Mini-rol Arcadia Nova | Pokémon Rol Championship

Tema en 'Salas de rol' iniciado por Andysaster, 4 Septiembre 2025.

  1.  
    Andysaster

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    No me gustaba esa sensación. No me gustaba esa punzada insistente en la boca de mi estómago. Usualmente nada ni nadie era capaz de generarme lo suficiente como para sentir incomodidad, molestia o tristeza alguna. Me deslizaba por la vida como una nómada que no tenía nada que perder, ni nada que le importase lo suficiente con la salvedad de su mejor amigo y su bajo. Lucía apática, desapegada e impávida la mayor parte del tiempo; olvidando con el tiempo, tal vez, que yo también era capaz de sentir.

    Que yo también era humana, por más incomprensible y extravagante que resultase a ojos de los demás.

    Las palabras de Ai recrudecieron aquellas sensaciones. Ahora ya no era molestia; también era impotencia, confusión y el inicio de cierta inseguridad, tal vez. Vacilé por un milisegundo, se me notó en los ojos y agaché de nuevo la mirada, apretando mis manos en dos puños prietos sobre mis muslos.

    No. No había hablado con Poly sobre esto. Nos lo contábamos todo, no tenía motivos para no hacerlo. Pero la ínfima posibilidad de escuchar la respuesta que tanto me aterraba, por más remota que fuese me congelaba en el lugar, silenciando mi propia voz.

    Después de todo, lo había confirmado ella misma.

    "Yo no hago esas cosas. Es Poly quien quiere acercarse a mí".

    "No sería verdaderamente feliz sin ti a su lado".


    —Poly ha estado conmigo desde que tengo uso de razón —Hablé entonces, sin mirarla directamente a los ojos esta vez. Hacerlo me generaba un desagradable nudo en la garganta, uno que era incapaz de combatir—. Lo conozco bien. Casi tanto como él me conoce a mí. Sé que no puede contener su emoción cuando se trata de los concursos; también sé reconocer la tristeza en sus ojos, cada vez que pasan alguno en directo por la tele. Es su sueño... Y yo no puedo dárselo.

    La abuela siempre nos lo decía cuando nos hablaba del amor de su vida, ese que, por designios de la vida, no funcionó. "Querer es saber dejar ir". Yo no había comprendido la trascendencia de esas palabras hasta entonces... Pero ahora podía ver con claridad a qué se refería.

    Alcé mi mirada gris hacia aquella mujer. El cielo nublado de mis ojos se encontraba ligeramente cristalizado, pero había determinación en mis ojos. La determinación de alguien que había llegado a una conclusión desde hacía tiempo.

    >>Sé que me quiere, pero también sé que podría sentirse pleno en otro lugar. De modo que no voy a cortarle las alas —El corazón me golpeaba con fuerza entre las costillas, sintiéndome sobrepasada por todo lo que experimentaba y sentía, pero me las arreglé para hacer una reverencia formal. Una que cargaba todos mis deseos y el enorme cariño que sentía verdaderamente hacia Poly—. …Lo dejo en tus manos.

    >>Leele cuentos antes de dormir para que no tenga pesadillas, y dale su medicina para las plumas dos veces al día, después de cada comida. Si se la escondes en alguna chuche, no lo notará.

    Tensé los labios en una fina línea. Me estaba costando un mundo decir aquellas palabras, pero sabía que era lo correcto. Tomé una bocanada de aire antes de agregar, con voz queda.

    —Por favor, cuídalo bien en mi ausencia.




    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​




    ˙✦『Liza White』✦˙

    Le devolví la mirada a Mimi con liviandad, compartiendo en cierta forma lo que debía estar pensando. Me sentía extrañamente feliz por aquel niño, como una madre orgullosa que veía a su hijo avanzar un paso en la dirección correcta. Los niños que rodeaban a Aika correteaban de aquí a allá y le dirigí a Dylan una mirada de soslayo, invadida por un pensamiento repentino. Cuanto más observaba su carita, ahora iluminada por la alegría que Aika le había hecho sentir con sus palabras, más me reafirmaba en el hecho de que nuestro pequeño era el más mono de todos los niños allí presentes.

    ...¿Otra vez ese orgullo maternal? ¿Y ahora hasta comparaba criaturas, como si fuese una especie de competición originada por un grupo de madres sin nada mejor que hacer?

    ¡Quita, que aún era muy joven para eso!

    —¡Quien llegue el último es un Exeggcute podrido!

    —¡Ah, espera! ¡Yo no quiero ser eso!

    Dos niños pasaron por nuestro lado entre risas, y la luz en los ojos de Dylan titiló. Agachó la mirada, pareció dudar por un instante, y fue en ese momento donde decidí intervenir. Las inseguridades no tenían cabida aquí.

    Estaba rodeado por sus nuevas amigas, después de todo.

    —Ya va siendo hora de subir a la tirolina, ¿no? —Jackie secundó mi emoción y le dirigí una media sonrisa, agradecida por contar con su apoyo. Dylan apretó un poco nuestra mano y entonces busqué los ojos de Mimi, con uno de mis impulsos repentinos entre manos—. Mims, nuestro pequeño amiguito necesita un empujón. A la de tres, impulsa el brazo con el que lo sostienes hacia arriba.

    —¿E-eh…? —El niño nos miró, tomado por sorpresa. El miedo en sus ojos desapareció al ver la confianza y amabilidad en nuestros gestos, dando paso a la curiosidad—. ¿Qué vais a…?

    —¡Una! —Cuando Honda pareció comprender lo que le proponía, di un paso al frente—. ¡Dos! —Tomé carrerilla, usando los pies de ancla, y ambas impulsamos a Dylan hacia arriba, sin soltar su mano, haciendo que este avanzase un metro desde el aire—. ¡Tres!

    —¡W-Woah…!

    Dylan aterrizó juntando sus pies. Me incliné sin soltar su mano, comprobando con una mirada cauta si aquello le había gustado, o tal vez le había dado aún más ansiedad.

    —¿Y bien? —Tanteé un poco—. ¿Mejor?

    Cuando temí que su falta de respuesta derivase en lo segundo, la sonrisa en sus labios me hizo sentir aliviada.

    —¡Eso ha sido… genial! —El niño dio un par de saltitos, tironeando de nuestras manos entre risas—. ¡O-Otra vez, otra vez!

    —¡Pichu pi!

    —¡H-Hey, hey! ¡Que nuestros brazos también necesitan descansar! —Contagiada por su risa, vibrante y cristalina, me animé a seguirle un poco más el ritmo—. Venga, Mimi. Toca trabajar otro poco.

    —¿Eeeeeeeh? —Uno de los niños de Aika se le acercó, mirando la escena con algo de envidia—. ¡Yo también quiero, Aika!

    —¡Y yo, y yo!

    Oh, no. P-pero Aika no tenía tantas manos…

    Al cabo de un rato, todos llegamos a la cúspide de la atracción. Una monitora, la cual se encargaba de colocar el arnés y asegurarlo a la estatura y complexión de cada persona, nos saludó nada más llegar. Impulsó con cuidado a una niña y esta se deslizó en el aire, soltando una exclamación ahogada producto de la impresión y de la adrenalina.

    Dylan entonces fue consciente de la altura de la atracción y tal vez del vértigo que no sabía que sentía hasta que fue demasiado tarde. Aunque nuestra tontería y la presencia de todas lo había animado, había alcanzado al final boss: el salto de fé.

    En ese momento estaba ayudando a Aika a contentar a los niños con el estúpido salto (¿en qué momento se me había ocurrido hacerlo? ¡Iba a tener agujetas al día siguiente a este paso!), de modo que Dylan se quedó a solas con Mimi. Este, sintiendo un repentino oleaje de temor, se abrazó a su pierna. Jackie trepó hasta el hombro de la chica, agachando las orejas con tristeza al notar el temblor en su mejor amigo.

    —No… No quiero bajar…

    —Pi…

    En ese momento, la monitora notó el miedo de Dylan y se volvió hacia Mimi entonces.

    —Si no quieres tirarte solo, puedes hacerlo con un adulto —Le sonrió al niño, amable—. ¿Quieres tirarte con ella?

    El castaño tardó unos segundos, pero terminó por asentir contra su ropa.
     
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    Yugen

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    Me tomé la libertad se incorporarme de la silla y rodeé su cuerpo con mis brazos atrayéndola apenas hacia mí. No fue una reacción pensaba si no un impulso nacido del deseo de cuidar y proteger. Admiraba la fragilidad humana, adoraba esos momentos honestos y vulnerables pero en lugar de resultarme entretenidos o de recrearme en ellos, me impulsaba a sostenerlos irrefrenablemente, como delicados pétalos a punto de caer.

    No presioné de más ni afiancé la fuerza de mis brazos alrededor de su cuerpo por si quería apartarse en cualquier momento. Dejé que fluyera, libre, que se deslizara de mi agarre como gotas de lluvia entre los dedos si era lo que realmente deseaba hacer.

    Después de todo, mi presencia le resultaba de todo menos bienvenida.

    —¿Sabes, mi pequeño brote de primavera?—hablé a media voz, pausada, con un tono de voz lo suficientemente confidencial para que solo ella me escuchase. El mundo a nuestro alrededor se redujo a ese pequeño instante detenido en el tiempo—. Siempre he creído que el cuerpo se cansa antes que el corazón.

    Sentí como si esas palabras estuvieran dirigidas a mí misma. Como si una voz antaño perdida me las recordase nuevamente. Mi propio corazón titubeó brevemente y cerré los ojos buscando paz que transmitirle.

    Algo que sostenerse.

    >>Crees que Poly estará mejor conmigo porque sus ojos brillan con luz propia cuando me ve—dije—. Pero no es a mí a quien mira si no a la meta que aspira alcanzar. Yo solo represento un ideal; mas su interés en mí no es más que un espejismo. Un sueño pasajero jamás debe interponerse en lo que verdaderamente desea el alma.

    Era transparente como un cristal y al mismo tiempo atolondrado y confuso. Me preguntaba si Poly sabría del daño que infligía su actitud en la persona más cercana a él. Si su interés en mí había cegado su juicio, yo me disculparía en su lugar. Pero me inclinaba más a creer, probablemente con toda certeza, que Poly no sabía nada.

    No tenía forma de asegurarlo, por supuesto. Me gustaba observar, era particularmente perspicaz por este mismo motivo. Pero observar no te daba todas las piezas del puzzle y a veces rellenaba los huecos faltantes con mis propias impresiones y conjeturas.

    >>¿No crees que estás siendo egoísta al pensar que sabes qué es lo que quiere cuando ni siquiera le has pedido su opinión?—Aunque podría parecerlo en mi voz no había ni enojo ni reproche, era si se quiere un consejo, una guía que podía o no seguir. Yo no podía ni tenía intención alguna de elegir por ella, eso era algo que le correspondía solo a Dianthus. Pero si me lo permitía no tendría reparo alguno en ayudarla a elegir— ¿Crees de verdad que está bien decidir en su lugar? ¿Especialmente algo con tanta transcendencia como esto? Me siento halagada, pero no puedo aceptar algo así.

    Apoyé mi mejilla sobre su coronilla. Buscaba transmitirle cierto consuelo, calor ahora que verdaderamente parecía necesitarlo.

    Además de guiar también sabía sostener. Si las flores me habían instruído en algo, entre sus múltiples enseñanzas destacaban por encima de todo el cuidado y la paciencia.

    —Si su lugar estuviera a mi lado sabría que debo leerle cuentos para que tenga sueños pacíficos, o que su medicina debe tomarla dos veces al día—hablé con suavidad—. Sabría qué cosas le gustan y cuáles no, cual es su chuche preferida... tal vez incluso qué tipo de cuentos prefiere escuchar antes de dormir.

    >>Pero no soy yo quién lo sabe. Eres tú. ¿Dónde si no estaría Poly mejor que con la persona que más lo conoce?


    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​


    ★『Mimi Honda』★

    Era... extraño, tal vez. Pero me sentía verdaderamente feliz por este niño. Verle sonreír e intensificarse el brillo apagado de sus ojos hacía que mi pecho se llenase de calor. Generalmente los niños me parecían más una molestia que otra cosa... me costaba verme a mí misma como madre. No tenía paciencia ni la actitud adecuada para tratar con mini personitas con sus propias agendas. Pero cuanto más miraba a Dylan, más sentía esa llama perdida titilar en mi interior.

    Quizás podría ser una buena madre y todo.

