Colección Doce deseos (Actividad navideña 2020)

Tema en 'FullMetal Alchemist' iniciado por InunoTaisho, 26 Diciembre 2020.

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    InunoTaisho

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    Título:
    Doce deseos (Actividad navideña 2020)
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    3588
    Bueno, aquí me tienen una vez más haciendo intentos de one shots verdaderamente cortos (lo cual ya me es muuuuy difícil), en esta ocasión para la actividad “Doce deseos”.

    Esto en realidad será una colección de relatos con los doce deseos ─que sé no llegaré a escribir todos─ con varios personajes de este fandom, empezando con los tradicionales para mí; algunos tal vez puedan salir de su carácter por estar manejando una situación fuera de lo habitual visto en el manga/anime, que espero no les moleste, les guste y me dejen por lo menos un comentario.

    Sin mucho texto más que escribir comenzamos… y recuerden, yo respeto los derechos de autor de Arakawa y socios porque no pienso ni me haré rica con estos escritos.



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    Deseo de verte sonreír (Roy y Riza).




    “Una sonrisa no es capaz de cambiar el mundo, pero la tuya es capaz de cambiar el mío.”





    Un par de años ya han pasado desde que el joven Roy Mustang, quien a la fecha cuenta con diecisiete primaveras de vida, llegó a estudiar alquimia para perfeccionar sus conocimientos y habilidades en la casa del maestro Berthold Hawkeye, reconocido pero a la vez casi olvidado alquimista ya que nunca quiso trabajar para la milicia. Fueron años bastantes difíciles dado que el maestro es una persona muy exigente y demasiado desconfiada con los extraños, y prueba de ello es que no le había permitido conocer la totalidad de la investigación alquímica que venía desarrollando de un tiempo atrás, por lo que muchas veces terminaba corriéndole del laboratorio o del estudio mandándole a hacer cosas que nada tenían que ver con la alquimia, como recoger y cortar leña o ir a comprar víveres al pueblo, cuando no quería ser molestado. Pero fuera de eso Roy realmente había progresado mucho en el uso de la alquimia elemental por lo que aprovechaba gran parte de ese tiempo en ayudar a los habitantes del lugar, así que no tenía ningún motivo de queja sobre los abusos de su maestro hacia su persona cuando algún pueblerino bien intencionado le preguntaba por ello, conocedores todos del mal carácter del señor Hawkeye.



    Aunque si había algo que le preocupaba un poco, una pequeña señorita que no parecía muy alegre para su corta edad: Riza, la pequeña hija de trece años de su maestro. La primera vez que la conoció, la noche del día que llegó a la casa hacía dos años atrás, se había llevado un susto de muerte al confundirla con un espíritu en pena; y es que, al bajar a medianoche para dirigirse a la cocina y tomar un vaso con agua, se topó con ella, vestida únicamente con un camisón blanco, muy cerca de las escaleras… la chiquilla corrió tan rápida y silenciosamente sin decir ni una palabra, al parecer muy avergonzada por haberle visto de frente, dejándolo aturrullado y visiblemente anonadado. La razón le decía que no podía ser un fantasma, pero la aparición había sido tan real que decidió consultar al día siguiente con el maestro para despejar sus dudas. Y, obviamente, Berthold Hawkeye le golpeó en la cabeza amenazándole con que no molestara de ninguna manera a su hija, sorprendiéndole con la información ya que hasta ese momento no estaba enterado de la existencia de la infanta porque nadie se lo había dicho; inmediatamente se sintió como tonto por pensar que su maestro vivía solo en esa casa tan grande, pues era lógico que alguien más tenía que encargarse de muchas cosas cuando él se encerraba en su mundo alquímico.



    En días subsecuentes no pudieron cruzar muchas palabras debido a que Riza, de tan solo once años en ese entonces, resultó ser tímida, reservada y muy obediente a las estrictas órdenes de su padre sobre no hablar con sus estudiantes más de lo necesario; de hecho y de acuerdo a lo que Roy pudo notar, la pequeña no tenía muchos amigos fuera de algunos compañeros de escuela, quienes no iban a visitarla por motivo de la mala fama que el señor Hawkeye se había ganado desde la muerte de su esposa, condenando a su hija a una vida de soledad por el encierro. Y no es porque Berthold Hawkeye fuera un mal padre, lo que le mortificaba bastante es que Riza pudiera alejarse de su lado al conocer el mundo que por eso la sobreprotegía a su manera. Por supuesto, nadie aseguraría que una niña de esa edad fuera feliz estando recluida y sola, y esa era la razón por la que, la mayor parte del tiempo, el semblante de Riza se mantenía serio o melancólico y muy pocas veces sonreía, y cuando la hacía era de forma casi imperceptible; y eso, para un joven alegre y dicharachero como Roy Mustang no estaba nada bien pues estamos hablando de una niña y, en su opinión, las niñas deberían sonreír para verse más bonitas y alegrar el mundo.



    Así que, decidido a arreglar la situación pensó en aprovechar la semana de asueto que le daría el maestro con motivo del periodo invernal tras el solsticio de fin de año, por lo que llamó a Madame antes de ir a visitarla para pedirle su opinión sobre el asunto, consiguiendo su aprobación tras haber escuchado una fuerte llamada de atención por ser tan impulsivo e ingenuo. Bien, ya sólo faltaba que la chiquilla aceptara su propuesta para que todo saliera perfecto, por lo que espero el siguiente momento a solas con ella en cuanto el maestro lo corrió del laboratorio, por enésima ocasión en el año, para encerrarse por lo menos unas cuantas horas antes de salir a cenar.



    ─ Riza… ¿hay alguna cosa que te gustaría hacer este fin de período solar? ─le preguntó de forma casual mientras le ayudaba a pelar las papas para la cena.


    ─ No, señor Mustang, no creo que mi papá quiera hacer algo diferente a lo que siempre hacemos en este fin del periodo solar ─respondió la chiquilla sin levantar la vista de su trabajo.


    ─ ¿Alguna vez dejarás de llamarme “señor Mustang” y decirme solo Roy? ─él le cuestionó después de soltar un breve suspiro de pesadez, poniendo su mejor gesto de puchero al emplear un tono de voz compungido─. Si sólo te llevo cuatro años, no puede decirse que sea demasiado viejo con diecisiete…


    ─ No puedo hacer eso, señor Mustang, pues mi papá me dijo que… ─empezaba a decir la niña muy formal más fue interrumpida por su interlocutor.


    ─ Por favor, Riza, puedes llamarme Roy cuando tu papá no esté cerca, ¿de acuerdo?... ─le dijo un poco desesperado y, por no fijarse en lo que hacía terminó cortándose el dedo con el cuchillo─… ¡Ouch, eso duele! ─por lo que soltó la papa y el mismo cuchillo para examinarse la herida─. Pero que torpe soy… ─masculló por lo bajo.


    ─ Ay, señor Mustang… ─por su parte Riza, al escuchar su quejido, detuvo lo que estaba haciendo y con prontitud trajo el pequeño botiquín que tenía guardado en la cocina para esos casos, tomando inmediatamente un curita para proteger la minúscula herida de una infección─. Debería poner atención en lo que hace o podría lastimarse seriamente ─dándole un breve sermón como si fuera una profesional de enfermería a pesar de tener solo trece años, sosteniéndole cuidadosamente la mano para colocar el aditamento.


    ─ Muchas gracias… ─respondió Roy avergonzado de sí mismo, dejándola hacer. Pero bueno, por lo menos ahora sí la niña le prestaría más atención así que no tardó en añadir lo siguiente antes de que ella le soltara la mano, dedicándole una pequeña sonrisa amable─. Por cierto, ¿te gustaría venir conmigo a Ciudad Central el día del solsticio? Siempre hacen una fiesta muy grande porque llega la feria, así podríamos divertirnos en los juegos y disfrutar el espectáculo nocturno de los fuegos artificiales ─como si el curso de la conversación inicial no hubiera cambiado.



    La mirada de la chiquilla se mantuvo impertérrita por unos segundos, observándole detenidamente al tiempo que le soltaba la mano con cuidado, haciendo que el muchacho se sintiera nuevamente cohibido ante esa rigidez.



    ─ Si no quieres ir por mí no hay problema ─comentó desviando un poco la mirada, guardándose un suspiro de abatimiento.



    Pero entonces en el rostro de Riza se delineó una pequeñísima y casi imperceptible sonrisa, y sus pupilas parecieron brillar un poco de la curiosidad.



    ─ ¿Es en serio lo que dice, señor Mustang, de verdad me invita a ir a Ciudad Central con usted? ─disimulando su emoción al lanzar la pregunta.


    ─ Claro que es en serio, Riza… de hecho ya hablé con mi tía por teléfono para pedirle permiso y así puedas quedarte un par de días más para que podamos visitar otros lugares ─contestó Roy recobrando la confianza, volviendo a mirarla con el gesto más relajado y alegre─. ¿Entonces, qué dices?



    La niña sonrió de forma más abierta y aceptó la propuesta con un afirmativo y delicado movimiento de cabeza. Indudablemente Roy no pudo dejar de notar, como lo había supuesto, que la sonrisa le sentaba muy bien al bonito y suave rostro infantil de Riza haciéndola lucir monísima.



    ─ Siempre he deseado conocer Ciudad Central pero mi papá no quiere llevarme porque dice que es peligrosa… ─dijo ella sin poder ya ocultar su entusiasmo, mirando directamente a su interlocutor sin mostrarse apenada─… ¿Pero es cierto que la ciudad es muy grande?, porque algunos de mis compañeros ya fueron allá de paseo y nos contaron que no pudieron recorrerla toda, además le trajeron regalos a la maestra ─comentó a continuación con algo de duda, imaginando que la capital del país era más como una especie de pueblo enorme.


    ─ Sin duda alguna Ciudad Central es grandísima, llena de coches, calles iluminadas con electricidad, edificios de hasta cinco pisos, muchas tiendas y parques… por algo es la ciudad sede del gobierno donde vive el Führer ─respondió el moreno de forma casual y alegre, evitando reírse abiertamente del asombro dibujado en la carita de la chiquilla porque no quería parecer un burlón─. ¿Y sabes otra cosa?, Ciudad Central tiene la forma de un majestuoso círculo de transmutación, y el Cuartel Central se encuentra justo… al centro ─añadió con aire de diversión en tanto representaba con la amplitud de sus brazos un círculo en el aire.


    ─… vaya, no tenía idea de que en verdad fuera enorme… ─dijo la pequeña con gesto embelesado y la boquita abierta en una “O” de fascinación.


    ─ Ya la conocerás pues voy a llevarte a los sitios más interesantes para conocer ─observó Roy bajando los brazos, soltando está vez la carcajada alegre que había estado guardando.


    ─ ¿Qué es lo gracioso, señor Mustang? ─a lo que Riza pareció algo contrariada, pensando que se estaba mofando de ella por mostrarse tan pueblerina.


    ─ Discúlpame y no te enojes conmigo, Riza, no es nada malo… lo que pasa es que me siento contento por verte sonreír porque casi nunca lo haces, eso es todo ─respondió él rápidamente mostrándose avergonzado una vez más, bajando un poco el tono de su voz─. Yo siempre he pensado que las niñas son más bonitas cuando sonríen, y tú te ves verdaderamente linda ─detalló a continuación esperando que recobrara la sonrisa.



    Pero esas palabras tuvieron un efecto contrario a lo esperado pues la pequeña enrojeció intensamente de las mejillas por unos segundos y, levantándose presurosa de la silla en la que se había sentado, a su lado, se volvió a donde minutos antes había estado trabajando, diciéndole lo siguiente con total seriedad:



    ─ Es mejor que nos demos prisa para preparar la cena porque se hace tarde, señor Mustang, o mi papá se enojará mucho con nosotros cuando salga del estudio.


