Horror Día tras día

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Agus estresado, 10 Marzo 2016.

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  1. Threadmarks: Día 59-60
     
    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Piscis
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    Título:
    Día tras día
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    47
     
    Palabras:
    3621
    Día 59:

    La gente se encontraba trabajando por la tarde y pronto llegaría el anochecer, que marcaría el final de la jornada larga de trabajo. En todos estos días que han pasado, el grupo seguía separado. Víctor y sus hombres no les permitieron encontrarse, pero ninguno de ellos se dio cuenta de que gracias a Luciano y a Sandra, se intercambiaban mensajes.

    Finalmente se fue el sol, lo que significaba que la larga jornada se había terminado. La gente se disponía a irse. Víctor ordenó a sus hombres que hablaran con los miembros del grupo que había llegado hace días.

    Una vez que todos salieron de la zona residencial, Víctor reunió a todos en el grupo, excepto Román, Luciano y Sandra en frente de su casa.

    — Quiero felicitarlos — les dijo Víctor a todo el grupo — En esta semana han trabajado muy bien. Mi gente me ha dicho que no causaron ningún problema, lo cual quiere decir que sí se puede confiar en ustedes. Siéntanse libres de reunirse otra vez.

    Luego de decir estas palabras, Víctor se fue a su casa. Todos en el grupo quedaron muy felices, y estuvieron celebrando este reencuentro.

    Hernán abrazó a su esposa y a su hija muy contento. Ariel y Jennifer marcaron su reencuentro con un abrazo y un beso. Jonás y Damien se dieron un apretón de manos, y Robert saludó a Lucas.

    — Sí que las extrañé mucho — dijo Hernán abrazando a Melanny y Wendy.

    — Y nosotras a ti — respondió Melanny.

    — Es bueno poder hablar contigo de nuevo, hombre — dijo Damien saludando a Jonás.

    — Digo lo mismo — respondió el ex líder — Me enteré que Víctor tenía pensado nombrarte guardia de la comunidad.

    — Así es — respondió Damien — En cualquier momento lo hará.

    — Sí que extrañé tenerte cerca de mí — decía Ariel abrazando a Jennifer.

    — Yo también te extrañé mucho — respondió la chica.

    — Ha pasado rato desde la última vez que hablamos —dijo Robert a Lucas.

    — Sí que se sintió como una eternidad — respondió el chico.

    — ¿Nos reacomodaremos como estábamos antes? — preguntó Melanny.

    — Víctor nos autorizó a hacerlo — dijo Robert — Así que no le veo problema.

    Todos y cada uno de los miembros del grupo fueron a buscar las cosas que tenían en sus casas. Finalmente, todos volvieron a vivir en las casas de antes. Ariel, Jennifer, Lucas y Clara estaban reunidos otra vez.

    — Los extrañé chicos — decía Clara — Es muy aburrido para Lucas y para mí estar solos.

    — Tenemos mucho de qué hablar — respondió Jennifer — ¿Qué tal si vamos a dar una caminata?

    — Suena bien — respondió Lucas.

    Robert fue nuevamente a vivir junto a Hernán y toda su familia.

    — Creí que este día nunca llegaría — decía Hernán.

    — Se siente bien — respondió Melanny — Robert, ¿seguro que aun quieres estar con nosotros?

    — Así es — respondió el hombre mirando a Wendy — No he olvidado mi promesa contigo ni con tu familia.

    Damien volvió a la casa de Román junto con Cóndor. Al granjero le pareció raro no ver a su primo en ningún lado.

    — ¿Dónde está Jonás? — preguntó Román.

    — Dijo que tenía que hacer algo en su vieja casa — respondió Damien — Pero vendrá cuando termine.

    En la casa de Romina, Jonás intentaba convencerla de que fuera a vivir con él y con sus amigos. Aunque la joven no lo veía con buenos ojos.

    — ¿Estás seguro de que tus amigos me aceptarán? — preguntó Romina — No me conocen.

    — Ellos te aceptarán — respondió Jonás intentando convencer a su compañera — Créeme que no te arrepentirás de conocer a mi grupo. Dijiste que no querías estar sola, y ellos van a ayudar a que no sea de esa forma.

    — Está bien — respondió Romina con algunas dudas — Pero prométeme que no me dejarás sola.

    — Lo prometo — decía Jonás abrazando a Romina.

    — Gracias — respondió la chica besando en la boca a Jonás.

    Jonás estaba totalmente sorprendido por la acción de Romina, pero a pesar de todo, fue uno de los mejores momentos que vivió desde que inició el apocalipsis. El chico ayudó a su compañera a empacar todas sus cosas y luego la acompañó hasta la casa de su primo. Román y Damien estaban esperando que Jonás viniera, y se sorprendieron al ver que no venía solo.

    — ¿Quién es ella? — preguntó Román.

    — Su nombre es Romina — respondió Jonás — Fue mi compañera en estas semanas, y la he invitado a vivir con nosotros.

    — Hola — dijo Romina presentándose.

    — Hola, yo me llamo Damien, y él es Román — dijo el compañero de Jonás presentándose.

    No había pasado mucho tiempo, pero todos en el grupo se habían reacomodado y ya se sentían mucho mejor al respecto.

    Todos pudieron dormir tranquilos esa noche.


    Día 60:

    El sol ya había salido, lo cual significaba que era tiempo de levantarse, desayunar y prepararse para ir a trabajar. El día de hoy tocaba una jornada laboral corta.

    Ariel y Jennifer se despertaron al mismo tiempo. Los dos estaban realmente contentos de poder pasar una nueva noche juntos.

    — ¿Cómo dormiste? — preguntó Ariel a su novia.

    — Mucho mejor ayer que cualquiera de las noches que estuve lejos de ti — respondió Jennifer.

    — Esos días terminaron — contestó Ariel mientras besaba a su novia — Hoy tenemos una jornada corta y luego podremos pasar la tarde juntos.

    — Vamos a desayunar y luego me tomaré una ducha — respondió Jennifer.

    Cuando los dos chicos fueron a la mesa se encontraron con que el desayuno ya estaba preparado. Lucas se encontraba solo en una de las sillas.

    — ¿Y Clara? — preguntó Ariel.

    — Dijo que su padre quería tener una charla con ella — respondió Lucas — Ni siquiera sabía que ella tenía familia aquí. Nunca lo mencionó.

    — Tal vez quiere que se conozcan — respondió Jennifer en un tono gracioso.

    Los tres jóvenes se rieron mucho con ese comentario. Ariel, Jennifer y Lucas tomaron el desayuno juntos, y una vez que terminó, Jennifer decidió irse a dar una ducha. Mientras tanto, los chicos fueron en camino hacia la zona no residencial para empezar la jornada.

    — Dime, ¿nos extrañaste? — preguntó Ariel.

    — Clara hace que los días sean más llevaderos — respondió Lucas — Pero ustedes son mis compañeros desde que esto inició. No me he acostumbrado a estar lejos de ustedes.

    — Yo debo decir que lo pasé muy mal en la casa donde me tocó estar — decía Ariel — Las personas de ahí no quisieron hablar conmigo.

    Ambos chicos continuaron su charla mientras caminaban.

    En la casa de Hernán, toda la familia estaba despierta y lista para salir.

    — Hoy volveremos a estar los tres juntos en la guardería — decía Hernán — No puedo esperar a que me muestres lo que aprendiste, Wendy.

    — Hace tiempo que quería trabajar contigo, papá — decía la niña muy contenta de que su padre por fin pueda estar con ella.

    Robert se estaba levantando y se dirigía hacia la mesa para poder desayunar. Él vio que la familia estaba lista para salir, así que simplemente se limitó a decirles los buenos días.

    En la casa de Román, Damien salió para ir a encontrarse con Rodrigo e Ignatius. Este sería su primer día como guardia, y Víctor lo quería temprano. Román se levantó y como no encontró a nadie en la cocina decidió ir a las habitaciones. Damien no estaba, y Jonás estaba dormido junto a Romina. Román decidió irse al trabajo sin molestarlos.

    Jonás y Romina tardaron un tiempo en despertarse, y cuando lo hicieron, decidieron apresurarse para irse al trabajo.

    — ¿Cómo pasaste la noche? — preguntó Jonás.

    — Muy bien — contestó Romina — Me agradan tus compañeros, pero solamente quiero estar contigo.

    — Yo también quiero — respondió Jonás — Por Dios, Romina, eres hermosa. Si el mundo no hubiera terminado te habría propuesto matrimonio.

    — Y yo habría aceptado — respondió la chica ante el cumplido de Jonás — ¿Eso me convertiría en la esposa de Jonás…

    — Jones — respondió Jonás — Culpo a mis padres por la falta de imaginación al darme un nombre parecido a mi apellido.

    — Es un nombre muy bonito, no te comas la cabeza por eso — decía Romina — Vamos, tenemos que ir a trabajar.

    — Es cierto, espero que Román y Damien nos hayan dejado algo — respondió Jonás.

    La pareja fue a la cocina y se preparó el desayuno.

    — Tal vez hoy pueda hacer la cena — dijo Jonás.

    — Me gustaría mucho — respondía Romina.

    Mientras la pareja estaba desayunando, Jennifer, que ya había salido de la ducha se dirigía hacia el trabajo. En ese momento, se encontró con Esteban, quien aparentemente quería decirle algo.

    — Jennifer, espera — decía el chico — Quería preguntarte algo.

    — ¿Qué es? — preguntó la chica.

    — Quise preguntártelo cuando estabas en mi casa, pero no encontré el momento ideal — contestó Esteban — Y no creí que te irás esa misma noche, así que lo preguntaré ahora. ¿Te gustaría venir a mi casa esta noche?

    — ¿A tu casa? — preguntó Jennifer.

    — Así es — respondió Esteban — Jennifer, eres hermosa. Eres mucho más hermosa que las demás chicas de aquí, y me gustaría que pudiéramos pasar la noche juntos. ¿Qué dices?

    — Lo lamento, Esteban — respondió la chica — Pero no es algo que me entusiasme mucho. Lo siento.

    — No, está bien — contestó Esteban intentando contener su enojo ante la respuesta — No tendría que haber dicho nada.

    Esteban se fue caminando arrastrando los pies en la dirección contraria a la zona no residencial. Jennifer miró como caminaba y le pareció que no había tomado su respuesta de buena manera, pero eso no era problema de ella.

    Pasada una media hora, todos se encontraban en la zona residencial. Todos, excepto los constructores y algunos guardias empezaron los trabajos normales. Patrick llamó a todos los que no estaban trabajando en ese momento para que llevaran materiales a la cerca. Robert y Damien estaban entre ellos.

    — Muy bien, escuchen — decía Patrick — Víctor dice que la zona no residencial se amplió mucho. Ahora vamos a construir muros para protegerla y luego haremos más casas. Nos llevará tiempo, pero con esfuerzo lo haremos. Damien, Alan y Rodrigo serán los que se encargarán de salir afuera y revisarán que no seamos molestados por los zombis. El resto tomará materiales y se pondrá a trabajar.

    Todos obedecieron las órdenes de Patrick. Cada uno de ellos tomaba herramientas y materiales de construcción. Al llegar a la cerca, Patrick la abrió, permitiendo que Damien, Rodrigo y Alan salieran del perímetro para cuidar que nada llegara hasta la cerca. El resto de hombres, entre los cuales se encontraba Robert, empezaron a excavar y preparar los tablones para poder levantar el muro.

    Damien notó como Alan miraba fijamente en una dirección y como Rodrigo caminaba de un lado a otro manteniendo la guardia. Decidió imitar la acción de su compañero y empezó a caminar de un lado a otro, hasta que a lo lejos logró divisar una pequeña construcción que parecía ser un granero pero de un tamaño más grande. Esto llamó su atención.

    — ¿Qué es eso que está allá? — preguntó Damien a Rodrigo.

    — Es un edificio cerrado — respondió Rodrigo.

    — Deberíamos ir a ver que hay allá — decía Damien.

    — Ya fuimos — contestó Rodrigo — La puerta está cerrada.

    — Podríamos usar las armas para abrirla — respondió Damien — Está fuera de nuestra zona, no importa que los zombis entren.

    — La puerta está reforzada — contestó Rodrigo — Nuestras armas no pudieron abrir esa puerta. No te distraigas y concéntrate en el trabajo.

    Damien seguía mirando la construcción que había en ese lugar, y a pesar de observar de lejos, no podía diferenciar si era cierto que la puerta estaba o no fortificada. Y sabía que Rodrigo no iba a dejar que se aleje mucho, así que decidió dejar el asunto para después.

    Cuando llegaron las doce del mediodía, todos fueron reunidos para comer. Al momento de sentarse, Damien fue a hablar con Robert. Y luego, los dos fueron a hablar con Jonás. Ariel, Jennifer, Lucas, Clara, Hernán, Melanny, Wendy, Román, Luciano, Sandra, Clara y Romina miraban como los tres estaban hablando apartados del grupo.

    — ¿De qué están hablando? — preguntó Clara.

    — No debe ser muy importante — respondía Ariel – Si lo fuera, vendrían a decirnos.

    — Escuchen — decía Luciano — Sandra y yo nos hemos estado aburriendo mucho al no poder juntarnos con ustedes por mucho tiempo. Y ya que nos han estado usando de mensajeros queremos pedirles algo a cambio.

    — ¿Qué es? — preguntaba Melanny.

    — Queremos que vengan a nuestra casa a jugar a las cartas — contestó Sandra — Haremos torneos en parejas. Será una buena idea para pasar el rato. ¿Qué dicen?

    — Yo quiero ir — respondió Jennifer — Suena que será divertido. ¿Tú qué opinas, Ariel?

    — Me agrada la idea — respondió el chico — Iré.

    — Melanny y yo seremos pareja en el torneo — contestó Hernán — Y quiero que Wendy venga con nosotros. Podría aprender.

    — Yo no estoy interesada — respondió Clara — Lucas, ¿Qué hay de ti? Si tú quieres, podemos ir.

    — No soy de tener suerte en estos juegos — contestó Lucas — No participo.

    — Cuando Jonás venga le preguntaré si quiere ir — dijo Romina.

    — Yo veré si Damien o Robert aceptan hacer equipo conmigo —decía Román.

    Finalmente, Jonás, Damien y Robert se sentaron en la mesa, pero no quisieron charlar con el grupo acerca del torneo de las cartas. Simplemente se limitaron a comer.

    Cuando terminó la hora del almuerzo, todos se encontraban en sus casas, preparándose para la reunión.

    A Hernán y Melanny se les hacía raro que Robert no estuviera con ellos. Wendy lo buscó por la casa pero no fue capaz de encontrarlo.

    Ariel y Jennifer intentaban convencer a Lucas y a Clara de ir a jugar con ellos. Clara dijo que prefería quedarse con Lucas. Como Ariel y Jennifer no pudieron convencer a los chicos de que se unieran a ellos decidieron irse. Clara aprovechó para hablar con Lucas ahora que estaban solos.

    — Escucha, Lucas — decía Clara algo seria — Tengo algo que decirte.

    — ¿Qué es? — preguntó el chico algo asustado por la forma en la que Clara hablaba.

    — Mi padre me dijo que no quiere que esté lejos de él por más tiempo — contestó la chica — Cuando llegamos aquí él estuvo muy ocupado haciendo cosas para la comunidad. Como no podía cuidarme decidió permitirme quedarme con varios amigos. Pero ahora que el terminó quiere que yo esté con él. La de hoy será la última noche que pasaremos juntos. Luego solo podríamos vernos en el día.

    — Lo entiendo — decía Lucas algo desanimado — Pero espero que podamos seguir viendo durante el día. Has sido una buena compañía, y no quiero que dejemos de vernos.

    — Eso no pasará — dijo Clara — Pero será mejor que nos preparemos. Esta noche será la última, tenemos que aprovecharla.

    — Lo haremos — dijo Lucas acercándose a su novia para besarla.

    En la casa de Román, él estaba reunido junto a Jonás, Romina, Damien, Robert y Cóndor. Todos estaban hablando de lo que Damien había visto mientras estaba cerca.

    — ¿Dices que es una construcción no muy lejos de aquí? — preguntaba Román — ¿Y que está fortificada?

    — Eso fue lo que dijo Rodrigo, pero no lo parecía desde mi punto de vista — contestó Damien.

    — ¿Qué es lo que van a hacer? — preguntó Romina — Víctor no les permitirá salir a revisar.

    — Es por eso que tenemos que tenemos que averiguarlo por nosotros — dijo Jonás — Víctor dijo que confiaba en nosotros, pero no quiso devolvernos nuestras armas. Y ahora ver como ignoran todo este asunto de esa construcción parece sospechoso. Creo que están escondiendo algo.

    — ¿Cómo lo vas a averiguar? — preguntó Román.

    — Yo esta noche estaré de guardia — respondió Damien — Ignatius me acompañará para supervisarme, pero yo lo estuve observando estos días. Cada vez que hace guardia él deja su puesto dos veces durante la noche para ir al baño.

    — Ahí es cuando Jonás y yo saldremos — contestó Robert — Damien nos abrirá la puerta y nosotros iremos a revisar ese lugar.

    — ¡¿Están locos?! — preguntó Romina algo alterada — ¡Saben que no se permite salir de aquí! ¡Si Víctor lo descubre quien sabe que pueda pasar!

    — Tenemos que ver que hay ahí atrás — contestó Jonás — Tengo suficientes motivos para pensar que esconden algo. Será mejor arriesgarme y equivocarme que no hacerlo y tener razón.

    — ¿Ustedes van a ir solos? — preguntó Román — Podría haber zombis ahí afuera. Dejen que los acompañe.

    — No, necesito que tú y Romina vayan a la reunión con Sandra y Luciano y les digan al resto del grupo que no nos sentimos bien — respondió Jonás — Si resulta que Víctor y Patrick esconden algo ahí afuera quiero que todos ustedes estén juntos.

    — Solo iremos, damos un vistazo y volvemos — dijo Robert — No tenemos la intención de quedarnos por mucho ahí afuera.

    — Cuenten con nosotros — contestó Román.

    — Eso es lo que necesito — dijo Jonás — Asegúrense de que todos en el grupo se queden ahí.

    El plan ya estaba decidido y durante la noche lo iban a poner en marcha.

    Cuando llegó el momento, Ignatius fue a la casa de Román para llevarse a Damien hacia la puerta. Esa era la señal para que Román y Romina fueran a ver al resto del grupo. Se llevarían a Cóndor con ellos en caso de necesitarlo.

    — Recuerden, no digan una palabra de lo que pasa — decía Jonás — No quiero preocuparlos en vano.

    — No lo haremos, pero por favor, ten cuidado ahí afuera — decía Romina muy preocupada pensando que Jonás podría morir.

    — Te prometí que no te dejaría sola — contestó Jonás — No voy a hacerlo esta noche.

    Jonás le dio un beso de despedida a Romina y luego de ese gesto, pusieron el plan en marcha. Romina se fue junto a Román y Cóndor a la casa de Luciano y Sandra. Mientras tanto, Jonás y Robert se fueron hacia la entrada.

    Ahí estaban Damien e Ignatius sobre el muro vigilando lo que pasaba en la comunidad. Jonás y Robert permanecían escondidos detrás de una de las casas. Las luces estaban apagadas, y además Ignatius no apartaba la vista del frente.

    Finalmente llegó el momento en que Ignatius hacía su primera pausa para irse al baño. Él guardia bajó del muro y dejó a Damien solo. Una vez que estuvo a una distancia prudente, Robert y Jonás corrieron hacia la puerta.

    Damien la abrió y sus compañeros salieron.

    — Tengan cuidado — dijo Damien — Sin armas estarán indefensos.

    — Lo tendremos — respondió Robert.

    Jonás y Robert empezaron su camino hacia el edificio que estaba en las afueras del lugar. Damien cerró la puerta y volvió a subir al muro para que cuando Ignatius volviera, no se diera cuenta de nada.

    Jonás y Robert iban caminando cerca de la pared para no perderse, pero eso hacía que tuvieran que caminar despacio, o de lo contrario, alguien del otro lado podría escucharlos. Además de que si hacían mucho ruido, los zombis los encontrarían y no tendrían con qué defenderse.

    Robert miraba a su alrededor y con la poca luz que provenía de la luna podía visualizar a lo lejos como varios zombis estaban caminando cerca de ellos, pero sin verlos.

    — Es aterrador, ¿verdad? — decía Robert en voz baja.

    — No voy a mentirte — respondió Jonás en el mismo tono — Estoy muerto de miedo.

    Mientras caminaban, se encontraron con un zombi que deambulaba cerca de la pared. El zombi estaba de espaldas, por lo que no detectó a Jonás y a Robert, pero ellos no podrían pasar por otro lugar. Decidieron eliminarlo cuidadosamente.

    Se acercaron hasta ese zombi y cada uno le pateó las piernas por la parte de atrás, provocando que cayera al piso. Allí, Jonás empezó a pisotearle la cabeza hasta que lo mató. Se tardó algo de tiempo porque estaba intentando no hacer ruido. Una vez que el zombi estuvo muerto, los dos reanudaron su camino.

    Al cabo de varios minutos, consiguieron llegar hasta la construcción. Parecía un pequeño almacén donde se guardan materiales de construcción cuando se lo veía desde afuera.

    — Vigila mientras le echo un vistazo a la puerta — decía Robert.

    — De acuerdo — contestó Jonás.

    Robert le echó una mirada a la puerta para ver de qué se trataba. Dado a que estaba oscuro, le costó algo de tiempo analizarla, pero se las arregló para verla bien.

    — No está reforzada, pero está cerrada con llave — dijo Robert.

    — ¿Qué vamos a hacer? — preguntó Jonás — No podemos forzarla sin armas, pero tampoco podemos irnos así nomás.

    Robert empezó a caminar para ver si había algún hueco por el que pudieran entrar, entonces vio un par de ladrillos sueltos en la construcción. Los retiró a ambos y ahí encontró una pequeña llave.

    — Creo que encontré la llave — dijo Robert dirigiéndose a la puerta.

    — ¿La dejaron ahí a la vista de cualquiera? — preguntó Jonás.

    — Se ve que al dueño no le importa lo que esté detrás de esta puerta — dijo Robert — Vamos a averiguar por qué.

    — Cuidado, no sabemos que podría salir de ahí — dijo Jonás.

    Robert metió la llave en la cerradura, la giró y abrió la puerta. A medida que la fue abriendo pudo escuchar varios gruñidos desde el interior. Terminó de abrir la puerta despacio y luego tanto él como Jonás vieron lo que había dentro de esa construcción. Pero ninguno de ellos lo podía creer.

    En las paredes había varios zombis encadenados, que al momento en el que se abrió la puerta intentaron soltarse sin éxito para abalanzarse sobre ambos. Frente a los zombis había sillas de madera clavadas al suelo. Estaban demasiado cerca de ellos, y de no ser por las cadenas, los zombis las alcanzarían.

    Jonás y Robert estaban asombrados por esto, pero quedaron asombrados cuando vieron que había un hombre atado por los pies y encadenado de manos en una de las sillas. El zombi que estaba detrás de él intentaba alcanzarlo y devorarlo, pero dado a las cadenas que lo sostenían a la pared, le era imposible.

    El hombre que estaba atado en la silla se despertó por todo el ruido, y al ver algo de luz entrar por la puerta, volvió su vista hacia Jonás y Robert, que todavía no podían terminar de creer lo que veían.

    — ¿Qué hacen aquí? — preguntaba ese hombre con una mirada de miedo en el rostro — ¿Víctor los envió a matarme?
     
  2. Threadmarks: Día 61
     
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    Día tras día
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    Horror
    Total de capítulos:
    47
     
    Palabras:
    3481
    Día 61:

    La medianoche cayó justo después de que aquel hombre dijera esas palabras. Jonás y Robert no tenían ni idea de lo que estaba pasando. Querían respuestas e iban a tenerlas.

    — ¿Quién eres tú? — preguntó Jonás — ¿Y por qué crees que vendríamos a matarte?

    — Mi nombre es Darío — respondió el hombre — ¿Víctor los envió a matarme sin siquiera hablarles de mí?

    — Víctor no nos envió a matarte — respondió Robert — Nosotros vimos esto y vinimos por nuestra cuenta. Nos habló un poco de ti, pero creímos que te había matado.

    — ¿Escaparon de adentro del punto sin retorno? — preguntó Darío algo asombrado — No sé cómo lograron evadir a los guardias, pero será mejor que vuelvan antes de que Víctor lo descubra o los pondrá aquí conmigo.

    — Un amigo nuestro se convirtió en guardia y nos dio una mano para salir — respondió Jonás — Así que no van a descubrirnos. Dime, ¿qué fue lo que te pasó?

    — Imagino que Víctor les habrá hablado algo sobre mí, pero estoy seguro de que es una historia llena de mentiras — dijo Darío — Díganme que les contó y yo les diré la verdad.

    — Nos dijo que su esposa murió asesinada por alguien de la comunidad, un amigo tuyo — respondió Robert — Que tu no lo castigaste y entonces Víctor tomó el poder para hacer su propia justicia. Tú y tu gente fueron expulsados, pero regresaron y mataron a varios de los que están ahí.

    — Es un mentiroso y un manipulador — respondió Darío tras escuchar lo que Robert le contó — En primer lugar yo sí castigué a mi amigo. Lo hice dormir durante una semana en la zona no residencial para que aprendiera de su error. Víctor reunió un grupo de gente, tomaron el lugar y lo ejecutaron en frente de todos. Yo estaba en contra de esto y decidí expulsar a Víctor. Fue ahí cuando él y los suyos se revelaron y tomaron el lugar.

    — ¿Por qué te encerraron aquí? — preguntaba Jonás.

    — No solo me encerraron a mí — contestó Darío — Encerraron a todos los que estaban de acuerdo conmigo. Nos trajeron aquí, y desde ese día nos torturan física y psicológicamente para someternos. Varios de los míos han quedado totalmente traumados y Víctor los llevó dentro de su comunidad. Algunos otros han muerto por las torturas. Ahora mismo solo quedo yo. Ustedes deberán tener cuidado con lo que hacen. Varios que intentaron escapar sin violencia también fueron traídos aquí.

    — Ariel quiso escapar el primer día que llegamos — decía Jonás recordando lo que pasó al momento de llegar — Si no hubiera cambiado de opinión, Víctor lo habría traído aquí.

    — ¿Qué es lo que vamos a hacer? — preguntó Robert — No podemos escapar, pero tampoco podemos quedarnos ahí adentro. Ya escuchaste lo que Víctor hizo, es peor que Snake. No podemos estar cerca de alguien así.

    — No podemos quedarnos ahí, pero lo que sí podemos hacer es escapar — respondió Jonás — Lo que no podemos es permitir que los atrapen.

    — Víctor es un tipo muy jodido — dijo Darío — Tiene mucha gente trabajando para él. Los atrapará y los traerá aquí conmigo. Vuelvan y traten de evitarlo lo más que puedan. Es la única forma en que estarán a salvo.

    — Haremos un plan de escape — dijo Jonás — Mi grupo se irá de ahí, y tú vendrás con nosotros. Tenerte encerrado aquí es inhumano.

    — ¿Crees que podrás sacarme de aquí? — preguntó Darío.

    — Podemos y lo haremos — respondió Jonás.

    — Recuerda tener cuidado — advertía Darío — Si Víctor te descubre, te pondrá aquí junto a todo tu grupo y entonces nadie saldrá de aquí.

    Jonás y Robert se fueron del lugar. Procuraron dejar todo como estaba antes. Cerraron la puerta con llave y escondieron la llave dentro de los ladrillos sueltos que estaban en la construcción. Una vez terminaron, regresaron a la comunidad.

    Cuando volvieron, Ignatius ya había retomado su puesto de guardia, por lo que tuvieron que esperar un rato hasta que hiciera una pausa de descanso. Una vez que se retiró, Damien abrió la puerta dejando entrar a sus compañeros.

    — ¿Encontraron algo ahí afuera? — preguntó Damien algo curioso.

    — Así es — contestó Jonás — Y no es bueno. Lo hablaremos mañana entre todos.

    Jonás y Robert fueron a sus casas para recostarse y procesar lo que habían visto.

    El sol había salido, y ese día habría una jornada media, por lo que Jonás aprovecharía para hablar con su grupo al respecto de lo que había pasado. Cuando Romina despertó y lo vio algo tenso y pensativo decidió preguntarle qué fue lo que encontró.

    — ¿Qué había en ese lugar? — preguntó Romina.

    — Nada bueno — respondió Jonás algo serio — Víctor nos ha mentido a todos, y corremos peligro estando aquí. Así que voy a hablar con el grupo para formar un plan de escape. Te pido que no se lo digas a nadie. Yo me encargaré de eso.

    — ¿Es peligroso? — preguntaba Romina sorprendida por lo que escuchó.

    — Mucho — respondió Jonás — No te acerques a él, ni a Patrick.

    — Entiendo — contestó Romina — Confío en ti.

    Jonás le contó lo que había visto del otro lado de la comunidad a Damien y a Román. Les pidió a ambos que no dijeran nada a nadie, ni siquiera a los de su grupo, ya que quería ser él quien lo dijera. Ambos hombres quedaron muy sorprendidos por lo que escucharon y no podían creer que Víctor fuera capaz de hacer algo así.

    En la jornada de trabajo, todos los demás observaban a Jonás, Robert, Damien, Román y Romina algo preocupados y sospechaban que algo estaba pasando.

    — Ayer estaban hablando los tres juntos a solas — le comentaba Clara a Lucas — Y hoy están pálidos. Algo no debe andar bien.

    — Creo que tienes razón — le contestó Lucas a su novia — Estoy seguro de que debe haber algún motivo.

    — ¿Crees que esté pasando algo malo? — preguntaba Jennifer.

    — Estoy seguro que sí — respondió Ariel — O está pasando, o pasó, o va a pasar. Sea lo que sea, es preocupante.

    Cuando llegó la hora de almorzar, Jonás se encargó de reunir a todos los miembros de su grupo. Él estaba sentado en la mesa junto a Robert, Román, Romina, Damien, Ariel, Jennifer, Lucas, Clara, Hernán, Melanny, Wendy, Luciano y Sandra.

    — ¿Qué sucede? — preguntó Hernán — No tienes la misma cara de siempre. Parece que hubieras visto un fantasma.

    — No puedo explicarlo ahora — respondió Jonás — Pero voy a tener que pedirles que hagan dos cosas. La primera es que esta noche vengan a mi casa. Y la segunda, eviten a Víctor y a Patrick lo más que puedan. Si no los llaman, no se acerquen a ellos. Lo explicaré todo esta noche, pero es esencial que hagan lo que les digo.

    — Lo que Jonás dice es verdad — agregó Robert — Víctor es un tipo muy peligroso.

    — Cuando reanudemos el trabajo simplemente finjan que no pasó nada — dijo Jonás — No podemos levantar sospechas.

    El grupo estaba totalmente confundido acerca de lo que Jonás les había dicho, pero todos confiaban en él. Él los mantuvo a casi todos a salvo ahí afuera, y sabían que si él estaba preocupado por algo, es porque se trataba de algo serio.

    Cuando se reanudó el trabajo el grupo hizo como si nada. No hablaban entre ellos y trataban de mostrar la mejor cara que les era posible. Finalmente terminó el trabajo y se les dio el resto de la tarde libre a todos.

    Cada uno se iba a sus respectivas casas a prepararse para la charla de esta noche. Robert fue con Hernán, Melanny y Wendy a la casa donde vivían los cuatro.

    — Escuchen — advertía el ex convicto — No salgan de aquí hasta que no venga a buscarlos para la reunión.

    — ¿Tú que harás? — preguntó Melanny.

    — Voy a estar afuera — respondió Robert — Jonás me necesita.

    — Ten cuidado — decía la pequeña Wendy a su amigo.

    — Lo tendré — respondió Robert.

    En la casa de Jennifer, Ariel y Lucas, los tres jóvenes estaban pensando en lo que Jonás les había dicho durante el almuerzo.

    — Me pregunto a qué habrán referido cuando dijeron que Víctor era peligroso — contaba Ariel.

    — Estoy empezando a pensar que fue una mala idea venir aquí — respondió Jennifer.

    — Será mejor que vaya a buscarlos — respondió Ariel — Lucas, ¿me acompañas?

    — No, Clara fue a pedirle permiso a su padre para que la deje ir a la reunión de la noche — respondió Lucas — Me quedaré aquí a esperarla.

    — Yo te acompañaré — respondió Jennifer.

    — De acuerdo, vamos — respondió Ariel.

    Damien tenía que salir de su casa, dado a que tenía que preguntarle a Rodrigo e Ignatius sobre su próximo turno de guardia. Jonás decidió ir a acompañarlo. Román, Cóndor y Romina se quedarían en la casa esperándolos tanto a ellos como a los demás.

    Los dos hombres estaban de camino a la casa de Ignatius y Rodrigo cuando se encontraron con Víctor y Patrick, quienes también se estaban dirigiendo allí.

    — ¿Cómo están? — preguntaba Víctor — ¿Disfrutan el haber vuelto a compartir casas con sus amigos?

    — Claro que lo hacemos — respondía Jonás intentando hacer como si no supiera nada.

    — ¿Qué están haciendo aquí? — preguntó Patrick pensando que pasaba algo.

    — Vine a hablar con Rodrigo e Ignatius acerca de los próximos turnos de guardia — respondió Damien — ¿Ustedes que hacen?

    — Vine a asignarles a Rodrigo e Ignatius sus próximos turnos de guardia — respondió Víctor — Si quieres puedes entrar.

    — Seguro — respondió Damien.

    — Yo voy a ir a dar un paseo — respondió Jonás alejándose de los hombres — Te veré en la cena, Damien.

    — Asegúrate de que Román no se coma mi porción — decía Damien en un tono risueño.

    Jonás evitó entrar en la reunión de los turnos de guardia sabiendo que podrían tardarse mucho tiempo en discutir ese asunto y él tendría que estar en la noche para explicarles lo que vio a su grupo. Decidió ir a dar una caminata por el lugar y ver los puntos fuertes y débiles de la comunidad.

    Ariel y Jennifer caminaban cuando vieron que un hombre de la comunidad estaba intentando mover un mueble de su casa. El hombre no podía hacerlo sin ayuda, así que se la pidió a Ariel. El chico decidió darle una mano con eso al hombre.

    — ¿Qué piensas hacer con esto? — preguntó Ariel.

    — No tiene ningún uso en mi casa, y serviría mucho para trabajar fortificando las cercas de la zona no residencial — respondió el hombre de forma amable — Ayúdame a llevarlo hasta allá.

    Ariel y el hombre se fueron cargando el mueble, el cual era de tamaño mediano pero realmente era pesado. Jennifer decidió quedarse y esperar a Ariel en ese mismo lugar.

    Unos segundos después de que Ariel se fue, Esteban apareció desde atrás de una de las casas para hablar con Jennifer.

    — Hola, Jennifer — dijo Esteban algo serio.

    — Hola — respondió la chica — ¿Qué estás haciendo?

    — Estaba paseando por la comunidad hasta que te encontré — decía Esteban — Quería hablar contigo. Tú amigo Jonás tenía una mala pinta en el almuerzo. ¿Se siente bien? ¿Pasa algo malo?

    — No, solamente está preocupado por Cóndor — respondió Jennifer inventando una excusa — No ha estado comiendo últimamente, y como no hay veterinario no sabe qué hacer.

    — Eso no es muy bueno — respondía Esteban algo desinteresado por la respuesta de Jennifer.

    — ¿Y a ti? ¿Te pasa algo malo? — preguntó Jennifer.

    — De hecho, sí — respondió Esteban — Me siento muy solo. En esta comunidad todos son mis compañeros durante el día. Pero la noche se hace eterna estando solo. ¿Te gustaría pasar la noche conmigo?

    — Lo siento, pero no — respondió Jennifer — Esta noche estaré ocupada.

    — ¡Ayer me dijiste exactamente lo mismo! — gritaba Esteban — ¡¿Qué es lo que te mantiene ocupada durante la noche?! ¡¿Es ese tonto de Ariel?!

    Luego de levantar la voz, Esteban empezó a tomar a Jennifer del brazo con fuerza.

    — ¡¿Por qué todas las chicas lindas siempre me rechazan por alguien más?! —preguntaba Esteban tomando a Jennifer de ambos brazos.

    — ¡Suéltame! — gritó Jennifer intentando soltarse de Esteban.

    — ¡Ni loco! — gritaba el chico — ¡No me volverán a rechazar!

    Esteban intentaba retener a Jennifer mientras ella intentaba soltarse. En ese momento, recibió un golpe en la nuca.

    — ¿Qué crees que haces? — preguntó Ariel apareciendo desde atrás de ambos.

    — Esto no es asunto tuyo — dijo Esteban — Ella es mía.

    Esteban le dio un puñetazo a Ariel. El chico decidió responderle dándole una patada en la pierna al agresor, que dio un grito de dolor leve. Ambos se tomaron y empezaron a intercambiar golpes e insultos. Varias personas vieron la escena y se acercaron para ver con más detalle.

    Jonás y Robert, que estaban cerca del lugar decidieron intervenir. Jonás tomó a Ariel de los brazos mientras que Robert tomó a Esteban. Tras un par de forcejeos consiguieron separarlos. Ariel se tranquilizó un poco, pero Esteban seguía algo alterado. Intentaba soltarse sin éxito mientras el convicto lo retenía. Varios insultos nuevos empezaban a llegar junto con más espectadores.

    — ¡¿Qué carajo crees que le haces a mi hijo?! — preguntó Carlos viendo que Robert lo estaba reteniendo — ¡Suéltalo ahora!

    — Tu hijo atacó a mis amigos — respondió Robert tratando de calmar a Carlos.

    — ¡Eso no tiene nada que ver contigo! — gritaba Carlos como loco — ¡Quita tus manos negras de mi hijo!

    — ¿Qué dijiste? — decía Robert algo enojado.

    Robert arrojó a Esteban al piso y se paró frente a Carlos en forma desafiante.

    — Lo que escuchaste — respondió Carlos — Que quitaras tus negras manos de mi hijo.

    — Ahora ya sé de dónde sacó su carácter de mierda — respondió Robert muy enojado por los comentarios de Carlos.

    — Me gustaría decir lo mismo de tu color de piel, pero no es ningún misterio de donde lo has sacado — contestaba Carlos poniéndose agresivo.

    — ¿Así es como le hablas a los niños a los que les enseñas? — preguntó Robert.

    — Voy a enseñarles a que prohíban que la gente de tu clase entre aquí — dijo Carlos golpeando a Robert en la cara.

    El ex convicto recibió el golpe pero no le dolió mucho. Estaba harto de la forma en la que Carlos lo atacaba y le devolvió un puñetazo.

    De pronto inició una nueva pelea con nuevos peleadores. Nadie se animaba a interferir esta vez.

    Jonás no quería provocar un enfrentamiento mayor, así que intentó detener a Robert hablando.

    — ¡Robert, no vale la pena, déjalo! — gritó Jonás.

    Pero Robert no escuchaba las palabras de su amigo y simplemente se dedicaba a seguir la pelea en contra de su rival. Tanto él como Carlos se atacaban mutuamente y no dejaban de intercambiar golpes. Víctor llegó al lugar acompañado de Patrick y Damien.

    — ¡¿Qué mierda significa esto?! — gritó Víctor.

    El líder esperó que los hombres cesaran el combate para escucharlo, pero no estaba ocurriendo como él pensó.

    — ¡Patrick, detenlos! — ordenó Víctor con un grito muy fuerte.

    El hermano del líder se metió en el medio de los dos hombres. Le dio a Carlos un puñetazo en el estómago y luego otro golpe en la cabeza que lo noqueó. A Robert le dio un rodillazo en el estómago, que provocó que cayera de rodillas al suelo. Una vez en el suelo, le dio un codazo en la nuca que terminó derribando a Robert y dejándolo inconsciente.

    Todos estaban impresionados por la fuerza de Patrick. Jonás, Jennifer y Ariel se sintieron mal al ver que su amigo fue golpeado de esa forma.

    — Que alguien me explique qué pasó aquí — dijo Víctor.

    — ¡Ariel me atacó! — gritó Esteban hablando al líder antes de que alguien más pudiera hablar.

    — ¡Es mentira! — respondió el chico a gritos — ¡Tú atacaste a Jennifer!

    — ¡Es cierto! — gritó la chica apoyando a su novio — ¡El me atacó y Ariel solo me defendía!

    — Voy a tener que discutir esto con ustedes en mi oficina — decía Víctor — Ahora.

    — ¿Qué quieres que haga con estos dos? — preguntó Patrick mientras los tomaba del cuello de sus camperas.

    — Llévalos a la zona no residencial y enciérralos en edificios distintos — contestó Víctor — Quítales algo de ropa para que se mueran de frío. Les enseñará a no causar problemas.

    Patrick obedeció la orden de su hermano y se llevó a Carlos y a Robert totalmente inconscientes a la zona no residencial. Víctor se fue a su oficina acompañado de Ariel, Jennifer y Esteban. Iba a investigar bien que era lo que había pasado. El resto de la gente simplemente se retiró del lugar, dejando solos a Damien y a Jonás.

    — ¿Cuándo tienes tu próximo turno de guardia? — preguntó Jonás.

    — Durante los próximos dos días haré guardia en el muro durante las jornadas laborales — respondió Damien — Al tercer día me toca el turno nocturno.

    — Eso quiere decir que si vamos a escapar de aquí, lo tendremos que hacer en tres días — dijo Jonás — Con lo que pasó recién no podemos quedarnos más tiempo aquí dentro.

    — ¿Tienes un plan? — preguntó Damien.

    — Lo tendré para esta noche — respondió Jonás.

    Al momento en el que llegó la noche, Jonás, Damien, Román, Romina, Hernán, Melanny, Wendy, Lucas, Clara, Luciano y Sandra estaban reunidos en la casa de Román. Sin embargo, a algunos de ellos les pareció raro que faltara gente.

    — ¿Dónde está Robert? — preguntó Wendy después de que veía que su amigo no estaba.

    — Víctor se lo llevó — contestó Jonás — Hubo un problema entre él y Carlos. Víctor los encerró en la zona no residencial.

    — ¿Y dónde está la otra pareja? — preguntó Román — Los chicos.

    — Víctor se los llevó para hablar con ellos hace unas horas — contestó Jonás — No tengo idea de que pasó con ellos.

    — Empezaremos sin ellos — contestó Damien — Robert ya lo sabe de todas formas, y Lucas seguro les podrá decir todo a Ariel y Jennifer mañana.

    — ¿Qué es lo que está pasando? — preguntó Sandra.

    — Lo que está pasando es que tenemos que salir de aquí — dijo Jonás — Ayer, Damien vio un edificio en construcción cuando estaba de guardia. Durante la noche, Robert y yo salimos de la comunidad para echar un vistazo. Dentro de ese edificio tienen encadenado a un hombre, Darío.

    — ¿No nos dijo Víctor que Darío había muerto? — preguntó Hernán.

    — Nos mintió — respondió Jonás — Víctor lo apresó a él y a todos los que lo apoyaban en ese lugar. Ahí los tortura física y psicológicamente para someterlos. Todas las personas que hemos visto aquí dentro que no levantan la cabeza ni nos hablan, son personas a las que Víctor consiguió someter.

    — Dios — decía Lucas — ¿Y qué es lo que vamos a hacer?

    — No podemos quedarnos aquí — respondió Jonás — Víctor es muy peligroso. Podría poner a cualquiera de nosotros en ese lugar. Es posible que Robert pueda ser llevado ahí.

    — ¿Y qué haremos? — preguntó Luciano — Ellos no nos van a dejar escapar de aquí. Y menos ahora que conocemos su secreto.

    — Tenemos que escapar de aquí — decía Jonás — No estamos a salvo con un hombre como Víctor manejando las cosas.

    — Pero si nos atrapa, nos va a poner en ese lugar — decía Clara — Es muy peligroso escapar.

    — De la misma forma en que es peligroso quedarse — respondió Romina.

    — Voy a pensar un plan de escape — decía Jonás — En tres días, Damien tendrá otro turno de guardia. Escaparemos durante su turno. Pero no va a ser tan sencillo. Necesito saber quiénes están conmigo.

    — Yo no pienso quedarme aquí — decía Román — No encuentro ninguna diferencia entre Víctor y los hombres que saqueaban las granjas.

    — Yo también me voy — dijo Damien — Yo soy uno de los que corre más peligro trabajando como guardia.

    — Yo iré con Jonás — agregó Romina — Si Víctor nos mintió sobre este lugar, puede mentir sobre más cosas también.

    — Yo también me iré — contestó Lucas — Prefiero estar ahí afuera donde no hay nadie que pueda encadenarme.

    — Jonás, mi esposa y yo no nos vamos — decía Luciano — Aunque no es mucha la diferencia, nosotros somos mayores que ustedes. No estamos preparados para un escape. Seríamos capturados nada más al salir.

    — Descuiden, no le diremos nada a nadie — dijo Sandra — Pero nosotros casi nunca hablamos con Víctor. Mientras nos mantengamos lejos de él, no nos pasará nada.

    — Mi familia y yo también nos quedamos — dijo Hernán.

    — ¿Estás loco? — preguntó Lucas — Víctor es un psicópata.

    — Pero este lugar es seguro — contestó Hernán — Mi hija y mi esposa están a salvo aquí. Es como dice Luciano, si nos alejamos de Víctor él no nos hará nada. Pero si escapamos, nos perseguirá y nos pondrá en ese lugar. Y no puedo dejar que eso pase.

    — No te obligaré a irte — decía Jonás — Pero quiero que lo pienses bien. En tres días nos iremos, y no podremos volver. Si te arrepientes, ya no podremos hacer nada para ayudarte.

    — Si tuvieras una hija pequeña lo entenderías — dijo Hernán — Creo que es menos peligroso evitar a Víctor que escapar de él.

    — Muy bien — decía Jonás poniéndose de pie — Luciano, Sandra, Hernán, Melanny y Wendy se quedan. El resto de nosotros nos vamos. Robert ya dijo que vendría. Solo nos quedaría preguntarle a Ariel y Jennifer.

    — ¿Qué es lo que vamos a hacer ahora? — preguntó Román.

    — No le digan nada a nadie al respecto — contestó Jonás — Y todos los que aceptaron irse, vengan mañana a esta misma casa y a la misma hora de hoy. Empezaremos a planear nuestro plan.
     
    Última edición: 8 Julio 2016
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    Piscis
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    Día 62:

    Era la madrugada. En la casa de Hernán, Wendy, la inocente niña no podía dormir pensando en lo que Jonás había dicho acerca de Víctor, y no podía evitar pensar en que su amigo Robert podría estar pasando por esa situación. Ella se levantó de su cama y fue a la habitación de sus padres. Se metió entre ellos y se acomodó para dormir. Sus movimientos despertaron a Melanny.

    — Amor — decía Melanny a su hija — ¿Qué estás haciendo?

    — No puedo dormir — respondió la niña — Tengo miedo de que Víctor le haga algo a Robert.

    — Estoy segura de que él estará bien — respondió Melanny.

    — ¿Y si no lo está? — preguntó Wendy.

    — Robert es nuestro amigo — respondió Melanny — Si él está en problemas, nosotros le ayudaremos. Así es como llegamos muy lejos, y así es la única forma en que seguiremos viviendo.

    — Pero nosotros nos quedaremos aquí — decía Wendy — Y Robert se irá. Deberíamos irnos también.

    — Escucha, hija — contestó Melanny — Hay veces en las que no siempre podemos hacer lo que queremos. Tu padre y yo hemos decidido no salir de aquí por tu bien. Y el grupo sabe que si nosotros vamos con ellos, solo complicaríamos las cosas. Lo mejor para todos es que nos quedemos. Ahora, ve a dormir.

    — Está bien — respondió la niña muy desanimada por la respuesta de su madre.

    En la casa de Jonás, Romina también estaba con algunos problemas para dormir. Ella no podía dejar de pensar en lo que Víctor hacía, en el escape y en Bahía Luminosa. Jonás, quien estaba durmiendo al lado de ella, despertó con ganas de tomar algo, ya que sentía la garganta algo seca.

    Romina aprovechó para hablar con él.

    — Jonás, ¿estás seguro de que estaremos a salvo en Bahía Luminosa? — preguntaba Romina hablándole de repente — ¿No sería mejor no dirigirnos hacia allá e intentar sobrevivir por nuestra cuenta?

    — Bahía Luminosa es una ciudad con militares preparada para casos como esta — le contestó Jonás algo cansado — Será un lugar seguro. Además, mi grupo y yo hemos estado en una mansión antes. Funcionaba los primeros días, pero cuando la electricidad se fue, ya no nos sirvió. En una comunidad con más gente nos será más fácil encontrar suministros.

    — Está bien, entonces — respondió Romina algo nerviosa — No sé qué tan lejos estará de aquí, pero quiero que me prometas que no me abandonarás. Que no te separarás de mí, ni antes de llegar allá ni después de llegar.

    — No lo haré — respondió Jonás — Te prometo estar contigo todo el camino desde aquí hasta allá.

    Cuando era de día, Víctor les pidió a todos que se reunieran en frente de su casa para dar un aviso. Toda la gente estaba algo sorprendida por lo que Víctor les había dicho, dado a que los avisos se daban casi siempre en la entrada de la zona no residencial.

