dirigió frente a frente contra el proclamado asesino de dragones y rio.

    ─ Bien hecho, Sangre de Dragón. ─ Aplaudió mientras empezaba a andar de vuelta al trono. ─ Ha sido esplendido como has matado a ese dragón. ─ Se giró para volver a ver al enmascarado. ─ Te voy a dar esto de recompensa. ─ Sacó de su bolsillo un septim y se lo lanzó a sus pies. ─ Adelante, disfrútala. ─ Volvió a reír a carcajada suelta.

    ─ Bien, mi Jarl. ─ Recogió la moneda. ─ Me la voy a guardar para usarla en algo útil. ─ Se la puso en uno de sus bolsillos. ─ La flecha que atraviese el cuello de tu hijo será comprada con este septim.─ Pronunció sádicamente y con cierto sarcasmo. ─ Y cuando este llorando y agonizando en los momentos previos a la muerte me descojonaré de ti. ─ Se giró mientras Balgruuf lo mira con rabia. ─ Te crees muy listo, pero acabas de hacer la elección equivocada. Ahora comprobarás porque no se ha de enfurecerme. ─ Marchó mientras sus maliciosas carcajadas resonaban junto al paso de todos los presentes. En el fondo deseaba esto. No por nada lo había provocado para que ocurriera. Algún día lo mataría, de eso estaba seguro.

    ─ No lo entiendo. ─ Comentó la loba mientras salían del lugar. ─ ¡¿Por qué te dejaste humillar de esa manera?!

    ─ Todo a su debido tiempo, te aseguro que lo haré sufrir de la peor forma. Tanto, que deseará incluso la muerte a mi presencia. ─ Apretó el puño. ─ Lo haré llorar grasa, pues se quedará sin lágrimas que soltar ni sangre que derramar. ─ Como siempre hacía en sus momentos de rabia hizo notar su presencia, todos callaron ya que podría descargar su rabia con cualquier cosa.

    ─ ¿Y qué harás con los Barbas Grises? ─ Se atrevió a hablar la altmer.

    ─ Ya iré algún día, pero por el momento hay asuntos más urgentes que atender. ─ Caminaban mientras salían de los terrenos de la ciudad por un puente al este.

    ─ ¿Y cuales son? ─ Preguntó Lokir.

    ─ Los Capa de la Tormenta.

    ─ Espera, ¿nos vamos a unir a rebeldes? ─ Exclamó bastante sorprendida la elfa. ─ ¿De verdad te tomaste en serio la propuesta de Ulfric?

    ─ No lo hago por la liberación de Skyrim, como ellos lo llaman. Sé que eso es una burda mentira de Ulfric para hacerse con el poder, es lo mismo de siempre, la mentira de siempre. ─ Seguían avanzando por lo que parecía ser a Ventalia cruzando un puente. ─ Tengo mis motivos, y son más que suficientes como para tener que unirme a ellos. ─ Todos callaron, era explicación de sobra. ─ Me importa una mierda si este gélido sitio pertenece al Dominio o a una facción rebelde. El bienestar de Skyrim no es mi problema.

    Avanzaron durante dos días en donde pasaron de unos verdes bosques llenos de preciosas flores que alegran la vista a unos blancos y helados más típicos de la zona, bosques más “Skyrim”. Todos tenían frio, las armaduras a veces no abrigan lo suficiente y sobretodo Sven, el cual, con su armadura de guardia de Carrera Blanca todavía puesta, pasaba más frio que ninguno a pesar de ser nórdico, pero el asesino no parecía afectarle en nada. No se le ve la cara pero a veces sabes que expresión está poniendo con solo verle su único ojo azul claro. Estaba concentrado, no sentía ni frio ni calor y su mirada reflejaba odio, un odio constante hacia los dioses saben qué. ¿Por qué lleva máscara? Siempre la tiene puesta, incluso cuando duerme. No tiene tapujos en quitarse el resto de la ropa y mostrar su hercúleo cuerpo pero nunca el rostro. ¿Alguna cicatriz de la que se avergüence? Sería lo más probable, pero no sorprendería que fuese otra cosa aún más extraña. La cuestión aquí es que siempre sabe qué hacer, por donde ir e incluso como reaccionar, es un guerrero muy bueno, casi perfecto pero tal vez demasiado ansioso de sangre. Quien sabe, a lo mejor acaba llegando a la historia por sus hazañas. Que cojones, ¡ya está en los libros de historia! Es un Sangre de Dragón, solo por eso ya figura en ellos como toda una leyenda. Pero tal vez, y solo tal vez, llegue a ser más de lo que dicta su sangre. Tal vez el Dovahkiin es algo más que el Dovahkiin. De repente los pensamientos de Alenadii fueron interrumpidos al chocarse con la espalda de su líder.

    ─ Bienvenidos a Ventalia. ─ Dijo levantando ambos brazos. ─ Bienvenidos a los Capas de la Tormenta.
     
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  12. Threadmarks: Capítulo 10
     
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    Capítulo 10: Ventalia

    Habían llegado a la ciudad humana más antigua de Skyrim y puede que de Tamriel. La nieve no cesaba de caer pero no era igual a la del camino, tenía algo especial que la hacía ver bella y brillante. Edificios tan antiguos que puede que no solo le doblasen la edad, sino que tal vez la triplicaran. Esos grises con un tono tan desgastado por el fuerte e invernal clima gélido de estos lares pasan factura, pero se mantienen recios y fuertes. Estructuras nórdicas de gran calidad si se puede decir.

    Los niños correteaban tirándose bolas de nieve y jugando a la guerra con espadas de madera, los mercaderes comerciaban con tranquilidad pero algo resultaba incomodo; la miraban mal, pero no como lo hacía cualquier nórdico normal. No, no tenía nada que ver. Estas eran miradas de puro odio y asco, de racismo hacía ella y sinceramente no los culpaba, al fin y al cabo el Dominio es causante de que no puedan rezar a uno de sus dioses más importantes además de la guerra y pobreza provocada. Aquí Ulfric y su lema de: “todo por y para los nórdicos” es lo único que vale. El resto de razas que no sean humanos se ven obligados a vivir en un barrio marginal en condiciones miserables donde reciben insultos y palizas casi a diario y la guardia no hace nada. Muchos son dumner refugiados de su tierra por el estallido del volcán en mitad de Morrowind. ¿Qué culpa tienen ellos de los fenómenos tan catastróficos de su tierra natal? ¿Qué culpa tienen de lo que han hecho los altmer? Vale, comparten un antepasado en común siendo este el mer original, pero no es motivo como para este racismo tan exagerado. Al igual que no puedes comparar a un bretón con un guardia rojo, no puedes hacerlo con un bosmer y un dumner o altmer. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un nórdico con ropas de trapo mugrientas, gorro del mismo material que a primera vista parecía negro pero era solo suciedad y una maza de acero colgada de la cintura que aparentaba estar tan pegajosa que ni una araña congeladora se atrevería a tocarla. Sus ojos azules estaban perdidos, seguramente andaba borracho a pesar de la hora tan temprana. Su piel, más que pálida como la del resto, era casi negra por toda la suciedad. Daba asco con solo verlo, pero para rematar la faena, el pestazo a alcohol le daba la pizca de repugnancia que le faltaba para provocarme arcadas.

    ─ ¡Mirad, una altmer! ─ Señaló llamando la atención a los demás nórdicos que pasaban por allí. ─ Una jodida altmer osa pisar nuestra ciudad. ¿Cómo te atreves puta elfa? ─ Agarró la maza de su cinturón y la saco. ─ Ya es suficiente con los asquerosos dumner, ¡no pienso aguantar a un cerdo amarillento! Pero he de admitir que eres guapa, estoy deseando agarrar tus pelos mientras te cabalgo por detrás. ─ Levantó el arma para golpear siendo animado por el resto. Alenadii era capaz de defenderse y matar a ese bastardo pero antes de poder hacer nada una mano detuvo el arma.

    ─ Quieto. ─ Habló imponiéndose el asesino. Su tono de voz grave dándole una connotación agresiva. ─ Es mía, si la tocas haré de tu vida un infierno. ─ Se acercó con su único ojo mirando sádicamente al hombre.

    ─ ¿La defiendes? ─ Se deshizo del agarre. ─ ¡Matadlo! ─ Ordenó al resto de ciudadanos los cuales parecían pertenecer a la misma banda. La muchedumbre se lanzó violenta con lo que tenían: herramientas de campesinos oxidadas y alguno con un poco más de dinero tenían armas de verdad pero sus condiciones no eran muy favorables.

    ─ Quedaos todos quietos, son míos. ─ Ordenó a su séquito con bastante impaciencia. Estaba deseoso de hacerlo.

    Sacó sus espadas y empezó a arrebatar toda vida que se le cruzase sin piedad alguna. De vez en cuando hacía un corte no mortal para que se desangraran lenta y dolorosamente. Comparados con la legión o los guardia de Carrera Blanca no eran nada, simples novatos que no tenían valor alguno y habían cometido la blasfemia de intentar tocar lo que era suyo. No lo permitiría, no otra vez. Mató a todos hasta quedar solo el líder, el hombre del gorro, provocando un gran baño de sangre.

    ─ ¡Espera por favor! ─ Gritó. ─ ¡No me mates, juro por Talos no hacerlo nunca más! ─ Suplicó de rodillas. Toda su valentía y racismos se habían ido al ver que su plan no funcionaba. Cabrones como estos hacen enfadar a cualquiera.

    ─ Ya no sirve de nada jurar ni perdonar. Lo hecho, hecho está y hecho se queda. ─ Levantó la espada derecha. ─ Servirás de lección para todo aquel que ose tocar lo que es mío. ─ Bajó el arma cortando el cuerpo del señor en dos. ─ Pero, ¿sabes qué? Hoy me siento misericordioso, así que te perdono. ─ Guardó sus aceros tras limpiarlos con un cacho de tela arrancado de la ropa de un muerto y marchó tranquilamente mientras varios guardias se pararon delante suya. Eran dos hombres de gran estatura vestidos con las armaduras de los Capa de la Tormenta mientras que sus rostros estaban cubiertos por el yelmo.

    ─ Bienvenido a Ventalia, Demonio Enmascarado. ─ Dijo uno cortésmente.

    ─ Espero que esta calaña no os haya causado mucha molestia. ─Mencionó el otro con voz más grave pero igual de educado. ─ Si no es mucho pedir, el Jarl Ulfric solicita su presencia. ─ Ambos echaron a andar tras recibir la señal afirmativa del mencionado. ─ Ulfric esperaba con impaciencia su llegada, cree que dará la vuelta a esta guerra.

    ─ Ese hombre tiene muchas esperanzas puestas en mí. ─ Seguía andando. ─ No soy tan especial.

    ─ El simple hecho de tener al mayor asesino de esta era en nuestras filas ya es motivo de celebración. ─ Mencionó el primero. ─ Su contribución no es solo en fuerza, si no también simbólica. ─ Terminó mientras abría las puertas del palacio que era más modesto que el de Carrera Blanca.

