Azotea

La clase había pasado más rápido de lo que había creído, quizás porque había estado casi ausente en la clase, tomando sus notas de manera casi automática sin procesar lo que se estaba diciendo en realidad al estar distraído, confiando en que iba a tener que leer todo eso algún día de nuevo para tratar de hacerle sentido, pero al final no se arrepentía, eso lo ayudó a sentirse algo más cómodo y eso era lo que necesitaba.

El primero en desaparecer de la clase fue Daute, luego él se levantó de su asiento y del maletín sacó un recipiente de madera donde guardaba su comida (tres onigiris rellenos de umeboshi), no era especialmente mucha pero no es que se hubiera esforzado en hacerla para cuando se dirigió a esa escuela. Y así, terminó dirigiendo sus pasos hacia la azotea, sonriendo ligeramente cuando la brisa la recibió.

—Tan siquiera el día es decente...

 

<<Tan zorra como pareces>>

Pero que buen ojo.

Aquello no la perturbó en lo más mínimo, satisfaciéndola irónicamente. En verdad podía ser similar a su hermano, más allá de las fachas animales, era impulsivo. Qué mala combinación. Sin embargo ni se inmutó, terminando su clase en paz, tranquila, sedosa, como debía ser. El sonar de la campana dio de lleno en sus tímpanos, siendo una de las primeras en salir al pasillo para comenzar a preguntarse dónde debería pasar aquel tiempo libre.

Se dejó llevar entonces por su instinto, dirigiéndose a la azotea. Era un bello día, soleado. No estaría mal recibir la brisa fresca, además de que era demasiado pronto para verse nuevamente con Zuko.

Abrió entonces la puerta, encontrándose con que el sitio estaba ocupado.

—Que pena —susurró amablemente—, ¿te incomodaría si almuerzo aquí? —cuestionó con parsimonia.

 

Había tomado asiento en uno de los bordes que sobresalían antes de que aquella reja iniciara, así podía tener una clase de respaldo para poder comer algo más cómodo su comida, solo prestando atención al ruido ambiental relajante, en su anterior escuela lo único que podías escuchar en la azotea o cualquier otro lado eran los ruidos de los automóviles pasando así que, tan siquiera ese cambio era bueno.

"¿Te incomodaría si almuerzo aquí?"

Suspiró, alzando su vista para encontrar a la dueña de la voz que había decidido aparecer, la academia era suficientemente grande y...aun así, se topaba con gente.

—Siendo completamente honesto, sí. Pero dudo que vayas a dar media vuelta e irte por donde viniste así, sorprendeme haciendo eso o solo has lo que viniste hacer.—Volvió a bajar la mirada tan solo unos segundos y una segunda voz esta vez conocida recorrió el aire: Katrina.

Para cuando volvió a centrarse en los demás y no su comida distinguió a la otra figura, y al no ver una cuarta presencia para tomar ese apodo particular que había dicho el chico, tuvo que asumir que así también solían llamar a la de mechas rojas.

¿Era relevante? En lo absoluto, ¿prefería su nombre completo? Sí.

—Lo tendré en cuenta para la próxima vez —Aquello era honesto, así se ahorraba visitas sorpresivas y podrían tener algo más de compañía —, pero ya estas aquí, así que supongo que...¿sorpresa?

 

Se sentó entonces, a su lado como si lo que hubiese escuchado fuese totalmente lo contrario. No había dejado escapar nada de sí aún, y la gente parecía desayunar alacranes. Vaya, no conocían uno en realidad cuando picaba profundo en la piel. Bebió del jugo de melocotón que traía consigo, elevando la mirada bajo el sol ardiente ante el ruido de las nuevas personas, escuchando hablar a la chica con aquel deje calmo, contrastando con su apariencia.

¿Su amiga, acaso?

Después deparó en la silueta masculina.

No quería involucrarse con personas que potenciaran quién era, por ello se acercó al niñito calmado, amoreteado.

¿Quién lo habría golpeado?

Habían faltado partes del cuerpo por llenar de aquel morado intenso.

Llevó entonces el onigiri a sus labios, manteniéndose en silencio.

 

Antes de que siquiera pudiera procesar del todo la contestación de Katrina observó en cámara lenta como aquella desconocida se sentaba justo al lado suyo como si se conocieran de toda la vida y fuese lo más normal del mundo.

De toda la academia se había presentado allí en la azotea.

Y de toda la maldita azotea, se había sentado a su lado.

No había tardado nada en lo absoluto en fruncir el ceño y mirarla como si cuestionara la existencia de alguna neurona funcional en esa cabeza que seguro habían muerto al hacerle crecer el cabello. —Cuando dije que me sorprendieras o hicieras lo que te diera la gana consideré que serías lo suficientemente decente para sentarte en tu propio espacio. —¿Quién hacia eso? ¿Por qué demonios invadía su espacio personal así como si quisiera fastidiarlo?

