Club de fotografía

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 17 Abril 2020.

  1.  
    Zireael

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    Se me formó una sonrisa en los labios al escuchar lo de que no sabía ni cómo había llegado a tercero, lo cierto es que no tenía la pinta de ser lo que se dice un genio, pero que lo soltara así nada más casi lo hacía cómico, separé la vista de la pizarra cuando detecté que se movía hacia la ventana y me respondió desde allí, primero a la tontería de doña "voy a matarlos a todos corriendo", solo para soltar otra cosa después.

    Nada que hacerle, la sangre me subió al rostro y dejé caer la vista en alguna parte tras él o en la luz que se colaba por la ventana, en cualquier tontería, pero antes de eso había notado que volvía la mirada hacia el cuarto oscuro.

    Lo había pensado ya en la biblioteca, cuando recibí el mensaje.

    Que era un maldito suicidio.

    Y casi, casi había sido capaz de olvidarlo.

    Total lo cierto es que mis decisiones de vida ya eran cuestionables de por sí cuando me paraba a pensarlo, incluso cuando hacía algunas cosas con la mejor de las intenciones, luego se me zafaba un tornillo o se me iba la olla y terminaba en negro, con los lagunazos aquellos de mierda, o en el peor de los casos, bueno... Le sacaba un beso a mi mejor amigo para no sentirme una rechazada o algo del rollo.

    Bajé de la mesa entonces luego de dedicarle una sonrisa y avancé en su dirección.

    —Claro, no veo por qué no~

    ¿Qué se supone que estaba buscando realmente?
     
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    Gigi Blanche

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    El color le subió al rostro, claro. Podía haber vuelto más relajada de su viaje o suicida a secas, pero seguía siendo la tonta que no sabía lidiar con cumplidos o ataques demasiado directos. Me servía, de una forma u otra. Iba tanteando los límites, probando sus cuerdas y ver hasta dónde sería capaz de tensarlas sin romperlas. No me apetecía recibir el coletazo de ningún cable pelado y quién sabe, puede que no se me antojara romperlo y ya.

    Igual no venía mal, ¿verdad?

    Estirar y relajar, probar y retroceder.

    ¿Invitarla al cuarto oscuro inmediatamente después de fundirle la neurona era arriesgado? Pues sí, pero funcionó así que la jugada me salió por demás redonda. Detallé sus movimientos de forma vaga al bajarse de la mesa y avancé hacia la puerta, lanzándole una mirada de soslayo.

    —Trae el rollo —le indiqué en voz suave.

    Entré, encendí la luz roja y parpadeé un par de veces, acostumbrándome al panorama. No iba a negarlo, incluso luego de tantas horas ahí metido seguía teniendo su toque de encanto aquella iluminación. Aguardé junto a la puerta hasta que Jez pasara y la cerré detrás de ella, todo rastro de luz natural desapareció como si un maldito lobo se la hubiera tragado de un bocado. Renové la sonrisa, avancé y le extendí la mano, a la espera de que me alcanzara el rollo.

    —¿Lista para una de las super explicaciones de Wickham-sensei~?
     
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    Zireael

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    No había mucho que hacerle, la verdad, había aceptado desde el principio y quizás de forma tácita hacía sido como firmar un acuerdo de corrido sin leer nada, como aceptar los términos y condiciones de las páginas de internet o los accesos de las aplicaciones. Eran ese tipo de cosas, de afirmaciones hechas quizás a la carrera, que hacían que la información fluyera, que la telaraña se entretejiera, se complejizara y las personas se relacionaran, intercambiando cosas sin saberlo a veces.

    ¿Y mi derecho a la ignorancia?

    Como fuese, traje el rollo como me lo indicó y lo seguí. Encendió la luz y cerró la puerta luego de que yo entrara, me quedé allí en el espacio un rato, acostumbrándome a la iluminación roja que creaba sombras recortadas y lo teñía todo.
    La verdad nunca había estado en un cuarto de esos, incluso sabiendo que la escuela tenía el suyo y tal no era nunca nada en lo que hubiese buscado meterme, porque para empezar no era que me metiera en muchas cosas.

    La boca del lobo, ¿no?

    ¿Y ahora qué era yo, Caperucita?

    ¿La versión de los Grimm o la de Perrault, ya que estaba?

    Reaccioné cuando avanzó, volvió a sonreír y extendió la mano, de forma que le pasé el rollo sin mucha complicación, la vista se me había desviado al cuartucho de nuevo, echándole un vistazo general, así que cuando retiré la mano rocé la suya sin querer, al no estar calculando distancias ni nada. Lo pasé bastante por alto antes de regresar los ojos a él, con otra sonrisa en los labios.

    —Lista, sensei~
     
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    Gigi Blanche

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    Seguí el movimiento de sus ojos, en especial, a lo largo y ancho del cuarto. No era grande, en verdad, pero comprendía el atractivo que podía tener de buenas a primeras. Era un espacio silencioso y oscuro, incluso íntimo. Las luces rojas le conferían un juego extraño entre la calidez y la... ¿sensualidad? Algo así, sí.

    No por nada había metido a tantas chicas aquí.

    Acepté el rollo en silencio, estaba algo distraída y cuando flexioné los dedos para envolverlo, los suyos alcanzaron a rozarme. Fue un contacto de nada, pero que me incitó a sonreír como me gustaba hacer de verdad. Más o menos la contuve igual, se limitó a una sonrisilla dedicada a la nada misma, pues apenas tuve el rollo giré sobre mis talones y fui en busca de lo necesario.

    ¿Sensei? Pero bueno, Bellabel.

    Eso sonaba hasta kinky y todo.

    —Muy bien, para la oreja que no diré las cosas dos veces —advertí aunque fuera a broma.

    Dejé el móvil a un lado con música sonando en volumen bajo, era mi bendita rutina allí adentro. ¿Que había elegido la playlist adrede? Un poco, sí, tampoco iba a negar que tenía una armada especialmente para... bueno, cierto tipo de encuentros.

    Y era un cabronazo.

