Fantasía Alantasia

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por SilRock, 2 Mayo 2021.

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    SilRock

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    Miembro desde:
    22 Abril 2021
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    71
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Alantasia
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    527
    Prólogo: Alantasia



    En Alantasia, los reyes del cielo eran los Dragones, que con sus inmensas alas doblegaban a los seres del cielo y gobernaban con su fuego. Vivían en lo alto de las montañas Crystal, donde se enfriaban con el invierno permanente que mágicamente pervivía en los picos. Y desde allí, se ocupaban de que todo a su alrededor, desde el Valle del Dragón hasta los Bosques Verdes de Random, estuviera en paz y tranquilidad. Dracus, su Dios y quien había creado a estas maravillosas criaturas de escamas brillantes y corazones ardientes, era venerado por los hombres que allí vivían, habiendo construido la ciudad Crys a los pies de sus montañas y una capilla perdida en las montañas donde hacían ofrendas al Dios Dracus.

    Igual que el Dragón era el rey de los cielos, el Unicornio, puro, frágil y hermoso era el rey de la tierra, entregándole su esencia para que creciera y se purificara. Su territorio recorría desde los Bosques Verdes de Random hasta la Costa Marfil, rodeado por el Río del Cuerno y la Llanura Niora. Ûnir era el creador de los majestuosos Unicornios, y los Elfos que vivían en los Bosques se ocupaban de proteger a tan digno animal de los que buscaban su sangre inmortal y cuerno mágico. Veneraban a su Dios por encima de todo, al igual que a los Unicornios con los cuales convivían.

    Por último, pero no menos importante, estaban los reyes de los océanos, los sabios Leviatanes, creados por el Dios acuático Levian, que había juntado a Elfos y Hombres por igual y les había entregado la Costa Marfil, donde convivían y pescaban con los Leviatanes, y la ciudad sumergida de Océano, una ciudad hermosa rodeada de una esfera mágica de oxígeno donde gobernaban los Sabios del Mar, jinetes de Leviatán. Les pertenecía todo el océano, y en él ofrecían a su Dios la mitad de sus pescas y la hermosura del océano.

    Pero no todas las regiones de Alantasia eran ricas y estaban regidas como debía ser. En el Desierto de Kônzul, los Escorpiones luchaban por hacerse con el control y poder del Desierto, animales carroñeros, sucios y malvados capaces de acabar con un semejante por conseguir lo que pretendían. Y allí, sin que nadie pudiera remediarlo o luchar contra él, surgió Kendral el montaraz, un hombre que había entregado su corazón al Dios Dôrka, el Dios de la oscuridad y los Escorpiones, y encabezando a estas horribles criaturas. En poco tiempo consiguió hacer caer la ciudad de Kon, capital del Desierto y estableció allí su sede dictatorial. Poco a poco sus tropas aumentaron y decidió, como el Dios Dôrka le había prometido, conquistar Alantasia y someter a Unicornios, Dragones y Leviatanes bajo su poder oscuro.


    Temerosos por lo que pudiera suceder, los verdaderos reyes de Alantasia decidieron crear a los Inmortales, Jinetes de Dragón con la sabiduría de los leviatanes y la magia de los unicornios para que la paz prevaleciera y para que velaran por la concordia de todo el continente, usando su espada solo cuando era estrictamente necesario.

    Así empezó una guerra que aún hoy perdura…
     
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  2. Threadmarks: Capítulo 1: Costa Marfil.
     
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    Alantasia
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    5436
    Capítulo Primero: Costa Marfil.


    La marea subía cada noche y bajaba al amanecer y, cuando su padre le llevaba a pescar con él, observaba los regalos que había dejado tras de sí con maravilla. Un día era un zapato, otro día un banco de algas y el otro un trozo de mástil de un barco hundido mucho tiempo atrás y fantaseaba con el navío de un pirata acribillado por la Guardia Naval de Costa Marfil. Pero no siempre iba con su padre a pescar. Sabía que era peligroso y cuando el mar estaba picado, no podía evitar ponerse verde y vomitar, y era algo que le daba mucha vergüenza, ya que su padre era fuerte y vivía para el mar. Aquellos días se quedaba en la cabaña y esperaba mirando por la ventana como los barcos de pesca desplegaban sus redes, atrayendo el sustento.

    Su cabaña estaba a pie de playa, y era humilde y pequeña, lo justo para que vivieran dos personas. Su padre le había enseñado a ocuparse de ella y no se le daba nada mal, aunque solo tenía siete años y medio era todo un cocinero, sobre todo en hacer espetón. No tenía muchos amigos, porque allí en la playa vivían pocas personas, y las que vivían eran pescadores sin apenas familia, con lo cual se aburría mucho. Pero su madre le había enseñado a leer antes de marcharse y le había dejado muchos libros para que se entretuviera. Aún recordaba su sonrisa cuando leía dos líneas del tirón, y de cómo le frotaba la mejilla donde tenía la peca, y de cómo le llama “Pequita”. Tenía muchas ganas de verla, pero aún faltaba mucho para el invierno, y aquello le entristecía. Aún seguía sin comprender por qué no podía vivir con ellos en Costa Marfil, pero era joven para poder entenderlo, decía siempre su padre.

    Dejó de mirar por la ventana y se puso a arreglar la cabaña. Recogió los platos del desayuno y los fregó junto a los de la noche anterior. Más tarde, y después de un buen vaso de leche, hizo las camas y ventiló las mantas tendidas en el tendedero frente a la casa. Se sentó en los peldaños de la cabaña y miró hacia el mar, donde el barco de su padre se dejaba mecer por el viento. La Iril Feliz destacaba entre todas las demás por ser la más ancha. Llevaba el nombre de su madre, para que su padre le recordara cuando se hacía a alta mar y sus velas azules, como los ojos de su madre, brillaban con fulgor meciéndose. No pudo evitar sonreír al recordar cómo su madre había bordado las velas con dulzura durante muchas noches seguidas, y él la miraba, sentando frente a ella, mientras le cantaba una canción sobre reyes errantes de antaño.

    -Cada día cantas mejor, Pequita.-Le decía con dulzura.-Dentro de poco me dará vergüenza cantar a tu lado.

    Y él se sonrojaba y decía que no, que su voz era más tierna y bonita, y era cuando su madre explotaba en carcajadas. Sí, le echaba mucho de menos.

    Miró al sol, esperando que empezara a ponerse, pero aún era muy temprano, y quedaban muchas horas de sol que su padre aprovecharía para pescar. Suspiró y entró de nuevo para recoger la cesta y el monedero. Su padre había dicho que hacía mucho que no compraban manzanas y tenía ganas de comerlas. Aquel día había mercado en Marea y hacía allí se dirigió. Atajó por el puente y caminó con tranquilidad hacia la ciudad. El puesto de fruta era el más alejado, sin embargo, sabía que cuando llegara allí encontraría a la mujer de su tío Alan, con su sonrisa rolliza en el rostro y un pastel de carne preparado para él y su padre. Él nunca había conocido a su tío Alan, pero habían hablado tanto de él y le habían contado tantas cosas que era como si le hubiera conocido en vida. Había sido pescador como su padre, y había tenido su propio barco de pesca, la Sonrisa Divina, pero dos años antes de que él naciera se hizo al mar para la pesca del cangrejo y se hundió por una tormenta. Desde aquel entonces su padre no volvió a pescar cangrejos.

    Divisó el puesto de la tía Marian y se acercó corriendo los últimos metros. Su tía, de cabello pelirrojo y ojos verdes, era ancha de caderas y de pecho robusto. Había tenido tres hijos varones y dos hembras y estaba tan acostumbrada a tratar con niños, que no podía evitar tratar a los adultos como tal. De sus primos solo quedaban vivos tres, Gretel, Edric y Alan. Gretel hacía años que se había casado y se había mudado al Reino Azul con su marido e hijos, Edric era carnicero en las Islas del Rocío y estaba esperando su primer hijo, luego estaban los gemelos Edward y Edmund, que murieron de fiebre cuando eran más pequeños que él y no llegó a conocerlos tampoco, luego nació Estela, que se cayó a un pozo y se ahogó y por último nació Alan, dos meses después de que su padre muriera en el mar. Luego estaba la niña Akali, la protegida de la tía Marian, una chiquilla a la que habían encontrado al lado del cuerpo de su madre muerta, nunca hablaba y solo te miraba con sus grandes ojos oscuros. A veces le daba miedo, pero luego recordaba que no podía hacerle daño y lo olvidaba.

    Su tía acababa de despachar a una mujer y se estaba limpiando las manos en el delantal cuando le tiró de la manga para que le viera, le miró con sus ojos verdes y le abrazó, espachurrándole contra sus grandes pechos.

    -Me haces daño, tía Marian.-Se quejó, ahogándose con los senos.-Casi… no puedo respirar…

    -Mi pequeño bribón, tu padre no me dijo que vendrías hoy.-Le dijo, separándose de él y pellizcándole las mejillas.-No creces nada… deberías tomar más leche, ¿te tomas los tres vaso de leche diarios, corazón?

    -Sí, señora, antes de salir me tomé uno.

    -Muy bien, siéntate ahí,-y le señaló una silla detrás de su puesto.- ¡Alan, tu primo está aquí!-Gritó hacia la casa.- ¡Alan!

    -¡Ya voy, te he oído la primera vez!-Contestó su primo, que salió llevando un barril de manzanas medio llenas.-Hola, primo.

    Alan tenía diez años y era mucho más alto que él, le sacaba una cabeza y media y había heredado el cabello rojo de su madre y los ojos avellanados de su padre. Empezaba a tener la cara llena de granos de la pubertad y siempre estaba amargado por tener que ayudar a su madre con la fruta.

    -Hola, Alan.-Le saludó y se percató de que Akali estaba allí, junto a su primo.-Hola, Akali.

    La niña, como era de esperar no le contestó, solo le miró con sus ojos inquietantes y sin pestañear. Llevaba un vestido que había sido de Estela, de color marrón que le quedaba grande y llevaba arremangado.

    La tía Marian le llamó y él se acercó, notando la mirada de la niña en la nuca, se acercó al puesto y vio que su tía le había llenado la cesta de manzanas y otras frutas mientras su primo despachaba a los clientes con reticencia.

    -Anoche hice pastel de carne y sobró uno entero, que Alan y Akali te ayuden a llevarlo hasta la cabaña y dile a tu padre que la semana que viene empieza la recolecta del albaricoque y necesitaré ese par de brazos que tiene, ¿de acuerdo?

    -Sí, señora.

    -La señora Tina tiene preparado el encargo de carne que le hizo tu padre ayer, ve a buscarlo con Akali mientras termino aquí, ¿vale, cielo? Luego te daré un buen vaso de leche y un trozo de pastel de zanahoria.-Y le guiñó el ojo.- ¡Que tienes que crecer más, pequeño!

    Sonrió y cuando fue a girar vio que Akali ya estaba detrás de él, esperándole para acompañarle.

    -No tardéis mucho.-Les previno la tía Marian, mientras despachaba a un cliente.

    Echó a andar con Akali detrás de él hacia el puesto de la señora Tina, que estaba cruzando la calle y girando a la izquierda. El gentío del mercado les imposibilitaba el paso, y Akali le agarró la mano para no perderlo de vista. La gente no se apartaba y les empujaba, y aquello le incomodaba.

    -Daremos un rodeo por la plaza.-Le dijo a la niña muda.-Así tardaremos menos.-La niña le miró y negó con la cabeza, parándose.-Venga, no seas tonta, no van a dejarnos pasar.-Y le arrastró tras de sí.

    Cuando llegaron a la plaza, la cual estaba desierta, caminaron por los adoquines más tranquilos y sin estar apretujados, pero Akali no le soltó de la mano, y a él eso no le importó.

    Pero sí había alguien en la plaza y los había visto allí solos.

    No tardaron en llegar al puesto de carne y la señora Tina le entregó el paquete con una sonrisa y él le pagó sacando el dinero del monedero, el cual guardó después en su bolsillo. Volvieron sobre sus pasos otra vez a la plaza de adoquines. La carne pesaba mucho, y le costaba llevarle solo con una mano, pues Akali no le soltaba la otra.

    -Akali, necesito la otra mano para llevar esto o se me caerá…

    -No te preocupes, chico, nosotros lo llevamos a casa.-Dijo una voz.

    Dejó de mirar a Akali y miró al niño que había hablado. Se trataba de un niño de su misma edad, sucio y vestido con harapos con otros dos niños detrás de él.

    -No necesito ayuda, gracias.-Dijo, presuroso. Su padre siempre le había dicho que no se acercara a los niños sucios.-Seguiremos con nuestro camino.

    -No, no me has entendido. Nosotros lo llevaremos a casa, a nuestra casa.-Le dijo el niño mayor, con una sonrisa.

    Akali le aferró más fuerte la mano, hasta casi hacerle daño, pero no dijo nada, solo mantuvo firme la mirada del niño.

    -Oye… ¿qué le pasa a sus orejas?-Dijo uno de los niños de detrás.- ¿No las tiene raras?

    Tragó saliva, agarrando con fuerza la mano de Akali.

    -¡Es verdad! ¡Las tiene grandes y puntiagudas!-Dijo el otro.

    Los tres le miraron con desconfianza, y odiaba que le dijeran algo sobre sus orejas, eran como las de su madre, y estaba orgulloso de tenerlas.

    -¡Es un mestizo!-Le señaló uno de los niños de atrás.-Es un mestizo de elfo, por eso tiene las orejas de esa manera.

    -Qué asco… uno de sus padres es un elfo…

    -Debería darle vergüenza…

    -¡No me da vergüenza que mi madre sea una elfa!-Les gritó, enfadado.- ¡Ni me dan vergüenza mi orejas, al menos yo no voy todo sucio como vosotros!

    Sabía que no debía haberles dicho nada, pero ya era tarde. El primer puñetazo llegó rápido y le hizo soltar la bolsa de la carne, Akali gritó, para su sorpresa, pero se olvidó de ella cuando el siguiente puñetazo le dio en la sien y cayó al suelo. Buscó la bolsa y se aferró a ella hecha un ovillo, mientras le daban patadas y se reían de él y de sus orejas. Cerró con fuerza los ojos, y pensó en su madre. Nadie se reía de sus orejas cuando venía a Costa Marfil y paseaba de la mano de su padre nadie osaba decirles nada nunca, ¿por qué él no podía tener amigos por sus orejas? ¿Era algo que no debería tener para hacer amigos?

    Aguantó la paliza, agarrándose con fuerza a la carne, esperando a que se cansaran y terminara el dolor…


    -¡Rashek!

    Oía su nombre, y abrió los ojos, o abrió un ojo, ya que el otro estaba demasiado hinchado para poder hacerlo, seguía aferrando la bolsa de carne. Intento incorporarse, pero notó un pinchazo agudo en la costilla que le hizo gritar.

    -¡Rashek!

    ¿Era la voz de su padre? No, su padre aún estaba en el mar, con la Iril Feliz, pescando para ganar dinero y mantenerlo. Se dejó caer de nuevo al suelo, aferrando la maltrecha bolsa de carne que estaba sucia y llena de su sangre. Porque era su sangre ¿verdad? A su padre no le gustaría verla así de sucia. Y sin poder evitar se echó a llorar. Las lágrimas saladas llegaron al labio roto y le escocieron, pero le daba igual. Quería morirse y dejar atrás aquel cuerpo magullado y dolorido.

    -Mamá…-Sollozaba.-Quiero a mi mamá…

    Unos brazos fuertes le agarraron con brusquedad y el gritó, asustado. Le abrazaron con fuerza, dándole palabras de consuelo mientras lloraba llamando a su madre. El olor de su padre era inconfundible y se aferró a su cuello con fuerza, sin dejar de llorar.

    -Darakor, lo siento muchísimo… no pensé que le pasaría esto…-La voz de su tía Marian sonaba triste.-Cuando Akali llegó no entendimos lo que quería decirnos…

    Su padre alzó la mano, y fue suficiente para que su tía se callara. Se levantó con él en brazos, dejando la bolsa de carne atrás y empezando a caminar de vuelta a casa.

    -La carne…-Sollozó Rashek.-La carne que tú querías…

    -No la quiero.-Fue la única respuesta de su padre, que no miró atrás.

    Pero vio como Akali recogía la bolsa y con dificultad les seguía, igual que la tía Marian y la cesta con la fruta y Alan y el pastel de carne. El paseo de vuelta a la cabaña fue incómodo y en silencio, solo se oían los pasos y algún que otro quejido por parte de Rashek.


    El sol le despertó y al abrir los ojos se tuvo que tapar con la manta haciéndose daño en el ojo hinchado. Se incorporó, magullado, y observó su cabaña vacía. Ni rastro de su padre… pero sí que se encontró con los grandes e inquietantes ojos de Akali, que le sonrió.

    -Rashek.-Le llamó.

    El chico mestizo no sabía por qué estaba más sorprendido, de que hablara, de que dijera su nombre o de que estuviera en su casa. Pero antes de que pudiera preguntar nada su padre entró por la puerta con leña y al percatarse de que estaba despierto le sonrió.

    -Buenos días, dormilón.-Le saludó, y le llevó un vaso de leche a la cama.-El médico ha dicho que deberás pasar un par de días en cama.

    -¿El médico? Si estoy bien…-Pero antes de poder levantar el brazo, un aguijonazo de dolor le cruzó por el rostro.-Que daño…

    -Tienes dos costillas rotas, mendrugo, y mejor no hablar de tu cara…-Comentó su padre.- ¿Verdad, Akali?

    La niña asintió deprisa, y eso hizo que padre e hijo se rieran.

    -No se ha separado de ti desde que ayer perdiste el conocimiento, parece que tienes una buena amiga.

    Rashek miró a Akali, que se había sonrojado, desviando la mirada. Seguía llevando el vestido que le estaba grande marrón y tenía el pelo alborotado de haber dormido, pero seguía siendo una niña adorable.

    Su padre se puso a fregar los platos, y Rashek le miró extrañado, no se había percatado de que la casa estaba recogida y que en el fuego se estaba terminando de cocinar un estofado que olía realmente bien.

    -¿Hoy no pescas?-Preguntó, tras darle un sorbo a su vaso de leche.

    -Prefiero quedarme con mi hijo unos días.-Le respondió.

    -Pero luego tendrás que pescar el doble para compensar…

    -Pues pescaré el doble.-Terció Darakor, sin parar de fregar los platos.

    -Pero papá…

    -Estás malherido, Rash, no voy a dejarte solo.-Y esta vez le miró a los ojos.

    -Rash.-Repitió la niña.-Rash.

    -Parece que solo dice tu nombre.

    -Me lo va a gastar.

    -Rash.

    Disfrutó de aquellos días de tranquilidad con su padre. Hicieron galletas al más puro estilo pesquero, con formas grotescas de peces y algún que otro leviatán, que engulleron sin poder evitarlo en menos tiempo del que les había costado hacerlas. Cuando ya estaba oscuro, su padre se acostaba a su lado y le leía en voz alta sus partes preferida de los libros de su madre hasta que sus ojos no podían evitársele cerrar de cansancio. Y cuando despertaba, ahí estaba su padre para que desayunara. No era buen cocinero, eso lo sabía hasta el más tonto, pero solo por el cariño que ponía en hacerlo valía la pena comerlo.

    Más de una vez, su padre le dijo que le enviaría una carta a su madre para que viniera a pasar los días que estuviera solo con él, pero Rashek sabía que su madre no podía dejar Bosques Verdes antes de tiempo, y se negaba a que fuera molestada. Su padre farfullaba siempre que era la obligación de una madre estar con su hijo enfermo, pero sabía tan bien como él que si fuera por Iril allí estaría siempre. Ambos le echaban de menos, al igual que ella, pero prefirieron no comentarle nada y recibirla con una sonrisa cuando llegara. Recordó el pálido y hermoso rostro de su madre, su sonrisa dulce, los profundos ojos azules que le miraban siempre con calidez y más de una vez se entristeció, pero sabía que allí donde estuviera, ella también pensaba en él y su padre.

    En ningún momento dejó de disfrutar de la compañía de su padre, y de las visitas de su tía, su primo y Akali, que más de una noche se presentaron a cenar y no se marchaban hasta muy entrada la noche. Una familia humilde que compartía penas y alegrías, fuego y techo, comida y compañía.


    Ya era el cuarto día desde la mañana del accidente en la plaza y Rashek estaba casi recuperado, ya no llevaba el vendaje compresivo en las costillas, la herida del labio había curado bien y del cardenal en el ojo solo le quedaba un rastro de color amarillo. Se sentía cada día mejor y aquello permitía que pudiera seguir con sus tareas con tranquilidad.

    Tarareaba una canción mientras calentaba el espetón para él solo; su padre había salido el día anterior y no volvería hasta dos días después para compensar los días que había estado cuidando de él. Pero no había estado solo, Akali y Alan habían cenado con él la noche anterior, y aquella mañana había desayunado con la tía Marian y le había regalado un libro nuevo que había empezado un rato antes.

    Por la tarde se bañó en la playa con Akali donde jugaron horas y horas chapoteando en el agua y nadando, y cuando llegó la noche, Alan vino a buscar a la niña y trajo pastel de carne para que Rashek cenara. El segundo día solo se le pasó volando y cayó rendido muy entrada la noche.


    Se despertó varias horas antes del amanecer, por los relámpagos, y desde la ventana vio que caía una tormenta, la lluvia repiqueteaba contra el techo y hacía frío. Un sudor frío le caía por la espalda, y sentía el estómago revuelto. Tragó saliva y oyó un relámpago que iluminó la cabaña. Salió de la cama corriendo, preocupado y se asomó por la ventana, a los lejos se veían el barco de su padre y se quedó más tranquilo. Volvió a la cama, pero tardó en poder volver a dormirse y cuando lo hizo tuvo pesadillas.


    Siguió lloviendo todo el día siguiente y ni Akali ni Alan pudieron venir a visitarlo, aprovechó para leer y preparó caldo por si su padre volvía antes. El caldo le quedó aguado, pero estaba caliente y eso sentaba bien con el frío que se había levantado. No dejaba de asomarse a la ventana, para cerciorarse de que las velas azules seguían allí y no podía evitar sentirse preocupado por su padre. Aquel día era horripilantemente lento, no pasaban las horas, y Rashek no sabía en qué mantenerse ocupado para evitar preocuparse. Cada vez que leía el libro que la tía Marian le había regalado, volvía atrás, y ya había leído media docena de veces el mismo párrafo. Cerró el tomo y lo dejó en el estante junto a los otros, puso la mesa y se sentó a comer, pero apenas toco la sopa y la volvió a echar a la olla.

    La tarde no mejoró igual que el tiempo, siguió aburrido, sin poder evitarlo.


    Los golpes en la puerta le despertaron, golpes bruscos y pausados. Se levantó de la cama con estrépito, casi cayéndose y corrió descalzo hasta la puerta.

    -¿Quién va?-Preguntó, poniéndose de puntillas para poder llegar a la mirilla, pero aún le quedaba un buen palmo.- ¿Quién es?

    -Abre, chico.-Le contestó una voz que le resultaba familiar.

    -Mi padre me ha dicho que no abra a extraños.-Replicó Rashek, receloso.

    -Soy Ben, Ben el dueño de la Salitre Feliz. Me conoces, chico.

    Cuando hubo reconocido la voz como Ben, el amigo de su padre, abrió. Llovía, pero ni se había percatado de ello, ni del frío.

    -¿Qué ocurre, señor Ben?-le preguntó al pescador mientras le dejaba pasar.- ¿Va a volver mi padre por el mal tiempo?

    El pescador le miró durante un largo rato y pasó, mojando a su paso el suelo y salpicando al muchacho de agua de lluvia. Rashek vio por el rabillo del ojo que no solo estaba Ben, otros pescadores esperaban afuera bajo la lluvia.

    -¿Qué ocurre? ¿Por qué…?

    -Han encontrado a tu padre muerto.-Soltó la noticia sin esperar a que Rashek terminase de formular la pregunta.

    El muchacho empalideció de pronto, dio unos pasos hacia atrás y resbaló con el agua que el pescador Ben había dejado al entrar, pero recobró el equilibrio y no llegó a caer. No podía creerlo. Quería pensar que había oído mal, pero Ben había sido tan claro como duro.

    -No… no puede ser… el barco de mi padre está ahí, sí, lo vi anoche y…-Pero corrió hacia la ventana para verlo, porque ya no estaba seguro de nada. Allí lo vio, azotado por el viento, y la luz en el camarote.- ¡Está ahí, mi padre está ahí!-Gritó, señalándole el barco al pescador Ben, con una sonrisa, olvidando lo que Ben le había dicho.

    Ben negó con la cabeza, acercándose a él.

    -Durante la tormenta tu padre fue arrojado por el viento al agua y se ahogó…-Rashek no supo cuándo empezó a llorar, pero si notó las lágrimas recorriéndole las mejillas.-hoy hemos encontrado su cuerpo en la playa arrastrado por la marea.

    Estaba horrorizado ante la imagen que se había creado. Recordaba una vez como el gato de la señora Kimberley se había perdido y días más tarde la marea lo había arrastrado, todo hinchado, sin ojos ni lengua, a la playa. Sintió rabia, impotencia, pero sobre todo miedo. ¿Su padre había salido del mar hinchado, sin ojos ni lengua, sin vida, para no volver jamás?

    Todo se volvía negro para él, su vida cambiaría para siempre. Su padre ya no volvería a abrazarle nunca más, a revolverle el pelo, a sonreírle… Su vida se había echado a dormir, ya nunca despertaría, pernoctaría por toda la eternidad. Su cuerpo se pudriría en una tumba, bajo tierra, como otros miles de millones de cuerpos que ya lo hacían, junto con una lápida donde ponían nombres, nombres que no se recordaban, de personas que ya no existían, cosa que pasaría con su padre, nombres que se iban borrando con el paso del tiempo y las estaciones.

    -¿Por qué?-Preguntó, con aquella incertidumbre en el pecho, y aquél dolor que sentía a rabiar.

    Pero el pescador no contestó, y le miró con tristeza.

    La muerte le había arrebatado a su padre, quitándole la única familia que tenía allí. Se lo había llevado al Más Allá, un lugar que quizá ni existía, donde las almas de los que antaño estuvieron vivos vagaban, donde ya habitaba la de sus abuelos paternos, su tío Alan y sus primos.

    Tendría que aprender a vivir sin su padre…No sabría si podría hacerlo, y tenía tantísimo miedo, que no se veía capaz de hacerlo... pero debía intentarlo, por lo que aún le quedaba. No podía cerrarse al dolor... no debía hacerlo. Aunque un manto cubriera de lágrimas sus memorias con aquel derramamiento de agua salada. Ahora abrazaría los buenos recuerdos que le quedasen, y ataría bajo llave los malos. Intentaría no mirar atrás, no sentirse solo. Pues siempre le acompañaría a todas partes, aunque él no le viera.

    Pensó en su madre, a miles de kilómetros de allí, sin saber que su padre ya no volvería a sonreírle ni a mirarle con sus ojos almendrados, ahora si quería recordarlos, solo debería mirarle a él mismo, pues los había heredado. Ahora más que nunca la necesitaba, y ella, como siempre, no estaba, y aquello le puso aún más triste si cabía, lloró tanto y tan fuerte que llegó a asustar a Ben el pescador, que no tenía palabras de consuelo para regalarle.

    Volvieron a meterle en la cama, pero fue incapaz de dormir, y cuando llegó el amanecer estaba tan despierto como cuando lo acostaron. Pero no se levantó, no tenía fuerza, el llanto se las había robado todas. Quería a su mamá más que nunca y ella no estaba con él… y era lo que más le dolía. No supo cuando llego la tía Marian, solo se encontró abrazado contra su pecho mientras ella lloraba, y miraba a Akali y Alan, que le miraban sin saber qué decir. ¿Y qué podían decirle? Ni él mismo había sabido qué decirse. Su padre ya no estaría más, ahora tendría un nuevo hogar, bajo tierra, en un ataúd de madera donde sería devorado por gusanos hasta quedar hecho huesos. ¿Y qué pasaría con él? Veía un futuro negro...

    Cayó en un estado somnoliento, entre el sueño y la vigilia, y apenas comía. Solo soñaba que caía y caía en un túnel, y veía la luz a lo lejos, de la cual se alejaba cada vez más. No supo cuánto tiempo estuvo en aquel estado, únicamente recordaba la oscuridad.

    Hasta que un día unos brazos le ciñeron, supo en seguida que no era la tía Marian, pues los pechos no le ahogaron, y ella olía a canela y pan recién hecho. Aquellos brazos que le rodeaban olían a bosque, a flores, a polvo del camino. Reconoció el olor en seguida y abrió los ojos macilentos, para encontrarse con los iris azules de su madre, que le sonreían con tanta ternura que no pudo evitar soltar un jadeo.

    -M-mamá...-Los ojos se le llenaron de nuevo de lágrimas, y se aferró a su pecho con tanta fuerza como pudo, sollozando sin descanso.-Mami... Mami...-Repetía.

    -Calma, mi dulce Pequita, ya estoy aquí.-La voz de su madre siempre le había parecido dulce y amable, en aquella ocasión sintió la pena en sus palabras. El cabello azabache como ala de cuervo le cosquilleaba en las mejillas, pero no le importó, siguió aferrado a ella, y si a ella le importó, no lo demostró. Iril vestía de negro, algo inusual en ella, pero estaba de luto por su amor perdido y sus ropajes oscuros acentuaban aún más su palidez y el color de sus ojos. Abrazaba a su hijo, acariciándole la espalda con suavidad, susurrándole palabras de consuelo en el oído, acariciando con la nariz las orejas puntiagudas de su pequeño mestizo.

    Oyó a un hombre hablar en un idioma que no conocía, y a su madre contestar. Y fue cuando levantó la mirada. No estaban solos en la cabaña. Abrió mucho los ojos, había otros tres elfos a parte de su madre, y le sorprendió. Eran altos, y los tres llevaban el pelo largo hasta los hombros, aseado y bien peinado. Vestían del mismo color, verde con calzones marrones, y llevaban espadas tan largas que casi llegaban al suelo sucio de la cabaña, y llevaba cosido en el pecho de sus jubones tres espadas atravesando una corona a modo de blasón. No le gustaron, y parecía que ellos sentían lo mismo.

    -Mamá...

    -Tranquilo, tesoro, no te van a hacer daño.

    Pero los ojos que le miraban no decían lo mismo. Tragó saliva, separándose un poco de su madre. Iril se levantó y les dijo unas palabras a los elfos, que asintieron y empezaron a rebuscar por la cabaña.

    -¿Qué hacen?-Preguntó el niño, aferrando las mantas.

    -Les he dicho que recojan tus pertenencias, cariño, hay un carruaje esperándonos fuera. Me hubiera gustado partir cuando estuvieras un poco más fuerte, pero no se me permite estar más tiempo fuera de los Bosques.-Y le sonrió.-Por fin vas a conocer a tu abuelo...

    Rash, sintió miedo, no había conocido otra cosa que no fuera Costa Marfil, y ahora su madre le llevaba lejos.

    -¿Y la tía Marian? ¿Y el primo Alan? ¿Y Akali?-Preguntó el niño, reticente a marcharse.-El barco de papá aún está pescando, él lo quería mucho y...y...-Y se volvió a echar a llorar.

    Los elfos lo miraron con reproche, pero no se atrevieron a decir nada. Iril se agachó frente a su hijo, limpiándoles las lágrimas con un pañuelo de algodón de color verde que olía a lavanda y a lilas.

    -Ya no me ata nada aquí, Pequita, ahora vendrás conmigo a los Bosques, y crecerás como un elfo, tendrás muchos niños con los que jugar, podrás montar a caballo, y ¿quién sabe? Quizá te cases con alguna noble guapa, ¿qué te parece?-La sonrisa de su madre era radiante pese a la pérdida, y Rashek se enfadó por ello.

    -Si tan feliz eres en el Bosque, no tendrías que haberme venido a buscar. Podría haberme quedado con la tía Marian y...

    -Eres mi hijo, Rashek, y vendrás conmigo. Siempre he querido enseñarte los Bosques Verdes, quiero que veas la pureza de un unicornio, la hermosura con la que te mira, quiero que conozcas tu parte élfica. Tu padre nunca quiso llevarte y lo respeté en vida, ahora que ya no está, viviremos allí. Te encantará, eres parte de ello.

    -También soy parte de esto.-Replicó Rashek, señalando la cabaña con ambas manos.

    Iril fue a replicarle algo más, pero uno de los elfos habló y ella asintió.

    -Tenemos que irnos, pequeño, dale una oportunidad a los elfos... dámela a mi.-Le pidió.

    -No he dicho que no...-Contestó Rashek, levantándose de la cama, pero las fuerzas les fallaron, y estuvo a punto de caer, pero uno de los elfos lo impidió.-Gr-gracias...-El elfo no contestó, apretó los labios y lo cogió en brazos, echándoselo a los hombros.-Mamá...

    -Tranquilo, cariño, Eldar no dejará que te caigas.-Y le acarició la mejilla donde tenía la peca.

    Iril terminó de recoger las pertenencias de Rash, se las dio a los otros dos elfos y se quedó sola en la cabaña mientras Eldar llevaba al niño al carruaje y lo tapaba con una manta con brusquedad. Rashek empezaba a pensar que todos los elfos eran unos tontos del culo, como decía Alan, buscó a su madre, y la encontró en la puerta de la cabaña. Iril tenía una mano en el pomo, y lo acariciaba con ternura.

    -Adiós, mi amor.-Se despidió. Se limpió las lágrimas de las mejillas y respiró hondo, dirigiéndose al carruaje.

    Rashek echó una última mirada a la cabaña donde había nacido y crecido aquellos años, y una lágrima solitaria y silenciosa resbaló por sus pálidas mejillas, se acurrucó junto a su madre, que le pasó un brazo por los hombros y le acomodó en su regazo y con una orden titubeante, ordenó que marcharan.

    El carro echó a andar, los caballos relincharon, y Rashek se quedó dormido con el traqueteo mientras su madre le acariciaba el pelo con dulzura, observando por última vez la Costa Marfil, y más tarde la ciudad de Marea, con sus altas murallas azules y emprendieron el camino hacia los Bosques Verdes de Random. Tomarían el mismo camino que por el que habían venido, pero a la inversa, así que siguieron el río Cuerno y se desviaron hacia el oeste, alejándose de la Llanura Noira hasta divisar a los lejos el verde de los bosques.

    Era un viaje que duraba tres días, pero ellos no pararon a descansar más que para abrevar a los caballos y recoger bayas silvestres para que Rashek comiera algo. Durmió durante todo el camino, y apenas tuvo ganas de observar por las ventanas del carruaje.
     
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    Capítulo Segundo: Bosques Verdes.

    La luz de aquel día despejado entraba a raudales por los ventanales de la habitación, y la brisa mañanera le acarició el rostro, meciendo sus cabellos oscuros. Le gustaba aquel clima cálido, tan poco húmedo, y sobre todo el olor a flores, árboles frutales y hierba, en cuanto bajó del carruaje en el que venía con su madre, supo que le gustaría... Hasta que conoció a su abuelo.

    Llevaba ya una semana en Elander, capital de Random, y aunque le habían acomodado en una habitación que era más grande que su cabaña, no había visto más que esas cuatro paredes y lo que podía ver desde su balcón. Era una habitación enorme, con una cama tan grande que podrían caber cuatro personas y estar anchos, con un gran dosel con cortinas de seda azul. El colchón era de plumas, algo que le encantó, era tan cómodo que caía rápidamente en un sueño profundo cuando se tumbaba. Tenía un armario donde cabría un caballo sin estar estrecho y dos de las paredes estaban llenas de libros de tapa dura. Desde su ventana se veía a los lejos la Llanura Niora, y un trecho del río Cuerno, y decidió que algún día los exploraría.

    Al principio no le había importado estar allí encerrado, pasó dos días enfermo en cama, con su madre tumbada a su lado, tomando caldos de pollo y verduras y bebiendo zumo de frutas que ni conocía; dos días más recuperándose, empezó a caminar por la habitación, a interesarse por todos los lujos de la habitación, y los días siguientes a aburrirse. Los libros que había allí estaban en un idioma que no conocía, igual que los criados no hablaban otra cosa que no fuera élfico, idioma que él no sabía ni había aprendido, y se arrepentía de no haberle dicho a su madre que trajera la colección que tenía en la cabaña. Echaba de menos a Alan y Akali, y a las tardes enteras nadando en la playa. Allí no tenía más amiga que la soledad. Y a su madre, que le visitaba una vez al día y estaba tanto tiempo como podía, pues era una de las Damas de la Reina, y debían acompañarle en todo momento. Cuando le contó a lo que se dedicaba comprendió por qué pasaba solo una estación al año en la cabaña.

    -Nadie elije ser una Dama de la Reina, Pequita, solo ella las escoge. A mí me conoció cuando era apenas una niña un poco más grande que tú,-le contó el segundo día, su madre, mientras le daba de comer.-es todo un honor para mí y mi familia serlo. Tengo sus favores, he visto crecer a sus hijos, y algún día, te la presentaré... y a sus hijos, y así tendrás con quien jugar.-Aquello le sonó muy bien.

    Luego estaba su abuelo... nada más verle, supo que no le caía bien.

    Y es que Atore no le perdonaba a su madre que se hubiera casado con un humano en vez de con un elfo, en cuanto le puso los ojos encima al pobre mestizo, le miró con repulsión, como si fuera un engendro de la naturaleza. Tenía unos fríos ojos azules como el hielo, llevaba el pelo oscuro, que ya empezaba a clarear en las sienes, en una trenza muy larga y vestía de dorado. Era muy alto, tan alto que Rashek tuvo que alzar la vista para poder mirarlo.

    -Se parece a ti... pero también se parece a él.-Fue lo único que dijo, antes de darles la espalda y volver a sus asuntos.

    Rashek miró a su madre, que le sonrió como si no tuviera importancia. Pero la tenía, y siempre la tendría.

    El sexto día de su estancia en la habitación, su madre le visitó con regalos, ropas y zapatos élficos tan extraños y hermosos que Rashek los tocó tímidamente, y le explicó la historia de su familia. Pertenecían a la nobleza élfica, eran primos terceros por parte de madre del rey actual y, además, su padre era uno de los tres consejeros del Rey, además de su favorito y padrino del príncipe heredero. Cuando habían conspirado contra el Rey hacía veinte años, su padre desveló los planes de los traidores y salvó la vida del heredero y su hermana pequeña, ganando la gratitud del rey, cuando la reina perdió a su primer hijo y se sumió en la depresión, fueron los regalos de Atore los que le devolvieron las ganas de vivir y tener más hijos, y cuando el príncipe Fentus había encontrado la Marca del Unicornio en el dorso de su mano derecha, Atore había sido el primero al que había contado su bendición.

    -¿La marca del Unicornio?-Había preguntado, intrigado.- ¿Qué es eso?

    Su madre sonrió, y cuando se dispuso a contarle la historia de los Inmortales, Rubeus, su mayordomo personal, entró apresuradamente en la habitación, hizo una reverencia y empezó a hablar en elfo.

    -Lo siento, cariño, esa historia tendrá que esperar a mañana, la reina me reclama.-Le besó en la mejilla y se dirigió hacia la puerta.-Pruébate la ropa, y si te está grande, mañana vendré con la modista.-Y cerró la puerta tras él.

    Y allí estaba él, en su séptimo día, esperando la visita de su madre, aburrido, vestido como un elfo, incómodo, los pantalones le estaban bastante largos, y los zapatos le apretaban en el dedo pequeño del pie. Le tendría que decir a su madre que le enseñara a hablar elfo, a leerlo y escribirlo, y que le sacara de aquella habitación de una vez, que le enseñara Elander y el Palacio del Rey.

    Pero su madre no vino a desayunar, y esperó hasta que el pan recién hecho se enfrió. Espero hasta el mediodía, y tampoco vino para comer. Preocupado, abrió la puerta de su habitación, para encontrarse con dos altos guardas apostados a cada lado de la puerta. Le miraron con cierto interés, y él tragó saliva.

    -¿Dónde está mi madre?-Les preguntó.

    Los elfos se miraron entre ellos, el de la izquierda dijo unas palabras, y el otro se encogió de hombros para luego mirarle, negando con la cabeza. Rash bufó, cerró de nuevo la puerta y se sentó a esperar la comida, que no tardó en llegar. Lo probó de nuevo con la criada, pero la elfa le sonrió con dulzura, negando con la cabeza. Apenas probó bocado y se tumbó en la cama, cuando la elfa volvió a retirar el plato, le miró preocupada, pero no dijo nada.

    Por fin, cuando ya empezaba a ponerse el sol, su madre llegó junto con la cena. Se sentó en la silla, sonriéndole, sirviéndose vino.

    -Hola, Pequita, Clyda me ha dicho que no has comido...

    -¿Dónde estabas?-Preguntó, levantándose de la cama, algo enojado.

    -La Reina quería ir de paseo por el mercado.-Fue su única contestación.

    Rashek se sentó en la mesa, frente a ella, callado, cogió su copa con zumo de naranja y se la bebió entera.

    -¿Ocurre algo, pequeño?-Iril cortaba sus verduras con gracia, seguía vistiendo el luto, aunque hoy llevaba un pañuelo azul, a juego con sus ojos, alrededor del cuello.

    -Me aburro mucho. Quiero salir....-Rashek, aplastaba las patatas, que estaban muy hechas, para hacerlas una pasta.

    -¿Salir?

    -Sí, estoy cansado de estar todo el día aquí metido. En Costa Marfil podía pasear por la playa, tenía libros para leer y tenía más visitas.

    Iril dejó el cuchillo de plata junto al plato y sirvió más zumo a su hijo.

    -¿No te gustan mis visitas?-Preguntó.

    -Yo no he dicho eso...

    -Rashek...

    -¿Por qué tengo guardias en la puerta? No voy a escaparme... no conozco el lugar, podría perderme. ¿Voy a vivir aquí encerrado toda mi vida? Es un aburrimiento... ¿Por qué ningún elfo habla mi lengua? ¿No hay nadie que pueda venir a hablar conmigo? ¿Y no tenéis libros que yo entienda?

    Iril observó largos segundos a su hijo en silencio, comprendía su enfado, pero ella no había elegido que su hijo estuviera encerrado en la habitación.

    -Si quieres aprender el idioma, mañana te traeré un maestro.-Dijo, con voz neutra.-Que te de algunas lecciones sobre el reino, de historia y protocolo. Pero aprovéchalas, deberás aprenderlo si quieres salir de aquí y ser uno más. Los guardias son para tu seguridad, nuestra familia tiene muchos enemigos y podrían hacerte daño. Y si te sientes solo... estaba esperando a tu cumpleaños, pero supongo que puedo entregarte el regalo antes de tiempo.

    -¿Un regalo?-Pregunto el niño, con sospecha.

    Iril asintió, se levantó de la mesa, se alisó la falda y fue a decirle unas palabras a los guardias.

    -Mi gata, Misha, ha parido crías, y una de ellas es tuya.-Explicó.-Como aún maman, será tu responsabilidad darle leche todos los días cada pocas horas, eso hará que te hagas más responsable.

    -¿Un bebé gatito?

    -Sí, un gatito precioso, peludo y adorable.

    Y el guardia apareció con un bulto envuelto en mantas. Iril lo despachó en cuanto tuvo el bulto entre los brazos y se sentó, apartó la manta y un gatito gris con las patas y la punta de la cola blancas, empezó a maullar pidiendo a su madre. Rashek se levantó de su silla y se acercó, mirando al pequeño gato.

    -Es... muy pequeño.-Fue lo único que dijo.

    Iril sonrió, acariciando la barbilla del gatito, que abrió los ojos, amarillos, y observó a Rashek con aburrimiento.

    -Tiene apenas semanas, abrió los ojos hace unos días. Es una hembra... ¿tienes ya un nombre?

    Rashek negó con la cabeza, observando los inquietantes ojos de la gata, que por la manera en que le miraba le recordaba a Akali... pero no podía llamarle así. Observó el pelaje gris de la gata, las patas blancas.

    -¿Calcetines?-Su madre se rió.-Es horrible, lo sé... ¿Sombra?

    -¿A una gata gris?

    -¿Grisa?

    -¿Qué clase de nombre es ese?

    -Me lo acabo de inventar...

    -Es... original.

    -No te gusta...

    -¿Qué tal Sombragris?

    -Es muy largo...

    -Es tu gata, llámale como te apetezca.

    -Sombragris está bien. Se llamará así.

    Iril sonrió, se levantó dejó a la gata en la cama y volvió a sentar para terminar de cenar.

    -¿Podrás quedarte hasta que me vaya a dormir?-Preguntó el niño.-Me tienes que contar la historia de la Marca del Unicornio.

    -Claro, te la contaré cuando terminemos de cenar, nos tumbaremos en la cama y te relataré la historia de los Inmortales.

    -¿Los Inmortales?-Preguntó Rash, con curiosidad.

    -Son los valientes que se ocupan de mantener la paz en Alantasia y luchar contra las fuerzas del mal. Son hombres y elfos que vinculan su vida a un Unicornio, Dragón, Leviatán o Escorpión, forjando un vínculo de por vida que les aporta sabiduría, magia e inmortalidad. Cada jinete tiene poderes distintos, y es capaz de mover rocas, volar, respirar bajo el agua o correr tan rápido como una flecha.

    -¿Y pueden volar tan alto como los dragones?

    -Sí, y son muy fuertes, pueden partir un tronco con sus manos desnudas. Tienes un tío que no conoces, Pequita, mi hermano, Irul es Jinete de Leviatán.

    -¿Y tiene un Leviatán?-Preguntó con sorpresa. No conocía a aquel tío suyo, pero estaba deseoso de conocerlo a él y su majestuoso leviatán.- ¿Y puede respirar bajo el agua? ¿Volar? ¿Correr tan rápido como una flecha?

    Iril se rió.

    -No, cariño, lo que Irul puede hacer es respirar bajo al agua, como Devy, su Leviatán. Es enorme... yo me asusté la primera vez que la vi, es del color del mar, y tiene los ojos rojos como las brasas de una chimenea. Cuando Irul fue bendecido con la Marca del Leviatán, se puso muy contento y triste...

    -¿Triste? ¡Pero si tiene un leviatán!

    -Sí, cariño, pero debía marcharse lejos, a Territorio Inmortal para aprender a usar sus poderes y conocer a su montura. Debía dejar a su familia atrás... y eso le dolía mucho, pero lo hizo. Y se convirtió en uno de los Jinetes de Leviatán más famosos.

    Rashek, que ya había terminado de cenar y se apresuraba a tumbarse en la cama.

    -¿Cuándo conoceré a mi tío, mamá?-Preguntó, tapándose.

    -Pronto,-le contestó su madre, arropándole a él y a Sombragris y tumbándose a su lado-le he enviado una carta para que venga a visitarnos... hace mucho que no habla con tu abuelo y ya viene siendo hora. El príncipe heredero Fentus también es un Jinete.

    -¿De leviatán?

    -No, cariño, de Unicornio, todo un orgullo para Random y su familia.

    -Un leviatán mola más que un unicornio...

    -¿Alguna vez has visto un unicornio?

    -No...

    -Cuando lo veas lo comprenderás.-Iril se acercó a una de las paredes repletas de libro y cogió un libro grande y antiguo, se sentó junto a su hijo y se acomodó.

    -¿Cuándo podré ver uno?-Preguntó Rash, abrazando a su madre.

    -Pronto, pequeño.-Dijo ella, buscando algo en el libro.

    -¿Puedo ser yo un Jinete?

    -Solo si los Dioses te bendicen con su marca... mira, esto es un unicornio.

    Rashek miró la ilustración en el libro, las cuatro criaturas dibujadas en las hojas le fascinaron. El unicornio salía representado con sus crines al viento y galopando, el cuerno era hermoso y brillante. El leviatán, sumergido en el mar, con las fauces abiertas y sus ojos brillando, tenía unas aletas enormes y su cuello era largo y las escamas brillaban. Los escorpiones eran enormes, como su aguijón, sus pinzas parecían letales y los ojos eran oscuros. Y cuando vio a los dragones... majestuosos, hermosos, poderosos, eran increíbles, echando fuego por la boca, con sus grandes alas membranosas y esas garras mortíferas.

    -Dragones...

    -Son enormes, ¿verdad?

    Rashek asintió, tocando con su pequeña mano la ilustración del dragón macho, un poco más grande que el de la hembra. Aquel era completamente negro y tenía los ojos negros, daba incluso miedo... pero a él no, a Rash le infundió respeto. Era una de las criaturas más hermosas que había visto en su vida... algún día, cuando fuera mayor, viajaría lejos, en busca de dragones, y los tocaría.