    Víctor le dijo a toda su gente que la jornada laboral estaba suspendida y que todos tendrían el día libre. Aparentemente, él y Patrick, junto a varios de sus hombres iban a hacer unos arreglos en el lugar y no podrían hacerlos con la gente trabajando. De esa forma, todos se fueron de regreso a sus casas.

    Patrick tomó las llaves, abrió la puerta de la zona y liberó a Robert y a Carlos, que estaban encerrados cada uno en un edificio distinto. Los tomó de sus ropas como el día anterior y los llevó con Víctor, que estaba esperando en la puerta.

    — Escuchen, no quiero que vuelvan a causar problemas — dijo el líder del lugar — Que lo de ayer no se repita, o de lo contrario haré que las cosas sean difíciles para ustedes. ¿Entendido?

    Ninguno de los hombres dijo una palabra. Simplemente asintieron con la cabeza ante las palabras de Víctor. Patrick los sacó a ambos de la zona y luego, cerró la puerta para que los hombres pudieran trabajar.

    Robert decidió irse dado a que comprendía el verdadero significado de la advertencia de Víctor. Carlos, que aparentemente no sabía nada sobre el tema, decidió seguirlo.

    — ¡Hey, nosotros no hemos terminado aún con lo nuestro! — gritaba Carlos — ¡Ven aquí para que pueda darte una paliza!

    — ¡Nuestra pelea terminó! — le respondió Robert a los gritos — ¡Ya escuchaste a Víctor, tienes que portarte bien!

    Robert se alejó del lugar y dejó a Carlos solo. El hombre que manejaba la guardería estaba muy furioso por la forma en la que Robert había tratado a su hijo ayer, y estaba claro que no dejaría las cosas así nada más.

    En la casa de los chicos, Lucas estaba hablando con Ariel y Jennifer. Dado a que la pareja estuvo ausente en la reunión de ayer, era el deber de Lucas hablar con ellos. Ariel y Jennifer no podían creer lo que estaban escuchando. Habían entrado a un lugar muy peligroso y sin tener ninguna idea al respecto.

    — Ya veo porque le pusieron “Punto sin retorno” — decía Ariel muy preocupado — ¿Qué es lo que vamos a hacer?

    — Jonás va a pensar un plan de escape — respondió Lucas — Pero antes tiene que saber si ustedes dos vendrán con nosotros o no.

    — Pues claramente nos vamos — decía Jennifer — Es muy peligroso quedarse. ¿Quién nos acompañará?

    — Nosotros dos, Jonás, Román, Damien, Robert, Romina y Cóndor — contestó Lucas — Luciano, Sandra, Hernán y su familia no vendrán.

    — ¿Se van a quedar aquí? — preguntaba Ariel sin poder creerlo — ¿Con este psicópata?

    — Yo creo que es mejor — decía Lucas — Habrá menos gente por la cual preocuparse.

    Los tres chicos continuaron con su charla.

    En casa de Jonás, este, su primo, Romina y Robert estaban hablando sobre Patrick y Víctor.

    — Sabía que Patrick sería un tipo difícil de vencer — decía Robert — Logró noquearme con solo dos golpes.

    — Al menos no te llevaron afuera — contestó Román — Eso habría sido peor.

    — ¿Víctor te dijo algo sobre lo ocurrido? — preguntó Jonás.

    — Nos dijo a mí y a Carlos que no volvamos a iniciar una pelea así o las cosas serían peores para nosotros — respondió Robert.

    — Lo que él no sabe es que sabemos lo que eso significa — decía Romina — Ahora que estamos con esta situación del escape deberías tener cuidado de no meterte en problemas.

    — Ella tiene razón — decía Jonás — Si Víctor te pone ahí afuera tendremos a un hombre menos para el plan, y a otro más a quien salvar.

    — Me alejaré de Carlos — contestó Robert — Lo prometo. No haré nada que comprometa nuestro escape.

    — Eso es bueno — contestó Román — Aunque me siento mal por Luciano y Sandra. Ellos me ayudaron mucho ahí afuera, y ahora los estamos dejando.

    — Ellos tomaron su decisión — contestó Jonás — No puedes obligarlos a irse si no quieren.

    — Esta noche tenemos que armar el plan — decía Robert — Y cuando lo pongamos en marcha tiene que funcionar.

    La hora se pasaba y todo el mundo disfrutaba del día libre que habían tenido. Aunque hubo varios que sospechaban que algo podía estar pasando, pero no le daban mucha importancia.

    Se podía escuchar los gruñidos de varios zombis acercándose a la zona no residencial, y los disparos de los hombres de Víctor en contra de ellos. Melanny estaba en la casa sola con Wendy. Wendy encontró un cuaderno y unos lápices de colores y estaba coloreando tranquilamente. En ese momento, alguien golpeó la puerta de la casa.

    Melanny se levantó de la mesa para ir a abrirla. Al abrir pudo ver a Carlos del otro lado, el cual estaba algo enojado todavía.

    — Robert vive aquí, ¿cierto? — preguntó Carlos — ¿Dónde está? Tengo algo que hablar con él.

    — Él no está aquí ahora — respondió Melanny — Vete por favor.

    — No te pregunté si Robert estaba aquí, te pregunté dónde estaba — decía Carlos empezando a alterarse — Tú lo sabes y quiero que me lo digas.

    — No sé dónde está — respondía Melanny — Te dije que te fueras.

    Melanny intentó cerrarle la puerta en la cara a Carlos, pero este metió el brazo y logró frenarla.

    — ¡Quiero a Robert! — empezaba a gritar Carlos — ¡Dime donde está, tú lo sabes bien!

    — ¡No lo sé! — respondió Melanny.

    — Sí que lo sabes — decía Carlos entrando a la casa — Voy a tener que obligarte a que me lo digas — Carlos se estaba acercando a Wendy — Dime donde está o lastimaré a la niña.

    Melanny estaba algo preocupada por la seguridad de su hija.

    — Escucha, Wendy ha demostrado ser muy buena trabajando — decía Melanny algo preocupada — ¿En serio vas a lastimarla solo por una simple pelea?

    — ¡No es una simple pelea! — gritaba Carlos totalmente irritado — ¡Un negro me atacó y merece que lo maten! ¡Dime donde está o mataré a tu hija también!

    Carlos tomó a Wendy del cabello y empezó a tironearla. Melanny no dudó un solo segundo y fue encima de Carlos. Sabiendo que no podría derrotarlo, se tiró encima de él haciendo que se caiga al piso y que suelte a Wendy.

    — ¡Hija, ve a buscar ayuda! — decía Melanny mientras clavaba sus dedos en los ojos de Carlos, que empezaba a gritar de dolor.

    — ¡Ahh! — gritaba Carlos tirándole golpes al azar a Melanny — ¡Suéltame!

    Uno de los golpes de Carlos hizo que Melanny lo soltara y lo tirara al piso. Ahora, Carlos se subió encima de ella y empezaba a golpearla en la cabeza. Wendy no se había movido. Estaba parada ahí sin hacer nada.

    — ¡Mamá! — gritaba Wendy muy asustada viendo como Carlos atacaba a su madre.

    — ¡Ve a buscar ayuda! — gritaba Melanny mientras recibía una paliza de Carlos.

    — Podrías haber evitado esto si me hubieras dicho dónde estaba Robert — decía Carlos — Ahora es tarde. Te mataré junto con ese negro.

    En menos de un instante, luego de que Carlso dijera eso, Patrick entró en la casa de repente y le dio una patada en la nuca al hombre que manejaba la guardería. Luego de eso, lo levantó y empezó a golpearlo en contra de la pared. Víctor entró a la casa acompañado de Rodrigo y de otros dos hombres.

    Patrick arrastró a Carlos hasta la entrada de la casa y lo tiró afuera, llamando la atención de varios de los que estaban allí.

    — ¿Te vas a quedar quieto? — preguntaba Patrick a su víctima — ¿O quieres que la paliza continúe? Porque puedo seguir así un largo rato.

    Carlos levantó la mirada y observó a Patrick mirándolo fijamente. Luego de eso, agachó la mirada sabiendo que se había metido en serios problemas.

    Hernán estaba regresando junto a Robert a la casa y no podía creer lo que pasó. Víctor salió de la casa junto a Melanny, que tenía la cara con moretones por los golpes.

    — ¿Estás bien? — preguntó Hernán a su esposa — ¿Qué pasó?

    — Carlos intentó atacar a Wendy — hablaba Melanny con dificultad por el dolor.

    — ¡¿Qué?! — preguntaron Hernán y Robert al mismo tiempo.

    — ¡¿Quisiste atacar a mi hija?! — gritaba Hernán acercándose a Carlos.

    Patrick lo detuvo poniendo su mano en el hombro.

    — Víctor decidirá qué hacer con él — decía Patrick.

    — Llama a todos en la comunidad y reúnelos en este mismo lugar — decía Víctor acercándose a Carlos y torciéndole el brazo.

    Patrick, Rodrigo, y el resto de los hombres se encargaron de seguir las órdenes de su líder, y en menos de diez minutos, habían pasado por todas las casas y habían reunido a todas las personas en el lugar donde pasaron los hechos.

    Esteban estaba algo preocupado por ver a su papá muy golpeado.

    — ¿Qué pasó? – preguntaba Esteban — ¿Quién hizo esto?

    — Patrick lo hizo, pero fue tu padre quien se lo buscó — contestó Víctor.

    — ¿A qué te refieres? — volvió a preguntar Esteban.

    — Tu padre se ha mostrado violento con la gente de aquí, dos veces consecutivas en menos de una semana — respondió Víctor — Merece ser castigado.

    Cuando Jonás, Robert, Damien y el resto del grupo escucharon esas palabras asumieron que Víctor llevaría a Carlos al mismo edificio donde estaba Darío, pero se llevarían una sorpresa.

    Víctor pisó la cabeza de Carlos y la estampó en contra del suelo. El hombre de la guardería gritaba de dolor por el daño que estaba recibiendo. Todos miraban esa escena con asombro y miedo, excepto por Robert, Hernán, y Melanny. A ellos les parecía justo el castigo que estaba recibiendo Carlos.

    — Hemos tenido problemas en el pasado — decía Víctor hablando fuerte para que todos lo escuchen — No quiero que los problemas sigan pasando en mi comunidad. Los traje aquí porque quiero que Carlos sea un ejemplo.

    Víctor tomó una pistola y le disparó a Carlos en la cabeza en frente de todos. Varios se horrorizaron, principalmente Esteban, quien tuvo que ver morir a su padre de forma repentina en frente de él sin poder hacer nada para evitarlo. Todos los miembros del grupo estaban sorprendidos con la forma en la que Víctor actuó, dado a que habían pensado que lo iba a enviar al edificio que estaba en el exterior. Luego de eso, Víctor les ordenó a todos que se retiraran a sus casas y pensaran en lo que acababan de ver.

    Aprovechando que estaban todos juntos, Jonás decidió pedirles a todos que se dirigieran a su casa para comenzar a planear el escape de la comunidad.

    Todos iban a ir, exceptuando a Luciano, Sandra, Hernán, Melanny, y Wendy, que ya tenían decidido no escapar de la comunidad.

    Clara se acercó a Lucas porque tenía que decirle algo.

    — Escucha, Lucas — decía la novia del chico — Mi padre quiere que me quede con él esta noche. No podré ir a la reunión, pero quiero que mañana, mientras estemos trabajando me cuentes lo que pasó.

    — De acuerdo — respondió Lucas — Te lo contaré.

    Ambos chicos se despidieron con un beso y se fueron cada uno por su lado.

    Jonás había reunido a todos en su casa. Ariel y Jennifer estaban con ellos, lo cual le dio a entender que ambos chicos habían tomado la decisión de irse.

    — ¿Tienes un plan? — preguntó Ariel.

    — He pensado en uno muy bueno — respondió Jonás — Nuestro escape será pasado mañana, en la noche durante el turno de Damien. ¿Sabes con quien estarás de guardia esa noche?

    — Solamente será Ignatius — respondió Damien.

    — Eso facilita las cosas — respondía Jonás — Ignatius toma dos pausas durante su guardia para ir al baño. Escaparemos durante la primera.

    — ¿Cómo lo haremos? — preguntó Román.

    — Todos nosotros, exceptuando a Damien, estaremos escondidos detrás de una de las primeras casas — decía Jonás — Romina vivía ahí. Podemos decirle a Víctor que ella ha decidido regresar a su vieja casa porque no estamos teniendo suficiente espacio aquí. Así no sospechará.

    — ¿Y de qué servirá eso? — preguntó Lucas.

    — Cuando Ignatius pase por al lado de la casa, lo atacaremos y lo dejaremos inconsciente — respondió Jonás — Lo meteremos en la casa de Romina y lo dejaremos ahí. Damien aprovechará y se irá a buscar nuestras armas. Cuando el regrese, todos tomaremos una, iremos a liberar a Darío y después nos marchamos.

    — ¿Por qué no vamos todos en busca de las armas? — preguntó Jennifer.

    — Si vamos todos, e Ignatius despierta mientras no estamos, le dirá a Víctor que escapamos— respondió Jonás — Víctor y su gente podrían empezar a perseguirnos y es probable que nos cueste trabajo llegar hacia las armas si es que hay varios zombis afuera. Le sería muy difícil a Damien defendernos a todos juntos usando solo su arma que le dan para el turno de guardia, además si son demasiados zombis, no llegaremos muy lejos sin que nos maten o sin que nos capturen. Y si Víctor nos captura, se terminó.

    — Es un buen plan — contestó Robert — Saldremos de aquí sin que Víctor se dé cuenta, y con la camioneta, podríamos alejarnos lo más que podamos antes de que ellos se den cuenta de que no estamos.

    — Si el plan sale bien, ellos no nos van a perseguir — decía Romina — Si se van demasiado lejos, su comunidad quedaría desprotegida. No se arriesgarán a perderla solo por unas cuantas personas.

    — Es un plan perfecto — decía Román — Nada puede salir mal.

    — Solamente traten de evitar a Víctor y a Patrick lo más que puedan — advertía Jonás — Si alguno de ustedes es llevado ahí afuera, eso nos dejaría con un hombre menos para escapar y alguien más a quien salvar.

    En ese momento, se escuchó como alguien golpeaba la puerta. Jonás le pidió a Romina que fuera a buscar un mazo de cartas y lo desparramara por la mesa, para que, en caso de que fuera Víctor quien tocaba, podrían engañarlo. Romina le hizo caso a su novio y desparramó las cartas en la mesa. Jonás abrió la puerta y vio a Luciano y a Sandra detrás.

    — ¿Qué están haciendo aquí? — preguntó Ariel.

    — Hemos cambiado nuestra decisión — respondió Sandra.

    — Víctor es un tipo muy peligroso, y nos dimos cuenta después de lo que le hizo a Carlos — decía Luciano — No podemos quedarnos aquí con él al mando. Iremos con ustedes.
     
  4. Threadmarks: Día 63-64
     
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    Día tras día
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    Género:
    Horror
    Total de capítulos:
    47
     
    Palabras:
    2659
    Día 63:

    En la zona no residencial, todos se encontraban trabajando. Jonás, que no tuvo tiempo en la noche para explicar el plan de escape a Luciano y Sandra, se los estaba explicando durante el trabajo.

    Damien estaba haciendo guardia fuera de la comunidad junto a Rodrigo e Ignatius mientras varios hombres en el interior, entre ellos, Robert, Lucas y Patrick, estaban construyendo los muros y quitando las vallas.

    En la guardería, Víctor estaba hablando con todas las familias del lugar. Ahora que Carlos ya no estaba, alguien más debía ocuparse de eso.

    — A partir de hoy yo seré el encargado de manejar este lugar — decía Víctor — Hasta que encuentre a alguien más que pueda reemplazarme, me verán muy seguido por aquí. Quiero que me muestren que fue lo último que Carlos les enseñó.

    En los cultivos, Ariel y Jennifer estaban haciendo su trabajo junto a Romina y Román cuando Esteban se aproximó a ellos. Él quería hablar con los dos chicos.

    — ¿Qué quieres ahora, estúpido? — preguntó Ariel — ¿No causaste ya suficientes problemas?

    — ¿Yo? — preguntaba Esteban — Por culpa de ustedes dos mi padre está muerto.

    — ¿Qué culpa tenemos nosotros de que tú seas un idiota y tu padre un violento racista? — preguntó Jennifer.

    — No hables así de mi padre, solo yo puedo hablar de él — respondía Esteban algo enojado — Los voy a hacer pagar a ustedes dos por esto. Me quitaron la única familia que tenía aquí. Me dejaron solo. Ahora yo haré lo mismo con uno de ustedes.

    — Ya basta — decía Román metiéndose en el medio — Ni te conozco y ya estás empezando a molestarme. Será mejor que no intentes hacer nada que lamentarás, o Víctor va a hacer que termines como tu padre.

    — Víctor también me las va a pagar — respondió Esteban — Todos ustedes me las van a pagar.

    Esteban se retiró del lugar cuando Clara estaba llegando. Él la miró muy seriamente y se fue. A la chica le pareció raro verlo y decidió preguntar qué estaba pasando.

    — ¿Qué quería Esteban? — preguntó Clara.

    — Nos amenazó a Ariel y a mí — respondió Jennifer — Piensa que somos responsables de la muerte de su padre. Amenazó con lastimarnos a nosotros y a Víctor.

    — ¿Esteban? — preguntó Clara mientras se iba — Eso es algo nuevo. Será mejor que vaya a vigilarlo.

    Después de que Clara se fue, la charla entre los cuatro continuaba.

    — ¿Esa chica también viene con nosotros? — preguntó Romina.

    — No lo sé — respondió Ariel — No la vi en la reunión.

    — Sé que Lucas no se irá sin ella — respondió Jennifer — Realmente le debo mucho a Clara. Gracias a ella, Lucas me dejó tranquila.

    — Pero ahora es Esteban quien no se te quita de encima — respondió Román.

    — Me caería muy bien que Víctor lo pusiera en ese edificio de afuera — agregó Ariel — Así nos lo podríamos sacar de encima.

    — Pero eso podría complicar nuestro escape — contestó Romina — Ciertamente no nos vamos a llevar a Esteban con nosotros, y él podría alertar a los demás. La clave de nuestro plan está en el silencio.

    Entonces fue cuando sonaron varios disparos que provenían desde afuera. Damien, Ignatius y Rodrigo fueron atacados por un grupo de zombis. Los tres hombres tomaron sus armas y les disparaban a medida que se acercaban. Podían controlarlos al principio, pero pronto, el ruido empezó a atraer a más de ellos. Llegó un momento en el que los tres ya no los podían enfrentar a todos.

    — ¿Todo está bien allá afuera? — preguntó Patrick desde adentro.

    — ¡No! — respondía Rodrigo disparando las últimas balas que tenía — ¡Los zombis son demasiados y nos estamos quedando sin munición!

    — ¡Abran la puerta! — gritó Damien — ¡Vamos a morir si seguimos aquí afuera!

    Patrick le pidió ayuda a Robert, Alan, el otro Robert, que también estaba trabajando en la construcción y fue corriendo a advertirle a Víctor que debían abrir la puerta, dado a que sus hombres estaban en peligro afuera.

    Víctor reunió a un grupo de gente donde se incluían tanto hombres como mujeres y se fue hacia la entrada para abrirla.

    El resto de las personas continuaron sus trabajos algo preocupados por los que estaban afuera. El grupo solo se preocupaba por Damien.

    — Si Damien muere ahí afuera nuestro plan también lo hará — decía Román.

    — ¿Qué hay de Ignatius? — preguntó Jonás acercándose a sus amigos junto a Luciano y Sandra.

    — ¿Qué hay de él? — preguntó Luciano.

    — Se supone que escaparemos cuando se vaya al baño durante su guardia — decía Jonás — Si él no sobrevive, pondrán a otro guardia y habrá que cambiar el plan.

    — Si alguno de ellos muere, es posible que refuercen la seguridad — respondió Sandra — ¿No pensaron en eso?

    — Tiene razón — decía Ariel — Si meten a otro guardia más, el plan se va a la basura.

    Todos esperaban muy preocupados el regreso de sus compañeros. Afortunadamente, Víctor regresó con toda su gente, trayendo a Damien, Rodrigo e Ignatius sanos y salvos.

    Todos estaban aliviados de que Damien esté bien.

    — ¿Te encuentras bien, amigo? — preguntó Jonás.

    — Estoy bien — respondió Damien — No me pasó nada. No se preocupen, el plan seguirá en pie.

    — Víctor dijo que él y Patrick se encargarían de los zombis de afuera — respondió Robert — Las actividades del resto de la jornada se suspenden.

    Víctor hizo el anuncio oficial y todos se retiraron del lugar para irse a descansar. Jonás les dijo a todos en el grupo que aprovecharan esta oportunidad para descansar, dado a que mañana sería el día del escape y necesitaba que todos estuvieran al 100% para que todo saliera bien.

    Todos se fueron a sus casas y empezaron a juntar varias de las cosas que pudieran ser útiles en el viaje.

    — Lucas, ¿Dónde está Clara? — preguntó Jennifer al no ver a su amiga en la casa.

    — Está con su padre — decía Lucas — Él insiste en que pase la noche en su casa y que solo me vea durante el día.

    — Parece que quisiera a su padre más que a ti — respondió Ariel.

    — Cuando estemos ahí afuera ella estará siempre conmigo — contestó Lucas — Se va a sentir bien viajar con alguien que de verdad quiera estar contigo.

    — A no ser que alguien te quiera estrangular, ¿verdad? — preguntó Ariel.

    — Ya pasaron varias semanas desde eso — respondió Lucas algo enojado — No tienes por qué torturarme con eso. Yo ya lo hago cada día.

    Lucas se fue directamente a su habitación. Solo podía pensar en el día de mañana.

    — Escucha, Ariel — decía Jennifer — Esta será nuestra última noche aquí. Deberíamos aprovecharla. Pasarán algunos días hasta que lleguemos a Bahía Luminosa.

    — Estoy de acuerdo — respondió Ariel — ¿Qué estamos esperando?

    […]

    La noche era muy fría debido al invierno, y el ruido de los zombis forcejeando contra las cadenas del pequeño almacén era lo único que se escuchaba, además del viento.

    Repentinamente, la puerta se abrió. Darío se despertó algo sobresaltado y se llevó una sorpresa cuando vio a Víctor abriendo la puerta. Varios de los zombis se alteraron al escuchar el ruido y ver la luz que entraba de repente.

    — ¿Víctor? — preguntaba Darío algo confundido — ¿Qué estás haciendo?

    — Te traje un nuevo compañero — respondió el líder.

    Día 64:

    El día finalmente había llegado. El grupo iba a abandonar el punto sin retorno y continuar en su camino hasta Bahía Luminosa. Una vez que la jornada laboral terminó, Jonás y Robert estaban despidiéndose de Hernán, Melanny y Wendy.

    — ¿Están seguros de que no quieren venir con nosotros? — preguntaba Jonás — Aún están a tiempo.

    — Lo lamento, pero ya tomamos nuestra decisión — respondió Hernán.

    — Aquí estaremos a salvo — respondió Melanny — Evitaremos a Víctor lo más que podamos.

    — ¿Por qué los demás no vinieron a despedirse? — preguntó Hernán.

    — Llamaría mucho la atención y dijeron que las despedidas no les sientan nada bien — respondió Jonás.

    Llegó el momento para ellos de decir adiós.

    — Cuídense — decía Jonás mientras estrechaba la mano de Hernán — Los voy a extrañar.

    — Y nosotros a ti — respondía el mecánico saludando a su amigo — Gracias por todo lo que hiciste por nosotros. Mi familia y yo estamos vivos gracias a ti.

    — Jonás, quiero que cuides a Cóndor — decía Wendy abrazando a su amigo — Y gracias por todo. También te extrañaré a ti, Robert.

    — Yo también, Wendy — respondía el ex convicto — Lamento no poder cumplir mi promesa. Pero al menos tienes a tu padre y a tu madre que siempre te protegerán. Cuídate.

    — Tú también — respondía Wendy.

    Wendy le dio un abrazo a Robert. Los cinco estaban tristes por la separación, pero todos habían tomado su decisión.

    Una vez la despedida terminó, Jonás y Robert abandonaron la casa de la familia.

    — Va a ser difícil acostumbrarme a que ellos ya no estarán más con nosotros — decía Robert — Cuando perdimos a Kelly, Emmanuel y Gared también fue difícil, pero no estuvieron mucho tiempo con nosotros. Esta vez es diferente.

    — Al menos sabemos que estarán bien — respondió Jonás — Mientras Víctor no los descubra.

    La noche llegó y todo el grupo, excepto los que se quedaban atrás, se encontraba en casa de Jonás, puliendo los últimos detalles del plan.

    — ¿Dónde está Clara? — preguntó Robert — Pensé que ella vendría con nosotros.

    — Su padre no la deja salir de su casa — respondió Lucas — Pero le dije dónde debe encontrarse con nosotros. Una vez que se duerma su padre, ella vendrá.

    — Hora de los últimos detalles — empezó a hablar Jonás — Damien se quedará aquí esperando a que Ignatius venga a buscarlo. El resto de nosotros iremos a la casa de Romina, que es una de las que está más cerca de la puerta. Nos dividiremos en dos grupos. Unos estarán detrás de la casa de Romina y el resto estarán detrás de la casa de enfrente. Estaremos escondidos y cuando Ignatius pase cerca de nosotros, lo atacaremos y lo dejaremos inconsciente y lo tendremos junto a nosotros. Damien abrirá la puerta una vez que Ignatius ya no esté y se irá al túnel a buscar la camioneta con las armas. Cuando el regrese, meteremos a Ignatius en la casa de Romina y lo dejaremos ahí. Todos saldremos de la comunidad. Iremos al edificio y liberaremos a Darío. Una vez que él esté libre, nos iremos a Bahía Luminosa. Darío seguro conocerá el área mejor que nosotros y nos ayudará a que lleguemos más rápido. Cuando se den cuenta de que no estemos, estaremos muy lejos y sé que no se tomarán la molestia de perseguirnos.

    — Es perfecto — respondió Damien — Será mejor que vayan todos a sus posiciones. Ignatius vendrá a buscarme en unos diez minutos.

    Todo el grupo se levantó y fueron a tomar sus lugares.

    Al llegar, se dividieron en dos grupos. Jonás, Robert, Román, Cóndor y Lucas estarían de un lado, mientras que Ariel, Jennifer, Romina, Luciano y Sandra estarían del otro. A Romina le pareció raro que Jonás no la haya puesto en el mismo grupo que a él.

    — Jonás, ¿por qué no estoy en tu grupo? — preguntó Romina.

    — Te necesito a ti y a los demás para que vigilen mientras atacamos a Ignatius — respondió Jonás — Es posible que Víctor o Patrick se den una vuelta, o que el ruido atraiga a alguien más. Por eso nos dividí. Tú y los demás vigilaran el camino y las casas de alrededor.

    — Lo entiendo — respondió Romina — Pensé que algo malo pasaba.

    Romina besó a Jonás y se fue a tomar su posición. El beso distrajo un poco a Jonás, pero luego volvió a sus pensamientos.

    Mientras tanto, Damien estaba en la casa de Jonás, sentado afuera tomando una taza de café, cuando llegó Ignatius.

    — ¿Qué estás haciendo? — preguntó el guardia.

    — Estoy algo cansado — respondió Damien tomándose lo que quedaba de café — Perdí la costumbre de montar guardia por la noche y no quiero dormirme.

    — Vamos — respondió Ignatius.

    El grupo se puso muy contento cuando vieron como Damien e Ignatius tomaban sus posiciones. El plan estaba saliendo bien hasta ahora. Solo quedaba esperar.

    Había varios zombis deambulando cerca de la puerta, pero sin intención de atacar. Damien decidió dispararles para que de esa forma, el camino hacia la camioneta tenga menos obstáculos.

    — ¿Qué haces? — preguntó Ignatius algo sorprendido de ver que Damien estaba gastando balas.

    — Refinando mi puntería — contestó Damien — Nunca me habían acorralado unos zombis como ayer, y si pasó fue porque necesito mejorar.

    Luego de unos cuarenta minutos que parecieron ser cuatro horas para el grupo, Ignatius decidió que era el tiempo de ir al baño.

    — Tú vigila mientras voy a descargar el tanque — dijo Ignatius bajando del muro para irse al baño.

    Todo el grupo lo esperaba impaciente.

    — Ya viene — decía Robert.

    — Clara, ¿Dónde estás? — pensaba Lucas para sí mismo preocupándose de que su novia no pudiera salir de la casa de su padre antes de que sea la hora de que se vayan.

    — Prepárense — decía Jonás viendo como Ignatius se acercba.

    Los cuatro chicos y Cóndor se preparaban para atacar a Ignatius cuando él pasara cerca, pero algo raro pasó. Ignatius entró a la casa que estaba antes de la casa de Romina. Esto dejó a todos muy confusos. Se suponía que Ignatius siempre iba al baño a su casa, y ahora, había entrado en la casa de alguien más.

    — ¿Qué está haciendo? — preguntó Román hablando en voz baja.

    — Cuando salga lo atacaremos — respondió Jonás de la misma forma — No te preocupes, primo.

    Pasaban los segundos pero Ignatius no salía de la casa. Damien se volteó para ver si sus amigos ya se habían encargado de Ignatius. Cuando vio que no había señal de él, empezó a bajar del muro.

    — ¿Qué hace? — preguntó Lucas en voz baja.

    — Damien no vio que Ignatius entró en la casa — respondió Jonás algo nervioso — Habrá pensado que ya lo hemos atacado, y va a salir de la comunidad.

    — Hay que detenerlo — decía Robert.

    — ¿Cómo? — preguntó Román — Si salimos de aquí o si levantamos la voz seremos descubiertos.

    El grupo no fue capaz de pensar en algo a tiempo, y Damien terminó abriendo la puerta de la comunidad y saliendo para dirigirse a la camioneta.

    — ¿A dónde va? — preguntó Luciano — Ignatius aún no pasó por donde están ellos.

    — Algo anda mal — decía Jennifer.

    — Jonás…— pensaba Romina.

    En el otro lado del camino, la conversación seguía.

    — Cuando Ignatius vea que Damien no está sabrá que está pasando algo — decía Robert muy preocupado.

    — Cuando él salga nos echaremos encima de él antes de que pueda hacer algo — respondió Jonás.

    De repente, Cóndor empezaba a gruñir. Jonás pensó que Cóndor se iba a poner a ladrar, y si lo hacía, serían descubiertos, así que intentó tranquilizarlo acariciándolo, pero no se calmaba.

    Entonces, Lucas fue golpeado en la nuca con un arma y cayó al suelo emitiendo una queja por el golpe. Cuando todos los demás se dieron vuelta, vieron a Víctor, Patrick y Rodrigo detrás de ellos con sus armas. Un sonido de una puerta que se abría se escuchó y luego Alan apareció junto a Ignatius del otro lado. Ambos llevaban armas.

    — No sé por qué no me sorprende — decía Víctor apuntando su arma contra Jonás — ¿Sabes, Jonás? Cuando tú y tu grupo llegaron aquí supe que esto podría pasar, pero al hablar contigo llegué a la conclusión de que eras inteligente y que los convencerías de detenerse. Ahora veo que me equivoqué.

    — ¿Por qué las armas? — preguntó Jonás algo nervioso — Nosotros solo estábamos ayudando a Romina a cambiarse de casa. Dijo que no estaba cómoda en…

    — Por favor, Jonás, basta — lo interrumpía Patrick — Sabemos todo acerca de tu plan de escape. Puedes dejar de fingir.

    — ¿Escape? — preguntaba Robert tratando de hacerse el desentendido.

    — Así es — contestó Ignatius algo enojado — El escape que iban a realizar después de atacarme. No se hagan los tontos.

    — Como verás, Jonás, tu plan falló — decía Víctor — Pero intentaste escapar. Rompiste las reglas. Y solo hay algo que hacer cuando alguien las rompe.

    Víctor golpeó a Jonás con la culata de su arma, dejándolo inconsciente. Cóndor, Robert, Román, y Lucas, que aún estaban en el piso recibieron también un golpe cada uno.

    — Es hora de llevarlos afuera — decía Víctor — Tenemos que enseñarles a nuestros compañeros a entender mejor las reglas.
     
    Última edición: 13 Julio 2016
  5. Threadmarks: Día 65
     
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    Día tras día
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    47
     
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    2778
    Día 65:

    Medianoche… El otro grupo que se encontraba enfrente de la casa donde Víctor estaba reunido junto a toda su gente decidió asomarse despacio para ver si ya habían atacado a Ignatius. Lo que se terminaron llevando fue una gran sorpresa al ver como Víctor, Patrick, Rodrigo, Ignatius y Alan se llevaban a Jonás, Román, Robert, Lucas y Cóndor respectivamente.

    — ¿Qué fue lo que pasó? — preguntó Romina en voz baja para no delatar su posición.

    — Víctor nos descubrió — decía Luciano sin poder creer lo que estaba pasando.

    — ¿Qué haremos ahora? — preguntó Jennifer.

    — Tenemos que ayudarlos — decía Sandra — Nosotros somos cinco al igual que ellos, podríamos intentarlo.

    — Ellos tienen armas — respondió Ariel — Además creo que no se han dado cuenta de que nosotros estamos aquí.

    — ¿Por qué piensas eso? — preguntó Romina.

    — Si fuera así, nos habrían capturado a nosotros también — respondió Ariel — Tenemos una ventaja, ellos están pensando que nosotros no íbamos a escapar. No sospechan nada de nosotros. Tenemos que irnos de aquí, volver a nuestras casas para no levantar sospechas. Haremos otro plan y los rescataremos.

    — No podemos dejarlos con él — decía Romina — No podemos dejar a Jonás y a los demás con Víctor. No sabiendo lo que él les hará.

    — Pero ahora mismo no podemos hacer nada — respondió Jennifer — Si intentamos hacer algo, nos capturarán a nosotros también.

    — Ellos tienen razón — decía Luciano —Haremos otro plan y los vamos a sacar de ahí. Ahora estarán alerta y nos encontrarán.

    — Está bien — respondió Romina — Pero no podemos tardar mucho.

    — No lo haremos — decía Ariel tranquilizando a Romina — Será mejor que nos vayamos a nuestras casas, para no levantar sospechas.

    […]

    Jonás lentamente empezaba a abrir los ojos y a recuperar el conocimiento luego de haber sido derribado. Cuando recuperó el sentido, se veía encadenado de pies y manos a una silla, sintiendo como un zombi estaba soplándole la nuca con su aliento podrido.

    A su izquierda pudo ver a Román, Lucas, Robert y a su perro Cóndor encadenados, aunque Cóndor llevaba cadenas en las patas traseras y en el cuello, mientras que el resto estaba encadenado de la misma forma que él. A su derecha estaban Darío y Esteban. Detrás de él solamente podía ver a los zombis, apenas visibles por ser de madrugada, y enfrente estaba Víctor junto a Patrick y Rodrigo. Él era el último en despertar.

    — Ya era hora — decía Víctor burlándose de Jonás — Estuvimos esperando una hora, no pensé que te había golpeado tan fuerte.

    — Déjanos ir, Víctor — contestó Jonás algo enojado — No queremos estar en tu comunidad.

    — Lo siento, pero no puedo — respondió Víctor — Si los dejo ir, ustedes podrían regresar con más gente a atacarnos. Y la verdad es que no estoy de humor para eso. Ustedes saben que es lo que les voy a hacer aquí. Los voy a torturar tanto física como mentalmente hasta someterlos. Calmaré tu rebeldía.

    — ¿Cómo fue que nos descubriste? — preguntó Román.

    — Buena pregunta — respondió Víctor — Todo esto se lo debo a mi amigo Lucas.

    — ¿Qué? — preguntaba Jonás sin poder creerlo.

    — Lucas, ¿tú nos traicionaste? — le preguntó Robert a su amigo negándose a creer que él los había traicionado.

    — No seas tonto — respondía Víctor — Lucas tiene una lengua muy floja. A mi hija no le costó trabajo quitarle información.

    — ¿Clara es tu hija? — preguntaba Lucas sintiéndose un tonto por lo que hizo.

    — Así es — contestó Víctor — Ella te sacaba toda la información que tú le decías y después me la daba a mí. ¿En serio creías que ella iba a acostarse con un extraño solo por qué sí?

    Lucas no sabía cómo reaccionar ante esto. La chica del que él estaba enamorado solamente lo estaba usando para obtener información, y a causa de esto, el plan de escape había sido descubierto. No podía evitar pensar que todo esto era culpa suya.

    — Descuida, hijo — le decía Víctor — Ella me dijo que le pareces atractivo, y como fue gracias a ti que pude descubrir su escape, recibirás la tortura menos dolorosa. Considéralo una recompensa.

    — Víctor, te estás olvidando de algo — le decía Jonás — Damien escapó. A él no pudiste atraparlo. Estoy seguro de que él buscará una forma de sacarnos de aquí.

    — Lamento mucho contradecirte — decía Patrick — Pero eso no va a suceder.

    — ¿De qué hablas? — preguntaba Robert.

    — Rodrigo…— dijo Víctor.

    El hombre que estaba con Víctor asintió con la cabeza, tomó un arma y salió del lugar. Todos, excepto Víctor y Patrick estaban confundidos por esto.

    — Rodrigo era un investigador antes del apocalipsis — decía Víctor — Conoce este bosque mejor que nadie. Damien no podrá esconderse. Así que, a no ser que decida irse por su cuenta y dejarte atrás, lo verás aquí contigo en unas cuantas horas más.

    Todos empezaron a ver como Patrick empezó a sonreír después de decir eso. Víctor se puso una mano en uno de los bolsillos de su pantalón y sacó algo que nadie podía distinguir porque estaba oscuro.

    — No voy a darles una gran tortura ahora mismo, es tarde y estoy cansado — decía el líder presionando un botón del objeto, dando a entender que era una navaja — Pero creo que podríamos empezar con un pequeño corte.

    Víctor se acercó a la silla donde Jonás estaba encadenado y puso su mano en el hombro del joven.

    — Esto es por las molestias — dijo Víctor mientras usaba su navaja para cortar un pedazo de la oreja de Jonás.

    Jonás dio un grito de dolor algo fuerte, dado a que Víctor hizo un corte demasiado lento. Una vez que un pedazo de oreja fue arrancado, la sangre empezaba a caer y los zombis que estaban detrás de él se volvían locos por intentar alcanzar al joven y devorarlo. Jonás sentía dolor por la cortada, pero no sabía que eso no era todo.

    Víctor le dio el pedazo de oreja a Patrick, que ahora estaba más feliz que antes.

    — Hora de alimentarse — dijo Patrick en un tono sádico.

    Patrick remojó el pedazo de oreja de Jonás en la sangre que salía de su herida, como si estuviera bañando una papa frita con kétchup, luego, hizo que Jonás abriera la boca y metió el trozo de oreja ahí dentro.

    — Saboréalo y después trágalo — decía Patrick aguantando las ganas de reírse de Jonás.

    Jonás sabía que no tenía nada más que hacer. Tuvo que masticar su propia carne y tragar un poco de su sangre, para después tragársela como si se tratara de un bocadillo. El sabor era asqueroso, y eso hizo que se sintiera casi enfermo. Unos segundos después, terminó vomitando.

    — Que desastre — decía Víctor — Me gustaría quedarme a limpiar, pero ya es hora de dormir. Volveremos mañana.

    Víctor y Patrick se marcharon del lugar dejando a todos sus prisioneros encadenados. Hubo un momento de silencio hasta que Darío tomó la palabra.

    — Les dije que Víctor era un tipo jodido — respondió Darío.

    — ¿Qué vamos a hacer ahora? — preguntó Román.

    […]

    Ya era de mañana y todos estaban trabajando en la zona no residencial. Víctor les dijo a las familias que ya no tenía tiempo para seguir explicándoles las tareas, y como no pudo conseguir que nadie lo reemplace, los envió a todos a trabajar.

    Hernán, Melanny y Wendy salieron de la guardería para ir a trabajar a los cultivos. Se llevaron una gran sorpresa cuando vieron a Ariel, Jennifer y Romina ahí. Creían que los tres iban a irse la noche anterior. Ante la duda, decidieron acercarse y ver que estaba pasando.

    — ¿Ustedes no se iban a ir anoche? — preguntó Melanny.

    — Íbamos, pero Víctor nos descubrió y capturó a los otros — dijo Romina.

    — ¿Cómo fue posible? — preguntó Hernán — Nuestras reuniones eran secretas.

    — No lo sabemos — contestó Ariel — Pero es seguro que tenemos que sacarlos de ahí.

    — Mamá, papá, tenemos que ayudar a Robert y a Jonás — decía Wendy — No podemos dejarlos ahí.

    — Wendy tiene razón, Hernán — dijo Melanny – Jonás y Robert han hecho mucho por nosotros, y no podemos dejarlos ahí afuera.

    — Es verdad — respondía Hernán mientras recordó el día que conoció a Jonás — Pero eso significa que tendríamos que irnos también. Si nos descubren ayudándolos a escapar, nos pondrán ahí también.

    — Tal parece que tenemos que escapar todos juntos después de todo — decía Jennifer — Ustedes no vinieron a las otras reuniones, pero Luciano y Sandra también accedieron a irse con nosotros.

    — No quiero hacer esto, pero no queda otra opción — decía Hernán lamentándose porque iban a tener que abandonar el primer lugar seguro que habían encontrado para Wendy — A los amigos no se los deja atrás. Y menos en un momento así.

    En ese momento, Clara había llegado y decidió unirse a la charla.

    — Hola chicos — decía Clara saludando a sus amigos — ¿Ustedes vieron a Lucas? No lo encuentro por ningún lado.

    — No — respondió Jennifer — No lo hemos visto.

    — Tendré que seguir buscándolo — respondió Clara — Espero que no esté viendo a otra de las chicas.

    Clara se fue del lugar a “seguir” buscando a Lucas.

    — ¿No les pareció raro que ella no apareciera ayer? — preguntó Jennifer – Ella iba a venir con nosotros, pero no apareció.

    — Creo que sé lo que pasa — respondió Romina — Clara le ha revelado el plan a Víctor.

    — ¿Cómo lo sabes? — preguntó Hernán.

    — Cuando estuvimos en la primera reunión, Ariel y Jennifer no estaban — respondió Romina — Y ella escuchó que Hernán, Melanny, Wendy, Luciano y Sandra no vendrían. Y como yo no estuve con ustedes desde que llegaron, habrá asumido que yo no me iba. Ella piensa que nosotros estamos en contra del plan de escape, y está fingiendo que no sabe dónde está Lucas para hacernos creer que Víctor no lo tiene.

    — No tiene sentido — respondía Ariel.

    — Pues, para mí sí — dijo Jennifer — Lucas dijo que ella iba a escapar, pero nunca la vi en las reuniones. Es muy conveniente que ella no haya aparecido y que el resto de nuestro grupo haya sido capturado. Sé que ella está detrás de esto. Recuerda que ella ya vivía aquí antes de que llegáramos. Probablemente no quería irse de aquí.

    — Jennifer y Romina tienen razón — decía Melanny — Recuerdo muy bien que ella iba a escapar con nosotros. Entonces, ahí está la razón por la cual el plan no les resultó.

    — Entonces ahora tenemos a alguien más de quien preocuparnos — decía Hernán — Si ella nos descubre, todo terminó para nosotros.

    — Vamos a tener que planear el escape sin ella — dijo Romina — Esta noche lo vamos a planear.

    Ariel, Jennifer, Romina, Hernán, Melanny y Wendy retomaron el trabajo de los cultivos para pasar desapercibidos ante los ojos de Víctor, Patrick y Clara. Sentían una gran presión cayendo por encima de ellos. Ahora debían formar un nuevo plan y el resultado del mismo definiría el destino del grupo.

    […]

    Tras varias horas que parecieron eternas para los prisioneros, finalmente anocheció. Todos estaban demasiado asustados como para poder pensar con claridad una forma de salir de ahí. En un momento, la puerta se abrió. Víctor entró al lugar acompañado de Patrick y Alan.

    — ¿Qué quieres? — preguntó Robert sabiendo que la respuesta no sería agradable.

    — He venido a continuar lo que empezamos esta madrugada — respondió Víctor — Pero primero, vamos a matar esperanzas. ¡Rodrigo!

    El hombre de Víctor entró a la pequeña prisión cuando Víctor le dio la orden y tiró al piso un abrigo manchado de sangre y con varios rasguños y marcas de mordidas.

    — ¿Qué es eso? — preguntó Jonás.

    — Es de tu amigo — respondió Rodrigo — A pocos kilómetros de aquí encontré a varios zombis caminando muy lentamente como si estuvieran llenos. Había varios cadáveres de zombis en el suelo, y no muy lejos estaba el abrigo de Damien. Tal parece que no llegó muy lejos.

    — Es una verdadera lástima — interrumpió Víctor a su amigo — Yo quería que Damien estuviera aquí junto a ustedes, fue por eso que envié a Rodrigo a encontrarlo. Lamentablemente los zombis lo encontraron primero.

    — Damien… — decía Robert sabiendo que ya no había esperanzas para ellos.

    Los prisioneros lamentaban la pérdida de su compañero, pero eso no era lo único que lamentaban. Damien era la única esperanza que les quedaba, y ahora estaba muerto. Todo parecía indicar que Víctor los tendría en ese lugar totalmente a su merced. Las cosas estaban a punto de ponerse peor.

    — Ahora pasemos a un asunto más importante — decía Víctor — Esteban.

    — ¿Qué? — preguntaba el chico empezando a asustarse — Yo no quise escapar de aquí.

    — Pero querías atacarme — respondió Víctor — Como podrás ver, Clara es muy buena para averiguar cosas. Tendría que haberte ejecutado en frente de todos, de la misma forma en que ejecuté a tu padre. Pero dos asesinatos seguidos en tan poco tiempo podrían haber afectado en forma negativa a la gente. Así que decidí hacerte desaparecer. Con toda la gente que hay ahí, nadie sabe que estás desaparecido. Y voy a usarte para mostrarle a nuestros amigos lo que les pasará si la tortura no empieza a hacer efecto. Alan, es tu turno.

    Alan estaba muy deprimido por lo que iba a hacer. Víctor le dio una pistola y le ordenó que ejecutara a Esteban en frente de todos. Darío veía lo que Alan estaba por hacer y quiso intentar detenerlo.

    — ¡Alan, no! — gritaba Darío — ¡No lo hagas! ¡No le hagas caso a lo que Víctor te diga! ¡No le hagas daño a Esteban!

    — Él fue sometido exitosamente gracias a mi tortura — decía Víctor — Él es totalmente leal a mí ahora.

    — Alan, yo te conozco — decía Darío intentando detener a Alan — Sé que tu no quieres hacerlo. Tú siempre estuviste de acuerdo conmigo. Tú fuiste uno de los primeros en decirme que mi liderazgo llevaría a nuestra comunidad muy lejos. Sé que desapruebas totalmente los métodos de Víctor. No lo hagas.

    — Hazle caso, Alan — decía Esteban — Esto no es justo. Yo no hice nada para estar aquí.

    — Alan, escucha lo que te voy a decir — decía Víctor — Si no cumples con mis órdenes, te volveré a encadenar aquí. Volverás a ser torturado como lo fuiste antes. Sé que no quieres eso, y la única forma de que lo evites es que mates a Esteban.

    Alan estaba muy confundido. Estaba asustado. Todo su cuerpo temblaba, sobretodo el brazo con el que sostenía el arma. No tenía idea de lo que debía hacer. Darío se dio cuenta de que estaba logrando avances con él y decidió seguir intentándolo.

    — Alan, si vas a matar a alguien, mata a Víctor — respondió Darío — Si lo matas, esta pesadilla terminará. Podremos escapar de aquí. Recuperar nuestro hogar y asegurarnos de que nadie nos pueda hacer esto nunca más.

    Alan se dio vuelta y miró a Víctor pensando seriamente en lo que Darío le decía. Patrick y Rodrigo levantaron sus armas y apuntaban en contra de Alan.

    — Voy a dejar que elijas lo que quieres hacer, Alan — respondió Víctor — No te mataré si intentas matarme, pero ten por seguro que te pondré en esa silla y ya nunca volverás a salir. Elije sabiamente.

    Alan miraba a todas las personas en la habitación, aun temblando por tener que tomar una decisión. Esteban imploraba por su vida, mientras Darío intentaba convencer a Alan de que disparara en contra de Víctor. Finalmente, Alan decidió.

    — Lo siento, Darío — dijo Alan arrepentido de lo que estaba por hacer — No quiero matar a Esteban, pero tampoco quiero que Víctor me vuelva a encadenar.

    Alan tomó su decisión. Su cuerpo ya había dejado de temblar, sujetó su arma con mucha fuerza. Acto seguido, puso el dedo en el gatillo, colocó su arma en su boca y se disparó a sí mismo. No había sido capaz de tomar una decisión definitiva, así que eligió la salida fácil matándose a sí mismo.

    Esto dejó a todos en el lugar muy impresionados. Víctor se acercó al cadáver de Alan, tomó la pistola y la puso en la cabeza de Esteban.

    — ¡NO! — gritaba Esteban intentando detener a Víctor — ¡Víctor, por favo… — pero su grito fue interrumpido por el sonido de un disparo y una bala penetrando en su cerebro, terminando con su vida.

    Víctor hizo que Rodrigo tirara los cuerpos de Alan y Esteban a los zombis que estaban más lejos de los prisioneros. Su idea era que los que se encontraban detrás de Jonás, Robert, Román, Lucas, Cóndor y Darío tuvieran una sensación de hambre e intentaran liberarse para comer. Los zombis estaban desesperados por soltarse y poder comer. Todos los encadenados tenían miedo que las cadenas que sostenían a los zombis en la pared se soltaran, dado a que sería el fin.