Se levantó bufando al sacar aire por su nariz para poder sentarse en algo que consideraba una distancia más prudente de ella, pero todavía manteniéndose sentado como antes, no iba a renunciar a su comodidad por ella.

—Hola, David —Finalmente volvió a prestar atención a ellos para tratar de contestar algo de vuelta, suponía que no era demasiado bien visto estar allí discutiendo mientras ignorabas a los demás —, bienvenido a la azotea tu también.

 

Subió las escaleras con el café helado en la mano, bebiendo de a pequeños sorbos, logrando enfriarse el cerebro al sacar las ideas que le martillearon al arrinconar a Kohaku, las mismas ideas que tenía por hacerle a la niñata de orbes esmeralda. Abrió la puerta de la azotea, a la cual no pudo acceder el día pasado por la lluvia, terminando en la enfermería con la chica que casi se lo come con la mirada.

Que fastidio.

Al menos ahora podía tener algo de paz. Miró entonces a su alrededor, encontrándose con cuatro personas más.

Tenían que estarlo jodiendo.

¿No había sitio sin ser humano en esa mierda de escuela?



Tragó con las pupilas hacia la nada, escuchando apenas el reclamo, sin voltear a mirarlo para seguir masticando con parsimonia, sonriéndole apenas a Mason mientras llevaba la lata helada a sus rosados labios. Estaba retenida, tranquila, pasiva.

Llevó un mechón tras su oreja para deslizar, ahora sí sus pupilas vacías por la señorita con perforaciones. Qué desagradable a la vista. Continuó con Aaron, el que se había apartado de ella como si le quemara su presencia. El niño maltratado. Si estuviesen solos se le habría escapado un comentario mal intencionado, pero en público, rodeada de personas las apariencias eran apremiantes, lo suficiente como para continuar almorzando como si nada hubiese pasado, hasta que elevó la vista y denotó la tinta negra de los tatuajes.

Casi tan oscuros como su lacio cabello.

Lo notó entonces, escudriñándolos como si fuesen poca cosa.

Otro más anotado en la bolsa.

 

Se limpió los labios con una servilleta al terminar de comer, pese a no ver más que el brillo labial rosa sobre los mismos, guardando la servilleta en un pequeño cuadrito entre sus dedos, como si hubiese hecho origami con ella, percibiendo por el rabillo del ojo el cómo la chica sacaba una cajetilla de cigarrillos. Los dientes se lo pondrían amarillos al paso de los años, la piel perdería luminosidad, sus pulmones producirían bronquitis crónica, o enfisema.

Que asco.

Aún así no mostró ademán alguno de repelús, como si no existiera más que para un reconocimiento facial.

—Lamento haberte incomodado —se disculpó con suavidad hacia Aaron, pese a no sentir ningún tipo de empatía, volviendo la vista al recién llegado.

Tenía perforaciones en las orejas, dos de cada lado. Los ante brazos tatuados, los nudillos en igual de medida que las muñecas.

¿Qué significaban las letras?

Se sonrió apenas con cortesía, mirándolo fruncir el ceño y recostarse contra la pared con los párpados cerrados, como si no fuesen más que insectos ruidosos. Una pequeña risilla se le escapó mientras tapaba sus labios con sus dedos, levantándose por fin del suelo con la lata vacía, dejándola dentro de la canasta correspondiente. Salió entonces con su cabello meciéndose, dejando los cuatro estudiantes atrás.

Más tarde iría al club de arte, a conocer los integrantes.

Por ahora, se abstendría en hablar con el chico de las tatuajes.

 

Incluso con la nueva presencia en aquella azotea se había dignado en seguir comiendo a su ritmo, ¿por qué seguía llegando gente allí? ¿Era acaso alguna zona popular por alguna razón? Quizás, quizás no pero, algo si era obvio: estaba igual de incomodo que cuando él observó a esa chica llegar.

Pero no se iba.

Volvió a centrarse en el grupo, ignorando el hecho de que no le agradaba en lo absoluto ser observado de esa forma por la invasora, si podía apostar algo es que estaba seguro que se había sentido igual que cuando la chica de cabello morado cruzó las puertas de su aula.

—Ni siquiera tú te estás creyendo eso —Rodó sus ojos antes de cerrar aquella caja de madera al haber terminado incluso aunque le faltara una por terminar, su apetito prácticamente había desaparecido aunque su cuerpo prácticamente se había relajado en el instante que la vio alejarse —. Katrina, ¿ella entra en tu categoría de las princesas? Y... ¿Estas fumando para evitar comer algo?

David comía, ¿por qué ella no?

