Historia corta Viajeros del pasado

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Manuvalk, 12 Abril 2021.

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    Manuvalk

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    Título:
    Viajeros del pasado
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    6037
    Un saludo a aquellos que os habéis pasado por aquí a conocer más sobre el universo ficticio de Los Viajeros (tenéis las partes de dicha historia en mi blog). Esta historia secundaria constará de cinco capítulos que arrojarán más luz respecto al pasado de dos especies alienigenas que de alguna manera, terminan afectando al destino de la humanidad.

    Reydelaperdicion te etiqueto ya que querías leer ésta historia secundaria. Espero tú y todos la disfrutéis.


    Viajeros del pasado

    Sinopsis: Doscientos años atrás de los acontecimientos ocurridos en Los Viajeros, cuando la humanidad apenas iniciaba sus primeros pasos en la ingeniería espacial, dos especies inteligentes y avanzadas tecnológicamente se encontraron en el espacio. Dos especies con ideas y propósitos diferentes, dos civilizaciones que surcaban territorios desconocidos con las mismas intenciones: hacer contacto. Sin embargo, mientras una de esas especies ofrecía conocimientos y paz, la otra ofrecía sumisión o muerte...

    Ésta, es la historia de la guerra entre los neonianos y los sylerianos. Una breve historia previa a todo lo que ha acontecido después.








    El primer contacto



    — General Betrom, estamos recibiendo una señal de emergencia procedente del sector inexplorado — El piloto señaló un punto parpadeante en la pantalla — Se trata de una nave de origen desconocido.

    — ¿Distancia? — Preguntó el general apellidado Betrom mientras se posicionaba al lado de su piloto.

    — Tres parsec desde nuestra posición actual — Respondió el piloto con profesionalidad.

    — Muy bien, ponga rumbo a esa petición de socorro — Ordenó el general sin pensárselo dos veces.

    — Desviándonos del curso hacia las coordenadas indicadas — Recitó el piloto, confirmando la maniobra de la nave.

    Rápidamente, el resto de operarios de la nave se pusieron manos a la obra, realizando sus funciones pertinentes para el adecuado funcionamiento de la nave, la cuál era de origen syleriano. El general Betrom se hallaba detrás del piloto principal con las manos en la espalda y la mirada perdida en el horizonte infinito de estrellas que se abría paso ante sus pequeños ojos completamente circulares y oscuros. El puente de mando era amplio y contaba con varios trabajadores en distintas posiciones para controlar todos los aspectos vitales.

    Apenas dio la orden el general Betrom, una syleriana entró un tanto apresurada hasta colocarse a la misma altura de éste. A diferencia del general, quién vestía con un uniforme azul con los costados negros, ella portaba un traje gris con los costados blancos, el mismo que el resto de operarios de la nave llevaban puesto.

    Betrom se giró para observarla y pudo ver que la expresión de ésta era de evidente disconformidad con la indicación dada al piloto.

    — ¡No podemos desviarnos del rumbo y lo sabes! — Le recriminó la syleriana con bastante efusividad — ¡Esperan que lleguemos a Thaaron con los suministros pertinentes!

    — Hay alguien que está pidiendo ayuda, soldado Devom — El general miró fijamente a la syleriana — Prepare su equipo, va a formar parte del abordaje.

    — No sabemos quién manda esa señal de socorro, Wyllow — La soldado apellidada Devom se dispuso a marcharse del puente de mando con indiferencia — Por lo que a mi respecta, la prioridad es dar de comer a los nuestros.

    El general syleriano, que tenía el nombre de Wyllow Betrom, vio marchar a la soldado con resignación. Era evidente que ella no estaba de acuerdo con el proceder de su líder y más aún si ello significaba dejar de lado la misión en curso, aunque fuese temporalmente. La civilización syleriana siempre había soñado con encontrarse con otras especies inteligentes e interactuar con ellas, formar lazos que beneficiaran a ambas partes y compartirlo todo. Wyllow supo que en ese instante se le presentaba la oportunidad de ser el primer syleriano en entablar conversaciones diplomáticas con otros seres, cosa que le catapultaría a la historia de los suyos. Más aún si dicha especie desconocida parecía estar en grave peligro, pues se convertiría en un héroe para su especie y para la otra.

    Mientras un pequeño grupo de cinco sylerianos, entre los que estaba Devom, se preparaban para ser de forma imprevista unos representantes de su especie, la nave se aproximaba al origen de la señal de socorro recibida, habiendo pasado solo una hora de trayecto. El territorio explorado por los sylerianos era relativamente pequeño si se consideraba que era una especie a la que le gustaba conocer su espacio lo suficiente, antes de proponerse explorar más allá. No obstante, en los viajes mensuales a Thaaron para el envío de suministros, la nave pasaba por la frontera de su territorio explorado, hallándose durante una parte del trayecto en el límite conocido que separaba a la civilización syleriana de los misterios que había más allá.

    El general Betrom y el piloto principal de la nave supieron que estaban aproximándose al origen del SOS cuando vieron a la nave encargada de ello justo enfrente. A través del ventanal transparente del puente de mando, el líder de aquel grupo de soldados sylerianos que tenían la misión de llevar víveres y otros objetos necesarios a Thaaron, pudo vislumbrar una nave a la deriva que por su aspecto parecía intacta. Sin embargo, al aproximarse más aún se pudo comprobar que estaba apagada o desactivada, cómo si hubiese dejado de funcionar sin más. La nave syleriana se aproximó a la desconocida, logrando así conocer el nombre de ésta, el cuál estaba pintado en el exterior y se leía 'Naavish'. La nave se colocó al lado de la Naavish y se puso en espera, momento en el que el general Betrom se dirigía a la armería para abastecerse y llevar consigo un arma cómo protección.

    Cinco sylerianos le acompañarían al general Betrom en su misión de abordar y reconocer aquella misteriosa nave que había enviado sus coordenadas de forma repentina. Todos se subieron a una lanzadera para poder atracar más fácilmente en la otra nave, debido al tamaño reducido de las lanzaderas. La compuerta de acceso al exterior se abrió y uno de los seis sylerianos presentes tomó el control del aparato, saliendo de su propia nave para atracar en la desconocida. Durante el breve trayecto entre la nave syleriana y la Naavish, el piloto de la primera informó a su general sobre algo.

    General Betrom, nadie responde a nuestras llamadas en esa nave.

    — Sigue intentándolo, hace nada enviaron una señal de socorro — Wyllow comenzaba a extrañarse con la situación — No pueden haber desaparecido sin más.

    — Quizá nos estaban esperando, Wyllow — Murmuró la soldado Devom, mostrándose convencida de que desviarse del plan inicial era un error.

    — Piensa en positivo por una vez en tu vida, Kayla — Dijo el general syleriano, cansado de ver la misma expresión de enfado en el rostro de la soldado — Estoy seguro de que no pones esa cara delante de tu hijo.

    — No lo hago, porque él no incumple con las órdenes que le damos su padre y yo — La syleriana, llamada Kayla Devom, se molestó con el comentario de su líder — Las normas están por algo.

    — En las normas no existe un protocolo claro ante estos casos porque parece imposible que nos encontremos con otros seres — Betrom sonaba frustrado por ello — En esta situación, la persona al mando decide y también paga las consecuencias de su decisión.

    — Las consecuencias podríamos pagarlas todos, Wyllow, no solo tú.

    Al general Betrom le molestaba y mucho que Kayla le llamase por su nombre de pila y no por el rango con apellido, gesto lógico de respeto entre trabajadores y mandatarios. Si bien tenía cierta confianza con la syleriana sobre el resto de operarios, eso no la hacía a ella poder hablarle a su general cómo si fuesen amigos. En este sentido, la sociedad syleriana era muy retrograda. Dicha molestia pasó a un segundo plano cuando la lanzadera logró encontrar un pequeño muelle de atraque en la Naavish, tras haberla rodeado completamente.

    El piloto del vehículo comenzó la aproximación definitiva a la nave de origen desconocido, entrando poco a poco en su muelle de atraque y aterrizando. Como la propia nave mostraba estar disfuncional, los seis sylerianos llevaban suministro de oxígeno en sus trajes y debían cuidar sus movimientos bruscos para no flotar descontroladamente por la falta de gravedad artificial. Uno a uno, fueron saliendo de la lanzadera armados con un rifle de asalto al que llamaban Vannant, medida de protección ante un posible encuentro hostil con los seres que supuestamente habían enviado la llamada de emergencia.

    — Estamos dentro — Musitó el general Betrom, en comunicación con el puente de mando de su nave.

    No nos moveremos de aquí sin vosotros, general Betrom. Mucha suerte con quién sea que nos haya traído hasta aquí.

    — Gracias... — Susurró Wyllow, bastante desesperanzado al ver el estado en el que se hallaba la nave llamada Naavish.

    Los seis que conformaban la expedición llevaban incorporadas en las Vannant unas linternas al igual que en el propio traje espacial, por lo que la oscuridad total en la nave ahora solo era penumbra en las esquinas que nadie alumbraba. El muelle de atraque se veía limpio en todos los aspectos. No había signos de lucha en el interior, destrozos ni cadáveres... el lugar estaba impoluto pero desactivado al completo.

    — Necesito ayuda por aquí — Indicó uno de los soldados sylerianos del grupo, quién había descubierto una compuerta semiabierta.

    Kayla se ofreció para ayudar a su compañero y junto a éste, empujaron la compuerta hasta abrirla definitivamente. Considerando que la nave entera parecía estar sin energía, tuvieron suerte de encontrar dicha compuerta no cerrada del todo, pues sino, explorar más allá del muelle de atraque habría sido una misión complicadísima.

    — Yo iré delante — Dijo Wyllow, tomando el liderazgo tal y cómo le correspondía — Quiero a dos vigilando la espalda del grupo.

    — A sus órdenes, general — Musitó uno de los soldados, mostrando iniciativa.

    El general syleriano levantó su Vannant y apuntó al frente, iluminando así la delantera del grupo. La expedición avanzaba por un pasillo amplio con las paredes de color blanco y dos puertas a cada lado, obviamente cerradas y sin manera de abrirlas dado la falta de energía. La expedición syleriana no tuvo más opción que avanzar recto, camino que les llevó a una sala de descontaminación desactivada.

    — No hay salida — Dijo uno de los miembros de la expedición, observando a su alrededor.

    — Pues hagamos una — Ordenó Wyllow — Buscad la forma de abrir cualquier compuerta.

    Kayla y los cuatro soldados restantes obedecieron las órdenes de su general sin rechistar, buscando la forma de poder abrir las compuertas. El general observaba su alrededor, viendo que la sala no era muy grande y tenía unas cristaleras a cada lado de las que no se veía nada. También se podían apreciar varios conductos pequeños de ventilación que el syleriano supuso que se trataba de las partes por donde entraba un gas descontaminante, instalados en la parte del techo. El grupo seguía en su búsqueda por encontrar la manera de continuar su camino, sin embargo, no había forma.

    — Está todo completamente cerrado — Murmuró la soldado Devom, aproximándose a su general — ¿Damos la vuelta y nos vamos?

    — De ninguna manera haremos eso, Kayla — Le recriminó Betrom — Nos han enviado una señal de socorro, la nave está desactivada y a la deriva... les debe haber ocurrido algo.

    — ¿Y cómo explicas que no contesten a los mensajes de nuestra nave? — Kayla estaba siendo la única del grupo en ponerse en la peor perspectiva de la situación — Envían un SOS pero al llegar, nadie contesta. Todo está cerrado y apagado pero la nave se halla intacta... Quizá estoy siendo paranoica, Wyllow, pero esto no me gusta.

    — Nuestra especie lleva cientos de años soñando con encontrar vida más allá del territorio conocido — El syleriano no se rendía con facilidad — Una nave desconocida nos ha pedido ayuda, ¿sabes lo que eso significa? Que no estamos solos en el basto universo, que hay otras especies inteligentes por ahí fuera... Lo suponíamos por pura estadística, pero esto es la confirmación de que es así. Seremos recordados para siempre, Kayla, para siempre. No podemos rendirnos ahor...

    De forma repentina, las luces de la sala de descontaminación y de toda la nave se encendieron, seguido de varias ráfagas de lo que parecían disparos láser que salían de detrás de los cristales a ambos lados de la sala, rompiéndolos y pillando por sorpresa a la expedición syleriana. La sorpresa fue tal, que cuatro de los miembros del grupo cayeron al suelo ante la emboscada sin poder defenderse de ello, siendo Wyllow y Kayla los únicos que actuaron gracias a sus buenos reflejos, echándose al suelo. El resto de sus compañeros cayeron abatidos por los disparos láser, dejando a la soldado y su general completamente solos.

    Acto seguido, ocho seres desconocidos para los sylerianos, salieron de detrás de los ahora destruidos cristales y rodearon al dúo superviviente. Betrom y Devom miraban con terror lo sucedido y a aquellos que lo habían provocado, quiénes tenían un aspecto bastante similar a ellos pero con rasgos diferentes. Sujetaban unas armas algo más pesadas que las Vannant que portaban los sylerianos, disparando un láser que dejaba en evidencia los disparos de fuerza que proyectaban sus armas.

    Las Vannant usaban la energía del ambiente para disparar una potente onda que sacudía el área que tenía enfrente y se expandía varios metros antes de desaparecer, cómo una fuerte racha de viento violento. Aquello denotaba las intenciones siempre pacifistas de los sylerianos, que no tenían armas para matar sino simplemente para dispersar, teniendo que usar una segunda punta afilada de la Vannant para clavarla al enemigo derribado con el fin de acabar con su vida.

    — Vaya, han sobrevivido dos — Murmuró uno de esos seres, quiénes eran los neonianos — Solo necesitábamos uno.

    — No importa, Zerah — Respondió un compañero — Dos mejor que uno, ¿no creéis?

    — El Consejo estará interesado en los dos, si os fijáis, son un macho y una hembra — Dijo un tercero, el cuál parecía liderar a ese grupo de ocho neonianos — Felicidades a todos, el plan ha sido un éxito. Yannick, enciérralos donde ya sabes. Zerah, haz lo que debes.

    — A sus órdenes, comandante Klamp — Murmuraron ambos neonianos al unísono.

    El neoniano apellidado Zerah salió de dicha sala en una dirección y el otro apellidado Yannick obligó a ambos sylerianos a levantarse mientras les apuntaba con el arma, un Rhajaal. Dos neonianos más le ayudaron mientras el líder y el resto se fueron tras Zerah. Éste mismo se dirigió al puente de mando de la nave Naavish, una sala rodeada por cristalera que daba así una imagen de estar prácticamente flotando en mitad de la nada del espacio.

    Un mostrador alargado en la parte delantera con varios controles parecía ser aquello que daba dirección y propulsión a la nave, entre otras cosas. El neoniano Zerah se sentó en uno de los asientos de piloto y comenzó a realizar unos comandos en una pantalla táctil que dio paso a unos informes en la gran pantalla principal, la cuál observaban varios neonianos y su líder.

    — Cañones listos para usar, comandante Klamp — Indicó Zerah, volteándose con su silla para observar a su líder.

    — Reduce esa nave a polvo estelar antes de que puedan alertar a los suyos.

    El piloto Zerah regresó al frente y activó los comandos pertinentes para que las armas de la Naavish apuntaran a la nave syleriana que esperaba justo en paralelo a ésta, a que su expedición informara de algo o regresara. No obstante, desde la nave syleriana vieron el repentino encendido de la nave neoniana, extrañándose de que el general Betrom no se comunicara con ellos para decirles que habían sido ellos los que habían logrado activar dicha nave.

    El piloto y el resto de operarios sylerianos miraban con intriga cómo la Naavish abría unos compartimentos externos a su lado, de los cuáles salieron disparados hasta seis misiles. Las miradas de los sylerianos pasaron de curiosidad a estupor y terror.

    — ¡Maldición! — El piloto comenzó a teclear comandos a la desesperada — ¡Maniobra evasiva! ¡Rumbo de colisión!

    La nave syleriana comenzó a virar para no recibir de lleno esos seis misiles, sin embargo, el margen de tiempo no era suficiente para poder defenderse del repentino ataque. Los misiles neonianos impactaron en la cubierta externa derecha de la nave syleriana, abriendo repetidas brechas que derivaron en la pérdida de control de la nave. En su interior, el balanceo que provocaron los misiles en la nave hizo que los operarios de ésta cayeran al suelo de forma estrepitosa, mientras la nave viraba a la izquierda más por inercia que por intención.

    — ¡Todos a las cápsulas de salvamento! ¡Vamos, rápido!

    Varios sylerianos comenzaron a correr hacia la ubicación de dichas cápsulas, apoyándose en la pared para no caer tras el balanceo de la nave. No obstante, la Naavish no había terminado su trabajo. La nave de origen neoniano volvió a cargar nuevamente sus misiles, seis compartimentos externos de los cuáles salieron seis nuevos disparos contra la nave liderada por el general Betrom, quién solo podía suponer desde la sala dónde estaba encerrado junto a Kayla, que su gente estaba siendo masacrada en su propia nave y de forma repentina y brutal.

    La colisión de esos seis nuevos misiles en la cubierta externa derecha de la nave syleriana, provocaron que ésta se partiera en hasta cuatro trozos. Antes de que cualquiera pudiese salir en una cápsula de salvamento, dos de los cuatro trozos de la nave estallaron en miles de pedazos, alcanzando a los otros dos trozos y terminando de proyectarlos al espacio profundo. El comandante neoniano y apellidado Klamp esbozó una gran sonrisa mientras veía las luces de las explosiones de la nave syleriana, dando unas palmadas al hombro del piloto Zerah, encargado de dar inicio a las maniobras de ataque. En menos de dos minutos, la nave syleriana y sus integrantes quedaron reducidos a nada, sin haber podido alertar a su gente de lo sucedido.

    — Buen trabajo, Shadon — El líder neoniano reveló el nombre del piloto Zerah — Llévanos de vuelta a casa.

    — Cómo usted mande, comandante Klamp — Asintió Shadon con cierta alegría de haber sido reconocido por su comandante.

    Mientras la Naavish ponía rumbo al planeta neoniano conocido como Neonia, en una sala de la nave se hallaban encerrados los dos sylerianos supervivientes a la emboscada. Las lágrimas recorrían el rostro de la soldado Devom, quién tenía la mirada perdida en algún punto de la pared blanca que tenía enfrente. El general Betrom observaba fijamente la luz brillante en dicha sala con una expresión de abatimiento y resignación más que evidente, pues su entusiasmo por la idea de conectar con otra especie inteligente habían llevado a su tripulación a la muerte. El dúo syleriano no se dirigió la palabra en ningún momento desde que permanecieron encerrados, pues no había nada que decirse.

    Kayla sentía que no habían sido prudentes y que esa señal de socorro deberían haberla remitido a las autoridades competentes mientras llegaban a Thaaron, tal y cómo requería su misión rutinaria. Ella había sido la más desconfiada de la situación y finalmente su instinto le había dado la razón. Wyllow sabía que si salía con vida de la captura a manos de los neonianos, sería juzgado en Syleria por las muertes de sus compañeros y por no haber avisado a quiénes debía de la existencia de un SOS desconocido. Tras muchas largas horas en silencio, la puerta que daba acceso a la sala se abrió, entrando por ella dos neonianos. Uno de ellos era el comandante Klamp y el otro el neoniano apellidado Yannick, quién portaba una bandeja con algo parecido a fruta.

    — El viaje a Neonia nos tomará tres días, es importante que comáis — Dijo Klamp, indicando a su soldado que dejara la bandeja a un lado de la sala — Me gustaría saber vuestros nombres, sois afortunados.

    — ¿Por cuanto tiempo? — Preguntó de forma retórica la syleriana Devom, mostrando una evidente y justificada rabia en su mirada.

    — Eso no lo decido yo, lo siento — Contestó el comandante con seriedad — Si os parece, me presentaré yo para que después lo hagáis vosotros, en señal de respeto.

    — El respeto lo habéis perdido en el momento en el que nos habéis atacado — Murmuró el general Betrom sin siquiera mirar a la cara del neoniano.

    — Es más fácil capturar a dos seres que a una tripulación entera, ¿no creéis? — El líder neoniano se mostraba muy sincero dada su superioridad — Mi nombre es Reed Klamp, uno de los comandantes del ejército neoniano. Os toca.

    — ¡¿Acaso importan nuestros nombres, maldito bastardo?! — Exclamó Wyllow, incorporándose drásticamente y obligando a Yannick a apuntarle con su Rhaajal — ¡Haznos lo que tengas que hacernos y púdrete en un agujero negro!

    La excesiva ira del syleriano provocó que el neoniano apellidado Yannick le golpeara con la culata de su arma, abriéndole una pequeña brecha en la frente y derribándolo ante los ojos de su compañera Devom, quién no dudó en socorrer a su general. Reed miraba a ambos alienigenas con seriedad e inclusive cierta repugnancia, momento en el que tomó la palabra de nuevo.

    — Durante el tiempo que llevamos estudiándoos, vimos que eráis una especie cordial y educada — Dijo el comandante neoniano, mirando cómo Kayla ayudaba a Wyllow a apoyarse en la pared — Quiero vuestros nombres ahora mismo o recibiréis más golpes cómo ese. No seré yo quién os mate, pero después de los golpes que recibiréis si no contestáis a mis preguntas, desearéis estar muertos.

    — ¡Basta! ¡Eres un ser enfermizo! — Gritó la syleriana mientras lloraba — Me llamo Kayla Devom...

    — Wyllow Betrom — Musitó el syleriano, aún aturdido por el fuerte golpe en la cabeza.

    — ¿Veis? A veces se necesita un golpe para recordar — Intervino Yannick, sonriente y con la Rhajaal en sus manos.

    Ambos sylerianos miraron al neoniano con desprecio e ira mientras el comandante de ésta especie se arrodillaba ante los alienigenas que tenía retenidos.

    — Gracias por darme lo único que no sabía de vosotros — Murmuró Klamp con un tono suave pero tenso a la vez — Quizá os preguntéis cómo sabemos hablar vuestro lenguaje... Bien, la respuesta es fácil: son años de estudio. Queríamos conocer vuestro idioma, vuestras costumbres, vuestra tecnología... Os localizamos una vez que pasasteis por éste sector y calculamos vuestra ruta según os alejabais mediante pequeños satélites. Pronto descubrimos que vivís en una luna ubicada en el sistema más próximo y que eventualmente regresáis con la misma nave y hacia el mismo sitio, por lo que enviamos una baliza a vuestra superficie para que escuchara lo máximo posible. Esto nos llevó a comprender, entre otras cosas, que esa preciosa luna que orbita un planeta gaseoso no era vuestro principal hogar, sino más bien una colonia, ¿estoy en lo cierto? — Kayla y Wyllow miraron a Reed con seriedad, interpretándolo el neoniano como la confirmación — Lo sabía, estoy en lo cierto. Bueno, ese descubrimiento no fue complicado de hacer, no lo complicado que ha sido esperar todo éste tiempo hasta que vuestra nave pasara de nuevo por la zona para poner el plan en marcha. Conociendo vuestro código de paz, estábamos seguros de que no podríais resistiros a ayudar a una nave desamparada... Y aquí estáis ahora, siendo los primeros de vuestra especie en entablar contacto con otra. Siento que las formas no sean las más adecuadas pero los neonianos no creemos en coaliciones ni en compartir conocimiento. Vamos a ser los dueños de la galaxia.

