Shinjuku Propiedad Dunn [Casa]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Zireael, 11 Agosto 2021.

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    Gigi Blanche

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    Una parte de mí no terminaba de imaginarse a Cayden como director de circo, y acabé planteándomelo bastante en serio ya que el tema se había mantenido. Ni idea, la verdad, siempre había sentido que tenía otro tipo de bestia viciosa, una que quizá buscara alimentarse de la atención ajena, sí, pero de las personas. No las masas. Absorber a alguien, chuparle la puta alma del cuerpo si hacía falta, dejarlo hecho una miseria. Era distinto, al menos desde mi punto de vista, no sólo por los recursos sino por la satisfacción alcanzada. Personalmente me daban igual los reflectores, que un montón de monigotes sin rostro repararan en mi existencia o no.

    Y si me preguntaban, al niño del fuego le veía más talento de cara a mi abismo.

    Pero venga, ni que lo supiera todo.

    Ya no se me ocurrió nada interesante que agregar, de modo que lo dejé correr y seguimos a lo nuestro. Que el cabrón disfrutara tanto del beso como yo era, cuanto menos, satisfactorio, y medio me pregunté qué coño podría haber llegado a pasar si Yako no hubiera muerto, si hubiéramos seguido pegado como lapas desde críos. ¿Todo habría salido diferente? ¿La pinza sólo se nos habría aflojado antes? Hombre, quién sabe. Quizá nos teníamos estas ganas desde entonces, sólo que éramos unos niños y entrábamos en pánico sólo de pensar al respecto.

    Qué cosa que me hubiera arrancado la inocencia de encima bastante temprano.

    Y ahí iba, mi propia cuota de oscuridad.

    Si era consciente o no de la situación, de la hora y tal, no lo sabía y tampoco me importaba. Quizá se comía una risa mía si me enteraba que todas esas mierdas le ponían un poco más en vez de frenarlo, al puto loco. Sentí su sonrisa, entreabrí los ojos apenas un instante y luego seguí a lo mío. Suspiró al presionarme contra él, lo hizo sin una pizca de pudor y, joder, qué ganas de seguir moviéndome.

    Luego me separé, parecía medio dormido o directamente puesto, quién sabe, y cerró los ojos al correrle el cabello. Se aprovechó de su posición para sentarse en mi regazo, seguí sus movimientos con una sonrisa liviana pegada al rostro y acomodé las manos en sus caderas, concediéndole caricias distraídas con ambos pulgares por encima de la ropa. Se montó todo el numerito trazando los relieves de mi perfil y sólo me quedé allí, prendado a sus ojos. Dejándole hacer lo que le saliera de los huevos, digamos.

    La jodida tontería que dijo me obligó a soltar una risa floja, la sonrisa amplia me quedó en la cara y meneé lentamente la cabeza.

    —¿Mejores sugerencias? —tanteé, casi en un susurro, y distraje mi mirada en mis manos al colar los pulgares por debajo de la camiseta. De paso rocé el borde de su pantalón, qué cosas—. ¿Por qué suena como si ya tuvieras algo en mente, Cay Cay?

    Qué va, era su casa, yo no tenía problema alguno de lanzarme al puto infierno detrás suyo pero que extendiera la invitación primero. Era un chico de lo más educado, al fin y al cabo~
     
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    Zireael

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    Era posible que me moviera entre figuras con un facilidad estúpida, casi como si no fuese puro fuego y rocas hirviendo, porque quería robarme la atención de las masas y también tenía esta capacidad de mierda, esa que alcanzaba cuando tocaba el fondo de mi cueva, de enredarme en las personas, encajarles los dientes y arrastrarlos conmigo. Me los llevaba en banda, como un auto sin control, notaba el gusto a sangre en la boca y en vez de detenerme seguía como un puto loco.

    Como si pretendiera dejarlos secos, así luego me muriera en un océano de culpa. ¿Dónde estaban mis propios límites realmente? No sabía la respuesta.

    Habían muchas cosas que se quedarían en el misterio, en meras posibilidades, entre ellas qué habría pasado con nosotros si Yako no la hubiese palmado, a dónde habríamos ido a parar y cómo. Era la duda que tenía desde que se me había volado la pinza, cuando de imbécil solo arranqué los cables y le di el primer beso el día de la fiesta que hasta pecó de inocentón. Tampoco le daba muchas vueltas, no tenía que revisar demasiado la memoria para saber que Ko siempre me había llamado la atención, es decir, era una cosa que hasta se pasaba por alto porque no era ciego y eso. Más bien pecaba de ser tan visual que me jodía si algo no me llamaba por los ojos primero.

    Igual me resultaba tan natural como las sombras que recibía, como el habernos vuelto a ver las caras y que el tiempo pareciera no haber pasado. Como si todo hubiese estado allí y solo ahora los interruptores se accionaran o se abrieran las boquillas de los cilindros de gas.

    De cualquier forma el idiota puso las manos en mis caderas una vez me acomodé y las caricias livianas que me concedió me sacaron una sonrisa en lo que me montaba mi teatro de turno. Fue una sonrisa ligera de la que no fui muy consciente, además se me había prendado a los ojos y ya estaba visto lo débil que era a la mirada de este chico. Seguro me encontraba los ojos, me pedía que me recorriera todo Japón al trote y lo hacía.

    Como un perrito de lo más obediente.

    Mi estupidez le arrancó una risa, meneó la cabeza y acabé por reírme yo también al oír lo que me dijo. Dejé las manos en su pecho por ponerlas en alguna parte y tracé caminos azarosos con las yemas de los dedos. Di un respingo cuando coló los pulgares bajo la camiseta y me removí un poco sobre él, no fue a conciencia ni con maña, fue solo la reacción que me sacó eso y sentirlo rozar el borde del pantalón.

    Me ponía inquieto con nada, en gran parte porque seguía dando palos de ciego.

    —¿Yo? Qué va, solo no conecto lengua con cerebro —murmuré en respuesta. Ladeé la cabeza, el cabello siguió el movimiento y me puse la cara de cordero de nuevo sin problema, con la dosis de inocencia impostada que significaba—. Well, maybe~

    Deslicé las manos hacia abajo, acaricié su pecho, apenas algo del trayecto a su abdomen y rompí el contacto solo para buscar sus manos. Lo tomé suavemente por las muñecas y en vez de hacer que dejara de tocarme en su lugar lo hice colar más las manos bajo la camiseta; sentir su calidez me hizo relajar apenas un poco más de peso sobre él y solté el aire despacio, como un gato al que le haces un mimo mientras duerme.

    —Tócame —pedí en voz baja así no hiciera falta solo con el hecho de que había buscado sentir sus manos directo en la piel. Todavía no me quitaba la cara de borrego y no estaba en mis planes más próximos, al menos no en lo que soltaba la estupidez—. El baño lo puedo tomar contigo y así luego vemos lo de la cena juntos. Just saying~
     
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    Gigi Blanche

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    Bueno, que nadie dijera que no había intentado regresarnos la cabeza encima del cuello. O sea, si algún día la historia nos juzgaba, cosa que dudaba mucho. Quizás aún había una parte de mí que se preocupaba por Cay, por no estar empujándolo demasiado o quizá fuera que allí, en la casa donde siempre me habían aceptado, había pretendido mantener un mínimo de decencia. Era diferente a colarse en un piso aleatorio o los dormitorios de una universidad, pero ni modo. Tampoco iban a pedirme milagros.

    Cuando tenía al cabrón encima, clavándome esas caras de cordero degollado.

    Se removió ligeramente tras alcanzar su piel, lo sentí con particular intensidad y así no lo demostrara, me corrió por el cuerpo el impulso de imitarlo, de buscar más de eso. Sus manos, entre tanto, siguieron su recorrido hasta alcanzar mis muñecas. No estaba muy seguro de lo que pretendía, aún así lo dejé hacer y que me dirigiera aún más adentro de su camiseta, que aflojara las piernas y respirara de esa forma, me hizo repasarme los labios y exhalar con pesadez. Atendí a sus facciones, a sus gestos y no quise creerme del todo el puto delirio que acababa de soltarme bien fresco, pero el hijo de puta estaba ahí y empezaba a recibirse en esto de quemarme las neuronas.

    Tócame.

    Dios.

    Piedad, Cay Cay.

    Su piel estaba tibia y no tardé casi nada en seguir deslizando las manos por dentro de la camiseta. Tracé su cintura, abdomen, pasando por su pecho y seguí, instándolo a quitarse la prenda. Ya estaba, ¿no? Lo había intentado pero ya me había derretido el cerebro y ya estaba. Ahora sólo quedaba extinguir la luz de las velas y darnos la bienvenida

    Tras sacarle la camiseta me removí lo suficiente para erguir el torso, en la puta movida lo sentí un poco más y le anclé una mano en la nuca.

    —¿Un baño contigo? —susurré, saboreándome la idea como un jodido cabrón, y hundí los dedos en su cabello—. Suena bien~

    No tenía la menor idea si era prudente, si Cay tenía un baño privado o podían llegar a pescarnos, pero ya me importaba una puta mierda. Busqué sus labios con una cuota de impaciencia, de ansiedad incluso, me hundí en su boca y presioné mi lengua contra la suya. Una, dos, tres veces. Mi mano libre navegó su costado, se enredó en su cintura y lo pegó a mí, luego siguió bajando hasta calzar en su cadera y moví las mías, acentuando el contacto al ritmo de los besos. De mi lengua, siendo precisos.

    Le solté un suspiro encima por la puta gracia y bajé a su cuello, mi mano acompañó la movida. Se ancló del lado opuesto, lo atrajo hacia mí y deslicé la lengua hasta alcanzar su clavícula. Lo insté a arquear la espalda, repartí besos más suaves por su pecho y acabé por soltar el aire por la nariz. Fue denso, apoyé la frente en su piel y me sonreí al apreciar las vistas.