    ─ Tienes razón, Riza… terminaré de pelar estas papas y ya no te distraeré con mis tonterías ─respondió Roy mucho más abochornado que antes, regañándose internamente por haberla regado... solo a un idiota como él se le ocurría decirle eso a una niña de trece años.



    Más tarde, cuando el señor Hawkeye se presentó para cenar no pudo dejar de notar que su heredera parecía algo despistada al servirle su porción, así que, antes de empezar a comer, le preguntó con seriedad:



    ─ Riza, ¿hay algo que te moleste?... Puedes contarme lo que sea que por algo soy tu padre ─lo que hizo que la aludida se sobresaltara ligeramente en tanto Roy aguantó la respiración esperando un regaño muy fuerte.


    ─ Bien, papá, es que… ─por lo que ella, tras respirar hondamente con discreción para darse valor, respondió en tono firme y sin rodeos─… el señor Mustang me ha invitado a visitar Ciudad Central con él, en el día del solsticio.



    Berthold Hawkeye dirigió una mirada amenazante a su estudiante que le hizo pasar un trago de saliva por la garganta.



    ─ ¿Qué tienes que decir a eso, Mustang? ─le cuestionó con gravedad.


    ─ Bueno, maestro, me disculpo por mi atrevimiento y espero su aprobación… ─bien, después de darse unas cachetadas mentales por haber minimizado la posible reacción del maestro le era necesario contestar de la misma forma que la infanta, sin mostrarse dudoso ni temeroso, aceptando la sentencia hacia su persona─… pues sólo quiero hacerle un regalo a Riza llevándola a conocer Central.



    El hombre observó fijamente a su discípulo como escaneándolo con la mirada, intentando descubrir sus secretos e intenciones más profundas; inmediatamente volvió la vista a su hija.



    ─ Entonces, Riza, ¿tú quieres ir a Central? ─le preguntó con un tono de voz más tranquilo.


    ─ Sí, papá, quiero ir a conocer Central con el señor Mustang… ─reafirmó la niña sin ninguna pena, manteniéndose serena.


    ─ Muy bien, entonces iremos a Central por un par de días ─soltando un suspiro bajo de resignación Berthold Hawkeye se encogió de hombros, dispuesto a disfrutar su cena.


    ─ ¿De verdad podemos ir a Central con el señor Mustang, papá? ─obviamente Riza pareció alegrarse al sonreír también con la mirada, mirando a su padre con emoción contenida.


    ─ Necesito comprar algunas cosas para la investigación, y sólo en Central puedo encontrarlas ─afirmó el hombre, dedicándole a su heredera una sonrisa débil pero no forzada. Ciertamente el alquimista no es el monstruo que todos piensan, puesto que no se sentiría nada bien el negarle una alegría a su hija.


    ─ Muchas gracias, papá ─la sonrisa de la chiquilla fue la más grande que hasta ahora le habían visto, y ambos varones, Roy Mustang y Berthold Hawkeye, sintieron como si la fría noche decembrina se llenara de calidez.


    ─ Gracias, maestro ─respondió el joven a su vez dirigiéndole a su maestro una mirada de agradecimiento.


    ─ Nadie te dio a ti permiso de hablar, Mustang ─fue la áspera respuesta del hombre tras lanzarle una nueva mirada amenazante.


    ─ Lo siento, maestro ─dijo éste bajando la mirada con vergüenza, disponiéndose a degustar también su porción. Pero todo había valido la pena pues lo más importante es que Riza se veía feliz.



    Porque claro, al día siguiente Berthold Hawkeye no dudó en sermonear a Roy dándole fuertemente con un libro en la cabeza por insolente… ¿cómo osaba querer llevar a su pequeña hija por el mal camino, desobedeciendo sus órdenes de no acercarse a ella?, obligándole a pasar en limpio todos los avances de la investigación sin cometer ningún error o lo dejaría sin comer por el resto del día. Gracias a eso el joven Mustang pudo comprender mejor de que se trataba la dichosa investigación, lo que le serviría en un futuro para desarrollarla de forma más avanzada.



    El día del solsticio Riza les levantó muy temprano para que no se les hiciera tarde, e incluso se dio el tiempo de preparar una canasta con aperitivos para comer por el camino. El trayecto en el tren fue toda una nueva experiencia para la niña, la cual nunca había salido de su pueblo en realidad, así que se pasó el tiempo haciéndole a Roy diversos cuestionamientos sobre cómo funcionaba el tren, sobre las poblaciones que iban pasando, sobre el paisaje ligeramente nevado y sobre qué tan lejos quedaba Central; a todo esto el señor Hawkeye se mantenía levemente distante enfrascado en la lectura de un libro. Como llegaron a la ciudad pasado el mediodía pudieron hacer las compras antes de que las tiendas cerraran por las festividades de la tarde-noche, y después fueron a comer a un restaurante; obviamente Riza no dejó de bombardear a Roy con preguntas ya que todo para ella era novedoso, hasta que llegaron al hotel donde la familia pasaría esa noche (porque Roy se quedaría con su tía Chris el resto de la semana).



    Más tarde, pasada la hora del ocaso, volvieron a reunirse en el parque principal para juntos ─juntos con el señor Hawkeye incluido, quien de ninguna manera dejaría sola a su linda niña preadolescente con semejante mozalbete en edad hormonal─ ir a divertirse a los juegos. Roy pareció encantado de ver a Riza luciendo un bonito vestido blanco con unas medias a juego, con suéter y zapatitos rojos en contraste, ya que generalmente, allá en casa, lo más común es que vistiera con overoles ya fueran cortos o largos, y, al traer su rubia cabellera corta, fácilmente podía ser confundida con un niño. Afortunadamente esta vez se guardó su opinión dado que el maestro se encontraba presente.



    ─ ¿Lista para divertirte, Riza? ─le preguntó amablemente después de saludarles con educación.


    ─ Ya quiero ver las luces de colores en el cielo, señor Mustang ─respondió ella con alegría afirmando con un movimiento de cabeza, dispuesta a empezar su aventura nocturna de la mejor manera.


    ─ Los fuegos artificiales se encienden hasta más tarde ─contestó el aludido con una sonrisita tímida, recibiendo una mirada dura de su maestro.



    Recorrieron todos los puestos ubicados en el parque principal de Central, con Riza sin decidirse en lo que haría primero: si pescar pececitos de colores, jugar tiro al blanco, saborear un algodón de azúcar o comer un helado, comprar algún juguete… lo que veía era tan nuevo y diferente a lo que conocía en el pueblo que los ojos se le iban hacia todos lados.



    ─ ¿Qué podemos hacer, señor Mustang? ─le preguntó a Roy con duda mostrándose indecisa, ignorando a su papá al soltarle la mano. Berthold Hawkeye no dijo nada y se guardó un leve suspiro de rendición ante lo evidente… después de todo, nadie querría pasar una aburrida velada a su lado cuando tenía todo un mundo de posibilidades enfrente.


    ─ Mmm… ¿qué te parece jugar el tiro al blanco? Tal vez puedas ganar un regalo si tienes buena puntería ─comentó el moreno tras pensarlo un momento, sabedor que la chiquilla era hábil en el manejo del rifle ya que se dedicaba a ir de cacería en el bosque cercano al pueblo cuando el señor Hawkeye tenía antojo de carne.


    ─ ¿Usted cree que puedo hacerlo? ─ella no pareció muy convencida.


    ─ Si no lo intentas no lo sabremos… es más, posiblemente yo pueda hacerlo mejor que tú ─añadió Roy con un deje de superioridad y un airecito retador, invitándola a hacerle frente.


    ─ Bueno, si usted lo quiere así… nada más no vaya a arrepentirse ─a lo que la infanta, frunciendo un poco el ceño con seriedad, aceptó el desafío sin acobardarse. Después pareció recordar que su progenitor seguía ahí, por lo que se volvió a preguntarle de forma respetuosa mirándole con leve urgencia─. Papá, ¿sí puedo ir?


    ─ Adelante, Riza, que Mustang va a pagar para que te diviertas… ¿verdad, Mustang? ─fue la respuesta de su señor padre dirigiéndole una media sonrisa de conformidad, observando inmediatamente a su estudiante con leve recelo.


    ─ Por supuesto, maestro, este es mi regalo para Riza y voy a pagar con todo gusto ─respondió el muchacho con total seguridad y de forma amable, dedicándole a su mentor una breve reverencia.



    Riza sonrió feliz y, ya sin titubear, se lanzó presurosa hacia el área del tiro al blanco.



    ─ ¡A qué no me alcanza, señor Mustang! ─carcajeándose abiertamente como no lo había hecho en años.


    ─ ¡Oye, Riza, eso es trampa! ─contestó él siguiéndola apurado.



    Ese sin duda fue uno de los mejores festivales para Roy consiguiendo su objetivo de ver a Riza sonreír, e incluso reír a carcajadas, de forma abierta y natural, sintiendo un agradable calor recorrer su cuerpo cada que la niña le dedicaba una de esas sonrisa. Incluso su maestro se veía más contento y relajado viendo a su hija divertirse de verdad. Aunque no era exactamente lo que tenía en mente ─pues se había planteado regalarle también un vestido lleno de volantes─, pudo sentirse satisfecho consigo mismo ya que, después de todo ese, era un día que sin duda la chiquilla recordaría con alegría por el resto de su vida. Porque claro, la sonrisa sincera de una niña es una de las mejores cosas que pasan en el mundo, y sin duda alguna la sonrisa de Riza era la más bonita que había visto y que le gustaría ver por siempre.








    Nota: bueno, esto se alarga porque me surgen ideas, y al final no me gustaría dejar nada fuera… pero, con el perdón de ustedes, sé que no completaré los doce a tiempo (aunque espero terminarlos a la par de la historia principal que estoy escribiendo, ya que me lo he planteado). Pues en realidad espero que hayan disfrutado este planteamiento, con un Roy adolescente y una Riza aún inocente, disfrutando juntos de un momento feliz en los inicios de su relación más profesional y cercana que vimos en el manga/anime como tal. Sin más espero les haya gustado y no dejen de leer lo siguiente.
     
    Última edición: 22 Enero 2021
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    Luncheon Ticket THE BE(a)ST

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    Antes que nada, quisiera citar lo siguiente:


    Totalmente de acuerdo con el cuate Roy, cómo que no.

    En cuanto al fic, me tomó por sorpresa su desarrollo como precuela, y tan "temprano", además.
    Vas a perdonar mi ignorancia, pero desconocía que Roy fuera pupilo del padre de Riza, y que se conocieran casi desde la infancia (bueno, de ella, más que nada).
    Descubrí por esto (considerando que es canon, ¿no?) que su relación es más, cómo decirlo, fuerte y profunda.
    Lo dicho, vaya sorpresa.
    Y él tan despreocupado y directo desde siempre, y ella siendo tan callada y tímida desde pequeña.
    Queda claro que ciertas cosas nunca cambian, o al menos no en su totalidad.
    Suerte con las demás historias, amiga.
    ;)
     
    Última edición: 30 Diciembre 2020
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    InunoTaisho

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    Te perdono por tu falta de conocimiento... En el manga (y por ende en Brotherhood), se hace mención del hecho cuando hablan de la guerra de Ishval, ya que las bases de la alquimia de las llamas fueron desarrolladas por el padre de Riza ─con el resultado de tatuarla en la espalda de la joven para que su discípulo terminará de descifrarlo. No se menciona si ellos llegaron a desarrollar su amistad desde ese tiempo pero por lo menos sí se conocían lo suficiente, o de otra manera ni Riza le hubiera confiado la investigación de su padre a Roy y ni éste le confiaría su vida a ella. Me gusta pensar que un cariño fraterno pudo derivar en amor romántico e incondicional.

