La Segunda Región.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Marina, 18 Agosto 2011.

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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    10 Diciembre 2010
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    Título:
    La Segunda Región.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    2503
    Hola, esta historia la comencé... uff, hace varios años, pero nunca la terminé, así que la continuaré y esta vez espero darle su final.

    Capítulo 1

    El perfil esférico de la tierra apareció ante sus ojos.

    Aleteó con suavidad sin que por ello perdiera la velocidad que lo fue acercando al planeta. Hacía horas que el sol había terminado de dar sus últimos rayos en la mitad del mundo y hacia ese lado en penumbras se dirigió.

    Al entrar a la atmósfera del globo terráqueo se movió ligero como si fuera una ráfaga de viento, atravesando algunas nubes que se encontraban a su paso. No buscaba nada en especial, sólo detenerse un momento para apreciar las miles de luces que abajo se extendían para dar luz a los humanos de corta visión.

    Su poderosa vista se centró en una gran torre que todavía estaba a cientos de kilómetros de distancia, en una de las muchas ciudades, pero al cortar distancia con el edificio, plegó sus largas y blancas alas a los costados de su cuerpo y descendió de pie hacia la torre, rompiendo las leyes de la gravedad al maniobrar perfectamente sus movimientos para posarse con suavidad sobre un pequeño y angosto pretil en lo alto de la villa, desde donde se levantaba una larga antena que hacía más alta la construcción.

    De pie sobre el angosto borde, miró con su visión de alto alcance la mitad de la ciudad. Los sonidos de la gran urbe y voces de las personas podían llegar a sus oídos, pero él sabía cómo bloquear todo el indeseado ruido para que dejara de molestarle, pues llegaba a ser irritante. Más que nada le exasperaba escuchar a los humanos quejarse, llorar, pelear, gritar, insultarse, odiarse… y sufrir.

    Las emociones humanas eran mediocres. Por esos sentimientos la humanidad estaba en cruel sufrimiento, pero a pesar de eso, a él le complacía bajar a la tierra, porque la belleza del planeta era atrayente, aunque los insignificantes humanos estaban arruinándola por completo.

    Las criaturas terrestres creían tener grandes conocimientos, pero no sabían nada en realidad y era seguro que si a él pudieran verlo, no sólo se sorprenderían, sino que se asustarían. No porque fuera un ser horrible, sino por su majestuosa y hermosa apariencia. Él era lo que los humanos llamaban ángeles. Uno muy joven, pues en años terrestres aparentaba unos veintisiete años.

    Su figura alta y perfecta, de un metro con noventa, se movió ágil sobre el resalto para poder ver la otra mitad de la metrópolis, entonces fue que sus ojos negros brillaron en la oscuridad cuando algo abajo, en la calle, llamó su atención.

    Centró su mirada en el punto de interés mientras una suave brisa movió sus largos cabellos negros que llevaba sujetos en la nuca, pero de las sienes delgados mechones caían libres y estos se ondularon a voluntad del aire.

    Observó a la chica que corría asustada buscando una ruta para huir de dos sujetos que la seguían.

    Lauren Bello miró delante de ella y descubrió que había optado por tomar un camino equivocado, pues había entrado a un callejón sin salida. Se volvió para regresar sobre sus pasos, pero las figuras de los sujetos se perfilaron siniestras en el límite de la entrebarrera y comenzaron a acercarse a ella.

    Sus intenciones eran claras. Abusar de ella y quizás después asesinarla. Los midió con la mirada mientras tomaba una posición de guardia. No había más remedio que defenderse con todo lo que escasamente sabía de una lucha cuerpo a cuerpo y supo que la desventaja era suya. Sólo a ella se le ocurría quedarse a trabajar tan tarde en la oficina cuando su auto estaba en el taller. Si algo llegaba a sucederle, no sería culpa de nadie más que de sí misma.

    —¡Estúpida! —se insultó en voz baja, temblando de miedo y nervios. La tensión era mucha y comenzaban a dolerle el cuello y los hombros.

    Los sujetos llegaron y se detuvieron a escasos pasos de ella, recorriendo con ojos pícaros a la joven, pues a pesar de la escasa luz que llegaba de las lámparas de las calles anexas, pudieron complacerse en la silueta de la chica. Las facciones de ella estaban en ese momento tensas por su grave situación y sus ojos muy abiertos atentos en captar cualquier movimiento que ellos hicieran. La brisa se hizo un poco más fuerte y sacudió su cabellera castaña que llevaba sujeta en una cola de caballo despejando su frente.

    Así, ignorando los tres que eran observados, el ángel abrió sus alas y con suavidad las manipuló para levantar un vuelo que fue fugaz por la velocidad e ir a posarse sobre uno de los dos muros que formaban el callejón, mas ninguno pudo verlo porque mantenía una forma invisible.

    Abriendo un poco su sentido del oído, pudo escuchar el rápido bombear del corazón de la joven dándose cuenta así que estaba muy asustada. Miró su rostro y percibió ese miedo en su gesto, notando también que el aspecto de la chica era lindo, algo que jamás había percibido de las humanas.

    Se acuclilló en el borde de la tapia con preciso equilibrio en espera de ver qué sucedería. Otras cosa que no hacía, era interesarse por esos acontecimientos. De hecho, los asuntos de los humanos no le importaban en absoluto. Era difícil que él mostrara sentimientos porque le habían enseñado que no tenía, así que era casi risible la manera como los humanos enaltecían a todos los ángeles tomándolos como guardianes de ellos.

    Cuando menos, en la región del cielo donde él moraba no existía un solo ángel que se interesara en los seres humanos. No obstante, en el cielo había dos regiones. En una de ellas estaban esos ángeles buenos que hacían el bien por estas criaturas y él todavía no alcanzaba esa región y no le interesaba tampoco acceder a ella porque no había manera.

    Pertenecía a la segunda región degradada por aquel que tenía el poder y su degeneración venía desde tiempos remotos, en la creación de todo, cuando sucedió que los sentimientos de muchos ángeles con los que fueron creados, no fueron liberados dentro de ellos y esto fue lo que los condenó a esa degradación. Podía decirse que la región a la que pertenecía era el intermedio entre la vida y la muerte provista sólo para ellos y el vacío era lo único que podía sentir. A él, como a otros, les tocó nacer allí.

    No obstante, en ese vacío se vislumbró algo que jamás sintió cuando miró a la chica prepararse para combatir a los dos hombres, quienes le saltaron encima. Ella los recibió con un golpe de karate. La miró saltar con torpeza en el aire, pero aún así, utilizando las dos piernas, las separó para dar con cada uno de sus pies en el pecho de los hombres, los que desafortunadamente no cayeron, sino que se mantuvieron de pie.

    —¡Hazel Arias! ¡Así que aquí estás!

    La grave voz lo hizo levantar la mirada. A su lado estaba uno de sus compañeros. Si tenía amigos, Xavier podía ser ése. Aún mantenía sus grandes alas abiertas y también tenía la forma invisible, pero entre ellos sí podían verse. Sus voces tampoco eran escuchadas por los humanos.

    —César quiere verte, Hazel —le informó Xavier mirando la lucha que se desarrollaba entre esos muros. Bajó las alas y continuó con voz seca—: ¿Por qué te gusta perder el tiempo con estas criaturas?

    Hazel se puso de pie mirando de soslayo a Xavier.

    —¿Qué quiere César de mí? —preguntó con frialdad.

    Xavier levantó los hombros con indiferencia, luego, extendiendo las alas, aleteó un poco para elevarse de la pared.

    —Vamos, sabes que a César no le gusta esperar.

    Hazel desplegó las alas y también se elevó. A medida que ascendía, miró como los hombres finalmente tenían la victoria sobre la castaña al sujetarla ambos con violencia para despojarla de sus prendas de vestir. Ella gritó cuando sintió como las feroces manos rasgaron su blusa, desnudando su torso sin piedad.

    Hazel quedó suspendido en el aire sin querer remontarse al infinito, pues la fragilidad de la joven quedó expuesta ante sus ojos.

    —¡Hazel! —le gritó Xavier sobre él, deteniendo su ascenso— ¿Qué haces? ¡No nos importa eso! ¡Vámonos!

    Ella volvió a gritar cuando ahora las agresivas manos la despojaron de su falda, dejándola solamente en su ropa interior. Uno de los hombres la golpeó en el rostro con el puño y le cubrió la boca para que no siguiera gritando, pero su último grito lleno de angustioso terror alcanzó a herir los oídos de Hazel.

    No le importaba lo que estaba sucediendo, entonces, ¿por qué bajó veloz al mirar cómo los hombres obligaban a la indefensa chica a tumbarse en el suelo duro, sucio y frío para saciar sus deseos?

    Simplemente no lo soportó. Podía carecer de emociones, pero aun así sintió un despiadado poder parecido a la ira. Detuvo su caída al aterrizar violentamente en el suelo a un lado de los dos sujetos que habían vuelto a golpear a la joven sumiéndola en la inconsciencia. La emoción parecida a la ira se manifestó en una energía poderosa que acompañó el descenso concentrándose en sus pies, de modo que al golpear el suelo produjeron que el asfalto saltara en pedazos allí donde estos impactaron, haciendo un pequeño cráter de medio metro de diámetro. Los hombres, sorprendidos por el insólito suceso, se levantaron rápidamente mirando el asfalto deshecho.

    —¿Qué fue eso? —preguntó uno de ellos mirando a su alrededor.

    Hazel se elevó y cambiando de lugar, se dejó caer de nuevo y el asfalto volvió a saltar, pero esta vez la fuerza fue superior por lo que los pedazos de material se levantaron en el aire y se dirigieron contra los hombres golpeándolos en el torso.