    Víctor decidió irse del lugar junto a Patrick y Rodrigo.

    — Piensen en lo que acaban de ver — decía Víctor — Mañana volveré y la verdadera tortura comenzará.

    Los tres hombres abandonaron el lugar y cerraron la puerta. Ahora Jonás y los demás solo tenían la compañía de los zombis que estaban detrás de ellos.
     
  6. Threadmarks: Día 66-67
     
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    Día 66:

    Era de noche. En el interior de la comunidad, Ariel, Jennifer, Hernán, Melanny, Wendy, Luciano, Sandra y Romina estaban reunidos todos en una sola casa. Habían conseguido formar un buen plan, pero debían esperar a que el sitio solamente fuera vigilado por una sola persona.

    — Escuché a Víctor hablando con otro tipo esta mañana — decía Hernán — Logré esconderme y escuchar toda la conversación. Dijo que con la muerte de Damien, iba a necesitar a otro guardia para patrullar el lugar.

    — ¿Damien está muerto? — preguntó Sandra.

    — Eso escuché — decía Hernán.

    — No puede ser posible — decía Ariel lamentando la pérdida de su amigo — Eso quiere decir que él no llegó hasta la camioneta y que las armas están muy lejos de nosotros.

    — Va a ser mucho más difícil ahora — decía Jennifer — Pero tendremos que arreglárnoslas sin él.

    — ¿Qué es lo que vamos a hacer entonces? — preguntó Melanny.

    — Víctor le dijo a ese hombre que iban a hacerle una prueba hoy, y que después le tocaría el turno de guardia estando solo — respondió Hernán — Ahí es cuando escapamos. Lo engañamos, lo hacemos bajar, y lo golpeamos. Luego escapamos.

    — Suena como un buen plan — respondió Luciano.

    — Pero tendremos que hacerlo lo más rápido posible — decía Romina — Ahora mismo, Jonás y el resto pueden estar sufriendo.

    […]

    Las suposiciones de Romina estaban acertadas. Víctor estaba junto a Patrick e Ignatius torturando a sus prisioneros.

    En ese momento, estaba usando un taladro inalámbrico y estaba agujereando el brazo de Robert como si fuera un simple pedazo de madera. El ex convicto gritaba de dolor mientras el resto de sus amigos eran obligados a observar.

    Víctor le hizo dos agujeros en el brazo y uno en el antebrazo, provocando un enorme dolor en el brazo del moreno. Cuando estaba por empezar con el cuarto, el taladro se quedó sin baterías.

    — ¿Tan pronto? — preguntaba Víctor algo frustrado — Bueno, supongo que te salvaste de que tu brazo se convierta en un queso.

    Víctor tomó el taladro apagado y le dio un golpe en el ojo a Robert, poniéndolo morado. El pobre ya no podía soportar tanto daño. Mientras tanto, Patrick sacó un frasco con un líquido de su bolsillo y se acercó a Lucas.

    — ¿Tienes sed? — le preguntó Patrick al muchacho — Estoy seguro que sí. Es hora de que bebas esta mezcla especial. Detergente mezclado con aceite hirviendo y un poco de picante. Lo preparé para ti.

    Patrick se dio varios golpes a Lucas hasta que abrió la boca y después metió el líquido en la boca del mismo. Tenía un gusto horrible y ardía demasiado. Patrick vació todo el líquido del frasco en la boca de Lucas y después le dio un golpe en el cuello. Lucas comenzó a toser y a escupir lo más que podía de ese líquido, pero había tragado demasiado.

    Viendo que no podía escupir, decidió hacer arcadas y ver si podía vomitarlo. Lo consiguió con éxito y pudo vomitar la mayor parte del líquido, pero aún tenía un gusto horrible y la sensación de detergente en la boca.

    Algunas lágrimas empezaban a caer de sus ojos. Él no estaba preparado para enfrentar algo como esto.

    — Creo que ya hemos hecho suficiente por una noche — decía Víctor — Nos veremos mañana a esta misma hora.

    Los tres hombres se fueron, dejando solos a los prisioneros que empezaban a lamentarse.

    — No resistiremos demasiado — dijo Román — Y esto es un juego para Víctor. Espero que los demás nos ayuden a salir de aquí.

    — Mi brazo me duele mucho — decía Robert mirando todos los huecos que tenía — Afortunadamente no me tocaron ningún hueso.

    — Lamento mucho que tengamos que pasar por esto — decía Jonás — Fue mi culpa por haberlos traído aquí.

    — Todos nosotros estuvimos de acuerdo en entrar — respondió Lucas — Si tan solo lo hubiéramos sabido.

    — ¿Víctor va a parar en algún momento o tiene pensado matarnos? — preguntó Román.

    — Él no va a parar hasta que no los someta a ustedes y a mí — respondió Darío — Si nos morimos antes de que eso pase, a él no le importará.

    — Espero que se den prisa — decía Lucas — No quiero tener que seguir soportando esto.

    […]

    De regreso en la comunidad, Víctor estaba entrando y caminando junto a Ignatius. Ambos estaban hablando acerca de los próximos turnos de guardia. Luciano los vio mientras se dirigía a su casa y decidió esconderse detrás de una de las casas para ver si podía escucharlos hablar.

    — Bueno, mañana será el descanso de Patrick y Rodrigo — decía Víctor — Mañana tú te encargarás de guardia, acompañado de Toby. Quédate con él la mayor parte del tiempo y dime como fue progresando.

    — Seguro, Víctor — respondió Ignatius — Puedes contar conmigo.

    Luciano no necesitaba escuchar más. Decidió irse de ahí antes de que alguien lo vea. Tenía pensado decirle lo que había escuchado al resto del grupo el día de mañana.

    Día 67:

    Todos se encontraban trabajando juntos en los cultivos. Luciano aprovechó y le contó al grupo lo que había escuchado la noche anterior.

    — Es nuestra oportunidad — decía Romina muy entusiasmada — Ignatius siempre toma pausas para ir al baño. Cuando él haga la primera pausa, lo atacaremos y después atacaremos a ese tal Toby en el muro.

    — No creo que tengamos que atacarlo tan bruscamente — respondió Hernán — Podríamos engañarlo. Podríamos hacer que baje del muro y luego lo derribaremos entre todos.

    — Una vez que ambos estén inconscientes, les quitamos las armas y salimos afuera a rescatar a los demás — decía Ariel.

    — ¿Pero cómo lo vamos a engañar? — preguntó Jennifer — No creo que sea fácil hacerlo bajar del muro.

    — Es un guardia novato — decía Melanny — Seguro que nos e va a quedar ahí arriba toda la noche. Mientras no haya varios zombis cerca del portón, él no se va a bajar del muro.

    — Entonces tenemos que rezar porque los zombis cooperen con nosotros — decía Sandra — Solo podremos deshacernos de él si primero nos libramos de Ignatius. Si atacamos a Ignatius pero luego no podemos hacer que Toby baje del muro, cuando Ignatius despierte, le dirá a Víctor lo que hicimos.

    — Es muy arriesgado, pero es nuestra única opción — decía Romina — Si no lo hacemos hoy, puede que nunca se presente otra oportunidad. Y si se llega a presentar, es probable que nuestros amigos estén muertos para entonces.

    — Entonces está decidido — decía Luciano — Esta noche nos reuniremos todos en la casa de Romina y haremos el plan de la misma forma que lo íbamos a hacer hace unos días.

    El grupo decidió seguir trabajando para no levantar sospechas, dado a que si el plan fallaba, no tendrían una segunda oportunidad.

    En la tarde, Hernán y Melanny estaban hablando en el comedor. Ellos habían acostado a Wendy temprano para que no estuviera cansada al momento de escapar y así facilitar el escape.

    — Parece que nuestra hija nunca llegará a un lugar seguro — decía Melanny algo deprimida — Una vez que encontramos uno donde ella podría ser feliz, resulta que está dominado por un psicópata. Nuestra hija nunca estará a salvo.

    — No digas eso — decía Hernán tranquilizando a su esposa — Está Bahía Luminosa. En ese lugar nuestra hija estará a salvo. No estamos a unas cuadras, pero tampoco estamos demasiado lejos. Nos hemos acercado mucho, y con un último esfuerzo, llegaremos hasta allá y nadie le podrá hacer daño. Ni los zombis, ni Víctor, ni nadie.

    — Espero que nuestro plan salga bien — decía Melanny muy preocupada — Si falla, será el final.

    — No pasará — respondió Hernán — El plan va a funcionar, y vamos a salir de aquí.

    Wendy se había levantado y había ido al comedor tras escuchar a sus padres hablando.

    — ¿Qué está pasando? — preguntaba la niña a sus padres.

    — Nada, corazón — respondió Melanny abrazando a su hija — Te vamos a llevar a un lugar seguro.

    — Un lugar verdaderamente seguro — decía Hernán abrazando a su familia — Tú no te preocupes. Vamos a ayudar a Jonás y él nos llevará a un lugar seguro.

    Ellos no eran los únicos que estaban pensativos sobre el escape. En la casa de los chicos, Ariel y Jennifer también estaban algo ansiosos y nerviosos por el plan. Estaban abrazados fuertemente el uno al otro sabiendo que ese podría ser la última vez que podrían hacerlo.

    — Espero que el plan funcione — decía Jennifer — No quiero que esta sea nuestra última noche juntos.

    — Yo tampoco — respondía Ariel — Jennifer te amo. Y tengo mucho miedo. No quiero pensar en lo que podría pasar si Víctor nos captura, o si los zombis nos matan mientras nos dirigimos a la camioneta.

    — Si ahí arriba existe algún ser divino, espero que no deje que nos pase nada — decía la chica — Ya hemos perdido mucho en poco tiempo. No puedo perderte a ti también.

    — Ojalá que no pase — respondió Ariel besando a su novia — Ojalá que no pase.

    Finalmente llegó la hora decisiva otra vez. Todos estaban juntos detrás de la casa de Romina, listos para atacar a Ignatius cuando pasara cerca de ellos. No podían fallar. No se podían cometer errores.

    Víctor y Patrick ya habían ido a torturar a sus amigos durante la tarde, por lo que ya no irían de vuelta durante la noche. Eso quería decir que ninguno de ellos iba a ser una molestia para ellos.

    Tras un corto tiempo de espera, Ignatius empezó a bajar del muro. Le dijo a Toby que vigilara mientras él iba al baño.

    El grupo se preparó, esperó el momento justo, y cuando Ignatius pasó la casa de Romina, Hernán y Luciano se le tiraron encima. Hernán sujetó sus brazos mientras Luciano le tapaba la boca para que no pudiera gritar por ayuda. Viendo que Ignatius se estaba resistiendo, Ariel se acercó y le dio varias patadas en la nuca, dejándolo inconsciente.

    Hernán metió a Ignatius en la casa de Romina y les dijo a su esposa y a Sandra que intentaran hacer que Toby bajara del muro y las acompañara a sus casas.

    Melanny y Sandra se acercaban al muro cuando Toby levantó su arma y empezó a apuntarle a algo que se movía afuera de la comunidad.

    — ¡Sal de tu escondite! — decía Toby a lo que sea que estuviera ahí afuera.

    Toby seguía el movimiento con su mirada y repitió sus palabras unas dos veces más. Pensando que se trataba de un zombi, decidió bajar y salir a encargarse de él. Sandra y Melanny se escondieron y vieron como Toby abría la puerta y salía de la comunidad.

    El resto del grupo se acercó a ellas.

    — ¿A dónde fue? — preguntó Romina.

    — No lo sé — contestó Sandra — Él salió a investigar un ruido.

    — Muy bien, cambio de planes — decía Hernán — Cuando entre, lo atacaremos.

    El grupo se acercó a la puerta y estaba listo para tirarse encima de Toby en el momento en el que intentara regresar a la comunidad.

    Desde afuera escucharon unos golpes y unos forcejeos. Cuando los forcejeos terminaron, se volvieron a escuchar más golpes. Luego de eso, unos pasos se acercaban a la puerta. El grupo se había preparado.

    Sin embargo, el ataque no fue necesario. Cuando la puerta se abrió, ellos lograron ver a Damien del otro lado.

    — ¡Damien! — gritó Wendy abrazando al muchacho.

    — Yo también estoy feliz de verlos — respondió Damien — Pero no tenemos mucho tiempo. Salgan y cierren la puerta.

    El grupo salió de la comunidad y cerró la puerta lentamente para que nadie pudiera escuchar nada. Posteriormente, empezaron a caminar hacia el edificio donde sus amigos estaban encerrados.

    — Pensamos que habías muerto — dijo Melanny — Víctor lo dijo.

    — Tuve que fingir mi muerte para poder sacármelos de encima — dijo Damien — Aparentemente funcionó.

    — ¿Cuál es el plan? — preguntaba Ariel.

    — Sacar a todos nuestros amigos de ese lugar y correr hacia la camioneta — respondió Damien — Toby no será un problema. ¿Se encargaron de Ignatius?

    — Lo dejamos inconsciente tal y como habíamos planeado antes — respondió Romina.

    El grupo apresuró la velocidad de sus pasos sin empezar a correr para no llamar la atención de las personas del otro lado. Ahora mismo, solo pensaban en llegar al edificio y liberar a sus amigos.

    Finalmente lo lograron. Damien buscó la llave en el mismo lugar donde Robert y Jonás le habían dicho que estaba, pero no la podía encontrar.

    — No está aquí — decía Damien empezando a alterarse — No podemos abrir sin la llave.

    — Víctor debe haberla cambiado de lugar — decía Romina desesperándose un poco — Tenemos que encontrarla rápido antes de que Ignatius despierte.

    — Mamá, tengo miedo — dijo Wendy.

    — Lo sé hija — respondió Melanny — Ayúdanos a buscar la llave para que podamos irnos de aquí.

    Todos buscaban desesperadamente la llave del lugar por todos los lugares cercanos al edificio, pero no podían localizarla.

    — No la encuentro — decía Ariel tratando de no levantar la voz.

    — No está por ninguna parte — decía Luciano haciendo lo mismo.

    — Estamos perdiendo el tiempo — decía Hernán — Ignatius no va a quedarse desmayado para siempre.

    — Voy a tener que romper la puerta — decía Damien.

    Damien empezó a darle patadas a la puerta intentando abrirla por la fuerza. Hernán estaba dándole toda la ayuda que podía, pero la puerta no se abría. Unas voces empezaron a venir desde adentro.

    — ¿Qué está pasando? — preguntó Jonás pensando que era Víctor el que estaba afuera.

    — ¡Somos nosotros! — gritó Hernán — ¡Te vamos a sacar de ahí!

    Luciano, Ariel y Romina se unieron a sus compañeros y pateaban la puerta con todas sus fuerzas. Lamentablemente, no se abría.

    — Voy a tener que dispararle a la cerradura — dijo Damien — Va a hacer un montón de ruido, pero es la única opción.

    Damien tomó el arma que le quitó a Toby y le disparó a la cerradura del lugar, rompiéndola de una vez por todas.

    — ¡¿Damien?! — preguntaba Román — Pero Víctor nos dijo que…

    — ¡Pues no lo estoy! — gritó Damien mientras disparaba contra las cadenas que ataban a sus compañeros a las sillas.

    Tras varios disparos, consiguió liberarlos a todos, incluyendo a Darío. Todos salieron corriendo del edificio. El grupo estaba feliz de volver a reunirse, pero sabían que no tendrían mucho tiempo.

    — ¡¿Dónde está la camioneta?! — preguntó Jonás algo desesperado.

    — ¡La dejé cerca de aquí! — respondió Damien.

    — ¡Entonces vamos! — gritó Román.

    En ese momento, un disparo sonó y una bala le impactó a Román directamente en el cuello, provocando que el cayera muerto al instante. Su cuerpo sin vida cayó al suelo y Jonás se acercó a él.

    — ¡Román! — gritaba Jonás poniendo sus manos en la cabeza de su primo — ¡Román, Román! — decía mientras intentaba inútilmente que su primo reaccionara.

    Cóndor empezó a ladrar y a mirar en una dirección y todos, exceptuando a Jonás miraron allí. Lograron divisar a Patrick y a otros dos hombres armados acercándose a ellos desde la zona no residencial. Damien tomó su arma y disparó contra ellos, logrando asesinar a los compañeros de Patrick, pero desgraciadamente, este último se escondió tras un árbol.

    — ¡Corran a la camioneta! — gritó Damien señalando con su dedo la dirección de la misma.

    Romina y Darío alejaron a Jonás del cuerpo de su primo y lo llevaron al frente del grupo.

    Todos empezaron a correr en la dirección señalada. Patrick salió de su cobertura y empezó a disparar su escopeta. Uno de los disparos alcanzó a Melanny dándole en la espalda. La mujer dio un grito de dolor y después cayó al piso.

    — ¡Mamá! — gritó Wendy acercándose a su madre.

    — ¡Mel! — gritaba Hernán haciendo lo mismo.

    — ¡Hernán, abajo! — gritó Ariel tirándose sobre Hernán.

    Un segundo después de que ambos estaban en el suelo, una bala pasó muy cerca de ellos.

    — ¡Tenemos que irnos! — gritó Ariel.

    — ¡No dejaré a mi esposa! — respondía Hernán — ¡Llévate a mi hija! ¡Yo la llevaré a ella!

    Ariel se levantó y cargó a Wendy en sus brazos. Luego de eso, empezó a correr. Hernán tomaba a su esposa, que aun estando mal herida, seguía con vida. Cuando Robert veía lo que estaba pasando se acercó a Hernán y la ayudó a cargar a Melanny.

    — No quiero morir, no quiero morir — decía Melanny sintiendo como agonizaba a medida que Robert y Hernán la cargaban.

    — ¡No vas a morir! — decía Hernán lleno de ira por lo que Patrick había hecho — ¡Te llevaremos a la camioneta y te trataremos allí!

    — Hernán… si no lo logro… cuida bien a Wendy — decía Melanny entrecortada y con el rostro lleno de lágrimas.

    — ¡Vas a lograrlo! — decía Hernán empezando a llorar — ¡No me dejes!

    Damien, que se había quedado atrás, se estaba quedando sin munición y sabía que si se le terminaba, sería el fin. Así que se le ocurrió una idea. Disparó tres balas para que Patrick se pusiera a cubierto. Una vez que estuvo fuera de peligro, fue a la mini prisión y disparó contra las cadenas de la pared liberando a la mayor cantidad de zombis posible. Disparó hasta quedarse sin balas.

    Una vez que ya no le quedaban más, decidió correr hacia la camioneta junto al grupo.

    Patrick salió de su escondite para asesinar a Damien, pero los zombis que salieron del edificio empezaron a rodearlo. Consiguió matar a dos de ellos, pero luego se dio cuenta de que no le alcanzaría la munición para encargarse de todos, así que empezó a correr.

    Todos en el grupo estaban corriendo a través del bosque cuando unos cinco zombis que estaban cerca del lugar, atacaron al grupo atraídos por los disparos.

    Jonás, totalmente invadido por la ira, pateó al primero que se acercó a él en el estómago, tirándolo al piso, y luego le pisoteó la cabeza hasta que lo mató. Damien, que estaba viendo la escena, decidió gritar para detenerlo.

    — ¡No los mates! — gritaba Damien — ¡Déjalos con vida para que distraigan a Víctor y a los demás!

    El segundo zombi se acercó a Jonás listo para morderlo. Jonás se le acercó y lo tomó fuertemente del cuello. Con sus manos encima, arrastró al zombi hacia atrás del grupo, lo dio vuelta y le dio una patada.

    — Más te vale que mates a ese hijo de puta — dijo Jonás muy enojado con el zombi.

    Luciano, Lucas y Damien se llevaron a los otros tres zombis que quedaban hacia atrás de la misma forma en que Jonás lo había hecho y después siguieron corriendo.

    Tras una corrida un poco corta, lograron llegar a la camioneta. Todas las armas estaban en la parte de atrás.

    Robert y Hernán bajaron a Melanny para ver si podían hacer algo antes de subir a la camioneta.

    — ¡Ayúdenme, rápido! — gritó Hernán.

    Romina y Sandra se acercaron para ver si se les ocurría algo, pero luego de ver a Melanny se dieron cuenta de que no podían hacer nada.

    — Hernán… Melanny murió — decía Romina muy apenada.

    — ¿Qué? — preguntó Hernán muy desesperado — ¡No me mientas así!

    Hernán miró a Melanny y pudo ver que ella no estaba respirando. Trató de hacer todo lo posible para salvar la vida de su esposa.

    — ¡Melanny! ¡Melanny! — gritaba Hernán aplicando presión sobre el pecho de Melanny para ver si podía hacer que respirara — ¡No me dejes! ¡No me dejes! — gritaba mientras dejaba de presionar para luego quebrarse sabiendo que ya no quedaba nada por hacer.

    — Mamá… — decía Wendy mientras empezaba a llorar por la muerte de su madre.

    — Lo lamento — decía Robert abrazando a Wendy intentando consolarla por su pérdida — Lo lamento mucho.

    Todos estaban destrozados por lo que pasó. Primero Román y luego Melanny. Fue demasiado para todos tan poco tiempo.

    Jonás arrancó la camioneta y avisó al grupo que no tenían que perder más tiempo.

    — ¡Suban! — gritó Jonás al resto de su grupo.

    — ¡Somos trece personas! — respondió Darío — ¡No entramos todos en el vehículo!

    — ¿Qué vamos a hacer? — preguntó Jennifer.

    Jonás se bajó de la camioneta sin haber apagado el motor y cerró la puerta de un portazo. Tomó una de las pistolas que estaban en la parte de atrás y le disparó a dos de las ruedas. Esto confundió a su grupo.

    — ¿Qué haces? — preguntó Ariel.

    — Si no podemos usar la camioneta me aseguraré que ellos tampoco — dijo Jonás aún furioso por perder a su primo — Le reventé dos neumáticos y la dejaré encendida para que se la batería se gaste. ¡Todos tomen un arma y corran!

    Cada uno de los miembros del grupo tomó una pistola o una escopeta, de acuerdo a lo que cada uno consideró que podría manejar después de tanto tiempo ahí adentro y comenzaron a correr. Dado al zaqueo que hicieron en la base militar, aún les sobraban armas de fuego incluido el lanzagranadas. Robert las guardó todas en una bolsa y una vez que todos tuvieron un arma, comenzaron a correr, dejando atrás la camioneta y el cadáver de Melanny.
     
  7. Threadmarks: Día 68-69 Parte 1
     
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    47
     
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    2660
    Día 68:

    El sol estaba empezando a salir. Los que sobrevivieron al escape estuvieron corriendo gran parte de la noche. Se habían decidido a no matar zombis que se encontraran por el camino para que entretuvieran a Víctor y su gente en caso de que estuvieran siguiéndolos, cosa que Jonás aseguró que pasaría.

    No habían parado en ningún momento para descansar y ya no podían más.

    — Jonás, tenemos que detenernos — decía Luciano — Ya no podemos correr más.

    — Víctor no se detendrá — respondió Jonás — Seguramente estará tras nosotros, y si paramos nos va a alcanzar.

    — Si está detrás de nosotros y nos alcanza, así como estamos no podremos hacer nada — respondió Darío — Necesitamos descansar.

    — Está bien — aceptó Jonás — Nos detendremos en el primer lugar que encontremos.

    El grupo dejó de correr para buscar más atentamente un lugar tranquilo para pasar la noche, pero iba a ser difícil en el medio del campo. Pasaron veinte minutos hasta que finalmente encontraron un buen lugar. Era un pequeño negocio donde se vendían productos típicos del campo, como quesos y aceites. A pesar de ser pequeño, todos podrían entrar ahí.

    En frente de la puerta solo había un zombi. Jonás se acercó a él, lo tomó del cuello y le estampó la cabeza contra el picaporte del negocio hasta que la puerta se abrió. El zombi se murió con el tercer golpe y la puerta se abrió con el sexto. Todos entraron. Damien cerró la puerta.

    — Muy bien, descansaremos hasta recuperar energías — les decía Jonás a sus compañeros — Luego continuaremos el camino hacia Bahía Luminosa.

    — Otra vez hacia esa trampa — decía Lucas algo quejoso.

    — No esto otra vez — respondió Ariel.

    Jonás se echó en el suelo y se estaba acomodando para dormir.

    — No me digas que vamos a dormir en el suelo — decía Luciano.

    — Tú fuiste quien sugirió que paremos para dormir — le contestó Jonás — Si no quieres dormir, no duermas.

    La respuesta no le cayó muy bien a Luciano.

    — ¿Cuál es tu problema? — le preguntó Luciano algo enfadado.

    — Tranquilo — le dijo Robert intentando calmarlo — Tú y Sandra tuvieron suerte de que ambos sobrevivieron. Él no tuvo esa suerte. Debes entenderlo.

    — Supongo que tienes razón — respondió Luciano algo arrepentido por lo que dijo — Lo lamento. Román era un buen tipo.

    — Da igual — respondió Jonás — Bueno o malo, ahora está muerto.

    Todo el grupo estaba muy cansado y sabían que discutir y recordar lo que pasó el día anterior no les iba a servir de nada. Lo único que podían hacer era descansar.

    Hernán intentaba hacer que su hija se durmiera, pero era muy difícil hacer que pensara en otra cosa que no sea su madre.

    — Extraño a mamá — decía la niña llorando en brazos de su padre.

    — Yo también la extraño — respondía Hernán abrazando fuertemente a su hija.

    — ¿Ahora que ella ya no está, yo también voy a morir? — preguntaba Wendy algo asustada — No quiero morir.

    — No voy a dejar que eso pase — le respondió Hernán.

    — Nosotros tampoco dejaremos que pase — decía Jennifer acercándose para hablar con ella.

    — Vamos a cuidarte entre todos — le respondió Ariel — Te llevaremos a ti y a tu padre a Bahía Luminosa.

    — ¿En serio? — preguntaba Wendy empezando a sentirse mejor — ¿Lo prometen?

    — Es una promesa, pero ahora debes descansar — decía Robert — Todos debemos descansar.

    Los cinco se acomodaron en el suelo del pequeño negocio y trataron de dormir como podían.

    Romina decidió ver si podía levantarle el ánimo a Jonás, que no podía dormir y solamente acariciaba a Cóndor.

    — Hey — decía la chica a su novio — Lamento mucho lo que pasó.

    — Román…fue asesinado justo enfrente de mi — contestaba Jonás pensando en lo que había pasado — Y no pude hacer nada. No pude evitarlo.

    — No fue tu culpa — respondía Romina tratando de hacer que Jonás olvidara lo que pasó.

    — Claro que lo fue — contestó Jonás — Fue mi plan el que provocó esto.

    — Era el único plan que podíamos usar — respondió Romina — Te estás culpando por nada.

    — Te equivocas. Mira a Patrick y el resto de sus hombres. Ellos salieron de la zona no residencial para llegar a tiempo hacia nosotros. Debí haber pensado en eso. Debimos escapar por ahí. Nadie patrullaba ese lugar por las noches.

    — Jonás, escucha. Lo que pasó allá atrás no fue tu culpa. El plan no salió como esperábamos que saliera, pero tampoco fue un fracaso. Dos personas murieron, pero otras trece lograron escapar. Puede que no haya salido a la perfección, pero ese fue el único plan que había. Nadie más fue capaz de pensar en un plan para sacarnos de ahí, y si lo hubieran hecho, no habría dado resultado. Sé que dos personas murieron, y que una de ellas era tu primo. Sé que piensas que fue tu culpa. Pero también fue tu culpa que el resto de nosotros haya logrado escapar a salvo de ese lugar. Piensa en eso.

    Romina decidió alejarse de Jonás para darle el tiempo y espacio que él necesitaba para procesar todo lo que había ocurrido. Jonás pensó que Romina tenía razón en lo que decía, puede que su plan no saliera como él esperaba, pero ahora todos estaban libres. Esto lo pudo tranquilizar y lo ayudó a dormir. Ahora mismo, solo Damien, Darío y Lucas estaban despiertos. Damien estaba en frente de la puerta de entrada al negocio montando una pequeña guardia. Darío se acercó a hablar con él.

    — ¿Qué haces? — preguntó el ex líder de la comunidad.

    — Vigilar que nadie nos esté siguiendo — respondió Damien — Si alguien se acerca a nuestra posición, será mejor saberlo.

    — Entiendo lo que dices, pero no tienes que hacerlo — dijo Darío — Yo me encargaré de la guardia. Tú duerme una siesta.

    — ¿Estás seguro? — preguntaba Damien dudando de dejar la guardia.

    — Muy seguro — respondió Darío — Tú fuiste quien nos abrió la puerta para escapar de Víctor. Te debo mi libertad.

    Damien aceptó la propuesta de Darío y decidió recostarse en el suelo del negocio para descansar un poco. No le costó para nada conciliar el sueño, y un descanso podría venirle muy bien.

    Lucas se acercó a la puerta para hablar con Darío.

    — ¿Por qué dices que Bahía Luminosa es una trampa? — preguntó Darío — ¿Has visto con tus propios ojos que ese lugar sea una trampa?

    — Claro que no, pero sé que solo es un cuento que Ariel inventó para no tener que viajar solo — respondió Lucas — Es un miedoso y se inventó la historia para no tener que viajar solo. Eligió esa ciudad en el sur del país para que el viaje sea duradero.

    — Lo lamento, pero no te creo — respondió Darío — Si fuera cierto, tú te habrías separado de él desde que lo conociste. Pero aquí estás.

    — Está bien, lo admito — decía Lucas — Lo digo únicamente para poner al grupo en su contra. No lo quiero tener cerca. No quiero que Jennifer esté cerca de él.

    — Pero si tú tenías una novia en el punto sin retorno — contestó Darío — Ahora parece que Jennifer te importa mucho, ¿pero eso quiere decir que ahí adentro no te importaba?

    — Es simplemente que lo envidio — decía Lucas — Si él no hubiera aparecido, es posible que Jennifer fuera mi novia. Ella es una de las chicas más hermosas que conocí, pero terminó con él. Y luego, cuando por fin encuentro a otra chica que realmente me gusta, solo me utiliza para conseguir información. Envidio su buena suerte en el amor en este apocalipsis.

    — Que le tengas envidia no hace que Bahía Luminosa sea mentira — respondió Darío — Deberías ponerte a pensar que tal vez no sea suerte que Jennifer haya terminado con Ariel. Tal vez haya visto algo en él que no vio en ti.

    Lucas estaba harto de discutir al respecto de ese tema y decidió recostarse y dormir. Antes de cerrar los ojos veía a Ariel y a Jennifer durmiendo cerca el uno del otro. Estaba preguntándose por qué no podía tener a alguien con quien compartir una vida como esa en un tiempo como este.

    Día 69 – Parte 1:

    A pesar de que la idea era dormir y descansar poco tiempo, el grupo terminó durmiendo un día entero. Cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho, decidieron ponerse en marcha antes de que Víctor y su gente los alcancen. Antes de irse tomaron todos los quesos del negocio que se encontraran en un estado aceptable y los cargaron con el resto de la comida.

    — Muy bien, no podemos seguir a pie para siempre — decía Jonás — Tenemos que encontrar dos vehículos para poder sacarles más ventaja. Bahía Luminosa no está lejos, pero si avanzamos a pie, nos van a alcanzar antes de llegar.

    — Jonás, ¿estás seguro de que Víctor nos está siguiendo? — preguntó Sandra — Estamos muy lejos de su comunidad y no creo que la deje sola solamente para traernos de regreso.

    — Estoy totalmente seguro de que nos estará siguiendo ahora mismo — decía Jonás — A él no le importa a donde vayamos, le importa lo que podamos decir. Sabemos que tiene una comunidad, y sabemos perfectamente donde está. El cree que volveremos y la tomaremos por la fuerza. Y no va a arriesgarse a eso. Es por eso que estará tras nosotros.

    Al grupo le pareció razonable que Víctor estuviera tras ellos, por lo que decidieron continuar el viaje para evitar ser capturados nuevamente por su gente.

    Jonás iba adelante acompañado de Cóndor, mientras que Darío y Damien vigilaban al resto del grupo avanzando desde atrás. Robert iba en el medio cargando a Wendy en sus brazos para que Hernán pudiera velar aunque sea por más tiempo a su esposa. Ariel, Jennifer y Romina estaban detrás de Jonás. Luciano, Sandra y Lucas estaban por delante de Damien y Darío.

    Romina decidió acercarse a Jonás para hablar con él.

    — Dime, ¿cómo te sientes? — preguntaba Romina.

    — Un poco mejor que ayer — le respondió Jonás — Y es todo gracias a ti. Sinceramente, no sé qué es lo que haría si no te tuviera conmigo.

    — Tú me ayudaste a superar mi pérdida hace tiempo — le respondió Romina — Ahora era yo quien quería ayudarte.

    — Bueno, gracias — respondió Jonás contento de tener a Romina al lado suyo.

    El grupo prosiguió su camino hasta que se encontró con un grupo de unos cuatro zombis parados en frente a un cartel con direcciones. Los zombis no los habían detectado todavía, por lo que el grupo debía encargarse de ellos.

    — Yo me encargaré de uno de ellos — dijo Damien.

    — Y yo — respondió Jonás — Darío, me gustaría que tú también mataras a uno de ellos para poder ver cómo te encargas de ellos. Lo mismo contigo, Luciano.

    — De acuerdo — decía Luciano.

    Jonás se acercó al primero de los zombis y le dio un rodillazo muy potente en la espalda. El zombi intentaba ponerse de pie, pero dado a la patada tan fuerte y a su putrefacción, su espalda se rompió y no podía hacer nada más que arrastrarse. Jonás le dio dos patadas en la cabeza hasta que lo mató.

    Damien se agachó y pateó el tobillo del zombi que se acercaba a él. Luego tomó su arma y le dio varios culatazos en la cabeza hasta que lo eliminó.

    — Esos hijos de puta se quedaron con mi cadena con candado — decía Damien — Si tan solo pudiera recuperarla.

    Darío veía como el zombi se le acercaba a él y pensaba en como eliminarlo para impresionar al grupo. Lamentablemente, Víctor lo tuvo encerrado mucho tiempo y ya no sabía cómo manejar un combate cuerpo a cuerpo, por lo que se limitó a sacar su pistola y dispararle en la cabeza. Su puntería no había se había deteriorado a pesar del tiempo.

    Luciano por su parte tomó al zombi de los brazos y quiso darlo vuelta para tirarlo al piso y matarlo con facilidad. Pero el zombi se escapó y tomó a Luciano, preparándose para morderlo.

    — ¡Luciano! — gritaba Sandra muy desesperada pensando que su esposo moriría.

    Cuando el zombi estaba por morderlo, Robert se lo quitó de encima y luego Lucas se aproximó a él y le clavó un cuchillo en la sien.

    — ¿Están bien? — preguntó Jonás.

    — Solamente olvidé como se debía manejar a un zombi en una pelea cuerpo a cuerpo — respondió Darío — Perdóname, te juro que recordaré como hacerlo. No quiero que ustedes tengan que andar cuidándome como si fuera un inútil. Es solo que Víctor me tuvo mucho tiempo encerrado.

    — Yo no creí ser tan malo en esto — dijo Luciano — Casi muero contra un solo zombi.

    — Entiendo que hayan olvidado como manejarlos — respondió Jonás — Y lamento haberlos hecho pelear contra ellos sin que estuvieran listos.

    — Será mejor que revisemos el cartel y ver a donde nos dirigiremos — dijo Robert acercándose al cartel.

    El cartel no mostraba a Bahía Luminosa en la leyenda, pero sí mostraba la ruta 7, que era una de las rutas que había que tomar para llegar hasta ella. La ruta iniciaba en el mismo lugar en donde una ciudad llamada Watertown terminaba. Dicha ciudad se encontraba a pocos metros de distancia del grupo. Viendo que necesitaban vehículos para transportarse más rápido, y recolectar más comida, el grupo decidió entrar ahí.

    Caminaron hasta la entrada de la ciudad y vieron que el camino de entrada se dividía en tres calles que eran bastante anchas. En un principio, todo el grupo intentó ir unido usando la misma calle, pero una vez que avanzaron una cuadra vieron que había varios zombis deambulando por ahí.

    Las calles eran anchas, pero había una cantidad de zombis suficiente para que todos quedaran atrapados y el escape se complicara.

    Había varias personas en el grupo que dudaban en atravesar la ciudad.

    — No creo que sea una buena idea — decía Sandra — Deberíamos volver por donde vinimos y buscar otro camino.

    — Si lo hacemos es probable que Víctor nos alcance — respondió Darío — Nos quedamos dormidos durante todo un día. No podemos darnos el lujo de regresar.

    — Darío tiene razón — decía Robert — Si volvemos, caeremos en las manos de Víctor. Nos hemos retrasado demasiado y estoy seguro de que deben estar más cerca de nosotros.

    — Si nos llegan a capturar, será el final — respondió Jennifer — Es posible que ya nunca podamos escapar.

    — No quiero que Víctor y Patrick me vuelvan a poner una mano encima — decía Lucas — Cruzar la ciudad no es una mala idea. Además, solamente tendríamos que lidiar con zombis.

    — Aun así creo que es muy arriesgado — decía Luciano.

    — Será más arriesgado retroceder a medida que Víctor avanza — respondió Hernán — Si nos encontramos con él, habremos llegado muy lejos para nada.

    — Entonces creo que deberíamos dejar de perder tiempo y entrar — dijo Luciano.

    — Esperen, no podemos ir todos juntos — decía Jonás — Llamaremos la atención de varios de ellos si lo hacemos. Pero si nos dividimos en tres grupos de cuatro personas, tendremos más espacio para avanzar y para correr y no llamaremos tanto la atención.

    — Tienes razón — dijo Damien — Cuatro personas son más sigilosas que trece.

    — ¿Cómo nos dividiremos? — preguntó Lucas.

    — Yo iré con Hernán y Wendy — dijo Robert — Como ella es una niña creo que nuestro grupo debería tener a dos personas más.

    — Entonces Romina y yo los acompañaremos — decía Jonás — ¿Estás de acuerdo?

    — Claro que lo estoy — respondió Romina.

    — Jennifer y yo iremos con Luciano y Sandra — dijo Ariel.

    — Eso nos deja a Lucas, a mí y a Darío en un solo grupo — respondió Damien.

    — Llévense a Cóndor con ustedes — dijo Jonás — Él les será útil para avisar en caso de que haya peligro, y al ser menos, ustedes lo necesitaran más.

    — ¿Qué deberíamos traer cada uno de nosotros? — preguntó Sandra.

    — Sería bueno que cada grupo traiga lo que encuentre y sea útil — respondió Darío — Luego veremos que nos sirve y que no.

    — Buena idea, Darío — respondió Jonás — Nos reuniremos del otro lado de la ciudad. Tengan cuidado.

    Todos se dividieron en tres grupos y cada uno de ellos empezó a caminar por una calle distinta. Ariel, Jennifer, Luciano y Sandra fueron por la izquierda. Jonás, Romina, Robert, Hernán y Wendy por la del medio; y Lucas, Cóndor, Damien y Darío por la de la derecha.
     
  8. Threadmarks: Día 69 Parte 2
     
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    Día 69 – Parte 2:

    Jonás, Romina, Hernán, Wendy y Robert avanzaban por la calle central de la ciudad, caminando lentamente para observar con atención si podían encontrar algo que les pudiera servir para llevarse con ellos. Había algunos zombis muy separados, por lo que ellos decidían eliminar a algunos y dejar a otros con vida en caso de que sus perseguidores decidieran atravesar las calles de la ciudad.

    Mientras buscaban, decidieron aprovechar para hablar de lo sucedido.

    — Escucha, Hernán — decía Jonás — ¿Cómo se encuentran?

    — No tan mal como ayer, pero eso no quiere decir que estemos bien — respondió el mecánico — Melanny y yo estuvimos casados mucho tiempo, no voy a olvidarla así nada más. Pero sé que si me pongo a pensar en ella voy a distraerme y complicar el viaje. Intentaré guardarme todo el dolor para Bahía Luminosa.

    — ¿Y tú como estás, Wendy? — preguntó Romina a la niña.

    — Extraño a mi mamá — dijo la niña entristecida del todo — Nunca había estado demasiado tiempo separada de ella.

    — Lamento lo que te pasó — le decía Robert — Te prometí que iba a mantenerte con vida a ti y a tus padres. Esa bala debió haberme alcanzado a mí. Estoy seguro de que nadie me extrañaría si yo hubiera muerto.

    — No digas eso — le dijo Jonás — Tú fuiste una gran ayuda cuando estuvimos afuera. Estoy seguro de que todos te extrañarían en el grupo.

    — Pero no de esta forma — decía Robert.

    — Ahora no importa — dijo Hernán — Si tú estás vivo es por algo.

    — Papá — decía Wendy interrumpiendo la charla — ¿Vas a matar al hombre que asesinó a mamá?

    — Me gustaría poder hacerlo cariño — respondió Hernán — Pero no es algo que esté a mi alcance.

    A Jonás y Romina les sorprendió escuchar las palabras de Wendy. Nunca se les ocurrió que una niña pudiera pensar de esa forma, sobretodo ella. Claramente se dieron cuenta de que el apocalipsis estaba empezando a cambiarla.

    Robert consideró la idea de enseñarle a Wendy a defenderse, para que de esa forma Wendy pueda defenderse en caso de que estén en una situación como esa en el futuro. Pero decidió no decir nada. Sabía que a Hernán no le iba a gustar que su hija tenga que sostener un arma, y menos a dos días de la muerte de su madre.

    El grupo continuó su camino hasta encontrar una verdulería abierta con dos zombis dentro. Jonás y Robert los eliminaron de la forma más silenciosa que podían y luego entraron a observar que había ahí.

    — La mayoría de las frutas están podridas, pero hay algunas en buen estado — dijo Jonás.

    — Será bueno tener otra cosa para comer que no sea solo comida enlatada y galletitas de agua — respondió Romina tomando una bolsa y poniendo dentro de la misma todas las frutas que estaban en buen estado.

    […]

    Por la calle de la derecha, Darío, Damien, Lucas y Cóndor terminaron en el centro de la ciudad. Había un gran hotel y en frente de él había una plaza con una fuente que ya no tiraba agua. Todo el lugar estaba lleno de zombis y sabían que ellos solos no iban a poder eliminarlos, e incluso aunque pudieran, se quedarían sin munición.

    — Salgamos de aquí — dijo Darío — Tenemos que evitar los lugares así.

    — ¿Cuándo fue que Víctor tomó el poder de la comunidad? — preguntó Lucas cambiando de tema.

    — Al segundo día, gracias a toda mi organización, todos tenían una casa — respondió Darío — Víctor, su esposa, su hija y Patrick vivían cerca de la zona en construcción y llegaron aquí al tercer día desde que esto inició. Yo fui el líder desde el segundo día y me duró unas dos semanas, cuando Víctor tomó el poder del lugar.

    — En ese momento, yo aún no había conocido al grupo — respondió Damien.

    — ¿No estuvieron juntos desde el principio? — preguntó Darío — Me daba la impresión que sí.

    — Él se unió a nosotros después de que nos enfrentamos a Snake y a su banda de asesinos — dijo Lucas — En el momento en el que tú estabas siendo atacado por Víctor, nosotros éramos atacados por alguien más.

    — ¿Perdieron gente en ese ataque? — preguntó Darío.

    — Así es — le respondió Lucas — Un hombre llamado Emmanuel, el hermano de Jennifer. Y a nuestra anterior líder, Kelly.

    — ¿Jonás no fue el líder desde el principio? — preguntaba Darío.

    — No, cuando terminó el ataque el grupo lo consideró la mejor opción — respondió Lucas — Yo no estuve de acuerdo al principio, no me pareció que sería un buen líder.

    — Pero él nos llevó con vida hasta un lugar seguro — respondió Damien — El hecho de que fuera manejado por un loco no le quita el hecho de que haya sido un lugar seguro. Estoy seguro de que nadie más podría haberlo hecho.

    — Desconfías mucho de tus capacidades, Damien — dijo Darío — Yo vi cómo te enfrentaste a Patrick y a sus dos hombres solo. Creo que no serías un mal líder para el grupo. Sobreviviste afuera tú solo por un largo tiempo, engañaste a Víctor fingiendo tu muerte y nos sacaste de ahí.

    — ¿Y qué hay de ti? — preguntó Lucas — Tú fuiste líder por un tiempo, claramente tienes experiencia.

    — Yo he liderado gente en una comunidad, no en el exterior — respondió Darío — Además, con todo lo que pasó, apenas puedo controlar a un zombi en un combate. No seré de mucha ayuda.

    La conversación sobre el liderazgo en el apocalipsis seguía a medida que los cuatro caminaban por la calle.

    Seguían avanzando hasta que llegaron a una estación de bomberos. Estaban pensando que podrían tomar las herramientas para apagar incendios desde el interior de ese lugar para llevárselas consigo, y que podrían ser de utilidad.

    Al entrar por la puerta, encontraron el camión de bomberos volcado y a dos cadáveres con uniformes en el interior del camión y a ocho zombis ahí adentro. Tres tenían uniforme de bomberos y el resto eran zombis con ropa normal. Decidieron enfrentarse a ellos.

    Damien empujó a uno de ellos y llegó hacia el lugar donde guardaban las hachas grandes para romper madera. Solo había una, así que la tomó y le dio un golpe en la cabeza que terminó matándolo. Otro zombi se le acercó y le dio un potente golpe en la mandíbula, que se separó del cuerpo del zombi, pero no lo mató. Damien le dio otro golpe en el cráneo y lo terminó definitivamente.

    Darío buscaba desesperado algo con qué defenderse, pero no encontraba nada. Los zombis se le acercaban, por lo que no tuvo más opción que sacar su pistola y disparar. Cóndor se acercó a uno de ellos y lo derribó empujándolo con las patas delanteras. El otro cambió su rumbo y empezó a seguir al perro. Darío vio la oportunidad y pisoteó al zombi hasta que lo mató. Cóndor llevó el segundo zombi hasta Damien, que lo mató con su hacha.

    Lucas no encontró armas, por lo que solo pudo usar una de las sillas que había en el lugar. La tomó y le dio un sillazo al primero que se acercó. Al otro simplemente lo empujo usando las patas de la silla hasta que chocó contra una puerta, esta se abrió y detrás de ella había una escopeta tirada en el piso y un hombre cuyo cuerpo ya no tenía más que huesos. Ese hombre fue devorado totalmente por otro zombi que estaba dentro hace mucho tiempo. Lucas tomó la silla y los mató a los dos. Luego recogió la escopeta del suelo sintiendo asco por los huesos que estaban ahí. Algunos todavía tenían algo de carne.

    Darío mató a los otros dos zombis restantes con el hacha que le dio Damien, pero no de un solo golpe, sino con dos o tres.

    — Parece que no hay más que esto — decía Lucas mostrando la escopeta — Salgamos de aquí y veamos si podemos encontrar un vehículo.

    […]

    Por la otra calle, Ariel, Jennifer, Luciano y Sandra estaban recorriendo una calle muy angosta que afortunadamente no estaba infestada de zombis.

    — Espero que no aparezcan — decía Ariel — Ya estoy harto de que se presenten en el momento menos oportuno.

    — Ustedes dos estuvieron ahí afuera más tiempo que nosotros — dijo Luciano — Sé que serán mejores para enfrentarse a ellos.

    — Román dijo que ustedes habían llegado a esa comunidad unos cinco días antes que nosotros — dijo Jennifer — Cinco días no es una gran diferencia.

    — Pero ustedes estuvieron afuera desde el principio — decía Sandra — Nosotros permanecimos encerrados en nuestra casa por un largo tiempo. Nunca nos hemos acostumbrado a enfrentarlos. Casi siempre escapábamos de ellos.

    — No sé por qué tuvieron que aparecer — dijo Luciano — Nosotros no somos demasiado jóvenes como para estar sobreviviendo aquí afuera. Y ustedes tenían una vida por delante. Este apocalipsis nos arruinó la vida en parte.

    — Desear que no hubiera sucedido no va a hacer que se vaya — respondió Ariel — Solo nos queda enfrentarlo. Además, en Bahía Luminosa es posible que podamos recuperar esa vida.

    — ¿Quién fue el que te dijo de ese lugar? — preguntó Sandra — Recuerdo que Jonás habló de un oficial de policía, pero no recuerdo su nombre.

    — Era el oficial Martinez — respondió Ariel — Con todo el tiempo que pasó se me hace difícil recordarlo.

    — ¿Él te buscó o tú te lo encontraste por casualidad? — preguntó Luciano.

    — Él me encontró cuando yo estaba en la carretera andando solo — dijo Ariel — Ni siquiera sabía que estaba transcurriendo un apocalipsis. Él ciertamente me salvó la vida al encontrarme.

    — Deberíamos dejar la charla para más adelante — dijo Jennifer — Miren al frente.

    Todos interrumpieron la conversación para ver qué era lo que había en el frente y encontraron la respuesta. Había dos vehículos estacionados en el medio de la calle. El primero era un auto con lugar para cinco personas y el segundo era una combi de gran tamaño donde podrían entrar varias personas. Siendo solamente trece personas, todas podrían entrar en los dos vehículos, pero tenían un problema, estaban mirando hacia el lado contrario hacia donde se dirigía el grupo. Para poder levárselas, deberían hacer un par de maniobras para hacer que miraran hacia otro lado y poder salir de la ciudad.