    Gracias por tus apreciaciones, buen amigo
     
    Última edición: 22 Enero 2021
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    InunoTaisho

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    Mi deseo es verte feliz… y casado.



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    Nota: en un mundo ideal donde Maes Hughes no hubiera muerto… es seguro que pasaría esto.





    ─ Roy… hazme caso y cásate lo más pronto posible antes de que llegues a viejo y te arrugues… ─le dijo Maes Hughes muy seriamente a su amigo antes de que éste le colgará con brusquedad.


    ─ ¡No me molestes más con eso, idiota! ─porque claro, su interlocutor le gritó enfurecido al momento de cortar la comunicación.


    ─… Roy, Roy, Roy… yo lo único que quiero es verte feliz viviendo con tu adorada reinita en su nidito de amor… ─masculló el buen Hughes soltando un suspiro de rendición, mirando la bocina como si estuviera hablando de frente con Roy Mustang.


    ─ ¿Sucedió algo malo, señor? ─le preguntó la telefonista que lo había atendido estableciendo la comunicación con el Comando del Este.


    ─ Descuide, señorita Jones… no me extraña que el general Mustang esté de mal humor considerando todo el estresante trabajo que tiene allá en el Este ─le respondió el hombre volviendo a sonreír despreocupado y agradecido, retirándose de ahí con paso ligero.



    Del otro lado de la línea…



    ─ Señor, no debería desquitarse con el teléfono de esa manera o va a terminar descomponiéndolo, y es seguro que se lo descuenten de su sueldo aunque ya sea general ─Riza Hawkeye le llamó la atención a Roy Mustang tras arrebatarle el aparato telefónico después de que éste lanzara una palabra altisonante.


    ─ Discúlpeme, capitán, tiene usted razón… lo que pasa es que Hughes no deja de ser un idiota con sus comentarios tan fuera de lugar ─respondió el hombre tras soltar un suspiro de frustración mal contenida… a veces le gustaría tanto que su gran amigo no fuera un bocafloja insistente en un tema que por el momento no tenía remedio─. Además, puedo reparar el teléfono usando la alquimia, así no habría ningún problema ─añadió a continuación con total presunción, minimizando el hecho.


    ─ No pensará que voy a permitírselo… ─pero ella no le dio la razón sino todo lo contrario, reprochándole su mala actitud con total seriedad y firmeza─. Ya usted conoce como es el coronel Hughes, así que no veo el motivo para romper el teléfono en su furia ─lo que hizo que su superior se encogiera un poco sobre sí mismo.


    ─… Pero no tiene por qué ser tan estricta conmigo, capitán… ─dijo en un hilo de voz, agachando la cabeza como un perrito regañado.



    Sus demás compañeros evitaron hacer algún comentario y sólo sonrieron disimuladamente… ciertamente el general era muy sumiso cuando de obtener la aprobación de la capitán se trataba.



    En posteriores días Maes Hughes y Roy Mustang no pudieron hablarse mucho debido, precisamente, al exceso de trabajo del alquimista en el Este, específicamente el área de Ishval y sus alrededores. Esto había desanimado a Hughes hasta el punto de suspirar melancólicamente una noche, estando en su casa, después de que sus hijos ya se habían dormido.



    ─ ¿Te sucede algo, cariño? ─le preguntó su esposa con un deje de preocupación─. Ya llevas unos días así de perdido.


    ─ Pues la verdad sí, Grecia querida… me preocupa Roy. Quiero ayudarlo con su problema pero la verdad no sé qué hacer al respecto ─respondió él con voz apesadumbrada al tiempo que se acostaba a su lado.


    ─ Oh, cariño… ya encontrarás la forma de ayudarle, no te desanimes ─le dijo su señora en entonación comprensiva, pues entendía el aprecio que su marido tenía hacia el alquimista.


    ─ He pensado en todas las posibilidades pero siempre me topo con una pared muy alta… la dichosa ley de antrifraternización que impide las cercanas relaciones entre compañeros ─volvió a suspirar el varón tras dejar sus gafas en la mesita de noche, empleando esta vez un tono de frustración─. Y, aunque a los dos nos molesta admitirlo, Roy tiene razón en negarse a declarar abiertamente sus sentimientos a su capitán porque eso podría ser muy negativo para ambos… si los altos mandos se enteran de eso se acaba su carrera en la milicia─ finalizó tras soltar un nuevo suspiro.


    ─ Maes… ─ella le miró con afecto dedicándole una amorosa caricia en la mejilla─. Hay que tener fe en que el Führer hará algo al respecto, pues se ve que es un buen hombre con un gran sentido de humanidad.


    ─ Mmm… creo que tienes razón, cariño, pues lo último que debemos perder es la fe en que algo bueno puede pasar ahora ─contestó Hughes tras pensarlo un poco, con una pequeña sonrisa relajada correspondiendo su gesto con un suave beso─. Vamos a descansar que seguro mañana será un día agitado ─añadió soltando un bostezo.



    Al día siguiente ocurrió ese algo inesperado en el trabajo, algo que realmente levantaría el ánimo de Maes Hughes y le haría pensar que los milagros son posibles.



    ─ Coronel Hughes, solicito su presencia en mi oficina puesto que hay un asunto importante que quiero tratar con usted ─ya que recibió una llamada interna del Führer cuando solo había transcurrido media hora del inicio de las labores.


    ─ En seguida estoy con usted, excelencia ─respondió éste muy formal y respetuoso, dirigiéndose inmediatamente para allá después de colgar─. Teniente Ross, le encargo los pendientes ─dejando las instrucciones a su asistente para que las labores no se detuvieran en su ausencia.


    ─ Cuente con ello, señor ─expresó la aludida cuadrándose para despedirle.



    Al llegar a la oficina del Führer fue bien recibido por él mismo, quien le invitó a sentarse a su lado en la mesa grande del área de juntas al tiempo que pedía un servicio de café a su secretaria, lo que significaba que planeaba tener una charla larga y tendida con su invitado.



    ─ Dígame una cosa, coronel, ¿usted juega ajedrez? ─le preguntó en tono relajado después de ocupar su lugar, señalando hacia donde tenía el tablero preparado.


    ─ Conozco el juego gracias al general Mustang pero jamás lo he jugado, señor… ─admitió el aludido un poco apenado, rememorando que, unos cuantos años atrás, había recibido una charla explicativa de parte de Roy a la que nunca había tomado en serio─… lamento no poder complacerle ─añadió.


    ─ Sí, eso es una verdadera pena… Realmente extraño al general Mustang cuando quiero jugar un poco para desestresarme ─comentó Grumman soltando un suspiro bajo de conformidad y una media sonrisa, recargándose en el respaldo del asiento.


    ─ Siento de verdad no estar a la altura del general Mustang, señor ─dijo Hughes ocultando una sonrisita de diversión, conocedor de que el Führer apreciaba bastante al Alquimista de la Llama y esa era una razón de peso.


    ─ Descuide, descuide… de todos modos no le llamé hasta acá para quitarle el tiempo jugando ajedrez ─el anciano minimizó el hecho retomando la seriedad profesional relativa a su cargo y posición, mirando fijamente y con interés al hombre sentado a su lado─. Tengo para usted una importante misión que lo llevará primeramente con rumbo al Este… solo para empezar a recorrer el país ─dijo, y en ese momento la secretaría se presentó con el servicio de café, por lo que los dos caballeros consideraron guardar silencio para permitirle servirles. Después de eso retomaron su charla, bebiendo a sorbos el café caliente y reconfortante.


    ─ Dígame de que se trata la misión, señor… ─comentó Hughes tras unos cuantos tragos manteniendo la compostura, pues no estaba seguro si aquella petición auguraba algo bueno o malo.


    ─ Verá usted, coronel… después de pensarlo mucho he llegado a la conclusión de lo necesario que es modificar o anular la ley de antifraternización que nos ha regido por muchísimos años ─mencionó Grumman conservando de igual forma el semblante adusto─; por ello, y en consideración a que el general Mustang me ha hablado bien de usted, me he tomado la libertad de asignarle un recorrido por los distintos comandos para sondear si será posible o no hacer lo que me he propuesto ─puntualizó al final volviendo a beber.


    ─ Muy bien, señor, cuente conmigo para hacer lo que se requiera y así obtener la información primordial con la cual se puede empezar a desarrollar un proyecto de modificación de la ley ─respondió el de gafas de forma muy correcta. Si había escuchado bien eso significaría que su oculto deseo podría hacerse realidad en menos de un año.


    ─ Muchas gracias por su apoyo, coronel, de verdad ─dijo el anciano muy agradecido con una media sonrisa amistosa─. Entonces vayamos fijando la ruta que ha de recorrer para cubrir los comandos y cuarteles en el menor tiempo posible, y así no tenga que estar fuera de Central por muchos días ─agregó a continuación, tomando algunos de los documentos que ya tenía preparados con antelación.



    Esa noche Hughes le contó a su esposa lo sucedido en tanto arreglaba una maleta con ropa para su inminente viaje al Este, y ambos se sintieron muy emocionados ante lo que podría pasar si todo avanzaba de forma positiva; después de todo, el desear la felicidad en la vida de un buen amigo no debería considerarse algo malo. Así que, al día siguiente, alrededor del mediodía, el coronel Maes Hughes se presentó en el cuartel del Comando del Este siendo recibido por un muy formal general Roy Mustang en su oficina.



    ─ Coronel Hughes, bienvenido… apenas anoche recibí el mensaje de su excelencia pero es todo un gusto tenerle con nosotros.


    ─ Muchas gracias, general Mustang… ─el aludido tuvo que guardarse la alegre carcajada que pugnaba por salir de sus labios al ver la gravedad excesiva en el rostro de su amigo, brindándole el correcto saludo marcial protocolario de acuerdo a su nivel. Ante todo había que cumplir con el deber que ya tendrían tiempo de charlar como camaradas─. Me gustaría que, para empezar, pueda usted revisar con cuidado estos documentos que le manda su excelencia, los cuales me pidió entregárselos antes de tratar los demás asuntos que me traen por acá ─añadió con leve rigidez mostrándole una de las carpetas con papeles, conservando el modo serio y profesional mostrado por su compañero y así no cupiera duda de que se encontraba ahí por cuestiones de trabajo.


    ─ De acuerdo, por favor acompáñeme a mi oficina personal… ─Roy la tomó dándole un fugaz vistazo, e invitó al de gafas a seguirle hacia el interior. Pero antes de irse se dirigió a Riza Hawkeye hablándole con total seriedad profesional─. Capitán, solicito de favor nos traiga dos cafés ya que necesitaré tiempo para hablar con el coronel Hughes y revisar estos documentos.


    ─ En seguida, señor ─respondió ella muy correcta y sin más, dedicándoles un rápido saludo marcial, salió de la oficina con paso ligero.



    Ya en el privado Hughes soltó un suspiro para relajarse dedicándole a Roy una sonrisita de diversión, dándole al momento un amistoso apretón por los hombros.



    ─ Grecia y los niños te mandan saludos… ─le dijo empleando un tono de voz más desenfadado y normal, sacando con prontitud su cartera para mostrarle una habitual cascada de fotos de su familia─. Dime, ¿a poco no se ven lindos?... mira, aquí está el pequeño Roy en su primer día de escuela luciendo su uniforme, y Elicia tuvo una participación importante en el festival escolar del año pasado… ¿te acuerdas cuando apenas le salieron dientitos? ─agregó con voz melosa restregándole las fotografías en la cara mientras su semblante y su voz se habían modificado en aspavientos de amor paternal excesivo, lo que ocasionó que Roy intentara soltarse de su abrazo.