    —Me parece una buena idea —murmuré, divertido, y mis dedos se deslizaron de su cadera a su pantalón, allí donde estaría su entrepierna. Si acaso lo estimulé, fue más para molestarlo y alcé el rostro, buscando sus ojos desde abajo—. Te sigo, entonces~
     
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    A Ko ni le había dado oportunidad de medio regresarnos la cabeza al cuerpo, eso lo sabía. Aunque la verdad era que no había medido lo que mis movidas estaban provocando, es decir, no era que pensara que no fuese a provocarle nada, sino que no las hice con la intención directa de arrancarle una reacción. Eso no quitó la satisfacción de mierda que me cayó encima cuando lo vi repasarse los labios y noté la pesadez con la que soltó el aire, me permití una sonrisa incluso. Fue sutil, pero sentí que me había quitado un poco de la inocencia que me había echado encima con la cara de cordero a medio morir.

    Las sombras habían palpitado.

    Me concedió lo que pedí, claro que se lo tomó muy a pecho y eso no estaba del todo en mis planes. Se veía que ya le había quemado la neurona al pobrecito y la sola idea continuó avivando mi incendio a la vez que sus manos me extendían el calor al resto del cuerpo

    Volví a removerme, inquieto, al sentirlo trazar mi cintura, el abdomen, el pecho y no puse una pizca de resistencia cuando me hizo quitarme la camiseta. La arrojé a un lado, volví a sus ojos cuando se estaba enderezando y me relamí los labios, porque con la movida el contacto se acentuó. Además de que el idiota me aflojó todavía más conexiones al anclar la mano en mi nuca y deleitarse con mi sugerencia como un completo hijo de puta.

    —Conmigo, sí —confirmé por la pura gracia, suavizando el tono a posta.

    Se veía que juntarme con este cabrón ya me estaba pegando sus manías.

    Me permití otra sonrisa al sentirlo hundir los dedos en mi cabello, fue casi de suficiencia, como si hubiese logrado lo único que me proponía de repente. Cuando buscó mis labios de nuevo se le notó la impaciencia y la jodida satisfacción me siguió bañando el cuerpo.

    Ven, el fuego sigue bañando la cueva.

    Tómalo.

    Encontré su rostro con las manos, ni siquiera lo pensé y en sí no tenía fundamento porque no era como si Ko se me fuese a escapar ni nada, pero el gesto fue como para mantenerlo en su lugar. Lo recibí en mi boca, lo dejé hundirse, colarse y ahogué un suspiro sin ninguna clase de vergüenza mientras me valía de mi agarre en su rostro para atraerlo todavía más a mí.

    Siempre había sido codicioso, qué decir.

    Deslicé las manos de su rostro a sus hombros, trazando el contorno de su cuello y me le enredé como una puta serpiente apenas unos segundos después de que él se enredara a mi cintura. El cabrón movió las caderas entonces, luego de calzar la mano en las mías, y me arrancó un suspiro completamente diferente a los otros, fue pesado, me surgió del centro del pecho e incluso me obligó a separarme de su boca un momento antes de regresar a sus labios y moverme también, prácticamente acompasándome a él.

    El idiota me dejó ir un suspiro encima que me fundió todavía más el cerebro aunque no me quedó demasiado tiempo de reacción, bajó a mi cuello y las manos me siguieron respondiendo en automático. Hundí los dedos en su cabello y cuando deslizó la lengua me aferré con algo más de fuerza de la pretendía, no fui del todo consciente pero su nombre se me escapó junto a un suspiro.

    Arqueé la espalda como me instó a hacer, cerré los ojos y tomé aire un poco de golpe al sentir los besos, pasé saliva también en un burdo intento de ponerme la cabeza más o menos en orden, aunque claramente no tuve mucho éxito.

    Aflojé el agarre en su cabello cuando apoyó la frente, le dediqué una caricia liviana y con todo se me escapó una risa al escucharlo, vibró en mi pecho, se proyectó a él y cuando quise darme cuenta el cabrón me alcanzó la entrepierna. Las caderas me respondieron solas, busqué afirmarme contra su mano y al soltar el aire sonó parecido a un bufido.

    Chill, baby —me quejé como un crío, aunque no era como que fuese en serio ni nada—. No seas malo conmigo.

    Sujeté su rostro con las manos de nuevo, le estampé un beso en los labios y un poco a regañadientes busqué levantarme de la cama, usando sus hombros para apoyar algo de peso. Trastabillé al poner el primer pie en el suelo, bastante atontado a decir verdad, y me tragué la gracia en lo que caminaba estirando el cuerpo.

    Di un respingo casi llegando a la puerta porque una voz se alzó, venía de abajo todavía, pero consiguió despertarme la neurona en un segundo.

    —¡Cay! —Era mi tío hablando a los gritos—. Pregunta tu madre que si les hacemos la cena o no, sino para cruzar y llevarle comida a Devan.

    —Crucen a lo de tío Dev, lo de la cena lo veo yo en un rato —respondí bastante más compuesto de lo que me sentía.

    —Copiado, capitán —añadió el otro y logró sacarme una risa floja.

    Regresé la atención a Ko entonces, lo repasé con la mirada pues porque me salió de los cojones básicamente e intercambié la vista de él a la puerta con la diversión impresa en toda la cara.

    Are you coming? —pregunté en un murmuro antes de girar el cuerpo para salir.

    Abajo la puerta principal se abrió, se cerró y se escuchó que le echaron llave. Eso, bueno, liberaba bastante la cuestión, así que ya la neurona no se me iba a enderezar ni en joda.

    Salí de la habitación, me rasqué las raíces del pelo casi con pereza y crucé el pasillo en dirección al baño. Allí había toallas y tal, así que nada que buscar antes, aunque claro que en el camino casi me llevo a uno de los gatos en banda que había salido de la habitación de mi madre para restregarse en mis piernas.


    Primero: i hate uni
    Segundo: doña tochos me dicen wHY AM I LIKE THIS?
    Tercero: slow love de tender did this
     
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    Gigi Blanche

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    Si al niño le estaba dando precisamente lo que quería, la verdad era que me importaba bien poco. No era tonto ni ciego, de ser así ni le habría tirado los perros en primer lugar, así que me empapé en primera fila con todas sus sonrisas de plena suficiencia. El jodido mocoso parecía sacado directamente de un pozo ciego, de las entrañas de la cueva y el calor de sus llamas.

    Y para lo que a mí me importaba.

    Que confirmara lo obvio mantuvo la gracia, pero no me pareció necesario extenderlo así que lo dejé morir allí. Además, digamos que tenía otros asuntos de mayor importancia que atender. Como anclarle una mano en la nuca, por ejemplo, como detallar el momento preciso en que a su gesto se le aflojaba otro par de neuronas y, claro, comerle la puta boca. ¿Que el fuego seguía llameando? Hombre, lo veía.

    Ya lo había tomado.

    Se aferró a mi rostro con ambas manos, lo hizo con la firmeza suficiente para seguir echándole leña al incendio y sólo me pegué más a él, me hundí más en él, si es que era posible. Sus suspiros me estaban dejando la cabeza en la puta mierda, para qué mentir o disimular, y cuando se acompasó a mis caderas, cuando el placer se descargó con la intensidad justa para impacientarme aún más, bajé a su cuello y el jodido cabrón suspiró mi nombre. Mi puto nombre.

    El jalonazo de cabello también hizo lo suyo, ni modo, y cuando habló, su voz me alcanzó como venida de otra dimensión. Parpadeé, con la frente aún en su pecho, y solté el aire lentamente en un intento por calmarme un poco. No que lograra mucho, menos cuando empujó las caderas para afianzarse encima de mi mano, y la puta mierda me arrancó una sonrisa. De paso deslicé los dedos, claro, jodiéndolo un poco más.

    Putas ganas de quitarle la ropa, joder.

    Cuando erguí el cuello volvió a buscar mis labios, me dejó un beso rápido y me quedé sonriendo medio como idiota, en lo que él se incorporaba y todo el rollo. Lo seguí con la vista, ya que estábamos en el negocio de no disimular nada, y si acaso recuperé una cuota de seriedad cuando la voz de Finn llegó desde abajo. Escuché el intercambio mientras giraba sobre el colchón hasta quedarme sentado, con los pies apoyados en el suelo, y lo mucho que los planetas acababan de alinearse me obligó a tragarme la risa de plena incredulidad.

    ¿Nos quedábamos solos?

    Pero bueno.
    Noté que Cay me repasaba con la vista, lo dejé hacer en lo que me pegaba al rostro la sonrisa de ángel y asentí, poniéndome de pie con calma. Ya conocía la casa, así que no perdí tiempo recorriendo los espacios ni nada. Dejé la puerta de su habitación abierta tras mi espalda, cruzamos el pasillo y me colé en el baño. Que casi comiera el suelo por culpa del gato me había arrancado una risa suave y apoyé las caderas contra el lavamanos, buscando sus ojos.

    —Bueno —murmuré, mi voz rebotó más que en su recámara y recorrí su torso con la vista, sin una puta pizca de pudor—. Henos aquí~

    Cerré los ojos en una sonrisa de lo más angelical, fue un segundo y me estiré hasta enganchar un presilla de su pantalón en el dedo índice. Lo arrastré hasta mí, lo pegué a mí y le dejé un beso en la mejilla. Fue suave, contrarrestó la cuota de firmeza que había usado para moverlo y sonreí, presionando los labios otra vez. Bajé un poquito más, y un poquito más, hasta alcanzar la línea de su mandíbula y seguir bajando. En lo que me entretenía en su cuello, estiré el brazo libre y giré la canilla del agua caliente de la ducha. Se derramó apenas, emanó de golpe y sobre el ruido del agua deslicé los labios húmedos hasta su oreja.

    —¿Me ayudas con la ropa?


    im so so so sorry por la tardanza, la vida me consume bUT HERE I AM WH MORE ULTRA GAYNESS

    slow love hace maravillas yes
     
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    Zireael

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    Estaba en mi salsa, con lo caprichoso que podía ser el que Kohaku no dudara demasiado en darme lo que quería solo me seguía jodiendo las pocas conexiones que me quedaban en funcionamiento. No era una cosa de poder ni nada, si acaso era un chispazo del mocoso malcriado que era, que se regodeaba en cualquier atención que recibiera. No tenía nada de raro, si uno rebuscaba mucho este infierno de sombras y llamas no era muy diferente de un reflector.