    -¿Cuál es la Marca del Dragón, mami?-Preguntó, embelesado, no dejaba de mirar al dragón negro.

    -Una llama para los dragones, una gota de agua para los leviatanes, una hoja para los unicornios y una duna para los escorpiones.

    -Genial.


    Ya había pasado medio año desde que había llegado desde Costa Marfil y ya le habían dejado salir de la habitación. El maestro Siward le había enseñado el idioma, y aunque aún tenía un forzado acento, podía desenvolverse bastante bien con otros elfos. También le había enseñado protocolo, a como referirse a los señores y señoras nobles que podría encontrarse y a comportarse, sus nuevos modales eran un requisito que su abuelo había exigido para dejarle salir de la habitación.

    Había cumplido nueve años y había crecido dos dedos desde que estaba allí, aprendido a montar a caballo y a bailar como un noble. Aquello último le había parecido una estupidez, su abuelo no le permitía acudir a los banquetes que organizaba en la Gran Sala, pero aun así sabía bailar. Tampoco le dejaba salir de la hacienda, y había días en los que no veía a su madre y solo tenía la compañía de su gata Sombragris y el maestro Siward, que era tan mayor que cuando se quedaba sentado y cerraba los ojos, no tardaba en dormirse sin remedio. Había dejado de enfadarse por no ver a su madre, resignándose, ella no tenía la culpa, la reina le tenía en gran estima y siempre solicitaba su presencia. Y con su abuelo... cada vez que le hablaba parecía que se obligaba a contestarle, y lo hacía de manera forzada y ruda. Nunca le sonreía, y no era porque no lo hiciera, veía como sonreía a los nobles que le visitaban y a su madre, cuando les espiaba desde la ventana, pero parecía que no tenía ninguna sonrisa para Rashek.

    Había discutido ya tres veces con él, y siempre con castigo después por levantarle la voz a su abuelo. La primera vez fue por culpa de Sombragris, se le había escapado de la habitación, colándose en el despacho de su abuelo y arañando las cortinas. Aguantó la reprimenda en silencio, y volvió a su habitación en silencio, su madre no fue a visitarle aquella noche. La segunda vez que su abuelo y el discutieron, no se quedó callado. Se estaba preparando un banquete para el príncipe, y su madre le dijo que le pediría permiso a su padre para que el niño pudiera acudir, y empezó a emocionarse por poder hablar con el príncipe y preguntarle cosas sobre su unicornio... pero su abuelo se negó a que él acudiera al banquete.

    -¿Un mestizo en mi banquete y ante el príncipe? Ni lo sueñes, querida. Prefiero mantener a ese muchacho escondido. No acudirá a este banquete ni a ninguno...

    Y Rashek, lejos de sentirse triste, se enfadó y salió de su escondrijo. Su madre se sorprendió al verle, pero su abuelo mostró su más sincera indiferencia.

    -¿Ahora escuchas a hurtadillas las conversaciones de tus mayores?-Preguntó Atore.

    -Escucho a mi madre hablar con un hombre que es padre, que no es nada mío.-Contestó el mestizo, encarándose.

    Iril se sorprendió.

    -Rashek...

    -Veo que entiendes perfectamente tu lugar.-Le interrumpió Atore.-Y ahora, vuelve a tu habitación, aquí no se te ha perdido nada.

    -No.

    -¿Cómo?

    -Tú no me mandas, me iré cuando quiera.

    Atore se rió.

    -¿Así agradeces que te alimente y te vista? Vaya desagradecido.

    -Estoy aquí porque mi madre quiso, yo en ningún momento vine suplicando.

    -Rashek, por favor.-Le rogó su madre.

    Pero el niño no se marchó al momento, le sostuvo largo rato la mirada a su abuelo, retándole. Unos ojos almendrados contra unos ojos azules. Al final, se dio la vuelta y se marchó a su habitación. Estuvo castigado sin salir una semana, pero no se arrepintió. La tercera vez fue mucho peor... Antes que al maestro Siward, tuvo una maestra elfa que le despreciaba cada vez que no le salía algo, le golpeaba las manos y no paraba de gritar cosas que no llegaba a entender. Un día se cansó de sus gritos en una clase de protocolo y le lanzó el contenido de su copa a la cara, la elfa estalló en alaridos y la guardia que vigilaba ante su puerta entró. Su madre y su abuelo no tardaron en llegar e Iril empezó a reñirle.

    -Déjale, es cosa de la sangre, la tiene sucia.-Dijo su abuelo, con repulsión.-No tiene remedio...

    Y Rashek explotó... no se había dado cuenta de que cada vez que la elfa estallaba en gritos encolerizados y malas palabras él también las aprendía. Le lavaron la boca con jabón, algo muy desagradable, y estuvo casi un mes castigado sin salir, al día siguiente su madre le presentó al maestro Siward, que gracias a los cielos, no era elfo sino humano y no tenía nada contra los mestizos. Desde entonces, cuando se topaba con su abuelo, le ignoraba, igual que hacía Atore.

    Aquel día, el maestro Siward le estaba dando la clase de historia en el jardín, a la sombra de un gran manzano, y Rash garabateaba en su pergamino mientras escuchaba al anciano maestro.

    -... fue cuando Aramis II le declaró la guerra a los rebeldes de Bolus, en el 123 antes de los Inmortales, apunta esa fecha, chico, fue importante. Como te decía, fue una guerra que se libró en la Llanura Noira, que por aquel entonces se llamaba Llanura Pezuña de Unicornio.

    -¿Pezuña de Unicornio?

    -Sí, los elfos nunca han tenido demasiada originalidad para los nombres... no hay más que echarle un ojo al Río Cuerno. Pero sigamos con la guerra, Bolus era el rebelde que había secuestrado a su única hija, y Aramis II era temido por los arrebatos de ira que se apoderaban de él, así que marchó con su ejército hacia la Llanura y cuando llegó Sucio Bolus, come le llamaban, le respondió. Lucharon durante tres años, hasta que la reina le suplicó al rey que volviera a casa y acabara con tanta guerra. Pero el rey no lo hizo, y siguió luchando, llevando al reino a la pobreza. Hasta un día del año 126, cuando apareció en escena Noira, era un joven que había vivido toda su vida en los bosques, y había sido tocado por los unicornios. Se alió con el rey Aramis II y los unicornios se unieron a la guerra...

    -¿Los unicornios?

    -Sí, el animal más sagrado de los elfos. Los rebeldes de Bolus no pudieron hacer nada... nadie levanta la mano contra un ser tan bello y puro... y subido a un unicornio, Noira rescató a la princesa de las garras del rebelde y lo mató con su espada. Así acabó la guerra, y el rey Aramis II le ofreció a Noira la mano de su hija y rebautizó la Llanura. ¿Tomaste apuntes? Esto caerá en el examen.

    -Sí, maestro.

    -Bien... Mañana hablaremos del rey Eldar I y como se unieron los elfos a la guerra de los 100 años.

    -¿En dónde se crearon los Inmortales?

    -Exacto, chico, veo que estudias.

    -Me gustan los Inmortales, mi tío Irul es Jinete.

    -Sí... enseñé a ese muchacho unos años, era un poco cabeza de chorlito. Tuvo suerte de que le saliera la Marca... no le veía yo mucho futuro.

    Rashek sonrió, comprendía por qué. Meses atrás su tío le había visitado, pero no Devy, su leviatán, ya que, en su última aventura, un tiburón le había mordido y se estaba recuperando del mordisco. Era un elfo demasiado... extravagante, llevaba el pelo corto y le gustaban demasiado las mujeres. Su abuelo dio una cena en su honor, a la que él no pudo asistir, pero su hijo ni se molestó en ir, algo que le enfureció.

    -Ayúdame a levantarme, chico, la clase ha acabado por hoy, estas piernas cansadas ya no son lo que eran.

    Rashek ayudó a levantarse a su maestro.

    -Lee la lección en voz alta, aún tienes demasiado acento, chico.

    -Lo haré, ¿queréis cenar esta noche conmigo, maestro? Podéis contarme otra vez como enseñasteis a Ser Royal a nadar antes de aquella gran batalla en las Islsas de los Titanes.

    -Claro. Ser Royal... era un hombre enorme, flotaba muy bien, pero no tenía ni idea de qué demonios hacer con sus piernas... no tenía sesera.

    El mestizo se despidió de su maestro y se dirigió a los establos. Allí, los mozos le saludaron mientras echaban una partida de cartas y bebían zumo de manzana, ensilló su caballo, un palafrén pardo, con ayuda de uno de ellos y montó, dirigiéndole hacia la parte sur.

    La hacienda de su abuelo era enorme, el Río Cuerno la atravesaba y había un pequeño puente que lo cruzaba, tras el puente había terreno forestal, y empezaba el Bosque de los Unicornios. Y hacia allí se dirigió para dar un paseo, como cada tarde, dejando atrás la gran mansión de tres pisos y el establo.

    El invierno se acercaba, y el cielo se había cubierto de nubes grises que amenazaban con tormenta. Olía a lluvia y hacía un viento tan espantoso, que se oía incluso desde su habitación con las ventanas cerradas. Las criadas habían puesto una manta más en su cama, y los desayunos pasaron de ser de frutas, a leche caliente con chocolate. No era un invierno como en Costa Marfil, con sus tormentas devastadoras, el frío que te calaba los huesos y la humedad se podía soportar, y su madre había dicho que en aquella estación solían tener algo de nieve durante algunas semanas. Nunca había visto la nieve, y tenía ganas de tocarla para ver lo que se sentía.

    Rashek se había cubierto con la capa negra de piel que le había regalado su madre, y llevaba ropa abrigada, echándose la capucha. El palafrén, al que llamaba Fin, relinchó cuando llegó al puente y vio que el agua lo salpicaba. El río estaba revuelto por el viento, y amenazaba con desbordarse.

    Rashek le acarició el cuello con una mano enguantada y el palafrén siguió, dando pasos vacilantes sobre el puente de madera. Fue cuando lo atravesó que empezó a llover.

    -Genial...

    Pero no dio la vuelta, quería recoger naranjas para el Maestro Siward y su madre, pues les encantaban comerlas después de cenar, y a él le gustaba como olía su habitación después. Así que guio a Fin hacia los árboles y recogió unas cuantas en uno de los sacos de las alforjas del caballo. Se bajó, orinó frente a un árbol y escuchó el primer trueno. El caballo relinchó, asustado.

    -Tranquilo, Fin.-Le cogió por las riendas y lo llevó bajo un gran árbol para resguardarse de la lluvia.-Esperaremos a que amaine un poco...

    Pero empezó a llover aún más fuerte, y los relámpagos se sucedían con sus truenos uno tras otro y llovía tanto que no se veía nada a su alrededor. Empezó a contar los segundos para ver si caían lejos, y no muy lejos precisamente. Subió al caballo, acariciándolo para tranquilizarlo, pero el palafrén estaba muy nervioso y asustado.

    Un rayo cayó dentro del Bosque de los Unicornios y asustó al caballo, que se encabritó, lo tiró al suelo y salió a galope tendido en la oscuridad.

    -¡Fin! ¡Fin, ven aquí!-Lo llamó en balde.

    Pero el caballo ignoró sus gritos y derrotado, se dejó caer al suelo, prefería no caminar bajo aquella terrible lluvia, se acurrucó junto al tronco y esperó, esperó horas y aquella tormenta no amainaba. Estaba mojado y tenía frío, el hambre no tardó en aparecer en escena y se comió un par de naranjas. Se cubrió cuanto pudo en la capa y poco a poco se le fueron cerrando los ojos del cansancio.


    Abrió los ojos, y era noche cerrada, seguía lloviendo, y tenía los brazos y las piernas entumecidos por el frío. Se levantó, y se adentró un poco más en el bosque sin perder de vista la linde del bosque, pues era tan espeso que la lluvia apenas podía atravesar la copa de los árboles y llegar al suelo. Se rasgó la túnica con una rama y se enfureció, ahora su madre tendría otro motivo para reñirle... eso si se presentaba a verle. Bufó y se sentó en un tocón de un árbol, estaba cansado, y quería volver a la mansión ¿Pero debía arriesgarse a salir a campo abierto? ¿Podría atravesar el puente de madera sin que la corriente se lo llevara? Tampoco podría llover eternamente. Además, pensó, su madre mandaría alguien a buscarlo si no aparecía, es lo que haría cualquier madre... Pero su madre llevaba dos días en el Palacio con la reina, que estaba enferma y puede que esta noche tampoco volviera. ¿Lo haría su abuelo? Sabía que no, así que allí se quedó, observando la lluvia caer.

    Oyó un ruido de arbustos tras él y se volvió.

    -No... puede ser...

    Ante él, un hermoso y puro unicornio pastaba, con el cuerno brillando en la oscuridad. Se levantó y estuvo a punto de tropezar y caer de bruces, pero rectificó y cayó de rodillas ante el unicornio, que levantó la cabeza y lo observó. Era completamente blanco, sus crines eran negras y sus ojos, de un pálido color violeta, y era tan impactante la pureza que desprendía, que los ojos de Rashek lloraron sin que pudiera remediarlo. El unicornio se acercó, le olfateó la cara, y bajó hacia sus manos, donde las chupó. Rashek se quedó completamente quieto, como si fuera una estatua, sin dejar de observar el cuerno afilado del unicornio.

    Cuando el niño dejó de interesarle, dio la vuelta y se marchó tan tranquilo, pero Rashek le siguió sin poder evitarlo. No se podía creer que un unicornio se hubiera acercado a él, y menos que le hubiera lamido las manos... y recordó que había comido naranjas, y por eso se las habría lamido. Le siguió por el oscuro bosque, que era iluminado por el cuerno del unicornio, durante minutos larguísimos, sin poder evitarlo.

    Llegaron a un claro del bosque y el unicornio relinchó, se sacudió algunas gotas de lluvia y empezó a pastar sin interés, sin dejar de observar al niño, que seguía mirándole embelesado. Después de un rato, Rashek se sentó en la hierba, cansado, de repente tenía mucho sueño, casi no podía evitar que sus párpados se cerrasen, le pesaban toneladas. Se tumbó, bostezando, poco a poco se vencía al sueño, echó una última mirada al unicornio, pero no estaba solo, de la nada habían salido otros tres unicornios más, pero sin poder evitarlo se quedó dormido.


    Un relinche le despertó, y la luz le molestó en los ojos, los cuales se frotó, bostezando. Miró a su alrededor, aún seguía en el claro del bosque, y el unicornio al que había seguido estaba tumbado a su lado, mirándole con aquellos extraños ojos violetas.

    -Buenos días.

    El unicornio inclinó la cabeza y se levantó, desperezándose. Rashek le imitó, estaba un poco entumecido de haber dormido en el suelo, pero no había pasado frío gracias al unicornio y su magia.

    Se percató de que había fruta sobre un tocón y se acercó a ella, hambriento, recordando que no había cenado más que dos naranjas la noche anterior. Había dos manzanas, frambuesas y albaricoques, lo engulló casi todo y le ofreció al unicornio, que se acercó a comer moviendo la cola. Cuando los dos hubieron acabado, el unicornio le guió hasta una pequeña charca para que bebiera, y Rashek se inclinó, y con las dos manos bebió. El agua estaba fresca y muy sabrosa, sabía a bosque, y aquello le encantó a Rashek. Una vez saciado, se lavó la cara, cosa que le refrescó y observó como el unicornio bebía con delicadeza.

    -Eres precioso... mi madre mataría por poder verte.

    El unicornio le miró, inclinó la cabeza y movió la cabeza enérgicamente. Rashek sonrió y siguió de nuevo al unicornio, que le guio hasta la linde del bosque de nuevo, con tranquilidad y él volvió a seguirlo, maravillado por la pose de tal bello animal. Una vez estuvieron fuera, el unicornio lo dejó allí desapareció y entre el follaje.

    Rashek observó durante varios minutos por donde se había marchado el unicornio, y sin comprenderlo, un dolor atroz le recorrió el brazo derecho, se agarró la muñeca con fuerza y una mancha empezó a formarse en el dorso de la mano, le escocía y dolía tanto que cayó de rodillas al suelo con lágrimas en los ojos. El dolor era tan atroz que le impedía respirar. Una vez el dolor cesó, respiró con calma y se miró la mano...

    Allí donde antes no había nada más que carne lisa y blanca, ahora había una llama naranja y amarilla, brillante y caliente. Se la tocó con miedo con las puntas de los dedos y le sorprendió que ya no le doliera. Tardó unos minutos más en comprender qué era aquello y qué significaba.

    -La... leche... Soy un Jinete de Dragón...-Y de un salto, soltó un grito de júbilo que hizo echar a volar a las aves que estaban posadas en los árboles.

    Echó a correr hacia la mansión, cruzando el puente a toda prisa, sin dejar de mirarse la mano con una alegría infinita.
     
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    Capítulo Tercero: La Marca del Dragón


    Rashek corría cada vez con más ganas, sin mirar atrás, sintiendo que por fin había encontrado el lugar donde hallaría un hueco y estaría su lugar. Algo, muy dentro de él le apremiaba a conseguirlo, a llegar hasta el final. Tenía una meta por la cual luchar y no le importaban los baches que tuviera que cruzar, pues sabía que le harían más fuerte.

    Sentía unas ganas locas de encontrarse a su madre y enseñarle la marca, sabía que se sentiría tan orgullosa por él como lo estaría su padre. Estaba tan contento, tan feliz, y se veía capaz de tantas cosas que no paraba de reír y sonreír. Después de aquellos meses tan malos llegaba algo de calma y bienestar. Sabía que tendría que trabajar duro para llegar lejos, pero estaba motivado.

    Sería un gran jinete, y ¡Tendría un dragón! Era algo con lo que había empezado a soñar, inconscientemente... Ya se imaginaba volando a lomos de su gran dragón, surcando el cielo, traspasando océanos para llegar a algún lugar aún por explorar.

    Y siguió corriendo...

    El corazón le latía a cien por hora, y la carrera hacía que jadeara por el esfuerzo, pero ya traspasaba la verja cuando tropezó y cayó sobre un enorme charco de barro enfangado. Se levantó, escupiendo al suelo el barro que le había entrado en la boca y se puso de pie, tenía la ropa manchada, pero le dio igual y volvió a echar a correr hacía la puerta principal de la mansión.

    -¿Dónde te crees que vas, muchacho?

    Paró en seco y miró a su abuelo, que le observaba con el cejo fruncido. Llevaba el cabello recogido en una pulcra trenza y una túnica larga de color verde. Estaba enfadado, lo supo al instante, y aquello no entraba para nada en sus planes. No había pensado en él, y fue un gravísimo error.

    -Yo... yo...

    -Llevo toda la noche despierto porque habías desaparecido, con los criados buscándote por todos lados.-Le interrumpió, cruzándose de brazos.-Y tú has estado jugando toda la noche con el barro... Solo me causas problemas y dolores de cabeza.

    -No he estado toda la noche jugando con el barro, yo...

    -No seas insolente.-Le cortó de nuevo.-Desde que has llegado solo has causado un problema tras otro, no eres más que una vergüenza con la que tengo que vivir... ¿en qué demonios estaría pensando Iril, oh Ünir?

    Rashek apretó la mandíbula para no contestarle, no quería destrozar su gran día, y menos por hablarle mal a su abuelo. Se tapó la marca cruzando los brazos.

    -Debería haberte llevado lejos en vez de traerte aquí y enseñar la evidencia de su error con un humano, pero claro, con un corazón tan noble, no podía esperar otra cosa de ella... es tan necia como lo era su madre, que Ünir la tenga en su gloria. Y aquí estás... escapándote por las noches para a saber qué cosas...

    -No me escapo por las noches.

    -¿Y dónde estuviste anoche?

    -Empezó a llover, me caí del caballo y... vi un unicornio.

    Su abuelo alzó una ceja.

    -Si no quieres decir lo que hiciste anoche, no lo hagas, pero no metas a un animal tan sagrado como el unicornio en tus mentiras, o haré que te azoten y tu madre no podrá hacer nada para evitarlo.

    -He visto un unicornio, he pasado la noche junto a él... y... y...-Y le enseñó la marca con desdén.

    Su abuelo la miró y se sorprendió e hizo la seña del Unicornio.

    -Bendito Ünir... ¿por qué me castigas de esta manera?

    -No es un castigo, es una bendición.-Declaró Rashek, con orgullo, sin dejar de enseñar su marca.

    -No para una aberración como tú, insensato, la vergüenza de tu madre es nuestra vergüenza.-Dijo con dureza su abuelo.-Ahora todos sabrán de dónde vienes y qué eres... un simple bastardo, y avergonzarás a mi familia con tu mera existencia...

    -Yo no le pedí a mi madre que me trajera aquí, estaba muy bien donde vivía, y ahora entiendo por qué no podía venir a visitarnos cuando ella quería, porque tú no le dejabas...

    -Sí, no dejaba que fuera a ese pueblo humano con tu padre... pero fui demasiado permisivo, tanto que naciste tú. Nunca debió acompañar a la princesa a Marea, pero tuvo que hacerlo... y maldigo ese día.

    Rashek, al borde del llanto, se mantuvo firme. Respiró por la nariz, intentando serenarse, pero sabía que pronto rompería a llorar. Un día que tenía para ser feliz, y siempre había alguien que hacía añicos su felicidad.

    -Si no quieres que esté aquí, me marcharé, no quiero estar donde nadie me quiera...-Dijo, con la voz rota. Se escaparía, se fugaría, se iría lejos de allí si era preciso para alejarse de aquel monstruo que tenía por abuelo y no tenía ningún sentimiento hacia él.

    -Si por mí fuera, te habrías ido hace meses...-Dictó Atore, con firmeza.-Pero tu madre me suplicó que te aceptara en la familia y te diera cobijo, solo acepté darte cobijo. Nunca serás de la familia... ni tú ni ningún mestizo.

    -¡Padre!

    Iril acababa de bajarse del carruaje que se ocupaba de llevarla y traerla de palacio y había escuchado lo que Atore le había dicho a Rashek.

    Rashek no soportó más la presión y echó a correr por donde había venido, dando rienda suelta a su llanto.

    Había hecho ese mismo camino entre risas y sonrisas, y ahora lo hacía de nuevo con lágrimas recorriéndole las mejillas. Tenía un nudo en la garganta que le impedía sollozar, pero no paró de correr, ni aun oyendo a su madre llamarle a lo lejos. ¿Por qué iba todo mal? Quería saber en aquel momento cuál era su lugar, qué iba a ocurrir, cuál era su condición. Perdería la razón si supiera todo lo que le deparaba el destino, pero ahora, en aquel momento, ni una estúpida marca podía ayudarle a sentirse mejor. Le habían llamado engendro, bastardo... Aquellas palabras le pesaban en el alma con dolor, era algo que no tenía que existir, y se sentía desconsolado, terriblemente solo.

    Traspasó de nuevo el río, ignorando los relámpagos que se oían a lo lejos, que amenazaban con empezar una gran tormenta. Las lágrimas le nublaban la vista, resbaló con el barro de nuevo y cayó, y no se volvió a levantar, y allí se quedó llorando durante minutos, hasta que por fin rompió a llover. Quedó empapado en pocos segundos, y el frío le apretó con fuerza, se levantó, abrazándose los brazos, dejando de llorar por un rato y miró el Bosque de los Unicornios... ¿Podría vivir cual ermitaño entre los árboles y alimentarse de fruta?

    Se resguardó bajo los árboles, calado hasta los huesos, y buscó el lugar hasta donde el unicornio le había llevado, pero acabó perdido. Cansado de dar tantas vueltas, se sentó bajo una rama doblaba que le cobijaba y allí observó la lluvia caer.

    En aquel momento, sintió que echaba de menos a su padre de una manera horrible. Él nunca habría permitido que su abuelo le tratara de aquella manera, ni su abuelo ni nadie, no habría dejado que los criados le miraran de aquella forma, ni que su madre le dejara de lado. Su padre siempre le había querido tal y como era, sin sentir vergüenza, igual que la tía Marian, y su primo Alan y Akali. Solo ellos habían demostrado quererle de verdad.

    Y en aquel momento empezó a sentir resentimiento hacía su madre, por abandonarle a merced de alguien tan terrible como Atore, por no luchar por su hijo y demostrarle su amor delante de todo el mundo. Él no era ningún secreto oscuro, era su hijo, su Pequita... y ahora un Jinete de Dragón.

    Se observó la marca de nuevo, brillante y cálida, y la maldijo. Solo iba a traerle problemas... Si no conseguía convertirse en un Jinete, deshonraría aún más a su estúpida familia y entonces tendrían más motivos para despreciarle. No quería esa marca, decidió, quería borrarla.

    Pero por mucho que frotara y frotara no consiguió borrarla, desesperado, rabioso y desconsolado se golpeó la mano contra el suelo repetidamente hasta que el dolor fue tan atroz que no pudo soportarlo. Se echó a llorar de nuevo, por el dolor de la mano y la rabia que crecía en su interior. Todo le daba igual, ya nada le importaba, todo tenía su fin, y aquella marca también la tendría...

    Y como si sus palabras hubieran sido escuchadas por alguno de los Dioses, un relámpago cayó a su lado, en unos arbustos bajos que se encontraban cerca de su posición, prendiéndolos al instante y alzando el fuego ante él con majestuosidad.

    Rashek observó las llamas bailarinas, escuchó el crepitar del fuego, cómo consumía las hojas del arbusto. Se miró la mano herida, volvió a mirar las llamas y decidido, se levantó.

    Se acercó lentamente al arbusto en llamas, respiró hondo, cerró el puño y metió la mano marcada en el arbusto.

    Con fuego empezó y con fuego terminaría.


    //////

    La marca brillaba en su mano con una luz blanquecina, y hacía que fuera imposible que levantara la vista de encima, hipnotizaba y daba calor a la vez, era una de las cosas más hermosas que había visto en su vida. Se la tapó con la mano y respiró profundamente.

    -Soy una luchadora...

    No iba a dejar que aquello la derrotara, no era algo que esperase, pero su destino estaba escrito y no podría luchar contra aquello también. Cada día de su vida era monótono, aburrido, y ahora, después de tantos años resignada a ser lo que debía ser, llegaba aquella bendición que acababa con la monotonía y el aburrimiento. Se iba a convertir en una Jinete de Dragón, sería una Inmortal más en las filas de guerreros que combatían por la paz contra la oscuridad, era algo extraordinario. Le daban ganas de vivir, de entregarse de lleno a ello y de convertirse en la mejor. Y sabía que lo conseguiría.

    Sonrió con ganas esta vez, nada de falsas sonrisas que dedicaba a todos los que la sonreían con cortesía, por fin podría ser ella misma y no lo que querían que fuera. Sería una guerrera.

    Se levantó de la cama y caminó descalza, notando el suelo frío, hacía la ventana, donde corrió un poco la cortina y observó el jardín del palacio. Era un día triste, con nubarrones grises que tapaban la luz del sol y el viento mecía las copas de los árboles, agitando las hojas. Se avecinaba una gran tormenta, pero no le importó, todo lo que tenía que hacer era esperar para poder revelar su bendición. Lo ocultaría por el momento, y cuando llegara el adecuado, se lo diría a Fentus, que ya tenía experiencia en ello.

    Alguien tocó a la puerta, sobresaltándole.

    -Princesa, vuestro desayuno.

    -Adelante...-Dijo, mientras se escondía la marca y sonreía a la criada.-Buenos días.

    -Buenos días, alteza.

    Se sentó en la mesa y bebió un poco de zumo de la copa. Le sentó genial, la refrescó y la enfundó fuerzas para lo que le deparaba aquel día. Cogió una rebanada de pan tostado y untó un poco de mermelada de melocotón y uva con tranquilidad, hasta que oyó como la jarra de zumo se estampaba contra el suelo y se hacía añicos.

    -Misericordioso Ünir... vuestra mano...

    La princesa maldijo por lo bajo, regañándose por su error. No era la manera que habría decidido para contar su secreto, pero no podía pedir más. Antes de que pudiera decirle nada a la criada, esta escapó. Suspiró, odiaba que las criadas no tuvieran otra cosa mejor que hacer que contarle todo a su madre y su hermana. Pero, en fin, ya sin ganas de desayunar le ordenó a la que aún estaba allí que le preparase un baño y la ropa para vestirse. La criada obedeció en silencio, sin dejar de observar la marca, le llenó la bañera de agua caliente con ayuda de sus ayudantes de cámara y añadieron pétalos de rosa al agua.

    Sumergió la cabeza en el agua caliente para relajarse y cuando salió se encontró a su hermana mirándole con el ceño fruncido. Era incesantemente hermosa, con la melena rubia recogida en un dificultoso moño, los ojos azules resaltados por maquillaje del mismo color y vestía un vestido rosa con encaje en el pecho, el cual realzaba.

    Le miró la marca, arrugando la nariz.

    -¿Tú también con la dichosa marca?-Preguntó, cruzándose de brazos.

    -Hola Aura, yo también me alegro de verte.

    Aura suspiró.

    -Esto no te va a librar de casarte, que lo sepas.

    -¿Qué tiene que ver esto con casarme? Solo tengo ocho años, soy una niña.

    -¿Seguro que no te la has pintado?

    -Si me la hubiera pintado, el agua la habría borrada, señorita inteligente. Además, ¿qué conseguiría con pintármela? Fentus sabe de estas cosas.

    -Dos de los tres príncipes de los elfos son Jinetes, menuda manera ha elegido Ünir para castigar a nuestros padres. Vais a terminar con la dinastía de nuestra familia.

    -Siempre quedas tú.

    -¡Selin!-La riñó su madre, que acababa de entrar por la puerta de la habitación junto a la criada. No estaba enfadada, o al menos, no lo parecía, hermosa y joven, con su cabello castaño recogido en una trenza y sus ojos azules, iguales que su hermana, pero nunca se sabía cuándo la reina estaba enfadada por su rostro, sino por su voz.-Enhorabuena por la Marca, cariño, ¿serás otra Jinete de Unicornio con tu hermano?

    Selin salió de la bañera y una criada la secó y le puso una bata de terciopelo.

    -No, madre, he sido bendecida por los Dragones.-Respondió, mostrando la mano.

    -Oh, Dragones... bien, bien. Aura, por favor, tienes asuntos que atender, déjanos a tu hermana y a mí a solas.

    -Sí, madre.-Le hizo una reverencia y se marchó sin mirar a Selin.

    Selin se acercó a su madre, despacio, con una toalla y se la tendió para que le ayudara a secarle el cabello mojado.

    -Madre... ¿estás enfadada?-Preguntó, sin poder mirarla a los ojos. Vestina, Reina de los Elfos, le secó el cabello con delicadeza y amor.

    -No, cariño, pero me dolió mucho que tu hermano tuviera que marchar lejos de mi... y de nuevo, los Dioses me arrebatan otro hijo.-Contestó, con tristeza.-Los Inmortales son egoístas con las madres, os llaman cuando aún sois pequeños y nos arrebatan la infancia de nuestros hijos.

    -Pero volvemos.-Replicó Selin.-Fentus volvió, es el heredero, y el futuro rey.

    -Sí, pero volvió cambiado... y cada vez que le llaman, tiene que dejarnos por un tiempo. Y nunca sabemos si volverá o no de sus misiones.

    -No deberías pensar en eso, madre.

    -Lo sé, pero soy una madre, y me preocupo por mis hijos. Me siento orgullosa de ti, eso no lo niego, pero permítete que me preocupe, ¿vale?-Dejó la toalla y a un lado y se agachó para mirar a su hija a los ojos.-Te quiero, pequeña.-Y le abrazó.

    -Yo también, madre.

    La ayudó a vestirse y juntas desayunaron con tranquilidad hasta que su madre tuvo que irse a ayudar a su padre con las tareas de reinado.

    Selin se quedó toda la tarde en la biblioteca, pues una horrible tormenta se había desatado en la región y llovía de una manera alarmante. Había encontrado un libro de historia que la había absorbido por completo, y apenas escuchaba los truenos y veía los relámpagos romper contra las nubes.

    -¿Dónde está mi futura jinete?

    Selin levantó la vista del libro y encontró a su hermano con una radiante sonrisa, algo mojado de la lluvia. Soltó el libro y corrió hacia él para abrazarle, dándole igual mojarse.

    -¡Fen-Fen!-Y tras el abrazo le enseñó la marca con orgullo.-Ahora seré yo quien te lleve en su montura, pero en vez de correr por el prado, volaremos por la montaña.

    Fentus, príncipe heredero de Random y los Bosques Verdes, sonrió.

    -Ya sabes que a Manza no le gusta que le llames montura... no es un caballo cualquier.-La riñó con dulzura, tocándole la nariz.-Cuando tengas tu dragón lo comprenderás.

    -Espero que no falte mucho.

    Aunque Fentus era mayor que ella y por mucho, pues ella apenas tenía ocho y él ya iba a cumplir los sesenta, se querían mucho como hermanos y lo pasaban en grande. También querían a Aura, que tenía casi cincuenta y solo pensaba en casarse con alguien poderoso, pero no compartían tantos rasgos como ellos. Fentus ejercía de hermano mayor e incluso, cuando su padre no podía, hacía de padre. Mientras, ella solo tenía que ser la hermana pequeña, sin responsabilidades, adorable y con sus pataletas sin sentido.

    -¿Estás contenta por tu destino?

    Selin asintió enérgicamente.

    -Sí... sé que será duro, pero lo conseguiré. Seré la mejor y te lo dedicaré, para que puedas sentirte orgullosa de tener una hermana Jinete.

    -Ese es el espíritu.

    Y Fentus le acarició la mejilla con ternura.

    -¿Cómo te sentiste cuando recibiste la marca?-Preguntó la princesa, un rato después de haber hablado de todo un poco, aún en la biblioteca.

    Fentus se encogió de hombros.

    -Para cada uno es diferente, yo sentí miedo... me estaban preparando para ser rey y ahora los Dioses me hacían Inmortal. También me sentí confuso y pedí consejo a muchas personas. No está estipulado en ninguna parte que un Inmortal pueda ser rey o no. Pero si nuestros padres tienen otro hijo varón, él pasará a ser el heredero y yo podré ser Jinete a tiempo completo.

    -¿No quieres ser rey?

    -Yo no he dicho eso. Pero después de haber cabalgado a lomos de un unicornio con el que comparto medio corazón, ves el mundo de otra manera. Lo comprenderás cuando lo experimentes.

    -Entiendo. ¿Y no te dolería que otro niño te quitara la corona?

    Fentus sonrió.

    -No sería otro niño, sería mi hermano. Pero eres muy pequeña aún para hablar de estas cosas, Selin, qué tal si dejamos esta conversación así y la acabamos en otro momento, cuando tengas más o menos mi edad.

    -Viejaleeeeees.

    //////


    La noche había caído oscura, y aunque había parado de llover en aquel momento, las nubes seguían amenazando. Se había levantado un frío helado que se te metía en el cuerpo y te agarrotaba si no entrabas en calor, pero allí, en el comedor de la sala en la Mansión de la familia, la chimenea calentaba a Iril.

    No había probado bocado desde la comida, y sabía que la cena se quedaría fría en su plato igual. No sabía nada de Rashek y habían buscado por todos lados. Estaba tan preocupada que había salido ella misma a buscarlo, pero su padre le había hecho volver al romper la tormenta por miedo a que enfermera y allí, plantaba frente a la chimenea, se sentía impotente, como si todo hubiera sido culpa suya. Y quizá lo fuera, pero era su hijo, y no pensaba abandonarlo ni mantenerlo lejos de ella. Debería haber luchado por él, pero había optado por dejarlo todo en manos de su padre y ahí es donde se había equivocado. Sin embargo, aún podía arreglarlo.

    Pasaría todo el tiempo que le quedaba con su hijo, y así, cuando se marchara a Crys o al Territorio Inmortal, se iría querido y feliz, sin sentirse abandonado. Sería igual que cuando estaba Darakor, cuando paseaban los tres y lo hacían todo juntos.

    Escuchó la puerta de la sala abrirse y entraron dos criados empapados, cabizbajos y temblando por el frío.

    -¿Lo habéis encontrado?-Preguntó, apremiante.

    -No, señora.-Dijo uno de ellos.-En los terrenos de la Mansión no está y los que están buscando fuera aún no han regresado, puede que se hayan retrasado por la lluvia.

    -Seguid buscando, no puede haber ido muy lejos, es un niño de ocho años.

    -Como desee.-Le hicieron una reverencia y volvieron tras sus pasos, topándose con Atore.

    El elfo caminó hacia su hija, imperturbable y tranquilo, como si aquello no fuera con él.

    -¿Aún les tienes buscando?-Preguntó, sin interés.

    Iril suspiró.

    -Y seguirán haciéndolo hasta que encuentre a mi hijo, padre.-Contestó la elfa.-Podría pillar una pulmonía o enfermar y... y...

    -¿Y cuándo vuelva qué? Si se lo llevan los Jinetes sabrán de dónde ha salido... ¿qué pensará la reina de ti? ¿Qué pensarán todos de nosotros?

    Iril miró a los ojos azules de su padre, y nunca le parecieron más fríos que en ese momento.

    -La reina ya sabe que tengo un hijo, padre.

    -¿Cómo?-La sorpresa rompió la mueca imperturbable de su padre.

    -Lo sabe desde que lo traje, y no ha tenido ningún problema. Más de una vez me insistió para que se lo presentara a la joven princesa, son de una edad similar y podrían haber jugado juntos. Pero no quise involucrarlo, no quería que entrara en la corte y se diera cuenta de cómo eran los elfos. Arrogantes, hipócritas y capaz de vender a un semejante por más poder. Quería que esa pureza que le caracterizaba durara para siempre... pero tú lo has roto, con tus malas palabras, tus gestos. Has hecho lo imposible para que se sintiera un paria desde que está aquí...

    -Iril no te permito...

    -Escúchame bien, padre, porque solo te lo voy a decir una vez. Rashek es mi hijo, y Darakor era mi marido, me casé con él porque le quería y le quise hasta que murió. No voy a volver a casarme, ni voy a seguir tus pasos. Voy a cuidar de mi hijo hasta que no me necesite, ¿entiendes? Y no voy a dejar que sigas machacándole de esa forma por enfrentarse a ti, porque si lo hace, motivos tiene.

    Atore estaba rojo de furia y justo cuando iba a replicarle a su hija, un criado entró con estrépito en la sala.

    -¡Lo encontramos, lo encontramos!-Exclamó.-Estaba entre unos arbusto en el Bosque de los Unicornios.

    Iiril corrió hacia el criado.

    -¿Dónde está?-Preguntó, apremiante.

    El criado dudó, miró a su señor Atore, y luego de nuevo a Iril, tragando saliva.

    -En la cocina... pero debería esperar a que le cambien de ropa y... le curen.

    Iril se llevó una mano a la boca, espantada.

    -¿Le curen? ¿Qué ha ocurrido?-Se temía lo peor.

    -No lo sabemos, señorita.

    -Llévame ahora mismo con él.-Ordenó, con más dureza de la necesaria.

    El criado asintió y la guio hacia la cocina. Una vez allí, le mandaron a la habitación de Rashek, donde lo habían llevado. Casi corriendo, Iril llegó y abrió la puerta sin tocar, entrando y corriendo hacia su hijo.

    -¡Rash!

    El niño, que estaba sucio, mojado y demacrado ni la miró, simplemente recibió el abrazo sin poder evitarlo. Le habían quitado la camisa y la capa mugrientas y estaban lavándole la cara con un paño y agua tibia.

    -Pequita, me has asustado, no vuelvas a escaparte así...

    -No me había escapado.-Fue la única respuesta del niño.

    Le miró a los ojos, por fin, y los encontró oscuros y vacíos.

    -Señora, si me permite, debo curarle la mano.

    Iril miró al sanador de la familia sin entender, bajó la mirada a las manos de su hijo y se horrorizó.

    -¿Qu-qué te ha pasado?-Preguntó, asustada.

    La mano de Rashek estaba completamente quemada, magullada y ensangrentada, daba incluso asco mirarla. Iril no pudo aguantar mirarla más y desvió la mirada al sanador.

    -Cúrasela, por favor...

    -Lo intentaré...-Se agachó frente al silencioso niño y le tomó de la mano.-Dime si te hago daño.

    -No me duele.-Contestó Rashek, y cerró la mano herida para mostrarlo.-Ellos me han curado...

    -¿Ellos?-Preguntaron Iril y el sanador al unísono.

    Rashek levantó la vista hacia su madre.

    -Los unicornios. Me dijeron que no podían hacer nada por la cicatriz, pero que aliviarían el dolor.

    El sanador asintió, y le lavó la sangre de la mano al niño, que no se quejó ni se movió. Una vez lavada, solo quedaba la cicatriz de la quemadura y la Marca del Dragón, que brillaba con intensidad en la carne pálida y rosa.

    -Hicieron un buen trabajo... pero la cicatriz será para toda la vida.

    -¿No puedes hacer nada?-Preguntó Iril.

    -Mi magia es menor que la de los unicornios, si ellos no pudieron, nada puedo hacer yo.

    -Gracias de todos modos.

    Y se quedaron madre e hijo solos.

    -Rashek...

    -¿Cuándo me iré?-Preguntó el niño, una vez limpio y con ropa nueva.

    Iril le miró sin entender.

    -¿Irte?

    -Soy un Jinete, debo convertirme en Inmortal. Tengo la Marca.-Y le mostró la mano herida.-Debo convertirme en un buen Jinete y conocer a mi dragón. Pienso ser el mejor, nadie será capaz de derrotarme.

    -Lo sé, cariño, pero ahora debes descansar, ya hablaremos de eso por la mañana, ¿de acuerdo? Vendré a verte y pasaremos todo el día juntos...

    -No. Tienes muchas obligaciones, no te preocupes. No necesito que estés conmigo, soy mayor. Voy a comer algo y me iré a dormir, buenas noches.

    Y el niño se dirigió hacia la puerta, salió por ella y fue hacia las cocinas.

    Iril, sorprendida ante la reacción de su hijo, no le siguió. Se sentó en la cama y se echó a llorar. Había llegado tarde, lo había sentido en su hijo. Se había creado un tremendo abismo entre los dos que había acabado de separarlos del todo. No había estado cuando su hijo más le había necesitado, cuando era vulnerable, y ahora él había aprendido a estar sin ella, no la necesitaba. Era tan duro y le desgarraba por dentro.

    Pero lo que Iril no sabía era que Rashek era más vulnerable que nunca, que la necesitaba desesperadamente, y por miedo al rechazo, había cubierto su ajado corazón por una capa de frío hielo que lo separaba de todo y de todos. Era tan grande el cambio que había hecho, que se asustaba a sí mismo. Había llegado a odiarse tanto que, si no hubiera sido por los unicornios, hubiera muerto quemado en el bosque. Pero hasta los unicornios sabían que el futuro le deparaba otro destino, y habían entrado en contacto con él para salvarlo...
     
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    Capítulo Cuarto: Los Inmortales.

    Había pasado una semana desde el asunto de su mano, y Rashek ya estaba preparándose para partir al día siguiente. Como tenía pocas pertenencias, no iba a llevar mucho equipaje. Le daba pena tener que dejar allí a su gata Sombragris, pero no podía llevársela.

    Aquella semana había pasado rápida, apenas un suspiro, había montado a caballo, leído y escuchado sus lecciones. Su madre había intentado acercarse a él, pero Rashek había rechazado cada uno de sus planes con tranquilidad, alegando que tenía cosas que hacer antes de su marcha. Ya le dejaban desayunar, comer y cenar en la sala principal, junto con su madre y su abuelo, pero cuando no le apetecía, les pedía a los criados que le subieran la comida a la habitación y disfrutaba de la soledad. Sabía que eso a su abuelo le molestaba, y le parecía bien, ahora que quería que fuera parte de la familia, él se sentía más alejado de ella y no quería. Aquella noche celebraban una cena en honor de la princesa Selin, pues también había sido honrada por la Marca del Dragón y también partía. Su madre le había pedido que la acompañara, pero él había dicho que no, que prefería cenar con el Maestro Siward y Sombragris para despedirse.

    Mientras, en palacio, Selin era presa de su hermana para prepararla para la cena. No había pedido esa cena, ella solo quería estar con su familia y nadie más. Poder despedirse de ellos en soledad y disfrutar de los pocos momentos que le quedaban antes de su partida. Y aquello la enojaba, era la tercera vez ya que discutía con Aura porque no quería ponerse un estúpido vestido verde que pegaría con sus ojos. Pero no quería parecer una pera el día que la cena era en honor a ella. Fentus la apoyaba en silencio, y sus padres estaban demasiado ocupados para pasar el día con ella. Pero no se sentía triste, quería irse, buscarse el porvenir sin la necesidad de ser una princesa. Ella sola sin nadie más, imaginaba un lugar lejos, lleno de aventuras que la esperaban, y hacia allí se dirigiría al día siguiente.

    Así, los dos diferentes aprendices de Jinete pasaban su último día en Random.

    Como había dicho Rashek, cenó con el Maestro Siward y se divirtió, sin pensar en que su madre se sentía triste en la fiesta de palacio, no paró de reír de las historias que le contaba su maestro y comió como nunca.

    -Te echaré de menos, jovencito. Has sido uno de los mejores alumnos que tenía.

    -No será para tanto.-Rashek y el Maestro caminaban hacia el carruaje de este, pues ya era noche cerrada y era tarde.-Seguro que no has tenido muchos alumnos.

    -Oh, sí que los he tenido. Y eso me hace recordar que tengo algo para ti.

    Rash le miró curioso, y el Maestro se sacó un paquete de un bolsillo de la túnica.

    -Espero que te guste.-Y se lo entregó.-Vamos, ¡ábrelo!

    Rashek lo abrió, y se encontró con un par de guantes de diferente color y de la mano derecha. Miró al maestro sin entender.

    -¿Qué...?

    -Son para tu mano... me he fijado que intentas esconderla siempre, así que con eso ya no lo harás. Son de piel buena. No sabía qué color te gustaba más, si el marrón o el negro, así que aquí tienes los dos. Y que nadie nunca te haga sentir mal por tu decisión, Rashek.

    Este se sonrojó, pero no por vergüenza, sino porque el Maestro Siward era el único que había entendido porqué se había destrozado la mano de esa manera. De pronto, le merecía la pena vivir si tenía a personas como él en su vida.

    -Yo... fui un insensato. Ahora tendré que vivir toda la vida con una mano mutilada.

    El Maestro Siward le agarró la mano con fuerza, pero sin llegar a hacerla daño.

    -¿Te duele, chico?

    -No.

    -Pues no está mutilada. Es una mano como otra cualquiera.

    Rashek sonrió.

    -Gracias.

    -No hay de qué... y ahora ayuda a este viejo chocho a subir al carruaje.

    //////​

    Y había llegado el día que cambiaría sus destinos.

    Rashek había llegado en un carruaje junto a su madre y su abuelo, habían tenido una entrada demasiado ostentosa para su gusto, pero es lo que había querido su abuelo y no había podido evitarlo. Igual que no había podido evitar que le peinaran y le vistieran de aquella manera tan incómoda. Llevaba medias... medias rojas, horribles y que picaban, a juego con el jubón que le había regalado su abuelo... que era horrible también. Pero una vez llegaron se olvidó de todo aquello y se concentró en la muchedumbre que se había reunido en la plaza de la ciudad para darle el adiós a la princesa. Nunca pensó que hubiera tantos elfos en aquella ciudad.

    Entonces se percató de que la princesa le miraba desde su carruaje descubierto. Y la sonrió, amablemente. Ella se sonrojó y apartó la mirada.

    Rashek bajó del carruaje de un salto, ignorando a su madre decirle que tuviera cuidado y se hizo paso hasta el lugar donde aterrizarían los Inmortales. Habían dejado un gran espacio, donde cabrían unos diez carruajes, y hacía allí se dirigió el mestizo, mirando hacia el cielo, buscando.

    Y allí estaban, los Inmortales, los defensores de la justicia y la paz.

    Eran dos, habían llegado sobre sus dragones, y era una imagen tan deslumbrante y fantástica que Rashek no pudo evitar ponerse en el camino de los dragones y casi fue aplastado por la cola de uno. Sorprendido por el tamaño de las bestias, le dijeron que se apartara y se retiró a un lado con los demás elfos, que cuchicheaban y hablaban de los Inmortales.