    ─ Claro que me acuerdo muy bien del primer diente de Elicia, Hughes, el cual sé tienes guardado como un tesoro en un cofrecito de oro sobre el tocador de tu recámara… ─masculló con algo de fastidio tratando de ser delicado al conseguir su objetivo─… Pero ahora tenemos que trabajar así que, si me das la oportunidad, quisiera leer ese importante documento que mandó el Fürher ─puntualizó reacomodándose el saco del uniforme.


    ─ Descuida, te daré un resumen… aunque de todos modos tendrás que leerlo para firmarlo ─le concedió el buen Hughes tras sonreír nuevamente de manera normal─. La buena noticia de todo esto es que el Führer pretende cambiar o anular la ley de antrifraternización consiguiendo la aprobación de la mayoría de los comandos, lo cual significaría que al fin podrás declararle tu amor a tu capitán sin que nadie se atreva a juzgarlos, ¿cómo ves? ─explicó con simpleza cruzándose de brazos.


    ─… ¿De qué estás hablando?... ─el gesto de Roy cambió por uno de asombro y duda, y sin más se dispuso a abrir la carpeta para releer el contenido de la primera hoja─. Bien, Hughes, si esta es una de tus bromas déjame decirte que no es nada graciosa ─indicó con gravedad.


    ─ Tú sólo lee y ya después me dirás si miento ─fue la respuesta del de gafas con total confianza sin mostrarse amedrentado.



    Roy Mustang se dejó caer cuidadosamente en su asiento y examinó minuciosamente el escrito, soltando unas pequeñas exclamaciones tras haber leído unos cuantos renglones. Levantando la vista miró a su amigo con expresión azorada.



    ─ Entonces, ¿sí es cierto? ─le preguntó en un susurro de voz, como si tuviera miedo de oír una verdad que no quisiera.


    ─ Eso es verdad, Roy… justamente por eso se me ha encomendado hacer un recorrido por todos los cuarteles de Amestris, para aplicar las encuestas y así conocer el sentir de todo el personal con relación a la ley de antifraternización ─admitió Maes Hughes con un suave movimiento de cabeza.



    En ese momento llamaron a la puerta y casi de inmediato está fue abierta dando paso a Riza, quien llevaba en las manos una charola con humeantes tazas de café y un servicio de galletas.



    ─ Muchas gracias, Havoc… ─le dijo primeramente agradecida a su rubio compañero.


    ─ Por nada, capitán ─respondió éste y sin más cerró la puerta para permitirles a los ahí presentes el disfrutar de su momento entre amigos, pues todos en el equipo sabían lo que sus jefes y el coronel Hughes habían vivido en la guerra para ser muy unidos.


    ─ Con permiso, señor ─la joven, por su parte, se encaminó hacia el escritorio saludando a sus superiores con la formalidad habitual de soldado, rindiéndoles una breve reverencia por tener las manos ocupadas.


    ─ Ya la esperábamos, capitán… ─Hughes se encargó de contestar, haciéndose a un lado del escritorio para cederle espacio, guardándose una nueva risita burlona ya que Roy se había silenciado de repente en cuanto la escuchó hablar, y la observaba levemente ansioso como si quisiera decirle un secreto importante, con las orejas sutilmente enrojecidas y la boca entreabierta.



    Riza no pareció darse cuenta del estado mental de su líder mientras les servía el café, el cual parecía estar perdido en un mundo de fantasía vislumbrándola a través de una nueva luz, aguantando un suspiro de enamorado. En cuanto ella lo miró de manera directa no le quedó más remedio que desviar la vista avergonzado por casi ser descubierto, fingiendo que había estado leyendo todo el tiempo.



    ─ Le… le agradezco su atención, capitán… por ahora puede retirarse que ya la llamaré más tarde de ser necesario ─le dijo, intentando no sonar nervioso.


    ─ Usted puede contar conmigo para lo que se ofrezca, señor ─respondió ella con el semblante inmutable, ajena a lo que estaba ocurriendo, y les dedicó a ambos el saludo marcial antes de retirarse con paso firme.



    En cuanto la rubia salió el alquimista pudo al fin soltar el suspiro bajo y contenido ocultando el rostro entre sus manos, visiblemente abochornado por su actuar.



    ─ Seguramente la capitán ha de pensar que soy un pobre idiota sin remedio… ─dijo con la voz ahogada sin atreverse a mirar a su camarada.


    ─ Indudablemente te veías como un idiota mirándola con esa cara de bobo enfermo ─el cual también soltó la risotada de diversión que había estado guardando, hablándole con aire alegre al acercarse nuevamente a su lado para darle unas reconfortantes y amistosas palmadas en el hombro y así pudiera sentirse mejor─. Pero no te preocupes ya que aun siendo un idiota tu capitán te ama ─remarcó al final.


    ─ Hughes idiota… ¿qué te hace pensar que sea cierto lo que dices, eh? ─su compañero le dirigió una mirada ofendida al tiempo que se enderezaba en el asiento para verse como un profesional.


    ─ Bueno, bueno, no creo que hayas olvidado que ella estuvo muy pendiente de ti mientras recobrabas la vista… prácticamente se fue a vivir contigo por más de un mes para que no fuera a pasarte nada malo ─señaló el aludido en entonación picaresca metiéndole unos suaves codazos.



    Roy podía decir que los días posteriores a lo sucedido durante el llamado “Día Prometido” habían sido hasta el momento los mejores de su vida, puesto que cedió el uso de la piedra filosofal guardada por el doctor Marcoh para que ayudara en el restablecimiento de la movilidad de Havoc con su respectiva rehabilitación, y la recuperación del coma al que Hughes había sido sometido tras el ataque casi mortal de los homúnculos, pudiendo él aguardar a curar su ceguera hasta que estuviera seguro que sus camaradas habían sido sanados de la mejor manera posible. Obviamente que una conmovida y enamorada Riza decidió mantenerse a su lado para ayudarle a sobrellevar el trauma de permanecer sin vista un par de meses, brindándole una atención por demás personalizada; y claro, todo ello fue parte de la comidilla entre los miembros del equipo encabezados, sin lugar a dudas, por Hughes como el fan número uno de emparejarlos (y otros más como el teniente coronel Armstrong y la subteniente Rebecca Catalina).



    ─ Bueno… es cierto que la capitán fue… fue de gran ayuda para que… pero eso sólo porque yo necesitaba apoyo para… ─claro que Roy también los recordó, lo que le hizo enrojecer hasta la punta de su negra cabellera sintiendo en ese momento mucho calor, por lo que tuvo que desabotonarse la chaqueta del uniforme para refrescarse. Había sido tan feliz esos días aunque Riza nunca quiso bañarse con él poniendo como pretexto el hecho de que no quería aprovecharse de un hombre ciego, agradecida de que no pudiera ver sus mejillas encendidas de la pena.


    ─ Nada, nada, no busques pretextos donde no los hay, Roy; ¿hasta cuándo dejarás de ser tan deprimente y admitir la realidad? ─por ello Hughes no pudo evitar ponerse serio y hablarle empleando un tono de reproche─. Mira que si no haces algo en el momento justo alguien puede adelantarse y pedirle a tu capitán una oportunidad… y quien sabe, capaz y la convence ante tu falta de iniciativa ─puntualizó, volviendo a cruzarse de brazos.


    ─ ¿De verdad hay algún atrevido que ha osado mirar a mi Riza como si tuviera derecho? ─conocedor que, ante esta revelación, el alquimista bufaría entre la sorpresa y la indignación─. ¿Quién es, Hughes, quién ese miserable insolente? ─exigiéndole que delatara al responsable de semejante bajeza para hacerle pagar por su falta.


    ─ Eso no es lo importante, únicamente es una suposición mía porque sin duda tu capitán es una mujer muy atractiva y debe tener a más de uno esperando por una cita… ─remarcó el de gafas sin modificar el gesto serio, aunque por dentro controlaba las ganas de carcajearse una vez más ante los evidentes celos de su colega.


    ─ Hughes… ─la mirada de Roy se afiló un poco más, enfurruñado de que su camarada le ocultara información de vital importancia.


    ─ En lo que debes ocuparte de verdad es en preparar tu discurso para la declaración de amor… claro que es mejor que se dé de forma espontánea pero no está de más estar preparados, sobre todo porque debes ser bastante preciso en tus sentimientos para evitar malos entendidos… ─agregó su interlocutor a continuación de manera más pensativa, sin hacerle caso, acariciando su cuadrada y remarcada barbilla con una de sus manos a modo de meditar─… porque, sino pones atención a los detalles, puede que tu capitán no te tome en serio.


    ─ Mmm… ─refunfuñó el general Mustang por estar siendo ignorado.


    ─ Entonces, ¿qué es lo primero que harás cuando la ley de antrifraternización sea abolida? ─afortunadamente el monologo no duró mucho pues el coronel Hughes volteó a verle, haciéndole el cuestionamiento ya con amabilidad y una leve sonrisa.


    ─… ─por lo que el alquimista soltó un hondo suspiro de rendición y conformidad antes de contestar─… Debo declararle mi amor a Riza sin demora… ─aunque por unos segundos pareció dudoso al agregar─… ¿pero qué hago si me dice que no?


    ─ No empieces otra vez con tu negatividad, Roy, ¿quieres?… ─le respondió su amigo poniendo los ojos en blanco por un segundo─. Si sigues con esa actitud no te sorprenda que tu capitán de verdad llegue a rechazarte porque alguien se te adelantó ─puntualizó con el gesto más serio que había tenido hasta ahora, consiguiendo que el rostro de su compañero se torciera en una mueca de leve sufrimiento─. Vamos, hombre, que si el Führer se decidió a promocionar esto es porque también está interesado en hacer algo, así que, por favor, concéntrate en lo que viene ahora como parte de tu deber y ya después habrá tiempo para otras cosas… y, si en dado caso ella te dijera que no (lo cual es imposible), por lo menos no te quedarás con la duda ─señaló con firmeza.


    ─… Tienes razón, Hughes, una batalla se gana luchando y dando lo mejor de sí con una estrategia bien definida… y si llegas a perder tienes que levantarte para seguir adelante ─por ello Roy volvió a suspirar, mudando el gesto por uno más relajado al admitir que le era necesario dar el primer paso.


    ─ Así es como se habla ─comentó el de gafas volviendo a sonreír grandemente y con naturalidad─. Por ahora déjame encargarme de lo que me corresponde mientras tú te dedicas a preparar tu declaración, ¿va? ─guiñándole un ojo de forma traviesa al tiempo que le entregaba una pluma para que firmara la petición del Führer.


    ─ Muy bien, coronel Hughes, entonces terminaré de leer esto para que pueda empezar sin demora con su trabajo ─a lo que Roy recuperó el profesionalismo relativo a su cargo reiniciando una vez más su lectura.



    Un par de meses después…



    ─ ¿Diga? ─Maes Hughes respondió al llamado del teléfono cerca de la medianoche, bostezando grandemente al contestar.


    ─ ¡Hughes, me dijo que sí! ─al otro lado de la línea se escuchó la excitada voz de Roy Mustang─. ¡Riza aceptó mis sentimientos, también ella me ama! ─exclamó en una explosión de alegría contenida.


    ─… Roy… ─el de gafas se frotó los ojos para desperezarse─. ¿Lo ves? Ya sabía yo que tu adorada y linda capitán te daría el sí, únicamente era necesario aprovechar la oportunidad para hablar a tiempo y lo demás se daría de forma espontánea ─contestó al final soltando un nuevo bostezo, sintiéndose igual de alegre que su amigo.


    ─ Mas te vale ir preparando el discurso para la boda ya que hemos estado de acuerdo en que seas nuestro padrino ─le dijo el alquimista sin cambiar el tono alegre.


    ─ Me ofende que lo pongas en duda pues lo tengo preparado desde hace años… ─puntualizó Hughes mostrándose levemente ofendido.


    ─ ¿En serio? ─le preguntó Roy en tono dudoso y algo sorprendido.