    Alright, equipamiento inicial: rollo, tanque, espiral. Antes de quitar la película del rollo tienes que apagar hasta la última luz, o si no jodes todo el revelado. —Comencé a caminar en dirección al interruptor, cerca de donde ella se encontraba parada—. Así que bueno, el primer paso no podré mostrártelo como tal a menos que tengas visión nocturna o algo.

    Deslicé mi mirada sobre ella y le dediqué una sonrisa ligeramente extraña un momento antes de bajar la perilla. Todo se fue a negro. La música se intensificó en mis oídos y comencé a moverme de regreso a la mesa, aunque había calculado hasta el último de los detalles y pasé lo suficientemente cerca para entrar en contacto con ella, como si la hubiera chocado sin querer.

    Ah, shit —susurré, era una auténtica boca de lobo. Llevé ambas manos a sus hombros, como para hacerme una imagen de su ubicación y solté una risa baja, que me vibró en el pecho—. Sorry, dear, no te vi~

    La obviedad de lo que dije había ido a posta, claro. Retiré las manos de sus hombros unos pocos segundos después, las dejé caer por el contorno de sus brazos hasta regresar a mi espacio, y entonces sí me digné a ir a la mesa que desde un primer momento supe exactamente dónde se encontraba. Manipulé el rollo, quité la película y la enganché dentro de la espiral para colocarla al resguardo del tanque. Recién entonces volví a abrir la boca, rompiendo la dominancia de la música.

    —¿Me prenderías la luz, Bellabel~?
     
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    Zireael

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    Lo cierto es que nunca medía el tinte de mis palabras incluso cuando me detenía a pensarlas con detenimiento, quizás en gran parte fuese porque nunca las impregnaba de ningún significado particular cuando no estaba dirigidas a servir de pilar para alguien, quien fuese, así que ni se me ocurrió pensar en la tontería que acababa de decir y solo seguí allí.

    Casi esperando órdenes.

    Porque había sido así toda la vida.

    ¿Qué no iba a decir las cosas dos veces? ¿Bueno, quería que sacara la libreta realmente y entrara en tremendo modo de empollona? Porque venga, podía hacerlo, es más una parte de mi sentido del orden me lo gritaba pero era una estupidez. ¿Iba a revelar fotos algún día? Improbable, pero de que me lo podía tomar en serio a ese nivel, podía. Como fuese era evidente el tono de broma pero de nuevo... El sentido del orden.

    Eh~ so bossy. —El cuartucho era pequeño, obviamente, y me di cuenta que podía hablar más bajo sin que hubiese problema en ser escuchada.

    Advertí entonces la música y la sonrisa que había mantenido hasta entonces se difuminó un poco, puro reflejo, la cabeza me arrojó un chispazo de lo más raro que me hizo sentir la necesidad de soltar una risa que logré contener no sé ni cómo, porque de haberla soltado era probable que no hubiese sabido reconocerla como parte de mí.

    ¿Sarcástica?

    ¿Prepotente como las de Al?

    ¿Incrédula a secas?

    ¿Iba a reflejarlo a él directamente?

    Maravillosa pregunta de hecho.


    De cualquier manera bastó que comenzara a hablar de nuevo para que regresara la atención a él, escuchándolo hasta que dijo lo de que había que apagar la luz. Miré el interruptor cerca de mí con el rabillo del ojo, nada más, porque ya lo había visto comenzar a acercarse de por sí, y cuando me miró digamos que el cerebro se me puso en piloto automático y repasé las facciones de su rostro bajo el filtro rojo de la bombilla.

    Nadie iba a decir que no le quedaba ese color, vamos.

    Lo último que vi antes de que bajara el interruptor fue su sonrisa y no pude reaccionar del todo a ella realmente, hice un esfuerzo por descifrarla pero tampoco tuve demasiado margen de tiempo para ello.

    Negro.

    Para cuando me di cuenta me medio había llevado en banda, sentí sus manos en mis hombros y di un ligero respingo, apenas por el hecho de que seguía sin acostumbrar los ojos a la oscuridad, de forma que no podía percibir siluetas ni nada. El tono de su voz se revolvió con la música que sonaba desde el móvil, bajo pero comprensible, y tragué grueso.

    Entre que estaba oscuro, la jodida música y el tacto ajeno lo cierto es que cuando dejó caer las manos por el contorno de mis brazos se me erizó la piel. No dije nada en todo el rato, ni cuando me dejó ir para continuar con lo que había comenzando.

    Pedazo de estúpida estaba hecha, claro, porque en ese momento el multitask de Joey estaba en su mejor punto.

    De nuevo fue su voz lo que me hizo volver a enfocar las cosas, bueno, enfocarme a mí misma mejor dicho. Solté el aire un poco de golpe.

    —¿Ah? Sí, claro —Estiré la mano hasta encontrar el interruptor y lo accioné, regresando la iluminación de esa suerte de sol rojo en pleno Ragnarök—. Done~
     
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    Gigi Blanche

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    Jez había reaccionado tan poco a toda la tontería general que fue una respuesta más que satisfactoria. Es decir, decepcionado habría quedado si la chica pasaba de perlitas como si nada luego de mis esfuerzos~ Que anduviera más relajada a mi alrededor no significaba que de la noche a la mañana fuera a comprender, asumir y actuar acorde a lo que sintiera.

    Eh~ ¿Ya estaba asumiendo que le provocaba cosas al conejito?

    Bueno, como para no.

    Al parecer le tomó algún que otro segundo regresar a Tierra para acatar mi pedido. Las luces rojas regresaron con un parpadeo y dejé recaer mi mirada sobre ella. El cabello albino funcionaba increíblemente bien para reflejar tonos, ya lo había pensado, y lo cierto es que allí parecía un manto hecho de algún metal terroso. Casi sentía que haría música si lo dejaba correr entre sí, similar a un llamador de ángeles o similar. Ya se me estaba yendo la pinza.

    —Bueno, ahora empieza lo divertido —indiqué como si nada, mostrándole la botella de líquido revelador con el termómetro dentro—. Acércate, Bellabel, juro que no muerdo~

    Que vamos, hasta pena me daba que siguiera allí, junto a la puerta. Como si quisiera huir o algo, sólo que sus piernas no reaccionaban.