    — Una meta extremadamente ambiciosa para una especie tan poco inteligente — Murmuró el general Betrom mientras esbozaba media sonrisa — Espero que contéis con el hecho de que cuando se percaten en Thaaron de que no hemos llegado, se enviará una nueva expedición a la zona y una vez descubran que mi nave está hecha pedazos, será una flota de soldados la que siga el rastro. Si queréis ser los dueños de la galaxia a costa de los sylerianos y de otras especies que encontréis, muy bien, pero primero tendréis que pelear. Y nuestro código pacífico, comandante Reed Klamp, no nos impide defendernos de las amenazas.

    — Los sylerianos sois una especie pacífica, los neonianos somos auténticos guerreros — Dijo Reed, a escasos centímetros del rostro del general Betrom — Vuestro territorio será nuestro y vosotros seréis nuestros, solo es cuestión de tiempo.

    — No vamos a revelar nada, maldito psicópata — Intervino Kayla tras un rato en silencio — Antes moriremos.

    — No sé yo si eso será tal y cómo dices, Kayla Devom... — El comandante neoniano se incorporó tras estar arrodillado e indicó a Yannick que iban a salir de la habitación — El Consejo es bastante persuasivo, creedme... la información se puede extraer de muchas maneras.

    El comandante Reed Klamp y uno de sus soldados apellidado Yannick, salieron de la sala en la que los dos sylerianos estaban encerrados. Permanecerían ahí dentro hasta la llegada a Neonia, el planeta natal de los neonianos, el cuál tomaría tres días de trayecto. A lo largo de estos tres días, Kayla y Wyllow recibieron una simple comida diaria para que no desfallecieran antes de llegar al planeta. La comida era una especie de pasta nutriente que inicialmente ambos sylerianos tenían dudas de comerse, pero entre el hambre y la resignación, los dos la probaron y comprobaron que también servía para los sylerianos. Debido al completo aburrimiento y el silencio en la sala, la soldado Devom decidió iniciar una conversación con su general.

    — Estoy haciéndome a la idea de que voy a morir, ¿sabes? — Las palabras de la syleriana llamaron la atención de Betrom — Intentarán sacarnos toda la información posible y una vez la tengan, nos matarán.

    — No pienses eso ni por un instante, Kayla — Le recriminó el syleriano, serio — No diremos absolutamente nada... Esos seres no pisarán nunca la superficie de Syleria.

    — Temo más por el futuro de mi hijo que por el mío... — Kayla comenzó a sollozar, pensando más en lo que ocurriría si los neonianos encontraban su mundo de origen que en lo que le podría pasar pronto a ella.

    — Estará a salvo porque no vamos a revelarles la ubicación de Syleria ni ningún dado relevante — Wyllow trataba de mantener un atisbo de esperanza en su soldado — En cuanto Mirko descubra lo que nos ha pasado, enviará un maldito ejército contra esos neonianos.

    La syleriana asintió tras varios segundos, tratando de mantener la moral alta pese a la drástica situación en la que se encontraban. Finalmente, una vez cumplido el tiempo de duración del trayecto, la Naavish avistó en la lejanía el planeta Neonia. Shadon Zerah, el piloto de la nave, notificó a su líder y sus seis compañeros más que ya estaban en el sistema Neon con el rumbo ya establecido hacia su mundo de origen. Esto provocó que el propio comandante Klamp y aquel que siempre le acompañaba, Yannick, se dirigieran a la sala donde mantenían cautivos a los dos sylerianos. Armados por precaución, los dos neonianos abrieron la puerta y les apuntaron con sus respectivas Rhajaal para que se levantaran rápidamente.

    — Arriba, ya — Ordenó Reed con un tono seco y serio.

    Kayla y Wyllow obedecieron y se levantaron del suelo, donde durmieron y se sentaron durante esos tres días de trayecto. El neoniano Yannick se apartó de la puerta para que ambos salieran, siendo esto un gesto irresponsable debido a que ambos sylerianos podrían echar a correr, de no ser porque cinco neonianos más les esperaban con sus armas apuntándoles.

    — Por favor, Aagron, llévalos al puente de mando — Ordenó el comandante neoniano a su soldado, confirmando el nombre del apellidado Yannick — Quiero que tengan unas últimas vistas espectaculares de lo que es un planeta hermoso.

    — A sus órdenes, comandante Klamp — Asintió el neoniano de nombre Aagron — ¡Andando, sylerianos!

    Kayla y Wyllow fueron escoltados por seis neonianos armados, avanzando por varios pasillos teñidos de blanco metálico y escuchando el eco de cada paso que daban. No tuvieron que caminar mucho, pues al doblar una esquina a la izquierda, un pasillo recto les llevaba al amplio puente de mando de la nave Naavish.

    Cuando llegaron, los dos sylerianos observaron el casco de la nave, el cuál estaba hecho de un cristal supuestamente resistente que daba un aspecto de cúpula estelar al puente de mando, debido a que miraras donde miraras, podías apreciar la inmensidad del espacio.

    Al echar la vista al frente, el general Betrom y la soldado Devom pudieron ver diversas pantallas y controles en una extensa mesa que tenía varios pilotos sentados ante ella. Más allá de eso, un planeta que compartía a partes iguales el tono verde y azul les daba la bienvenida. Neonia estaba rodeada por varias naves y satélites de defensa planetaria, sin embargo, su belleza se podía apreciar a simple vista.

    El color azulado de los océanos que bañaban la verde superficie rocosa formaba un contraste entre colores realmente atractivo para los ojos de quiénes nunca lo hubiesen visto.

    — Naavish en aproximación a Neonia, solicito confirmación de descenso en el palacio del Consejo — Las palabras del piloto llamado Shadon Zerah sacaron a ambos sylerianos de sus pensamientos respecto al planeta neoniano — Llevamos dos sylerianos con nosotros.

    Sois la misión del Primer Contacto — Al otro lado de la comunicación, el neoniano parecía estar asegurándose de sus palabras — Efectivamente, tenéis permiso para aterrizar directamente en palacio.

    Shadon preparó las maniobras pertinentes para que la Naavish entrara en la atmósfera del planeta y después aterrizara en una zona exacta la cuál era un palacio. Un área circular y extensa que se hallaba tras un edificio que acababa en punta y el cuál era realmente grande para ser únicamente una vivienda. La Naavish descendió hasta allí y aterrizó sin problema en la zona indicada, custodiada por una gran cantidad de soldados neonianos. Una vez la nave tocó tierra firme y apagó sus propulsores, el comandante Klamp se aproximó a ambos sylerianos con una sonrisa.

    — Veamos a los miembros del Consejo Neoniano — Murmuró, mientras indicaba a sus soldados que escoltaran a ambos sylerianos.

    El general Betrom y la soldado Devom se miraron con preocupación y caminaron hacia la salida de la nave, compuerta que se abría y de la que una escalera descendía para encontrarse finalmente en los exteriores del palacio. Aagron, Shadon y el resto de neonianos se quedaron atrás mientras algunos soldados del palacio llevaban a los dos sylerianos hasta las puertas del gran bloque de edificios juntos que era dicho 'palacio'. Sus puntas parecían acariciar las nubes del cielo blanquecino de Neonia, sus paredes de color amarillo y las ventanas vidriosas daban un aspecto de lugar de culto al palacio donde se hallaba el Consejo.

    Los soldados neonianos, incluido Reed, subieron unas largas y amplias escaleras hasta posicionarse en la entrada principal del palacio. Las puertas se abrieron de par en par y estas dieron paso a los dos alienigenas, acompañados únicamente por el comandante Klamp. Al cerrarse las puertas tras ellos, la luz del Sol de Neon dejó de entrar en el interior del palacio, encontrándose éste en cierta penumbra hasta ser iluminado más adelante por varias luces. Una sala más alargada que grande se abría paso ante ellos, con varios soldados y pilares circulares a ambos lados que se extendían hasta el lejano techo.

    Al fondo de la sala, cinco sillas de fina seda roja y rodeadas por un borde metálico de color oro, acomodaban a cinco neonianos que al ver entrar a Reed Klamp junto a Wyllow y Kayla, se incorporaron rápidamente. Los dos sylerianos miraban a su alrededor, realmente impresionados con la arquitectura neoniana y los colores tan elegantes que bañaban las paredes del lugar. Solo centraron su vista en los neonianos que tenían enfrente cuando se posicionaron ante ellos, quedándose el comandante Klamp a sus espaldas.

    — Bienvenidos a Neonia, sylerianos — Dijo uno de aquellos cinco neonianos, concretamente el que se hallaba sentado en el centro — Estáis ante el Consejo Neoniano, los líderes de nuestra especie e imperio.

    — Tener un palacio para vosotros no convierte todo lo demás en un... imperio — Contestó Wyllow, llevándose un golpe en la zona baja de la espalda por parte de Reed, debido al comentario.

    — ¡No ofendas a los miembros del Consejo, escoria! — Le gritó el comandante neoniano al syleriano dolorido en el suelo.

    — Tranquilo, Reed — Musitó aquel neoniano que parecía hablar por él y por los otros cuatro que se hallaban sentados a ambos lados — Levanta a ese ser.

    Klamp sujetó a Wyllow por debajo de los brazos y lo incorporó bruscamente, ante la expresión de dolor en el rostro del general Betrom. La soldado Devom no dejaba de mirar al Consejo Neoniano con cierta seriedad y desprecio que estos apenas notaban dada la distancia a la que estaban hablando las dos partes.

    — Soy el principal líder del Consejo y mi nombre es Mallok Xaans — Dijo el neoniano que se hallaba sentado en el medio — Ahora os toca a vosotros, sylerianos.

    — Llámanos sylerianos, al fin y al cabo, ¿por qué nuestros nombres deberían importarles a aquellos que pretenden destruirnos sin motivo?

    El general Betrom volvió a atacar con palabras, acto que fue castigado por Reed, el cuál pateó las rodillas del syleriano para ponerlo de rodillas en el suelo y acto seguido patearle la cabeza por detrás, provocando que éste cayera de boca contra el suelo liso y marrón del palacio. La soldado Devom miraba la escena con terror y odio, conteniendo las lágrimas de impotencia, mientras pensaba en su joven hijo para no actuar drásticamente, justo cómo sí estaba haciendo Wyllow.

    — Ese syleriano es un auténtico incordio, apenas se puede dialogar con él — Recriminó Mallok, serio y de pie al igual que sus compañeros del Consejo — Termina con su pobre existencia, Reed.

    — A sus órdenes, líder Xaans — Musitó el comandante Klamp, pisando repetidas veces la cabeza del general Betrom con su pie derecho hasta abrirle el cráneo.

    Mientras la soldado Devom se echaba las manos a la cara con las lágrimas ya recorriéndole el rostro, varios soldados se acercaron al cadáver syleriano y lo envolvieron en una bolsa de plástico para muertos, llevándosela, mientras otros soldados limpiaban el suelo de la sangre azul desparramada por Wyllow y la bota del comandante neoniano.

    — Sabía que eran blandos, pero no literalmente — Murmuró Reed con una sonrisa, mientras se posicionaba de nuevo, esta vez detrás de la syleriana.

    El líder Mallok puso la mirada sobre Kayla, de quién se escuchaba su llanto en toda la sala. El principal neoniano del Consejo salió de su posición anclada y se colocó delante de la soldado syleriana, acariciando su rostro con suavidad y quitándole las lágrimas con los dedos.

    — ¿Has visto lo que ha pasado con tu amigo? — El neoniano Xaans apenas mostraba expresiones ni sentimientos en su rostro — Contigo será más digno que eso, pero necesito que respondas correctamente a todas mis preguntas. ¿Crees que podrás?

    La syleriana tardó unos segundos en asentir, ante la satisfacción del comandante Klamp y la mirada penetrante de Mallok en ella.

    — Perfecto, ¿puedes comenzar con tu nombre?

    Kayla levantó la vista, mostrando sus ojos vidriosos e irritados a Mallok, mirando acto seguido de reojo a Reed, quién estaba detrás suya a escasos metros. La syleriana comprobó que el líder del Consejo Neoniano tenía una especie de daga en su cinturón, pues vestía con un traje negro y una túnica de color rojo oscuro que le envolvía, al igual que al resto de miembros de ese grupo.

    — Soy syleriana y me llamo Kayla Devom — Dijo la soldado, realizando un movimiento rápido e inesperado que terminó con la daga del líder neoniano en su abdomen — ¡Pase lo que pase, jamás olvidaréis éste momento!

    Los cuatro miembros restantes del Consejo, los soldados que custodiaban el palacio y el propio Reed no pudieron hacer nada respecto a lo que acababa de ocurrir, completamente inesperado para ellos. Mallok cayó de rodillas ante su asesina con una expresión de desfallecimiento en su rostro, sin embargo, antes de que la syleriana pudiera hacer algo siquiera para tratar de huir, varias ráfagas láser de distintos Rhajaal en la sala terminaron con su vida.

    Kayla cayó al suelo rápidamente, abatida por muchos disparos que alcanzaron su torso por ambos lados. La syleriana había muerto cómo una verdadera heroína para los suyos sin que estos lo supieran, vengando de alguna manera la muerte del general Wyllow Betrom entre las posibles muertes futuras de sylerianos a manos de un líder tirano cómo Mallok Xaans. Aquello no evitaba una confrontación, pero daba tiempo a la civilización syleriana en muchos aspectos. También, daba tiempo al hijo que le esperaba en Syleria y que nunca más volvería a verla.
     
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    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Saludos, amigo. Me ha tomado por sorpresa que hayas elegido este día para publicar tu historia, pero menos mal que lo hiciste. Porque venía deseando leer esta historia, además, tenía menos responsabilidades hoy de las que voy a tener mañana XD.

    Paso a comentar el capítulo. Tengo que decir que el general syleriano Betrom es bastante imprudente. Lo peor es que se menciona que tenían una entrega para hacer en ese sitio llamado Thaarom. Podrían haber hecho la entrega de suministros y luego solicitar apoyo para acudir a esa zona a atender el pedido de rescate de una nave misteriosa. Así, la misión estaba cumplida y por haberlo hecho como se debe, le podrían haber entregado más hombres para explorar. Tengo que decir que me dio lástima la pobre Kayla. Sus advertencias no fueron escuchadas y por eso todo salió mal.

    Hay que decir que el general Betrom es claramente un producto de la cultura de los sylerianos de ser pacíficos. Presentarse por sí solos ante un pedido de rescate sin saber a qué se enfrentan es una locura. Es más, ni siquiera apeló a su sentido comun al pensar que si estaban pidiendo ayuda podría ser por una amenaza mucho más grande. Es decir, incluso si no hubiera sido una trampa, sigue siendo muy imprudente.

    No me dolió su muerte. El tipo actuó mal, cometiendo imprudencia tras otra y al final obtuvo lo que merecía. Lo malo es que Kayla, que estuvo siempre atenta a sus alrededores y siempre en un estado paranoico ante posibles trampas/amenazas, corrió su mismo destino. De todas las figuras de autoridad vistas hasta el momento, el general Betrom es la más incompetente hasta el momento, y le bastó un único capítulo para coronarse así XD.

    Sorprende mucho ver a los neonianos de la forma en que se muestran aquí. Vanth mismo dice que sus antepasados eran unos necios conquistadores, pero una cosa es que te lo cuenten y otra es verlo. Y claramente, estos neonianos no se parecen ni de cerca a los que hemos visto desde el principio. Está claro que el ataque de los Super Rhajik y el Supremo acabó con su enorme ego y los llevó a la nueva mentalidad. Es triste pensar que lo único en el mundo que es capaz de lograr que alguien cambie su comportamiento sea mermar sus fuerzas hasta dejarlo indefenso, pero así mismo funciona en la vida real, así que, has hecho un buen trabajo plasmando eso.

    Como te puedes imaginar, esta historia me ha abierto miles de interrogantes, tales como:

    1- ¿los neonianos tenían estudiados otros mundos y eligieron empezar por Syleria por su conducta pacífica? ¿Asumiendo que conquistarlos a ellos sería el mejor punto de partida por lo fácil que sería?
    2- ¿habrán conquistado otros mundos? Sé que en la historia ellos no tenían nada, pero es posible que el ataque Rhajik les hacha hecho perder su influencia sobre otros sitios.
    3- ¿estarán los Anixis involucrados en esta historia?

    Desde ya aprovecho para decirte una teoría que he estado pensando desde hace tiempo (la he comentado antes en nuestras charlas) y que creo que ha cobrado más solidez con este capítulo. Viendo lo avanzados que son los Anixis, creo que fueron ellos quienes crearon a los Rhajik, y que se los entregaron a los neonianos en un punto. Es decir, los neonianos no los crearon, simplemente los recibieron (sin tener la menor idea de quienes serían sus creadores) y viendo que los tenían al uso, implantaron en su pueblo la historia de que son sus creadores. Digo, no sería raro que los Anixis reprogramaran a los Rhajik para que se volvieran máquinas de aprendizaje sin identidad y sin datos en sus memorias para que sean una pizarra limpia. ¿Por qué tengo esta teoría? Es simple. No hemos visto ni un solo Rhajik en este capítulo. Ya sea en la nave para emboscar a los sylerianos ni en el planeta. Ahora mismo me da la sensación de que los Rhajik no existen, y no creo que los neonianos puedan crearlos y perfeccionarlos para la guerra tan pronto. Es más, recuerdo que en la parte IV, Om o Hylda (alguno de los dos que no recuerdo quien exactamente) vio en los recuerdos heredados como los Rhajik peleaban junto a los neonianos. Espero acertar en esta teoría, pero sino, tendré que reconocer mi error XD.

    En fin, otro imbécil que sí se merecía morir era el neoniano Xaans XD. No entiendo por qué avanza hacia el enemigo teniendo un arma al descubierto, la cual puede ser robada fácilmente. Incluso si la hubiera subestimado, no sería recomendable hacerlo en caso de que alguien entre los suyos quisiera quitárselo de en medio. Otro tonto que merecía su muerte, le dio a Kayla la oportunidad de asesinarlo y ella lo hizo XD.

    Al final, ambos prisioneros fueron ejecutados y no les sacaron información útil sobre Syleria. Tanta opereta para terminar en nada, y con un miembro menos del consejo que encima era el más importante XD. Ahora ha quedado una vacante nueva en el consejo de guerra neoniano, hay que ver quien la ocupa y quienes son los demás miembros.

    Tengo mucho interés por conocer más a fondo a los personajes en estos capítulos que quedan. Reed Klamp debe ser el padre de Turak y abuelo de Reeda. Sé que a la nieta no la veremos, pero quisiera ver si sale su hijo aquí. Se ha mencionado a Mirko, que era el padre de Hylda en esta historia, así que él seguramente ya ha nacido y debe ser el Elegido de Syleria ahora mismo. Y si bien no tengo pruebas, creo que Kayla es la madre de Om. Me ha dado la sensación, y sería icónico que lo fuera. A la espera para ver si es cierto, pero yo creo que sí.

    Solo encontré este error.

    Creo que allí quisiste poner 'dato'.

    Eso será todo por ahora, amigo. Ha sido un gran capítulo y un gran comienzo. Muero por seguir leyendo y ver como termina todo esto. Ya conozco el final, pero ahora me interesa el camino, me entiendes XD.

    Será hasta la siguiente ocasión. Chao ♥
     
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  3. Threadmarks: Acto de guerra
     
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Bienvenidos al segundo capítulo de los cinco que tendrá esta pequeña historia resolutiva. Reydelaperdicion gracias como siempre por estar ahí respecto al universo de Los Viajeros. Sin más que decir, disfrutad de la lectura.



    Acto de guerra







    Kayla Devom y Mallok Xaans, syleriana y neoniano, yacían sin vida en el suelo mientras la sangre azul de ella y la sangre rojo oscuro de él se mezclaban ante la mirada de los cuatro miembros del Consejo restantes, los varios soldados neonianos y el comandante Reed Klamp. El principal líder de los neonianos había sido asesinado de forma repentina por una soldado syleriana capturada, mientras ésta fue abatida por los soldados que se hallaban en la sala del palacio. Todo ocurrió tan deprisa, que los presentes aún trataban de asimilar lo sucedido. No fue hasta caer la noche en Neonia que los cuatro miembros restantes que ocupaban sus posiciones de liderazgo en el famoso Consejo, llamaron a reunirse en privado al comandante Klamp, artífice de la captura de los sylerianos y testigo de la muerte de su primer líder.

    — Haz lo que te decimos, Reed — Murmuró uno de los neonianos, miembro del Consejo — Si cumples con las órdenes dadas, el puesto que ha quedado libre tras la muerte de Mallok Xaans, será tuyo.

    El comandante neoniano vio como de pronto, la oportunidad de su vida se abría ante sus ojos. El Consejo Neoniano le ofrecía la vacante restante, un puesto de liderazgo ante su sociedad, si cumplía con las órdenes que estos le habían indicado. Estas órdenes eran asaltar Thaaron y lograr someter a la colonia syleriana, pues además de servir como esclavos y ser útiles para la civilización neoniana, sería mucho más fácil que alguno de tantos otorgara la información que más ansiaba el Consejo: la ubicación del planeta natal de los sylerianos. Al día siguiente, mientras en las ciudades de Neonia se guardaba luto por la muerte de Mallok Xaans, el comandante Klamp salía en una flota de tres naves para liderarla en la invasión a Thaaron, cruzando así la frontera de su territorio conocido e iniciando lo que sería un definitivo acto de guerra.

    Tres días después

    Thaaron era uno de los varios satélites naturales que orbitaban un planeta gaseoso de cuatro que tenía el sistema Yavok, en el cuál se hallaba. Los anillos planetarios de su dueño y la inmensidad de éste creaban un paisaje visto desde la luna realmente precioso. Además, era el único cuerpo celeste de dicho sistema que tenía unas condiciones aceptables para la instalación de una colonia, por lo que varios sylerianos se establecieron. El sistema Yavok se encontraba muy próximo a la famosa frontera del territorio conocido syleriano y estos se asentaron en dicho satélite natural hacía ya tres años, un espacio de tiempo inverosímil para la edad de la civilización syleriana, del propio sistema y del universo.