    Los dragones eran bestias enormes, uno era de color azul y el otro totalmente negro, y sus jinetes observaron a la multitud y bajaron con agilidad. El Jinete del dragón negro hizo una reverencia a los reyes y ellos, a su vez, se la devolvieron. Era de edad mediana, alto y moreno, de ojos azules y una cicatriz que surcaba su cara desde la ceja derecha hasta la mejilla izquierda, pasando por su nariz. Iba vestido con ropa de montar oscura, y guantes y botas del mismo color, una capa marrón le colgaba a la espalda y llevaba un gran mandoble a la espalda. Su compañero, más joven y un poco más bajo, era rubio, pálido y de ojos claros, vestía igual que el otro Inmortal, pero en vez de un mandoble llevaba un hacha al cinto y arco a la espalda.

    -Bienvenido de nuevo, Lord Tanos, y que sea bienvenido también tu acompañante,-Lo saludó el Rey Aramis IV.-en este día glorioso para los elfos y esperamos que hayáis tenido un vuelo tranquilo.

    -Gracias, Majestad, y sí, ha sido un vuelo tranquilo para tan corto viaje. Esperemos que no se alargue demasiado la despedida de los aprendices, pues queremos estar de vuelta antes del anochecer.

    Uno de los dragones, el negro, gruñó fuertemente, haciendo así que todos le prestasen atención. Era mucho más grande que el azul, y más viejo, y tenía los ojos azules cobalto, brillantes y amenazadores. A Rashek no dejó de maravillarle, y dejó de prestar atención a su alrededor para fijarse solo en él.

    -Perdonad a Freya, pero ha dejado sus huevos en Crys, y solo piensa en ellos.-La dragona, ofendida, echó humo por la nariz, fulminando a su jinete con sus ojos oscuros. Lord Tanos carraspeó y se separó de la familia real.- ¿Quiénes son los jóvenes que han sido Bendecidos por los Dioses? Que den un paso al frente y se presenten.

    Rashek se puso nervioso, nadie le había dicho que iba a tener que presentarse de aquella manera delante de tan gran multitud, y empezó a notar las manos húmedas de sudor, sobre todo la que llevaba el guante. Observó a la princesa Selin, que estaba tranquila, y escuchaba algo que le decía el príncipe heredero, que también era Jinete, de Unicornio, creía él.

    Selin tomó aire y dio varios pasos hacia el centro donde se arrodilló, junto a Lord Tanos, había practicado aquello con su hermano varias veces y estaba preparada.

    -Soy Selin Dayane, de la dinastía de Aramis IV, princesa de la ciudad de Elander, hija de los Reyes de Random, hermana de Jinete de Unicornio y Jinete de Dragón bendecida por los Dioses.-Y alzó su mano, inmaculada, blanca y pequeña, para que todos vieran como brillaba la marca anaranjada en su mano derecha.

    -Bienvenida, Princesa Selin Dayane, yo soy Lord Tanos, Señor Supremo de los Jinetes y Líder de los Jinetes de Dragón, él es mi mano derecha y Señor de los Jinetes de Dragón, Nyro de las Montañas Escarcha.-Se giró y señaló a la dragona negra, que hizo una reverencia, igual que su compañero dragón.-Esta es Freya Montaña Oscura, mi corazón-dragón, y a su lado está el joven Nébulo, Hielo Andante. Sé bienvenida como aprendiz.-Y la santiguó.

    Una elevación surgió del pueblo, alabando a su princesa, tan fuerte y clara que la sonrojó. Selin se levantó, y algo titubeante, caminó hacia Lord Tanos y su dragona. Al llegar junto a él, tragó saliva y miró a su familia, que la miraba con orgullo.

    Ahora era el turno de Rashek.

    Estaba muy nervioso, tanto que le temblaban las manos. Cerró los puños, intentando serenarse, su madre le apretó el hombro para reconfortarle.

    -Dile quién eres Rashek, tu abuelo y yo estamos contigo.

    Pero Rashek no la miró, y caminó hacia el centro y se arrodilló frente a Lord Tanos. Escuchaba a la gente murmurar sobre su procedencia, pero le dio igual. Había dejado atrás al antiguo Rashek, y ante ellos estaba el nuevo.

    -Soy Rashek Darakorson, de Costa Marfil, Bendecido por los Dioses con la Marca de los Dragones.-En esa parte titubeó, tomó aire y se quitó el guante, mostrando la marca, que brillaba con fuerza entre las cicatrices. Y le tocó ignorar los murmullos de nuevo.-Y estoy listo para mi destino.

    Lord Tanos le miró la mano con curiosidad.

    -Bienvenido a ti también, Rashek Darakorson,-volvió a repetir las presentaciones de Nyro y los dragones.-Y sé bienvenido como aprendiz.-Y lo santiguó.

    Los elfos aplaudieron, pero no fue una gran ovación como la de la princesa, Rashek se situó al lado de Selin, habiéndose puesto de nuevo el guante y observó a Freya Montaña Oscura con adoración mientras Lord Tanos despedía a los niños transmitiéndoles que volverían como verdaderos Inmortales y en sus propias monturas.

    Freya también le miraba, y con la cabeza le olisqueó, revolviéndole el cabello azabache, al igual que hizo con la princesa.

    ”Pequeños, muy pequeños”-Resonó su voz, mirando a Nébulo Hielo Andante.

    “Tú también eras pequeña cuando saliste del huevo, Freya, y mírate ahora. Déjales, ya crecerán.”

    Nyro se acercó a ellos, frunciendo del cejo.

    -Prestad atención a Lord Tanos, o se molestará como la última vez...-Susurró el jinete.

    Y los dragones dejaron de cuchichear entre ellos. Rashek dejó de observarles y prestó atención a Lord Tanos, que sin más demora mandó cargar las pocas pertenencias de los aprendices sobre la grupa de los dragones, que ni se inmutaron. Le dijo unas palabras a Nyro y se acercó a ellos.

    -Es hora de partir, aprendices, a vuestro nuevo hogar. Hoy será la primera vez que montaréis en dragón, pero no la última. El próximo dragón que montéis será el vuestro, y estaréis vinculados a él como lo estuvisteis a vuestras madres durante su embarazo. Seréis un solo ser. ¿Comprendéis?-Los niños asintieron.-Selin, dejas de ser una princesa mientras estás con nosotros, nadie te tratará por tus títulos, y te llamarán por tu nombre y nada más. Eres una más de los alumnos que tenemos, como un día lo fue tu hermano. Montarás con Nyro durante el viaje.-Selin asintió y se acercó a Nyro, que la ayudó a subir a la silla y ambos se acomodaron.-Rashek, no sé qué demonios te ha pasado en la mano... pero espero que no quisieras borrarla como pienso, ¿verdad?

    Rashek tragó saliva.

    -Señor, yo...

    -Suficiente, has nacido con este destino y no puedes luchar contra él. Aprenderás a llevar esa Marca con orgullo, aunque no la quieras, es lo que vas a ser el resto de tu vida. ¿Comprendido?-El chico asintió.-Vamos, montarás conmigo, será toda una experiencia.

    Y como había dicho Lord Tanos, el vuelo fue algo que nunca habían experimentado los niños. Desde que el humano vio por primera vez un pájaro volando, había tenido ese antiguo secreto de poder volar como ellos, atravesar las nubes y notar el viento en la cara. Y gracias a los dragones habían podido conseguirlo.

    El vuelo era corto, pues los dragones iban a una gran velocidad, apenas disfrutaron del paisaje al traspasar la Llanura Colmillo, la sierra que separaba los Bosques Verdes de los Unicornios de las Montañas de los Dragones, pues antes de poder regresar a Territorio Inmortal, en el centro de Alantasia, debían entregarles sus huevos de dragón y hacer el vínculo que los uniría por siempre a su montura. Llegarían a Crys, la ciudad que habían construido en honor de Dracus, el Dios Dragón, al anochecer, y pasarían tres días pasando la prueba de selección de huevos. Una vez tuvieran ya a su pequeña cría de dragón, tomarían un barco que los llevaría cruzando Territorio Elfo de nuevo por el Río Corazón, hacia Territorio Inmortal. Era un viaje lento, pues seguían el cauce del río, donde aprovecharían para conocer y fortalecer a sus pequeños dragones.

    Y como habían predispuesto, llegaron a Cryss al anochecer, el sol se ocultaba tras la gran montaña-volcán y vieron varios dragones volando por el cielo que les dieron la bienvenida expulsando fuego por los orificios de su nariz para iluminar su camino.

    Rashek estaba maravillado ante tanta hermosura, y cuando aterrizaron en el valle frente a la gran muralla que rodeaba la ciudad, con sus enormes puertas abiertas de par en par, supo que había encontrado por fin su lugar. Lord Tanos le ayudó a bajar y el chico se dirigió junto a Selin y Nyro.


    //////​


    Aún quedaba un rato para que amaneciese, pero Rashek apenas había podido dormir de la emoción de estar allí, tan cerca de ser un Jinete con un dragón de verdad. Se había levantado de la cama sin despertar a su compañero de habitación, y se había colado por la ventana, desde la cual observaba la ciudad con adoración.

    Le habían hospedado en un gran edificio con otros diez aprendices, a Selin la habían llevado con la chicas, y a él, con los chicos. Había cenado con ganas la noche anterior, pues el vuelo le había abierto el apetito, y había conocido a Jake, su compañero de habitación. Era un chico muy divertido, y habían congeniado en seguida. Pero le había dado mucha pena despertarlo, así que allí estaba él, sentado con los pies colgando en la ventana, observando como amanecía en la Ciudad de los Dragones.

    Tenía tantas ganas de tener ya su huevo, de poder acariciar a su pequeño dragón, de verle crecer, y juntos recorrer los cielos, correr peligros y vivir aventuras. Se imaginaba lo grande que se haría, incluso más que Freya Montaña Oscura y todos le alabarían y su abuelo tendría que agachar la cabeza y reconocer el buen trabajo que había hecho.

    -¿Rashek?

    Rash se giró y observó a Jake, que por fin se había despertado. Era un chico pelirrojo, menudo y de ojos azules, con pecas decorando sus mejillas y nariz. La noche anterior le había contado que era de Myra, en el Reino Azul, donde vivía con su madre y hermanas. También le había contado que sabía tantos chistes porque había sido payaso en el circo de sus padres hasta que a su padre se lo comió un león. Rashek se había sorprendido mucho, pero Jake hablaba con total normalidad de ello, igual que de su hermana sirena...

    -¿Tienes una hermana sirena?-Había exclamado.- ¿Cómo es eso?

    -Le gustaba mucho el agua... tenemos una casa junto al Lago Myr, donde viven las sirenas... Y se enamoró de un tritón. Mi madre se lo tomó fatal, pero el tritón la convirtió en sirena y ahora viven allí muy felices. Por eso cuando vuelva de nuevo con mi mamá, ¡la haré feliz con mis logros! Seré rico y famoso y mis demás hermanas no tendrán que trabajar en el circo para ayudar a mi madre.

    -Yo te ayudaré.-Le había prometido.

    Así Rash entró de nuevo en la habitación, dejando la ventana abierta para que entrara la luz y sonrió al muchacho.

    -¿Qué hacías ahíiiiii?-Preguntó con un gran bostezo el muchacho pelirrojo.

    -Apenas he podido dormir por la emoción, Jake.-Contestó.

    Se lavaron, vistieron y bajaron a desayunar al comedor riéndose de las cosas que contaba Jake. Apenas había gente en el comedor, dos o tres jinetes que compartían historias y un par de niños, entre ellos Selin. Se sentaron junto a la princesa, que tenía cara de sueño.

    -Buenos días, alteza.-La saludó Rashek, llenándose el plato de fruta y pan tostado.

    -¿Alteza?-Preguntó Jake, casi atragantándose con la leche.

    -¿No lo sabías? Selin es la princesa de los elfos.-Explicó el mestizo.

    -Aquí soy una más como vosotros, llamadme Selin y no me tratéis de modo distinto, por favor.

    -Como quieras, princesa... digo Selin.

    Desayunaron en abundancia y salieron al patio con los demás niños, donde ya les esperaba Lord Tanos y Nyro, sin sus dragones.

    -Buenos días, aprendices de Jinete.-Los saludó Lord Tanos.-Antes de que podamos entregaros vuestros huevos de dragones, vamos a proceder a explicaros unas cuantas cosas y a presentaros a vuestros profesores. No sois los únicos que hoy recibiréis a vuestras monturas, en Random, Océano y Kônzul también hay chicos como vosotros, tocados por los Dioses que estarán recibiendo a sus bestias. Yo soy el Señor Supremo de todos los Jinetes, Líder de los Inmortales, y vuestro líder cuando os convirtáis en ellos y hay una jerarquía que tenéis que seguir si queréis convertiros y seguirnos. Después de mí, van los cuatro Líderes, Nyro, como ya sabéis es el Señor de los Jinetes de Dragón, igual que Eldar es el Señor de los Jinetes de Unicornio, Koji, el Señor de los Jinetes de Leviatán y Adam, Señor de los Jinetes de Escorpión. Cada jinete de dragón ha de obedecer a Nyro, igual que él me obedece a mí, y vosotros habéis de obedecer a los Cuatro Señores y a mí, ¿comprendido?

    -¿Habla del Eldar que es amigo de mi madre?-Le susurró Rashek a Seline.

    -Sí, Eldar pretende a tu madre desde hace muchos años, pero ella le da evasivas. Quizá algún día sea tu padrastro.

    -Genial...

    -... una vez seáis Inmortales,-explicaba Lord Tanos,-cada uno de vosotros seréis emparejado con otro Jinete y seréis enviado a una región donde vosotros seréis la ley y deberéis colaborar con el ejército de esa región. Aún queda mucho para esto, con lo cual, deberéis aprender el manejo de todas las armas conocidas, preparar vuestro cuerpo física y mentalmente. Además de estudiar todas las culturas pasadas y presentes de Alantasia y costumbres de las Bestias de Alantasia para conocerlas a todas.

    -Os haremos una prueba de conocimiento para agruparos a todos en grupos con los que podáis aprender mejor.-Continuó Nyro.-Y una vez hechos estos grupos, os llevaremos a los nidos de las dragonas para que el huevo os elija.

    -¿El huevo nos elija?-Preguntó una niña.

    -Exacto, vosotros no elegiréis al dragón que está por nacer. Desde que los Inmortales han existido, ha sido la criatura quien ha elegido a su Jinete para vincularse a él. El vínculo es lo más importante que haréis en vuestras vidas.

    -¿En qué consiste ese vínculo?-Preguntó otro niño.

    -El vínculo,-contestó esta vez Lord Tanos-se crea cuando vuestro corazón y el corazón de vuestro dragón se unen en uno solo.

    -¿Nuestro corazón se romperá?

    -No, hijo, no se romperá... Pero perderás una parte de tu corazón que será reemplazada por la de tu dragón, igual que él perderá una parte para que se junte con la vuestra. Sí, tendréis medio corazón de dragón.-Lord Tanos se desabrochó la camisa y enseñó la cicatriz que tenía en el pecho, justo donde estaba su corazón.

    -¿Duele mucho?-Preguntó una niña, con una mueca de dolor al ver el pecho de Lord Tanos y Nyro.

    -¿Que si duele?-Preguntó Lord Tanos, mirando a Nyro, que sonrió.-La verdad es que un poco... sobre todo porque en el momento de la fusión de ambos corazones notaréis la unión. Pero tranquilizaos, aún falta mucho para eso. Es el último paso para convertiros en Inmortal, primero habéis de fortalecer el cuerpo y la mente, que es muy importante.

    -Entonces...-Habló por primera vez Rashek.-cuando conozcamos a nuestros dragones no sentiremos el vínculo, ¿no seremos uno solo?

    -Sentiréis el vínculo la primera vez que os miréis a los ojos.-Contestó esta vez Nyro, mirando a los ojos de Rashek.-Pero no será hasta que vuestro dragón crezca que os uniréis para ser un mismo ser. Es muy importante que vuestro dragón y vosotros paséis el máximo tiempo posible juntos, así el cuando llegue el momento del vínculo, éste durará lo menos posible y será más difícil que haya un rechazo.

    -¿Puede haber un rechazo?

    -Sí.-Contestó Lord Tanos.-No suele pasar mucho... porque los niños queréis a vuestros dragones desde que los veis, igual que a los unicornios, a los leviatanes y a los escorpiones. Pero hay niños que sin darse cuenta tienen oscuridad en su corazón, y esa oscuridad impide el vínculo, pues es una acción noble y pura. Pero no os preocupéis por eso, ahora hacemos pruebas de pureza a los niños antes del vínculo y ayudamos a borrar esa oscuridad con los Sabios.

    -Bien, es todo por ahora. Seguidme y os haremos la prueba de grupos para separaros.

    Y todos siguieron a Nyro.

    La prueba, más que una prueba, era separar a los niños que sabían leer y escribir de los que no, para que no atrasaran a los demás. Una vez fueron separados, hicieron otra prueba de nociones, ya que los niños de familias ricas o poderosas, en el caso de Selin y Rashek, tenían más ventajas para estudiar. Eran pocos, y además solo había dos elfos y eran ellos. Así que quedaron en el mismo grupo, y Jake se marchó con los niños que no sabían leer.

    Pasaron toda la mañana con Nyro, pues era el único de los profesores con nociones élficas. Había sido una suerte que Fentus hubiera enseñado a Selin a hablar, leer y escribir la lengua común, porque la ayudaba muchísimo en ese momento.

    Durante el almuerzo, Jake volvió a sentarse con ellos y les explicó que le estaban enseñando a leer y escribir de una manera muy rápida, ya que sus mentes tocadas por los Dioses eran más rápidas que una mente de niño normal. Se alegraron por él y estuvieron hasta después de comer con el chico pelirrojo, que era muy divertido y a Selin le había caído muy bien.

    -Oye, Selin, ¿qué se siente al ser princesa?-Le preguntó Jake a la princesa mientras comían.

    -Pues... no sé... siempre he sido una princesa, no sabría qué decirte.-Contestó ella, confundida.-Es como si yo te preguntase que se siente al ser... tú.

    -Oh, pues yo me siento muy bien. Quizá si no hubiera tenido tantas hermanas sería de otra forma, pero soy así y no me molesta. Igual que me gustaba ser payaso. ¿A ti te gusta cómo eres, Rashek?

    Rashek, que estaba masticando un trozo de muslo de pavo, trago y se encogió de hombros.

    -No me gustaba vivir con mi abuelo, si te refieres a eso. Estaba mejor en Costa Marfil.

    -El señor Atore siempre ha sido muy amable conmigo.

    -Al menos lo fue con alguien.-Replicó el mestizo.-Cuando sea mayor volveré a ver a mis primos y a mi tía, siempre me trataron muy bien.

    -¡Y nosotros te acompañaremos! Espero que nos toque a alguno de nosotros juntos cuando patrullemos. Sería genial, ¿verdad?

    Rash asintió, sonriendo mientras que Selin se encogió de hombros.

    Y una vez más se separaron de Jake y se quedaron a solas, esperando a que Nyro viniera a buscarlo para su siguiente lección.

    Pasaron mucho rato en silencio, y eso a Selin no le gustaba, observó al muchacho mirar unas flores y olfatearlas y se percató del guante, recordando cómo tenía la mano el niño. Le había sorprendido que se hubiera herido la mano de la marca, y pensó en que había sido una casualidad asombrosa.

    -Oye, Rashek...

    -Puedes llamarme Rash.

    -Rash... ¿qué te pasó en la mano?

    Rashek se giró y la miró directa a los ojos, algo que la incómodo, pues él tenía unos ojos almendrados muy oscuros.

    -Nada, me caí en el fuego.-Respondió Rash, quitándole hierro al asunto.

    -Debiste caerte mucho rato para quemártela de esa forma...

    -¿Qué más da?-Exclamó Rash, algo molesto.-Me la quemé y ya está.

    -Es que es raro... justo la mano de la Marca, la otra está sana y...

    -¿Y a ti qué te importa? No es tu mano, no tienes que llevarla a todas partes, ¿no? Pues deja de hablar de ella...

    -V-vale... lo siento.-La chica bajo la cabeza, no estaba acostumbrada a que la hablaran con tanta dureza.-No era mi intención molestarte.

    -Pues lo has hecho... Mira, por ahí viene el maestro Nyro.


    //////​


    Habían pasado ya dos días desde que habían llegado a Cryss y por fin era el día en que les entregarían sus dragones. Selin y Rashek serían los primeros en pasar por los nidos de las dragonas. Y estaban nerviosos, pero aquello no iba a ser hasta al atardecer cuando las dragonas salían a cazar y los nidos quedaban custodiados por los dragones machos. Mientras, tenían la tarde libre y los habían juntado con los demás niños.

    Jake había hecho muchos amigos mientras aprendía a leer y a escribir, pero no dudaba en dejarlos atrás para juntarse con Selin y Rashek, que desde el día que hablaron de la mano del mestizo, estaban fríos y distantes. Pero eran niños, y apenas sabían lo que era aún la amistad.

    Selin estaba leyendo un libro bajo la sombra de un árbol, mientras Rash y Jake jugaban a las canicas a un lado, no muy lejos de ella, pero tampoco cerca para poder molestarla. Y fue cuando unos niños se acercaron a la princesa.

    -¿Tu eres la princesa de los elfos?-Preguntó una.

    Selin levantó la vista del libro y miró a las dos niñas y los tres niños que la miraban.

    -Sí...

    -¿Y te crees mejores que nosotros porque eres de la realeza?

    La pregunta la pilló totalmente por sorpresa. Allí no era una princesa, era una niña como otra cualquiera. No entendía a qué venía todo aquello.

    -¿Qué? Yo no he dicho eso...

    -Porque no eres mejor que nosotros, solo eres otro elfo más.-Le interrumpió uno de los niños con dureza.

    -No quiero problemas.-Dijo ella, simplemente, para zanjar el asunto.

    -Pues no los des...

    -Eh, ¿qué hacéis?-La voz de Rashek le sonó a Selin como un vaso de agua fría en el desierto.-Dejad de molestarla, ella no os ha molestado a vosotros.

    Los cinco niños se giraron hacia él y Jake. Rash se levantó y se acercó a ellos, frunciendo el ceño.

    -Sí que nos molesta con sus aires de superioridad.-Respondió una de las niñas.

    Rashek se cruzó de brazos, al lado de Selin, que observaba la escena en silencio.

    -Si tanta envidia la tenéis, cambiad vosotros a mejores personas. Quizá son los celos de que ella vive en un palacio y tiene criados que atienden todos sus caprichos mientras que vosotros en casa tenéis que hacerlo todos solos. Madurad, que no está tan mal hacer las cosas por nuestro propio pie.

    -¿Estás diciendo que no somos buenas personas?-Preguntó uno de los niños, encarándose a Rash.

    -No, estoy diciendo que os larguéis y la dejéis en paz. ¿No te enteras?

    -Cállate, manoquemada.

    Rashek se rio.

    -¿Es lo mejor que tienes?

    El niño, ofendido, se dio la vuelta y se marchó, los demás le siguieron cuchicheando.

    -¿Estás bien, Selin?-Preguntó el mestizo, ofreciéndole la mano para que se levantara.

    La princesa asintió, tomándola y Rash la ayudó a levantarse.

    -Una de ellas es mi compañera de cuarto... la he tratado muy bien, pero ella es una borde.

    -Si son bordes contigo, puedes permitirte el serlo tú también. Es una cosa que he aprendido con mi familia.

    -Gracias.

    -¿Quieres jugar con nosotros a las canicas?-Preguntó Jake, con una sonrisa.-Es muy fácil...

    Y pasaron lo que quedó de tarde jugando a las canicas y cuando ya atardecía, Nyro vino a buscar a Selin y Rashek para prepararlos.

    -¿Estáis nerviosos, chicos?-Les preguntó, mientras caminaban hacia la salida de Cryss, por la misma puerta por donde habían entrado dos días antes.

    -Un poco...-Respondió Rashek.- ¿Puede pasar que no haya ningún dragón para nosotros?

    Nyro se rió.

    -No te preocupes por eso, Rashek, la marca la recibís cuando el huevo ha sido puesto por la dragona. O cuando ha nacido, en caso de ser vivíparo en vez de ovíparo. El huevo lleva esperándoos desde entonces, resguardado por la madre.

    -¿Puede ser Freya la madre de uno de nuestros dragones?-Preguntó Selin.

    Nyro asintió.

    -Sí, pero hay otras tres dragonas que han puesto huevos, y no todos serán para un jinete.

    -¿Qué pasa con los que no son para jinetes? ¿son dragones salvajes?-Preguntó Rash.

    -No exactamente, cuando crecen y se separan de sus madres pueden elegir quedarse y buscar una compañera aquí o en las montañas como los otros dragones.-Y les guio hacia la cueva-nido donde esperaban los huevos. Allí ya estaba Nébulo, que estaba tumbado en el suelo. Se levantó y saludó a su jinete olfateándole y acariciando su morro contra su pecho.-Nébulo es el compañero de una de las hembras que han puesto, y estará muy orgulloso si una de sus crías es vuestra.

    Espero que las tratéis tan bien como lo ha hecho mi Nyro conmigo

    -Gracias, será un honor para nosotros también.-Dijo Rashek y Selin asintió.

    Entraron en la cueva junto a Nébulo, que los guio hasta el final, donde había espacio para por lo menos diez dragones. El lugar era oscuro y algo húmedo, pero se veía perfectamente gracias a la obertura de entrada y salida. Los nidos estaban alejados unos de los otros, custodiados por la pareja macho de cada dragona.

    -¿Los dragones elijen sus compañeras o los juntáis vosotros?-Preguntó Selin, al observar cómo Nébulo se tumbaba junto a su nido.

    Nyro acarició el morro de su dragón para tranquilizarlo, pues sabía que era duro entregar a los huevos aún sin abrir a sus jinetes.

    -No, se emparejan ellos. A veces con dragones o dragonas libres, y otras con dragones de jinetes... esto último es algo incómodo, ya que sientes lo que siente el dragón y a veces los sentimientos se entrelazan y puede llegar a haber malentendidos. Pero en principio, todo sale bien.

    -¿Quién es la compañera de Nébulo?-Preguntó Rashek.

    -Es una dragona que nació dos años después de él, se llama Rocua. No tiene jinete, pero fue la única que decidió quedarse de aquella camada.-Respondió.

    -¿Y el compañero de Freya?-Preguntó Selin.

    -El compañero de Freya es Badru, es el dragón de una Jinete. Y ahora, procedamos a la elección. Pasaremos por cada nido, y tocaréis cada huevo. Con delicadeza, pensad que hay una vida ahí dentro, y cuando sintáis un pinchazo en la marca, sabréis que ese es vuestro huevo, ¿entendéis? Además, el huevo se iluminará, y si tenemos mucha suerte, puede que hasta se abra. ¿Quién quiere ser el primero?-Preguntó el Jinete.

    Los niños se miraron y se señalaron a la vez, nerviosos. Nyro sonrió.

    -No tengáis miedo, chicos, no muerden... todavía.-Bromeó.

    -Las damas primero...-Dijo Rashek, dando un paso hacia atrás.

    Selin le fulminó con la mirada, ya se las pagaría de alguna forma. Se acercó al nido de Nébulo despacio, miró al dragón, que asintió con la cabeza y observó los tres huevos, que acurrucados entre paja y hojas, la esperaban. Tragó saliva y acercó la mano al primero de ellos, algo asustada e insegura. El huevo era de un color rojo granate con vetas doradas, posó su mano temblorosa sobre la cáscara y contuvo el aliento, cerrando los ojos. No pasó completamente nada... pero una calidez la embargó. Al contacto, el huevo estaba caliente, y le transmitió sensaciones extrañas. Sonrió y pasó al siguiente huevo, este era del color del mar embravecido con vetas blancas. No pasó nada cuando lo tocó. Volvió a sentir la calidez que desprendía, pero nada más. El siguiente era verde con manchas doradas. Le encantó aquel color, verde, como sus ojos. Puso su mano sobre él decidida y una luz brillante la cegó por unos segundos, notó un pinchazo en la marca y abrió los ojos para ver su huevo eclosionar con una pequeña explosión.

    -¡Fantástico!-Se escuchó a Rashek.

    -Enhorabuena, no esperábamos que saliera tan pronto.-La felicitó Nyro.

    El dragoncito emitió un quejido y salió del huevo con dificultad. Nébulo le ayudó a quitarse los restos de huevo con el morro, pero el dragoncito le ignoró, mirando sin apenas pestañear con unos grandes ojos dorados a Selin.

    Y Selin le miraba a él hipnotizada, era la cosa más hermosa que había visto en la vida. Ambos se acercaron y la muchacha elfa le acarició con sumo cuidado a lo que el dragón ronroneo, restregando su morro por la mano marcada de la chica, haciendo brillar la llama con intensidad.

    Me siento orgullo de que uno de mis hijos sea tu corazón-dragón.” Dijo Nébulo, haciéndole una reverencia.

    Selin se quedó con su dragoncito y Nyro miró a Rashek, que observaba la escena.

    -Es tu turno, Rashek.

    Rash tomó aire, se acercó al nido de Nébulo y tocó los huevos, pero no ocurrió nada. Entristecido miró a Nébulo y Nyro.

    -Hay otros dos nidos, no te preocupes.

    -Lo sé...-Pero Rash no estaba muy seguro.

    Se dirigió al siguiente nido, donde otro macho le saludó y le invitó a tocar sus huevos con cortesía. Había cinco, y uno por uno, Rashek los tocó, notando la vida que se había creado dentro. Pero ninguno de esos dragones estaba destinado a él. Cambiaron de nido, y un imponente dragón de color blanco le saludó.

    -Este es Badru, el compañero de Freya.-Le explicó Nyro.-Es un dragón albino.

    Rash observó al dragón, que era mucho más grande que Freya y tenía los ojos rojos. Le hizo una reverencia al dragón, que inclinó la cabeza como saludo y observó el nido. Había cuatro huevos de diferentes colores. Pero en cuanto vio el huevo gris, supo que ese tenía que ser el suyo. ¿Cómo? No podía explicarlo, pero algo dentro de él le exigía que lo tocara, que lo reclamara.

    Y eso hizo el niño, ignoró los otros huevos y puso su mano marcada sobre el huevo, notó el calor que desprendía el huevo y en seguida el pinchazo en la marca y la luz brillante también le cegó durante unos segundos. Pero no se abrió...

    Rash miró el huevo confundido.

    -No se ha abierto...

    -A algunos les cuesta más. Háblale, invítalo a salir. Tendrás que cuidar de él hasta que esté preparado para salir al mundo exterior. ¿De acuerdo?

    Rash asintió, miró a Bradu que olfateó el huevo como despedida y el niño lo cogió con delicadeza. Pesaba bastante, pero por nada del mundo lo dejaría caer. Con sorpresa, notó como el dragoncito que aún estaba allí encerrado, se movía, y aquello le fascinó.

    -Cuidaré de ti hasta que quieras salir de ahí, pequeño, y luego te ayudaré a ponerte fuerte y ser tan grande como tus padres...-Le susurró, y le dio un beso.

    Selin, que cargaba con su dragón verde, que se había quedado dormido entre sus brazos, se reunió con ellos a la salida.

    -Le voy a llamar Syrio.

    -Es un buen nombre.

    -Tú podrás ponerle nombre cuando salga del huevo, ¿vale, Rash?

    -¡Si!
     
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    Capítulo Quinto: Dardo.


    No todos los futuros jinetes habían tenido la suerte de Selin y se había abierto su huevo, muchos, como Rashek, aún cargaban con él a todas partes, con orgullo y cuidado de que no les pasara nada.

    Aquella primera noche, Rashek durmió junto a su huevo, tapándolo con las mantas y acariciándolo. Le habló durante horas sobre su vida, de quién era él y de cómo había llegado hasta allí con esperanza de que se abriera. Pero no lo hizo durante aquella primera noche, y al día siguiente, cuando subieron al barco que les haría cruzar el Río Corazón tampoco lo hizo, como muchos otros.

    Por la cubierta del Corazón Ardiente se oían las risas de los niños y se veía corretear a los dragoncitos de un lado a otro con sus primeros pasos. Incluso se oía el aleteo de aquellos que, prontamente, ya querían echarse a volar.

    Habían salido con la primera luz del alba, y brillaba un sol en cielo despejando, augurando una buena travesía. El viaje no era muy largo, tardarían tres días en llegar hasta Territorio Inmortal, atravesando los Bosques Verdes de los elfos, sin paradas. Junto con Lord Tanos, les acompañaban otros tres Inmortales, dos volaban a lomos de sus dragones para hacer más seguro el camino de regreso y el otro, Jinete de Leviatán, iba al frente montado sobre una leviatán azul celeste.

    Todos se habían asombrado de ver por primera vez a un leviatán, como era normal, y la habían estado observando durante horas en la travesía hasta que les había cansado verle la espalda a jinete y montura y volvieron con su huevo o dragoncito.

    Rash temía que le pasara algo a su huevo, y cuando encontró a Lord Tanos solo, se acercó a él con incertidumbre y un poco avergonzado por hablar con él, pues era un hombre que imponía no solo por su altura y su cicatriz, sino por su pose y ese cejo fruncido que le caracterizaba.

    -Señor, me permite una pregunta.

    Lord Tanos, que se había alejado del capitán después de la charla de rumbo, asintió al pequeño aprendiz, que llevaba su huevo en brazos.

    -Adelante, joven. ¿Algún problema con tu pequeño huevo?

    -Sí...-Contestó Rashek dubitativamente. Tragó saliva y agarró con más fuerza su huevo color plateado.-Temo que le pase algo. No reacciona a lo que le digo, y solo se mueve. Somos ya muy pocos los que quedamos aún con huevo...

    -¿Es uno de los huevos de Freya?-Preguntó, con voz neutra y observó maravillado el huevo del mestizo.

    -Sí, señor... Creo que fue el único destinado a un Jinete.

    Lord Tanos se quedó pensativo y sonrió, con un deje de orgullo. Se agachó para quedar a la altura del mestizo, que se asombró, y le puso una mano en el hombro con delicadeza.

    -Freya también tardó en salir del huevo.-Le dijo.-No te preocupes demasiado, acabará saliendo.

    -¿De verdad?

    Lord Tanos volvió a sonreír, algo que desubicó a Rash. No estaba acostumbrado a verle sonreír tanto.

    -Sí, estáis destinados el uno al otro, debe hacerlo. Perdona, pero tengo cosas que hacer. Tú háblale, que sepa que sigues ahí y que no te has olvidado de él o ella. Si tienes alguna otra duda, no dudes en preguntarme, tienes a la cría de mi dragona, chico.-Y se encaminó a su camarote no sin antes revolverle el cabello oscuro.

    Rashek se quedó allí plantado pensativo, notaba los brazos cansados de cargar con el huevo de un lado a otro, así que se quitó de en medio de la cubierta, dirigiéndose a proa y allí se sentó con el huevo entre las piernas, lo acarició unos minutos en silencio y luego comenzó a hablarle de nuevo, con dulzura para no asustarle.

    Selin observó al mestizo mientras paseaba con Syrio de un lado a otro, para fortalecer las patas de la cría de dragón. Pero se cansaba demasiado rápido y ahora iba colgado a su espalda como un koala, justo como la princesa le había enseñado. Le rascó la barbilla y se dirigió a Rashek, que seguía hablando con su huevo.

    -Hola.-Lo saludó la princesa.

    Rashek la miró y luego miró al pequeño dragón, al cual le brillaban las escamas verdes con la luz de sol, igual que los ojos dorados.

    -Está más grande.-Dijo, a modo de saludo.-Y le brillan mucho las escamas.

    -Sí... ¿podemos sentarnos contigo?

    -Claro...-Y Rashek se hizo a un lado para que Selin se sentara con Syrio en el regazo.-Le estaba contando a mi huevo como nos conocimos tú y yo, en la presentación de Lord Tanos y Nyro.

    -Oh, ¿y reacciona?

    Rashek suspiró, negando con la cabeza, volvió a frotar el huevo.

    -Me da miedo que nunca se abra...

    -Tranquilo, no pienses en eso.

    Syrio, que se había alejado de Selin para mordisquear la pernera del pantalón de Rashek, olfateó el huevo y posó sus patitas delanteras encima, lanzó un pequeño rugido y esperó. Selin y Rash se miraron, confusos, y les sorprendió oír un sonido que procedía del huevo, y éste se movió.

    -Dile que lo haga de nuevo.-Le pidió Rashek, apremiante a Selin.-Le ha hecho reaccionar.

    Selin asintió.

    -Hazlo de nuevo, Syrio.

    Syrio la miró ladeando la cabeza y se quedó así unos minutos, impacientando a los niños, pero pasado un tiempo volvió a rugir hacia el huevo, que le contestó con aquel sonido hueco desde su interior.

    Rashek se asustó. ¿Y si el pequeño dragón no tenía la fuerza suficiente para salir del cascarón por sus propios medios y estaba pidiendo ayuda? Aquella suposición hizo que se pusiera nervioso y miró a Selin que observaba como Syrio le gruñía al huevo y daba golpes con las patitas.

    -A lo mejor no puede salir... ¿y si necesita ayuda?

    -Deberías hablar con Lord Tanos de nuevo... Iré a buscarlo, quédate aquí con Syrio.

    Selin se levantó, y Syrio soltó un quejido e intentó seguirla. Pero la chica era más rápida que él y se sentó en medio de la cubierta, derrotado, Rashek le llamó y volvió junto al huevo.

    -Háblale otra vez...-le suplicó al dragón y Syrio le observó sin entender.

    Pero sin que ninguno de los dos hiciera nada, escucharon un crujido que hizo que ambos se giraran hacia el huevo rápidamente. Se había abierto una pequeña grieta en mitad del huevo, y éste empezó a moverse enérgicamente. Rashek clavó sus manos en la grieta y ayudo a su dragón a salir.

    -Vamos, pequeño, tú puedes...-Le repetía, dándole ánimos al dragón.

    Por fin, el dragón sacó las patas delanteras y la cabeza del huevo con un gritito parecido a un maullido y Rashek pudo ver al dragón que le acompañaría el resto de su vida.

    Tenía los ojos oscuros, como dos carbones, con vetas blancas y era completamente de color gris, plateado como una moneda. Se miraron durante largos segundos, hasta que Syrio saltó sobre el recién nacido y empezó a mordisquearles las orejas, juguetón. El dragón gris gritaba pidiendo ayuda mientras intentaba zafarse, y aquello hizo reír a Rash, pero antes de que éste pudiera quitar al dragón verde de encima, la cola del dragón gris atacó a Syrio como un látigo, sorprendiéndole.

    Una vez el dragón se puso encima, se acercó a Rash y se acurrucó en su regazo, como solía hacer Sombragris, su gata. Rash le toqueteó la punta de la cola y se sorprendió al ver que estaba afilada, como la punta de una flecha.

    -Creo que ya tengo un nombre para ti...

    -¡Ha salido del huevo!

    La voz de Selin le sorprendió, ya que había llegado junto con Lord Tanos apenas unos instantes antes y observaba a su dragón con simpatía.

    -Sí... os presento a Dardo.

    Y como si el dragón hubiera nacido ya con ese nombre, Dardo levantó la cabeza y miró a los dos, luego a Rash y se lanzó sobre Syrio para tomarse su venganza, mordisqueando sus orejas. Aunque el dragón de Selin era con diferencia más grande, Dardo parecía mucha más ágil.

    Lord Tanos se acuclilló junto a los juguetones dragones y acarició a Dardo, que se dejó mientras Syrio le mordía en la cola. Había una ternura extraña en los ojos del Líder de los Jinetes.

    -Se parece a Freya cuando era una cría...-Dijo, con una sonrisa bobalicona.-Espero que pronto pueda conocer a sus padres.


    //////


    Todos los dragones habían salido de los huevos, y les tocaba aprender muchísimas cosas sobre ellos. Así que, durante las mañanas, uno de los Jinetes que volaban por el perímetro de seguridad descendía y les daba clases sobre dragones.

    Al principio, todos los niños andaban perdidos, pues había tantas cosas que saber sobre los dragones que apenas recordaban la mitad, pero lo acabarían recordando.

    Aquel primer día con su dragón, Rashek aprendió que no le gustaba que le tocasen las alas, pues las replegaba en el lomo y le intentaba morder cuando acercaba una mano. También aprendió que no podía deshacerse de él, allá donde fuera, Dardo le acompañaba, incluso a hacer sus necesidades... y no era agradable tenerlo al lado cuando se aliviaba, pero podría acostumbrarse.

    Gracias al Jinete Nénum aprendió que los dragones crecían con cada comida que hacían, así que en pocos meses, serían tan grandes como ellos y seguirían creciendo hasta llegar a la edad adulta. Les explicaron que sus alas aún no estaban preparadas para llevar su peso, y que deberían ayudarles a fortalecerlas con ejercicios antes de que echaran a volar. También debían enseñarles a amar la vida y no a cazar indiscriminadamente, pues solo debían cazar para alimentarse.

    Rashek conoció a la dragona de Jake, Azula, una ejemplar azul, hija de Nébulo y hermana de Syrio. Ella era la que más se parecía a su padre, aunque tenía los ojos amarillos. Los tres dragones empezaron a jugar entre ellos mientras los niños hablaban sobre las experiencias que habían vivido ya con ellos.

    El primer día con su dragón, Rashek se acostó muy cansado por todo lo que había aprendido, y durmió plácidamente abrazado a Dardo, que le daba calor en la noche fría.

    El segundo día de travesía, fue el Jinete Fandur quien les dio las clases, alimentaron a sus dragones con gallinas vivas, para que aprendieran a ganarse la comida después de haberla cazado. Selin no lo soportó, pues los elfos apenas mataban y comían carne, y se alimentaban más de frutas y de verduras. Vomitó y el resto del día tuvo que estar en cama, mareada. Así que Rashek ayudó a Syrio con su gallina puesto que él siempre había ido a pescar con su padre y no era tan escrupuloso. La cubierta acabó llena de plumas y sangre, algo que se pasaron toda la tarde limpiando. Cayó la noche rápidamente, hicieron un pequeño fuego y esta vez fue Lord Tanos quien habló con ellos.

    -Mañana por la mañana entraremos en Territorio Inmortal, y solo los verdaderos Jinetes pueden entrar en él. Es el único lugar donde no tenemos que rendir cuentas a ningún rey o emperador, donde el líder indiscutible soy yo y donde podemos vivir con tranquilidad con nuestras bestias. No podréis ver mucho del Territorio, porque os llevarán a la Academia con los demás niños bendecidos por las otras Marcas. Allí, estudiaréis durante diez años todo lo que necesitáis saber y durante esos años, forjaréis el vínculo con vuestros dragones. Puede ser más tarde que temprano, no importa, acabaréis haciéndolo sin decidir el día. Ocurre cuando tiene que ocurrir, sin elecciones. Es hora de que vayáis a dormir, y cuando despertéis mañana, habremos llegado a nuestro destino.

    Tras el discurso, dejó que los chicos remolonearan por cubierta antes de irse a dormir y él se encerró con el capitán y Nénum en el camarote del capitán.

    Jake se acercó a Rashek con Azula, su dragona, colgando de un hombro.

    -¿Estás preparado para mañana?-Le preguntó.

    Rashek se encogió de hombros, recogiendo a Dardo del suelo, donde estaba somnoliento el pequeño dragón plateado.

    -Sinceramente, no. ¿Por qué debería estarlo?-Preguntó, tranquilo.

    Jake cogió a Azula en brazos, pues la posición en la que estaba colgada la dragona era incómoda.

    -Mañana conoceremos más niños, con sus leviatanes, unicornios o escorpiones. Va a ser muy interesante intercambiar anécdotas con ellos... a lo mejor alguna de sus crías se ha comido su manta como ha hecho Azula con la mía.

    -No sé, siempre puedes preguntárselo.-Le respondió el mestizo con una sonrisa, pues Dardo había intentado lo mismo, pero no se lo había permitido.

    -¿Crees que a Selin le gustará conocer gente nueva?

    La pregunta pilló desprevenido a Rashek, que le miró sin entender.

    -¿Por qué no debería?

    Jake miró a Rashek confundido.

    -¿No te has dado cuenta?

    Y en ese momento fue cuando Rashek le miró con confusión.

    -¿De qué debería darme cuenta?

    Jake miró a Selin, que estaba sentada en un rincón, jugando con Syrio y una pequeña pelota hecha con calzas.

    -Los otros niños, aparte de nosotros, no se acercan a ella... y por descontado, no dejan que sus dragones jueguen con Syrio.

    Rashek volvió a observar a la muchacha, que aunque no parecía sentirse sola, siempre que la veía lo estaba. Entonces miró a los demás niños, y los vio en grupos alejados de ella. Y aquello le enfureció. Sabía por lo que Selin estaba pasando. En Costa Marfil ningún niño aparte de Alan y Akali quería jugar con él y eso le había puesto muy triste, pero ya lo había superado y no permitiría que Selin se deprimiera por ello. No dejaría que la princesa se sintiese igual que él.

    -Pues son unos idiotas... Selin es muy buena chica y Syrio también. Ya jugará con Dardo y conmigo. Vaya panda de memos... ¡Si Selin no les ha hecho nada!-Su furia iba en aumento y Jake le miró con una sonrisa nerviosa.

    -Ya, yo se lo he dicho un montón de veces, pero me ignoran. No le gustan los elfos...

    -Conmigo hablan, y soy un elfo... aunque no como ella.

    -Lo saben, y también saben que no se pueden meter contigo...

    -¿También se meten con ella?-Incrédulo, Rash apretó los puños con rabia.

    -Cuando tú no estás cerca...

    Rashek se enfadó muchísimo en aquel momento. No entendía como aquellos niños podían ser tan estúpidos y no darse cuenta de que Selin era buena persona, divertida y además siempre estaba dispuesta a ayudar a Rash cuando necesitaba algo. Pero lo que él no sabía era que los niños podían llegar a ser muy crueles en su ignorancia. Y decidió que se ocuparía de que no volvieran a meterse más con la princesa, él sería el puente que la ayudara a cruzar hacia el otro lado.

    -Entonces no la dejaré sola,-decidió de pronto.- ¿vienes?

    -Claro.

    Se acercaron a la niña, que les miró con desconfianza, agarró a su dragón y se lo puso en el regazo

    -Hola...-Los saludó, y Rashek observó que en una de las muñecas de la princesa había una marca roja, como si la hubieran agarrado con fuerza. Y con esa nueva revelación se encendió de ira... Pero no podía decirle que era idiota por dejarse pisar por otros niños, porque por primera vez desde que la había conocido, la encontró frágil. Le sonrió, para que no pensara que sus intenciones eran malas como las de otros niños.

    -Hola... ¿pueden jugar Dardo y Azula con Syrio?

    Selin, después de los malos días que había vivido en aquel barco, observó a los niños, que la sonreían con simpatía. Miró a Syrio, que le asintió.

    -Claro... sentaos.

    -¿Te encuentras mejor?-Le preguntó Jake, pues la niña había estado acostada la mitad del día por la escena de las gallinas. Selin asintió.

    Rashek y Jake se sentaron delante de Selin y los dragones en medio, empezaron a jugar. En un momento en que Jake se marchó al baño, el mestizo le cogió la mano a la princesa, sorprendiéndola, y le acarició la marca rojiza del agarre.

    -Tranquila, ya no volverás a estar sola...

    Selin se sonrojó, apartando la mano con delicadeza, y sin decir nada.


    //////


    La Academia era un conjunto de grandes edificios construidos muchos siglos atrás, cuando los primeros Inmortales separaron el continente de Alantasia y se quedaron con una porción de tierra justo en medio, que rozaba todos los países y regiones, excepto la Llanura Colmillo en el Norte y las islas de alrededor.

    Antes incluso de que los niños pudieran hablar con los otros niños que venían de diferentes sitios, Lord Tanos los citó en el pabellón de Ejercicio Físico, pues era el lugar más grande del lugar, y allí los sentó por orden.

    -Bienvenidos a la Academia, futuros Jinetes Inmortales. Os hemos reunido aquí para presentaros a los profesores que se ocuparan de enseñaros todo lo necesario para que podáis llegar a ser buenos jinetes.-Lord Tanos estaba subido en un estrado, rodeado de más Inmortales que permanecían firmes con los brazos escondidos tras la espalda. Eran una veintena, todas de mediana edad, excepto Nyro, que aún era joven y una Inmortal de hermosos rasgos.-Yo os enseñaré Historia de los Inmortales, y será en el Edificio de Historia, junto al de la biblioteca. Separaremos a los diferentes jinetes y se pondrán con sus semejantes durante la clase de Introducción a las Bestias. Nyro, Líder de los Jinetes de Dragón os enseñará Introducción a los Dragones, que será al aire libre junto a este pabellón, y al igual que él, Eldar, señor de Unicornios, Koji, señor de Leviatanes y Adam, señor de los Escorpiones harán lo propio con lo suyo. De las artes físicas se encargaran Lady Adriana y el Sabio Mihael.