    Asustados, porque no comprendían qué estaba sucediendo, los tipos comenzaron a alejarse de Lauren buscando a su atacante, pero sin poder verlo, entonces Hazel se dirigió a ellos y golpeándolos con las palmas de las manos en el pecho, los lanzó lejos de él y la intensidad de su ataque hizo que fueran a estrellarse contra uno de los muros quedando empotrados ahí, fuera de combate y sin sentido.

    Hazel se acercó a la joven, quien comenzaba a volver en sí.

    —¡Dios! —exclamó ella sin saber qué exactamente había sucedido. De lo único que pudo percatarse fue que los sujetos no habían logrado su objetivo, porque aún continuaba cubierta con su ropa interior.

    Se sentó, mareada por los golpes. Temblando, se tocó el rostro. Uno de los golpes había reventados sus dos labios y la sangre brotaba de ellos.

    La mirada de Hazel la recorrió sorprendido, pues era la primera vez que cifraba su atención en una chica de la tierra. Jamás sintió interés por verlas de esa manera, como la estaba mirando ahora a ella, de una manera… brillante. Esa fue la palabra que se le ocurrió.

    Y fue tan penetrante su mirada, que Lauren se sintió extraña de pronto. Ya no fue ese sentimiento de miedo. Fue más bien uno de incertidumbre, así que todavía temblando, se levantó y toda ella quedó expuesta ante los ojos de Hazel, quien acrecentó su manera brillante de verla.

    Lauren contuvo la respiración por el desasosiego. Miró a su alrededor buscando la fuente de esa extraña sensación que comenzó a hacerla sentir incómoda. Movió la cabeza de un lado para otro por la repentina idea de que alguien la estaba observando. Miró a los hombres que habían quedado incrustados en el muro. ¿Cómo habían llegado ahí?

    Ellos no podían ser los que la observaban porque estaban desmayados, entonces quizás fuera algún fisgón que desde un edificio de los que rodeaban el callejón, la estuviera mirando con sus binoculares, y si no se daba prisa por marcharse de ese horrible lugar, podía despertar su deseo y hacerlo venir por ella e intentar hacerle lo mismo que los idiotas de la pared. ¿Cómo rayos se habían metido en el duro material?

    Absorta en sus pensamientos, recogió sus rasgadas prendas de vestir y se cubrió lo que pudo. Rogó para que pudiera conseguir un medio de trasporte que la llevara a su hogar, luego, al recoger su bolso descubrió el suelo deshecho. Volvió a mirar a su alrededor y la incomodidad creció.

    Hazel se había elevado observándola todo el tiempo. De pronto, ella elevó su mirada azul precisamente hacia donde estaba él y la escuchó susurrar.

    —Hola, ¿hay alguien allí?

    Unos aplausos sobre Hazel se escucharon y la voz de Xavier le llegó burlona.

    —¡Bravo, Hazel! ¡Parece que te has conseguido una amiga terrenal! ¡No quiero imaginar qué dirá César cuando lo sepa!

    Hazel lo alcanzó y le habló en tono forzado, pues detestaba pedir favores.

    —Tú no le dirás nada, ¿verdad?

    Regresó su mirada a Lauren, quien seguía con sus ojos puestos en esa dirección. El susurro apenas perceptible de ella pudo llegarle con claridad.

    —Gracias, quien quiera que seas.

    —¡Felicitaciones, Hazel! —soltó Xavier aun más sarcástico, palmeando sus manos con desgana— ¡No sólo has conseguido una amiga, sino también una admiradora!

    —¡Ya cállate! —le ordenó pasando veloz a su lado, golpeando con una de sus alas el rostro de Xavier.

    —¡Ah! —gritó Xavier, siguiéndolo— ¿Quieres luchar conmigo?

    Al alcanzarlo, se liaron en una batalla donde las alas fueron las principales armas. Moviéndolas a su antojo, lograron golpearse con ellas sin hacerse daño. En el juego, algunas plumas se desprendieron y el viento las dispersó mientras ellos desaparecieron en el infinito, dejando abajo la huella de su presencia, pues las plumas se hicieron visibles al desprenderse de ellos.

    Mientras tanto, Lauren logró detener un taxi y cuando iba a subir, una luminosa pluma, suave grande y hermosa desprendida de las alas de Hazel cayó sobre su cabeza y la gruesa raíz quedó clavada entre su cabello y la liga que lo sujetaba permaneciendo con vida, porque las otras plumas se desintegraron en cuanto tocaron suelo en medio de una tenue luminosidad, la que de inmediato se extinguió negando así su existencia.

    —¡Qué bonito broche, señorita! —exclamó el taxista cuando ella se sentó en el asiento de atrás y eso le hizo olvidar el aspecto que ella tenía. Poca ropa que revelaba la mayor parte de su cuerpo. Por un momento pensó no detenerse para recogerla dado a que él no solía subir prostitutas al auto, pero algo en el fondo le dijo que ella no era esa clase de chica.

    Lauren encontró su mirada en el espejo que estaba en medio del parabrisas y lo miró sin entender.

    —¡Ese broche! —señaló él su cabeza— ¿Dónde los venden para comprarle uno a mi hija?

    Lauren se llevó una mano a la cabeza y tocó la pluma. La tomó y al bajarla la miró con incredulidad. La bella pluma brillaba con una luz blanca. La dejó en su regazo y mirando por la ventanilla hacia el cielo, respondió con voz llena de asombro.

    —No sé decirle. Fue un obsequio.
     
  2.  
    Marina

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    Escritora
    Título:
    La Segunda Región.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    2950
    Capítulo 2

    Hazel y Xavier entraron a la región celeste donde estaba su morada. El lugar era hermoso y en medio de un blanco total se alzaba una enorme construcción hecha de oro y el brillante resplandor que desprendía contrastaba de manera fantástica con la blancura de los alrededores.

    Al interior de esa bella construcción se dirigieron y ambos se presentaron ante César, quien era la mano derecha de aquél que se había constituido rey sobre los ángeles en esa región. La comunidad era como cualquier otra, regida por una cadena de mando que hacía valer las leyes siendo la cúspide de tal cadena el monarca, quien por supuesto debía rendir cuentas al que tiene todo el poder y cuya residencia estaba en la primera región, pero era bien sabido por todos que jamás le daba cuentas de nada.

    —¿Has vuelto a la tierra? —inquirió César en cuanto lo tuvo enfrente.

    Hazel sostuvo la mirada sin parpadear a pesar de que la presencia de su instructor era imponente y su voz profunda era muy bella, pero no reflejaba nada.

    —¿Hasta cuándo entenderás que no nos corresponde a nosotros ir ahí? Lo que suceda en ese planeta no es de nuestra incumbencia y nuestra presencia en la tierra está de más. Conocimiento tienes de que el globo terráqueo sólo está reservado para los de la primera región.

    —De todos modos —habló Hazel con sequedad—, me gusta ir.

    —¿Cómo puede gustarte? Nosotros no nos regimos por los sentimientos. Sabes muy bien que carecemos de ellos y no nos hacen falta.

    —Entonces no sé cómo llamarle a lo que siento cuando veo ese planeta y vuelo en su atmósfera —le replicó el joven con rebeldía—. Y si carecemos de sentimientos, entonces ¿por qué siento cosas que se parecen a la ira, disgusto, ansiedad? Será más bien que nuestros sentimientos buenos no fueron liberados, en cambio los malos sí.

    —No sabes lo que dices, pupilo mío —lo contradijo Cesar con dureza, sin alterar ni un ápice su rostro—. La orden del que todo lo puede es que no interfieras con el trabajo de sus ángeles.

    —¡No interfiero con su trabajo! ¡Nunca he…!

    César levantó la mano para silenciarlo y Hazel se sintió furioso, cosa que, según su celador, no debía sentir. Antes podía ir a la tierra cuantas veces quisiera, pero de un tiempo a esta parte se le había prohibido hacerlo. Estaba harto de esa restricción. ¡Volvería a la tierra si así lo quería! César bien sabía que era el planeta lo que lo extasiaba, no sus residentes, por eso en realidad ignoraba los detalles más mínimos de los humanos, aunque los grandes bien que los conocía. Esos que observaba desde la altura. Sus experimentos con todo tipo de armas, las guerras, la contaminación de la atmósfera y las fuentes acuíferas. El exterminio de muchas áreas verdes, la extinción de varias especies y cuando bajaba a las pobladas urbanizaciones, podía detectar muy bien todos sus problemas personales, pero era algo que nunca le había despertado la más mínima simpatía, atención o siquiera curiosidad. Sin embargo, algo había cambiado esta vez.

    Con lo sucedido con esa chica, supo ahora que cada vez que desobedecía la orden de su instructor de visitar la Tierra, vibraba en él aquello que todos los demás negaban. Sentimientos.

    —Sé lo que ocurrió con esa humana —le dijo de pronto César y su voz sonó sosegada, aunque su mirada destelló frialdad— ¡Así que queda rotundamente prohibido que regreses a la tierra! ¡Si vuelves a desobedecer, serás merecedor de castigo!

    Enseguida le dio la espalda y cuando se hubo alejado unos pasos, llamó a Xavier, quien se había mantenido algo alejado de ellos y en silencio.

    —Sigue Vigilándolo —le ordenó César con sequedad—. Fue una buena idea la tuya que Uriel te acompañara a la tierra y se ocultara de Hazel. Al presenciar lo sucedido con esa humana, regresó para informarme. Mis sospechas acerca de él se han confirmado. ¡No debe bajar más a la tierra! ¡Si sucede lo que temo, arruinará todo!

