Boku no Hero Academia whirlwind | kacchako.

Disclaimer: BNHA no me pertenece.

Nota: comenzó como un drabble para fictober pero se hizo long-fic. Esperen un buen slow-burn y capítulos cortos. También publicado en Ao3 y fanfiction. Si no toleras OoC no leas, igual al ser un AU tener en cuenta el contexto ♥
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La primera vez que se encuentran, ella baila La Valse de Ravel y él descubre algo que no alcanza a comprender. La segunda vez, las dudas consiguen acallar el ritmo impaciente de la lluvia. La tercera vez, las palabras fallan en encontrar su voz. La cuarta, la quinta, la sexta...

Un talentoso artista cuya carrera apenas comienza y una bailarina acosada por la incertidumbre del futuro. Y en el centro, una única pregunta

"¿Alguna vez has estado enamorado de alguien que no conoces?"

y luego

serendipia rozando la palma de las manos.

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whirlwind
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bailarina.​

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Cuando escucha la música a lo lejos no lo piensa demasiado. El pasillo solitario de la academia de danzas es atravesado por haces de luz naranja extendiéndose desde las ventanas. Va pensando en lo aburrido que es esperar a que su amiga, Mina, acabe con sus clases de baile, y lo mucho que se arrepiente de haber acompañado a Kirishima a recogerle. Ahora está dando vueltas por la academia porque es demasiado impaciente como para sentarse y quedarse quieto.

Bakugo suspira.

Mientras camina la música crece. Da pasos lentos, desganados, y el arpa deja detrás notas risueñas; se inquieta, comienza a rodearle. A su alrededor, vestigios del paso del sol iluminan las puertas cerradas de salones de prácticas vacíos. ¿De dónde viene?

Gira hacia la derecha cuando el pasillo se abre. El sol ya no da de lleno, y la sombra reclama esas partes donde la luz retrocede. Avanza. Acelera el paso sólo un poco. El violín desliza su música sobre el aire, asciende como listones de agua de fría. Lo sumerge. De pronto todo queda atrás, y Bakugo sólo necesita saber, de dónde viene. ¿Hacia dónde se dirige?

Oye los instrumentos de aire, el arpa, las cuerdas como un vendaval de notas refulgentes, veloces, y cierra los puños con fuerza; camina rápido. No se da cuenta, pero está corriendo. Hasta que de pronto, el huracán se vuelve una brisa tibia, la música lo arrulla como forzándolo a detenerse. A respirar.

Y entonces la ve. Empuja la puerta entre abierta y asoma sin poder evitarlo. La chica es aire sobre el aire, y da vueltas y brincos como si fuera una pluma, como si la gravedad fuera tan sólo un concepto extraño. Los dedos cálidos de la luz del sol caen desde ventanales en lo alto, acarician líneas anaranjadas sobre su silueta. Bakugo la observa bailar, hundido en una serendipia de mejillas sonrosadas y música que gira en espirales.

Cuando la música se detiene, la chica voltea en una pirueta elegante y sus ojos se encuentran por primera vez.

La sorpresa se observa en su rostro redondo, y respira agitadamente sin saber cómo reaccionar.

Bakugo se encuentra a sí mismo vencido por el estupor y cuando se apresura por voltear, la puerta se atraviesa en su camino y se golpea la frente contra el borde, balbucea un par de maldiciones y con un movimiento brusco desaparece por el pasillo dando pasos pesados. La chica pasa saliva mientras recupera el aliento.

¿Y eso?

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—¿Y a ti que te pasó?

—Cállate idiota. Vámonos de una puta vez. Estoy harto.

—Estás todo rojo, ¿estás bien, Bakugo?

Ochako se apresura en esconderse detrás de la pared. Esa cabellera rubia es fácil de reconocer. Es el chico guapo que la ha visto bailar Ravel. Siente sus mejillas encenderse, y la curiosidad crecer en su abdomen. Se arrima lo suficiente como para poder verlo, justo en el momento en el que el tal Bakugo voltea evitando las miradas de sus amigos.

La expresión de sorpresa se reproduce como un reflejo en ambos rostros, y Ochako regresa a su escondite con rapidez.

—De verdad, ¿estás bien? Te has puesto incluso más rojo-

—¡Ah, ya cállate! ¡Me voy!

Sostiene la respiración hasta que percibe el sonido de sus voces alejarse lo suficiente. Ochako suspira, acercándose a la entrada de la academia donde esos tres habían estado charlando. Sale a la vereda, con la esperanza entrometida de verlo allí. Mas la calle está vacía y la noche se cierne sobre la ciudad.

Coge su móvil para llamar a su padre y pedirle que la pase a buscar. Aunque dentro suyo hay una melodía violenta desbocando su corazón, como el cierre brusco de un primer acto trémulo.

Y se queda en silencio, esperando, mientras recorre la idea de algún día volver a verle.