    Entraron directamente a la sala del trono, una bastante grande hecha de piedra con una mesa gigante en el medio repleta de comida y el trono al final de la habitación donde se encontraba sentado el Jarl charlando con su administrador, y mano derecha y general Galmar Puño de Piedra con la armadura típica de su cargo y su gran hacha de hierro. Los guardias se quedaron en la entrada indicando que pasaran. Anduvieron un poco hasta que el líder rebelde los vio y sonrió indicando con la mano que se acercaran.

    ─ ¡Mira a quien tenemos aquí! ─ Se bajó del sitial con los brazos abiertos y una gran y claramente falsa sonrisa entre dientes. ─ Bienvenido Demonio Enmascarado, ¿o debería llamarte Sangre de Dragón? ─ Se fundió en un caluroso y fuerte abrazó que él no correspondió.

    ─ ¿Ya se ha esparcido?

    ─ Sí, Balgruuf no tardó en difundirlo para que todos los aliados del imperio estuvieran avisados sobre tu poder. ─ Le dio la espalda. ─ Es malnacido se ha aliado con el imperio. ¡Cuando lo pille será hombre muerto!

    ─ Le pido que me lo deje a mí. ─ El nórdico se sorprendió. ─ Tengo asuntos que tratar con él.

    ─ Entiendo. ─ Sonrió con maldad. ─ Supongo que no son tratos precisamente pacíficos. ─ La mirada turbulenta y sedienta de Scott lo dijo todo. ─ ¡Perfecto! Pero antes de atacar Carrera Blanca hay que hacer varios preparativos, ¿te vas a unir tú y todos tus hombres? ─ Asintió. ─ Espera, ¿esa es una altmer?

    ─ Tranquilo, va conmigo. ─ Recibió una mala mirada. ─ No, no todos los altmer trabajan para el Dominio, ella es el ejemplo perfecto y es muy buena.

    ─ Los soldados no la aceptarán. ─ Habló por primera vez Galmar con su voz ronca. ─ No podemos meterla en el campo de batalla.

    ─ Tranquilidad, con la armadura oficial no se notará que es una elfa. ─ Se cruzó de brazos. ─ Colará perfectamente mientras no se quite el casco. ─ Tras una serie de debates y pequeñas discusiones Ulfric aceptó a regañadientes pues tener al rubio en sus filas valía mucho. Tal vez era incluso asegurarse la guerra.

    Seguidamente cada uno recibió una armadura junto a su respectivo escudo y la noticia se difundió: el gran asesino, el gran Demonio Enmascarado, se había unido a los Capa de la Tormenta. Con esto, el ánimo de las tropas aumentó y parecía que la guerra estaba más neutral que nunca. La batalla por Skyrim solo acababa de empezar. La historia del gran asesino y Sangre de Dragón no había hecho sino dar el primer paso antes de si quiera comenzar.

    ─ Bien Demonio, tu primera misión será acompañar a Galmar y a un destacamento a por la Corona Dentada. ─ Explicó el Jarl mientras volvía a su trono. ─ Solo es un rumor, pero no podemos dejar pasar esto.

    ─ Tú solo dime dónde y yo infundiré el terror en sus corazones. ─ Rio con malicia. ─ Les demostraré que mi nombre no es una broma mandándolos directamente con Sithis.
     
    Última edición: 17 Agosto 2016
  13. Threadmarks: Capítulo 11
     
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    Capítulo 11: Caprichos de una elfa enamorada

    ─ Bien Demonio, dirígete a Korvanjund donde Galmar y un destacamento están esperando. ─ Indicó Ulfric. ─ Es tu primera misión como Capa de la Tormenta. No me falles. ─ Dijo serio. El asesino asintió y se dirigió con su séquito al lugar indicado.

    Salían del palacio y el clima era exactamente el mismo que el día anterior, y el otro, e incluso el anterior a ese. Nunca paraba de nevar. No por nada es la ciudad de la nieve eterna ya que pocas veces el Sol osaba asomar la cabeza por estas tierras yermas. El protagonista notó que algo inquietaba a la loba, su simple expresión todo lo decía. Volvió a parar en seco ya cerca de las puertas de la muralla. Dirigió su mirada hacia ella y con esto entendió que era el momento para hablar y expresarse.

    ─ No lo entiendo. ─ Habló Aela. ─ ¿Cómo te puedes arrodillar ante él?

    ─ A veces tienes que saber cuándo hincar la rodilla. ─ Mencionó el enmascarado sin cambiar un ápice su fría mirada. ─ El honor y la gloria no significan nada si estás muerto.

    ─ ¡Pero si tú eres más fuerte que ese gordo! ─ Indignada, irritada incluso. ─ ¡Eres un macho fuerte, joven y sano, puedes con ese vejestorio gordo e inútil! ─ Lo agarró de los hombros e intentaba zarandearlo aún más furibunda.

    ─ Ese vejestorio mató al Rey Supremo de Skyrim. ─ Añadió Lokir mientras posaba su mano en el hombro de la mujer. Esta se revolvió inmediatamente y si Sven no lo llega a apartar se le hubiese lanzado al cuello.

    ─ El rey era solo un crío. ─ Intervino Alenadii.

    ─ Crío o no, era el Rey Supremo y para alcanzar esa posición a tan temprana edad se necesita más que suerte y talento. ─ Refutó Sven mirando seriamente a la elfa. Todos sabían que el moreno no estaba a favor de unirse a los Capas de la Tormenta, y que seguía siendo fiel a los ideales de la legión, únicamente estaba ahí por su líder al cual seguía ciegamente y con devoción.

    ─ ¡Basta! ─ Detuvo el líder. ─ No soy el Rey Supremo, pero tampoco soy un crío inocente. Ulfric caería ante mi acero algún día pero me preocupo más por vosotros que de mí mismo. ─ Detuvo su andanza, ya estaban por los establos de las afueras de la muralla. ─ Todavía sois demasiado débiles como para sobrevivir al ataque en cadena de cientos de soldados. No pienso permitir que esto ocurra pero tampoco mataremos en un futuro al Jarl de Ventalia si no es por alguna razón más que el estúpido honor. ─ Terminó pero la loba se sentía más molesta.

    ─ ¡No lo entiendo!─ Dio una patada al suelo. ─ ¡¿Cómo no puede significar nada el honor para ti?!

    ─ He sido criado para sobrevivir a toda costa, para preservar mi vida a toda costa e incluso, si era necesario, usar artimañas descabelladas y deshonestas. Y te recuerdo que el cementerio está lleno de valientes y charlatanes. ─ Se acercó a ella. ─ Si con arrodillarte una vez te basta para sobrevivir no dudes en hacerlo, al fin y al cabo puedo asesinarlo más adelante cuando ya no me sea valioso. ─ Acarició la cabeza de la castaña y siguió la marcha a las ruinas sin hablar más por el camino.

    Volvían a recorrer los caminos de Skyrim una vez más. Por suerte, parece que todos ya se estaban empezando a acostumbrar a este clima tan gélido. Si fuera Páramo del Martillo tal vez no sería tan fácil. Lugares tan diferentes pero tan mortales por igual. Y pensar que hay soldados especializados para luchar en territorios así, los Alik’r eran en verdad dignos de admiración. Su entrenamiento era considerado de los más duros en toda Tamriel y sin duda los guerreros resultantes, en las tierras más calurosas, eran una seria amenaza. Incluso el Dominio cayó ante ellos tras la Gran Guerra cuando el Imperio cedió esos terrenos. Si ahora los piensa, Scott fue entrenado por un asesino guardia rojo. ¿Quién no dice que no haya recibido un adiestramiento parecido? ¿Sería mejor guerrero si luchase en las ardientes arenas del gran desierto de Alik’r? Como las veces anteriores, los pensamientos de la altmer fueron interrumpidos por la llegada a su destino.

    Los cinco llegaron a la tumba con la noche entrada y al acercarse vieron unas brillantes antorchas. Antes de ir a ver, Scott detuvo a Sven y señaló las luces para que se fijara bien: eran legionarios. ¿Habían llegado antes? ¿Cómo? ¿Espías tal vez? No extrañaría viniendo del Imperio. Pero, ¿dónde está Galmar? Debería de andar cerca. Levantó la cabeza y vio otra antorcha haciendo señales al grupo, eran los aliados. Se aventuró al bosque seguido del resto pero antes de darse cuenta ya estaban rodeados por el enemigo; era una trampa. Notó que en el suelo habían cadáveres, sobretodo de rebeldes, por lo que supuso que hubo una emboscada. Cada uno sacó sus armas y comenzó la lucha. Un soldado intentó atacar al enmascarado que en ese momento llevaba un yelmo de la armadura reglamentaria por lo que no se le podía reconocer excepto por sus dos espadas características. Con la izquierda paró el golpe y con la derecha, aprovechando que estaba descubierto por el lado malo, atravesó su garganta matándolo al instante. Vino otro por detrás pero con una voltereta lo evitó y en la caída acabó encima de él con sus pies en los hombros para clavar ambas armas en la cabeza del enemigo y en el mismo instante gritó.

    [FUS]

    La onda azul desequilibró a un legionario que iba a matar a Lokir mientras estaba distraído con otro y llegó Sven para rematarlo en el suelo. Consiguieron hacer una formación donde los tres hombres estaban al frente cuerpo a cuerpo mientras que las mujeres atacaban con magia y arco por detrás. Entre cabezas cortada, cuerpo mutilados, quemados, congelados, corazones y yugulares atravesadas con flechas fueron capaces de ganar. Algunos estaban cansados, había muchos. Unos 30 enemigos acabaron en el otro mundo en ese momento.

    ─ Maldita sea. ─ Jadeó el pelirrojo. ─ Estoy agotado.

    ─ Yo igual. ─ Añadió el antiguo guardia de Carrera Blanca.

    ─ Tampoco es para tanto. ─ Dijo Aela. ─ Preferiría seguir combatiendo, me divertí bastante cazando a estos cachorros. ─ Rio. Parece que ella, la elfa y el asesino no estaban afectados. Al tener más experiencia aguantaban más en un combate largo en inferioridad numérica.

    ─ Maldita sea, es que sois monstruos. ─ El ladrón se apoyó en las rodillas mientras recuperaba el aire perdido.

    ─ Necesitáis ganar fondo físico. ─ Comentó el líder. ─ No veo el cadáver de Galmar. Creo que está prisionero dentro junto a algunos hombres más.

    ─ Quedan muchos soldados, eso significa que el enemigo sabía que veníamos. ─ Reflexionó Alenadii. ─ Hay que ir con cautela, no sabemos cuántos quedan dentro o si sospechan que hemos matado a sus compañeros.

    ─ Correcto. ─ Miraba las ruinas con su único ojo medio cerrado. ─ Voy a colarme, matarlos a todos y a rescatar al resto. ─ Se giró hacía los suyos. ─ Cuando dé la orden u oigáis sonidos de lucha, entrad.

    ─ ¡No voy a dejar que lo hagas solo! Si mueres ya no tendré padre para mi camada. ─ Declaró orgullosa Aela golpeándose el pecho con el puño derecho.