    En ese momento todo lo que sabía era que quería que me siguiera besando de esa manera, que se hundiera en mí hasta dónde le diese la gana y continuara enviándome todo ese calor por el cuerpo. Fue lo que hizo al deslizar los dedos después de que me afianzara contra su mano, comprimí apenas los gestos al sentirlo, pero me las arreglé para seguir a lo mío.

    Sentí su mirada encima todo el rato, ya estaba visto que tenía ojos en la nuca, sirvió para seguir subiéndome el ego, que para ser un saco de huesos lo tenía bastante inflado ya de por sí. El otro se puso la sonrisa de ángel cuando fui yo el que lo repasó con la vista, asintió, se levantó y enderezó los pasos hacia el baño.

    Me distraje un solo instante para dedicarle una caricia liviana a la bola de pelo que casi me hace comerme el suelo y me subí al tren del desastre de nuevo inmediatamente después. Encontré sus ojos en lo que entraba también y aproveché para cerrar la puerta detrás de mí. Me tragué una risa al verlo mirarme otra vez.

    —A ver, nadie te obliga a tomar mis sugerencias —murmuré con la diversión escrita en toda la cara—. Además me vas a sacar brillo de tanto mirarme. Te voy a cobrar~

    Cuando quise darme cuenta me pescó al vuelo luego de la sonrisa de turno y me atrajo hacia él, me dejó un beso en la mejilla ya de paso, que fue suave en comparación a la firmeza con la que me había arrastrado. Cerré los ojos por reflejo, me dejé hacer sin problema y se me escapó una risa al sentirlo presionar los labios de nuevo.

    Cuando siguió bajando, alcanzó mi mandíbula y luego continuó a mi cuello se me erizó la piel. Seguía con los ojos cerrados, disfrutando toda la movida como un puto cabrón, y fue cuando escuché que abría la ducha que me permití una sonrisa.

    En sí no respondí, giré el rostro, busqué sus labios y lo besé con la ansiedad que me cargaba de antes. Colé despacio las manos bajo su camiseta, tracé el contorno de su cintura de un movimiento liviano, seguí por su abdomen, subí al pecho y entonces básicamente repliqué la movida que él había hecho conmigo en la habitación.

    Corté el beso para poder sacarle la camiseta, dejarla a un lado y encontrar sus ojos. Sonreí como un genuino idiota y le estampé un beso en la mejilla mientras anclaba la mano en su nuca. Bajé a su mandíbula, de allí a su cuello y ya con el camino libre arrastré los labios a su clavícula, donde los presioné suavemente luego de respirarle encima.

    Deslicé la mano libre de regreso a su torso, recorrí su abdomen con la yema de los dedos y continué hasta alcanzar el borde del pantalón. Repartí besos húmedos en su clavícula hasta alcanzar su hombro y me guardé la gracia para mí mismo, porque podría haberme encargado de la prenda de una, pero se veía que ya me creía que tenía derecho a jugar con Ko y todo. Mi mano bajó, encontró su entrepierna y lo estimulé por encima a la vez que lo mordía sin fuerza en el hombro.

    Ups~

    La mano que había dejado anclada en su nuca pasó al costado de su cuello, en lo que regresaba sobre el camino que acababa de trazar dejándole un beso sobre el otro. Le comí el cuello con unas ganas jodidas, tuve la decencia de no dejarlo marcado por obra divina teniendo en cuenta que estaba improvisando como los grandes y deslicé los dedos de regreso al borde del pantalón para encargarme de eso, la prenda no tardó en caer casi por su propio peso.

    Me separé de su cuello entonces, me enderecé y me prendé a sus ojos en el momento en que mi mano regresó a su entrepierna. El numerito me lo seguí montando estimulándolo por encima de la ropa interior, de movimientos que pecaban de ser lentos y una sonrisa de mierda me alcanzó los labios. Las putas ganas de seguir tocándolo se me debían notar desde el espacio y no iba a mentirle a nadie, una parte de mí también quería que me jadeara encima como había hecho en los baños. No que lo fuese a pedir, no todavía por lo menos.

    Aún así me lo estaba buscando a posta.

    Despertar a la bestia o algo.

    —Me distraje un poco en el camino, ¿me perdonas?

    Ahora que lo pensaba, ¿no era la primera vez que sí le iba a quitar toda la ropa de encima al cabrón?

    Oh well, what a time to be alive.

    no worries bby, u know how it works uwu yo aquí traigo eVEN MORE ULTRA GAYNESS
     
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    Gigi Blanche

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    Igual y me daba gracia cuando a Cay le caían encima los aires de rey de la colina, porque objetivamente se contradecía bastante con su personalidad y era una cosa que no terminaba de entender nunca, pero vaya. Mis motivaciones a veces tampoco tenían mayor fundamento, a veces me movía acorde a corrientes ajenas, alimentando otros incendios y luego me iba por donde vine. Y esa era toda la historia. ¿Sacaba algo significativo? Probablemente no, tampoco lo pretendía. Sólo era un rato de descarga y ya. O de recarga, ni idea.

    Lo dicho, no me mortificaba arrancarle a nadie la cabeza del cuello.

    —Perdón, perdón —murmuré bastante porque sí, algo de diversión se me coló en la voz—. Es que me gusta mucho mirarte.

    Tampoco ser mortalmente honesto, ya que estábamos.

    Se dejó hacer, le dejé los besos en el cuello y luego buscó mi boca con una chispa de ansiedad agregada. Me acoplé sin problema a su ritmo, su puta madre iba a andar tranquilo en esas condiciones y luego de que, bueno, obviamente jamás tendría una deuda conmigo pero tampoco iría a negar que las últimas dos veces me había quedado caliente que te cagas. Era como una batería en su límite, llegados a este punto, y toda la situación quizá me estuviera emocionando un poquito más de lo usual.

    El agua seguía corriendo y comenzó a perturbar el aire con una ligera película de vapor. Las manos de Cay se colaron dentro de mi camiseta y recorrieron mi piel a cámara lenta, lanzándome cosquillas aquí y allá. Colaboré para quitármela, alcé los brazos y parpadeé un par de veces al quedarme ya con el torso desnudo. Reflejé su sonrisa de imbécil apenas dar con su resina, ni modo, y bajé la vista al suelo al recibir su beso en la mejilla. Se me hizo tierno, dentro de lo que cabía, aunque poco a poco fue bajando y así no lo supiera, hice la misma estupidez que él. Cerré los ojos, el mundo se fue a negro y solté un suspiro al detenerse encima de mi clavícula. Dios, si no estaría disfrutando todo como un puto cabrón.

    Su mano volvió a pasearse por mi torso, el movimiento descendente me arrojó una expectativa de mierda que me tensó al cuerpo y sus besos húmedos me pillaron con la guardia baja. Me removí bajo su peso, fue mera descarga y el aire se me escapó entrecortado. Tampoco me molesté por contenerlo, qué va. Quería que me tocara, ya casi lo necesitaba y esa jodida necesidad me estaba cosquilleando en el cuerpo entero. Estuve a medio pelo de pedírselo, de hecho, pero se me adelantó.

    Separé los labios, apretando los párpados y me relajé de golpe al sentirlo estimulándome, disfrutando de la descarga de placer con un suspiro pesado que de primera mano fue casi un jadeo. Me mordió el hombro, para completar la gracia, y me siguió estropeando el puto cerebro con todo lo demás. Con la puta mano en mi entrepierna, con la firmeza de la otra en mi cuello, los besos húmedos y el ruido del agua corriendo. La humedad del baño pegándose en mi piel.

    Por fin se encargó de mis pantalones, la movida me reactivó las neuronas suficientes para abrir los ojos y jalar de los costados de la prenda para que cayera, enganchándola en mis pies para patearla lejos. Estuve a medio pelo de echarle las manos encima, de quitarle toda la puta ropa, pero entonces se prendió de mis ojos y me quedé quieto, a la expectativa. No tardó nada en regresar a mi entrepierna, en seguir tocándome y ahora, con el contacto visual, genuinamente sentí que se me iban a derretir las neuronas.

    Llevé una mano a su mejilla, la tracé vagamente y me acerqué a su rostro, con la respiración irregular. No me corrí de sus ojos ni un instante, al menos hasta que estuve demasiado cerca, y encajé la mano a un costado de su cabeza al presionar las caderas contra su mano. Una, dos, tres veces, marcando un ritmo lento.

    —Cay —susurré contra sus labios, repasando los propios—. Ya quítate la ropa.

    Se me coló en la voz una mezcla extraña de orden y súplica, tampoco me importaba. Tenía el cerebro en la puta mierda y ni siquiera me importó el resto, estar hundiéndolo en las entrañas más oscuras de la cueva, pues ahí el aire quemaba y se sentía demasiado bien.
     
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    Zireael

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    Una tras otra las reacciones que recibí de Ko me lanzaron encima tal satisfacción que ya pecaba de ilegal. A ver, que ninguna de las dos veces planeé dejar al pobre niño a medio camino, pero las circunstancias o el tiempo no habían ayudado, así que allí estaba ahora y el pobrecito quizás estaba un poco sensible a mis estupideces. Pensarlo me hizo cierta gracia así no lo mencionara.

    Bueno, ahora sí podría hacer algo al respecto.

    No me sentía en deuda ni nada, no era eso, pero si debíamos ser honestos un poco bastante sí que me había quedado con las ganas de meterle más mano todas las veces o terminar el trabajo a secas. Igual se me notaba, quién sabe, tampoco importaba porque ya no disimulaba casi nada a su alrededor.

    Encima me había soltado así bien fresco que le gustaba mirarme y entre todo el desastre consiguió hacerme reír. Fue una risilla floja, cosa de nada, pero fue sincera y no sé, lo de siempre, que quería un montón a este idiota.

    Se acopló a la forma en que lo besé y cuando seguí con el espectáculo, cuando me soltó un suspiro, se me murieron posiblemente todas las neuronas del cerebro. Lo sentí removerse también, la forma en que se le entrecortó la respiración tampoco la pasé por alto y que me cortaran las manos si no se le notaban desde la otra cuadra las ganas que tenía de que lo tocara, se relajó apenas lo hice de hecho. El suspiro, casi jadeo que soltó me hizo contener la risa, porque básicamente era eso lo que quería oírle.