    — ¿Ustedes saben conducir? — preguntó Luciano — No tienen que ser expertos, solo tienen que poder hacer unas maniobras.

    — Yo no sé ni cómo arrancar un auto — respondió Jennifer — Además la calle es angosta. No podré hacerlo.

    — Yo tampoco sé — dijo Ariel — Será mejor que lo hagan ustedes.

    — Yo no conduzco un vehículo hace 30 años — decía Sandra.

    — Entonces creo que yo lo haré — respondió Luciano — Uno a la vez.

    Los cuatro se acercaron hasta los vehículos para ver que no hubiera zombis estorbando el camino. Uno salió desde abajo del auto y empezó a arrastrarse hacia donde estaban. Ariel tomó un cuchillo y se lo clavó en la nuca. No escucharon más ruidos, por lo que pensaron que no habría problemas. Jennifer y Ariel movieron al zombi fuera del camino para que no estorbara.

    Luciano abrió la puerta del auto y lo llevó un poco hacia adelante. Con un par de maniobras simples, logró darlo vuelta. Al ver que no tenía mucha gasolina y desconocer el estado de la batería, decidió apagarlo.

    Ahora se aproximó a la combi. Se subió, le dio un arranque y la llevó hacia adelante para que pudiera girar. Viendo que no podría hacerlo de una vez, quiso frenar para dar marcha atrás, pero los frenos no servían. La combi siguió su marcha hasta chocar contra la pared que estaba cerca de la calle. Un farol se rompió y una alarma empezó a sonar.

    Desde atrás de las casas que estaban del otro lado, empezaron a salir varios zombis. El grupo no podía usar el auto para escapar dado a que la calle era angosta y la combi estaba ocupando la mayor parte de la calle, así que decidieron correr.

    Sin llegar muy lejos, vieron como más zombis se acercaban a ellos desde el frente de la calle, dejándolos sin un lugar adonde ir más que un callejón angosto. Sabiendo que no había otro camino, entraron rogando que no tuviera salida, pero no fue así. El callejón era cortado por un muro de una altura mediana. Intentaban saltar hacia él, pero no podían llegar. Varios zombis se metieron en el callejón angosto bloqueando cualquier salida por ahí.

    Saltar el muro era la única opción.

    — ¿Cómo vamos a saltar esto? — preguntó Ariel.

    — ¡Los subiremos a ti y a Jennifer hasta arriba! — dijo Luciano — ¡Ustedes son más fuertes y nos subirán uno a uno!

    Luciano y Sandra levantaron a Ariel y a Jennifer a una altura suficiente para que pudieran llegar hasta arriba del muro.

    — ¡Suban! — gritó Jennifer.

    — ¡Tú primero! — le dijo Luciano a su esposa.

    Ariel y Jennifer estiraron sus manos y alcanzaron a Sandra. Ambos empezaron a tirar con fuerza para levantarla, pero era difícil. Luciano decidió empujarla y los tres juntos pudieron poner a Sandra a salvo. Los zombis se estaban acercando cada vez más.

    — ¡Sube, Luciano! — gritó Sandra.

    Ariel y Jennifer tomaron a Luciano y trataban de subirlo al muro, pero el hombre pesaba demasiado. Luciano quiso impulsarse con los pies usando el muro del callejón, pero sus zapatillas se resbalaban.

    Los zombis lo habían alcanzado y empezaron a morderlo, algunos en las piernas y otros en la cintura. Luciano lanzaba varios gritos de dolor a medida que los zombis le arrancaban la piel con los dientes. Los zombis estaban tirándolo para hacerlo caer al piso. Cuando Luciano vio que Ariel y Jennifer no lo soltaban, decidió soltarlo para que no terminaran cayendo junto a él.

    Luciano se soltó y los zombis empezaron a morder todo su cuerpo.

    — ¡Sandra! — gritó Luciano hasta que los zombis lo mordieron hasta matarlo por completo.

    — ¡No! — gritó Sandra luego de ver que su esposo había sido devorado en frente de ella.

    — Debimos haber dejado los vehículos donde estaban — decía Ariel lamentándose por no haber podido salvar a Luciano.

    Sandra aún no podía creer lo que acabó de pasar, pero no encontraba ningún consuelo. Quebró en llanto pensando en la forma tan cruel en que Luciano había muerto.

    — Tenemos que volver con los demás — dijo Jennifer — Informarles de esto.

    Los tres bajaron del muro hacia el otro lado del callejón, el cual estaba totalmente desierto. Ariel y Jennifer estaban dolidos por la muerte de Luciano, mientras que Sandra lloraba desconsoladamente.

    La alarma de la combi, que seguía sonando desde el choque, finalmente se apagó.

    […]

    Jonás, Robert, Romina, Hernán, Wendy, Cóndor, Darío, Damien y Lucas estaban en las afueras de la ciudad. Uno de los grupos había logrado conseguir comida mientras que el otro había reunido algunas armas más. Ninguno de ellos consiguió un vehículo.

    Afuera de la ciudad, a unos pocos metros, había una estación de servicio donde podrían pasar la noche, pero no querían dirigirse allá hasta que sus compañeros no regresaran, porque tal vez podrían necesitarlos para limpiar el lugar.

    El sol pronto empezaría a ocultarse y aún no había señales de sus compañeros.

    Todos estaban preocupados.

    — ¿Dónde estarán? — se preguntaba Jonás.

    — ¿Crees que les haya pasado algo? — preguntaba Hernán.

    — ¿Qué es lo que vamos a hacer si anochece y no regresan? — preguntó Darío — No podemos quedarnos a esperarlos para siempre.

    — Esperaré diez minutos más — decía Jonás — Si no regresan, Robert, Cóndor y yo iremos a buscarlos.

    — Yo debería ir también — respondió Romina que no quería dejar que Jonás se alejara de ella.

    — No, Robert y Cóndor son los únicos que necesito — dijo Jonás — Además, si les pasó algo, solo te estaría poniendo en peligro.

    Luego de que pasaron cinco minutos, vieron como de una de las calles salían Ariel, Jennifer y Sandra. Cuando no vieron a Luciano, decidieron correr hasta ellos, pensando que podría tener problemas.

    — ¿Dónde está Luciano? — preguntó Jonás algo preocupado de no verlo con el grupo.

    Sandra miró a Jonás muy entristecida y después hizo un gesto de negación. Jonás y el resto del grupo habían entendido a Sandra. Romina y Robert se acercaron a ella y ver si podían hacer algo para consolarla.

    — ¿Cómo fue que pasó? — preguntó Darío.

    — Nos arrinconaron en un callejón con un muro bajo — dijo Jennifer.

    — Quisimos sacarlo, pero no pudimos — dijo Ariel.

    — Está bien, por lo menos lo intentaron — decía Hernán.

    Jonás estaba muy apenado por eso. Quiso preguntarles si habían encontrado algo, pero al ver que no traían nada en las manos y que no tenían bolsas, asumió que no lograron encontrar nada.

    — Hay una estación de servicio ahí al frente — dijo Jonás algo apenado — Pasaremos ahí la noche.

    El grupo se dirigió hasta la estación de servicio. Al llegar a ese lugar, vieron que no tenía vehículos que pudieran usar, pero que tampoco quedaban zombis que pudieran atacar al grupo por sorpresa. Damien y Jonás revisaron los alrededores y se dieron cuenta de que ahí tampoco había zombis. La estación de servicio sería perfecta para pasar la noche ahí.

    Todos entraron y se acomodaron para descansar. Sandra fue una de las primeras en irse a dormir. Todo iba a ser más difícil para ella ahora que su esposo ya no estaba.
     
  9. Threadmarks: Día 70 Parte 1
     
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    Día 70 – Parte 1:

    El sol ya había salido. Algunas personas en el grupo estaban despiertas, mientras que otras seguían durmiendo. En el exterior de la estación de servicio, Robert estaba caminando en círculos revisando que nada ni nadie se acercara a ellos, además le echaba varios vistazos a los tanques de carga. Jonás lo vio desde adentro, así que decidió salir y ver qué estaba haciendo.

    — ¿Qué haces? — preguntó el líder.

    — Estaba revisando este lugar — respondió Robert — Todos los tanques tienen mucho combustible. Si hubiéramos encontrado un vehículo, con todo lo que hay aquí podríamos ir a Bahía Luminosa sin parar nunca.

    — La suerte no nos sonríe — dijo Jonás.

    — Tal parece que no — respondió Robert — Dime, Jonás. ¿Cómo te encuentras? Han pasado unos días desde que...

    — Estoy bien — le respondió el líder — Sigo pensando con tristeza en Román. Él era una buena persona. Se merecía algo mejor.

    — Lo lamento — dijo el ex convicto — No debí preguntar. Es una mierda ver como buenas personas mueren y como los malos siguen vivos.

    — Así es — le contestó Jonás — Pero ahora no tenemos que pensar en eso. Tenemos que seguir adelante. Quien sabe que tan lejos estemos de Víctor y su grupo.

    — ¿Qué crees que pasará si nos vuelven a capturar? — preguntó Robert — ¿Nos matarán o nos pondrán devuelta en esa sala de tortura?

    — Ya no tienen zombis ahí para que hagan el factor psicológico — le contestó Jonás — Si nos vuelven a capturar, nos van a usar para reemplazarlos.

    — ¿Eso crees? — preguntó Robert.

    — Es lo más probable — contestó el líder.

    En la estación de servicio, casi todos estaban dormidos, excepto por Cóndor, que estaba custodiando desde adentro, y por Ariel y Jennifer. La pareja estaba hablando sobre lo que pasó ayer.

    — ¿Te encuentras bien? — preguntaba Jennifer.

    — Yo sí — dijo Ariel — Quien no debe estar bien es Sandra. No pudimos hacer nada para salvar a Luciano.

    — No hubo nada que pudiéramos hacer — le respondió Jennifer.

    — Parece que nunca hay nada que yo pueda hacer — dijo Ariel algo frustrado mientras golpeaba el piso con su puño.

    — ¿A qué te refieres? — preguntó Jennifer.

    — El oficial Martínez, Pablo, Kelly, Emmanuel, Gared, Román, Melanny, Luciano…yo estuve ahí cuando todos ellos murieron, y no fui capaz de hacer nada para evitarlo — decía Ariel rememorando sus acciones en el apocalipsis — El oficial Martínez se fue solo a una estación como esta y murió mientras yo estaba afuera, a salvo. Pablo necesitaba mi ayuda, y aunque quise ayudarlo, terminé haciendo que muera más rápido. Cuando las serpientes aparecieron, yo me escondí como un cobarde. Si hubiera peleado puede que ellos estuvieran con vida. Cuando fui a esa base militar con Gared, no pude hacer otra cosa que mirar como lo despedazaban. Y no es necesario recordar a Román, Melanny, y Luciano. No hice nada para cambiar las cosas. Si lo hubiera hecho, ellos probablemente estarían aquí con nosotros.

    — Sé lo que se siente no poder hacer nada para evitar que la gente muera — contestó Jennifer pensando en sus padres — Pero no es culpa tuya. En varios de esos momentos tú estabas acompañado y nadie pudo hacer nada para evitarlo.

    — La realidad es que yo no sirvo para trabajar en equipo — decía Ariel — Nunca pude salvar a nadie, mientras que a mí me salvan todo el tiempo.

    — Eso no es verdad — decía Hernán metiéndose en la conversación — Recuerda cuando le salvaste la vida a Jonás en la carretera. Tú lo salvaste y ahora él es nuestro líder. Si no hubieras hecho nada, él estaría muerto y probablemente también el resto de nosotros.

    — Además, al matar a Snake, también salvaste a Wendy — respondía Jennifer — Cuando tú pudiste hacer algo para evitar que murieran, lo hiciste. Tienes que dejar de pensar de esa forma tan negativa.

    — Supongo que tienes razón — decía Ariel — Gracias Hernán. Gracias Jennifer.

    Ariel le dio un abrazo a su novia luego de haber escuchado esas palabras de aliento. A pesar de todo, el mal sabor de boca por la muerte de sus amigos no se iba. Aunque ahora al menos podía recordar que no siempre estuvo escondido cuando alguien lo necesitó.

    Lucas se había levantado y lo primero que vio al despertar fue esa escena de afecto entre sus compañeros. Sabiendo que nada bueno iba a pasar si se quedaba, decidió salir afuera a acompañar a Jonás y a Robert.

    — ¿De qué están hablando? — preguntó Lucas con curiosidad.

    — De lo que vamos a hacer — dijo Jonás — Cuando todos se despierten nos vamos. No quiero despertar a nadie para no forzarlos después de lo de ayer. Pero el día de hoy nos vamos a dedicar únicamente a acortar la distancia entre nosotros y Bahía Luminosa.

    — Debería ver si hay algo que podamos llevarnos de aquí — decía Robert — Lucas, ¿me acompañas?

    — Seguro — dijo Lucas que lo único que quería era hacer algo.

    En unos veinte minutos, todos se despertaron y estuvieron listos para continuar el viaje. Antes de empezar a caminar, Jonás revisó que nadie los estuviera siguiendo. Y una vez que vio que no había peligro, todos empezaron a andar.

    Sandra iba al final de la línea del grupo caminando muy lentamente. Jonás le pidió a Darío que tomara la delantera del grupo y decidió retroceder para tener una charla con Sandra. Romina decidió acompañar a su novio.

    — Dime, ¿te pasa algo? — preguntó Jonás.

    — Estoy bien — respondía Sandra muy desanimada — Es solo que ya no encuentro una razón para estar con ustedes. Deberían dejarme atrás. No me conocen demasiado, y en la forma en la que estoy, solo sería un estorbo.

    — Sandra, nosotros no te dejaremos — respondió Romina.

    — Así como tú y Luciano no me dejaron cuando Víctor nos capturó, nosotros tampoco te dejaremos ahora — dijo Jonás — Tú eres parte del grupo. Y no vamos a dejarte.

    — Comprendo que no quieran hacerlo — decía Sandra — Pero al menos, ¿podría pedirles un favor?

    — Claro, ¿qué es? — preguntó Jonás.

    — Si en algún momento los zombis nos rodean, y alguno de ustedes tiene que arriesgar su vida para salvarme…quiero que no lo hagan — decía Sandra — No se arriesguen por mí.

    — Sandra, no podemos prometer que haremos ese favor — decía Romina — Si estás en peligro, te salvaremos. Eso es lo que hace un grupo.

    — Sé que no quieren dejarme atrás — les dijo Sandra — Pero no tengo suficientes motivos como para querer seguir viva. Solo sálvenme si no tienen que correr ningún riesgo para eso. Ustedes ya vieron que Luciano y yo no éramos realmente buenos para enfrentarnos a ellos. No pierdan a alguien que sí puede por mí.

    — Está bien, Sandra — contestó Jonás poco convencido — Se lo diré al grupo.

    Jonás habló con cada uno de los miembros de su grupo y les informó el deseo de Sandra de no querer ser rescatada en caso de que para eso fuera necesario correr riesgos. El grupo, de la misma forma que Jonás, no estaba del todo convencido por tener que hacer eso, pero terminaron por aceptarlo, después de todo era lo que ella quería.

    El grupo continuaba la caminata sin parar ni un solo segundo. Cuando llegó el mediodía, Jonás tomó un poco de la comida que tenían y la racionó mientras el grupo seguía en movimiento. A nadie le agradaba la idea de tener que comer al mismo tiempo que caminar, pero sabían que no podían hacer otra cosa.

    Ya habían entrado a las dos de la tarde, y hasta el momento, no habían visto a ningún zombi en todo el día. El grupo lo tomó como una señal de que la suerte estaba cambiando para ellos, o al menos, empezaba a cambiar, y querían que continuara de esa forma.

    Alrededor de ellos solamente había campos con cultivos muertos. Con la llegada del invierno, y la muerte de varias personas, los cultivos dejaron de ser cuidados y muchos de ellos perecieron. Al grupo le pareció una lástima, dado a que de haber tenido cultivos disponibles, podrían usar lo aprendido en la comunidad de Víctor para poder llevarlos con ellos.

    — Papá, ¿crees que haya cultivos en Bahía Luminosa? — preguntó Wendy.

    — No lo sé, pero sería bueno que así fuera — respondió Hernán — Sería una buena distracción de todo lo que pasó. Y podríamos usar lo que hemos aprendido allá.

    — A mí no me gustaba trabajar en la construcción — dijo Lucas — Pero no quería empolvar mi ropa en los cultivos.

    — Yo lo hice porque nunca en mi vida sembré una semilla — dijo Robert riéndose un poco de la situación — Podría haber matado a todas las plantas si hubiera trabajado ahí.

    Todos se rieron un poco con el comentario de Robert, aunque no todos pensaban lo mismo que Robert.

    — Ahora que lo pienso mejor, si hubieras matado a todas sus plantas les podríamos haber regresado el favor — respondió Lucas.

    — No todas las personas en ese lugar saben lo que Víctor hacía — respondió Darío — No todas merecen morir.

    — Pero si Robert hubiera matado sus plantas, ellos estarían ocupados volviendo a cultivar en lugar de perseguirnos — respondió Lucas.

    Aunque el comentario de Lucas no reflejaba su buena humanidad, todos aceptaron que tenía razón con lo que decía. Luego de unos momentos de risas, Jonás fue a hablar con Darío y le pidió que tuvieran una charla alejados un poco del grupo.

    — ¿Qué pasa? — preguntó Darío queriendo saber qué era lo que Jonás tenía para decirle.

    — He estado pensando en algunas cosas estos días — respondió Jonás — Recuerdo cuando Kelly murió y como nos quedamos sin nadie que pudiera liderarnos. Ella no pensó que podría morir en un momento como ese, y no habíamos hecho un buen debate sobre el tema. Ahora, con lo que le pasó a Román, Melanny, y Luciano, me doy cuenta de que podría morir en cualquier momento. Y si eso pasa, no puedo dejar al grupo sin nadie que los mantenga a salvo. Por eso quiero que tú seas el líder si algo llega a pasarme.

    Darío estaba muy sorprendido al ver que Jonás había elegido a alguien a quien no conocía desde hace mucho para reemplazarlo, y quería saber los motivos.

    — ¿Por qué yo? — preguntaba Darío — Nos habremos conocido como mucho hace una semana.

    — Porque tú ya habías hecho esto — respondió Jonás — Tú ya lideraste a un grupo de gente. Los mantuviste seguros. Y cuando me contaste sobre el castigo que le diste a tu amigo luego de que asesinó a la esposa de Víctor, supe que eras un buen líder.

    — ¿Por qué? — preguntaba Darío aún sin entender.

    — Hace tiempo tuvimos un incidente con Lucas y Ariel — dijo Jonás — Lucas intentó matarlo, pero afortunadamente lo detuvimos. Yo lo castigué dejándolo atado lejos del grupo y sin darle nada más que agua cuando lo necesitara. El resto del grupo, sacando a Sandra y Romina que no estaban con nosotros, quería que yo lo expulse o que lo mate. Ninguno pensó que mi método podía funcionar, pero lo hizo. Sé que Lucas no olvidó lo de antes, pero ya no volvió a atacar a Ariel. Y tú quisiste hacer algo parecido con tu amigo. Tú piensas igual que yo. Es por eso que quiero que tú seas el líder si me pasa algo.

    — Agradezco tu oferta, pero no soy el indicado — respondió Darío — Yo solo he liderado gente dentro de la comunidad. Nunca los he liderado aquí afuera y no sé si pueda hacerlo. Pero hay alguien que puede. Tu amigo, Damien. Él sobrevivió un largo tiempo solo, lo que significa que él conoce el peligro. Él fue quien engañó a Víctor y luego nos sacó de ahí.

    — Confío en Damien — respondió Jonás — Él varias veces estuvo dispuesto a ayudar al grupo y nunca se negó. Pero él no tiene experiencia para liderar. Él claramente sabe sobrevivir solo, pero no sé si pueda manejar a un grupo. Sé que no sería un problema para él, pero prefiero que el grupo sea liderado por alguien por experiencia.

    — ¿Y por qué no consideras la opción de dejarnos a los dos a cargo? — preguntó Darío — Tienes razón cuando dices que el que haya sobrevivido solo no lo convierte en líder, pero yo no tengo experiencia en el exterior.

    — Yo ya tomé mi decisión — dijo Jonás — Si algo me pasa, quiero que tú seas el líder del grupo. Si no te gusta o no te sientes cómodo, dale el puesto a Damien, o trabaja con él. Pero quiero que mi grupo sea liderado por alguien que piense como yo y tenga experiencia.

    — Está bien — aceptó Darío — Respeto eso. Yo me haré cargo.

    Una vez que la conversación terminó, Jonás y Darío vieron que el grupo no avanzaba y que todos estaban mirando fijamente al frente. Como estaban muy atrás no pudieron ver nada, así que se adelantaron. Una vez al frente, vieron una enorme horda de zombis que se encontraba camino abajo de ellos.

    Era una horda muy grande y no había otro camino que pudieran tomar. La horda no solo ocupaba la carretera, sino también los campos que la rodeaban. Sería imposible cruzar así nada más.

    — ¿Qué haremos? — preguntó Damien.

    — Luciano murió con una horda mucho más chica que esta — dijo Ariel — Si cruzamos, sería el final.

    — Pero retroceder no es una opción — dijo Jonás — Víctor podría estar tras nosotros y no hay otra ruta que pueda llevarnos directamente a Bahía Luminosa.

    — ¿Hasta dónde tendríamos que retroceder para buscar otra ruta? — preguntó Hernán.

    — Demasiado — respondió Darío — Tendríamos que volver a la estación de servicio. Eso sería retroceder mucho. Incluso si no nos encontramos con Víctor allá, el terminaría capturándonos.

    — Además de que nos costó más de medio día llegar hasta aquí — respondía Robert — Si volvemos allá, se haría de noche antes de que lleguemos.

    — Pero no podemos quedarnos aquí a esperar a que se vayan — contestó Romina.

    — Tenemos el lanzagranadas que Gared sacó de la base militar — respondió Jennifer — ¿Qué tal si lo usamos?

    — Solo tenemos seis granadas, y este solo puede equipar dos — respondió Robert sacando el arma de la bolsa y dándole un vistazo — Dos granadas no son suficientes para una horda como esta.

    — ¿Entonces que vamos a hacer? — preguntó Wendy — No podemos cruzar entre ellos.

    El grupo estuvo pensando en una manera de atravesar la horda y poder continuar avanzando, pero no se les ocurría nada.

    Finalmente, Jonás pensó en una maniobra arriesgada.

    — Solo encuentro una forma — dijo Jonás.

    — ¿Cuál es? — preguntó Romina.

    — Puedo bajar, empezar a disparar para llamar su atención, meterme en el campo y guiarlos hacia mí — dijo Jonás — Aunque no los pueda alejar a todos, la horda se dispersará y ustedes podrán cruzar.

    — ¿Estás loco? — preguntó Damien — ¿Vas a morir para que nosotros podamos vivir?

    — Voy a intentar no morirme para llevarlos lo más lejos que pueda — respondió Jonás — Luego de eso, intentaré volver con ustedes.

    — Pero no lo lograrás — decía Romina algo asustada por el plan de su novio — Son muchos zombis. No vas a poder volver, porque no habrá un hueco entre todos ellos.

    — Es mejor que muera uno a que mueran todos — dijo Jonás algo asustado por su plan, aunque el confiaba en sus capacidades.

    — Entonces, iré yo — respondió Sandra — Es una oportunidad de hacer algo bueno para el grupo y ya no tendrán que preocuparse por mí.

    Al grupo no le agradaba mucho la idea de dejar que Sandra se encargara. Jonás era más joven y podría correr una larga distancia llevándose a la horda. Incluso tendría posibilidades de sobrevivir. Pero Sandra era mayor. No podría llegar muy lejos y no tenía posibilidades de sobrevivir.

    Viendo que no tenían otra opción, el grupo estaba a punto de acceder, cuando escucharon un ruido en la carretera. Se podía escuchar un vehículo muy grande dirigiéndose hacia la misma dirección en donde ellos se encontraban. Esto los empezó a preocupar.

    — Nos encontraron — dijo Lucas empezando a preocuparse — ¿Qué vamos a hacer?

    — Si luchamos contra ellos solo atraeremos a la horda — dijo Darío algo nervioso.

    — Pero si no luchamos y nos capturan a todos juntos no podremos hacer nada — decía Jennifer empezando a tener miedo.

    Varios miembros del grupo sacaron sus armas de fuego listos para pelear, sabiendo que no había nada más que hacer. Si ese iba a ser su último enfrentamiento, lo afrontarían todos juntos.

    El grupo esperaba que los vehículos llegaran para abrir fuego. En pocos segundos, un camión se acercaba a ellos. A Darío le pareció sospechoso.

    — No he visto un camión en mucho tiempo — decía Darío.

    — ¿Estás diciendo que no son ellos? — preguntó Hernán.

    — No tenían camiones en la comunidad, y nosotros no dejamos atrás ningún vehículo — respondió Darío — Al menos que les haya caído del cielo.

    Sin bajar la guardia, el grupo esperó a que el camión se acercara y una vez cerca, apuntaron hacia la cabina con sus armas. El camión se detuvo lentamente, la puerta se abrió y de adentro de él salió un hombre desconocido. Era un poco alto, llevaba una gran barba, cabello largo, y una gorra de camionero. El hombre se bajó con las manos en alto.

    — Por favor, les ruego que no me lastimen — decía el hombre echándole un vistazo al grupo.

    Aquel hombre miró atentamente a todos en el grupo y pudo ver que Wendy estaba escondida detrás de ellos.

    — Tengo un hijo de la misma edad que la niña que tienen con ustedes — dijo aquel hombre algo preocupado — Por favor, solo quiero volver con él.

    — ¿Quién eres? — preguntó Jonás bajando su arma — Nosotros no tenemos la intención de lastimarte.

    — Me llamo Roderick — dijo el camionero — ¿Ustedes quiénes son? ¿Qué es lo que están haciendo aquí, en el medio de la nada?

    — Me llamo Jonás — dijo el líder hablando con aquel hombre — Estas personas son parte de mi grupo. Romina, Sandra, Ariel, Jennifer, Lucas, Darío, Damien, Hernán, Wendy, Robert, y mi perro se llama Cóndor. Estamos en camino hacia Bahía Luminosa.

    — ¿Bahía Luminosa? — preguntó Roderick — ¿Por qué irían ahí?

    — Porque es un lugar seguro — dijo Ariel — Es una ciudad preparada para una catástrofe como esta. Cuando lo escuchamos, decidimos ir ahí.

    — ¿Y qué están haciendo en el medio de una carretera a esta hora? — preguntó Roderick.

    — Tenemos un problema ahí abajo — respondió Damien.

    Roderick se acercó hasta la bajada y le echó un vistazo a lo que había ahí. Pudo ver a una enorme horda de zombis estando totalmente quieta en el mismo lugar. Él pensó en una forma de ayudar al grupo.

    — Puedo atravesar esa horda con mi camión — dijo Roderick — Si quieren puedo ayudarlos a cruzar.

    — ¿No se va a quedar atascado? — preguntó Jennifer.

    — Si fuera una subida o un camino recto sí — respondió Roderick — Afortunadamente es una bajada, así que pasaremos sin problemas.

    — Entonces creo que podríamos superar esto después de todo — dijo Lucas.

    — En mi cabina tengo lugar para dos de ustedes — dijo Roderick — El resto puede ir en el tráiler.

    — Yo iré contigo adelante — dijo Jonás — Y me gustaría que Ariel me acompañara.

    — ¿Yo? — preguntó Ariel algo confundido de haber sido elegido — Está bien. Si tú lo dices.

    — Muy bien — dijo Roderick — Todos suban. Betsy se encargará de mantenernos a salvo.

    — ¿Betsy? — preguntó Robert.

    — Cosa de camioneros — respondió Roderick.

    Jonás y Ariel subieron a la cabina junto con Roderick, mientras el resto del grupo se subió al tráiler. Tenía una pequeña compuerta en la parte de arriba, por la cual entraba aire y luz. Una vez que todos estuvieron a bordo, Roderick arrancó el camión.

    Gracias a la velocidad que tomó por la bajada, Betsy atravesó la horda llevándose por delante a varios zombis que estaban en su camino. La horda estaba desparramada a lo largo por el campo y no por la carretera, lo que hizo que fuera más fácil cruzar para el camión.

    Varios de los zombis de la horda empezaron a seguir al camión, principalmente los que estaban en la carretera. Los que estaban en el campo empezaron a seguirlo también, pero quedaron atrapados a los pocos metros cuando se encontraron con una cerca que les cortó el paso. Solo unos pocos zombis de la horda lograron seguir al camión, que se alejaba cada vez más de ellos.

    — Muy bien — decía Roderick — Ahora que estamos a salvo, háblenme de Bahía Luminosa.
     
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    Día 70 – Parte 2:

    Roderick estaba en la cabina del camión junto a Jonás y Ariel, mientras el resto del grupo se encontraba en el tráiler de la parte de atrás.

    — Se supone que es una ciudad que fue preparada para una catástrofe como esta — decía Ariel — Y que los oficiales de policía tenían el deber de llevar a todos los civiles que pudieran hasta allá.

    — ¿Y por qué no hay un policía con ustedes? — preguntó Roderick mirando el camino.

    — Porque lo asesinaron — respondió Ariel — Afortunadamente yo sobreviví y le hablé al grupo sobre el plan del gobierno.

    — ¿Cuál es tu historia? — preguntó Jonás.

    — Yo estoy en el negocio del transporte — respondió Roderick — Cuando esto inició, estaba haciendo una entrega fuera del país. Quise regresar aquí para encontrarme con mi esposa y mi hijo, pero cerraron la frontera en el extranjero y no me permitían irme. Un día simplemente me cansé de vivir con la duda de saber si mi familia estaba o no a salvo, así que tomé el camión y emprendí el viaje.

    — ¿Piensas llevar a tu familia a Bahía Luminosa? — preguntó Ariel.

    — No me convence mucho la idea de ir a esa ciudad — respondió Roderick — En el extranjero había protección, pero eran muy estrictos con las reglas. Seguro que ahí también lo son. Prefiero quedarme en el pueblo donde vivo con mi esposa y mi hijo.

    — Entonces, ¿podemos llevarnos tu camión? — preguntó Jonás — Dado a que tú no piensas seguir viajando, nos serviría de mucho.

    — ¿Llevarse a Betsy? — preguntó Roderick algo impresionado por la petición — Lo siento, pero no. Estuvo en la familia por mucho tiempo, y no voy a dárselo a unos extraños que conocí hoy mismo.

    — Pero tú ya no lo vas a necesitar más — respondió Ariel — Si no vas a seguir en movimiento, el camión ya no te sirve de mucho.

    — No se trata de que me sirva — decía Roderick — Se trata de lo que significa para mí. No puedo dárselos a ustedes.

    — ¿O sea que un objeto con un valor sentimental es más importante que ayudar a gente que lo necesita? — preguntó Jonás.

    — Pues, lo lamento, pero no los conozco — decía Roderick — El camión se queda conmigo. Además, ustedes tampoco lo necesitan de mucho. Bahía Luminosa no queda muy lejos. Pueden llegar a pie en menos de una semana si los dejo en mi pueblo.

    — En realidad, sí lo necesitamos — dijo Ariel — Hay algunas personas siguiéndonos.

    — ¿Qué? — preguntó Roderick.

    — Cuando te apuntamos con nuestras armas es porque pensamos que las personas que nos seguían habían conseguido un camión, y que nos habían alcanzado — respondió Jonás.

    — Pero, ¿Quién los sigue, y por qué? — preguntó Roderick.

    — Nos sigue un tipo llamado Víctor — contestó Ariel — Y nos sigue porque nos escapamos de una comunidad donde torturan gente.

    — Mira mi oreja — decía Jonás mostrándole su oreja a Roderick — Este corte fue obra suya.

    — Wow, ni siquiera me había fijado — decía Roderick mientras veía la oreja de Jonás — Ese Víctor es un psicópata por lo que me cuentan.

    — Así es — respondió Ariel — Y viene tras nosotros. Es por eso que necesitamos el camión.

    Roderick estuvo procesando la información que los nuevos conocidos acababan de contarle. Le pareció increíble que hubiera alguien así en el mundo, pero la evidencia era suficiente. Nadie iba a cortarse su propia oreja para engañar a un extraño en el medio de la carretera.

    — Está bien — contestó Roderick — No les voy a dar mi camión, pero los llevaré hacia Bahía Luminosa. Si hay un tipo como Víctor ahí afuera, mi esposa y mi hijo podrían estar en peligro. Iré con ustedes.

    — Gracias — dijo Jonás satisfecho por haber podido convencer a Roderick.

    El camión siguió la marcha por la carretera hasta que Roderick tomó un desvío a la derecha. A unos dos kilómetros había una entrada a un pueblo, que era donde vivía Roderick junto a su esposa y su hijo. Estaba empezando a anochecer, y se podía ver a varios zombis descansando. El camión avanzaba tan lento que solo unos pocos pudieron detectarlo.

    Finalmente, Roderick lo estacionó en frente de una casa mediana, que era el lugar donde vivía.

    Todos bajaron del camión.

    — ¿Y bien? — preguntó Hernán.

    — No fue difícil, pero logré convencerlo de que venga con nosotros — respondió Jonás.

    Desde atrás de ellos se aproximaban unos tres zombis, que eran los únicos que lograron seguirle el rastro al camión cuando pasó por el pueblo. Jonás quería poner a prueba a Roderick.

    — Muéstrame como peleas contra ellos — decía Jonás — ¿Quieres un arma?

    — Tengo el matafuegos de mi camión — dijo Roderick.

    El camionero se acercó a la cabina y debajo de su asiento, sacó un matafuegos, que era lo que usaba como arma en contra de los zombis. Le dio un buen golpe en la cabeza al primero, matándolo al instante. Al segundo lo golpeó en la mejilla, y al tercero en el estómago para hacerlo caer al piso y luego asesinarlo golpeándolo con su matafuegos de un golpe.

    El segundo zombi había sobrevivido al impacto y empezaba a levantarse del suelo. Hernán se acercó a él y lo golpeó con una llave mecánica que encontró en la estación de gasolina.

    — No está mal — decía Jonás felicitando a Roderick.

    Luego de que los tres zombis estuvieran ya muertos, el camionero golpeó la puerta de su casa para avisarle a su esposa que había regresado. Pero nadie respondía. Giró el picaporte para ver si la puerta se encontraba cerrada, pero no lo estaba.

    Cuando entró y no vio a su esposa y a su hijo se empezó a preocupar.

    — ¡Cariño! — gritaba Roderick — ¡Soy yo!

    Pero no obtuvo ninguna respuesta. Entonces revisó la mesa y encontró una carta.

    — “Rody, te dejo esta nota para que sepas que estamos bien” — decía Roderick leyendo la carta — “Un policía vino y nos comunicó que teníamos que dirigirnos hacia Bahía Luminosa. No quería dejarte, así que los convencí de esperar una semana hasta que regreses, pero ya no podemos quedarnos más tiempo. Dirígete a Bahía Luminosa y encuéntranos allá.”

    — Bien — decía Jennifer — Al menos sabes que están a salvo.

    — Si tú nos llevas en tu camión, llegaremos a Bahía Luminosa en poco tiempo — dijo Darío — Podremos escapar de Víctor, llegar a un lugar seguro, y te reencontrarás con tu familia.

    — Muy bien, eso quiere decir que tenemos que descansar — decía Robert — Así arrancaremos mañana a primera hora.

    — Yo haré de guardia esta noche — dijo Damien — Si veo algo sospechoso, nos levantamos y nos vamos.

    — Yo te acompañaré — dijo Roderick — Después de todo, es mi casa.

    — Tú deberías dormir — dijo Jonás — Debes estar en condiciones de manejar el camión mañana.

    — Yo acompañaré a Damien — dijo Lucas.

    — Muy bien, el resto de nosotros debería tomar una siesta — dijo Jonás — Nos vamos a levantar lo más temprano posible para ponernos en marcha. Víctor no nos podrá alcanzar.

    Todo el grupo, exceptuando a Damien y a Lucas, se fueron a acostar. Roderick estaba algo nervioso pensando en su familia, pero sabía que preocuparse no lo ayudaría para nada, así que decidió irse a dormir.

    Día 71:

    El camión ya se encontraba en marcha. Esta vez, Romina acompañaba a Jonás y Roderick en la cabina, mientras que Ariel iba en la parte de atrás junto al resto del grupo. Antes de abandonar el pueblo, Roderick tocó la bocina de su camión. Su idea era llamar la atención de varios zombis para darle otro obstáculo a Víctor y a su gente y asegurarse de que ya no pudieran alcanzarlos.

    Ya en la carretera, Roderick quería hablar con Jonás.

    — Noté que esa señora estaba algo deprimida — decía Roderick — ¿Pasó algo recientemente?

    — Su esposo murió hace dos días — respondió Romina — Ella quedó sola, y se ve que aún no lo supera.

    — ¿Víctor lo mató? — preguntó Roderick.

    — No, fue un accidente con zombis — respondió Jonás — Víctor asesinó a mi primo y a la esposa de Hernán.

    — Hernán es el padre de la niña, ¿verdad? — preguntó Roderick.

    — Así es — respondió Romina.

    — Pobre niña — decía Roderick sintiéndose algo apenado por Wendy — Mi hijo tiene su misma edad. Cada vez que yo me voy, él me extraña demasiado. Pero encuentra consuelo porque sabe que volveré. No quiero imaginar lo que ella puede estar sufriendo sabiendo que su madre no regresará.

    Gran parte de la mañana se pasó en el camión. Cada vez que se encontraban con algún zombi en la carretera, Roderick tocaba la bocina para que el zombi se metiera en la carretera y así pudiera obstaculizar el camino de Víctor y su gente.

    Una vez llegado el mediodía, el grupo estaba entrando en un pequeño sitio turístico. Consistía en varios museos y algunas casas adjuntas. Roderick, Jonás y Romina estaban disfrutando el lugar cuando sintieron como el disparo de una pistola impactó en el tráiler del camión.

    — ¿Qué es eso? — preguntó Roderick.

    Otro disparo impactó en el tráiler del camión, y fue ahí cuando se dieron cuenta de que estaban siendo atacados por otras personas.

    — ¡Acelera! — gritó Jonás.

    En el interior del tráiler, todo el grupo estaba asustado y preparándose para lo peor.

    — ¡¿Quién nos ataca?! — gritaba Robert.

    — ¡Papá! — gritó Wendy abrazando a Hernán.

    — ¡Todos tomen un arma! — gritó Darío.

    Cada uno de ellos había tomado una de las armas que tenían con ellos, y estaban listos para enfrentarse a quien sea que estuviera disparando.

    Otros dos disparos impactaron en el tráiler del camión, y después, otros dos fueron dirigidos hacia los neumáticos. El impacto de las balas reventó dos de los neumáticos del camión, que estaba perdiendo velocidad y estabilidad.

    — ¡Tenemos que bajar de aquí! — gritó Romina gritando para que todos los que se encontraban en el tráiler se prepararan para bajar al momento en el que Roderick les abriera la puerta desde el camión.

    El camión se detuvo y todos se bajaron. El grupo se puso a cubierto y trató de ver quiénes eran los causantes de esos disparos. A lo lejos, podían ver como Patrick avanzaba corriendo hacia ellos, acompañado de otras cuatro personas más.

    — ¡El camión se detuvo! — gritaba Patrick a lo lejos — ¡Atáquenlos!

    — ¡Rápido, dispérsense! – gritó Jonás.

    Todos se separaron formando dos grupos. Uno de los grupos, formado por Roderick, Sandra, Ariel, Jennifer, Lucas y Darío se fue por un lado, cubriéndose detrás de las casas de la zona turística, mientras que el resto del grupo se fue a las casas que estaban del otro lado de la carretera.

    Patrick y sus cuatro hombres alcanzaron el camión. Al llegar, les hizo una seña de que se dividieran en grupos de dos y los encontraran.

    — ¡Esto no tiene que terminar mal para ustedes! —gritaba Patrick al grupo — ¡Solo entréguense y hagan las cosas más fáciles!

    A pesar de su intento de convencerlos, nadie respondía. Viendo que las cosas iban a ser por las malas, le ordenó a sus hombres encontrarlos y matarlos.

    Los primeros dos se acercaban hacia donde estaban escondidos los que se refugiaron en la zona turística.

    — Muy bien, este es el plan — dijo Darío — Roderick y yo nos encargaremos de ellos, pero necesito que ustedes los distraigan.

    — Entendido — respondió Jennifer.

    Los tres chicos jóvenes del grupo avanzaron cuidadosamente por detrás de las casas. Sandra estaba asustada, por lo que se quedó detrás de Darío.

    Lucas dio un tiro que impactó en la pared de una de las casas, cosa que llamó la atención de los dos hombres.

    — Te cubro — dijo uno de ellos — Tú acércate.

    El primero de ellos empezó a avanzar a la posición en donde se encontraba Lucas, mientras que el otro lo cubría. Ariel decidió disparar su arma en contra del que se encargaba de la cobertura. Falló el disparo, pero logró llamar la atención de aquel hombre y consiguió que los dos se separaran.

    Ahora, Darío y Roderick salieron de su escondite y fueron cada uno por un lado distinto para enfrentar a esos hombres. Darío logró encontrar a uno de ellos, el cual estaba buscando a Lucas. Se acercó un poco hacia él y le disparó, dándole en el pecho. El hombre dio un grito de dolor que llamó la atención de su compañero.

    El segundo hombre llegó a los tiros al lugar donde se encontraba Darío, quien tuvo que correr para cubrirse. Ambos empezaron a dispararse entre sí. Dado a las coberturas, ninguno de los dos podía acertar un disparo contra el otro. Roderick aprovechó la distracción de aquel hombre y le dio un tiro en la cabeza.

    Por el otro lado, la situación era parecida. Los dos hombres estaban buscando a todo el grupo. Robert, que se encontraba junto a Hernán y Wendy, decidió que era muy peligroso alejarse de ambos, así que empezó a disparar en contra de los atacantes.

    Estos dos hombres empezaron a devolver los disparos. Hernán se unió a su compañero y empezó a disparar. Nadie lograba acertar ningún disparo. Los dos hombres decidieron rodearlos por la parte de atrás de las casas. Así que ambos se dirigían hacia allá.

    Damien, quien había conseguido subir a uno de los tejados, logró eliminarlos a ambos usando su rifle de francotirador.

    Jonás, Cóndor y Romina estaban escondidos detrás de las casas, un poco lejos del resto de sus compañeros. Patrick los estaba buscando sin tener ningún éxito. Jonás simplemente esperaba a que Patrick se acercara lo suficiente para eliminarlo.

    En un momento, Cóndor olfateó a tres zombis que se encontraban detrás de ellos, atraídos por los disparos de los otros. Jonás no tuvo opción y le disparó a uno de los tres. Patrick oyó el disparo y decidió dirigirse hacia ese lugar.

    — ¡Vete por ese lado! — dijo Jonás a Romina en voz baja.

    Romina empezó a correr en la dirección que Jonás le había dicho. Uno de los zombis fue tras ella, mientras que el otro seguía a Cóndor y a Jonás. El joven tomó por el cuello al zombi que lo estaba siguiendo y lo tiró al piso. Cóndor le saltó encima al zombi, provocando que cuando se levantara, este lo empezara a seguir.

    Romina estaba escapando del zombi que la seguía, dado a que si usaba su arma, Patrick la encontraría.

    El hermano de Víctor buscó por el lugar hasta que vio al zombi que perseguía a Romina, y empezó a seguirlo. Una vez que vio donde Romina se escondía, Patrick asesinó al zombi y empezó a acercarse a la chica.

    Romina veía como Patrick se acercaba y no sabía qué hacer, dado a que nunca había enfrentado a otra persona ella sola. Patrick se acercaba cada vez más hasta que Jonás se le tiró encima. Una vez que lo había tirado al piso, empezó a golpearlo en la cara para poder dejarlo inmóvil sin matarlo.

    Al segundo golpe, Patrick consiguió liberarse de Jonás dándole una patada. Luego le dio un golpe en el pecho que terminó tirando al joven al piso.

    Patrick quería alcanzar su arma y terminar con Jonás, cuando Damien apareció y lo atacó a golpes por sorpresa. Damien empujó a Patrick hasta una pared, donde estaba golpeándolo, hasta que Patrick se liberó de él con un cabezazo. Luego se le tiró encima y empezó a golpearlo, de la misma forma en que Jonás lo golpeaba a él.

    — ¡No saldrás vivo de esta! — gritaba Patrick a Damien.

    Robert se acercó a ellos y le dio una patada a Patrick. Patrick quiso levantarse, pero Robert le tomó los brazos y empezó a retenerlo.

    — ¡Esta vez no! — decía Robert reteniendo a Patrick.

    — ¡Maldito negro! — gritó Patrick mientras intentaba soltarse.

    Con un poco de esfuerzo, Patrick logró soltar uno de sus brazos y darle un codazo a Robert, con el cual se soltó del todo, y luego lo tiró en contra de la pared. Jonás decidió ayudar a su amigo tirándose nuevamente sobre Patrick.

    — ¡¿No aprendes, verdad?! — gritaba Patrick intentando quitarse a Jonás de encima.

    Patrick hizo un gran esfuerzo y logró levantar a Jonás. Con un puñetazo muy fuerte se lo quitó de encima. Ya estaba harto de pelear, así que fue a buscar su arma que quedó tirada en el suelo por la pelea, al darse vuelta para disparar, Romina le dio un tiro en el hombro que usaba para sostener la pistola, provocando que esta caiga al piso. Patrick quiso agacharse y usar su otra mano para disparar, cuando recibió un rodillazo en el estómago de Jonás. Patrick quedó en el piso. Jonás levantó el arma de Patrick y la usó para dispararle dos veces a Patrick en las piernas. Patrick recibió el primer disparo en la rodilla izquierda y el segundo en el tobillo derecho.

    — Ahora no vas a poder ponerte de pie — decía Jonás.

    Todo el grupo llegó al lugar para ver lo que estaba pasando.

    — ¿Están bien? — preguntó Sandra al ver que Jonás, Robert y Damien estaban algo cansados.

    — Estamos bien — respondió Damien.

    — Quien no lo va a estar será Patrick — dijo Jonás mirando al asesino de su primo totalmente inmóvil frente a él.

    — ¿Qué es lo que vas a hacer? — preguntó Patrick muy adolorido por los disparos.

    Jonás miró fijamente a Patrick, y este le devolvió la mirada. El líder ya había decidido que haría con él.

    — Hernán, ¿lo quieres? — preguntó Jonás.

    — ¿A qué te refieres? — preguntó el mecánico.

    — Este hombre asesinó a tu esposa, y ahora está aquí, acorralado — respondió Jonás — Tienes la oportunidad de vengarte por lo que hizo.

    Hernán empezó a pensar en lo que Jonás le estaba diciendo. Sentía muchos deseos de poder terminar con la vida de Patrick. Antes de tomar cualquier decisión, miró a Wendy, y luego de verla a los ojos supo cuál era la decisión que debía tomar.

    — No — respondió Hernán — No voy a matarlo. No quiero que mi hija entienda el significado de la venganza de esta manera. Es todo tuyo.

    — Jonás — decía Darío — Quiero pedirte un favor.

    — ¿Cuál es? — preguntó el líder.

    — Quiero que me dejes matarlo — respondió Darío — Sé que este hombre asesinó a tu primo, y tienes todo el derecho a matarlo. Pero yo también tengo derecho. Él y su hermano me quitaron mi comunidad y me encadenaron en un pequeño almacén con zombis, donde me torturaron sin piedad junto a varias personas que estaban conmigo. Vi como algunos de ellos se morían sin que yo pueda hacer nada. Por eso quiero matarlo. Necesito una venganza.

    Todo el grupo estaba sorprendido por las palabras de Darío, principalmente Roderick, que no esperaba que Víctor y su gente fueran tan brutales. A pesar de los deseos de Jonás, él entendió que Darío también merecía venganza.

    — Muy bien, te dejaré matarlo — dijo Jonás mirando a Patrick — Pero primero quiero hacer algo.

    Patrick estaba algo confundido por las palabras de Jonás. El líder del grupo sacó un cuchillo pequeño de su bolsillo, y luego de sacarlo, miró muy seriamente a Patrick.

    — Voy a hacerte pagar por lo que me hiciste — dijo Jonás con una voz algo profunda.

    Jonás tomó el cuchillo y empezó a cortar la oreja de Patrick. El hombre gritaba de dolor dado a que era lo único que podía hacer. Hernán le tapó los ojos a su hija para que no tuviera que ver una escena como esa. El resto del grupo miraba seriamente como Jonás le cortaba la oreja a Patrick. Tras unos pocos golpes, Jonás le arrancó la oreja entera.

    — ¡Cómetela! — gritó Jonás muy enojado con Patrick.

    — Yo no te corté toda la oreja — decía Patrick — Solo te corté…

    Jonás le dio un rodillazo en el pecho que le impidió seguir hablando a Patrick. El hombre se tocaba el pecho con la mano que aún tenía sana.

    — ¡Te dije que te la comas! — gritó Jonás.

    — Mi hermano te hará pagar por esto — dijo Patrick — No somos el único grupo que estaba detrás de ustedes.

    — Yo no me preocuparía por eso ahora — dijo Jonás.