    ¿Me tienes miedo, Bellabel?

    Pues deberías, la verdad.

    Deberías dejarte de estupideces e irte de aquí.

    Pero no vas a hacerlo, right~?

    Quité la tapa a rosca del tanque y seguí hablando, narrando el paso a paso que ya le había hecho a Agnes en su momento.

    —Esto es el líquido revelador, necesita cierta temperatura exacta para no estropear las fotografías. ¿Ves? Veinte grados, es lo ideal. Entonces lo echas dentro del tanque y esperas a que actúe, algo así de un minuto, mientras lo agitas para ayudarle a cubrir la película de manera uniforme.

    Lo dicho, dejé el frasco a un lado y me puse a zarandear el tanque con movimientos de muñeca ya entrenados, aunque apenas unos segundos después cambié de parecer y se lo extendí a Jez.

    —¿Quieres hacerlo tú? Ya sabes, se aprende más fácil haciendo las cosas~

    Vaya, qué conveniente, Joey.
     
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    Blanco.

    Negro.

    Rojo.

    Tenía la boca seca de repente, de hecho comenzaba a sentir sed directamente, como cuando hablas demasiado en una exposición o algo así, la cosa es que apenas había abierto la boca desde que había entrado al cuarto oscuro detrás de él, así que solo podía solo asociarlo a los nervios silenciosos, a la ansiedad que me corría por las venas y de la que no fui consciente hasta ese momento.
    No era el tipo de ansiedad insoportable, era...

    Ah, mierda.

    Lo peor era que ya lo había pensado, que no me había movido porque prácticamente estaba esperando órdenes, que una parte de mí seguía estaqueada junto a la puerta en espera de que me dijera que hiciera otra cosa, porque encima ya había empezado a entender el club, ese cuartucho, como su espacio y los espacios ajenos se respetaban, bueno, eso decía yo.

    Reaccioné entonces, acatando sus palabras, y me acerqué a él de nuevo y mientras hacía eso una hebra de mi propio cabello se me coló en el campo de visión, cuando hice a quitarla me quedó en los dedos y me di cuenta que todo mi cabello debía estar reflejando la maldita iluminación oxidada con esa sola hebra. Me sacudí la mano para deshacerme del cabello en lo que me detenía por fin a su lado.

    El cerebro me conectó de nuevo para poder prestar atención a lo que me estaba diciendo, para el menos retener una parte de la información, y asentí suavemente con la cabeza. Así y todo, cuando extendiendo el objeto hacia mí trastabillé un instante antes de tomarlo.

    —Venga, si te arruino las fotos no me hago responsable —dije casi en un murmuro, que total ya estábamos cerca y tal. Le dediqué una sonrisa de nuevas cuentas, como si nada.

    La jodida música me seguía haciendo eco en los oídos, como un mantra.

    Del desastre.

    Como fuese, traté de replicar los movimientos que lo acababa de ver hacer.
     
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    Gigi Blanche

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    Sus movimientos eran suaves, dudaba que Jez pudiera comportarse de otra manera realmente, pero así y todo se percibía la ligera tensión que los agarrotaba. No iba a mentir, preferiría que se relaje conmigo, aunque entendía sus motivos, razones e incluso la de mierdas que debían estar encendiéndose en su cabeza como alarmas brillantes.

    Alarmas que se empeñaba en ignorar.

    Me había encargado de abordarla, sonreírle y mostrarle mi puto mundo. Si seguía aquí, allá ella.

    Le confié el tanque no sin antes rozar apenas sus dedos, y le devolví la sonrisa apenas advertí su expresión. Fue amplia y me achicó los ojos. La acompañé de una risa nasal breve, incluso, y recargué las muñecas al borde de la mesa mientras la canción cambiaba.

    Don't worry, Bellabel, I trust you.

    Mi voz había descendido un par de octavas, y mantuve la vista prendada en su figura. El movimiento de sus manos, el contorno de sus brazos, los destellos rojizos chispeando en su manto níveo. Los ojos de ámbar, de resina antigua, revueltos entre aquel jodido color infernal. La concentración que llevaba impresa en el rostro, sus labios pálidos y el cuello fino. Si separé la vista fue sólo para preparar el resto de materiales.

    I don't care were we've been tonight —canté en voz muy baja, distraído, aunque no perdiera noción de Jez a mi lado ni un maldito segundo—, it is of no consequence, my dear.

    La miré, entonces, sonreí y me detuve frente a ella para quitarle el tanque.

    Just stay here, my arms are wide, my love.

    Cubrí sus manos con las mías, deteniendo sus movimientos suavemente, y la insté a relajar los dedos. Me tomé sus buenos segundos para envolver el aparato y removerlo de su agarre, mientras seguía cantando.

    And the rest of the world could disappear and I wouldn't care.

    Recién entonces deslicé la vista a sus ojos, esperé a recibirlos y, como quien no quiere la cosa, me llevé un mechón de cabello metálico durante mi retirada en reversa. Era un cabrón y no perdí detalle de su expresión en ningún momento.

    Cause I'm on fire.

    Ni un maldito momento.

    Iba a seguir un poco más el post pero no quería romper el puto mood que tengo en las putas venas so *sorbito*
     
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    ¿Había ignorado alarmas de aquella manera toda mi vida? Estaba segura de que sí, quizás en menor cuota que una persona como Kurosawa, que se lanzaba de cabeza con gente que parecía peligrosa desde el segundo cero, pero de que lo hacía, pues lo hacía. De hecho en ese momento me pregunté si Joey no había parecido peligroso desde el primer momento, pero no podía responderme porque eso había sido antes de la azotea, antes de O'Connor con su pregunta, antes de Países Bajos y la visión de la tumba.

    Otra vez el roce con su mano, estaba vez fui más consciente de él y solté algo de aire contenido con cierta rapidez, lo vi apoyarse en la mesa y la canción, el mantra, cambió solo que... Reconocí el siguiente. No sé de dónde, no recordaba ni el nombre de la canción, pero la letra me llegó a la cabeza como invocada de otro mundo, junto a la melodía.