    ─ ¡Claro!, no pensarás que dudaba en que se casarían tarde o temprano… con todo el amor que se mostraban creo que nadie lo dudaría ─reafirmó su amigo soltando una risita baja.


    ─ ¡Qué vergonzoso!... no creí ser tan evidente ─comentó el general en tono abochornado.


    ─ Descuida, nadie fuera de los que los conocíamos muy bien pudo darse cuenta… ─le explicó el coronel para tranquilizarle─. Pero bueno, lo importante es que diste el paso necesario y ahora sólo queda afinar los detalles para hacerlo oficial, así serán formalmente el matrimonio Mustang-Hawkeye que guiará el destino de Amestris en un futuro ─añadió, soltando una nueva risita.


    ─ Qué así sea… ─confirmó Roy sin dejar de sentirse dichoso.


    ─ Y para eso no dudes que contarás con tus amigos, apoyándote siempre en las buenas y en las malas ─puntualizó Hughes sonando alegre y despreocupado.



    El tiempo recompensará a aquellos que perseveran en conseguir sus objetivos y hacer realidad sus sueños. Y así, algunos meses más tarde, Maes Hughes miraba a su amigo Roy Mustang besar apasionadamente a Riza Hawkeye a la salida de la iglesia, a petición de los invitados a la boda, y no pudo evitar soltar una lágrima de felicidad.



    ─ Me da tanto gusto el que al fin estén unidos… ─le dijo a su esposa en una especie de susurro ahogado, aplaudiendo efusivamente junto a los demás en cuanto fueron complacidos─. ¡Qué vivan los novios! ─gritó alegremente uniéndose al barullo.


    ─ Ya lo creo que sí… ─le respondió Grecia igual de alegre mientras sus pequeños hijos, Elicia y Roy, brincaban de contento imitando a su papá.








    Nota: esto ya no es parte de la actividad navideña pues el tiempo me ganó por mucho, pero sí quise integrarlo a esta colección como parte de historias cortas que rondaron por mi cabeza al querer participar con algo.

    Estoy consciente de que Maes Hughes tenía que morir y ningún pretexto justificaría revivirlo, siendo muy acertado de parte de la autora pues si lo hubiera hecho así no sería beneficioso para la trama. Sin embargo en los fics se vale soñar, así que este mundo con Hughes vivo, sin cambiar mucho la historia, es algo que me habría gustado ver también. Espero lo hayan disfrutado a pesar de la extensión, y ojalá pueda continuar a buen ritmo a la par del otro fic que estoy escribiendo. Saludos.
     
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    Doce deseos (Actividad navideña 2020)
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    Amistad
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    Ya había soñado el casarme contigo…




    “Aprieto el gatillo porque yo quiero, por la persona que debo proteger…”




    ─ En serio, Riza, ¿qué acaso nunca has pensado en casarte con un buen hombre? ─le preguntó la teniente Rebecca Catalina a su mejor amiga, la capitán Riza Hawkeye, mientras degustaban unos bocadillos en un pequeño restaurante ubicado cerca del parque de Ciudad Central, esa tarde que tuvieron libre y que pudieron coincidir.



    El gesto de la rubia se puso más serio de lo habitual y evitó poner los ojos en blanco. Después de todo se habían enfrascado en una pequeña charla, más parecida a un monólogo, con la señorita Catalina quejándose de su mala suerte para encontrar a su hombre ideal con el cual formar una pareja estable. De ahí surgió el cuestionamiento dado que Riza le había hecho ver que estaba pidiendo demasiado.



    ─ Rebecca, mis deberes son más importantes ahora que lo último preocupante para mí es casarme ─por ello puntualizó su sentir de forma tal que no quedara duda alguna.


    ─ Sí, claro… tus deberes incluyen cuidarle el trasero y todo lo demás al general Mustang… ─masculló su amiga, haciendo la observación en tono burlón.


    ─ Únicamente cumplo mi papel de guardaespaldas y ayudante del general, es el trabajo que se me ha encomendado desde el principio ─replicó la joven capitán sin enfadarse, manteniendo el gesto serio.


    ─ Oh, vamos, Riza, ¿ni cuándo eras más joven soñaste siquiera una vez en casarte?... voy a pensar que eres rara ─su compañera soltó un bufido de frustración en tanto la observaba como si fuera un ser de otro mundo.


    ─ Bueno, la verdad es que… ─musitó la aludida enrojeciendo un poco de las mejillas─… cuando era niña mi mamá solía contarme un cuento para dormir, y mi favorito trataba de un príncipe… ─respondió, desviando un poco la vista para disimular─. Todas esas noches siempre soñaba con él.


    ─ ¿Y cómo era tu príncipe azul? ¿Era guapo? ─le interrogó Rebecca son visible curiosidad e interés.


    ─ En realidad se trataba de un niño pequeño ─le explicó su amiga sin mirarla, visiblemente abochornada─. El cuento se llamaba “La promesa del pequeño príncipe” ─agregó.


    ─ No recuerdo haber leído ese cuento… ─dijo la teniente con algo de duda─. Bueno, de hecho nunca me ha gustado mucho leer ─admitió al final con una sonrisita apenada.


    ─ Ese cuento lo escribió mi mamá, era su hobby por así decirlo… Todavía lo tengo guardado en el baúl de mis recuerdos ─comentó Riza sin que se le bajara el rubor.


    ─ Ya veo… supongo que entonces lo escribió especialmente para ti ─la castaña se abstrajo un momento en sus pensamientos─. Pero ya, por lo menos puedes decirme si era un niño lindo que llegaría a ser un hombre apuesto ─añadió en seguida mirándole con leve picardía.


    ─ Mi pequeño príncipe… ─por lo que la expresión de rubia se modificó por una más soñadora, soltando un pequeño suspiro de mujer enamorada al hablar con ternura en la voz─… tenía el cabello negro y levemente alborotado, sus pupilas oscuras reflejaban inocencia e inteligencia al mismo tiempo, y sus mejillas eran redondas, sonrosadas y apretujables…


    ─… mmm… qué interesante retrato… Suena como la descripción del general Mustang en sus tiempos de niñez ─comentó su compañera tras unos segundos de atención, soltando una risita baja.


    ─ ¿Qué tiene que ver el general Mustang en esto? ─y eso hizo a Riza dar un respingo sacándola de sus ensoñaciones, enrojeciendo una vez más de las mejillas. Para disimular se puso muy seria empleando en esta ocasión un tono de voz circunspecto─. Por favor, Rebecca, mi mamá nunca conoció al general Mustang, menos siendo un niño, así que tu observación está fuera de lugar.


    ─ Yo sólo decía, no te enfades… ─respondió Catalina con una mueca apenada.



    Esa noche, ya en su departamento, Riza Hawkeye buscó dentro del baúl de los recuerdos el dichoso cuento en cuestión, sonriendo enternecida al encontrarlo y comenzar a leer una vez más admirando las ilustraciones pintadas a mano, las cuales su mamá había hecho exprofeso para que ella lo coloreara a su gusto en cuanto supiera hacerlo bien. En todas ellas sobresalía la imagen del pequeño príncipe, un chiquillo vestido a la usanza de una época antigua y que sonreía grandemente de forma pícara y angelical.



    A su mente vinieron entonces recuerdos infantiles, reviviendo la noche en que vio a Roy Mustang por primera vez cuando éste llegó a estudiar alquimia con su padre, y no pudo evitar enrojecer de la pena al evocar los pensamientos que rondaron por su mente al verlo ahí… ¿acaso estaba teniendo un sueño o en realidad era su pequeño príncipe encantador que había crecido? No quiso quedarse con la duda así que, antes de dormirse esa noche, ya en su habitación, sacó el librito del baúl y miró con detenimiento los grabados: sí, indudablemente su pequeño príncipe había encarnado en esa persona y ahora era un adolescente muy simpático aunque bastante despistado, por lo que volvió a enrojecer de las mejillas; y es que muchas noches, desde antes que su mamá muriera, había soñado en casarse con ese niño tan lindo porque esa era su promesa, pero, ahora que estaba allí en persona, y bastante desarrollado a su parecer, simplemente se moría de la vergüenza. Con el paso de los meses su imaginación llegó a tranquilizarse al darse cuenta de que Roy Mustang no era para nada un principito, pero si un muchacho de nobles sentimientos y gran corazón que quería ayudar a las personas con sus conocimientos de alquimia, así que empezó a verlo de otra forma y a admirarlo por otras razones.



    Muchos años más tarde ya estando en la guerra contra Ishval, se sintió bastante desilusionada, de él y de ella misma, por lo que le habían hecho a esa pobre gente usando la maravillosa Alquimia de la Llama, así que, al término de la misma, lo único mejor que se le ocurrió en ese momento fue pedirle que quemara el tatuaje maldito de su espalda como una manera de autocastigarse, culpándose a sí misma de todo el sufrimiento ocasionado; sin embargo, aunque Roy cumplió con su pedido así le doliera el alma hacerlo por tener que lastimarla más, le dijo que nunca estaría sola ya que él era el directo responsable de la masacre y el único que merecía ser juzgado como un criminal. Fueron detalles como este, ya estando juntos laboralmente en el ejército, que afianzaron su amistad, cariño fraterno y confianza… ¿cuándo volvió a enamorarse?, no estaba segura, aunque posiblemente, en el fondo de su corazón, el amor infantil que sintió por él solo había permanecido dormido, e indudablemente le gustaría tanto hacer ese sueño realidad aunque sabía que era imposible por muchas cosas.



    Unos días más tarde Riza recibió una llamada telefónica de parte de su abuelo hasta ahora en anonimato por causa de la ley de antrifraternización del ejército: el Führer Grumman.



    ─ Riza querida, sabes que me gustaría mucho verte felizmente casada, así formarías una bella familia dándome bisnietitos ─y es que el anciano se había empeñado en pedirle varias veces, casi desde que le dio a conocer su relación de parentesco por vía materna, que se matrimoniara con un buen amigo suyo al que sin duda llegaría a amar en cuanto lo conociera─. Mira que algún día no muy lejano yo moriré, y no me sentiría tranquilo si te quedas sola ─añadió algo preocupado.


    ─ Abuelo, por favor… ─la joven rubia evitó poner los ojos en blanco. Aunque estaba agradecida por saber que siempre había estado pendiente de ella no significaba que le diera el derecho de querer arreglar su vida, comprometiéndola con un desconocido así fuera su mejor amigo.


    ─ Mira, mira, sólo te pido una oportunidad para mi amigo, así que… ¿podrías venir a cenar el sábado aquí a la mansión? ─el anciano suavizó más la voz empleando una cariñosa entonación paternal, haciéndole la invitación─. No tienes que preocuparte de nada que tengo todo arreglado para que pases desapercibida a los curiosos que rondan por ahí ─agregó en tono despreocupado.


    ─… mmm… bueno, me parece bien… ─respondió Riza después de murmurar por lo bajo. No había nada mejor que una buena cena para ponerle las cosas en claro a su abuelo.



    Grande fue su sorpresa al toparse en esa cena con nada más y nada menos que Roy Mustang, su general al mando, su líder de escuadrón, el amor de su infancia y el hombre de su vida… y el amigo con el cual su abuelo pretendía casarla. Por supuesto que él desconocía totalmente todo al mostrarse igual de estupefacto y por demás tan desconcertado como ella, ya que no esperaba que se tratara de la famosa nieta de la que el Führer tanto le había presumido. Y más grande fue su asombro cuando el mismo Grumman les confirmó que la ley de antifraternización sería abolida, así él presentaría a Riza como su querida nieta perdida y ellos podrían contraer matrimonio sin ningún problema. Al final de la velada ambos declinaron la invitación del anciano para pasar la noche juntos en la mansión (con su permiso, obviamente), así que se despidieron cortésmente y se fueron en el auto de Mustang. Por varios minutos no se dijeron nada, ni siquiera se miraban, avergonzados al recordar las últimas palabras del octogenario caballero sobre que debían cuidarse con métodos anticonceptivos ya que tampoco le gustaría ser bisabuelo antes de que cumplieran un año de casados. Ya casi para llegar al departamento de Riza, un cuarto de hora después, Roy tomó la palabra empleando un tono de disculpa:



    ─ Capitán… Riza, lamento tanto el espectáculo armado esta noche, de verdad yo… ─mirándola de reojo para no apartar la vista del camino.