    Cuando comprendí las intenciones de Liz, una sonrisa resuelta se extendió en mis labios y ambas impulsamos a Dylan por los brazos. Pareció gustarle y especialmente logró relajarle, que era justo lo que Liza pretendía hacer. Había logrado despejar su mente.

    Pero los niños de alrededor de Aika eran todos unos caprichosos. Por mucho que Izumi quisiera complacer sus demandas, no tenía tantos brazos. Pronto se vio superada por la situación.

    —Sí, sí—le asintió al grupito de niños, liviana, pero pude ver una gota de sudor frío deslizarse por su mejilla—. ¡Lizachi, voy a necesitar una ayudita por aquí!

    Cuando finalmente alcanzamos la tirolina, la monitora no tardó en fijarse en nosotros. Aika y Liza estaban jugando con los niños y los únicos en la fila éramos Dylan y yo.

    —¿E-eh...?—solté.

    —¿Te da miedo también?—Dylan preguntó buscando apoyo en mí. Pero yo, porque soy esa tonta orgullosa, repliqué sin pensar:

    —Claro que no. Un salto así no es nada para mí—aseveré—. Lo he hecho cientos de veces.

    Dylan asintió con inquietud y sus dedos se cerraron con más fuerza sobre mi pierna. Sus ojillos iban y venían entre la tirolina y yo.

    Ugh, era una completa bocazas. ¿Por qué no podía mantener la boca cerrada? ¿Es que no había aprendido nada en los seis años que llevaba en Galeia?

    —¿Saltarías conmigo?—preguntó tímidamente, temiendo una negativamente taxativa—. M-me daría menos miedo así...

    Mi corazón dio un pequeño brinco.

    —¿H-huh?

    Miré a Dylan como si lo viese por primera vez. Sus ojos verdes parecían transpasarme brillando con ligeras lágrimas atrapadas en las pestañas. ¿Quién le había enseñado a poner esa expresión? ¡Liza no había tenido tiempo!

    Por un instante me pregunté si no había otra persona más adecuada para hacer esto. Pero Aika estaba ocupada con el grupo de niños tratando de no ser avasallada con la insistencia de todos ellos y tenía la impresión de que Liza me observaba, esperando que fuese yo quién saltase con él. Me había puesto en una encrucijada sin saberlo.

    Jackie sobre mi hombro agachó las orejas.

    —Pi...

    No me gustaba esa situación, me habían acorralado entre la espada y la pared. Pero tampoco tenía corazón como para negarme a saltar con él y mi orgullo me impedía recular y retroceder. No había salida posible: Ese era un camino de un solo sentido.

    Solo quedaba seguir hacía delante.

    —De acuerdo—acepté sin remilgos y me acerqué a la monitora para que nos ajustara el arnés de seguridad—. Dylan, agárrate fuerte. Vamos a hacer esto juntos.

    Los ojos del niño parecieron iluminarse como pequeñas estrellas animado por tener compañía y asintió un par de veces antes de tomar mi mano. No íbamos a poder saltar así, pero igualmente le devolví el apretón, cómplice.

    —Ya lo has hecho antes, ¿verdad?—inquirió—. Cientos de veces.

    Le dirigí una sonrisa de disculpas. Le había mentido. Ugh, era de lo peor.

    —La verdad es que no—me disculpé sintiendo un regusto amargo en la garganta—. También es la primera vez.

    Me contuve para no gritar cuando saltamos con el corazón latiéndome acelerado en el pecho... y la tirolina se deslizó por el cable a toda velocidad.
     
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    Andysaster

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    ✵『Miki Chigusa』✵

    Noté sus brazos rodeando mi cuerpo y aunque mi primer impulso fue apartarme, las fuerzas me traicionaron. Repentinamente mis músculos no respondían, y entonces entendí sus palabras.

    Mi cuerpo llevaba demasiado tiempo cansado, mucho antes que mi corazón.

    La escuché hablar con los ojos cerrados, luchando inútilmente contra las lágrimas que me ardían detrás de las cuencas. La escuché y quise replicar, consciente de que aquel no era un sueño pasajero, ni mucho menos un capricho. Era algo que le había acompañado toda su vida, y que probablemente lo hiciese hasta el día que expirase su último aliento.

    Pero mi voz también me traicionó. Separaba los labios y nada salía; el nudo en mi garganta retenía mis palabras. Apoyó su mejilla sobre mi sien y aunque mi cuerpo se tensó irremediablemente, sentí una mezcla de emociones contradictorias. Quería apartarla y a la vez su calor mitigaba parte de esas sensaciones desagradables. Deseé que las silenciase todas.

    No quería sentir.

    No así.


    Permanecimos así unos minutos, aunque en realidad Ai ya hubiese terminado de hablar. Ella no se apartó y yo no hice el intento. Era una mujer extraña. Sibilina y taimada, pero sorprendentemente cálida. Hacía tiempo que no recibía un abrazo así; solía rechazar el contacto físico en general. Quise creer que eran parte de sus métodos para engatusar a los demás, pero resolví que podía quedarme allí unos minutos más. Para mantenerla vigilada. "Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más", o eso decían.

    Entonces, contra todo pronóstico, algo sucedió.

    Sobrevolando las nubes, Poly descendió al aproximarse a la zona de los merenderos, batiendo sus alas hasta posarse sobre la mesa. Lo miré con los ojos abiertos y rápidamente me sequé las lágrimas, desviando la mirada con contrariedad. El ave parecía tan agotado por el vuelo que no pareció percatarse de eso.

    —Uf, esas tres no paran quietas. ¡Ahora tienen un ejército de niños siguiéndoles los pasos, cruack! —Se adecentó algunas de sus despeinadas plumas y nos miró, recuperando a duras penas el aliento—. Decidí esperarlas directamente aquí. Tengo que conservar las energías para la... —Entonces notó que algo se salía fuera de lo común. Tal vez mi mirada enrojecida, o el hecho de que Ai me estaba conteniendo. Su expresión mutó en genuina preocupación—. ¿Miki...? ¿Señorita coordinadora? ¿Sucedió algo en mi ausencia?

    El corazón me golpeó con urgencia en el pecho y tensé los labios. La mirada de Poly me atravesaba el alma y su insistencia por comprobar mi estado me hizo recular.

    Debía decírselo, ¿no? Debía preguntarle qué es lo que deseaba hacer él. Sin asumir nada en su lugar.

    Entonces... ¿Por qué no me salían las palabras?




    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​



    ˙✦『Liza White』✦˙

    —¡Otra vez!

    —¿Ehh? —Una de las niñas exclamó con indignación—. ¡Yo iba después!

    —Ya va, ya va~ —aseguré, indulgente, e intercambié una mirada rápida con Aika. Le dirigí una sonrisa de circunstancias—. ¿No crees que les estamos consintiendo demasiado?

    Bueno, fuera cual fuera la respuesta, ya era un poco tarde para eso, ¿no?

    Permanecimos unos minutos extenuantes replicando el juego con cada uno de los niños, tal vez más veces de las que me gustaría admitir. Estaban por todos lados, aparecían de la nada y nuestro corazón era débil ante la mirada de los infantes.

    Era una trampa mortal. No teníamos escapatoria.

    En determinado momento, mientras levantaba en el aire a un niño por duodécima vez, les dirigí una mirada fugaz a Mimi y a Dylan. El niño se había aferrado a su pierna, les escuché hablar sin comprender lo que decían, pero podía asumirlo por el contexto. Tal vez Dylan no se animaba a descender solo y, por la expresión de Mimi, algo me decía que no era el único que sentía animadversión hacia la tirolina.

    Me descubrí a mí misma observando el desenlace de la escena con algo que rozaba la fascinación. Desde el momento en el que Dylan le puso ojitos (¿Me había visto hacer eso acaso? ¡Tenía talento!) hasta el instante en el que Mimi accedió. El lenguaje corporal hablaba por sí solo y un sentimiento cálido se extendió por mi pecho al verles darse la mano, dispuestos a superar ese miedo juntos. Seguí los movimientos de Mimi, abstraída, y fue imposible no pensarlo.

    Lo mona que se veía así. Siendo solo ella.

    En determinado momento Aika me sacó de mi trance, pues requería asistencia, y enrojecí al darme cuenta de mi breve lapsus.

    —¡Ah, sí, perdón! —resolví con urgencia—. ¡Ya va!

    Mimi y Dylan no tardaron en deslizarse por la tirolina y los niños soltaron una exclamación de asombro al verlos hacerlo juntos. El pequeño que esperaba a ser impulsado el siguiente se cruzó de brazos, con una expresión de suficiencia, y le dirigí una mirada de soslayo cuando pareció hablar al aire.

    —Pft —Se mofó—. Ese niño es un cobarde. Yo me he bajado solo cinco veces.

    Fue irremediable no sentir la molestia como mía, aún si su comentario no iba dirigido a mí como tal. No supe si se trató de la forma despectiva con la que hablaba, creyéndose mejor que el resto, o tal vez porque se trataba de Dylan y de nadie más. Pero al terminar con la niña que lo precedía respiré hondo, me acuclillé a su lado, e hice de tripas corazón para dirigirle una sonrisa paciente, si bien se notaba cierta tensión en la forma en la que elevaba la comisura de los labios.

    —Eso no es cierto —desestimé sin miramientos—. Ese niño es el más valiente de todos por ser capaz de enfrentarse a sus miedos.

    >>Porque tú también los tienes, ¿no es cierto?

    El niño pareció sorprendido por mis palabras. Procesó con cautela la información, y asintió con cierto desgano al poco tiempo, confirmando lo que decía. Mi sonrisa se suavizó, victoriosa.

    —A mí me da miedo la oscuridad —Agregó otro de sus amigos, alzando la mano.

    —A mí los Spinarak. ¡Iugh!

    Uno por uno fueron revelando sus miedos, y Aika y yo los escuchamos con una mezcla de ternura y comprensión. Entonces, uno de ellos me tironeó de la camiseta, y busqué sus ojos con curiosidad.

    —¿Tú también tienes miedo a algo, Liza?

    Aquella pregunta, en apariencia inocente, tuvo la contundencia suficiente como para hacerme trastabillar. Fue como explotar la burbuja de paz en la que me había sumergido desde que habían iniciado mis vacaciones. Era fácil olvidar la fragilidad humana cuando mantenías la mente distraída. Pero por más que uno se esforzase en engañarse a sí mismo, jamás se podía huir de uno mismo del todo.

    Mi mirada se ensombreció en contra de mi voluntad.

    Sí, cielo.

    Vivo aterrada de mi propia mente
    .

    —¡Timmy, mira lo que hiciste! —El reproche de una de las niñas me sacó de mi ensimismamiento—. ¡Has puesto triste a Liza!

    —¿Eeeh? Pero si yo no... —El pequeño agachó la cabeza, apenado—. Lo siento mucho.

    Sintiéndome culpable negué con la cabeza, acariciando su cabello con mimo. Ojalá tuviese las cualidades de actriz que tenía Mimi. Tal vez así pudiese evitar una vez más la preocupación en los ojos de los demás.

    No la soportaba.

    —No has hecho nada, tranquilo. Tan solo necesitaba pensar la respuesta —Volví la mirada hacia la tirolina, indicándole a la monitora que yo sería la siguiente en bajar. Al asomarme agité mi mano hacia Dylan y Mimi, quienes esperaban por nosotros abajo. La brisa me meció el cabello y entonces me volví hacia el niño para encarar su pregunta, teniendo clara la respuesta.

    Asentí.

    >>Sí. A mí también me dan miedo muchas cosas, cielo.
     
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    Yugen

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    El tiempo pasó sin prisa y Dianthus no hizo ademán alguno de querer alejarse. En el momento en que me apoyé sobre su cabello pude sentir la tensión en un músculos y retrocedí apenas, al menos lo suficiente hasta que volvió a relajarse y se hundió entre mis brazos buscando un calor que parecía escapársele. Simplemente me mantuve allí en silencio, sosteniéndola, porque a veces este era más explicativo que las propias palabras.

    Ninguna de las dos dijo nada más, pero tampoco parecía ser necesario. Entendía la situación, entendía su disyuntiva interna y su temor como si fuera propio. Especialmente entendía su impotencia cuando llevaba tanto tiempo conviviendo con Poly, pasando tiempo con él y conociéndole, pero siendo incapaz de darle su más anhelado deseo. La notaba exhausta. Y me pregunté cuanto tiempo llevaba guardando esos sentimientos, ese temor para sí.