    Y entonces lo escuché a él. Una fracción de la tensión inconsciente que había tenido en el cuerpo se fue por el desagüe, se me aflojaron los músculos y cuando sentí su mirada encima, busqué sus ojos allí, bajo el sol del Ragnarök y ni siquiera fue algo consciente, de hecho cuando me di cuenta sentí que la sangre me subió al rostro, pero prácticamente había comenzado a hacerle una suerte de armonía.

    Just stay here, my arms are wide, my love.


    Suicida, ¿no?

    And the rest of the world could disappear and I wouldn't care.


    Sin duda alguna, ¿pero importaba? Sus manos envolvieron las mías, me instó a aflojar los dedos y al final me sacó el objeto de las manos aunque la verdad tampoco puse demasiada resistencia ni nada, llegados a ese punto era casi hipocresía y quizás mi cuerpo empezó a entenderlo de esa manera también.

    'Cause I'm on fire.

    Y me prendé a sus ojos como una estúpida, como la polilla atraída sin remedio a la luz artificial, y choqué de lleno con sus pozos oscuros reflejando la luz rojiza. La verdad ya no supe por dónde parar el carro, ni idea, se me había trabado la palanca de las marchas o algo, pero el caso es que percibí el camino que trazaron mis ojos hasta sus labios cuando ya fue demasiado tarde para detenerme.

    I guess I should open another bottle of wine. —Las últimas sílabas fueron casi inaudibles.

    El kitsune había hecho bien su trabajo, ¿o no?

    Por supuesto.
     
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    Gigi Blanche

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    ¿Conocía la canción? Pero mira las coincidencias, nomás. Una sonrisa amplia se me dibujó en los labios e incluso se coló en las estrofas que iba cantando cuando empezó a acompañarme con una armonía suave, baja pero precisa. El desastre siguió transcurriendo lento y silencioso, una especie de fantasma aguardando pacientemente aquí, contra la puerta, en cada esquina, desde la mesa. Estaba en todas partes, nos envolvía y es que ese era el encanto del jodido cuartucho, bien lo sabía yo. Olvidabas que estabas en la escuela, que afuera transcurrían las pruebas físicas, que uno era un cabrón de cuidado y la otra, una adorable e inocente niña.

    Una presa.

    Me veía como si no supiera hacer otra cosa y cuando sus ojos se deslizaron hasta mis labios no reaccioné en sí, me tragué la satisfacción y dejé el tanque sobre la mesa. Su voz me alcanzó desde otra dimensión, fue suave, incluso tímida, y la observé de soslayo. Mi idea no había sido seguir cantando pero ¿cómo negarme?

    Light another cigarette —musité, enderezando mi camino de regreso hacia ella—, and turn the record over.

    Busqué su mano a tientas, con movimientos precavidos, apenas la rocé tracé su contorno hasta envolverla y regresé la mirada a sus ojos, detallando sus facciones. Los pómulos rosados, la nariz respingada, las pestañas de nieve y el monte de sus labios. Contuve el impulso de relamerme.

    And play the songs we sang... when we buried those bones.

    Dejé apenas una brecha en medio de la oración para alzar la mano libre, presionar el dorso del índice debajo de su barbilla y mantener su rostro guiado directamente hacia mí. Le hablé sin palabras, sonreí con semejante intención que dudo haber sido capaz de disfrazar por completo su tinte lobuno. El sonido se ahogó en mi garganta.

    Go on, sweetie.

    Y presioné mis labios suavemente contra los suyos.

    Sing with me.
     
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    Zireael

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    I remember, I remember when I lost my mind.
    There was something so pleasant about that place
    and even your emotions had an echo, in so much space.
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    Era un cuarto cualquiera pero de repente esa mierda parecía una habitación insonorizada, porque me olvidé de la escuela, de las pruebas y de una buena parte de las cosas con las que medio me había estado comiendo la cabeza en los últimos días. Las dejé correr, que fueran a perderse a quién sabe dónde, y seguí fluyendo allí, en la boca del lobo como si no me estuviera jugando el pellejo.

    Tampoco era la idea que me siguiera el rollo la verdad, pero no iba a quejarme ya que había comenzado la tontería y con ella el resto del desastre que ya había que ser estúpido a secas para ignorar, aunque ya no me apetecía tampoco darle demasiadas vueltas. Me había desconectado un par de cables, directamente los que activaban las alarmas o los que se interesaban en ello siquiera.

    Tomé aire cuando noté su tacto en mi mano, sin perderle apunte a su voz, y para cuando su índice me alzó la barbilla ya el corazón que latía a una velocidad ridícula, lo sentía casi palpitarme en la garganta pero era de la pura expectativa, porque ya no había marcha atrás.

    Y la sonrisa.

    Caperucita había dicho.

    No había cazador que me salvara el culo si yo misma había ido a buscar al lobo sin siquiera llevar un arma consigo, ¿no? Bueno, como si no fueran las consecuencias de mis propias acciones de por sí.

    Recibí sus labios, sentí el calor que me subió de golpe al rostro antes de esparcírseme al resto de cuerpo y aunque me faltaba el alcohol en sangre del día de la azotea, las articulaciones y todo me siguió funcionando como en automático, como si a pesar de que había desconectado algunos cables hubiese subido otro interruptor.
    Mi mano izquierda fue a parar a su pecho y para cuando quise darme cuenta ya la había arrastrado hasta anclarla a su hombro, buscando apoyo en él o lo que fuese.

    O solo tocarlo, no estaba muy segura.

    Me separé de sus labios y no me atreví a buscar sus ojos de nuevo, no porque tuviese miedo ni nada, era simple vergüenza, apenas suficiente para que hacer contacto visual no fuese algo que se me antojara demasiado en ese preciso segundo, pero ya se me había ido la olla supongo y si ya estaba metida en ese cuartucho, ¿cómo iba a negarme nada más?