    Jonás tomó la oreja, le dio un golpe a la garganta de Patrick para que este abriera la boca, y luego le metió su oreja entera en la boca. Luego empezó a golpear la mandíbula de este para que masticara.

    — Si te la tragas rápido, voy a hacer que la vomites y te la comas otra vez — dijo Jonás mirando fijamente a Patrick.

    Patrick se vio obligado a masticar repetidamente su oreja, sabiendo que si no lo hacía sería peor. Jonás lo obligó a masticar su propia oreja durante cinco minutos, cuando Patrick ya no podía más y la tragó. Su mandíbula le dolía mucho, junto con su garganta y la parte que fue arrancada de su cuerpo. Le dio una mirada de pocos amigos a Jonás, quien se encontraba satisfecho con lo que había hecho.

    — Es tuyo, Darío — dijo el líder.

    Darío le pidió a Damien el hacha que había sacado de la estación de bomberos. Damien se la dio y Darío decidió empezar a jugar con Patrick.

    Darío le pisó la mano y de un solo golpe, le cortó cuatro dedos. Patrick gritó de dolor luego de que le arrancaran sus dedos. Darío decidió no detenerse ahí y le dio un golpe en el costado, rompiéndole dos costillas a Patrick.

    — ¡AGH! — gritaba Patrick totalmente adolorido empezando a llorar por los golpes — ¡Lo lamento! ¡Lamento todo lo que les hice!

    Esa frase solo hizo que Darío se enojara mucho más y le dio otro golpe en el mismo lugar. Patrick seguía gritando muy fuerte con cada golpe y ya no podía más.

    Darío le dio un golpe con el mango del hacha en el ojo, dejándoselo totalmente morado. Cuando vio el daño que le había hecho, decidió dejar de golpearlo en la cara. Patrick ya no iba a resistir más golpes. Ya no podía soportar más.

    — Mátame de una vez — dijo Patrick llorando desconsoladamente por el daño que estaba recibiendo — Ya no lo soporto más.

    Darío decidió cumplir el deseo de Patrick, y lo eliminó dándole un golpe en el cuello con la parte filosa del hacha. El golpe asesinó a Patrick directamente. Una vez muerto, Darío le dio más hachazos hasta que le rompió totalmente el cuello y separó su cabeza del resto del cuerpo.

    — ¿Qué hiciste? — preguntó Lucas muy impresionado por lo que vio.

    — Le vamos a dejar un regalo a Víctor — respondió Darío.

    Todo el grupo fue hacia el camión. Dado a que se le habían reventado dos neumáticos, ya no serviría para viajar. Tomaron todo lo que podía servir, y se decidieron a irse. Darío colocó la cabeza y cuerpo de Patrick en el tráiler, y le pidió a Roderick que no lo cerrara.

    — ¿Cuál es tu idea? — preguntó Robert.

    — Quiero que Víctor lo encuentre así — contestó Darío — Pero no si lo dejamos en la carretera, los zombis se lo podrían comer.

    — Bueno, ya no tenemos nada que hacer aquí — dijo Jonás al resto de su gente — Sigamos adelante.

    — Supongo que esto es el adiós, Betsy — decía Roderick empezando a alejarse de su camión.

    El grupo continuaba su camino siguiendo la carretera. Si lo que Patrick decía era verdad, Víctor aún seguiría detrás de ellos.

    Roderick decidió acercarse a Hernán para hacerle una pregunta.

    — Dime, Hernán — decía Roderick — ¿Por qué no quisiste matar a Patrick? ¿Acaso no mató a tu esposa?

    — Quise hacerlo — respondió Hernán — No lo hice por mi hija. Si le enseño lo que es la venganza, ella creerá que se trata de algo simple. Eso es algo que no quiero que ella piense. Sería muy peligroso.

    — No te entiendo — respondió Roderick.

    — Si mataba a Patrick, ella pensaría que lo que tiene que hacer cuando lastiman a uno de sus seres queridos es devolverle el daño a esa persona — respondió Hernán — Pero, ¿qué pasa si alguien verdaderamente peligroso me lastima? Ella querrá vengarse de él porque es lo que yo le enseñé. Y es posible que no salga bien, y que ella termine siendo lastimada. La venganza no es alto tan simple, y no quiero que ella lo aprenda.

    — Ya veo — dijo Roderick — Creo que yo no habría hecho lo mismo. Mi hijo podría aprender muchas cosas de ti.

    Romina había decidido ir a hablar con Jonás al respecto de lo que él había hecho.

    — Jonás — decía Romina algo preocupada — Quiero hablar contigo. Es acerca de Patrick.

    — ¿De qué se trata? — preguntó Jonás.

    — Sé lo que él te hizo, y tenías todo el derecho del mundo a desquitarte de él de la forma en que lo hiciste — respondió Romina — Pero verdaderamente me asustaste. Nunca te había visto así, y no quiero que se convierta en un hábito para ti. Por favor, dime que todo eso ya se terminó.

    — No te preocupes — dijo Jonás abrazando a Romina — Te prometo que solo lo hice porque necesitaba desquitarme. No lo volveré a hacer. Si me encuentro con Víctor, lo mataré directamente. No quiero convertirme en ellos.

    — Me alegro — dijo Romina besando a Jonás — No quiero que cambies tu forma de ser.

    — No cambiará — dijo Jonás — Lo prometo.

    El grupo seguía su camino por la carretera prestando atención a no encontrarse con ningún zombi. Afortunadamente para ellos, no había ninguno cerca.

    Las horas pasaban, el sol bajaba, y no encontraban ningún refugio para pasar la noche. Todos empezaban a preocuparse, debido a que faltaba muy poco para que oscureciera y no encontraban ningún lugar seguro.

    Siguieron adelante con la esperanza de encontrar alguno, pero lamentablemente, se les terminó el tiempo. El sol ya se había ocultado, la noche los había alcanzado y ellos seguían en el medio de la carretera.

    — ¿Qué vamos a hacer? — preguntó Ariel — No es seguro viajar de noche.

    — Vamos a tener que pasar la noche en la carretera — dijo Jonás — Parece que Patrick y su gente realmente lograron jodernos.

    — Papá, no quiero dormir aquí — decía Wendy — Me da mucho miedo.

    — Lo sé, Wendy — respondía Hernán — Pero no tendremos otra opción.

    — En realidad, cuando yo dije de pasar la noche en la carretera, nunca mencioné la palabra dormir — dijo Jonás.

    — ¿Quieres que nos quedemos despiertos toda la noche? — preguntó Roderick.

    — No podemos dormir en un lugar como este — respondió Damien — Pero viajar es muy peligroso y necesitamos descansar.

    — Tomaremos guardias por turnos — dijo Jonás — Yo iré primero junto a Robert y Darío. El resto puede intentar dormir. El próximo turno lo tendrán Hernán, Damien y Rodercik. Tendremos que ir intercalando para que el resto pueda descansar.

    Todos aceptaron seguir el plan de Jonás. El líder, Darío, y Robert estaban de pie rodeando a todos sus compañeros mientras estos intentaban dormir como podían sobre el asfalto de la carretera.
     
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    Agus estresado

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    Día tras día
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    Horror
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    Día 72:

    Era de madrugada en el medio de la carretera. Damien estaba encargado del segundo turno de guardia junto a Hernán y Roderick. Damien observaba lo pálido que se encontraba Roderick.

    — ¿Pasa algo? — preguntó Damien — Te ves pálido.

    — Cuando cerré mis ojos para intentar dormir vi como Darío y Jonás torturaban a Patrick — respondió Roderick — Esas imágenes no se van de mi cabeza.

    — Debes comprenderlos — respondió Hernán — Patrick fue el culpable de la muerte de sus seres queridos. Y también de la muerte de mi esposa. La razón por la que no lo maté fue por mi hija.

    — Sé que no soy el más apto para opinar del tema, sobretodo porque no conozco a Patrick, pero, ¿hacía falta torturarlos así? — preguntó Roderick.

    — Jonás y Darío fueron víctimas de él, junto con Robert y Lucas — respondió Damien — Yo no fui capturado y solo puedo imaginar el dolor que habrán pasado, pero ellos lo vivieron en carne y hueso, claramente querían una retribución.

    — Lo que me preocupa es este tipo Víctor — respondió Roderick — Va a encontrarse con la obra de arte de Darío y va a venir hacia nosotros muy furioso. Ustedes lo conocen y saben de lo que es capaz, pero yo no. Por eso me preocupa. Debieron haber escondido los cuerpos, y no dejarlos a la vista.

    — Tú ciertamente harías lo mismo si se tratara de tu familia — dijo Hernán — Eso me diste a entender ayer.

    — Sí, pero no sería tan brutal como Darío o Jonás — respondió Roderick — Y no dejaría los cuerpos ahí para que otro loco tenga otro motivo para odiarme.

    — Sé que esto debe ser difícil para ti — dijo Damien — Nos conoces hace muy poco y una de las primeras impresiones que te llevas de Jonás es la forma en la que atacó a Patrick. Pero él es un buen líder. Nos mantuvo con vida un largo tiempo, y nos llevó a un lugar seguro, que lamentablemente fue tomado por un loco. Confía en mí, él te agradará.

    — Estoy empezando a pensar que tú deberías ser el líder del grupo — respondió Roderick — Por lo que se ve eres una persona decente y pude ver como eliminaste a los hombres de Patrick.

    Era la segunda vez que alguien le decía a Damien que debía convertirse en el líder del grupo, y la idea no le desagradaba del todo, sin embargo, él no estaba muy seguro de sus capacidades para poder liderar a un grupo tan grande a través del apocalipsis.

    Lucas se despertó durante la noche dado a que no podía seguir durmiendo en el asfalto.

    — ¿Aún no sale el sol? — preguntó Lucas.

    — No, Lucas — respondió Hernán — Intenta dormir, quien sabe cuanto camino nos quede hasta encontrar un lugar seguro.

    — No quiero seguir durmiendo sobre el asfalto — respondió Lucas — Patrick realmente nos jodió al atacar el camión. Si no lo hubiera hecho, al menos tendríamos el remolque para dormir.

    — Créeme, no es lo más cómodo del mundo — respondió Roderick.

    — No puede ser peor que esta mierda — respondía Lucas.

    Dado a que no podía dormir del todo bien, Lucas decidió quedarse y hacer guardia con el resto de sus compañeros. Era un lugar tranquilo, pero muy oscuro. La visibilidad era muy reducida dado a que ya no había luces.

    Durante el turno de guardia, un zombi con los huesos hacia afuera atravesando la piel apareció. Era repugnante de ver, por lo que Roderick tomó el matafuegos y lo eliminó con tres golpes en la cabeza. El olor era putrefacto, así que se lo llevó lejos para no tener que soportarlo.

    Cuando amaneció, todo el grupo se puso en movimiento para encontrar un refugio seguro que compensara la noche incómoda en la carretera.

    Jonás encabezaba al grupo acompañado de Cóndor, Romina y Sandra. El líder quería saber cómo se encontraba la mujer mayor del grupo.

    — Dime, ¿Cómo lo estás llevando? — preguntó Jonás.

    — Luciano no va a volver, eso ya lo acepté — decía Sandra — El problema es que él y yo llevábamos casados muchos años. Aún no me acostumbro a no tenerlo al lado mío cuando despierto.

    — Lo sentimos, Sandra — respondió Romina — Él era un buen hombre.

    — Lo que me interesa saber es si cambiaste de opinión o no acerca de poner nuestras vidas en riesgo por ti — respondió Jonás.

    — No, eso no cambiará — dijo Sandra — Si no pueden salvarme sin ponerse en peligro, no lo hagan. Después de todo, cada uno de ustedes tiene a alguien por quien estar vivo. Ustedes se tienen mutuamente, Robert tiene a Hernán y Wendy, Ariel tiene a Jennifer, Roderick tiene a su familia. Los únicos que tal vez no tengan a nadie serían Lucas, Darío y Damien.

    — Ellos nos tienen a nosotros — respondió Romina — Y nosotros a ellos. Igual que tú.

    — Es solo que ya no me siento así — respondió Sandra — No desde que Luciano murió.

    Robert escuchó la conversación entre Sandra y Jonás y se le vino a la cabeza algo que quería discutir con Hernán.

    — Dime, Hernán — decía Robert acercándose a él.

    — ¿Qué pasa? — preguntaba Hernán algo confundido.

    — He querido decirte algo desde que escapamos de la comunidad — respondió Robert — Pero no lo hacía porque pensé que no te gustaría escucharlo considerando la muerte de Melanny.

    — ¿Qué es? — preguntó Hernán ahora curioso.

    — Creo que Wendy debería aprender a manejar armas — respondió Robert — Patrick nos atacó por sorpresa, y aunque no pasó, cualquiera de nosotros dos pudo haber muerto.

    — ¡¿Estás loco?! — respondió Hernán llamando la atención del grupo — ¡Wendy es una niña, es muy pequeña para tener un arma!

    — Robert, ¿de verdad querías darle un arma a Wendy? — preguntó Jennifer metiéndose en la conversación.

    — Yo no veo ningún problema — respondió Ariel — Ella debería saber cómo manejarla. Todos deberían saber cómo manejarla. Kelly y yo nos dimos cuenta cuando no pude salvar a Pablo.

    — Pero nos llevaría mucho tiempo enseñarle a una niña — respondió Lucas — Y eso podría ser peligroso.

    — Pero creo que Robert tiene algo de razón — decía Jonás — Los zombis son peligrosos, y ellos no se andan fijando si la persona a la que atacan sabe defenderse o no. Wendy debería saber cómo disparar.

    — Ella no necesita tener que aprender eso — decía Hernán — Cuando Melanny estaba muriendo le prometí que iba a cuidar a Wendy. Y lo haré hasta que me muera.

    — ¿Y qué pasará después? — preguntó Damien — ¿Qué pasará si mueres? Wendy quedaría totalmente desprotegida. Pero si le enseñas a disparar, ella será capaz de cuidarse. Estará protegida, incluso si no estás ahí para cuidarla.

    — Es que no quiero hacerlo — respondía Hernán — Me hice la promesa de que nunca tocaría un arma.

    — Y es una promesa que habrías podido cumplir en una vida como la de antes — respondió Jonás — Pero esto es algo diferente. Además, piensa en el día en que te salvé. Solo tú sabías como defenderte, pero Melanny y Wendy no. Puede que pase otra vez, y puede que yo ya no esté para salvarle la vida. Si quieres que ella esté a salvo, dale un arma. Estará más a salvo con ella que sin ella, de todos modos.

    — Creo que tienes razón, pero no voy a ser yo quien lo decida — respondió Hernán mirando a Wendy, que estaba escuchando la discusión casi sin entender — Wendy, escucha, ¿Qué es lo que quieres? Si me dices que aceptas, te daré un arma y te enseñaré a usarla. Si no quieres, no lo haré.

    La niña estuvo pensando en la respuesta durante unos segundos hasta que decidió que era lo que de verdad quería.

    — Quiero estar a salvo — dijo Wendy — Si tener un arma me ayudará a estar a salvo, entonces quiero una.

    — Está decidido, entonces — respondió Hernán — Cuando lleguemos a un lugar seguro, le enseñaremos a Wendy a cómo usar un arma.

    — Créeme que esto es lo mejor — decía Robert — No tienes que pensar que es algo malo.

    El grupo continuó su camino hasta que se encontró con una ciudad no muy grande. Lograron encontrar un refugio antes de que llegara el mediodía, se resguardaron en un hotel libre de zombis, en donde se repartieron las habitaciones. Jonás, Romina y Cóndor tomaron una, Ariel y Jennifer la otra, Hernán y Wendy otra, Robert y Lucas otra, Sandra y Roderick otra, y Damien y Darío la última.

    Todos comieron muy cómodamente. Cuando llegó la tarde, unos zombis se presentaron al hotel intentando atacar al grupo. Roderick y Darío los metieron dentro del hotel y los llevaron hasta el patio, donde los zombis fueron derribados y luego los ataron a unas sillas. Damien los usaría para enseñarle a Wendy como debía disparar. Hernán, Robert y Sandra estaban con ellos mirando la práctica.

    — Lo primordial es que no tengas miedo — decía Damien dándole una pistola a Wendy — Mantén la calma en todo momento, o podrías herir a alguien inocente. Lo segundo es que apuntes a la cabeza. Nada más los matará. Y antes de disparar será mejor que controles tu respiración. Hay tres zombis y tienes seis balas. No vamos a gastar más por hoy. ¿Lista?

    — Sí — respondió Wendy.

    Wendy aguantó la respiración, apuntó al primer zombi y disparó. La bala ni siquiera estuvo cerca de darle.

    — No pude hacerlo — decía Wendy algo desanimada.

    — Aún te quedan cinco intentos más — dijo Robert alentando a la niña.

    Wendy volvió a apuntar, tomó la respiración y disparó de nuevo, esta vez dándole al zombi en el hombro.

    — Apunté, pero cuando se dispara, el arma se mueve mucho — decía Wendy.

    — Entonces sujétala con más fuerza — dijo Damien.

    Wendy volvió a intentar el disparo y logró darle al zombi en el cuello. Con el cuarto intento, fue capaz de darle en la mandíbula, sin embargo, el zombi aún no estaba muerto. Wendy lo intentó otra vez y ahora fue capaz de eliminarlo.

    — ¡Bien hecho, Wendy! — decía Hernán algo feliz de ver que su hija pudo matar al zombi.

    — Eso será todo por ahora — dijo Damien.

    El joven tomó su hacha y asesinó a los otros dos zombis de un golpe en la cabeza.

    — Lo hiciste muy bien para tu primera vez — respondió Damien tomando el arma de Wendy.

    — Gracias — contestó la niña muy contenta de haber aprendido a disparar.


    Día 74:

    El grupo había pasado todo el día anterior enseñándole a Wendy a como disparar un arma y veían que la niña estaba aprendiendo muy rápido. En pocas lecciones, ella estaba muy cerca de dominar el manejo de una pistola, aunque el grupo decidió seguir adelante con el viaje sabiendo que Víctor podría estar muy cerca.

    Ya eran pasadas las cinco de la tarde, y el grupo había logrado llegar a un pueblo rodeado en su mayor parte por bosque. Ya no harían tiempo a encontrar otro si continuaban su camino, así que no les quedó otra opción más que apostar por pasar la noche en el pueblo.

    Estuvieron buscando una casa segura, pero todas estaban cerradas con llave y no querían destrozar las cerraduras para no alterar la seguridad del lugar. El pueblo estaba totalmente desierto, no había ni gente ni zombis en ese lugar, y el grupo estaba aliviado.

    — Este sitio me recuerda a la mansión — decía Robert — Casi ningún zombi por ningún lado.

    — ¿Mansión? — preguntó Roderick — Ustedes se permiten lujos hasta en el fin del mundo.

    El comentario de Roderick le pareció muy gracioso al todo el grupo, y varios se empezaron a reír. Era una forma para que todos pudieran relajarse, además, con el pueblo casi desierto, el grupo se lo podía permitir.

    Cuando llegaron a una colina, decidieron subir y ver si podían encontrar un lugar que sea seguro desde ahí arriba. Al subir, pudieron ver una pequeña plaza rodeada de varias casas, y también vieron otra cosa. Un chico joven estaba caminando por el lugar. Llevaba una bolsa en la cual estaba recolectando cosas que se encontraba en el suelo, y a simple vista, no tenía armas encima.

    — ¿Qué está haciendo? — preguntó Darío — Está totalmente expuesto ahí afuera.

    — ¿Crees que esté solo? — preguntaba Lucas.

    — No lo sé, pero para no llevar armas debe tener a alguien cerca — respondió Romina.

    — Eso, o está muy confiado de sí mismo — decía Robert.

    — Pero piensen en esto, si él está aquí, quiere decir que tiene un refugio — dijo Hernán — Si no lo tuviera, ¿por qué está buscando cosas que recolectar en vez de andar buscando uno?

    — Hernán tiene razón — dijo Jennifer — Ese chico debe estar viviendo en un lugar seguro.

    — Deberíamos hablar con él — dijo Ariel — Pedirle que nos lleve a su refugio. Además podríamos llevarlo a Bahía Luminosa con nosotros.

    — Me parece una buena idea — dijo Roderick — Aunque él tal vez no quiera venir con nosotros, al menos pasaremos bien la noche.

    — Entonces deberíamos ir a hablar con él — dijo Jonás — Pero primero quiero que dejemos nuestras armas aquí.

    — ¿Eso por qué? — preguntó Roderick.

    — Antes de entrar a la comunidad de Víctor, pensamos que las cosas podrían ir mal, así que dejamos nuestras armas escondidas para volver por ellas en caso de que eso pasara — dijo Jonás — Y cuando eso pasó, tuvimos una reserva que nos permitió escapar de ahí. Si hubiéramos llevado nuestras armas con nosotros, Víctor las habría tomado y no habríamos podido con Patrick.

    — Entiendo — dijo Roderick — Temes que no pueda ser una buena persona así que dejas las armas aquí para no terminar regalándoselas.

    — Es una precaución — dijo Damien — Nunca está de más. Y menos ahora.

    El grupo empezó a buscar un lugar en donde depositar las armas para volver por ellas en caso de que las cosas vayan mal. Decidieron dejarlas en un pequeño contenedor de basura que estaba lejos de esa plaza para que el chico no pudiera encontrarlas. Al igual que antes, escondieron solo las armas de fuego y se quedaron con las armas blancas, pero esta vez las tendrían escondidas en medias o en bolsillos de sus abrigos. Una vez que sus armas estaban escondidas, fueron a la plaza para hablar con ese chico.

    El chico estaba buscando cosas que recolectar cuando vio al grupo acercarse a él. Al ver a tanta gente junta se asustó un poco.

    — ¿Quiénes son ustedes? — preguntó el chico.

    — No te preocupes, no te haremos daño — dijo Jonás — Mi grupo y yo te vimos desde lejos y pensamos que podrías tener un refugio. Nosotros necesitamos uno para pasar la noche.

    — ¿Necesitan ayuda? — preguntó el chico — Yo también. Necesito papeles, hojas o ramas secas o cualquier cosa que sirva para encender fuego.

    — ¿Para qué necesitas eso? — preguntó Romina.

    — El refugio donde yo vivo con mi grupo no es muy cálido — respondió el chico — Necesitamos el fuego.

    — ¿Cuántas personas son en tu grupo? — preguntó Hernán.

    — Incluyéndome a mí, somos seis — contestó el chico — Hay otras dos personas que viajaban como ustedes y que vinieron a nuestro refugio, pero dentro de poco tiempo ellos se irán.

    — ¿Podrías permitirnos pasar la noche en su refugio? — preguntó Jonás — No nos quedaremos y no seremos una molestia.

    — Yo no soy el líder de mi grupo, pero a Brian no le molesta recibir gente — dijo aquel chico — Sé que no tendrá problema. Pero primero quiero que me ayuden y busquen cualquier cosa que sirva para hacer fuego.

    — Lo haremos — dijo Robert — Pero dime, ¿Cómo te llamas?

    — Soy Sam — dijo aquel chico — Me gustaría que me dijeran sus nombres.

    — Ellos son Romina, Sandra, Hernán, Wendy, Darío, Damien, Cóndor, Lucas, Ariel, Jennifer, Robert, Roderick, y yo soy Jonás — respondió el líder del grupo.

    — Genial — respondió Sam — Es un placer conocerlos. ¿Van a ayudarme?

    — Claro — respondió Hernán.

    El grupo empezó a ayudar a Sam a conseguir cosas que pudieran servir para hacer un fuego. No habían mencionado nada sobre Bahía Luminosa porque querían decírselo al grupo entero, sobretodo porque Sam no era el líder de su grupo. Mientras juntaban hojas y ramas secas, Ariel tuvo una duda.

    — Dime Sam — preguntaba Ariel — ¿Por qué no tienes un arma contigo? Podría haber zombis en cualquier parte.

    — En cualquier parte excepto aquí — dijo Sam — Brian y el resto de nosotros convertimos este lugar en un sitio seguro. No hay que preocuparse por ellos.

    — ¿No tienes miedo de que puedan aparecer en cualquier momento? — preguntaba Jennifer.

    — No van a aparecer — respondió Sam — Como dije, Brian convirtió este sitio en un lugar seguro.

    Una vez que Sam tenía todo lo que pudieron conseguir para el fuego, decidió llevar al resto del grupo a su refugio.

    Sam los llevó a las afueras del pueblo, a través de un bosque. El grupo tenía miedo de que los zombis pudieran salir en cualquier momento, pero Sam les dijo que no tenían por qué preocuparse. Tras caminar por un poco de tiempo, llegaron a una iglesia que se veía muy grande. El grupo entendió que ese era el refugio de Sam. Al observar la iglesia desde afuera, les parecía muy grande.

    — Se ve cómoda — decía Damien — Hay lugar para todos nosotros ahí dentro.

    — Así es — respondió Sam — Esperen aquí mientras voy a hablar con Brian. No se preocupen, estoy seguro de que él los dejará entrar.

    Sam abrió la puerta de entrada principal de la iglesia y entró. Mientras tanto, el grupo esperaba afuera. Se estaba haciendo de noche y lo único que querían era entrar para poder estar a salvo.

    — Claramente es grande — dijo Sandra — Y siendo una iglesia no debe tener calefacción. Es por eso que necesitaban todas esas cosas para hacer fuego.

    — Me pregunto si será un lugar cómodo — decía Lucas pensando en la carretera en la que durmió hace dos días atrás.

    El grupo había estado esperando durante un minuto y pensaron que Sam tenía problemas para convencer a Brian, considerando que su grupo era mucho mayor.

    Unos segundos más tarde, cuando nadie se lo esperaba, dos granadas de gas adormecedor fueron arrojadas en el lugar en donde estaba el grupo, y estas empezaron a despedir una gran cantidad de gas que terminó alcanzando a todos dado a que se encontraban muy cerca unos de otros. Dado a que fue demasiado repentino, ninguno de ellos consiguió reaccionar a tiempo para escapar, y todos cayeron inconscientes con el gas.

    Una vez que el gas se disipó, Sam junto a otros cuatro chicos y una chica, que se veían de su misma edad, se acercaron al grupo.

    — Buen trabajo Sam — dijo uno de ellos — Métanlos adentro.
     
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    Día tras día
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
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    Horror
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    47
     
    Palabras:
    1964
    Día 75:

    Ya habían pasado varias horas desde que el grupo recibió el ataque de las granadas adormecedoras. En unos pocos minutos sería mediodía.

    Jonás abrió los ojos y se dio cuenta de que se encontraba en el interior de la iglesia. Tenía la mano esposada a un banco de iglesia que se encontraba pegado al suelo. Quiso ver a sus compañeros y notó que todos ya estaban empezando a despertar al igual que él.

    — ¿Qué pasó? — preguntó Sandra despertándose muy confundida.

    — Nos lanzaron una especie de gas adormecedor — respondía Damien observando el lugar.

    — No están aquí — observaba Darío.

    — Díganme — decía Jonás — ¿Tienen sus armas escondidas?

    — Mi llave mecánica no está — respondió Hernán.

    — El matafuegos tampoco — dijo Roderick.

    — Y el hacha también despareció — respondió Damien.

    — Yo aún tengo el cuchillo escondido en mis zapatillas — dijo Lucas sintiendo que el cuchillo estaba ahí.

    — El mío también — respondió Jennifer.

    — Y el mío — decía Romina.

    — Bien — decía Jonás —Cortemos estas ataduras y larguémonos.

    Pero antes de que pudieran hacer algo, Sam apareció desde adentro de la sacristía de la iglesia.

    — ¡Brian, ya despertaron! — gritó Sam.

    Brian salió del interior de la sacristía acompañado por sus otros cuatro compañeros. Brian, aunque era el mayor del grupo, era un chico joven.

    — Bueno, supongo que debo presentarme — dijo el líder — Me llamo Brian. Sam ya me dijo los nombres de todos ustedes.

    — ¿Qué quieres de nosotros? — preguntó Jonás mirando mal a Brian.

    — Yo no quiero nada de ustedes — respondió Brian — Pero hay alguien más que sí.

    — ¿Quién? — preguntó Ariel algo confundido pensando que Brian podría no ser el líder.

    — Mira a tu alrededor y lo verás — respondió Brian.

    El grupo no había visto más que los bancos de la iglesia por lo que decidieron echar un vistazo a su alrededor y ver el resto del lugar. Cuando miraron bien notaron que en todas las pinturas, a los hombres que aparecían retratados se les pintó la cara de color negro. Luego observaron el altar y vieron que estaba cubierto de un mantel rojo. Por encima del altar, vieron una cruz que había sido dada vuelta. Cuando vieron enfrente suyo observaron a una mujer que parecía tener la misma edad que Melanny. Ella se veía totalmente traumatizada. Al igual que ellos, también estaba atada a un banco pegado al suelo.

    Ninguno de ellos consiguió entender lo que Brian quiso decir.

    — No entiendo nada — dijo Hernán — ¿Quiénes son ustedes?

    — Empezaré desde el principio — respondió Brian.

    Todos sus compañeros volvieron al interior de la sacristía, dejando solo a Brian. El líder del grupo iba a explicarlo todo.

    — Mis amigos y yo solíamos creer — decía Brian — Creíamos en Dios y en el bien, y aborrecíamos al mal. Pero luego empezaron a llegar todas estas malas noticias. Guerra, muerte, atentados. Entonces nos dimos cuenta de que estábamos creyendo en la cosa equivocada. Si el mal triunfaba siempre, quería decir que Lucifer era el ser más poderoso. Así que cambiamos nuestras creencias. Nos separamos de la iglesia y del cristianismo y nos acercamos a lo que ustedes conocerían como satanismo — Brian tomó una pausa — Todo esto que está pasando ahora, es la voluntad de nuestro señor. Él envió a los demonios a la tierra para mostrarle a Dios quien es el más poderoso. Los demonios lograron apoderarse de la tierra totalmente. Nuestro señor ganó una vez más. Pero había un problema. Estos demonios se estaban expandiendo demasiado, y nos ponían en peligro. Rezamos al señor de las tinieblas para que nos proteja, pero él no nos respondió. Fue así que pensamos en una solución.

    — ¿Qué tipo de solución? — preguntó Romina sin poder creer lo que escuchaba.

    — Empezamos a sacrificar seres vivos — respondió Brian — Le damos una ofrenda. Sacrificamos a un ser viviente en su nombre cada semana, y le pedimos que sus demonios no nos ataquen.

    — Eso es una locura — decía Jonás — ¿Estás escuchando lo que estás diciendo?

    — ¿Locura? — preguntaba Brian retóricamente — Desde que iniciamos los sacrificios, los demonios se han ido, y nunca más los hemos vuelto a ver. Llámame loco si quieres, pero es la pura verdad. Nuestro señor recibe nuestra ofrenda con alegría, y a cambio, nosotros vivimos a salvo una semana más.

    — ¡Esto no tiene nada que ver con Dios ni con el diablo! — gritó Ariel sin poder creer lo que esta gente hacía.

    — Tú estuviste afuera y observaste con tus propios ojos que no hay demonios en este pueblo — respondió Brian.

    — Tiene que ser una casualidad — dijo Jennifer.

    — No es una casualidad — respondió Brian —Es su voluntad.

    A todos se les revolvió el estómago al escuchar una historia tan retorcida como esa. Notaban que Brian hablaba en serio y totalmente convencido de sus palabras.

    — ¿Cuándo empezaron con todo esto? — preguntó Roderick sintiéndose casi enfermo.

    — Desde la primera semana — respondió Brian — Y ningún demonio nos atacó desde entonces.

    — ¡Estás enfermo! — gritó Damien — ¡Tú y todos tus amigos!

    — Ciertamente estoy muy feliz de que sean un grupo muy numeroso — respondió Brian — Conté que son un total de 13. Con su ayuda vamos a sobrevivir durante tres meses más.

    Sam salió de la sacristía para ir a decirle algo a Brian.

    — Todo está listo — respondió Sam.

    — Muy bien — dijo Brian — Voy a demostrarles que lo que yo digo es verdad.

    Brian se retiró y se fue a la sacristía junto a su amigo Sam. Todos en el grupo estaban impresionados al ver el estado de locura de Brian y de sus amigos.

    Tras unos minutos, los cinco compañeros de Brian salieron de la sacristía usando túnicas de color rojo. La mujer que estaba atada en frente de ellos empezó a desesperarse cuando los vio así.

    — ¡Por favor, no lo hagan! — gritaba esa mujer totalmente aterrada — ¡Haré lo que sea, pero por favor, no lo hagan!

    Los gritos de aquella mujer no parecían llamar la atención a ninguno de los cinco chicos. Finalmente, Brian salió de la sacristía usando también una túnica roja, justo como sus compañeros, pero no salió solo. Junto a él había un chico que aparentaba unos dieciséis años de edad. Llevaba el torso desnudo y su pantalón había sido rasgado. El chico, totalmente atemorizado, suplicaba por su vida.

    — ¡No! — gritó el chico — ¡Por favor, por favor, no!

    — ¡Silencio! — gritó Brian mientras le daba una patada al chico tirándolo al suelo — ¡Levántate y camina!

    El chico fue levantado por la fuerza y obligado a caminar hasta el altar. Brian sacó una daga y lo obligó a subirse al altar y recostarse boca arriba con los brazos extendidos.

    — ¡Déjenlo ir! — gritaba la mujer.

    — ¡Hey, no lo lastimes! — gritó Sandra.

    Una vez que estaba recostado, Brian tomó la daga y se la clavó en el pecho con suavidad para no matarlo. El chico empezaba a gritar de dolor a medida que Brian trazaba un pentagrama en su pecho.

    — ¡Detente! – gritaba aquel chico llorando del dolor a medida que el cuchillo atravesaba su piel — ¡Basta!

    Una vez que Brian terminó con el trazado, Sam se acercó a él y le echó alcohol en el lugar. El chico dio un espeluznante grito de horror al sentir como el alcohol caía sobre su herida. Una vez que le echó suficiente, Sam tomó un fósforo, lo encendió y lo tiró sobre el pecho de aquel chico.

    El fuego se extendió y tomó una forma circular. El chico estaba en shock. Primero lo habían cortado y ahora lo estaban quemando con vida. Brian tomó un machete y se subió al altar mientras el fuego aún ardía. Hernán, Wendy, Jennifer, Romina, Robert y Damien no soportaron más ver esa escena y cerraron los ojos. El resto del grupo seguía mirando a pesar de sus deseos de no hacerlo.

    — ¡Por favor, no lo mates! — gritaba la señora muy desesperada — ¡Es mi hijo, te suplico que lo dejes ir!

    Brian ignoró nuevamente las palabras de la mujer y clavó su machete en el pecho del chico diciendo unas palabras.

    — Oh, señor de las tinieblas, amo de la oscuridad y creador de los demonios; acepta este sacrificio que te ofrecemos y protégenos de las criaturas del mal que vagan por la tierra — dijo Brian.

    Todos sus compañeros repitieron la misma frase que dijo su líder unas tres veces. Luego de repetirse por última vez, Brian retiró el machete dejando una herida totalmente abierta en el pecho del chico, que agonizaba del dolor. Estaba desangrándose y quemándose al mismo tiempo. El chico gritó por varios segundos hasta que su cuerpo no resistió y murió.

    — El sacrificio ha sido aceptado — dijo Brian echando alcohol en el resto del cuerpo del adolescente — Ahora tu cuerpo debe ser quemado. Tu cuerpo no puede quedarse en nuestra tierra ahora que tu alma fue entregada a Satán.

    El fuego consumió por completo el cuerpo de aquel joven hasta volverlo cenizas. La madre del chico lloraba desconsoladamente por la pérdida de su hijo en manos de esas personas.

    Jonás, Darío, Ariel, Lucas, Roderick, y Sandra miraron a Brian con una enorme sensación de desprecio y repulsión.

    — Eres un animal — dijo Ariel sintiéndose enfermo en el estómago.

    — Deberías estar agradecido — dijo Sam acercándose a ellos — Gracias a su sacrificio, todos ustedes tienen una semana más de vida.

    — Probablemente no — decía Darío — No con el demonio en persona viniendo hacia aquí.

    — ¿Qué fue lo que dijo ese? — preguntó otro de los chicos algo molesto con el comentario.

    — Tranquilo, Hugo — respondió Brian — ¿A qué te refieres? ¿Quién está viniendo aquí?

    — Todos nosotros hemos escapado de la comunidad de un hombre llamado Víctor — dijo Jonás — Él nos está persiguiendo para llevarnos de regreso hacia allá. Ustedes no están a salvo aquí mientras nos tengan a nosotros. Deberían dejarnos ir para que no los encuentren, porque Víctor moverá el cielo y la tierra para encontrarnos.

    — Si crees que tu amigo Víctor nos asusta estás equivocado — respondió Brian — Cuando llegue, lo capturaremos a él también, como lo hicimos con ustedes.

    — No deberías subestimarlo — respondía Lucas recordando la tortura que recibió cuando estuvo encerrado — Él es el demonio en persona.

    — Tenemos a Satán de nuestro lado — respondió Brian muy confiado — Él se encargará de protegernos de Víctor. De la misma forma en que nos protege de los demonios.

    Brian junto al resto de sus compañeros se quitaron las túnicas rojas, y volvieron a la sacristía, que era donde ellos tenían almacenadas todas sus cosas.

    El grupo aprovechó que habían quedado sin vigilancia y decidieron ver si podían hacer un plan para escapar.

    — Muy bien, escuchen — decía Jonás hablando en voz baja sabiendo que los satánicos lo escucharían — Las esposas que llevo puestas no son muy resistentes. Y veo que no todos tienen esposas puestas.

    — Es verdad — decía Robert hablando también en voz baja — Yo tengo el brazo izquierdo atado con una soga gruesa. Podría cortarla fácilmente.

    — ¿Quién más está atado con una soga? — preguntó Darío.

    — Yo — respondió Jennifer.

    — Y yo también — respondió Wendy.

    — Tal parece que nadie más — decía Damien — El resto de nosotros está atado con esposas.

    — Ustedes tres podrían liberarse con facilidad — decía Jonás — Pero el resto de nosotros necesitamos el hacha, o un machete para poder soltarnos. Y ustedes tres solos no podrían quitárselos a ellos.

    — Tenemos que pensar en otra cosa — dijo Ariel.

    — Y será mejor que lo hagamos rápido — respondió Darío — Víctor podría encontrarnos en cualquier momento y nosotros estamos envueltos con papel de regalo.

    — ¡Hey! — gritó Hugo saliendo de la sacristía — ¡Cierren la boca!

    Sabiendo que el grupo iba a intentar escapar, Hugo se quedaría vigilándolos todo el tiempo. Ahora que Brian tenía pensado usarlos en futuros sacrificios, no podían permitir que ellos escaparan.

    Nadie en el grupo pudo decir ninguna palabra mientras Hugo estuviera presente. Todos se quedaron callados viéndose los unos a otros hasta que anocheció y fue el momento de que se fueran a dormir. A pesar de la incomodidad de estar atados a los bancos, pudieron conciliar el sueño.
     
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    Día 76:

    Era de mañana. Brian estaba junto a todos sus amigos sobre una colina donde se podía ver una de las entradas al pueblo. Jonás, Romina, Darío y Robert estaban con ellos. Tenían las manos atadas y estaban siendo apuntados por las armas de fuego de Brian y el resto de sus compañeros. Ante el mínimo intento de huir, serían asesinados.

    Brian quería demostrarle algo al grupo. Había un zombi que estaba acercándose a la entrada.

    — Obsérvenlo bien — decía Brian.

    El zombi se acercó a la entrada del pueblo y justo antes de meterse en el interior, se dio la vuelta y se fue caminando hacia el otro lado.

    — ¿Lo ves? — preguntó Brian — El sacrificio funciona en serio.

    — Es una casualidad — respondió Jonás — Además hay mucho silencio y puede que el zombi haya escuchado un ruido de afuera que le haya llamado la atención.

    — No los llames zombis — decía Brian algo enojado — La forma correcta es “demonio”.

    — Le voy a llamar como se me da la gana — respondió Jonás levantando la voz.

    — Eres muy gritón — decía Hugo acercándose al líder — Quizá tú deberías ser el próximo en ser sacrificado.

    — ¡No! — gritó Romina — ¡No le pondrán una mano encima!

    — Cállese, señora — dijo la chica del grupo de satánicos — Eso no lo deciden ustedes.

    — Tal vez necesiten una muestra más convincente — decía Brian — Nos quedaremos hasta el mediodía observando a todos los demonios que se acerquen al pueblo. Si eso no te convence, nada lo hará.

    […]

    En la iglesia, el resto del grupo estaba encerrado y atados a los bancos. Estaban intentando idear un plan para escapar. No tenían el propósito de ejecutarlo ahora, pero al menos planear algo ahora que estaban sin vigilancia.

    — Deberíamos escapar ahora que se fueron — decía Lucas.

    — No servirá de nada — respondió Hernán — Cerraron la puerta con llave.

    — Además los únicos que podrían soltarse serían Jennifer y Wendy — respondía Ariel — El resto de nosotros necesitaría el hacha para cortar las esposas.

    — Y seguro cerraron la puerta de la sacristía — decía Roderick — No tiene caso esforzarse.

    — Además, ellos tienen a varios de nosotros afuera — respondió Sandra — Incluso si pudiéramos escapar, ellos los matarían.

    — Si tan solo hubiera una forma de hacer que nos suelten — decía Jennifer.

    — Oigan, ¿Qué hay de aquella señora? — preguntaba Damien observando como la mujer que estaba atada del otro lado estaba llorando.

    El grupo le echó un vistazo a la señora. Esta parecía estar metiendo la mano que tenía libre en las medias que tenía en las zapatillas.

    — Hey, señora — decía Roderick — ¿Qué está haciendo?

    — Mi hijo no merecía morir así — respondía la señora entre lágrimas — Él se merecía algo mejor.

    — Escuche, si usted nos ayuda, todos podríamos salir de aquí — decía Jennifer — Podría vengarse de esos psicópatas.

    — No me interesa la venganza — decía aquella señora — Mi hijo fue asesinado por una causa oscura. Lo he protegido de los monstruos todo el tiempo, pero lo terminé conduciendo a una guarida de locos. Esto es mi culpa.

    — No se culpe — decía Lucas tratando de calmarla — Culpe a esos satánicos. Ellos tienen la culpa de todo.

    — Si usted quiere, podríamos llevarla con nosotros a un lugar seguro — decía Ariel — Hay una ciudad segura al sur. Hacia allá nos dirigimos.

    — No me interesa la seguridad — decía aquella señora logrando sacar algo de su media — No me interesa nada ahora mismo. Mi hijo se fue. Era lo único que me importaba en este mundo.

    La señora había sacado una mini navaja de su bolsillo. Por lo que se veía, estaba totalmente nueva y podría ser utilizada para cortar las esposas que la ataban al banco. El grupo vio la oportunidad perfecta. Podrían liberarse y emboscar a los satánicos cuando estos llegaran.

    — Señora, por favor — suplicaba Wendy — Tiene que ayudarnos.

    — Si no quiere escapar, al menos ayúdenos a nosotros — decía Ariel — Denos esa navaja para que podamos escapar. Le suplicamos que nos ayude.

    — Lo lamento — decía la señora algo triste — Solo quiero estar muerta, y sé que ustedes no me matarán.

    — ¿De qué habla? — preguntó Damien intentando detenerla antes de que haga una locura.

    — No quiero morir en las manos de esos tipos — dijo la señora poniéndose la navaja en el cuello — No les daré la satisfacción.

    La señora se cortó su propia garganta con la navaja. Ella murió tras desangrarse un poco. Para el grupo, eso fue una escena fuerte, pero más que tristeza sentían enojo. Tenían la oportunidad de escapar, pero el egoísmo de esa mujer se lo impidió.

    — Maldita hija de puta — dijo Roderick tras ver la escena — En vez de ayudarnos, prefirió matarse. Ojalá se pudra en el infierno.

    — Además les quitó una persona a esa gente — decía Damien — Ahora que ya no está, si no salimos de aquí para la semana que viene, uno de nosotros podría ser el siguiente.

    — ¿Y qué hay de Víctor? — preguntó Lucas — Debe estar acercándose hacia nosotros, y en vez de estar tomando distancia, estamos estancados aquí.

    — Se nos termina el tiempo — decía Sandra — Tenemos que salir de aquí rápido.

    […]

    En la colina, todo iba bien para el grupo de los satánicos. Ninguno de sus rehenes había intentado escapar. Estuvieron esperando un largo tiempo, y observaron a varios zombis acercarse a la entrada del pueblo, pero ninguno de ellos entraba.

    Cada vez que pasaba eso, Brian daba su discurso diciendo que los sacrificios humanos realmente servían para evitar su entrada al pueblo.

    Romina y Robert miraban la entrada que estaba a la vista, pero Jonás y Darío estaban mirando hacia el otro lado, por donde habían entrado ellos, aunque no podían ver la entrada dado a las casas del pueblo. Ambos estaban preocupados porque Víctor los encontrara. Miraban las calles temiendo que pudiera aparecer en cualquier momento, sabiendo que si los encontraba, no tendría problema en capturarlos en la forma en la que estaban.

    Jonás se lamentaba mucho. Tenía las armas que habían traído con ellos en un contenedor de basura que no estaba muy lejos de donde ellos se encontraban, y no podía ir a buscarlas para liberarse de sus captores y salvar a sus amigos.

    Brian notó como Jonás y Darío no apartaban la mirada de las calles de esa dirección.

    — ¿Les preocupa Víctor? — preguntó Brian — Descuiden. Cuando entre, Satán nos ayudará a capturarlo. Él no está dispuesto a dejar la oportunidad de que se haga un sacrificio en su nombre.

    — ¿Cómo sabes todo eso? — preguntó Darío — Satán no te dice nada, y si me dices todo lo contrario es porque mientes. Satán no existe, y si existiera, él no tendría nada que ver en lo que está pasando.

    — Será mejor que cierres la boca — decía Sam amenazando a Darío — A Satán no le gustan aquellos que dudan de su poder.

    — ¿Cómo sabes que es lo que le gusta o no? — preguntó Jonás — ¿Te sentaste a cenar con él?

    — ¡No me hagas enojar! — gritó Brian tomando su daga y poniéndola en el cuello de Jonás — ¡No te voy a matar, pero te juro que haré las cosas difíciles cuando sea tu turno de morir!

    — ¡Déjalo en paz! — gritó Romina a Brian — ¡No se te ocurra lastimarlo!

    — ¡¿No sabes lo que significa cerrar la boca?! — gritó Hugo.

    — Solo queremos saber de dónde sacaron todas esas ideas de que Satán habla con ustedes — respondió Robert.

    — Si tú crees en él, él hablará contigo — dijo otro de los chicos.

    — Creo que venir aquí no fue suficiente para estos escépticos — dijo Brian — Intenté ser generoso con ustedes, y darles una oportunidad de que cambien su opinión sobre nosotros, pero veo que no funciona. Volvamos a la iglesia.

    Brian ordenó a Sam, Hugo y sus otros tres compañeros que llevaran a Jonás, Romina, Robert y Darío de regreso a la iglesia, cuidando que ninguno de ellos intentara escapar.

    Jonás se sentía frustrado por tener que dejar sus armas de nuevo, sabiendo que si las tuviera, podrían escapar de sus secuestradores.

    Cuando finalmente llegaron hasta la iglesia, Brian abrió la puerta, y para asegurarse de que todo estuviera bien desde el otro lado, hizo que uno de sus hombres entrara primero.

    — Si ves que se escaparon o que intentan escapar, grita y sus amigos estarán muertos — dijo Brian.

    El chico entró a la iglesia. Lo primero que vio al entrar fue al resto del grupo estando prisioneros y el cadáver de la mujer sobre el piso, con una cortada en el cuello y un gran charco de sangre.

    — ¡Brian! — gritó el chico — ¡No escaparon, pero tienes que ver esto!

    Brian metió a Jonás y los demás a la fuerza y luego entró acompañado de sus otros cuatro compañeros. Al ver el cadáver de aquella mujer, se llevó las manos a la cabeza, como si algo grave hubiera pasado.

    — No puede ser — decía Brian muy preocupado — Lo va a arruinar todo.

    — ¿Qué fue lo que pasó? — preguntó Jonás.

    — Se cortó la garganta para evitar que la sacrifiquen — respondió Damien.

    — Esto está mal — decía Brian con las manos en la cabeza — Esto no puede estar pasando. Se suponía que no debía hacer eso.

    — ¿Qué es lo que pasa? — preguntó Roderick algo confundido.

    — Hicimos un pacto con Satán — respondió Brian — Se supone que debemos enviarle un alma nueva cada semana mediante un sacrificio. Pero cuando esta tonta se suicidó, desperdició su alma. Satán solo recibe a los sacrificados. Ahora que ella murió, él debe sentirse ofendido. Tenía un alma reservada para él y ahora la perdió. Él ya no nos va a proteger.

    — Brian, tenemos que hacer otro sacrificio mañana — dijo la chica de su grupo — Explicarle que se trató de una confusión y pedirle que nos vuelva a brindar protección.

    — Primero debemos limpiar su sangre y alejar su cuerpo de aquí — respondió Brian — Cada segundo que ella pase aquí, Satán piensa que nos estamos burlando de él al dejar los restos de un alma que no pudo obtener cerca de nosotros.

    El grupo escuchaba las palabras de los chicos sin poder creer que de verdad estuvieran diciendo cosas como esa. Entonces, Cóndor empezó a gruñir. Sus gruñidos llamaron la atención del grupo, pero el perro se calmó cuando se escuchó como golpeaban la puerta.