    No negaría la impresión que Miki tenía de mí. Era sibilina y taimada, aunque no de un modo hiriente. Mi intención no era lastimar. Podía, si se quiere, ser todo lo opuesto. Ni siquiera a pesar de las muchas peticiones que había recibido a lo largo de los años había podido lastimar a nadie ni pidiéndomelo. No era ese tipo de sádica, ni siquiera me consideraba una sádica como tal. Hacer daño no era algo que disfrutaba hacer.

    ¿Cómo lo haría, cuando adoraba cuidar y proteger? ¿Cuando mi trabajo como florista me impulsaba a asegurarme de que los pequeños brotes crecieran fuertes y hermosos?

    No. Mis gustos podían ser parecidos pero eran a la vez muy distintos. Era el tipo de persona a la que le gustaba jugar con las situaciones, amagar y tentar... ofrecer algo y negarlo en último momento. Tenía esa personalidad juguetona y al mismo tiempo era generosa y atenta cuando sentía que debía serlo. Situaciones así eran para mí como respirar.

    Pero jamás dañaría ni un solo pétalo de mis amadas flores.

    En algún momento un ligero aleteo llamó nuestra atención. Miki se tensó entre mis brazos y apartándose, se apresuró a secar sus lágrimas, angustiada. La dejé hacer y dirigí mi atención hacia el Chatot recién llegado. Pareció contrariado al percatarse de la situación.

    Decidí interceder.

    —Tranquilo Poly, todo está bien—aclaré con tranquilidad, liviana. No era del todo mentira pero tampoco era cierto en su totalidad.

    Miki tenía que hablar con él y preguntarle qué quería hacer exactamente, solo entonces sabría con certeza como proceder. Sabía que la situación no era fácil, que arriesgaba algo imprescindible e irremplazable, y también sentía la inquietud de Dianthus, su temor a una respuesta lapidaria que sentenciaría su relación. Si no había sacado antes el tema era simplemente porque temía su desenlace. Pero a mi modo de verlo, era necesario. Sea cual fuere la respuesta.

    Solo entonces se quitaría ese peso del corazón.

    —Voy a por algo de comer. Después de todo, parece que sí tenía un poco de hambre—solté una pequeña risa, afable, buscando relajar el ambiente repentinamente tenso y al alejarme de Miki, apreté suavemente sus hombros con complicidad. Hablé cerca de su oído con un tono lo suficientemente cálido como para infundirle valor—. Estoy por aquí cerca, ¿vale?

    Era algo que debía hacer sola. Sin embargo, le vendría bien saber que si lo requería contaba con mi apoyo. Que podía sostenerse en mí.



    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​


    ✧『Aika Izumi』✧

    Me gustaba jugar con los niños como a la que más pero mis brazos empezaban a estar un poquitín doloridos con tanto movimiento. Lo disimulada con sonrisas y risas y ver esas caritas sonrientes hacía que todo mereciese la pena... pero iba a necesitar una vacaciones después de esto.

    —Si no los consentimos ahora que son pequeños...—le respondí a Liza esforzándome por alzar a un... había perdido la cuenta. No tenía tanta capacidad de atención. Me reí por no llorar, tratando de ignorar la tensión en mis brazos— imagínate hacer esto cuando sean grandes... necesitaría los brazos de un Machamp, Lizachi. ¡De un Machamp, te digo!

    Estuvimos un rato más jugando con los niños incapaces de negarles nada. Me recordaban a mis hermanos y tenía la misma problemática con ellos. Decirles 'no' era todo un mundo para mí. ¿Quizás porque a mí me había dicho que no un montón de veces? No lo sabía con certeza, pero reconocía esa impotencia y frustración cuando no estaba justificada. Nunca había sido la consentida de nadie.

    —¡A mí me da miedo mi jefe!—exclamé pálida y me abracé a mí misma recordando todas las veces que me había regañado por llegar tarde. Geh—. Es terrorífico.

    —¿Cómo de terrorífico?—preguntó uno de los niños, un pelirrojo pecoso— ¿Como Giratina?

    —¡Peor!

    —¡W-woah!

    —No pueden ser peor que las tareas del cole... esas cosas sí que dan miedo.

    Estaba completamente de acuerdo. Siempre se me habían dado mal. Todo lo que tenía que ver con los estudios, memorizar conocimientos y hacer exámenes era como pisar el infierno para mí. Al principio me había esforzado todo lo que podía pero al ver que no rendía frutos, intentaba escaquearme cada vez que tenía la oportunidad. Era un caso perdido, ¿eh?

    Crucé las manos detrás de mi cabeza.

    Minato era la verdadera estrella de la familia. Yo solo era... bueno, yo.

    ... ¡P-pero no era momento de estar pensando en eso! Nos estábamos divirtiendo y no podíamos tener esas caras largas estando rodeadas de tantas almitas inocentes. ¡Hora de sacar tu mejor sonrisa, Aika! Go, go!

    Me acerqué a Liza por la espalda y le eché los brazos sobre los hombros. Parecía un poco triste y no encontré mejor forma de distraerla. Al menos eso se me daba bien. Escurrir el bulto era mi especialidad.

    —¡Liza~chi!—casi canturreé con genuina diversión y sonreí entre dientes—. ¿Bajamos juntas? ¿No te apetece ser un Kangaskhan hoy?

    >>Oye, hablando de eso... ¿Por qué Kangaskhan nace de un huevo ya con la cría? ¿De dónde sale esa cría? ¿El Kangaskhan bebé no debería ser su preevolución?—suspiré con dramatismo practicamente derritiéndome sobre su espalda—. Estas cosas no me dejan dormir de noche.
     
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    ˙✦『Liza White』✦˙

    Había adquirido un comportamiento que rozaba lo insalubre desde que mi estado anímico mejoró. Como un Spoink que saltaba sin descanso para evitar su funesto destino, detenerme significaba darle espacio a mis pensamientos para que tomasen el control.

    No quería pensar, aún si eso a la larga resultaba insostenible. Por eso no podía detenerme.

    Muévete, maldita sea.

    “¡Liza~chi!”

    —¡W-Woah! —Sentir los brazos de Aika sobre los hombros fue algo que no vi venir. El peso de su cuerpo me hizo dar un paso hacia delante y me erguí para sostenernos a ambas, con una mezcla de desconcierto y sorpresa—. ¿Un... Kangaskhan? —La confusión pronto dio paso a la jocosidad. Nuestra dinámica era adaptable y natural; me sentía muy cómoda teniéndola cerca—. No, en realidad no es algo que tuviese anotado en mi lista de cosas por hacer el día de hoy, la verdad.

    Me habló sobre la extraña anatomía de los Kangaskhan y de las dudas existenciales que no le dejaban dormir por las noches, haciéndome enarcar una ceja con extrañeza mientras la escuchaba. Para cuando quise ser siquiera consciente esa voz insidiosa que tanto me atormentaba remitió. El calor de su cuerpo y la liviandad de su desinteresado gesto fueron suficientes como para traerme de vuelta a la realidad.

    Y repentinamente yo también tenía ganas de bromear.

    >>¿...Y si quizás el Kangaskhan y su cría en realidad son gemelos, pero uno de ellos es el gemelo malvado y le roba los nutrientes al otro dentro del huevo? —teoricé al aire, distraída, inclinándome un tanto hacia delante para levantar durante unos segundos sus pies del suelo. Solté una exclamación ahogada, irguiéndome como un resorte ante semejante realización—. Qué cruel, Aika. Ya nunca veré a ese pokémon como antes.

    Me había propuesto bajar juntas por la tirolina y no se lo negué. Me parecía divertido... y probablemente bastante peligroso. Ese sistema de cableado no debía estar diseñado para que se deslizasen dos adultos, si no más bien un adulto y un niño en el peor de los casos.

    ¿Pero qué era la vida sin un poco de riesgo?

    —Esto... —La monitora nos miró sin ocultar su perplejidad cuando hicimos nuestra petición, sonriendo de oreja a oreja con inocencia. Parpadeó, creyéndose parte de una cámara oculta bastante mal hecha, si le preguntaban—. Me temo que el peso máximo son 80 kilogramos...

    —Eso es un poco grosero de tu parte —Me hice la indignada, cuz you go big or go home. Oh, Teselia y sus grandes enseñanzas—. ¿Estás sugiriendo algo, acaso?

    —No, yo...

    —Ambas estamos en muy buena forma, no pasamos ese peso. De hecho, lo clavamos. Ochenta exactos; ni un gramo más, ni un gramo menos —Le di un codazo a Aika; la comisura de mis labios empezaba a temblar, mi tono agudizándose irremediablemente—. ¿A que sí?

    Honestamente no sé cómo lo hicimos. Tal vez la joven tenía demasiado cansancio acumulado como para encargarse de dos estúpidas con demasiado tiempo libre, pero la cosa es que aún a pesar de mi paupérrima actuación, allí estábamos. Con los arneses colocados y listas para lanzarnos al vacío.

    —¿Sabes? —comenté al aire entonces. Aika iba delante y yo rodeé su cintura con las piernas, solo por hacer la gracia. La estrujé en un abrazo repentino desde atrás, divertida con la imagen que debíamos dar—. Más que un Kangaskhan, me siento como un Komala con su tronquito. Un tronquito suavecito y achuchable.

    Suponía que aquella era mi forma de darle las gracias. Aika debía haber notado algo raro y su idea, por más temeraria que fuese, me había ayudado a despejarme.

    Los niños nos animaban desde el otro lado y dibujé una media sonrisa, determinada a hacerlo. La monitora estaba temiendo por nuestra vida y su puesto de trabajo en ese momento, pero preferí fingir demencia.

    >>Muy bien —resolví, inclinándome hacia delante—. ¿Lista?




    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​




    ✵『Miki Chigusa』✵

    Ai se marchó finalmente, dejándome a solas con Poly. El fantasma de su gesto permaneció en mis hombros durante un tiempo, impulsándome de alguna forma a encarar mi mayor miedo de una vez por todas.

    El Chatot la siguió con la mirada, intranquilo, regresando de nuevo a mis ojos. Por más que tuviese la cabeza llena de aire la mayor parte del tiempo, podía notar que algo no marchaba bien.

    El hilo que nos unía se había tensado desde uno de los extremos. Lo percibía.

    Dio otro saltito hacia mí, sobre la mesa de madera.

    —¿Miki?

    Separé los labios y volví a cerrarlos, dubitativa. Tomé aire, ignoré los dolorosos latidos de mi corazón y le extendí la bolsa de alpiste que llevaba en el bolsillo desde la mañana. Era su bolsa de alpiste, en realidad.

    No fue lo único que saqué de los bolsillos. Escarbé hasta sacar una pluma azul (mi pluma de la suerte), un sello, un clip, una chuche y una pelusa. La pelusa la volví a meter en mi bolsillo. Esa sí era mía.

    La confusión de Poly solo iba en aumento al observar el errático comportamiento de su compañera. Frustrado, hizo a un lado la bolsa de alpiste, buscando explicaciones de manera directa.

    >>¿Me vas a decir qué Flygon te ha pica...?

    —Ya te devolví todas tus cosas —Le corté al instante. Mi mirada nublada no era en absoluto explicativa por sí misma; se asemejaba al vaho que empañaba el cristal tras una ducha de agua caliente. No saber lo que pensaba o sentía le hizo removerse con inquietud, visiblemente ansioso por comprender hacia dónde quería llegar—. Las cosas que están en casa te las enviaré por correo. Tal vez tarde unos días, pero me aseguraré de regresarte todo.

    Mis siguientes palabras lo golpearon con contundencia. Fueron directas, implacables. Poly jamás lo vio venir.

    Tampoco creí nunca decir algo como esto.

    >>Ya no hay nada que te ate a mí —señalé. Me mantuve aparentemente neutra, impasible, a pesar de la trascendencia de mis palabras—. Puedes marcharte, Poly.

    El silencio que le sucedió fue desolador. Los ojos de Poly no tardaron en anegarse de lágrimas y me transmitió su dolor como si fuera mío. Hice de tripas corazón para mantenerme imperturbable, si bien no me sentía así en lo absoluto. Nadie dijo que ser un muro impenetrable, que saber mentir fuese una cosa buena en sí misma.

    Al Chatot le tembló la voz al hablar de nuevo.

    —Si esto es una broma no tiene gracia, Miki...

    A pesar de todo su voz aún cargaba un remanente de esperanza. Quería aferrarse a ese clavo ardiendo, tal vez regañarme por soltar una broma de mal gusto y lanzarme algún picotazo en la sien como reprimenda. Reiríamos al poco tiempo, restándole al asunto toda clase de importancia como siempre.