    Por más que Hazel intentó escuchar lo que decían, no logró hacerlo. Los poderes que tenía en la tierra eran poco funcionales en su hogar, porque eran bloqueados entre ellos mismos.

    —César —habló Xavier con voz respetuosa. Comprendía por qué su mayor lo ponía a vigilar a su amigo. Puesto que ellos tenían prohibido interferir con los asuntos terrenales, habían sido limitados por su creador, así que no podían ver en la distancia lo que ocurría en la Tierra, aunque a otros lugares sí—. Si usted me pone al tanto de lo que teme, yo puedo ayudarlo mejor.

    César abrió sus alas y las batió con fuerza, aunque no reflejó nada en sus controladas facciones. La potente ráfaga de viento que provocó con éstas golpeó a Xavier silenciándolo. César se elevó en medio del salón hacia el techo por donde salió sin que le estorbara el muro que fue traspasado. Las únicas paredes que podían detenerlos eran las de una prisión especial que había sido creada por el creador de todo.

    —¿Qué te dijo? —inquirió Hazel cuando Xavier volvió a su lado.

    —Nada importante —respondió Xavier con voz neutral— ¿Qué piensas hacer ahora? Esos paseos a la tierra terminaron.

    Hazel miró a su amigo con disgusto. Imitando a César, batió sus alas y se elevó para salir de la construcción, la que en realidad sólo era un bonito adorno en medio de la nada.

    —¡Hazel! —gritó Xavier siguiéndolo— ¡Dime qué piensas!

    Hazel se quedó estático a elevada altura y miró a su alrededor. Por muy hermoso que fuera el entorno, con sus destellos de luz por donde quiera y las blancas nubes que eran utilizadas para cualquier cosa, como en ese momento que Xavier utilizó una para sentarse, no había nada que Hazel apreciara.

    —Vacío total —murmuró sintiéndolo en su ser—. Vacuo como cada uno de nosotros.

    Xavier sólo se limitó a escucharlo.

    —Por eso me gusta ir a la tierra, Xavier —continuó con el mismo tono de voz—. Allá hay muchas cosas que creo son bonitas. El cielo azul, los ríos, el mar, la naturaleza. Lo mejor de la vida está ahí. Pero tú, al igual que todos aquí, no lo has notado.

    Ahora, Xavier lo miró boquiabierto. No podía creer que Hazel estuviera expresándose de esa manera y mucho más lo tomó de sorpresa el que su amigo se moviera veloz y desapareciera ante sus ojos, sin saber que el pensamiento de Hazel le gritaba no quedarse de ninguna manera en esa horrible vacuidad que lo hacía sentir más infructífero de lo que ya era.

    —¡Hazel! —gritó Xavier al no verlo más.

    Ahora tendría que buscarlo en la tierra. Odió el trabajo que César le había encomendado. Él detestaba salir fuera de su confort. Jamás quería ir al planeta que tanto fascinaba a Hazel, porque le fastidiaban esos humanos débiles plagados con tantos problemas. El universo estaría mejor sin ellos.

    Y al ir tras su amigo, se sorprendió de sus propios sentires, porque aunque no quería admitirlo, Hazel estaba en lo cierto. ¿Por qué si se suponía que no tenían sentimientos, él podía sentir todo eso? Sabía muy bien desde cuándo comenzó a experimentar esas sensaciones. Desde que César le otorgara el título de “niñera”. Sin duda, Hazel estaba contaminando su fría y desinteresada personalidad.

    E ignorante de lo que su amigo pensaba de él, Hazel fue acercándose a desconocida velocidad a la tierra, brillando como si sólo fuera luz. Contuvo el aliento cuando el color azul del planeta llenó su mirada. Se detuvo afuera de ella para apreciar su belleza. En cuestión de segundos había llegado ahí. No por nada las alas tenían su propio significado. Veloz. Los humanos llamarían a eso teletransportación, pero la manera que ellos tenían de moverse por el vasto universo estaba fuera del conocimiento y por eso del alcance del hombre.

    Por un momento más, siguió contemplando la esfera. La tierra era un planeta único y ahora, al contemplar su color azul, un recuerdo del mismo tono hizo moverse sus entrañas… o sintió algo parecido a eso.

    —Ojos de ese color —musitó embebido en el panorama mientras aquellos orbes llenaban su mente provocando que quisiera volver a verlos.

    No quiso cuestionarse el porqué de su deseo, así que lo único que hizo fue actuar, por lo que al entrar a la atmósfera tomó lo disfrutó porque los rayos del sol de medio día golpeaban la tierra de ese lado, el mismo que había escogido un cortísimo lapso de tiempo antes. Era muy interesante que lo que para él había sido un periodo breve, para los humanos había transcurrido mucho más. Otra gran diferencia entre ellos y los mortales. Los últimos vivían vidas demasiado cortas.

    En eso, su vista periférica descubrió la gran torre y hacia ésta se dirigió. Como la vez anterior, volvió a posarse sobre el angosto pretil con suavidad, como si de una pluma se tratase. A esa altura, la cálida brisa que soplaba movió los mechones que estaban libres, entonces en un impulso, se quitó la liga de oro que sujetaba la cabellera y la dejó al aire, disfrutándolo, sin darse cuenta que era un espectáculo magnífico de ver y que era una lástima que ningún ojo humano pudiera hacerlo.

    Miró abajo, recorriendo con su mirada una calle en particular mientras se colocaba la liga como pulsera en la muñeca de la mano izquierda. En esa avenida la había visto correr y pensó que si había andado por ahí tiempo atrás, significaba que esa zona era parte de su hábitat.

    Las personas atestaban las calles, pero ninguna era ella. Abrió su sentido del olfato. El olor de la chica, así como sus ojos azules había quedado grado en su mente, algo que le resultó incomprensible, porque tenía siglos visitando la tierra y nunca había vivido semejante experiencia. Pero siguió sin querer cuestionarse por qué por primera vez un humano… una humana invadía sus pensamientos de esa manera.

    Su olor le llegó al instante. Era un delicado aroma, inconfundible. Sólo ella lo tenía. También era agradable y al aspirarlo, se llenó de incertidumbre, porque sus entrañas volvieron a moverse. Esta vez con mayor agitación. Su potente visión, como si siguiera la delicada fragancia, traspasó algunos edificios y finalmente se detuvo en la chica.

    ¡La había encontrado! Vio lo que hacía mientras levantaba el vuelo para dirigirse a la construcción con calma.

    —¡Se me hace tarde! —gritó Lauren a su asistente, quien le pasó una carpeta— ¿A qué hora tengo la cita?

    Su asistente, una joven muy eficiente de cabello corto, ondulado y negro, así como su mirada, respondió tranquila.

    —A la una.

    Lauren miró su costoso reloj de pulsera y volvió a gritar.

    —¡Lo dicho! ¡Se me hace tarde! ¡Dios! ¡No podemos perder este contrato, Clarissa! ¡Sabes lo importante que es para darnos a conocer con otras compañías!

    —Lo sé, Lauren, así que muévete. Si te das prisa puedes llegar a tiempo a Corporación Toledo. Te sugiero que tomes la ruta 54, hay menos tráfico. Ten, no se te olvide el cartel.

    Tomando la pancarta que tenía plasmada su obra maestra, Lauren salió corriendo de las oficinas que rentaba en el tercer piso de una elegante edificación en una de las mejores zonas de la ciudad, aunque por las noches era igual que todas las zonas por culpa de los pandilleros que invadían la gran metrópolis, en especial las mejores zonas, pues era allí donde podían conseguir algo de valor.

    Bajó en el elevador al estacionamiento para abordar su auto, apoderándose de ella la inquietud en gran medida. Estaba temerosa de perder el próximo contrato. Había trabajado en ese proyecto dos semanas completas casi las veinticuatro horas del día para hacer un perfecto trabajo y si no llegaba a la cita que tenía con uno de los más famosos empresarios de la ciudad, perdería la única oportunidad para darse a conocer en el medio de la publicidad. Y se le había hecho tarde porque sólo minutos antes había dado el último toque a su obra.

    Como diseñadora gráfica tenía mucha competencia y todos estaban deseosos de escalar la fama en ese medio; ella también y en su lucha por conseguir el éxito, había trabajado arduamente para obtener una cita con los propietarios de la mayor empresa de la ciudad, olvidándose de todo: citas, fiestas, familia, hobbies y demás. Había dado todas sus horas y energías para hacer realidad su sueño y bien que valía la pena.

    Salió del estacionamiento conduciendo con rapidez, pero con precaución, dirigiéndose por unas calles para tomar el trayecto sugerido por Clarissa, no obstante, diez minutos después de rodar por la amplia avenida, se vio bloqueada por una larga fila de autos.

    —¡No! ¡No! —clamó angustiada—. ¿Qué pasa?

    Sobre su auto voló Hazel y traspasando el techo, entró al interior sentándose a un lado de ella en el asiento del copiloto.

    —¡Por favor! —suplicó la joven tamborileando los dedos sobre el volante—. ¡Por favor, muévanse!

    Hazel percibió la angustia en su voz. Se elevó para salir del auto e ir a posarse enfrente del parabrisas para poderla ver de frente. La mirada azul que tan afable se le hacía, miraba adelante y la angustia también se reflejaba en sus ojos.