    ─ ¡¿Camada?! ─ Grito la elfa. ─ ¡¿Cuándo lo hicieron?! ¡No es justo! ─ Se avergonzó cuando se dio cuenta de lo que dijo.

    ─ Jodido jefe y su suerte con las mujeres. ─ Expresó Lokir desanimado cayendo al suelo todavía presa del cansancio.

    ─ Voy a ir yo solo, y no se hable más. ─ Ordenó contundente.

    ─ ¡Scott! ─ Llamó por primera vez la altmer. ─ ¡No pienso dejar que hagas algo tan peligroso! ¡No lo consentiré! ─ Todos se asombraron cuando la mujer pronunció el verdadero nombre del líder.

    ─ ¿Te llamas Scott? ─ Habló el pelirrojo de nuevo. ─ Pensé que eras el típico tío duro que no tenía ni siquiera nombre. ─ Comentó irónicamente con sus típicas risas de fondo.

    ─ Esto no te incumbe Alenadii. ─ Al pronunciar el nombre completo daba a entender que la situación era seria. La encaró con su penetrante orbe. ─ Llevo años haciendo lo mismo, me cuelo entre ejércitos enteros sin que se den cuenta. Así que calla y limítate a seguir mis órdenes sin poner tus caprichos por delante. ─ Enfadada y con un movimiento rápido que nadie esperó le dio un puñetazo al yelmo de su líder tumbándolo.

    ─ ¡¿Un capricho?! ─ Gritó furibunda. ─ ¡¿Consideras tu maldita vida un capricho?! ─ Golpeaba el suelo como si de la perreta de un niño se tratara. ─ ¡Escúchame Scott, Demonio, o como quiera que te llames, tu vida no es un capricho como para tomar a broma! ─ Se quitó el casco dando a ver unas lágrimas. ─ ¡La vida de nadie es un puto capricho! ¡De absolutamente nadie!

    ─ No entiendo como no nos han oído ya. ─ Volvió a ironizar Lokir.

    ─ ¡Deja esos comentarios Lokir! ─ Lo miró con rabia. ─ ¡No son graciosos! ─ El nórdico se apenó un poco agachando la cabeza.

    La rubia empezó a dar puñetazos en el pecho del hombre ya levantado mientras gritaba lo mismo: “¡no es un capricho, no lo es!”. Al final la acabó agarrando y abrazando con fuerza. El tiempo se paró, solo estaba el cálido pecho del chico que lo estaba abrazando en ese momento, para Alenadii el tiempo no hizo más que detenerse. Miro arriba para ver el ojo izquierdo del asesino ya que el otro tenía un parche. Estuvo así segundos que parecían horas. No pudo más, sus recuerdos más profundos y terroríficos los cuales enterró con la intención de no volver a ver salieron a la luz al observar la espalda del rubio marchar y su cuerpo actuó solo en ese momento deteniéndolo. ¿Se arrepiente? No, al fin y al cabo ahora lo está abrazando. No era un secreto para nadie que sentía algo por él. Tiene gracia, ¿no? Una altmer, una elfa de alta categoría y de las sociedades más grandes del mundo enamorada de un despiadado asesino humano del cual solo conocía su fama, voz y ojo izquierdo. ¿Cómo hacía para enamorarla cada vez más? Pensó mientras miraba el brillante orbe azul a la luz de las Lunas. No aguantaba su pasado y se echó a llorar al cuello de su amado. Había explotado, un alto elfo había estallado. Grabaos la escena en la memoria pues puede que sea la primera y última vez que veáis algo parecido. Sollozaba por su pasado, por lo que le ocurrió, por su familia y sobre todo por sus actos.

    ─ No sé cuál es tu trauma. ─ Comenzó. ─ Pero haga lo que haga, no daré mi vida sin luchar. ─ Levantó su cabeza con un suave tacto en la barbilla. ─ Soy Scott’Karah, el asesino inmortal y último Sangre de Dragón, no soy fácil de matar.
     
    Última edición: 16 Agosto 2016
  14. Threadmarks: Capítulo 12
     
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    Capítulo 12: Los Aaral

    La situación era complicada; Galmar estaba secuestrado con varios hombres en el interior de la cripta. Si no iban con cuidado los matarían y eso no le sentaría bien al Jarl de Ventalia. Observó de lejos la tumba con varias luces asomando por fuera, en este momento tenía abrazada a la elfa que le suplicaba por no ir. ¿No lo entiende? Ya lo ha hecho muchas veces antes y esta no sería diferente. Es el Demonio Enmascarado, uno de los mayores asesinos independientes del mundo actual. Es temido por el más fuerte y respetado por el más débil y ella lo sabía. Estaba claro que algo la atormentaba, su pasado se ha intensificado y ha visto en él parte de este pero no debía demorarse pues, a pesar de ser interrogado, Galmar no cantará nada sobre la rebelión y esto solo lo llevaría a la muerte. No pensaba permitirlo, ese viejo no iría a Sovngarde por mano del Imperio. Apartó a la mujer con sutileza y la miró. Acarició su mejilla y salió corriendo a gran velocidad para esfumarse entre las sombras sin dejar rastro. Esta, preocupada, intentó seguirlo mas fue detenida por la loba.

    ─ Déjalo ir, es fuerte y capaz. ─ La tenía agarrada del brazo.

    ─ ¡No pienso hacerlo! ─ Se soltó bruscamente. ─ No dejaré que muera. ¡No dejaré que sea un desperdicio!

    ─ ¡Deja de comportarte como una niña traumatizada que solo sabe hacerse la víctima! ─ Se quitó el yelmo exhibiendo un rostro enojado. ─ ¡Es el jodido Demonio Enmascarado! ¡Es famoso en toda Tamriel por algo! ─ Elevó las manos al cielo. ─ Ha asesinado ejércitos enteros en una sola noche, es planamente capaz de hacer esto. ─ La volvió a mirar esta vez más relajada. ─ Además, el padre de mis cachorros no puede ser débil y él es el más fuerte. Scott es la persona más fuerte que conozco.

    La elfa, más calmada se volvió a colocar el casco y miró como cada una de las luces de las antorchar de los legionarios caía al suelo. Es un verdadero demonio, un ser traído para la desgracia y la muerte de todo ser vivo. Eso es lo que era. ¿Cómo se le había olvidado?

    ─ ¡Escuchadme! ─ Se giró y habló con tono autoritario. ─ Nuestro líder está abajo luchando solo, y tal como nos ha ordenado solo acudiremos en su ayuda cuando de la señal. ─ Todos asintieron. ─ ¡Somos los Aaral! ¡La retaguardia, escudo y espada de Scott’Khara y acudiremos en su ayuda para aniquilar a todo ser vivo o muerto, dios o abominación que ose cruzarse en su camino! ─ Elevó su espada en el cielo nocturno colmado de estrellas que, si uno se fijaba bien, tenían un ligero tono rojizo. ─ ¡Somos los guerreros que tienen el honor de haber sido escogidos por él mismo! No lo defraudaremos. ─ Vio una señal de una antorcha dando a entender que bajasen. ─ ¡A las armas hermanos y hermanas, es hora de dar la cara y masacrar! ─ Sin saberlo, Alenadii había dicho las palabras que se convirtieron en el lema de los ahora autoproclamados Aaral, la compañía del Demonio del Norte como fue llamada más adelante. La historia da muchas vueltas al igual que la vida, pero hay veces que acabamos en el mismo sendero. Aun perdidos en medio del monte acabaremos por encontrar la ciudad pues ese es el destino no marcado por un ser superior, sino marcado por nosotros mismos. Ese era el verdadero poder del gran Sangre de Dragón del Inframundo, el poder tejer los hilos de su propio futuro y mirar adelante inspirando a sus fieles seguidores. Destino, bonita palabra con un gran significado que a veces ni entendemos ni respetamos.

    Los cuatro bajaron la pendiente y se reunieron con su jefe. Sin mediar palabra entraron al recibidor de la gran mazmorra con sigilo. Galmar y 4 soldados estaban atados en un rincón y el Puño de Piedra soltaba varios insultos que eran ignorados. Scott y Aela prepararon sus arcos y Lena su potente magia de escarcha. Se lanzaron al ataque tomando por sorpresa a los legionarios que no tuvieron tiempo para reaccionar pues ya estaban todos muertos.

    ─ ¡Demonio! ─ Gritó con alegría el general. ─ Gracias a Talos que estás aquí. Estos malditos del Imperio nos cogieron por sorpresa y mataron a casi todos.

    ─ Están todos muertos. ─ Respondió seco a lo que el viejo se alegró.

    ─Como se nota que eres todo un profesional. ─ Rio. ─ Desátame, tenemos que encontrar esa corona. ─ Sven los desató a todos sin necesitar una orden. ─ Bien. Los soldados del Demonio irán delante. ─ Ninguno obedeció. ─ ¡¿Qué os pasa?! ¡Obedeced a vuestro general! ─ No hubo reacción. Galmar enfureció. ─ ¡Obedeced maldita sea, no tenemos tiempo!

    ─ No puedes darnos órdenes, no eres nuestro líder. ─ Pronunció la Cazadora. El Puño de Piedra intentó agarrarla mas su mano fue apartada con brusquedad por Lokir.

    ─ No puedes tocarnos, no eres nuestro líder. ─ Pronunció con tono de ultratumba.

    ─ No puedes mirarnos, no eres nuestro líder. ─ Habló Sven mientras le arrancaba los ojos a un soldado sin piedad alguna antes los desgarradores gritos de dolor de este. Acabó completamente bañado en sangre.

    ─ No puedes compararte a nosotros ni, por supuesto, superarnos, no eres nuestro líder. ─ La elfa atravesó con su espada el corazón del general Capa de la Tormenta. ─ Eres un ser inferior que osa mirar a un Dios por encima del hombro. No mereces existir, no eres nuestro líder. ─ Mientras sacaba su arma, el viejo contempló, mientras caía, los ojos rojos de cada integrante del grupo. Eran aterradores. Terroríficos. Eran verdaderos demonios a los que incluso los daedra deberían temer. Se alegró por un momento de no tener que volver a observarlos mientras se desangraba junto a lo que quedaba de su pelotón. La vida de Galmar Puño de Piedra había llegado a su fin a manos de seres de los que no se arrepiente desconocer. A manos del mismísimo Diablo.

    ─El trabajo está hecho. ─ Sentenció el pelirrojo.

    ─ ¿Le quedan órdenes, mi señor? ─ Pronunció la arquera agachando ligeramente la cabeza en signo de completa obediencia y respeto.

    ─ Sí, ─ Sus ojos eran tan, o puede que más rojos que los de sus subordinados. La ira y la sed de sangre surcaban sus pupilas como si de un mar de se tratara. ─ recuperad la corona. No dejéis a nadie con vida, lo quiero todo derruido. ─ Se notaba su risa por debajo de la máscara.

    ─ Como desee. ─ Tras la rubia decir esto, los cuatro se retiraron a ejecutar su misión.