    Como el pequeño planeta tenía las condiciones justas para un asentamiento —Thaaron era rocoso completamente, pero el agua en la luna escaseaba notablemente, al igual que la vegetación— se tuvo que organizar un trayecto mensual desde Syleria hasta la primera colonia más allá del sistema Syler, hogar de los sylerianos, para transportar suministros de todo tipo. Éste viaje se sucedía una vez cada cuarenta y cinco días, que eran los días que tenía un mes en el planeta natal syleriano. No obstante, habían pasado ya tres días desde que el último envío de Syleria debiese haber llegado ya a Thaaron, por lo que en la colonia lunar estaban bastante impacientes y preocupados.

    El asentamiento estaba formado por pequeñas viviendas móviles en una de las zonas de Thaaron más cálidas de todo el globo, donde la temperatura no superaba los doce grados celsius. Tras tres años viviendo allí, la población fue creciendo hasta ser la poca cantidad de nueve mil sylerianos, aunque las expectativas eran mejorar las condiciones climáticas de la luna para así colonizarla a mayor escala y por ende traer a más gente para vivir. Se podían apreciar varias filas de viviendas muy próximas entre sí y en el centro, una gran plaza donde existía principalmente comercio, trueques y otras formas de negociación o pago.

    En dicho mercado, un syleriano de estatura media —estos medían un metro y ochenta centímetros en su mayoría— que vestía con un traje flexible azulado y protegido por una coraza en el tronco de su cuerpo a modo de armadura, caminaba tranquilamente por la plaza. Anclado en unos agarres que tenía el traje en la espalda, se apreciaba un Vannant, lo que indicaba al resto de sylerianos que se trataba de un soldado bajo el mando del actual Elegido, llamado Mirko Admir.

    Dicho soldado observaba con atención todos los puestos comerciales de aquella área circular en mitad de la extensa colonia, viendo desde puestos con fruta importada de Syleria hasta piezas de lanzadera, potenciadores para la Vannant y otros objetos de interés.

    El soldado syleriano se puso delante de uno de esos puestos, concretamente el que ofrecía piezas y artilugios para armas. Un syleriano de evidente avanzada edad dadas sus incontables arrugas en el rostro, levantó la vista lentamente hasta colocarla a la misma altura que la del soldado. El vendedor sonrió inmediatamente al ver a su cliente, pues no todos los días se veía en Thaaron un soldado del gran ejército syleriano, que operaba principal y exclusivamente en Syleria.

    Inmediatamente, el anciano syleriano supo que su presencia allí no era casualidad, y que tenía que ver con la desaparición de la nave tripulada bajo las órdenes del general Wyllow Betrom.

    — ¿En qué puedo servirle, soldado? — Preguntó el anciano vendedor de manera cortés.

    — Estoy buscando a Indrah Pallow, la persona a cargo de ésta colonia — Respondió el soldado syleriano con seriedad — Es importante que me reúna con ella, me envía el Elegido Admir.

    — Lo sé, debe ser sobre la desaparición del envío de suministros mensual... — El viejo syleriano era muy inteligente — ¿Por qué no les preguntas a los matones que nos protegen? Yo solo soy un humilde vendedor.

    — Por eso mismo, porque no hablo con matones — Murmuró el soldado, observando que había varios mercenarios armados, manteniendo el orden y vigilando la zona — Dígame dónde está Indrah y le compraré todo el catálogo. Estoy seguro de que sabe su ubicación.

    El anciano agachó la cabeza y miró rápidamente a su alrededor para asegurarse de que no tenía miradas clavadas en él. Acto seguido, se inclinó hasta el soldado para darle la respuesta al oído.

    — Vive en lo alto de la colina, para tener una visión panorámica de la colonia — Susurró el syleriano de avanzada edad — Y ahora, llévese mis cosas y pague por ellas.

    — Le pagaré por su información, quédese las cosas.

    El soldado syleriano tecleó un código en un holograma en tres dimensiones y con ello transfirió dinero a la caja virtual del vendedor, quién lo miraba con cierto enfado por no haber cumplido con lo acordado al inicio. Tras esto, el tipo salió de la gran plaza y avanzó por una de las cientos de calles idénticas que se extendían hasta el final de la colonia, el perímetro establecido una vez se acababan los bloques de viviendas. Al llegar, el soldado syleriano fue intervenido por hasta cuatro sylerianos armados de los tantos que patrullaban el perímetro más allá, aunque no hubiesen peligros relativos en Thaaron.

    — No se puede ir más allá, civil — Dijo uno de los mercenarios que protegían la colonia — Territorio prohibido.

    — No voy al territorio prohibido ni soy un civil; voy a la casa de Indrah Pallow, vuestra líder.

    Automáticamente, los cuatro mercenarios sylerianos sacaron sus armas y apuntaron al soldado, pues nadie se presentaba en el límite de la colonia para decir que iba a ver a aquella persona que la dirigía. Mientras uno de ellos se disponía a comunicar por radio la situación, otro se aproximó al soldado syleriano sin dejar de apuntarle.

    — Cuál es tu nombre, soldado.

    — Om Paokt, enviado por el Elegido Admir.

    — ¿Qué quiere el Elegido aquí? — El mercenario se mostraba reacio al que era líder de toda la sociedad syleriana — Cada vez envía menos comida a Thaaron y más incordios cómo tú.

    — No te importa lo que quiere el Elegido, te debe importar el hecho de que estás frenando a la autoridad y cómo tal, me estás comenzando a enfadar.

    — ¡Déjale pasar! — Exclamó el syleriano que se puso en contacto por radio — ¡Indrah da su permiso!

    Paokt, cómo era llamado normalmente en el ejército, retomó su camino de nuevo, el cuál le llevaba fuera de la colonia lunar en dirección a una colina próxima donde se hallaba una única vivienda, la de la líder syleriana del lugar. Indrah Pallow fue designada a mantener el orden en la que era la primera expansión de la civilización syleriana por el espacio y territorio conocido. Sin embargo, las discrepancias entre Indrah y Mirko respecto a la cantidad de víveres y otras necesidades provocaron que Thaaron optara por ser una colonia autodidacta y que la que fuera general Pallow, ahora pasara a ser solo Indrah Pallow, con civiles entrenados como soldados y convertidos en mercenarios.

    Om solo anduvo durante diez minutos, subiendo la pendiente de la colina hasta arriba. Fue mientras estaba llegando, que un grupo de sylerianos armados acudieron a su encuentro, guiándole hasta la entrada principal de la vivienda de la líder syleriana de Thaaron. La casa no tenía nada diferente a la del resto, pues era una vivienda móvil más, sin embargo, el estar custodiada por mercenarios si la hacia parecer distinta a las del resto de la colonia. El soldado syleriano hubiese entrado de no ser porque fue la ex general Pallow quién decidió salir al encuentro.

    — Om Paokt, tú por aquí... — La syleriana no esperaba ver al soldado, a quién parecía conocer — ¿A qué viene un sirviente del Elegido Admir?

    — A hablarte sobre la desaparición de la nave liderada por Wyllow — Contestó Paokt — Debió haber llegado aquí hace tres días y no lo ha hecho, al menos eso has notificado a Syleria.

    — ¡Por supuesto que lo notifiqué! — Indrah respondió con enfado y aspamientos con los brazos — La última vez que hablé con Mirko, nos dijo que el cargamento sería menor desde ahora sin darnos explicación alguna... y de pronto la nave que nos lo trae desaparece. Perdona si creo que tu líder está jugando con las vidas de los sylerianos en Thaaron.

    — No solo es mí líder, sino también el tuyo — Om fue tajante en su respuesta — Nadie de Syleria tiene nada que ver con la desaparición de Wyllow y su tripulación. Creemos que hay algo más y estamos en ello.

    — Entonces, ¿qué se supone que haces aquí, Om?

    — Asegurándome de que no habéis sido tú y tus mercenarios los que habéis secuestrado esa nave para montar una buena trama de conspiración que salpique al Elegido y ponga definitivamente en contra a los sylerianos de Thaaron.

    — ¿Crees que haríamos algo así? — La syleriana Pallow se sentía ofendida — ¡Se trata de nuestra principal fuente de suministros, idiota!

    — No creía que fueses a dejar el ejército para convertir lo que iba a ser el primer asentamiento de los sylerianos en un lugar que dice ser sostenible y apenas se sostiene.

    — ¡¿Has venido a cuestionarme?!

    — He venido a encontrar respuestas a la ausencia de Wyllow y su gente.

    — Pues siento decirte, Paokt, que aquí no las vas encontrar.

    La expresión en el rostro de Indrah era de desprecio al soldado syleriano y a todo lo que representaba. Mientras la líder del asentamiento en Thaaron se disponía a regresar a casa, varias naves de considerable tamaño penetraron la fina atmósfera de la luna hasta verse prácticamente sobre la colonia syleriana. La ausencia de satélites de defensa orbitando el pequeño mundo había provocado que la aparición de esa flota hubiese sido indetectable. Desde la colina donde se hallaba, Paokt comenzó a ver cómo esas tres grandes naves se colocaban sobre la colonia y de estas, una pequeña nave salía con la intención de aterrizar justo en el centro de la gran plaza. Indrah, que apenas había puesto un pie en el interior de su casa, salió apresurada junto a sus soldados al ser avisada por otros de la llegada de una flota de naves.

    — ¡¿Quiénes son esos?! — La líder mercenaria observaba las naves del cielo con desconcierto — ¡¿Son tus soldados, Paokt?!

    — Ojalá lo fueran — Musitó Om, visiblemente preocupado.

    — Maldición, ¡no tenemos naves de combate con las que defendernos! — Dijo la syleriana Pallow, consciente de que estaban en serios problemas, aunque por el momento no hubiese habido un ataque directo.

    — Comunícate con Mirko y dile acerca de esto, es importante que sepan en Syleria que estamos siendo visitados por otra especie inteligente, probablemente la causante de la desaparición de la nave del general Betrom — El soldado Paokt se temía lo peor.

    — ¡Servirá de muy poco, Paokt! — La ex general Pallow se sentía impotente ante la situación — ¡Para cuando el Elegido envíe naves de combate, aquí seremos polvo!

    — ¡Todavía no sabemos eso, tú hazlo! — Exclamó Om, molesto por las continuas quejas de la syleriana — Han enviado una nave de avanzadilla al centro de la colonia, es evidente que van a presentarse. Hablaré con ellos, sean quiénes sean.

    — Lo siento, Paokt, pero no vas a quitarme el puesto — Indrah indicó a sus soldados que apuntaran a Om, el cuál no mostró sorpresa en absoluto — Thaaron es mí colonia y yo su líder. Seré yo quién hable con esos seres.

    — Cómo enviado del Elegido Admir, soy la máxima autoridad en Thaaron y por ende, la persona al mando hasta que mis pies dejen de pisar esta superficie alienigena — El soldado syleriano mostró su pasivo pero imponente carácter — Haz lo que te he dicho, Indrah, e informa a Syleria de la situación. O me veré obligado a hacer algo que no quiero.

    Los mercenarios miraban con recelo a Om Paokt al igual que la propia Indrah Pallow, sin embargo y para asombro del resto, la syleriana obedeció y regresó al interior de su vivienda para usar el comunicador con Syleria para así informar de la presencia alienigena que acababa de llegar a la colonia lunar. El soldado enviado por el Elegido vio cómo los sylerianos que le rodeaban, bajaban sus Vannant, momento en el que comenzó su andadura colina abajo. No obstante, no fue solo, pues esos soldados comenzaron a seguirle tras éste haberles hecho un gesto para ello. Paokt tenía claro que aunque por el momento no habían sido atacados de frente, debían estar preparados para cualquier cosa.

    El trayecto hasta el centro de la plaza y de la colonia fue relativamente corto, considerando que la nave de avanzada que esos seres habían enviado a la superficie del satélite natural ya había aterrizado en medio del área. Cuando Om llegó acompañado de varios mercenarios, vio que la población se hallaba muy distanciada de estos nuevos alienigenas, los cuáles eran ocho, armados y rodeando a aquel que parecía liderar el escuadrón. El soldado syleriano indicó a los mercenarios que dejaran de andar, siendo él quién dio el paso al frente que hizo que aquel ser interpretara que se trataba de la persona al mando del lugar.

    — Tú debes ser el syleriano a cargo, no tengo dudas — Murmuró aquel ser, parado al frente de todos.

    — Lo soy — Om mintió ante el alienigena — ¿Quiénes sois y qué queréis?

    — Somos los neonianos y queremos que os sometáis a nuestro mandato — El líder neoniano de ese grupo de ocho indicó con repetidos gestos que la población se agachara — Arrodillaos y vuestras vidas serán perdonadas.

    — Ya sabía yo que veros aparecer con una flota de tres grandes naves no significaba que vinierais a presentaros pacíficamente — El soldado syleriano vio cómo la población no obedecía en absoluto la orden del neoniano — Siento informarte de que no vamos a someternos a nadie, mucho menos a quién se presenta a pedirlo sin explicaciones.

    — ¿Quieres explicaciones, maldito syleriano? Las vas a tener — Aquel neoniano levantó su Rhajaal y disparó fríamente a un civil en el pecho, matándolo fatalmente de un disparo — ¡Ahora, arrodillaos o morid!

    — ¡Que nadie ponga una rodilla en el suelo! — Ordenó Paokt, evitando que algunos temerosos lo hicieran y centrándose acto seguido en el líder neoniano — Conocéis nuestro idioma, sabíais cómo llegar hasta aquí... fuisteis vosotros los que capturasteis una de nuestras naves, ¿verdad?

    — Además de estúpidos, los sylerianos también sois adivinos, por lo que veo — Murmuró con una media sonrisa aquel déspota neoniano — No me gusta repetir la misma orden más de dos veces... ¡quiero a cada syleriano con las rodillas tocando el suelo, ya!

    Paokt miró a su alrededor y vio que la población comenzó a arrodillarse ante la insistencia del neoniano en ello, conscientes de que haciendo eso, evitarían la muerte de otro de los suyos. La sociedad syleriana era pacífica y pensaba en el bien común por encima del individual, exceptuando a unos pocos cómo eran Indrah y sus mercenarios. El soldado enviado por el Elegido para descubrir la verdad acerca de la desaparición de la tripulación de Betrom, ya la tenía, por lo que su función estaba cumplida. Sin embargo, era consciente de que los neonianos tenían la sartén por el mango en la situación, pues conocían Thaaron y muchas cosas acerca de los sylerianos, mientras que estos desconocían completamente a sus visitantes. Mientras se arrodillaba sin más remedio, Om miró de reojo la colina donde se hallaba la vivienda de Indrah, deseando en lo más profundo de su interior que la syleriana hubiese logrado informar a Syleria respecto a lo que estaba sucediendo.

    — Así me gusta, que obedezcáis sin rechistar — Dijo el neoniano al mando, quién resultaba ser el comandante Reed Klamp — Neonianos y sylerianos vamos a ser muy buenos amigos.

    [...]

    ...tamos divi... ias nav... no sabem... enes son... Thaaron est... in...fensa...

    — ¡¿Indrah?! ¡Indrah! ¡Contesta, maldición! ¡Vamos!

    — Elegido Admir, la comunicación se ha cortado, probablemente porque la han interceptado — La voz era la de una inteligencia artificial — Puedo intentar restablecer las palabras de Indrah, si lo desea.

    — Hazlo, por favor — Musitó Mirko, apoyado sobre la mesa donde se hallaba el aparato de comunicaciones, visiblemente frustrado.

    — Hecho. Reproduciendo el mensaje.

    Mirko, aquí Indrah desde Thaaron. He recibido a tu fiel mensajero pero sigo sin recibir los suministros que Wyllow debería haber traído. En fin, no es eso por lo que me comunico ahora. Es... Estamos divisando unas naves, no sabemos quiénes son y cómo bien sabes, Thaaron está indefensa...

    — Es lo único que he podido recuperar, el mensaje se corta desde ahí — La voz de la inteligencia artificial resonaba por toda la sala.

    — Está bien, Supremo, te lo agradezco — El syleriano volvió al aparato de comunicaciones, esta vez para dirigirse a otros — Aquí el Elegido Mirko Admir, se trata de una orden directa: quiero una flota de cinco naves equipada con miles de soldados para dirigirse a Thaaron lo más pronto posible. Nuestra colonia exterior se encuentra bajo posible ataque alienigena. ¡Ahora, es una orden! — Tras esto, Mirko volvió sobre sus pasos, saliendo de la sala — Supremo, asegúrate de que todo está preparado para partir. No sé que pretenden esos seres, pero han cometido un acto de guerra.

    — Entendido, Elegido Admir — La inteligencia artificial, de nombre Supremo, que controlaba los sistemas de la base militar donde el líder syleriano se hallaba, se puso a ello no sin antes compartir su opinión de la situación — Es realmente triste que la primera especie inteligente con la que nos encontramos sea hostil, esto provocará un conflicto de intereses entre la sociedad syleriana.

    — Somos seres de paz, no dejaremos que otros nos la quiten — Respondió Mirko con absoluta seriedad, justo frente la puerta de salida — A veces, Supremo, es necesaria la guerra... para sobrevivir.

    Las palabras del líder syleriano quedaron grabadas en la memoria de la inteligencia artificial, la cuál contenía y movía muchísimos datos de la sociedad syleriana en su sistema de almacenamiento. Supremo fue creado hacía unos pocos años para poder mantener distintos apartados en orden, siendo de gran utilidad para el Elegido Admir, pues le liberaba de diversas tareas no precisamente sencillas. Dicha inteligencia artificial fue creada específicamente para eso, sin embargo, sus funciones podían ir mucho más allá.

    El Elegido abandonó la sala de comunicaciones en la que se hallaba y avanzó por un largo pasillo, girando poco después a la derecha y encontrándose en un gran salón. En este, los trabajadores militares de la base se estaban moviendo de un lado a otro, mientras el líder syleriano cruzaba dicho salón hasta un ascensor que mostraba estar en la planta menos uno, pudiendo ir hasta la menos cuatro. Mirko apretó el botón que le llevaría a esa última planta baja de la base militar, la cuál se extendía cientos de kilómetros bajo la superficie de Sovaam, una de las tantas ciudades de Syleria.

    Accediendo a planta baja número cuatro.

    El Elegido Admir esperó paciente y brevemente a que el ascensor llegara a la última planta, lo cuál no tardó nada. Las puertas del ascensor se abrieron para dar paso al actual líder de la sociedad syleriana, quién se hallaba en una extensa sala donde cientos de científicos sylerianos trabajaban en un proyecto conjunto.

    Apenas dio unos pasos fuera del ascensor, Mirko recibió todas las miradas de los científicos presentes en el lugar. Se hizo el silencio por un breve lapso de tiempo pero rápidamente estos continuaron con sus labores, mientras el Elegido avanzó por la izquierda de la sala, encontrándose de cara con uno de los científicos jefe del proyecto.

    — ¡Elegido Admir! — El especialista syleriano se aproximó rápidamente a su líder — ¡Ya casi lo tenemos!

    — ¿Estáis seguros? — Preguntó Mirko sin inmutarse — Terminar con el proyecto ahora es de vital importancia.

    — Solo faltan las comprobaciones finales y debería estar — Respondió el científico, realmente entusiasmado — Tendremos una fuente de energía prácticamente ilimitada, bastará con recargarla de nuestro Sol y...

    — Es una gran noticia, pero la situación ha cambiado — El líder syleriano se mostraba muy serio, cosa que inquietó al científico — Thaaron parece tener problemas con una especie inteligente nunca antes vista.

    — ¿Qué tiene que ver eso? — El syleriano, uno de los científicos jefe del proyecto del que hablaban, comenzó a preocuparse — ¿Qué pretende, Elegido Admir?

    — La función de esa energía debe cambiar — Indicó Mirko, absolutamente decidido a tener un as en la manga si esa especie inteligente que había llegado a Thaaron mostraba ser peligrosa para la sociedad syleriana — Ahora no necesitamos una fuente de energía, sino una bomba.

    — ¡Elegido, eso es...!

    — Es una locura, lo sé — Murmuró el líder de todos los sylerianos, asintiendo — Pero debemos asegurarnos el tener al menos una oportunidad contra esos seres.

    — ¡Aún no han atacado...! ¿Verdad? — El científico tenía una expresión de terror en su rostro.

    — Thaaron está incomunicado e indefenso, una flota de nuestro ejército se dirige allí ahora mismo — Dijo Mirko, haciendo entender al trabajador syleriano la actual situación en la que se encontraban — Esa fuente de energía... puede que no la tengamos que usar al final, pero conviene estar preparados. Conozco el potencial de destrucción que tiene algo así, incluso nosotros nos arriesgamos al construirla... podría borrar un sistema entero del mapa estelar. Podría ser el nuestro. Quizá debamos enviarla al hogar de esos seres... si nos obligan a ello.

    [...]

    — ¡Venga syleriano, despierta! — Exclamó un soldado neoniano, pateando a Paokt para que éste se levantara.

    Om abrió los ojos tras recibir la patada en el abdomen, mirando durante unos instantes al neoniano que le había pegado y comprobando acto seguido que ya había varios ciudadanos trabajando bajo las órdenes de los recién llegados a Thaaron. Era la primera noche desde la llegada de los neonianos y el soldado syleriano había dormido junto al resto de su gente, a quiénes los neonianos no dejaron dormir en sus casas sino que les hicieron dormir fuera, con poca ropa y sin mantas térmicas para pasar el fuerte frío que había cada noche en la luna. Incorporándose, Paokt vio que los neonianos estaban requisando todas las armas, objetos de valor y chatarra que pudiera serles útil, mientras los habitantes de la colonia les entregaban todo lo que los invasores pedían.

    — Colócate en esa fila, syleriano.

    Un soldado neoniano indicó a Paokt mediante punta de arma que se pusiera en una fila donde ya había veinte sylerianos, fila que llegaba hasta una de las tres grandes naves que aterrizó el día anterior en Thaaron. Mientras a su alrededor, los sylerianos eran sometidos a trabajos forzados e incluso palizas indiscriminadas, la fila iba avanzando lenta pero incansablemente. Om se vio pronto entrando al interior de esa nave neoniana junto a un total de treinta sylerianos. El soldado enviado por el Elegido Admir se volteó justo antes de que se cerraran las compuertas de la nave, viendo a Indrah Pallow observarle desde la distancia mientras cargaba con una caja de suministros.