    Parpadeé con pesadez cuando trazó mi mejilla, no rompió el contacto visual con todo y que ya tenía la respiración alterada. Lo dejé hacer, que acomodara la mano al costado de mi cabeza y marcara su ritmo con las caderas, fue después de eso que llamó a mi nombre y siendo honestos ya tenía el cerebro bien aturdido. Hice un sonido apenas para que supiera que lo escuchaba y su orden, súplica, la cosa que fuera me activó el cerebro. Encontré sus labios, subí la mano que había quedado en su cuello hasta su rostro y ladeé la cabeza, cosa de acentuar el contacto.

    Igual lo estaba torturando sin siquiera ser del todo consciente de ello, porque se veía que ya no le daba mucho la paciencia para nada. No era mi intención, pero me divertía con la situación más de lo que me hubiese gustado admitir.

    Cuando volví a separarme, ya de paso dejándole quieta la entrepierna, me quedé casi pegado a sus labios.

    —Como quieras —murmuré.

    Me cayeron encima un poquito de nervios, ni idea, me llegaron de ninguna parte y aún así seguí fluyendo en el desastre porque tenía todos los filtros del cerebro apagados. Me deshice de lo que me quedaba encima, pantalón, ropa interior, dejé todo a un lado sin especial cuidado.

    Estiré la mano para tocar el agua, mera costumbre en realidad, y entré al espacio de la ducha aunque evité el chorro de agua como tal al menos por ahora. Giré el rostro, busqué los ojos de Ko y extendí la mano hacia él, ya de paso le dediqué una sonrisa.

    —No vayas a hacerme esperar a mí ahora, sería grosero.

    Al menos pude hacer el tonto, así desvanecí un poco los nervios que me habían caído encima, que ahora que pensaba seguro venían de la pura expectativa solamente. En realidad estaba seguro de ello.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Luego ya de pedirle que se quitara la ropa, Cay regresó a mis labios y le correspondí al beso como si fuera la última mierda que se me permitiera en la vida o algo. Lo recibí de puro gusto, incluso cediendo a la presión para retroceder y luego recuperar el terreno, hundiéndome en su boca. Me daba bastante igual si se divertía conmigo, si quería molestarme, torturarme o la mierda que fuera, podía conservar ese mínimo rescoldo de paciencia pues sabía que en definitiva iba a conseguir lo que ya prácticamente necesitaba.

    Sabía que, si me daba la puta gana, activaba los engranajes y tapaba todas las luces de la habitación.

    Finalmente accedió y me quedé allí, viéndolo desvestirse como si fuera un puto espectáculo o algo. Me pareció notar los nervios que le cayeron encima, no estaba del todo seguro pero creí percibir un cambio en su lenguaje corporal y bueno, caí en cuenta que probablemente fuera la primera vez que se desnudaba frente a alguien.

    Algo de ternura me dio, ni idea.

    En lo que él se colaba en la ducha aproveché el espacio para deshacerme también de mi ropa interior, y no le di mucha cabida al hecho de estar ambos desnudos en el baño de la casa de Cay porque ya no iba razonando una puta mierda, porque teníamos ese momento para nosotros y planeaba sacarle jugo hasta dejarlo seco. Dobles sentidos a un lado.

    Acepté su mano, reflejando su sonrisa sin problema, y me metí también en la ducha. Tuve que comerme el chorro de agua bastante más que él, me pegó en la espalda y el primer contacto me hizo removerme. Solté el aire medio de golpe, el cabello de atrás se me empezó a mojar y lo recorrí con la vista. No es que me lo comí con los ojos ni nada, de hecho no sé a qué respondió exactamente el impulso. Cuando regresé a sus ojos, rodeé su cintura con un brazo y lo insté a acercarse lentamente, hasta pegarse a mí.

    Lo seguí mirando, como si de repente no me estuviera corriendo el diablo de las ganas, me tomé el tiempo para sonreírle y aún mirándolo, aún en silencio, empujé las caderas hasta que mi entrepierna encontró la suya. La estupidez me lanzó un chispazo, se sentía caliente y volví a ejecutar el vaivén. Solté el aire por la boca, dejé caer la frente en su hombro y la mano que había permanecido en su cintura se arrastró hacia abajo hasta aferrarse a uno de sus glúteos. Con fuerza, sin dejar de moverme.

    —Cay —murmuré, pasé saliva antes de seguir al notar que la voz me había salido algo rasposa, y las gotas de agua comenzaron a deslizarse por mi torso—. Perdona, pero tengo que preguntarte. ¿Tienes alguna mierda aquí?

    Relajé el agarre de mi mano y prácticamente le acaricié la piel de regreso a su cintura.

    —Ya sabes, condones, lubricante y demás.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
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    Zireael

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    Me correspondió como si, no sé, fuese la última cosa que se le permitía en su último día en la tierra y me di cuenta que ya de por sí a mí tampoco me daba la paciencia para mucho. Cedió, retrocedió y luego recuperó terreno, ni siquiera puse resistencia, respiré por la nariz eso sí y lo dejé hundirse en mi boca. Dios, lo disfruté como un desgraciado.

    Lo que llevaba haciendo desde hace rato, vaya.

    Sentí sus ojos encima mientras terminaba de desvestirme, no me echaron más nervios que los que ya había encontrado, tampoco me lanzaron especial sentido del pudor ni nada y con eso terminé de confirmar que, bueno, eran solo la expectativa que me corría el cuerpo. Pura energía contenida, el montón de fuego de la cueva buscando un respiradero para escaparse o amenazando con derretir las rocas, quizás ambas.

    Qué desastre, como siempre. Me soltabas un poquito la cuerda y todo se iba a la mierda, para bien o para mal.

    Como fuese, aceptó mi mano, entró también y sí le tocó comerse algo del agua de primera entrada. La tontería me arrancó una risa a pesar de que noté que me estaba mirando, no lo interrumpí tampoco, la verdad era que por mí podía mirar todo lo que le diese la gana.

    Volvió a mis ojos después y apenas sentí su mano en la cintura tomé aire, me llené los pulmones y aflojé todos los jodidos músculos del cuerpo. Básicamente lo dejé acercarme a él, fue lento y quizás no lo dijera, pero de alguna forma lo agradecí. No ayudó mucho que me siguiera mirando, no con las intenciones que llevaba, porque aunque reflejé su sonrisa fue sentirlo empujar las caderas y que se me desconectara el cerebro.

    Mierda, se sentía caliente.

    Se me debió notar en los ojos, la cuota de ausencia, todavía más que cualquiera de las otras dos veces, esa de ámbar sin pulir. Fue como si hubiese llegado directo al generador que tenía en el cerebro para apagarlo de golpe y mandar todo a negro en cuestión de segundos. Me despegó el cerebro del cráneo y lo lanzó por el balcón hasta el puto centro del océano, como para no verme usar el raciocinio nunca más.

    Abrí la boca, el aire se me escapó entrecortado y cuando repitió el vaivén encontré su hombro con un mano, prácticamente le eché el brazo alrededor del cuello cuando dejó caer la cabeza en mi hombro. Me alcanzó el agua de la ducha, la sentí caer, deslizarse y a la vez tuve la sensación de que se me derritió la última neurona del cerebro, me dejó los pensamientos pastosos, apelmazados y desordenados.

    Su mano bajó, el cabrón se afianzó con ganas sin dejar de moverse y el brazo con el que me estaba sujetando a él me respondió en automático. Mi mano encontró su nuca, hundí los dedos en su cabello mojado y un nuevo suspiro me abandonó los pulmones. Fue denso, como si no estuviese lejos de ser parte del vapor que había creado el calor del agua, y mi mano libre encontró su pecho, como si buscara afianzarme a algo y la verdad era que todo lo que tenía allí para sujetarme era Kohaku.

    Ni me di cuenta, pero le dejé ir algo de peso encima y con ello nos empujé un poco más hacia el chorro de agua, pero es que de verdad, ya tenía todo el cerebro vuelto puré.

    Me removí, las caderas me reaccionaron acentuando el contacto ya de puro instinto y pasé saliva con dificultad. El corazón se me iba a escapar por la garganta, no podía importarme menos si debía ser honesto y estaba por reiniciar los sistemas solo para írmele encima y volver a comerle la boca, mínimo, cuando su voz me alcanzó como venida de otra dimensión.

    La pregunta tenía todo el sentido del mundo, tan siquiera para eso me funcionaba la cabeza sobre el cuello todavía, eso no significaba que tuviese velocidad de reacción. Traté de conectar cables, hacer memoria en semejante desorden y ni idea de cuánto tardé. Me acordé de la estupidez un poco de golpe, había sido una gracia del estúpido de Arata el día que cumplí años.

    Puto imbécil, de verdad.

    Me costó encontrar mi propia voz, como si se hubiese perdido entre el sonido del agua, el vapor y el calor de Kohaku.

    —Refundidos en el cajón debajo del lavamanos. —El multitasking se me estaba muriendo, porque tardé algunos segundos en caer que debía explicar el qué tenía—. Condones, I mean.

    Hombre, los había escondido mejor que la jodida hierba y todo o eso creía, de la congoja nada más. Tenía los espacios de la casa, esta casa de enfermos del orden, conocidos al dedillo de por sí. Sabía qué tocaban, qué no, cuándo y con qué frecuencia. Joder, era una cosa como de paranoia y de todo.

    La verdad es que la historia completa del asunto era para mearse de risa pero ahora no era el momento. Igual con toda la estupidez, el haber tenido que hablar cuando la cabeza no parecía funcionarme, como que me empujó más al vacío en vez de hacerme subir así fuera un centímetro de regreso a la superficie. Ni siquiera pensé, joder, todo lo que supe fue que despegué la mano de su pecho, encontré la suya en mi cintura y la bajé otra vez.