    ─ Mi plan va perfecto. ─ Se retiró la máscara dando a ver su ojo que hasta ahora había sido ocultado. Tenía una gran cicatriz y lo más destacable era su pupila muerta y desgarrada con un tono escarlata. ─ Cuando controle Skyrim y su gente, Alinor será mía y con ello mi gran venganza. ─ No podía evitar reírse con sarna. ─ ¿Lo has oído Ali? ─ Miró al techo de la tumba, como si de verdad estuviera ahí. ─ Tu miserable y apestosa vida será mía.
     
    Última edición: 16 Agosto 2016
  15. Threadmarks: Capítulo 13
     
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    Capítulo 13: Ghorbash Mano de Hierro

    Tenían la corona y esta fue entregada a Ulfric el cual se arrepintió de la muerte de su mano derecha a manos de los imperiales y recompensó el valor de los cinco supervivientes. Le dio al líder un arco y una espada daédrica, el primero fue para la loba y el segundo para el antiguo guardia de Carrera Blanca. Después de esto los denominó como la “Compañía del Demonio del Norte” y agregó un nuevo apodo a su jefe: “Hoja de la Tormenta”. Otro beneficio fue el poder portar las armaduras que quisieran, no eran obligados a usar las oficiales del ejército pues eran un pelotón de élite apartado.

    Las historias de los Aaral rondaban todo Skyrim y en poco toda Tamriel pues ya había pasado 1 años bajo las órdenes del Jarl. Eran conocidos por su brutalidad y efectividad en combate, los guerreros perfectos, pero también por su exclusividad pues solo eran 5 y nadie que no fuera seleccionado por el líder podría entrar. Conquistaron varios fuertes bien armados del Imperio y fortalezas orcas que se oponían al régimen de Ulfric. Todos los orsimer eran buenos guerreros pero de entre ellos uno llamó la atención de Scott, le había echado el ojo a otro potencial soldado, esta vez un orco. Habitaba en Dushnikh Yal, al sureste de Markath donde los Capas de la Tormenta habían realizado varias misiones de infiltración en las minas y la propia ciudad. Fue cuando el Sangre de Dragón y su compañía fueron a extorsionar al consejero del Jarl por su culto a Talos que descubrieron su poblado. Tras decir la ubicación de un carromato de armas y oro llegaron a las proximidades de la fortaleza donde, después de matar a todos los legionarios fueron a explorar y, si hacía falta, conquistar. Obviamente no fueron bien recibidos, ni tan siquiera les abrieron las gruesas puertas. Haciendo gala de su agilidad, Aela y el propio Demonio se colaron saltando la pequeña muralla de madera. Al instante se vieron rodeados por varios orcos que ni temieron su presencia. Vio la escena con su único ojo, más de 15 orcos frente a él y Aela. La nieve caía como de costumbre y el silencio se apoderó del ambiente. Tal era la falta de ruido que incluso se oían como algunos apretaban el mango de sus armas. El crujir del cuero, el cantar de algún que otro pájaro y las pisadas de animales salvajes, en cierta manera, alteró el ambiente. Con sus espadas en mano se dispuso a matar lanzándose en una carga directa con la castaña cubriéndolo por detrás pero fue detenido por el jefe de la aldea.

    ─ ¡Alto! ─ Por primera vez observó el miedo en el rostro de un orco. ─ No nos hagas daño, no le hemos hecho nada a Ulfric. ─ Suplicaba. Estaba envuelto en una sábana de pánico.

    ─ Vuestra mera presencia es una ofensa al futuro Rey Supremo. ─ Rebatió Aela con un tono hostil mientras cargaba una flecha apuntando al jefe orco. El resto de los mer se prepararon para atacar cuando preparó la flecha.

    ─ ¡Os daremos oro, mujeres y soldados si hace falta! ─Se puso de rodillas, actitud poco habitual para individuos de su especie pero la gente de alrededor no hacía nada en contra de ello. Tenían miedo pero sus caras no lo demostraban. De repente, el nórdico se percató de algo; un guerrero de armadura de acero brillante que practicaba con dos hachas del mismo material contra un muñeco de prácticas solo y completamente ensimismado en su tarea. Era hábil y capaz, y su mente no era dominada por el miedo pues ni tan siquiera se vio afectado por su presencia. Le gustaba, lo quería en su equipo y Ulfric no tenía porque enterarse de este sucio y mugriento pueblucho.

    ─ Bien, pero a cambio quiero llevarme a ese de ahí. ─ Señaló al antes mencionado y todo el populacho giró a observar al elegido. ─ Lo quiero unir a mi séquito.

    ─ ¡Como deseéis! ─ El líder se levantó raudo como el viento hacia su objetivo el cual no negó el arrastre. ─ Aquí lo tenéis. Lo llamamos Ghorbash Mano de Hierro. Es un guerrero muy capaz y seguro que de su gusto. ─ Le costaba hasta hablar y sus manos sudosas temblaban ante la seria mirada del demonio. El orsimer solo veía a un gigante inexpugnable el cual podría destruirlo todo si no lo contentaba. El líquido surcó pegajoso su frente y caía a goterones contra el suelo fundiendo algo de nieve.

    ─Bien, orco. Cuéntame sobre ti. ─ Su penetrante mirada lo perforó. Nunca había sido observado de esa manera. No se trabó ni cortó, estaba tan acostumbrado a pasar terror que este ya ni le afectaba.

    ─ Fui soldado en la legión hace tiempo. ─ Su grabe voz resonaba en los tímpanos del protagonista. No había ápice de duda ni temor en esta. ─ Pero la dejé y volví a mi pueblo natal en busca de algo de paz y tranquilidad y aquí estoy.

    ─ Bien, ¿sabes por que te he hecho llamar? ─ Negó. ─ No me tienes miedo, o al menos no lo aparentas y es algo poco habitual en esta época. ─ Se acercó lentamente a él quedando frente a frente. ─ Además, tienes buenas habilidades. Me gustas, Ghorbash, y por eso te vas a unir a mí. Ser uno más de los Aaral. Siéntete afortunado pues muy pocos entran. ─ El guerrero se levantó y agachó la cabeza en signo de obediencia. Sabía que si desobedecía las consecuencias sobre su gente serían terribles. Ese hombre no dudaría en masacrar hombre, mujeres e incluso niños con tal de salirse con la suya. Un verdadero demonio, el más malvado de ellos.

    Inmediatamente partieron a otra de sus alucinantes batallas que eran narradas por los bardos en las tabernas de los lugares conquistados. Se habían labrado un nombre con sangre y sudor, aunque no precisamente suya. Pero, ¿qué ocurrió para hacer a un asesino silencioso que lo único que quiere es pasar desapercibido pasar a ser extremadamente famoso en todas partes? A veces, sus seguidores se hacían tal pregunta, ¿qué había cambiado en Scott? Aun habiendo luchado tanto a su lado, derramado tanta sangre junto a él o compartido tantos tragos seguían sin saber su verdadero objetivo. Conocían que su trato actual con el Jarl de Ventalia era por mera conveniencia, que el Demonio lo usaba para llegar a su propósito final, su tan ansiada meta. Pero, ¿cuál era? Tanto secretismo incluso con ellos era, tal vez, mera seguridad. Tal vez pensaba en la posibilidad de que alguno lo traicionara o que al saberlo se fueran pero era imposible, todos confiaban ciegamente en él. Incluso si su objetivo era aniquilar el mundo entero seguirían a su lado hasta el final. Todos se habían hecho ese juramento hace tiempo en esa fatídica noche cuando Galmar murió hacía ya un año. Ellos habían inventado el lema de la compañía: “a las armas hermanos y hermanas, pues es hora de sembrar el terror y masacrar”. Ni tan siquiera Alenadii, su mano derecha y columna vertebral, sabía de sus verdaderas intenciones. No fue hasta la llegada de cierta pelirroja que todo se abrió ante ellos como si de un libro se tratase. Pero esa historia vendrá más adelante. Estábamos con Ghorbash y su ingreso, ¿verdad? Bien, como decía, el orco entró a la compañía y no tardó en acomodarse. Todos lo respetaban pues era un luchador muy capaz que se desenvolvía con gran talento en el campo de batalla, era un verdadero tornado de sangre y violencia. Si Scott se fijaba en alguien era porque veía mucho talento en esa persona. No se sabía si tenía un poder que se lo permitía o era mera habilidad. Era como un sensor. Un cazatalentos.

    El orsimer pasó su prueba, juró lealtad y recitó el lema dando final a su iniciación pero no fue hasta una batalla por el último fuerte del Imperio antes de Carrera Blanca que destacó. Todo era un desastre cuando llegaron pues los legionarios lucharon ferozmente y mataron hasta el último soldado de Ulfric y, como siempre, eran ellos los que se encargaban de solucionar la situación. Mientras que con su hacha derecha le cortaba la cabeza a un enemigo, con la izquierda rompía tanto el escudo como el cráneo de otro. Si alguno venía por detrás su solución era simple: una coz que podía partir muros y si le daba por venir por delante arremetía con un potente cabezazo. La fuerza y el modo berserker de estos seres era en verdad temible pues cuando lo activaba todo era un baño de sangre, más que el de costumbre. Sin duda Scott estaba convencido de que había hecho una buena adquisición.

    ─ ¿Cuál es nuestro siguiente objetivo? ─ Preguntó Lokir.

    ─ A la próxima vamos a hacerle una visita a un viejo amigo. ─ Lo miró dando a entender con su único ojo lo divertido que le parecía. ─ Iremos a conquistar Carrera Blanca además de cobrarle una pequeña deuda a Balgruuf. ─ Con paso firme avanzó hasta pararse delante un acantilado con Carrera Blanca de fondo. ─ Las sombras se ciernen sobre ti, pequeño Jarl. ¿Qué harás?
     
    Última edición: 16 Agosto 2016
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    Título:
    La Tiranía del Caído (The Elder Scroll V: Skyrim)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    20
     
    Palabras:
    1368
    Capítulo 14: La coronación de un rey

    Los ejércitos marchaban y su paso se hacía notar con inquietantes temblores. Todos estaban ansiosos por la batalla y caminaban animados por las arengas de su general. Hace ya un mes que Ulfric envió su hacha a Balgruuf pero este la rechazó y pactó con el Imperio. Pobre diablillo, no sabe que ha dado carta libre a alguien para cobrar su deuda de sangre.

    Atrás del todo marchaba la Compañía del Demonio del Norte sin pronunciar palabra. Serios y con la mirada al frente haciendo ver su tenacidad. Todos los temían y respetaban y sabían que con ellos a su lado no perderían. Después de una semana de marcha, pasando las penurias del frío y del hambre, desde Ventalia llegaron a Carrera Blanca donde la parca espera tranquilamente. Había llegado el momento, había llegado la hora de que Balgruuf pagase por aquel insulto pues, a pesar de no tener en consideración el honor, si le molestaban esa clase de personas arrogantes y cegadas por sus propias narices. Scott sonreía internamente.