    Una vez dentro de la nave y encerrados en una sala absolutamente oscura, la treintena de sylerianos esperaba un destino fatídico para todos ellos. Tras tres días allí metidos en los que recibían los víveres justos para mantenerse con vida, la puerta que daba acceso a la sala en la que se hallaban los sylerianos fue abierta por el comandante Klamp y varios de sus soldados. Todos los sylerianos se apartaron mientras Reed observaba sus rostros, uno a uno, hasta dar con el propio Om. Sus miradas se cruzaron durante unos segundos hasta que el neoniano sonrió e hizo un gesto a los suyos, indicándoles que tomaran al soldado syleriano y le sacaran de esa habitación ratonera.

    Escoltado por cuatro soldados neonianos y su comandante, Paokt fue llevado a una sala mucho más pequeña que la anterior. Por el camino, el syleriano comprobó que la nave se hallaba en el espacio, por lo que habían salido de Thaaron. El estar tres días encerrado le había hecho perder la noción del tiempo a más de uno. Om estaba inquieto por ver a dónde eran llevados tanto él cómo el resto de sylerianos, pues sacarlos del satélite natural solo podía significar que iban a usarlos para algo. Reed abrió una puerta y los soldados que portaban a Om le empujaron dentro del habitáculo, yéndose y dejándolo a solas con el comandante neoniano, quién cerró tras entrar. Éste se sentó mientras indicaba con un gesto al syleriano que hiciera lo mismo.

    — ¿Qué quieres de mí y de los sylerianos? — Fue lo primero en preguntar Paokt, que optó por no sentarse y quedarse de pie.

    — Dijiste que estabas al mando en ese mundo — Reed hablaba pausadamente, cosa que contrastaba con su agresividad al llegar a Thaaron — Estás aquí para responder a mis preguntas con la verdad más aplastante.

    — Quizá responda con la mentira más rebuscada — Murmuró Om, que acto seguido sonrió.

    — Entonces hallarás la muerte más dolorosa... syleriano — Contraatacó el comandante Klamp — Tengo veintinueve más de los tuyos en un compartimento como si fueran basura, seguro que si las preguntas no me las respondes tú, lo hará alguno de ellos.

    Paokt frunció el ceño sin apartar la mirada, la cuál iba dirigida a Klamp. El syleriano era consciente de que si no hablaba, lo matarían y tomarían a cualquier otro para que respondiese a las preguntas del neoniano, por lo que negarse a responder a las preguntas del enemigo sería absurdo, considerando las consecuencias. El comandante neoniano se cruzó de brazos mientras murmuraba en su idioma y repetidamente las mismas palabras, cosa que el soldado del Elegido Admir no entendía en absoluto. Estaba claro que los neonianos habían estudiado a los sylerianos durante un tiempo antes de atacar la nave de suministros, siendo una clara ventaja para estos y una seria desventaja para los propios sylerianos, sin datos sobre los que de momento parecían más enemigos que amigos.

    — Primero quiero saber tu nombre, syleriano — Musitó Reed, serio.

    — Om Paokt.

    — Estás hablando con Reed Klamp, comandante del ejército neoniano y en un futuro muy próximo, uno de los líderes de la gloriosa civilización neoniana — Se presentó el comandante neoniano con ciertos aires de grandeza — Si tu especie colabora, os gobernaré con templanza. De lo contrario, cada insubordinación será penada con la muerte y la rebelión, una guerra que perderéis.

    — No hay porqué llegar a ese extremo — Murmuró Om, sentado frente al neoniano — Somos pacifistas y aborrecemos la guerra, jamás hemos tenido problemas entre nosotros ni con otros... pero estamos preparados para todo. Es probable que el Elegido Admir oponga resistencia.

    — Deduzco que ese Elegido Admir es vuestro líder... — Supuso Reed, intrigado — No se encuentra en el mundo del que hemos partido, ¿verdad?

    — No, no vive en Thaaron — Musitó Om — Vive en nuestro planeta natal, Syleria.

    — Syleria... — El comandante neoniano asentía pensativo — Al fin llegamos al punto principal. ¿Dónde ubicamos Syleria en el mapa estelar, Om?

    — Te daré esa información cuando me digas tú a dónde nos llevas — La respuesta de Paokt fue completamente inesperada para el neoniano — Al menos merezco saber eso.

    — Neonia — Respondió Klamp sin tapujos — Mi planeta natal.

    — ¿Con qué fin?

    — Serviréis a la causa.

    Comandante Klamp, ya hemos llegado.

    Reed se incorporó rápidamente tras oír por su radio el aviso de que la nave había llegado a su destino, Neonia. Om le miraba con seriedad, preguntándose a qué se refería el neoniano con sus últimas palabras. El soldado syleriano estaba decidido a colaborar con los neonianos siempre y cuando no dañaran a su gente, pues su código era ese pese a las adversidades. Aunque ello no quería decir que se fuesen a dejar someter, Paokt quería evitar que los neonianos atacaran Syleria por sorpresa, pues tenía una pareja embarazada a la cuál proteger. Por ello, no dudaría en revelar la ubicación de su mundo a cambio de que estos seres recién llegados no usaran la violencia, tal y como el comandante Klamp había indicado que harían si los sylerianos no aceptaban someterse a los conquistadores neonianos.

    — Levanta, Om — Indicó Reed, abriendo la puerta del habitáculo para salir — Debes hablar con el Consejo.

    — ¿Tus líderes?

    — Así es — El neoniano guió al syleriano por varios pasillos hasta llegar a la compuerta de salida de la nave, donde el resto de sylerianos aguardaban — Sus vidas dependen de ti. Si mientes sobre la ubicación de Syleria o haces cualquier movimiento erróneo, sufrirás las consecuencias.

    — ¿Eso les pasó a Wyllow y sus tripulantes? — Paokt tenía cierto rencor por eso.

    — Espero que la misma astucia que tienes para adivinar cosas, la tengas también para ser consciente de que el destino de tus compañeros está en tus manos.

    El comandante neoniano ordenó a uno de los suyos que activara la apertura de las compuertas de salida de la nave, orden que fue obedecida. Los treinta sylerianos, incluido Om, se cubrieron los ojos ante la iluminación del exterior, la cuál penetró con tanta fuerza que por un momento cegó a los alienigenas retenidos, debido a que estos habían pasado tres días en una casi completa oscuridad. Una vez se acostumbraron a la luz, los soldados neonianos escoltaron a los esclavos sylerianos hasta la salida de la nave, encontrándose en un campo extenso y abierto con lo que parecía ser un palacio a cierta distancia.

    Los sylerianos observaban a su alrededor la belleza que atesoraba el planeta de sus captores, siendo diferente a Syleria en cuanto a formas y colores, pero absolutamente idéntica en cuanto a preciosidad. Reed tomó del brazo a Om y le separó del grupo de sylerianos, que fueron llevados a otro lado por el resto de soldados neonianos mientras el comandante de estos llevaba al soldado del Elegido Admir al interior del palacio, imitando así todo el camino que recorrió días atrás con Wyllow y Kayla. El trayecto fue breve y se le pasó realmente rápido al syleriano, quién no dejaba de fijarse en todo lo que le rodeaba, sorprendiéndose de que una especie tan hostil y conquistadora como la de los neonianos atesorara un planeta tan hermoso como Neonia.

    Las puertas del palacio se abrieron para Reed y Om, mostrando su gran altura mediante los alargados pilares circundantes que alcanzaban el techo del lugar, formando junto a los ventanales vidriosos y coloreados una arquitectura realmente asombrosa. El mismo lugar que antaño habían visitado el general Betrom y la soldado Devom con final trágico, era ahora el lugar que Paokt visitaba para convertirse así en el tercer syleriano en entrar. Esta vez, el Consejo Neoniano no iba a arriesgarse tanto como lo hizo Mallok Xaans al aproximarse a los alienigenas para pedirles información, quedándose en sus respectivos puestos privilegiados.

    Ante ellos se posicionó Om, teniendo detrás a Reed y rodeado por una docena de soldados armados con Rhajaal.

    — ¿A qué se debe esto, Reed? — Le preguntó uno de los neonianos, miembro del Consejo, extrañado.

    — Es el líder de Thaaron, la luna que hemos invadido — Explicó el comandante Klamp a sus líderes — Parece dispuesto a colaborar y darnos la información que necesitamos.

    — ¿'Parece'? — Otro de los miembos del Consejo tomó la palabra — Si no va a revelar nada, acabemos con esto y trae al siguiente.

    — Os diré lo que queréis saber a cambio de la certeza de que no atacaréis mi mundo — Las palabras de Paokt sorprendieron al Consejo, que no esperaban encontrarse con un syleriano dispuesto a traicionar en cierto modo a los suyos.

    — ¿Acaso hemos invadido ese lugar llamado Thaaron con un conflicto armado inmediato? — El primer miembro del Consejo volvió a responder — Si eso no es una certeza para ti...

    — ¿Por qué accedes a revelar información sensible sobre tu gente? — La pregunta provino del tercer miembro del Consejo, que se incorporó de su asiento a diferencia del resto.

    — Doy la información para evitar las muertes de mi gente — Contestó el soldado del Elegido Admir con decisión — Aunque parezca una traición a los míos, no lo veo así.

    — ¿Qué pides a cambio de lo que queremos saber? — Preguntó el cuarto y último líder neoniano.

    — Os mostraré la ubicación de Syleria, mi mundo de origen, a cambio de que no ataquéis a los sylerianos ni allí ni en Thaaron, y que todos los que vinieron conmigo se vayan conmigo — Explicó Om — Sé que si no obedecemos vuestras órdenes, habrá una guerra. Probablemente ya esté en marcha... Pero quiero evitar el conflicto. Tengo una familia en Syleria y no permitiré que sufran el dolor que implica una guerra interplanetaria entre dos especies inteligentes. Nuestra sociedad aceptará la sumisión ante vosotros porque nuestro código consiste en la paz y estabilidad, siempre y cuando mostréis ser justos y coherentes. Si nos atacáis con claridad, estad seguros de que habrá guerra. Somos seres pacifistas, no seres inconscientes.

    El Consejo Neoniano se miró entre sí, mostrándose realmente sorprendidos e intrigados con lo que Paokt les había dicho. Tenían delante a un syleriano que estaba dispuesto a dar una gran ventaja a cambio de que no se dañara a su gente. Aunque era un acto bondadoso y en cierta medida heroico, también lo convertía en una traición, pues aunque los sylerianos se movían con ese código de paz y equilibrio natural, no todos estarían dispuestos a someterse a una especie conquistadora y que apenas había dado explicaciones de sus planes. Los neonianos, por otro lado, tenían en mente la expansión por la galaxia y esta comenzó hacia años sin haber resistencia por parte de especies inteligentes porque simplemente no las habían encontrado, hasta este momento. Era la primera vez que los neonianos trataban de someter a otros seres, aprovechándose de sus recursos, su territorio y su código ético inquebrantable para ello.

    — ¿Cuál es tu nombre, syleriano?

    — Om Paokt — Musitó el soldado, quién tenía sentimientos encontrados respecto a la situación que estaba viviendo.

    — Muy bien, Om Paokt — Dijo uno de los miembros del Consejo, levantándose de su asiento ante la mirada de todos los presentes — La ubicación de Syleria a cambio de la generosidad neoniana.

    Así pues, el Consejo Neoniano recibiría la ubicación exacta de Syleria, bastión de los sylerianos, a cambio de que los neonianos sometieran de forma controlada y pacífica a estos. Paokt sabía que era una decisión arriesgada la que estaba tomando, no obstante, no veía otra salida para ello. El soldado syleriano quería evitar a toda costa una guerra entre especies, consciente de que habría muertes en ambos bandos, de que podría perder a su pareja y al hijo que crecía en el vientre de ésta, de que podría morir en combate sin ver el rostro de su descendiente... Pese a pensar en el bien de su civilización, Om estaba traicionando el derecho de su pueblo a defenderse de una especie conquistadora que tenía desde el principio, el control absoluto de la situación.

    [...]

    Tres días después

    Gadem Betrom observaba con seriedad el horizonte más allá de su nave, la principal en la flota de cinco que había mandado el ejército syleriano por orden de su líder, el Elegido Mirko Admir. Se podía apreciar Thaaron cada vez más próximo, engrandeciéndose a medida que la flota llegaba al satélite natural colonizado y ubicado en el sistema Yavok. Los trabajadores de la nave se movían de un lado a otro, preparando los controles para penetrar la fina capa atmosférica de la luna y aterrizar en la superficie de ésta, con el fin de confrontar a esa misteriosa especie que había aparecido en sus cielos. Los soldados de cada nave estaban ya preparándose para la llegada al lugar, conscientes de la alta probabilidad de conflicto, decididos a defender su segundo hogar en el territorio estelar conocido.

    El general de toda esa flota recordaba con lástima la despedida ante sus ancianos padres, más dolorosa aún tras la desaparición de su hermano, el general Wyllow Betrom. Decirle a tu familia que ibas a ejercer tu cargo de general teniendo que ir a otro lugar a librar un posible combate contra la primera especie inteligente con la que te encontrabas no era algo sencillo, más considerando los tantos peligros que entrañaba y la posibilidad de que estos hubiesen sido los causantes de la desaparición y posible muerte de tu hermano mayor. Gadem era pocos años más pequeño que Wyllow pero ambos ejercían el mismo cargo de general en el ejército syleriano. Aunque se veían realmente poco por motivos laborales y misiones distintas, ambos tenían una relación buena como hermanos que eran. Para el pequeño general Betrom, fue muy duro recibir la noticia de que su hermano había desaparecido con el resto de su tripulación, durante el viaje a Thaaron por suministros.

    — Lo siento, Gadem — Musitó el propio Mirko Admir cuando fue notificado poco antes por Indrah de que la nave que debería haber llevado los suministros a Thaaron llevaba días desaparecida — No hay ni rastro de tu hermano, de la nave ni de ninguno de sus tripulantes. Es como si se hubieran esfumado.

    — No lo entiendo... ¡¿cómo puede ser posible?! — El pequeño Betrom apenas concebía que fuese real — ¡¿Cómo puede desaparecer una maldita nave?!

    — He enviado una nave de exploración a la última posición conocida, quizá descubra algo — El Elegido no solía dar ese tipo de noticias personalmente, pero tratándose de un general tan importante cómo Wyllow, sentía que debía informar a su familiar más cercano — Notifica esto a tus padres y dales todo mi apoyo. Tendrán lo que necesiten.


    Sumido en aquel doloroso recuerdo, el joven general Betrom no reaccionó a la situación actual hasta que el piloto alzó la voz para notificar que la entrada a Thaaron era inminente.

    — ¡Tres minutos para la entrada!

    — ¡Todos listos y a sus posiciones! — Exclamó Gadem por radio a las cinco naves de la flota, dirigiendo su mirada a la colonizada luna.

    La mirada del general syleriano era la de alguien que quería venganza absoluta, dejando de lado su código ético de paz como muchos otros soldados sylerianos harían. La batalla que estaba a punto de desatarse en Thaaron sería la prueba palpable de que los sylerianos no se arrodillarían ante los neonianos, por mucho que Paokt intentara que así fuera. Los sylerianos jugaban sus cartas, los neonianos las suyas y Om Paokt se hallaba en medio, preguntándose si sus buenas intenciones no lo serían tanto desde la perspectiva de su gente y si debería haber jugado al arte del engaño con los neonianos... si es que estos no lo habían hecho con él.
     
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    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Saludos, amigo. Paso a comentar el capítulo de esta historia. Me alegra que publicaras hoy, que tenía bastante tiempo para poder ponerme al corriente y leer.

    Ha sido un capítulo interesante y me ha gustado tanto como el primero. Tengo que decir que en este capítulo no he dejado de llevarme sorpresas de principio a fin. Me sorprende mucho que el consejo neoniano no tuviera a nadie para reemplazara Xaans tan pronto como este fue asesinado, y que incluso ofrecieran el puesto a Reed a cambio de que este cumpliera sus órdenes. Quiero decir, si se están aprovechando de él para tener un sirviente fiel para ocupar el lugar de Xaans, quiere decir que (salvo que aparezca alguien con sus mismas características) no tienen a nadie para que reemplace a otro de los miembros en caso de que estos lleguen a fallecer. Supongo que eso habla de lo poco preparados que estaban como sociedad en aquel momento, al menos en el rango más alto.

    Con la pequeña charla que vimos entre Om padre, el vendedor, los mercenarios y la propia líder de la colonia Indrah, estoy empezando a pensar que la sociedad syleriana no es tan unida como dicen ser. Por el simple hechos de vivir en sitios diferentes, pese a haber sido una especie pacífica toda su vida, parece que los habitantes de Thaarom y los de Syleria se guardan resentimiento entre sí. Pese a que fueron charlas breves, supiste como plantearlas bien, y muero por ver si ante el conflicto con los neonianos harán a un lado sus diferencias o si cada quien al final terminará velando por sí mismo. Creo que Mirko lo hará tanto por Syleria como por Thaaron, pero creo que Indrah buscará proteger su colonia (y su puesto) antes que a su planeta natal y a los habitantes de aquel.

    Este capítulo ha dado el primer vistazo a cosas que marcaron la historia general para siempre tanto en la parte I como en la II. Cuando vi a la inteligencia artificial, y el hecho de recordar que en el punto actual la sociedad syleriana no tenía otra para asistirlos, empecé a sospechar que dicha inteligencia podría ser el Supremo, y renglones más abajo me encontré con que era verdad. Debo decir que el Supremo de aquí no parece nada hostil, a diferencia del que estuvimos viendo en la parte I la II. Ese Supremo era arrogante, hostil y malicioso; este, por otro lado, parece gentil, pacífico y servicial. Empiezo a pensar que alguien lo pudo reprogramar para que usara sus conocimientos para extinguir a los neonianos. Si bien se menciona que este tiene la capacidad de aprender bastantes cosas y no limitarse a simples algoritmos de programación que lo obliguen a obedecer, no veo que por sí solo se pueda convertir en lo que terminó siendo. Habrá que ver que tan hostiles terminan siendo los neonianos, porque se sabe que atacaron Syleria con bombas de radiación, así que tal vez eso haya podido mover los sentimientos de el Supremo hacia un lado oscuro.

    Luego se menciona la bomba de energía que fue usada para crear Colapso. Debo decir que Mirko ha sido inteligente. Seguramente habrá ordenado su creación para tener energía ilimitada y así poder compartirla con otros seres siempre que estos fueran pacíficos. Pero si tiene la energía del sol, quiere decir que así como puede ayudar, puede perjudicar. Está claro que luego todo terminó como ya lo hemos visto, pero es muy triste que haya tenido que suceder. Quedo a la espera por saber si es el propio Mirko quien reprograma al Supremo (si es que este fue reprogramado) y elige convertir dicho artefacto en una bomba, o si es alguno de los suyos.

    Todo parece indicar que Kayla no era madre de Om, ya que este, su padre, menciona que tiene a su mujer embarazada en Syleria. Me pregunto entonces si conoceremos en algún futuro al esposo y a el hijo de la syleriana que derramó la primera gota de sangre en un acto de defensa contra los neonianos.

    Tengo que decir que el padre de Om no me agrada. No digo que sea mal personaje, para poder juzgar eso lo tengo que conocer, pero en este capítulo no se ha mostrado como un tipo agradable. Le mintió al tipo del puesto de venta para no hablar con mercenarios siendo que como enviado del Elegido, su deber debería ser hablar con quien hiciera falta para cumplir su labor, y no solo con quien a él le gusta. Además de eso, solo le pagó por información y no le ha comprado nada. Cuando los neonianos llegan, él quería mostrar resistencia y no le parecía importar que los suyos pudieran pagar el precio, pero tras ver que no le quedó otra, dejó ese deseo de poner resistencia de lado para centrarse únicamente en su esposa y su hijo. Quiero decir, no estoy diciendo que tiene que preocuparse por todos, y como cualquiera haría, se preocupa por su familia. Pero una cosa es preocuparte por ellos y la otra es actuar de forma imprudente ante invasores que podrían ser los que desaparecieron a la tripulación del general Betrom, sin importarle lo que pueda ocurrir con los demás. No conozco a fondo la personalidad completa de Om padre, pero me alegra que el Om hijo sea muy diferente de él, al menos del que hemos estado viendo en este capítulo.

    Hay que ver como terminan las cosas, porque Mirko mandó justamente al hermano menor del general desaparecido. Está claro que entre Gadem, que claramente quiere venganza, Indrah que quiere proteger su posición, y Om que quiere proteger a su familia, podríamos tener un capítulo 3 muy interesante, dado a que podrían ser tres estilos diferentes de abordar esta amenaza. Mientras tanto, Reed y los suyos han prometido no atacar Syleria a cambio de la info que proporcionó Om. Ya hemos visto que Syleria quedó en ruinas, pero no sabemos quien fue el que dio el primer golpe en este conflicto tras el pedido de Om.

    Espero con ansias el siguiente capítulo, amigo. Quiero ver como se desarrollan las cosas, ver si los neonianos son flexibles ante una tribu pacífica, ver si hay conflicto entre Gadem, Indrah y Om, y ver que estrategias se usarán en esta guerra.

    No sé si publicarás la semana siguiente o en los próximos días, pero si puedo, leeré. Hasta la siguiente ocasión ♥♥
     
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    Manuvalk

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    Saludos. Llegamos al ecuador de ésta historia secundaria que ahonda más en el pasado previo a la historia original Los Viajeros. Los dos primeros capítulos fueron bastante extensos, por ello debo avisar que a partir de éste capítulo, la duración de lectura baja. No es por nada, simplemente por desarrollo de la trama. Gracias a Reydelaperdicion as always y espero que quiénes estéis leyendo esto, disfrutéis. Hasta la próxima.



    Pacifistas y conquistadores







    La luz solar proveniente del sol del sistema Yavok comenzó a alzarse en el horizonte, iniciando así un nuevo día en la colonizada luna llamada Thaaron.

    Empezaba así el cuarto día de la llegada de los neonianos al satélite natural en el que vivía una minúscula parte de la sociedad syleriana, ahora sometida bajo la primera especie inteligente con la que se habían encontrado. Los sylerianos no sabían que los neonianos llevaban meses estudiándoles, analizando sus rutas a Thaaron y buscando la posición exacta del planeta natal de estos, por el momento sin éxito. Sin embargo, era cuestión de tiempo. Mientras más de trescientos neonianos se aprovechaban de los nueve mil sylerianos del planeta, manteniendo el control y el orden con armas absolutamente mortales en comparación a las de los colonos, en Neonia, sus líderes del Consejo otorgaban a Om Paokt una pequeña nave con la que regresar a Syleria.