    Sentado en el cofre, miró a través de los autos hacia adelante y captó lo que había detenido el tráfico. Un choque entre tres autos bloqueaban los dos carriles de la avenida causando el crecimiento de las dos filas. Se dirigió al lugar del accidente flotando en el aire. Se posó en medio del desastre y levantando el pie, lo colocó en un costado de uno de los autos dañados. Enseguida ejerció escasa fuerza y arrojó el auto a un espacio vació entre los otros dos autos chocados, aunque no estaba suficientemente grande como para que cupiera bien, así que el coche volvió a golpear contra ellos y estos también fueron movidos de su lugar.

    Los conductores de los vehículos que estaban adelante de las hileras observaron dicha acción con sorpresa.

    —¡Santo cielo! ¿Qué fue eso? —exclamó uno de ellos con incredulidad—. ¡Menos mal que no había gente adentro de esos!

    —Lo que haya sido —habló su esposa que estaba sentada a su lado—, nos ha despejado nuestro carril, así que adelante, salgamos de este infierno.

    Al ver movimiento del tráfico en ese carril de la doble vía, el conductor que estaba adelante de la pista de al lado quiso incorporarse a los que ya circulaban, lo que haría más lento el avance de la hilera de Lauren si los demás lo seguían, así que Hazel se puso enfrente de su vehículo para impedir la maniobra del invasor y aunque el hombre pisó el acelerador, primero con cuidado y después a fondo, no hizo que su auto se moviera.

    —¡Rayos! —exclamó el conductor— ¿Qué le pasa a esta carchacha?

    Las llantas patinando sobre el asfalto comenzaron a humear y el olor a neumático quemado invadió el ambiente. Los conductores de atrás comenzaron a sonar sus cláxones con impaciencia, no obstante no pudieron moverse porque estaban casi pegando uno tras otro, sin el espacio suficiente para salir del atolladero.

    Lauren pasó en medio del humo de los neumáticos y miró al conductor que no dejaba de acelerar, irritado ya por no poder moverse, aunque finalmente se dio por vencido. Los orbes azules vieron, o creyeron ver una imperceptible figura delineada por el humo enfrente del que había quemado llanta. Parpadeó con incredulidad y en el proceso desapareció la figura.

    —Estoy delirando de cansancio —susurró mirando al frente, aliviada de salir de ese congestionamiento—. Creo que necesito vacaciones.

    Hazel se introdujo en el auto y de nuevo tomó asiento a su lado. Por alguna razón se encontraba cómodo a su lado y se sintió bien por ayudarla. La presencia de ella le traía paz y otra cosa que no distinguía.

    Pero esas vacaciones tendrán que esperar”, pensó ahora Lauren y él pudo leer su pensamiento porque así lo quiso.

    Ella suspiró sintiendo el estrés en sus hombros. Movió su cuello de lado a lado y luego lo giró sin quitar la atención de la conducción por la avenida de alta velocidad que poco a poco fue despejándose cuando ya no hubo problema en la circulación.

    Hazel notó como liberaba su tensión. ¿Por qué nunca se había detenido a prestar un poco más de atención a los humanos? No estaban tan mal después de todo. Corrección ¡Era ella la que no estaba mal!

    “¿Fue imaginaria esa figura que vi delante de ese auto?”, pensó ella de pronto. “Juraría que la vi tan real.”

    Hazel se enderezó en el asiento y la miró incrédulo. ¿Ella lo había mirado? ¿Cómo era posible eso? Nadie podía verlo a menos que él quisiera. ¿Lo había querido sin darse cuenta? ¿Había querido que ella lo descubriera? ¡No! ¡Estaba seguro que no! Entonces, ¿por qué pareció percibirlo esa noche que la salvó y ahora afirmaba haberlo visto?

    Pensando en el asunto de lo que le pareció ver, Lauren llegó al estacionamiento de la corporación Toledo. Se recargó en el asiento y cerró los ojos. En verdad se sentía muy nerviosa y necesitaba tranquilizarse ¿Y si a Toledo no le gustaba su trabajo? ¿Si la rechazaba?

    Sus facciones tensas mostraron su inseguridad. Sin poderlo evitar, Hazel se levantó y traspasó el volante y el tablero del auto para quedar frente a ella. Observó atento su rostro detallando las facciones y se acercó más. En verdad estaba muy inquieta. Eso lo indujo a querer reconfortarla, así que de manera involuntaria rozó su mejilla izquierda en una suave caricia, pero luego pensó que sería en vano.

    Porque ella no lo sentiría.
     
  3.  
    Marina

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    La Segunda Región.
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    Romance/Amor
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    5
     
    Palabras:
    2210
    Capítulo 3

    Lo que ella sintió fue la repentina sensación de un cálido aliento sobre su rostro y eso provocó que se estremeciera. Abrió mucho la mirada, como si quisiera ver en medio de la nada a alguien porque detectó como una presencia.

    Demencia.

    Su ansiedad la estaba haciendo sentir cosas extrañas. Movió la cabeza de un lado para otro sin saber que ante ella, Hazel la miraba muy sorprendido. En sus paseos por la tierra había tropezado muchas veces con las personas y éstas habían pasado a través de él sin que pudieran sentirlo, entonces, ¿por qué ella podía hacerlo? Porque no le cupo la menor duda de que podía sentirlo y eso le causaba una impresión desconocida y también atrayente.

    Así que profundizó lo que le estaba prohibido. La prohibición de intimar de cualquier manera con los humanos. Esa era una regla en la región celestial que merecía castigo para aquellos que la violaban, pero no le importó, porque las sensaciones de Lauren lo habían atado a ella y ansiaba conocer lo desconocido, así que volvió a acariciar su mejilla, pero esta vez con una presión más firme mientras acercaba su frente a la de ella, tocándola así también.

    Sofocando un gemido de sorpresa y ciertamente de susto, Lauren levantó la mano dando un manotazo a su mejilla y frente, porque sintió el deslizamiento de los dedos de Hazel, pero para ella fue como si diminutas patas de algún insecto pasearan por su rostro, cosa que le produjo aversión. Se sacudió aquella sensación mirando a los lados, en espera de ver qué bicho reptaba sobre su piel, pero no vio nada, mas aquel aliento antes sentido se intensificó sobre ella.

    ¡Alguien parecía estar ahí!

    —¿Quién hace esto?

    Su voz inquiriendo respuesta se escuchó débil por el temor. Volviendo a ver por todos lados en el interior de auto, Lauren maniobró con torpeza la manija de la puerta y cuando logró abrirla salió apresurada, alejándose unos pasos del auto para mirarlo como si fuera su peor enemigo, o más bien su peor pesadilla, porque la sensación de estar siendo acosada la llenó de sobresalto. Había algo en el ambiente que le ponía los cabellos de punta.

    —¿Quién eres?

    Miró ahora en torno al vehículo. Nadie. No había nadie. Incluso la chica se agachó para buscar debajo del auto. Eso estaba mal. Ella se había quedado un poco en el automóvil para serenarse, pues no quería presentarse ante Toledo llena de nervios, pues consideraba que era poco profesional, pero ahora se sentía peor.

    Hazel flotó afuera y se sentó en el toldo mirando a la castaña sin que su sorpresa cediera. La aguda percepción de la muchacha le era por completo ajena. Aunque luego meditó que los humanos podían ser muy sensibles en cuanto a lo sobrenatural y aunque la mayoría no percibía lo que era invisible, había un mínimo número que sí lo hacía y a esa pequeña cantidad pertenecía Lauren, aunque ella no estaba acostumbrada a eso porque de verdad se veía asustada. Escuchaba el rápido latir de su corazón.

    La observó mientras se movía con desconfianza hacia su auto. Ella había salido tan de prisa que dejó todo su equipo de trabajo adentro. Sus pasos cautelosos arrancaron una sonrisa en él, aunque después volvió a la seriedad al sentir como poco a poco su propio corazón —una manera fácil de describir aquello que le daba vida—, también recobraba su ritmo normal, ya que por ese breve instante se había sentido como ella. Sensitivo y palpitante cuando pudo sentir su cálida piel, suave a su tacto. Y eso también lo asombró. Poder sentirla como jamás había sentido a alguien.

    Lauren tomó el picaporte de la portezuela con la punta de los dedos, como si estuviera tocando algo inmundo y la abrió con mucho cuidado, de pronto a su mente acudieron algunas escenas de una película antigua que había visto llamada el Ente y éste abusaba de una mortal. ¿Sería que estaba siendo víctima de uno ella también? Aunque después pensó que era una tontería, pues no creía mucho en esas cosas. De cualquier modo observó detalladamente adentro esperando descubrir aquello que robaba su paz, mas sólo era ella y fuera de los objetos que miró, nada más, sin embargo se escuchó murmurar en contra de su voluntad.

    —Eres exactamente igual que aquellos hombres.

    Aunque sólo las hubiera pensado, sus palabras fueron sonoras a los oídos de Hazel y de alguna manera las sintió lastimosamente ofensivas cuando la imagen de los dos sujetos que quisieron abusarla invadió su mente.

    Lauren tomó con rapidez sus cosas y dando un portazo, cerró su auto. Con una última mirada a su medio de trasporte, acusó antes de marcharse, terca por la sensación de ser observada de aquella desconocida manera.

    —Quien quiera que seas, no eres mejor que aquellos hombres.

    Nuevamente su susurro sonó demasiado alto y ahora fue parecido a un golpe muy doloroso. Él sabía del dolor de los golpes porque entre los ángeles sí podían golpearse y hacerse mucho daño cuando lo deseaban, aunque este dolor no pudo ubicarlo en donde lo sintió. Lo que sí supo fue que no le gustó la comparación, por ello gritó airado.

    —¡No soy como esos débiles mortales!