    ─ ¡Bien, hombres de Ulfric! ─ Gritó el general. ─ ¡Ha llegado la hora de marchar contra Carrera Blanca! ¡Son buenos con la espada pero tontos y arrogantes al enfrentarse a nosotros! ─Arengaba, con un gran grito como respuesta del enorme ejército. ─ ¡Este es el momento de demostrar nuestra fuerza! ¡De demostrar que los hijos e hijas de Skyrim no se rendirán ante la legión y se harán ver! ─ Levantó el puño eufóricamente. ─ ¡Somos los Capas de la Tormenta y liberaremos Skyrim con nuestro gran grito! ─ Todo el mundo golpeaba el escudo y pisaban con fuerza mientras respondían con un alarido. Estaban animados por su superior el cual los acompaña en cada batalla. Ralof Viento Lúgubre, como lo habían apodado pues allá por donde iba la muerte lo seguía con el silbido del aire. El general que sustituyo a Galmar Puño de Piedra hará un año ya.

    Los Aaral se mantenían en silencio. No había gesto ninguno en sus caras pues sabían a lo que venían y no dudarían ni retrocederían bajo ningún motivo. Todos callaron pues era el momento del gran Demonio Enmascarado de hablar.

    ─ Ese mal nacido de Balgruuf me pagará todos los insultos lanzados. ─ Se giró para ver a su séquito. ─ ¡A las armas hermanos y hermanas, pues es hora de hacer temblar las tierras por donde pasan y masacrar todo atisbo de esperanza en sus almas! ¡Infundid el miedo en sus corazones y haced que se pudran en el infierno! ¡Masacrad! ─ Alzó ambas manos y en silencio total sus 5 guerreros sacaron su armas. Sus ojos cambiaron a un rojo vivo, se volvieron fieras asesinas sin escrúpulos y alguno hasta sonreía ferozmente. Cuando su jefe se volvió y empezó a andar echaron a correr para que todo el ejército los siguiese. La batalla por Carrera Blanca había comenzado al fin.

    ─ Me alegra que estés con nosotros, Demonio. ─ Ralof caminaba junto a él. ─ Puede que no lo veas, pero tu sola presencia aumenta la moral de nuestras tropas y mina la de los enemigos. Aun sin entrar en batalla eres un gran recurso. ─ Observaban como las catapultas y arqueros lanzaban un infierno de fuego sobre los otros.

    ─ No des la batalla por ganada todavía. ─ Lo miró. ─ Tienes el error de precipitarte en dar por sentada una lucha. No subestimes, pues una rata acorralada puedes hacer más daño que un león libre. ─ Sacó su arco y empezó a caminar directo al frente seguido por el general.

    ─ ¿Planeas algo? ─ Extrajo su espada de acero y su escudo de Capa de la Tormenta.

    ─ Balgruuf es mío. ─ Disparó una flecha de hierro que dio en la cabeza de un soldado rival. ─ Que te quede claro. ─ Sin mediar más palabra echó a correr mientras disparaba más saetas cuyas puntas estaban manchadas con la misma muerte.

    La situación en el frente de batalla no era favorable a ningún bando, todos luchaba con fiereza. Había un objetivo clave para tumbar a los guardas y llegar al Jarl y este era poder llegar a Jorrvaskr, donde residía Vignar Melena Gris y más ciudadanos que apoyaban a los rebeldes. Estos esperaban una señal, que era unas señales de humo desde la muralla por encima de las puertas de la ciudad, para atacar desde dentro y asestar un duro golpe a su moral. Con este objetivo en mente, los Aaral avanzaban letalmente. Sabía que si esto se cumplía podrían llegar al arrogante Jarl y cobrar su venganza. El plan era el siguiente: Ghorbash, Lokir, Alenadii y Scott distraían al enemigo provocando grandes destrozos, con esto llamarían su atención y Aela y Sven se podrían colar por dentro a través de un pasillo que hay alrededor de una torre de arqueros. En esta parte era crucial que el antiguo guarda de Carrera Blanca estuviese ya que era el único capaz de guiar al resto por los escondrijos de la ciudad. Una vez se encontraron dentro, maniobraron para bajar el puente y permitir el paso a las tropas. Los locales se retiraron al interior del enclave y cerraron las puertas a cal y canto. Este era el momento de la parte dos del plan: ahora que estaba toda la compañía, Sven los guiaría por otro camino interno, una vez dentro; ambos rubios irían al palacio del Jarl y el resto trataría de llegar a la posición de Vignar y ayudarlo a abrir las puertas. Si todo iba bien, la ciudad caería y Scott tendría la cabeza de Balgruuf.

    Atravesaron la muralla por una brecha de esta que pocos conocían y ya dentro el plan dio comienzo. El grupo 2, encargado de ayudar al viejo, avanzaba por las calles encontrándose a cada rato enemigos. Al ser callejones estrenos, Lokir y Ghorbash iban por delante mientras que Alenadii y Aela se encargaban de la retaguardia. No fue difícil llegar hasta el veterano pues el escandalo principal provenía de la plaza central donde batallaba junto a sus hombres por la conquista del sitio. Una vez lograron llegar no fue más que media hora de espadazos y hachazos despejar el sitio e ir a abrir la puerta para que las fuerzas principales pudieran avanzar. Parecía que la ciudad al fin había caído ante ellos, pero quedaba el principal problema: Balgruuf y sus hombres más leales atrincherados en la mansión de la colina. Para llegar a ella y ayudar a Scott y Sven debían cruzar unas escaleras defendidas por más guardias que tenían ventaja por la altura. No sería un camino fácil, pero nunca lo era para los Aaral, ¿verdad? Mientras el regimiento se encargaba de acabar con los hombres desperdigados, el resto de la compañía fue hasta el palacio.

    A la hora el ejército con Ralof al frente también fueron. Al llegar, la escena era desastrosa; cadáveres calcinados por todos lados y en la cima estaban Hoja de la Tormenta, su séquito a su lado y el Jarl de rodillas con el pelo negro y el cadáver de su edecán sin cabeza detrás. ¿Qué había pasado?

    ─ Sabía que eras un monstruo, pero nunca me imaginé que era en el sentido literal de la palabra. ─Resoplaba cansado. ─ Haces honor a tu nombre de Demonio. ─ Tosió sangre y la debilidad de sus brazos casi no le permite mantenerse en estos. ─ Es hora de que me retire. Me rindo, no me queda nada más para que me arrebates. ─ Oyó una carcajada.

    ─ ¿Qué no te queda nada? ─ Miraba con una sádica gracia. ─ Sé que tu vida no vale nada, pero no te rebajes tanto como para decir que no es un buen precio a cobrar. ─ Antes de darle tiempo a decir algo, con la espada izquierda atravesó su cabeza por la boca y con la derecha lo decapito bañando su alrededor con más sangre. Elevó su trofeo al aire y la exhibió con orgullo. ─ ¡Observad, este es el premio por nuestra victoria, la victoria de los Aaral y los Capas de la Tormenta! ─Gritó y todo el ejército lo hizo con él. ─ Gritad y bebed por mí, cuando no os deis cuenta me seréis más leales a mi persona que a Ulfric. ─ Reía mientras su séquito se posicionaba junto a él. ─ Coronadme Rey Supremo desde las sombras, mis pequeños.
     
  17.  
    FallenAngel

    FallenAngel Rebelde de alas negras

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    La Tiranía del Caído (The Elder Scroll V: Skyrim)
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    Capítulo 15: La formación Titania

    Carrera Blanca había caído, eso era un hecho pero aún faltaba algo por hacer y era que Balgruuf fuera sentenciado. Aprovechando el fragor de la batalla y la confusión en las calles, Sven y Scott se escabulleron por un pequeño túnel en una taberna de mala muerte que conducía al interior del palacio por la prisión. No era el sitio más limpio del mundo, pero no se quejaba, había estado en lugares peores. Eran estrechos y la humedad no ayudaba pero lo peor era la peste provocada por esta y las heces humanas y de skeever. Por los dioses, ¿cuánto hacía que no limpiaban ese lugar? Estaba lleno de mierda. Incluso tuvo que matar alguna que otra rata gigante de esas. Avanzaron un rato mientras oían espadas chocar en la superficie hasta llegar a la prisión. Salieron por una tapa y con gran habilidad el Dovahkiin con las ganzúas abrió la puerta de la celda permitiéndoles ingresar al castillo. Mataron a un guarda sin dificultad alguna y accedieron a la sala principal. Todo iba como lo planeado, incluso la parte de que el Jarl estaría rodeado de sus más fieles soldados. Había por lo menos 40 hombres esperándolos. Soberano idiota. ¿Se cree capaz de detener a un verdadero demonio?

    ─ Sven, quiero que te encargues de los guardias y la elfa. ─ Sacó sus espadas matando dos hombres que cargaban contra él. ─ Si me estorban serán una molestia. ─ El nórdico asintió y con su espada daédrica en mano derecha y escudo de hierro bandeado en izquierda se preparó para lanzarse. ─ Es hora de cobrar mi deuda Balgruuf. ─ Tiro sus aceros y acabó con otros dos soldados. Seguidamente cogió su arco y una flecha de hierro de su carjac derecho. Antes de cargarla la mostró. ─ ¿La ves mi Jarl? ¿Ves lo que tiene escrito? ─ Como acababa de decir, tenía escrito el nombre de su hijo en la madera. ─ Compré esta flecha con la moneda que me diste. La tallé y la guardé cuidadosamente esperando este glorioso día. ─ El hombre ocultó a su niño tras de si mientras el asesino cargaba la flecha. Nadie se movía, ni si quiera los hombres del Jarl. Todos permanecían quietos y en silencio como si de un funeral se tratase. ─ Soy el mejor arquero del mundo, por mucho que ocultes a mi objetivo siempre acabaré acertando. ─ Apuntó y tensó el arco a más no poder. La saeta salió disparada a una velocidad vertiginosa atravesando el muslo de Balgruuf y perforando el cuello del niño. El hombre quitó rápidamente el proyectil de su hijo dejándoselo en su herida para ver como caía al suelo. Tosía y lloraba mientras se ahogaba en su propia sangre. Sin poder hacer nada vio como su hijo murió con una palabra en la boca: papá. Había aprendido la lección; no se debía cabrear a ciertas personas pero no pudo ignorar ese sentimiento de rabia que le llegaba desde lo más profundo de su corazón. Era incontenible. ─ Así me gusta Balgruuf. ¡Ódiame! ¡Saca tu poder de ese odio y lánzalo contra mí! ¡Una descarga de furia junto a un imparable deseo de venganza! ¡Me encanta! ─ Reía y no paraba mientras su ojo cambiaba a un tono rojo sangre. Todos se dieron cuenta que su sobrenombre no solo era por su temible poder, sino también por su cruel y sádica personalidad tan podrida y maloliente como su propio ser.

    Ante la vista de todos, el padre empezó a cambiar. Su piel se volvió más pálida hasta el punto de parecer muerta, sus ojos tomaron un tono rojo sangre y su pelo cambió a negro. Un círculo de un morado oscuro lo rodeó.