    Apreté entonces la tela de su camisa entre mis dedos, encontré sus ojos unos segundos y volví a sus labios, pues porque quise. Me presioné suavemente contra él y no lo controlé, pero un débil suspiro murió contra su boca.

    Vaya momento había elegido para hacer las cosas que me dieran la gana, Dios.
     
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    Gigi Blanche

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    Había que ver, ¿no? La capacidad que tenía para subirme a mi trono inexistente, un trono de barro y humo, para leer a las personas como si se trataran de organismos unicelulares o alguna mierda así. Y había que ver con cuánta frecuencia me salía bien, la suficiente para convencerme a mí mismo de la puta mentira más grande del universo.

    Que tenía derecho a algo.

    Mis movimientos fueron sutiles pero, vamos, hasta un imbécil habría olido las intenciones con las cuales iban dirigidos. Puede que yo hubiera iniciado el círculo de fuego, que le hubiera quitado la tapa al primer galón de kerosene, pero Jez no hizo más que seguir el ritmo de mis pasos. Aceptó ir a la azotea, se acopló a mi rollo, incluso se apareció en el club con llaveros y chocolates. Venga, ¿y qué había hecho yo para merecerlo?

    Absolutamente nada.

    ¿Iba a mortificarme al respecto?

    No lo suficiente para echarme atrás.

    ¿Debería?

    Quién sabe.


    No tenía la cara para esperar la gran cosa de ese primer beso, vamos. Sus labios eran suaves y su cuerpo no se tensó al contacto; suficiente para considerarlo una victoria. Su mano alcanzó mi hombro, la sentí deslizarse sobre mi piel con una precisión aterradora y aproveché la distracción para hacer lo propio en su cintura; no busqué presionarla contra mí, sin embargo, fue apenas eso: la firmeza del contacto. Me erguí no muchos segundos después, un poco para tantear su expresión, otro poco para darle un respiro. Al notar que no buscaba mis ojos pensé que quizá me habría excedido, y estaba a punto de quitarle las manos de encima cuando advertí la presión de sus dedos en torno a mi camisa.

    Me miró.

    Y me besó.

    Pero mírate nada más, Usagi-chan.

    ¿Acaso te subestimé?

    ¿Me subestimé?

    La resina dorada de su mirada siempre amable había adquirido cierto tinte opaco, como de sangre, lo pensé incluso luego de cerrar los ojos. Recibí sus labios sin problema alguno, la cabrona se me echó encima con suavidad y la mano que había mantenido en su cintura, tan modesta y reservada, se deslizó a su espalda y afianzó la presión. Era pequeña en verdad, menuda y delgada. Tuvo hasta el coraje de suspirarme encima, enganché la mano libre debajo de su oreja tras separarme y volver a besarla, instándola a separar los labios. Profundicé el contacto, seguía siendo lento y cuidadoso, seguía atento a sus reacciones y toda la mierda, pero me tomé la pequeña libertad de recorrer su boca con quizá más intensidad de la que habría estimado en un primer momento.

    Mis cálculos habían errado.

    Vaya cosa.


    Arrastré los dedos un poco más, las hebras metálicas me hicieron cosquillas y le eché mi aliento encima antes de dejar su boca en paz, tan sólo por un par de centímetros.

    Tell me, darling —susurré, con el acento pesado colándose sin piedad por el tono bajo que estaba utilizando—. Should I stop~?
     
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    Zireael

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    No tenía remedio ciertamente, lo hecho, hecho estaba y punto, tampoco era que me hiciera suficiente ruido en la cabeza como para ponerme a autoflagelarme por la estupidez a la que me había subido en dos segundos. No, en realidad llevaba días subida en ese maldito tren pero no me había dado cuenta antes o había pretendido ignorarlo directamente, que de por sí era algo que sabía hacer como una campeona hasta de manera inconsciente.

    La azotea, meterme detrás de él al club el día anterior y haber accedido hoy. Nadie me había puesto una correa en el cuello y me había arrastrado como un perro a la mesa del veterinario; en realidad si lo pensaba algo más a fondo casi podría decirse que lo busqué a secas, pero no estaba muy segura de semejante sentencia en realidad, así que eso iba a quedar para después.

    Prioridades, supongo.

    Su mano había terminado por alcanzar mi cintura y ese solo contacto, de repente, me hizo sentir ridículamente pequeña a su lado, luego de que me recibiera de nuevo sentí su tacto en mi espalda, acentuando la sensación inicial, y me dejé hacer así nada más, ya había perdido cualquier rastro de tensión y hasta los nervios habían ido a parar quién sabe dónde. No puse trabas siquiera para darle acceso a mi boca, aunque otro suspiro fue a morir a la suya cuando la recorrió.
    La mano que había mantenido en su hombro aflojó el agarre para deslizarse a su nuca, su cabello me hizo cosquillas en los dedos.

    Al separarse busqué sus ojos de nuevo, por puro reflejo ya, y escucharlo hablar con el jodido acento colándose en cada palabra, me desconectó otro par de cables con una facilidad estúpida.
    Despegué la mano de su nuca solo para posarla en su mejilla y atraer su rostro hacia mí de nuevo, le dejé sobre los labios un beso que fue apenas un roce.

    —No —respondí en un susurro aunque no hacía falta decirlo en realidad.

    Sigue, por favor.

    Sigue.

    Le eché los brazos alrededor del cuello antes de volver a besarlo, con cierta cuota de ansiedad impresa de la que no fui ni consciente, y aflojé algo el agarre para deslizar los dedos entre su cabello, rascándolo apenas.

    Tampoco se podía esperar demasiado, había sido confianzuda toda la vida y cuando ya alguien me daba pie al contacto no sabía ponerme demasiado el freno a mí misma, había pasado con Anna cuando por fin me dejó alcanzarla y con Al en su momento, hace años ya. Ahora la cosa había escalado por supuesto, pero el principio era idéntico en grandes rasgos.

    Además, ya estaba visto también desde la azotea que no era de piedra.
     