    Los niños cuchicheaban con cada nueva palabra de Lord Tanos, y más de una vez tuvieron que pedir silencio para que el Inmortal pudiera continuar con su discurso.

    -Las Artes Mentales serán lo más difícil de todo, y tendréis varios profesores que se irán adaptando a vosotros con el paso del tiempo. Serán Tres Sabios del Mar, el Sabio Ventus, la Sabia Terrae y la Sabia Aquae. Con ellos aprenderéis a usar la magia y vuestros talentos naturales, que se desvelarán cuando se realice la Vinculación del Corazón-Bestia. Luego, como en todos los Países de Alantasia, dedicaremos tiempo a cada una de las religiones. Hay altares al Dios Dracus, al Dios Dôrka al Dios Ünir y al Dios Levian para que podáis hacer ofrendas, además de que aprenderéis Historia de la Religión con las Sacerdotisas de Kaelus. El desayuno se servirá al amanecer, el almuerzo a medio día y la cena al atardecer. Están prohibidas las actividades nocturnas y las peleas entre aprendices, todo ello será castigado severamente. Está terminantemente prohibido usar lo aprendido para hacer daño a los inocentes, esto está castigado con la expulsión. Si alguien necesita alguna tutoría, que acuda a mi o a los Altos Señores, que le ayudarán en todo lo que puedan. Os deseo un buen aprendizaje.


    Y así pasaron los primeros años de aprendizaje rápidamente. Aprender todo aquello les suponía muchos esfuerzos a los niños, y acababan agotados al final de la jornada. Apenas tuvieron tiempo para acostumbrarse a algo, se lo cambiaban de dificultad. Iba a ser duro convertirse en un verdadero Jinete, pero no se rendían y luchaban para lograrlo.

    Rashek tuvo más de una discusión con otros niños por Selin, y pasó muchas horas castigado sin Dardo en la celda de internamiento, pero le merecía la pena por proteger a la princesa. Selin siempre iba a visitarlo a escondidas para darle las gracias y para hacerle más amenos sus encierros y le llevaba comida cuando le castigaban sin comer. No podía soportar como los niños mayores, que ya llevaban algunos años allí podían ser tan crueles con los pequeños, y menos con una princesa. Los únicos que trataban a la princesa amablemente eran los elfos y sus unicornios, que no olvidaban quien era aunque ella les repitiera que lo hiciesen. A Rashek aquellos elfos no le caían para nada bien, pues le miraban con superioridad, y era algo que no le gustaba. Pero también conoció a otros niños, con sus leviatanes o escorpiones, que si le trataron mejor que los elfos.

    Y poco a poco, las bestias fueron creciendo...

    -Dardo, no te pongas nervioso,-le decía Rashek a Dardo, que ya era tan grande como el niño y pesaba el triple.-está en tu naturaleza. Tienes alas por algo, ¿vale? Solo tienes que batirlas, como nos enseñó el Maestro Nyro y tu cuerpo lo hará solo.

    El dragón le fulminó con su mirada oscura y se tumbó en el césped, dándole la espalda. Rashek suspiró sonoramente, poniendo los brazos como jarras.

    -Venga, si solo lo intentas te daré mi cena durante una semana, ¿qué te parece?

    Dardo le miró por encima del hombro, alzando una ceja. Aunque sabía hablar, pocas veces lo hacía si no era estrictamente necesario. El sol brillaba con fuerza, haciendo que centellearan las escamas plateadas del dragón, algo que hacía que, en los días malos, Rashek sonriera.

    -Está bien... dos semanas.

    Drado asintió, se levantó y estiró las alas, las cuales habían estado replegadas durante todo el día. Rashek se sorprendió de lo mucho que había crecido en las últimas semanas y lo fuerte que parecían sus patas. El dragón movió las alas para quitarse el césped y las batió con fuerza mientras corría para coger impulso. Rash le siguió corriendo a su lado, dándole ánimos para que echara a volar. Pero en el último momento se detuvo, inseguro.

    Rash también se detuvo, apoyando sus manos en las rodillas y cogiendo aire.

    -Bueno... al menos lo has intentado.-Dijo, entrecortadamente.-Ya habrá más días...

    No es fácil para mí... ya me gustaría verte a ti con un par de alas atrofiadas.”

    Rashek le acarició el morro, pero Dardo se alejó, enfurruñado. Tenía un temperamento difícil de llevar en ocasiones, pero sabía muy bien lo frustrante que tenía que ser no poder echar a volar con tanta facilidad como sus compañeros.

    -No están atrofiadas, Dardo, solo que no estás acostumbrado a usarlas. No eres el único que aún no ha echado a volar, Azula...

    Me da igual lo que hagan los demás, Rash, yo quiero volar... pero me da miedo caerme y...” y el dragón soltó un rugido de frustración, avergonzado por desvelar sus secretos más oscuros.

    -Bueno, dejémoslo por hoy.-Dijo el mestizo, acariciándole el lomo escamoso.

    El dragón volvió a sentarse hecho una gran bola plateada y cerró los ojos, gruñendo por lo bajo. Rashek le observó unos segundos y decidido, se abrazó a su lomo con cariño. Dardo soltó un quejido, pero al final acabó por dejarse abrazar en silencio. Rashek sentía tanto no poder ayudarlo con sus palabras, y sobre todo impotente. No le gustaba ver a nadie triste, porque sabía que Dardo estaba triste por tener miedo a volar, y como lo único que podía era darle apoyó le abrazó hasta que el dragón le acarició con la cola y le atrajo a su pecho con una pata. Allí, Rash apoyó la mejilla en la barriga caliente del dragón, que ronroneaba. Había aprendido a quererle de una manera exagerada, era parte de él y sabía que no podría seguir viviendo si Dardo no siguiera a su lado. Se separó de él y se sentó en la hierba, donde Dardo se tumbó a su lado y comenzó a olisquearle los bolsillos, donde llevaba trozos de tocino crudo. El niño se los dio uno a uno, con tranquilidad.

    Perdona por ser tan rudo... ¿quieres que lo volvamos a intentar?” El dragón le miró con sus ojos oscuros, que parecían cálidos como el fuego, aunque fueran oscuros como la noche.

    -Solo si estás seguro...

    El dragón no contestó, pero se levantó de su lado y batió las alas.

    Te echo una carrera...” y echó a correr con ganas, dejando muy atrás a Rashek.

    Rash se levantó y observó como Dardo pegaba un saltó enorme y batía las alas con fuerza, soltando un rugido. Y entonces lo hizo... voló. Voló muy alto, tan alto como las nubes, y luego allí, replegó las alas y cayó en picado. Rashek se asustó, y le gritó tan fuerte que se hizo daño en la garganta. Pero antes de que faltaran diez metros para que el dragón chocara con el suelo, abrió las alas y planeó dando vueltas hasta posarse en el suelo con estrépito.

    El niño, asombrado, se rió, corriendo hacia su dragón.

    -¡Lo has hecho! ¡Lo has conseguido!-Exclamó, pegando saltos de alegría.- ¡Eres fantástico Dardo!

    Y el dragón también se puso a saltar, contento de haberlo conseguido, y rugiendo, soltando una pequeña llama de color blanca.

    Los demás jinetes que pasaban por allí les miraron confundidos, pero ellos no dejaron de celebrarlo dando saltos y gritando. Y Dardo volvió a volar de nuevo, incluso asustó a una bandada de pájaros haciendo reír a Rashek.

    Me debes la cena de dos semanas”.

    -Te daré mi cena todos los días si quieres, amigo.

    Nah, que tú también tienes que crecer”.


    /////


    Rashek estaba armado con un hacha y un escudo frente a Dardo, que le miraba con los ojos entrecerrados, y daba vueltas intentando buscar una brecha en la defensa del mestizo para atacar con sus enormes garras. Muchacho y dragón se evaluaban con la mirada, ojos almendrados contra ojos negros.

    A su alrededor el suelo estaba enfangado por las lluvias que habían azotado el territorio durante la mañana, y había resbalado un par de veces, dando una oportunidad para que su adversario atacase.

    Rashek decidió que aquel era su momento, así que atacó con el hacha por delante. Antes de que apenas pudiera rozar a Dardo, este chasqueó su cola y le arrebató el hacha con facilidad, atizándole con una zarpa sobre el escudo, destrozándolo y haciendo al chico caer al fango de espaldas cuan largo era.

    Rashek se incorporó escupiendo barro y frotándose la cara para retirarlo de sus ojos.

    -¡Venga ya, Dardo! ¡Dijimos que nada de garras! Me has vuelto a romper el escudo...

    Dardo le enseñó los dientes y se sentó sobre sus cuartos traseros.

    Eres muy lento.” Dijo simplemente, lamiéndose una pata para limpiarse el fango de ella.

    -Pero la cosa es que eches fuego, no que me atices con las zarpas...

    No sale tan fácilmente”.

    -Por eso llevamos aquí todo el día, para que escupas fuego.

    Volvamos a intentarlo... esta vez ataca con el escudo por delante”.

    Llevaban horas entrenando y estaban cansados, pero aún no habían conseguido lo que querían, que Dardo escupiera fuego, y no acabarían el entrenamiento hasta que lo hiciera. Pero cayó la noche y el dragón apenas conseguía escupir unas volutas de humo oscuro. Parecía que iba a costarles más tiempo del necesario.

    -Otra noche a pasar frío sin hoguera... ¿En serio no puedes vomitarme ni una llamita?-Casi suplicó Rashek, quitándose la ropa sucia para asearse como pudiera con el agua del río.

    Trabaja un poco con esos palos que te dio el señor Nyro, este ejercicio también es para que practiques tu supervivencia”. Se quejó Dardo, que se tumbó para no ver al mestizo desnudo.

    Rashek suspiró, se lavó como pudo, pero la porquería de tres días sin un buen baño no saldría tan fácilmente, y se sentó a pelearse con los dichosos palos para conseguir algo de fuego para la cena.

    “¿Qué tienes para cenar?”

    -He cazado un par de conejos y quería hacer una guiso, pero dudo que cocine nada con estos dichosos palos.-Y de la rabia los lanzó lejos.-Debí hacer caso a Selin y haber cogido más cosas para la supervivencia....

    Eres un poco orgulloso y pecaste de soberbia” comentó mordazmente Dardo.

    -Habló el dragón... En fin, cenaré pan, que tiene muchas vitaminas y no hay que calentarlo.

    Dardo había ido hacia los palos y los trajo de nuevo, se los puso entre las patas y le miró.

    Déjame probar a mí.”

    -No tienes pulgares.-Se mofó Rashek.

    Dardo gruñó.

    Déjame, igual lo consigo sin pulgares y quedas aún peor...”

    -Muchas gracias...

    Pero el dragón no tenía bastante movilidad para conseguir la fricción y que saltase la chispa y era muy difícil para él, por mucho rato que lo intentó, no consiguió nada y acabó por enfurecerse.

    “¡Malditos palos!” Bramó, y escupió una gran llama plateada que calcinó los palos, la hierba de alrededor y las botas de Rashek.

    -¡Lo has conseguido! ¡Has escupido fuego!-Exclamó Rashek, saltando de donde estaba sentado y tocando palmas hasta que se fijó en sus botas ardiendo.- ¡Mis únicas botas!

    Dardos empezó a reír y para probarse a sí mismo, alzó la cabeza y escupió aquella llamarada plateada al cielo. Estaba tan contentó que ignoró las quejas de Rashek lamentándose por sus botas.


    //////


    Selin tensó el arco, calculó el viento a su favor y soltó el aire. La flecha se deslizó y se clavó en la diana, muy cerca del centro. Molesta por haber fallado por tan poco cogió otra flecha de nuevo. Aprovechó una ráfaga de viento y la clavó en el centro.

    -Eso está mucho mejor.

    Miró a Syrio, que la observaba bajo la sombra de un gran roble y asintió. Practicó un par de tiros más y luego recogió las flechas y las volvió a meter en el carcaj con tranquilidad. Observó a los demás arqueros, que practicaban a su alrededor con sus diferentes bestias al lado. Había más unicornios que cualquier otra bestia, como era normal ya que los elfos era los mejores arqueros de Alantasia. Le hizo una seña a Syrio para que la siguiera y su gran dragón verde se levantó con tranquilidad del césped y la siguió, dejó el carcaj y el arco junto a los demás y salió del pabellón.

    Tenía práctica con el espada, y su compañero era Rashek... era el único que había querido por voluntad propia ponerse con ella. Tanto los elfos como los demás, no querían ponerse con ella por diferentes motivos, y ella había aceptado de buen grado al mestizo, cada vez le gustaba más pasar tiempo con él.

    Llevaban ya cinco años en la Academia y se habían hecho muy amigos, él la había protegido hasta que ella misma había decidido protegerse y era algo que le iba a agradecer eternamente, y aunque ahora ya no le necesitase para ello, siempre estaba allí con los brazos cruzados cuando alguno de los matones se acercaba a ella. Por fin llegó al pabellón y vio a Dardo esperando fuera con un muslo de vaca entre las patas delanteras.

    -Buenos días, Dardo.

    Dardo la saludó mentalmente mientras desgarraba su muslo y le pasó otro a Syrio con su cola, que lo cogió en el aire con la boca muy agradecido.

    -¿Dónde está Rash?-Preguntó la princesa, colocándose las protecciones de entrenamiento con la espada.- ¿Otra vez va a llegar tarde?

    Dardo miró hacia un árbol y señaló con la cola hacia allí. Selin miró, y vio a Rashek con una chica que no conocía charlando, ella se reía de algo que le estaba diciendo el mestizo exageradamente. Selin frunció el ceño, sin entender, y entonces le molestó que Rash le tocara la mejilla a la chica, que le apartó amablemente, con una sonrisa.

    -¿Qué demonios está haciendo con esa chica?

    Creo que le gusta, por lo que he oído que le decía a Jake. Azula dice que es parte del emparejamiento humano. No entiendo muy bien... no le he visto bailar para ella ni reclamarla como hacemos nosotros.” Y el dragón siguió con su muslo.

    Selin dejó de mirarlos y se concentró en terminar de prepararse, pasados unos minutos llegó Rashek, con una sonrisa bobalicona.

    -¡Hola!-Dijo eufórico.- ¿Cómo está hoy nuestra belleza élfica?

    Selin le fulminó con la mirada.

    -Llegas tarde, otra vez

    -Técnicamente, he llegado antes que tú.-Y miró hacia el árbol donde momentos antes había estado con la chica.-Pero sí, me han entretenido, culpa mía.

    -Vístete.

    -Claro...-Rash se quitó la camisa y se dispuso a ponerse las protecciones bajo la mirada atenta de Selin.

    -¿Quién es ella?-Preguntó Selin, sin poder contenerse.

    Rash sonrió.

    -La conocí el otro día, se llama Ingrid. Creo... creo que está noche la besaré.-Una vez listo, cogió la espada de entrenamiento y se preparó.- ¿Empezamos...?

    Pero antes de poder formular la pregunta, Selin se lanzó con un grito y una estocada hacia su pecho. Rashek tuvo poco espacio para maniobrar, así que saltó hacia un lado y paró el fuerte golpe de Selin, sorprendido. La chica volvió a atacar, con dos golpes seguidos hacia el hombro derecho del chico, que paró por los pelos. Selin hizo una finta y atacó a las piernas, pero Rash saltó y atacó, no tan fuerte como la princesa, pero con dureza. Selin lo esquivó dando una vuelta sobre si misma, cogió la espada de entrenamiento con las dos manos y cargó un golpe que dio en el suelo, donde unos segundos antes había estado parte del cuerpo de Rash, y notó en dolor en los brazos ante el golpe.

    -Eh, tranquila... es solo un entrenamiento. Cualquiera diría que quieres matarme.

    -No digas tonterías.-Y volvió a lanzarse.

    Se enzarzaron de nuevo bajo la atenta mirada de los dragones.

    Me parece que estamos pasando algo por alto” le dijo Syrio a Dardo.

    Estos humanos y sus costumbres, por mucho que pasen los años seguiré sin entenderlos” comentó Dardo, que no quitaba la vista de encima a Rashek.

    Al principio, ambos chicos eran pésimos con la espada, pero se notaba que el ejercicio diario les había fortalecido los cuerpos y aguantaban lanzándose golpes hasta que no podían más y caían rendidos.

    Rashek no entendía la dureza de Selin, que atacaba con fuerza, como si no fuera un simple entrenamiento, y él, por miedo a poder devolverle un golpe demasiado duro, se contuvo, defendiéndose como podía. Pero al cabo de un rato, se cansó de recibir golpes en piernas y brazos y arremetió contra la princesa sin miramientos. La golpeó en el hombro derecho, y luego en la pierna izquierda, la chica soltó dos quejidos ante los golpes, pero no se detuvo ni por esas. Rashek empezaba a estar cansado, estaba sudando copiosamente, y le dolía allí donde la chica le había arreado con la espada de entrenamiento, y daba gracias a los Dioses de que fueran de madera, aunque dolía igual.

    Se lanzó con fuerza y tumbó a la chica al suelo, y desgraciadamente cayó con el rostro encima de los pechos de la princesa, que pegó un chillido avergonzada.

    Entonces fue cuando Rashek se dio cuenta de que habían crecido bastante en aquellos cinco años.

    -Lo siento... pero son muy mullidos.

    Selin volvió a chillar, dándole un tortazo en la mejilla derecha y quitándoselo de encima.

    -¡Descarado!-Le gritó, tapándose los pechos como si estuviera desnuda.

    Rashek se llevó una mano a la mejilla y empezó a reírse de la escena.

    Selin, sonrojada aún, le miró, pero empezó a reírse ella también, su risa era contagiosa. Después de un rato, le ayudó a levantarse.

    -Has mejorado mucho.-Le dijo, sonriente.

    -¿Bromeas? No sabía que pudieras pegar con tanta fuerza y tan rápido... hubo un momento en el que creía que ibas a clavarme la espada, pese a ser de madera.-Se quejó el muchacho.

    -Lo siento... me lo tomé demasiado en serio.

    -Descuida, está bien.
     
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    Confrontador Last cup of Sorrow

    Piscis
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    Holas. Este comentario va después de haber leído hasta el Capitulo 5, Dardo.

    Debo decir que no enganché al principio con la historia. Antes de leerla, mis prejuicios me hacían imaginarla como una típica obra de fantasía, con dragones, elfos y otros varios elementos ampliamente reusados. Algo simple y para todas las edades (se que ahí dice mayores de 13 xD), lejano a mis gustos personales. El Prólogo tampoco ayudó. Fue después de leer un par de capítulos que le agarre el gusto. Si bien el set up sigue siendo simple (Nótese la subjetividad), la historia me ha entretenido. Me ha parecido agradable de leer; la narración avanza a buen tiempo y no me he encontrado con ningún párrafo tedioso (de esos que deseas que acaben pronto para seguir con la historia).

    El conflicto que ha tenido Rashek con su madre me resultó interesante. Estaré atento a lo que viene.

    Saludos!
     
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  8. Threadmarks: Capítulo 6: El País del Invierno.
     
    SilRock

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    Capítulo Sexto: El País del Invierno.

    Rashek estaba limpiando la silla que los Inmortales le habían entregado tras su primer vuelo en Dardo, y pasándole un trapo con alcohol para ablandar el cuero. Tenía las piernas flojas de haber estado apretándolas contra el cuerpo de Dardo y sabía que al día siguiente apenas podría moverlas, pero le había merecido la pena. No podía describir con palabras lo que había sentido en aquel primer vuelo, igual que no podía describir el vínculo que había hecho con Dardo. Y aunque eran dos cosas totalmente diferentes, para él eran igual de importantes. Igual que aprender magia, era algo que le había costado dominar, pero poco a poco los hechizos básicos se le daban mejor. Ya sabía hacer fuego sin necesidad de pedernal, y se sentía orgulloso de ello.

    Dardo, que dormitaba justo a su lado, soltó una voluta de humo y se removió en sueños. Rashek se apoyó en un costado del dragón y miró el cielo despejado unos segundos antes de llevarse una mano al pecho inconscientemente y rozándose la blanda cicatriz.

    Aún le picaba el pecho y tenía enrojecida la herida, pero no le dolía, para él no había sido nada doloroso, sino un paso más para estar unido a su dragón. Y ahora que era un Inmortal, entendía la responsabilidad que tenía en sus manos. Además, el vínculo había hecho que sintiera lo mismo que sentía Dardo, algo que en la lucha les iba a venir muy bien. Ahora, cuando el dragón comía o volaba, Rashek sentía en su propia carne esas sensaciones como si fueran suyas. Y lo mismo pasaba al revés... había descubierto de una manera un tanto sexual. Sonrió al recordarlo, y miró a Dardo, que soñaba que volaba durante una ventisca. Le acarició dando unas palmadas para tranquilizarlo, y el dragón abrió un ojo oscuro, mirándole, pero bostezó y volvió a cerrarlo y Rash volvió a untar alcohol en su trapo para seguir trabajando.

    -Rashek, el correo.

    Jake se acercó a él por la espalda, cojeando un poco al caminar, pues al aterrizar Azula, su dragona azul, le había tirado y él había caído en mala postura. El mestizo asintió, saludándolo y siguiendo ocupado con su tarea.

    -Tienes dos cartas.-Y Jake se las dejó junto a sus cosas, marchándose rápidamente para seguir repartiendo el correo, que era su tarea de la semana.

    Rash observó las cartas y las cogió para leer el remitente. Una era de su tío, y la otra de su madre. Abrió y leyó la de su tío, sonriendo por las tonterías que podía llegar a decir, y por lo visto escribir su querido tío. Cuando terminó, la dobló y la metió en las nuevas alforjas de Dardo. Miró durante unos minutos atentamente la letra de su madre, y no pudo evitar entristecerse y sentir rabia a la vez.

    Dardo le acarició con la cola, pues sentía la tristeza y la rabia de Rash.

    -Estoy bien... es solo que... bueno, es mi madre.

    Ahora me tienes a mi” la voz del dragón era melodiosa, como si canturreara.

    -Lo sé....

    Y dejó la carta intacta junto a la de su tío.

    Cuando hubo terminado de empapar en alcohol la silla de montar, guardó todo en las alforjas, que se colgó de un hombro y se levantó, cargó la silla y le silbó a Dardo para que le siguiera. El dragón, que era tan enorme casi como sus padres, se levantó con parsimonia y siguió a Rashek por el campo en dirección a la Residencia, donde esperó fuera mientras el muchacho subía hasta su cuarto. Entró, encontrándose a Selin esperándole.

    -¡Hola! Adivina quién es tu compañera Inmortal.-Le dijo, con una radiante sonrisa y guiñándole un ojo.

    -¿Alguna chica guapa?-Preguntó, con una sonrisa pícara, dejando las alforjas y la silla sobre la mesa.

    Selin, que había dejado la adolescencia y ya era toda una mujer, le fulminó con sus ojos verdes, y le pegó un golpe en el hombre.

    -Idiota...

    Rash sonrió, sacando las cartas de las alforjas y metiéndolas en un cajón de su escritorio. Se agachó para cerrarlas, momento en el que Selin aprovechó para abrir de nuevo el cajón y sacar las cartas.

    -Vaya, cuantas cartas...-Comentó, y se percató de las cartas sin abrir.- ¿No abres las de tu madre?

    Rash se molestó por la falta de intimidad, pero lo pasó por alto, ya que él era igual con la princesa. No podía evitarlo... y al parecer, ella tampoco. Ya decían que la confianza daba asco.

    -Deja eso donde estaba.-Le dijo, con tranquilidad. Cada vez que se agachaba, notaba que las piernas se esforzaban por levantar su peso de nuevo, y sabía que en cualquier momento dejarían de hacerlo.

    -¿En serio no has abierto... ninguna?-Preguntó la princesa, sorprendida, pues en todas las cartas de su madre ponía la fecha en glifos élficos.-Desde que estamos aquí...

    -¿Qué más da?

    -Es tu madre, Rash.-Le dijo ella con dureza.-Se merece que, al menos, leas sus cartas.

    -Da igual. Veo que no pilla la indirecta de que no quiero saber nada de ella.

    Selin miró a su amigo con dureza durante diez largos segundos, mientras que Rashek le sostenía la mirada, con tranquilidad, como si aquello no fuera nada serio.

    -Entiendo que no fueras a verla, como hice yo en su momento... ¿pero ni una mísera carta? ¿Tan malo fue lo que te hizo para no mandarla ni una triste carta? A la persona que te entregó la vida.

    -Yo no pedí venir al mundo.

    -Ni tampoco lo mereces por como tratas a tu madre.-Dictó la princesa.-Y deberías estar agradecido.

    -No sabes nada, Selin, por favor, dejemos el tema.

    -Muy bien...-La chica dejó las cartas en su lugar y se marchó de la habitación. Rash bufó y tuvo que seguirla, por supuesto.

    -Vamos, Selin, no te pongas así...-Le dijo, cogiéndola del brazo en mitad del pasillo.

    Selin se zafó, cruzándose de brazos.

    -No me pongo de ninguna manera.-Replicó, sin mirarle.

    Pero aquello al mestizo no le engañaba, la conocía demasiado bien.

    -Claro... y por eso estás enfadada.

    -No estoy enfadada.-Dijo ella, sin convicción.

    Rashek la miró con cara de circunstancias y ella bufó.

    -No puedes enfadarte por algo que pasa entre mi madre y yo, ¿vale? Son mis cosas... yo no me enfado contigo por tus problemas con Aura, ¿o acaso lo hago?

    -No es lo mismo, Aura es mi hermana... tú tienes un problema serio con tu madre...

    -No tengo ningún problema, Selin, simplemente no quiero saber nada de ella. Estoy en mi derecho y no eres nadie para meterte en mis asuntos familiares, aunque seas mi mejor amiga, ¿entiendes? Me duele decírtelo... pero no quiero que te metas.

    Selin se quedó callada unos segundos.

    -De acuerdo... no me meteré, no quiero saber nada.

    -Bien.

    -Bien.-Y ella se dio la vuelta, en el momento adecuado para chocarse con uno de los chicos que salían de una habitación cercana. Y cuando le reconoció, bufó, exasperada.-Genial... justo a quien quería ver.-Dijo con ironía.

    El chico sonrió con una sonrisa traviesa. Era de tez morena, cabello rubio paja y ojos oscuros como dos pozos sin fondo. Se apoyó en la pared sin dejar pasar a Selin, que lo intentó varias veces.

    -La princesita se ha pasado a visitarme.-Dijo, inclinando la cabeza en una reverencia.- ¿Y a qué viene este honor?

    -Déjala en paz, Dorou.

    Dorou, miró a Rash con una mueca de asco.

    -No estoy hablando contigo, mestizo. Lárgate.

    Rashek le fulminó con la mirada, no le gustaba nada aquel tono despectivo que siempre tenía con él... y más de una vez, a lo largo de todos aquellos años se había peleado con aquel muchacho. Desde que llegó, unos años más tarde que ellos, no le había gustado nada. Pese a que siempre tuvo problemas para seguir la clase y siempre iba rezagado en las lecciones, no dejaba de meterse con otros niños y niñas, hasta convertirse en un matón. Además, tenía una fijación especial con Selin a la hora de meterse con alguien, y no dudaba en atacarla por ser princesa.

    -Esto es entre su alteza real y yo.

    -Hoy no tengo ganas de tus juegos, Dorou. Déjame pasar o lo lamentaras.-Le amenazó Selin.

    Dorou se rió en la cara de Selin.

    -¿Y qué vas a hacerme? ¿Tirarme del pelo como hiciste con Ingrid?

    Rashek pensó que aquello había sido un golpe duro... sobre todo porque había sido por culpa suya. Nunca debió interesarse por Ingrid, pero lo hizo... y Selin fue la que más mal parada acabó.

    -He aprendido muchas cosas desde aquella estúpida pelea con Ingrid, ¿quieres que te las enseñe?

    Rash pensó que aquella era una buena contestación, hasta que Dorou contestó:

    -Prefiero que me enseñes las tetas, sinceramente.

    -Serás cerdo...-Y Selin preparó un golpe con la mano derecha hacia la cara del chico, pero éste la esquivo, mientras soltaba una carcajada y la inmovilizaba contra la pared. Selin soltó un gruñido lastimero y Rashek se acercó, apartando a Dorou de un empujón.

    -Te he dicho que la dejarás en paz.

    -Y yo te dije que te largaras.

    -No quiero pelearme contigo otra vez Dorou, pero si no me queda más remedio lo haré.-Y le cogió el brazo que con el que sujetaba a Selin y lo apretó con fuerza.

    Dorou hizo una mueca de dolor, y soltó a la chica, que se escabulló detrás de Rash y justo cuando Dorou iba a golpearle, apareció Jake con Lord Tanos por el fondo del pasillo.

    -¡Hola, chicos!-Les saludó, con simpatía.-Lord Tanos os estaba buscando para vuestra primera misión... Dorou, ¿no deberías estar con Adam para... eso?

    Dorou miró a Jake y se sonrojó, se despidió de Lord Tanos con respeto y se marchó por el fondo del pasillo.

    Hubo un tenso silencio en el que Selin y Rash se miraron unos segundos, hasta que la chica le sonrió.

    -Gracias...

    -Dije que nunca volverías a estar sola, y aunque a veces seas un coñazo, cumpliré mi palabra.

    Selin se sonrojó, pero no perdió la compostura y saludó a Lord Tanos.

    -¿Ya tenemos primera misión?-Preguntó.

    Lord Tanos asintió.

    -Sí, es algo fácil, y allí ya os están esperando Nyro y Nébulo para instruiros. Os evaluarán para que tengamos la certeza de que estáis preparados para misiones más difíciles.

    -Lo estamos, Lord Tanos, no os dejaremos en mal lugar.-Y Rashek sonrió con picardía.

    -Eso espero, dentro de una hora tenéis que estar en el patio exterior preparados con vuestros dragones y provisiones que os dará Stef en la cocina. Pasaros por la armería, os entregarán las armas que les pidáis, pero recordad que no siempre se arreglan las cosas con ellas. Ah, y llevad ropa abrigada, la necesitaréis.-Y se marchó.

    -¿Ropa abrigada? Eso no suena demasiado bien.

    -¿Qué más da? ¡Tenemos nuestra primera misión! Llevo esperando esto desde el vínculo con Dardo... tengo que contárselo... aunque, bueno, supongo que ya lo ha sentido.

    Jake les sonrió.

    -Yo aún no conozco a mi compañera.

    Rash le miró, curioso.

    -¿Es una chica?

    -Sí, se llama Shiva y viene del Reino Azul, como yo, pero creció en Ciudad Turquesa.

    -Jum, tiene un nombre muy sexy... ¿me la presentarás cuando vuelva?

    Jake le miró con cara de circunstancias.

    -Bueno... eh... yo... ¿supongo?

    //////


    La ventisca era de las peores que habían visto desde que habían partido de Territorio Inmortal rumbo nordeste hacia el País del Invierno. Los dragones tenían que luchar contra el viento y la nieve, que les atacaban con tanta fuerza que estuvieron a punto de derribarlos en varias ocasiones, pero siempre conseguían enderezarse de nuevo. Los Jinetes, casi congelados en las sillas de montar, iban arropados con sus capas y varias mantas para combatir el frío, que se metía en sus cuerpos y les desgarraba desde dentro. Tenían los brazos y las piernas entumecidos a causa del frío y apenas veían nada a partir de su nariz. Llevaban gafas protectoras para que sus ojos no se congelasen, igual que dos pares de guantes de lana, aunque sus dedos se resistían a moverse. El viaje estaba durando ya demasiado por culpa de las ventiscas, que les habían acosado desde que habían entrado en el territorio.

    Traspasaron a vuelo las Montañas Escarcha con demasiada dificultad, y aún les quedaba un viaje que apenas duraba una jornada hacia la Ciudad Hielus, pero que, por el tiempo, parecía que deberían demorarse mucho más.

    Deberíamos parar y esperar a que amainara la tormenta, Dardo y Syrio no aguantarán mucho más si seguimos así.” la voz de Selin sacó del ensimismamiento a Rashek, que sacudió la cabeza y le habló mentalmente “Si nos detenemos, puede que no podamos volver a echar a volar. La nieve impide que se impulsen. Deberíamos seguir...” “¡Pero están agotados!” El gritó resonó en su mente con fuerza. Odiaba cuando hacía eso. “Podemos seguir, pequeña. No os preocupéis por nosotros.” la voz de Syrio era tranquila y grave, pero Selin siguió preocupada.

    Y así siguieron, durante dos horas más hasta que vieron el castillo a lo lejos. Los dragones se dejaron arrastrar por el viento y luego bajaron en picado replegando las alas y planeado para aterrizar, levantando la nieve a su alrededor.

    -¡Por fin puedo estirar las piernas!-Rashek se quitó las correas de seguridad y pegó un salto desde la grupa de Dardo, que se sacudió la nieve que se le amontonaba encima.-Odio las ventiscas... otra cosa para la lista negra, Dardo.

    El dragón plateado asintió y Rash observó el castillo azotado por la ventisca y la gran muralla que rodeaba la ciudad dormida. Apenas se divisaban las luces de las ventanas, pero poco a poco una figura enorme se hizo paso hacia ellos y se sorprendió al reconocer a Nébulo, el dragón azul de Nyro. Llamó con un grito a Selin y se dirigieron con esfuerzo hacia el gran dragón.

    Les costó llegar hacia él por la nieve, pues les llegaba hasta las rodillas, pero una vez llegaron, el dragón les guió contra el viento hacia las grandes murallas del castillo que rodeaban la ciudad. Las puertas se abrieron para ellos con chirridos en sus engranajes y se volvieron a cerrar con dificultad, pero una vez cerrado, el viento cesó de golpe, pero aun así no la nieve.

    -Vaya, que ciudad más bonita.-Comentó la princesa, ayudando a Syrio a quitarse la nieve de encima.- ¿Dónde está Nyro, Nébulo?

    Nébulo, saludó primero a su hijo frotando su morro contra el cuello de Syrio, y luego miró hacia el castillo preocupado.

    Está en el castillo, Selin, lleva allí dos días y no sé nada de él... estoy preocupado.” y en efecto lo estaba, pues su voz sonó lastimosa y preocupada.

    -¿Por qué fue solo?-Preguntó Rash, observando el castillo.

    Nébulo bajó la cabeza y la sacudió para quitarse la nieve de encima.

    No está permitido que yo vaya con él cuando ha de presentarse a la Familia Real. Me dijo que volvería antes del anochecer... y de eso hace ya dos días.”

    Rash miró a Selin, que asintió. A ninguno de los dos le había gustado eso.

    -¿Y no has sentido nada por vuestro vínculo?

    Apenas... solo enfado y frustración y luego, nada más

    -Bueno, sabemos que no está muerto porque tú sigues aquí...

    -¡Rashek!

    Rash dio un saltó ante el grito de Selin, pero había que ser francos. Hacia dos días que no se sabía nada del Señor de los Dragones, y aquello no era bueno para los Inmortales. Podría estar en serio peligro, y ellos poco podrían hacer si alguien tan poderoso como Nyro estaba en problemas. Pero Rashek no se puso nervioso, trazó un plan y dejando a los dragones bajo la protección de Nébulo, se unió a Selin y juntos atravesaron la ciudad hacia el gran castillo.

    La ciudad estaba enterrada en nieve, y las farolas apagadas por el viento de la ventisca. Reinaba una total oscuridad y un silencio sepulcral, daba incluso miedo. Los dos jóvenes Inmortales, caminaron uno junto al otro hasta llegar a la ciudadela del castillo, dejando atrás el pueblo dormido. Tocaron a la puerta sin muchas esperanzas, pues la ventisca había sido muy fuerte y nadie esperaría tener visitas a aquellas horas. Pero alguien se asomó desde la torre del vigía unos segundos y volvió a entrar para volver a aparecer acompañado.

    -¡¿Quién va?¡-Preguntó con un grito ahogado por el viento, el vigía.

    -¡Somos los Inmortales!-Gritó Rashek, a su vez, con todas sus fuerzas.- ¡Venimos a ver a la Familia Real!

    Silencio durante unos segundos.

    -¿A estas horas?-Volvió a preguntar el vigía.

    -¡Cuando hemos llegado! ¡Abrid las puertas y hablemos como gente civilizada!

    Tuvieron que esperar unos ansiosos segundos bajo la nieve hasta que las puertas de la ciudadela se abrieron y les dejaron pasar.

    -Dejad todas vuestras armas aquí.-Dijo uno de los vigías, alto y rudo.-No está permitido presentarse ante la Reina armados.

    Selin y Rash se miraron y asintieron, deshaciéndose de sus armas con parsimonia. Una vez listos, siguieron a uno de ellos, que los guió entre la nieve maldiciéndola, hasta el gran castillo.

    -Quedaos aquí, voy a despertar al Ministro.

    -Queremos hablar con la Reina, no con su Ministro.-Replicó Rashek, escudriñando al guardia con sus ojos almendrados.

    El guardia le miró, pero lo ignoró y traspasó las puertas.

    -Soy yo, ¿o aquí está ocurriendo algo extraño?-Preguntó Rashek, cruzándose de brazos.

    Selin asintió, pero guardó silencio observando lo tranquilo que estaba todo aquello. Escalofriantemente tranquilo y le pareció muy sospechoso.

    -Mantente alerta, Rash, no me gusta nada de todo esto.

    Rash asintió y aguardó a que el guardia apareciera. Sin embargo, tuvo que transcurrir casi media hora para que alguien se dignara a hacerles entrar en el castillo, donde pudieron combatir el frío junto a una chimenea que ardía con fuerza. La sala estaba ricamente amueblada, con muebles de madera oscura y butacas de terciopelo azul. Tras un rato calentándose, un sirviente se acercó a ellos con bebidas calientes, que aceptaron dando las gracias y bebiéndolas con ganas.

    -El Ministro vendrá en unos minutos.-Les dijo, tras volver a por las copas.-Por favor, sean pacientes.

    Rashek volvió a mirar a Selin, eran Inmortales, les sobraba la paciencia, tenían años y años por delante y un Ministro estúpido no iba a mermarla. Así que aguardaron, Selin se quedó junto al fuego, aún helada, pues estaba acostumbrada a climas cálidos donde el frío se combatía con una capa, mientras Rashek inspeccionó la sala, en busca de pasadizos ocultos, siempre alerta.

    Por fin, después de casi una hora de espera en aquella habitación con chimenea, la puerta se abrió y apareció el presunto Ministro. Iba vestido con una túnica de lana verde y se apoyaba en un bastón de marfil. Les miró con desagrado y sin dirigirles ninguna palabra, se sentó en una de las butacas con dificultad. Parecía un hombre frágil y enfermizo, pero aquello no engañó a los Inmortales, que sabían que no tenían que juzgar a alguien por su apariencia, pero sintieron que algo no iba bien en aquel ser. Algo inexplicable les hizo ponerse tensos y alertas, como si un aura oscura rodease al ministro por completo y les hiciera alejarse de él.

    -Sed bienvenidos, Inmortales.-Les dijo, con una voz que expresaba fuerza y dureza.-La Reina duerme, y no gusta que la molesten en sus pocas horas de sueño. Así pues, ¿qué trae por el País del Invierno a dos jóvenes como vosotros en una fría noche de ventisca como esta?

    Selin se aclaró la garganta.

    -Lord Ministro, soy Selin Dayane, princesa de los elfos, y este es mi compañero Inmortal, Rashek Darakorson.-Y le hizo una reverencia al más puro estilo elfo.-Hemos venido en busca de nuestro Maestro, Lord Nyro de las Montañas Escarcha, Señor de los Dragones. Llegó hace dos días y no hemos sabido nada más de él.

    Se hizo un silencio incómodo durante el cual el Ministro les evaluó con su fría mirada oscura.

    -Sí, Nyro llegó hace dos días.-Dijo, despacio.-Y sigue aquí, en las Mazmorras del Castillo.

    -¿Cómo?-Exclamó Rashek, sorprendido, y miró a Selin, la cual no había perdido, por suerte, la compostura.-No podéis hacer eso.

    El Ministro fulminó a Rashek con su mirada.

    -Estamos en el País del Invierno, y la palabra de la Reina es Ley.-Dictó, con dureza.-Nyro ofendió a quien no debía ofender y por eso le encerraron, agradeced la suerte que nuestra Reina es sabia y misericordiosa y no ha querido acabar con la vida de ese... mentecato.

    Aquello fue demasiado para Rashek, que dio unos pasos firmes hacia el Ministro.

    -No podéis hacer eso, los Inmortales estamos por encima de vosotros, habéis ofendido a Lord Nyro, y con ello a todos nosotros. Os exijo que le liberéis o...

    -¿O si no qué?-El Ministro esperó en vano unos segundos, pero Rashek no supo cómo continuar. Se había dejado llevar por la ira, y no podía permitir eso, así que respiró hondo, justo como le habían enseñado y se serenó. Era su primera misión y era inexperto en tratar con altos cargos.

    -Bien... ¿podemos ver a Lord Nyro?-Esta vez fue Selin quien habló.

    -Mañana, cuando lo haya dispuesto todo ante la Reina.-Dijo el Ministro, que se levantó con esfuerzo.-Ahora dispondré habitaciones para vosotros, al menos podremos descansar un par de horas antes de que amanezca.-Y se marchó.

    Selin y Rashek se volvieron a quedar a solas.

    -¿Has notado esa sensación extraña tú también?-Preguntó Selin, que al recordarla sintió escalofríos.

    Rashek asintió, apretando el puño de su mano enguantada.

    -No puedo creer que hayan encerrado a un Señor de las Bestias como es Nyro en una mazmorra...-Susurró el mestizo, por si había alguien escuchando.-Es algo impensable... va a traer muchos problemas.

    Selin asintió.

    -Deberíamos avisar a Lord Tanos... esto se está poniendo demasiado serio. Y también avisar a Nébulo de que Nyro está bien.-Dijo, dando vueltas por la sala, nerviosa.

    -Estar en una mazmorra no es estar bien, Selin.-Replicó Rash, dejándose caer en un sillón, cansado por primera vez desde que había llegado.

    Selin se sentó a su lado.

    -Ya has oído al Ministro, Rashek, podría haberlo matado sin más.-Y sufrió un escalofrío.-Odio este sitio....

    -Saben que si lo hubieran matado nosotros...

    -¿Nosotros qué?-Le interrumpió Selin, mirándole con sus ojos verdes, preocupada.-Somos dos contra un País entero...

    -Hubiéramos luchado por él, ¡es nuestro maestro!

    -Lo sé, Rash, mañana intentaremos arreglar toda esta locura... pero pienso avisar a Lord Tanos, que nos diga qué debemos hacer o cómo debemos proceder.

    -Vale...

    Y uno de los sirvientes entró en la sala.

    -Señor, señorita, acompáñenme y les enseñaré sus habitaciones.


    //////


    Rashek se había tumbado en la cama muy cansado, pero al quedarse a oscuras, no había podido quedarse dormido. Seguía pensando que encerrar a un Inmortal era una insensatez, y le dio por pensar qué debía haber dicho Nyro para ofender a la Reina, pero no se le ocurrió nada. Había dado vueltas por la cama, buscando la postura más cómoda, pero no la había hallado. Y ahí estaba, a oscuras y completamente en silencio cuando su puerta se abrió despacio, sin apenas hacer ruido. Alerta, se hizo el dormido, y escuchó como el individuo cerraba la puerta y se acercaba a él despacio. Entreabrió los ojos y observó la peligrosa mano acercarse a su cuello... y la golpeó, echando el cuerpo del individuo sobre la cama e inmovilizarlo.

    -¿Quién eres y qué quieres?-Preguntó.

    -¡Soy yo, Rash!

    Encendió con un chasqueo la vela y observó a Selin sobre la cama, bajo él. La chica estaba sonrojada, y solo llevaba puesto una camisa que dejaba muy poco a la vista sus grandes pechos. Rash se quitó de encima, y la chica se tapó con su manta, avergonzada.

    -¿Qué haces aquí?-Le preguntó, y recordó que la chica iba a comunicarse con Lord Tanos.- ¿Has podido localizarle? ¿Qué te ha dicho?

    La chica asintió, temblando por el frío de la habitación.

    -Me ha dicho que enviarían refuerzos, pero que debíamos hacer entrar a la Reina en razón para que dejara libre a Nyro o él mismo vendría y la castigaría... Creo que nunca le había visto tan enfadado. Ha mandado reunir a Eldar y los demás para decidir que iban a hacer... no pinta nada bien, y no me gusta estar aquí.

    Rashek asintió, la cosa pintaba muy fea.

    -Nuestra primera misión iba a ser fácil y mira con lo que nos encontramos.-Y se dejó caer en los almohadones, más cansado aún que antes.- Necesitamos dormir o cuando amanezca no podremos hacer nada...

    -¿Pu-puedo quedarme contigo?-Preguntó la chica, sonrosada.-No me gustar estar sola en un lugar hostil. Ojalá Syrio estuviera aquí...

    Rashek asintió y sonrió.

    -Quédate, mi cama es tu cama... pero si te toco mientras duermo, no te quejes, te has metido tú sola en mi cama.-Le dijo, con seriedad.

    -Creo que me vuelvo a mi habitación...

    Y Selin hizo ademán de salir de la cama, pero Rash la detuvo.

    -¡Era una broma, mujer!

    Se metieron bajo las mantas y sábanas y se acostaron uno junto al otro, sin apenas rozarse. Era algo muy incómodo para los dos, pero debían mantenerse unidos por lo que pudiera pasar mientras dormían. Con Selin junto a él, a Rashek no le costó nada dormirse y cayó en un profundo sueño rápidamente, como si la hubiera necesitado a ella para dormirse. A la princesa le costó mucho más, pues aún no entendía cómo se había atrevido a meterse en la cama con Rashek, y no se arrepintió. Se juntó un poco más al chico, con el corazón latiéndole a mil por hora y apoyó su cabeza en el pecho desnudo del chico, que no se despertó, y cerró los ojos para quedarse rápidamente dormida.


    //////


    La audición con la Reina fue a media mañana, después de un contundente desayuno en la habitación de Rashek y de esperar, como la noche anterior, a que esta se presentara. Era en la Sala del gran Trono de Cristal, adornado con pinturas cálidas y donde el fuego calentaba la estancia hasta casi ser agobiante por cinco chimeneas. Allí estaba el Ministro, sentado en una pequeña silla muy por debajo del trono de cristal de la reina, vestido todo de negro, con su bastón de marfil apoyado junto a una de las patas de la silla.

    No eran los únicos que esperaban audiencia con la reina, pues había nobles a un lado hablando entre ellos animadamente, vestidos con elegantes ropas, en el lado contrario a estos, estaba el populacho, vestidos con ropas abrigadas contra el frío.

    -¡Entra en la Sala del Trono su Majestad la Reina Priscilla IX!-Gritó un siervo que esperaba en la puerta, cando unos golpes con una gran vara en el suelo para hacer el silencio.

    La reina entró por la puerta con majestuosidad, vestía un elegante vestido blanco y encima, una gruesa capa azul para que no se enfriara. Era alta y esbelta, hermosa pese a estar ya entrada en años y tener arrugas alrededor de sus ojos castaños, llevaba el cabello moreno corto, por encima del hombro, peinado hacia atrás con algún potingue, y caminaba hacia el trono sin mirar a los lados, con la mirada fija en donde habría de sentarse. Se hizo el silencio, solo interrumpido por el fuerte caminar de la reina, y cesó una vez se hubo sentado.

    -Bienvenidos a mis audiencias semanales. ¿Quién será el primero en hablar?-Dijo con una voz tranquila.

    Rash tuvo que esperar con aspereza a que los nobles hablaran primero, pues eran las costumbres de palacio, le había explicado Selin durante el desayuno. Aguantó muy bien las quejas y disputas por sus tierras, incluso aguantó que un noble con una hija casadera la presentara ante la corte con orgullo, pero no pudo aguantar a un noble hablar de cómo había ganado a un estúpido juego que Rash ni si quiera conocía.

    -¡Majestad!-Interrumpió al noble con enfado.

    Toda la sala se sumió en un absoluto silencio y Selin le dijo algo que ignoró, mirando directamente a la reina. Hizo una tosca reverencia, a lo que la reina sonrió con diversión.

    -Majestad... perdonad mi intromisión.-Empezó, eligiendo muy bien sus palabras para no ofenderla.-Pero vinimos anoche, y estabais dormida, así que nos atendió vuestro Ministro. Somos Inmortales, venimos por Lord Nyro, al cual tenéis encerrado en la mazmorra para pediros, en vuestra más absoluta misericordia, que le liberéis, pues es un Inmortal Señor de las Bestias y no se merece ese trato. No pretendo ofenderos, ni que os enojéis, solo la liberación de nuestro Maestro.