    El labio inferior amagó con temblar.

    —No es una broma.

    Pero esta vez no era así. Esta vez no era una broma, ni tampoco ninguna de mis excentricidades. Era real, visceral y tremendamente doloroso.

    Estaba pasando, y ya no había marcha atrás.

    —¿Marcharme? —cuestionó, con un hilo de voz—. ¿Por qué quieres que me vaya? ¿No somos los mejores amigos del mundo?

    No respondí. Agaché la mirada, sintiendo que me ahogaba con cada segundo que pasaba. Mi falta de respuesta lo entristeció aún más. Había frustración e impotencia en su mirada.

    >>¿Es porque siempre me como tus galletas cuando no miras? ¿O porque te dejo la casa llena de plumas? —Desesperado, Poly siguió tratando de entender. Quería comprender qué había hecho mal, buscarle alguna solución—. ¿Es porque hablo muy alto y molesto a los vecinos, acaso? Porque si es así me esforzaré por cambiar, Miki, te lo prometo —Las lágrimas brotaron sin contenciones de sus ojos—. ¡Pero no me abandones, por favor!

    No lo entendía. ¿Abandonar? Le estaba liberando de sus ataduras. Si se sentía en deuda conmigo, si había algo que tuviese de él y que aún le ataba a mí, le había devuelto todo. Le estaba dando vía libre para cumplir su sueño.

    Entonces… ¿Por qué no se iba? ¿Por qué seguía aquí?

    ¿Por qué se veía tan triste?

    —No te estoy abandonando —Me costó reconocer mi voz como mía. Me tembló, fue irremediable. Ya no podía verle a los ojos, o yo misma rompería a llorar—. Tan solo digo que eres libre. Eres un ave adulta, tienes permiso de volar del nido y venir a visitarme cuando quieras.

    Cerré mis dedos sobre la tela de mi pantalón bajo la mesa.

    >>...No estarás solo. Ai podrá adoptarte. Ella te enseñará incluso acerca de los concursos… ¿No es lo que quieres?

    ¿No es mejor así?

    Poly se congeló entonces. Me miró entre lágrimas, como si lo hiciese por primera vez. Su desconcierto me tomó por sorpresa y sentí que el mundo se paralizaba a nuestro alrededor.

    —¿La señorita coordinadora? —repitió mis palabras—. ¿Adoptarme?

    Ahí estaba. La respuesta que no deseaba escuchar. Había formulado todo de tal forma que no debía responder a la pregunta, y aún así…

    Contuve el aliento y apreté los ojos con fuerza.

    >>Miki… Yo no quiero que Ai me adopte como entrenadora.

    Sus palabras me abrieron los ojos. Me golpeó con tanta contundencia que los abrí como platos, sin creer lo que estaba escuchando. Podía sentir mis propios latidos en los oídos, las lágrimas me ardieron detrás de las cuencas, pero no dejé de mirarle. Ahora era yo quien quería entender.

    —Pero… Tú dijiste…

    —¡Dije que quería que me adoptase, pero me refería como a un pupilo! —Su expresión se contrajo en un rictus de dolor, y aún así se siguió explicando entre lágrimas—. Quería que fuese mi mentora en el arte de los concursos. Participar con ella en alguno, o tal vez que me enseñase su técnica, quedando con ella de vez en cuando. ¡Pero eso sería todo!

    El ave dio un saltito más hacia mí. Me llevé la mano al rostro, ocultando mis propias lágrimas. Mis hombros se contraían de vez en cuando entre hipidos, pero el pokémon sonrió entre lágrimas, habiendolo entendido todo.

    Su tono se suavizó considerablemente, indulgente. Posó una de sus alas sobre mi brazo en un gesto conciliador.

    >>¿Cómo crees que se me ocurriría irme siquiera de tu lado, cabeza de chorlito?
    La máscara cayó así con un ruido sordo.

    —Poly~

    —¡Miki...! ¡Buah...!

    Lo atraje hacia mis brazos, alargando las palabras con un quejido bajo. El ave me rodeó con sus alas y nos quedamos allí, llorando como un par de críos. Me sentía tan tonta por haber creído como cierto un simple malentendido… Pero, por sobre todo, dentro de mí primaba el alivio. De saber que nada de eso era cierto, que Poly me quería,
    y que me seguía prefiriendo a mí por sobre todo.

    En ese momento, tal vez, me alegré de poder sentir.

    Me sentía enormemente aliviada y feliz.
     
    Última edición: 4 Noviembre 2025
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Probablemente era una forma muy tonta de amenizar el ambiente. Ese tipo de distracciones solo funcionaban conmigo, ¿verdad? Por un momento temí que mi intento cayera en saco roto y no sirviera para nada. Aunque la duda era real, no era algo que me estaba inventando. ¡Kangaskhan tenía unas inconsistencias muy serias!

    —¿Como un gemelo parásito?—inquirí con curiosidad y sopesé en silencio su teoría. Hmm... ¿tal vez? Era una hipótesis interesante que no había contemplado. Un gemelo parásito malvado, ¡por eso nacían juntos del huevo! Extendí los brazos hacia delante aún sobre sus hombros, con las manos hacia abajo como un fantasma e imprimí en mi voz un jocoso tono de ultratumba—. Está unido a él y le absorbe lentamente la energía vital como el hongo de Parasect, que controla al huésped como un zombie y no al revés... Parasect y Kangaskhan son solo un cascarón vacío de algo mucho, mucho peor...—como si me hubiera quedado repentinamente sin energía volví a derretirme sobre su espalda, quejumbrosa—. Lizachi~ Ahora sí que no voy a poder dormir de noche...

    Me lo pasaba muy bien con Liza, era como mi otra mitad. Quizás porque éramos parecidas, teníamos formas de pensar similares y casi la misma energía. Así que le comentamos nuestra idea a la monitora y la señora nos miró como si nos hubieran salido dos cabezas. Lizachii no era la única pésima mentirosa ahí, ¡a mí se me notaba a leguas cuando estaba mintiendo...!

    —Ajaja...—me reí con nerviosismo y crucé las manos tras mi cabeza. No había forma de que aquello saliera bien—. Sí, exactamente ochenta kilos justos. Lizachii pesa cincuenta y yo solo treinta, ¡pero tengo huesos anchos o... o algo así!

    La cara de la monitora fue un poema. Me preguntaba qué estaría pensando en ese momento al ver a dos tontas queriendo subir juntas a la tirolina como si tuvieran la edad y el peso de los niños. Pero ya lo habíamos decidido, ¡seguro era divertido y no pasaba nada peligroso!

    ... ¿Verdad?

    Mi idea había sido simplemente distraerla, ni siquiera pensaba llevar la sugerencia a cabo... pero tenía un problema negándole cosas a la gente, así que ahí estábamos, sostenidas por un arnés y a punto de deslizarnos hacia abajo a través del cable de acero. La polea parecía firme, seguro aguantaba nuestro peso sin problemas.

    O... eso quería creer.

    Lizachi me abrazó por la espalda y se me escapó una pequeña risa, agradecida con que fuéramos a hacer eso juntas. ¿Un Komala con su tronquito? Estaba bastante segura de que los tronquitos no eran suaves ni achuchables... ¿No sería más bien una almohada? O el peluche de un tronquito...

    Los niños nos animaban, la monitora parecía a punto de sufrir un infarto, y mi corazón latía con fuerza en una mezcla entre emoción y ansiedad. Pero al mismo tiempo esa ansiedad era muy estimulante. No había tiempo para dudas, este era el momento de saltar y confiar en que el cable aguantase.

    —¿Lista?

    —No—reí. Claro que no estaba lista, hasta yo sabía la locura que era eso—. Pero da igual, hagámoslo. Uno, dos y—

    —¡Alto ahí!

    Aquella voz casi tronó. Dirigí mi mirada hacia abajo, al otro lado de la tirolina. No era muy larga, así que estaba relativamente cerca y no tenía que alzar demasiado la voz.

    —¡W-woah... Mii-chan!

    —¿Habéis perdido completamente la cabeza?—nos espetó. Se veía bastante tensa, hasta se le había saltado la vena de la frente y todo...— ¡Bajad de ahí inmediatamente, sin tonterías!

    No había contado con la intervención de Mimi. Sabía que estaba cerca y que había saltado junto a Dylan antes, pero estaba tan centrada en la idea de saltar con Lizachi que no había pensado que intervendría. Pero... ¿cómo no hacerlo? Era la voz de la razón. Esa que claramente nos faltaba a nosotras.

    —Tú saltaste con Dylan...—repliqué inútilmente.

    —Dylan pesa menos de la mitad que vosotras.

    —¡Oye!

    Bueno, tenía un punto ahí. De hecho le habíamos mentido a la monitora—muy mal de hecho—, para que nos dejase subir juntas. Yo rondaba los sesenta y seis kilos y dudaba que Lizachi pesara solo unos diez...

    —Estais montando una escena—Mimi se cruzó de brazos, inamovible—. Bajad de ahí antes de que finja no conoceros.

    —Acabas de decir que estarías fingiéndolo...

    —¡Aika!

    Era una batalla perdida... esa mujer enfadada era terrorífica. Y sin estarlo también. Había hablado de que mi jefe me causaba pavor... bueno, ¡Mii-chan entraba también en la lista!

    —Sí, sí... ¡ya va!


    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★

    ❀『Ai Mamiya』❀

    Cerré los ojos y sonreí con calma sintiendo un calor de lo más agradable en el pecho. Era ternura, alivio y una pizca de orgullo, pero esta última muy pequeña. En realidad el sentimiento que más primaba era la ternura al contemplar una escena tan dulce.

    No podía escucharlos desde esa distancia pero sus gestos, sus movimientos y ese último abrazo entre lágrimas me dio justo la respuesta que necesitaba. La situación se había solucionado para bien y Miki no sentiría más sobre sus hombros el peso amargo de la impotencia y la culpa.

    Todas las dudas había sido disipadas y ahora que la niebla no enturbiaba el sol y que el terreno era propicio y había sido regado con honestidad, los pequeños brotes podían crecer sin inconvenientes.

    Me alejé de allí dejándoles a solas en silencio, sin alardes ni intervenciones, como si mi presencia no fuese más que una semilla pasajera que no buscaba brotar en ningún lugar. Se desplazaba con la brisa, libre, sin echar raíces en ninguna parte.

    —Bien hecho, mi amor—murmuré liviana. Me alegraba genuinamente del hecho de que mis suposiciones no habían sido erradas—. Os deseo lo mejor a ambos.
     
    Última edición: 5 Noviembre 2025 a las 10:23 PM
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    Andysaster

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    —...

    La escena, a ojos externos, debía ser cuanto menos curiosa. Una joven le echaba la reprimenda a sus dos amigas, quienes escuchaban cabizbajas lo que tenía para decirles, sentadas alrededor de un merendero.

    La escuché en silencio, con el cabello ensombreciendo mis ojos, sintiéndome profundamente decepcionada conmigo misma. Mimi tenía razón, aquello había sido una completa locura. Ya no era solo el hecho de ponerme en peligro a mí misma; había puesto en peligro a un civil inocente con mi imprudencia y temeridad.

    Había ido en contra de mis principios como Ranger, cometiendo un error que podría haber llegado a ser irreversible. Tal vez para Aika solo había sido un desliz, pero era evidente por la tensión y seriedad en mis gestos que yo no olvidaría algo así.

    —Aika... Lo siento muchísimo —Alcé la mirada, encarando mi error y la inocencia que habitaba en sus ojos verdes. El solo hecho de imaginarla herida me causó una desazón indescriptible. Tensé los labios en una fina línea, frustrada única y exclusivamente conmigo misma—. Debí negarme a la propuesta, no animarte a seguirla. No estaba pensando con claridad.

    Errar era de humanos, pero no estaba dispuesta a cometer un error así de nuevo. No si estaba en mi mano evitarlo. El destino, o en este caso la conveniente presencia de Mimi había mantenido el suceso en un susto, pero la suerte no me sonreiría dos veces. Mi trabajo consistía en proteger, no en herir.

    La mejor Ranger enfermera de Almia.

    —Mamá siempre dice que pedir perdón hace que el corazón se sienta más suavecito —Dylan balanceó las piernas sobre el banco de madera, interviniendo con timidez—. Como si el sol volviera a salir después de la lluvia.

    El niño dudó por unos instantes, observando la situación con cautela.

    >>Le perdonaréis... p-porque eso es lo que hacen los amigos, ¿verdad?