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    Gigi Blanche

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    Bueno, bueno, al final la jugada me saldría mucho mejor de lo que había anticipado y todo. Pedazo de error en los cálculos, ¿verdad? ¿Estaría oxidado, acaso? Era increíble el poder que tenían un par de putas hormonas, el suficiente para llenarme el cerebro de aire y reactivarme los interruptores que me convertían en el imbécil con el ego por el cielo, el rey de la nada misma.

    ¿Qué decir?

    Disfrutaba demasiado generar reacciones.


    Su susurro prácticamente se ahogó contra mis labios y me incliné hacia atrás en cuanto ella me echó los brazos al cuello. Fue un movimiento involuntario para recuperar el balance, de inmediato volví a cernirme y le rodeé la espalda como una maldita serpiente. Correspondí a su beso, a su ansiedad y a la idea que me iba haciendo de que a esa pobre criatura jamás debían haberla besado como Dios manda.

    Bueno, el honor es todo mío, Bellabel~

    Hice un par de pasos en reversa, trayéndola conmigo, y giré sobre mis talones para encerrarla entre mi cuerpo y la mesa de revelado. Me presioné sin demasiada maña, tampoco iba a ser tan cerdo, sólo lo suficiente para unir nuestros torsos. Hundí los dedos en su manto níveo, empujé su nuca y ladeé la cabeza, besándola profundamente. Probé y probé sus labios, la idiota no dejaba de echarme los suspiros encima y bueno, ¿tan suicida iba a ser? ¿O acaso me creía mejor, mucho mejor de lo que era?

    Dejé sus labios en paz, regresé la mano hasta anclarla al costado de su cuello, justo debajo de la quijada, y deslicé mi boca húmeda. Su mejilla, donde deposité un beso simple, luego su mandíbula y entonces, la depresión de su cuello. Me hundí en su curvatura, rocé la piel con la punta de la nariz, le respiré encima y solté una risa floja antes de presionar los labios. Una, dos, tres veces, en un camino descendente. Los entreabrí ligeramente en el último, me permití degustarla un poco y mis dedos se presionaron del otro lado, entre el nacimiento de su cabello y el costado de su oreja.

    Venga, qué ganas de comérmela.
     
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  15.  
    Zireael

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    Joder, que se me había ido la pinza de verdad y era innegable en ese punto, que directamente le había dicho que no se detuviera, que le había dado permiso de comerme la boca un poco como le viniera en gana, ya sin ser realmente capaz de hilar demasiados pensamientos coherentes. Cada contacto me arrojaba una oleada de sensaciones encima a la que ya no quería negarme, en realidad es que ya no tenía fuerza de voluntad siquiera para intentarlo.
    Me había pegado como una rata a una de esas cabronas trampas adhesivas, incluso si hubiese querido zafarme era improbable que lo lograra pero el caso es que no quería a secas.

    Había que ser medio imbécil para negarse a algo que se sentía así de bien, ¿no? Y había sido una maldita densa toda mi vida.

    No era que me hubiese salido mucho de esas vías en realidad, pero había bastado cambiarles un poco la dirección para ir a parar allí, al jodido cuarto oscuro con su luz de fin de los días, sus sombras recortadas y sus cualidades de habitación insonorizada.

    Me dejé arrastrar por él, terminando arrinconada entre su cuerpo y la mesa sin demasiada complicación en realidad. Ya directamente todo el cuerpo me exigía contacto, así que cuando profundizó el beso le di todo el maldito acceso que quisiera, el cuerpo me siguió respondiendo solo y tanteé apenas, colándome casi con timidez en su boca.

    Se separó de nuevo, anclándome la mano debajo de la quijada y se deslizó, para cuando me alcanzó el cuello el aire me escapó por entre los labios algo entrecortado y un escalofrío me recorrió la columna cuando probó mi piel, obligándome a cerrar la boca antes de que se me fuese a escapar cualquier otra cosa dado que ya no parecía tener control alguno sobre mis propias reacciones.

    La mano que había ido a parar a su cabello apretó apenas, porque necesitaba asirme a algo y tragué grueso. Ni me había dado cuenta de que había inclinado la cabeza para dejarle espacio y a pesar de que había buscado callarme a mí misma, solté el aire con algo de fuerza.
    Incluso el pecho me subía y me bajaba a un ritmo que no era normal, aunque no era que interesara demasiado.

    Un montón de cosas habían dejado de importar, a decir verdad.

    Vamos, lo estaba disfrutando como una jodida y se notaba a leguas.
     
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  16.  
    Gigi Blanche

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    El cuerpo de Jez respondía por sí solo, a decir verdad. Ni siquiera tuve que preguntarme o preguntarle cómo se estaba sintiendo al respecto, no cuando le resultaba imposible tragarse los suspiros o cuando inclinaba la cabeza, dispuesta a concederme todo el espacio que quisiera. Besé su cuello de punta a punta, no como un animal desaforado pero sí con la intensidad suficiente para considerar toda la mierda, well, not safe for work? Me detuve justo debajo de su oreja, me separé de su piel y volví a respirarle encima.

    What a naughty bunny, sweetheart —susurré, rozando el lóbulo con los labios húmedos, y presioné los dedos en su espalda de pura maña.

    Ya podía imaginarme el jodido venazo que le daría al alemán cuando se enterara, porque obviamente iba a saberlo. Calaría a Jez en medio segundo y la tonta no vería por dónde mentirle, menos si el otro cabrón insistía. ¿Y qué haría, entonces?

    ¿Cómo reaccionaría cuando se diera cuenta que su bonita princesa se le escapaba entre los dedos?

    Me separé de Jez, relajando el agarre que había mantenido en torno a su cuerpo. Reparé en sus ojos, le sonreí con calma y le corrí el cabello algo revuelto a la espalda.

    —Bueno, ya tengo que sacar el líquido o se me estropearán las fotos —anuncié como si nada, con la respiración compuesta y todo.

    Me incliné hacia ella de nueva cuenta, una nota de picardía chispeando en mis ojos, me incliné como si fuera a besarla pero en vez de eso alcancé el tanque a sus espaldas y me alejé en dirección a la bacha, para vaciarlo. Era un cabronazo, ¿verdad? Más le valía a Bellabel nunca olvidarlo.