    — ¿Hola? — decía una voz llamando por afuera — ¿Hay alguien con vida ahí?

    — Es Rodrigo — decía Damien hablando en voz baja para evitar ser escuchado — Reconozco su voz perfectamente. Nos encontró.

    — ¡¿Hola?! — gritaba Rodrigo llamando desde afuera.

    — ¿Ahora que vamos a hacer? — preguntó Darío — Si él nos ve, nos llevará de vuelta al punto sin retorno.

    — Brian, tienes que hacer que se vaya — dijo Sam — Sin la protección de Satán, las cosas podrían salir mal.

    — ¡Si hay alguien será mejor que abra esta puerta ahora, o de lo contrario la abriré a tiros! — gritó Rodrigo.

    — ¿Ese es el hombre que los persigue? — preguntó Brian algo preocupado por la visita.

    — Uno de los muchos — respondió Robert.

    — Voy a intentar que se vaya — dijo Brian dirigiéndose hacia otra salida que tenía la iglesia.

    Cuando Brian avanzó hacia la otra salida, todo el grupo le estuvo prestando atención para ver a donde se dirigía. Entonces, pudieron ver que a la izquierda del altar había una puerta que estaba un poco escondida detrás de una columna. Vieron que Brian salió de ahí sin utilizar una llave, por lo que asumieron que esa puerta no usaba llave o que ellos no la tenían. Si Rodrigo no los descubría, podrían usar esa puerta como escape.

    Brian salió y dio la vuelta para hablar con Rodrigo. El grupo no podía ver, simplemente guardar silencio y escuchar.

    — Ya era hora — decía Rodrigo desde atrás de la puerta.

    — ¿Quién eres tú? — preguntó Brian.

    — Estoy buscando gente — respondió Rodrigo — Es probable que tú los hayas visto. Son un grupo de trece personas en total. Tal vez menos, porque es probable que algunos de ellos hayan muertos aquí afuera.

    — ¿Cómo son? — respondió Brian haciéndose el desentendido.

    — Son once adultos, aunque tres de ellos son jóvenes — respondió Rodrigo — Tienen una niña y un perro ovejero alemán con ellos. Hay una pareja de gente mayor y un negro, en caso de que se te haya olvidado de como son.

    — No he visto a nadie con las características que tu describes — respondió Brian — No han estado aquí. ¿Para qué los quieres de todos modos? Es probable que estén muy lejos.

    — Ellos hicieron algo que no deben hacer en nuestra comunidad — dijo Rodrigo — No queremos que eso aliente al resto de nuestra gente a hacer lo mismo, así que los vamos a usar como un ejemplo. Pero para eso, primero debo encontrarlos.

    — Bueno, no han estado aquí — respondió Brian — Vas a tener que buscar en otro sitio.

    — Todo indica que sí — respondió Rodrigo — Gracias por tu ayuda.

    Desde el interior de la iglesia, se podían escuchar los pasos de Rodrigo alejándose del lugar. Una vez que se fue, Brian regresó. El grupo estaba aliviado. Rodrigo no logró descubrir que estaban ahí, lo que significaba que Víctor sería un problema menos por ahora.

    — Estuvo cerca — dijo Romina algo aliviada de que Rodrigo se fuera.

    — No creí que esto fuera tan grave — decía Hugo — Pensé que solo los perseguía un hombre llamado Víctor.

    — Él es el líder, pero no el único que está tras nosotros — respondió Hernán.

    — ¿Se dieron cuenta de que esto sucedió solo porque esta señora se suicidó? — preguntó Brian — Satán ya no nos protege y ha guiado a ese hombre hacia nosotros.

    — Rodrigo iba a llegar aquí de todos modos — dijo Jonás — Mientras ustedes nos tengan aquí, correrán peligro.

    — Buen intento — dijo Sam — No los dejaremos ir así nada más. Además, ese hombre ya se fue. Ahora solo debemos preocuparnos por los demonios hasta que hagamos el sacrificio.

    — Primero sacaremos a la señora de aquí — dijo Brian — Caro, Antonio, ustedes dos ayúdenme a llevarme su cuerpo afuera. El resto de ustedes debe limpiar la sangre de esta señora.

    Brian salió acompañado de la única chica del grupo y por otro chico. Mientras tanto, Sam, Hugo, y su otro compañero se pusieron a limpiar el charco de sangre que la mujer dejó cuando se suicidó.

    El grupo estaba empezando a preocuparse. Si los satánicos hablaban en serio, el día de mañana, harían un nuevo sacrificio con uno de ellos. Nadie quería ser el elegido para morir de esa forma tan horrible. Y aún tenían un problema más grave. Si Rodrigo apareció, quería decir que Víctor estaba cerca de ellos, y en caso de poder escapar, tendrían que lidiar con él.

    Cuando el resto de los chicos regresó, los seis satánicos se metieron en el medio de la iglesia, iniciando una discusión para ver quién debería ser sacrificado. La respuesta no tardó en llegar.

    — Tenemos que sacrificar a la niña — dijo Hugo — Ella es pura. Satán aceptará nuestro perdón si se la entregamos.

    — ¡¿Qué?! — gritó Hernán muy enojado — ¡Ninguno de ustedes pondrá sus manos sobre mi hija!

    — ¡Silencio! — gritaba Sam algo furioso — ¡Estoy harto de esas palabras! ¡Si tenemos que sacrificar a la niña, lo haremos!

    — ¡Hazlo y te prometo que será lo último que hagas! — gritó Robert — Tienen que estar muy enfermos para considerar la idea de sacrificar a una niña pequeña.

    — Ya lo hemos hecho antes — dijo Antonio — Sacrificamos a un niño de su edad hace semanas.

    — ¿Qué? — preguntó Roderick algo curioso por las palabras del chico — ¿Cómo se veía el niño?

    — Tenía el pelo morocho y corto, y llevaba un abrigo verde con azul, y zapatillas rojas — respondió Antonio.

    — No puede ser — decía Roderick empezando a perder la razón — Ese era mi hijo. ¡¿Ustedes mataron a mi hijo?! ¡Díganme! ¡¿Lo sacrificaron como hicieron con aquel chico?!

    — Claro que lo sacrificamos — respondió Brian — Al igual que a su madre, y al policía que los acompañaba.

    — ¡Te voy a matar! — gritaba Roderick intentando romper las esposas a la fuerza — ¡Te voy a matar! ¡Te tengo que matar!

    A pesar de los movimientos forzosos de Roderick para romper sus esposas, todo era inútil. No podía liberarse. Empezó a gritar como loco pidiendo que lo soltaran para poder atacar a los satánicos.

    — ¡Suéltame para poder matarte! — gritaba Roderick — ¡Te voy a enviar con tu amigo Satán con todo mi puto placer!

    Los gritos de Roderick estaban atrayendo a los zombis hacia la iglesia. Se podía escuchar como gruñían y como golpeteaban las paredes intentando entrar.

    — ¡Cierra la boca! — gritó Brian — ¡Los estás guiando hacia nosotros!

    — ¡Mejor para mí! — gritaba Roderick sin parar.

    Brian estaba harto de escucharlo, así que fue a la sacristía, tomó el matafuegos y le dio a Roderick un buen golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente. Los zombis lo escucharon y trataban de entrar a la iglesia para poder devorar a quien sea que estuviera allí.

    — No podemos dejar que entren — respondió Brian dándole el matafuegos a Hugo — Tenemos que ir afuera, matarlos y sacar los cuerpos de aquí.

    Brian se fue acompañado de Hugo y de Sam, luego de que tomaron el hacha y la llave de Hernán de la sacristía.

    El resto de los satánicos se quedó para vigilar al grupo. Todos miraron a un Roderick inconsciente sintiendo mucha pena por él. Su familia había sido asesinada de una forma muy horrenda y él no pudo estar ahí para evitarlo.

    Pero ahora mismo, ese era el menor de los problemas que iban a tener.
     
    Última edición: 29 Julio 2016
  14. Threadmarks: Día 77 Parte 1
     
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    Día 77 – Parte 1:

    El sol apenas estaba saliendo. Roderick estaba recuperándose del golpe que recibió en la cabeza el día anterior. Estaba con un terrible dolor y sin recordar casi nada.

    — ¿Qué fue lo que pasó? — preguntaba el camionero despertándose.

    — Te golpearon y quedaste inconsciente — respondió Damien.

    — Eso te lo buscaste tú solo — dijo Hugo que había sido dejado a cargo de vigilar al grupo — Tus gritos trajeron a los demonios hasta nosotros.

    — Dime que el resto de tus amigos murió — dijo Roderick mirando con mala cara a Hugo.

    — Desafortunadamente para ti, todos seguimos vivos — respondió Hugo.

    Una vez que todos los satánicos se despertaron, debían continuar el asunto que quedó pendiente el día anterior.

    — Sam, Caro, vayan a buscar todo lo que puedan para hacer fuego — decía Brian — Ya no nos queda nada desde la última vez que trajeron. Mientras tanto, nosotros veremos quién será el sacrificado. Así cuando ustedes vuelvan, podremos empezar.

    — De acuerdo — decía Caro saliendo junto a Sam de la iglesia por la puerta grande.

    Una vez que la chica y el chico se fueron de la iglesia, Brian, Hugo, Antonio, y el otro chico de su grupo estaban empezando a discutir sobre quien debería ser sacrificado.

    — Yo he dicho que tenemos que sacrificar a la niña — dijo Hugo.

    — Será mejor que no se te ocurra tocar a mi hija — dijo Hernán amenazando al chico.

    — Lo pagarás muy caro si le hacen algo — agregó Robert.

    — Uno de los jóvenes sería un gran sacrificio — dijo el otro chico — Lucas, Ariel o Jennifer. Uno de ellos sería ideal.

    — Jennifer está muy buena — dijo Antonio — No podemos sacrificarla así nada más. Sería un desperdicio.

    — ¡Hey! — gritó Ariel muy enfadado por ese comentario — ¡Tú no la vas a tocar!

    — Si quieres podríamos sacrificarte a ti — decía Antonio.

    — Yo digo que Roderick debería ser quien se sacrifique — decía Brian — Ya sacrificamos a su mujer y a su hijo. Imaginen la alegría de Satán cuando reciba la última pieza de la colección familiar.

    — Suéltame y veremos quien sacrifica a quien — respondió Roderick con un tono de voz grave.

    — Esto no tiene caso — decía el otro chico — No nos podemos decidir. Pero debe ser un sacrificio que le agrade a Satán. Cualquiera excepto el perro serían una buena opción.

    Jonás, a pesar de la situación difícil en la que estaban, se alivió un poco al saber que Cóndor estaría fuera de peligro, al menos por ahora.

    Los cuatro satánicos siguieron con el debate durante media hora y no pudieron decidir a quién. Cada miembro del grupo les presentaba varios pros y contras para un sacrificio de reconciliación.

    Dado a que no fueron capaces de tomar una decisión, el azar era la única respuesta.

    — Si sacrificamos a quien nosotros consideramos ideal, es posible que Satán se enoje — decía Brian — Así que vamos a echar suerte.

    Brian fue a la sacristía a tomar las llaves de las esposas y su daga.

    — Voy a liberarlos a todos — le dijo Brian empezando a cortar las ataduras de Wendy.

    Una vez que Wendy estuvo libre, Brian apoyó su daga en el cuello de la niña, listo para cortarla si veía algún movimiento extraño.

    — Mis amigos los van a soltar de sus ataduras, y una vez que lo hagan, deberán sentarse formando un circulo en el medio de la iglesia — dijo Brian teniendo a Wendy como rehén — Pero si intentan escapar, la niña muere aquí mismo.

    Todo el grupo fue liberado de las esposas y de las ataduras que los mantenían unidos a los bancos. Todos querían escapar, pero sabían que no podían poner a Wendy en peligro, por lo que se limitaron a sentarse en el medio formando un círculo.

    Brian le pidió a Antonio que sentara a Wendy en el círculo. Una vez que todos estaban sentados, Antonio, Hugo, y el otro chico, tomaron una pistola. Antonio apuntaba a la cabeza de Wendy. Hugo apuntala a la cabeza de Jonás, y el otro chico apuntaba a la de Robert.

    — Un simple movimiento y morirán — decía Brian.

    Nadie en el grupo se movía. Brian se metió en el medio del círculo y metió una botella de vino que se usaba en la misa en el centro.

    — Este juego será fácil — dijo Brian — Haré girar la botella. Cuando deje de girar veremos quién es el afortunado o la afortunada en ser sacrificado.

    Brian hizo girar la botella en el centro del círculo y luego se retiró para poder ver desde afuera. A medida que la botella giraba, todos tenían algo de miedo no solo por sus vidas, sino también por la de la de sus compañeros.

    Nadie quería morir de esa forma, ni tampoco querían que la botella cayera en alguien a quien pudieran querer.

    Finalmente, la botella se detuvo y Sandra era la persona que estaba siendo apuntada.

    — Parece que la suerte ha hablado — decía Antonio mientras levantaba a Wendy, aun apuntándole en la cabeza.

    Hugo, Brian y el otro chico ataron y esposaron a todo el grupo nuevamente en los lugares donde estaban, excepto a Sandra, que iba a ser sacrificada y a Wendy, para asegurarse de que ninguno de ellos intentara escapar.

    Una vez que todos estuvieron atados, Sandra empezó a pedir por su vida.

    — Por favor, no me mates — decía la mujer suplicando — No tienes que hacer esto.

    — Es la única manera — dijo Brian — No podremos defendernos para siempre de los demonios.

    — Escucha Brian — decía Jonás — Ya estoy harto de toda esta mierda. Tú sabes bien que es casualidad que los zombis no entren al pueblo. Sacrificar a Sandra no va a arreglar nada.

    — Al contrario Jonás — respondió Brian — El sacrificio de Sandra devolverá las cosas a la normalidad.

    Los cuatro chicos estaban preparando todo para sacrificar a Sandra en el momento en el que sus dos compañeros regresaran. El grupo intentaba convencerlos de que no hicieran una locura como esa, pero ellos solamente los ignoraban.

    Entonces, la puerta principal recibió un disparo. Todos se asustaron mucho por el ruido y creyeron que estaban siendo atacados. La puerta recibió otro disparo más, pero eso no fue suficiente para abrirla. Otros tres disparos volvieron a impactar contra la puerta, que no resistió más y terminó por abrirse del todo.

    Del otro lado de la puerta estaba Víctor, y lo primero que vio al abrir la puerta fue a las personas que había estado persiguiendo atadas a unos bancos de la iglesia.

    — Que alegría — decía Víctor muy satisfecho — Veo que no fue necesario que los capture. Alguien más ya lo hizo por mí.

    — ¿Tú eres Víctor? — preguntó Brian apuntándole con su pistola al intruso.

    — Ciertamente — respondió Víctor — Te agradezco que hayas capturado a estas personas por mí. Te las quitaré de encima y ya no tendrás que preocuparte por ellos.

    — Eso no — decía Hugo apuntándole de la misma forma que Brian — Ellos son nuestros prisioneros, y no se irán de aquí.

    — Me temo que sí — dijo Víctor — ¡Marcos!

    Otro hombre se acercó a la puerta de la iglesia. Tenía maniatada a Caro y le apuntaba con un revolver en la cabeza.

    — Caro — decía Brian algo preocupado por su compañera.

    — También tengo al otro chico — dijo Víctor — Pero quédense tranquilos, no los quiero a ellos. Quiero a Jonás, y a Darío, y al resto de su grupo. En cuanto los tenga, les devolveré a sus amigos.

    — ¿Un intercambio? — preguntó Brian.

    — Así es — dijo Víctor — Tú me devuelves a mi gente y yo te devuelvo a la tuya. Si no quieres…

    Marcos, el hombre junto a Víctor, puso a Caro de rodillas y empezó a apuntarle con su arma en la cabeza. Brian entendió rápido cual era el mensaje.

    — De acuerdo — dijo Brian sabiendo que no podían hacer nada — Te daré a la mitad de tu gente por la mía. Escoge a quien tú quieras.

    — ¿La mitad? — preguntaba Víctor — No vine aquí por la mitad. Vine aquí por todos ellos. Si me vas a dar a la mitad de mi gente, entonces yo te daré a la mitad de la tuya.

    — Está bien — aceptó Brian sabiendo que tenía todas las de perder en esa negociación — Quédate con todos ellos. Pero deja que mis amigos se vayan.

    — Eso es todo para lo que vine — dijo Víctor.

    — Muy bien — decía Brian — Déjalos entrar y yo liberaré a los tuyos.

    — ¡¿Qué?! — preguntó Víctor algo enojado — No crees que sería tan tonto para aceptar eso, ¿verdad? El intercambio se realizará en la plaza del pueblo.

    — Como quieras — decía Brian — ¿Cuándo?

    — Los espero en diez minutos — dijo Víctor — Será mejor que vengan, y que cuando lo hagan, no falte nadie de los míos. De lo contrario tu gente lo pasará mal.

    Víctor se fue del lugar acompañado de Marcos, quien se llevó a Caro como rehén. Brian y el resto de sus amigos estaban preocupados.

    — Esto no puede ser — decía Brian — No solo los capturaron y nos quieren quitar a nuestros prisioneros. También rompieron la puerta de la iglesia. Si no hacemos un sacrificio esta noche, los demonios nos matarán. Pero si hacemos el intercambio, no nos quedará nadie.

    — Te propongo algo — decía Jonás.

    — ¿Qué es? — preguntó Hugo.

    — Podemos ayudarte — respondió el líder del grupo para la sorpresa de todos sus compañeros — Trabajaremos juntos en el intercambio. Atacaremos a Víctor cuando todos tus amigos estén libres. No los vamos a matar, simplemente los lastimaremos para que ustedes puedan capturarlos y usarlos como sacrificios. A cambio, nos dejan ir.

    — ¡¿Estás loco?! — preguntó Roderick — ¡Estas personas asesinaron a mi familia! ¡No voy a trabajar con ellos!

    — Roderick, Víctor es mucho peor que ellos — decía Robert — Créeme, yo lo sé muy bien. Si hacemos esto, Víctor recibirá lo que merece y nosotros seremos libres.

    — ¡¿Y qué hay de ellos?! — preguntaba Roderick refiriéndose a los satánicos — ¡¿Ellos no recibirán lo que merecen?!

    Nadie le respondió esa pregunta a Roderick, porque sabían que sería una respuesta nada sincera. Brian decidió aceptar la oferta del grupo.

    — Está bien — dijo Brian — Ustedes nos ayudan a capturar a Víctor y a toda su gente, y a cambio, nosotros los dejaremos ir.

    — ¿Pero cómo lo vamos a hacer? — preguntó el otro chico — ¿Cómo piensan ayudarnos a capturar a Víctor?

    — Cada uno de nosotros tiene un cuchillo pequeño escondido en la ropa — decía Jonás — Cuando todos estemos del lado de Víctor, lo atacaremos a él y a sus hombres. Será más fácil para ustedes capturarlos así.

    — De esa forma podrán tener a Víctor y usarlo para todos los sacrificios que quieran — respondió Darío.

    — Supongo que no queda otra opción — respondió Brian tomando una pistola — Voy a dejarlos en libertad, pero si intentan salir corriendo les dispararé.

    Brian liberó a todo el grupo de sus ataduras nuevamente. No le gustaba la idea de perderlos a ellos para poder quedarse con Víctor y sus hombres, pero sabía que eso era mejor que nada.

    — Es hora de ir a la plaza — decía Brian.

    Todo el grupo emprendió el camino hacia la plaza. Esta era su oportunidad perfecta. Trabajando junto a Brian, podrían librarse tanto de él como de Víctor para siempre, y ya nadie los seguiría retrasando en su camino hasta Bahía Luminosa. Todos recordaban donde habían guardado las armas, para que, en el momento de ser libres, poder ir a buscarlas y seguir su camino.

    Mientras caminaban, cada miembro del grupo se guardaba los cuchillos que tenían en los bolsillos de los pantalones. El plan era simple, en el momento en el que todos estuvieran del lado de Víctor, los atacarían con los cuchillos y saldrían corriendo.

    Tras unos pocos minutos, llegaron a la plaza. Ellos estaban de un lado, mientras que Víctor estaba acompañado de unas 6 personas más, entre ellas Ignatius, Marcos y Clara. Él tenía a Caro y a Sam como rehenes.

    Brian colocó a todo el grupo en una sola fila para que Víctor viera que no faltaba nadie. Todos estaban cara a cara con Víctor otra vez.

    — Es bueno ver que sobreviviste, Lucas — decía Clara.

    Lucas miró a la chica muy rencoroso al recordar que ella solamente lo usaba para sacarle información de su grupo. Brian no quería perder el tiempo. Quería terminar todo muy rápido para regresar a la iglesia y hacer el sacrificio.

    — Aquí están todos — decía Brian.

    — No todos — respondió Víctor — ¿Dónde está Luciano? No lo veo con ustedes.

    — Él murió hace días — contestó Sandra — Por eso no está.

    — Bueno, eso sí lo creo — respondía Víctor — Él claramente era un inútil y nunca lo usarían como comodín en un asunto como este.

    — ¿Vas a querer a tus amigos o no? — preguntó Hugo.

    — Por supuesto — respondió Víctor — Pero primero tengo un asunto pendiente. Ignatius…

    El hombre de Víctor fue hacia la parte de atrás de una de las casas y cuando reapareció, tenía una mochila en las manos. La mochila parecía tener algo en el interior. Todos estaban confundidos, excepto la gente de Víctor.

    — Ábrela — ordenó Víctor.

    Ignatius obedeció. Abrió la mochila muy lentamente, y luego, con una cara de asco, cerró los ojos, metió sus manos en el interior y sacó la cabeza de Patrick desde adentro de la mochila.

    La cabeza estaba pudriéndose, pero el grupo pudo reconocer que se trataba de Patrick. Para todo el grupo fue una escena repugnante. Brian y el resto de los chicos de su grupo no entendían que era lo que estaba pasando.

    Víctor le quitó la cabeza a Ignatius de las manos y miró al grupo con una mirada fría.

    — ¡¿Quién de ustedes le hizo esto a mi hermano?! — preguntaba Víctor muy furioso.

    Nadie del grupo respondió la pregunta por miedo a la forma en la que Víctor pudiera reaccionar. Víctor se enojó bastante al no recibir una respuesta de parte del grupo y decidió volver a preguntar.

    — ¡¿Quién fue?! — preguntó Víctor más furioso que antes.

    — Yo fui — respondió Roderick para sorpresa de todos los demás — Yo le arranqué la cabeza a tu puto hermano.

    — ¡¿Tú?! — gritó Víctor bastante enojado — ¡¿Quién mierda eres tú?!

    — ¡Soy Roderick, maldito hijo de puta! — respondió el camionero — ¡Yo fui quien asesinó a tu hermano y le corté la cabeza! ¡Él arruinó mi camión, así que yo lo arruiné a él!

    — Muy bien — respondió Víctor ahora más calmado — Envíen a esa rata hacia aquí.

    Brian decidió obedecer para poder mantener a su gente con vida. Le dio un empujón a Roderick, que empezó a caminar lentamente hacia donde se encontraba Víctor.

    — ¿Qué está haciendo? — preguntó Hernán en voz baja.

    Roderick caminó hasta que se paró en frente de Víctor. El líder del punto sin retorno y el camionero intercambiaron miradas poco amistosas. Víctor, creyendo que él había sido el asesino de su hermano, le dio un rodillazo en el pecho a Roderick, que fue más que suficiente para tirarlo al suelo.

    — ¡Roderick! — gritó Jonás temiendo lo que Víctor podría hacerle.

    Roderick intentó ponerse de pie para golpear a Víctor, pero este le dio un golpe en la cabeza que lo dejó tirado en el suelo por más tiempo. Acto seguido, Víctor sacó su pistola de su cinturón y empezó a golpear a Roderick en la cara con la culata.

    El grupo contemplaba horrorizado como su amigo estaba siendo golpeado brutalmente una y otra vez por Víctor.

    — ¡Víctor, no! — gritó Romina.

    — ¡Detente! — gritó Ariel.

    Víctor no escuchaba los pedidos del grupo y seguía golpeando a Roderick en la cara. Con cada golpe, Roderick perdía sangre y el conocimiento.

    — ¡Muere! — gritaba Víctor gritándole a Roderick mientras lo golpeaba — ¡¿Por qué no te mueres?!

    — Yo…no…por… — quería hablar Roderick pero no podía dado a los golpes de Víctor.

    Los continuos golpes de Víctor terminaron por matar a Roderick, pero a pesar de eso, el líder del punto sin retorno no se detenía y seguía golpeando al camionero en el rostro. Todos sus compañeros miraban como su líder desfiguraba el rostro de un hombre que para ellos era desconocido. Ellos estaban impresionados por la escena, ya que pensaron que Víctor querría torturarlo un poco más antes de matarlo. Sam se dio cuenta de que el hombre que lo estaba vigilando no le estaba prestando atención dado a que se encontraba mirando la escena, por lo que decidió empezar a correr para ir de vuelta con su grupo.

    Víctor se dio cuenta y dejó de golpear a Roderick.

    — ¡Hey! — gritó Víctor a sus hombres — ¡No lo dejen escapar!

    Ignatius reaccionó rápido y asesinó a Sam de un tiro en la nuca. El resto de sus compañeros contempló el asesinato sintiendo mucho odio hacia Víctor y su grupo.

    — ¡Sam! — gritó Brian sacando su arma.

    Brian disparó en contra de Ignatius, pero su puntería no le permitió darle.

    Marcos, Clara y el resto de los hombres de Víctor tomaron las armas y se pusieron a disparar. Caro, que no se había movido, fue ejecutada por Marcos.

    — ¡Ahora! — gritó Jonás.

    El líder de los sobrevivientes le dio una patada en el estómago que derribó a Brian. Damien atacó a Hugo, Lucas atacó a Antonio, y Darío pateó al otro chico.

    Una vez que sus captores estaban en el piso, empezaron a correr hacia el lugar donde tenían las armas.

    — ¡No dejen que escapen! — gritó Brian disparando desde el suelo múltiples veces.

    Uno de los disparos alcanzó a Sandra en su brazo izquierdo, pero ella siguió corriendo. Luego de disparar, sintió que una bala impactó en el suelo cerca de él. Pudo ver cómo la gente de Víctor estaba disparando contra su grupo.

    — ¡Mátenlos! — gritó Víctor.

    El resto del grupo de Víctor empezó a enfrentarse con el de Brian. Los miembros de cada parte se pusieron a cubierto y empezaron a disparar. El ruido de las balas terminó por atraer a los zombis a la escena.

    Mientras tanto, el grupo seguía corriendo hasta que llegaron al contenedor donde guardaron las armas de fuego. Todos, excepto Cóndor, Wendy, y Sandra tomaron una. Ahora que estaban libres, decidieron salir del pueblo, pero primero querían ir a la iglesia a buscar las armas que quedaron atrás. Al entrar, Hernán recuperó su llave mecánica, Damien tomó el hacha y Jonás el matafuegos que le pertenecía a Roderick.

    Al salir de la iglesia, vieron como varios zombis los estaban persiguiendo. Jonás sabía que debían salir de ahí, pero la carretera era muy peligrosa.

    — ¡Corran por el bosque! — gritó Jonás — ¡Darío, ve al frente y llévate a Cóndor! ¡Romina, Jennifer, ustedes cuiden de Sandra! ¡Damien, tú y yo defendemos la retaguardia!

    — ¡De acuerdo! — gritó Darío — ¡Corran!

    Darío corrió al frente del grupo llevándose a Cóndor para hacerle compañía. El perro gruñía cada vez que había un zombi cerca, y Darío le disparaba.

    Robert, Wendy, y Lucas estaban justo detrás de ellos. Romina y Jennifer corrían a la par de Sandra, que estaba perdiendo sangre por el impacto de la bala. Ariel y Hernán iban detrás de ellas.

    — ¡Me duele mucho! — decía Sandra mientras perdía sangre.

    — ¡Te ayudaremos cuando estemos en un lugar seguro! — decía Romina intentando tranquilizarla.

    En la parte de atrás del grupo, Jonás y Damien corrían unos metros y luego giraban para dispararle a los zombis que los seguían, sin embargo, estos eran muchos, y el ruido estaba atrayendo a varios que merodeaban por la zona.

    — Esto no sirve — decía Damien — Gastaremos todas nuestras balas antes de poder matarlos, y solo atraeremos a Víctor hasta nosotros.

    — Tienes razón — dijo Jonás — Separémonos. Eso los dividirá y será más fácil matarlos.

    Jonás y Damien esperaron a tener a todos los zombis cerca de ellos y luego, cada uno de ellos se fue corriendo por un lado distinto del bosque. Tal y como Jonás había dicho, los zombis se dividieron. La mitad siguió a Jonás y la otra mitad a Damien.

    Jonás corrió unos metros hasta que estuvo lo suficientemente lejos de Damien. Una vez que sabía que no podría ser seguido por más zombis, tomó el matafuegos de Roderick y empezó a golpear a los zombis en la cabeza con él. Era muy resistente, y con la fuerza que tenía, con un solo golpe mataba a todos los zombis que se acercaban a él.

    En dos minutos, logró acabar con todos.

    Damien, por su parte, corría por el bosque con la intención de llevarse a los zombis lo más lejos que pudiera, pero su corrida terminó cuando otro grupo de zombis apareció enfrente de él.

    Sabiendo que no tenía a donde correr, tomó su hacha y empezó a partir cabezas con ella. Con todo lo que corrió, el grupo de zombis que lo seguía no llegó hasta él hasta que había matado a los que lo interceptaron.

    Ahora, solo le quedaba lidiar con los que lo seguían. Damien los asesinaba de un solo golpe con el hacha, aunque trataba de no enterrarla demasiado en la cabeza de los zombis para que no se atore.

    En unos dos minutos consiguió asesinarlos a todos y se disponía a volver con Jonás. Sin embargo, al pasar cerca de un árbol, recibió un fuerte golpe en la cabeza con un objeto contundente. El golpe terminó derribándolo y lo dejó algo confundido. Damien intentó tomar su hacha para defenderse, pero cuando iba a tomarla, alguien le pisó la mano. Al mirar hacia arriba pudo ver a Rodrigo.

    — Hola Damien — dijo el hombre que no estuvo presente en el intercambio.

    Rodrigo golpeó a Damien con las cadenas, y luego las usó para envolver el cuello de su ex compañero.

    Rodrigo estaba estrangulando a Damien, que intentaba sin éxito quitarse a su agresor de encima.

    — ¿Sabes? Cuando fingiste tu muerte de verdad me engañaste — decía Rodrigo ahorcando a Damien — Me engañaste, y yo le di a Víctor información equivocada. ¡Me hiciste quedar como un estúpido en frente de Víctor, y él me gritó haciéndome quedar mal con la gente de la comunidad! Pero eso no volverá a pasar. No saldrás con vida de esta.

    Damien no podía respirar por las cadenas y con cada segundo que pasaba, se estaba quedando sin fuerzas. A pesar de todos sus intentos, no podía sacarse a Rodrigo de encima.

    Cuando pensó que sería su final, Rodrigo recibió un tiro en la cabeza. Damien cayó en el suelo muy débil, casi asfixiado por las cadenas. Jonás se acercó y le quitó las cadenas del cuello a su amigo para que pudiera respirar. Damien empezó a toser y a tocarse el cuello, el cual quedó muy adolorido.

    — ¿Estás bien? — preguntó Jonás.

    — Claro — respondió Damien tosiendo muy fuerte — Gracias por salvarme.

    — Por nada — respondió el líder — Volvamos con el grupo.

    Jonás tomó las cadenas y ayudó a su compañero a levantarse del piso. Damien aún no se recuperaba por el ataque, por lo que Jonás decidió ayudarlo a caminar hasta que estuviera en condiciones para correr.

    A lo lejos, se podían escuchar algunos disparos, que daban a entender que los grupos de Brian y Víctor seguían ocupados enfrentándose, lo que les daría algo de ventaja.
     
  15. Threadmarks: Día 77 Parte 2 - 78 Parte 1
     
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    Día tras día
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    47
     
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    3078
    Día 77 – Parte 2:

    Una vez que Damien se había recuperado un poco del ataque, él y Jonás continuaron corriendo por el bosque. Corrieron en línea recta hasta que llegaron a un camino de tierra. El resto de su grupo estaba esperándolos allí.

    — Damien, no te ves muy bien — decía Hernán — ¿Pasó algo?

    — Rodrigo me atacó, pero ya estoy bien — respondió el muchacho.

    — Deberíamos irnos rápido de aquí — decía Darío — Víctor no estará ocupándose de Brian para siempre.

    — Entonces vamos — decía Jonás.

    — No podemos — decía Romina — Sandra no se encuentra muy bien.

    — ¿Qué tienes? — preguntó Jonás.

    — Perdí demasiada sangre, y creo que mi herida se está infectando — respondió Sandra.

    — No podremos curarla aquí — respondió Ariel — Pronto anochecerá y podríamos ser capturados.

    — Tenemos que irnos y curar a Sandra en el primer lugar seguro que encontremos — dijo Jonás.

    — No — respondió Sandra — Eso sería muy arriesgado. Váyanse sin mí.

    — No podemos dejarte aquí — decía Jennifer — Podremos curarte en un lugar seguro.

    — No quiero que corran ese riesgo — decía Sandra — Ya lo habíamos hablado. Les pedí que no me salvaran si eso los ponía en peligro. Si ustedes se ponen a curarme y a esperar a que me recupere, solo estarán en peligro.

    — ¿Quieres que te dejemos aquí como si nada? — preguntaba Wendy.

    — Eso es lo que quiero — decía Sandra — Mi brazo me duele mucho, y si está infectado es probable que muera. No quiero ser un peso muerto para ustedes. Solo déjenme aquí. Sigan adelante.

    — Sandra…— decía Jonás intentando convencer a la mujer.

    — Esto ya lo habíamos hablado — decía la mujer — Quiero que me dejen atrás. Luciano ya está muerto. No tengo ninguna razón para seguir adelante.

    — De acuerdo — decía Jonás — Si eso es lo que quieres…

    — Es lo que quiero — decía Sandra — Ni siquiera se defenderme por mí misma. Solo los estoy estorbando. Sigan adelante y pónganse a salvo.

    — Está bien — decía Jonás despidiéndose de la mujer — Adiós.

    — Adiós a todos — decía Sandra con lágrimas en los ojos — Espero verlos a todos de nuevo en mejores circunstancias.

    El grupo se despidió de la mujer que escapó con ellos y luego se alejaron corriendo del lugar. Sandra ahora estaba sola. Ya no se sentía como una carga para el grupo, y lo único que deseaba era que la infección termine con ella para poder ver a su esposo otra vez.

    Se recostó sobre el camino de tierra y miraba al cielo tratando de apreciar la belleza del mundo por última vez.

    Finalmente, cayó el sol. Sandra empezó a escuchar gruñidos y veía como un zombi se acercaba lentamente a ella. Se puso de pie y empezó a caminar hacia la criatura.

    — No puedo irme sin haber matado aunque sea a uno — pensaba la señora para sí misma.

    Sandra tomó al zombi del cuello y trataba de tirarlo al piso a medida que el zombi intentaba hundir sus dientes podridos sobre ella. Sandra lo empujaba con fuerza tratando de tirarlo al piso. Con su brazo herido tenía varios problemas para controlarlo. Luego de varios forcejeos, Sandra cayó al piso junto con el zombi. Una vez que estaba tirado, la mujer tomó al zombi de la cabeza y empezó a golpearla repetidamente contra el piso. Dado a la poca fuerza que tenía, necesitó unos quince golpes para eliminarlo, pero al fin y al cabo, lo consiguió. Sandra había matado a su primer y último zombi.

    Una vez que la amenaza había pasado, Sandra sentía como perdía su fuerza poco a poco. Finalmente, Sandra cayó desmayada al piso.

    […]

    A varios metros del lugar, el grupo se encontraba corriendo en una dirección: el sur. Para este momento, Bahía Luminosa parecía inalcanzable para ellos. Jonás iba al frente junto a Romina y su fiel compañero, Cóndor. Romina veía que su novio estaba algo deprimido y quería saber a qué se debía.

    — Jonás, ¿qué te pasa? — preguntaba Romina algo preocupada.

    — Primero Roderick, ahora Sandra — decía el líder — Estoy pensando que cualquiera de nosotros podría ser el siguiente. Podrías ser tú, o podría ser yo.

    — No digas eso — decía Romina algo enojada por la respuesta de su novio — Tú me prometiste que nunca me dejarías. No pienses en cosas como esa.

    — Te lo prometí porque no pensé que algo como esto podría pasar — respondió Jonás — Nunca pensé que Víctor sería esa clase de hombre, y tampoco pensé que habría unos locos satánicos sacrificando gente. En este mundo no hay garantías. Cualquiera podría morir en cualquier momento y yo no puedo evitarlo.

    — Eso no es cierto — respondía Damien acercándose al frente — Tú salvaste mi vida hace menos de una hora. Las cosas que están pasando aquí afuera no son culpa tuya. Estás haciendo todo lo que un hombre puede hacer.

    — Debí haber hecho más — respondía Jonás — Soy el líder. Es mi responsabilidad.

    — Tienes razón cuando dices que eres un líder — respondió Romina — Pero antes de eso eres una persona.

    Jonás quedó sin palabras luego de lo que Romina le había dicho.

    Pasaba la noche y el grupo seguía corriendo en la oscuridad, sin llegar hacia ningún lugar en donde refugiarse. Tras un largo rato corriendo, la fortuna les empezó a sonreír y encontraron una casa de campo la cual no tenía ni un solo zombi alrededor. Tras comprobar que era segura, todos entraron.

    Solo había una habitación que tenía camas, tres en total, todas individuales. En la sala había un sofá-cama donde podrían dormir dos personas. El resto de la casa estaba conformado por tres habitaciones más: la cocina, el baño y el comedor.

    Era la única casa de la zona, por lo que ya no tenían más opción que pasar la noche ahí. Hernán y Wendy dormirían en el sofá-cama, mientras que Ariel, Jennifer y Lucas recibieron cada uno de ellos, las camas individuales de la habitación. Jonás, Cóndor, Romina, Robert, Damien, y Darío se tendrían que conformar con las sillas de la cocina y el comedor.

    — Yo haré la guardia — decía Damien.

    — Tú ya has pasado por mucho el día de hoy — dijo Jonás — Te mereces un descanso.

    — ¿Estás seguro? — preguntó Damien.

    — Yo puedo tomar la guardia esta noche — respondió Darío — Tu duerme tranquilo.

    — Yo también haré guardia esta noche — dijo Jonás.

    Todos se habían acomodado en los lugares que les habían tocado.

    En la habitación, Lucas quiso conversar un poco con sus compañeros.

    — Díganme — decía Lucas — ¿Creen que todos nosotros lleguemos con vida a Bahía Luminosa?

    — ¿Por qué preguntas algo como eso? — le respondió Jennifer de mala manera.

    — Solo quería saber qué era lo que ustedes pensaban — respondió Lucas.

    — ¿Qué piensas tú? — preguntó Ariel.

    — Es obvio que no todos llegaremos con vida hacia allá — respondió el chico — Si es que llegamos.

    — ¿Quiénes no llegarán? — preguntó Jennifer.

    — Romina, Wendy, Cóndor, Robert, y nosotros tres no llegaremos, se los aseguro — respondía Lucas — A Jonás y a Hernán les afectará mucho la muerte de sus seres queridos, y dependerá de la forma en que lo acepten si llegan o no. Los únicos que sé que van a llegar serán Darío y Damien. El resto moriremos asesinados por zombis o algo peor.

    — ¿Por qué piensas algo así? — preguntó Ariel.

    — Porque eso es lo que pasa en un mundo así — respondía Lucas — La gente muere. Yo moriré. Tú morirás, y Jennifer también. No hay esperanza para nosotros.

    — Aunque no la haya, tenemos que intentarlo de todas formas — dijo Jennifer — Trabajar duro y cuidarnos entre todos. Esa es la única forma en que sobreviviremos.

    En la sala, Hernán se encontraba recostado con su hija pequeña en brazos. Robert tomó unos trapos que había en el armario y los usó para poder recostarse en el piso cerca de la familia. Wendy estaba muy asustada.

    — Papá, tengo miedo — decía la niña muy asustada.

    — ¿Por qué? — preguntó Hernán tratando de calmar a su hija.

    — Vi lo que Víctor le hizo a Roderick — respondió Wendy — Él nos va a hacer lo mismo a nosotros. No quiero que eso pase, pero sé que va a pasar.

    — Eso no pasará — respondió Hernán — Mientras yo esté contigo, te protegeré. No dejaré que Víctor te haga eso. No tengas miedo.

    — Pero tengo miedo de que te haga eso a ti — respondió Wendy — Ya mataron a mamá, y no quiero que te maten a ti también.

    — No voy a permitir que eso pase — decía Robert intentando calmar a Wendy — Tú padre no va a morir. Él te llevará hasta Bahía Luminosa a salvo.

    — ¿Y qué hay de ti? — preguntó Wendy — Eres mi amigo, y no quiero que mueras también.

    — Yo tampoco quiero morir — respondió Robert — Pero es probable que pase. Yo ya no tengo a mi familia, pero tú tienes a la tuya. Voy a dar mi vida para que las cosas permanezcan de esa forma.

    — No quiero que nadie más muera — respondía Wendy empezando a llorar — Emmanuel, Kelly, Gared, Román, mamá, Luciano, Roderick, y Sandra también…¿por qué pasó esto? ¿Por qué tenían que morir?

    — No lo sé — respondía Hernán abrazando a su hija — Pero no nos pasará a nosotros. Lo prometo.

    Cuando la noche avanzó, ya casi todos estaban durmiendo, excepto por Jonás y Darío que estaban montando guardia. Ambos sentían varios remordimientos recorriendo por sus cabezas, respecto a lo que había pasado a Roderick, sobre todo Darío. Él fue quien asesinó a Patrick, y a causa de eso, Roderick terminó muerto. Lo hacía sentir responsable por la muerte del camionero, y quería discutirlo con Jonás.

    — ¿Sabes? — decía Darío — No puedo evitar pensar que la muerte de Roderick fue culpa mía. Yo maté a Patrick, pero Víctor nunca lo supo. Roderick se inculpó. Se echó la culpa de la muerte de un desconocido para salvar a otro desconocido. ¿Por qué?

    — Creo que era porque sabía lo que Víctor iba a hacer — respondió Jonás — Su familia había muerto asesinada por unos satánicos, y mi plan era cooperar con ellos. Tal vez pensó que no tenía razones para vivir, y decidió confesarlo.

    — Fue mi culpa — respondió Darío.

    — Nuestra culpa — decía Jonás — Yo también participé en ese juego.

    — Yo fui el que lo ejecutó, además lo torturé mucho más que tú — respondió Darío — Pero al momento de la verdad, me acobardé y no me hice cargo de lo que hice. En cambio, fue Roderick el que lo hizo.

    — Él ya no tenía a su familia — respondió Jonás — Era lo único que le importaba y lo perdió.

    — Todo lo que a mí me importaba era mi comunidad, y también la perdí — respondió Darío — Yo tampoco tenía nada por qué vivir.

    — Supongo que tú puedes vivir con eso — respondió Jonás — Roderick, en cambio, no pudo.

    — Es que no me parece justo — respondió Darío — Él ni siquiera conocía a Patrick o a Víctor. No tuvo nada que ver con el escape. De todas las personas en el grupo, era el único que no merecía la ira de Víctor. Y sin embargo, él fue quien la recibió.

    — Tú no le pediste que tomara la culpa por ti — respondió Jonás — Él entendía lo que iba a pasar si lo hacía, y aun así lo hizo.

    — Juro que voy a matar a Víctor, pero quiero que él sepa que fui yo quien mató a su hermano — respondió Darío.

    Jonás y Darío dejaron de lado la conversación para concentrarse en el trabajo de vigilar al grupo. Darío se seguía sintiéndose culpable por la muerte de Roderick, pero ya no pensaba en él con tristeza.

    La noche pasó para los dos hombres, y por suerte para ellos, fue una muy tranquila.


    Día 78 – Parte 1:

    Sandra abrió sus ojos. Estaba muy sorprendida de no haber muerto durante la noche por la infección de su brazo, pero también estaba sorprendida porque ya no estaba en el medio de una calle de tierra, sino en el bosque. El dolor en su brazo aún seguía, y vio que la herida se había infectado mucho.

    Al mirar a su alrededor, pudo ver a Hugo y a Antonio durmiendo. Ella no sabía que estaba haciendo ni por qué la habían sacado de la calle. Brian apareció desde atrás de ella.

    — Veo que has despertado — decía Brian — ¿Dormiste bien?

    — ¿Por qué no me dejaste en esa calle? — preguntó Sandra muy confundida por lo que pasaba.

    — Tú y tus amigos nos traicionaron — dijo Brian — Nos atacaron, y luego nos dejaron con Víctor y sus hombres atacándonos.

    — ¿Ellos no los mataron? — preguntó Sandra.

    — Al menos que todos nosotros hayamos muerto y estemos en el mismo lugar, no — respondió Brian — Logramos escapar, pero sí mataron a tres de los nuestros y fue culpa suya. Perdimos nuestro refugio y nuestras cosas por ustedes.

    — Fueron ustedes los que nos capturaron en primer lugar — respondió Sandra.

    — Hicimos un trato y lo rompieron — respondió Brian — Y ahora nos vamos a vengar de todos ustedes. Empezaremos contigo. Cuando mis amigos despierten, te vamos a sacrificar.

    Brian estuvo con Sandra unos cuantos minutos hasta que Hugo y Antonio se despertaron. Los tres jóvenes formaron un triángulo alrededor de Sandra, que, debido a su herida no podía levantarse.

    Brian tomó su daga y se preparó para el sacrificio.

    — Oh señor de las tinieblas, te ruego que aceptes nuestro humilde sacrificio — decía Brian — Como usted puede ver, lo hemos perdido todo, excepto nuestra fe. Le rogamos que nos proteja de los demonios hambrientos y que centre su ira en Víctor y Jonás, que fueron los hombres que le arrebataron todas las almas que le pertenecían.

    Brian clavó su daga muy profundo atravesando el corazón de Sandra, quien decidió no resistirse y dejar que la mataran para poder abandonar este mundo que solo le había traído sufrimiento en los últimos días.

    Una vez que su cuerpo se encontraba sin vida, Hugo y Antonio le echaron alcohol encima para incinerarlo y así completar el ritual del sacrificio, esperando que tuviera éxito a pesar de no haberlo realizado en la iglesia.

    […]

    Ya había pasado el mediodía, y el grupo se encontraba en el interior de una gran ciudad, caminando por las calles para ver si podían encontrar algún vehículo que pudieran usar para movilizarse más rápido hacia Bahía Luminosa. Esta vez, no se separaron para explorar, basados en el incidente que habían tenido la última vez con la muerte de Luciano.

    Registraron toda la ciudad, pero no lograron encontrar ningún vehículo apto para transportar 11 personas.

    Con todo el tiempo que perdieron buscando un vehículo, ya no tendrían tiempo para seguir el viaje, así que debían pasar la noche en el interior de esa ciudad. La mayoría de las casas estaban cerradas con llave, y además, el grupo encontró una alternativa interesante para pasar la noche: el centro comercial.

    En el interior de ese edificio podrían encontrar varias cosas que podrían serles útiles para su viaje: linternas, comida enlatada, algunas armas, cosas para acampar, entre otras cosas. El plan era entrar a registrar el lugar, conseguir todo lo que pudieran, y una vez que tuvieran todo lo necesario, pasarían la noche ahí y se irían al día siguiente.

    Todos se prepararon para entrar. Damien y Robert entraron primero por la entrada principal. Nada más al entrar, fueron recibidos por unos cinco zombis que los atacaron apenas los detectaron.

    Robert pateó al primero y cuando su cuerpo se dobló, le clavó un cuchillo en la sien.

    Damien empezó a mover sus cadenas con el candado, y cuando dos de ellos se le acercaron, los golpeó con su arma, matándolos de un golpe.

    — Como extrañaba mi arma — decía Damien después de matar a los zombis.

    — Será mejor llamar a los demás — dijo Robert eliminando a los otros dos que quedaban.

    Una vez que el comité de bienvenida estaba acabado, todos entraron. El centro era muy grande, y tenía cientos de tiendas. A pesar de que les quitaría mucho tiempo, no se separaron para registrar el lugar.

    — No se separen — decía Jonás — Registraremos el lugar juntos aunque nos lleve el resto de la tarde.

    El grupo avanzaba por el interior del centro comercial caminando en silencio, eliminando silenciosamente a todos los zombis que merodeaban por las tiendas.

    Tras avanzar un poco más, se encontraron con una tienda con artículos para acampar, que sería el lugar donde pasarían la noche.

    — Limpiémosla ahora — decía Darío tocando el vidrio del lugar para llamar a los zombis que estuvieran dentro.

    Sin perder el tiempo, unos tres zombis se presentaron a la puerta. Los tres llevaban el uniforme de venta, lo que significaba que eran empleados del lugar.

    Darío partió su hacha en la cabeza del primero de ellos. Romina se acercó al segundo y le clavó el cuchillo en la cabeza hasta que lo mató. Damien se acercó hasta el tercero, pero no lo mató. Se puso detrás del zombi y le envolvió el cuello con las cadenas, reduciendo su movilidad.