    La dulzura de sus palabras derritió la tensión que sentía casi en su totalidad, conmovida con su inesperada participación en la conversación. Habíamos mantenido al pequeño en el merendero de la salida con nosotras hasta que llegasen sus padres. Según él, no debía faltarles mucho.

    —Ah~ Me vas a dar diabetes —Abracé al pequeño a mi lado, poniendo especial cuidado en no agobiarlo con mi efusividad. Dylan se tensó en un inicio, tomado por sorpresa por mi exabrupto, pero pronto pareció genuinamente feliz—. Gracias por apoyarme, cielo, pero no te preocupes —Acaricié su cabello con mimo, buscando los ojos de Honda con comprensión—. Mimi solo estaba haciendo lo que debía de hacer.

    Poco después fueron apareciendo el resto de integrantes del grupo, pero ni rastro de la madre de Dylan. Miki y Poly habían ido a curiosear por los alrededores, y una edificación en concreto había llamado poderosamente su atención. Decían que tenía un telescopio gigante sobresaliendo del techo, y que querían comprobar si las teorías de pokémon extraterrestres aún no identificados eran reales como para establecer un descubrimiento oficial con el que hacerse millonarios.

    No sé cómo lo hacían, pero siempre sacaban un negocio de todo.

    Una voz nos hizo girarnos sobre el asiento.

    —¡Dylan!

    —¡Mamá!

    El niño bajó de mi regazo para ir al encuentro de su progenitora, con Jackie siguiendo fielmente sus pasos. La mujer no debía superar los treinta y cinco años de edad, de cabello del mismo color de su hijo y mirada atenta y amable.

    —Disculpa, mi vida —repasó los alrededores con la mirada—. ¿Me he tardado mucho?

    —Mh-hm —negó con suavidad. Nos señaló al poco tiempo tiempo desde su lugar—. He estado jugando con mis nuevas amigas.

    —¿Nuevas... amigas?

    La gratitud en la mirada de la mujer fue invaluable. Parecía mortificada por aquello que le había hecho abandonar la supervisión de su hijo, pero por la culpabilidad que vislumbraba en sus gestos, debió haber sido importante.

    >>Muchísimas gracias... No sabéis lo que eso significa para Dylan. Es un niño tímido, le cuesta mucho socializar —El pequeño rodeó su pierna, como había hecho con Mimi con anterioridad; la mujer acarició su frente con cariño, recibiendo una sonrisa de su parte—. Pero es todo un encanto.

    —Damos fe de ello —asentí a sus palabras, ufana—. Se nota el cariño con el que se le ha criado. Debería estar orgullosa.

    El pequeño tironeó con insistencia de la blusa de su madre.

    —Mamá, ¿pueden ser Mimi y Liza las canguros que estabas buscando?

    —...Oh —La madre pareció tomada por sorpresa por aquella petición. Nos miró, apenada, tal vez disculpándose con la mirada por incomodarnos con una propuesta así, siendo aún unos desconocidos—. Deben tener sus vidas, cariño. No podemos molestarlas con algo así.

    >>Veréis... Conseguí un trabajo con turno vespertino, y hay días en los que a su padre y a mí nos resulta imposible quedarnos con él —suspiró, alicaída—. He estado buscando a alguien que pueda cuidarlo un par de horas, pero se me ha hecho imposible. Pensé que lo mejor sería rechazar el empleo.

    Cuando quise darme cuenta, mis labios se movieron solos.

    —De hecho... Yo me voy de la región en cinco días —Me lamenté. Sentí la pena en los ojos de Dylan como propia; de verdad que me encantaría hacerme cargo de ese niño... Y poder quedarme en Galeia junto a Mimi—. Tal vez tarde mucho en regresar.

    —No... —Gimoteó el castaño—. Liza~.

    —Pi... —Jackie agachó las orejas, apesadumbrado.

    Recordar ese detalle y el inexorable paso del tiempo también me causaba desasosiego, de modo que preferí pensar en un futuro más brillante. Mi expresión se iluminó entonces.

    —...Pero cuando regrese, si aún lo necesitas, será un placer poder ayudar —aseguré. No quería hablar en nombre de Mimi, pues si bien ella permanecería en Galeia, los niños no eran santo de su devoción. Le guiñé un ojo al pequeño con complicidad—. Si aún esperas por mí, por supuesto.
     
    Última edición: 6 Noviembre 2025 a las 3:34 PM
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    ★『Mimi Honda』★

    Me gustaría saber qué demonios tenían en la cabeza esas dos. De Aika casi que lo esperaba porque no era lo que se dice el lápiz más afilado del estuche... ¿pero Liza? Pensaba que tenía un mayor sentido de la auto preservación y que no se arriesgaría a hacer cosas como saltar junto a otro adulto de una tirolina que no resistiría más de unos ochenta kilos de peso. Parecía una mala broma. ¿Qué hubiera pasado si la polea no hubiese aguantado? Ya no solo el peligro que supondría la caída, aun si no era excesivamente alta... pero los gastos materiales serían cuantiosos. ¿Y si además despedían a la monitora por su imprudencia?

    Ni siquiera era la primera que cometía. Primero al saltar de espaldas a la colchoneta como si quisiera desafiar a la suerte y ahora esto... algo me decía que había algo más detrás de esta temeridad suya. Algo que estaba pasando por alto. Pero... ¿qué era exactamente? ¿Y por qué justo ahora? Sentía que Liza siempre había sido temeraria pero no hasta ese punto. No hasta el extremo de poner en riego no solo su propia vida, si no la de alguien más.

    El cualquier caso les solté el sermón de turno como si en lugar de una amiga fuera su madre y ambas me escucharon cabizbajas, sentadas alrededor del merendero. Aika estaba tensa, con los ojos cerrados en un gesto de aceptación y culpa, apretando apenas los labios... pero Liza tenía una expresión sombría y no podía adivinar, por mucho que intentase, exactamente el tipo de emoción que estaba sintiendo.

    —¿E-eh? ¡No necesitas disculparte, Lizachi!—Aika le dijo apresuradamente, alarmada—. ¡Fue culpa mía, yo lo propuse!

    Ah, culpa.

    Cuando los ojos se Liza conectaron con los míos aparté la mirada, airada. No podía creer que se hubiese puesto en peligro de esa forma. Dylan intentaba calmar las aguas... pero yo tenía ese nudo en la garganta, esa sensación amarga en el pecho... que solo creció y se recrudeció cuando White puso fecha al tiempo que le quedaba en Galeia.

    Como una sentencia lapidaria cayó sobre mí con todo su peso. Fue descorazonador. Impactó, hizo eco y me dejó muda y pálida.

    ¿Solo... cinco días? No pensaba que quedaba tan poco tiempo. ¡Apenas había espacio para hacer nada en cinco días...! Había que estudiar sobre todo. Me forcé a mí misma a serenarme y mantener la calma, de nada serviría deprimirme cuando no había solución posible. Liza se iría, pasaría el examen y cuando volviese alquilaríamos ese piso en el centro porque tendríamos el dinero suficiente para mantenernos solas económicamente.

    Prefería pensar en lo positivo en lugar de dejar que la tristeza de una partida inminente enturbiarse esos momentos juntas. Ya había permitido que mis propios sentimientos egoístas oscureciesen nuestra relación lo suficiente.

    Aika se derritió sobre la mesa, devastada.

    —Yo tengo que trabajar todos las tardes—masculló quejumbrosa. Parecía verdaderamente compungida por no poder hacer de canguro de Dylan—. y cuando tengo el turno de noche me dan las tantas...

    Liza no podía hacerse cargo a pesar de que amaba pasar tiempo con niños porque iba a marcharse a Almia. Aika tenía trabajo, Miki no estaba por la labor y Ai no estaba por ninguna parte. Solo quedábamos yo y mi falta de paciencia contra el mundo. Pero prefería hacer el esfuerzo a que la señora tuviera que seguir buscando un candidato que Arceus sabría cómo sería.

    Levanté ligeramente una mano para llamar la atención y carraspeé.

    —Yo me haré cargo de él mientras tanto—aporté aparentando una calma que realmente no sentía—. Tengo trabajo, pero es bastante flexible, así que estoy libre la mayor parte del tiempo.

    Dylan abrió los ojos con sorpresa, su expresión se iluminó presa de una intensa alegría interna. Tironeó de la mano de su madre, exaltado.

    —¿En serio, Mimi?

    —Mhm—asentí y esbocé una sonrisa resuelta pero sincera. No quería distanciarme, quería mostrarle que podía contar conmigo—. Seguro que Jackie se lleva bien con Raiden.

    El gesto de su madre se suavizó—era una mujer de mediana edad, pero se notaba cansada— y sonrió, agradecida.

    —Muchísimas gracias a ambas—se inclinó en una reverencia formal. Parecía que la incapacidad de hallar a alguien apropiado para el puesto le había dado más de un quebradero de cabeza. Pobre mujer—. Solo serán un par de horas durante algunas semanas, al menos hasta que consiga a alguien fijo para el puesto. Os pagaré por supuesto.

    —No será necesario—negué. Tenía la impresión de que la familia de Dylan no estaba pasando por su mejor momento económico y no estaba por labor de complicar la situación aún más—. Si cobrara por ello sería considerar a Dylan un trabajo y no quiero verlo bajo ese prisma. Prefiero pensarlo como que somos amigos con una notable diferencia de edad.

    Los ojillos de Dylan se cristalizaron.

    —Mimi...

    —Muchísimas gracias, de verdad. Ni siquiera sé cómo agradecerlo... Aquí, este es mi número para que podáis llamarme si ocurre cualquier eventualidad.

    Liza y yo intercambiamos números con la señora y quedamos en que me llamaría si necesitaba ayuda con Dylan en algún momento. Ambos se marcharon de la mano. A medida que se perdían en la distancia, podía escuchar a Dylan contarle con emoción a su madre el día tan divertido que había tenido gracias a sus nuevas amigas.

    Me derretía. Tal vez los niños no eran santo de mi devoción, pero era una escena adorable. No solía ser testigo de ese candor y esa inocencia... me hacía desear atesorarlo y protegerlo para que nada ni nadie pudiera corromperlo nunca.

    Poco después llegó a la mesa Ai degustando encantada y con ojos cerrados de puro gusto algo que estaba comiendo. Tenía más en una pequeña bandeja de color negro y eran como bolitas de masa fritas y aderezadas con soja. Era un plato aparentemente simple, pero su sabor resultaba delicioso. Chad Redflame, del que por cierto no tenía noticias desde hacía meses, lo adoraba.

    Aika se inclinó hacia ella, curiosa.

    —¿Qué es, Aichi?

    Ai aguardó un momento en lo que terminaba de masticar y tragar. Tenía esa decencia al menos.

    —Takoyaki de Tentacruel, lo están vendiendo en un puesto de la esquina. ¿Quieres un poco?

    —¡A-ah!—Tuve la impresión de que se la acababan de abrir las puertas de cielo. Aika se sobó la nuca con el brazo en un gesto que mezclaba nerviosismo y timidez—¿Puedo?

    Fuese cual fuere el motivo, era evidente que Mamiya disfrutaba de sus reacciones. Y de las reacciones que generaba en general.

    —Por supuesto. La comida sabe mucho mejor compartida— tomó una de las bolitas por el palillo que la sostenía y se la extendió en ese gesto de ojos entrecerrados. Uno que me antojó maliciosamente entretenido por su parte—. Aah~

    Ver a Aika enrojecer mientras acercaba la boca fue cuanto menos curioso... especialmente teniendo en cuenta que nos había visto a Liza y a mí rojas como un Octillery.

    Aparté la mirada y dejé escapar un suspiro de circunstancias jugueteando con desinterés con un mechón de cabello.

    Esas dos también necesitaban un hotel.
     
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    Andysaster

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    —¿Descubrir una especie nueva? ¡Suena a un negocio redondo, cruack! —Poly se detuvo, disminuyendo considerablemente su entusiasmo—. ...Espera. ¿Sabes siquiera cómo se maneja un telescopio?

    —Si me lo pregunta un encargado del observatorio, sí. Si me lo preguntas tú... —Mi voz adquirió una nota de diversión sutil. Elevé la comisura de mis labios—. No. Aún.

    —Pequeña granuja... —El ave rio, presa del asombro y de la incredulidad. A pesar de todo, no tardó en agregar con resolución, repentinamente animado—. ¡Cuenta conmigo!

