Escoltados por los Ferropaladines, caminasteis por la cubierta del barco con paso lento, Lucas andando justo delante de ti, y ambos, de un modo u otro, bastante contenidos e imposibilitados para actuar. No solo por las consecuencias que podía tener y estaban implícitas, sino porque tanto el pokémon de Lucas como Zuki habían quedado desgastados (unos más que otros, claro) tras aquel enfrentamiento. Hacía pensar que... quizá era todo parte del plan de Valiant. Desgastaros era la idea. ¿Podía ser? ¿O quizá pensar eso era algo paranoico? Con todo, no esperabas, probablemente, lo que pasó después. Te encontrabas siguiendo al Ferropaladín que tenías delante, que abrió una puerta que llevaba a una zona en la popa del barco, cuando un ruido empezó a hacerse bastante notorio, agrandándose más y más en la distancia. Eran pasos. Muchos, muchos pasos. Y gritos. Y golpes. Y... Os girasteis para ver cómo una horda de pacificadores había, aparentemente, salido del lugar donde estabais encerrados, a saber por qué motivo, y se apiñaban unos con otros, peleando con decenas de aquellos extraños Marowak que pululaban la zona. Sonidos de alarma empezaron a sonar por toda la cubierta, y los Ferropaladín que os acompañaban pronto se distrajeron y corrieron a la muchedumbre, uniéndose a la batalla. Todo se volvió caótico muy pronto: pacificadores revelándose y luchando contra las máquinas, una puerta abierta hacia quién sabe dónde, tú con un prisionero que parecía ser valioso para Chance y yendo donde Valiant quería, y Vince y Adam, pues... a saber dónde, pues era imposible ubicarlos entre la muchedumbre. Aquel escenario tenía muchos posibles desenlaces, y pocos de ellos terminaban bien. El caos en el SS Destino empezaba a desatarse, y tú te viste en medio de todo este. Y si no fuese porque Lucas no tenía en plena forma a su pokémon, quizá estarías en serios problemas ahora que estabais tú y él a solas. Ahora, técnicamente, tú eras la única persona que lo retenía. Si es que siquiera estabas reteniéndolo. Y a ti, bueno. A ti nadie te retenía en esos instantes, pero, ¿cómo acabaría todo aquello, al final? ¿Q-Qué debías hacer tú en ese escenario?
Era de película, en serio. El momento en que la puerta se abrió y me detuve un instante, dubitativa, antes de cruzarla, el rumor de un auténtico caos se precipitó sobre nosotros como una avalancha. Los pacificadores salieron a tropel y coparon la cubierta, luchando contra los guardias y distrayendo a nuestros escoltas. ¿Qué mierda había ocurrido ahí dentro? ¿De verdad se habían rebelado contra el Imperio? Hacer esto, aquí... ¿tenía alguna clase de sentido? Empecé a lanzar los ojos en todas direcciones, intentando decidir qué hacer. Cruzar la bendita puerta, obviamente, ya no era una opción. Con todo, agradecía la ventana. Había soltado a Diamond, pero pronto lo volví a jalar hacia mí, lo forcé a dar la vuelta y lo empujé, apresurándonos en la dirección de la que habíamos venido. —Esto se pondrá feo, estás indefenso y no me apetece cuidarte como princesa —le fui diciendo, alzando la voz para que me oyera en medio del bullicio—. Vamos a intentar despertar a tu Empoleon. Mueve el culo, anda. Mientras avanzaba intenté ubicar a Vince o a Adam entre la multitud, pero no hubo caso. Zuki nos seguía de cerca, con el martillo fuertemente agarrado en sus dos manos.
Intenté entender los controles de la habitación sin éxito. No sabía exactamente qué estaba buscando, pero encontrar instrucciones detalladas era demasiado optimista. Antes de que pudiéramos avanzar, un Pokémon entró a la sala. ¿Drakloak? Parecia que íbamos en la dirección correcta. No pasó mucho tiempo antes de que por el umbral apareciera alguien más. Mi cuerpo se tensó de inmediato. Encontramosen la salida… pero no estábamos solos. ... ¿Otro humano? Hasta ahora había pensado que el barco estaba lleno únicamente de pacificadores y bichos de metal. ¿También había prisioneros? Lo observé con alarma. Por los golpes y moretones, cualquiera diría que había intentado escapar a base de fuerza bruta. ¿Estaba solo? Revisé rápidamente la habitación por la que había llegado, pero no parecía haber nadie más. Necesitábamos entender sus intenciones. No parecía saber de la rebelión que sucedía arriba, tal vez el traje de pacificador podría servir para algo... —Eh, quieto ahí, muchacho. ¿De dónde saliste? —pregunté con cautela. Al ver el Indeedee tras él, noté la preocupación cruzar el rostro de Vince—. ¿Conoces a Marcoh? Mientras examinaba sus heridas, una ola de compasión me atravesó sin permiso. Se notaba que había pasado por un infierno. Mi instinto de curandero se asomó… y desapareció tan rápido como llegó. Si intentaba atacarnos, su estado debilitado lo hacía fácil de reducir. Pero no podíamos confiarnos. Sin que se notara, estudié la sala en busca de algún instrumento que pudiera servirnos si la situación se tornaba… desagradable. Contenido oculto Naiki