    La reina le observó unos minutos, mientras todos murmuraban a su alrededor, al igual que a Selin y luego miró a su Ministro, que les miraba con los ojos entornados.

    -No me habían dicho que habían llegado más Inmortales, hubierais sido los primeros en hablar. Perdonad a mis sirvientes. Yendo al tema que nos atañe, Lord Nyro, como lo llamáis vosotros, ofendió a mi hijo, el Príncipe Heredero, pero no ordené que lo enviaran a las Mazmorras. Me veo rodeada de incompetentes y es una cosa que me desagrada, ahora mismo ordeno que saquen de allí a Nyro, pues no se lo merece, como bien has dicho, joven Inmortal.-Y miró al Ministro que seguía fulminando a Selin y Rashek con sus ojos oscuros.-El tema de mis sirvientes lo puedo solucionar yo fácilmente, pero que hayan venido a mi Reino los Inmortales es algo inusual. ¿Por qué o para qué habéis venido, jóvenes Inmortales?

    Selin y Rashek se miraron.

    -Lo siento, majestad, pero solo Lord Nyro puede contestar a esa pregunta.-Dijo Rash, haciendo una nueva reverencia.

    La Reina mandó acercarse a un siervo, le habló durante unos segundos en voz baja y cuando hubo terminado éste se marchó.

    -Por hoy acaban las audiencias, mis queridos súbditos, como veis, cosas más importantes necesitan mi presencia.-Sus súbditos soltaron unas cuantas quejas, pero fueron dejando la sala lentamente.-Por favor, Inmortales, seguidme a un lugar más tranquilo. Tu no, Asford, contigo hablaré después.

    El Ministro, que se había levantado, volvió a sentarse, bajando la cabeza.

    -Como deseéis, majestad.

    Los jóvenes Inmortales siguieron a la reina por una puerta trasera del trono, que los llevaba a un pasillo por el cual caminaron hacia una gran puerta y entraron. En la sala había dos jóvenes que se sorprendieron al verlos. El chico tenía facciones parecidas a las de la reina, con lo cual comprendieron que estaban ante el príncipe, y la chica, les recordó demasiado a Nyro, algo que no comprendieron.

    -¿Madre? ¿Ocurre algo?-Preguntó el príncipe, levantándose del sofá donde estaba sentado junto a su prometida, la cual tenía un libro en las manos.

    -Me temo que sí, Murzan, y es más serio de lo que parece.-Dijo la Reina.-Estos son Inmortales, como Nyro, el cual ahora mismo he liberado de las Mazmorra.

    -¿Cómo?-La chica, que había estado tranquila hasta en ese momento, se levantó, dejando caer el libro al suelo enmoquetado.-Majestad... ¿por qué encerrasteis a mi hermano en las mazmorras?

    -Querida Minerva, hasta hoy no he descubierto donde estaba encerrado, pues ha sido cosa de Asford y de nadie más. He ordenado que un batallón de soldados de mi Guardia Real venga a protegernos, pues temo por nuestras vidas.

    Rashek y Selin se alarmaron.

    -¿Por qué teméis eso, Majestad?-Preguntó la princesa.

    La Reina los miró, y se sentó derrotada en el sofá donde momentos antes había estado su hijo. En aquel momento no era una reina inmisericorde y fuerte reina, sino una mujer frágil y preocupada y con miedo en su cansado y arrugado rostro.

    -Llevo semanas notando que pasan cosas raras en el castillo, como si algo se estuviera preparando a mis espaldas. No sé cómo explicarlo, todo empezó cuando mi antiguo Ministro, Raynold, murió en unas circunstancias extrañas... Asford... ese vil y malvado hombre me ha ido arrebatando poco a poco poder, alegando que debo descansar por mi enfermedad. Y ahora... encierra a un Inmortal en las mazmorras de mi castillo... Ahora temo por la vida de mi hijo.

    -Majestad.-La llamó Selin.-Mientras nosotros estemos aquí no corréis peligro alguno. Lord Tanos está al tanto de todo esto y ha enviado refuerzos que ya se dirigen hacia aquí. Una vez Lord Nyro nos cuente qué está ocurriendo podremos tomar las medidas necesarias.

    La Reina asintió, agradecida y allí esperaron a que Nyro llegara junto con el batallón de soldados.

    Deberíamos habernos quedado con nuestras armas.” le dijo Selin a Rasehk mentalmente “Así somos vulnerables.” Rashek sonrió y de su bota se sacó una daga que le entregó, rebuscó entre su capa y sacó cuchillos arrojadizos y una pequeña cerbatana con dardos envenenados. Selin le miró con recriminación.

    -¿Qué?-Preguntó el mestizo, sin entender.- ¿En serio creíste que me iban a dejar indefenso?

    Y justo en ese momento, Nyro entró por la puerta seguido de los guardias de la reina. Estaba maltrecho por los dos días pasados en la mazmorra, con ojeras y pálido, pero bien, al fin y al cabo.

    -¡Hermano!-Gritó Minerva, arrojándose a sus brazos.

    Nyro la abrazó y miró a sus aprendices, saludándolos mentalmente, después se dirigió a la Reina con una reverencia.

    -Majestad... estáis siendo presa de una conspiración.-Dijo sin más.

    La reina abrió los ojos de par en par, sorprendida, miró a su hijo, que estaba igual de sorprendido y volvió a mirar a Nyro.

    -¿Cómo?

    -En cuanto llegué me di cuenta, vuestro nuevo Ministro es un siervo del mal. Lo noté con solo mirarle, intenté meterme en su mente para sonsacarle para quien trabaja, pero sus defensas eran muy fuertes y yo estoy desentrenado en ese arte, así que me arrancó las mías y me hizo ofender a vuestro hijo para encerrarme en las mazmorras y que no pudiera contactar con los míos.-Explicó Nyro, tan deprisa y concisamente que pudo.-Pero él no sabía que Rashek y Selin venían hacia aquí. Debemos detenerle antes de que intente nada más.

    Entonces Selin le contó a Nyro que había contactado con Lord Tanos y lo que éste le había dicho.

    -No podemos esperar a que lleguen, podría escaparse y no podemos permitirlo.-Dijo Nyro, alejándose de su hermana y acercándose a sus aprendices.-Debemos darnos prisa y poner a salvo a la familia real.

    -Ahora entiendo por qué cuando lo vimos por primera vez sentimos aquello.-Comentó Rashek, recordando la primera vez que había visto al Ministro y lo que había sentido.

    -Sí...-Asintió Selin.

    La Reina se levantó del sofá y se acercó a ellos.

    -Adelante, pues, mis soldados son vuestros soldados.-Les dijo.-El capitán Roger está al mando del batallón,-y señaló a un soldado joven y de aspecto fiero-él os llevará hasta Asford y os dará armas.

    -Rashek, tu pon a salvo a la familia real y contacta con los dragones, que vengan aquí. Selin, tu vendrás conmigo, buscaremos a Asford y buscaremos hasta dar con él y encontrarlo. Rashek, una vez los hayas escondido, reúnete con los dragones y búscanos.

    Se separaron tras un par de palabras más y Selin desapareció con Nyro y los soldados, Rashek miró a la reina que asintió y salieron por un pasadizo secreto que había tras una gran pintura del difunto rey. El pasadizo era oscuro y frío, y largo, lo siguieron en silencio, con la Reina a la cabeza y Rashek aprovechó para intentar contactar con los dragones. “Dardo, ¿me oyes? Dardo” espero unos segundo, emitiendo ese pensamiento.“¿Rashek? ¿Qué ocurre?” Rashek sonrió, agradecido por el vínculo corazón-dragón y le contó todo lo que sabía, el dragón se alarmó, preguntándole si él se encontraba bien. “Sí, pero os necesitamos aquí ya, os esperaré en la ciudadela cuando ponga a salvo a la reina y a su hijo.”. El dragón prometió estar allí en seguida y Rashek cerró el vínculo mental.

    -Por aquí.-Los guió la reina, y entraron por una puerta a una sala en la que Rashek no había estado antes.-Es el despacho de mi esposo, lo cerré cuando él murió. No nos buscarán aquí.

    -Bien, debo reunirme con los dragones. Cerrad el pasadizo cuando salga y no abráis a nadie hasta que yo vuelva, ¿de acuerdo?

    La reina asintió.

    -Ten cuidado, joven Inmortal, y mucha suerte.

    Rashek asintió y salió por el pasadizo, esperó a que lo sellaran con muebles y siguió el camino por donde habían venido, preparando dardos en la cerbatana por si acaso. Una vez en la sala principal, volvió a la sala del trono, la cual estaba vacía y a oscuras. No sabía muy bien cómo se salía del castillo, así que dio varias vueltas escondiéndose de no ser visto por nadie hasta que encontró la puerta por la cual habían entrado. El día era gris y nublado, pero cuando por fin vio el brillo plateado de Dardo acercarse por el cielo, junto a Syrio y Nébulo, cambió completamente de color.
     
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  9. Threadmarks: Capítulo 7: Escorpión.
     
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    Capítulo Séptimo: Escorpión.



    -... me han mandado mi primera misión y me han puesto un compañero estúpido, un Jinete de Leviatán, no dudaré en eliminarlo si me estorba. Por lo demás, parece que ha habido movimiento durante la noche y han enviado un batallón de Inmortales al País del Invierno... supongo que Asford debe tener problemas.

    Había escuchado en silencio todo lo que su infiltrado le había tenido que decir, pero aquello último no se lo esperaba. Se suponía que no debían saber nada de lo que estaba ocurriendo en Ciudad Hielus hasta que ya fuera demasiado tarde para poder hacer nada. Aquello no entraba en sus planes, y no le gustaban las sorpresas.

    -De acuerdo, sigue atento a esta señal, pronto volveremos a hablar.-Dijo, removiéndose en su trono.

    -Mi señor.-Se despidió la voz de su infiltrado desde la esfera que flotaba frente a él.

    El Señor se masajeó las sienes, donde empezaba a despertar un ataque de dolores de cabeza, y aquello lo enojaba sobremanera, con un movimiento de mano la esfera empezó a emitir de nuevo.

    -Muéstrame a Asford.-Le dijo, y así hizo la esfera, que no tardó en mostrarle la imagen del frágil y enfermizo Ministro.-Asford, cuánto tiempo.

    Asford parecía nervioso y cansado, con las ojeras más prominentes que nunca, estaba en un lugar oscuro y que parecía frío por la formar en que tiritaba el Ministro. Miraba a su alrededor, como esperando algo, y cuando la esfera se creó delante de él y escucho la voz del Señor, pegó un saltó, asustado.

    -Mi señor, tengo problemas.-Dijo, sin saludar siquiera.

    -Lo sé,-Contestó el Señor- mi espía me ha contado que pronto los Inmortales llegarán allí.

    -Ya están aquí, mi señor, son tres, y uno es Señor de los Dragones.

    Se sorprendió.

    -¿Nyro está en el País del Invierno?

    -Sí, su hermana es la prometida del príncipe... no me habíais dicho nada de esto.-Dijo Asford en tono quejumbroso y acusatorio.

    -No sabía que su familia hubiera escalado tanto en tan poco tiempo. Pero, en fin, márchate de allí, no quiero que descubran aún nada de mi plan.

    Asford tragó saliva.

    -Mi señor... creo que no va a ser posible.

    -¿Cómo?

    -Están buscándome por todo palacio... me he escondido en uno de los pasadizos secretos, pero no tardarán mucho en buscarme aquí. Necesito ayuda... desesperadamente.

    El Señor se quedó en silencio y pensativo unos segundos.

    -Me has servido bien, Asford, durante todos estos años. Será una lástima tener que prescindir de ti, espero lo comprendas.

    -Creo que no os entiendo, mi señor...

    El Señor sonrió retorcidamente y con un movimiento de mano, recitó un pequeño conjuro, que a miles de kilómetros surtió efecto con un quejido lamentable. El rostro de Asford dejó de verse en la esfera, y solo el silencio y la oscuridad esperaban en tranquilidad.

    Retiró la esfera y la metió de nuevo en su cofre, el cual cerró con llave y se la guardó en el bolsillo. Cogió la caja y la dejó en una estantería al lado de otros cofres con sus tesoros. Los Inmortales habían destrozado, sin saberlo, uno de sus planes en poco tiempo cuando había tardado meses en llevarlo a cabo y aquello no podía permitírselo, a ellos ni a nadie. Necesitaba, al menos, la ayuda de uno de los reinos de Alantasia para llevar a cabo su plan y ya no podía contar ni con el Reino de los Elfos ni con el País del Invierno. Observó el mapa que colgaba en una de las paredes de todo el continente y con el dedo hizo una tachadura en el País del Invierno, como a los elfos. Pensaba que la reina Priscilla sería frágil y que caería derrotada en seguida... pero Nyro, de nuevo, entorpecía sus planes. Tendría que acabar con él para sentar a alguien de su conveniencia en su puesto y así machacar a los Inmortales desde dentro. Tenía muchas esperanzas y expectativas puestas en su joven infiltrado, y confiaba en que llevara a cabo su misión sin delatarse pues si no, acabaría con su vida como había hecho con Asford y no sentiría ningún remordimiento.

    Se volvió a sentar en su trono, pensativo, y pasó horas mirando el mapa y buscando un punto débil por el cual atacar a uno de los Reinos y hacerse con él sin levantar sospechas. Y cuando ya casi lo tenía decidido, la puerta de la sala se abrió con estrépito y una acalorada Savia, su pequeña hija, entró sudando copiosamente.

    -¡Padre! ¡Odio este calor!-Le gritó, acusándole de que fuera su culpa.- ¿Cuánto tiempo tendremos que pasar en este maldito desierto?

    El señor suspiró, ya con un latente dolor de cabeza.

    -El tiempo que estime necesario, Savia.-Le dijo, con voz dura. Su madre, que su Dios la tuviera en su gloria, la había mimado en exceso y las consecuencias de aquello le tocaba padecerlas a él.-Puedes marcharte cuando quieras, ya lo sabes.

    Pero Savia no se dejó engañar, sabía que en cuanto se marchara del lado de su padre, él renegaría de ella, y no era algo que iba a tolerar. Era su heredera y todo lo que consiguiera en aquella guerra y lucha que a ella le parecía sin sentido, sería para ella cuando su padre muriera en extrañas circunstancias. Además, había ayudado a su causa y quería ser halagada y recordada por ello. No, no se marcharía, aunque el calor la hiciera sudar y aquello la asqueara, aguantaría y lograría todo lo que se había propuesto.

    -Sé que me echarías demasiado de menos, padre mío, no te abandonaría ni aunque me obligases.-Y le sonrió con descaro.- ¿Se sabe algo nuevo de nuestros amigos?

    -Asford ha muerto.

    -Vaya, te vas quedando sin pretendientes para mí.

    El señor sonrió.

    -Aún me quedan unos cuantos, querida, podrás casarte sin problemas.

    -Eso ya lo veremos.

    El señor contactó con algunos de sus infiltrados por el reino y avisó a los necesarios para que movieran ficha ahora que dejaban de lado el País del Invierno. Estuvieron varias horas hasta el anochecer ocupándose de aquellos asuntos, hasta que sirvieron la cena y se sentaron para descansar un poco.

    -He invitado a alguien que te gustará mucho, Savia.-Dijo el señor.-Esperemos unos minutos a que venga.

    Savia le fulminó con la mirada y se sentó a la mesa, sirviéndose vino, pues iba a necesitarlo para continuar con aquella pantomima. Pero el hombre que entró por la puerta y saludó, no era para nada viejo como los otros a los que había intentado venderla, éste era joven y apuesto y sonreía con autosuficiencia.

    -¡Oh, Bajar, siéntate, ponte cómodo! ¿Conoces a mi hija Savia?

    Bajar se sentó junto a Savia y la tomó la mano para besársela.

    -Es un placer, Lady Savia, conocerte por fin. Mi padre y el tuyo han hablado mucho sobre nosotros y sin nosotros. Es hora de que nos toque hacerlo, ¿no, Señor Kendral?

    Kendral sonrió con malicia.

    -¿Sabes quién es su padre, Savia?-Preguntó, apoyándose en la silla y mirándola divertido.

    Savia, que estaba en forzada desventaja, apartó la mano una vez besada y miró a su padre, escrutándole. Era la primera noticia que tenía de aquel joven apuesto de ojos verdes y melena castaña, y ya, a voz de pronto, no le gustaba nada.

    -¿Y quién es el padre de este apuesto joven?-Preguntó, sin perder la compostura.- ¿Alguien importante al que no tardaré en conocer?

    Bajar sonrió, sirviéndose vino y bebiendo de la copa de plata. Los sirvientes comenzaron a servir la cena en estricto silencio, pollo con verduras y una jarra bien fría de agua con cubitos de hielo. Sirvieron en el plato la comida a los comensales y llenaron las copas con el agua helada.

    -Dudo mucho que lo conozcas por el momento. Pero me tienes a mí para hacerte compañía.

    Savia le sonrió, pero en el fondo tenía ganas de retorcerle el cuello, aquella encerrona de su padre no le había gustado nada, se sentía indefensa y no sabía cuál sería el siguiente paso de aquellas dos pirañas. Así que mantuvo la compostura, le regaló sonrisas y le tocó el brazo más de una vez, tejiendo una red donde no tardaría en caer. Le convertiría en su aliado, no el de su padre, y así los dos, juntos, atacarían al vejestorio con fuerza.

    -Será divertido, podríamos hacer una merienda en el jardín mañana, si no tenéis mucho trabajo.

    -Por supuesto...-Y Savia reparó en que llevaba guantes, pese al insoportable calor del clima.- ¿Alguna vez has montado en escorpión?

    Aquello la sorprendió, y no pudo evitar que se le notara en la cara.

    -¿Escorpión? Eres... ¿eres un Inmortal?

    Kendral y Bajar se miraron con complicidad.

    -¿Tu padre no te lo había contado? Veo por tu cara que no... Pues sí, soy un Inmortal... aunque algo diferente de mis compañeros.-Y soltó una carcajada a la que Kendral se sumó.

    Savia pensó que aquello empezaba a ser serio de verdad si su padre tenía Inmortales en sus filas, y no eran Inmortales cualquiera ni aprendices como su infiltrado, eran Inmortales ya entrados en años, por lo que averiguó pasada la cena, y eran unos cuantos, significaba que el plan iba viento en popa.

    Kendral les dejó solos y se marchó a descansar dos horas después de que los sirvientes retiraran los platos y las fuentes vacías de la cena y dejó a su hija con el Inmortal. Si todo iba bien, pronto surgiría la chispa entre aquellos dos y tendría de aliados a los Inmortales y a los guerreros del desierto. Sus planes, poco a poco, iban tocando el suelo y con ello lo que tanto había esperado durante años se haría realidad.

    Entró en su habitación y abrió la ventana para que la poca brisa de la noche entrara sin problemas y observó el desierto que se abría ante él. La noche hacía que pareciese hermoso y tranquilo, cuando en realidad era mortífero y lleno de peligros entre las dunas de arena. Se cambió de ropa por unos pantalones de hilo y se tumbó sobre la cama, donde se quedó tumbado, intentando no pensar en todo lo que aún le quedaba por delante. Y así, poco a poco el sueño le venció...


    //////


    Rashek estaba apoyado sobre una de las patas traseras de Dardo, mientras este se lamía una de las delanteras, relamiéndose los restos de su agradable comida. Estaba esperando a Selin y Nyro, que estaban despidiéndose de la Familia Real, y disfrutaba de un día gris y frío, como casi todos en el País del Invierno.

    Syrio y Nébulo mantenían una conversación entre ellos donde los habían excluido, pero habían comprendido que padre e hijo tendrían mucho que contarse. Y allí estaba el mestizo, esperando, pensando en todo lo que habían pasado en aquel país.

    Les había sorprendido encontrar el cadáver de Asford en uno de los pasadizos del castillo, su muerte había sido inexplicable, y aquello había incomodado a Nyro y a Lady Adriana, que había llegado durante la tarde junto a cinco Inmortales más, y habían decidido que tres de los Inmortales que habían llegado con la jinete, se quedaran para tranquilizar a la Reina. Seguían sin comprender ni saber para quién había trabajado Asford, y se temían que no lo supieran, pese a que habían registrado su habitación y no habían encontrado nada. El enigma seguiría allí, y no sabían por cuanto tiempo.

    Por fin, tras tanto tiempo esperando, Selin y Nyro salieron al patio donde Rashek esperaba con los dragones.

    -¡Por fin!-Exclamó éste, levantándose y desperezándose.- ¿Nos vamos ya? No me gusta nada la nieve... y a Dardo se le mete por cierto sitios que no me deja nombrar...

    Dardo soltó un gruñido y fulminó a su jinete con sus oscuros ojos. Rash sonrió, le sacó la lengua y corrió para ponerse detrás de Selin cuando vio que el dragón se levantaba echando humo por la nariz.

    -Sí, nos marchamos.-Dijo Nyro.-Pero sigo sin entender tantas cosas...

    -Por muchas vueltas que le des, no está en nuestras manos hacer nada por el momento.-Comentó Selin, apartándose de Rash, que corrió por el patio seguido de Dardo.-Lady Adriana se ocupará de todo hasta que la Reina nombre un nuevo Ministro y los demás vigilarán por si notan alguna perturbación... Siento que no entendiéramos qué era ese halo que rodeaba a Asford, Maestro.

    Nyro sonrió, observó cómo Rash corría dando saltos por la nieve y el dragón plateado lo seguía, echando alguna que otra pequeña llama para intentar quemarlo, pero sin llegar a hacerlo.

    -No debéis pedir disculpas, ya os lo he dicho, era vuestra primera misión, apenas sabéis lo que es un halo oscuro.

    Pero Selin seguía pensando que había sido una negligencia por su parte y se sentía incompetente.

    Al rato los tres se subieron en sus dragones y comenzaron el viaje de vuelta al Territorio Inmortal.


    //////


    Kendral estaba desayunando en su habitación con tranquilidad cuando Savia entró echa un basilisco.

    -No pienso salir a ninguna parte con ese estúpido Inmortal.-Dictó cruzándose de brazos.

    Kendral tragó y se limpió los labios con la servilleta delicadamente, observando como su hija echaba pestes sobre el jinete de escorpión y su cabello de “mujer de mancebía”. Cuando hubo acabado su perorata, la miró durante unos segundos en silencio, algo que la molestó.

    -¿Entonces no vas a ir a merendar con él en los jardines?-Preguntó, cogiendo una uva y llevándosela a la boca con tranquilidad.

    Savia explotó con un chillido agudo.

    -¡No quiero saber nada de él! ¡Podría estar engañándonos y vendernos a los Inmortales mientras tú estás aquí desayunando tan tranquilo!

    Kendral masticó y tragó, un poco molesto.

    -Estoy enterado de todos los secretos de Bajar gracias a mis espías, querida, no puede ocultarme nada. El idiota cree que él me encontró a mí, cuando yo fui poniendo pistas delante de sus narices para que lo hiciera. ¿Entiendes? Él me necesita para su rebelión como yo le necesito para mis planes de futuro, déjale que se crea importante, él importante aquí es su padre.

    -¿Y quién demonios es su padre?

    Kendral sonrió, se echó para atrás en la silla, apoyándose y bebiendo de su cáliz.

    -Ay, Savia, tu ignorancia a veces me resulta tan adorable... No quieras desvelar todos mis secretos aún, espera, al menos, a que lleguemos a Kon. Una vez allí, lo entenderás todo.

    Savia le escrutó con sus ojos azules, herencia de su fallecida madre, pero no dijo nada más y se sentó a desayunar con su padre.

    -¿Entonces marcharás sobre Kon?

    -Sí, tiene que caer para que yo pueda gobernar. Seré el Emperador Supremo de Alantasia, pero debo ir por pasos, primero un país, luego una región...-No pudo evitar sonreír y regodearse de sus planes.-Queda tan poco para que mis sueños se cumplan.

    -Los sueños, sueños son, padre, no deberías soñar como una chiquilla, quizá despiertes y no te guste lo que encuentres.

    -No me preocupa nada, por el momento.-Le dijo Kendral, tranquilo.-En unos días nos marcharemos de este palacete y nos reuniremos con mi ejército y el de Bajar... así que espero que le trates bien y esté contento contigo, Savia, o más te vale mantenerte lejos de mí.

    Savia asintió, por poco que le gustara la idea seguiría con su plan de engatusar al jinete, nunca sabía cuándo lo iba a necesitar. Desayunó con su padre, y se retiró para relajarse en los baños, pues el calor del desierto y la arena en el aire se le pegaban al cuerpo y la irritaban. Pasó una hora metida en la bañera, relajándose y siendo masajeada por las sirvientas. Salió para vestirse y maquillarse para la merienda, y se puso sus mejores galas, pues quería sorprender y gustar al Inmortal.

    Pero tuvo que esperar al jinete, pues llegaba tarde, y aquello la enfureció. Nunca nadie la había hecho esperar, siempre era ella la que lo hacía y que se lo hicieran a ella no le sentaba nada bien. Se sentó en un sillón a esperar, ojeando un libro sobre plantas del desierto hasta que el jinete se dignó a aparecer.

    -Buenos días, preciosa, esto es para ti. Espero que te gusten.-La saludó, entregándole un ramo de flores silvestres.

    Savia se puso la máscara y le sonrió con dulzura, ofreciéndole la mano para que la besara y cogiendo las flores para llevárselas a la nariz y olerlas.

    -Son preciosas...

    -Como tú.

    Savia sonrió, pensando que iba a vomitar si seguía tratándola de aquella manera. Ordenó a una de las sirvientas que pusiera las flores en agua y Bajar le ofreció el brazo, el cual ella tomó para ir paseando hacia los jardines.

    -He traído a mi escorpión, por si luego quieres dar un paseo en él.

    -Me encantaría.

    -Te lo presentaré.

    Y la llevó a donde su escorpión estaba rebuscando entre la arena, aburrido. Era un gran ejemplar de color rojo y pequeños ojos amarillos, su gran y amenazador aguijón no tenía nada que envidiar a sus pinzas, que estarían dispuestas a cortar cualquier cosas que amenazara a su jinete.

    -Se llama Zak. Zak, esta es Lady Savia, la hija de Lord Kendral.

    Es un placer”, le dijo el escorpión, en tono aburrido y a Savia le sorprendió que su voz se proyectara en su mente.

    -¿Cómo se comunica conmigo?-Preguntó curiosa.

    -Las bestias no tienen cuerdas vocales como las de los humanos o elfos,-Exlicó Bajar.-pero sí una mente inteligente que puede proyectar su voz a las mentes de aquellos con quien desean comunicarse. Es algo complejo, pero útil para poder transmitir información o comunicarse.

    -¿Todos pueden hablar con la mente?-Preguntó Savia, que aquel tema le gustaba.

    -No, solos los que son elegidos para los jinetes. Los escorpiones salvajes, por ejemplo, se comunican por chasquidos de pinzas o siseos.

    -Oh, vaya, debe ser difícil comunicarse con los salvajes.

    -No tenemos la necesidad, y si la hubiera, Zak u otros escorpiones lo harían por nosotros. ¿Seguimos con nuestro paseo?-Sugirió, ofreciéndole de nuevo el brazo.

    -Por supuesto. Les he ordenado a los sirvientes que nos preparen la merienda bajo las palmeras donde corre el aire y no pasaremos tanto calor.

    Y comenzaron a caminar por el jardín.

    -Que considerada.

    -Cuido de mis amigos.-Sonrió Savia.

    -¿Ya somos amigos?-Preguntó Bajar, divertido.

    -Por supuesto...

    -Espero que eso signifique que podamos llegar a ser más que amigos.

    -Oh, Bajar... qué pícaro eres.

    Bajar dejó de caminar y miró a Savia a los ojos.

    -Me gustas, Savia, desde que te vi ayer no he parado de pensar en ti ni por un momento. Juraría que has hecho brujería si no fuera Inmortal, pero lo soy, y esto que siento viene del corazón.

    Savia le miró atentamente, intentando averiguar si aquello era un truco o los sentimientos del jinete eran verdaderos. Pero antes de que pudiera decir nada más, Bajar la cogió por la nuca y la besó con dureza y haciéndola daño. Pero Savia le dejó, era inexperto en las artes amatorias, algo que ella había aprendido con el paso del tiempo desde que tenía quince años. Dejó que bajara una mano por su espalda tímidamente, mientras la seguía besando, hasta su trasero y allí la dejó.

    -Oh, Bajar...-Jadeó falsamente cuando el Inmortal la besó en el cuello.-No soy una cualquiera...

    Bajar paró de besarla, mirándole a los ojos.

    -Perdóname... no quería hacerte sentir incómoda.-Le dijo, alejándose de ella, sonrojado.-Nunca me había pasado esto con ninguna otra mujer.

    Savia se colocó la ropa, cabizbaja, a la espera.

    -No quiero que pienses que me acerco a ti por tu padre... Porque no es verdad.-Le dijo, cogiéndola una mano y besándosela.-Tu padre es una herramienta para la rebelión que estamos organizando los míos y yo... No tenía pensando sentirme atraído por ti... pero no he podido evitarlo.

    Savia se quedó en silencio. Bingo.

    -Quiero estar contigo porque siento algo por ti, no para tener más poder. No lo necesito, tengo el suficiente para que los Inmortales Jinetes de Escorpión nos hagamos un hueco por fin gracias a mi rebelión, y que ninguno nos pise ni se sientan superiores. ¿Entiendes? Tu padre me necesita más que yo a él... y me parece bien, mientras tú estés conmigo.

    -Bajar, mi padre quiere casarme con alguien importante.

    Bajar sonrió.

    -Yo seré importante.

    -¡Oh, Bajar!-Y se lanzó a sus brazos, como si fuera una chiquilla enamorada, y Bajar la abrazó. Ya lo tenía atrapado en su red, y aunque le había parecido demasiado fácil, tenía que tener cuidado, pues había prometido su mano a otro jinete.- ¡Ámame!

    Y Bajar lo hizo.

    Kendral, sentado en su trono, observó la escena sin evitar sonreír de satisfacción. Savia había hecho lo que esperaba de ella, y gracias a eso, tendría a los Jinetes rebeldes. Sus planes iban viento en popa y nadie sospechaba aún nada.


    //////


    Kendral entró en Pontio dos horas después de la rendición de la capital a caballo y seguido de una porción de su ejército vencedor y varios Inmortales en sus escorpiones. La ciudad, por suerte, no había sufrido daños, y ya retiraban los cadáveres de los soldados pontinos que habían luchado hasta la muerte contra un enemigo feroz. La guerra había durado apenas dos días, pues la ciudad había sido presa de un ataque sorpresa y apenas habían podido hacer nada para defenderse de aquellos enemigos que habían jurado protegerlos. Los nobles habían huido o habían muerto en la lucha, y el Emperador, que estaba viejo y tullido había rendido la ciudad al verse impotente de no poder hacer nada, por miedo a morir también, algo que había hecho cuando Bajar y los suyos habían llegado a su palacete.

    Ahora Kendral sería el Emperador del Desierto de Kônzul, con su sede en Kon, y desde allí esperaría para hacerse más fuerte y poder atacar y sublevar el continente de Alantasia en un solo País donde él sería el Regente Supremo.

    Entró en el palacete del antiguo emperador y observó como retiraban su cadáver, dejando un rastro de sangre tras de sí, y sonrió, caminando hacia el trono y sentándose.

    -¡Que limpien toda esta sangre y quemen los cadáveres!-Esa fue la primera de una larga lista de órdenes.- ¡Y preparaos, los Inmortales vendrán, y ese estúpido de Tanos con ellos! Preparad las defensas de la ciudad, y no dejéis entrar a nadie a partir del anochecer. ¡Esta ciudad es mía, y lo será por siempre!

    -¡Larga vida al Emperador Kendral!-Exclamaron sus soldados.- ¡Larga vida al nuevo Emperador de Kônzul!

    Y lo vitorearon.

    Savia observó la escena con asco, no le gustaba nada la sangre, y haber cruzado la ciudad en aquel estado le había hecho sentir sucia por primera vez en su vida. Pero estaba contenta de que su padre lo hubiera conseguida, ahora era una Princesa Imperial, y como tal, debía permanecer al lado de su padre para heredar su patrimonio. Se acercó al trono y se puso a su lado, donde permaneció hasta que su padre se retiró para reunirse con sus nuevos ministros y la dejó allí, con los sirvientes limpiando. Ella se acercó al trono de mármol, donde se había colocado un cojín para que fuera más cómodo y se sentó. Se sintió poderosa con solo rozar el trono, y esa sensación le gustó, y sonrió. Pero no permaneció mucho rato sentada, se levantó y cruzó la sala altivamente, como si siempre hubiera sido una princesa, hacia la sala donde su padre estaba reunido. Ella debía estar presente en cada una de las reuniones que tuvieran, como princesa heredera, lo había decidido.

    Pero Bajar la interceptó acercándose a ella, con una sonrisa radiante en el rostro y la besó con euforia.

    -Lo hemos conseguido, mi amada.

    Savia reparó en el brazo herido de Bajar.

    -¡Oh, estás herido!

    -No es nada comparado con lo que le hice yo al otro.-Comentó, triunfante.

    -Mi héroe...-Y le besó largamente durante unos segundos, mientras el jinete la acariciaba el cuerpo sensualmente, cuando pensó que ya había habido suficiente toqueteo, se separó de él con brusquedad.-Tengo cosas que hacer, querido, mi padre está reunido y como su heredera tengo que estar presente... por muy aburrido que sea.

    Bajar asintió intentando besarla de nuevo, pero ella se retiró con agilidad, con una sonrisa traviesa, y tras intentarlo un par de veces más, se dio por vencido, acompañándola por el pasillo a la sala de la reunión.

    -Pronto tú y yo seremos quienes se siente en ese trono, preciosa.-Le dijo, a modo de despedida, besándola la mano.


    //////


    Lord Tanos se enteró del ataque a Kon cuando ya era tarde, pues todo había sido rápido y había estado calculado de una manera que no dejaba cabos sueltos, y cuando sus Jinetes emprendieron el viaje por tierra, aire y mar, llegaron a una ciudad rodeada de defensas, tanto mágicas como físicas. Lady Adriana, la líder de aquella campaña, había intentado dialogar con Lord Kendral y los Jinetes Rebelados, pero había sido inútil y solo había conseguido que la envenenaran, haciendo así que tuviera que volver a Territorio Inmortal para permanecer con vida. Los Cuatro Señores de las Bestias permanecían reunidos, aún, en la sala principal del Consejo Inmortal, junto a los Sabios del Mar y la líder de la Sacerdotisas de Kaelus, la Sacerdotisa Cala.

    Se había impuesto el caos, pues todos hablaban a la vez y nadie hacía caso de lo que decían los otros, gritaban con tono hosco, indignados y enojados por lo que hubiera ocurrido.

    Lord Tanos pidió silencio tres veces antes de que todos se callaran y poder hablar.

    -Hermanos, Sabios, Sacerdotisas, todos estamos de acuerdo en que no podemos permitir que esto suceda, y es nuestro deber encontrar una solución sin llegar a la sangre...

    -¡Debemos marchar hacia ellos!-Gritó el Señor de los Levitanes, Koji.-Esos jinetes han traicionado las bases de nuestro pacto, ¡merecen ser castigados!

    De nuevo, el cuchicheo ensordeció a Lord Tanos, que se levantó arrastrando la silla, enojado.

    -Esos jinetes serán castigados una vez hayamos solucionado todo esto. No podemos permitir que Kendral y sus Jinetes Rebelados salgan del desierto y conquisten más países. Debemos sitiar el Desierto y esperar a que ellos mismo se rindan. Sin comercio ni...

    -Mi señor...-Lord Tanos se sorprendió de que Lord Adam, que había permanecido tranquilo durante todas las horas que llevaban allí, hablara por primera vez.-tenemos huevos en el Desierto que han puesto recientemente las hembras de escorpión... no podemos dejar a los Jinetes que se ocupan de cuidarlos a su suerte. Estoy en contra y me niego... mi hijo está allí con ellos, ¿debo dejarle también?

    Lord Tanos le escrutó con sus ojos azules durante unos segundos, intentando averiguar qué pensaba en realidad el Señor de los Escorpiones. Le había parecido sospechoso que no hubiera sabido nada de la Rebelión en su propio territorio, pero le había entregado su confianza años atrás y no quería ni debía dudar de él. Le miró directamente a sus ojos verdes que, aunque estaban surcados de arrugas de edad, no dejaban de ser hermosos y peligrosos.

    -Lo entiendo... yo no dejaría atrás a mis huevos, pero no podemos defenderlos sin que sepan que entramos en el desierto. Sería una misión peligrosa, y perderíamos soldados que necesitaríamos en el futuro.

    -¿Significa eso que vamos a atacar?-Preguntó Nyro, interviniendo en la conversación.

    Lord Tanos suspiró, cansado, miró a cada uno de los que estaban allí presentes, esperando que alguien dijera algo más, cualquier cosa habría agradecido, pero ninguno dijo nada, se mantuvieron en silencio. Tomó la decisión con temor, pues sabía demasiado bien lo que aquello suponía.

    -No podemos permitir que Kendral subleve a nadie más. Hemos permitido, sin apenas darnos cuenta en tan pocos días que tome bajo su poder la ciudad de Kon y la capital del desierto, Pontio. Eso le pone en un lugar estratégico en el continente... además puede usar como rehenes los huevos de escorpión, los niños que aún están eligiendo y los jinetes que no hayan querido entrometerse en la rebelión como el hijo de Adam. ¿Y quién sabe si no hay entre nosotros, espías de su lado? Ahora más que nunca, los Inmortales están en peligro... Señores, estamos en guerra.

    -Sea pues.-Lo apoyó Koji.-Mis leviatanes se ocuparán de vigilarlos desde el mar... pediré ayuda a la reina de la sirenas para que sus soldados estén preparados.

    -Los elfos somos un pueblo pacífico,-habló Eldar, con tranquilidad.-pero no podemos permitir que alguien con el corazón tan oscuro asesine cruelmente la paz por la que tanto hemos luchado.

    Adam se mantuvo en silencio, al igual que Nyro, que poco más podía decir ante aquella decisión. Los Tres Sabios del Mar se retiraron en silencio, sin más que decir, conformes con la decisión y la sacerdotisa Cala, rodeada de tres pupilas, oraron en silencio, pidiendo fuerza y valentía para los soldados y jinetes que habían perecido en la batalla para encontrar descanso eterno.
     
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    Alantasia
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    Aventura
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    12
     
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    Capítulo Octavo: Ojos Azules.


    Mientras Rashek y Selin se ocupaban de sus primeras misiones, aprendiendo de los errores y alegrándose de las victorias, los cientos de jóvenes Inmortales que habían empezado a su vez hacían lo mismo y vivían sus propias aventuras, ya fueran encarnizadas o en son de paz. Los más expertos no dudaban en ayudarles cuando era necesario, igual que de enterrar a aquellos que habían caído en las manos de los traidores o durante una sangrienta batalla. Era duro, nunca los Inmortales habían topado con una crisis de tal magnitud, pero no permitirían que Kendral ganara, no se someterían ante sus exigencias, protegerían Alantasia hasta que el último de los Inmortales quedase con vida.

    La guerra había explotado en algunas regiones, y los Inmortales se apresuraban a cerrar fronteras con el Desierto para que Kendral no consiguiera expandirse y ganar más territorios. No solo había conseguido conquistar territorios, sino también los corazones de muchos Inmortales que eran débiles y habían caído estrepitosamente en la oscuridad sin poder evitarlo, uniéndose a él con su voluble conciencia. No solo los Inmortales fieles debían enfrentarse a los Escorpiones, sino a dragones, unicornios y leviatanes con los que habían crecido, aprendido y luchado, algo que hundía la moral a cualquiera.

    Los líder y reyes habían optado por un bando o por otro dependiendo de sus beneficios. Algunos les habían tachado de egoístas, de traidores, pero ellos solo pensaban en el bien de sus reinos, o al menos eso era lo que se decían para poder dormir por las noches.

    Los elfos, serenos y pacíficos, se habían mantenido al margen con todos, cerrando fronteras a su alrededor y poniendo guardias que se ocupaban de hacer pasar a aquellos que querían comerciar con ellos. Se mantenían neutrales como el País del Invierno, que pese a no cerrar sus fronteras sí que había aumentado la guardia en estas y seguían una estricta y rigurosa tarea bajo las órdenes del joven rey Murzan.

    Otros, como el Rey Bastian del Reino Azul, habían cerrado fronteras con todos menos con el Desierto de Kônzul, con el que mantenía una red de comercio que enriquecía todo su país y había jurado fidelidad al nuevo Emperador Kendral.

    Océano y Marea se habían mantenido fieles a los Inmortales, y mantenían el mar que rodeaba al desierto bien vigilado junto a las sirenas de la Reina Neffie. El Reino Rojo, enemigo acérrimo de Océano, regido por la reina Danae había jurado fidelidad a Kendral y se mantenía a la espera de sus órdenes para atacar. Las Islas de los Titanes, ignorantes de todo, seguían en su armonía y las Islas del Destino, donde los piratas eran los regentes, esperaban la mejor oferta para unirse a uno u otro bando.

    Todo Alantasia esperaba a que uno de los dos bandos volviera a mover ficha.

    Habían pasado cinco años desde que Kendral reinaba en Pontio y el tira y afloja que mantenía con los Inmortales le exasperaba y parecía que no se acabara nunca. Pero aún mantenía un as secreto en la manga en el que había depositado mucha confianza.

    Luego estaba Lord Tanos, que parecía haber envejecido cien años desde entonces, había perdido muy buenos Inmortales en la batalla de los que lamentaba las bajas. Tenía que proteger a los niños y sus criaturas de que no cayeran en la oscuridad como muchos de sus compañeros habían hecho y tenía que liderar a los Inmortales en momentos tan graves de crisis. Por suerte tenía a Nyro a su lado, que no dudaba de encargarse de asuntos para los que aún no estaba preparado para que su maestro tuviera tiempo de descansar al menos unas horas entre crisis y crisis. Los demás Grandes Señores tenían también sus propios problemas con sus bestias pues las bestias sin Jinetes también tomaban parte de un bando u otro. Los escorpiones libres se habían sublevado a Kendral, los leviatanes libres ayudaban con la vigilancia del mar y los unicornios se mantenían neutrales como los elfos. Los únicos que no habían dado señales eran los dragones, que se resguardaban en las montañas Crystal a la espera de que todo aquello acabara...

    La desconfianza campaba por todo Alantasia.

    El caos era el pan de cada día para los hombres y mujeres que vivían en uno y otro lugar, con miedo de ser atacados por los enemigos de los reyes a los que debían obediencia. El comercio empezaba a resentirse y con ello, el hambre dio paso. Los Inmortales hacían lo que podían, protegiendo de los malhechores y ladrones que se habían aprovechado de aquella crisis para enriquecerse de los pobres jornaleros que labraban el campo, o a los transportistas de grano por los caminos. Parecía que, en aquellos tiempos, por unos u otros motivos, todos estaban en peligro...



    //////​


    Jake se bajó de Azula desenvainando la espada y enarbolándola contra el enemigo que se lanzaba a por ellos. La dragona lanzó un zarpado y destripó a uno de sus enemigos, con la cola, empujó con fuerza lanzándolo lejos de su Jinete, que luchaba contra un hombre de grandes músculos y su gran hacha de doble filo.

    Solo se oía el choque de los metales al golpearse, se olía la sangre que les salpicaba de sus heridas, los gruñidos, los jadeos de los moribundos.

    La batalla duró apenas unos minutos que parecieron siglos. Pero el enemigo no podía hacer nada contra ese demonio de ojos azules. Solo se veía el reflejo de su cabello rojo en sus rápidos movimientos, como una sombra del terror rojo que desprendía.

    Siete bajas por parte del enemigo y un par de rasguños para Jake, que no había podido evitar luchar contra varios enemigos que no eran tan nobles como lo era él. Menos mal que Azula siempre le cubría las espaldas.

    El muchacho suspiró y se dejó caer al suelo, manchándose de la sangre de sus enemigos, algo que no le importó, estaba cansado de todo aquello.

    -¡Muchas gracias, señor!-Le agradeció una de las mujeres que había estado a punto de ser robadas y violadas, arreglándose la ropa como podía, con grandes lagrimones cayéndole por las sucias mejillas.- ¡Mis niñas y yo le debemos la vida!

    Jake observó a las muchachas abrazándose a su madre, al lado del cadáver del que probablemente habría sido su padre y asintió con la cabeza, se arrancó la bolsa con dinero que llevaba atada a la cintura y se la lanzó sin reparos. El hedor de la sangre que le impregnaba las ropas le asqueaba, y no pudo evitar hacer un mohín mientras hacía un amago por levantarse, pero una de sus heridas le causó dolor y se quedó en el sitio. Parecía que uno de aquellos bellacos había conseguido romper sus defensas.

    -Para que lleguéis a salvo al pueblo de nuevo.

    -No podemos aceptarlo, mi señor...

    -Debéis hacerlo si queréis volver al pueblo,-miró la carreta con una de las ruedas rota y las cansadas yeguas que tiraban de ella.-deberéis arreglar esa rueda para poder seguir con el viaje.

    La mujer no pudo replicarle porque se echó a llorar a la par que sus hijas.

    Jake las miró, compadeciéndose de ellas. Le recordaban a su madre y sus hermanas, luchando por sobrevivir día a día en un mundo podrido e interesado. No había podido evitar que el hombre muriera por ellas, no podría protegerlas hasta el pueblo porque tenía una misión que llevar a cabo y no podría evitar que alguien más les hiciera daño. Estaba tan triste que podría haber roto a llorar perfectamente. Azula se acercó a él y le restregó el morro por la espalda, sintiendo lo mismo que él sentía en aquel momento y apremiándole.

    Se levantó sin ganas apoyándose con cansancio en su dragona, envainó la espada ensangrentada sin limpiarla y se subió de un salto a Azula. Echó una última mirada a las mujeres, si se quedaban allí no tardarían en volver a atacarlas, debían moverse, debían sobrevivir... Él ya no podía hacer nada más, Azula despegó y dejó que ésta usara su magia-dragón para curarle los rasguños. La sensación de calidez le envolvió y se dejó dormitar hasta llegar a su destino, donde Shiva debía estar esperándole para su siguiente misión. No pudo evitar recordar unos ojos oscuros...

    El camino fue lento y sin paradas hacia el punto de enclave que había en Costa Marfil para poder llegar a Océano. La primavera acababa y el verano se acercaba rápidamente, con ellos las pocas lluvias y el calor abochornante. Las hojas de los árboles empezaban a oscurecerse y a secarse, los frutos hacía tiempo que habían salido ya. Pronto, los campos se llenarían de campesinos para la última recogida antes del verano y los campos se secarían hasta el otoño. Venían tiempos aún más difíciles para los pueblerinos y campesinos que labraban el campo para alimentar a los nobles y reyes que no tenían la vergüenza de protegerles.

    Jake bufó, odiaba aquel mundo de injusticias. Cuando era apenas un chiquillo había soñado con ser un domador de leones como había sido su padre. Aún lograba acordarse de él, de su cara barbuda con esa gran sonrisa que tenía siempre, incluso hasta en su muerte llevaba esa sonrisa puesta. Había heredado de él su picardía para hacer bromas y la melena pelirroja, al contrario que sus hermanas que eran todas rubias. Pero ya no sentía las ganas ni la necesidad de contar chistes verdes o hacer reír a los demás... Desde que perdió a Mac su vida había cambiado.

    Sacudió la cabeza, dejando aquellos mechones rebeldes al aire, no quería pensar en él, no podía pensar en él...

    Prefirió pensar en sus hermanas, cada una casada y con hijos, habían tenido suerte de encontrar maridos rápido que se habían hecho cargo de ellas cuando su madre tuvo que abandonar el circo por su enfermedad. Podía estar contento por ellas, todas eran felices, tenían trabajos y podían alimentarse ellas y sus familias. No como otras muchas familias que morían de hambre. En el circo nunca habían pasado hambre, siempre habían compartido todo con todos.

    Ah, el circo, ¡qué buenos tiempos aquellos!

    Las fieras, los payasos, la señora Stina y su barba, Bob y sus tres brazos; aún recordaba lo buenos que habían sido ellos con su madre y hermanas al fallecer su padre. Incluso habían querido sacrificar a Sangriento, el león que había matado a su padre, pero él, el pequeño y payaso Jake había rogado, llorado, suplicado que le perdonaran... su padre había amado ese león desde que era un cachorro y no podía soportar que, por rebelarse en una sola ocasión, acabaran con la vida del león. Por suerte, Jake consiguió que lo soltaran, y aún hoy podía encontrar crías de Sangriento en la selva.