    Una extraña vibración adentro del estacionamiento le llegó a Lauren, quien ya se alejaba. Como ondas invisibles que la traspasaron. Se detuvo para mirar detrás de sí. Su corazón se estrujó de espanto. El ente que la espiaba estaba enojado.

    Corrió para salir del estacionamiento.

    —¡No soy como ellos! —volvió a gritar Hazel y dispuesto a seguirla, se movió del toldo— ¡Te mostraré que no soy como ellos!

    Su irritación fue en aumento. ¡Qué ofensa tan grande ser comparado con unos mortales! ¡Y peor todavía, a unos seres tan malvados! De pronto detuvo su vuelo y sin entender qué sucedía, cayó al suelo derribado por un intenso dolor en su rostro y una de sus manos.

    Era un dolor ardiente, uno nunca antes experimentado. El padecimiento nació de los dedos, los mismos que habían tocado la mejilla de ella e invadió toda la mano y de igual manera sucedió con su rostro. El punto fue en su frente extendiéndose después por toda la cara.

    —¡Cielos! —gritó tocándose el rostro— ¿Qué es esto?

    La sensación era semejante a llamas devorando la piel, pero aumentado a un porcentaje mucho mayor. Era realmente insoportable, tanto así, que Hazel elevó un vuelo angustioso, traspasando el techo del alto edificio, ya que el estacionamiento estaba en el sótano de éste. Pasó de piso en piso como bala disparada por la mejor arma de fuego y salió al cielo azul, en donde se detuvo a una elevada altura y allí, volvió a gritar atormentado por el dolor. Su potente grito rompió las ondas de sonido y aquellos de la ciudad y alrededores quedaron en momentánea sordera, perceptible a pesar de haber sido sólo una fracción de segundo.

    Y tal grito alertó a Xavier, quien desde su ubicación, afuera de la esfera terrestre, ubicó la alteración de las ondas de sonido reconociendo el lugar.

    —Allí estás, Hazel —murmuró bajando a la atmósfera—. En la misma ciudad.

    Hazel regresó veloz al estacionamiento. El dolor estaba disminuyendo. Se sentó sobre el auto de Lauren de nuevo.

    —¿Por qué? —se preguntó con sequedad— ¿Por qué tanto dolor? ¿Acaso el contacto con ella me lo ha provocado? ¿Es porque la toqué siendo invisible? No creo. Otros humanos me han tocado. Mmm, sí, pero no me han sentido. ¿Será el hecho que puede sentirme lo que me ha provocado este sufrimiento?

    Se levantó y quedó de pie sobre el auto. Se hizo visible.

    —Quizás si la toco siendo visible no suceda así. ¿Y por qué cosas celestiales siento este enorme deseo de volverla a tocar?

    Sin encontrar la respuesta a su cuestión, abrió sus largas, blancas y hermosas alas y aleteó un poco, lo que fue suficiente para levantar una ráfaga de viento alrededor de él, lo que hizo que su larga cabellera se levantara desordenada para flotar unos instantes al ritmo del viento. Se miró sus también blancas prendas de vestir que tenían un ligero resplandor, al igual que todo él.

    —Con esta apariencia no paso desapercibido.

    Saltó del auto y cayó con suavidad en el piso. Cerró los ojos, abrió los brazos a la par de las alas y mostrando un gesto de concentración en sus atractivas facciones, desapareció las alas y sus prendas de vestir se tornaron negras.

    Hizo lo que tenía aún más prohibido. Se transformó en un mortal ocultando todo vestigio de su divinidad. De allí en adelante se mezclaría entre los humanos. Sería como uno de ellos, así que sus poderes permanecerían ocultos.

    Con esta acción, se había ganado el castigo mayor. La muerte.

    Afuera, Xavier se había posado en lo alto del edificio. Una expresión de perplejidad se había pintado en su rostro angelical.

    —Hazel, Hazel —habló en tono disgustado— ¿A dónde te has ido? ¡Estoy convencido que esta era tu ubicación!

    Detestó en ese momento no ser tan bueno para labores de espionaje. De hecho, aún entre los ángeles había ciertas diferencias de poder y reconocía que Hazel era más poderoso que él, además de que su amigo era también más poderoso que algunos de los que tenían altos mandos. Más incluso que el propio César.

    Sin embargo, eso Hazel no lo sabía todavía, o si lo sabía, no le interesaba en absoluto. Lo único que a su amigo parecía llamarle la atención eran esas visitas a la tierra, lo que francamente no le entendía. A él le fastidiaba sobremanera bajar a ese planeta poblado de criaturas detestables.

    —¡Cómo me irritas, amigo mío! ¡Me estás obligando a buscarte por todo este mundo inferior!

    Muy fastidiado levantó el vuelo y se alejó a gran velocidad sin usar su visión para buscar en el interior de las construcciones. Si ya no sentía a Hazel era porque éste ya no estaba ahí. Siempre había sido así. Y aunque sabía que se había desplazado, estaba seguro que seguía en ese planeta. Sólo era cuestión de ubicarlo de nuevo. No se le pasó por la mente que debía buscarlo como un humano cualquiera, porque pensarlo era incluso una blasfemia.

    En el estacionamiento, Hazel se había recargado en el auto de Lauren. Su expresión meditativa lo mantuvo distante del panorama que lo rodeaba.

    Ya parecía una criatura humana. ¿Ahora qué iba a hacer? Se sintió muy extraño como humano ¿Cómo podían estas criaturas vivir con ese poco poder? Se burló cuando pensó en la palabra poder, pues ni siquiera llegaba a eso ¡Esas criaturas empleaban una mínima cantidad de energía para subsistir! Una ligera fuerza de vida. ¿Qué encanto podía tener eso? Estaban tan limitados. No podían volar por sí mismos. Necesitaban de máquinas ruidosas para poder hacerlo y todo lo que podían hacer era pasar sus existencias, cortas y aburridas en este planeta únicamente.

    Es cierto que la tierra era su planeta favorito, pero él no estaba atado a éste como ellos. Los seres que lo habitaban no podían ir al universo. A lo más lejos que habían podido llegar era a lo que conocían como Luna y eso, no todos los humanos, lo cual realmente era lamentable y ahora planeaban ir a Marte, un planeta hostil desprovisto de encanto para él. Pero atrayente para ellos, quizás porque jamás habían ido ahí.

    ¡Pobres vidas! ¡Limitadas a lo más bajo que él conocía!

    —¡Hey, tú! ¿Qué le haces a mi coche?

    Oh, sí. Había olvidado que el tiempo para él no era nada, pero para ellos lo era todo, hasta regían sus vidas por él. Levantó la mirada que había permanecido clavada en el piso desde que comenzara a cavilar y miró a la irritada castaña que se acercó a él.

    Lauren se plantó frente a él y lo miró con desconfianza. Con voz fría, le pidió.

    —¡Aléjate de mi auto! ¿Te lo estás robando?

    La idea le pareció ridícula a Hazel. ¿Para qué quería esa cosa? Él podía volar.

    No. Recordó que por el momento, no.

    De cualquier modo, permaneció recargado en el trasto, negándose a ceder a la exigencia de una débil humana, aunque ella fuera la cosa más bonita que sus ojos hubieran contemplado en su vida. Ni una estrella podía compararse a su belleza. Ante tal pensamiento, Hazel sintió un golpe en su pecho, lo que trajo el ardiente brillo a su mirada. ¡Por todos los cielos! ¡Bastaba un sólo pensamiento bonito respecto a ella para despertar eso desconocido!

    Y fue tan poderoso que una vez más actuó en contra de su razón. Se movió del auto y con voz opaca, dijo.

    —No quiero robarme tu auto. No soy un ladrón.

    Claro que para Lauren, la voz fue de todo, menos opaca. Fue una voz melodiosa, suave, agradable, prácticamente de hechizo.

    —Yo… lo siento—se disculpó sintiendo como no sólo su voz la hechizaba, sino también su mirada tachonada de brillitos extraños y en la que se perdió sorprendida.

    Azul y negro. Reflejándose las miradas una contra la otra, mostrando en la imaginación de Hazel un cielo donde él era parte al ser él mismo la noche. Ella su cielo de día y él su cielo de noche.

    Continuará.
     
  4.  
    Marina

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    2383
    Capítulo 4

    ¿Día y noche? ¿En qué estaba pensando?

    Miró a Lauren moverse incómoda mientras un sonrojo cubría sus mejillas y entonces asoció el sonrojo a los últimos rayos del sol que dan un toque parecido al cielo. ¡Por todos los ángeles! ¿Qué eran esos pensamientos?

    —Yo…

    Lauren se vio en la imposibilidad de continuar. Las palabras se agruparon en su garganta negándose a salir al verse envuelta en esa mirada y de pronto, sintió la misma sensación que la invadió la noche del asalto cuando estuvo segura que alguien la observaba y aunque al principio pensó que sería uno desde el lugar de su morada, después rectificó al identificar que no era una mirada de acosamiento, de ahí que agradeciera por una ayuda que no pudo presenciar, pero que la libró de sus atacantes. El sentimiento la sobresaltó e hizo posible que las palabras brotaran al fin.

    —¿Te conozco de algún lado? —interrogó sorprendida.

    A Hazel le sorprendió la pregunta. En un tono bajo y lo más frío que logró, respondió.

    —No. Soy nuevo en la ciudad.

    Lauren pestañeó varias veces con la única intensión de deshacerse de la extraña sensación y fue inconsciente de que el movimiento de sus largas pestañas fue para Hazel una gran atracción, lo que le trajo al joven otro fuerte palpitar y aún más perplejidad.