    El vehículo espacial portaría consigo, oculto incluso para el propio soldado, un localizador que haría saber con exactitud la posición de Syleria a los neonianos. Om salió de la órbita planetaria de Neonia, siendo el primer syleriano en salir de ese mundo con vida. Tres días le separaban de Thaaron, cinco días lo hacían de Syleria. Mientras Paokt viajaba de regreso a su hogar con un pacto personal con los neonianos, en la luna donde estos se presentaron, comenzaba un combate. La flota de cinco naves liderada por el general Gadem Betrom había aterrizado en las proximidades de la única colonia en la superficie del planeta, siendo avistada por todos los que se hallaban allí. Las dos naves neonianas habían detectado la presencia de la flota syleriana muy tarde, cuando ésta ya se podía vislumbrar en el cielo grisáceo de aquel mundo rocoso.

    Docenas de pequeñas naves de combate comenzaron a salir de las cinco grandes naves que conformaban la flota syleriana, mientras sus mil soldados por nave formaban un ejército de cinco mil sylerianos que lucharían por la libertad de su primera colonia más allá del sistema Syler. Costaba asimilar para más de uno que el primer encuentro con una nueva especie inteligente fuese a ser en un combate armado. Los sylerianos habían soñado durante cientos de años con la idea de compartir conocimientos con otros alienigenas que mostrasen inteligencia y en absoluto concebían la idea de que no fuese a ser así. No obstante, la situación era muy distinta a la utopía syleriana. Antes de que los neonianos pudieran organizarse en el asentamiento syleriano para defenderse del ataque, el ejército de los nativos entró con extrema dureza, iniciando el conflicto.

    — ¡Están por todas partes! — Gritó Aagron Yannick en su idioma, el soldado neoniano que había quedado al mando durante la prolongada ausencia del comandante Klamp.

    El asalto por parte del ejército syleriano enviado desde Syleria por el Elegido Admir hizo que el resto de la población, la cuál se había arrodillado y sometido ante los neonianos, se alzara en armas también contra sus esclavistas. Indrah Pallow, la cabeza visible de la colonia de Thaaron, lanzó a un lado los restos de chatarra que cargaba en sus alargados brazos y tomó un Vannant que yacía caído en el suelo. Corriendo se le aproximaba un soldado neoniano el cuál iba sorprendentemente desarmado pero no por ello acobardado, por lo que la líder syleriana alzó su arma, famosa por no ser mortal sino pacífica, y disparó contra su enemigo, haciéndole retroceder varios metros mientras éste caía de espaldas al suelo y se retorcía de dolor. Indrah supo que debía rematarle y ni siquiera dudó en hacerlo, por lo que se aproximó al neoniano y usó la parte afilada de la Vannant para clavársela en el cuello, provocando la muerte de aquel soldado en pocos segundos.

    — Morís cómo nosotros — Murmuró Indrah con rabia, mientras alzaba la vista para seguir con la cacería.

    Un segundo soldado neoniano vio lo sucedido y apuntó con su Rhajaal a la syleriana, quién fue ágil y se lanzó tras un puesto ambulante antes de que el disparo láser le acertase de pleno. Antes de que éste pudiese aproximarse a la posición de Pallow, un soldado syleriano le clavó parte de la Vannant por la espalda, cruzando su torso hasta mostrarse la punta afilada del arma por delante del mismo. El neoniano cayó instantáneamente al suelo una vez el syleriano sacó la hoja afilada del torso del enemigo. Indrah alzó la vista de detrás del puesto, viendo que aquel que iba a matarla, había sido asesinado. Sus ojos comenzaron a ver entonces la situación en Thaaron.

    Civiles corriendo con pequeños sylerianos para evitar sufrir daños, otros ciudadanos armándose de valor con cualquier objeto para confrontar a la ínfima cantidad de neonianos en comparación a la de sylerianos, aquellos mercenarios armados que se supone que eran la ley en Thaaron yéndose a ayudar a soldados enviados por el Elegido Admir... los sylerianos colaboraban entre sí, tan diferentes los unos de los otros, pero con el mismo afán por defender su sociedad. Todo aquello contrastaba notablemente en el bando contrario, pues Aagron veía cómo sus filas de soldados caían cómo peones en el ajedrez y los sylerianos iban ganando rápidamente su terreno. Shadon Zerah, el piloto de la Navash que interceptó y neutralizó la nave del general Wyllow Betrom hacía varios días, era uno de los pilotos neonianos de la flota de tres naves que llegó a Thaaron.

    Con Reed llevándose una de esas naves para transportar a Om y otros muchos más sylerianos a Neonia, Shadon decidió tomar por su cuenta una de las dos grandes naves que quedaban para huir de la más que evidente aplastante derrota de los suyos. Era un sálvese quién pueda y Zerah era consciente de que lo mejor era la retirada para vivir otro día. Junto a otros pocos soldados que pensaban como él, el piloto neoniano se puso a los mandos de una de las dos naves e inició los comandos para encenderla, con la clara intención de abandonar Thaaron antes de sufrir una muerte efímera que le borraría de la existencia para siempre. Su nave comenzó a impulsarse hacia el cielo poco a poco pero el ruido de sus motores y el calor que desprendían sus propulsores alertaron a neonianos y sylerianos de su marcha, provocando una primera reacción de estos últimos.

    — ¡Derribad esa maldita nave! ¡Que no salga de Thaaron! — Ordenó el general Betrom por su radio mientras se hallaba en medio del combate.

    La orden de Gadem llegó rápidamente a las cinco naves de su flota, asentadas a una breve distancia de la colonia pero no por ello exentas del conflicto. Las cinco naves prepararon sus armas, centrando su objetivo en la nave neoniana que ya se preparaba para el despegue definitivo. Shadon activó la máxima potencia de sus propulsores para salir rápidamente del lugar, pero antes de que estos respondieran, una docena de misiles de energía provenientes de las naves sylerianas impactaron en la parte baja de la nave neoniana, destruyendo los propulsores de la parte izquierda y abriendo un boquete que difícilmente podría ser reparado en breve. Salir al espacio así era un suicidio pero el piloto Zerah lo prefería a quedarse y morir a manos de los sylerianos. Los propulsores de la derecha se activaron con toda su potencia pero no era suficiente para lanzar la nave fuera del planeta, iniciando una maniobra costosa y lenta que prácticamente sentenciaba a Shadon junto a su repentina y corta tripulación.

    Una segunda tanda de misiles por parte de la flota syleriana impactaron de nuevo en la nave neoniana, esta vez más centrados y en la parte de abajo, sin dañar los propulsores derechos pero haciendo la brecha de la nave aún más grande y por ende, dejándola inservible para viajes estelares. Shadon gritaba y golpeaba desesperado la caja de comandos que había en el puente de mando mientras los pocos soldados que le acompañaban se quedaban mirando la escena, aterrados y conscientes de que estaban perdidos. Las cinco naves sylerianas prepararon una tercera y definitiva tanda de misiles de energía, que golpearon la cubierta izquierda de la nave neoniana y provocaron la explosión total del aparato, el cuál se precipitó contra la superficie de la luna habitada. Su caída propició una segunda explosión que descargó una onda expansiva, la cuál hizo que la mayoría de soldados de ambas especies fueran lanzados varios metros hacia atrás debido a la fuerza del viento. A los neonianos les quedaba una única nave para huir, pero no les quedaba tiempo para intentarlo.

    Yannick corrió a por la última oportunidad que le quedaba, dicha nave restante, pero sus opciones se fueron al traste cuando un cordón de soldados sylerianos le esperaban en las proximidades de la nave. Aagron y siete soldados restantes de trescientos que había en la colonia, se vieron rodeados por cientos de sylerianos armados con Vannant e incluso algunos con Rhajaal. Los neonianos comprobaron de primera mano que habían subestimado a los sylerianos, y que estos tenían un potencial tecnológico similar por no decir incluso superior, pese a tener armas de campo más débiles. El general Betrom se aproximó a los ocho neonianos supervivientes, los cuáles lanzaron las armas al suelo y se arrodillaron, mostrando una evidente rendición ante los ojos de soldados y ciudadanos sylerianos, quiénes comenzaron a gritar efusivamente en señal de alegría por haberse liberado de un breve pero angustioso periodo de esclavitud.

    — ¡¿Alguien de vosotros tiene un rango de superior?! — Gadem se aproximó con un Vannant en la mano y con una expresión de furia en su rostro que hizo estremecerse a más de un neoniano.

    Los siete neonianos que quedaban centraron su mirada en Aagron, pues con la ausencia del comandante Reed Klamp, él era la figura de líder entre los suyos. Gadem se percató de esto y se aproximó al soldado neoniano hasta posicionarse a su lado, mirándolo de arriba a abajo y no sintiendo ningún atisbo de lástima por él. Aagron ni siquiera le miraba a la cara y solo lo hacía al frente, arrodillado, con las manos en alto y la sensación de que le quedaba muy poco de vida.

    — Tú, ser despreciable, dime cómo te llamas.

    — Aagron.

    — ¿Estabas al mando aquí?

    — Yo no, lo estaba otro.

    — ¿Y dónde está ese malnacido?

    — Espero que esté de regreso con todo para convertir este mundo en un yermo... y el que sea vuestra cuna de civilización.

    — Eso si no lo hacemos nosotros antes con tu mundo...

    — Díselo a los primeros sylerianos que capturamos, lo último que vieron antes de morir fue mi mundo.

    — ¡Púdrete, neoniano! — Exclamó Gadem, golpeando a Aagron en el rostro tras oír sus palabras, que revelaban básicamente la muerte de su hermano Wyllow y su tripulación.

    — ¡Gadem, espera!

    Los pocos neonianos y la inmensa mayoría de sylerianos se voltearon para ver a Indrah aproximarse a la zona junto a varios de sus mercenarios armados. La líder de Thaaron parecía tener un plan para esos neonianos.

    — ¿Qué quieres, Indrah? — Gadem la conocía, al igual que Om, pues la syleriana formaba parte del ejército syleriano no hacía mucho tiempo atrás — Estos neonianos son propiedad del Elegido Admir, ya que a ellos les gusta esclavizar... y si no se los llevo todos no pasará nada — Esto último lo dijo en alusión a matar a Aagron u otro neoniano.

    — Lo entiendo, por eso mismo te pido que no mates a ninguno — Pallow tenía una idea que no era muy diferente de la de Betrom — Contactemos con Mirko personalmente y contémosle sobre esto. Estos neonianos podrían darnos la ubicación de su planeta.

    — ¿Y para qué queremos saber eso ahora? — Gadem se mostró esceptico — Dudo que revelen su posición.

    — Hace tres días se llevaron a varios de los nuestros en una nave — Confesó Indrah, algo que el ejército recién llegado desconocía — Paokt estaba entre ellos...

    — ¿Om? — El general syleriano no se mostró sorprendido — Su trabajo es la infiltración, seguro que regresa con información sobre estos seres que son escoria.

    — ¡Podría no regresar! — Le reprochó Indrah — Mirko debe saberlo, podrían tener a varios de los nuestros retenidos en su mundo, revelándole la posición de Syleria a los neonianos... ¡podrían estar viniendo más, aquí o a Syleria!

    El general Gadem Betrom frunció el ceño y miró con rabia al neoniano Aagron Yannick, quién no mostraba ninguna expresión en su rostro más que la indiferencia. Acto seguido, el syleriano alzó la cabeza y miró a su compañera.

    — Encerrad a estas cosas hasta nueva orden — Dijo a sus soldados, cesando en sus intenciones de acabar con Aagron — Vayamos a mi nave, Indrah, allí organizaremos la comunicación directa con el Elegido.

    [...]

    ¿Informe?

    — Situación bajo control, Elegido Admir.

    Me alegra oírlo, general Betrom.

    — Indrah está aquí, quiere contarte algo.

    Adelante.

    — Mirko, hace unos días se llevaron a varios de los nuestros hacia algún lugar que desconocemos — Comenzó explicando la líder de Thaaron, preocupada — Entre ellos, estaba tu enviado, Om Paokt.

    Su radio no respondía, pero tenía un atisbo de esperanza de que estuviese en Thaaron, defendiendo... — Mirko se tomó un respiro en forma de silencio momentáneo — ¿Sabemos algo de esos seres... los neonianos? ¿Dónde podrían haberse llevado a nuestra gente?

    — Es difícil saberlo, Elegido, pero tenemos ocho neonianos — Dijo Gadem, consciente de que podrían servir para obtener información del enemigo — Ocho oportunidades para averiguar lo que queremos.

    Perfecto, sacadles toda la información posible, especialmente la ubicación de su mundo de origen — Admir se mostró decidido — Prepararé la Bataller de cualquier manera, tengo un plan para acabar con esto antes de que realmente empiece. Cierro conexión.

    Mirko salió de la comunicación entre Syleria y Thaaron con el general Gadem Betrom e Indrah Pallow. Recaía en estos la tarea de sonsacar la máxima información posible de los ocho neonianos que tenían cautivos, los únicos supervivientes. La syleriana trataría con cuatro de estos seres mientras el syleriano lo hacía con los otros cuatro. Uno a uno, los neonianos fueron siendo ejecutados por la frialdad de Indrah y Gadem, quiénes habían dejado de lado la famosa ética pacífica que regía entre su gente. La líder de la colonia lunar no pudo obtener nada relevante de sus cuatro neonianos, por lo que solo le quedaba esperar que el general hubiese conseguido algo. Betrom se hallaba con el último, el cuál era precisamente Aagron Yannick. Mientras el syleriano preguntaba de pie, frente a él estaba el neoniano, atado con cadenas a una silla anclada en el suelo.

    — ¿Vais por la galaxia tratando de someter a otras especies inteligentes? ¿Ese es vuestro propósito de existencia?

    — Sois los primeros con los que hacemos contacto — El neoniano era sincero — Queremos conquistar la galaxia y apenas comenzamos.

    — ¿Por qué?

    — Porque así somos, syleriano — Murmuró Aagron, serio — En nuestro genoma está, somos guerreros y nuestro propósito de existencia es gobernar la galaxia.

    — ¿Me estás diciendo que los neonianos sois conquistadores por pura genética? — Gadem no se creía en absoluto esa afirmación — Nunca había oído una excusa tan barata para una causa de tanto coste.

    — Piensa lo que quieras, syleriano, pero es cómo te digo. Nacimos para luchar. Cuando apenas habíamos alcanzado la inteligencia suficiente cómo para aventurarnos a las estrellas, el mundo en el que vivimos nos atacaba constantemente y de cualquier forma que puedas imaginar. Neonia era un peligro para nosotros porque, pese a nacer en él, nuestra genética no era la idónea. Tuvimos que adaptarnos para sobrevivir. Nuestro origen es un misterio desde el principio de nuestra existencia y nos ha hecho preguntarnos muchísimas cosas... ¿por qué iba la vida a abrirse camino en un mundo inicialmente hostil? ¿Acaso estábamos destinados a nacer en otro mundo? ¿Somos originales, producto de coincidencias, o la creación de seres mucho más avanzados? Los neonianos creemos esto último, nuestros antepasados nos hablaban de visiones borrosas y de información que decían no provenía de su subconsciente sino del exterior... El hecho de creer que alguien o algo nos creó, dejándonos a merced de la muerte en un planeta que hemos tenido que hacer nuestro en cuanto habitabilidad... por eso conquistamos. Por evitar que otros sufran lo que nosotros y también para encontrar a esos supuestos creadores que cometieron el error de darnos la vida en un mundo donde siempre fuimos presa para cazadores. Ahora es al revés.

    Gadem permaneció en silencio durante unos instantes tras oír parte de la ideología neoniana de ser conquistadores. Su reflexión respecto a cómo se formaron era realmente interesante y se planteaban las mismas preguntas que los propios sylerianos, los cuáles optaban por creer más en el azar de la vida en el universo. Consideraba que los neonianos habían sufrido tanto y habían respondido erróneamente a sus preguntas que todo aquello los convirtió en lo que actualmente eran. El general syleriano aparcó el tema, el cuál era interesante, pero no quería continuar por ese lado. La información necesaria era otra.

    — Has mencionado Neonia en tu explicación, parece el nombre de tu mundo de origen — Gadem recordó ese detalle — Quiero la ubicación exacta.

    — Salvo que tengas un mapa estelar, solo podría darte coordenadas — Respondió Yannick, sorprendiendo al syleriano — Pero no te las daré, porque haga lo que haga voy a terminar muerto.

    — No tienes porqué — Musitó Betrom — Queremos la ubicación de Neonia para hablar con tus líderes y cesar en esta absurda guerra, nada más.

    El general syleriano había mentido al neoniano respecto a las intenciones de los primeros, pues realmente, el plan que pretendía poner en marcha el Elegido Admir era enviar la Bataller con la fuente de energía en la que estaban trabajando sus científicos, ahora convertida en una auténtica bomba de energía. Aagron se quedó dubitativo durante un momento pero cayó en la trampa del general, pues el neoniano suponía que los sylerianos jamás romperían su código de paz y pese a la batalla librada en Thaaron no pretendían iniciar un conflicto definitivo entre especies.

    Poco tiempo después de la conversación entre Gadem y Aagron, el primero se puso de nuevo en contacto con el Elegido, acompañado de Indrah. El líder syleriano fue reportado de toda la información que Betrom le había logrado sacar a Yannick, siendo el único de los ocho neonianos en revelar algo sustancial e importante. Rápidamente, Mirko ordenó que se preparara todo en la Bataller, la cuál zarparía de Syleria en pocos días, una vez estuviese todo bien preparado. En esa nave viajaría la fuente de energía que pasó de ser para uso común a ser una poderosa arma. La intención del Elegido era nada más y nada menos que borrar el sistema neoniano del mapa galáctico.

    Mirko, propongo que el núcleo principal del Supremo te acompañe a la expedición de la Bataller en su viaje a Neonia.

    — Ni hablar, le necesito en Syleria para mantener la estabilidad en mi ausencia.

    Puede ser de gran ayuda, lo sabes. Al menos deja que vaya incorporado a ti.

    — No vamos a entrar en combate, no necesito una IA que me guíe en la lucha porque no la habrá. Lo más probable es que lo único que ocurra sea la destrucción del sistema neoniano.

    Mirko, harás un viaje con una fuente de calor contenida. Es una bomba de energía, proyecto el cuál ha avanzado bien gracias a los cálculos de la inteligencia artificial que llamamos Supremo. Su fabricación nos ha dado una mayor comprensión de todo lo que nos rodea. Quiero que vaya contigo, me sentiría más tranquila. Hazlo por mi y por Hylda, solo tiene dos años y verá como su padre marcha por primera vez.

    [...]

    Tres días después

    — ¿Lo ves, Hylda? — Mirko le estaba enseñando el color azulado de un trozo de nieve que contenía en sus manos — Esto se deshará mañana, cuando el Sol salga.

    — ¿Por qué, papá? — La niña syleriana se mostraba totalmente inocente.

    — Bueno, querida, se trata de la temperatura, el frío y el calor — Explicó su padre — Verás, todo en esta vida tiene contrastes. El frío y el calor, el agua y el fuego, el hielo y la lava... pero eso no significa que algo sea mejor o peor que lo otro.

    — ¿Y cuál es el contraste del amor que os tenéis tú y mamá?

    Mirko Admir no pudo evitar sonreír tras escuchar la pregunta de su hija. El padre se aproximó a ella hasta arrodillarse, con el fin de colocarse a la misma altura que la niña syleriana.

    — Lo contrario al amor es el odio, Hylda — Murmuró el que era líder syleriano en aquel tiempo de guerra contra los neonianos — En este caso, si hay una cosa peor que la otra. El odio es peligroso y muy malo.

    — Los neonianos... ¿nos tienen odio? — Pese a que los adultos trataban de encubrir lo que ocurría, los niños se enteraban de ciertas cosas que era inevitable que pasaran inadvertidas. Las noticias entre Thaaron y Syleria volaban.

    Mirko permaneció cabizbajo mientras pensaba qué responderle a su hija para preocuparla lo menos posible. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, un soldado syleriano se aproximó a la zona dónde se hallaba su líder para prevenirle.

    — Elegido Admir, señor... y pequeña Hylda — El soldado también saludó a la niña — Señor, tenemos que hablar, es urgente.

    — Está bien — Mirko asintió al soldado mientras se dirigía a su hija — Espera un momento y te acompañaré a casa con tu madre, ¿vale?

    — Vale, papá.

    El líder syleriano se acercó a su soldado para que éste le dijera en voz baja lo que estaba ocurriendo mientras Hylda permanecía atenta a los movimientos de ambos. Sin que ambos militares lo supieran, la niña syleriana pudo oír la breve conversación que estaban teniendo.

    — ¿Qué está pasando, Paokt? Indrah me había dicho que habías sido capturado — Le preguntó Mirko a su soldado con preocupación en el rostro — ¿No se supone que estabas en Neonia?

    — Y así era, señor, pero... — Paokt, quién era uno de los hombres de confianza del Elegido Admir, preparó una mentira elaborada — Pudimos escapar en una nave, nos hallábamos en una de sus bases militares...

    — ¿Y cómo habéis...? ¡Mierda, da igual! ¡Os habrán seguido! — Mirko estaba notablemente tenso — ¡Avisa a todo el ejército, da la orden de resguardar a los civiles y que preparen las defensas! ¡Debemos acabar con ellos antes de que ellos acaben con nosotros! ¡Vendrás conmigo en la Bataller!

    — A sus órdenes, Elegido Admir.

    Mientras Paokt se marchaba corriendo para dar la orden de su líder, éste se acercó a su hija y la tomó rápidamente en brazos, comenzando a correr en dirección a su hogar para ponerla en brazos de su madre, teniendo que ir después a una misión tan importante como peligrosa.


    [...]

    Sovaam, capital de Syleria y hogar del Elegido Admir, vio como la noche llegaba conforme una de sus mejores naves, llamada Bataller, salía de debajo de la superficie terrestre. Una nave de gran dimensión, la cuál tenía hasta cuatro plantas en su interior y una zona específica donde estaba la fuente de energía que sería usada cómo bomba. Apenas mil soldados sylerianos irían en ella, siendo un número considerablemente reducido en comparación a la flota de cinco naves que liberó Thaaron de los primeros conquistadores neonianos. Aquello tenía una explicación: el plan de Mirko eran destruir el sistema neoniano con el fin de eliminar por todas el problema que a sus ojos, iba a durar mucho tiempo. Jamás ningún Elegido había tenido que tomar una decisión de la magnitud de destruir un cúmulo, no obstante, los neonianos habían demostrado ser decididos en su idea de doblegar la sociedad syleriana, de ahí que Mirko estuviese decidido a terminar con ellos.