    — ¿Qué haces? — preguntó Ariel.

    — Tengo una idea — decía Damien sacando al zombi de la tienda y acercándolo al grupo — Wendy, mata a este zombi con un arma cuerpo a cuerpo.

    — ¿Por qué? — preguntó la niña algo confundida.

    — Te hemos enseñado a como disparar, pero si eres atacada y no tienes un arma estarás en problemas — respondió Damien.

    — Eso es verdad, cariño — respondió Hernán.

    — Toma — decía Jennifer dándole a la niña su martillo — Usa esto.

    Wendy tomó el martillo de Jennifer y se acercó al zombi. Este aterraba un poco a la niña, y no tenía deseos de atacarlo.

    — Está bien — decía Damien — Lo tengo, no se escapará.

    — Yo ayudaré — dijo Robert poniendo su cuchillo en la nuca del zombi — Si llega a pasar algo, le hundiré el cuchillo.

    — No tengas miedo, amor — decía Romina — Tú puedes hacerlo.

    Wendy se armó de valor y golpeó al zombi en la cabeza con el martillo. El golpe no fue lo suficientemente fuerte como para hacerle daño. Wendy volvió a golpear unas cuatro veces, pero el zombi apenas recibía daño.

    — Centra toda tu fuerza en un solo punto — decía Jonás.

    Wendy tomó el martillo con las dos manos e hizo su máximo esfuerzo para golpear al zombi en la nuca. Con unos seis golpes logró dejarlo muy débil, pero aun no alcanzó para matarlo. Robert decidió que ella ya tenía suficiente y mató al zombi con el cuchillo.

    — Está muy bien como lo hiciste, cariño — decía Hernán — Pero necesitas más fuerza para enfrentarte a ellos.

    — Quiero ser más fuerte — decía Wendy algo decepcionada — Quiero poder pelear contra ellos.

    — Lo harás — decía Jonás calmando a la niña — Te prepararemos para pelear contra ellos. Pero primero tenemos que terminar de registrar este lugar.

    El grupo se preparó para continuar la inspección del centro comercial, para poder ver qué es lo que iban a encontrar.
     
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    Día 78 – Parte 2:

    El grupo avanzaba por el centro comercial buscando cosas que pudieran serles de utilidad, pero su búsqueda fue interrumpida cuando llegaron a una unión de caminos de compra. El único camino que tenía pocos zombis era el camino por el cual ellos vinieron. El resto de ellos estaba totalmente infectado de zombis. Cualquier intento de caminar hacia esas direcciones sería un suicidio asegurado.

    — Supongo que no podemos seguir buscando — respondió Jonás hablando en voz baja para que los zombis no los detecten — Regresemos antes de que nos vean.

    Viendo que su búsqueda se había terminado casi sin ningún éxito, el grupo no tuvo más remedio que regresar. Al volver sobre sus pasos, recogieron toda la comida y objetos que les pudieran servir.

    Cuando ya recolectaron todo lo que fuera útil, regresaron al negocio de campistas, donde cerraron las puertas con llaves y movieron las estanterías y los mostradores pequeños para formar una pequeña barricada.

    — Eso debería detenerlos — decía Hernán.

    — Esperemos — respondió Robert.

    Cada uno de ellos tomó una bolsa de dormir y las tendieron sobre el suelo, para no tener que descansar sobre el suelo. Una vez que todos estuvieron juntos, Jonás quiso decir algo.

    — Escuchen — decía el líder del grupo — En el momento en el que escapamos de Brian, estuve pensando en algo. Algo importante.

    — ¿De qué se trata? — preguntó Lucas.

    — Es sobre la gente — respondió Jonás — La gente que está ahí afuera.

    — ¿Qué pasa con ellos? — preguntó Jennifer.

    — He tomado una decisión y creo que es la correcta — dijo Jonás — Ya no añadiremos gente a nuestro grupo. Estamos bien así como estamos.

    — ¿Qué? — preguntó Robert — ¿Por qué piensas eso?

    — Hagan una retrospectiva y piensen en todo lo que nos pasó — respondió Jonás — Las serpientes, Víctor, Sam. Nos encontramos con ellos y todo se fue a la mierda. Kelly y Emmanuel primero, después Román y Melanny. Lo de Roderick y Sandra fue ayer. La gente que está aquí afuera es peligrosa. Ya no queda gente buena aquí afuera.

    — ¿Qué hay de mí? — preguntó Damien — Yo no estuve en el grupo desde el principio.

    — Yo tampoco — respondió Darío.

    — Ni yo — decía Romina — Y lo mismo va para Sandra, Luciano y Roderick.

    — ¿De verdad crees que no queda gente buena? — preguntó Damien.

    — Cuando digo eso me refiero a ahora mismo — respondió Jonás — Ustedes son gente buena, pero nos hemos encontrado con ustedes hace mucho tiempo. Pero ahora mismo, aquí afuera, ya no queda gente buena. Las buenas personas están o en un refugio seguro o muertas. A estas alturas, aquí afuera, solo quedan personas que matan, roban o incluso cosas peores para sobrevivir. Nadie sobrevive aquí afuera siendo bueno. Es por eso que debemos evitar a las personas que lleven su tiempo aquí afuera, porque está claro que harán cualquier cosa para sobrevivir. Incluyendo el lastimarnos.

    — ¿Pero qué hay de Roderick? — preguntó Hernán — Él no era malo.

    — Roderick estuvo fuera del país — respondió Jonás — Y no estuvo aquí afuera tanto tiempo como nosotros. Es por eso que él era buena persona. Pero ya no queda más gente como él. El resto de la gente es como Víctor y como Brian. Personas que harán cualquier cosa con tal de sobrevivir. Es por eso que ya no llevaremos más gente con nosotros. No vamos a lastimar a nadie, pero procuraremos evitar todo el contacto con otros sobrevivientes.

    — ¿Y qué hay de Bahía Luminosa? — preguntó Ariel — Puede haber gente afuera que no sepa que existe, y que les vendría muy bien saberlo. ¿No los vamos a ayudar solo porque Snake, Víctor y Brian resultaron ser una mierda?

    — Ariel, yo sé que eres un buen chico — respondió Jonás — Probablemente seas el más bondadoso del grupo. Veo que te preocupas por esa gente, pero ellos no se preocupan por ti. Nadie de allá afuera se preocupa por nosotros ahora mismo. Y si nos encuentran, solo nos convertiremos en un objetivo.

    — ¿Entonces ya no nos vamos a acercar a más personas? — preguntó Darío.

    — Sé que ustedes son gente de buen corazón y se preocupan por ellos — contestó Jonás — Yo también me preocuparía, pero tengo que preocuparme de ustedes primero. No vamos a aceptar más gente en el grupo.

    — Tiene sentido — decía Lucas — Yo estoy de acuerdo.

    — Es duro de aceptar — dijo Robert — Pero es una realidad. No podemos estar preocupándonos de cada sobreviviente que nos encontramos.

    — Ahora que lo veo, tienes razón cuando dices que no queda más gente buena aquí — respondió Damien — Todos los que siguen con vida, es porque se tienen a ellos mismos como prioridad por encima de los demás.

    Pronto, todo el grupo logró entender el punto de vista de Jonás. Y haciendo un repaso de las cosas, se dieron cuenta de que todo era verdad. No queda nadie en el mundo que daría la vida por ellos, y es por eso que ellos no deberían hacerlo tampoco.

    A Ariel no le gustó mucho, pero finalmente lo aceptó. Bastaba con ver lo que pasó la última vez que se acercaron a hablar con alguien.

    Cuando llegó la noche, todos, excepto Romina, Darío y Hernán estaban dormidos. Romina y Darío no confiaban del todo en esa barricada para defenderlos de los zombis, y Hernán decidió quedarse en vela para ver que no pasara nada que pudiera poner en peligro la vida de Wendy.

    — Dime, Hernán — decía Darío hablando en voz baja con el mecánico — ¿Qué tan lejos crees que estemos de Bahía Luminosa?

    — No lo sé — dijo Hernán — Pero ahora mismo parece inalcanzable. Hemos estado meses y no hemos llegado.

    — Al menos tú estabas ahí afuera con un objetivo — respondió Romina — Mi grupo y yo estuvimos dando vueltas en círculos. Todos ellos murieron para nada. Cuando llegué a la comunidad de Víctor, pensé que había encontrado la salvación.

    — No fue así, pero al menos ahora estás cerca de encontrarla — respondió Darío.

    — Yo solamente quiero llegar rápido hasta allá — decía Hernán — Cada día que pasa tengo miedo de no poder proteger a Wendy por más tiempo. No me puedo morir sin haberla llevado a salvo hasta Bahía.

    — No debe faltar mucho — respondía Darío — Sé que vamos a llegar. Y cuando lo hagamos, todo estará bien.

    La charla fue interrumpida cuando vieron a un par de zombis deambulando por el exterior de la tienda. Solo eran tres, pero si estos veían al grupo y alertaban a los otros, iba a ser el final Darío y Romina decidieron ponerse a dormir, sabiendo que estar despiertos solo los pondría más nervioso. Hernán, por su parte no se durmió, sino que se recostó y se puso a vigilar a los zombis. Estuvo así un buen rato hasta que se dio cuenta de que Cóndor también estaba mirándolos atentamente. Hernán supo que el perro sería mucho mejor guardia que él, por lo que se decidió a dormir.


    Día 79 – Parte 1:

    Ya era de mañana. El grupo decidió no desperdiciar nada de tiempo y empezaron a moverse. Quitaron los estantes y mostradores de la puerta para poder salir, aunque eso atrajo la atención de varios zombis.

    Ariel, Lucas y Jennifer, que llevaban un tiempo sin enfrentarlos, se ofrecieron a pelear contra ellos para no perder técnica.

    Cuando los zombis se les acercaban, ellos simplemente los atacaban a la cabeza directamente con los cuchillos o con un martillo. Sin dificultades, consiguieron matarlos a todos. El grupo estaba dispuesto a salir del centro hasta que Romina propuso algo.

    — Deberíamos ver el estacionamiento — decía Romina — Podría haber algún vehículo ahí.

    — Buena idea — respondió Jonás — Vamos todos juntos.

    El grupo buscó la forma de llegar hasta el estacionamiento sin pasar por los caminos totalmente congestionados. Cuando salieron del centro y llegaron al estacionamiento vieron una gran cantidad de autos desparramados por todo el lugar, dejando pocos espacios libres. Había varios cuerpos tirados, pero dado al desorden no podían diferenciar si se trataba de zombis en descanso o muertos, además de que no todos estaban quietos y en el piso.

    Estaban en un espacio abierto, así que pudieron permitirse separarse un poco. Iban en grupos de tres personas: Ariel y Jennifer iban con Romina, Hernán iba con Robert y Wendy, Darío y Damien iban con Lucas, y Jonás iba acompañado de su perro Cóndor.

    Todos registraban el lugar teniendo cuidado de no alertar a los zombis en movimiento y manteniendo la guardia con los zombis tirados. Mientras exploraban cerca de otra entrada al centro, Ariel descubrió algo.

    — Jennifer, Romina, vengan a ver esto — decía Ariel.

    — ¿Qué es? — preguntó la novia del chico.

    Los tres observaron la puerta con atención y vieron como un gran número de muertos que estaban en el interior trataban de salir por la puerta, que solo se mantenía cerrada porque había un pedazo de madera muy grueso trabando los picaportes.

    — Será mejor alejarse de la puerta — decía Romina retrocediendo un poco.

    El grupo seguía con la exploración hasta que Cóndor empezó a gruñir y a ladrar como loco. Sus ladridos no eran causados por los zombis, y el grupo sabía que tenían un problema mayor.

    Entonces, un disparo impactó muy cerca de Robert, dando en uno de los autos que estaba registrando. Esto asustó al ex convicto, haciendo que se agache para cubrirse.

    Damien usó su rifle para ver en la dirección de la bala y pudo ver a Víctor junto a otro hombre más acercándose a ellos.

    — ¡Es Víctor! — gritó Damien disparando para ver si podía matarlo.

    Víctor y su hombre estaban demasiado lejos como para que Damien fuera capaz de matarlos. Viendo que estaban complicados, el grupo se escondía detrás de los autos para cubrirse. Víctor y su hombre seguían disparando, pero no apuntaban al grupo, sino a los autos del estacionamiento. El ruido de los impactos de las balas atraía a los zombis hacia el grupo.

    — ¡Salgan del estacionamiento! — gritó Jonás — ¡Él está disparando para que los zombis se nos echen encima!

    Todos se levantaron y salieron corriendo del estacionamiento, pero dado a que estaban algo distanciados, no consiguieron mantenerse juntos, y terminaron separándose. A medida que corrían, Víctor y su hombre les disparaban y se acercaban más.

    — ¡Entréguense y estarán a salvo! — gritaba Víctor entrando al estacionamiento.

    Jonás y Cóndor se fueron por el lado oeste del estacionamiento. Damien, Darío y Lucas se fueron por el este. Romina, Jennifer y Ariel salieron por el lado sureste; mientras que Hernán, Robert y Wendy escaparon por el suroeste. Cada uno de ellos seguido por varios zombis. El estacionamiento quedó vacío en cuestión de segundos. Víctor hizo que su hombre lo siguiera para buscar a Jonás.

    El líder del grupo corría junto a su perro viendo como Víctor lo seguía. Decidió entrar a una fábrica abandonada pensando que se podría ocultar allí. Jonás entró acompañado de Cóndor. En el interior de la fábrica había varias máquinas y el lugar estaba habitado con varios zombis. Jonás se escondió en la oscuridad y decidió aguardar a que Víctor entrara.

    Él y su hombre no tardaron mucho en llegar. Al entrar, Víctor le indicó que se separaran para cubrir más terreno.

    El líder de la comunidad se separó de su hombre y se alejó hacia el interior de la fábrica, mientras su hombre recorría la zona cercana a las paredes.

    Jonás esperó a que el hombre de Víctor se acercara lo suficiente, salió de su escondite y le disparó, matándolo al darle en la cabeza.

    — Ahora ya sé dónde estás — decía Víctor — Y los zombis también.

    — Mierda — susurraba Jonás.

    Varios zombis se acercaron al lugar en donde Jonás había efectuado el disparo. Cóndor les gruñía mientras estos se acercaban. Jonás sabía que no podría proteger a su perro y a él al mismo tiempo.

    — ¡Corre, muchacho! — le ordenó Jonás a Cóndor sabiendo que estaba en peligro — ¡Corre!

    Jonás le dio una pequeña patada a Cóndor, que salió corriendo de su escondite para dirigirse a la puerta de la fábrica. Varios zombis empezaron a seguirlo. Cuando Víctor lo vio, le disparó intentando matarlo, pero las máquinas no le permitieron acertar.

    Cóndor llegó hasta la puerta de la fábrica y la abrió con las patas, para después salir corriendo del lugar.

    — Ahora los zombis también saben dónde estás tú — decía Jonás sabiendo que Víctor estaba perdido.

    Gran parte de los zombis que se estaban dirigiendo a Jonás, ahora se dirigían a Víctor. El líder había revelado su posición y no llevaba consigo armas blancas, por lo que tenía que eliminarlos con su pistola.

    Mientras más asesinaba, más zombis se acercaban.

    — ¡No saldrás con vida de aquí, Víctor! — decía Jonás desde su escondite.

    Víctor disparaba a los zombis que se acercaban a él, pero era inútil seguir así. Cada vez más se acercaban, y no le quedaban demasiadas balas.

    — ¡Se terminó! — decía Jonás — ¡Perdiste!

    — No lo creo — respondió Víctor.

    Víctor disparó todas sus balas sobre las máquinas cercanas a donde Jonás se estaba escondiendo, y aparentemente, una de ellas seguía encendida, dado a que sonó una alarma en cuanto la bala impactó. El número de zombis se dividió de nuevo, ahora la mitad iba tras Víctor y la otra mitad por Jonás.

    Jonás tenía todavía el matafuegos de Roderick, por lo que lo usaba para aplastarle la cabeza a todos los zombis que lo atacaban. Víctor ahora podía defenderse usando sus piernas para patear a los zombis, pero al ver que no era suficiente para vencerlos, se veía obligado a dispararles. Lamentablemente, se quedó sin balas antes de poder terminar con ellos. Jonás resistía luchando con el matafuegos, aunque el ruido de la máquina no paraba y varios zombis estaban entrando a la fábrica.

    Víctor se movió rápido hacia los muros para evitar ser visto. No podía dispararle a Jonás, pero veía como este tenía que esforzarse para matar a los zombis. Víctor estuvo buscando con la vista hasta que encontró una caja de herramientas. Se acercó a Jonás hasta que estuvo a una distancia prudente y se la arrojó. El objeto le terminó dando en la cabeza, y por el impacto y el peso, el líder cayó al piso perdiendo su matafuegos y soltando su pistola. Estaba algo confundido por el golpe, y los zombis se acercaban a él. Jonás decidió gatear hacia adelante sabiendo que no podría defenderse hasta que el efecto del golpe pasara.

    Víctor vio que Jonás se alejó mucho del lugar en donde se habían caído sus armas y supo que era imposible que lograra matar a los zombis estando indefenso. Víctor se dirigió hasta la puerta de la fábrica.

    — Tal vez tus amigos vivan un día más, pero tú no — dijo Víctor mirando como Jonás trataba de escapar de los zombis — Esta fábrica será tu tumba.

    Víctor cerró la puerta y se fue. Jonás ya se había recuperado un poco por el golpe y se puso de pie. Vio que varios zombis se acercaban hacia él, pero no podía defenderse sin sus armas. Lo único que pudo hacer fue retroceder. Cuando encontró la salida de emergencia, corrió para intentar abrirla, pero estaba trabada desde el otro lado.

    — ¡Ábrete! — gritaba Jonás pateando la puerta desesperadamente intentando hacer que se abra, pero era inútil — ¡Ábrete, mierda!

    Jonás no consiguió abrir la puerta. Sabiendo que no tenía caso, se dio vuelta y pudo ver como los zombis lo tenían totalmente acorralado.

    […]

    Robert corría por la calle junto a Hernán y Wendy. La mayoría de los zombis del estacionamiento los siguieron a ellos tres, por lo que estaban en apuros.

    Dado a que no conocían la ciudad en la que estaban, terminaron metiéndose en una calle sin salida. Para cuando se dieron cuenta, la pequeña horda les estaba cortando la salida.

    — ¡¿A dónde vamos?! — preguntó Hernán algo asustado.

    — ¡Busca una casa con techo o terraza! — gritó Robert — ¡Podremos salir por ahí!

    — ¡Ahí hay una! — señaló Wendy a una casa que estaba al final de la calle.

    — ¡Buena niña! — decía Robert — ¡Corran antes de que nos alcancen!

    Los tres corrieron hacia esa casa siendo seguidos por los zombis. Hernán quiso abrir la puerta, pero estaba cerrada.

    — ¡Rompe la cerradura! — gritó Robert — ¡Yo te los quito de encima!

    Dado a que desconocían la posición de Víctor, ninguno de los dos quería usar sus armas de fuego. Hernán empezó a darle a la cerradura con su llave mecánica mientras Robert empujaba a los zombis que se adelantaban un poco.

    Hernán logró aflojar la cerradura, pero no podía romperla, así que intentó algo más. Retrocedió un poco, empezó a correr y abrió la puerta de una tacleada. Pero al momento de entrar, cayó encima de un zombi que había sido atraído por el ruido. El zombi le dio una mordida pequeña a Hernán en el brazo, y luego lo empezó a sujetar para clavarle sus dientes en el cuello. Wendy se aterró viendo como su padre no podía sacarse al zombi de encima.

    — ¡Papá! — gritaba la niña algo aterrada viendo que su padre podría morir.

    Hernán lo intentaba con todas sus fuerzas, pero no podía soltarse. Wendy, a pesar del miedo, se acercó al zombi y lo empezó a patear en la cabeza. El zombi se debilitó un poco, lo que le permitió a Hernán soltarse. Una vez libre, Hernán le dio un golpe con el puño y luego le aplastó el cráneo con su llave de mecánica.

    Robert ya no podía seguir reteniendo a los zombis, así que entró a la casa y puso una silla para trabar la puerta esperando que les ganara algo de tiempo.

    — ¿Estás bien? — preguntó Robert.

    — Sí — respondía Hernán algo exhausto — Wendy me salvó.

    — No quería que murieras — dijo la niña abrazando a su padre mientras empezaba a llorar — Tenía miedo.

    El abrazo no pudo durar mucho tiempo. Los zombis estaban golpeando la puerta, la cual, dado a los daños, no iba a resistir mucho. Los tres recorrieron la casa en busca de las escaleras que dieran acceso a la terraza. Dado a que era una casa pequeña, la encontraron en un instante.

    — ¡Tenemos que subir rápido a la terraza! — gritó Robert.

    — Suban ustedes — dijo Hernán — Yo veré que no nos sigan.

    Robert y Wendy subían las escaleras, mientras que Hernán se quedó abajo. Una vez que los dos ya habían subido, Hernán le dio un vistazo a su brazo en la zona donde el zombi lo atacó. Rezaba para que no fuera una mordida, pero desafortunadamente, lo era. Pudo ver que le faltaba un pedazo de piel, y también vio los dientes del zombi marcados alrededor de aquel pedazo. De esa herida también salía un poco de sangre.

    Esto preocupó mucho al mecánico. El zombi lo había mordido en el brazo y eso significaba que se iba a convertir en uno de ellos. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para pensar en eso. Los zombis lograron abrir la puerta y se metieron en la casa. Hernán cubrió su mordida con su ropa y subió antes de que los zombis lo encontraran.
     
  17. Threadmarks: Día 79 Parte 2
     
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    Título:
    Día tras día
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Horror
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    47
     
    Palabras:
    3766
    Día 79 – Parte 2:

    Damien, Darío y Lucas dieron la vuelta y rodearon el centro comercial. Los zombis que los seguían quedaron despistados. Varios de ellos seguían adelante en dirección hacia el centro de la ciudad, mientras que unos pocos se quedaron deambulando cerca del lugar.

    Para evitar que los pocos que quedaron llamaran a los que se fueron, decidieron que acabarían con ellos.

    Darío le partió el hacha en la cabeza a uno por detrás. Lucas clavó su cuchillo en la nuca del otro, mientras que Damien agitó sus cadenas y eliminó al resto con el candado.

    — Deberíamos buscar a los demás — dijo Lucas — Podrían estar en peligro.

    — Es cierto, vamos — respondió Damien.

    Los tres regresaron al centro comercial para ver si encontraban a alguien, pero ya no quedaba nada ni nadie.

    — ¿Por dónde? — preguntó Darío.

    — Creo que vi a Jennifer y a los demás corriendo hacia esa dirección cuando escaparon — decía Lucas señalando el lugar.

    — Vayamos con cuidado — decía Damien — No sabemos dónde podría estar Víctor.

    Los tres avanzaron por la calle que Lucas había señalado. No había zombis en el lugar, lo cual era un alivio y una preocupación al mismo tiempo. Todos iban alerta, y muy atentos hacia el frente y hacia atrás. Víctor podría salir desde cualquier lado, o tal vez los zombis.

    Sabían que sus armas de combate cercano no servirían, así que sacaron sus armas de fuego. Era lo único que podría servirles.

    Buscaban por todas partes pero no había señales de sus compañeros. No querían levantar la voz porque eso podría revelar su ubicación ante cualquiera. De pronto, escucharon un par de disparos al este de su posición.

    — Vamos — decía Damien corriendo silenciosamente.

    — No sabemos si son ellos — respondía Lucas — ¿Qué haremos si se trata de Víctor?

    — Lo mataremos — respondió Darío — El resto de su gente no tiene motivos para seguir tras nosotros. Si Víctor muere, ellos nos dejarán en paz.

    Los disparos se seguían escuchando. Cuando los tres llegaron al lugar, vieron a Ariel, Jennifer y Romina disparándole a varios zombis. El grupo de zombis que los seguía se reunió con otro grupo que estaba en la calle. Las chicas y Ariel estaban teniendo problemas para contenerlos, y no tenían escape.

    — ¡Hay que ayudarlos! — gritó Damien disparando su arma.

    Los disparos llamaron la atención de varios zombis. Estos cambiaron de objetivo y empezaron a seguir a Damien, Darío y Lucas. Ariel, Jennifer y Romina aprovecharon la distracción de los zombis para eliminar a varios de ellos.

    — ¡Corran! — gritaba Darío disparándole a los zombis — ¡Nos reuniremos en una las calles siguientes!

    Ambos grupos empezaron a correr, llevándose consigo a los zombis. Romina, Ariel y Jennifer se adelantaron un poco y llegaron a una avenida. Por otra de las calles llegaron Lucas, Darío y Damien.

    — Me alegro de que estén bien — decía Jennifer.

    — Nosotros también, pero ahora hay un problema — decía Lucas.

    — Creo que tengo una idea — respondió Damien — Corran hasta que vean una estación de servicio.

    Los seis ahora reunidos empezaron a correr mientras buscaban una estación de servicio. Estuvieron corriendo unas 7 manzanas hasta que lograron localizar una. Nadie sabía que era lo que Damien quería hacer.

    — ¡Derramen todo el combustible que puedan en el piso y aléjense! — gritó Damien.

    Todos le hicieron caso. Tomaron las mangueras de las bombas de carga y empezaron a derramar combustible en el piso. Le habían sacado una gran ventaja a la horda, lo que les dio mucho tiempo hasta que estos llegaran.

    Una vez que los zombis aparecieron, todos salieron del lugar. Damien esperó a que varios zombis llegaran hasta la estación de servicio, y cuando empezaron a caminar sobre el combustible, disparó dos balas sobre el líquido.

    El combustible se encendió, y cuando alcanzó los tanques, estos explotaron, incendiando totalmente la estación de servicio, formando una bola de fuego gigante. Varios de los zombis murieron en la explosión, y los que no habían muerto en ella se acercaron atraídos hasta la bola de fuego, donde empezaban a quemarse hasta que morían.

    — Esto acabará con todos — decía Damien viendo como los zombis se quemaban al acercarse hasta el lugar.

    — ¿Y qué pasará con el resto del grupo? — preguntó Ariel.

    — El ruido de la explosión seguro se escuchó en varias cuadras a la redonda — dijo Damien — Si lo escucharon vendrán hacia aquí.

    — ¿Y si no lo escucharon? — preguntaba Romina algo preocupada — Tenemos que ir a buscarlos. Podrían estar en peligro. Jonás podría estar en peligro.

    — Pero si ellos escucharon el ruido y nosotros nos vamos no encontrarán nada — decía Lucas.

    — Él tiene razón — dijo Ariel — Quedémonos aquí a esperarlos. Tal vengan a buscarnos.

    — Pero podrían estar en peligro — respondía Romina.

    — Ellos estarán bien — decía Jennifer tranquilizando a Romina — Si ellos no aparecen en unos minutos los iremos a buscar.

    Romina estaba muy preocupada por Jonás, y quería salir a buscarlo, pero sabía que sola no podría encontrarlo, y que sería muy arriesgado, por lo que decidió aceptar la espera para ver si regresaba. Ella solo quería que su novio regresara a salvo.

    […]

    Hernán, Robert, y Wendy estaban sobre la terraza de la casa a la que entraron. Los zombis lograron abrir la puerta y entrar a la casa, por lo que bajar hacia el interior de la casa no sería una opción.

    Robert estuvo mirando y vio que los techos de las casas estaban casi a la misma altura, lo que quería decir que podrían moverse por encima de las casas.

    — Si vamos por los techos estaremos a salvo — decía Robert — Esperemos a que la mayoría de los zombis entre a la casa y luego nos vamos. No quiero que nos vean mientras escapamos.

    — Es una buena idea — decía Wendy — ¿Verdad, papá?

    — Así es — respondía Hernán algo pensativo — Robert, quiero charlar contigo a solas por un momento. ¿Nos disculpas, Wendy?

    — Okay — respondió la niña alejándose para que los adultos pudieran hablar.

    A Robert le pareció extraño que Hernán quisiera hablar con él en un momento como ese.

    — ¿Qué pasa? — preguntó Robert.

    — ¿Crees que los demás lo hayan logrado? — preguntó Hernán algo preocupado.

    — No lo sé — respondió Robert — Los zombis y Víctor los perseguían cuando escapamos del estacionamiento. Espero que estén a salvo, pero no hay forma de saber si lo están o no.

    — Entonces, ¿crees que podrías llegar a Bahía Luminosa por tu cuenta? — preguntó Hernán algo triste en vez de preocupado.

    — No lo creo — respondió Robert — No conozco la zona, y sin la ayuda del grupo me sería imposible.

    — Entonces tendrás que encontrarlos — respondió Hernán — Y sino, tendrás que hacer el intento.

    — Pero, ¿por qué me dices cosas como esta? — preguntaba Robert algo confundido.

    — Por esto.

    Hernán miró que Wendy no lo estuviera viendo y luego se corrió la manga de su abrigo, descubriendo su brazo. Robert miró atentamente el brazo de Hernán y pudo ver la mordida.

    — Oh no — decía Robert algo preocupado — ¿Cuándo…

    — Cuando abrí la puerta de esta casa — interrumpió Hernán.

    — Oh, Hernán, yo…

    — Robert, escucha — dijo Hernán interrumpiendo a su compañero — Sé lo que esto significa. Necesito que me prometas que vas a llevar a Wendy a salvo hasta Bahía Luminosa — luego de decir estas palabras, el mecánico empezó a derramar algunas lágrimas — Por favor. Si no logras encontrar al grupo vete por tu cuenta, pero por favor, mi hija tiene que llegar hasta allá.

    — De acuerdo — decía Robert aceptando el pedido de Hernán con tristeza — ¿Cuánto tiempo crees que te queda? Nunca he visto a nadie tener una mordida antes.

    — No lo sé — decía Hernán — Yo tampoco he visto a nadie así antes.

    — ¿No se lo vas a decir a Wendy? — preguntó Robert — Ella merece saberlo.

    — Lo sé — respondió Hernán — Y voy a decírselo, pero no ahora. Cuando sienta que ya no me queda más tiempo lo haré. Pero no puedo decirle esto ahora. Solo la pondría peor.

    — ¿Qué quieres que hagamos? — preguntó Robert.

    — Aún puedo moverme con normalidad — respondió Hernán — Salgamos de aquí y busquemos al resto del grupo mientras aun pueda. Si no los encontramos antes de que esto termine, quiero que me prometas que llevarás a Wendy a salvo a Bahía Luminosa.

    — Lo prometo — respondió Robert.

    — ¿Qué es lo que está pasando? — preguntaba Wendy acercándose para ver si podía escuchar la conversación.

    — Nada — dijo Hernán limpiándose las lágrimas para que su hija no sospechara — Tenemos que buscar al grupo.

    Los tres esperaron a que la mayoría de los zombis se metiera en la casa. Una vez que la mayoría entró, saltaron hasta el techo de la casa contigua. El plan era moverse por los techos hasta llegar al final de la calle, y luego, bajarían para seguir buscando al grupo.

    Robert estaba preocupado por Hernán, pero estaba más preocupado por Wendy.

    […]

    Jonás estaba acorralado y sin ninguna abertura por donde escapar. No había escape ni armas. Sin ninguna otra idea disponible, decidió correr hacia los zombis. Se abrió paso entre ellos dando empujones y cabezazos, teniendo cuidado de no ser capturado o mordido. Cuando estaba por salir, dos zombis lo habían tomado de los brazos y empezaban a tirarlo hacia atrás.

    — ¡No! — gritaba Jonás intentando soltarse, pero le era imposible.

    Viendo que ya no podía hacer nada más, se dejó caer. La inercia del movimiento lo hizo caer tanto a él como a los zombis. Cuando estaba en el piso, uno de los zombis se subió encima y trató de morderlo. Jonás logró apartarlo con sus brazos y luego empezó a gatear rápidamente. Cuando se alejó de ellos lo suficiente, se levantó y salió corriendo de la fábrica.

    Una vez afuera, cerró la puerta del lugar, asegurándose de que los zombis no pudieran salir.

    — Cóndor — pensaba Jonás recordando que su perro se había ido.

    Jonás tenía que buscar a su perro y al resto de su grupo. El líder se puso a explorar las calles cercanas a la fábrica. Quería gritar para ver si de esa forma podría encontrar a alguien, pero sabía que si gritaba, los zombis o incluso Víctor podrían encontrarlo.

    El joven estaba totalmente indefenso. Sin el matafuegos y sin su pistola, no tenía nada más que sus manos para defenderse de los zombis. Jonás estuvo dando vueltas a las calles con la esperanza de encontrar a alguno de sus compañeros, pero no quedaba nadie.

    Al ver que sus esfuerzos eran vanos, decidió volver al estacionamiento del centro comercial, pensando que podrían estar esperándolo ahí. Al llegar se encontró un lugar totalmente desierto. Lo único que quedaba eran los autos. Además de eso, no había nada más. Todos sus amigos y los zombis del lugar se habían ido.

    — Juro que te mataré, Víctor — decía Jonás para sí mismo.

    Sabiendo que estaba totalmente expuesto en el estacionamiento, decidió volver por donde vino.

    Regresó hasta la fábrica y buscó en los alrededores con la esperanza de que Cóndor hubiera regresado a buscarlo. Al igual que la otra vez, el lugar estaba vacío. Harto de buscar sin resultados, no tuvo otra opción más que gritar.

    — ¡Cóndor! — gritó el líder — ¡Romina!

    Pero nadie le respondía. Sus gritos solo trajeron la atención de un zombi, el cual al ver a Jonás, empezó a avanzar hacia este. Jonás esperó hasta tenerlo cerca y lo derribó con los pies, para después aplastar su cabeza a pisotones.

    Se dio cuenta de que en ese lado de la ciudad ya no quedaba nadie, por lo que decidió que iría al centro comercial, buscaría algún objeto que pudiera usar como arma y luego buscaría a sus compañeros en el otro lado.

    […]

    El grupo de Robert, Hernán y Wendy avanzaban por las calles. Wendy caminaba adelante mientras que Robert hablaba con Hernán acerca de lo que había pasado.

    — ¿Cómo te sientes? — preguntó Robert.

    — El brazo me está doliendo, y estoy empezando a sentir frío — respondió Hernán.

    — ¿Crees que los demás estén cerca? — preguntó Robert.

    — Eso espero — respondía el mecánico.

    — ¿Papá, que pasa? — preguntaba Wendy viendo que su padre y Robert estaban caminando un poco alejados.

    — Nada, cariño — respondía Hernán — Todo está bien.

    A Robert le empezaba a preocupar Wendy. No había pasado mucho tiempo desde la muerte de Melanny, y ahora, sería el turno de su padre. Eso de seguro terminaría destrozando completamente a la niña.

    […]

    Damien, Darío, Romina, Lucas, Ariel, y Jennifer seguían esperando que sus compañeros aparecieran sanos y salvos, pero ninguno de estos aparecía y la preocupación empezaba a crecer en el grupo.

    — Deberíamos ir a buscarlos ahora — decía Romina — Esperamos demasiado tiempo.

    — Tienes razón — decía Damien — Si estuvieran cerca habrían visto la explosión y ya estarían aquí.

    — En marcha, entonces — decía Ariel.

    Los seis tomaron las armas de fuego que tenían y empezaron a recorrer las calles cercanas a la estación de servicio, donde el fuego ya se había consumido casi por completo.

    Varios zombis que estaban en el lugar empezaron a acercarse al grupo al notar que estos se estaban moviendo. El grupo ya estaba harto de tener que lidiar con ellos.

    — No podemos seguir huyendo de ellos — decía Darío disparándole a los zombis que se acercaban.

    Darío disparó tres veces, pero solo dos de esas lograron matar a los zombis. Ahora, todos los muertos de la calle se aproximaban hacia ellos. El grupo retrocedió un poco hasta que llegaron a una esquina, de la cual salían más zombis.

    Damien disparaba a los que venían desde atrás. Lucas y Darío se encargaban de los del frente. Romina disparaba contra los de la izquierda, y Ariel y Jennifer a los de la derecha.

    Los zombis empezaban a acercarse más, pero el grupo los tenía bajo control. Entonces, una bala impactó en un zombi que estaba cerca de Darío. Ninguno de sus amigos había dado ese disparo, y el grupo se sorprendió.

    De la nada, Brian, Hugo y Antonio salieron y empezaron a disparar contra ellos.

    — ¡Mátenlos! — gritaba Brian tratando de eliminarlos — ¡Que se vayan al infierno!

    El grupo tuvo que retroceder y buscar cobertura. Ahora no solo tenían que pelear contra los zombis, sino también contra los satánicos.

    — ¡Retrocedan! — gritaba Damien.

    El grupo buscó refugio detrás de las paredes de unas casas cercanas. Una vez a salvo, empezaron a enfrentarse a Brian y a sus compañeros.

    Los zombis que estaban en el medio se llevaban casi todos los disparos que intercambiaban los dos grupos. En unos segundos, todos los zombis ya estaban muertos. Brian y Antonio avanzaron mientras que Hugo se quedaba en el mismo lugar para cubrirlos.

    Los dos dispararon en contra del grupo. Brian intentaba matar a Damien, y Antonio intentó matar a Darío. Los dos hombres evitaron las balas desde su cobertura, y cuando estaban a salvo, salían y disparaban, acompañados del resto de sus compañeros.

    Antonio y Brian también se cubrían utilizando las paredes de casas cercanas, y después salían de sus escondites para disparar. Antonio intentó matar a Jennifer y a Ariel, pero falló todos sus disparos y se quedó sin balas, momento que Ariel aprovechó para eliminarlo de un tiro en la cabeza.

    — ¡Antonio! — gritaba Brian disparando en contra de Ariel.

    — ¡Brian, acércate más! — gritaba Hugo cubriendo a su compañero.

    Hugo disparó una bala a cada uno de los sobrevivientes, que no podían salir de sus escondites o de lo contrario terminarían siendo asesinados. Brian aprovechó esto y se acercaba al grupo.

    De repente, Hugo fue derribado y dio un grito al caer al piso. Brian se volteó y veía a Hernán sobre su compañero. Intentó dispararle al mecánico, pero recibió un disparo en el hombro de Robert, quien apareció desde atrás de Hernán.

    Brian se dio cuenta de que había sido superado y salió corriendo. Robert intentó matar a Brian mientras se alejaba, pero dado a que estaba en movimiento, no logró acertarle.

    Hugo quería sacarse a Hernán de encima, pero no podía, así que le clavó los dedos en los ojos.

    — ¡Muévete! — gritaba Hugo enterrando sus dedos en los ojos del mecánico, que gritaba de dolor.

    Hernán le mordió la mano a Hugo, que dio un grito de dolor y soltó los ojos del mecánico. Acto seguido, le mordió el cuello al satánico, provocando que gritara nuevamente, pero más fuerte que antes. Finalmente, Hernán tomó su llave mecánica y le golpeó la cabeza a Hugo hasta que le partió el cráneo y lo mató.

    Una vez que el peligro había pasado, Wendy salió de su escondite. Damien y el resto estaban aliviados de ver que sus compañeros estaban a salvo.

    — Qué bueno que aparecieron — decía Lucas — Brian y sus amigos nos tomaron por sorpresa.

    — Por nada — decía Robert — Es un alivio saber que están a salvo.

    — Robert, ¿Jonás no está con ustedes? — preguntaba Romina algo preocupada al no ver a su novio en el grupo.

    — Pensé que estaría con ustedes — respondía Hernán algo triste al no ver a su amigo.

    — Ahora que somos más deberíamos ir a buscarlos — decía Damien.

    — No — dijo Hernán interrumpiendo al muchacho — Tienen que irse ahora de aquí. Y llevarse a Wendy con ustedes.

    — ¿Por qué dices eso? — preguntó Jennifer algo confundida.

    — Tengo algo que decirles — respondió Hernán.

    El mecánico movió la manga de su abrigo y le mostró la mordida en el brazo a todos los demás miembros del grupo. Todos, excepto Robert, se quedaron totalmente impactados cuando vieron la mordida, sobre todo Wendy, que estaba empezando a preocuparse.

    — ¿Qué? — preguntó Wendy mirando la marca de su padre y empezando a entristecer — No. No…papá, ¿por qué?

    La niña empezó a llorar sin consuelo cuando vio la mordida en el brazo de su padre. Robert se acercó y la abrazó tratando de calmarla un poco.

    — ¿Cuándo pasó? — preguntó Damien muy preocupado.

    — Después de que nos separamos — dijo Hernán muy triste al ver a sus amigos y a su hija preocupados — Fue un accidente. Uno de ellos me mordió cuando quisimos entrar en una casa.

    — Pensé…pensé que te había salvado — dijo Wendy recordando tristemente lo que pasó.

    — Lo hiciste, Wendy — decía Hernán abrazando a su hija — Realmente me salvaste.

    — ¿Qué es lo que vamos a hacer ahora? — preguntó Ariel muy dolido al igual que sus compañeros.

    — Solo hay una cosa que hacer aquí — respondió Hernán — Tienen que llevarse a Wendy con ustedes a Bahía Luminosa. Y tienen que hacerlo rápido. No están a salvo en esta ciudad.

    — Pero no podemos irnos todavía — decía Romina — Jonás aún está aquí. Y Cóndor también.

    — Tienen que irse — decía Hernán suplicándole al grupo para que se fueran — Por favor. Mi hija tiene que sobrevivir. Les suplico que la lleven a salvo a Bahía Luminosa. No puedo morirme pensando que ella está en peligro.

    — Pero no es justo dejar a Jonás así — respondió Romina.

    — Tienen que hacerlo, por favor — decía el mecánico — Esta ciudad es muy peligrosa. Está llena de zombis, y Víctor ya sabe que están aquí. Además, si ninguno de nosotros se encontró con él, eso quiere decir que fue tras Jonás. Si es así, él ahora vendrá por nosotros. Tienen que irse de aquí. Mi hija no estará a salvo mientras Víctor y sus hombres sepan que están aquí.

    — Me temo que tiene razón — decía Darío — Víctor claramente fue tras Jonás, y debe ser por eso que no lo hemos encontrado ni él a nosotros. El resto de sus hombres saben que estamos aquí, y nos encontrarían si nos quedamos. Tenemos que salir de aquí.

    — Pero no puedo irme y dejar a Jonás atrás — decía Romina.

    — No tienen que hacerlo — dijo Hernán — Yo me quedaré en la ciudad y lo buscaré. Si lo encuentro, le diré que ustedes lo estarán esperando en las afueras de la ciudad. Pero por favor, salgan de aquí rápido. Yo ya no puedo proteger a mi hija, por eso necesito que lo hagan ustedes.

    — Está bien — respondió Romina aceptando el trato — Entiendo que eso es lo que quieres. Nos llevaremos a tu hija a Bahía Luminosa. Haremos lo posible para mantenerla a salvo.

    — Gracias — respondió Hernán abrazando a Romina por aceptar su petición — Gracias.

    El grupo estaba listo para irse. Le darían algo de tiempo a Wendy para poder despedirse de su padre por última vez. La niña miraba a su papá mientras lloraba sin consuelo. Hernán abrazó a su pequeña y se aferró muy fuerte a ese recuerdo feliz con su hija, el cual, sería el último.

    — Te amo, cariño — decía Hernán besando a Wendy en la mejilla — Te amo más que a nada en este mundo.

    — Yo también te amo, papá — decía Wendy llorando sobre el hombro de su padre — No quiero que mueras.

    — Yo tampoco quiero — respondía Hernán empezando a llorar también — Ya no podré cuidarte, ni verte crecer. Pero sé que el grupo lo hará. Quédate siempre cerca de ellos.

    — Lo haré — respondió Wendy — Te voy a extrañar.

    — Yo también — dijo Hernán — Pero pase lo que pase, nunca voy a olvidarte.

    Padre e hija se abrazaron por última vez, y luego se despidieron con un beso en la mejilla. La escena fue difícil de mirar, y el resto del grupo empezó a llorar por la muerte de Hernán. Damien no podía seguir mirando, por lo que se dio vuelta y empezó a caminar hacia el frente. Ariel y Jennifer lo siguieron. La pareja de chicos se abrazó fuertemente deseando que lo que le estaba pasando a Hernán no tuviera que pasarle a nadie más. Lucas decidió irse también. Sabía que seguir mirando solo lo pondría peor.

    Cuando el abrazo terminó, Romina tomó la mano de Wendy, y ambas comenzaron a alejarse del lugar, dejando solo a Hernán y a Robert.

    — Cuídate — dijo Hernán estrechando la mano de su amigo — Y cuida a mi hija. Necesito que ella llegue a salvo hasta Bahía Luminosa.

    — Lo haré — respondió Robert despidiéndose entre lágrimas de su amigo — Ella estará a salvo. Te lo prometo.

    — Toma — decía Hernán dándole a Robert su llave mecánica que usaba como arma — La necesitarás más que yo.

    — Gracias — respondía Robert tomando el arma de Hernán — Te extrañaré mucho.

    — Yo también — respondió Hernán — Los voy a extrañar a todos.

    Los dos hombres se dieron un abrazo de compañerismo y se despidieron entre lágrimas. Hernán veía como sus compañeros en este viaje y su hija se alejaban poco a poco, hasta que finalmente se desvanecieron entre las casas y edificios de la ciudad.

    Una vez que estaba solo, Hernán empezó a tomarse el brazo mordido. Le dolía demasiado, y además podía sentir como la cabeza le estaba dando vueltas y como la fiebre que tenía estaba subiendo. Sabiendo que no le quedaba mucho tiempo restante, empezó a recorrer las calles de la ciudad con la esperanza de encontrar a Jonás antes de morir.

    — No puedo irme sin despedirme de ti — pensaba Hernán mientras buscaba a su compañero — No después de todo lo que hiciste por mí desde el principio.
     
  18. Threadmarks: Día 79 Parte 3
     
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    Día tras día
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    Horror
    Total de capítulos:
    47
     
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    2521
    Día 79 – Parte 3:

    Ya había anochecido. Con todos los zombis que había en el interior del centro comercial, Jonás necesitó varias horas para poder encontrar algún tipo de arma que le sirviera. El lugar no tenía cosas muy buenas, por lo que decidió quedarse con una pala como la que tenía antes. Dado al incidente en el estacionamiento, el joven no pudo comer nada, y antes de salir, tuvo que buscarse algo para comer. No encontró más que unas golosinas que llevaban algo de tiempo en el lugar, pero que aún eran comestibles. El resto de la comida ya había sido tomada.

    Cuando salió, vio la ciudad en completa oscuridad. A pesar de todo, tenía que encontrar al resto de su grupo. No podía pasar la noche ahí, solo en esa ciudad.

    Jonás empezó a recorrer las calles desiertas del otro lado de la ciudad. Sabía que Víctor podría haber ido tras el resto de sus compañeros luego de pelear con él, y que la ciudad podría estar llena de zombis en ese lado.

    Recorrió varias calles y no encontraba nada. Ni un solo zombi ni a ninguno de sus compañeros. Se sentía impotente dado a que lo que quería hacer era gritar para ver si sus amigos lo escuchaban, pero solo terminaría regalándose ante los zombis, o podría llamar a Víctor otra vez.

    Tras unos minutos caminando, Jonás encontró al primer zombi de la noche. Solamente era uno y pensó que podría eliminarlo en cuanto pasara cerca de él. Jonás esperaba pacientemente a que el zombi se acercara para correr y eliminarlo con la pala, pero no fue necesario. El zombi recibió un disparo en la cabeza. Temiendo que pudiera ser cualquiera, Jonás se escondió detrás de una casa cercana. Miró para ver quién era y, a pesar de estar oscuro, logró reconocer a Brian. Iba caminando solo y llevaba un vendaje improvisado en el hombro. El satánico susurraba muy molesto.

    — Malditos zombis, la ciudad está infestada — se quejaba Brian — No puedo creer esto. Esos hijos de puta me las van a pagar.

    Jonás veía que sus compañeros no estaban con él, pero no podía atacarlo. Brian tenía su pistola y él solamente una pala. Decidió dejarlo pasar y una vez que Brian se alejó lo suficiente, el líder siguió caminando.

    Las cosas que Brian dijo llamaron la atención de Jonás. En primer lugar, él dijo la palabra “zombi” y no “demonio” como solía llamarles. Y lo segundo fue respecto a que algunas personas iban a pagar lo que le hicieron. Jonás no sabía si Brian se refería a su grupo o al de Víctor, pero sabía que iba a descubrirlo en algún momento.

    Jonás esperaba que se tratara de su grupo. Esperaba volver a ver a sus compañeros y también deseaba que su perro estuviera ahí también.

    El joven siguió caminando hasta una calle, donde veía a un zombi tirado de espaldas en la calle, apenas moviéndose. Decidió acercarse y eliminarlo. Pero frenó su marcha cuando escuchó un quejido.

    Jonás se sorprendió dado a que no había escuchado que los zombis se quejaran antes. Decidió acercarse lentamente para ver de qué se trataba, y cuando rodeó al zombi se llevó una sorpresa aterradora al ver a su amigo Hernán.

    — ¡Hernán! — gritó Jonás agachándose para hablar con su amigo — ¿Qué te pasó?

    — Jonás… — decía Hernán, ya muy débil por el efecto de la mordida — Sobreviviste… Sabía que lo harías.

    — ¿Qué fue lo que te pasó? — preguntó Jonás algo aterrado — ¿Y los demás?

    — Están a salvo… no te preocupes — decía Hernán — Yo fui el único que fue mordido.