    —Pues de alguna manera siento que te conozco —dijo sin que la sorpresa la dejara—. En fin, debo irme.

    Se dirigió a su auto y lo abrió observando su interior con demasiada atención, buscando aquella cosa que la había hecho sentir incómoda al llegar a ese estacionamiento, pero luego dándose cuenta que era ilógico lo que hacía, arrojó sus cosas en el asiento de atrás al momento de hablar.

    —No puedo decir si fue gusto o susto nuestro encuentro. Tú me inspiras... no sé qué.

    —¿Sabes dónde puedo quedarme? —Inquirió él de pronto.

    Lauren se volvió para verlo, pero esta vez tuvo cuidado de no perderse en su mirada.

    —¿No tienes dónde quedarte?

    —Te dije que soy nuevo aquí —le repitió con sequedad, como si le impacientara que ella no hubiese captado lo dicho antes, pero la contestación de Lauren mostró que sí y que también había notado su seca impaciencia.

    —No me dijiste qué tan nuevo eres en la ciudad. Mejor me hubieras dicho que estás recién llegado aquí. ¿Quieres que te ayude a buscar dónde quedarte? Hay muchos hoteles. O dependiendo de cuánto te quedes en la ciudad, podría ser mejor rentar un departamento. Aunque también depende de cuánto quieras gastar.

    Lo recorrió con la mirada de cabeza a pies. No sólo apreció su atractivo, sino las finas prendas de vestir. En contra de su voluntad, sus orbes se abrieron al máximo mientras sentía la repentina agitación de su pulso. Desvió rápido su mirada, pero la imagen de él quedó en su mente y por el momento, nada más podía entrar ahí, por ello cuando Hazel habló, tuvo que obligarse a escucharlo.

    —¿Gastar? ¿Te refieres a dinero? ¡No tengo eso!

    La información fue suficiente para que ella desbloqueara su mente. Volvió a mirarlo y con voz incrédula preguntó.

    —¿No tienes dinero?

    Hazel movió la cabeza en señal negativa.

    —Entonces, ¿cómo esperas encontrar alojamiento? ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Por qué estás aquí?

    —Soy Hazel Arias. Vengo de un lugar muy lejano y no sé por qué estoy aquí.

    Una verdad absoluta. Sobre todo la parte final. Estaba allí, pero ni siquiera sabía el porqué. Sólo sabía que necesitaba estar ahí. Y como nunca había sentido una necesidad parecida, entonces era desconocido para él.

    Lauren entró apresurada a su auto. Era un tipo extraño. Mejor no ayudarlo. ¿Qué tal si se había escapado del manicomio? ¿O quizás fuera un asesino? ¿Qué tal si…?

    Los golpes de Hazel sobre el cristal de la ventanilla le infundieron el deseo de irse del lugar.

    —¡Ayúdame!

    La petición de ayuda estuvo a punto de desarmarla, pero la fuerte duda lo impidió. No quería involucrarse con un desconocido que le provocaba cosas. Además, el tipo en verdad podía ser peligroso y no debía confiar en él, aunque su rostro fuera tan hermoso como el de un ángel, porque de pronto así se imaginó a los ángeles. Los asesinos que tenían carita de ángel eran los más sádicos, así que resuelta encendió el motor, no obstante, algo que destelló en la muñeca de Hazel le hizo bajar el cristal y preguntar.

    —¿Esa pulsera es de oro?

    Hazel levantó la mano donde se había colocado la flexible liga que sí era de oro y la miró.

    —¡Es muy bella! —exclamó la chica notando admirada el grosor de la liga.

    Jamás había visto algo parecido. Era una pulsera extraña y atrayente. ¿Cómo no la había notado antes? Quizás porque la manga de la gabardina negra la cubría, pero al momento de levantar el brazo para golpear el cristal con el nudillo, la manga se había plegado dejándola al descubierto.

    —¿Puedo verla? —Lauren sacó el brazo por la ventanilla y colocó la mano abierta frente a él. Su gusto por las joyas hizo que esa pulsera la conquistara y el deseo de tocarla fue inmenso.

    Hazel titubeó.

    —¡Si no me la prestas no te ayudo! —Amenazó impaciente.

    Hazel obedeció de inmediato. No se había rebajado a la condición humana para que ella se alejara de él. Eso sí lo sabía también. Se quitó la liga y la puso en la mano de Lauren.

    —¡Oh, por Dios! —exclamó en cuanto la tuvo entre sus dedos— ¡Es bellísima! ¡Y parece de oro puro! Pero ¿qué clase de oro es? ¿Cómo puede ser tan flexible sin perder la pureza? —La colocó en su muñeca y levantándola a la altura de su rostro, la admiró extasiada— ¿Dónde la conseguiste? ¡Nunca había visto algo semejante!

    Desvió su atención de la liga para mirar a Hazel incrédula, quien a su vez la miraba con ojos entrecerrados por la impresión de verla tan emocionada. Realmente los humanos se admiraban de cualquier cosa.

    —¿Cómo tienes este tesoro y no tienes dinero? ¿Quién eres en realidad?

    —Soy Hazel Arias y...

    —Sí, sí —lo interrumpió más impaciente—. Ya me dijiste eso. De seguro tienes tus tarjetas de crédito, ¿no?

    —¿Tarjetas de crédito?

    — ¿Tampoco?

    —No lo creo —respondió Hazel dudoso.

    En sus paseos por la tierra prestaba tan poca atención a las actividades humanas que por el momento no recordó qué eran las tarjetas de crédito. Los seres del globo terráqueo tenían costumbres muy complicadas y jamás le interesaron.

    —Muy bien, Hazel, hagamos un trato. Yo te ayudo a cambio de esta pulsera. Me llamo Lauren Bello. ¿Estás de acuerdo?

    —¿Qué? ¡Esa no es una pulsera, es la liga con la que me sujeto el cabello! —Alargó la mano hacia ella solicitando la devolución de su liga.

    —Ah, eso no es problema —Lauren abrió el bolso con ansiedad, temerosa de perder la pulsera que clamaba por ser posesión suya. Buscó entre las cosas que adentro había y sacó una delgada liga negra que le dio a Hazel—. Allí tienes, sujétate con esto el cabello y ahora, sube al auto.

    —Pero…

    Hazel miró la corriente liga negra, luego a Lauren con irritación. ¡Qué malvada! ¿Y por qué debía él someterse a esa imperfecta, aprovechada y mala mujer? ¡Él era superior!

    —¡Rápido! ¡No tengo todo el día! —dijo con voz apremiante admirando una vez más su reciente adquisición— ¡Es más, ya perdí tiempo valioso contigo! ¿Vas a venir o no?

    La irritación de Hazel estuvo a punto de convertirse en ira, pero entonces Lauren levantó su rostro hacia él y envolviéndolo con su alegre mirada, le dedicó una abierta sonrisa que logró dominar su creciente irritación.

    No puede ser”, pensó él rodeando el auto casi por inercia. “¿Por qué tiene ese poder sobre mí? ¿Qué la hace tan especial?”

    En cuanto Hazel se subió sentándose a su lado, Lauren arrancó y salió del estacionamiento dirigiéndose a su domicilio. Por el momento lo hospedaría en la única habitación para huéspedes que su departamento tenía. Suspiró satisfecha. El día había ido mejor de lo que esperaba. Tenía el contrato con la corporación Toledo y había adquirido un tesoro muy especial. Le lanzó una rápida mirada a la pulsera. Lo decepcionante era que no podía andar por ahí con ella. Se la robarían al instante por su preciosidad. Los delincuentes eran capaces de cortarle la mano para obtenerla.

    Notó la mirada de Hazel sobre ella y sin volverse a mirarlo, dejó salir un:

    —¡Qué!

    —¿No te sientes culpable? —le preguntó con sequedad él.

    —¿Por qué? —inquirió a su vez haciéndose la inocente. Sabía bien a qué se refería.

    —¡Prácticamente me robaste la liga!

    Lauren frunció el ceño y apretando los labios, guardó silencio en el trayecto hasta el estacionamiento del edificio que contenía su departamento. Una vez aparcado el auto en su lugar, se volvió a mirar a Hazel y con frialdad le preguntó.

    —¿Estás aquí conmigo?

    —Estoy contigo —Su voz también fue fría.

    —¿Y cuál fue el trato?

    Cierto. Aceptó el trato cuando se subió al auto.

    —Bien —murmuró ella molesta. Abrió la portezuela, tomó sus cosas y al salir, le gritó— ¡Entonces no me llames ladrona!

    A continuación cerró la puerta y se alejó del auto airada. Hazel bajó y azotando la portezuela con demasiada fuerza, murmuró para sí.

    "¡Qué malvada! ¡Creí que era buena!"

    —¡Y deja de maltratar mi auto!—volvió a gritarle sin volverse a mirarlo.

    Lauren llegó a donde estaba el elevador. Al instante de pulsar el botón las puertas se abrieron, entró y esperó a que Hazel entrara para pulsar el número de su piso. Era un edificio bastante alto y su departamento estaba en el séptimo piso, así que se le hizo eterno el ascenso porque de pronto, el estrecho espacio entre ella y Hazel le pareció aún más reducido. ¡Allí estaban de nuevo esas cosas que le hacía sentir!

    Sintiéndose turbada, se alejó de él pegándose a una de las paredes.

    —¿Qué pasa? —la mirada de Hazel se entrecerró al dirigirla a ella.

    —Nada —su mente buscó una excusa creíble para disfrazar su nerviosa excitación—. Es sólo que los espacios cerrados y estrechos me dan claustrofobia.