    Ambas especies se habían infravalorado y ahora mismo tenían decidido mostrar sus verdaderas armas. La Bataller estaba a punto de marchar rumbo a Neonia en un viaje de cuatro días intensos para Mirko y todos los soldados y trabajadores que estarían en la nave. Paokt, recién llegado a Syleria, también iba a subirse a la Bataller al ser un hombre de confianza para el Elegido Admir. Om era consciente de que mentir a su propio líder podía verse cómo traición, al igual que pactar con el Consejo Neoniano la rendición de su propio pueblo, sin embargo, tenía decidido a ser el héroe en la sombra de los suyos. Y especialmente, tenía decidido salvaguardar el futuro de su familia, su pareja e hijo en camino.

    — Vuelve sano y salvo, Om, por mí y nuestro futuro hijo.

    La pareja del soldado tenía tomado a éste del rostro al igual que él con ella, ambos haciendo contacto frente con frente y los ojos cerrados.

    — Volveré, sea cómo sea, te lo prometo.

    — Que las estrellas de éste lugar te guíen de regreso a tu hogar.

    Paokt soltó a la madre de su futuro e inminente hijo y se dirigió a la entrada de la Bataller, junto a muchos otros soldados y trabajadores que también se despedían de sus familias. La syleriana observó cómo su pareja marchaba a una misión muy peligrosa y a punto de ser padre. Antes de introducirse definitivamente en la nave, Om se volteó para mirarla, decidido a no olvidar su rostro nunca. Con un Rhajaal en la mano que se le fue entregado en Neonia —que él afirmaba habérselo encontrado en combate para evitar sospechas— y la armadura de soldado del Elegido, el syleriano entró a la Bataller, consciente de que si quería mantener su pacto con los neonianos de evitar muertes, debería informarles a estos sobre la llegada de la nave al sistema Neon.

    El soldado syleriano fue designado a uno de tantos camarotes que había para los soldados del Elegido Admir, un grupo selecto de sylerianos que trabajaba personalmente con su líder. Mientras la mayoría de soldados y trabajadores dormirían en salas específicas, juntos, el resto compartían el privilegio de tener una habitación privada. En la sociedad syleriana eran muy conscientes de los distintos rangos que había, pero nadie sentía envidia u egoísmo por ver a otros tener más privilegios, considerándose totalmente lícito según su función en el organigrama del gobierno syleriano. Fue así cómo Om Paokt obtuvo un camarote personal, siendo llevado hasta el para que descansara durante el despegue de la Bataller. Con todo el jaleo de fuera, difícilmente podrían escucharle hablar mediante un aparato de comunicación cuántica que los neonianos le habían dado antes de su marcha de Neonia, tras el pacto con el Consejo.

    — Aquí el syleriano Om Paokt desde Syleria, ¿alguien me recibe?

    El soldado esperó al menos diez segundos, sin respuesta alguna.

    — Soy Om Paokt, tengo un pacto con el Consejo Neoniano. ¿Alguien me oye?

    Tras unos pocos segundos, una voz se hizo a modo de respuesta.

    Te recibo, Om Paokt. Tenemos tu ubicación. ¿Algo de lo que informar?

    — Sí... se dirige una nave a vuestro mundo, armada con... — Paokt optó, en el último instante, reservarse la información de que la Bataller portaba una bomba de energía, para evitar así que los neonianos pudiesen usarla a su favor — ...armada con casi mil soldados.

    ¿Mil para millones que somos aquí? ¿En qué piensa tu gente?

    — No lo sé, es todo lo que puedo decir.

    Bien, Paokt, notificaré sobre esto al Consejo.

    — Yo voy a bordo de la nave, necesito saber que no mataréis a nadie. Os daré los detalles de cómo abordarnos e infiltraros aquí, podéis tomar el control de la nave y...

    Si entran en el sistema Neon, no habrá prisioneros... ¿entiendes a lo que me refiero?

    — Ese no era el trato...

    ¡El pacto era no atacar Syleria! ¡Si los sylerianos vienen en una nave a atacar Neonia, serán aniquilados! — Exclamó el neoniano al otro lado de la comunicación — Asaltaremos la nave una vez entréis en el sistema Neon, si sobrevives, tendrás un vehículo esperándote en el tercer planeta para regresar a tu mundo. Por cierto, Om, si esto es una trampa... Syleria arderá por siglos.
     
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    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Piscis
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    Saludos, amigo. Paso a comentar el tercer capítulo de los 5 que tendrá este pequeño apartado de la historia.

    Tengo que decir que, pese a que se suponía que veríamos el conflicto de neonianos contra sylerianos, la guerra, por así decirlo, no hemos visto conflictos armados por mucho tiempo. De hecho, solo en la primera parte del capítulo hemos visto acción entre ambas especies. Para nada creo que esto sea algo malo, pero me habría gustado ver algo más de acción antes de que se tomaran las decisiones que se tomaron aquí.

    Quiero decir, al final del capítulo, Mirko opta por deshacerse de Neonia y todo su cúmulo (sin ponerse a pensar en posibles seres inocentes) cuando la guerra no ha sido de lo más grave en Thaaron. Incluso, en el primer combate armado entre flotas con igualdad de condiciones (no totales, pero al fin y al cabo era una flota contra otra) fueron los sylerianos quienes tuvieron la victoria. Creí que su decisión de destruir el cúmulo de Neon se daría a causa de las constantes derrotas de su especie contra los suyos, y de ver que con los neonianos no se puede negociar. Pero tan solo tras una primer batalla, la cual terminó con victoria para ellos, se ha decidido a reducir a cenizas el cúmulo completo.

    Creo que es algo bastante exagerado de él hacer eso. Si la guerra se hubiera prolongado más, o incluso si los neonianos hubieran mostrado una actitud mucho más hostil, lo habría comprendido, pero no ha sucedido. No me agrada tampoco el padre de Hylda en esta historia. Es muy precipitado, al igual que el padre de Om es egoísta. Se ve que sus hijos han nacido diferentes a sus padres, y es un alivio para mí porque me agradan XDDD.

    Tengo que decir que no esperaba que Indrah y el hermano de Betrom colaboraran de la forma en que hicieron. Con lo que vi en el segundo capítulo, creía que cada uno iría a sus propios intereses, sobre todo la syleriana que tenía el control de la colonia. Pero llegado el momento, me sorprendieron para bien al colaborar juntos por el bien de su planeta y el de su colonia. Me están empezando a agradar un poco más tras este capítulo, e incluso me hace ver que la sociedad syleriana, incluso estando dividida por conflictos políticos, se puede unir para colaborar. A diferencia de los neonianos, donde el piloto Zerah optó por abandonar a los suyos a su suerte. Por fortuna, terminó siendo pulverizado. Como dice el dicho "buena despedida para mala basura".

    Uno de ellos ha sido capturado y fue persuadido con mentiras, justo como le pasó a Om, para que revelara la ubicación de su mundo. Parece que tanto los neonianos como los sylerianos están jugando a la guerra secreta con los enemigos, lo que hace que me intrigue mucho más lo que está por venir. ¿Quién traiciona primero? ¿Quién mantendrá su palabra por más tiempo? Tengo mucha curiosidad por ver el desenlace.

    Mi teoría de que los Rhajik fueron entregados a los neonianos cobra fuerza con algo que dijo Yannick. Aparentemente, los neonianos, pese a nacer en su mundo, no eran aptos para vivir allí, y creen que eso más su genética de haber sido creados para la guerra los deja con un origen desconocido pero provocado por alguien. ¿Será que los Anixis los fabricaron y los pusieron a esas condiciones para ver si se adaptaban bien? Lo que me intriga mucho es por qué los Anixis desaparecieron, pero tengo otra teoría.

    Mi idea es que los Anixis originales, pese a su tecnología avanzada, no estaban listos para la guerra. Y por eso fue que crearon a los neonianos, colocándolos en Neonia, y además de eso, les entregaron a los Rhajik para que aprendieran a utilizarlos. Digo, los neonianos parecen ser una raza guerrera, y eso no les da puntos para convertirse en candidatos a crear a los Rhajik. Supongo que los Anixis entraron en guerra con una especie muy poderosa, y decidieron crear a los neonianos para preservar la galaxia, moldeando así una raza perfecta. Aunque, eso no tiene que significar que los Anixis, por más ausentes que estén, hayan desaparecido. Quizá los neonianos sean anixis hechos artificialmente, después de todo, se llaman Neonianos por venir de Neonia, su nombre de especie podría ser otro. Sin dudas, este capítulo y los demás me plantearon muchos interrogantes.

    Después de ver que Mirko eligió no llevarse al Supremo, tengo la certeza de que este fue reprogramado, no solo para pensar que los neonianos son hostiles, sino para que creyera que los sylerianos han sido extinguidos por los neonianos. Digo, el Supremo siempre dijo que quería vengar a los sylerianos, pero resulta que ellos estaban con vida. El que él fuera reprogramado podría cerrar ese hueco que a mí no me gustó mucho cuando lo vi en la parte IV, tal y como recordarás.

    Bueno, aquí acaba mi comentario, amigo. Será hasta la siguiente, y tengo unas ganas inmensas de ver si mis teorías se cumplen o si están lejos de la realidad. Un saludo. Cuídate mucho.
     
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  7. Threadmarks: Derrame de sangre fría
     
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Bienvenidos al penúltimo capítulo de esta historia secundaria de Los Viajeros, la cuál tiene como objetivo arrojar luz sobre el pasado de las especies neoniana y syleriana. Antes que nada, agradecer a Reydelaperdicion por estar al día con el universo ficticio que he creado. Sin más que añadir, disfrutad del capítulo.



    Derrame de sangre fría







    Aquí el syleriano Om Paokt desde Syleria, ¿alguien me recibe?

    Un joven neoniano de pocos años de edad correteaba por el jardín trasero del palacio en el que vivía el Consejo Neoniano, persiguiendo un insecto similar a la mariposa de la Tierra, el cuál aleteaba velozmente para evitar ser alcanzado por el niño. A cincuenta metros del joven se hallaba una mesa de mármol, en la que había un aparato holográfico marcando una señal en un mapa estelar y un aparato de radio. El comandante Reed Klamp, quién se aproximaba al lugar mencionado, se quedó por un instante observando al pequeño neoniano, quién parecía disfrutar persiguiendo al insecto hasta que finalmente tropezó con una pequeña roca y cayó al suelo, perdiendo al espécimen de vista. El niño neoniano no pudo evitarlo y comenzó a llorar ante la mirada del neoniano adulto.

    — ¡Turak, los guerreros no lloran por caer! — Exclamó Reed al pequeño desde la distancia — ¡Se levantan más fuertes!

    — Lo siento, papá... — El pequeño Turak se limpiaba las lágrimas mientras se incorporaba.

    De nuevo, la radio emitió un nuevo mensaje, que aunque era el primero que Reed oía, no había sido el primero en ser enviado.

    Soy Om Paokt, tengo un pacto con el Consejo Neoniano. ¿Alguien me oye?

    El comandante Klamp se sentó frente al aparato e inició la comunicación con el syleriano.

    — Te recibo, Om Paokt. Tenemos tu ubicación. ¿Algo de lo que informar?

    Sí... se dirige una nave a vuestro mundo, armada con... armada con casi mil soldados.

    — ¿Mil para millones que somos aquí? ¿En qué piensa tu gente?

    No lo sé, es todo lo que puedo decir.

    — Bien, Paokt, notificaré sobre esto al Consejo.

    Yo voy a bordo de la nave, necesito saber que no mataréis a nadie. Os daré los detalles de cómo abordarnos e infiltraros aquí, podéis tomar el control de la nave y...

    — Si entran en el sistema Neon, no habrá prisioneros... ¿entiendes a lo que me refiero?

    Ese no era el trato...

    — ¡El pacto era no atacar Syleria! ¡Si los sylerianos vienen en una nave a atacar Neonia, serán aniquilados! — Reed Klamp observó el holograma que tenía justo en frente, el cuál marcaba la posición de Syleria, gracias al chip de seguimiento que implantaron en la nave que le cedieron a Om Paokt — Asaltaremos la nave una vez entréis en el sistema Neon, si sobrevives, tendrás un vehículo esperándote en el tercer planeta para regresar a tu mundo. Por cierto, Om, si esto es una trampa... Syleria arderá por siglos.

    El neoniano cerró la comunicación directa con el soldado syleriano tras sus palabras, con la mirada seria en el holograma que se mostraba ante él. Reed no volvió en sí hasta que su hijo Turak se sentó al lado de forma abrupta, tras haberse aburrido de perseguir insectos voladores.

    — ¿Quién era, papá? — Preguntó el joven de forma inocente.

    — Nadie para ti — Respondió el comandante, cortante con su propio hijo — Quédate aquí, debo hablar con el Consejo.

    Klamp se incorporó y se dirigió al palacio, que estaba bastante cerca. Los guardias no le dijeron nada al verle aproximarse a la entrada, pues tenía el permiso absoluto para irrumpir en el palacio cuando quisiera. El comandante neoniano entró y solo tuvo que seguir recto hasta presentarse en la gran sala, rodeada de pilares que sujetaban el techo; lugar de la muerte de los sylerianos Wyllow Betrom y Kayla Devom, del líder neoniano Mallok Xaans y si todo salía bien, próximamente hogar de Reed y la familia Klamp. Habían pasado solo un par de días desde que Om Paokt había hecho acto de presencia allí mismo, haciendo un pacto con los líderes del Consejo y llevándose consigo al resto de sylerianos que fueron capturados de Thaaron.

    — Comandante Klamp, ¿a qué debemos su presencia? — Preguntó uno de los cuatro miembros del Consejo.

    — He recibido una alerta de parte del syleriano Om Paokt — Contestó Reed, serio — Se aproxima una nave hacia aquí con mil soldados sylerianos.

    — ¿Perdone? — Otro de los neonianos del Consejo se incorporó, sorprendido y con tono sarcástico — ¿Vienen mil seres inferiores a tratar de aniquilar millones de neonianos?

    — No veo la lógica por ninguna parte, debe haber algo más — Supuso un tercer miembro del Consejo — Dinos, Reed, ¿ese syleriano no te ha contado nada más que eso?

    — Únicamente eso, y que él está a bordo de esa nave — Murmuró el comandante neoniano — Le he dicho que prepararemos una nave en Haalash.

    — ¿Por qué haríamos eso? — Intervino el cuarto y último miembro del Consejo — Él cree haber hecho un pacto con nosotros, pero es evidente que no vamos a cumplirlo.

    — Lo sé, pero en mí opinión, Om Paokt aún puede sernos de utilidad — Dijo Reed, el cuál lo creía realmente — Me dijo que nos podría dar la clave de cómo infiltrarnos en esa nave que se aproxima, sería una forma de saber si nos esconde algo y de paso, eliminarlos a todos. Démosle su nave al syleriano, él regresará a Syleria con una excusa y creyendo que apareceremos en son de paz, pero para cuando se dé cuenta de que no es así... ya será tarde. Syleria será nuestra.

    Los cuatro miembros del Consejo Neoniano se miraron entre sí, satisfechos con lo que acababan de oír por parte de Reed. Les parecía una gran idea y estaban emocionados de ver que tenían el absoluto control de la situación.

    — Tienes nuestro apoyo, comandante Klamp — Indicó uno de los líderes — Habla con ese syleriano y que te indique cómo abordar su nave.

    — Así lo haré — Musitó Reed — Estaré encantado de formar parte de la misión.

    — Tú no participarás en ella — La contestación de uno de los miembros del Consejo fue muy tajante para Reed, quién no se esperaba esa respuesta — Serán unos pocos soldados nuestros... y los nuevos Rhajik que hemos creado, listos para el combate.

    — ¿Va a enviar a esas máquinas de trabajo a matar sylerianos? — El comandante neoniano estaba muy sorprendido con eso.

    — Ahora tienen la función de disparar láser por su visor, comandante Klamp — Informó uno de los líderes neonianos — Además, debemos ponerlos a prueba. Muy pronto podrían ser ellos nuestro ejército... Imagínese, no ver morir a ningún compañero en combate... porque en su lugar serían máquinas de destrucción las que se destruirían.

    — La decisión está tomada, Reed, no hay más que hablar — Indicó otro de los líderes — Contacta con Paokt y que te dé esas "claves" para introducirnos en su nave. Los detectaremos nada más entren al sistema Neon.

    [...]

    Era el quinto día a bordo en la nave Bataller para el soldado Om Paokt y para el Elegido Mirko Admir, entre los casi mil sylerianos que les acompañaban al sistema Neon. Líder y protector se dirigían a la sala donde contenían la fuente de energía, ahora convertida en una bomba para la destrucción. Ambos sylerianos tenían pensamientos muy dispares pues mientras Mirko creía fervientemente en la victoria de su gente contra los neonianos, Om acababa de contactar con Reed para informarle sobre las escotillas de emergencia externas de la nave, por las cuáles entrarían los neonianos a invadirla, sintiéndose culpable de las muertes que habría.

    Abriendo compuerta.

    El Elegido Admir y el soldado Paokt entraron a la sala donde se hallaba la bomba de energía, siendo asegurada por los varios científicos que estaban en el área. Quién entrase allí debía llevar unas gafas especiales puestas, debido a la cantidad de luz azulada que la fuente de energía emanaba de sí misma. Una serie de destellos intermitentes y preciosos, contenidos en una especie de cápsula redonda y transparente que mantenía la destrucción en su interior.

    — Hay que ver cómo algo tan precioso resulta tener tanto poder de destrucción... — Murmuró Mirko, mientras Om simplemente observaba asombrado lo que tenía ante sus ojos.

    Paokt estaba anonadado con la fuente de energía, pero no fue hasta que volvió en sí, que no se percató de que el Elegido tenía una especie de chip pegado a un lado de la cabeza. Aquello le dio mucha intriga, pero decidió no preguntar nada. Sin saberlo, la realidad era que el líder syleriano portaba a la inteligencia artificial de nombre Supremo, conectada a los sistemas nerviosos y funcionales de su cerebro, por el cuál se comunicaba con él. No era la primera vez que Mirko se conectaba al Supremo de esa manera, pero a muchos les inquietaba la idea.

    — ¡Elegido Admir, protector Paokt...! — Un científico syleriano se aproximó a estos — La fuente de energía se mantiene estable, salvo breves momentos de picos de temperatura.

    — ¿Está lista para ser lanzada al sol del sistema neoniano? — Preguntó Mirko, decidido.

    — Así es, señor, en cuanto dé la orden.

    — Perfecto, lo quiero todo bien asegurado.

    — Así será, Elegido Admir.

    El líder syleriano volvió a echar un breve vistazo a la bomba de energía desde la distancia segura a la que se encontraba y junto a uno de sus protectores, Om Paokt, salió de la sala. El dúo comenzó a avanzar por un estrecho pasillo custodiado por hasta diez soldados sylerianos, con la intención de dirigirse una vez más al puente de mando de la nave.

    — ¿Crees que funcionará, Mirko? — Le preguntó Om a su líder.

    — Estoy seguro — El Elegido se volteó para observar a su protector — Noto en tus palabras cierta preocupación, Paokt.

    — Eso es porque la tengo, señor — Murmuró el soldado — Está claro que debemos defendernos de su invasión a Thaaron, pero no sé si llegar hasta el punto de destruir su cúmulo sea lo correcto...

    — ¿Han demostrado ser seres con los que dialogar? — El Elegido paró en seco su camino, mirando fijamente a Om — La paz no se negocia, Paokt, sé cree en ella o no se cree. Y los neonianos no creen en ella, sino en lo contrario.

    El Elegido Admir prosiguió con su andadura varios metros más por el largo pasillo, ante la atenta mirada del soldado Paokt, el cuál consideraba que Mirko no estaba pensando en las familias sylerianas sino en terminar con el problema por la vía rápida. Apenas pasaron unos segundos cuando repentinamente, las alarmas de la Bataller comenzaron a sonar. Mirko se volteó para observar a Om, pero antes de que pudiesen aproximarse entre ellos, un disparo láser cruzó la pared de un lado al otro propiciando así un agujero del que salió una máquina de metro y medio. Om se incorporó lentamente mientras veía a dicha máquina frente a él, iluminando cada vez más un punto rojo en el centro de su oscuro visor.

    — ¡Huye, Paokt, maldita sea! — Exclamó el Elegido, quién se fue corriendo por su lado.

    Om comenzó a correr mientras un disparo láser de dicha máquina le rozaba por el costado, a escasos centímetros de haberle provocado la muerte instantánea. El syleriano supuso entonces que se hallaban ya en la frontera del sistema Neon, pero desconocía a los Rhajik en absoluto, quedándose en shock al ver al robot ante él. Supuso que se trataba de los neonianos y efectivamente así era, pues al doblar la esquina del pasillo con la intención de regresar a la sala donde estaba la bomba de energía, dos soldados neonianos fusilaban con sus Rhajaal a varios científicos que salían corriendo del lugar.

    Paokt no lo dudó y disparó su Vannant contra ellos, lanzándolos varios metros atrás y dejándolos aturdidos. El syleriano aprovechó esto y tomó uno de los Rhajaal de los soldados neonianos, sujetándolo con seriedad y asesinándolos a ambos con un arma de su propia especie. Tras esto, el syleriano cerró la compuerta de entrada a la sala donde estaba la bomba y tecleó un código de bloqueo para evitar que los neonianos entraran. Sin embargo, se vio rápidamente sorprendido por cuatro neonianos más, que dispararon a Paokt nada más verle y le hicieron huir. Esos cuatro neonianos se aproximaron a la sala, observando ese breve pero hermoso destello azul que emanaba de la energía concentrada en una esfera.

    — ¿Qué se supone que es...? — Preguntó uno de los neonianos, atónito.

    — Parece energía concentrada — Musitó otro, al parecer consciente de lo que veía.

    — ¿Energía conc...? ¡¿Una bomba?! — Intervino un tercero, bastante asustado.

    — ¡Da igual! ¡Sea lo que sea, notifica esto a Neonia! ¡Vamos!

    El asalto neoniano a la Bataller tomó por sorpresa a los sylerianos, quiénes eran diezmados por los escuadrones enemigos que iban acompañados de los Rhajik, una fuerza bruta que les hacía superiores a sus creadores en combate. Paokt trataba de pasar desapercibido hasta llegar a las cápsulas de salvamento, con la intención de eyectarse hacia el tercer planeta del sistema, donde supuestamente una nave le esperaba. No consiguió llegar sin tener que matar neonianos, pero una vez lo logró, se percató de que había hasta siete soldados sylerianos intentando entrar en ella, decididos a evacuar.

    — ¡Haz presión sobre la herida con éste parche, venga! — Le decía un syleriano a otro, que tenía un disparo de Rhajaal en el muslo de su pierna derecha.

    — ¡Entrad en la cápsula ya! ¡Vamos! — Gritó Om a su llegada.

    — ¡Paokt! — Exclamó otro, quién se levantó de su asiento — ¡Cierra la compuerta y lánzanos a otro lugar! ¡Rápido!