    ─ No tiene por qué disculparse, señor… ─la aludida no le dejó terminar, lanzándole una leve mirada tímida con el rubor aun coloreando sus mejillas─… ya que a mi abuelo le gusta mucho divertirse aunque sus métodos sean algo extraños ─añadió al final con una pequeña sonrisa dibujada en sus labios.


    ─ Eso es cierto, el viejo zorro de Grumman es un abusivo tramposo y… ─exhalando un suspiro el alquimista externó en voz alta sus pensamientos, silenciándose casi de inmediato en cuanto la joven levantó la vista para observarle con atención, nuevamente apenado con ella─… Lo siento, no era mi intención ofender a tu abuelo.


    ─ Descuida, ya que en eso también estamos de acuerdo… Fue muy cruel de su parte el tenernos en ascuas por meses ─sin embargo Riza soltó una risita divertida dándole la razón, empleando el tono familiar y de confianza con el que solían comunicarse cuando estaban a solas, fuera del protocolo militar.


    ─ La verdad sí, fue muy cruel ya que me hizo sentir en muchas ocasiones como un canalla despreciable ante el mínimo intento de mi parte por rechazar a su hermosa nieta, ¿cómo ves? ─comentó Roy igual de aliviado, relajando la expresión.


    ─ Eso si fue muy atrevido ─le reprochó la rubia con aire divertido, imaginando las caras de angustia de su jefe ante el hecho.


    ─ Pero, si él hubiera sido claro desde el principio créeme, jamás me habría negado a tener una cita con tan bella dama ─deteniendo el auto en el área de estacionamiento frente al edificio donde Riza vivía, Roy pudo verla al fin de frente, empleando en esta ocasión un tono de voz más romántico.


    ─… Adulador… ─a lo que las mejillas de ella volvieron a colorearse de rubor, aunque resistió muy bien las ganas de desviar la vista con coquetería o abalanzarse sobre él para plantarle un beso─… seguramente lo dices sólo para quedar bien conmigo.


    ─ En parte tienes razón… ─respondió el alquimista poniéndose serio, sin inmutarse por la breve mirada de asombro y el mohín que ella hizo a modo de reproche─… En realidad no quiero que pienses, como seguramente muchos lo harán al enterarse de la relación de parentesco entre el viejo Grumman y tú, que mi pretensión para contigo es únicamente con la finalidad de asegurarme el cargo de Führer en un futuro ─puntualizó firmemente y sin parpadear mirándole con intensidad, consiguiendo que sus pómulos adquirieran un tono más encendido.


    ─ Yo sé que eso no es así… ─dijo en tono bajo lleno de ternura, tornando la mirada hacia otro lado con coquetería.


    ─ Gracias, de todos modos prefiero que no haya malos entendidos entre nosotros ─Roy se guardó un suspiro enamorado y las ganas de besarla con pasión en el auto, considerando que ese no era el mejor lugar.



    Decididamente descendió y fue a abrirle la puerta mostrando su caballerosidad al ofrecerle su mano para ayudarle. Riza no se lo pensó tanto, y ni bien se puso en pie se lanzó sobre él dándole un suave beso en los labios, y posteriormente le abrazó apoyando la cabeza en su pecho.



    ─… Riza… ─dejándolo estático por unos segundos, anonadado y embelesado ante ese actuar tan poco común.


    ─…Roy, yo te amo… y me siento tan feliz de estar a tu lado, en serio ─le dijo con voz enamorada y una gran sonrisa dibujada en sus lindas facciones.


    ─ Yo también te amo ─respondió él románticamente cobijándola entre sus brazos, sujetándola por la cintura y acariciando a la vez su espalda como un gesto de cariño y protección─. Eres la única reina de mi vida ─añadió al final susurrándole amorosamente al oído, permaneciendo así por un par de minutos, sin decir ni hacer nada más que disfrutar su compañía y el contacto cercano de sus cuerpos como nunca antes lo habían tenido.


    Al cabo de ese breve tiempo Roy le dijo lo siguiente sin despegar los labios de su oreja, empleando en esta ocasión una entonación de voz más divertida.



    ─ ¿Y si hacemos aquello que tu abuelo piensa estaremos haciendo?


    ─… me haces cosquillas… ─fue la respuesta de Riza soltando una risita, retorciéndose un poco entre los brazos masculinos para soltarse del abrazo─. ¡Pero qué payaso eres!... primero nos casamos y ya después hacemos todo eso que quieres ─respondió tras librarse metiéndole un cariñoso golpe en lo alto de la cabeza a manera de regaño, para después guiñarle un ojo con picardía y coquetería.


    ─ Está bien, capitán, su respuesta me parece sensata… ─dijo el alquimista sobándose el sitio brevemente lastimado, tornando a sonreír a modo de seguirle el juego─. Pero que no se le olvide que el general soy yo, y mis órdenes deben ser cumplidas al momento ─puntualizó, ofreciéndole en el acto su brazo derecho para entrar juntos al edificio.


    ─ No lo he olvidado, señor, y sus órdenes serán cumplidas a cabalidad en el tiempo indicado ─añadió ella con igual formalidad dedicándole un leve saludo marcial, tomándole inmediatamente del brazo tras soltar una nueva risita de diversión.



    Un par de meses después…



    Riza lanzó el ramo de flores hacia donde se encontraban las invitadas a su boda, amigas y conocidas, que ya esperaban por ese momento con la intención de ser la próxima en cumplir su sueño de matrimonio, mientras Roy le sostenía la silla en donde se encontraba encaramada para verse más alta, cuidándola de caer para no lastimarse. En seguida la ayudó a bajar tomándola en brazos, y el corazón de ella palpitaba agitado de la emoción en tanto que allá atrás se escucharon los gritos de alegría de Winry Rockbell por haber ganado el ramo, y todas las demás le aplaudieron lanzando breves suspiros de desilusión por no haber sido las afortunadas.



    ─ ¿Te estás divirtiendo? ─le preguntó Roy a Riza en voz baja colocándola con cuidado en el suelo, acomodándole discretamente el vestido.


    ─ Por supuesto, me da tanto gusto que todos la pasen bien… ─respondió ella con una sonrisa de agradecimiento plantándole un pequeño beso─… pero me divertiré mucho más cuando ya estemos solos ─añadió guiñándole un ojo con aire de diversión.


    ─ En eso estamos de acuerdo ─él correspondió el gesto abrazándola por la cintura, y juntos se dirigieron a la mesa principal para cortar el pastel.










    Nota: Bueno, bueno, este deseo viene relacionado con el long fic que actualmente tengo en curso, el cual espero terminar en un par de capítulos. Y es que la autora de FMA ha insinuado que Riza sí ama a Roy, aunque no ha definido del todo si él la ama de la misma forma (y tampoco lo ha negado con firmeza, ya que las actitudes y su forma de ser para con ella no dejan lugar a dudas). Como sea espero que les haya gustado, muy ad hoc a lo que se respira en estos días… el amor está en el aire y no podía dejarlo pasar.
     
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    InunoTaisho

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    Deseo de tener un bisnieto.


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    Hacía apenas un par de horas que su nieta, su querida Riza, se había casado con el general Roy Mustang, el amor de su vida, partiendo juntos hacia la exótica tierra oriental de Xing para disfrutar su luna de miel, y ya el viejo Führer Grumman soñaba en recibirlos, la siguiente semana, llevando un hermoso bebé en brazos… oh, sí, un lindo bisnietito para consentir lo haría un hombre más feliz, e incluso se sentiría capaz de vivir otros diez años.



    Bueno, realmente él sabía que era exagerado de su parte el esperar que Riza y Roy regresaran de Xing con un recién nacido a sólo una semana de matrimonio; pero era un sueño que venía acariciando desde hace años cuando se enteró, gracias a la ayuda incondicional de un muy joven Roy Mustang (quien dicho sea de paso nunca estuvo consciente de ese hecho hasta unos meses antes de la boda), que su nieta había crecido hermosa, fuerte y sana a pesar de haber quedado huérfana de madre ─su propia hija, de quien por azares del destino tuvo que separarse cuando Riza era muy pequeña─ un par de años atrás. Con el paso del tiempo, poco después que ellos regresaran de la guerra de Ishval, consideró muy conveniente el que pudieran matrimoniarse puesto que era levemente notorio, para quien los observara con detenimiento, que su afecto iba más allá de una simple amistad laboral; además Grumman reconocía en Roy Mustang a un buen sujeto y sin duda haría feliz a su nieta… pero lo transcendental era que le darían bisnietos, muchos bisnietos a los que llenaría de mimos y amor.



    Por ello era necesario tomar medidas y evitar que le pillaran por sorpresa, así que, al día siguiente a primera hora, solicitó la presencia de la teniente Rebecca Catalina en su oficina para consultar con ella algo de suma importancia.



    ─ ¿Me llamaba usted, excelencia? ─dijo la joven al entrar después de recibir la autorización, cuadrándose respetuosamente frente al octogenario hombre sentado en el escritorio.


    ─ Así es, teniente Catalina… ─respondió Grumman observándola desde su lugar, conservando la seriedad en el rostro al tiempo que le indicaba se relajara─… por favor, acérquese y dígame su opinión sobre esto ─añadió, señalándole un montón de documentos que tenía sobre el mueble.



    La señorita se aproximó con precaución y observó dichos documentos antes de decidirse a tomar uno… y su sorpresa fue mayúscula al notar que sólo se trataba de un par de catálogos de ropa para bebé.



    ─ ¿Señor, acaso esto significa que Riza…? ─le interrogó asombrada sin animarse a tomar uno─. Ese Mustang abusivo… ya me escuchará cuando regresen ─masculló al final sin ocultar su indignación, sobre todo porque su amiga, su mejor amiga, no le había confiado nada de nada.


    ─ Bueno, bueno, no puedo asegurar nada de eso, teniente, y sólo son suposiciones mías ─comentó el anciano sin nada de vergüenza─. Pero tampoco lo descarto puesto que mi nieta y Mustang son adultos comprometidos y se aman desde hace tiempo, así que, con la autorización del compromiso y sin temer ya las represalias de la ley de antifraternización pudieron pasar muchas otras cosas entre ellos antes del matrimonio ─agregó con una sonrisita y, tomando una de las revistas, abriéndola en una de las páginas, señaló uno de los modelos─. ¿Verdad qué son adorables?... ─en su rostro se reflejaba una gran felicidad, con las mejillas encendidas en un tono rosado dándole la apariencia de un bebé─… pero, para poder elegir los mejores, me es necesaria su ayuda, y ya sabe lo que dicen de un hombre precavido ─remató al final.


    ─ No hay problema por ello, excelencia, estoy para servirle ─respondió la joven tornando a sonreír complacida. Después de todo ella y todos los del Team Mustang esperaban con ansias a que la pareja tuviera un bebé, y entre más pronto se diera mejor.



    Esa misma tarde, como parte de sus preparativos, Grumman llamó a su oficina al coronel Alex Armstrong para hacerle una petición delicada.



    ─ Sé que usted es un buen hombre con un exquisito gusto por la estética, y por ello me he tomado el atrevimiento de pedirle esto porque no puedo confiárselo a nadie más ─le dijo serenamente al señalado tras recibirle en la oficina, manteniéndose sentado.