    En cuanto las puertas se abrieron salió disparada. Ni siquiera se había sentido tan nerviosa con el que una vez pensó que era el amor de su vida y se enamoró como loca de él.

    Hazel sonrió mientras caminaba detrás de ella por el largo pasillo. Pudo haberle leído la mente, pero como se había prohibido utilizar sus poderes, se conformó con sentir sus emociones a flor de piel. No tuvo duda que su presencia la impactaba de manera sorprendente.

    Mientras ella se detenía delante de la puerta del apartamento e introducía la llave en el cerrojo para abrirla, él tomó la parte inferior de su sedosa y brillante cabellera para sujetarla con la liga negra, mirando con nostalgia su liga de oro.

    —Olvídalo—le dijo ella notando su mirada—. No te la devolveré. Un trato es un trato. Además, no puedes andar en las calles con algo como esto. Perderías la mano o peor como tú la usas. Perderías la cabeza.

    Entró al departamento seguida de él y se dirigió directamente a su habitación. Hazel observó todo a su paso notando que el decorado del departamento era sencillo, pero con buen gusto. Lo que más le gustó fue captar cuadros de paisajes de diferentes tipos colgados de las paredes. Una puesta de sol, un campo floreado a plena luz del día, una tarde lluviosa, el nacimiento del sol, una ciudad brillante por sus luces, una noche llena de estrellas, un mar azul golpeando con sus espumosas olas la orilla de una playa de arena dorada. Dorada como su liga.

    Suspiró deteniéndose en el umbral de la puerta de la habitación. Miró a Lauren dirigirse a un gran mueble de madera que tenía sobre él un espejo, también grande. Sobre el mueble de madera había muchas cosas. Cuadros con fotografías, un florero con bonitas flores artificiales, un cepillo para el cabello, unos tarros de crema, algunas piezas de maquillaje y una cajita de cristal. Todo acomodado impecablemente, lo que mostró que Lauren era muy ordenada.

    Ella tomó la cajita de cristal, la que era larga y mostrándosela a él, le dijo.

    —Mira esto. Esta hermosa pluma me cayó del cielo, creo. Esta pluma es lo más bello que tengo y ahora, esta pulsera —miró a Hazel algo desconfiada— ¿No eres un ladrón ni nada de eso, verdad? Mira que estoy confiando en ti por completo y…

    La expresión en el rostro de Hazel la enmudeció. Él miraba con ojos muy abiertos la cajita de cristal. Su asombro no podía ser más y cuando le hizo la siguiente pregunta, su voz sonó alterada.

    —¿En dónde obtuviste esa pluma?

    —Ya te dije, me cayó del cielo.

    —Pero ¿cómo?

    Lauren se encogió de hombros sin entender la reacción de él. No podía saber que Hazel estaba en verdad perplejo por ver la pluma. Se suponía que todas las plumas que los ángeles desprendían eran desintegradas en cuanto tocaban tierra. ¿Por qué ella tenía esa pluma? ¿Y, a qué ángel pertenecía?

    Lo supo en cuanto Lauren abrió la cajita.

    La pluma era de él. La perceptible energía que sintió salir de la pluma al ser liberada del encierro de la cajita cuando Lauren la tomó con delicadeza para admirarla, le llegó de manera casi brutal, como si de un golpe se tratase. Para Lauren en cambio, fue imperceptible.

    No obstante, la sacudida que la energía le causó a Hazel le hizo sentir en su espalda un hormigueo en todo lo largo de la columna y esto le provocó algo parecido a un agudo dolor que lo hizo encorvarse un poco.

    —¡Hazel! —exclamó ella al ver la mueca de dolor en su rostro. Dio un paso hacia él, pero Hazel retrocedió poniendo su mano derecha al frente para detenerla— ¿Qué pasa?

    Hazel se encorvó más y retrocedió por el pasillo alejándose de ella. Podía sentir la ansiedad de sus alas deseando liberarse. ¡Estaban siendo llamadas por la pluma de Lauren! O mejor dicho, ¡su pluma! La sensación era horrible. Como docenas de cuchillos abriéndose paso en su carne desde adentro hacia afuera.

    ¡Dios! ¡Esa mujer le estaba causando mucho sufrimiento!
     
  5.  
    Marina

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    2498
    Capítulo 5

    Xavier, que andaba aún sobrevolando la gran ciudad, detectó, aunque levemente, la presencia de su amigo, pero aunque fue efímera la revelación, logró captar de dónde provenía la energía y hacia ahí se dirigió, llegando en breve. Se detuvo encima del edificio que habitaba Lauren y traspasando las paredes y techos con su visión, lo encontró. Al verlo tuvo que sofocar una exclamación más que de sorpresa, de horror.

    ¡Hazel había quebrantado la primera y segunda ley, las más prohibidas! Intimar con los humanos y tomar forma mortal.

    Entró al edificio sin poder creerlo y aterrizó en el departamento de la chica, quien aun con la pluma en la mano, se apresuraba por el pasillo tras Hazel, el que a su vez había llegado a la sala, todavía más doblegado por la agonía al sentir la cercanía de ella. Xavier observó la situación sin comprender qué sucedía porque era la primera vez que presenciaba algo semejante, pero luego lo supo. El sufrimiento de su amigo estaba relacionado con la humanidad que había tomado. A eso se había expuesto él, a perder su casi llamada inmortalidad. Entre los suyos no eran el cien por ciento inmortales dado que había una sentencia de muerte para todo el que incumpliera la primera ley y al faltar a la segunda ellos mismos se condenaban a morir, porque el castigo al tomar la forma humana era perder gradualmente sus poderes y sin ellos, perecían. No eran humanos, así que no podían vivir como tales ¡Qué tonto había sido Hazel! ¡Y todo por esa mediocre humana!

    Situándose entre la mujer y él, Xavier levantó una mano y una pequeña esfera de energía invisible brotó en su palma. La hizo flotar ante él y luego la transformó en un muro que los separó de Lauren, quien al llegar a éste, repentinamente se estampó en él y fue tan sorpresivo que retrocedió un paso tambaleándose. Tocándose la nariz ya que ese fue el punto dañado, parpadeó incrédula. No alcanzó a comprender qué era aquello que evitó que siguiera adelante para acercarse a su invitado, así que con recelo tocó ante ella y su mano no pudo traspasar el muro.

    —¡Hazel! —gritó alarmada. ¿Y ahora qué rayos era esa cosa frente a ella? Porque había algo ahí, ¿o no?— ¿Qué está sucediendo?

    Hazel, al ser protegido por el campo de energía se recuperó e irguiéndose, buscó la presencia de quien fuera que lo estuviera ayudando, pero con sus todavía poderes ocultos no pudo ubicarlo. Ese era el pago de debía dar por dicha apariencia y sabía que entre más tiempo estuviera en esa condición, más débil se haría, aunque en él la degradación parecía efectuarse más rápido de lo que había escuchado, pues entre los suyos de vez en cuando se comentaban las leyes y sus consecuencias al quebrantarlas. También era por eso que con esa amenaza, ninguno se hubiera atrevido a ir contra lo dictado. Y lo peor era el castigo de la segunda. Llegar a morir lejos de su verdadera naturaleza les suponía una terrible humillación. Además, ¿para qué desear convertirse en un ser inferior siendo ellos tan gloriosos como lo eran?

    —Lauren —fue lo que dijo, mirando a la chica con seriedad— ¿Quieres retirar esa pluma de mí?

    —¿Qué?

    Hazel apuntó con impaciencia el objeto blanco y luminoso que una vez le perteneció e impaciente reiteró.

    —¡Eso! ¡Ponlo de nuevo en esa caja, por favor!

    La voz imperativa de él la hizo enfadarse un poco, porque quería más bien una explicación, pero haciendo caso se retiró a la habitación para guardar la pluma. Entre tanto, Xavier deshizo el muro protector y enfocando el pensamiento en la mente de Hazel, le hizo saber que ahí estaba.

    Soy yo. ¡Ahora dime qué has hecho! Sabes lo que significa el que tomaras un cuerpo humano, ¿verdad?”

    ¡Xavier! ¿Por qué estás aquí?”

    ¡Oh! ¿Así me agradeces el que quiera salvarte la vida?”

    ¿Salvarme la vida? ¡No es para tanto!”, refunfuñó Hazel sin querer reconocer que su actuación no era para nada buena.

    ¿No? Entonces me iré y te dejaré en manos de esa asesina. Porque por ella te has sentenciado a muerte. Sigue con esto y en serio morirás.”

    No la llames asesina, ella no sabe nada. Además no nos consta exactamente que de verdad se pueda morir con esta apariencia. Quizás eso nos han contado para que jamás nos atrevamos a ir contra las leyes. ¿Quién de los de la Segunda Región se ha atrevido a indagar si es verdad? Ahora dime por qué estás aquí. ¿César te ha enviado? Seguro que sí. ¿Qué quiere de mí? ¿Por qué no me deja en paz?”

    ¡Hazel! Si sólo pudieras escuchar las necedades que estás diciendo. Si es la norma, entonces es verdad, no necesitamos experimentarlo para creerlo. Te has puesto en doble peligro. Ser juzgado por el crimen de entablar comunicación con la humana o morir en tu débil humanidad. Entiende que no somos privilegiados como los de la Primera Región. Ellos sí pueden hacer esto. ¡Tú no, Hazel!

    Pero Hazel no quiso escucharlo y menos porque Lauren hizo acto de presencia. La joven miró con atención a su invitado, pues éste parecía estar en trance, pero no se acercó a él sino que, tentando ante ella con ambas manos dio la imagen de parecer un mimo. De alguna manera se vio algo ridícula haciendo todos esos movimientos.