    Om no se lo pensó dos veces, asintió y colocó las coordenadas del tercer planeta del sistema Neon, el cuál llamaban Haalash. Ninguno de los soldados presentes prestó atención a eso, pues estaban en shock tras lo que estaba ocurriendo mientras se metían en el interior de la cápsula de salvamento. Los disparos, los gritos, las órdenes... todo se escuchaba tras la compuerta de la cápsula. Paokt apretó el botón para eyectar la cápsula y se sentó rápidamente, abrochándose el cinturón en su asiento. Así pues, la única cápsula en salir de la Bataller fue esa, la cuál fue lanzada al planeta helado del sistema neoniano.

    Los ocho soldados sylerianos en su interior cerraban los ojos a la espera de que aquel infierno que estaban viviendo terminase pronto y bien para ellos, no obstante, la suerte no parecía sonreírles cuando los propulsores de frenado de la cápsula no respondían y ésta se aproximaba a la superficie de Haalash a gran velocidad. Todos comenzaron a gritar, aterrados y conscientes de que sería difícil salir con vida del choque brutal contra la superficie del planeta. Todos temían su muerte, menos Om Paokt.

    [...]

    Un grupo de tres soldados sylerianos vagaban por la montaña durante una fuerte ventisca. Entre aquello y la nevada que se proyectaba sobre la superficie de aquel planeta, la visibilidad y la movilidad se dificultaban considerablemente. Uno de ellos cojeaba fruto de un disparo limpio en el muslo derecho y tenía que ser ayudado por otro de sus compañeros para no caer sin fuerzas al suelo. Llevaban andando horas, incomunicados y sin apenas suministros para sobrevivir a la tormenta y a la guerra en la que se encontraban, además las condiciones planetarias no invitaban ni de lejos a la habitabilidad.

    Tras ellos se podía vislumbrar una humareda negra y espesa debido a la colisión de una cápsula de salvamento contra la superficie, pues no se activaron los propulsores de dicha cápsula para el frenado de emergencia que habría hecho el aterrizaje mucho más suave. En el cielo, pese a no ser de noche, se observaban varias auroras boreales de color verde y azul, sin embargo, el trío de sylerianos se fijó en una luz apenas visible y potente en la lejanía, que se perdía de vista conforme se alejaba en el espacio.

    — Espero que la Bataller cumpla su cometido — Murmuró de pronto el syleriano malherido, mientras observaba a aquella luz desaparecer.

    — Si lo logran, veremos un destello en el cielo y una onda de energía destruirá todo el cúmulo Neon — Dijo el syleriano que iba al frente — Eso significará nuestra muerte también, al igual que la de los neonianos.

    — Ya lo sabíamos cuando nos embarcamos en la misión, Paokt — Indicó el compañero que ayudaba al malherido a andar — Si no morimos por la bomba de energía, moriremos aquí por el frío insoportable y yo por la herida.

    — No entiendo cómo nos han detectado al entrar con la Bataller en su cúmulo, no vi ningún satélite que pudiese haberles alertado y sin embargo, estaban listos para destruirnos, cómo si supiesen que veníamos — Dijo el syleriano que ayudaba a su compañero herido — Asaltaron la Bataller, incluso conociendo las compuertas presurizadas que daban acceso al interior... menos mal que pudimos tomar una cápsula de salvamento a tiempo, fue una gran idea, Paokt. Con un poco de suerte, no sabrán que llevamos esa bomba de energía en la nave y se detonará con la colisión en algún planeta próximo o con la destrucción que provoquen las armas neonianas.

    — ¿Insinúas que teníamos un traidor entre nosotros? — Le preguntó el syleriano herido al compañero que lo cargaba — Porque si es así, espero que se pudra en el interior de la Bataller cuando ésta explote.

    — No lo insinúo, lo creo — Musitó el compañero — Y sinceramente, creo que estaba entre los ocho que estábamos en la cápsula. Ojalá esté entre los cinco que han muerto, porque sino, está aquí.

    — ¿Qué te hace pensar eso? — Paokt se volteó por primera vez en toda la conversación, con un Rhajaal en sus manos.

    — No lo sé, dímelo tú, amigo — Aquel syleriano soltó al compañero malherido, que cayó al suelo mientras se retorcía de dolor, y se encaró a Paokt, mirándolo despreciativamente de arriba a abajo — Has tenido la idea de sacarnos en la cápsula de salvamento durante el asalto de los neonianos a la Bataller, decides que caiga en el tercer planeta de su sistema específicamente, apenas muestras rabia porque el plan pueda estar fracasando... mierda, hasta llevas un fusil fabricado por ellos.

    — ¿Y por todo eso que has dicho, ya consideras que soy un traidor y que he vendido a nuestra especie a esos seres desquiciados y adoradores de la guerra? — Paokt plantó cara — Te equivocas, jamás haría algo así.

    Rápidamente, Paokt apretó el gatillo de su Rhajaal contra el abdomen de su compañero, perforándolo repetidas veces con los disparos láser hasta que éste cayó al suelo gravemente herido. El otro syleriano, tras ver lo sucedido, comenzó a arrastrarse para alejarse mientras se agarraba el parche en la herida del muslo, para evitar desangrarse.

    Paokt se aproximó al que era uno de sus compañeros y le asestó un disparo mortífero en la cabeza, acabando con su sufrimiento y sus suplicas de piedad. Acto seguido, se volteó hacia el otro syleriano que acababa de disparar varias veces en el abdomen, ahora en el suelo boca abajo mientras la sangre se expandía lentamente por encima de la nieve espesa del tercer planeta del cúmulo Neon —Plan 03 para los humanos— y se arrodilló ante él.

    — Tr... trai... dor...

    — No lo soy, amigo — Musitó Paokt, con una indiferencia y una frialdad características de un auténtico soldado sanguinario y asesino espía — He hecho esto porque me han prometido que no atacarán Syleria. Me han dado su palabra.

    — ¿Acas... crees qu... lo cumpl... irán?

    — Debo arriesgarme — Explicaba Paokt, serio — Somos una especie pacifista, ¿no? Entonces, ¿por qué seguir a Mirko Admir en esta confrontación? Ni siquiera se ha esforzado por proponer la paz o un trato a esos déspotas neonianos... ¡ni siquiera ha pensando en nuestras familias!

    El syleriano gravemente herido luchaba por articular más palabras, pero la pérdida de sangre que había tenido lo estaba haciendo sucumbir a ojos de Paokt. Éste lanzó un suspiro que pudo verse en el vaho congelado del aire y se incorporó, sujetando la Rhajaal con fuerza.

    — Que las estrellas de éste lugar te guíen de regreso a tu hogar — Dijo, mientras asestaba repetidos golpes con la culata del arma hasta que ésta se partió y el cráneo del syleriano estaba hecho añicos.

    Paokt cerró los ojos y miró al cielo para acto seguido otear el horizonte y encontrarse con una especie de lanzadera ya preparada por alguien allí para que él se la llevara. El syleriano se dirigió al lugar, se metió en la lanzadera y puso rumbo hacia Syleria, dónde le esperaba su mujer con la idea de tener algún día, un futuro para su futuro hijo.


    [...]

    — ¡Proteged al Elegido Admir sea cómo sea!

    Varios soldados sylerianos de los que quedaban en la Bataller trataban de defenderse de una docena de soldados neonianos y varias máquinas Rhajik que les habían acorralado en el puente de mando. De los mil sylerianos que estaban en la nave, apenas quedaban unos pocos, siendo poco a poco acorralados y abatidos por sus enemigos. Mirko se hallaba en una cobertura con un Vannant mientras cinco de sus soldados le defendían, protegidos tras otras coberturas.

    A tu derecha.

    El líder syleriano se giró hacia el lado indicado y vio un soldado neoniano a punto de dispararle, siendo él más rápido y apretando el gatillo de su Vannant para lanzarlo varios metros atrás. Esa voz que el Elegido había oído en su cabeza era la del Supremo, quién le daba indicaciones en combate a todo aquel que lo portaba consigo.

    Nos aproximamos a Neonia, Elegido Admir.

    — Genial, ¿ves alguna forma de lanzar la bomba de energía?

    Si se mueve de aquí, morirá — El Supremo fue tajante — Tengo acceso a los controles de la Bataller, lo mejor que puedo hacer es proyectarla sobre Neonia y que caiga en un paraje remoto.

    — ¿No puedes enviarla directamente al sol del sistema? Allí, la energía detonaría y destruiríamos el cúmulo neoniano.

    El trayecto es más largo y no tenemos tiempo, Elegido.

    — ¡Me importa una mierda, Supremo! ¡Manda la Bataller al sol de Neon!

    La inteligencia artificial tomó los mandos de la Bataller pero decidió propulsarla hasta Neonia para que cayera allí, contradiciendo la orden directa del Elegido Admir. Mirko no podía saberlo y no era consciente de lo que estaba sucediendo. El giro de la nave se notó en ella, provocando que soldados neonianos y sylerianos se tambalearan hasta casi caer al suelo. En ese instante y cubierto tras una pared, Mirko se percató de que su corazón se paraba sin motivo aparente.

    La imagen de su pareja y de su hija Hylda aparecieron ante él para acto seguido caer fulminantemente abatido por un sorprendente y repentino infarto. Los pocos soldados sylerianos que le protegían se quedaron paralizados al verlo, sin entender que estaba sucediendo.

    — ¡Algo ha pasado con el Elegido! ¡No responde! — Gritó el soldado desesperado que se acercó a comprobar el estado de su líder.

    De forma repentina, Mirko volvió a la vida. Sus ojos estaban inyectados en sangre y su mirada parecía distinta, incluso sus facciones comenzaban a menguar drásticamente. El soldado se quedó tan impactado que no pudo ver como la Bataller se precipitaba contra Neonia, provocándose una luz cegadora en la atmósfera que hizo que todos se cubrieran los ojos. Cuando aquel syleriano abrió los ojos, el Elegido Admir no estaba allí, y antes de poder reaccionar, la Bataller colisionó en alguna parte de Neonia, matando a todos aquellos que estuviesen en el interior de la nave.

    Supremo en control.

    La inteligencia artificial llamada Supremo decidió, debido a la situación, actuar por su cuenta y tomar el control de nada más y nada menos que el Elegido Mirko Admir. La Bataller, que formó un extenso cráter en la lejanía de la ciudad neoniana donde habitaba el Consejo, fue testigo de cómo el líder syleriano era controlado por una inteligencia artificial y cómo ésta recogía todos los cadáveres de sylerianos y neonianos para esconderlos en una sala. Estuvo durante días intentando entrar en el lugar donde se hallaba la bomba de energía, pero desconocía el código que Paokt puso para bloquear la compuerta de entrada.

    Fue entonces cuando preparó un plan B: tomar el control de algún neoniano y con ello poder controlar a los Rhajik, máquinas serviciales y capaces de destruir cualquier cosa y a cualquiera. El objetivo seguía siendo el mismo que el de Mirko; aniquilar a los neonianos para siempre. Su plan se pudo hacer realidad cuando un destacamento neoniano fue enviado a la nave para saquearla y obtener información de los sylerianos, todo esto meses después del fin de la guerra. Cinco soldados neonianos entraron en la Bataller... y solo uno terminó saliendo tras el derrame de sangre fría que se sucedió. Tymoth Ghaar, el Supremo.
     
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    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Saludos, amigo, paso a comentar este capítulo.

    Tengo que decir que, pese a ser más corto que los anteriores, me ha gustado más. Creo que es mi favorito hasta el momento por todo lo que se ve aquí. Es sin duda alguna, algo brillante, y una buena forma de resolver miles de misterios que se encontraban en la historia principal. Brillante, sinceramente. No solo pone en la luz varios sucesos, sino que también nos explica muchas cosas.

    Vemos al pequeño Turak en este capítulo, y tengo que decir que esperaba algo más de él que un simple cameo suyo. Aquí se lo vio solamente existiendo y sin tener algo de relevancia para su padre al respecto, y solo podríamos considerar que la frase que le dice Reed cuando llora es una muestra del sistema de educación neoniano. Pero más allá de eso, siento que su aparición fue simplemente para hacerlo ver que existe y ya. Hylda, por su parte en el capítulo anterior, tuvo una escena algo más significativa con su padre, quien marchó a la guerra para terminar el conflicto. Turak casi que no dijo nada importante, y Reed y él poco interactuaron. Creo que del capítulo es lo único que creo que estuvo de más.

    Respecto a lo otro, tengo que decir que el pobre Om fue bastante estafado por los neonianos. Creyó que podría garantizar la seguridad de los suyos haciendo un trato con los neonianos y terminó solamente siendo traicionado en gran medida. Quiero decir, él se merece lo peor por lo que ya mencioné en capítulos anteriores. Me sigue pareciendo egoísta el querer luchar arriesgando a los otros, pero luego querer sacrificar su libertad a cambio de la seguridad de su familia. Pero por haber hecho ese trato, los neonianos van a terminar esclavizando totalmente a Syleria (o al menos, ese es el plan original XD) y toda su gente se lleva la peor parte por una idea de mierda suya. Me siento mal por toda su gente, no por él. Él se merece lo que le pasa por traidor, ya que en el capítulo 2 quería luchar a costa de las vidas de otros y ahora quiere que todos los suyos sean esclavos a cambio de la seguridad de su familia. Pero por su culpa, miles de sylerianos sufrirán.

    Los Rhajik han atacado, y se revela que los neonianos los fabricaron efectivamente como máquinas de trabajo y luego los convirtieron en máquinas de guerra. Sigo creyendo en mi teoría de que los Rhajik fueron entregados por los anixis, pero ahora tiene menos fuerza, ya que se dice que eran máquinas de trabajo que luego fueron modificadas para la guerra poco después. En ese caso, mi teoría de que los Anixis crearon a los neonianos y les dieron a los Rhajik como arma se quedó atrás, y ahora creo que los Anixis se los entregaron para que tengan una vida mejor. Veamos a donde lleva todo eso.

    Ciertamente, los neonianos tuvieron la sartén del mango todo el tiempo, pero Om fue inteligente al guardarse el secreto de la bomba de energía. Fue un tonto egoísta, pero al menos no le mostró todas las cartas al enemigo, eso es algo.

    Me gusta más la segunda mitad del capítulo porque nos explica como fue que el Supremo tomó la libertad de hacer lo que quisiese. Mató a Mirko para luego controlarlo cuando yo solamente creí que se fusionaría con él y luego lo controlaría, como hizo con Timoth y con Naylon, pero a él realmente lo liquidó XD. Ya sabemos muy bien el origen de la bomba de energía, como fue que el Supremo la obtuvo, como fue que logró llegar hasta Neonia sin ser detectado, y por qué eligió tomar el control de los Rhajik al ver que su bomba le quedó fuera de alcance.

    Nos quedan por ver dos cosas, la primera es cómo logró tomar el control de los Rhajik que estoy seguro se mostrará más adelante dicho por ti mismo, y la segunda es por qué dice que quiere vengar a los sylerianos si se supone que ellos están a salvo en Syleria. ¿Acaso eso fue una mentira para que nadie sospechara que ellos seguían con vida? Igualmente, él nunca dijo directamente que quería vengar a los sylerianos muertos abiertamente ante nadie, pero supongo que habrá sido para así proteger a los que quedaban con vida. Siento que eso es algo que tengo que ver. Quiero saber si el Supremo realmente creyó que murieron, o si solo era una mentira para protegerlos, porque sino, no explico como nunca trató de contactarlos desde su base en Xhander para pedir refuerzos en caso de que su plan fracasara.

    En fin, este capítulo ha sido genial, y queda por ver como termina todo. Mirko ha caído, lo que quiere decir que Syleria ya no tiene a su elegido. Bien podría haber un debate entre Indrah y Om para ver quien es el que toma el mando, o quizá nos quede algún otro syleriano por presentar en el futuro. El caso es que Syleria acabó convertida en un paisaje radioactivo muy triste, y eso es seguro uno de los puntos para el siguiente capítulo de seguro.

    Quedo a la espera de ver que sucede. Algo que se me hace muy extraño es que los sylerianos pueden heredar recuerdos de sus padres. Pero hasta donde sé, Om vio la traición de su padre contra su gente siendo que él ya se encontraba gestándose, porque su madre estaba embarazada. Quisiera saber si los sylerianos guardan todos los recuerdos previos al momento de nacer, porque se me hace raro que Om pueda heredar los recuerdos de su padre siendo que él ya existía cuando esto sucedió. Pero supongo que eso también se podrá explicar a futuro.

    Con eso me despido, amigo. Será hasta la semana siguiente si todo sale bien. Un abrazo y cuídate ♥♥
     
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    Manuvalk

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    Hola a todos los que estéis leyendo esta historia secundaria de Los Viajeros, especialmente un cariñoso saludo a Reydelaperdicion por estar siempre ahí, apoyando y disfrutando de este universo ficticio. Éste es el quinto y último capítulo, el cuál dará paso a un par de meses sin publicaciones mías hasta el comienzo de la parte VI de Los Viajeros, la historia principal. Salvo giro inesperado, su estreno será en Agosto. Sin más información que dar, os dejo con la lectura.



    Hijos de las estrellas







    Cinco días después

    Cuando Om Paokt aterrizó en Sovaam con una lanzadera de origen neoniano, todos le veían cómo un héroe. Pese al susto inicial, el soldado syleriano fue llevado a la base militar de la ciudad para que explicara todo lo que había sucedido. Habían pasado cinco días desde la misión de la Bataller y en Syleria no habían llegado noticias, cosa que se consideraba cómo un muy mal presagio de que el plan había fracasado, con lo que aquello conllevaba. El que fuese protector del Elegido Admir fue llevado hasta una sala de interrogatorio donde le esperaban el general Gadem Betrom y la ex general Indrah Pallow, actualmente líder de Thaaron. Era el único superviviente de la expedición a Neonia y generaba muchas dudas respecto a su sorprendente supervivencia.

    — Fue una masacre, el caos absoluto... de un momento para otro, los neonianos nos asaltaron cuando estábamos a las puertas de su sistema. Vinieron con unas máquinas asesinas que nunca había visto, disparaban un láser similar al de sus armas pero mucho más potente y peligroso. En cuestión de minutos, la Bataller era una zona de guerra y perdí de vista a Mirko cuando los enemigos se interpusieron entre nosotros. Logré bloquear el acceso a la sala donde se hallaba la bomba de energía, subí a una cápsula de salvamento junto a otros y nos estrellamos en un planeta helado del que solo salí yo con vida... Tuve que deshacerme de un escuadrón neoniano que se encontraba allí, le robé la lanzadera y vine aquí lo más rápido posible. Espero que la Bataller cumpliera su cometido.

    — Lo sabríamos, de haber sucedido — Gadem Betrom miraba fijamente a Om Paokt — Pero no apreciamos ningún destello en el cielo ni nadie se ha comunicado con nosotros en estos días, así que la misión ha fracasado totalmente. Es lo único que podemos pensar.

    — Discúlpanos, Paokt, de verdad — Indrah Pallow también se hallaba en la sala — Pero entiende que nos sintamos un poco extrañados de que solo hayas sobrevivido tú.

    — Creedme, desearía no haberlo hecho — Dijo Om con tal convicción que cualquiera creería que era cierta toda su historia.

    Esa misma noche, en Syleria, se organizó un funeral que involucró a toda la población syleriana de su mundo y que pese a no contar con el cuerpo sin vida del Elegido —y de los mil soldados caídos— estos fueron dados por muertos. Paokt observaba a la mujer de éste y la pequeña Hylda, ambas llorando desconsoladamente entre la multitud que participaba en el funeral y en el cuál se debía estar en completo silencio durante varios minutos mientras se observaba el cielo nocturno y estrellado. La creencia syleriana dictaminaba que todo ser, consciente e inconsciente, provenía de la materia con la que se formaban las estrellas, por ello los sylerianos se consideraban hijos de las estrellas y a estas veneraban cuando alguien moría, creyendo que este ser se reunía en forma de energía con los astros estelares.

    La ausencia del líder y Elegido, Mirko Admir, propiciaba que de manera temporal hasta nombrarse un nuevo sucesor, fueran los distintos generales del ejército syleriano los que tomaran el liderazgo de su sociedad. Estos, entre los que se hallaba el general Gadem Betrom y la líder de Thaaron, Indrah Pallow, formaron una inminente reunión para prepararse ante un posible ataque neoniano. Aquel mismo día, todos fueron conscientes de que estaban en guerra contra un enemigo similar en cuanto a tecnología pero distinto en cuando a moralidad, cada uno con una visión distinta del universo que les rodeaba y con ideas dispares. El desenlace de lo que había ocurrido hacía casi unas semanas, estaba a punto de llegar a su fin.

    [...]

    Diez días después

    Syleria se hallaba en un invierno bastante calmado que en otros años. Las tormentas de nieve, frecuentes en el mundo de origen syleriano, habían menguado hasta el punto que apenas nevaba. No obstante, la superficie planetaria estaba teñida de blanco en algunas zonas y Sovaam, ciudad capital del planeta, se encontraba al norte, muy próxima al polo. La civilización syleriana estaba bastante acostumbrada al frío, pero no lo estaba para una guerra interestelar. Habían pasado quince días desde la llegada de Paokt al planeta cómo único superviviente de la masacre en la Bataller. Diez días desde que se instaurara la alerta en toda Syleria y sus alrededores ante la evidente e inminente llegada de los neonianos.

    Paokt intentó contactar de nuevo con el enemigo pero nadie respondía. Sus llamadas a Neonia en secreto no eran contestadas por sus habitantes, haciendo presagiar lo peor, al margen de las serias dudas que muchos generales tenían sobre él respecto a la veracidad de su historia. Sin embargo, ambas cosas no le tenían tan preocupado al syleriano cómo sí lo era el parto de su pareja. El soldado syleriano se sintió por primera vez en mucho tiempo, el ser más feliz del universo. Su hijo había llegado al mundo y portaría su mismo nombre, Om Paokt. Pero entonces, la felicidad duró poco al que fuese uno de los protectores de Mirko Admir.

    — ¡Solicitamos refuerzos en el punto Ermond! ¡Son los neonianos!

    — ¡Han entrado en el sistema Syler!

    — ¡Las primeras defensas planetarias han caído!


    Se habían tomado dos semanas, pero los neonianos finalmente aparecieron. Todo ese tiempo les sirvió para preparar sus docenas de naves, su plan y la ejecución de éste. Ni siquiera tenían pensado invadir Syleria, tal y cómo pretendían en un inicio, sino todo lo contrario. Ningún neoniano pondría un pie en aquel mundo, porque el objetivo era convertirlo en inhabitable. La primera línea defensiva de los sylerianos se vio sorprendida y diezmada por la metralla y los misiles de las naves neonianas. Sí pudieron avisar con tiempo a la base militar de Syleria del ataque, pero apenas pudieron responder a éste. Paokt salió de la clínica médica donde su pareja acababa de dar a luz a su hijo, despidiéndose y dejando su Rhajaal con ellos, decidido a ayudar a su gente al recibir el aviso de que estaban siendo atacados. Nada más salir del lugar, se encontró con el general Betrom, acompañado de muchos otros soldados y generales, cada uno de estos con un equipo.