    ─ Para mí será todo un honor estar a su servicio en lo que necesite, excelencia ─respondió el gran hombre después de cuadrarse frente a él en muestra de respeto.


    ─ Gracias, coronel, no esperaba menos de usted ─comentó el anciano tras indicarle con un ademán que podía descansar la postura, recargándose en el respaldo de la silla para relajarse y continuar─. Verá, mi deseo es tener lista la cuna para recibir a mi bisnieto en cuanto llegue el momento, y espero pueda usted hacer unos bocetos… ─decía cuando fue interrumpido en su perorata.


    ─ ¿Estoy entendiendo que el general Mustang y la capitán Hawkeye serán padres muy pronto? ─fue la pregunta de Armstrong con la voz emocionada, despojándose al instante de su chaqueta para mostrar sus musculosos brazos, sus fuertes pectorales y su hercúleo abdomen, brillando intensamente entre decenas de chispas─. ¡Eso es lo más emocionante que he escuchado este día! ¡Puedo sentir cómo la vena artística heredada por generaciones de Armstrong corre por mis venas! ─reafirmó.


    ─ Tranquilícese, por favor, coronel, que aún no estoy seguro si el bebé viene ya en camino ─por lo que Grumman tuvo que llamarle la atención ante su falta de profesionalismo militar, carraspeando y poniendo el semblante serio.


    ─ Disculpe usted mi atrevimiento, señor ─respondió el Alquimista del Brazo Fuerte levemente avergonzado, colocándose de inmediato la prenda en cuestión para volverse a cuadrar en señal de respeto─. Escucharé atentamente su petición y se hará de forma inmediata ─puntualizó con total formalidad.


    ─ Bien, bien, puede usted descansar, coronel… ─le dijo el anciano tras volver a recargarse tranquilamente en el asiento, recuperando el gesto amigable─. Lo que por ahora necesito es la realización de diseños o modelos de cunas para bebé pues mi bisnieto debe y merece dormir en una hermosa camita ─indicándole su solicitud tornando a sonreír enternecido, con las mejillas tan sonrosadas que le daban a su rostro el aspecto de un niño pequeño─. Aunque todavía no he recibido la noticia de parte de mi nieta estoy seguro que en menos de un año ya tendremos un pequeñín en brazos, o tendré que pensar en Mustang como un inexperto en esos lares a pesar de su reputación de súper hombre entre las damas ─adicionó a continuación soltando una risita burlona. Si bien siempre había considerado al joven Alquimista de la Llama como la mejor opción para matrimoniar a su nieta, eso no implicaba que dejara de hacer bromas a sus costillas para no perder la costumbre.


    ─ Los tendré listos lo más pronto posible, señor… de hecho tengo por ahí guardados algunos cuantos bocetos de cunas que hice para mis sobrinos mayores, los hijos de mi hermana Gertrudis… ─comentó Armstrong más relajado brillando de la felicidad.


    ─ Qué bien, pero qué bien, le estaré muy agradecido si me los muestra el día de mañana a primera hora ─a lo que el octogenario hombre pareció complacido.



    Y así, cuando Roy y Riza se presentaron nuevamente en el Comando Central para la entrega de su informe sobre el avance de las negociaciones con el reino de Xing, donde habían pasado su semana de luna de miel recorriendo el país por cortesía y encargo del Führer, fueron abordados por el efusivo coronel Armstrong quien sin mediar palabra estrujó al varón en un abrazo de oso mientras lágrimas de felicidad surcaban su rostro.



    ─ ¡General Mustang, me siento tan honrado de ser el primero en felicitarles por el memorable acontecimiento que pronto tendrá lugar en su familia! ─dijo con emocionada voz sin preocuparse por casi asesinar a su superior.


    ─… ¡Me… muero! ─alcanzó a exhalar el pobre Roy intentando forcejear para liberarse, poniéndose morado casi de inmediato ante la falta de aire en sus pulmones.


    ─ Coronel Armstrong, por favor, le suplico se detenga o va a dejarme viuda muy pronto ─afortunadamente Riza reaccionó muy rápido y levantó la voz para hacerse oír por el gran hombre, empleando una entonación de voz entre seria y divertida pero teniendo el ceño levemente fruncido para mostrar su preocupación.


    ─ Usted, disculpe, capitán ─el aludido interpretó correctamente el gesto y sin más dejó caer al general con todo cuidado al lado de su esposa, el cual aspiró algunas bocanadas para recuperar el aliento.


    ─ Muchas gracias, coronel… ─ella le brindó apoyo dándole unas suaves palmadas en la espalda. A continuación se volvió una vez más al gran hombre para hacerle una pregunta de forma amable, ya que el dicho con el que les saludó le resultó extraño─. Por cierto, ¿a qué se refería usted con el próximo acontecimiento en la familia?


    ─ Oh, su abuelo, el Führer, me comentó la gran noticia de que en poco tiempo ustedes serán padres de un hermoso bebé ─respondió Armstrong con las acostumbradas chispas brillando a su alrededor, aquellas chispas que reflejaban su felicidad y confianza plena.


    ─ ¿¡Qué el Führer dijo… qué!? ─interrumpió Roy entre toses y con los ojos abiertos del asombro.


    ─ Lamento contradecir al Führer pero eso todavía no pasará ─Riza contestó rápidamente evitando poner los ojos en blanco, endureciendo un poco más el semblante serio. Ahora entendía la insistencia de su amiga Rebecca, la cual había llamado por teléfono a altas horas la noche anterior para pedirle los pormenores del viaje, y reclamarle por algo que en realidad no comprendió ya que le colgó casi de inmediato so pretexto de que se verían mañana en el cuartel.


    ─ Ya veo… entiendo… ─durante unos segundos el coronel pareció levemente avergonzado y confundido, deduciendo a la perfección que se había adelantado demasiado a los hechos. Más inmediatamente recuperó el aplomo para agregar con total parsimonia─. Aun así no duden en pedirme la cuna para cuando la necesiten, como un regalo especial de mi parte; de hecho y si usted me lo permite, capitán, traigo aquí unos cuantos bocetos pues su abuelo se anticipó desde la semana pasada a escoger una a su nombre ─añadió, entregándole a la dama una carpeta con dibujos que extrajo del interior de su chaqueta─. Pueden checarlos con calma y así elegir alguna que sea de su agrado ─y sonrió, complacido consigo mismo.


    ─ Eso es muy amable de su parte, coronel, no dude en que se lo haremos saber cuándo llegue el momento ─con eso la aludida dio por zanjada la charla y se volvió a su marido, quien ya parecía haberse recuperado del ahogamiento, hablándole en tono de total profesionalismo─. Señor, su excelencia espera por el informe sobre Xing, así que debemos darnos prisa.


    ─ Tiene razón, capitán… ─respondió éste igual de profesional reacomodándose el traje para no lucir desaliñado. Posteriormente se dirigió al Alquimista del Brazo Fuerte hablándole con gravedad─. Coronel Armstrong, ¿hay algo más que debamos saber por su boca?


    ─ Sepa usted disculpar mi atrevimiento, general Mustang, pues no era mi intención distraerle de sus obligaciones ─contestó el gran hombre dedicándole con prontitud ese saludo marcial digno de su cargo, presentando sus respetos en pose de firmes.


    ─ Descuide, sólo espero no vuelva a repetirse o me veré obligado a tomar medidas correctivas ─fue la contestación de Roy empleando un tono más sosegado para terminar la conversación. Sin volver la vista atrás caminó por delante de su cónyuge para cumplir con el protocolo militar─. Vamos, capitán, llevemos esa documentación al Führer.


    ─ En seguida, señor… ─a lo que ella fue tras él despidiéndose brevemente de Armstrong.



    Al llegar a la oficina…



    ─ ¡Riza, querida, me da tanto gusto verte una vez más, tan linda y saludable! ─Grumman tenía toda la intención del mundo de abalanzarse sobre su nieta, pasando por alto la presencia de Roy. Sin embargo ella le detuvo en seco al lanzarle una mirada dura y bastante seria.


    ─ Excelencia, por favor, estamos en horas de trabajo y mi recomendación para usted es no distraerse con trivialidades que sólo nos quitaran el tiempo ─hablándole en tono marcial y cortante sin siquiera hacer el ademán de corresponder el abrazo, antes bien se cuadró con respeto para frenar sus intenciones.


    ─ Excelencia… traemos el reporte sobre el avance en las negociaciones con el reino de Xing, justo como usted lo solicitó hace una semana ─por su parte el alquimista, guardándose un suspiro y las ganas de reírse con pena del pobre viejecillo, también se cuadró de forma profesional para saludarle de acuerdo al protocolo y, tomando los documentos que su esposa llevaba en los brazos, le hizo entrega de los mismos.


    ─ Bien, bien, ya veo que por ahora… ─indudablemente la desilusión de Grumman salió a flote durante una fracción de segundo, pero sin dilación retomó su papel de Führer carraspeando un poco y, recibiendo los manuscritos, retornó a su lugar en el escritorio para comenzar a leerlos ─… Muchas gracias por su trabajo, general Mustang… interesante, muy interesante… supongo que podrá explicarme algunos pormenores antes de la hora de la comida pues me es necesario estar al día ─añadió tras mirar nuevamente al joven general con bastante interés.


    ─ Por supuesto, señor, cuente con la detallada explicación de todo que mi deber es servirle ─respondió el señalado sin modificar el tono serio y profesional adecuado a su rango, acercándose al escritorio para así poder hablar con su superior de forma directa.



    Pasaron un par de horas revisando documentos, haciendo observaciones y definiendo nuevas tácticas que convinieran a los intereses de ambas naciones tras la inauguración formal, precisamente la semana anterior, de la línea ferroviaria que conducía a Xing atravesando el desierto, por lo que no hubo tiempo de tratar los asuntos familiares dado que Riza le remarcó a su abuelo que el cuartel no era el lugar adecuado para ello. Por lo tanto recibieron invitación para pasar a cenar esa noche en la mansión.




    Y así, ya en la mansión…



    ─ Bienvenidos, bienvenidos… ¿acaso este dulce abuelito no se merece un abrazo de su nieta más querida? ─Grumman recibió a Riza y a Roy en la sala de estar, abriendo los brazos mientras en su rostro se dibujaba un gesto de timidez.


    ─ Pero claro que sí, abuelo… ─la joven dejó a un lado la reserva militar de la mañana y sin más le brindó al anciano el cariñoso abrazo que venía esperando con ansias.


    ─ Buenas noches, señor, es todo un honor ser sus invitados esta noche ─fue el aliviado saludo del joven con una leve sonrisa dibujada en el rostro amable, imaginando lo que sucedería en el momento que el viejo decidiera tocar el asunto del bisnieto.


    ─ Muy buenas noches para ti también, muchacho ─respondió el octogenario hombre separándose de su nieta con total calma, dedicándole a su nieto político una sonrisa cortés y bastante amable. Prontamente le reclamó lo siguiente─. Por cierto, aún no me han dicho como les fue de viaje de bodas, fuera de las negociaciones comerciales con el emperador de Xing.


    ─ Ah, Xing es un país muy grande de verdad, y tiene hermosos lugares para recorrer… una semana no alcanza para conocerlos todos ─comentó Roy más alegre relajando la postura─. De hecho traemos fotos, varias fotos que tomamos en los sitios que visitamos ─añadió a continuación.


    ─ Y te compramos varios regalos… ─añadió Riza con una dulce sonrisa mirando a su abuelo con afecto.


    ─ Pero mira nada más, me da tanto gusto oír eso… ─a lo que Grumman pareció muy complacido─. Pasemos a cenar y así pueden contarme todo lo necesario con lujo de detalles, ¿de acuerdo? ─añadió, invitándoles a seguirle al área del comedor.