    —¡Ya no está! —exclamó caminando todavía insegura y sin dejar sus manos quietas— ¿Qué era eso de antes?

    —¿Qué era qué?

    Ella se colocó delante de él y lo miró de manera escrutadora y luego impaciente. Era claro que se hacía el que no sabía nada, pero ella no era para nada tonta. Sabía sin lugar a dudas que él no era inocente y quería que pensara que aquello invisible que la había detenido antes era producto de su imaginación, además, ¿qué había sido todo ese teatro agónico por su parte? En verdad la había asustado. Para ella era obvio que algo lo estaba matando, pero al parecer su malestar había pasado. Entonces pensó en algo de pronto. Tal vez su invitado tuviera hambre porque ella ya la sentía. A él le había dado dolor de estómago por falta de alimento, seguro sólo era eso y prefirió no seguir cuestionándolo acerca de toda esa locura, porque estaba claro que no le diría nada. ¿Él ocultaba algo? Pues sí. ¿Algo que no quería compartirle? También. Así que debía ser cautelosa para descubrirlo si es que iba a tenerlo como huésped. O lo hospedaba o renunciaba a esa hermosa pulsera, pero ya estaba perdidamente enamorada de ella, así que a soportar las rarezas del hombre.

    —¿Quieres comer algo? —inquirió, pero luego se recriminó por la pregunta porque claro que quería comer algo. Ya era tarde y en su ansiedad por la entrevista que tenía con Toledo, ella también se había saltado el almuerzo, por lo que debía ingerir alimento pronto.

    —Yo, la verdad... —Comenzó a decir él pensando que él solía alimentarse de otra manera, de energía cósmica, pero ella no le dio oportunidad de continuar hablando, lo que fue bueno, porque tampoco es que él pudiera revelarle tal verdad.

    La joven se volvió de inmediato para ir a la cocina, en donde hizo un ruido muy fuerte con la vasija, las puertas de las alacenas y quién sabe qué mas.

    “Vámonos, Hazel, antes de que César o alguien más se de cuenta de que haz hecho esta atrocidad. Mientras el poder celestial continúe en ti puedes recobrar tu verdadera naturaleza y volver a la Segunda Región.”

    No iré contigo, Xavier, así que puedes irte sin mí.”

    ¡Hazel, no seas necio! La muerte conseguirás si continúas con esto. Piensa que hasta tu propia identidad clama por salir, por eso el sufrimiento que has sentido antes. No la reprimas más, por favor”.

    —Hazel —Lauren se asomó por la puerta de la cocina—. Ya está, ¿quieres venir?

    Hazel, ignorando olímpicamente la voz de Xavier que continuó con su discurso de persuasión, se deslizó ligero hacia Lauren sorteando los muebles y mientras se acercaba, ella le sonrió. Una deslumbrante sonrisa llena de la más plena sinceridad, pues a Lauren le había hecho gracia que él se acercara con suma precaución a ella. Era como si temiera que lo fuera a morder a algo así. Él sí que era un tipo... extraño. Por alguna razón despertó también su ternura, pues en ese momento le pareció un ser por completo inocuo, de alguna manera cándido.

    —Haz de disculparme —le dijo moviéndose a un lado para dejarlo pasar, haciendo una pausa cuando Hazel se detuvo un momento en el umbral y atisbar el interior, luego continuó cuando él terminó de entrar—: Es sólo un recalentado en el micro de la comida que preparé ayer, espero que eso no sea incómodo para ti. Y como no utilizo el comedor, ¿te molesta si comemos aquí?

    ¡Oh, qué atenta!”, aplaudió Xavier que había ido detrás de su compañero. “Es una trampa para conquistarte, amigo. Así terminará por matarte, en serio.”

    —No me molesta —respondió Hazel sin alterar el rostro por las palabras de Xavier. Con éstas, su amigo le mostraba que sabía más de los asuntos terrenales que él y eso que poco había visitado la tierra—. Y el recalentado está bien, gracias. —Lo dijo como si supiera qué era un recalentado.

    Awww, qué ternura. Si pudiera vomitaría”, manifestó el no invitado, molesto por no poder hacer entrar en razón a su amigo.

    Hazel frunció el ceño mientras Lauren le servía una buena porción a la vez que él se sentaba frente a la barra de madera pulida en color caoba que era parte de la cocina. Miró el alimento como si fuera bicho raro y supuso que eso era el recalentado. Como bien se sabía, jamás le interesó nada relacionado con la especie inteligente de la tierra y por eso ignoraba muchas cosas, pero ahora que ponía atención, no comprendió cómo los humanos podían degustar semejantes cosas. El guisado en el plato parecía un menjurje salido de las entrañas de alguien y como Xavier, si pudiera vomitar lo haría. Suspiró paciente notando que Lauren se sentaba en el extremo más alejado de él y a diferencia suya, comenzó a comer con enorme apetito. Sin darse cuenta, recargó el codo del brazo derecho en la orilla de la mesa, apoyó el mentón en la mano y cómodamente la observó, como si no hubiera nada más que ver. Ella, notando su fijeza, depositó de manera ruidosa el tenedor en el plato ya a medias y fulminándolo con sus orbes ante tan agudo escrutamiento, habló sin evitar ruborizarse de manera escandalosa.

    —¡Qué! ¿Tengo algo raro?

    —No, no. Continúa. Eso que haces es muy interesante.

    Lauren lo miró sorprendida. Eso era tan irregular, pero claro, ¿qué más podía esperar de un sujeto que no tenía dónde quedarse? Ni dinero ni ropa ni hambre al parecer, porque miró su plato intacto. De pronto ella también perdió el apetito. ¿Quién era en realidad ese tipo? Se levantó, recogió su plato y echó en el triturador del fregador el resto de la comida. De reojo miró como Hazel se levantaba y con el plato en la mano se acercó para imitar su acción. Bastante irritada porque había rechazado su sabroso estofado de carne con vegetales, lo miró tirar el contenido y luego lo observó fascinada porque él acercó el rostro a la boca del triturador para mirar más de cerca cómo los desechos orgánicos eran desmembrados por las furiosas aspas.

    —Interesante —lo escuchó musitar—. Tienen inventos peligrosos. No sé por qué no había notado que algo tan pequeño puede causar tanto daño. Imagínate una mano ahí.

    Lauren frunció el ceño estremeciéndose, sin querer imaginarse una mano ahí. El hombre sí que era curioso, así que se retiró desconfiada de él después de apagar el aparato ¿Había hecho bien en introducirlo a su casa?

    —Muy peligroso —Concordó ella sin revelar sus pensamientos y luego sin transición, añadió—: Mira, debo volver a la oficina. El trabajo no espera, ¿sabes? Más bien se pierden las oportunidades si no se aprovecha. ¿Puedo confiar en ti? ¿Encontraré todas mis cosas cuando vuelva?

    —Ya te dije que no soy un ladrón, pero si desconfías, puedo ir contigo.

    —¿Ir conmigo? ¡Oh, no! ¡Claro que no!

    —¿Por qué no?

    Hazel, no hagas eso”, lo aconsejó Xavier que había permanecido fuera de la mente de su compañero todo ese rato y también del pensamiento de ella porque no quería involucrarse más. Él sí apreciaba su vida. “Déjala que se vaya y volvamos a donde pertenecemos.”

    Pero Hazel, empeñado en quedarse al lado de la mujer, lo ignoró y la siguió cuando ésta fue a la sala a tomar el bolso que había dejado en uno de los sillones. Volviéndose a mirar a Hazel, le dijo.

    —No puedo llevarte conmigo porque...

    Me distraes demasiado”, quiso decir, pues a pesar de todo lo raro que podía parecer, él tenía algo cautivadoramente noble que la atraía de manera inesperada. Pero ella no estaba en ese momento interesada en tales distracciones. Por favor, un futuro brillante con la empresa Toledo se abría para ella, no tenía tiempo para nada más. No terminó la frase, sino que mejor se apresuró a la puerta y antes de salir, se volvió a verlo de nuevo diciéndole con voz fría.

    —Si en algún momento te da hambre, hay más estofado en la nevera. Y por favor, no toques nada, como ese triturador por ejemplo. ¡No lo enciendas y mucho menos vayas a meter la mano ahí! —Por alguna razón pensó que eso pudía hacer, pero luego se sintió abochornada por decirle semejante cosa porque era claro que él no era un retrasado mental... sólo era curioso y por eso decía esas cosas—. Tu habitación está al lado de la mía por si quieres descansar. Es la que mi hermano ocupa cuando me visita, así que también encontrarás su ropa en el clóset. Creo que te quedará bien, así que puedes usar lo que desees. Bien, adiós.

    Hazel quiso ir con ella, pero sólo se limitó a verla partir. De pronto se sintió muy solo, cosa que lo tomó por sorpresa porque esa soledad era diferente a la que estaba acostumbrado. Era verdad que a él le gustaba andar solo casi todo el tiempo, pero esta fue una situación distinta. La presencia de Lauren había llenado ese gran vacío interior sin que se diera cuenta, notándolo ahora con su ausencia. Así de rápido. Y si no es porque Xavier se lo hizo saber, no se hubiera enterado que hasta él llegó el sentimiento de abandono, un frío aislamiento y algo más que ninguno supo definir.

    ¿Qué te está pasando, Hazel?, le inquirió completamente extrañado “¿Y qué es esta cosa que me llega de tí?”

    No lo sé, Xavier. Te juro que no lo sé”.
     

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