    — Paokt, el combate se está dando en los exteriores de Syleria, muy pronto podrían invadirnos — Indicó Gadem con seriedad y sin detenerse — Vamos a subirnos a una nave y a asaltar las suyas, tal y cómo dijiste que hicieron con la Bataller.

    — ¿Y después? — Om hizo frenar en seco la progresión del grupo hacia a la nave — ¿Qué haremos si logramos repeler a los neonianos?

    — Volveremos a Neonia con todo y encontraremos la forma de acabar esto — El general Betrom no iba a recular.

    Los ciudadanos miraban preocupados al cielo, donde se podían apreciar destellos de luz fruto de las explosiones de las naves que estaban en combate mientras por el momento los neonianos no habían llegado a la superficie de Syleria. Todo el ejército syleriano del mundo estaba preparándose para defenderse, enviando sin descanso varias naves de combate al espacio exterior. Gadem, Om y una docena de soldados se subieron a una de las naves, despegando desde la base militar de Sovaam. La propulsión máxima hizo que la nave saliera del planeta en menos de dos minutos, encontrándose tras pasar la atmósfera, con un escenario de guerra cómo nunca habían visto en su historia conocida.

    Partes y trozos destruidos de naves se hallaban en suspensión, explotando o colisionando contra naves que se mantenían firmes en la batalla. Los disparos láser y cañones de energía se cruzaban entre sí, alcanzando a sus enemigos y propiciando su inminente destrucción. De la extensa flota neoniana, resaltaba una nave que doblaba en cuanto a dimensión al resto, por lo que se presuponía que se trataba del buque insignia de los nativos de Neonia. El general Betrom dio la orden al piloto de su nave para que les aproximara allí, decidido a invadirla y acabar con quién estuviese al mando neoniano en el ataque, pues a veces el acabar con un líder hacía que el resto se retirara.

    Mientras la batalla se sucedía alrededor del mundo de origen syleriano, Betrom y Paokt asaltaban junto a otros soldados la nave insignia neoniana. Su nave se aproximó hasta uno de los varios hangares con la intención de aterrizar rápidamente e irse, pero al aproximarse a un costado de la nave neoniana, recibieron una serie de disparos láser provenientes de las torretas defensivas de la propia nave, provocando así que la nave syleriana se aproximara sin control al propio hangar.

    Gadem, Om y el resto de sylerianos se sujetaron conforme pudieron, conscientes del choque que estaban a punto de vivir. Los neonianos del hangar tuvieron que apartarse conforme pudieron pues la nave syleriana irrumpió dentro y se estrelló contra la pared interna, provocando una brecha de gran tamaño y un incendio descontrolado en el hangar.

    — ¡¿Alguien con vida?! — Exclamó el general Betrom, el cuál tenía una herida superficial en la frente debido a la colisión.

    — ¡Lo estamos! — Respondió uno de los soldados.

    — No todos... — Musitó el protector Paokt, observando que de doce soldados, solo ocho estaban en pie.

    — ¡Van a atacarnos con todo en cuanto salgamos de aquí! — Indicó el syleriano al mando, Gadem — ¡Preparad las Vannant!

    Gadem tuvo que apartar el cadáver del piloto para aproximarse a la salida de la nave, la cuál estaba incrustada en una pared metálica interior de la nave insignia neoniana, con el morro totalmente destrozado. Por fuera, varios neonianos e incluso Rhajik presentes se aproximaban lentamente a la espera de que los supervivientes del choque salieran, con el fin de matarlos. La situación era tensa y el silencio hizo que lo fuera más para ambos bandos. Paokt y el resto de soldados miraban firmemente decididos a su general, quién tenía decidido tomar la delantera cómo líder y referente que era.

    — ¡¡¡AHORA!!!

    Gadem salió primero, rompiendo la compuerta de salida de una patada y disparando repetidas veces su Vannant, logrando lanzar a varios neonianos de espaldas hacia atrás. Sin embargo, la fuerza de empuje del arma syleriana no podía con la masa de las máquinas llamadas Rhajik, las cuáles ni se movieron de su sitio. El general syleriano les dio tiempo a sus soldados para que salieran de la nave, pero no tuvo tiempo para ponerse a salvo a sí mismo. Paokt corrió junto a los ocho soldados restantes por el hueco que la nave había provocado, mientras veía cómo Gadem recibía varios disparos láser en el torso que le hacían caer fulminantemente al frío suelo. Los dos hermanos y generales Betrom habían sucumbido en la guerra contra los neonianos.

    Acto seguido, los Rhajik comenzaron a perseguir a Paokt y los ocho soldados que quedaban con vida, mientras estos corrían a toda velocidad por el pasillo anexo al cuál habían accedido gracias al agujero que hizo su propia nave en la pared. Mantener el sigilo era imposible después de irrumpir de semejante forma en la nave insignia, la cuál tenía las alarmas activadas, por lo que el grupo de nueve sylerianos se limitó a avanzar rápidamente con la intención de neutralizar la nave desde su puente de mando. No obstante, los soldados sylerianos se cruzaron con un escuadrón neoniano justo antes de llegar al puente de mando.

    — ¡Malditos sylerianos!

    — ¡Se han infiltrado!

    — ¡Acabad con ellos!

    Dos sylerianos fueron abatidos de forma repentina por los Rhajaal enemigos mientras Paokt y el resto se veían forzados a separarse al entrar en distintas habitaciones que había a cada lado del pasillo. Om escuchaba aterrado y atormentado los gritos de sus compañeros, siendo asesinados uno a uno al no tener escapatoria en las habitaciones, un movimiento por parte de estos bastante inútil y que les había dejado en sentencia de muerte. El protector sujetaba un Vannant que apuntaba a la puerta, consciente de que solo quedaba él, y cuando ésta puerta se abrió, el syleriano disparó su onda contra el enemigo. Tres neonianos quedaron aturdidos por el golpe repentino de la onda de choque de la Vannant al golpearse la espalda en la pared de enfrente, aprovechando esto Paokt para tomar un Rhajaal que yacía en el suelo y salir bruscamente apretando el gatillo.

    Los disparos láser del arma neoniana pillaron por sorpresa a los tres neonianos restantes del escuadrón, logrando Om lo que ninguno de sus compañeros había podido hacer. Las lágrimas comenzaron a recorrer las mejillas del syleriano al ver las habitaciones abiertas y a sus compañeros abatidos en ellas. Se sintió estafado, engañado y utilizado por el Consejo Neoniano al no haber cumplido estos el pacto que hicieron con él: someter a la sociedad syleriana sin derramar sangre. La rabia comenzó a emanar del interior del que fuera protector del Elegido mientras se aproximaba al único neoniano que quedaba con vida tras los disparos, el cuál jadeaba en un estado muy malherido.

    Om no le conocía, pero Gadem e Indrah sí lo hicieron: se trataba de Aagron Yannick, un soldado neoniano al servicio del comandante Klamp. El ser se hallaba con tres disparos en el torso mientras yacía en el suelo, expandiéndose lentamente su charco de sangre y juntándose con la de otros neonianos y sylerianos.

    Aagron miraba fijamente a Om mientras de su boca también brotaba sangre, lo que le dejaba en una situación sentenciada. El syleriano tomó su Rhajaal y le apuntó en la cabeza sin quitarle la vista de sus ojos, decidido a darle una muerte digna con un precio.

    — ¿Quién lidera este ataque contra Syleria? — La pregunta de Om iba cargada de un tono de odio difícil de no notar — Dímelo y morirás cómo un guerrero. Cállate y te dejaré ahogarte en tu propia sangre, neoniano.

    Yannick apenas podía moverse, los disparos le habían desgarrado por dentro y sin dejar de mirar a su enemigo, intentó articular alguna palabra para responder.

    — Reed... — Musitó Aagron, ya en sus últimos instantes de vida — Es vue... vuestra extinción...

    Paokt tuvo deseos de dispararle pero eso sería acabar con su miseria, por lo que el syleriano decidió dejarle morir lenta y dolorosamente. El soldado prosiguió por el pasillo mientras la alarma en toda la nave continuaba sonando, avanzando lentamente para no encontrarse sorpresas. Ante él se encontraba la compuerta que daba acceso al interior del amplio puente de mando, la cuál se abrió al notar una presencia cercana. Om vio cómo sus pasos le llevaban al puente de mando, iluminado simplemente por una luz roja que parpadeaba, fruto de la alarma. Observó a ambos lados con el Rhajaal en alto, temiendo encontrarse con más soldados, pero se llevó una sorpresa cuando solo había un neoniano presente en la sala.

    — No esperaba verte, Om Paokt.

    El syleriano vio cómo del asiento de piloto se incorporaba el comandante Reed Klamp, quién lideraba al ejército de su especie y quién próximamente iba a formar parte del Consejo Neoniano, que tenía una vacante tras la muerte de Mallok Xaans. La figura del neoniano era oscura y contrastaba con el fondo, un amplio ventanal en el que se veía la forma esférica de Syleria muy próxima y miles de restos de naves flotando por el medio, al margen de explosiones y disparos. La imagen era espectacular y tenebrosa, pero Paokt ni siquiera se fijó en eso. Sus ojos estaban clavados en alguna parte del rostro difuso en la oscuridad del comandante neoniano.

    — Habéis incumplido el pacto que acordamos — La voz de Om era la de un ser consumido por el odio y la culpa — Después de Thaaron pensé que podríais ser razonables... pero queda demostrado que no es así.

    — Nosotros solo buscamos saciar nuestros intereses, Paokt, tú también lo has hecho — Reed se hallaba frente a los controles de la nave — Has negociado a espaldas de tu gente, eres la deshonra de los tuyos, un ser despreciable y egoísta... es triste que no sepan lo que has hecho.

    — ¡Cállate, Reed! — Exclamó el syleriano, apuntando con su Rhajaal al neoniano — ¡No hables de deshonra, desprecio y egoísmo, formando parte de una especie que se define por esas palabras!

    — Quizá tengas razón, pero hay algo en lo que también nos definimos: no mentimos — Dijo el comandante Klamp con absoluta serenidad — Nuestras acciones hablan por nosotros mismos, debiste ser más inteligente antes de ofrecernos un acuerdo que sabías que aprovecharíamos a nuestro favor... Aunque ciertamente, tú también has querido guardarte un as bajo la manga, ¿verdad, syleriano?

    — ¿A qué te refieres?

    — Había algo muy extraño en la nave con la que visitaste mi sistema, mis soldados notificaron de ello a Neonia, ¿no crees que deberías haberme informado de eso?

    — Hice bien en callármelo, es una de las pocas cosas que he hecho bien últimamente.

    — ¡En eso estamos de acuerdo, Paokt! — Exclamó Reed, alzando el tono de voz — Pero no te preocupes, la nave cayó en Neonia y ahora esa cosa, sea lo que sea, nos pertenece.

    — Yo mismo puse el código de seguridad para que nadie la tenga — Murmuró Om, comenzando a sonreír — Acabaré contigo e iré a Neonia a terminar con tu especie aunque sea lo último que haga en mi vida.

    — Quizá lo consigas, pero no tendrás hogar al que volver.

    Reed activó una serie de comandos en el puente de mando, los cuáles abrieron unas compuertas exteriores bajo la nave insignia, revelando hasta seis bombas termodinámicas que de caer en Syleria, la convertirían en inhabitable. Sus gases tóxicos y su poder de destrucción podrían provocar el fin de la especie syleriana para siempre. El comandante neoniano se volteó hacia el protector syleriano, sonrió y se dispuso a apretar el botón que daría la orden de lanzamiento, pero el soldado fue rápido y disparó su Rhajaal contra el neoniano, provocando que éste cayera sobre los controles e igualmente apretara el botón que confirmaba el envío de dichas bombas.

    El rostro desencajado de Paokt contrastaba con la sonrisa en el rostro de Klamp, malherido pero cumpliendo el objetivo. Las bombas termodinámicas se prepararon para salir eyectadas a la superficie de Syleria con todo lo que ello provocaría, por lo que Om tomó su radio decidido a advertir de lo que podría ser la sentencia a su civilización.

    — ¡Al habla Om Paokt! ¡Varias bombas de potencial desconocido están siendo disparadas contra Syleria! ¡Solicito evacuación inmediata a la ciudades subterráneas! ¡Rápido!

    — ¿Crees que les dé tiempo a todos para esconderse bajo la superficie? — Reed presionaba con fuerza el disparo recibido en el abdomen, mientras se aproximaba a la compuerta de presurización del puente de mando — Tus intentos por evitar más muertes han fracasado, Om Paokt. Despídete de todo lo que significaban los sylerianos.

    — ¡¡¡NO!!! — Gritó el syleriano con todas sus fuerzas, disparando una segunda vez al comandante Klamp antes de que éste activara la despresurización del puente de mando, que habría propiciado la muerte de ambos al salir disparados al espacio exterior.

    El neoniano cayó al suelo antes de llegar a cumplir su objetivo, pero no había muerto. Mientras se retorcía de dolor en el suelo, Paokt se aproximaba a los controles del puente de mando en un intento por frenar el lanzamiento de esas bombas termodinámicas hacia su mundo de origen. Mientras Om trataba de anular el lanzamiento, Reed se iba arrastrando hasta la compuerta presurizada con la misma intención que antes de abrirla y provocar una despresurización de la sala. El syleriano no estaba siendo consciente de ello hasta que escuchó un breve sonido que vino acompañado de la apertura de la compuerta, provocando que la gravedad en el puente de mando desapareciera y tanto Om cómo Reed salieran eyectados al espacio exterior.

    El mensaje de Paokt llegó primero a Sovaam, desatando el pánico entre el ejército de tierra, que aguardaba una invasión de los neonianos en su superficie. La ciudadanía estaba aterrada y comenzó a correr despavorida, sin siquiera pensar en sus pertenencias ni mirar atrás, mientras los soldados sylerianos daban orden de evacuar la ciudad y entrar a la subterránea por las distintas entradas repartidas por la zona. No obstante, no todos lo lograron a tiempo. Incluso en otras partes de Syleria, otras ciudades, no hubo tiempo ni para recibir el aviso que debía ser enviado desde Sovaam a todo el mundo, por lo que la reacción a la catástrofe se dio muy tarde y por ende nadie sobrevivió en esos lares. El recién nacido Om, la pequeña Hylda de dos años... los niños sylerianos serían en el futuro los más afectados por la guerra, al tener que pasar una gran parte de sus vidas bajo tierra.

    De pronto se hizo el silencio y no se escuchaban más signos de combate en las proximidades de Syleria, solo había restos de una batalla efímera. El soldado y protector syleriano estaba en suspensión en el oscuro espacio próximo a su mundo y solo iluminado por la luz que emanaba el sol de su sistema. Su cuerpo comenzó a sentir frío, a quedarse estático, hasta que finalmente solo podía mover los ojos. En su mente estaba la imagen de su pareja con el recién nacido Om, horas antes de la llegada del ejército neoniano, mientras exhalaba su último aliento con la mirada puesta en su planeta natal y una sonrisa en el rostro al sentir en lo más profundo de su ser, que su hijo seguía con vida y que él, moría en paz, rodeado de las estrellas que le vieron nacer.

    [...]

    La toxicidad en el aire de Syleria fruto de las bombas termodinámicas lanzadas por Reed Klamp, propició la era más oscura en la historia de la especie syleriana. Un periplo de casi doscientos años en el que salir al exterior de la ciudad subterránea de Sovaam —la única que logró salvar a miles de personas— era sinónimo de muerte. La civilización pacifista de los sylerianos fue destruida por completo, por la avaricia y el deseo de controlar la galaxia de los neonianos, comenzando por territorios próximos. Estos últimos creyeron haber extinguido a los sylerianos, regresando triunfantes pero con la sensación de que había sido una guerra para nada.

    Indrah Pallow se convirtió en la nueva Elegida tras la ausencia de Mirko Admir y tuvo que gobernar a su gente con el sufrimiento de saber que en Thaaron, su pueblo moriría de hambre al no recibir los suministros. En la colonia lunar requerían de envíos mensuales de víveres, pero el hecho de haber perdido mucha tecnología en la guerra y en el exterior de la ciudad subterránea, evitaba por completo la posibilidad de que sucediera. La colonia en Thaaron fracasó tras unos pocos años a su suerte. La Elegida Pallow tuvo que liderar la época más dura de la historia conocida de los sylerianos, a los cuáles les tomó casi doscientos años y dos generaciones centenarias para reorganizarse, reconstruir y reformar su tecnología para así poder salir al exterior, al aire que antes era puro y ahora era veneno.

    En Neonia no tuvieron que sufrir aquello los primeros seis meses, hasta que la inteligencia artificial Supremo inició su venganza al creer a sus creadores extintos. Éste, bajo el control de Mirko Admir, tomó al neoniano y soldado Tymoth Ghaar para acto seguido corromper a los Rhajik, iniciando así una rebelión de máquinas contra creadores. Así, los neonianos se vieron superados por su propia creación y abocados a una extinción total, al igual que los sylerianos, pero corriendo una peor suerte en otros aspectos. Finalmente, los neonianos tuvieron que replegarse en bases ocultas en las montañas, sufriendo un confinamiento idéntico a los sylerianos que sobrevivieron bajo la superficie planetaria.

    Neonianos y sylerianos tuvieron una breve pero intensa confrontación. Las consecuencias de ésta fueron muy parecidas para ambas especies inteligentes. La llegada de la humanidad a Neonia y Syleria muchos años después fue un respiro para ambas civilizaciones, ya con la lección aprendida, aunque el contacto propició que los humanos se vieran envueltos en los problemas del pasado de estos alienigenas. Y que estos sufrieran más adelante los problemas de la especie humana.

    Las tres civilizaciones se unieron, de alguna forma, en la famosa guerra Rhajik.

    Ahora, tras mucho sufrimiento, forman la Alianza Interestelar de Especies.

    FIN
     
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    Saludos, amigo. Paso a comentar el que es el último capítulo de esta historia.

    Tengo que decir que me ha gustado, pero tratándose solamente de un capítulo de acción en el cual se muestra el conflicto cuyo resultado ya se conocía, no hay mucho con lo cual me pueda sorprender.

    Me asombra que Om haya podido pasar tan desapercibido después de llegar siendo el último y único sobreviviente de un escuadrón que debía de exterminar a los neonianos. Sé que él pudo actuar de una forma tan convincente que les hizo creer que era inocente, y que lo que vivió en ese momento fue una pesadilla, pero me asombra que no lo tuvieran bajo vigilancia por más tiempo. Después de todo, que solo uno de 1000 haya podido regresar a casa es algo extraño. Digo, las probabilidades de que eso pase son muy bajas, y a nadie pareció importarle.

    Entiendo que tuvieran la guerra y posible ataque neoniano encima, pero creo que podrían haber hecho algo más para asegurarse de que la lealtad de Om estuviera con ellos.

    Las cosas no tardaron mucho en irse al demonio XD. Los neonianos se esperaron poco tiempo y pronto terminaron lanzando un ataque nuclear a Syleria. Creo que jugaron mal sus cartas allí. Tenían a Om como alguien con quien podrían negociar, e incluso obtener información de forma gratuita. Si ellos hubieran querido, los podrían haber esclavizado a todos mediante el uso de la no violencia, y así tener una raza esclava en su larga travesía por conquistar el universo. Pero viendo que eso fue 200 años antes de que la Unión pudiera enviar naves al universo, me hace pensar que fue bueno que no hicieran eso, ya que la humanidad no hubiera podido resistir contra algo así. Así que, podríamos decir que el Supremo hizo un pequeño bien, en contraste con todo el mal que posteriormente causó.

    Al final, Om pagó por sus errores y se responsabilizó por sus actos. Un poco tarde, y terminó la historia sin que me cayera bien. Varias cosas que los neonianos fueron capaces de hacer fue todo por su orgullo. Pensar que él estaba tan entusiasmado en pelear en Tharon sin importarles las vidas de los demás, pero luego cuando hay varios que quieren pelear, él decide que lo mejor es no hacerlo por el bienestar de su familia. Fue egoísta e hipócrita, y no me agrada. No digo que su personaje esté mal, hecho, todo lo contrario, en estos 4 capítulos de los 5 en los que apareció, se lo ve como alguien bien trabajado. Pero no me agrada en absoluto.

    Finalmente, Reed y Om se enfrentaron en una batalla que yo pensé que se daría tarde o temprano. No sabía si sería de ellos dos con sus escuadrones, o de ellos dos a solas, pero supe que tan pronto como se infiltraron en la nave insignia de Neonia, supe que terminarían viéndose. Al final, Om cometió errores en la pelea, puesto a que al dispararle para evitar que accionara el botón que liberaría las bombas hacia Syleria, terminó causando que se dispararan. Y luego, no revisó bien que Reed estuviera muerto, y fue por eso que ambos acabaron siendo lanzados al espacio, donde Om finalmente se ahogó.

    Me gustó mucho ver las creencias de los neonianos y sylerianos en estos capítulos. Los neonianos creyendo que fueron creados por alguien con un propósito al ser dejados en un planeta no apto para ellos, y la de los sylerianos que se consideran hijos de las estrellas. Es algo que pudiste hacer de buena manera en este spin off, así que te felicito por eso.

    Me siento triste por dos cosas. La primera, nunca conocimos al esposo ni al hijo de Kayla. Al final, nunca sabremos quienes son, ni si sentían algo al ver que su esposa/madre no regresó con ellos. Hubiera sido interesante ver sus puntos de vista, aunque solamente fueran civiles. Y lo segundo tiene más que ver con la historia principal y no con el spin off, y es que Turak, hijo de Reed tuvo poco protagonismo y desarrollo. Sería genial que él hubiera vivido algo más y ver si su personalidad contrastaba en algo con la de su padre, la que se mostró aquí. Y quizá hubiera estado genial que él se encontrara con Om, siendo ambos hijos de dos de los personajes clave en esta guerra. Pero entiendo que él tuvo que morir, aunque sea una posibilidad desperdiciada.

    Bueno, eso será todo por ahora, amigo. A esperar 3 meses más para la continuación de la historia principal, la cual, podemos decir, que se originó por lo que sucedió aquí. Ha sido una gran historia de origen para el gran universo ficticio que has creado.

    Me despido por ahora, amigo. Hasta luego. Un saludo.
     
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