    La cena fue acompañada con una amena charla resaltando todos y cada uno de los asombrosos lugares que el matrimonio había visitado en Xing, con Roy mostrándole al anciano algunas de las varias fotografías donde la figura de Riza destacaba por sobre el paisaje.



    ─… y aquí puede admirar la cascada “Lágrimas de la diosa”, un bello lugar cerca de las montañas que luce aún mejor porque Riza está ahí ─le dijo alegre y emocionado dedicándole el piropo a su esposa mediante un guiño travieso, haciéndole enrojecer un poco de las mejillas por lo que no dudó en lanzarle un discreto beso al aire mientras Grumman tomaba la fotografía para admirarla mejor.


    ─ Todos los lugares que visitamos tienen un encanto especial… ─comentó entonces ella con su sonrisa de mujer enamorada y feliz, soltando un pequeño suspiro.


    ─ Por eso es mi recomendación que vaya usted en la siguiente oportunidad, señor, y entre más pronto mejor antes que la ruta turística se abra masivamente al público ─añadió el alquimista sin variar el tono.


    ─ Pues sí, todo esto es muy bonito pero… ¿para cuándo tendré mi primer bisnieto en brazos? ─al cabo de un par de minutos de observar atentamente varias de las fotos, dándoles ese breve tiempo para hacerse arrumacos de recién casados, el viejo hombre levantó la vista para hacerles el cuestionamiento con seriedad.



    Por un momento ambos se mantuvieron callados y sin saber qué decir, sopesando mejor sus palabras.



    ─ Mustang, muchacho, no quiero pensar que no cumpliste con tus deberes de marido ─agregó el octogenario mirando fijamente al moreno.


    ─ Yo hice mi parte, señor, creo que Riza no puede quejarse… ─respondió éste a la defensiva dirigiéndole la mirada a su amada mujer─. ¿O tienes algún motivo de queja, querida? ─hablándole con algo de súplica para que defendiera su honor.


    ─ Por supuesto que no me quejo, cariño, ya que todo fue maravilloso… ─fueron las palabras de la dama en tono levemente cortante, mudando el gesto dulce por uno más neutral y separándose suavemente de él; dado que, antes de llegar a la mansión, ellos ya habían hablado sobre el asunto del bebé y cómo deberían responder. Inmediatamente se dirigió a su familiar─. Abuelo, por favor… ¿se puede saber qué cosas le contaste a Rebecca Catalina para que insistiera en pedirme detalles de mi luna de miel con Roy? ─enderezándose de forma algo altiva en la silla, lo que hizo al joven disimular un suspiro bajo de resignación al sentirse un poco mal por el viejo Grumman dado que no le gustaría estar en su lugar en este momento. Y es que cuando Riza se enfadaba podía ponerse muy intensa.


    ─ Bueno, bueno, mi querida Riza, únicamente le pedí ayuda a la teniente Catalina para escoger ropita de bebé… no quiero que me agarren las prisas ─se defendió el ochentón notando el cambio en la actitud de su nieta, recordando con leve nostalgia a su hija cuando se molestaba por algo.


    ─ Pretextos… ¿crees que por ser también el Führer puedes hablar libremente de mi vida privada y la de mi marido con todo el mundo? ─pero por supuesto que la joven se sentía indignada ante el hecho, así que soltó el bufido cruzándose también de brazos, consiguiendo que su abuelo se encogiera sobre sí mismo.


    ─ Riza, cariño, no te alteres tanto por favor… ─su marido trató de tranquilizarla poniendo una de sus manos en el hombro de ella─… ya sabes que Rebecca Catalina es bastante exagerada cuando platica las cosas ─añadió, dedicándole una sonrisa tímida en cuanto ella le lanzó una mirada fugaz.


    ─ Y encima le encargas al coronel Armstrong una cuna como si yo fuera a parir mañana o el siguiente mes ─sin embargo Riza no se detuvo y continúo mirando a su pariente con leve irritación─. ¿Es que acaso piensas, de verdad piensas como todos en el ejército, que Roy y yo llegamos a quebrantar la ley de antifraternización acostándonos como amantes antes de ser marido y mujer con todas las de la ley?


    ─ Riza, no… ─bueno, Roy consideró que eso ya había sido un golpe muy bajo para el pobre anciano, quien parecía a punto de llorar como un niño regañado.


    ─ Por supuesto que no, querida Riza, de verdad nunca dudé seriamente de ustedes y mi intención con pedirte un bisnieto no ha sido molestarte ─por ello habló en un hilo de voz pidiendo perdón por su desliz, visiblemente avergonzado del mal entendido─. Únicamente me hace ilusión el poder tener un pequeñín para consentirlo como no pude consentirte a ti cuando más lo necesitabas ─se explicó.


    ─… Oh, abuelo… ─afortunadamente, pesar de ser una mujer bastante rígida en muchos aspectos, la capitán Hawkeye es también sensible y razonable, así que, ante esa frase, su coraje desapareció y, levantándose de su silla, le dio a su pariente un nuevo y afectuoso abrazo junto con un beso en la mejilla─. Perdóname por ser tan dura, abuelo, ya que comprendo que te haga ilusión la idea de tener un bisnieto ─dirigiéndole estás palabras en entonación cariñosa.


    ─ No te preocupes, querida, soy yo quien les debe una disculpa por ser tan precipitado y querer cargarles con una nueva responsabilidad cuando apenas se han casado… sólo espero poder cargar un bisnieto antes de morir ─Grumman correspondió el gesto soltando un suspiro de alivio, aun así no pudo evitar unas cuantas lagrimitas pensando si su vida sería lo suficientemente larga para celebrar el acontecimiento.


    ─ Te aseguro no vas a morirte antes de ver un bisnieto ─fue la respuesta de su nieta sin soltarle de su abrazo.



    Por su parte Roy dejó escapar una suave exhalación de conformidad al ver que todo se había solucionado sin contratiempos, sonriendo nuevamente con tranquilidad.



    ─ No tiene que preocuparse por eso, señor, que yo seguiré cumpliendo con mis deberes sin falta para llegar al resultado en menos de un año ─dijo empleando un tono levemente picaresco, a lo que Riza volteó a verle dirigiéndole una mirada de reproche tierno.


    ─ Me parece que ya hablamos de eso, cariño ─le reconvino con disimulada severidad, soltándose del abrazo de su abuelo─. Antes de pensar en un bebé necesitas aprender a colocar tus camisas sucias en el cesto correspondiente… ya sabes que no me agrada el desorden ─recalcó.


    ─ Pero Riza, por favor, apenas ayer regresamos de Xing y ya teníamos que venir para acá… ─contestó él un poco a la defensiva haciendo un cómico puchero infantil─… ni tiempo nos dio de desempacar y no es como si fueras a lavar ropa en la noche ─adicionó, evitando poner los ojos en blanco.


    ─ Como sea, mantener la casa limpia y arreglada es muy importante ─reiteró ella, usando esa entonación de regaño maternal que solía emplear muchas veces en su contra cuando lo encontraba holgazaneando en el trabajo.



    Grumman soltó una risotada de diversión ante la escena tan familiar para muchos, sobándose un poco el estómago.



    ─ Es cierto, es cierto… a pesar de trabajar juntos por muchos años, de conocerse bastante bien, no es lo mismo eso que ya vivir en la misma casa como esposos ─observó en cuanto ellos le dirigieron la mirada, un poco avergonzados de su actuar─; por lo tanto es mejor que su relación matrimonial encuentre su sano equilibrio y ya después nos ocupamos del bebé, porque mi bisnieto merece crecer en un hogar lleno de armonía ─puntualizó sonriente.


    ─ Gracias, abuelo ─respondió Riza con una sonrisa amable.


    ─ Pero vayamos a la sala para tomar un café, así podré escoger mejor las fotos que van a regalarme de recuerdo, ¿verdad? ─añadió el hombre con alegría levantándose de su asiento, indicándoles que le acompañaran.


    ─ Obviamente, señor, por algo me tomé la libertad de encargar dos juegos de fotos pensando en usted ─fue la alegre respuesta del alquimista haciendo lo propio, concediéndole el brazo a su esposa para que caminaran juntos por el pasillo.



    Una hora después la pareja se despidió del anciano Führer dado que volverían al Este al siguiente mediodía, y antes de dejarles partir éste le mostró a Riza un mameluco para bebé que había comprado el día anterior, en color blanco con conejitos de colores bordados.



    ─ Mira, Riza querida… no pude resistir la tentación de adquirirlo anticipadamente ya que este diseño es ideal tanto para niño como para niña, ¿qué te parece? ─colocándolo cuidadosamente en sus manos al tiempo que el mohín de su rostro sonreía igual que el de un pequeñuelo.


    ─ Es tan lindo… ─ella recibió la prenda dirigiéndole una mirada enternecida, apretándola prontamente contra su pecho como si ya tuviera al bebé en brazos─. Muchas gracias por el detalle, abuelo.


    ─ Mi bisnieto se verá muy guapo con él… ─a lo que el viejo soltó un suspiro de complacencia y miró a su nieta con ojitos suplicantes─. ¿No te parece que lo mejor sería darle un pronto uso antes que pase de moda?


    ─… ─ella mudó una vez más el gesto dulce por uno de censura, entregándole con algo de tosquedad la pequeña prenda a su marido─… Abuelo, he dicho que no por el momento y es mi última palabra ─y, volviéndose a su cónyuge, le dijo con premura─. Vámonos ya, cariño, que aún debes terminar tu papeleo para mañana ─para finalizar con una leve reverencia a su familiar─. Nos vemos mañana, abuelo, que descanses ─encaminándose con prontitud a la salida sin esperar a Roy.


    ─ Pues hasta luego, señor, que tenga dulces sueños y no olvide que la esperanza muere al último… ─a lo que el moreno, doblando el mameluco con un poco de cuidado, le dedicó a su abuelo político la correspondiente cortesía y siguió a su señora.



    Ya en casa, dispuestos a descansar después de tan agitado día, Roy extendió el diminuto trajecito sobre la cama mirándole con atención.



    ─ Mmm… a mi parecer es bastante pequeño, no creo que un bebé entre ahí ─dijo pensativo.


    ─ Claro que entrará en él ya que los bebés recién nacidos son pequeñitos, así que se verá adorable… ─opinó Riza al acercársele tras ponerse su bata para dormir, dándole un abrazo y un suave beso en la mejilla y posteriormente en los labios, soltando un suave suspiro de mujer enamorada─. Pero, por ahora, no es el momento de pensar en uno ya que el trabajo en Ishval aún es apremiante y no podemos descuidarlo ─agregó con franqueza.


    ─ Tienes razón, cariño, ese es el trabajo de nuestras vidas y debemos sacarlo adelante ─respondió él correspondiendo el gesto, y juntos se acostaron a dormir.



    Y, un año después, el anuncio de la gran noticia, la venida al mundo de un pequeño Baby Mustang, fue dada al Führer en una visita al Este, haciendo que el anciano hombre lagrimeara de felicidad y rejuveneciera unos diez años.









    Nota: Me llevó bastante tiempo, más que nada por mis ocupaciones y el hecho de no haber aterrizado bien mis ideas por muchos días (un par de meses XDXDXD).



    Pero bueno, espero les divierta… de verdad pienso que Grumman anhelaría un bisnieto, o tres, los que se puedan, después que Riza y Roy se casaran; y como no si a ella no pudo ni siquiera cargarla siendo bebé, así que es comprensible un deseo así para un anciano como él.



    Tengo un par de deseos más para esta colección pero igual me tomaré tiempo, debido a mis ocupaciones y al hecho de que quiero terminar el long fic en curso, así que mi deseo es que lean mis locuras y por lo menos ganarme un like. Saludos.
     
    Última edición: 6 Mayo 2021
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