    ─ Bien, ya ha empezado. ─ Pronunció seriamente. ─Ahora es cuando debes cubrirme Sven, que nadie llegue hasta mí. ─ Ordenó para ser rodeado por el mismo tipo de aura y circulo que el Jarl. El mencionado se posó delante de su líder preparado para la batalla. Quedaban 37 enemigos contando a Irileth y un tiempo ilimitado durante el cual retenerlos. Confía en su habilidad y no duda. La verdadera batalla está por comenzar.

    Dos soldados se lanzaron a por él. Mientras que a uno lo detenía con el escudo, al otro lo atravesaba con su arma. Una vez acabó con él, dirigió su filo y destripó al primero para acabar con un giro y cortarle la cabeza a uno que venía por detrás. Quedan 34 y el tiempo todavía es desconocido. Se preparó para los siguientes.

    Esta vez venían tres por el frente. Detuvo a los de los lados con escudo y espada y el del frente cargó con un salto. Aprovechando su velocidad se coló por debajo y lo atravesó por la entrepierna con su acero llegando a notarse el bulto de la espada por el pectoral. Al de la izquierda le mandó con el escudo tras levantarse velozmente y al otro lo detuvo con la espada. Aprovechando que seguía aturdido por el golpe le rebanó el cuello y volvió a usar su protección en la nuca para detener un golpe con la maza del que quedaba y con un giro rajarlo por el estómago. Quedaban 31 y un tiempo sin determinar.

    Parece que los guardias pensaron un poco y si en fuerza y habilidad no podían ganar lo harían por número. Ahora fueron 10 enemigos cosa que, incluso para Sven, era demasiado. Adoptó la pose de un espartano y esperó pacientemente pero un hechizo de escarcha tumbó a 5 de un golpe y el resto, impactados, retrocedieron. Parece que los refuerzos llegaron en el momento más cliché, pero sin duda más esperado.

    ─ ¿Cuáles son las órdenes del jefe? ─ Preguntó la altmer junto al resto de la compañía.

    ─ Protegerlo por tiempo indefinido. ─ Mantuvo su mirada al frente sin cambiar de posición.

    ─ Bien, adoptaremos la formación “Titania”. ─ Sus dotes de liderazgo impresionaron a los enemigos pero antes de darse cuenta ya estaban colocados. En medio y delante del orbe que era su líder estaban Aela y Alenadii. Más adelante de estas se encontraban Sven y Ghorbash en línea protegiendo los flancos y enfrente de todos estaba Lokir con su gran hacha sobre el hombro. Este año de entrenamiento lo cambió y ahora era capaz de usar su gran arma como si de una pluma se tratase. Era el encargado de cubrir el frente, la zona más importante de la formación que solía ocupar el propio Scott ya que el pelirrojo solía ir en el flanco derecho y Sven en la retaguardia por ser el que poseías mayores cualidades de movimiento.

    La formación Titania es una estrategia inventada por el Demonio para hacer un centro defensivo concentrado en la magia de Alenadii. Junto a ella suele colocarse Aela arco en mano pues ella sola es incapaz de encargarse de todos los enemigos a los que suele enfrentar esta formación. El frente es un poderosos centro de defensa que se concentra más en para golpes que en atacar pero esto no impedía que acabasen con los enemigos que pudieran. Al no necesitar usar su espada ni defenderse podía concentrarse completamente en el uso de la magia, sobre todo en la escarcha, su especialidad.

    En unos cuantos minutos la cantidad de enemigos se había reducido increíblemente. Ahora solo quedaban 3 guardias e Irileth. Estos tres murieron de un solo y gélido impacto mágico de la altmer.

    ─ ¡Joder! ─ Exclamó la dumner. ─ Os mataré yo misma. ─ Se lanzó al ataque pero fue detenida por el hacha de acero del orco.

    ─ Encárgate de ella. ─ Ordenó la segunda al mando. ─ Será un uno contra uno. Demuestra tu valía y mátala, Ghorbash.

    La mujer sacó su escudo de piel y junto a su espada de hierro comenzó a luchar contra el orsimer. Lanzó un ataque por la derecha que fue detenido por su arma para seguidamente bloquear un golpe con su escudo. En ese instante, el hombre dio con su cabeza a la elfa desequilibrándola pero antes de dar el hachazo por la espalda fue detenido por el hierro de esta misma quien tenía una brecha sangrante en la frente.

    ─ Eres dura. ─ Exclamó con su grave y penetrante voz.

    ─ ¡Cállate! ─ Intentó asestar un golpe con su escudo pero lo esquivó echándose para atrás.

    Volvían a la misma situación de antes, cada uno bloqueando con sus ataques pero esta vez la dunmer atacó con una patada pero se volvió hacia atrás de nuevo. Punto muerto, o al menos eso pensaba ella. Lanzó su hacha derecha impactando contra el escudo de piel haciendo un ruido sordo y quedándose clavada en él. Pero antes de darse cuenta ya lo tenía encima con su otra arma levantada. Bloqueó con su espada pero hizo un movimiento que no se imaginó. El orco giró sobre si mismo y con el codo derecho, ahora libre, dio en la cabeza de ella aturdiéndola. Volvió a girar para coger su hacha de su escudo y con un nuevo giro sobre si mismo hacia el lado contrario al primero, que es hacia donde caía la otra, atinó en su cuello y quitó el arma de inmediato mientras salía un chorro de sangre y lo bañaba. La mujer cayó de rodillas al suelo y su cabeza quedo colgando de un pequeño hilo de piel que se rompió con un sonido asqueroso dejándola caer al suelo secamente.

    ─ Acabamos con los enemigos.

    ─ Solo queda Balgruuf. ─ Mencionó Aela. ─ ¿Quién lo hará?

    Ese viejo es mío.
     
  18.  
    FallenAngel

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    Capítulo 16: Scott vs Balgruuf

    La esfera que rodeaba a ambos se dispersó dejándolos ver en su nueva forma. Balgruuf no se le notaba ningún cambio: ojos rojos, pelo negro y piel pálida además de unos pequeños y malformados cuernos en la frente. Scott, al no verse nada ni de su piel ni rostro tampoco se le notaría un cambio aparente si no fuera por las dos grandes alas laminosas que salían de su espalda, ambas se abrían mostrando su magnitud. Los dos se observaban con sus sangrientos ojos.

    ─ Pequeño Balgruuf, ¿cómo te has dejado dominar tan rápidamente? ─ Rio con sarna. ─ Eras más débil de lo que pensaba, pero al menos ahora me podrás dar un poco de batalla. ─ El Jarl desapareció para encontrarse delante del asesino y asestarle un poderoso puñetazo que, aparte de resonar en toda la sala, rompió parte de la máscara.

    Había algo raro, por primera vez en mucho tiempo podían ver una pequeña parte de la cara de su líder. Se podía vislumbrar la mayor parte de una escamosa mejilla derecha y media boca colmilluda. De pronto devolvió el golpe haciendo impactar al mayor contra la pared detrás del trono.

    ─ Ahora tendré que volver a forjar la máscara. ─Esta vez sí se podía ver su malévola sonrisa. ─ Pero me va a venir bien, había pensado cambiar el diseño. ─ Cogió una espada imperial del suelo y se la lanzó a su enemigo clavándola a su lado. ─ Vamos pequeñajo, luchemos un poco. Quiero ver el nivel de un dominado reciente, será interesante. ─ Sacó sus armas.

    Balgruuf se levantó y cogió la espada con la izquierda para lanzarla al aire hacia delante y salir corriendo detrás de esta. A mitad de camino la cogió con la derecha y saltó para dale más impulso a la carga la cual fue detenida con un bloqueo en cruz de Scott. El asesino atacó con la izquierda que fue detenida por el acero del Jarl e intentó apuñalar con la diestra pero la agarró con la mano. Ahora era una trifulca de fuerza que se detuvo cuando el asesino levantó su arma izquierda llevándose la de Balgruuf y asestando seguidamente una potente patada. La respuesta fue un sonoro cabezazo el cual provocó un pequeño aturdimiento haciéndolo ir hacia atrás pero se recuperó instantáneamente.

    ─ Interesante. ─Murmuró y empezó a reír de forma demente. ─ ¡Muy interesante! ─ El tono de su ojo se intensificó.

    El viejo lanzó un ataque por encima que fue detenido por la izquierda de Scott. Con gran maestría giro sobre si mismo y cortó parte del torso del rubio con la propia arma que bloqueó. Retrocedió apretando la herida pero dejó de darle importancia. Se volvió a lanzar al ataque impactando espadas.

    ─ ¡Deja de hacer lo mismo todo el rato! ─ Asestó un buen rodillazo haciéndolo caer. Cuando fue a dar un tajo para cortarle la cabeza este se agachó y atacó con su espada que volvió a ser bloqueado, pero haciendo gala de su astucia clavó una daga de acero en su vientre con la mano libre y la hizo girar profundizando la herida.

    ─ ¡Scott! ─ Saltó preocupada la elfa.

    ─ Tranquila Lena. ─ Pronunció la loba. ─ Mi Scott no morirá por eso. ─ Sonrió con prepotencia.

    El demonio se echó para atrás y sacó el puñal de su estómago el cual chorreó sangre.

    ─ Bien hecho Balgruuf. ─ Guardó el arma en su bolsillo. ─ Robarme una de mis dagas mientras giraba para después clavármela mientras estaba distraído. Te aplaudo por ello. ─ Lanzó sus espadas una detrás de la otra las cuales esquivó con facilidad pero al darse cuenta ya lo tenía delante con el puño cargado. ─ ¡Aprieta los dientes! ─Golpeó con tanta fuerza que la parte del castillo por detrás del Jarl se derrumbó y este acabó impactando contra los escombros mientras caían siendo sepultado.

    Caminó lentamente y sacó sus armas del derrumbamiento. Las miró y se volvió a poner en pose de batalla mientras su contrincante salía de debajo de unas rocas bastante magullado. Volvió a sacar su espada imperial y fue corriendo mientras se agarraba con la otra mano su herida en la tripa la cual se abría cada vez más. Amagó un golpe con el que Scott cayó y giró para apuñalarlo por el lateral pero con el codo golpeó el acero de forma descendente y evitó ser espichado. Seguidamente tiró un corte lateral hacia el cuello del viejo pero se echó para tras rápidamente.

    ─ Buen intento, pero a un asesino profesional es imposible engañarlo con eso. ─ Ahora fue él el que se lanzó para enzarzarse en una disputa de aceros. El demonio solo usaba su derecha mientras sonreía. Era divertido. Muy divertido.

    Hacía mucho que no sentía esa sensación de adrenalina y era reconfortante. El rival no era mucho, si quisiera podría liberar todo su poder y acabar con él. Pero, ¿qué gracia tiene eso? Lo entretenido es una lucha sin cuartel, al menos para el otro. Aunque ahora mismo se veía como el verdadero demonio, en realidad se estaba conteniendo, y mucho. Si liberaba su potencial, su verdadera destrucción, haría temblar los cimientos del mundo. Los dragones son débiles, los elfos estúpidos y los humanos no se pueden ni mencionar pues no entrarían ni en el top 30. Nada se le compara. No existe nadie más que él mismo y su objetivo. ¡Hará resquebrajarse la sociedad y consumirá las almas de sus enemigos para hundirlas en el ardiente Inframundo! ¡Será el ser supremo solo para matarlo! ¡Los Dioses lo temerán y los daedra lo obedecerán! Una vez el mundo esté bajo su mano, su sanguinaria y tiránica mano, lo matará lenta y dolorosamente.