    Sacudí el aparato suavemente para quitarle hasta la última gota y le dediqué una nueva sonrisa de soslayo.

    —Cuando vayas a comer los scones te recomiendo entibiarlos un poco, les devuelve bastante de la gracia original~
     
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  17.  
    Zireael

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    Se me había nublado la mente de una manera ridícula, toda el agua de mi lago, ese en el que había pensado en la mañana con Watanabe, de mi llovizna, se había evaporado echándome encima una bruma que me obstaculizaba la vista y me impedía realmente ver más allá de algo que no fuese a Joey, el cuartucho y la luz roja. Una cortina traslúcida, una pared de vapor. Me recordaba a mi propio cabello al verlo contra luz.

    Lo que me susurró me arrojó la sangre de regreso al rostro e inhalé con cierta fuerza, porque para la gracia también me había erizado la piel. En cualquier caso, se separó de mí y apoyé las manos a los costados de mi cuerpo, en el borde de la mesa, y lo seguí con la vista en lo que trataba de volver a ponerle orden a mi cuerpo. El otro ya estaba como si nada, cosa que en sí no era ninguna sorpresa.
    Los músculos se me tensaron de la pura expectativa cuando se inclinó hacia mí para al final cambiar de dirección, haciendo que soltara el aire por la nariz como un toro cabreado.

    —Anotado, sir —respondí a lo de los scones, subiéndome un poco al tren ni idea de cómo—. A ver si no me los roban en casa.

    Sacudí la cabeza, despegué el cuerpo de la mesa por fin y di un par de pasos, con intenciones de retirarme no sé por qué, pero me detuve a medio camino, mirándolo de soslayo.

    ¿Por qué no seguir haciendo lo que me viniera en gana?

    Total ya había comenzado, no haría diferencia.


    Redireccioné mis pasos, caminé en su dirección y sin pedir permiso de nada lo abracé por la espalda, hundiendo el rostro allí. ¿Por qué? Porque sí, ni idea, eran ese tipo de estupideces que se me ocurrían sobre la marcha y hacía porque me parecía que no causaban ningún mal, más bien lo contrario. Tampoco podía quitarme toda la ingenuidad de encima de por sí, no de un día para otro.
    Me aferré a él con algo más de fuerza de la que había planeado inicialmente, lo envolví con mis brazos y de repente tuve esta realización estúpida de que los abrazos eran un gesto que podía tornarse extremadamente posesivo en ciertos contextos, que se parecían a las ramas entre cruzadas de los arbustos o la constricción de las serpientes.

    Tremendo delirio.

    However —murmuré girando el rostro apenas para poder hablar sin soltarlo—. ¿Me quedo a hacerte compañía? Prometo no molestar~

    Ni que me hubiese dicho que me fuera de por sí, pero siempre prefería preguntar solo por si acaso. Si prefería quedarse solo, pues nada, me iba y si no, me quedaba allí y ya estaba. No había gran drama con ninguna de las dos realmente, había quedado claro con el día anterior además.
    Lo cierto es que tampoco tenía demasiadas ganas de salir ya, que seguro Al se había dado cuenta de mi ausencia y arrojaría el bombardeo de preguntas o directamente se pondría de malhumor si se daba cuenta al dedillo, como era probable. Prefería lidiar con eso después.


    nADA SHE JUST TALKED TO ME U KNOW *inhales* Ya sabes, no tienes que responderme ni nada uwu damos weas por asumidas también acá if u want
     
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    Gigi Blanche

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    youtube me aventó esta canción cuando estaba por ponerme a responder y es una de las que usé en Fate, creo que en la primera ciudad, cuando Joey se me rompió por primera vez y chale, im soft and i wanna c r y


    Joey.png

    Estaba regresando el tanque a la mesada, junto a ella, cuando oí su comentario sobre los scones. Solté una risa suave en respuesta, poniendo distancia de nuevas cuentas para buscar el baño de paro entre todos los frascos que guardaba en la despensa metálica contra la pared.

    —¿Termitas en casa? —solté dándole la espalda, y mientras volvía sobre mis pasos noté que había empezado a irse.

    Bueno, tampoco iba a detenerla aunque mi plan original, siendo francos, nunca había sido tan superficial y frío como robarle un beso y echarla. Es decir, si quería quedarse y seguir atendiendo a mi aburrida lección de fotografía podía hacerlo el tiempo que quisiera. Nunca había sido del tipo que rechaza la compañía humana, aunque últimamente la hubiera evitado adrede.

    Las aguas parecían haber cambiado de curso.

    Le estaba echando el baño de paro al tanque en cuanto advertí que volvía hacia mí. Asumí de primera mano que se habría dejado algo, o que mejor prefería despedirse o incluso que se había olvidado de decirme alguna estupidez. Definitivamente no predije ni hubiera predicho nunca que iba a hacer lo que hizo.

    Abrazarme.

    Me abrazó como abrazaban las idiotas de su tipo, las que un poco a consciencia, un poco gracias a mi reputación había evadido siempre. Me abrazó con cariño, calidez, contención y quién sabe qué mierdas más, porque así eran las personas como ella, ¿no? Eso significaba estar lleno de luz.

    No ser oscuridad.

    Mis músculos se tensaron al primer contacto, como cuando te lanzas a la piscina de una. Rápidamente me acostumbré y retomé mi tarea como si nada, que el frasco del baño de paro me había quedado inclinado en el aire, suspendido, como un maldito fotograma. Acompañé la mierda de una sonrisa floja para aligerar el ambiente, disimular o convencerme de que no había sentido ni una pizca de miedo.

    Cuando en realidad sí.

    Tocaba a la gente sin problema, pero sólo si planeaba hacerlo. Recibir contacto repentino e inesperado podía... ser peligroso. No para ella, es decir, ¿en qué universo sería capaz de tocarle un maldito pelo? Me encantaría creer que la respuesta era ninguno, pero luego los interruptores se me aflojaban y las cosas pasaban, y la memoria se me llenaba de parchones negros y papá quedaba atado a una cama de hospital.