    — ¿Cuándo pasó? — preguntó el joven.

    — Luego de que nos separamos — respondió Hernán — Escucha, sé que no me queda mucho tiempo, así que hablaré rápido… el resto del grupo está esperándote en las afueras de la ciudad. Les pedí que se fueran y que se llevaran a mi hija de este lugar. Les dije que yo me encargaría de buscarte.

    — ¿Los demás están a salvo? — preguntó Jonás — Vi pasar a Brian hace unos minutos. Iba solo.

    — Nosotros nos encargamos de sus compañeros — respondía Hernán hablando cada vez más bajo — Él se nos escapó… Dime Jonás… si tú sobreviviste… quiere decir que Víctor murió.

    — Así es — respondió Jonás sabiendo que su mentira tranquilizaría a Hernán — Lo maté en una fábrica.

    — Que bien — respondía Hernán muy aliviado — Quiere decir que mi hija ya está a salvo. Brian no los puede lastimar solo.

    — Dime, Hernán — decía Jonás algo preocupado — ¿Cóndor estaba con los demás?

    — No, lo siento — respondió Hernán — Yo pensé que él estaría contigo.

    — ¿Dijiste que me estarían esperando en las afueras de la ciudad? — preguntó Jonás.

    — Exacto — respondía Hernán ya muy débil — Tienes que ir con ellos… Te necesitan.

    — ¿Quieres que espere hasta que te conviertas y te elimine? — preguntó Jonás sabiendo que Hernán estaba por morir.

    — No, no pierdas el tiempo conmigo — respondía Hernán — Quien sabe..cuando..— Hernán era interrumpido por un poco de tos — Quien sabe cuándo vaya a pasar. Solo vete. Ellos te esperan.

    — Está bien — respondió el líder algo triste por tener que despedirse tan rápido de su amigo — Adiós, Hernán. Voy a extrañarte mucho, amigo.

    — Yo también — respondía Hernán algo triste — Protege a mi hija y a los demás... Has podido protegernos a todos por mucho tiempo. Víctor está muerto y Brian no les podrá hacer nada... Ya estás a punto de salvarlos. Por favor…mantenla a salvo.

    Luego de decir esas palabras, Hernán cerró los ojos. Jonás lo escuchaba respirar, lo que quería decir que se había desmayado, y moriría muy pronto.

    — Te prometo que los mantendré a salvo — dijo Jonás a Hernán esperando que el mecánico pudiera escucharlo.

    Jonás empezó a caminar hacia las afueras de la ciudad algo deprimido. Hernán estuvo junto a él desde los primeros días, y ahora había muerto. Se sentía un poco culpable de haberle mentido respecto a Víctor, pero al menos eso le permitió a Hernán morir feliz y despreocupado.

    Aunque aún había algo que inquietaba al líder, y era que Cóndor seguía sin aparecer. Como Víctor no los había atacado y Brian ya estaba muy lejos, Jonás se arriesgó y empezó a gritar por su amigo.

    — ¡Cóndor! — gritaba el joven — ¡Cóndor!

    Jonás avanzaba por las calles de la ciudad llamando a su compañero muy fuerte con la esperanza de que este apareciera a salvo.

    […]

    El resto del grupo ya se había asentado en las afueras de la ciudad. A una corta distancia de la entrada a la ciudad, había una posada para aquellos turistas que no quisieran pasar la noche en la ciudad debido a los altos precios de los hoteles de ahí.

    Todas las habitaciones eran para dos personas. Ariel y Jennifer tomaron una para ellos. Robert dormiría en la misma habitación con Wendy. Darío y Lucas tomaron otra, mientras que Damien y Romina tomaron una para cada uno.

    Ya era algo tarde, y varios de ellos necesitaban descansar. Había sido un día largo.

    — Escuchen — decía Damien — Víctor y su gente podrían estar muy cerca de aquí. Así que mañana apenas salga el sol, todos nos vamos de aquí. Descansen, yo tomaré la guardia del grupo.

    Todos se fueron a sus habitaciones, excepto Romina.

    — Dije que yo me encargaba — decía Damien.

    — No voy a dormir — respondía Romina — Jonás sigue ahí adentro. Voy a esperarlo.

    — Quedarte despierta no hará que el venga — dijo Damien.

    — Aun así quiero esperarlo — respondió Romina — Quiero estar aquí cuando el regrese.

    — Si no vas a dormir, mañana estarás muy cansada para viajar — decía Damien.

    — Si Jonás no regresa, yo no seguiré el viaje con ustedes — respondió Romina — Acepté venir aquí porque Hernán dijo que iba a buscar a Jonás. Y no me iré de aquí sin él. Si quieres, yo tomaré la guardia.

    Damien no logró convencer a Romina de que se fuera a dormir, por lo que decidió quedarse en la guardia con ella.

    Aunque en las habitaciones, el resto del grupo no dormía exactamente.

    Wendy estaba llorando silenciosamente para no molestar a nadie más. Robert, mientras tanto, trataba de calmarla.

    — Extraño a mi papá — decía la niña llorando sobre la almohada de su cama — ¿Por qué tuvo que morir? Él y mamá no eran malos.

    — Lo siento, Wendy — respondía Robert algo triste también — Son cosas que lamentablemente pasan. Sé que te prometí que haría lo que fuera para mantenerlos con vida para que tuvieras una infancia feliz, pero no pude.

    — ¿Y Jonás? — preguntaba Wendy muy preocupada por el líder — Él es mi amigo y no quiero que muera también.

    — Yo tampoco — decía Robert muy preocupado por Jonás al igual que la niña — No quiero que nadie más muera.

    — ¿Él está bien? — preguntó Wendy.

    — No lo sé — respondía Robert — No hay forma de saberlo. Si Víctor lo encontró…

    — ¿Por qué Víctor nos hizo esto? — preguntaba Wendy muy triste — Por su culpa mi mamá, mi papá, Román, y Roderick murieron. ¿Por qué? Nosotros no le hicimos nada.

    — Hay personas malvadas en el mundo — respondía Robert — Personas que por motivos tontos lastiman a la gente buena. Como Snake, Víctor, Brian, y mi padre.

    — ¿Y esas personas malas reciben lo que merecen? — preguntó Wendy.

    — Así es — respondía Robert — Pero lamentablemente, el daño que hacen es irreversible. Intenta dormir. Tus padres querrían que siguieras adelante por ellos.

    — Está bien — respondió Wendy abrazando a Robert — Buenas noches.

    La niña dejó de llorar y se recostó en la cama para dormir. Robert la miró con gran preocupación. Wendy ahora tenía que pasar por la misma situación por la que él había tenido que pasar cuando era niño. Era terrible, pero sabía que todo terminaría si lograban llegar a salvo hasta Bahía Luminosa.

    En otra de las habitaciones, Ariel y Jennifer estaban durmiendo juntos. Los dos chicos estaban muy preocupados por Wendy, y por Jonás.

    — ¿Crees que Jonás estará bien? — preguntó Jennifer.

    — Eso espero — respondió Ariel — Lo necesitamos. Él es nuestro líder, y sin él, el grupo no llegará muy lejos.

    — ¿Y qué opinas de Wendy? — preguntó Jennifer — ¿Cómo crees que ella lo esté tomando?

    — Muy mal — decía Ariel — Ella solo es una niña. Ella depende mucho de sus padres.

    — Si yo que tengo diecinueve me sentí muy mal cuando mis padres murieron, no me quiero imaginar cómo se sentirá ella — respondía Jennifer.

    Jennifer se quedó callada y Ariel la notó muy pensativa.

    — ¿Te ocurre algo? — preguntaba Ariel.

    — Solo estoy pensando en que deberíamos aprovechar este momento — respondió Jennifer — No hemos tenido una oportunidad para esto desde que escapamos. Y no sabemos cuándo podríamos llegar a Bahía Luminosa.

    — ¿Quieres hacerlo? — preguntó Ariel.

    — Sabes que te amo, Ariel — decía Jennifer — Tú sabes que estar contigo me hace sentir mejor. Pero somos adultos, y lo que quiero es que pasemos el tiempo como adultos.

    — De acuerdo — decía Ariel sonriendo y besando a su novia — Empecemos.

    Ambos chicos comenzaron a quitarse la ropa para poder disfrutar de un momento íntimo entre los dos.

    En otra habitación, Lucas y Darío podían escuchar a los dos jóvenes pasando el tiempo juntos. Lucas estaba muy molesto, aunque a Darío no le molestaba.

    — ¿Tienes algún problema? — preguntaba Darío.

    — Es tan molesto cuando hacen eso — respondía Lucas algo enojado — Ellos lo están pasando bien y son felices, mientras yo me quedo aquí sin hacer nada, recordando como la única chica que amé me traicionó.

    — ¿O sea que los demás no tienen derecho a disfrutar la vida solo por qué tú no puedes? — preguntó Darío — Ellos tienen la oportunidad de pasarlo bien, pero no quieres que lo hagan porque tú no puedes hacerlo. Es un pensamiento egoísta. Con las cosas como están, deberías alegrarte de que ellos sean felices. Quiere decir que este apocalipsis no puede con nosotros.

    — No me molestaría si no fueran tan ruidosos — respondió Lucas — Pero al menos ahora lo tomo como una persona madura.

    — Dime, ¿no matas a Ariel solo por qué tienes miedo de que Jonás te vaya a castigar? — preguntó Darío.

    — No lo mato porque sé que él no lo merece — respondía Lucas — Me reservo mi furia para Víctor y su grupo. Ya no volveré a lastimar a personas inocentes.

    — Me alegra escucharlo — respondía Darío — Sí que has madurado.

    — Se lo debo a Jonás — decía Lucas — Él me dio un castigo severo, pero al menos descubrí que lo que estaba haciendo estaba mal. El enojo seguía, pero sabía que no tenía que hacerlo. Si él me hubiera expulsado, yo no habría aprendido nada y seguiría igual que antes. Espero que regrese a salvo.

    Lucas decidió que ya no tenía demasiado por hablar, así que se acomodó en su cama y empezó a dormir. Darío se acomodó y trató de dormir, pero no podía. Tenía un poco de insomnio, por lo que se levantó y salió de su habitación.

    Sin saber qué hacer para conciliar el sueño, decidió ir a la administración de la posada, pensando que podrían tener algo interesante que leer en el lugar. Entró a la administración, la cual estaba muy vacía. Solo tenía un escritorio, totalmente limpio y con una computadora que lo único que hacía era juntar polvo, y una planta de oficina que estaba totalmente seca. Se acercó para ver si había algo en los cajones del escritorio, y encontró un folleto informativo. Salió afuera para tener un poco más de luz y poder leerlo, entonces se dio cuenta de que era una guía de destinos interesantes para ver.

    Romina y Damien estaban vigilando la ciudad por si Jonás, o Víctor, o Brian, o incluso algún zombi, salía de ahí, cuando Darío se acercó a ellos.

    — Miren — decía Darío interrumpiendo a sus compañeros — Vean este folleto.

    — “Atracciones turísticas cercanas” — decía Damien leyendo el folleto — “Grutas del principio, a 50 kilómetros..Bahía Luminosa, a 200 kilómetros”

    — ¿Lo ven? — decía Darío muy entusiasmado — Ya casi llegamos. Si conseguimos un vehículo con suficiente combustible, tardaríamos unas cuatro horas como mucho.

    — Me alegra escuchar eso — respondía Damien — Espero que podamos encontrar uno. Si vamos caminando, tardaríamos cuatro días en llegar, suponiendo que no nos encontremos con ningún zombi en el camino.

    Romina estaba por un lado feliz de haber escuchado eso, y por otro lado preocupada al ver que Jonás seguía sin aparecer.

    — Por favor, Jonás, regresa pronto — pensaba Romina para ella misma — Ya estamos muy cerca, no me dejes ahora.

    Romina seguía mirando la entrada a la ciudad con la esperanza de que su novio apareciera sano y salvo. Cada minuto que pasaba, su preocupación crecía cada vez más.

    […]

    Las calles del interior de la ciudad estaban desiertas.

    El cuerpo sin vida de Hernán estaba tirado en la calle, en la misma posición en la que Jonás lo había dejado. El virus ya había tomado el control del cuerpo de Hernán, y la transformación ya estaba por terminar. Se podía escuchar unos leves gruñidos muy bajos provenientes de Hernán, como si fuera un animal salvaje. Finalmente, Hernán abrió los ojos. Se podía ver en ellos que Hernán ya no existía más. Solamente había una criatura hambrienta y sin conciencia, utilizando el cuerpo del mecánico.

    El zombi se puso de pie y empezaba a caminar gruñendo por las calles vacías de la ciudad, buscando una presa viva a la cual capturar y poder saciar su hambre.
     
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    Horror
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    Era de madrugada. Romina y Damien seguían de guardia en la posada. Romina estaba perdiendo las esperanzas con cada minuto que pasaba. Jonás seguía sin aparecer. Lo único que veía era la entrada a la ciudad. Nada salía desde ese lugar, ni siquiera un simple zombi, cosa que ella tomaba como una buena señal.

    — Deberías irte a dormir — decía Damien — Jonás regresará a salvo.

    — Estoy preocupada por él — respondía Romina — No podré dormir ni aunque quisiera.

    — No deberías preocuparte — respondió Damien — Él sabe cuidarse perfectamente.

    — Si eso fuera verdad, él ya habría aparecido — decía Romina — Si quieres, vete a dormir. Yo puedo tomar la guardia del grupo.

    — Es algo que quiero hacer yo — respondía Damien.

    — ¿Por qué? — preguntó la chica.

    — Llevo haciendo eso desde hace tiempo — respondía Damien — Lo veo como mi trabajo. Me siento incómodo cuando no lo hago.

    — ¿Estás seguro que es eso? — preguntó Romina poco convencida — ¿O simplemente no confías en que yo pueda hacerlo?

    — Creo que debo dejar de mentir — respondió Damien — No confío en nadie que no sea Jonás o Darío para encargarse de esto. Solo puedo irme a dormir tranquilo si sé que uno de ellos estará cuidando nuestras espaldas. No quiero que te ofendas.

    — No me ofende — respondía Romina algo triste — Pero me hace sentir un poco mal que no confíes en mí. Me hace sentir que no encajo en el grupo.

    — Escucha, no es algo personal en contra tuyo — decía Damien — Es solo que esto es algo que solo puedo confiarles a Darío o a Jonás. Ariel, Robert, Lucas, Jennifer, ninguno de ellos me convence para esto. Eso no quiere decir que no encajan.

    Romina decidió dejar la charla y seguir vigilando para ver si su novio regresaba. En un momento, vio como una silueta estaba saliendo de la entrada de la ciudad.

    — Ahí viene alguien — decía Romina — ¿Crees que sea él?

    — Víctor no sería tan tonto para venir solo — respondió Damien — Pero podría ser Brian.

    La silueta se acercó hasta la posada lentamente. Damien y Romina sacaron las armas y se preparaban para disparar en caso de que se tratara de Brian. Afortunadamente, no hubo necesidad. Cuando ese hombre se acercó, Romina pudo reconocer a Jonás.

    La chica estaba tan aliviada de que su novio haya regresado sano y a salvo. Jonás entró a la posada cuando reconoció a sus compañeros. Romina lo recibió con un abrazo y un beso, los cuales fueron correspondidos por el líder del grupo.

    — Estaba preocupada — decía Romina abrazando a Jonás nuevamente.

    — Yo también lo estaba — respondió Jonás — Hernán me dijo que ustedes estaban aquí.

    — ¿Encontraste a Hernán? — preguntó Romina algo triste.

    — Así es — respondió el líder — Es difícil aceptar que él se ha ido.

    — Oye, Jonás — decía Damien algo intrigado — ¿Dónde está Cóndor?

    — Cuando Víctor me acorraló en una fábrica, le dije que se fuera corriendo — respondió Jonás — Estaba en peligro y yo no podría protegerlo, apenas podía cuidar de mí mismo. Lo busqué por toda la ciudad, pero no lo encontré. Tenía la esperanza de que estuviera aquí.

    — Lo siento — respondía Romina — Pero él no está aquí.

    — Lo conozco muy bien — decía Jonás — Él ciertamente nunca volvería a un lugar peligroso. Debe haber salido de la ciudad, y probablemente esté cerca.

    — Lo buscaremos mañana — decía Romina — Pero ahora debemos descansar.

    — Estoy de acuerdo — respondió Jonás — Fue un largo día.

    La pareja se fue a dormir a la habitación de Romina. Antes de entrar, Romina miró a Damien algo seria, y este le devolvió la mirada. El joven se sentía mejor ahora que podía realizar lo que él consideraba su trabajo estando solo.

    El tiempo pasó y el grupo no estuvo en peligro. En el momento en el que se hizo de día, todos estaban reunidos en la posada.

    — Muy bien, escuchen — decía Jonás al resto del grupo — Romina me dijo que estamos a unos doscientos kilómetros de llegar a Bahía Luminosa.

    — ¿Qué tan lejos es eso exactamente? — preguntó Jennifer.

    — A pie es una tortura, pero en un vehículo es como un viaje a la costa — respondió Jonás — Esa tiene que ser nuestra prioridad ahora. El próximo vehículo funcional con gasolina suficiente nos llevará hasta allá. Eso significa, que no tendremos que preocuparnos más por Víctor.

    — Estamos muy cerca — decía Robert — Es un solo último esfuerzo. Y todos estaremos a salvo definitivamente. Nadie más morirá.

    — Ni siquiera tiene por qué ser un vehículo solo — respondía Jonás — Antes buscábamos un solo vehículo grande porque no sabíamos la distancia y sería difícil reunir gasolina para dos, pero ahora que sabemos exactamente cuánto nos queda, no hace falta buscar un solo vehículo. Eso solo reduciría nuestras opciones.

    — Entonces lo que tenemos que hacer será buscar uno o dos vehículos — respondía Lucas — Y una vez que lo tengamos se habrá terminado el tener que dormir afuera, y el preocuparse por Víctor y por Brian.

    — Una vez que lleguemos, le contaremos sobre Víctor y Brian a los que estén al mando en ese lugar — respondía Darío — No podrán hacernos nada ahí adentro.

    — Entonces deberíamos ponernos en marcha — decía Ariel — Ya estamos a punto de llegar.

    — Sí, y otra cosa — decía Jonás — Estoy seguro de que Cóndor está por aquí cerca. No quiero que griten, pero necesito que lo busquen.

    El grupo aceptó el pedido de Jonás y se pusieron en marcha. Todos se mantenían muy alerta para ver si podían encontrar a Cóndor, y también prestaban atención en caso de que Víctor y sus hombres les dieran una visita inesperada.

    Jonás miraba como Wendy caminaba algo desanimada junto a Robert. El líder decidió ir a hablar con la niña, dado a que necesitaba saber cómo se encontraba por la muerte de su padre.

    — Robert, ¿me permites hablar un poco con Wendy? — preguntaba Jonás.

    — Claro — respondía Robert alejándose para que el líder hable con la niña.

    — Hola, Wendy — dijo Jonás acercándose a ella.

    — Hola — respondió la niña mirando al líder — Me alegro de que regresaras a salvo.

    — ¿Cómo te encuentras? — preguntó Jonás — Ya sé que estás pasando por un momento difícil, pero necesito saber cómo te sientes.

    — Me siento mal — respondía la niña triste pero sin llorar — Por culpa de Víctor mi papá y mi mamá ya no están más conmigo.

    — Lo lamento — decía Jonás tratando de animarla un poco — Por culpa de Víctor Román murió, y Cóndor está desaparecido. Sé lo que estás pasando. Quiero que sepas que no estarás sola. Puedes contar con nosotros para lo que sea. Romina, Robert, todos nosotros haremos lo posible para cuidarte como tus padres habrían querido.

    — Gracias — respondía la niña abrazando a Jonás — Quería preguntarte algo, Jonás. ¿Vas a matar a Víctor?

    — Me gustaría poder — respondió el líder — Pero él no está solo. Tiene a varios hombres con él. Vengarse solo podría traernos problemas, y eso no nos devolverá a quienes queremos. Mi prioridad número uno es que estén a salvo.

    — Oh, está bien — respondía Wendy algo desanimada pero entendiendo bien lo que Jonás le quería decir — Yo también quiero que estemos a salvo. No quiero que nadie más muera.

    — Nadie más morirá — decía Jonás — Lo prometo.

    Jonás consiguió hacer que Wendy se animara un poco, aunque sabía que no sería suficiente para que ella supere el dolor por la pérdida de su familia de la forma en que él lo había superado.

    El grupo seguía caminando por la carretera. Les parecía increíble que estuviera vacía. No había vehículos, y para su fortuna, tampoco zombis.

    — ¿Qué tan lejos creen que esté Víctor? — preguntaba Lucas.

    — No lo sé — respondía Jonás — Cuando escapó de la fábrica donde lo enfrenté ya no tenía más balas. Y no hay forma de saber que tan lejos estaba el resto de su gente.

    — Eso quiere decir que podrían estar muy lejos de nosotros, o podrían estar justo detrás de nosotros — respondió Darío.

    — Estoy harto de que nos persiga — decía Ariel — Desde que nos escapamos que no hemos podido dormir tranquilos, sabiendo que nos podría atacar en cualquier momento.

    — Y el encuentro con los satánicos solo empeoró las cosas — decía Robert — Rodrigo nos encontró un día después de ser capturados, lo que quería decir que les llevábamos mucha ventaja.

    — Ese retraso nos costó muy caro — respondió Jennifer — Si no hubiera sido por ellos, Roderick y Sandra seguirían con nosotros, y tal vez ahora mismo Hernán estaría vivo.

    — ¿Crees que Brian nos siga? — preguntaba Romina.

    — Yo lo vi ayer cuando los buscaba — respondió Jonás — Lo escuché mencionar que vendría por nosotros.

    — No creo que él sea tan estúpido — respondió Damien — Está herido y sin gente que lo apoye. No podrá hacernos daño a todos juntos. No veo por qué arriesgaría su vida por una venganza.

    — Otra cosa que me pareció rara fue que él dijo la palabra “zombis” — agregó Jonás — No los llamó “demonios” como antes.

    — Parece que su amigo Satán no va a salvarlo — respondió Lucas — Es un maldito enfermo, y sus amigos también lo eran.

    El grupo caminó el resto del día hasta que terminaron llegando a un pueblo pequeño. No habría más de veinte casas con unas siete tiendas al rededor. El lugar era rodeado en su totalidad por un gran bosque, el cual se veía muy profundo.

    Sin separarse, registraron el lugar para ver si encontraban algún vehículo que los pudiera llevar hasta Bahía Luminosa. Ya estaba por anochecer, pero al grupo le daba igual el viajar de noche si eso significaba que llegarían a su destino de una vez por todas. Por desgracia, no había ni un solo vehículo. Eso terminó disgustándolos a todos, por lo que decidieron buscar una casa para dormir todos juntos.

    Fueron a la que estaba más cerca de la carretera, para poder salir a toda prisa en caso de que Víctor llegara.

    Al llegar a la casa, Robert decidió tomar precauciones para que no volviera a pasar lo que le pasó a Hernán. El ex convicto golpeó la puerta de la casa y se dispuso a escuchar atentamente para ver si había un zombi en el interior.

    Podían escucharse unos tres zombis gruñir desde adentro. Robert rompió la cerradura usando la llave mecánica, y acto seguido, una familia zombificada salió desde el interior. Eran un hombre, una mujer y un niño. El hombre tenía una sola marca en el brazo, mientras la mujer y el niño tenían marcas en todo el cuerpo, lo que les dio a entender que el padre se transformó y mató al resto de su familia.

    Robert usó la llave mecánica y le dio dos golpes al padre zombi para poder acabar con él. La madre se acercó al moreno, pero Jonás tomó su pala y la golpeó en la cabeza, tirándola al piso, y una vez allí, le rompió el cráneo con su pala.

    Solo quedaba el niño zombi que avanzaba muy lentamente gruñendo con menos fuerza que sus padres. El niño se acercaba a Ariel, que no quería matarlo por el hecho de que era un niño, así que solo le daba patadas para alejarlo.

    A todos les daba un poco de pena ver al niño convertido en un zombi, pero se sentían mal por tener que matarlo. Lucas finalmente decidió hacerlo. Tomó su cuchillo y se lo clavó en el cráneo, matándolo de un solo golpe.

    Wendy miraba muy triste y asustada a los tres zombis, pensando que su papá terminó como ellos y que eso podría terminar pasándole a ella.

    — ¿Eso es lo que me va a pasar a mí? — preguntó Wendy poniéndose a llorar asustada mirando los cadáveres.

    — Claro que no — decía Jennifer levantando a la niña para abrazarla — Nosotros te vamos a cuidar.

    — Será mejor que te llevemos adentro — dijo Ariel acercándose a su novia y a Wendy — Tenemos que descansar para poder seguir el viaje mañana.

    — Yo me llevaré a los zombis lejos de aquí — decía Darío — Dejar los cuerpos en este lugar le indicaría a Víctor o a cualquiera que estamos aquí.

    — Te ayudaré — decía Robert que junto a Darío empezaron a arrastrar los cadáveres.

    El resto del grupo entró en la casa. Solo había una cama matrimonial y una cama para una sola persona.

    — Damien, tú te mereces la cama individual — decía Jonás — Estuviste despierto desde ayer haciendo guardia.

    — Gracias — respondía Damien retirándose para dormir — Me vendría bien un descanso.

    — Jonás, ¿puedo dormir en la otra cama con Ariel y Jennifer? — preguntó Wendy.

    — Por supuesto, pequeña princesa — respondía Jonás en un tono dulce hacia la niña — Lo que sea para que estés feliz.

    — Gracias — respondió Wendy algo alegre.

    — ¿Por qué quieres dormir con nosotros? — preguntaba Jennifer algo curiosa.

    — Porque ustedes dos son mis amigos, y me recordará a cuando dormía con mi mamá y mi papá — respondía Wendy — ¿No quieren dormir conmigo?

    — Claro que sí, corazón — respondía Ariel cargando a la niña — Vamos.

    Damien ya se había acostado en la cama individual, y con todo el cansancio que tenía, se durmió de inmediato. Ariel y Jennifer se fueron con Wendy hacia la cama matrimonial. Jonás y Romina estaban contentos al ver que la niña estaba sintiéndose mejor. Lucas miró esa escena algo molesto.

    — ¿Te pasa algo? — preguntó Romina notando la mirada molesta de Lucas.

    — No, yo solamente estoy algo cansado — respondía Lucas algo amargado — Parece ser que Wendy hizo su elección y no quiere que yo duerma cómodo en una cama.

    — Lucas, es una niña — respondió Jonás — Su padre murió hace un día, y ella está haciendo lo posible para superarlo.

    — Lo sé, es solo que me gustaría dormir cómodo después de haber caminado todo el día — respondió Lucas.

    — Bueno, pregúntale a Damien si quiere dormir contigo — decía Jonás en un tono de burla — Tal vez él te haga un espacio.

    — Muy gracioso — respondía Lucas aceptando la broma — Voy a acomodar unas dos sillas y dormiré como pueda.

    Lucas agrupó dos sillas del comedor y se recostó como pudo sobre ellas.

    Robert y Darío regresaron a la casa una vez que terminaron de alejar a los zombis.

    — ¿Dónde está Wendy? — preguntó Robert.

    — Se fue a dormir con Ariel y Jennifer — respondió Romina — Dice que le recuerda a cuando dormía con sus padres.

    — Espero que eso la distraiga — respondía Robert — Díganme, ¿creen que lleguemos mañana a Bahía Luminosa?

    — Todo dependerá de si encontramos un vehículo o no — respondió Jonás.

    — Yo estuve pensando en algo — decía Darío — Actualmente somos nueve, y si no encontramos un vehículo que pueda llevarnos a todos juntos antes, no lo encontraremos ahora. Así que pensé en esto: si encontramos un vehículo, algunos de nosotros deberían irse con él hasta Bahía Luminosa y pedirle a la gente que envíen un vehículo de rescate para los que quedaron atrás.

    — No lo veo como una buena idea — respondía Jonás — ¿Qué tal si Víctor aparece mientras el resto de nosotros espera la llegada del rescate?

    — No tendrían por qué quedarse quietos — respondió Darío — Podrían seguir el viaje sin alejarse de la carretera, y así nos aseguraríamos de que Víctor no nos encuentre.

    — ¿Quiénes irían hasta Bahía Luminosa en ese auto? — preguntó Robert queriendo saber lo que respondía Darío antes de considerar el plan.

    — Tú irías y te llevarías a los cuatro jóvenes contigo — respondía Darío — Ellos tienen prioridad sobre nosotros; además Damien, Jonás, Romina y yo podríamos sobrevivir un tiempo más aquí.

    — No es un mal plan — decía Jonás — Pero tampoco es uno muy bueno. Ariel me dijo que los policías tenían que encargarse de llevar a los civiles ahí, lo que quiere decir que en ese lugar no se envían grupos de rescate. Además, no sabemos qué tan cerca está Víctor de nosotros exactamente. Y si logra alcanzarnos, solo seríamos cuatro para defendernos. Y nada nos garantiza que Robert esté a salvo.

    — ¿A qué te refieres con eso? — preguntó Robert pensando que Jonás dudaba de él.

    — Me refiero a que no sabemos si ahí afuera hay una horda — respondía Jonás — O si hay un tipo igual o peor que Víctor.

    — Eso es verdad — respondió Romina — Después de todo lo que pasó, no tenemos que separarnos más. Cada vez que nos separamos, ocurre algo malo.

    — Supongo que tienen razón — decía Darío — Pensé que sería un buen plan considerando la corta distancia que hay entre nosotros y Bahía Luminosa.

    — No es un mal plan — decía Jonás — Pero separar al grupo es demasiado arriesgado. De ahora en más solo nos vamos a separar si tenemos que despistar una horda. De lo contrario, permaneceremos juntos.

    Los cuatro adultos aceptaron lo que Jonás proponía.

    Tenían un poco de hambre, por lo que decidieron tomar algo de comida que pudiera haber en la casa para comer un poco. Luego de comer, Darío decidió copiar la idea de Lucas y ver si podía dormir sobre unas sillas.

    Jonás y Romina buscaron ropa y frazadas que esa familia pudiera tener y las tiraron en el piso para dormir. Robert sería el encargado de la guardia durante la noche. Fue a la habitación matrimonial y encontró a Wendy durmiendo tranquilamente entre Ariel y Jennifer. Robert estaba muy contento de ver que Wendy estaba más tranquila, y que con la ayuda del grupo, ella superaría en poco tiempo la partida de su familia.

    Luego de ver a Wendy durmiendo con la pareja, Robert se acercó a la puerta para vigilar que nada ni nadie intentara meterse en la casa y lastimar al grupo.
     
  20. Threadmarks: Día 81 Parte 1
     
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    Día 81 – Parte 1:

    El sol estaba saliendo. Romina, Jonás y Darío, que habían sido los últimos en irse a dormir fueron los primeros en despertar.

    — ¿Descansaste? — preguntó Jonás a su novia.

    — Así es — respondió Romina — ¿Y tú?

    — También — respondió el joven — Cuando todos despierten comeremos algo y luego nos vamos. No nos detendremos a comer al mediodía.

    La pareja junto a Robert y Darío estaban preparando la comida para que todos pudieran comer apenas se despertaran y así poder seguir el viaje. Lucas fue el siguiente en despertarse. Fue a la mesa y comió junto al resto de sus compañeros, solo restaba que se despertaran Damien, Ariel, Jennifer, y Wendy.

    Ariel abría los ojos un poco incómodo. Al despertar, vio como Wendy abrazaba a Jennifer y le pareció una escena algo tierna. Su novia se despertó y saludó a su novio con un beso.

    — Ha sido muy bueno que podamos dormir juntos con ella — decía Jennifer — Es una ternura.

    — ¿Te gustó? — preguntaba Ariel — Podríamos pedirle a Robert que nos deje hacer esto todas las noches.

    — Es ella quien debe decidir — respondía Jennifer — Es que me encanta la idea de formar una familia. Yo siempre soñé con que conocería mi esposo en el trabajo, y que pasaría las noches de esta forma.

    — ¿Cómo te imaginabas a tu esposo? — preguntaba Ariel algo curioso.

    — Imaginaba a alguien como tú — respondía Jennifer abrazando a su novio — ¿Crees que seríamos buenos padres?

    — Es difícil saberlo — respondía Ariel — Ser padres no es solamente dormir con una niña.

    — Deberíamos cuidar de Wendy — respondía Jennifer — Nos pondrá en práctica para cuando estemos a salvo y tener hijos sea una decisión segura.

    En ese momento, la niña pequeña estaba despertando. Ella saludó a sus compañeros.

    — ¿Durmieron bien o molesté un poco? — preguntó Wendy.

    — No molestaste para nada — respondía Jennifer acariciando a la niña — Nos encanta pasar el tiempo contigo.

    — A mí también — respondía la niña — Me hace sentir segura por las noches.

    — Deberíamos ir a reunirnos con el resto del grupo — decía Ariel levantándose de la cama.

    Los tres jóvenes se dirigieron al comedor, donde todos los demás, excepto Damien estaban sentados en la mesa comiendo. Al llegar, Jonás les explicó que desayunaran bien, ya que no iban a detenerse para almorzar, y que caminarían todo el día.

    Robert le preguntó a Wendy como se encontraba, y la niña le respondió que lo había pasado muy bien con los Ariel y Jennifer. Todos, se alegraban por escuchar, algunos más que otros, pero estaban felices por la niña.

    Todos habían terminado de comer y solo estaban esperando a que Damien se despertara y comiera para poder irse. El joven estaba muy cansado, pero no podían seguir perdiendo el tiempo. Darío lo despertó y le explicó el plan.

    — Come bien, y luego nos vamos — decía Darío.

    — Está bien — respondía Damien dando un bostezo.

    Luego de que el hombre terminara de desayunar, el grupo decidió ponerse en marcha. Ya no querían pasar otra noche en la carretera, y querían llegar a Bahía Luminosa ese mismo día. Estaban hartos de estar durmiendo alertas y querían, por una vez, dejar de preocuparse por los zombis definitivamente. Encontrar dos vehículos era su objetivo, o de lo contrario, terminarían pasando otra noche más en la carretera y su llegada a Bahía Luminosa seguiría aplazándose.

    Mientras caminaban, Romina notaba a Jonás muy preocupado.

    — ¿Qué tienes? — preguntaba Romina viendo la cara de preocupación de Jonás.

    — Cóndor no apareció — respondía el joven algo preocupado por su fiel compañero — Él sigue ahí afuera. Está en peligro y no puedo hacer nada por él.

    — Descuida — decía Darío calmando al líder — Víctor no estará siguiendo a un perro, y con su olfato y su oído estará a salvo de los zombis. Si nosotros no lo encontramos, él nos encontrará.

    — Es solo que estoy preocupado — respondía Jonás — Nunca lo he dejado solo tanto tiempo.

    — Él estará bien — respondía Robert — Con las cualidades de un perro, él no estará en peligro.

    El grupo seguía su camino en busca de un auto. Pasó una hora desde que salieron de la casa y lograron encontrarse con uno. Los nueve corrieron muy entusiasmados hacia el vehículo, dado a que solamente querían llegar hasta Bahía Luminosa, y no les molestaba viajar incómodos.

    Lamentablemente, el auto no tenía gasolina, lo que significaba que no podrían ir a ningún lado.

    — ¡Mierda! — decía Lucas pateando el auto — ¡Como odio esto! ¡Parece que no vamos a llegar nunca!

    — Estamos muy cerca — respondía Robert calmando a su compañero — Si no es con este auto, será con el próximo, pero llegaremos.

    — Es que ya me harté de seguir aquí afuera — contestó Lucas.

    — Si ya estás harto, entonces deberías buscar otro auto — respondía Jennifer.

    Los gritos de Lucas llamaron la atención de un zombi que merodeaba por ese lugar. Robert sacó su cuchillo listo para matarlo, pero Wendy le tocó el brazo.

    — ¿Puedo matarlo yo? — preguntó la niña.

    — Claro — respondió Robert dándole una pistola a Wendy.

    Wendy dio un silbido para que el zombi se acercara hacia ella. El muerto viviente estaba caminando hacia la niña. Esta apuntó con cuidado y disparó la pistola dándole al zombi en la cabeza, matándolo directamente con un solo disparo.

    — ¡Lo hice! — gritó la niña muy contenta — ¡Lo maté!

    — Bien hecho — respondía Damien — Lo hiciste muy bien. Puedes quedarte con la pistola. Te la has ganado.

    Wendy metió la pistola en el cinturón de su pantalón para poder llevarla consigo. Todos estaban muy satisfechos porque sabían que en un enfrentamiento con zombis, Wendy podría ayudarlos a pelear y no tendrían que estar pendientes de ella.

    El grupo continuaba avanzando por la ruta en busca de un vehículo que los pudiera llevar a su destino. Un poco más adelante, en el medio de la ruta, había tres zombis, pero Damien, Darío y Jonás los eliminaron fácilmente con sus armas de pelea cuerpo a cuerpo, para que no se desperdiciaran balas en unos pocos zombis sueltos.

    Después de que mataron a estos tres zombis, escucharon un ruido proveniente desde atrás de ellos.

    — ¿Qué es eso? — preguntaba Ariel.

    — Suena como si fueran vehículos en movimiento — respondía Darío.

    — Estamos salvados — decía Jennifer algo aliviada — Podrían estar dirigiéndose a Bahía Luminosa como nosotros.

    — No sabemos quiénes podrían ser — decía Romina.

    — Hay que esconderse — decía Jonás — Atrás de los árboles. Si son otras personas, les pediremos ayuda.

    El grupo se metió detrás de los árboles que rodeaban la ruta desde hace tiempo. Tal como decía Darío, eran varios autos que se encontraban en fila en una sola dirección. Cuando se acercaron más hasta su posición, Damien reconoció a Ignatius en el interior de uno de los autos.

    — ¡Son ellos! — gritó Damien algo preocupado al verlos sobre los autos.

    — ¡Corran! — respondió Jonás.

    Todos se largaron de ese lugar lo más rápido que pudieron. Los vehículos no tardaron en llegar, y unas 15 personas aproximadamente, se bajaron de ellos, entre ellos Víctor, Clara, Ignatius y Marcos.

    — No están muy lejos — decía Víctor disparando dos balas al aire — El ruido atraerá a los zombis. Solo tenemos que esperar.

    El grupo no llegó muy lejos hasta que los zombis aparecieron. Un zombi interceptó a Romina y trató de morderla. La chica logró detenerlo, pero dio un grito del susto cuando el zombi la acorraló contra un árbol. Jonás le quitó al zombi de encima con su pala y después lo mató.

    — ¡Tras ellos! — ordenó Víctor a sus hombres corriendo en la dirección del grito.

    Víctor empezó a correr junto al resto de sus hombres, y logró divisar no muy lejos a Jonás y a Romina. El líder del punto sin retorno se sorprendió al ver a Jonás con vida.

    — ¡¿Tú?! — gritaba Víctor disparando contra Jonás — ¡Pero si yo ya me encargué de ti!

    Las balas impactaron en los árboles cercanos. Jonás tomó su pistola y disparó contra Víctor intentando matarlo, pero su objetivo se escondió tras los árboles.

    — ¡Corran! — gritó Jonás — ¡Pónganse a salvo!

    Todo el grupo corría por el interior de los bosques, algo distanciados entre sí, mientras eran seguidos de cerca por Víctor y su grupo, quienes desperdiciaban balas intentando matarlos. El bosque era desconocido para ellos, y estaba lleno de zombis, por lo que el grupo tuvo que gastar algunas balas en contra de ellos para defenderse, pero finalmente, se terminaron separando.

    — ¡Corre! — le gritó Ariel a Jennifer.

    La pareja de los chicos corrió en una dirección. Lucas los veía alejarse. No quería ir con ellos, pero no podía ver a nadie más cerca, por lo que no tuvo opción.

    — ¡Espérenme! — gritaba Lucas siguiendo a los chicos.

    Robert corría junto a Wendy, que a pesar de saber cómo disparar, esta vez no podía hacerlo dado a que estaba totalmente aterrada. Robert iba al frente matando a los zombis que se le ponían delante. Mientras corrían, un zombi apareció desde el costado y tomó a Wendy. La niña gritaba del miedo mientras intentaba liberarse.

    — ¡Ayúdame! — le gritó Wendy a Robert.

    Antes de que Robert pudiera reaccionar, el zombi recibió un disparo en la nuca. Darío apareció corriendo desde la dirección de la que provino el disparo. Robert estaba muy agradecido con su amigo.

    — Gracias — le dijo Robert a Darío.

    — Por nada. Solo…

    Pero un disparo impactó en un árbol cercano. Los dos hombres se voltearon rápido y vieron a uno de los hombres de Víctor apuntando contra ellos. Darío tomó a Wendy en sus brazos y se refugió tras un árbol, mientras que Robert disparaba contra ese hombre.

    Robert y el hombre de Víctor intercambiaron disparos fallidos hasta que una bala de Robert logró impactar en el pecho de ese hombre, matándolo rápidamente.

    Varios zombis gruñían cerca de los dos hombres, así que decidieron dejar de perder el tiempo con los hombres de Víctor y empezar a correr. Wendy corría en el medio de ambos.

    Por otro lado, Jonás corría junto a Damien y Romina por otro lado, siendo seguido por Víctor, Marcos, Ignatius, y otros tres hombres. Víctor y los suyos disparaban, pero dado a la arboleda, ninguna de las balas daba a su objetivo.

    De vez en cuando, Jonás y Damien se volteaban y disparaban intentando matar a sus perseguidores, pero las balas apenas pasaban cerca. Romina quería hacer lo mismo que sus compañeros, pero tenía miedo de recibir un disparo si paraba de correr, por lo que no se detenía.

    A medida que corrían, se encontraban con algunos zombis que eran atraídos por los disparos. Romina les disparaba para que Jonás y Damien no desviaran su atención del resto de los hombres de Víctor.

    Corriendo un poco más, llegaron hasta un alambrado que delimitaba una granja. Cerca del alambrado había un granero. Solo había una tabla de madera trabando la puerta trasera, y Jonás pensó que sería un buen escondite donde meterse, y desde ahí adentro, podrían eliminar fácilmente a Víctor.

    — ¡Nos refugiaremos aquí! — decía Jonás.

    Jonás se acercó hacia la madera que trababa los picaportes y la rompió de un disparo. La puerta del granero se abrió y varios zombis salieron desde el interior. El primero de ellos se abalanzó sobre Jonás y fue capaz de tirarlo al piso. Damien le disparó antes de que Jonás fuera mordido, pero ese ruido lo convirtió en el centro de atención de varios zombis. Jonás desde el piso le disparó a varios de ellos, dividiendo a los zombis que salían del granero. La mitad seguía a Damien y a Romina, que estaba cerca de él, y la otra mitad seguía a Jonás.

    Los tres estaban separándose cada vez más por los zombis, que empezaban a rodearlos. Fue ahí cuando Víctor llegó y junto a sus hombres, abrieron fuego en contra del grupo. Afortunadamente, los disparos le daban a los zombis, eliminando a varios de ellos y dándoles una vía de escape.

    — ¡Corran! — decía Jonás alejándose de sus compañeros — ¡Los alcanzaré después!

    — ¡No voy a dejarte otra vez! — gritó Romina corriendo hacia los zombis para seguir a Jonás.

    — ¡Romina, no! — gritó Damien tomando a la chica del brazo — ¡Es muy peligroso!

    Damien tiró a Romina hacia atrás para evitar que se acercara demasiado a los zombis. La chica no estaba segura de abandonar a Jonás de la misma forma en que lo había hecho el otro día, pero vio que no quedaba opción. No había forma de atravesar a los zombis.

    — ¡Se están separando! — gritaba Ignatius — ¡¿A quién seguimos?!

    — ¡Sigan a Jonás! — gritó Víctor — ¡No dejen que se escape!

    Víctor y sus cinco hombres empezaron a correr tras Jonás, disparándole a los zombis que estaban detrás de él.

    Jonás corrió rodeando el alambrado, hasta que encontró la entrada a la granja. Pateó la puerta y empezó a correr, sabiendo que Víctor lo seguiría. Una persona que estaba cerca del lugar, decidió seguirlo.

    Una vez que los zombis estaban muertos, Víctor y sus hombres entraron a la granja.

    — Está aquí dentro — decía Víctor.

    — Lo encontraremos — decía Ignatius empezando a buscar junto al resto de los hombres.

    Jonás se había refugiado en el interior de la casa. Dejó la puerta del frente abierta, y se preparaba para salir por la puerta trasera en cuanto pudiera matar a Víctor.

    No había rastro de él en la granja, lo que significaba que debía estar adentro. Marcos entró en la casa, y apenas Jonás lo vio, le disparó en el cuello, logrando matarlo.

    — ¡Marcos! — gritó Víctor viendo como su hombre era asesinado — ¡Entren y mátenlo!

    Ignatius y los otros tres hombres de Víctor entraron a la casa disparando en todas las direcciones. Jonás se cubría de las balas y luego salía de su cobertura para seguir disparando. Logró eliminar a uno de los hombres de Víctor. Víctor decidió entrar en la casa y le disparó a Jonás, que afortunadamente, logró cubrirse antes de que el disparo lo alcance.

    El líder y el resto de su gente se cubrieron y empezaron a disparar, creando un tiroteo en el interior de la casa.

    — ¡Esta vez no te dejaré escapar! — gritaba Víctor disparando contra Jonás.

    — ¡No pienso irme hasta que estés muerto! — le respondía Jonás — ¡Ya no volverás a poner a mi grupo en peligro!

    Jonás estaba muy bien cubierto, por lo que los disparos no lo alcanzaban. Ignatius disparó a la posición de Jonás para evitar que este saliera de ahí.

    — ¡Acércate, ya lo tienes! — gritó Ignatius a uno de los hombres.

    Jonás supo que no podría seguir refugiándose ahí. Disparó como pudo y escapó de la casa por la puerta trasera. El hombre que recibió la orden de Ignatius lo siguió. Jonás le disparó apenas salió por la puerta. Víctor, Ignatius, y el otro hombre salieron disparando intentando atinarle a Jonás, que se estaba alejando corriendo. Al alejarse un poco, Jonás se volteó y disparó contra Víctor y sus compañeros, sin acertarle a ninguno, hasta que se quedó sin balas.

    — ¡Ahora no! — gritaba Jonás empezando a correr.

    — ¡Fuego! — gritó Víctor — ¡Es nuestra oportunidad!

    Jonás logró alejarse del lugar y evitar los disparos. Mientras corría hacia el bosque, cambiaba el cargador de su pistola por uno nuevo. Una vez que ya había recargado, entró al bosque listo para esperar a que Víctor pasara por ahí.

    Sin embargo, cuando él menos lo esperaba, un tipo que estaba detrás de él, corrió gritando hacia su posición y lo apuñaló con un cuchillo en el costado debajo de su brazo derecho. Jonás dio un grito de dolor y se dio vuelta intentando defenderse. Al voltearse, pudo ver a Brian.

    Jonás intentó dispararle, pero el satánico le tiró la pistola al piso con un golpe de puño, y luego empezó a acuchillar a Jonás en el estómago repetidas veces.

    — ¡Me las vas a pagar! — gritaba Brian mientras le clavaba el cuchillo en el estómago una y otra vez.

    Jonás estaba indefenso, por lo que lo único que pudo hacer fue darle un cabezazo a Brian. Le dio un golpe muy fuerte que terminó derribando al satánico. Jonás cayó al piso desangrándose por las puñaladas. Rápidamente, levantó su pistola y le disparó a Brian sin apuntar previamente. El disparo le dio en la rodilla, provocando que cayera al piso. Brian gritó muy fuerte al recibir el disparo.

    — ¡Hijo de puta! — gritó Brian apretando las manos en el lugar donde recibió el disparo.

    Sin perder más tiempo, Jonás apuntó con cuidado y le disparó a Brian en la cabeza, acabando con la vida del chico de una vez por todas. Una vez que había matado a su enemigo, intentó ponerse de pie, pero el dolor por las puñaladas no lo dejaba pararse. Jonás se sentía adolorido a medida que perdía sangre.

    Entonces, recibió un rodillazo muy fuerte en la cabeza. Jonás cayó al piso soltando nuevamente su arma. El rodillazo lo había dejado algo confundido. Fue entonces que sintió como una mano empezaba a sujetar su cuello. Miró hacia arriba con dificultad y vio a Víctor en frente suyo, tomándolo del cuello. Quería defenderse, pero no podía.

    Víctor lo levantó un poco y le clavó el cuchillo en el estómago otra vez, y luego empezó a mover la hoja filosa del cuchillo mientras estaba en el interior de su cuerpo. Jonás sufría un dolor terrible.

    — ¡AGHH! — gritaba Jonás sin poder hacer nada más — ¡Detente!

    — Tú mismo te buscaste esto — respondió Víctor retirando el cuchillo del estómago y volviéndoselo a clavar al segundo siguiente — Deberías haberte muerto en aquella fábrica.

    Luego de apuñalar a Jonás unas tres veces más, Víctor le dio una patada en la cabeza. Jonás ya estaba muy adolorido, y a punto de perder el conocimiento.

    — Víctor…— intentaba hablar Jonás, ya muy débil.

    — ¡Hasta nunca! — gritó Víctor lleno de ira.

    Víctor sujetó el cuchillo firmemente y se lo clavó con furia en el ojo a Jonás, poniéndole fin para siempre a la vida del líder del grupo.
     
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