    ─ ¡Vamos Balgruuf! ─ Lo empujó deteniendo la trifulca. ─ ¡Dame más! ¡Quiero luchar! ¡Quiero matar! ─ Su control se desvanecía. Su mente se nublaba y una sensación orgásmica lo recorría. Definitivamente, la adrenalina del combate y la muerte era, para él, mejor que el sexo.

    ─ Se está descontrolando. ─ Mencionó Sven. ─ Tendríamos que detenerlo o destruirá Carrera Blanca. ─ Se cruzó de brazos tranquilamente.

    ─ Da igual, esta ciudad no importa mucho para los propósitos de Scott. No importa si es destruida. ─ Aela se sentó en un banco.

    Como un disco rayado, el nórdico se lanzó al ataque siendo detenido, otra vez, por el arma del demonio. Lanzó sus armas siendo desviadas pero en vez de dar un puñetazo empezó a recitar algo inentendible mientras un aura anaranjada lo rodeaba.

    ─ ¿Qué está haciendo? ─ Preguntó el pelirrojo.

    ─ Eso es magia. ─ Respondió seguidamente Alenadii.

    ─ ¿Desde cuándo necesitas recitar algo extraño para conjurar un hechizo? Tú nunca lo has hecho. ─ El ambiente empezó a caldearse tras hablar el rubio.

    ─ Siempre se ha recitado, pero la magia es un elemento muy poderoso. ─ Avanzó un par de pasos. ─ Hace tiempo, tal vez unos siete mil años, los magos recitaban sus hechizos en un idioma más antiguo que los propios mer. ─ Su tono era de intriga. ─ Pero era demasiado poderosa, ciudades enteras eran destruidas por magos estúpidos que no controlaban su poder. Por ello se los rechazó y se intentó matar a todos, pero la magia es algo aleatorio, puede tocarle a cualquiera. ─ Veía a su líder hablar, entendía cuál era el hechizo. ─ Actualmente está tan extendida que casi todo el mundo puede hacer hechizos básicos, pero casi nadie es capaz de dominar el poder y por ello se establecieron reglas. Un mago no debe recitar un conjuro en voz alta, por ello lo decimos en la mente y de esta manera el resultado no es tan poderoso. Se puede desarrollar y dejarlo a un nivel similar con mucho entrenamiento y estudio pero no es lo mismo, eso es la propia devastación. ─ Se notaba enfadada.

    ─ Nunca he visto nada de eso. ─ Mencionó la castaña.

    ─ La sociedad mágica está más desarrollada de lo que crees. La pena por recitar un hechizo en voz alta es la muerte, y cuando esto ocurre envían a unos guerreros de élite especializados en cazar magos. ─ Se sentó junto a la loba. ─ Estos tíos comen gemas de almas trituradas para poder absorber magia y almas además de poseer armas encantadas. Eso que comen los vuelve adictos y no suelen llegar a los 40, pero están organizados y son muy letales.

    ─ ¿Vendrán a por nosotros? ─ La nórdica la encaró. Asintió con la cabeza.

    ─ Pues les aplastaré el cráneo. ─ Ghorbash estaba apoyado en una columna todavía intacta.

    ─ No lo entiendes, estúpido orco. ─ Se puso a su altura. ─ Los caza brujas son letales, no se los puede detener así como así.

    ─ Te recuerdo que nuestro líder es Scott. ─ Esta vez fue Lokir, que por una vez, estaba serio. ─ Nadie puede con él, incluso sabemos que no está dando ni el 50% de su poder contra Balgruuf.

    De repente el suelo empezó a temblar y unas llamas cubrían al demonio.

    ─ ¡Su hechizo está completo! ¡Es la magia de destrucción de elemento fuego más poderosa! ─ Se veía asustada, pero empezó a recitar ella misma en voz alta otro hechizo. ─ ¡Salid del edificio! ─ Hizo dos bolas mágicas, una rodeó al jefe y la otra casi todo el palacio dejándolos a ellos por fuera. De repente hubo una gran explosión y la primera esfera no resistió mucho pero la segunda lo consiguió a duras penas. El castillo quedó completamente destruido y Balgruuf muy herido, pero todavía con vida.

    ─ Bien hecho Lena. ─ Rio. ─ Me gusta tu iniciativa. Ahora es momento de cobrar, mi Jarl. ─ Lo agarró de la cabeza poniéndolo de rodillas. ─ Es hora de que me vendas tu alma.
     
  19.  
    FallenAngel

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    Capítulo 17: Voces

    Lo tenía de rodillas ante él. Su mirada suplicaba clemencia y su alma un milagro. Lo mataría y saciaría su rabia y sed de sangre. Acabaría con él, lo mataría. Una voz en su cabeza, inidentificable, siniestra, se lo decía.

    Mátalo. Acaba con él.

    Tan fácil, tan sencillo. La tentación lo carcomía por dentro y su cordura amenazaba con desaparecer por completo. Perdería lo poco que le queda a cambio de una gran sed de sangre y destrucción. Destruiría el mundo con ese poder, sí, ¿pero era realmente lo que quería? Se cumpliría su objetivo pero no de la forma que deseaba. No, esa voz no se lo llevará, ¡no se quedará con lo poco que le queda! Debía matarlo, debía sentir con sus propios dedos como su venganza se cumplía. Debía sentir ese sabor metálico en la boca tan suyo, ver sus manos manchadas de sangre. De su sangre. Contenerse, eso es lo que debía hacer. Pero, ¿cómo? No puede resistir más. Su brazo está a punto de moverse solo y su poder lo consumirá una vez más. ¿Cómo se controló la última vez? Recuerdos, los necesitaba. Pero hace tanto de aquello. No puede hacerlo, se le va de las manos. Siente como su mente se pierde en un vacío eterno. Siente como su cuerpo no responde y actúa por su cuenta. Siente como su alma es consumida por su propio poder. Algo lo detiene, algo agarra su muñeca y lo hace despertar, lo hace reaccionar. Mueve sus pupilas para ver que o quien y se encuentra con una llama. Un fuego resplandeciente que le devuelve la compostura. Una cabellera roja y viva que le devuelve los sentidos. Bajó la mirada para ver una igual radiante sonrisa en un blanco rostro con dos estrellas verdes en su cielo. Unos finos labios carmesíes y una nariz perfectamente formada.

    ─ Deberías controlarte, Demonio. ─ Guiñó su ojo derecho junto a su deslumbrante sonrisa haciendo un combo fatal. ─ No queremos que esto acabe demasiado mal. ¿Verdad? ─ Su risita y voz eran dulces y un tanto infantiles. Su agarre, el cual se hizo más flojo era suave y el contacto de su piel único. ¿Quién era? ─ Vamos, no me mires así. Parece que no has visto una mujer en tu vida. ─ Volvió a sonreír como antes. ─ Acaba con él tú mismo y ya hablaremos. ─ Se dio la vuelta con tal de marcharse. ─ Por cierto, me llamo Ellah. ¡Un gusto, pequeño demonio mudo! ─ Y se marchó con su dulce risita como música de fondo.

    Volvió en si, y con su mirada expresando su furia interior encontró a Balgruuf.

    ─ Sabía que eras un monstruo, pero nunca me imaginé que era en el sentido literal de la palabra. ─Resoplaba cansado. ─ Haces honor a tu nombre de demonio. ─ Tosió sangre y la debilidad de sus brazos casi no le permite mantenerse en estos. ─ Es hora de que me retire. Me rindo, no me queda nada más para que me arrebates. ─ Oyó una carcajada.

    ─ ¿Qué no te queda nada? ─ Miraba con gracia. ─ Sé que tu vida no vale nada, pero no te rebajes tanto como para decir que no es un buen precio a cobrar. ─ Antes de darle tiempo a decir algo, con la espada izquierda atravesó su cabeza por la boca y con la derecha lo decapito bañando su alrededor con más sangre. Elevó su trofeo al aire y la exhibió con orgullo. ─ ¡Observad, este es el premio por nuestra victoria, la victoria de los Aaral y los Capas de la Tormenta! ─Gritó y todo el ejército lo hizo con él.

    Ya había vuelto a su forma humana, no quedaba rastro de sus alas. Su máscara estaba rota y necesitaría una reparación y su armadura tampoco estaba en mejor estado. Ha sido la tercera pelea más dura de su vida y no es decir poco. Se dio cuenta de la cara de preocupación de la elfa.

    ─ ¿Te pasa algo, Lena? ─ Se giró para tenerla cara a cara.

    ─ Estaba preocupada, no quería que te ocurriese nada. ─ Se abalanzó contra él. ─ Déjame quedarme así un rato. Nunca sé cuándo podría ser la última vez que pueda hacerlo.

    ─ Como te odio por tu suerte con las mujeres jefe. ─ Despotricó Lokir. ─ Por cierto, ¿quién era esa pelirroja? Estaba cañón pero no oímos nada de lo que te decía. ─ Se acercó. ─ Parecías embobado jefe. ¿A caso te has enamorado? ─ No pudo evitar reírse mientras decía aquello. Ya todos sabían de las tonterías que suele soltar Lokir pero sin duda esta era de las más grandes.

    ─ Cállate Lokir. Ni borracho eres tan tonto. ─ Scott decía esto mientras aun abrazaba a la altmer. Parecía una cerradura pues no tenía intención de soltarse por el momento. ─ No conozco a esa mujer, pero tenía algo raro. Algo tentador pero peligroso. Es más de lo que aparenta pero estoy seguro que nos la volveremos a encontrar en un futuro no muy lejano. ─ Seguidamente apareció Vignar junto a Ralof y sus hombres alucinados por la destrucción del palacio. El sitio estaba completamente destruido por la pelea. Sin duda había sido devastadora.

    ─ Ya veo que Balgruuf costó más de lo que se pensaba. ─ Dijo el Melena Gris. ─ Lo primero será reconstruir La Cuenca del Dragón y la ciudad. Después reestableceré el culto a Talos. Los imperiales no se saldrán con la suya. ─ Se concentró en el oji-azul. ─ Demonio, como recompensa te daré a este. ─ De entre las sombras salió un bosmer de pelo castaño y ojos ámbar. No parecía fuerte, pero su expresión de seriedad daba a entender que no era un cualquiera. ─ Es mi mejor hombre, lo rescaté hace años en Bosque Valen estando herido. Es un asesino muy bueno pero necesita más experiencia. ─ Se fue a recorrer el castillo, o lo que queda de él, dejando a ambos solos.

    Dos asesinos. Dos caminantes de las sombras. Dos ladrones de vidas y fieles sirvientes de Sithis entrenados en un solo arte: matar.