    Y cuando le llegó el Don, la Marca Sagrada, esa bendición que podía convertirse en maldición, rompió en llanto de tristeza y felicidad a la vez. No fue hasta que se separó de su familia que entendió que aquello era verdad, que el circo se había acabado y comenzaba su nueva vida. Una vida en la que Azula se había convertido en todo su mundo en poco tiempo. El amor que se profesaban era más grande que el mar que rodeaba Alantasia.

    Fue feliz en la Academia, conoció a sus grandes amigos Selin y Rashek, y a Mac...

    ¡De nuevo él! ¡Cómo había podido caer en sus garras cual chiquilla enamorada! Por suerte todo aquello había acabado, pero había que hacérselo entender a su corazón... Si no hubiera sido por Durou hubiera caído en las manos de la oscuridad. Pero aquellos ojos negros le habían salvado la vida.

    Sus sentimientos eran un caos, se enfrentaban y aquello dolía.

    Jake... no deberías pensar en ellos. Tu debilidad es mi debilidad

    Oh, Azula, menos mal que ella era la que se preocupaba por los dos. Su fortaleza era lo que necesitaba en aquellos momentos, se dejó arrullar por la voz de su dragona, que le cantó la misma canción que le cantaba él cuando era apenas una cría.

    Unas millas más tarde aterrizaron en una de las playas de Costa Marfil.

    Jake apestaba a sangre y sudor, y sentía la necesidad de darse un largo y tranquilo baño.

    -¡Ojos Azules!-Gritó una voz desde la playa.


    ///////​


    Durou Arenis estaba tirado bajo la sombra de un árbol, dormitando un poco mientras esperaba a que su estúpido y lento compañero acabase la tarea que le habían encomendado en solitario con otros Jinetes de Unicornio.

    Odiaba a casi todos los elfos... Sonrió, menos a una princesita rubia que conseguía poner su cuerpo a cien. Soñaba con ella pese a que su corazón era de otra... Una lástima que ella no correspondiera sus deseos, sino que deseara a un estúpido y asqueroso mestizo. Como odiaba a Rashek, algún día le clavaría un puñal en su sucio corazón de mestizo y disfrutaría. Mucho.

    El elfo que ahora le acompañaba no le gustaba, pero no tenía más remedio que seguir con él, igual sentía la necesidad de caer en la oscuridad como ya lo había hecho antes Mac.

    Mackenzie.

    Aquel sí que había sido un buen compañero, tenía tantas esperanzas puestas en él, podrían haber llegado muy lejos. Incluso le habría perdonado aquella tontería de follar con el mariquita de Jake. Él no podía juzgar eso, cuando había necesidad de vaciarse, cualquier agujero era trinchera. Sin embargo, había causado muchos problemas a sus amigos, y esos amigos le habían pedido que lo eliminase.

    Y allí estaba, con Ragen cerca, tumbado al sol para calentarse. Su gran espécimen de escorpión marrón nunca se alejaba demasiado de él y le vigilaba con sus ojos como jades, protegiéndolo y ayudándolo a conseguir sus metas. Mutuamente eran su debilidad, pero sabían jugar bien sus cartas.

    Durou se levantó y sacó el colgante que llevaba guardado bajo las ropas para abrirlo y ver a la mujer de la cual estaba enamorado. Desde que la había visto por primera vez en su ciudad, Géminis, su corazón se había entregado solo. Algún día se casarían y formarían una familia juntos. Y podría decir que, por fin, tenía una familia.

    Unos pasos le sacaron de su ensimismamiento y su compañero elfo, Ultar, apareció seguido de su unicornio.

    -Estoy listo para partir.-Le dijo escuetamente.

    Su disgusto era mutuo, al menos tenían eso en común.

    El Jinete de Escorpión guardó de nuevo el colgante bajo sus ropas y silbó para que Ragen se acercara y poder montarle.

    -En marcha. Nos vemos en Costa Marfil. Que llegue el más rápido.-Y clavó los talones en el lomo de Ragen para que echara a correr.


    //////​


    Rashek salió de la habitación en silencio para no despertar a la chica con la que había pasado la noche, cogió su bolsa y se puso la camisa rápidamente, rozando la marca que llevaba en el pecho desde hacía ya años con orgullo y se puso las botas despacio, sin apartar la mirada de la preciosa morena que dormía desnuda en la cama. Se había levantado, haciendo chirriar la cama y sonriendo divertido, pues no había dejado de chirriar en toda la noche y se había dirigido a la puerta esquivando la ropa de la chica. Cerró la puerta, en el más extremo sigilo, y suspiró, odiaba levantarse a la vez que la chica, y aprovechando la oscuridad, salió de la habitación de la posada y emprendió rumbó a la suya.

    -¿Qué haces, Rash?

    Se sobresaltó, soltando la bolsa por el susto y haciendo ruido en extremo, y se giró, para encontrarse con su compañera Selin, que le miraba alzando una ceja. Llevaba una taza de té en la mano derecha, y una bandeja con pastitas en la otra.

    -Yo... pues... he salido a caminar temprano para estirar las piernas y...

    -¿Rashek? ¿Rash, eres tú?-Y la cabeza de la preciosa morena asomó por la puerta, con cara somnolienta.- ¿A dónde vas?

    Rash sonrió, nervioso, mirando a Selin y luego a la morena. Abrió la boca un par de veces, indeciso, hasta que optó por decir cualquier tontería.

    -Yo... eh... iba a hacer mis necesidades.-Explicó, recordando que en verdad, necesitaba vaciar la vejiga.

    La morena sacó una mano, le agarró de la camisa y lo atrajo hasta su rostro para poder besarle.

    -No tardes, quiero volver a cabalgarte antes de desayunar.-Y cerró la puerta, con una sonrisa pícara.

    -Claro, preciosa.-Sonrió bobaliconamente Rash, hasta que se giró para mirar de nuevo a Selin.-No la he visto en mi vida...

    Selin negó con la cabeza, pasó de largo y abrió la puerta de su habitación.

    -La próxima vez que salgas apresuradamente de una habitación, detente a mirar si llevas puestos los pantalones primero, evitaríamos momentos incómodos.-Y cerró la puerta.

    Rash se miró las piernas.

    -Porras.

    ¿Otra vez te ha pillado sin pantalones?” la voz de Dardo le sonó divertida, algo que le molestó. “¿Por qué nunca me lo recuerdas? ¿Quieres dejarme en evidencia, brillantitos?” El dragón se ofendió. “Te dije que no me llamaras así...” Rashek caminó hacia su habitación, donde se alivió en el orinal y se tumbó en su cama por primera vez desde que estaban allí. “Pues bien que a Azula dejas que te llame así... brillantitos.” El dragón gruñó, y Rashek se sintió mucho mejor. “Voy a descansar un par de horas... avísame si ocurre algo.” Y se dejó caer en el sueño con facilidad.


    Mientras, Selin estaba en su habitación, donde había pretendido desayunar, pero tras la escena se le habían quitado las ganas de comer. Se había tumbado hecha un ovillo en la cama y abrazaba un cojín, sumida en sus pensamientos. “Chiquitita... ¿estás bien?” Syrio, que sentía lo mismo que ella sentía en aquel momento, parecía preocupado. “No es nada, tranquilo.” Pero el dragón no se dio por vencido, y siguió hablándole e incluso le cantó la misma canción que había oído a Azula, algo que la animó. “Te quiero mucho, Syrio.” el dragón, que estaba escondido en el bosque, le envió un recuerdo de ambos abrazándose, ya que en aquel momento no podía hacerlo. “Lo sé... y tienes que ser fuerte.” Selin sonrió, se levantó de la cama, se vistió con ropa limpia, se refrescó con agua de la palangana y se aseó. Guardo las pastitas en su bolsa, igual que la ropa del día anterior y salió de la habitación. Dio varios pasos vacilantes hacia la habitación de Rashek, donde escuchaba la lenta respiración del mestizo durmiendo y dio varios golpes suavemente.

    Nadie respondió e insistió hasta que el chico se arrastró hacia la puerta y la abrió con cara somnolienta y los ojos entrecerrados por la luz.

    -¿Ha ocurrido algo?-Preguntó, tras lo cual soltó un gran bostezo.

    Selin se echó la bolsa al hombro y negó con la cabeza

    -No, nos marchamos ya, recoge tus cosas, te espero abajo para comer algo, Syrio y Dardo necesitan estirar las patas.

    -Apenas ha amanecido...-Se quejó lamentablemente el mestizo, haciendo un mohín.- ¿No podemos esperar a mediodía?

    -No, vístete... y lávate la cara, das pena.

    Rashek se escondió tras la puerta, ofendido.

    -Eres cruel y malvada, y odias a la gente que quiere dormir...

    -Si tan hombre eres para pasar la noche con mujeres, sé hombre para madrugar.-Dictó Selin, alejándose hacia las escaleras para bajar al piso inferior.

    -Oh, eso ha sido un golpe bajo...

    -Diez minutos o subiré y te vestiré yo misma.

    -Eso puede ser divertido.-Y Rashek sonrió con picardía.-Hace tiempo que no me ayudas a vestirme...

    -Te quedan nueve minutos.-Y empezó a bajar las escaleras.

    Selin pagó la cuenta de la posada y se sentó a esperar a que la mujer del posadero les llenara la bolsa con pan, queso y cecina seca para el camino. Acababan de entrar en el Reino Azul, y debían cruzarlo de noreste a oeste para dirigirse a Océano para llevar un mensaje al rey Maro I de parte de Lord Tanos. Aquella misión era fácil y les permitía descansar de la antigua, que sí había sido peligrosa, y permitía que Dardo curara su pata trasera, la cual había sido herida por un escorpión de un jinete rebelde al cual habían perseguido hasta darle caza en la frontera entre el País del Invierno y el Desierto de Kôrzul.

    -Aquí tiene, señorita.

    Selin levantó la cabeza de su segundo té de la mañana, y se encontró con el hijo de los posaderos, que le entregaba la bolsa con una sonrisa simpática.

    -Muchas gracias.-Y le devolvió la sonrisa, recordando que aquel joven había sido muy atento con ella durante la estancia en la posada.-Recomendaremos con gusto esta posada a nuestros conocidos.

    El joven volvió a sonreír, agradecido.

    -Espero que tengáis un buen viaje y que volváis pronto por aquí.-Selin asintió, sonriendo, y justo cuando fue a bajarse del taburete, el chico le agarró la mano donde descansaba su Marca, para que le mirara a los ojos.-Y cuando volváis... que me dejes invitarte una noche a dar un paseo por los jardines de mi madre...

    Selin se sonrojó, carraspeó, zafándose del brazo del joven.

    -Yo... bueno...no sé si sería lo correcto. Soy una Inmortal y...

    -Tu compañero no ha dudado en hacer... ciertas cosas con mi prima.-Le recriminó, frunciendo el ceño.

    Selin no supo que contestar a aquello, por culpa del comportamiento promiscuo de Rashek, ella estaba en esa situación sin saber qué contestarle a un joven posadero que se había sentido interesado por ella.

    -Pero ella es una princesa, posadero, y yo solo soy un tipo cualquiera. Tremendamente atractivo, pero cualquiera.-Les interrumpió la voz de Rashek, que fulminaba al joven posadero con sus ojos avellanados y se afanaba en colocarse la ropa.

    El chico abrió muchos los ojos y miró a Selin, que seguía callada.

    -¿Princesa?-Preguntó el joven posadero, sorprendido, mirando a las orejas de Selin.-La princesa de los elfos... ¡Os ruego perdón, alteza!-Y le hizo una reverencia.- ¡No debía hacer tales....!

    -Tranquilo, tranquilo, con que me invites a pan de mantequilla no dudará en perdonar tus groserías.-Le dijo Rashek, sentándose en el taburete donde había estado la princesa y dándole un sorbo al té frío de esta.-Shik... qué asco, está frío. Y tráeme algo de leche caliente... y ¿tienes miel?-El chico se apresuró a asentir y traer todo lo que había pedido.-A Dardo le pirra la miel, ¿crees que esto le animara?-Y por primera vez desde la interrupción, miró a Selin, que le fulminaba con sus ojos verdes, que echaban llamas. Se metió un trozo de pan de mantequilla en la boca.- ¿Qué pasa?

    Selin esperó a que el joven fuera a por la leche y le tiró al suelo el trozo de pan de la boca.

    -¡Eh!

    -Eso ha estado totalmente fuera de lugar, Rashek.-Le recriminó, enfadada.

    -Pero...

    -Ya no soy una niña que necesita que la rescates de matones. Sé cuidarme perfectamente sola, y más de una vez te he tenido que sacar las castañas del fuego... Lo sabes.

    -Pero si te estaba incomodando....

    -¿Y si me hubiera interesado por él? Ha sido amable conmigo.

    -Nah,-Y Rashek volvió a meterse otro trozo de pan en la boca.- ¿Por él? Nah...

    Selin bufó, frotándose las sienes con las dos manos, frustrada.

    -Que me tengas detrás de ti todo el día no significa que seas el único hombre de mi vida. Yo no soy la única mujer de la tuya, y no me meto en tus... lo que demonios sea que hagas con ellas. Me callo y te cubro... ¿No podrías hacer tú lo mismo?-Le preguntó, abiertamente.

    Rashek levantó un dedo para replicar, abriendo la boca, pero la cerró de nuevo, bebió de la leche que le entregó la posadera, que le dio su bolsa a Selin con los víveres, y al final se le ocurrió algo.

    -Eres una princesa, y él un posadero... Nunca funcionaría.-Dijo, sonriendo con autosuficiencia, terminando la leche y siguiendo a Selin salir de la posada.

    Selin se encogió de hombros, con tranquilidad.

    -Solo sería diversión... ¿o tú te vas a casar con todas las mujeres con las que te has acostado?

    Rashek se quedó sorprendido, no esperaba que Selin fuera a decir una cosa como aquella.

    -No me creo que me estés diciendo esto...-Comentó.-No me cabe en la cabeza... ¿tú acostándote con desconocidos?

    Selin conocía a Rashek desde hacía muchos años, habían compartido infancia, adolescencia y ahora su vida adulta, y le quedaba mucho que soportar y vivir aún con él, pero no dudaría en cambiar de compañero, aunque luego se arrepintiera.

    -Si tú puedes, yo también. ¿O es que tienes algún problema? Todos lo hacéis, y yo, si quisiera, no dudaría. Pero quizá sí tengas algún problemas... ¿Estás celoso?-Y se giró para mirarlo, alzando una ceja.

    Rashek pegó un respingo y se sonrojó, sin saber por qué y sin poder evitarlo.

    -¡Claro que no!-Exclamó, tirando el pan sobrante.-Puedo tener a cualquier chica que quiera en menos tiempo que nadie...

    -¿Me estás llamando cualquiera?

    -No, no, no... yo...-Rashek balbuceó cosas inconexas durante unos segundos.-Estoy diciendo que...bueno tu... Eres preciosa...

    Selin paró de caminar para mirarle a los ojos.

    -¿Qué?-Aquello le había sorprendido, además de porque no tenía nada que ver en el tema del que estaban hablando, porque era algo que no esperaba que su mejor amigo le dijera. No pudo evitar sonrojarse, pero le dio la espalda para que el mestizo no se diera cuenta, con el corazón latiendo con fuerza.

    -Estoy haciendo el idiota... olvídalo.-Dijo Rashek, intentando evadirse del tema, un poco incómodo. De verdad que no sabía en que estaba pensando al decir aquello.

    Pero Selin no podría olvidarlo, igual que no podría olvidar todo lo que el mestizo había hecho por ella, cuando apenas era una niña indefensa y la burla de todos, y que había conseguido que sintiera, poco a poco, algo por él, algo grande y fuerte que sería capaz de abrumar incluso a Lord Tanos.

    -Te parezco... ¿guapa?-Preguntó, con timidez, arrepintiéndose luego por ello.

    -Claro... todo el mundo lo dice.-Contestó con sencillez Rashek, que ajeno a todo lo que la princesa sentía por él, simplemente era sincero.-Más de uno está celoso de que sea tu compañero. Me preguntan si tú y yo... ya sabes, somos más que amigos.

    -¿En serio?

    -Sí... pero ya saben que solo somos amigos. Los mejores amigos que hay. Nunca podría hacer contigo lo que hago con esas... chicas. Sería raro, ¿verdad?

    -Claro...

    -Además, sería incomodo, luego no podría mirarte a la cara si tú y yo...

    -¿Ni si quiera si quisieras aliviarte?-No supo de dónde sacó el valor para hacer aquella pregunta.

    -No podría hacerte eso, Sel, eres una princesa. La persona que tenga la suerte de estar contigo, será muy afortunada.

    -Pero independientemente de si fuera una princesa... ¿qué harías?-Selin maldijo a Syrio, que era el que se ocupaba de tener todo aquel valor, y le prometió que se encargaría de él más tarde. Odiaba, en aquellas circunstancias, tener medio corazón de un dragón que no dudaba en decir lo que sentía.

    -Estas preguntas son muy extrañas, ¿qué tal si lo dejamos?-Sugirió Rashek, desperezándose.

    -¿Eh? Oh, claro, es una tontería. Yo nunca podría sentir algo así por ti... eres demasiado idiota.

    -Gracias, yo digo que eres preciosa y tú me dices que soy idiota. Todo muy bonito y sensiblero, sí señor.

    -Venga, no te enfades.-Y Selin se acercó a él y le abrazó. Rashek se dejó abrazar, apretando con fuerza a Selin, que inhaló el perfume natural de Rashek y disfruto del momento con alegría.

    -Me encanta cuando me abrazas y noto tus tetas contra mi pecho...

    Selin se separó bruscamente de Rashek y le propinó tal tortazo que incluso se hizo daño en su propia mano mientras le gritaba insultos y pateaba con fuerza el suelo.

    Rashek se llevó la mano a la mejilla derecha, justo donde estaba su peca, y no pudo evitar empezar a reír al ver a Selin tan ofuscada. Se echó la bolsa al hombro y siguió a la enfurecida princesa elfa hacia la linde del bosque donde estaban escondido Syrio y el herido Dardo.

    Una vez llegaron al linde, Syrio salió a su encuentro, fulminando a Rashek con sus ojos dorados. Rashek no se había dado cuenta de que hacía años que al dragón verde no le caía bien, y ¿cómo iba a hacerlo cuando su jinete, Selin, estaba enamorado de él y él no era más que un imbécil? Rashek solo pensaba que Syrio era tímido y extraño.

    Dardo seguía tumbado, con su pata vendada, en la misma posición que Rashek le había dejado la tarde anterior y el mestizo se preocupó. ¿Tanto veneno le habían inoculado? Él mismo se sentía mejor, pero sospechaba que Dardo estaba usando su magia para que no se sintiera mal y por eso estaba tan débil.

    -Dardo, te he traído miel, amigo. ¿Te encuentras mejor?-Le preguntó, dejando la bolsa a un lado y acariciando el gran lomo de su dragón.

    Dardo alzó la cabeza y le miró con uno de sus ojos negros, asintiendo con la cabeza.

    Creo que hoy ya podré volar.” Comentó, rebuscando la miel en la bolsa de Rashek.

    -¿Has oído, Selin? Podríamos probar de hacer un par de millas volando, y descansar antes del anochecer. Jake me dijo que nos esperaría en Costa Marfil.

    Selin asintió y subió a lomos de Syrio.

    -Shiva es una curandera muy buena, Jake me lo ha comentado un par de veces.-Comentó Selin, esperando a que Rashek subiera a lomos de Syrio tras ella, ya que Dardo no estaba en condiciones de llevar a su jinete.-Si se lo pedimos, podría curar a Dardo sin problemas.

    -Eso si está.-Rashek se colocó detrás de la princesa y se agarró a su cintura.-Hace cinco años que Jake me prometió conocerla y aún estoy esperando...

    Selin sonrió.

    -Jake le habrá contado tu reputación...


    /////​


    Jake se afanaba por mojar a Azula con el agua salada mientras la dragona nadaba a su alrededor intentando evitarlo. Se divertían pasando el rato mientras esperaban a sus amigos, Selin y Rashek, que gracias a la comunicación mental sabía que no tardarían en llegar. Shiva seguía en Océano, pues había sido llamada allí por Lord Koji mientras esperaban. Tras dos largas horas en el agua, Jake salió con las manos arrugadas y se sentó junto a su ropa en la arena, observando la hermosura del mar en calma, los barcos pescando y las mujeres buscando cangrejos en la orilla. Y oyó el aleteó característico e inconfundible de las alas de los dragones.

    Alzó la mirada como Azula, y observó a los dos machos llegar a lo lejos y más tarde aterrizar en la mullida arena. Azula les saludó con un rugido. Los Jinetes se bajaron del dragón verde y se acercaron a Jake.

    -¡Jake!-Exclamó Rashek, alegre y jovial como siempre.- ¡Te he echado de menos!

    Jake le sonrió, ofreciéndole la mano, pero Rashek se abalanzó sobre él, lo abrazó y le dio vueltas como a una chiquilla pequeña.

    -Sigues sin crecer... ¿tomaste suficiente leche de pequeño?

    -Rashek, no seas odioso.-Le riñó Selin, se acercó a Jake y le abrazó, besándolo en la mejilla.-Me alegro de verte, Jake.

    -Y yo de veros a los dos. Hacía mucho tiempo desde la última vez...-Y aquello último sonó triste.

    Rashek y Selin se miraron, recordando muy bien la última vez que se habían visto en Territorio Inmortal, junto a la tumba de Mac.

    -¿Y qué tal con Luca?-Le preguntó Rashek, intentando animar la cosa.-Era muy guapo...

    Jake se rió.

    -Ahora pertenece a Ingrid. Por lo visto estar con un hombre era demasiado malo para él.

    -Seguro que Ingrid ha tenido que ver en algo...-Comentó Selin.

    -Siempre podemos mandarle a Selin, la última vez casi le arranca el pelo.-Y soltó una carcajada, seguido de Jake.

    Selin les fulminó con sus ojos verdes.

    Aquella tarde la pasaron los tres juntos en la antigua cabaña de Rashek, que les preparó un sabroso guiso de pescado como los hacía su padre. Recordaron antiguas batallas juntos, echaron de menos a los caídos y hablaron de muchas cosas. No pudieron evitar volver a mencionar a Mac, aquel Jinete de Leviatán que había mantenido una relación con Jake y de cómo había podido caer en la oscuridad. Se pusieron tristes, pues muchos compañeros Jinetes habían caído inexorablemente en las garras de sus enemigos y no habían vuelto a saber nada de ellos, pero peor era saber de los que estaban muertos.

    Cuando cayó la noche, decidieron hacer el paso a Océano, donde Shiva les esperaba. Se dirigieron al punto de entrada donde había dos centinelas con sus leviatanes esperándolos.

    Habían entrado en la ciudad un montón de veces, pero siempre iban nerviosos, igual que los dragones, la profundidad del mar siempre daba miedo.

    Los jinetes de leviatán usaron su magia para crear esferas de oxígeno que rodeara sus cabezas y convirtiera el dióxido de carbono en más oxígeno. Los dragones eran los que peor lo llevaban, pero podían con la situación. Se ataron las correas unos a otros, y uno de los leviatanes la cogió para ser su guía y se zambulleron en el agua. El otro iría en la retaguardia.

    A esas horas el agua estaba algo fría, pero no demasiado, nadaron en la semioscuridad, guiados por el leviatán jefe y una esfera de luz, rezando por que los tiburones y otros depredadores les dejaran en paz en aquella ocasión. Tuvieron suerte, y tras media hora nadando en el agua fría, empezaron a ver las luces de la ciudad submarina.

    Era una de las ciudades más hermosas de toda Alantasia. Una esfera gigantesca de magia y cristal hecha por los leviatanes para los humanos hacía siglos. Cada vistazo que daban era mejor que el anterior.

    Pronto llegaron a la puerta y se percataron de que estaban construyendo un tubo que iba subiendo hacia la superficie.

    -Es un tubo que conecta Océano directamente a Costa Marfil sin tener que temer por la descompresión.-Les explicó uno de los jinetes de leviatán.-Pronto lo abriremos al público.

    Al fin llegaron al fondo y les abrieron la puerta mágica, entraron por ella y se desataron la cuerda.

    -Muchas gracias.-Le dijo Jake.

    Y los jinetes procedieron a secarlos minuciosamente.

    -Tenéis audiencia con el Rey pasado mañana, justo cuando regrese de su viaje. Seréis los primeros y los únicos. No os harán esperar.-Les comentó Jake, mientras les guiaba por la hermosa y acristalada ciudad.

    -Perfecto...

    -¡Ojos azules!-Gritó una voz.

    -Parece que hoy podré presentaros a Shiva por fin.-Comentó Jake, saludando con la mano a su compañera jinete.-Hola Shiva.

    Rashek y Selin se giraron y vieron a una hermosa jinete de cabello moreno y muy rizado y grandes ojos color café que se dirigía hacia ellos con una radiante sonrisa.

    -¡Qué bien que ya hayas llegado!-Exclamó la mujer, llegando hacia ellos y besando en los labios a Jake.

    -Wow...-Exclamó sorprendido Rashek.

    Selin observó a la preciosa mujer juiciosa, sabiendo ya te antemano, lo que ocurriría a continuación.

    -Chicos, esta es Shiva, mi compañera.-Shiva les dedicó una radiante sonrisa, y Selin ya supo que aquella mujer no le iba a caer nada bien.-Shiva, estos son mis amigos. Ella es Selin, la princesa de los elfos, y este es Rashek.

    -Encantada.-Y les ofreció la manos, primero a Selin, que la estrechó con dureza y una sonrisa entre amigable y rancia, y luego Rashek, que se la besó cual galán en celo.-Me alegro de que por fin pueda conoceros, Jake me ha hablado tanto de vosotros.

    Rashek carraspeó.

    -Me gustaría decir que él me ha hablado tanto de ti, pero olvidó decirme que eras tan hermosa.-Comentó Rashek.-Supongo que él no opina lo mismo que yo.

    -¡Qué simpático! También se le olvidó decir que eras todo un encanto y muy guapo, si Selin me deja añadir.

    Selin, que estaba abochornada por la actitud de Rashek, salió de su ensimismamiento y miró a Shiva.

    -¿Qué?

    -Bueno, ya se sabe que entre los Jinetes cuanto más compañero más me arrimo...

    -No, no, no.-Se apresuraron a decir Rashek y Selin a la vez.-No somos nada más que compañeros.-Añadió la elfa.

    -Oh... entiendo.-Y Shiva le guiño un ojo a Rashek, que se sonrojó.-Acompañadme, he mandado preparaos una casa junto a la de Jake y mía para que os alojéis hasta que vuelva el rey. Todo corre por cuenta del rey, quiere que estéis cómodos. Esta noche he pensado que Jake y yo podemos haceros la cena, y así hablamos y vamos haciéndonos amigos... o más que eso.-Dijo mirando a Rashek.

    El mestizo estaba en su gloria, se acercó a Shiva y la siguió cual perro faldero.

    Selin gruñó.

    -Ahora entiendo por qué no querías presentárnosla...

    -Lo siento, le hice prometer que no se acostaría con él, pero dudo que cumpla su promesa esta noche.

    -¿En serio?

    -Sí, lleva una vida muy liberal.

    -Genial, lo que le gusta a Rashek...

    -¡Chicos, ocupaos de Dardo por mí! ¡Voy a estar ocupado un rato!-Les llegó el grito de Rashek desde lejos.

    Jake y Selin llevaron a los dragones a un recinto especial para ellos y otras bestias, los acomodaron, les dieron de comer, curaron la pata de Dardo con ayuda de unos curanderos y volvieron a las casas que habían sido preparados por ellos. Al llegar, vieron un pañuelo en el picaporte de la puerta.

    -Creo que me voy a ir a dar una vuelta.-Comentó Selin, dando media vuelta.

    -¡Espera, Selin! No quiero que estés sola.

    -En este momento lo necesito. Pero gracias.-Se apresuró a decir la elfa, sonrió para que su amigo no se preocupara más.-No te preocupes por mí, ya estoy acostumbrada.-Y siguió caminando.

    Jake observó a la elfa, ¿podría él acabar luchando tan bien contra sus sentimientos como ella? De nuevo, aquellos ojos negros...


    Selin paseó hasta entrada la noche, y se sentó en la plaza a observar el cielo que era el mar y miles de peces que nadaban por allí. Era una vista tan hermosa que no se percató de que Rashek estaba a su lado, hasta que él pasó un brazo por sus hombros.

    No se dijeron nada, simplemente miraron las vistas durante largo rato. Selin apoyó su cabeza en el hombro de Rashek más relajada, y él la cogió las manos con su mano libre.

    Selin podría haberse quedado así para siempre, pero sabía que aquello no duraría eternamente y tendría que afrontar de nuevo todos sus problemas. No quería que acabase, estaba muy bien allí, entre los brazos de Rashek, ignorando las marcas de su cuello, evitando echarse a llorar como una niña pequeña.

    -Creo que estoy enamorado.-Rompió el silencio, un rato después, Rashek.

    Selin alzó la cabeza y le miró directamente a esos ojos avellanados que la volvían loca.

    -¿Qué?

    Rashek suspiró, nervioso, le cogió de las manos y la miró.

    -Ha sido increíble, Selin, nunca me había sentido así por nadie. Cuando estaba con Shiva... No pensaba en lo que tenía que pensar.-Negó con la cabeza.- He tenido que salir a buscarte enseguida. Por fin sé cómo se sentía Jake con Mac. He tardado mucho tiempo en darme cuenta, pero lo he hecho. Estos sentimientos... son increíbles. No sabía que podía llevar dentro de mí algo así.

    El corazón de Selin comenzó a latir muy deprisa.

    -¿Cómo?

    Rashek la abrazó.

    -Me he enamorado, Selin. Y no puedo evitar sentir esto en mi corazón. Esas otras mujeres por las que he ido pasando, nunca me han dejado nada marcado en mi interior. Eran travesuras, juegos, me divertía y ellas también. Lo sabes, nada serio... Pero ahora... Ahora todo ha cambiado. Estoy enamorado.

    Selin no podía creer lo que estaba ocurriendo.

    Chiquitita, no...” “Estoy ocupada, Syrio, ahora no” “Pero...” “Shhhh”. Selin cerró el vínculo con su dragón, mirando a Rashek sin perderse detalle de su rostro.

    -Sabes cómo ha sido mi infancia, te he hablado de ella en contadas ocasiones. Sabes cosas que solo Dardo sabe, nadie me ha querido hasta ahora. Era muy difícil querer para mí... y ahora... ¡es que no puedo ocultar mi alegría!

    -Oh, Rashek... yo también...

    -¡Estoy enamorado de Shiva!

    Selin abrió mucho los ojos, sorprendida, pensando que todos aquellos sentimientos iban a ser para ella. Pero no, tonta de ella, siempre habría alguien entre Rashek y ella, nunca estarían juntos y más le valía olvidarse de él de una vez por todas. Aquello dolía, pero podría volver a superarlo.

    -Me alegro por ti.-Fue capaz de decir, se levantó se giró, para que el mestizo no viera sus ojos anegados en lágrimas.-Ha sido muy repentino.

    -¡Lo sé! Ha sido amor a primera vista... mi corazón está dando vueltas de alegría.-Exclamó Rashek, alegre y cantarín.-Es tan bonito estar enamorado... espero de veras que esto salga bien.

    -Sí, precioso...

    -¿Selin? ¿Te ocurre algo?

    Y justo cuando la princesa se iba a derrumbar, un elfo mojado apareció entre los dos, jadeando por la carrera.

    -¡Alteza! ¡Princesa Selin!

    Ambos se giraron a observarlo, sorprendidos y Selin aprovechó para limpiarse las lágrimas de los ojos sin que el mestizo se diera cuenta.

    -¿Qué ocurre?

    -¡Una carta urgente del Rey Aramis!

    Selin se apresuró a llegar hacia él y recibió la carta.

    -¿Qué pone?-La apremió Rashek.

    -Tengo que acudir ante la Corte enseguida, mi padre ha de hablar conmigo y no puede esperar. Es referente a Fentus.-Selin no entendía nada.

    -Entonces iré contigo.-Se apresuró a añadir Rashek,

    -No, debes entregar el mensaje al Rey Maro, es más importante.-Le cortó Selin.-Cuando acabes volveremos a vernos.

    -De acuerdo. Iré donde estés. Cuídate.

    -Y tú.-Y Selin se apresuró a seguir al elfo.

    Y desde que se habían conocido siendo niños en Random, Rashek y Selin se separaron.
     
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  11. Threadmarks: Capítulo 9: Familia.
     
    SilRock

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    Capitulo Noveno: Familia.

    El viaje a los Bosques Verdes fue rápido y corto desde Costa Marfil, pero la preocupación de Selin iba en aumento, ansiando llegar a su tierra natal, aquel lugar al que hacía años que no visitaba y que había sido su hogar los primeros años de su vida élfica.

    Las estrellas guiaban a Syrio hacia tierra conocida, desandando un camino que no recordaba ya apenas. Habían pasado tantas cosas desde que había dejado aquella tierra atrás, las aventuras que había vivido junto a Rashek.... No quería pensar aún en el mestizo, no con aquello tan reciente, pero no podía evitarlo. Rashek siempre iba en su mente a todas partes, aunque ahora se vieran separados por primera vez en años. No sabía cómo iba a tomarse su separación repentina, aún era pronto para saberlo. Lo único que sabía a ciencia cierta es que aquello le había venido muy bien para asimilar la última conversación que había mantenido con él...

    Ah, recordar aquellas palabras que tanto había deseado oír y que no eran para ella.

    -¡Estoy enamorado de Shiva!

    Aquellas palabras se habían clavado en su recuerdo y desgarraban su alma. Su corazón había acabado de marchitarse, y no sabía si volvería a florecer. Trataría de superar aquello, pero sería una tarea harto difícil, y no sabía si lo conseguiría. No podía pensar en fracasos tan prontos, había sabido desde el primer día que vio a Rashek jugar con el pelo de Ingrid, que de alguna u otra manera, Rashek acabaría enamorándose de alguna mujer que no era ella. Y eso era lo que más dolía, saber que iba a ocurrir y no afrontarlo. Cada vez que Rashek rompía con alguna de sus novias, se alegraba y siempre estaba ahí para consolarlo de alguna manera, incluso cuando Ingrid y ella se enzarzaron a golpes, al final Rashek fue quien le puso el hielo frío en la cara. En SU cara magullada, no la de aquella pelandrusca. Poco a poco pensó que igual él podría llegar a amarla tanto o más como lo hacía ella... pero parecía que los dioses no tenían ese destino pensado para ella.

    No esperaba que todo aquello pasase tan pronto, ni mucho menos tan rápido. ¿En una noche Rashek acababa enamorado de una mujer a la que solo había visto una vez? Incluso a ella le había costado enamorarse de aquel idiota torpe y bobo...

    De aquel idiota torpe y bobo que siempre estuvo a su lado cuando los demás la dejaron de lado, el torpe mestizo que la protegía de los demás y recibía sus golpes, el mismo que la hacía sonreír y la abrazaba de una forma única, era el único que conseguía hacer latir a su corazón desbocado. Por ello no podía alejarse de él tanto como deseaba, porque al fin y al cabo, lo había hecho. Se había enamorado de él y todo el problema radicaba en que no podía separar sus sentimientos de la amistad del chico... Había pensado cientos de veces en separarse del mestizo, de cambiar de compañero y de huir. Pero era una cobarde, no podía hacer aquello, necesitaba al mestizo de una manera enfermiza...

    No te rindas, chiquitita, no está todo perdido... Rashek te necesita tanto o más que tú a él.”

    Selin respiró con calma, su dragón solo quería ayudarla, animarla, conseguir de que de una manera u otra dejase de sufrir como lo hacía en aquellos momentos.

    Agradezco tu compasión, Syrio, pero no voy a conseguirle de ninguna manera.” Sonó seca y amargada en la mente del dragón, algo que lo desmotivó por completo. Pero era un dragón, y nunca se rendiría. Así de cabezotas eran.

    El dragón gruñó, y Selin notó el odio del dragón por Rashek.

    No descansaré hasta verte con él, chiquitita, le obligaré a estar contigo aunque me tenga que enfrentar a Dardo, puedo con él...”

    Syrio, por favor, es mejor así, necesito tiempo para mí misma, y ver qué sucede y cómo evoluciona todo esto. No quiero que obligues a nadie a estar conmigo...”

    Syrio no respondió, se quedó en silencio, entendiendo que aquello era cosa de humanos, y que un dragón no podría entender nunca cómo eran sus sentimientos. “Los humanos sois demasiado complicados...” Selin sonrió, amaba tanto a su dragón.

    La carta de su padre había sido escueta, era necesaria su presencia y tenía que acudir a la Corte para hablar de asuntos sobre Fentus. Aquello la preocupaba mucho, amaba a su hermano y todo lo que tuviera que ver con él, tenía que ver con ella. La carta había sido muy repentina, cosa inusual en su padre, por eso era aún más confuso todo aquello. Era la primera vez que mandaba a un mensajero élfico para que le entregase una carta. El asunto debía ser de alta importancia.

    El elfo mensajero iba sentado detrás, agarrado a ella, asustado por la velocidad y la altura que llevaba Syrio-los elfos no estaban acostumbrados a volar- debido a la preocupación que notaba en Selin. La noche ya había caído cuando por fin llegaron. Los Bosques Verdes dieron paso a Random y a lo lejos se veían las luces de palacio. Por suerte aún estaban encendidas. La joven saltó antes incluso de que Syrio hubiera aterrizado, nerviosa, para correr hacia las puertas.

    El elfo apenas pudo seguir su rapidez, pues tuvo que parar a vomitar al bajar de Syrio, que aprovechó para tumbarse a la espera de noticias y descansar del arduo viaje.

    Selin irrumpió en la sala del trono con estrépito, asustando a su padre que estaba sentado en el trono, acompañada de su madre y sus damas de compañía.

    -¡Selin!-Exclamaron, como si no esperasen su visita tan pronto.

    La sala del trono no había cambiad ni un ápice, cosa que sorprendió a Selin, aún recordaba cada cuadro, cada cortina y cada rostro que había allí. Las damas de la corte le hicieron una reverencia, y reconoció entre ellas a Iril, la madre de Rashek, que le guiñó un ojo con simpatía.

    Pidió disculpas y se reverenció antes sus padres. Estaban tal y como los recordaba, sus rostros estaban felices de verla de nuevo sana y salva.

    -He venido en cuanto me he enterado de que me llamabais, padre.-Dijo, acercándose a sus progenitores y bajo la atenta mirada de las damas de compañía. Debió haberse desarmado, pero era ya tarde para el protocolo y miró hacia su madre, que la sonreía mientras se acariciaba un abultado vientre. Sorprendida la abrazó con cuidado de no aplastar la barriga.

    -Estás... oh, Ünir, ¡por qué no me lo dijisteis antes!-Y besó las mejillas de su madre y luego las de su padre, para volver a su madre y acariciar la barriga con cariño.-Un hermano...

    -Será varón, y no tardará en nacer.-Explicó Aramis, con orgullo.-Un heredero que no sea un Jinete.

    Selin asintió. Su padre había pensado que su estirpe se acabaría con él, puesto que un Inmortal no podía reinar ni favorecer ningún bando, o así era antes de toda aquella locura de guerra. El hijo mayor era Fentus, y fue heredero hasta que fue bendecido por la Marca del Unicornio. Los siguientes descendientes fueros mujeres, Aura y Selin, y entre los elfos no estaba permitido que una mujer asumiera por completo el trono, solo se le permitía ser la Reina consorte o reina madre. Pero ahora que había un varón en camino, la dinastía de Aramis podría seguir reinando y sirviendo a Ünir como lo hacían desde hacía siglos.

    -¿Fentus ya lo sabe?

    -No queríamos decir nada hasta que el niño naciera, ya sabes cómo son nuestros embarazos, largos y tediosos, y muchos no llegan a buen puerto.-Explico Vestina, la reina de los elfos.-Pero hoy el médico me ha dicho que nacerá en breve y hemos decidido daros la buena noticia.

    -Me alegro tanto... es una agradable sorpresa. Ardo en deseos de verle su preciosa carita. Fentus también se alegrará. Hace mucho tiempo que no le veo.-Añadió Selin, llena de ternura.

    -Nosotros tampoco, le he mandado la misma carta que a ti, espero que no tarde en venir como has hecho tú, pequeña.

    Selin se sorprendió de que sus padres tampoco hubieran visto a su hermano en tanto tiempo. ¿Dónde demonios había estado Fentus?

    Hablaron durante un rato sobre la vida en el castillo y sobre cómo le iba a su hija menor la vida de Inmortal hasta que ya se hizo demasiado tarde y una de las damas se acercó a la reina.

    -Majestad, se hace tarde y deberíais descansar.-Dijo educadamente.

    Vestina asintió, y ayudada por sus damas se despidió y se marchó a sus habitaciones. Pero una se quedó rezagada, y Selin sabía muy bien qué quería.

    -Les diré a los sirvientes que te preparen tu antigua habitación y que salgan a cazar algo para Syrio.

    -Por Syrio no te preocupes, padre, él cazará lejos de aquí y así estará entretenido.-Y le mandó mentalmente la sugerencia al dragón, que no tardó en despegar de nuevo, deseoso de alimentarse.

    -Muy bien, que sea así pues. Te has convertido en toda una mujer… estamos muy orgullosos de ti, Selin.-Besó a su hija en la cabeza, que sonreía sonrojada y se retiró a sus habitaciones.

    Selin esperó a que éste se hubiera marchado y se acercó a Iril, la cual abrazó con cariño. Hacía el mismo tiempo que no la veía a ella, y aunque mantenía una estricta correspondencia, sus cartas eran enviadas a Territorio Inmortal, y hacía meses que no paraban por allí. La elfa seguía igual de hermosa y radiante, parecía que todo le estaba yendo bien y aquello alegró mucho a Selin. Iril había sufrido mucho a lo largo de su vida y se merecía un resquicio de felicidad.

    -Estás preciosa, querida.-Le dijo la madre de su amigo.-Me alegra muchísimo que hayas podido llegar tan rápido, no creo que tu hermano tarde mucho en nacer. Espero que le príncipe Fentus puede acudir a tiempo al nacimiento de vuestro hermano.-Y le sonrió. Aquella sonrisa le recordó a la de Rashek y se le hizo un nudo en el estómago.

    -Gracias, Iril. Yo también lo espero, tengo muchísimas ganas de verle a él y a Aura.

    -¿Qué tal está mi Pequita?-La pregunta sonó exigente, como si no pudiera esperar más a saber cómo estaba su hijo, el cual no quería saber nada de ella.

    Enamorado...”Pensó Selin, y suspiró, intentando evitar esa clase de información.

    -Muy bien.-Le dijo, intentando sonreír.-Está muy bien...

    Pero Iril no era estúpida, y notó el cambio de actitud por parte de la princesa Inmortal. Sabía muy bien que estaba enamorada de su hijo, y aquello le alegraba, pensaba que algún día la sorprenderían anunciando que eran pareja. Qué equivocada estaba.

    -¿Ocurre algo?-Preguntó, intentando entender qué estaba sucediendo.

    -Rashek se ha enamorado... y no ha sido de mí.

    Iril abrió mucho los ojos sorprendida.

    -Lo lamento tanto, cariño... Pensaba que algún día tú y él...

    Muchas personas que conocía pensaban aquello, pero no iba a ser posible. Sonrió, intentando quitarle hierro al asunto, y comenzó a relatar su última aventura y lo sano y fuerte que estaba Rashek mientras se dirigían a sus aposentos.

    /////

    Rashek entreabrió los ojos en la penumbra de la habitación, notando que no estaba solo. No sabía de quién era aquella presencia, y alertó a Dardo, por si tenía que aparecer, lo único que parecía presentir era conocido. No se la jugó, se hizo el dormido mientras una de sus manos tanteaba bajo su almohada con cuidado y disimulo, donde guardaba siempre un puñal envainado. Cuando lo tuvo en la mano, lo desenvainó con cuidado de no hacer ruido, en tensión, listo para saltar a la mínima.

    -Puedes dejar ese cuchillo en su sitio.

    De un salto arrancó las cortinas y dejó que la luz entrara a raudales, cegándole unos segundos y enarbolando el puñal se preparó para atacar, pero su enemigo era más rápido. Saltó de la silla donde estaba sentado y se lanzó a por el cegado Rashek, lanzándole sobre el colchó de nuevo, donde forcejearon hasta arrebatarle el cuchillo y ponérselo en la garganta.

    -Sigues igual de torpe que siempre... y veo que tu manía de dormir desnudo no se ha curado.

    -¡Irul!-Rashek fulminó a su tío con sus ojos avellanados.- ¡Podría haberte matado, estúpido!

    -¿Así saludas a tu tío?-Le riñó el elfo, soltando al joven y colocándose bien la túnica.-Qué modales... te perdonaré porque aún eres joven y alocado, y no quiero crear un abismo entre los dos. Te aprecio demasiado, me haces reír. No todos tienen esa suerte.

    -¿Te importaría pasarme mis pantalones?

    Irul le pasó la ropa a su sobrino, reparando en la ropa de mujer esparcida por el suelo.

    -Oh, has tenido una gatita jugando en la madriguera está noche. Mal, muy mal. Llegas tarde a tu audiencia con el Rey, al cual, si me permites añadir, no le gusta...

    -¿Qué?-Rashek se apresuró a arreglarse el pelo y la ropa y salió raudo por la puerta de la habitación que había estado compartiendo con Shiva.

    En el salón Jake le dio los buenos días mientras pasaba una hoja del libro que estaba leyendo, pero le ignoró y fue directo a lavarse la cara.

    -Tienes suerte de que no haya vuelto todavía, hubieras dejado en mal lugar a los Inmortales. Pero te perdonaré porque me caes bien.-Explicó Irul, que se apoyó en el marco de la puerta observando el trajín de su sobrino.

    Rashek bebió zumo de naranja que Jake había exprimido y se giró a mirar a su tío.

    -Se me había olvidado por completo... ¿aún no ha regresado de su viaje?

    -No, tuvo problemas con unos bandidos y eso ha retrasado su viaje. Pero lo he arreglado todo para que los Sabios del Mar te reciban esta tarde. Espero que esta vez ninguna gatita te haga llegar tarde.

    Jake se rió, pero dejó de hacerlo cuando el mestizo le fulminó con la mirada.

    -Lo siento... me hace gracia pensar en Shiva como una gatita.

    -Pues lo es, hace unas cosas que nunca me habían hecho entre las sabanas…

    -Eso ya no tiene gracia, os dejaré a solas para que os pongáis al día en vuestras conquistas amorosas.-Jake cogió su jarra de zumo y su libro y los dejó a solas.

    Irul se sentó en la butaca que ocupaba el pelirrojo y observó a su sobrino durante largos segundos.

    -Cada vez te pareces más a tu padre.

    -Gracias. Me gustaría decir que tú estás muy guapo, pero te mentiría y ya sabes lo que les pasa a los mentirosos.-Y se sentó en la butaca de al lado, desperezándose.

    -¿Los azotan hasta sangrar?

    -No, sádico, les lavan la boca con jabón. Y a mí ya me lo hicieron mucho de niño.

    -Oh, sí, mi padre y esa maldita manera de castigar. Inútil, todo sea dicho.

    -A mí me sirvió, no solía decir algunas cosas en su presencia. En las pocas veces que la toleró... pero cambiando de tema, ¿sabe Lord Tanos que tengo audiencia con los Sabios?-Rashek empezó a comer uvas, pelándolas minuciosamente antes de llevárselas a la boca.

    -Sí, Lord Koji se ha ocupado de todo. No sabía que estabas aquí y me he ofrecido voluntario para llevarte a ellos. Desde que explotó la guerra no han salido de su guarida.

    -Entiendo. Pero dejemos de hablar de trabajo, ¿qué tal te va, querido tío?

    Irul sonrió.

    -No pienso hablar con un crío de mis conquistas sexuales, podrías traumatizarte y no me apetece perderte, me caes demasiado bien.

    -Entonces hablaré yo de las mías.-Comentó con orgullo, Rash.

    -Egocéntrico. Cuéntame, ¿quién es la gatita afortunada?

    Rashek se removió en la butaca, regodeándose de sus sentimientos.

    -Esa gatita podría convertirse en la futura mujer de Rashek.

    -Oh, una boda entre Jinetes, hace años que nadie se casa... ¿sabes que duran muy poco? La magia de la eternidad.

    Rashek bufó.

    -Lo nuestro saldrá bien. Tiene que salir bien, es imposible que algo así sea corto.

    -Hablas muy en serio, ¿acaso te has enamorado?-Preguntó Irul, con una sonrisa socarrona.