    No importaba la locura que maquinase el otro, ni tampoco las circunstancias que nos rodeasen... nuestra respuesta siempre era la misma. Ni siquiera lo pensábamos en realidad, no necesitábamos hacerlo cuando confiábamos plenamente en el otro.

    En eso consistía la verdadera amistad.

    Me sentía... liviana. Haber sacado ese peso que llevaba tanto tiempo oprimiendo mi corazón tal vez nos había hecho bien a ambos, no solo a mí. Habíamos montado a ojos de los visitantes del parque una escena pintoresca, llorando y moqueando en el hombro del otro con tanto dramatismo que hasta una anciana se nos acercó, visiblemente preocupada por nuestro estado. Al tranquilizarnos, nos envolvió la calidez de una amistad reforzada... y de una piruleta con forma de corazón, cortesía de la propia anciana.

    Una piruleta muy rica, cabía destacar. De fresa. Y completamente gratis.

    Decidimos dar una vuelta por los alrededores cuando la gente volvió a sus quehaceres, para despejarnos y pasar algo de tiempo juntos, también. Ai aún no regresaba, y las chicas seguían conquistando la zona de bolas con un ejército de niños, o de algo así me había informado Poly desde las alturas. Cada quién tenía sus pasatiempos. En el transcurso del tiempo encontramos el observatorio en la distancia, y supimos que ese sería nuestro siguiente destino. O eso íbamos a anunciar, pero al regresar nos encontramos con la aterradora Mii-chan dándole un sermón a las chicas.

    Sentí un escalofrío repentino recorrerme la columna cuando la susodicha se percató de nuestra llegada.

    Kowai.

    ...


    —¿Un observatorio? —cuestionó Liza, intrigada. El niño que cuidaban se había marchado recientemente con su madre, y volvíamos a estar todas juntas otra vez.

    —Mhm.

    —Lo vimos con nuestros propios ojos, ¡cruack! —Poly batió las alas con convicción. No sabía si le emocionaba más la propia idea de la visita, o el plan que teníamos entre manos—. Tenemos que ir, señorita agente. Es... Bueno... ¡Es cuestión de vida o muerte!

    Me llevé una mano al pecho, apesadumbrada.

    —Tengo una rara enfermedad que...

    Liza nos interrumpió, alzando la palma hacia mí con una expresión de circunstancias.

    —...Creo que ya tuvimos suficiente de enfermedades raras por hoy —Hice uno de mis mohines en respuesta, pero la joven siguió hablando. Compartió una mirada general con las chicas, haciendo que las observase sin comprender—. En cualquier caso, si estáis todas de acuerdo... a mí me encantaría ir al observatorio.

    A Poly y a mí nos brillaron los ojos. Casi tanto como le brillaron a Liza cuando nos habló de que su hobby favorito desde niña siempre había sido el stargazing.

    Ni idea de lo que decía, en realidad. No hablaba Teseliano.

    —Señorita agente... —El Chatot se lanzó a sus brazos, haciendo que diese un respingo de la impresión—. ¡Siempre confié en su sabio criterio!

    —Tenemos que darnos prisa —Sujeté el brazo de la chica, instándola a levantarse del merendero y aumentando considerablemente su desconcierto—. La última sesión es a las cuatro y media. Tenemos que llegar en quince minutos.

    —¿...Es realmente necesario este secuestro? —soltó una risa baja, pero se dejó hacer sin oponer resistencia. Giró el rostro hacia atrás, mientras Poly y yo tironeábamos de ella, y les dirigió una sonrisa al resto de sus amigas—. Vamos. Aprovechemos esta última sesión antes de que Aika tenga que marcharse.

    Avistamiento de pokémon desconocidos, ikuyo~



    ☆゜・。。・゜゜・。。・゜★​



    ˙✦『Liza White』✦˙

    Por suerte para todas nosotras, el observatorio no se encontraba demasiado lejos. Consistía en una edificación aislada, rodeada por jardines bien cuidados y senderos por el que transitaban algunos visitantes. Se trataba de una estructura imponente, de forma circular, coronada por una gran cúpula plateada que brillaba bajo el sol de la tarde. Carteles coloridos anunciaban la temática del evento que se llevaba a cabo a un par de metros de distancia, evitando que los más despistados pudiesen perderse entre los sinuosos jardines.

    “Explora el Universo — Acceso al observatorio a 20 metros”

    Me emocionaba la idea de visitar algo así. Y por los ánimos que se respiraban a mi alrededor, intuía que no era la única que se sentía así.

    Mis secuestradores me liberaron de su agarre al aproximarnos al observatorio, y me permití reducir la marcha, disfrutando de aquel paseo vespertino y del frescor de la brisa que hacía susurrar los árboles. El encuentro con Dylan y el generoso ofrecimiento de Mimi a cuidarle me dejaron una sensación cálida y reconfortante, que se mantuvo en mi pecho hasta entonces. Debía agradecerle más tarde.

    —Señorita coordinadora —Poly revoloteó hasta posarse en el hombro de Ai, sintiéndose tal vez animado y en confianza. Asomó su plumada cabecita con curiosidad—. ¿Aún le queda alguna de esas bolitas de takoyaki que mencionó con anterioridad?

    —Yo también quiero —Miki se acercó también, sosteniendo contra todo pronóstico la mirada de Ai sin arrugar su ceño—. Aún tengo que crecer. Poly ya está mayor para eso.

    —¿¡Eeeeeh!? —se alarmó el ave, ofendida—. ¡Pero si soy todo un jovenzuelo en años de Chatot!

    Parpadeé, contrariada por la escena que se sucedía ante mis ojos. ¿Miki... conviviendo con normalidad alrededor de Ai?

    ¿Por qué sentía que había sucedido algo trascendental en nuestra ausencia?

    El ambiente, en general, se sentía más liviano y familiar. Habíamos formado, sin quererlo ni beberlo, un grupo de lo más particular. Y aunque Aika tuviese que marchase en breve, algo me decía que aquella no sería la primera vez que nos reuniríamos. La idea, esperanzadora y optimista, se enturbió al observar las alegres facciones de la albina, recorriéndome una vez más ese amargo pinchazo de cruda culpabilidad. Aparté la mirada, llevándome las manos a los bolsillos mientras cerraba la marcha en silencio.

    Desde que había llegado a Galeia me había esforzado por aparentar... No. Más bien por demostrar normalidad, tal vez de manera forzada y desesperada. Mis amigos llevaban meses sin verme. Lo último que habían sabido de mí es que había superado mi crisis, que estaba bastante mejor. Fuese intencionado o no, en las relaciones a distancia era natural ocultar ciertos detalles. En su mayoría, aspectos negativos sobre uno mismo. Detrás de un "Hoy ha sido un buen día", podían esconderse tres ataques de ansiedad. Tal vez tras un "He descansado mucho" se ocultaba alguna que otra parálisis del sueño. Quizás alguna pesadilla grotesca, similar a las sufridas tiempo atrás.

    No consideraba que los estuviese engañando; tan solo empleaba algunas mentiras piadosas de vez en cuando. Me encontraba mejor, eso era indiscutible. Pero aún seguía recibiendo ayuda psicológica. Aún sufría altibajos; aún perdía batallas contra mi mente, día tras día. La euforia de regresar a Galeia y reunirme con los míos me había dado tregua estos días, pero era consciente de que todo lo que subía estaba condenado a descender. Y el impacto sería terrible.

    Por eso prolongaba lo inevitable. Por eso le pedía a Mimi hacer cientos de planes cada día; por eso le demostraba, de manera temeraria e impropia de mí, que estaba bien. Que regresaba de Almia fortalecida, envalentonada. Que nada tenía que ver con la niña que sufría pesadillas y se deshacía en lágrimas, impotente y asustada de lo rota que se encontraba su propia psique en realidad.

    —¡Ah! ¡Ya están entrando, cruack! —Poly emprendió el vuelo hacia la puerta, haciendo que acelerásemos la marcha.

    Tomé una bocanada de aire, tratando de serenar los latidos inquietos de mi corazón. De nada serviría detenerse ahora; sería desperdiciar el esfuerzo que había estado haciendo hasta entonces. No debía dar un paso atrás, ni siquiera para coger impulso.

    Tan solo serían cinco días.

    Solo... cinco días más.

    —¡Hey! —exclamé, repentinamente consciente de que me estaba quedando atrás—. ¡Esperadme!

    Ojalá pudiesen durar tan solo un poco más.
     
    Última edición: 9 Noviembre 2025 a las 9:38 AM
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    Yugen

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    Intentaba no pensarlo demasiado. Intentaba, haciendo un esfuerzo casi titánico, fingir que estaba bien y que la idea de que solo nos quedaban cinco días juntas no me estaba quemando por dentro. Pero ese estúpido pensamiento era atroz e inmisericorde. Una sentencia ineludible.

    Miki y Poly llegaron a la mesa en algún momento y como solía suceder, su oportuna aparición relajó el ambiente tenso. Explicaron que habían visto otra atracción que les gustaría probar. ¿Un... observatorio? Enarqué una ceja, suspicaz. ¿Cómo íbamos a ver estrellas a las cuatro de la tarde? Sería como mirar al sol de cerca directamente y sin ninguna protección. No gracias, me gustaban mis ojos y prefería conservar la vista.

    Aún así todos los presentes parecieron ilusionados con la idea. Aika se levantó de un salto con ojos brillantes de genuina emoción. Liza nos explicó entonces que le fascinaba observar las estrellas desde que era una niña y probablemente era la más emocionada con todo eso.

    Una sensación de pesar anidó en mi pecho.

    No podía decir que no ahora. Si nos quedaba menos de una semana juntas, estaba dispuesta a aprovechar cada momento. ¿Qué menos que acceder a hacer algo que ella amaba hacer?

    Miki y Poly se acercaron a Ai y su actitud desenvuelta llamó poderosamente mi atención. ¿En qué momento Miki había dejado de ver a Mamiya como una enemiga y se le acercaba alegremente por su propio pie? Cuando hablamos parecía completamente devastada...

    La mujer rio dulcemente y sostuvo una de las bolitas de takoyaki por el palillo que la sostenía.

    —Aquí. Abre la boca, cariño.

    Tenía la impresión de que había comprado de sobra para todos los presentes. Ella solo se había comido una.

    Suponía que disfrutaba genuinamente de cuidar a los demás.

    Cuando finalmente alcanzamos nuestro destino me di cuenta de que no era exactamente un observatorio si no un platenario, una suerte de museo educativo sobre astronomía. En la parte superior, justo donde se hallaba la cúpula, se hacían proyecciones del cielo nocturno, de las galaxias y del universo en general. Nos sentaríamos y alzaríamos la vista para comprobar la inmensidad del cosmos desde la comodidad de una butaca.

    Bueno, sonaba mejor que perder la vista por mirar directamente al sol.

    Nada más pasar las puertas de cristal abatibles Aika correteó hasta uno de los carteles informativos. Era una infografía de algunas de las constelaciones que podríamos ver en la sala de proyección con sus respectivos nombres.

    —¡Ah! ¡Es el triángulo estival!

    Me sorprendió que precisamente Aika lo reconociese. Altair, Deneb y Vega formaban el triángulo estival y eran tres de las estrellas más brillantes que podían contemplarse en el cielo nocturno. Pertenecían a la constelación de Aquila, Cygnus y Lyra respectivamente.

    —¿Lo conoces?

    —¡Mhm! A mi hermana también le gustaban las estrellas. Sabía mucho de ellas, era muy lista. Pero yo nunca las entendí. Por ejemplo, el triángulo estival forma parte de la constelación de Cygnus, creo—hizo una breve pausa—. ¿Qué es un Cygnus?

    Le dirigí una mirada de circunstancias.

    —Solo Deneb forma parte de la constelación de Cynus—le corregí sin mayor alarde—. Así llamaban los antiguos a Swanna. ¿Ves? Si te fijas tiene su forma.

    Aika se acercó más al cartel.

    —Solo veo líneas uniendo puntos...—entrecerró los ojos tratando de ver algo que claramente no estaba ahí—¿Dónde está el Swanna?

    —Aika, eso es exactamente una constelación.

    —¿¡Eeeh!?

    Me crucé de brazos y aparté la mirada, digna. No era mi culpa que las antiguas civilizaciones tuvieran una imaginación tan portentosa.

    —Échale imaginación, ¿quieres?

    —Lizachi, ¿tú ves ahí un Swanna?—como una niña Aika se giró en su dirección. Me miró de soslayo y sonrió en un gesto travieso, como si estuviese burlándose de mí—. Mii-chan se está inventando cosas.

    —¡O-oye!