    ─ ¿Cómo te llamas? ─ Preguntó al fin el protagonista después de una larga pausa.

    ─ Medenin. ─ Dijo en un tono monótono.

    ─ No eres de palabras, sino de actos. ¿Verdad? ─ Lo observó más de cerca pero sin nadie verlo intentó atravesarle el cráneo al elfo con un puñal que fue detenido con la mano de este a milímetros de su cara. ─ Buenos reflejos, pero no los suficientes. ─ Tenía otro apuntando a su corazón del que no se dio ni cuenta.

    ─ Tenían razón, eres el mejor asesino. ─ Uso su tono monótono. ─ Me gustaría que me entrenases, ser su aprendiz y poder llamarlo maestro. ─ Se arrodilló.

    ─ Déjame adivinar; de niño fuiste criado en una organización de asesinos en Bosque Valen pues nadie sabía nada de tus padres. Averiguaste y tu madre era una prostituta y tu padre no se sabía ni quien de sus cientos de clientes era. ─ Empezó a andar en una línea fija mientras soltaba su teoría en voz alta. ─ En una misión fallaste y Vignar te encontró herido. Con tu orgullo por los suelos y no pudiendo volver a tu “hogar”, decidiste huir junto a él pues si te encontraban te matarían. ¿Estoy en lo cierto? ─ Se detuvo y miro al implicado de forma inquisidora.

    ─ Correcto. ─ Pronunció con la cabeza gacha.

    ─ Bien, bienvenido a la Compañía del Demonio del Norte. ─ Lo levantó agarrándolo de su armadura de cuero. ─ A partir de ahora llámame jefe o líder, maestro es tabú.
     
  20.  
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    FallenAngel Rebelde de alas negras

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    La Tiranía del Caído (The Elder Scroll V: Skyrim)
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    Capítulo 18: Zehagann de Ysgramor

    La guerra parecía estar tomando rumbo hacia un bando. Los imperiales cada vez estaban más apretados, cada vez tenían la espalda más cerca de su pared. Pero esto no quería decir que estuviesen dispuestos a rendirse. Aumentaron la seguridad en cada fuerte fundamental haciendo más difíciles los ataques sin la Compañía del Demonio del Norte. Y una vez más, la contienda tuvo otro punto muerto. Como era ya costumbre, Scott y los suyos hacían misiones de espionaje y ahora con Carrera Blanca bajo el mando de Ulfric tenían el centro económico de Skyrim y, por tanto, el resto de provincias que apoyan al Imperio se verán obligadas a usar rutas más discretas, como Laberintia. Pero algo andaba mal, un fuerte propiedad de los rebeldes cayó sin esfuerzo alguno contra los imperiales. Había algo raro, sus enemigos no tenían tantos hombres como para mandar un gran contingente y hacerlos caer tan fácilmente. ¿Qué hicieron? ¿Magia? ¿Algún truco de infiltración con asesinos? La nieve azotó su frío rostro haciendo que Alenadii mirase al frente y saliese de su mundo particular. Su brillante caballo rubio había parado y veía la gran fortaleza a los pies de una de las numerosas montañas de Skyrim. Nevada. Helada. Blanca. No había rastro de batalla por ningún lado. No había quemaduras de hechizos ígneos o eléctricos ni tampoco estacas de hielo o flechas. Solo quedaban los cuerpos de los rebeldes clavados en estacas por los alrededores. Los imperiales no hacen eso. No eran de los suyos, o al menos no eran sus soldados. Se acercaron hasta que 20 arqueros apuntaron a la compañía que se presentaba entera ante ellos. Llevaban armaduras de hierro y arcos de ningún tipo en especial: orcos, enanos, de ébano, de cristal, élficos, largos, de caza y hasta daédricos. Se abrió la gran puerta de madera roñosa y salió un grupo de 25 hombres con armaduras iguales, de hierro. Al igual que los otros no llevaban armas en específicos. Espadas, mazas y hachas de una y dos manos de cualquier tipo. Lo único coincidente a parte de la armadura eran sus escudos de hierro o de hierro bandeado. De repente se abrieron dejando un pasillo de donde salía uno más grande que el resto con una armadura negra que recordaba a la de ébano con símbolos de un color naranja fosforescente en pecho y brazaletes y un casco nórdico antiguo con los picos hacia arriba como los de los señores de la muerte draurg. Tenía un hacha gris de dos manos y de forma bastante rara en el cinturón y un escudo de gran tamaño y bastante extraño en la izquierda. Parecía que sus ropajes estaban bastante mejorados y encantados al igual que su arma. ¿Acaso la llevaba en una sola mano? Con semejante peso debía de tener una fuerza considerable. Daba miedo pero imponía respeto. Su barba poblada de color negro combinaba con unos atrayentes ojos de igual color. Scott y él se miraron de forma desafiante. La tensión se sentía en el ambiente y este empezaba a pesar, hasta costaba respirar. Pero no era solo por la presencia del asesino, sino también por la del otro guerrero.

    ─ Bienvenido, Demonio. ─ Se atrevió a hablar por fin. Su voz era muy grave, pesada y áspera, como una cucharada de tierra con grava y piedras. Influyente y digna de un líder. ─ Soy Zehagann, líder de este grupo de mercenarios.

    ¿Dónde había oído ese nombre antes? Se lo repetía una y otra vez en la mente la elfa. Buscaba conscientemente en esas horas en el despacho, el cual tanto llegó a odiar, revisando listas de seres buscados por el Dominio. Entonces recordó observar en el sitio de los enemigos más peligrosos. ¡Claro!

    ─ ¡Eres el líder de los 500 de Ysgramor! ─ Gritó impresionada. El mencionado rio a carcajadas.

    ─ Es bonito ver como una joven elfa tan bella nos reconoce. ─ Alabo al que hizo oídos sordos. ─ Sí, hemos sido contratados por el Imperio para exterminar esta rebelión. Nunca hubieran intentado medidas tan extremas y caras como usarnos de no ser por ti, Demonio Enmascarado. ─ Comenzó a andar hacía el aludido el cual lentamente se bajó de su fiero corcel. ─ También he oído de la Compañía del Demonio del Norte, o los Aaral. Un buen uso de la lengua de dragón, si me permites la observación. También de vuestra reputación, unos verdaderos asesinos sin alma. Verdaderos y temibles demonios.

    ─ No he venido a buscar tus halagos. ─ Reprendió seriamente con una dura mirada.

    ─ No te pongas tanto a la defensiva, no busco pelea. ─ Levantó las manos en signo de rendición y todos sus soldados guardaron sus armas. ─ Quiero hablar un momento.

    ─ Ardo en deseos de luchar contra ti, pero no veo el problema a escuchar lo que tengas que decir. ─ Concedió.

    ─ El Imperio quiere parar la rebelión, pero no estoy con ellos por sus ideales. Tú tampoco estás con los Capas de la Tormenta por la liberación de Skyrim. ¿Me equivoco? ─ No se equivocaba, sabía perfectamente lo que decía. ─ Tengo un mensaje de él. ─ Scott abrió su único ojo a pares. Nunca había mostrado tal expresión de sorpresa y ¿miedo? Sacó un papel y comenzó a leer con su tan penetrante voz. ─ “Me has decepcionado, Scott. ¿De verdad necesitas de una rebelión para llegar a mí? Pues bien, si de verdad quieres acabar conmigo deberás matar antes a mis queridos cinco discípulos. Y por supuesto que también con el Dominio, pero supongo que eso ya lo sabías. No me vuelvas a decepcionar o tendré que castigarte otra vez. Firmado: Papá.” ─ Arrugó el papel y lo quemó con un hechizo ígneo en la palma de su mano. Miró seriamente al consternado asesino. ─ Chico, me resulta duro enfrentarme a ti sabiendo tus motivos, pero no puedes ganar. Cada uno de nosotros es más fuerte que el anterior, yo soy el segundo más poderoso. Soy Zehagann de Ysgramor, descendiente del poderoso guerrero que conquistó y echó a los falmers de nuestras tierras hace ya tanto tiempo. Ahora nos iremos y dejaremos el fuerte a tu juicio. Toma, te dejo un regalo de despedida. ─ Lanzó una caja que cayó pesadamente contra la nieve bajo los pies del nórdico.

    Olió un poco antes de cogerla y su expresión volvió a cambiar. Ahora sí que era miedo, pero también nerviosismo. La abrió lentamente con unas temblorosas manos y viendo su contenido se quedó ahí, completamente quieto. No hacía nada salvo mirar el interior de la caja.

    ─ De verdad no quería darte esto, pero me obligó. Soy un guerrero que busca el honor y la gloria en Sovngarde. Esta clase de acciones no me gustan nada. Más bien las detesto.

    Cada vez sentía más curiosidad por ver el interior de ese paquete. Pero algo me hizo caer pesadamente contra el suelo. El ambiente empezó a, literalmente, arder. El Sol se oscureció y Scott se levantó, pero no era él. Era el verdadero monstruo que llevaba en su interior. Garras capaces de desgarras océanos, ambos ojos rojo sangre con forma reptiliana y unas gigantescas alas de dragón en su espalda junto a una filosa cola. Su máscara se rompió, pero igual no se podía identificar su cara pues estaba completamente deformada por las escamas y rabia que lo atormentaba en ese momento. Ahora si puedo observar el contenido y vi como una cabeza rodaba hacia mí. Cuando se paró pude verla con claridad: era de una mujer joven de cabellera blanca pura y ojos azules perdidos en el horizonte, muertos, que de seguro en vida debían ser hermosos. Su piel, oscurecida por el paso de los años muerta y la marca de su cuello cortado dejaban una imagen tétrica. Antaño tendría una piel blanca y bella a la luz de las estrellas pero ahora no es ni la sombra de lo que fue.

    ─ ¿Cómo te atreves a tocarla? ─ La voz del Sangre de Dragón no era la misma. Era de ultratumba y no tenía sentimiento alguno más que ira. Estaba más furioso que nunca. ─ ¡¿Cómo te atreves a tocar a mi Lydia?! ─ Gritó lanzándose contra el mercenario a una velocidad de infarto. Varios se interpusieron pero acabaron cortados por la mitad sin esfuerzo alguno salpicando un río de sangre. Cuando llegó a su objetivo este lo detuvo con su gran escudo. Es muy resistente pues no recibió ni un solo rasguño. Seguidamente lo golpeó y tumbó para pisarlo y retenerlo.

    ─ Cálmate, pues yo no soy quien lo ha hecho. ─ Dijo con pesar. ─ Solo soy el mensajero.

    ─ ¡Devuélvemela! ─ Gritó lleno de dolor tratando de escaparse desesperadamente del pisotón. ─ ¡Devuélveme lo que me quitaste, Ali! ─ Gritaba cada vez más fuerte y descontrolado. ─ ¡Devuélveme a mi Lydia! ─ Clavó una garra en la armadura de Zehagann penetrando su piel sin que este mostrara expresión de dolor, sino más bien de tristeza y pena. Y entre exasperados llantos, Scott pronuncio una vez más. ─ ¡Devuélveme mi amor y mi vida!
     
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