    -Sí.-Afirmó Rashek, seguro de sí mismo.-Estoy enamorado de ella.

    Irul se sorprendió, no esperaba que su sobrino estuviera hablando en serio, pero se equivocaba. Parecía más maduro que la última vez que lo había visto unos años antes, cuando sus caminos se habían cruzado. La vida de Inmortal estaba llena de trabajo y de viajar de un lado para otro por toda Alantasia y no podías hacer demasiada vida social. Se alegraba de volver a compartir tiempo con él.

    -Vaya, no me esperaba algo así de ti.

    -Yo tampoco, pasó muy deprisa, nos conocimos, nos acostamos y cuando acabamos me di cuenta de que no podía quitármela de la cabeza. Empecé a sentir cosas que nunca había sentido... fue muy confuso. Hasta que no hablé con Selin, no me di cuenta de todo.

    Irul sonrió, palmeando a su sobrino en la espalda.

    -Sabía que pasaría esto, me alegro mucho por vosotros dos, hacéis una pareja perfecta, y ella es perfecta para ti... nada más y nada menos que una princesa.

    Rashek estaba sonriendo hasta que oyó eso último.

    -¿Qué?

    -Tu madre se alegrará de saber lo tuyo con Selin.

    -No, no, no...

    -Siempre lo sospeché, que después de tantos años juntos de compañeros siguierais unidos como al principio...

    -Irul te estás equivocando.-Le interrumpió Rashek, más borde de lo que hubiera preferido ser.

    Pero Irul se había emocionado tanto por la falsa noticia que había entendido, que no paraba de hablar e ignoraba lo que su sobrino tenía que decirle. Rashek comenzaba a enfadarse, pues esa manía de hablar de su tío e ignorar al resto era muy fea.

    -Además, ya se notaba que uno de los dos sentía cosas por el otro...

    Rashek, ya molesto, se levantó de la butaca, interrumpiendo de una vez por todas la perorata.

    -Irul, te confundes. No es Selin de quien estoy enamorado.-Zanjó, con tranquilidad, con un tono de voz más alto del que debiera.

    Irul no entendía, ¿no era la preciosa princesa la causante de que su sobrino estuviera enamorado? ¿Quién más había pasado el suficiente tiempo como para enamorar a aquel bobalicón? No entendía nada de nada.

    -Pero...

    -Se llama Shiva, y es la compañera de Jake.-Explicó Rashek.-Es ella la que ha conseguido lo que ninguna otra mujer ha logrado.

    -¿Y Selin?

    -¿Qué pasa con ella?

    -Entiendo...-Irul se apresuró a sonreír.-Nada, me alegro por ti, sobrino. Espero conocerla pronto.

    //////

    Selin durmió aquella noche muy mal, no paraba de tener pesadillas que no entendía, y aquello la frustraba y la ponía nerviosa. Se levantó temprano, desayunó y se vistió para hacer ejercicio, pensando que, si se cansaba, la siguiente noche podría descansar mejor.

    El día era hermoso, el sol brillaba irradiando calor, y el olor de los frutos en flor se esparcía por el ambiente, poniéndola de muy buen humor. Añoraba aquel olor y el tiempo que tenían allí. Como elfa que era, amaba la naturaleza y le encantaba pasear entre los jardines del palacio y disfrutar del campo. Cogió una manzana por el camino y se la fue comiendo hasta llegar al lugar donde Syrio tenía una carpa donde descansaba.

    El dragón la saludó acercándola con una pata hacia su caliente barriga y la abrazó con ternura. Selin besó la tripa escamada con amor y le dijo que le quería y que se alegraba de que estuviera en su vida.

    Junto con Syrio se marchó al campo de tiro, y entrenó con el arco durante dos horas hasta que una de las damas de compañía de su madre acudió a decirle que su madre había roto aguas y que el inminente nacimiento se estaba preparando.

    Selin volvió a palacio dejando a Syrio en su carpa, y mandó prepararse un baño. Se dio un largo baño, ensimismada en sus pensamientos.

    Hacía dos días que no sabía nada de Rashek y no parecía importarle demasiado. ¿Era aquello bueno? ¿Regresar a su casa estaba haciendo que se curase de su enamoramiento? Era confuso estar enamorado de alguien y no echarle de menos cada instante.

    -Supongo que es mejor así...

    Se hundió en el agua y se lavó el cabello con los mejunjes que le trajeron las sirvientas. Una vez vestida con un vestido prestado, hacía siglos que no se vestía para la corte, y oliendo a lavanda, salió de la habitación y se dirigió al corredor que le llevaría a las habitaciones de su madre. Al llegar vio a su padre y a su hermana Aura en la salita de espera que había frente a las habitaciones de su madre rodeado de caras no tan familiares.

    -Mira quién se digna a aparecer por fin...-Comentó Aura, cruzándose de brazos.

    Aura no le había perdonado aún el que no viniera hacía cinco años a su boda con el Conde Elton y no entendía que su trabajo protegiendo Alantasia era más importante que una ceremonia de unión. Fentus tampoco había aparecido, pero eso no parecía importarle a Aura, que se divertía haciendo sentir mal a su hermana menor.

    -Yo también me alegro de verte, Aura.-Le dijo Selin.

    Se besaron en la mejilla y se volvieron a alejar como si nada.

    -Ahora solo falta que Fentus se digne a aparecer para que esto parezca una familia de verdad...

    -Querida, no deberías alterarte en tu estado.-El marido de Aura le cogió una de sus delicadas manos y acarició el vientre que comenzaba a crecer.

    -Es verdad, mi amor, no debería, pero me hacen alterarme.-Y le sonrió para que no se preocupase más.

    Selin se acercó a su padre observando a su hermana con su marido, iban a ser padres, como había sido informada meses antes, y solo podía compadecer a ese niño por semejantes padres, se habían juntado el hambre con las ganas de comer.

    Notó a su padre alterado, frotándose las manos con nerviosismo, y le cogió las manos para infundirle ánimos y valor. Sabía que los partos elficos eran muy duros y que las madres podían desangrarse y morir con facilidad, pero confiaba en los médicos que la estaban atendiendo.

    -Ya habéis pasado antes por esto. Tres veces, y han ido bien. No tienes por qué preocuparte más.

    Aramis le sonrió con dulzura.

    -Cada parto ha sido más duro que el anterior, y temo que este sea el último para tu madre. En ese bebé están puestas muchas esperanzas.

    -Lo entiendo... nada ha salido como esperabais con Fentus y conmigo.

    Aramis la miró sin entender.

    -Uno debería ser el heredero real y la otra estar casada con alguien importante... sin embargo, aquí estamos, Inmortales, Jinetes de dragón y unicornio, viviendo al límite y corriendo peligros... Todo lo que unos padres podrían desear para dos de sus tres hijos... Toda una ironía...-Y Selin se rió al final con dureza.-Más que una bendición, para esta familia parece una desgracia.

    Su padre negó con la cabeza, con el cejo fruncido, y aquello resaltó las marcadas arrugas que comenzaba a aparecer en sus ojos. Qué viejo se estaba volviendo poco a poco, ni el tiempo pasaba tan lento para los elfos, al fin y al cabo.

    -Selin, nunca olvides que estamos muy orgullosos de que hayáis sido bendecidos por el Don. No nos arrepentimos de nada con respecto a vosotros, al contrario, nos alegramos de haber sido honrados por vuestro Don.-La cogió de las manos y la miró con sus ojos verdes, los mismo que ella había heredado.-No son tiempos buenos para los Inmortales, y nos alegramos de que estéis bien, de que sigáis a salvo y vivos... Pero la tarea de un Inmortal es luchar por la paz de Alantasia, es vuestra tarea, más importante que casarse con alguien importante, más importante que ser Rey. Sin los Inmortales, Alantasia hubiera caído en un caos absoluto y habría sido desbastada por sus enemigos. Estoy orgulloso de que mis hijos sean sus salvadores, sus protectores, estoy orgulloso de todo lo que sois y de todo lo que hacéis por la paz.

    Selin se abrazó a su padre, y dejó que dos gruesas lágrimas cayeran por sus sonrosadas mejillas.

    El silencio se impuso en la habitación durante largos minutos, Selin siguió abrazada a su padre para apoyarlo, junto a Aura, que se había acercado hacia ellos. Las damas de compañía no dejaban de entrar y de salir de la habitación, llevando y sacando toallas calientes. Parecía que la cosa se había complicado un poco y durante horas allí esperaron frente a aquella puerta.

    No se separaron ni un ápice, les trajeron allí la comida, y mucho más tarde la cena. Apenas se sostenían de pie por el cansancio, y los que no eran la familia real se fueron retirando lentamente, a cuentagotas.

    Por fin, tras largas horas de espera, un llanto infantil rompió el silencio.

    Las puertas se abrieron y dieron paso a una Iril sonriendo con al heredero recién nacido en su brazos, bien tapado y lloriqueante, con su cara recién nacida arrugada y sonrosada.

    -Os presento a Engel Alayne.

    /////

    Rashek seguía a su tío por la ciudad de Océano en dirección a la guarida de los Sabios del Mar. Era la tercera vez que intentaba reunirse con los Sabios en menos de semana y media. Siempre que llegaban ante las puertas de la guarida, un sirviente les decía que no podían atenderle ni recibirle, y no podía dejar el mensaje porque lo tenía memorizado en su mente y solo podía recordarlo mediante un hechizo. Era muy frustrante, el Rey tampoco había llegado a la Ciudad y parecía que su viaje había resultado más largo del que él mismo había deseado.

    Al menos había podido disfrutar de la compañía de Jake, al cual había echado de menos aquellos años que no se habían visto. Se habían puesto al día, sobre todo, y notaba que su amigo iba superando poco a poco lo de Mac, pero no sin dolor. Le había sorprendido muchas noches en el porche de la casa, mirando un colgante que el traidor le había regalado cuando le había jurado amor eterno... maldijo a aquel Inmortal por lo que le había hecho. Si hubiera estado presento cuando todo ocurrió, habría sido él mismo quien hubiera hundido el cuchillo en su corazón.

    Y había disfrutado principalmente de Shiva, cada día sentía que sus sentimientos por ella se hacían más fuertes y que le amor entre ellos crecía a cada beso que se daban. Le había contado cosas que tan solo Selin y Dardo sabían, todo iba muy deprisa, lo sabía, pero no le importaba, aquella mujer le hacía feliz y quería pasar el resto de su vida con ella. Shiva había curado la herida de Dardo, y le debía mucho por ello. Dardo al principio estuvo malhumorado unos días, quizá porque los sentimientos de Rashek le confundían, o quizá porque sabía cosas que el mestizo ignoraba, pero acabó por dejar a Shiva acercarse a él y montarle, algo que había maravillado a Rashek.

    También había pasado tiempo con su tío y le había presentado a su enamorada. Estaba viviendo unos días espléndidos, pero tenía que volver a la rutina, Selin estaba esperándole en Elander, y debía reunirse con ella cuanto antes. La echaba de menos, y tenía muchas ganas de verla y compartir su felicidad con ella.

    La ciudad cada vez le gustaba más, era enorme, preciosa y todo parecía tener una luz especial. Podría acostumbrarse a vivir allí con Shiva, incluso a Selin no le importaría establecer su hogar en una ciudad tan importante y hermosa. Mientras recorría la calle con su tío, no pudo evitar en pensar en la princesa, estaba preocupado por ella, por si la carta de su padre había tenido al final malas noticias. Había pensado en escribirla, pero nunca tenía tiempo entre Shiva y otras cosas, y acababa sintiéndose culpable, pero ella tampoco le había escrito, y una carta de Bosques Verdes a Océano tardaba apenas dos días si era correo urgente.

    Al fin llegaron a la guarida, y para su sorpresa no había ningún sirviente esperándole en la puerta, sino un soldado.

    -¿Quién va?-Preguntó, cargando el peso de una pierna a otra, como si llevara allí muchas horas.

    -Irul y Rashek, Inmortales. Tenemos audiencia con los Sabios del Mar.-Contestó Irul, con seriedad.

    El soldado desenrolló un pergamino con parsimonia y leyó unos segundos para asentir y dejarles pasar por las grandes puertas de roble de la muralla que separaba la gran mansión del exterior. Caminaron siguiendo a un sirviente que les esperaba en silencio, y recorrieron un largo pasillo decorado con cuadros con la misma temática todos, el mar. Algunos eran hermosos, con delfines y hermosos peces nadando en el inmenso mar, otros eran más escalofriantes, con tiburones alimentándose o grandes crackens hundiendo barcos. Al final del corredor giraron por un pasillo que les llevó ante una puerta cerrada, el sirviente les pidió que se quedaran allí mientras les comunicaba a los sabios que estaban allí.

    Rashek estaba nervioso, nunca se había tenido que presentar ante los Sabios del Mar, solo les recordaba vagamente cuando los vio por primera y única vez en Territorio Inmortal, cuando apenas era un niño bendecido por el Don.

    La puerta se abrió y el sirviente les invitó a entrar.

    La habitación estaba tenuemente iluminada por candelabros de velas, y grandes cortinas caían sobre los ventanales que rodeaban las paredes. Estaba austeramente amueblada, con una mesa redonda en medio de la habitación, con tres sillas bien colocadas y rodeada de estanterías llenas de libros desgatados del uso y viejos por el tiempo. Los Tres Sabios estaban sentados en las sillas, mirando a sus invitados, mientras estos entraban en la habitación y saludaban con una reverencia.

    Antes de que cualquiera de los dos dijera nada, el Sabio Ventus se levantó y les miró con sus ojos blancos como la nieve. Era de mediana edad, pero aquello no podía saberse porque eran inmortales como los Jinetes y nadie sabía qué edad tenían a ciencia cierta.

    -El mensaje.-Dijo, con una voz clara y grave.

    Irul miró a Rashek que asintió se acercó al Sabio y se arrodilló ante él. Las Sabias Terrae y Aquae miraron en silencio. El mestizo estaba nervioso, no recordaba cómo le habían introducido la información y no sabía cómo se la sacarían, era algo que pronto averiguaría.

    El Sabio Ventus tocó con sus cálidas manos las sienes de Rashek, que cerró los ojos, y absorbió la información cerrando a su vez los ojos. Rashek recordó cada palabra que Lord Tanos le susurró y se sorprendió, enfadó y escandalizó. No podía creer que fuera a ocurrir aquello...

    Cuando el Sabio le quitó las manos de las sienes, toda la información desapareció de su mente, y aquellas emociones que había sentido apenas segundos antes, fueron olvidadas por completo. Rashek se levantó del suelo y esperó.

    El Sabio trasmitió la información a sus hermanas y hablaron entre ellos telepáticamente unos minutos que a los Jinetes se les hicieron eternos. Una vez hubieron acabado, esta vez se levantó la Sabia Terrae, que era la más joven en apariencia de los tres.

    -¿Cuál de los dos llevará el mensaje de vuelta?-Preguntó, con una voz clara y aguda.

    -Yo puedo hacerlo.-Contestó Rashek.-No tengo ninguna otra misión y he de acudir ante Lord Tanos para que me entregue una.

    Irul asintió, confiando en que su sobrino lo haría bien como ya lo había hecho.

    -Muy bien, acércate pues, joven Jinete.-Le llamó la Sabia, y volvió a poner las manos en la sienes del mestizo, que recibió un mensaje que no volvería a recordar hasta ser llevado ante Lord Tanos.


    Salieron de la guarida y se dirigieron de nuevo a la casa de Jake, donde estaban él y Shiva preparando la comida. Irul rechazó la invitación a quedarse a comer, pues tenía mucho trabajo por delante aquel día, y se marchó a los pocos minutos disculpándose de nuevo y esperando que no se creara un abismo entre ellos.

    -¿Qué tal ha ido? ¿Os han recibido esta vez?-Preguntó Jake, que estaba poniendo la mesa.

    Rashek besó a Shiva y le robó un trozo de carne que la muchacha estaba cocinando y asintió.

    -Sí, he recibido un mensaje de vuelta. Mañana partiré a Territorio Inmortal para entregarlo, pero antes pasaré por Random para recoger a Selin.

    -¿Tienes que partir tan pronto?-Preguntó Shiva, que llenaba los boles de comida.

    -No tardaré en volver contigo, lo prometo.-Le dijo Rashek, ayudándola con los platos llenos.

    -Puedo ir yo... en unos días Lord Koji quiere enviarme fuera de Océano de nuevo junto con Jake. Tenemos una misión.

    Rashek asintió y comieron con tranquilidad. Rashek aprovechó mientras Jake y Shiva recogían la mesa y lavaban los platos para escribir una escueta carta a Selin.

    Selin,

    Los Sabios del Mar me han pedido que les lleve un mensaje contestando a Lord Tanos así que pasaré a por ti en dos días para que vayamos juntos. Espero que todo esté bien.

    Rashek.

    Y la envió como correo urgente.

    Aquel día fue largo, pasó todo el tiempo que pudo con Jake hasta que le pelirrojo le suplicó que le dejara irse a dormir, y una vez éste se acostó, comenzó la despedida con Shiva que duró horas.

    -Me cuesta tanto separarme de ti...-Le susurró ella al oído, jugueteando con el cabello azabache del mestizo.-Nos divertimos tanto.

    Rashek sonrió, dándole la razón sin dudarlo. Le besó el cabello oscuro y empezó a quedarse dormido poco a poco, arrullado por la nana que le cantaba Shiva.


    Jake despertó con un grito, bañado en sudor y el cabello pelirrojo revuelto. Respiraba entrecortadamente, reviviendo el sueño otra vez. Una silenciosa lágrima cayó por su mejilla, y notó la inquietud de Azula desde la lejanía.

    -¿Jake?-Rashek apareció con una vela en la mano, vestido únicamente por una sabana que sujetaba con su mano libre.- ¿Qué ocurre?

    Jake observó la ansiedad en el rostro de su amigo, sus ojos avellanados estaban oscuros por la preocupación.

    Negó con la cabeza volviéndose a acostar.

    -No ocurre nada, solo era una pesadilla...

    -¿Y por qué estás llorando?

    Jake sonrió, observando el techo de la habitación, podía engañar a cualquiera menos a su mejor amigo. Rashek le conocía tan bien... pese a permanecer separados por el trabajo, sabía cuándo estaba mal o necesitaba a alguien. Dejó que el mestizo se acostase a su lado, ignorando que estaba desnudo.

    Se quedaron en silencio unos minutos, y Jake cerró los ojos para recordar el rostro de Mac, algo que le hizo sufrir. Rashek notó como su amigo se encogía entre las sábanas y le abrazó.

    -Puedes contármelo otra vez si eso va a hacerte sentir mejor... y prometo no enfadarme esta vez.-Le susurró al oído, cálidamente.

    Las palabras le infundieron valor, pero no sabía si estaba preparado para hablar de nuevo sobre todo lo sucedido años atrás, cuando era feliz y pensaba que nadie podía robarle su felicidad. Los cuentos de hadas no existían.

    -No debería... yo... fue hace mucho tiempo, ya ni lo recuerdo.

    -Jake...

    -Era verano.-Su voz sonó trémula en la oscuridad iluminada por la vela de Rashek.-Hacía mucho calor y había salido a tomar un baño en el Lago Myr, me encanta ese lago desde pequeño, lo sabes. Y Mac...-La voz se le quebró y tuvo que carraspear para poder continuar.-Y Mac me citaba allí siempre que quería que nos viéramos. Aquel día llegué tarde para variar, y lo encontré allí solo, sin Naka. Me extrañó, normalmente ella nadaba cuando estábamos en el Lago Myr. Pero no reparé demasiado en ello y... estuvimos toda la tarde juntos.

    Se quedó en silencio unos segundos, entre los brazos de Rashek que escuchaba atentamente. En todos los años que habían tenido de amistad nunca se habían sentido incómodos por la sexualidad del pelirrojo, las cosas habían quedado claras muy pronto, y Rashek le respetó desde el minutos cero.

    -No empecé a comprender que le ocurría algo hasta mucho más tarde, cuando cenábamos a la luz de las estrellas. El paisaje es todavía más hermoso por las noches.-Se rio.-Estaba tan extasiado por el paisaje que apenas reparé en que estaba muy callado y no paraba de observar a mi alrededor. Si no hubiera sido por Durou, yo...

    Silencio durante varios segundos.

    -Continúa.

    -No esperó a que acabásemos la cena. Me miró con esos ojos dorados que tanto me enamoraban, muy parecidos a los tuyos, Rash, pero más claros. Me sonrió, como si con esa sonrisa quisiera que todo no fuera tan serio, y me dijo que tenía que contarme algo que le había ocurrido. Al principio pensé que había encontrado a otro... pero me cogió de las manos, y me miró con esos ojos, me derritió y seguí confiando en él... Si no hubiera sido por Azula, habría caído irremediable arrastrado por su oscuridad. Podemos ver la oscuridad en todos menos en los otros Inmortales, por eso se esconden tan bien.

    -Lo sé.

    -Y fue cuando me lo dijo, me dijo que no quería seguir siendo un esclavo de Lord Tanos, que estaba harto de luchar en una guerra que no era suya. Al principio pensé que eran dudas, como las hemos tenido todos, pero sus dudas eran oscuras. Empezó a gritar, a decir que los Inmortales éramos una aberración y que debíamos ser destruidos. Empecé a asustarme. No entendía nada. “¿Por qué dices eso?” recuerdo que le pregunté. Y entonces ocurrió, se acercó a mí y me dijo que me uniera a él... Y entonces comprendí... De alguna manera, con la ayuda de Azula, observé la oscuridad que había en su corazón. Me aparté... Tenía tanto miedo, Rash.

    -Lo entiendo.

    -No sabía qué hacer... Mackenzie lo era todo para mí... Era mi mundo, lo único que realmente me importaba. Y estaba corrompido, lo que yo creía que era puro y paradisíaco, no era más que mierda fétida. Se dio cuenta de que me alejaba de él, no estaba armado, no acudía nunca armado a verle... Pero él si lo estaba, algo en lo que no reparé hasta en ese momento. Al principio su rostro dudó, pasó de estar confundido a estar triste, y tras eso vino la ira. Me gritó...-De nuevo su voz se quebró y Rashek le apretó contra su pecho cuando noto su estremecimiento.-Me gritó que yo no le amaba de verdad... que era un perro más de Lord Tanos. Y desenvainó... lo que nunca había esperado que sucediese. Y me atacó...

    Se quedó callado, dejando que las lágrimas cayeran por sus mejillas sin importarle, no podía evitarlo. La vela se había consumido, y la habitación volvía a estar en penumbra.

    -Lo esquivé... mentalmente pedí ayuda a Shiva, que estaba en Ciudad Turquesa visitando a unos amigos. Eché a correr, pero me hirió en una pierna y caímos al suelo forcejeando... No daba crédito a lo que estaba pasando... Recé a los dioses porque aquello fuera una pesadilla, pero no lo era. Shiva se acercaba, pero no llegaría a tiempo... Mac era más fuerte que yo, y sabía que no podría aguantar mucho más tiempo. Le supliqué que no lo hiciera, que podríamos arreglar todo aquello, pero me miró con tristeza, negado con la cabeza. “Es tarde para todo eso...” dijo, y empecé a llorar. Dejé de forcejear, abatido, él levantó su espada, cerré los ojos... Y Mackenzie, el hombre al que más he amado en el mundo, cayó desplomado sobre mí.-Rompió a llorar.

    -Shhh, tranquilo, estoy aquí.

    -Durou... Durou... Lo primero que vi de él fueron sus ojos negros. Me miraba con fiereza, mientras arrancaba su daga de la espalda de Mac. Me dijo algo, pero no recuerdo el qué, me desmayé, y cargó conmigo hasta a saber dónde, solo recuerdo que Shiva me curaba las heridas.

    -¿Has soñado con ello?

    -No, he soñado que volaba con Mac en Azula.

    -¿Algunas vez lo hicisteis?

    -Nunca, no le gustaba volar.-Se volvieron a quedar en silencio.

    Rashek bostezó, tenía sueño, pero no dejaría a Jake en aquel estado. Se quedaría despierto durante toda la noche si era preciso para que no siguiera llorando la muerte de un traidor.

    -Le quería tanto...

    -Lo sé.

    -Y ahora...

    -Estoy aquí contigo. Siempre estaré contigo. Y Shiva y Selin, nunca te haremos eso... Somos familia, y la familia se protege, cuida y ama. No lo olvides.

    Jake asintió. Familia.

    Qué curioso era pensar en cómo había amado a Mac en pasado... su corazón había dejado de hacerlo tan fácilmente que incluso daba miedo. Y ahora amaba a unos ojos negros, que no querían volver a verle nunca más...

    //////

    Selin mecía a su hermano pequeño en brazos, intentando que este se durmiera. Sus padres estaban agotados por los cuidados que el pequeño heredero necesitaba, y ella se había ofrecido a pasar el día con él para que pudieran descansar. Había empezado a arrepentirse tres horas después, cuando había tenido que darle de comer y después había vomitado todo. Desde entonces no dejaba de llorar.

    Lo dejó con delicadeza en la cuna, y le tapó con cuidado de no despertarlo. El niño era precioso, de cabello ralo y rubio como la paja, y los ojos verdes como ella misma. Era tan pequeño y frágil que daba incluso miedo cogerlo por si se rompía. ¡Y crecía tan deprisa! De una semana para la otra había ganado peso y estaba regordete y hermoso.

    Selin sonrió, le encantaría tener un bebé pronto, para poder disfrutar de aquellas pequeñas cosas eternamente. Las Inmortales podía tener hijos, pero no estaba muy recomendado, y era una tarea muy difícil en la que además de los progenitores, debían tener un sentimiento de amor verdadero y puro, algo que muchas veces no se lograba. Se sentó en el sillón, cansada y dormitó hasta que oyó la puerta abrirse.

    -¿Quién es?

    -¿Así saludas a tu hermano mayor?

    -¿Fentus? Oh, Ünir, ¡qué ganas tenía de verte!-Exclamó, para luego arrepentirse y mirar hacia el bebé, que seguía durmiendo como si nada. Suspiró aliviada.-No hables muy fuerte, Engel duerme.

    Fentus, altivo y guapo, besó a su hermana en la frente y la abrazó.

    -Ojalá hubiera podido venir antes...

    -¿Dónde has estado?-Le recriminó la que hasta entonces había sido la hermana menor.-Hace casi dos semanas que te mandaron llamar...

    -Tenía una misión.-Respondió escuetamente su hermano.-Ya sabes cómo es esto...

    -Entiendo.

    Fentus se acercó a la cuna del bebé y le miró.

    -Aquí tenemos al futuro heredero de Random.

    -Es precioso, ¿verdad?

    -Ajá.

    -¿Quieres cogerlo?

    -No.-Selin le miró sin entender y Fentus le sonrió.-Déjale dormir, está muy tranquilo descansando. Ya tendré tiempo de cogerlo.

    Selin le sonrió.

    -Es bonito que nos hayamos reunido de nuevo, ¿verdad?-Comentó.

    -Sí, la familia reunida al completo y con un nuevo integrante.-Selin se abrazó de nuevo a su hermano.-Familia.
     
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    SilRock

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    Capítulo 10: Estalla la guerra.

    La sala de audiencias estaba a rebosar de Jinetes y soldados de alto rango que no paraban de discutir entre ellos a gritos, exigiéndose mejor trato y más caso del que sus compañeros por fuerza les obsequiaban. El ambiente estaba cargado, pues llevaban allí encerrados varias horas sin descanso más que para hidratarse con bebidas frescas y comer algo de fruta que los sirvientes iban trayendo por orden del señor. Y parecía que el asunto iba a durar muchas horas más si no se ponían de acuerdo. Y no parecía que eso ocurriera a corto plazo.

    Era necesario que se pusieran de acuerdo para dar por finalizado el plan de acción con el que contaban para empezar la guerra... Pero era difícil, casi imposible, que los soldados de Kendral se llevasen bien con los Renegados, que era el nombre que se habían puesto los Inmortales que como Bajar habían seguido a Kendral uniéndose en su guerra. Los soldados les echaban en cara que ya habían cambiado una vez de bando, podrían volver a hacerlo si sus opciones no eran buenas, y había mucho rencor por ello. Y los Jinetes les echaban en cara a los soldados que ellos habían hecho todo el trabajo durante el asedio y conquista de Kon, mientras ellos esperaban para entrar victoriosos alardeando de un trabajo que no habían podido hacer sin los escorpiones.

    El odio había crecido a lo largo de los años entre ellos y aunque no se interponía en la meta que ambos grupos tenían, conquistar toda Alantasia, hacía difícil que trabajasen juntos.

    Kendral, sentado en el trono del antiguo emperador, observaba impaciente e irritado los gritos de aquella escoria. Si no fueran tan necesarios, hubiera ordenado ejecutar a cada uno de ellos, pero lo eran, y mientras no consiguiera más adeptos para su imperio, debía confiar en los únicos que no le habían dado la espalda para llevar a cabo su objetivo.

    Los gritos se le clavaban en la mente con un pinchazo agudo, como si una tormenta estuviera a punto de estallar en su cabeza. Crispado de los nervios se levantó dando un golpe en la mesa que tenía delante, asustando a Savia que estaba sentada a su derecha divertida por lo ocurrido, y se levantó.

    -¡Ya basta!-Gritó con fuerza, haciendo retumbar con un hechizo su voz por toda la sala con eco.

    Toda la sala de audiencias se quedó en silencio, sorprendidos y observando al emperador Kendral, aquel hombre que había conquistado todo el desierto en tan poco tiempo y que hasta los Inmortales temían. El eco dejó de resonar, dejando la sala en el más completo y absoluto silencio.

    El Emperador Oscuro, como le apodaban muchos, se había convertido en un hombre poderoso y respetado entre soldados y jinetes, incluso a algunos les hacía sentir miedo por el poder que tenía.

    Había estudiado las artes oscuras gracias a un libro que había caído en sus manos durante una expedición en el desierto, lo había estudiado a conciencia y había aprendido hechizos ocultos que nadie más conocía. Era una magia que rivalizaba a la de los Inmortales, y estos últimos lo sabían. Era un hombre con un oscuro poder.

    Tras el silencio, Bajar se levantó de su asiento.

    -Os pido disculpas, Lord Kendral.-Dijo, a la vez que se pasaba una mano por su abundante y brillante melena castaña.-En vez de tratar cosas importantes aquí estamos, discutiendo como chiquillos en el patio de la escuela. Espero que pueda perdonarnos...

    -Discutiendo como chiquillos en el patio de la escuela... Teniendo en cuenta que muchos eso es lo que sois....

    Bajar, que en aquel momento estaba sonriendo y acicalándose la melena de nuevo, borró su sonrisa del rostro y se giró rápidamente hacia la persona que estaba hablando para fulminarle con sus ojos verdes. El capitán Caen le miraba con una sonrisa torcida, a la izquierda de Kendral, provocándolo para que empezase de nuevo una disputa. Aquel hombre de mediana edad, rubio y de ojos azules siempre buscaba al líder de los Renegados y Bajar, orgulloso, siempre caía en su trampa. Era el segundo al mando de Kendral y, por tanto, el líder de su ejército de soldados y asesinos.

    -Al menos yo puedo achacar mis errores a mi juventud, pero tú y tu ejército no tenéis esa suerte... ¿cuántos hombres perdiste en el País del Invierno?-Bajar sacudió su cabeza, y la melena ondeó en el aire.-Una pena, ¿verdad?

    -Estúpido crío descarado...-Caen se levantó de su asiento, llevando la mano a su cinto dispuesto a desenvainar la espada, olvidando ante quien estaba.

    -Suficiente.-Kendral se dejó caer en su trono de nuevo, aburrido de todo aquello. Empezaba a estar hastiado de las peleas de aquellos dos estúpidos.-Quiero que acabemos con esto de una maldita vez por todas... Estoy cansado.

    -Podríamos dejar esto para mañana, se está haciendo tarde, padre.-Comentó Savia, la única mujer en toda la sala.- ¿Verdad, caballeros?

    No faltó tiempo para que alguno de ellos le dieran la razón y Savia le dedicó una de sus radiantes sonrisas mientras le guiñaba un ojo.

    -¿Qué dices tú, papi?

    -Podríamos hacer un receso...

    -¡Muy bien! Seguro que en la cena conseguiremos solucionar todo esto.-Y se levantó.-Le diré a Gertrude que prepare una abundante cena, se piensa mejor con el estómago lleno.

    La sala se fue vaciando y solo quedaron Savia y Kendral en ella.

    -Esto está durando demasiado...

    -Ya te dije que tú eras el Emperador y que debías tomar tu solo tus propias decisiones... ¿qué más da lo que diga el populacho? Aquí mandas tú...

    Kendral soltó una carcajada, divertido por la ignorancia que desprendía su hija en aquellas ocasiones. Entendía tan poco de política que miedo le daba que fuera su heredera. Podría perderlo todo tan rápido...

    -Qué poco entiendes de todo esto.-Savia hizo un mohín, pues no le gustó lo que su padre le dijo.-Mi poder depende de la gente que me sigue, si no los tengo contentos, me abandonan y pierdo el poder. Si continúan conmigo y gano más, puedo ir despachando a los que no me sirven por los nuevos que llegan. Pero mientras no vengan nuevos... tengo que compartir mis decisiones con ellos y que las aprueben. Si Caen y Bajar no dejan de pelearse dificultarán mi conquista, y los necesito a ambos. Los tres juntos podemos llegar a hacer grandes cosas.

    -No me parece bien.

    -No es algo que me quite el sueño.-Se burló Kendral.

    -¡Pero tú eres el Emperador!-Le espetó Savia, parándose ante la puerta de la sala sin dejar salir a su padre.- ¡Eres quien manda aquí!

    -Y espero seguir siéndolo muchos años.-Y su padre le sonrió socarronamente y salió por la puerta, topándose con el líder de los Renegados.-Oh, Bajar, mándale recuerdos a tu padre si consigues hablar con él.

    Savia, la princesa del desierto, no compartía la opinión de su padre respecto a todo eso. Tendría que hacer algo para que todo aquello fuera más deprisa o se quedarían estancados allí y serían un objetivo fácil para los Inmortales. Se ocuparía de hacer entrar en razón a Caen y Bajar, no sería una tarea nada difícil, o por lo menos con el renegado.

    Enfurruñada en sus pensamientos, ignoró al jinete hasta que éste la tocó el hombro.

    -...¿Savia?

    -Perdona, cariño, estaba pensando en mis cosas.-Le sonrió.-Hoy tienes el cabello especialmente reluciente, me encanta.

    -Gracias. Me lo he cepillado más que normalmente.

    -¿Qué te parece todo esto? ¿Y con el capitán Caen? ¿Crees que algún día podremos solucionar todo esto?

    Bajar frunció el cejo.

    -Ese idiota no conseguiría solucionar ni un rompecabezas para niños...

    -¿Y qué harías tú?-Savia le sentó en un silla y se sentó a su lado, acariciándole una de sus fuertes manos.

    -Atacar un flanco que no esté tan protegido como el País del Invierno, por supuesto... ¿luchar durante un temporal? ¡Es de necios!

    -Por supuesto.-Afirmó Savia.- ¿Y en qué lugar está pensando tu inteligente mente?

    -Los elfos, por supuesto. No han tomado bando, están solos, podríamos colarnos por el río Cuerno y atacar. Nadie vendría a ayudarles.

    Savia recapacitó la idea y pensó en una mucho mejor.

    -¿Y qué te parecería si...?


    El capitán Caen estaba disfrutando del fresco que corría en la muralla, donde venía a descansar de todo tras las odiosas reuniones con los Renegados. Odiaba tanto a los Inmortales, y aunque aquellos estuvieran en su bando, tenía la necesidad de rajarle el cuello a cada uno de ellos. Si seguía con todo aquello era para acabar de una vez por todas con la dictadura de Tanos y sus asquerosos Inmortales.

    -Capitán Caen... qué casualidad verte por aquí.

    Caen se giró y observó a Savia, radiante con un vestido de seda azul que resaltaba sus ojos. Llevaba el cabello rizado peinado en un recogido muy glamuroso.

    -Alteza Imperial, es un gusto veros siempre.-La saludó, besando su mano.

    -¿Qué tal están Margarette y las niñas?

    -Muy bien, Juliette se prometió la primavera pasada y Mercedes ha aprendido a andar hace unas semanas. Aún se cae, pero vuelve a levantarse, es toda una guerra.

    -Como su padre.-Le sonrió Savia.-Espero volver a verlas muy pronto, pero no es por eso que he subido hasta aquí para hablar contigo.

    -Ya me parecía a mí.

    -No me malinterpretes, me gusta mucho hablar sobre tu familia, Juliette es una señorita encantadora que hará muy feliz a su marido, y Mercedes me robó el corazón, es tan pequeña y dulce... Vengo a hablarte sobre la reunión de esta noche. Debemos buscar una solución pronto.

    -Entiendo... Yo estoy dispuesto a todo por tu padre, pero no opino lo mismo de los Renegados.-Comentó el capitán, cruzándose de brazos.-Me he llevado más de una cicatriz por el Emperador, que es más que esos Jinetes...

    -Sus bestias se las han llevado... y más de uno las ha perdido para conseguir sentar a mi padre en el trono. Todos hemos perdido a alguien en esta cruzada. No olvides que mi madre murió por culpa de los Inmortales, y aunque perdono, nunca olvido.-Dictó la princesa, firme y sin dudar.-Quiero hacerte una propuesta que ya se la he hecho a Bajar.

    -Te escucho.

    -Será difícil, pero gracias a los espías de mi padre podemos conseguir darle un golpe devastador a Tanos de una vez por todas. Y lo mejor de todo es que nadie espera que ocurra una cosa así.-Caen asintió escuchando atentamente.-Se trata de los elfos...


    Llegó la noche, y con ella, la cena tan esperada para Savia. El plan que ya les había contado a Bajar y Caen le parecía magnifico, y casi no había podido evitar ir tras su padre para contárselo. Sin embargo, había preferido esperar, si era ella quien unía los dos bandos enfrentados ante todos, quedaría en muy buen lugar y su padre tendría que felicitarla. Así que esperó, dejó que sirvieran el primer plato, y se levantó para hacer un brindis.

    Todos la observaron en silencio y se quedaron en silencio, observando como la princesa imperial le sonreía alzando la copa de vino con desenvoltura.

    -Quiero hacer un brindis por mi padre,-dijo, alzando la copa en dirección a Kendral, que alzó su copa a la vez, haciendo así que todos dejasen de comer y comenzase a llenar sus copas de vino.-por reunir a los mejores soldados bajo su mando.

    -¡Salud!

    Todos bebieron.

    -Y ahora, padre, quiero proponerte una idea que he estado meditando con Bajar y el capitán Caen.-Kendral, asintió, escuchando interesado y tratando de no hacer notar su sorpresa.-Esta tarde nos hemos reunido para solucionar de una vez por todas esto. Quise mandar a buscarte, pero sabía que tu dolor de cabeza te impediría entender el plan. A veces el dolor que tienes es tan atroz... Menos mal que tenía a mi lado dos grandes mentes estrategas que supieran enderezar mi plan cuando lo necesitó.-Alzó la copa hacia ellos.-Brindo por ellos también...-Y apuró la copa con descaro.-Por favor, compañeros de estratagemas, ayudadme a contarle a mi padre la argucia que hemos planeado los tres juntos. Capitán Caen...-Se sentó y el capitán Caen se levantó.

    -Milord, vamos a dividir nuestro ejército en dos grupos, uno será el grupo con más soldados que enviaremos a la frontera con Territorio Inmortal, donde se quedarán, pero no atacarán, serán un señuelo, una provocación para el ingenuo de Tanos. Yo guiaré este ejército, y me dejaré ver por sus vigías para que piensen que es un ataque serio y directo. Mientras, vos tendréis que poneros en contacto con vuestros espías rápido, y hablo de uno en especial que hace poco cayó en vuestra red, de una importancia infinita y que nadie en su sano juicio hubiera esperado que cayera. Hablamos de Corona.-Y le sonrió.-A continuación dejaré que Bajar os relate la otra parte del plan...

    Caen se sentó y Bajar se levantó, haciendo ondear sus rizos castaños.

    Kendral empezaba a impacientarse, se alegraba de que Savia hubiera logrado que aquellos dos cooperasen en todo aquello, pero tanto secretismo y ostentación le sacaba de quicio y le ponía de los nervios. Intentó serenarse respirando hondo, y escuchó lo que tenían que decirle, intentando no interrumpir y delatar su nerviosismo. Si Bajar y Caen habían aceptado el plan, debía ser muy bueno.

    -Yo marcharé con el resto del ejército, que serán apenas diez hombres elegidos por mí y el capitán. Me colaré por el Río Cuerno, y contactaré con nuestro espía, Corona, que sabrá lo que debe hacer cuando esté allí gracias a vos. Una vez haya llevado a fin su cometido, estos hombres y yo trataremos de sacarle de allí antes de que le atrapen. Lucharemos solo si es estrictamente necesario, pues lo importante de la misión es el cometido de nuestro espía.

    -¿Y cuál es ese cometido?-Comenzaba a impacientarse Kendral.

    -Pronto lo sabrás, padre, aún no hemos acabado.-Se levantó Savia y Bajar se sentó.-También vamos a usar a otro espía para que lleve información falsa a Tanos y así crea que el ataque es cierto e inminente, así los elfos estarán desprotegidos y nadie sabrá que vamos a atacar por ese flanco.

    -Sé quién puede hacer esa tarea, supongo que pensamos en la misma persona.

    -Exactamente. Me gustaría mucho hablar con él yo misma, si no tienes inconveniente. Hace mucho que no nos ponemos en contacto.

    -Muy bien, ocúpate tú de Niebla, yo contactaré con Corona cuando sepa qué demonios queréis que le diga...

    Savia sonrió, disfrutando de su momento.

    -Lo que Corona tiene que hacer es...


    Savia cogió la caja que guardaba junto a su ropa en el armario apartando los vestidos y que desde que había conocido a Bajar no había tocado. Se dirigió a la cama y se sentó con ella en el regazo. No sabía cómo se sentiría él después de tanto tiempo sin hablar, ¿estaría enfadado? ¿Estaría triste? Apretó con fuerza la caja. Cómo había cambiado todo desde que se habían conocido en aquella licorería de mala muerte, por la que ella pasaba todos los días para ir a la escuela...

    Aún recordaba al niño sucio y harapiento que salió y chocó con ella, haciendo caer la bolsa con bebida que llevaba con fuerza. Y la mirada de terror que él le echó, la asustó. Se apresuró a disculparse, prometiendo pagar por lo que había roto, pero el niño, que tendría un par de años más que ella, se tiró al suelo y se dejó llevar por el llanto. Savia se sentó junto a él, ignorando que su vestido se estaba manchando por la tierra húmeda por el alcohol, y le abrazó. “No llores, por favor.” Le suplicaba, pero el niño, que estaba muy delgado, magullado y olía a suciedad y sudor, no cesaba de hacerlo. Intentó separarla con sus manos sucias, y fue cuando se le cayó la venda que rodeaba la mano y Savia vio la duna amarilla resplandeciente en la mano bronceada del chico. Aquel día había marcado un antes y después en sus vidas...


    Dorou se encontraba en su habitación cuando notó aquella vibración en el aire que hacía tiempo que no sentía, se levantó de la cama rápidamente y se tiró al suelo, metiendo una mano bajo la cama y sacando una caja de madera que había acumulado polvo. Sopló y lo barrió con la mano, abriendo la caja.

    -Niebla...

    -Estrella...

    -Te veo bien.

    -Y yo a ti.

    Silencio.

    Dorou quería echarle en cara que no se hubiera puesto en contacto con él antes, pero no podía hacer aquello. Le debía tanto a aquella muchacha que prefería morderse la lengua antes de decirle cualquiera mala palabra. ¡Quién iba a pensarlo de él!

    -Tengo una misión para ti, es muy importante.-Dijo Estrella, nombre clave para cierta princesa imperial.

    -Te escucho.-Contestó él, bajando la voz y poniéndose cómodo.

    -Después de esto podrás volver con nosotros, te lo aseguro, todo acabará muy pronto.

    -Me alegro, odio toda esta situación.


    -Lo sé... yo también odio estar lejos de ti.-Comentó Savia desde su habitación, y podría ser una mentira a medias.-Hace mucho que no nos vemos...

    -Quince años.

    Savia se sorprendió de que él supiera el tiempo exacto.

    -Y no he parado de pensar en ti en todos estos años.-Dijo Niebla, nombre en clave para cierto Jinete.

    -Yo también. He tenido que hacer muchas cosas que no me gustan para seguir adelante, pero ahora que sé que queda poco para estar contigo, no dudaré en hacer cualquier cosa... ¿Aún tienes mi colgante?

    -No me lo quito nunca.-Contestó él.-Pronto te lo devolveré.

    -Eso espero. Es todo tan aburrido sin ti. Y la gente que rodea a mi padre es tan idiota. Tengo que hacerlo todo yo... y es exasperante.

    Niebla sonrió.

    -Pronto estaré solo yo para aburrirte.

    -No me aburres.

    -Hace mucho que no nos vemos, hemos cambiado y no sabemos cómo será estar de nuevo el uno con el otro...

    -No seas tan negativo. Podremos superar eso.

    -Si tu confías en ello, yo también.

    -Muy bien, lo que tienes que hacer es....

    Y tras contarle la misión estuvieron un rato hablando del pasado, de aquel corto período que pasaron juntos y en el que él fue muy feliz jugando junto a ella. Pudo olvidar a su madre muerta por un padre borracho que descargaba su frustración en ella y su hijo. Superó el dolor de estar encerrado cuando su padre descubrió la marca en su mano, el dolor de tantas palizas y malas palabras. Fue feliz hasta que tuvo que afrontar un deber que aún seguía afrontando.

    Tras finalizar la comunicación, Savia se dejó caer entre los almohadones de su cama, pensando en aquel niño de ojos negros que había amado con locura cuando era niña. Hacía quince años de aquello, y había amado a cien como él...

    Alguien tocó a la puerta sacándola de su ensimismamiento.

    -Adelante.-Dijo, levantándose y alisándose la falda.

    Bajar entró por la puerta radiante, con su melena recién lavada y dejando olor a jazmín tras de sí. Iba vestido con ropa para montar y dejó en el suelo una bolsa de viaje.

    -Vengo a despedirme, querida.

    -¿Tan pronto?-Preguntó ella, extrañada.

    -Debo hacer un camino muy largo, y cuanto antes salgamos, antes nos encontraremos con Corona.

    -Entiendo... esto va a ser muy aburrido sin ti, cariño.

    Bajar sonrió.

    -Lo sé... pero volveré a ti de nuevo.-Y la besó con dulzura.

    Savia se entregó a aquel beso y le estrechó entre sus brazos hasta que le jinete se marchó de nuevo. Esperaba de verdad que alguno de los dos no volviera, o tendría que responder muchas preguntas...

    ///////

    Rashek estaba sentado bajo la sombra de un árbol y apoyado en su tronco, disfrutando de la tranquilidad del canto de los árboles y el olor de las flores. Era un olor que le recordaba demasiado a su infancia, pero no podía odiarlo porque era muy agradable. Hacía unos años que se había prometido que no volvería a pisar aquella tierra, pero en más de una ocasión había pasado por allí, nunca a ver su familia, simplemente por sus misiones. Para él, no había recuerdos bonitos con su familia, solo los tenía en Costa Marfil.

    Dardo-que estaba bañándose en el río Cuerno, intentando cazar pescados, pero eran muy pequeños y se le escapaban entre los dientes- le recordó que él era su familia y que nunca le abandonaría. Notando que su corazón-dragón le necesitaba salió del agua y se dejó caer en la hierba a tomar el sol a su lado, tan cerca como podía, mojando al chico, que se quejó en intentó alejarle sin apenas moverle un ápice.

    Pronto, notaron la presencia de Syrio y Selin cerca, acercándose hacia ellos y en silencio esperaron a que la princesa se bajase del dragón verde y se acercara a Rashek.

    Este no se levantó, simplemente la miró con sus ojos avellanados.

    -Hola.

    -Hola...

    Y el silencio se coló entre ellos, como si no se conocieran y no pudieran decirse nada. O simplemente los dos estaban dolidos por lo que había pasado entre ellos aquellas semanas de silencio, de no enviarse cartas y de no contactar el uno con el otro. Pero ninguno de los dos iba a decir nada, o eso parecía...

    -Te he echado de menos...-Rompió el silencio Rashek, levantándose y sacudiéndose el polvo con su mano enguantada. Miró fijamente a Selin, pero esta no podía mantenerle la mirada, no con aquella marca morada en el cuello.-Selin...-Intentó tocarla, pero ella le rechazó dando un paso hacia atrás.