    Más necesitado imposible.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
  11.  
    Gigi Blanche

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    Nos habíamos ido a la mierda pero con ganas, y honestamente ya no sólo era que no me importaba sino que, si me hubiesen tensado los cables un poco más, seguro acababa buscándolo a pulso. El vacío legal, el momento, el espacio, como para trazarlo con esmero en el cerebro que a veces, sólo a veces funcionaba como máquina y planificaba las mierdas. Su casa o la mía, si hacía falta, incluso un hotel, qué más daba. Ni que fuera la primera vez que manipulaba los hilos para conseguir lo que quería, sólo allí, donde me movía como si el lugar me perteneciera. Y es que de hecho lo hacía.

    El fondo de mi cueva.

    Cay ya lo sabía, aquí corrían otras reglas. Probablemente fueran más similares a las reglas de la calle, sólo que derretidas y forjadas en otro molde. Era hierro caliente, era la tormenta necesaria para atizar el fuego y convertirlo en un genuino incendio. Era arrancarse la cabeza del cuello, morirse un rato y luego seguir como si nada.

    La válvula de escape.

    Lo vi en sus ojos, encontré la resina opaca y si me quedaba alguna duda, en ese instante supe que ya no había vuelta atrás. Que habíamos caído y con ganas, tan tan entumecidos que siquiera sentimos el golpe. Me rodeó con su brazo, se aferró a mi nuca, me empujó bajo la ducha y el agua se coló entre todas las hendijas. Respiré por la boca, el aire estaba denso, estaba caliente y sus caderas se acompasaron a las mías, obligándome a cerrar los ojos con fuerza. La mera sensación me dejó medio inútil por un segundo entero y el oxígeno siguió corriendo con cierta dificultad, también lo oía a él.

    Me quedé algo quieto en lo que aguardaba por su respuesta, y una vez la recibí sólo archivé la información. Estuve a punto de buscarlo, de encontrar sus ojos y volver a besarlo, pero noté que guiaba mi mano en descenso y seguí respirando con pesadez, si acaso erguí el cuello para echarle el aliento encima de la oreja.

    Obedecí, claro. Apreté, le clavé la yema de los dedos y me deslicé lentamente hacia su entrada. Ni de puta coña iría a intentar nada, con lo lento que era el proceso de dilatación para los hombres, pero me dio que podría tentar la zona y, ni idea, que se hiciera a la idea. ¿Que viera si le gustaba, también? Se me podía aflojar la cabeza del cuello todo lo que quieras, pero ni de casualidad olvidaba que Cay era virgen.

    Igual y con todo el desastre se me aflojó una sonrisa.

    —¿Aquí mismo, en el baño? —repliqué, con cierto tono de burla—. Lucky~

    Le dejé la zona en paz y rodeé su cuerpo, me separé apenas, para rodear su miembro con la mano. Firme al principio, lo estimulé y luego aflojé los dedos para cazar ambos, el suyo y el mío, y seguir así. No me despegué de su oído, ni siquiera al empezar a estimularnos y echarle encima prácticamente un gemido.

    —Oye, Cay Cay —susurré, agitado, y la mano libre se clavó a un costado de su cuerpo—. Si te pido algo, ¿lo harías~?
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
  12.  
    Zireael

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    ¿Qué si había planeado que todo se fuese a la mierda así? No. ¿Qué si hubiese cambiado algo de haberlo anticipado? Posiblemente tampoco, ya estaba visto que así como me podía desvivir por las personas, otras veces era egoísta como la mierda. Tomaba, arrastraba y exigía como un desgraciado, luego cedía todos los controles sin mayor problema.

    Un pequeño desliz y me iba directo a otro sector del fondo de mi propia cueva.

    Ni siquiera sabía que si hubiese tensado más los cables le hubiese volado un poco la pinza, lo suficiente para ponerlo en movimiento y buscar la cuestión activamente. Si hubiese pasado seguro habría caído redondo, por mí que dijera día, hora, lugar y lo que le diese la maldita gana, que caía puntual como jodido reloj sin dudarlo un segundo.

    No hacía falta que me tuviese más puesto que la mierda para que aceptara cualquier cosa que me propusiera, pero había encontrado en estas sombras otra versión del maldito reflector que ansiaba, porque me desconectaba la cabeza y entumecía hasta matar por varios segundos.

    Y ya de por sí me lanzaba de cabeza al vacío con una facilidad estúpida.

    Sus reacciones me llegaban un poco embotadas, inútil como estaba ya, pero no perdían efecto y el aire a nuestro alrededor solo seguía espesándose, era casi una masa que se nos pegaba al cuerpo. El cabrón me echó el aliento encima de la oreja cuando lo guié de regreso, la estupidez me hizo removerme y ya para cuando me clavó la yema de los dedos le solté otro suspiro encima.

    Tanteó la zona además, me tiró una expectativa de mierda por todo el cuerpo y ahora fui yo el que echó la cabeza sobre su hombro, el agua me alcanzó el cabello y me llené los pulmones de aire, al exhalar le eché mi aliento sobre la piel del cuello sin siquiera pensar. Su voz me alcanzó, el tono de burla me hizo fruncir apenas el ceño y me le pegué al cuerpo como una jodida garrapata.

    Shut up —solté en un murmuro—. Deberías darme las gracias.

    Me dejó quieto, es decir, al menos esa zona y cuando noté su intención lo dejé separarse. Decir que me agarró en frío era mentira, pero sentir su mano volvió a mandarme a negro, ya para cuando se montó la gracia de estimularnos y lo que me echó todavía pegado a mi oído fue casi un gemido el calor que me tiró por todo el cuerpo no lo habría podido poner en palabras ni de haberlo querido.

    Solo quería más de eso, Dios, quería oírlo así hasta que apagara todas las luces del mundo.

    Ni me di cuenta, pero escucharlo casi me hizo reflejarlo, el gemido se me murió a la mitad de la garganta y tragué grueso. Seguía usando a Ko de soporte, porque por poco me iba de boca al suelo.

    Su voz sonó agitada y cuando sentí su mano en el costado me activó. Asentí con la cabeza despacio, como en cámara lenta, y al abrir la boca la voz me sonó rasposa.

    —Lo que quieras.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
  13.  
    Gigi Blanche

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    El autocontrol jamás me había interesado, realmente, y si en la vida diaria parecía tan recatado era porque lisa y sencillamente no me interesaba otra cosa. Me movía bajo corrientes de aire modestas y si de repente se agitaban, si se revolvían hasta formarse en tormenta y arrancarme el oxígeno de los pulmones, ocurría bajo reglas bastante imprecisas. Tanto, que muchas veces siquiera venían escritas de mi puño y letra.

    En pocas palabras, había mierdas en este mundo que me gustaban y las tenía bien identificadas. Fumar, la paz de mi casa, tocar la guitarra, follar. Las disfrutaba y punto, no me avergonzaba ni pretendía tapar el sol con un dedo. Obviamente Cay podía entrar en el paquete y aún más obvio era que se me iba a caer la puta cabeza del cuello si el niño me permitía tantas cosas.

    Con lo que lo disfrutaba yo, por favor.

    Recibí el peso de su cabeza en mi hombro, me respiró encima del cuello y fui perfectamente consciente de todas sus reacciones. Mi burla lo activó un poco, me mandó a callar y en respuesta solté una risa liviana, de nada. Fue justo después de soltarle el jodido gemido que me digné a contestar, con la voz bastante más suave de lo que habría anticipado.

    —Obviamente te estoy agradecido.

    Ni modo, la mierda ya era demasiado real como para mantener la compostura. Apenas recibir su última libertad para básicamente pedirle lo que quisiera, se me coló una sonrisa en el gesto y me mordí el labio inferior, repasando su piel con la vista. Colé una mano bajo su rostro, medio lo obligué a erguirse y me hundí en su cuello. Se lo comí con unas ganas bien jodidas, ya entre el agua que corría no me importaba nada e hice lo que me salió de los huevos. Lo besé, lo lamí, lo mordí varias veces y me valí de mi mano al otro lado para afianzar o relajar el contacto según quisiera. Nos seguí estimulando, de paso, y sólo dejé la mano quieta cuando volví a su oído.

    Le eché todo el aliento encima, de agitado que estaba.

    —Bueno —medio jadeé, a mitad de la palabra sonreí y arrastré los dedos por su cabello húmedo—, ¿qué tal si me follas? Es un pedido de Ko-chan~
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
  14.  
    Zireael

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    No me había ido a la mierda antes por tímido suponía, un poco también por ser un obseso de los límites. No era una cuestión de poder ni nada, más bien era de contenerme a mí mismo porque en rasgos generales no me sentía confiado o listo para aproximaciones de esta clase pero ni de coña.

    Pre-reaparición de Kohaku, claro.

    Se me fue la olla con ganas, zafé todos los cables en una noche y con la confianza ridícula que encontraba en él se cumplieron las condiciones exactas para cortar mi cuerda floja y lanzarme al pozo sin fondo. Lo dejé arrastrarme a las sombras, prácticamente se lo pedí y no me arrepentía ni un jodido segundo de haberlo besado el día de la fiesta ni de todo lo que vino después.

    Que le dijera que se callara lo hizo reír o eso me pareció antes de que me mandara el raciocinio al carajo con el puto gemido y solo hasta después respondió algo. Su tono fue suave, teniendo en cuenta la situación, y me hizo aflojar los gestos inconscientemente.

    Me tenía comiendo de su mano que daba gusto.

    Luego me encajó una mano bajo el rostro, me hizo enderezarme y se me fue al cuello con unas ganas de mierda. Besó, lamió, mordió y cada estupidez me siguió hundiendo en el vacío como si me hubiese arrojado al mar con piedras en los bolsillos. No me interesó callarme, porque tampoco dejó la maldita mano quieta, así que solté los suspiros al aire, todos y cada uno, y esta vez de plano consiguió arrancarme el gemido que se me había quedado atorado antes. Me rasgó la garganta y rebotó en las paredes.

    Estaba sensible que te cagas, así que cuando me echó el aliento encima a pesar de que se había detenido, el cuerpo me reaccionó solo y aparté apenas el rostro hacia un lado. No fue de disgusto o incomodidad, pero no podía pedirme tanto.

    ¿Qué tal si me follas?

    Es un pedido de Ko-chan~

    —Eres un cabrón de mierda —solté de inmediato, se me escapó una risa ronca y era obvio que no había filtrado nada de lo que me había pasado por la cabeza—. Se ve que me van los idiotas.