    Nos dieron un folleto y nos explicaron que el proyector se encontraba en la zona superior y que teníamos que tomar el ascensor para subir. Como este era pequeño, recomendaba que subiéramos en grupos reducidos de un máximo de cinco integrantes.

    —Justo somos cinco. ¡Qué suerte, eh!—Aika comentó jovialmente y cruzó las manos tras la nuca en un gesto relajado.

    >>¿Creeis que descubriremos alguna estrella nueva?

    —Es un proyector. Imagino que tiene catalogadas todas las estrellas y constelaciones ya conocidas—Ai se llevó el dedo a los labios y le guiñó uno de sus ojos, cómplice—. Aunque las posibilidades nunca son cero. Sería romántico descubrir una nueva constelación, ¿verdad?

    —La llamaría Minato—Aika respondió con voz suave, con un tono que no tenía nada de su energía usual. Esbozó una sonrisa que se sintió forzada, como si estuviera obligándose a ello—. ¿Y tú Aichi?

    La expresión de Ai se ensombreció ligeramente. Fue muy breve, apenas se notaba... pero yo me percaté porque era ese tipo de persona observadora. Su gesto decayó, mostrando una tristeza que me resultó ajena tratándose de Mamiya.

    Deslizó un mechón rubio tras su oreja con la punta de sus dedos y cuando respondió su voz sonó suave, apenas un murmullo cargado de nostalgia.

    —Lillium.

    No iba a preguntar, tenía esa decencia. En lugar de eso mi mirada buscó a Liza y me pregunté que nombre le pondría ella a una nueva constelación. ¿Inari? Sonaba demasiado lindo. Probablemente yo era ahí la menos profunda de todas. Le pondría Éclair solo porque sonaba bien.

    Llamé al elevador y nos preparamos para el ascenso.
     
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    El famoso observatorio, que resultó ser en realidad un planetario, nos dio la bienvenida con un museo interactivo en la planta inferior, repleto de maquetas e infografías variadas. Las paredes se encontraban decoraban por innumerables estrellas y me recordó al propio techo de mi habitación en Teselia, con sus decenas de pegatinas luminiscentes velando por mi descanso.

    Miki y Poly comenzaron a corretear de aquí para allá, claramente buscando algo de lo que no quise indagar. En su lugar repasé las constelaciones con la mirada, recordando las enseñanzas de Cheren como si su voz aún resonase cerca.

    —Bueno, si le echas imaginación puedes identificar sus alas —rei con suavidad, sin ningún dejo de burla cuando Aika buscó mi apoyo. Me incliné, recorriendo con el dedo su forma—. Existen constelaciones mucho más ambiguas que esta. Pero, si se te complica identificarla por su primer nombre, tal vez te sea más sencillo por el segundo: La cruz del Norte.

    Era de las constelaciones más brillantes del hemisferio norte, al fin y al cabo. Me parecía un nombre más acertado.

    >>Mi amigo de la infancia era fanático de los mitos detrás de las constelaciones —Les conté, mi voz empañada por la calidez y la nostalgia—. Uno de sus favoritos era la creación de Cygnus. La historia narra a dos amigos: Phaeton, el hijo mortal del dios del sol, y Cygnus, el mejor amigo de Phaeton. Un día decidieron montar en sus carruajes demasiado cerca del Sol y estos se terminaron incendiando, precipitándose a la tierra. Cygnus sobrevive, pero el cuerpo de Phaeton se hundió en el fondo del río Heridanis.

    >>Entonces Cygnus hace un trato con Zeus para que lo convierta en un Swanna. Con su nueva forma logra sacar del río el cuerpo sin vida de su amigo Phaeton, para así poder darle un entierro digno, y que su alma tenga paz. Zeus se conmueve por la acción de Cygnus y lo inmortaliza, convirtiéndolo en la constelación con forma de Swanna que todos podemos ver hoy en día.

    Me preguntaba qué diría Cheren si pudiese verme allí, explicándole a mis amigas todo cuanto alguna vez me enseñó él. Solía molestarse conmigo porque siempre andaba en las nubes, más interesada en trepar a un árbol y atrapar bichos que en escuchar las historias que tenía para contarme... Pero siempre le había prestado atención, en realidad.

    Eran momentos que aún atesoraba en mi memoria.

    Recorrí los carteles, sin prisa, desempolvando mis recuerdos ajena a lo que estaba por suceder. Entonces Aika nos avisó de que para subir al planetario debíamos hacer uso de un ascensor, y sentí cómo la estabilidad que había adquirido hasta entonces se rompía en mil pedazos.

    —¿Y las escaleras? —cuestioné, sin poder esconder parte de mi inquietud en la voz.

    —Están fuera de servicio —respondió Miki al regresar, visiblemente decepcionada—. Intentamos subir, pero el guardia nos prohibió el paso a Poly y a mí.

    Ah, maravilloso.

    Los espacios cerrados y yo no nos llevábamos bien desde hacía un tiempo. Es lo que tenían los eventos traumáticos, suponía. Los había estado evitando siempre que podía desde entonces, pues era incapaz de lidiar con la ansiedad y la angustia que me producían. No aún, al menos... Y no esperaba hacerlo pronto.

    Pero ahí estaba. Sin otra posibilidad que internarme en un ascensor minúsculo y asfixiante, acompañada de otras cuatro personas más. Sus voces y risas me llegaron lejanas, amortiguadas por un vidrio inexistente que nos separaba. Lo único que escuchaba con claridad era el latido ensordecedor de mi propio corazón, anticipándose al inminente y claustrofóbico encierro.

    —¿Señorita agente? —Poly me llamó desde el interior de la cabina, subido en el hombro de Miki. Ladeó la cabeza, confundido—. ¿No va a subir?

    Abrí y cerré los labios, pero no logré encontrar mi voz. En su lugar asentí, queda, avanzando hacia el interior casi en piloto automático. Me pegué a la pared del fondo, tensa, concentrándome en mi respiración y en las diversas sensaciones que me ataban aún a la realidad. El toque frío de la pared en mi espalda, el olor a perfume entremezclado, el oxígeno que aún me llegaba a los pulmones, si bien comenzaba a notar un molesto nudo formarse en mi garganta.

    Cerré los ojos, consciente de que mantenerlos abiertos le daría carta blanca a mi mente para jugarme malas pasadas.

    Solo serían unos segundos. Solo unos segundos.

    Podía hacerlo.

    Las conversaciones se sucedieron de manera natural durante el ascenso, pero no alcancé a registrar ninguna. Apreté los ojos cuando la cabina se puso en funcionamiento y mi respiración se aceleró, agitada, sintiéndome aprisionada como un pokémon en cautiverio. La garganta se me cerraba, dificultándome respirar por momentos. Pero quería creer que faltaba poco. Que podría contener la respiración lo suficiente para no morir allí dentro.

    Un piso. Dos. Tres.

    Entonces un sonido brusco rompió el silencio, y el ascensor se detuvo de inmediato, activándose la luz de emergencia. Sentí cómo el corazón se me detenía en ese preciso instante.

    No. No. No.

    No podía estar pasando.


    —...Oh —anunció Miki con normalidad—. Se paró.

    Sentí el corazón golpearme dolorosamente las costillas, marcando el inicio del pánico. Intenté mantener la calma, pero mi cuerpo empezó a reaccionar solo: las manos me sudaban, los músculos tensándose dolorosamente.

    —Tranquilas, tan solo se atascó —Nos dijo Poly—. Esto me recuerda a aquella vez que nos pasó lo mismo, en ese edificio tan alto de ciudad Jubileo, ¡cruack!

    Tocó el botón de emergencia con su ala. No pasó nada. Repitió el gesto: solo un pitido corto.

    El sonido rebotó dentro de mí como una burla. El ascensor seguía sin moverse y de repente lo entendí.

    Estamos atrapadas
    .

    El pensamiento se clavó en mi cabeza con la contundencia de una estaca, sentenciando mi destino, y todo se derrumbó sobre mí. Sentí que el espacio se encogía, que el techo bajaba unos centímetros con cada segundo. Me pegué a la pared, aterrada, pero no sirvió de nada. El metal estaba frío y no había espacio suficiente para respirar.

    —Liza —Miki se volvió hacia mí, tomada por sorpresa—. ¿Estás bien?

    Quise decir algo, pero solo conseguí negar con la cabeza. El pecho me dolía. Boqueé por aire, como si el oxígeno fuera algo que se me escapaba de las manos. Creo que intentaron tranquilizarme, pero ya no las escuchaba. No podía.

    Me deslicé por la pared hasta acuclillarme sobre el suelo, temblorosa e indefensa, y enterré la cabeza entre mis piernas. Todo lo que sentía era la presión de las paredes, cada vez más cerca. El aire se volvió denso y cerré los ojos con fuerza.

    Si los mantenía abiertos el ascensor se movía, se encogía, me tragaba.

    Y no podía respirar.
     
    Última edición: 10 Noviembre 2025 a las 4:02 AM
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    Yugen

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    ✧『Aika Izumi』✧

    —¡Ah, sí que veo la cruz!—era mucho más fácil ver esa imagen que la de un Swanna. ¡Y nadie tenía más imaginación que yo! Esbocé una sonrisa de circunstancias al rascar mi mejilla con el índice, algo apenada—. Qué manera más tonta de complicarse la vida...

    Agradecí la intervención de Lizachi porque aunque molestar a Mii-chan era divertido, sabía que me estaba jugando el pellejo... o algo sí. Me sentía mucho más segura teniendo a Liza cerca, como si su sola presencia pudiese calmar a la bestia enfurecida que yacía en el interior de Mimi como un dragón dormido. ¡Podías pasar por su lado sin despertarlo, pero cuidado con sus colmillos si le pisabas la cola!

    A mis ojos Mii-chan era exactamente como ese dragón. Tan achuchable como un Dragonite... pero tan peligroso como uno. Nunca había mirado la muerte tan cerca a los ojos por segunda vez.

    En cualquier caso Lizachi nos contó una historia apasionante sobre la constelación del señor Swanna a.k.a Cygnus. Una historia de amistad, de carros que volaban demasiado cerca del sol—¿Carros voladores? ¡Ese era totalmente mi tipo de historia!—y una devoción que llegaba más allá de la muerte. Escuché todo con ojos brillantes de emoción, profundamente interesada, ansiando saber más de esas historias que no conocía. ¿Todas las constelaciones tenían una así?

    —¿No fue el propio Zeus quien hizo caer a Phaeton al agua para evitar que quemara la tierra con el carro del Sol?—Apuntó Mimi aún cruzada de brazos. A diferencia de mí, ella no parecía impresionada. Soltó un pequeño "Hah", que sonó más a un bufido sarcástico que otra cosa—. Primero lo asesina y luego convierte a su mejor amigo en un Swanna. Menuda historia.

    —Algunos historiadores piensan que Phaeton y Cygnus no eran simplemente amigos o parientes, si no amantes—Ai se acercó a nosotras. Su voz suave fue como un bálsamo cicatrizante después de escuchar una historia tan triste. Dirigió la mirada hasta la infografía recorriendo con sus ojos de bosque las líneas que unían las estrellas y entonces nos sonrió con esa templanza tan característica—. Lo que convierte su historia en una tragedia romántica. De hecho, cuentan que Cygnus odió al sol y los ríos hasta su muerte.

    ¡Ah, menudo giro en la historia! ¡Ahora podrían hacer un manga BL y todo!

    El resto del tiempo se sucedió de forma amena hasta que nos dirigimos al ascensor. Estuvimos un rato más leyendo las infografías y charlando sobre constelaciones y estrellas, disfrutando de un día de lo más agradable. No había mucha gente, al menos no al principio, pero fueron llegando poco a poco y pronto hubo algo más bullicio alrededor. Incluso niños que, aburridos de la astronomía, jugaban a perseguirse entre las infografías y eran detenidos a duras penas por unos padres agotados.

    —¿Entonces la constelación de Aquila se supone que es un Braviary?—repetí, pasmada. Me reí como si fuera completamente imposible cruzando las manos detrás de la cabeza—. Me estás tomando el pelo otra vez.

    Mii-chan bufó.

    —Piensa lo que quieras.

    —Mii-chan no te enfades~

    —¡No me eches los brazos por encima, idiota!

    Estaba muy feliz. Nunca había sido una persona popular. Dejando al lado los deportes era una estudiante pésima y no destacaba por absolutamente nada. Como era una completa torpe y buena para nada, nunca había estado precisamente en la lista de marcado rápido de nadie.