    Mierda.

    La dejé hacer, de todas formas, no encontré razones para apartarla y antes de poner todas mis neuronas en funcionamiento abrió la boca.

    ¿Me quedo a hacerte compañía?

    Acompañé la eterna sonrisa de una risa nasal bastante vaga y devolví el baño de paro a la mesada, enroscándole la tapa.

    Be my guest, Bellabel —murmuré, y giré el rostro para intentar verla aunque sólo logré dar con su silueta—. ¿Aún quieres la clase de fotografía o hago las cosas con la boca cerrada? Difícil tarea, by the way, pero estoy dispuesto a hacer el sacrificio si me lo pides~
     
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  19.  
    Zireael

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    Sentí en mi propio gesto una segunda intención que no supe identificar del todo, me llegó justo después de la epifanía de la posesión y todo el rollo. Fue parecida a la segunda intención que noté cuando accedí a que Altan le dijese a Anna que no iba a estar en Japón unos días.

    Era un chispazo de naturaleza completamente diferente a los que había sentido en medio de la comida de boca y estuvo directamente relacionado a la cuota de tensión que sentí en su cuerpo, a pesar de que se había relajado en segundos.

    ¿Debí tomarlo como una señal de alarma? Quizás pero todo lo que hice fue apretar un poco más el agarre, casi como un reflejo, y al no recibir negativa alguna me quedé allí, robándole calor como la idiota confianzuda que había sido siempre. La tonta que pretendía alcanzar a todo el mundo.

    A Anna con su actitud huraña.

    A Al con su ira sin dirección.

    A Laila con su eterno miedo.

    A Blee y Kashya con su poca tendencia a mostrar emociones.

    ¿Y a Joey? Solo porque sí, no sabía definir precisamente el motivo de mi actuar como tal si ya sabía cómo eran las cosas incluso. Me di cuenta que podía vivir con eso o algo así, al fin y al cabo me había dejado arrastrar hasta allí, así que tampoco había mucho que decir el asunto.
    Había pretendido irme así nada más, pero eso hubiese violentado todos mis malditos principios y simplemente no podía, ¿cierto? Bajo ninguna circunstancia.

    Se me escapó una risa al escucharlo decir que sería difícil hacer las cosas con la boca cerrada y aflojé apenas el agarre para poder dedicarle un par de caricias en los costados del cuerpo antes de volver a enredarme a él.

    —¿Y perderme una clase gratis? Qué va~ —Me separé con cuidado luego de haber frotado el rostro contra su espalda y me incliné para buscar su mirada con tal de dedicarle una sonrisa—. Te escucho, cariño.

    Me coloqué a su lado, estiré el cuerpo y pretendí dejarle un beso en la mejilla, aunque le erré un poco al cálculo y se lo dejé en la línea de la mandíbula.

    Digamos que a nuestra manera, cada uno había agarrado el codo del otro aunque sólo habíamos ofrecido el brazo.

    La telaraña se había entrecruzado.
    I'm soft and I wanna c r y x666
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Puede que la tonta fuera más espabilada de lo que había anticipado, o que simplemente procesara y respondiera a las cosas de forma diferente. Como si, no lo sé, viera el mundo a través de un filtro harto diferente al mío, cosa que no me extrañaría ni un ápice considerando, bueno, las circunstancias.

    Su luz y mi oscuridad.

    Su inocencia y mi desencanto.

    Su calidez tan amable y la mía, egoísta y arrolladora.

    Y es que la tonta me sintió tensarme y afianzó el agarre casi de forma automática, como si pretendiera evitar que escapara o peor, como si quisiera ir y asegurarse de que mis fragmentos quebradizos, dispersos, llenos de grietas, no fueran a desparramarse en el suelo ante la primera corriente de viento. También podía ser su protesta, su forma de decirme que seguiría haciendo lo que le salía del coño como, ciertamente y contra todo pronóstico, había estado haciendo hasta ahora.

    Otra vez, la había subestimado, ¿cierto?

    Sus caricias fueron dulces y suaves, en sí era jodidamente extraño tener encima un par de manos que no cargaban ninguna segunda intención de las que solía recibir o dedicar a secas. Jez buscaba contacto físico, sí, pero aún con las similitudes y todo, en la base era otro idioma. Uno puro, tibio y abnegado.

    O quizá fuera, no lo sé, su terror a la soledad.

    A no ser de utilidad para el resto.

    A que su amor se marchitara y ya no tuviera nada que ofrecer.

    Pero qué iba a saber yo de eso.

    Su risa se propagó por sobre la música que había cambiado, no sabía cuándo ni por qué mi maldito cacharro había decidido saltarse la playlist e irse adonde le salió del culo, la cuestión es que la canción que sonaba ahora era diametralmente opuesta a la anterior y pegaba mucho mejor con Jez que conmigo. Si debía ser honesto la chica había tomado las riendas de la situación, so...

    Yes, pretty much accurate.

    Recibí su beso en la mejilla sin ofrecer una respuesta como tal o accionar algún músculo, simplemente sonreí y le devolví la mirada. Una extraña chispa de energía se propagó dentro de mi cuerpo y asentí, regresando mi atención a la mesa frente a nosotros.

    —Muy bien, Bellabel, entonces prosigamos. Esto de aquí que parece veneno o amoníaco se llama baño de paro, es un químico que básicamente frena el proceso del líquido de revelado. Ya se lo quité al tanque, así que ahora viene... el fijador.

    Busqué el producto susodicho entre los frascos de la despensa y bueno, seguí con toda la explicación y demostración como todo un profesor. No era el payaso de la semana pasada, dramático y enérgico hasta el culo, pero había recuperado cierta cuota de liviandad. Mi voz se asemejaba mejor a la de un adolescente sin preocupaciones y no tenía pintas de estar planeando cada maldito paso antes de darlo.

    Me había relajado, en pocas palabras.

    Podía hablar con Jez como si nada.

    Y se sentía bien.
     
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