    Total que ya me tenía descontrolado, así que le encajé la mano justo debajo de la mandíbula y me lo arrastré, de paso aproveché que había dejado su mano quieta para apartarla con la que me había quedado libre. Me estampé contra su boca después de eso, ya sin cuidado, colé la lengua de inmediato y me hundí cómo y hasta donde me dio la gana.

    Aflojé el agarre en su mandíbula solo para deslizar los dedos a su cuello, rodeándolo sin fuerza, pero me llegó como un chispazo el jadeo que me había echado en los baños cuando hice justamente eso. Presioné un poco en el segundo que la imagen me alcanzó la cabeza, fue una cosa automática de lo más rara, como si quisiera decirle que estaba allí, que iba a repartirle el fuego por todo el cuerpo. Tal vez fue mi respuesta.

    Que sí, que me lo iba a follar.

    Me separé de su boca mordiéndole el labio inferior antes de bajar a su cuello, arrastré la mano hacia su pecho y deslicé la lengua por su piel sin nada parecido a la vergüenza. Seguí a su clavícula, su pecho, lo empujé suavemente con la mano, lo guié para que su espalda encontrara la pared sin que se fuese a encajar la canilla de la ducha en medio de la espalda y continué bajando. Repartí besos, presioné la lengua y rocé con los dientes cuanto pedazo de piel se me antojó y me detuve apenas alcanzar su abdomen. Bueno, era eso o agacharme por completo a comerle la polla.

    Tampoco me faltaban ganas, la verdad fuese dicha.

    Si me lo pedía también lo hacía.

    Lo miré desde ahí, con el agua alcanzándome un costado del cuerpo y se me aflojó una sonrisa que pecó de inocentona en semejante desastre. Me enderecé un poco, reactivé la mano que me había acompañado en el recorrido de antes y bajé hasta encontrar su miembro, lo rodeé con firmeza y empecé a estimularlo despacio.

    —¿Me alcanzas las cosas, baby? —murmuré, tragándome la gracia—. Y me orientas un poquito. Te puedo hacer lo que quieras, pero tienes que ayudarme todavía.

    Debía insistir, al final este cabrón iba a tener razón y todo cuando me soltó el otro día que era un mojigato de manual.
     
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    Gigi Blanche

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    No era ningún tipo vicioso, qué va, me gustaba tensar ciertos cables pero tampoco me echaba la vida pretendiendo arrancarle la cabeza del cuello a la gente. No solía pulsar como maniático, mucho menos forzar las cosas, pero cuando la mierda sólo se apilaba, fluía con una naturalidad ridícula y luego acababa allí, con el cabrón de Cayden gimiendo sobre el eco del baño, ¿qué carajo iba a hacer? ¿Estarme quieto?

    Como para arrancarle todo el aire de los pulmones, me daba igual.

    Que siguiera gimiendo así, joder.

    Sabía que no me había controlado ni un poco al besarle el cuello, de milagro no lo dejé marcado en algún lado. Luego le solté el puto pedido y su reacción me arrancó una risa de nada, me di cuenta que le salió del alma o algo y pensé, vaya, que seguramente habría accedido de veras a cualquier estupidez. Lo sabía, él lo sabía, y no había nada que hacerle. Tampoco era tan malo, siendo que a la inversa ocurría igual.

    Busqué sus ojos y le sonreí con una cuota extra de opacidad, así el tono de voz se mantuviera suave.

    —Se ve que sí.

    Se veía que ya le había activado todos los circuitos o algo, y la satisfacción que me causó fue ridícula. Me afianzó una mano en la mandíbula, se empujó contra mi boca y lo recibí gustoso a cagar. Joder, se coló un huevo y medio y prácticamente le jadeé en la boca. Lo dejé que me tratara como le saliera del culo, para qué suavizarlo, me puse en sus manos y lo disfruté como un hijo de puta. Su mano descendió, presionó apenas en torno a mi cuello y la visión se me nubló por apenas un segundo. ¿Jadeo? Ojalá, esta vez lo que se arrastró por mi garganta fue un auténtico gemido.

    Y con lo sensible que estaba, vamos.

    Total que se me escapó una sonrisa casi a la par del gemido y busqué sus ojos medio desde arriba, porque recordé la tontería de los baños y me dio que el jodido cabrón se había archivado la información en un apartado especial o algo. Tampoco me quejaría, vaya, ¿quién lo haría de un buen servicio~? La cuestión es que me presionó todos los malditos botones correctos, una víbora de electricidad me recorrió el cuerpo entero y volví a cerrar los ojos, disfrutando de sus besos. Estaba suspirando tanto que iba a hiperventilar o algo, en serio. Siguió bajando, su mano acompañó el recorrido y por un segundo el puto chispazo me nubló la mente. Tuve la imagen del idiota ahí, comiéndome la polla y, Dios, casi se lo pido.

    Porque aún no me daba por otras cosas, quería decir.

    Pero me eché la correa encima, porque con todo aún sentía que había muchas cosas que Cay no sabía, que mejor experimentaba un poco más y tal, así que lo dejé correr. En cuanto se detuvo busqué sus ojos, lo hice con el cerebro totalmente espeso y tensé la mandíbula apenas volvió a estimularme. Su pedido me arrancó una sonrisa floja y me agaché poco a poco, medio imposibilitando el contacto de antes. Lo insté a sentarse en la bañera, hinqué las rodillas entre sus piernas y le sujeté el rostro con ambas manos. Se comió toda la sonrisa y ya de paso le comí la puta boca, con las mismas ganas y falta de paciencia que él había hecho hace minutos.

    El agua me pegaba en la espalda con fuerza y lo dejé ir unos segundos después, sin agregar mayor cosa. Estiré el cuerpo fuera de la ducha y me fui adonde me había indicado, cosa de checar con lo que contábamos. Estaba la caja de condones y, venga, un pote de vaselina. Bueno, no mi primer opción pero iba a servir.

    Dejé ambas mierdas a un costado de la ducha, cosa de tenerlas a mano, y volví con Cay.

    —¿Tutorial de Ko-chan? Por qué no. —Un chispazo de oscuridad se me coló en la sonrisa, distraje las manos por el contorno de sus brazos y me prendí de sus ojos—. Primer paso: vas a tener que lamerte los dedos~

    Le indiqué con movimientos suaves. Alcancé una de sus manos, iba a metérsela en su boca pero a mitad de camino cambié de planes y la mierda me ensanchó la sonrisa. Me los llevé a la mía, en su lugar, y sin dejar de mirarlo comencé a lamerlos con unas ganas de puta antología. Los metí y los saqué lentamente, presioné la lengua y los envolví cualquier cantidad de veces, hasta que me digné a dejarlo en paz y me los quité de la boca. Lo insté a darse media vuelta, lo medio estampé contra una pared que no le llegara tanto el agua y me pegué a su cuerpo.

    —¿Recuerdas lo que hice hace un rato? Aquí —murmuré cerca de su oído, deslizando los dedos hasta alcanzar su entrada—. Quiero que hagas lo mismo y que los metas dentro, Cay Cay. Bien adentro.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
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    Zireael

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    No creí que respondiera a lo que había soltado sin filtrar, pero encontró mis ojos y su sonrisa no terminó de corresponder con el tono en que habló. Un poquito era débil a eso, para qué mentir, a la puta suavidad de su voz incluso en semejante contexto.

    ¿Qué había pensado cuando lo de Kasun? Que no me iban los cabrones con cara de diablo encarnado y, bueno, era muy evidente.

    Me le fui encima, casi lo sentí jadearme en la boca y darme cuenta que me dejaba hacer la mierda que fuese me siguió derritiendo los cables. No que fuera yo un loco de tensar hilos, qué va, pero se veía que un poco brat sí que le estaba saliendo y le estaba tomando gusto a esas libertades, a que me dejara disponer de él cuando se me zafaba la cabeza del cuello y luego me regresara a mi lugar por iniciativa propia o porque prácticamente se lo pedía.

    Mymy~

    Such a dangerous game.

    No conté con ir a arrancarle otro gemido, escucharlo hizo que la sonrisa que me alcanzó los labios fuera diferente, lo sentí. Se apacó, las sombras palpitaron, y no me faltaron ganas de retroceder mi movida, afianzarle la mano en el cuello otra vez y seguir revolcándome en mi pedacito de infierno.

    Entre la sangre dulce que se esparcía de nuevo por el piso.

    Lo dicho, que podía picar un poco, hacer el imbécil un rato y luego, así tan fresco, le regresaba los controles y lo dejaba ponerme en mi lugar. Me dejé hacer con la facilidad de siempre, cuando me sujetó el rostro con las manos básicamente me derretí bajo su tacto y lo recibí en mi boca con todo el jodido gusto del mundo, hasta me quedé medio descolocado cuando se separó para, bueno, hacer lo que le había pedido.

    Volvió a mí, soltó la tontería del tutorial y volqué la atención en él, aunque su tacto en mis brazos casi me provocó un escalofrío.

    Primer paso decía el idiota, con lo que me gustaban a mí las listas.

    A ver, que ya en la habitación lo había pensado pero verlo llevarse mis dedos a la boca me hizo sentir que iba a deshacerme allí donde estaba. Me prendé de la imagen como un verdadero imbécil, porque encima el cabrón no dejó de mirarme mientras se montaba el espectáculo con unas ganas de lo más jodidas, y tomé aire con fuerza, incluso me relamí los labios sin darme cuenta. Lo disfruté como un desgraciado, ni siquiera lo disimulé.

    Su boca estaba caliente, Dios, y la puta gracia me arrojó a la mente las sensaciones de las otras dos veces y el hecho de que, en resumidas cuentas, lo había empujado para alcanzarle la garganta sin pensarlo en una de esas.

    Ups.

    Ya con solo girarme para que mi cuerpo encontrara la pared me tiró una expectativa enorme por todo el cuerpo. Me congeló la respiración a medio camino y cuando deslizó los dedos como había hecho hace un rato, que tanteó el terreno, solté un suspiro que rebotó y regresó a mí. Asentí con la cabeza de lo más diligente, porque entre todo también tenía que decir que el hecho de que me dijera Cay Cay en ese momento debía ser ilegal ya.