    —Tengo un poco de hambre...—me quejé nada más las puertas metálicas se cerraron y el elevador inició su ascenso.

    Mimi me dirigió otra de esas miradas de circunstancias. De esas que parecían decir "¿en serio?" y ser algo entre hartazgo e indulgencia.

    —Acabas de comer.

    —¡Dile eso a mi estómago! ¡Está rugiendo como un Pyroar!

    Por eso ese tipo de momentos lo eran todo para mí.

    Compartimos una breve risa desenfadada—yo particularmente me sentía agradecida y en paz. Aún me costaba creer que algo como eso estuviese sucediendo, ¡que yo tuviese amigas! ¿Cuáles eran las posibilidades?—, pero entonces algo sucedió. Y cuando digo algo quiero decir algo feo y catastrófico. Hubo una sacudida, se escuchó como un "Pomf" brusco y el ascensor se detuvo en seco. Con un click se encendieron una serie de luces provenientes del techo.

    —¡W-woah!

    Eso no podía ser bueno. ¿Se había parado? ¿Así sin más?

    Hubo variopintas reacciones. La primera en reaccionar con completa calma, como si se tratase de un paseo por el parque fue Michin y la secundó Poly, tratando de mantener la calma.

    —¿Huh?—esa fue Mii-chan dirigiendo la mirada hacia arriba—. ¿Ahora?

    Ai suspiró con cierto pesar apoyando una mano sobre su mejilla. Me recordaba un poco a una madre—aún más— cada vez que hacía ese gesto.

    —Vaya. Solo quedaba un piso más...

    Pero sin duda, la más afectada de todas nosotras, quien parecía completamente aterrorizada por la situación... era Lizachi.

    Se había mostrado algo reticente antes de subir...

    Poly pulsó el botón de emergencia pero no hubo respuesta. Y entonces la situación cambió rápidamente y el ambiente distendido que habíamos tenido hasta el momento se volvió tan tenso que podría cortarse con el filo de un cuchillo. Era pesado y asfixiante como si no hubiese oxígeno para todos en una cabina tan pequeña.

    Liza se deslizó hasta el suelo, boqueando por aire como si no lograse llenar sus pulmones lo suficiente. Me costaba entender exactamente que estaba pasando. Era como si repentinamente la situación se me escapase por completo de las manos. Bueno, generalmente las cosas se me escapaban de las manos todo el tiempo. Incluso cuando daba todo de mí por evitarlo.

    Ai se agachó junto a ella tratando de alcanzarla con palabras. Era evidente que a todas nos había tomado por sorpresa; no tanto el ascensor detenido si no la reacción aterrorizada de Liza. Pero tras un pequeño momento de shock logramos reaccionar como si estuviéramos sincronizadas.

    O al menos ellas lograron reaccionar. Porque yo estaba tan paralizada como la propia Liza, sin tener la más mínima idea de qué hacer.

    —Clematis—Ai la llamó suavemente. Sin embargo al no obtener una respuesta directa y Liza empezar a boquear con más fuerza, la sostuvo por el mentón elevando su cabeza y forzándola con firmeza a mirarla—. Clematis, mi amor, respira conmigo: Despacio. Si te alteras empezarás a hiperventilar y podrías desmayarte.

    Escuché un golpe y me di cuenta de que Mimi, apretando los dientes, acababa de arrearle una patada a la puerta de metal cerrada.

    —¡Muévete cacharro estúpido!

    Parecía... genuinamente frustrada. Mi mirada, sin embargo, estaba clavaba en la figura temblorosa en el suelo del ascensor a la que se había reducido mi amiga y que era contenida a duras penas por una preocupada coordinadora. La mujer mantenía la calma, pero era evidente que estaba tensa también.

    —¿L-Lizachi?—musité.

    —Es un ataque de pánico: dejadle espacio—Mimi nos pidió. Parecía mantener la calma pero me preguntaba si solo estaba actuando que tenía control sobre la situación para no hacer las cosas más difíciles de lo que ya lo eran—. Miki, ¿puedes contactar con emergencias con tu holomisor? El botón para llamar a control no reacciona.

    —Y si... ¿y si nos cuentas más mitos sobre las estrellas?—aporté con inseguridad, dubitativa. Mi voz tembló ligeramente.

    —Ahora no, Aika.

    ¡No siquiera se me ocurría una buena forma de distraerla! Mi mente era un completo caos. No iba a poder hacer nada en esta situación... y era frustrante y me reafirmaba en lo completamente inútil que era todo el maldito tiempo.

    De modo que apoyé mi espalda en un rincón mientras las demás chicas trataban de ayudar a Liza y de sacarnos de esta. Solo sería un estorbo estando en medio, lo mejor que podía hacer era quedarme quieta a un lado. No era buena bajo presión, mucho menos en situaciones de emergencia. Volvía a tener flashbacks del accidente de coche de mi hermana, me dolía el pecho y sentía un nudo apretándome la garganta. Y todo... todo estaba mal.

    El coche se salió de la carretera y volcó sobre sí mismo... y nos dejó atrapadas a mí y a Minato en su interior. El olor a gasolina derramada y sangre era algo que no olvidaría jamás.

    —Liz escúchame—esa fue Mimi. Se había agachado para estar a su altura y al igual que Ai había hecho trataba de alcanzarla de alguna manera. De horadar en su mente turbulenta completamente fuera de control—. Todo va a estar bien, ¿de acuerdo? Habrá habido un corte de suministro o algún error mecánico pero lo solucionarán pronto y nos sacarán de aquí. Todo va a estar bien, porque este es nuestro día. Y no pienso permitir que un estúpido ascensor averiado nos lo estropee.

    Había firmeza en su voz pero también un cariño difícil de describir. Era evidente que de todas las presentes, Liza tenía un lugar muy especial en su corazón. Un lugar que muy probablemente no podría ocupar nadie mas. También era evidente, aunque yo no era precisamente perspicaz, que no estaba frustrada porque se había detenido el ascensor... estaba frustrada porque esa situación estaba lastimando a Liza.

    >>Puedes apretar mi mano si sientes que lo necesitas—ofreció acercando sus dedos a los suyos—. Estoy aquí. Estamos aquí. No estás sola.

    —Respira despacio, cariño—siguió insistiendo Ai, maternal. Y se puso en pie para dejarles espacio a ambas—. Los ascensores tienen un sistema de ventilación, no vamos a quedarnos sin oxígeno. Pero el pánico puede hacer que sea difícil tomar suficiente aire.

    >>¿Bellis?—me llamó.

    —¿S-sí?

    —¿Te encuentras bien?

    —¡A-ah, sí! Solo un poco nerviosa, pero vamos a salir enseguida—respondí con optimismo genuino pero con una energía que se notaba forzada. Después de todo no era tan buena mentirosa como Mimi—. Nos sacarán de aquí en menos de lo que canta un Jigglypuff. ¡Fiabilidad certificada por industrias Izumi!

    Eso era lo que quería creer. No quería ver a Liza así de mal. No merecía nada de esto.
     
    Última edición: 11 Noviembre 2025 a las 1:41 AM
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    No podía llegar a entender la magnitud de lo que sucedía. Después de todo, circunstancias como esas sucedían todo el tiempo, a todo el mundo. A Poly y a mí nos pasó, sin ir más lejos, cuando fuimos junto a la abuela a su entrevista por su nuevo libro en Jubileo TV, hacía un par de años. Terminé sacando mi bajo de su funda, que justo llevaba encima, y toqué para el resto de visitantes durante media hora.

    Nos llevamos bastante propina, heh.

    Pero el ascensor aquí era mucho más pequeño, no tenía mi bajo conmigo y una de las presentes tenía un ataque de pánico. ¿Los ataques de pánico se quitaban con música? La situación era mucho más compleja, y esta vez no contábamos con la capacidad resolutiva y los nervios de acero de la Ranger que nos acompañaba en la atracción de terror... porque era precisamente ella la que estaba fuera de juego.

    Clematis, mi amor, respira conmigo: Despacio. Si te alteras empezarás a hiperventilar y podrías desmayarte.

    Ai se acuclilló a su lado, tratando de estabilizarla. Alzó su mentón, pero la mirada de la afectada se encontraba enfocada en ningún punto, incapaz de volver en sí.

    —No... —gimió, agitada. Apenas pude escuchar lo que decía desde allí—. No puedo... respirar...

    Boqueaba por aire, pálida y temblorosa, y mantuve mis ojos fijos en la escena, repentinamente ausente. Quizás, porque me costaba solapar la imagen que veían mis ojos con la persona resuelta y compuesta que había asociado con Liza hasta entonces. Derrochaba confianza y seguridad todo el tiempo, con esa personalidad vibrante y su dichosa sonrisa encantadora. Era... impactante ver el cambio.

    Tal vez olvidaba a ratos la profundidad que había detrás de los seres humanos. Que sentían, padecían; que tenían miedos y defectos. Que había mucho más oculto bajo lo que se podía ver a simple vista, como la punta de un iceberg.

    Que yo también podía ser como ellos. Como había sentido cuando lloré junto a Poly.

    Miki, ¿puedes contactar con emergencias con tu holomisor? El botón para llamar a control no reacciona.

    —Mhm —Asentí hacia las indicaciones de Mimi. Aparté la mirada justo cuando ella se acercó a Liza, enfocándome en la única tarea que tenía a mi alcance.

    Poly enterró la cabeza entre sus alas, angustiado, posado aún sobre mi hombro. Nos apartamos un poco para poder buscar el número de teléfono de emergencias.

    —¿La señorita agente se va a poner bien...? —Me preguntó con un hilo de voz. Nunca había visto a nadie tener un ataque de pánico, y lo cierto es que yo tampoco—. No quiero que le pase nada...

    —Estará bien —murmuré, acariciando su plumaje antes de darle al botón para llamar—. Mimi y Ai nos están ganando tiempo. Tenemos que confiar en Liza.

    Mientras hablaba con emergencias, White continuaba encerrada en sí misma, en aquel abrumador modo de supervivencia. Para ella había una amenaza que se cernía sobre su persona, alterando toda su lógica hasta volverla inexistente. Las voces de sus amigas le llegaban entrecortadas, amortiguadas e inconexas... pero de alguna forma sabía que estaban ahí.

    La prueba de ello fue cómo comenzó a imitar la respiración pausada de Ai con el tiempo, reflejando el ritmo que le indicaba con esfuerzo. Fue su pequeña primera victoria.

    Seguía respirando de manera entrecortada, agitada, pero se alejaba lentamente de la línea de no retorno que significaba empezar a hiperventilar. Cuando Ai se aseguró de que el ciclo de respiración había aminorado lo suficiente se irguió, brindándole espacio a Mimi para que pudiese contener así a su amiga. Hubo una sensación de alivio compartido cuando, tras cierto tiempo de reacción, Liza tomó la mano que Honda le brindaba, sosteniéndola temblorosamente entre sus dedos. Estaba helada, decía.

    Pero estaba reaccionando.

    —Mhm. Gracias —Cuando colgué la llamada me volví hacia las demás, explicando lo que me habían comentado al otro lado de la linea—. Dicen que ha habido una pequeña avería en el motor. Tardarán unos veinte minutos en sacarnos de aquí.

    Poly se volvió hacia Liza con inquietud.

    —¿Podrá aguantar ese tiempo la señorita agente? —cuestionó, visiblemente nervioso—. Les explicamos la situación, pero les es imposible darse más prisa...

    Mimi sintió que la mano que las unía se apretaba con algo más de fuerza. El ataque de Liza había disminuido en intensidad no porque hubiese logrado calmarse, si no por el cansancio que fue extendiéndose lentamente por su cuerpo con el transcurrir de los minutos. Sollozaba en silencio, alerta a cualquier ruido o movimiento que recrudeciese su estado.

    —No... —negó en un murmullo apenas audible. Se la notaba desesperada y abatida, como si la noticia del holomisor le hubiese llegado con absurda claridad—. Mimi... No puedo... Necesito salir de aquí...

    Me quité la chaqueta que rodeaba mi cintura por si refrescaba más tarde, y al ver que temblaba me acerqué para echársela encima. Estaba sudando frío por el estrés, pero tampoco creía que algo más grueso fuera a hacerle bien. Al menos eso era ligero.

    Tomé asiento en el suelo, contra la pared opuesta de piernas cruzadas, y Poly se hizo un hueco entre ellas, sin dejar de observar a su amiga con desasosiego.

    —Aguanta un poco más, señorita agente... Usted puede.

    Esperaba que eso fuera cierto.
     
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