    -He tenido un hermanito.-Dijo ella, en un susurro. A Rashek le hubiera costado escucharlo si no fuera por sus poderes de Inmortal.

    -Eso es fantástico.

    -Sí... nos hemos reunido toda la familia, incluso Fentus.

    -Me alegro mucho.

    Por fin Selin levantó la cabeza y Rashek se percató de que tenía lágrimas en los ojos.

    -No quería irme y dejarlos de nuevo atrás...

    -Selin...

    -Es todo tan frustrante. He disfrutado de unos días increíbles y ahora... no quiero irme... Me siento tan mal por ello, pensaba que había dejado todo esto atrás... pero he vuelto a caer...

    Rashek acortó la distancia y abrazó a su amiga con fuerza.

    -No tienes que irte si no quieres. Puedo dejarte aquí y volver a buscarte cuando entregue el mensaje a Lord Tanos.-La apretó con fuerza.-No quiero que hagas nada que te haga daño o te haga sufrir.

    -Lo hago todos los días...

    No lo hagas, chiquitita, no se lo digas...” La voz de Syrio la hizo cambiar de opinión.

    -No puedo entenderte, ya sabes lo de mi familia.-Respondió el mestizo, ajeno a lo que la muchacha quería decir de verdad.-Me tienes contigo... en serio, quédate el tiempo que necesites.

    -No, hay una misión que debemos llevar a cabo. Tengo que ser fuerte.-Y se separó del muchacho con delicadeza.-Gracias por tu comprensión.

    Rashek negó con la cabeza.

    -Eres todo lo que tengo, Sel... no me pegues estos sustos.-Y le sonrió.-Pensaba que te perdía...

    Selin sonrió, o al menos lo intentó, y Rashek no le pidió nada más. No quería forzar la situación más de lo necesario.

    -Te he echado de menos.-Repitió, empezando a recoger sus cosas.

    -Yo también.

    -Espero que no te haya molestado no haber contactado contigo. Pero... bueno, he estado ocupado.

    -Yo también, no te preocupes.

    -Así que un hermanito, ¿no?

    -Antes de hablar de mí, hay una cosa que tenemos que dejar clara sobre ti para poder continuar.-La mirada de Selin parecía seria.

    Rashek la miró extrañado, se colocó bien el guante, manía que tenía desde pequeño y que hacía cuando se sentía nervioso, y la miró, asintiendo.

    -Dispara.

    -Entiendo que te has enamorado y todo eso. No, déjame acabar.-Alzó la mano para que el mestizo no dijera nada.-La última vez que pasó algo así, la que acabó mal fui yo. No quiero saber nada de todo esto, y si lo acabas dejando con Shiva, no quiero que ella venga a agarrarme del pelo echándome la culpa de que lo vuestro no funcionó. Por culpa de aquello muchas compañeras me odian cuando no tengo la culpa...

    -Siento eso.

    -Más te vale. Bien... una vez dejado claro todo esto... se llama Engel y es amor. Tiene los ojos preciosos, verdes. Me dan ganas de tener cien bebés...

    Rashek sonrió y no pudo evitar abalanzarse encima de su amiga, cayendo al suelo rodando por la hierba, mientras reían a carcajada limpia.

    -¡Rashek!

    -¡Te quiero, eres la mejor!

    -¡No puedo respirar!
     
  13. Threadmarks: Capítulo 11: El Dragón de Ojos Negros.
     
    SilRock

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    Capítulo Once: El Dragón de Ojos Negros.

    El viento de la noche los azotaba mientras sobrevolaban Territorio Inmortal, dando círculos para poder aterrizar en la pradera que los Jinetes de Dragón utilizaban para ello. El lugar estaba despejado de obstáculos, y tenían vía libre para poder aterrizar con tranquilidad. Los grandes pabellones estaban a oscuras, pues se habían demorado en su partida y llegaban a altas horas de la noche. El lago artificial donde descansaban los leviatanes parecía vacío, pero ya se sabía que aquellas bestias aguantaban horas bajo el agua, el corral de los escorpiones, que eran pocos los que aún seguían a Lord Tanos y no habían caído en la oscuridad para convertirse en Renegados, parecían removerse inquietos en la arena artificial, mientras que el establo de los unicornios estaba tranquilo y se oía la nana élfica que se cantaban los unos a los otros.

    Rashek bajó de Dardo con una pirueta, observando la única luz que estaba encendida en el pabellón de Lord Tanos, ¿acaso sabía que venía con un mensaje? Con el cejo fruncido esperó a que Selin bajase de Syrio y ambos cogieron sus alforjas, volviendo al que era su hogar desde hacía más de quince años.

    Caminaron en penumbra bajo un frío silencio hacia las grandes puertas que se abrieron para ellos nada más acercarse. Tras ellos les siguieron sus dragones, que hablaban entre ellos, Syrio gruñía por lo bajo mientras Dardo debía flotar, contándole todo lo que había hecho con Azula aquellas semanas. Los dragones se quedaron en el pabellón abierto para los de su especie, donde estaban Freya y Nébulo, que saludaron emotivamente a sus hijos, ya eran tan grandes como sus padres y eran todo un orgullo para estos.

    Llegaron al pabellón residencial y cada uno tomó su camino, pues se dividían en mujeres y hombres. Rashek llegó a su habitación, la cual estaba tal y como la había dejado, desordenada y con la cama sin hacer. Dejó sus alforjas en el suelo de mala manera y se dejó caer en la cama, cansado del viaje, quería echarse a dormir, pero sabía que el mensaje que debía entregar era importante y que no tenía espera. Se lavó la cara con el agua que aún quedaba en la jarra para espabilarse y observó las cartas que habían ido colando por la rendija de la puerta destinada al correo. Su madre no se cansaba de que no leyera sus cartas, pues cada mes tenía una nueva. Y como todas, las metió en el cajón de la mesa y salió como si nada por la puerta, cerrándola tras de sí.

    Descansa, Dardo, igual tardo en mi reunión con Lord Tanos”. El dragón no tardó en hacerle caso.

    El mestizo deshizo el camino para dirigirse al pabellón de los Señores, que compartían uno donde estaban sus habitaciones y despachos anexos. Lord Koji pasaba mucho tiempo en Océano, al igual que Lord Eldar, que por lo que se decía se había casado con otra elfa y convivía con ella en Random, Lord Adam, después de la revuelta de los escorpiones estaba vigilado casi las 24 horas, y Lord Nyro había asumido más responsabilidades para ayudar al líder de los Señores y no paraba de viajar de un lado a otro, aunque en aquella ocasión estaba presente en el pabellón.

    Llegó a la puerta del despacho personal de Lord Tanos en el mismo momento en el que ésta se abría y salían por ella Dorou y él. El jinete de escorpión estaba hecho un desastre, llevaba un brazo en cabestrillo, un ojo morado y parecía llevar medio cuerpo vendado, además de que cojeaba haciendo gestos de dolor con cada paso.

    -Siento mucho que hayas pasado por esto de nuevo, Dorou.-Le decía Lord Tanos afligido.-Tu esfuerzo ha merecido la pena y te estaremos eternamente agradecidos por lo que has hecho.

    -No ha sido nada. No podía dejar que esos miserables llegarán hasta aquí antes que yo...-Ambos repararon en Rashek.

    -He traído un mensaje de vuelta de parte de los Sabios del Mar.

    Lord Tanos le hizo una seña para que entrara en el despacho, a la que el mestizo no tardó en acatar, sin dejar de escuchar la conversación.

    -Descansa, en cuanto un curandero llegue, le pediré que vaya a verte.

    -No es necesario.

    -Has hecho mucho por los Inmortales, hijo, deja que te lo devolvamos. Pronto te asignaré un nuevo compañero... igual tardamos un poco, todos están en alguna misión.

    -Lo comprendo.-Y se marchó.

    Lord Tanos entró cerrando la puerta y se sentó enfrente de Rashek, que estaba mirando el amueblado y decorado despacho del líder de los Inmortales. Varios cuadros sobre dragones colgaban en las paredes, una estantería desbordada de libros quedaba justo detrás del gran señor y su mullido sillón.

    -El mensaje está en mi cabeza, como la otra vez.

    Lord Tanos le pidió que se acercara, el mestizo lo hizo rápido, agachándose al lado de su líder que le sacó el mensaje a Rashek y volvió a olvidarlo por completo sin poder remediarlo. Era información secreta solo para el líder de los Inmortales. Mientras Tanos le sacaba la información a Rashek, este reparó en las marcadas ojeras y lo cansado que parecía el hombre... Y pensar que cuando llegó allí, con su mano quemada, y sus ganas de comerse el mundo aquel hombre le imponía y daba miedo. Ahora, simplemente daba lástima... Maldita guerra.

    -Muchas gracias, Rashek.-El mestizo se levantó, volviendo a su sitio.-Estás siendo de gran ayuda, espero que puedas descansar unos días, aunque me temo que volveré a necesitarte pronto para cualquier otra misión.

    -En lo que necesite, señor.-Se apresuró a decir el jinete de dragón.

    -Puedes retirarte...

    -Señor...

    Lord Tanos le miró con sus ojos azules como el hielo, algo irritado.

    -¿Qué ocurre?

    Rashek carraspeó, sabiendo que Lord Tanos no tenía por qué contestar a su pregunta.

    -Dorou... quería saber qué le ha ocurrido.

    Tanos asintió.

    -El enemigo se acerca con un inmenso ejército a nuestras fronteras. Dorou y su compañero, Ultar, se toparon con un grupo pequeño no muy lejos de la frontera con el Lago Myra y el Desierto de Kônzul y lucharon, Dorou pudo escapar para traerme la información, pero Ultar no tuvo tanta suerte... Lord Eldar lamentará perder a tan magnifico guerrero.

    Rashek no dijo nada, había intercambiado un par de palabras con Ultar en una ocasión, por lo demás no sabía nada de él. Era una lástima perder buenos guerreros.

    -¿Qué haremos para repeler el ataque?

    -No sé si se atreverán a traspasar la frontera, saben que aquí tenemos ventaja, pero me preocupa que al ejército de Kendral se le sume el del rey Bastian del Reino Azul. Mañana mandaré una orden a todos los Inmortales para que se presenten aquí para luchar, y a nuestros aliados...

    -Espero que lleguen a tiempo.

    -Solo los Dioses saben eso.


    Rashek salió media hora más tarde del despacho de Lord Tanos y se dirigió a contarle todo a Selin, pero antes hizo una parada para hablar con Dorou. El muchacho estaba sentado en el comedor del pabellón residencial, con problemas para comerse su sopa y al ver al mestizo hizo una mueca.

    -Dorou...

    -Déjame en paz, hoy no estoy de humor.-Le cortó el muchacho, dejando la sopa a medio comer en la mesa con un sonoro ruido, casi volcándola.

    -No vengo a discutir.-Se defendió Rashek, cruzándose de brazos.-Además, el que empieza siempre eres tú...

    -Lo que tú digas.

    Rashek frunció el cejo, molesto. No debería haber venido, pero ya estaba allí, y no era de los que dejaban las cosas a medio hacer. Olvidó todas las rencillas que había tenido con el chico rubio y comenzó su discurso.

    -Vengo a darte las gracias por salvar a Jake.-Dorou le miró desconfiado.-Te debo mucho por ello. Podrías haberle dejado allí, pero cargaste con él hasta un lugar seguro y mataste a tu amigo y compañero por salvarlo. No muchos hubieran hecho lo mismo... así que... bueno, gracias.

    -No hay de que.-Respondió en tono neutro Dorou.

    -Shiva podría curarte cuando llegue.

    -¿Quién?

    -La compañera de Jake, es curandera. Seguro que siendo tú, que salvaste a su compañero, también se sentirá en deuda.

    Dorou se encogió de hombros, gesto que le hizo daño, pues soltó un quedo quejido.


    Selin se había acostado después de ordenar sus cosas, y estaba a punto de quedarse dormida cuando llamaron a la puerta sobresaltándola. Se levantó olvidando que llevaba un fino y corto camisón de seda que dejaba muy poco a la imaginación. Al abrir encontró los ojos avellanados de Rashek.

    -¿Dormías?

    -No, pasa.-Selin se apartó de la puerta y el mestizo entró en la habitación.-Estaba ordenando un poco...

    -¿A oscuras?

    -Vale, sí, me estaba quedando dormida...-Dijo, a la vez que encendía una lampara de aceita para iluminar la habitación.

    Una vez iluminada, Rashek reparó en el pijama de Selin, y sonrió con picardía.

    -Que fresca duermes... Si algún día hay una emergencia y tienes que salir así, me lo pasaré muy bien.

    Selin se ruborizó, cruzándose de brazos sobre el pecho, un poco incómoda. Rashek se quitó su chaqueta y se la tendió.

    -Gracias...-Dijo ella, poniéndosela. El aroma del mestizo la envolvió por completo, maravillándola.- ¿Qué querías?

    Rashek tardó veinte minutos en contarle todas las nuevas de las que se había ido enterando desde que habían llegado. La princesa elfa escuchó en silencio, sorprendida y abatida por la información que estaba escuchando, sintiéndose al igual que Rashek impotente por no poder hacer nada inmediato.

    Rashek no se demoró más y dejó a la princesa para que pudiera descansar, marchándose a su propia habitación. Una vez allí se dejó caer en la cama, echando de menos no tener a Shiva a su lado, pero sabía que pronto la vería. Aquella distancia podía doler, pero pronto sus besos serían la cura para ella. Bostezó, acurrucándose entre las sabanas, dejándose arrullar por el sonido de aquel lugar seguro.


    Un sueño no tardó en llegar a él, abriéndole las puertas a algo que podría hacerles ganar la guerra.

    Se veía así mismo de pequeño, en aquellas primeras clases con los Sabios del Mar, veía a Selin a su lado, riendo de algo que le contaba un pequeño Jake con gestos. Estaban en una de las clases de Historia de Alantasia, muchos de sus compañeros luchaban por no quedarse dormidos o hablaban en voz baja entre ellos para abatir el aburrimiento. Habían dejado a sus crías de dragón durmiendo en la Guardería, que era el lugar donde se quedaban mientras los futuros jinetes iban a clase para aprender y evolucionar.

    Y reparó entonces en la Sabia Terrae, en lo que les estaba relatando a los pocos que escuchaban. Estaba hablando de algo que en aquel momento no le pareció importante, pero que ahora, muchos años después, iba a cambiar su mundo.

    -...Las Cuatro Bestias Sagradas se dice que son los padres de las que hoy nos acompañan, tan antiguas y poderosas como los Dioses. Gobernaron Alantasia hasta que la moldearon y la convirtieron en la que tenemos hoy en día. Cuando Alantasia pasó por la Era Oscura, las Bestias Sagradas pactaron con los primeros Inmortales una unión mágica para que pudieran combatir la oscuridad que amenazaba con asolar la tierra. Tras años de luchas y guerra, los Inmortales ganaron y establecieron así su Era. Las Cuatro Bestias, sabiéndose ya innecesarias, criaron a sus hijos y se retiraron cada una a un punto del continente, desde donde se dice que aún están vivas y mantienen la paz. El día que Alantasia las necesite de nuevo, unirán sus fuerzas para salvarla.



    Despertó de repente, con aquella idea disparatada en la cabeza. Se levantó en plena noche y salió de la habitación para dirigirse a la Biblioteca, donde esperaba encontrar lo que necesitaba. Estaba excitado, ansioso y eufórico, y aquello despertó a Dardo, que se levantó, dispuesto a entrar por el tejado de la biblioteca para saber cómo estaba su corazón-dragón. Una vez Rashek le dijo que no se preocupara y compartió toda la información con él, le apremió a que buscara en los antiguos y valiosos libros algo más que pudiera compartir con Lord Tanos. Por suerte la Biblioteca no cerraba nunca, y Rashek se zambulló por las estanterías buscando todo lo referente a las Cuatro Bestias Sagradas.


    Lord Tanos había dormido muy poco aquella noche, sin poder conciliar el sueño por las circunstancias que le rodeaban y las preocupaciones que le atormentaban. Había enviado un mensaje mental con ayuda de sus altos señores a todos los Inmortales para que volvieran a Territorio Inmortal ante la eminente guerra. Había recibido varias misivas confirmando sus sospechas, el rey Bastian había entregado su ejército a los Renegados y estos se acercaban peligrosamente a sus fronteras. La guerra si no hacían nada, podría llegar a devastar Alantasia y no podían permitirlo, tenían que ponerla fin cuanto antes.

    Salió de su despacho y se dirigió hacia la Sala de Reuniones cuando se topó con Rashek, que lo abordó sin miramientos, ojeroso y agitando un pergamino arrugado.

    -¡Señor!

    -Ahora no puedo, Rashek, tengo una reunión muy importante...

    -Pero Señor...-Replicó Rashek, que había pasado toda la noche en vela buscando y apuntando toda información valiosa sobre el paradero de las Cuatro Bestias Sagradas. Había sido difícil, y había pasado horas y horas leyendo libros que al final no le habían servido para nada hasta dar por fin con los que sí habían podido ayudarle.

    -El ejército enemigo se acerca.-Dictó Lord Tanos, esquivando al mestizo para dirigirse a su reunión.

    -¡Por favor, Lord Tanos, escuche lo que tiene que decir!-Jake, que había regresado muy temprano aquella mañana, se había visto enseguida con Rashek y había escuchado todo lo que el mestizo tenía que decirle, e incluso le había ayudado a leer opula antiguo, la lengua antigua del Reino Azul de la que era experto.

    -¿Jacoby? ¿Tú también?

    Jake sonrió con sus resplandecientes ojos azules.

    -Denos cinco minutos, no se arrepentirá.-Prometió.

    Lord Tanos suspiró, asintiendo y cruzándose de brazos, invitándoles a hablar. Rashek le entregó el pergamino arrugado con todas sus notas a la vez que tomaba aire.

    -Tengo una idea...-Dijo con esperanza.-He recordado una clase que nos dio la Maestra Terrae hace años, nos habló de las Bestias Sagradas. Quiero pedirles ayuda a ellas...

    -¿Las Bestias Sagradas? ¡Eso son cuentos, chico!

    -No pierdo nada por intentarlo.-Rashek no se iba a dar por vencido.

    -Necesito cada Inmortal que quiera luchar por Alantasia...

    -Yo quiero luchar, a mi modo.

    -Es una locura.

    -Lea lo que ha escrito en el pergamino.-Le apremió Jake.-Está todo ahí...

    Lord Tanos, abatido, tuvo que aceptar ante tanta insistencia y leyó lo que Rashek había escrito durante toda la noche. Una vez acabó, observó al mestizo con atención.

    -Todo esto es... increíble, ¿de dónde lo has sacado?

    -De la biblioteca. Me ha costado horas de sueño y esfuerzo... ¿Me cree ahora?

    -No sabes si vas a encontrar a las Bestias Sagradas en estos cuatro lugares...-Replicó Lord Tanos, que sabía que iba a necesitar a todos y cada uno de sus Inmortales.

    -Voy a intentarlo.

    -Puede que cuando vuelvas no quede ninguno de nosotros con vida...

    -En tal caso me marcho ya.

    -Es todo muy arriesgado.-Comentó Lord Tanos.

    -Lord Tanos, aguantaremos aquí hasta que Rashek vuelva con...

    -¿Y si simplemente no existen y estás perdiendo el tiempo?-Lord Tanos negó con la cabeza, mirando de nuevo el pergamino.- ¿O si las encuentra pero ellas no quieren ayudarnos?

    -Les insistiré, les suplicaré... no me daré por vencido.

    Lord Tanos no dijo nada más.

    -Vete... ¡Y que los Dioses te guíen en esta locura de plan! Nosotros aguantaremos la embestida del enemigo.

    Rashek echó a correr, llamando telepáticamente a Dardo.

    -¡No se arrepentirá!


    Por suerte Dardo había descansado toda la noche y el vuelo hacia las Montañas Crystal fue tranquilo y rápido. Rashek aprovechó para descansar el tiempo que duró el vuelo, sintiéndose muy cansado por la noche buscando entre el polvo y los libros. La temperatura comenzó a bajar cuanto más iban acercándose al pico más alto, donde se suponía que debía estar el dragón que estaban buscando. Hacía horas que habían dejado atrás la Ciudad de Cryss y no tardarían en llegar a lo más alto, al cual llamaban Colmillo por la forma en punta.

    Al caer la noche, Dardo aterrizó entre nieve y escarcha en lo alto del pico de Colmillo. Movió las alas para deshacerse de la nieve que se había acumulado a lo largo del viaje y las replegó a la vez que el mestizo bajaba de un saltó. Se apartó la bufanda de su rostro pálido, observando todo con sus ojos avellanados. Sin razón alguna, la mano de su marca comenzó a molestarle, pero no le dio la menor importancia.

    -No noto la presencia de nada vivo por aquí tan grande como un dragón...

    Dardo alzó la cabeza y sus escamas plateadas brillaron con la luz de la luna. Parecía oír algo que solo él podía escuchar, cosa que confundió a Rashek que miró en la misma dirección que su dragón, encontrando en su camino una cueva enorme y oscura. Dardo comenzó a caminar, abriéndole camino, hacia la cueva.

    -Dardo...

    El dragón le hizo una seña con la cabeza para que le siguiera y Rashek así hizo, confiando plenamente en su dragón. Escuchó un rugido lejano y alzó la cabeza al cielo y observó cómo dragones salvajes les dedicaban su danza, cayendo en picado para alzar las alas de golpe y planear. Era tan hermoso... nunca había visto dragones salvajes que no fueran la pareja de algún corazón-dragón. Sonrió, sin poder apartar la mirada mientras caminaba hacia la cueva.

    Dardo se detuvo frente a la cueva, escrutando la oscuridad con sus ojos negros con betas blancas, ladeó la cabeza.

    -¿Qué ocurre Dardo?

    Y el dragón plateado que le había acompañado durante más de la mitad de su vida soltó un rugido que vibró por todo su pecho, erizándose las escamas y arañando la nieve hasta llegar a la tierra húmeda. Su posición era defensiva, preparado para saltar a la lucha al mínimo peligro.

    Rashek soltó un quejido, cogiéndose la mano de la marca, que ardía como fuego, recordándole el mismo dolor que había sentido en el Bosque de los unicornios al quemársela.

    Y fue cuando notó la conciencia que intentaba meterse en su cabeza con osadía. Intentó cerrarla, pero la conciencia era fuerte y cálida, y cayó al suelo sin poder evitarlo perdiendo las fuerzas. Dardo se plató encima de él para protegerle y lanzó una llamarada gris retando a quien fuera el que estaba haciendo daño a su jinete.

    Del interior de la cueva una llamara de color rojo fuego le devolvió el reto, y un rugido que hizo estremecer a Rashek entre las patas de Dardo, y taparse los oídos.

    -¡Basta!-Exclamó el mestizo.

    La tierra tembló con los pasos de la bestia que se acercaba a la obertura de la cueva, Dardo se replegó unos metros, arrastrando a Rashek con él, a la defensiva, sintiendo el inmenso poder que transmitía su enemigo.

    Al fin Rashek pudo observar a la Bestia Sagrada que se presentaba ante ellos...

    Era enorme, el triple de grande que cualquier dragón al que estaba acostumbrado a ver, del color de la lavanda, con un cuerno puntiagudo sobre sus orificios nasales, y sus ojos eran negros, oscuros como la más oscura noche en los cuales podías perderte en ellos.

    Rashek se levantó apoyándose en la pata de Dardo, la marca había cesado de doler.

    Márchate”. La voz del dragón sonó clara y suave en su mente ultrajada. “no hay nada aquí para ti, mestizo.”

    -Por favor...-Rashek carraspeó, dando unos vacilantes pasos hacia el dragón de ojos negros. Dardo le retuvo con una garra, pero el jinete se zafó de él con facilidad.-Por favor... Solo quiero que me escuches.

    “No me importan los problemas de los humanos y los elfos.”

    -No solo humanos y elfos tienen problemas... Por favor... Soy Rashek, Inmortal, este es Dardo, mi corazón-dragón.

    “Conozco a tu dragón, es mi descendiente, tiene el olor de mi dinastía en las escamas.” Dardo le sostuvo la mirada largos segundos en los que observó todos los dragones que habían vivido antes que él y eran de su familia, como Freya entre ellos. Bajo la mirada y empezó a mostrarse sumiso, echándose y colocando la cabeza entre las patas delanteras, sin dejar de quitar la vista al enorme dragón.

    -¿Cuál es tu nombre?

    Nosotros no tenemos nombre...-el dragón pareció recordar algo-Pero hace mil años, alguien tan osado como tu logró subir hasta aquí... Ese alguien me llamó Angryl, si prefieres referirte a mí por ese nombre.”

    -Angryl, vengo a pedirte ayuda.-Comenzó Rashek.-Has podido hurgar en mi mente y has podido comprobar por ti mismo mis recuerdos. Necesito la ayuda de las Cuatro Bestias Sagradas para acabar con la guerra que amenaza a Alantasia... Una vez cuando era niño oí vuestra historia, y se dice que volveréis para protegerla. Hay Inmortales que han caído en la oscuridad, se hacen llamar Renegados, casi todos son Jinetes de Escorpión, y están ayudando a un enemigo terrible a conquistar Alantasia. Los que quedamos no podemos combatirlos a todos... por favor, os necesitamos.

    Angryl guardó silencio largos minutos que hicieron a Rashek rozar el ataque de ansiedad. Dardo, a su lado, le mostraba al dragón de ojos negros recuerdos de las luchas contra los Renegados y las pérdidas que habían tenido que asumir. De verdad que necesitaban su ayuda para que Alantasia siguiera a flote en aquel mar de devastación.

    “¿Las cuatro Grandes bestias juntas de nuevo?-Preguntó el dragón sagrado, rompiendo el frío silencio.-Es una idea disparatada a la vez que ingeniosa.”

    Rashek sonrió, esperanzado.

    -¿Nos ayudarás?

    “No.”

    -¿Por qué?

    “Nuestro tiempo acabó hace muchos siglos, no hay lugar para nosotros en este mundo. Debemos mantenernos al margen y que nuestros hijos dicten su futuro.”

    -El futuro es guerra, muerte y destrucción. Es lo único que nos depara sin vuestra ayuda... Solo vosotros podéis establecer la paz en Alantasia, los Inmortales, creados por vosotros, ya nada podemos hacer. No tenemos el poder suficiente para luchar con este enemigo. Veo que poco te importa lo que le depare a este continente, y yo no puedo mostrarte lo que se perderá si no nos ayudáis.

    Rashek, abatido le dio la espalda.

    -Tenía tantas esperanzas puestas en esto...-Se giró, con el cejo fruncido, y sus ojos ambarinos brillaron con furia.-Mis amigos podrían estar muriendo en este momento mientras yo pierdo mi tiempo aquí contigo. ¿Que tu tiempo se ha acabado? Muere entonces...

    ”¡Rashek!”, le riñó Dardo.

    -¿No hay lugar para vosotros? Eso es mentira, Alantasia es enorme y os necesita. Dale la espalda si quieres, pero yo voy a luchar hasta caer rendido. Mientras quede un halo de vida en mi pecho lucharé por Alantasia...-Apretó con fuerza el puño y Dardo le tocó el hombro con el morro, apoyándolo.-Lo único que lamento es arrastrar a Dardo conmigo...

    Los ojos de Angryl brillaron y observó el cariño y afecto que Dardo y Rashek se profesaban. Hurgó en los recuerdos de ambos, recorriendo la trayectoria que habían vivido juntos desde que el huevo fue encomendado a Rashek y se abrió, toda su infancia, adolescencia y madurez juntos y aquello le tocó el duro y ajado corazón.

    “Me gustas, humano, uno de mis descendientes te seguiría hasta la muerte... ¿Por qué no podría hacerlo yo?”

    -¿Cuento contigo?

    Angryl asintió solemnemente.

    “A mi has conseguido convencerme, pero los otros... será una tarea difícil y necesitarás tiempo”.

    -Tiempo es lo único que no tengo... Las otras bestias están a días de aquí, Dardo no conseguirá llevarme sin caer rendido y los ejércitos enemigos están ya en las fronteras de Territorio Inmortal.

    Puedo ayudarte con eso... Mi magia podrá enviarte lejos, y mis hijos, los dragones salvajes se ocuparán de defender vuestro territorio hasta que las otras tres bestias vengan contigo.”

    -Muchas gracias, Angryl. No te arrepentirás de tu decisión.

    “Eso espero, muchacho.” El dragón desplegó sus alas, las cuales llevaban siglos sin ser utilizadas para remontar el vuelo.

    Rashek se apresuró a subir al lomo de Dardo, maravillándose ante la escena, el dragón se desperezó listo para comenzar el nuevo viaje.

    -¿Puedes ayudarme en una última cosa antes de partir?-Angryl asintió.-Tengo que enviar un mensaje, ¿podrías hacerlo con la potencia de alcance de tu mente?

    ////////​

    Jake y Selin, junto a los demás Inmortales que habían ido llegando al Territorio, se ocupaban de armar la defensa en las fronteras del Territorio contra el ejército enemigo cuando oyeron la potente voz de Rashek en sus mentes. No solo lo oyeron los amigos de estos, sino todos los Inmortales, incluso Lord Tanos.

    -¡Hola! Soy Rashek, he conseguido que una de las Bestias Sagrada nos ayude... ¿Increíble verdad? Y lo he hecho yo solito... Pero volviendo al tema principal,-carraspeó-tengo que seguir con mi viaje. Angryl, el Dragón Sagrado, ha ordenado a todos los dragones salvajes de su familia que vayan a ayudaros contra el ejército de Kendral, defended el fuerte mientras yo intento convencer al Leviatán, Unicornio y Escorpión Sagrados. ¡Unidos conseguiremos repeler el mal que se cierne sobre Alantasia! ¡Vosotros podéis, compañeros, dadles para el pelo!

    -Nunca se le dieron bien los discursos...-Suspiró Selin, orgullosa de su amigo.

    Jake se río, pero dejó de hacerlo cuando volvió a escuchar la voz de Rashek, pero esta vez era solo para él.

    -Eh, amigo, necesito tu ayuda. Tú y Azula tenéis que venir a conmigo a Océano. Necesito que me cubras mientras nado hasta el fondo del mar...

    -¿Hasta el fondo de qué?-Dijo en voz alta Jake.

    Selin le miró sin entender.

    -Rashek... estás loco, la presión te matará antes de llegar ahí abajo.

    -Tengo que hacerlo, Dardo no quiere que lo haga... por eso necesito a Azula, para que le tranquilice.

    -Estás loco...

    -¡No me falles!

    Y la voz desapareció.

    Jake suspiró, preocupado, en menudo lío se había metido su mejor amigo. Aunque tenía que admitir que había conseguido que el Dragón Sagrado le siguiera, y se sentía feliz por ello, incluso en aquellos momentos de amarga tensión.

    -¿Qué estabas farfullando, Jake?

    -Rashek me ha pedido que vaya con él a Océano. Necesita que Azula tranquilice a Dardo mientras nada hasta el fondo del mar...

    -¿Qué?-Exclamó escandalizada la princesa.- ¿Se ha vuelto a loco?

    Jake se encogió de hombros.

    -La leyenda cuenta que el Leviatán Sagrado se encuentra allí durmiendo desde hace siglos. No es una idea descabellada, ningún leviatán ni jinete de leviatán que se precie ha osado nunca bajar hasta allí.

    -Por algo será...

    -En Océano dicen que hay algo ahí abajo. Cuando el mar está revuelto es porque se mueve en sueños, y cuando hay remolinos marinos nocturnos es porque sube a respirar...

    -Bendito Ünir... voy contigo, no puedo dejar que cometa esa locura.-Dictó Selin con firmeza.

    -Selin...

    -No me vas a hacer cambiar de parecer, Jake, ¿y si ese estúpido se ahoga? Si nada como un perro...

    -Está bien...

    -¡Selin!

    La voz de Lord Tanos interrumpió su conversación, ambos se cuadraron ante el jefe supremo de los Inmortales.

    -Lord Tanos.-Lo saludaron al unísono, con respeto.

    -Te necesito para una misión en la frontera élfica.-Le dijo a la princesa.

    -¿Ahora?-Preguntó esta, con una mueca. No quería dejar a Rashek solo ante la locura que iba a cometer, se negaba a hacerlo. Miró a Jake, que la sonreía con circunstancia, entendiendo que no quería acatar las órdenes que su líder.

    -Sí, solo tú, la princesa de los elfos, puede conseguir que las abran para nosotros si fuera necesario.

    -Pero yo...

    -Es una orden.-Y la miró con firmeza, escrutándola con sus ojos azules.-Necesito a cada Inmortal que tengo al alcance.

    -Sí, señor.-Lord Tanos se dirigió a otro grupo de Jinetes para seguir dando órdenes.-Parece que el mundo se ha puesto en mi contra... Jake, por favor, no dejes que haga locuras... No quiero perderle, me moriría si... ¿qué estoy diciendo? Con la suerte que tiene...-Y se rió con nerviosismo.

    Jake le sonrió; sabía muy bien por lo que estaba pasando su amiga. Intentaría que el mestizo no cometiera una estupidez, pero si debía bajar hasta las profundidades marinas por voluntad propia, él poco podía hacer contra su terquedad. Se despidió de la elfa y con rapidez se marchó a preparar su viaje.


    -¡Y esto ya está!-Shiva se apartó el cabello rizado de la cara y sonrió a Dorou.-Estarás un par de días con la sensación de entumecimiento, pero pasará rápido.

    -Gracias...

    Shiva sonrió al chico del cual su compañero estaba enamorado y le vio levantarse del camastro donde se había tumbado mientras le sanaba las heridas. Era muy extraño y silencioso, y al curarle, había notado una sensación extraña que nunca le había ocurrido antes... pero lo achacó a que el chico había sufrido, contaban, mucho en su vida y los traumas le acompañaban. Observó como se despedía con pocas palabras y se marchaba de allí en silencio, y no le gustó, pero se encogió de hombros, ella no podía hacer nada.

    //////​

    Rashek estaba tumbado en la arena frente a la entrada de Océano disfrutando del sol de mediodía cuando Azula aterrizó no muy lejos de él. Saludó a su amigo y notó el rostro de preocupación en el pelirrojo.

    -Vamos... no voy a morirme ahí abajo.

    Dardo gruñó, no iba a dar su pata a torcer en aquel asunto y había discutido mucho con su jinete por la locura que iba a cometer. Comprendía por qué debía hacerlo, pero no comprendía por qué no podía seguirlo como tantas otras veces le había seguido en su locura de planes.

    -Vamos, Dardo, me retrasarías... y no quiero que el Leviatán crea que vamos a atacarle. Si me ve a mí solo bajando no pensará en peligro.

    Dardo se dejó caer en la arena, muy cerca de Azula, que dejó que la acariciase una de sus patas traseras. Jake les sonrió, pero seguía preocupado.

    -Rash...

    -Jake, de verdad, todo saldrá bien. Es imposible que este sea el final de mi historia, sería muy patético morir ahogado a la mitad, ¿no crees?-Y le dedicó una sonrisa radiante.-Además, ahora que todo está bien en mi vida, tengo a Shiva, a Selin y a ti y parece que mis problemas con Dorou se van solucionando... No voy a cagarla tan fácilmente.

    -¿Dorou?

    -¿No te lo ha contado Selin?-Le preguntó Rashek, comenzándose a quitar las botas.-Anoche hablé con él, le agradecí que te salvara y...

    -No debiste hacer eso.-Le interrumpió súbitamente el pelirrojo, molesto.

    -Vamos, el tío se portó. Nadie se esperaría algo así de él y lo hizo.

    -Rash...

    -Creo que empiezo a verle con otros ojos.-Comentó Rashek, quitándose la capa de viaje y doblándola ignorando a su amigo.

    -Rashek...

    -Igual si todo esto acaba bien, le invito a unas cervezas, lo que ocurrió en el pasado allí se queda.

    -¡Estoy enamorado de Dorou!

    Rashek dejó de quitarse el cinto donde llevaba la espada y se giró a mirar a su amigo, que le devolvió la mirada de sus ojos azules, suplicantes. Aquello le había pillado desprevenido, no se esperaba que su amigo le contase que estaba enamorado del que había considerado su peor enemigo. Dejó caer el cinto a la arena, sin dejar de mirar a Jake, que se removía nervioso.

    Azula y Dardo, a su lado, observaban la reacción de ambos en tensión. Más de una vez dos bestias se habían enzarzado por los sentimientos que sus jinetes sentían, y precisamente aquellos dos dragones querían hacer de todo menos luchar entre ellos.

    -¿De Dorou?-Preguntó con una vocecilla nerviosa.

    -Sí...

    -No lo entiendo... ¿Cómo ha podido pasar eso?

    -No he decidido enamorarme de él, Rash, simplemente ha pasado. Sé que me odia como odia a todo el mundo.-Se río.-Pero mi corazón no entiende eso... Cuando pensaba que estaba muerto él fue el primer rostro que vi, y esos ojos negros no podré olvidarlos nunca. ¿No te ha pasado lo mismo con Shiva?

    -Ya, bueno...

    -Nadie decide de quien enamorarse.-Dijo Jake, cruzándose de brazos, recuperando poco a poco su determinación.

    -Caray... Con Mac me di cuenta... Pero esta vez no tenía ni idea de que ocurría esto.-Rashek se rascaba la nuca con nerviosismo.

    -No pasa nada, lo he llevado en estricto secreto, no es algo que quiero que se vaya diciendo por ahí.

    -Lo entiendo y siento toda esta situación.

    Jake le sonrió, dándole un golpe amistoso en el hombro a Rashek, que le agarró del brazo y lo atrajo hacia su pecho donde le dio un fuerte abrazo y le revolvió la cabellera pelirroja.

    -Deja de preocuparte por mí y preocúpate por no ahogarte allá abajo, Selin me mataría.-Replicó Jake cuando logró escapar de los brazos del mestizo.

    -Y Shiva también.

    -Sí, seguramente también.


    El agua había empezado a ser más densa y fría por falta de luz y oxígeno, y la oscuridad empezaba a envolverle por completo sin saber qué más había a centímetros de su nariz. El hechizo que Jake había utilizado para concentrar el oxígeno en una burbuja estaba surtiendo efecto, pero no quería pensar en lo que pasaría si llegaba a fallar. Había perdido la noción del tiempo y sus brazos comenzaban a mostrar signos de cansancio. Cansado de tanta oscuridad trató de crear una pequeña bola de luz para poder guiarse mejor hasta el fondo y no perder la orientación. Por suerte no se había topado con ningún tiburón ni calamar gigante y su camino era tranquilo pero tedioso.

    Cuando la luz empezó a brillar con intensidad frente a él, le cegó unos segundos, se asustó al observar una sepia que nadaba muy cerca de él y que huyó despavorida al verle, soltando tinta a su alrededor. Sonrió por su estupidez mientras trataba de esparcir la tinta y siguió nadando hacia las profundidades marinas.


    Un ser tan antiguo como Angryl abrió sus ojos rojos en el fondo del abismo donde descansaba desde hacía siglos. A su alrededor sus hijos más pequeños se removían nerviosos, notando como algo pequeño nadaba hacia ellos. Al percatarse de que era un insignificante humano, apaciguó los temores de los más pequeños y aconsejó a los más mayores a que siguieran escondidos en sus grutas cuidando de sus hermanos.

    “¿Un humano consigue llegar al fondo del mar y no ha muerto? ¡Qué divertido!”


    Rashek estaba muy cansado, y no sabía cuánto tiempo más quedaba para llegar al fondo. Ante todo aquello, empezaba a pensar que era una locura bajar hasta allí él solo y que no llegaría nunca, se sentía insignificante en el inmenso océano que le rodeaba. Luego estaban la oscuridad y el silencio, capaces de destrozarle los nervios a cualquiera. Rashek admitía haber sentido miedo, vivía con un poco de él cada día debido a su trabajo. Sin embargo, el miedo que le recorría en aquel momento dejaba a un lado aquel pequeño atisbo atrás y jugaba con su mente, enloqueciéndola del terror a lo desconocido. Cuando se había decidido a detenerse durante unos minutos a recobrar el aliento, una ráfaga de agua le echó hacia atrás, haciendo darle vueltas y mareándolo.

    Cuando las vueltas cesaron, sacudió la cabeza y volvió a crear la bola de luz, la cual se había apagado al perder la concentración y vio ante él la cabeza de un ser descomunal. Gritó, asustado, y trató de escapar, pero el agua a su alrededor se había vuelto dura como una piedra. Trató de soltarse pataleando y dando tumbos, pero no pudo.

    Oyó una risa en su mente.

    “No trates de huir, no puedes luchar contra mi poder.” Dijo una fría voz. “Has entrado en mis dominios, y nunca nadie ha osado hacerlo. Pero te daré la oportunidad de explicarte, Inmortal, Jinete de Dragón, porque soy benévolo con los que me divierten.”

    -¿Te parece divertido que haya bajado a hablar contigo?

    “Sí, noto cómo la presión está haciendo mella en tu cuerpo, algo que tú has ignorado por completo, y si logras subir de nuevo a la superficie, morirás sin poder evitarlo. Ha sido una total estupidez”.

    Rashek aguantó el golpe de su futura muerte con tranquilidad. Sabía que era muy difícil volver a subir sin morir de agotamiento, y la baza de la presión la había jugado muy mal y ahora solo podía asumir las consecuencias.

    -Si consigo llevar a cabo por lo que he bajado hasta aquí, mi muerte merecerá la pena.

    “Me intrigas, humano... mestizo, mejor dicho. ¿Por qué has venido a visitar a un ser tan viejo y peligroso?”

    -Alantasia está en peligro. Un hombre oscuro ha decidido conquistarla y llevarla al caos. Los Inmortales no podemos luchar contra ese poder... He convencido a Angryl, el Dragón Sagrado, para que nos ayude. Y ahora he venido para convencerte a ti de que también nos ayudes, al igual que tenía pensado pedirle ayuda al Unicornio y Escorpión Sagrados...-Rashek sonrió.-Supongo que alguien tendrá que ir por mí.

    Los ojos rojos del leviatán le observaron.

    “¿Qué gano yo abandonando a mis hijos pequeños para ayudar en otra de vuestras infinitas guerras? Cuando decidimos abandonar Alantasia era para no volver jamás.”

    -Ahora os necesita...

    “Os tiene a vosotros, los Inmortales, ¿acaso los de ahora sois débiles y estúpidos?”

    -No... pero a Kendral se le han unido Inmortales oscuros que se hacen llamar Renegados.

    “Es vuestro problema, no el nuestro.”

    -¿Les dejarás a tus hijos un mundo lleno de caos, destrucción y donde serán cazados por diversión?

    El leviatán le miró con furia.

    -¿Por qué crees que Kendral no conquistará también los océanos con su poder? Sabe de la existencia de las Cuatro Bestias Sagradas... ¿qué le impide atacaros y acabar con vosotros?

    “¡No seas osado, mestizo! Cualquiera que amenace a mis crías morirá entre terribles sufrimientos, soy la Reina de los Océanos desde que estos fueron creados, ¡y será así por milenios más!”

    Rashek había conseguido lo que quería.

    -Lucha por tus hijos, protégelos protegiendo Alantasia.-Miró directamente a los ojos rojos de la leviatana y buscando su reacción. Cuando la leviatana dejó vagar su mirada hacia la gruta por la cual salía su esbelto y largo cuello, donde se escondían sus crías, Rashek supo que había conseguido que otra Bestia Sagrada se uniera a ellos.

    “¿Qué quieres que haga por vosotros?” Accedió la gran madre tras varios minutos de silencio.

    Rashek suspiró de alivio, notando como toda la adrenalina que había segregado empezaba a desaparecer su cuerpo, reparando que este estaba cansado y roto. Comenzaba a notar la presión en su cuerpo y sabía que tarde o temprano su cuerpo abandonaría la lucha por mantenerlo vivo.

    -Me gustaría mandarle un mensaje a mis compañeros para que seguían mi tarea por mí...

    “No será necesario, estoy curando tu cuerpo y tu mente de la presión. Tú mismo podrás seguir con la tarea.” Y Rashek notó como su cuerpo se aliviaba.

    -Gracias...

    “No me lo agradezcas, ocúpate de llevar a cabo tu misión, los océanos están seguros gracias a mí y mis hijos mayores, ocúpate de que Kendral no conquiste más territorios.”

    -¿Cómo podré contactar contigo por si ocurre algo?

    “Siempre que haya agua cerca te oiré. Prepárate, te enviaré de regreso sin que la presión te consuma de nuevo.”


    Jake observaba las estrellas en silencio, con Dardo y Azula muy cerca. El dragón plateado había comenzado a sentirse débil y enfermo, y eso solo podía significar que a Rashek le estaba pasando lo mismo. Su preocupación iba en aumento con cada hora que pasaba sin saber de su amigo y atenazaba su corazón con fuerza. Apenas había tocado el pan y el fiambre que llevaba en las alforjas de Azula, tenía el estómago totalmente cerrado y el cansancio empezaba a hacer mella, igual debería dormir un par de horas, y con suerte, al despertar, Rashek estaría allí vivito y coleando diciendo alguna tontería como siempre.

    Sacó su manta y la estiró en la arena, donde se tumbó tapándose con la capa, esperando poder caer rendido por el sueño, pero la preocupación no parecía querer dejarle descansar. Cerró los ojos y escuchó un chapoteo y se levantó rápidamente.

    “¡Rashek!” El dragón plateado, se levantó, como recuperado por completo de su malestar, para correr hacia su jinete, tropezando con la arena. Había dado un brinco y se había lanzado hacia el oscuro océano para sacar a Rashek del agua, que escupía agua y se limpiaba los ojos mientras saludaba a su dragón. Jake corrió y se dejó caer en el agua observando como salía, mojándose por las pequeñas olas que iban y venían.

    -Jake... Debes decírselo a Dorou.-Fueron las primera palabras de la Rashek, que se tambaleaba saliendo del agua.-Debe saberlo...

    Jake le miró a los ojos con infinito cariño, abrazándole con fuerza y queriendo a aquel estúpido mestizo con todo su corazón. Rashek dio una gran bocana de aire, para luego caer y vomitar en la arena, mareado por el viaje.

    -Gracias, Shana, pero la próxima vez intenta ser más delicada...-Y volvió a vomitar.

    Dardo le agarró con sus patas, acercando al mareado mestizo a su escamada barriga, lamiéndole la cara con su rasposa lengua.

    Jake se abrazó de neuvo a Rashek, y el mestizo sonrió.

    -Venga, que estoy bien... tampoco es como si me fuera a morir. Aunque haya estado a punto.-Recalcó como si nada.

    -No vuelvas a hacer una cosa como esta.

    -No está en la lista de cosas que quiera repetir, tranquilo.

    -Me alegro por ello.

    Rashek se separó de Dardo y se dejó caer en la arena, agotado física y mentalmente.

    -Ya son dos, Jake, me faltan otras dos.

    -Descansa un poco hasta que amanezca.

    -No puedo descansar, he de seguir. Me quedan el unicornio y el escorpión.-Rashek se levantó a duras penas.-Dardo, ¿puedes volar?

    “Sí, la fuerza de Angryl aún está en mí.”

    -Ayúdame a montarte...-El dragón lo agarró con su sinuosa cola y lo sentó con cuidado sobre la silla de montar, donde el mestizo se apresuró a atarse el cinturón con dificultad.

    Jake le cogió por una de sus mojadas piernas.

    -Estás loco... te vas a acabar matando.-Le gritó, enfadado.

    Rashek cogió las riendas y miró a su amigo.

    -Es mi única misión y no puedo fallar, entiéndeme. Ve y cuéntale a Dorou lo que sientes por él antes de que sea tarde. Pronto volveremos a vernos...

    -No pienso ir a ningún otro lugar que contigo, estúpido cabeza de mula.

    Rashek sonrió, radiante.

    -De acuerdo, si vienes conmigo, cuando acabemos toda esta locura le dirás a Dorou lo que sientes por él.

    -No puedes obligarme...

    -Pues lo haré por ti...

    -No te metas en mis cosas, Rash.-Dictó Jake, con firmeza.

    -Te arrepentirás.

    -Prefiero que esto acabe aquí. Sufrí mucho por Mac, y Dorou no puede hacerme feliz. Algún día encontraré a alguien que sí pueda, mientras solo tengo que aguantarme.

    Rashek asintió, si su amigo quería vivir así, él no podía hacer nada más que apoyarle en cualquier decisión que tomara, aunque no le gustase.

    -El Unicornio Sagrado está escondido en los Bosques de Random, te veo allí en cuanto pueda llegar Azula.

    -Muy bien.
     
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