    Me separé de la pared, giré el cuerpo en su dirección otra vez y alcancé a comerle la boca por vete a saber cuánta vez ya antes de replicar toda la movida que acababa de hacer conmigo en resumidas cuentas. Podía haberme ahorrado un poco el teatro, pero las oportunidades había que tomarlas, así que me deleité con las vistas y aproveché para recorrer su espalda con la mano, casi desde la nuca hasta la parte baja. Seguí, me pegué a su cuerpo y afiancé la mano en su glúteo al seguir bajando, con fuerza, y le solté el aliento casi encima de la espalda. Era innegable que estaba más puesto que la mierda.

    Antes de hacer nada aflojé el agarre, volví a humedecerme los dedos con la boca y solo entonces los deslicé a su entrada, tanteé primero como había hecho conmigo. Volví a desinflarme los pulmones, anclé la mano libre en su costado y finalmente deslicé primero un dedo en su interior, despacio, pues porque seguía dando palos de ciego y algunas cosas eran medio de sentido común. Si me quedaba una sola neurona viva en funcionamiento, pues hasta ahí llegó, solté un par de maldiciones en inglés y, como siempre, así de alterado se me coló todo el acento en la voz.

    Subí la mano libre por su costado, a su espalda, su nuca, y la hundí en su cabello a la vez que me retiraba de su interior. Me enredé en la mata de pelo de nube, no puse especial fuerza, pero sí lo atraje un poco hacia mí y le respiré encima del oído mientras me deslizaba dentro de él otra vez, algo más profundo.

    —Y si yo te pido algo, ¿lo harías? —pregunté en voz baja, suave también aunque ni de coña alcanzaba su tono. En sí no esperé respuesta como tal y tuve que girar el chip porque estuve por soltar todo en inglés—. ¿Me dejas oírte, Ko? Un pequeño capricho para mí~ me valen los suspiros de antes también.
     
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    Gigi Blanche

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    La dinámica que nos íbamos montando de a poco empezaba a marcarse, era evidente, y que alguien me preguntara por favor si me interesaba malcriar a este cabrón como si fuera un mocoso. Que me lo preguntaran así me reía, vamos, y de paso dejaba aún más en evidencia lo oscura que era esta sección de la cueva. Ya la tontería de preocuparme por arrastrarlo aquí parecía un delirio de fiebre llegados a este punto, con lo que disfrutaba como un auténtico hijo de puta presionarle los botones correctos, tensarle los hilos justos para sembrarle ideas de mierda en la cabeza. Por mí podía hacer combustión, total yo me iba con él.

    Y en esas nos moríamos juntos, ni idea.

    Aún así también me dejaba disponer de tanto en tanto y mira, estaba en mi puta salsa. Verle la cara en cuanto me separé del beso me dio a pensar que tenía la neurona genuinamente espesa y la estupidez podría haber quedado en evidencia en mi sonrisa de no ser porque ya la traía de antes. Pobrecillo, un par de besos, de metida de mano y ya estaba así.

    No quería imaginar su estado cuando me follara.

    Me monté el show, las instrucciones y, para la gracia, le seguí derritiendo el cerebro. Era una puta maravilla. Luego me comió la boca, lo recibí obviamente y en cuanto noté que me guiaba contra la pared, joder, me cayó una expectativa de mierda en el cuerpo. Apoyé la frente en los azulejos, estaban fríos y solté el aire de golpe, presionando a su vez ambas manos en ellos. El hijo de puta se tomó su tiempo, me acarició la espalda en descenso y la mierda me arrancó un escalofrío ligero que derivó en una suerte de suspiro, exhalación pesada o lo que fuera. Como si importara.

    Su mano siguió, siguió y se pegó a mí, se aferró y volví a suspirar. Tenía los ojos entreabiertos, de a ratos la imagen del borde de la ducha se desenfocaba y mi cuerpo permaneció tenso, jodidamente tenso hasta que por fin se introdujo. Fue lento, pero lo sentí con una claridad estúpida y volví a soltar el aire contenido, cerrando los ojos. También presioné los dedos en los azulejos.

    Dios, quería que se moviera. Las caderas se me removieron y medio me empujé hacia atrás, casi al tiempo que me atrajo, se enredó en mi cabello y volvió a penetrarme. Su aliento se revolvió justo encima de mi oído, la pared se parchó de negro y volví a mover las caderas, hacia atrás y adelante. Su voz me alcanzó de una dirección completamente diferente, llegó embotada y separé una mano de los azulejos para guiar la suya. Encontré su muñeca, me aferré algo más arriba y lo insté a moverla. La mierda me lanzó un chispazo por toda la columna y jadeé con fuerza, sonriendo casi en simultáneo.

    Fue una sonrisa de mierda y volví a suspirar, doblando el brazo hacia atrás para alcanzar su cabello. Quise aferrarme a él y un poco lo jalé sin querer, y seguí suspirando o jadeando con cada maldito movimiento de sus dedos. No le respondí como tal pero debía valer, ¿verdad?

    —¿Una recomendación? Ya ponte un jodido condón y fóllame, y así vas a escucharme. —Medio giré el rostro para verlo de costado y suavicé la voz a posta—. Si tanto quieres, claro~
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
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    Zireael

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    Al final del día Kohaku seguía siendo un montón de aire, yo una flama y esa era nuestra condena, así de sencillo. La tormenta se desataba, yo me robaba todo el oxígeno y era él quien se convertía en un jodido instigador. Me daba lo justo para atizar el fuego, crear obeliscos de fuego y que nos destruyéramos en el proceso. Como bombas de acetileno, apenas el gas alcanzaba el oxígeno hacía ignición y bajo las condiciones correctas podíamos crear una jodida llama perfecta.

    Para lanzarnos de cabeza, morirnos allí y resurgir de un puñado de cenizas.

    Este cabrón me tenía la mente reducida a un montón de escombros, lo sabía él y lo sabía yo perfectamente. Cada movimiento, cada suspiro, cada mierda que me decía solo mancillaba lo que ya estaba prácticamente desecho y hacía que el calor se acumulara, que aumentara la presión y se me siguiera zafando la cabeza del cuello, si es que no estaba al otro del mar desde hace rato ya. Lo vi apoyar la frente en los azulejos, prácticamente me comí la expectativa que le arrojó mi caricia y también la exhalación que soltó.

    Como si no viviera de todas sus reacciones.

    El cabrón se removió, se empujó un poco en mi dirección en el momento en que volvía a deslizarme dentro suyo y una risa baja me vibró en el centro del pecho, la oscuridad que percibí en ella por un segundo me resultó casi desconocida. Sus caderas volvieron a reaccionar, me relamí los labios y cuando alcanzó mi mano lo dejé hacer y comencé a moverla como me instó a hacer, sin darme cuenta de que le eché todo el aliento encima otra vez. Jadeó, sonrió casi al mismo tiempo y me quedó más claro que el agua lo mucho que me gustaba tenerlo así, arrojándome las sombras en toda la puta cara sin importar nada.

    Alcanzó a aferrarse a mi cabello, el jalón me hizo afianzar el agarre en su propio cabello dado que seguía sin soltarlo y siguió jadeando con cada movimiento, derritiéndome el cerebro que ya tenía hecho puré. Su voz me alcanzó de otro mundo, la estupidez me hizo reír de nuevo en lo retrocedía y volvía a penetrarlo más profundo, porque ya estaba visto que me picabas y se me volaba la pinza. Cosa de ego y esas mierdas en las que se basaba mi mera existencia.

    You sure can be a bitch, goddammit —solté ahora sí sin filtrar absolutamente nada. Esta vez sí retiré los dedos del todo, aunque no solté su cabello y lo jalé un poco más hacía mí—. Bien, no me lo tendrás que decir una tercera vez~

    Aflojé el agarre en el pelo de nube solo para dejarle un beso en la nuca, seguí a su hombro y repartí varios en su espalda antes de separarme por fin. Repasé el espacio con la vista, porque entre todo el desastre se me olvidó hasta dónde lo vi dejar las mierdas, y las encontré a un costado. Alcancé la caja de condones, saqué uno y rasgué el envoltorio, me habían vuelto a caer los nervios pero me los iba a aguantar como los grandes, sobre todo porque era significativamente más fuerte la puta calentura que me cargaba.

    El aire se me congeló en los pulmones mientras me colocaba el condenado plástico, porque estaba sensible que te cagas, y pasé saliva un par de veces antes de alcanzar el pote de vaselina. Vaya, que era de hacer dos más dos.

    Tomé un poco con las yemas de los dedos, me desinflé los pulmones al estimularme algunos segundos y antes de hacer nada más tomé algo más de vaselina, dejé el pote de donde lo había tomado y volví el cuerpo hacia Ko de nuevas cuentas. Encajé la mano libre en su costado, navegué su entrada con los dedos y cuando lo dejé quieto lo atraje un poco más hacia mí. Dije una única cosa, la voz me bajó varias octavas.

    —Cabeza en la pared, baby. —Más que orden fue una petición.

    Sentía la boca seca, el corazón lo tenía en la garganta y tomé aire con fuerza, poco o nada me importó que me oyera. Él sabía cómo eran las cosas y como era un puto loco detrás de la carita de ángel me había pedido que me lo follara incluso así, y mira, ¿quién mierda se iría a quejar? Yo no, eso seguro.

    El movimiento inicial fue lento que te cagas, me aproximé a su entrada, me empujé despacio a la vez que solté el aire contenido a medida que me deslizaba en su interior, penetrándolo. Solté un jadeo al aire, fue denso, pesado como el puto vapor a nuestro alrededor y una vez estuve dentro me quedé quieto unos cuantos segundos, con la respiración descontrolada y el cerebro anulado, habituándome a la idea y las sensaciones que me corrían por el cuerpo, cosa de no ir a morirme al segundo. Sentí las gotas de agua caerme del cabello a la espalda, al pecho y seguir bajando.

    Bueno, estaba hecho. Me iba a follar a mi mejor amigo.

    El pensamiento me rayó la cabeza con violencia, abriendo profundos surcos, y la sangre empalagosa siguió empapando el suelo y me bañó los sentidos. Las caderas me respondieron en automático, se movieron y volvieron a empujarse en su dirección, marcando un ritmo. La mano en su costado recorrió su espalda, subió y se ancló tras su nuca, en un burdo intento de aferrarme a algo.

    Maldije en inglés otra vez, ni siquiera lo procesé porque el mundo se había ido a negro. La pared frente a mí se desenfocó, la vista se me llenó de parchones oscuros y despegué hasta el último de los cables de su enchufe, dejándole el control a nada más que puros instintos irracionales. Porque las ganas se me notaban desde la otra calle desde hace días, porque el imbécil me lo había pedido.

    Y yo había hecho combustión.
     
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  19.  
    Gigi Blanche

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    Se mimetizaba bien, el cabrón, así anduviera dando palos de ciego como un campeón. Quizá fuera la confianza estúpida que nos guardábamos, esa que nos permitía existir en el espacio del otro sin cuestionarnos una sola mierda, o quizá fuera que a secas adoraba el teatro. Un poco de ambas, también, el caso era que nos movíamos como si pudiéramos fundirnos y volver a moldearnos a imagen y semejanza del otro, de sus sombras y caprichos, para luego regresar a nuestra forma original y seguir. Él envuelto en su fuego, en la llama tibia, y yo sobre mis corrientes de aire.

    Como si jamás nos hubiéramos tocado.

    Su risa vibró en algún punto cercano a mi ¿hombro? pero no le presté mucha atención, la verdad, no con el cabrón moviendo los dedos justo como le había indicado. Me quedé allí, disfrutando sin más, hasta que noté que, bueno, ya podíamos proseguir. Le solté la mierda, él respondió en inglés y así recordé que genuinamente debía tener los cables quemados, porque ya le había pasado eso las otras veces. Me arrojó una cuota de satisfacción, para qué negarlo, y me tensé un instante en cuanto quitó sus dedos. Solté el aire que me había quedado atorado en el pecho, podría haber sido liviano pero sus besos lo convirtieron en una suerte de suspiro y medio giré el cuerpo en su dirección, para verlo hacer. En lo que se colocaba el preservativo y tal estiré el brazo hacia la lluvia de agua y lo regresé a mi espacio luego. Bueno, sólo esperaba no quedarnos sin agua caliente.

    Cuando adiviné que regresaría conmigo volví a posicionarme de cara a la pared, obediente como un perrito. Su mano se encajó en mi costado, tanteó mi entrada y me tensé ligeramente, parpadeando con cierta pesadez. No moví un puto músculo, me quedé allí y cuando me atrajo a él, cuando su voz se redujo y me lanzó encima la puta mierda, una risa me vibró en la garganta. Fue casi insonora, pero me descubrió la dentadura de punta a punta y lo miré de soslayo un instante antes de obedecer, sin decir una sola palabra. Me balanceé lentamente en dirección a la pared y apoyé allí la frente y una mano, mientras que la otra tanteó hasta alcanzar su piel. Medio la dejé a un costado de sus glúteos pero no hice nada, si acaso presioné ligeramente con la yema de los dedos. Sólo quería tocarlo y ya.

    Lo oí tomar aire e incluso con la mierda atravesada y todo, eso me hizo relajar el agarre en su pierna hasta convertirlo casi en una caricia. Fue una tontería, pero quizá fue también mi manera de hacerle entender que, con o sin desastre, seguía siendo Cay Cay e iba a esperarlo la vida entera si hacía falta. Eso o, bueno, cualquier mierda que quisiera realmente. Era mi parte del acuerdo tácito que habíamos firmado cuando le toqué a Chiasa bajo el cerezo, cuando él me encontró y le pedí el fuego prestado.

    Se había ganado mi lealtad de por vida o algo así.

    Me quedé a la espera, respirando por la boca, pero seguía tan puto sensible que apenas sentirlo contra mi entrada me obligó a removerme. Fue leve, pero me cosquilleó por la espalda y exhalé con pesadez, cerrando los ojos. La jodida expectativa me agitó aún más y apreté los párpados, conteniendo la respiración, en lo que se introducía. No me desinflé los pulmones hasta que estuvo dentro, hasta que se quedó quieto y me acostumbraba también a la mierda. Su respiración iba casi peor que la mía y volví a acariciarle la pierna, aunque los dedos de mi otra mano palidecieron contra el azulejo.

    La puta expectativa.

    No tenía idea qué lo había puesto en movimiento, pero cuando retrocedió y volvió a deslizarse dentro me arrancó un jadeo de la garganta. Tensé la mandíbula, la visión se me parchó de negro y cerré los ojos. Su mano alcanzó mi nuca, solté un suspiro sin ninguna clase de vergüenza y arrastré la mía hasta afianzarme en su glúteo. No fue nada muy rígido, pero me estiré lo suficiente para clavarle los dedos en la piel cada vez que me penetraba.

    No pasó mucho tiempo hasta que mis caderas reaccionaron, buscando amoldar el contacto a lo que intensificara las sensaciones. Me subí al puto tren, entonces, empecé a avanzar y empujar para que me follara cada vez más profundo y el ruido de su cuerpo contra el mío sólo empeoraba gracias al agua. Los suspiros se convirtieron en jadeos, algunos jadeos en gemidos, y mandé al coño su orden. Eché la cabeza hacia atrás, más o menos la encajé al costado de la suya, sobre su hombro, y subí la mano para aferrarme a su cabello. El techo se llenó de parchones negros.

    —Agárrame —solté al aire, se me coló casi en una exhalación y medio entorné la vista para alcanzar a verlo. Las neuronas me conectaron lo suficiente para notar que posiblemente no entendiera qué coño le estaba pidiendo y quité la mano de la pared para guiar la suya a mis caderas—. Y sigue así.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
  20.  
    Zireael

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    Me sacabas el miedo del sistema y le daba la vuelta entera a mi personalidad, pero es que no hacía escalas en ninguna parte. Como un día prácticamente echaba a correr para esconderme detrás de Kohaku al otro me veías como un mocoso de seis años a su alrededor, al siguiente lo consentía como si el crío fuese él y luego se me volaba la pinza, le comía la boca y le decía que pegara la cabeza a la pared.

    Al final todo era lo mismo, me aparecía, le pedía toda su atención y me revolcaba en ella como un hijo de puta hasta quedarme contento, como un perro al que le das una croqueta a la misma hora todos los días. Aún así era la maldita confianza ciega la que me daba todas esas libertades, lo teatral de mi puto culo intenso también y por mí mejor que tomara cuanta cosa le arrojara encima. Me sosegaba el corazón y atizaba el fuego a la vez.

    Igual aquí ambos salíamos ganando, si debía ser honesto.

    Debía insistir en que este cabrón estaba mal de la cabeza, pero con ganas, porque fue escucharme soltarle la estupidez y que la risa le descubriera los dientes, así no se oyera. Me comí apenas una fracción del gesto por la mirada de soslayo, no pude procesarlo del todo, pero eso no quitó que agarrara la mierda para clasificarla y guardarla para la posteridad. Obedeció, nada nuevo bajo el sol, y me arrojó otra oleada de satisfacción encima antes de hacer lo que correspondía.

    Su mano me alcanzó, me arrojó un chispazo por el cuerpo y cuando aflojó el agarre al oírme respirar la chispa fue sustituida por una calidez que casi ni tenía lugar allí. Entendí el mensaje incluso con el cerebro espeso, lo agradecí así no lo dijera porque estaba muy ocupado aquí con el infierno desatado y eso. Incluso con el desastre mi mano, esa que había anclado en su costado, reaccionó como en espejo y prácticamente le dediqué una caricia.

    En los segundos que me quedé congelado, ya habiéndome deslizado en su interior, sentí que volvía acariciarme. Su tacto me hizo más o menos de cable a tierra y volví a reflejarlo en su costado sin darme cuenta. Fue lo único de lo que fui consciente además hasta el momento en que lo escuché jadear cuando moví las caderas, suspirar cuando alcancé su nuca y finalmente afianzar la mano. Sus dedos clavándose en mi piel con cada movimiento me terminaron de fundir, jadeé al aire y ya para cuando el cabrón puso las caderas en movimiento, haciendo que llegara más profundo, más de un gemido se me fue a revolver con los suyos.

    Mandó a la mierda mi orden, no me pudo importar menos porque había estado a nada de despegarlo de la pared yo mismo, y le tiré toda mi respiración encima cuando su cabeza encontró mi hombro. Su mano encontró mi cabello de nuevo, haciendo que el cuerpo me respondiera en automático. Giré la cabeza para hundirme en su cuello y murmuré su nombre como si acabara de derretirme en sus brazos, fue más un suspiro que otra cosa.

    Agárrame.

    Y sigue así.

    Su voz me llegó de otro mundo y gracias tendría que darle a su neurona por funcionar lo suficiente para guiar mi mano, porque a mí la cabeza correcta ya no me servía para nada. Anclé la mano en su cadera, me aferré con fuerza jodida sin siquiera pensarlo y la mano en su nuca, que había bajado por su espalda cuando él se despegó de la pared, pasó bajo su brazo.

    Recorrí su costado, su pecho después donde me afiancé unos segundos antes de alcanzarle la base del cuello con los dedos. No presioné ni nada, fue por aferrarme a algo, por enredarme a su cuerpo todavía más.

    Porque nunca me bastaba.

    Detuve mis movimientos una fracción de segundo, como si le hubiese enviado otra orden al cuerpo de repente, y a la siguiente embestida me empujé hacia él con algo más de fuerza, rápido y profundo. Ahogué el gemido a medias contra su piel, arrastré los labios cerca de su hombro y me llené los pulmones de aire antes de marcar ese como el ritmo a seguir así me fuese a morir.

    —¿Así? —pregunté y la voz me salió directo del pecho como una exhalación pesada, a la vez que me enterraba en él de nuevas cuentas—. ¿Así querías?

    Apenas había soltado la mierda, pero seguía perdiendo oxígeno del cerebro en medio de mi incendio, así que le encajé los dientes en la piel, todavía cerca de su hombro.
     
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