 

Se colocó los audífonos, introduciendo un bombom a la boca para después buscar la lista de reproducción, haciendo de cuenta que no había nadie más ahí. Se podía ensimismar con facilidad, sin embargo, la sensación de que habían otros idiotas invadiendo su espacio le provocaba aquella sensación de hastío. Parpadeó con parsimonia desde la sombra, visualizando a lo lejos los techos de las casas que se lograban ver por la altura.

<<Da un poco de mal rollo la cabrona, la verdad>>

No la había analizado a ciencia cierta, sin embargo, aquellos orbes sangre no podían significar más que malas noticias.

 

—Se sentó al lado mio, creo que si no lo notaba así, sería bastante malo —Seguía siendo la molestia principal en él y se notaba, pero sí que había contribuido a ayudarlo a sentir con más fuerza esa vibra que no terminaba de convencerlo,quizás si hubiera mantenido lejos de él para comer en su propio espacio solo se hubiera quedado con la idea de que tuvo mala suerte y tendría que compartir espacio, quizás...un poco de mala vibra con aquella mirada que los analizó en su momento, lo habría sentido algo más sutil —. Pero tan siquiera solo hay una con nosotros.

Dos sería demasiado.

Y lo otro le hizo más sentido, era mucho más fácil subir solo un piso que tener que bajar todos para poder ir a la cafetería —Aquí también hay un onigiri —Se estiró un poco para dejarlo frente a ella, demasiado conveniente como para desperdiciar lo que le había quedado —, que les aproveche. —Se suponía que eso se decía al inicio pero bueno, ya habían llegado hasta ese punto y él no era el mejor comentando cosas pero, tenía un poco más de curiosidad.

—¿También eres de nuestro grado, David?

 

Subió las escaleras hacia la azotea abrochando su chaqueta verde, sintiendo algo de corriente provenir de arriba, y comprobó que mantenía en sus bolsillos la caja de cigarrillos y el mechero. Agradecía que no lloviese para poder fumar en paz, porque la mala hostia que se cargaba con todo el tema de Zuko amenazaba con ahogarla en cualquier momento.

La música electrónica retumbando a través de sus inseparables auriculares negros amortiguó las voces al otro lado de la puerta, por lo que no se esforzó en disimular su desagrado al comprobar que había bastante gente congregada ya allí. Reconoció algunos miembros de su aula mientras se llevaba el cigarrillo a los labios y prendía el fuego, pero pronto perdió el interés cuando reconoció a una de las dos únicas personas que no quería ver allí.

El cretino de los tatuajes.

Me cago en mi puta vida.

Contenido oculto

Por qué me gusta tanto cabrear aún más a mi hija ay dios

 

Arqueó una de sus perfectas cejas al denotar la chica que se había topado en los pasillos, esperó entonces el zorro albino tras ella pero jamás llegó. ¿Estaba sola? Pff, con las ganas que traía de sacarse las espinas de ese día. Chasqueó la lengua con fastidio, pese a realmente sentir placer por verla, como un animal queriendo morder otro, sabiendo que saldría rasguñado sin duda alguna. Le quitó los audífonos con simpleza, lanzándoselos a las manos casi inmediatamente para no darle tiempo siquiera a que se le lanzara encima.

Si estuviesen solos.

—¿No vienes con tu novio? Niñata —siseó por solo sacar información, como el cabrón que solía ser, recorriéndola con las pupilas afiladas—, el tipejo de cabello blanco.

Describió con parsimonia, recordando entonces el cómo le pringó la piel con la tira del sostén.

Definitivamente empezaba a sentir ganas de volverlo a hacer.

 

Había caminado hacia el borde de la azotea, tratando de recrearse con las vistas hacia el exterior para ignorar la molesta presencia que rondaba cerca de sí. Ganas de dar media vuelta y cerrar de un portazo no le habían faltado, pero podía intuir que ese tipo se lo tomaría como una victoria personal y antes muerta que reforar su asquerosa sonrisa.

De repente la música desapareció, y el frío de la brisa mañanera estaba por acariciarle el rostro cuando la sangre volvió a hervir en sus mejillas de la pura frustración. Otra vez él, el tipo de mirada presuntuosa. Tenía que tenerlos bien puestos para atreverse a tocarle las narices de esa forma.

Se colocó los cascos en el cuello, apartando su larga cabellera castaña con lentitud, calmando sus crispados nervios. Estaba claro que no iba a dejarla tranquila, y no iba a permitir que le dañase los auriculares por andar jugando como un puto crío buscando atención.

—¿Te diviertes? —dejó salir el aire de sus pulmones luego de darle una calada, sosteniéndole la mirada con cierta intensidad. Se estaba conteniendo y oh, su paciencia era tan, tan inestable. Tenía la advertencia de la directora en la nuca y no podía permitirse espectadores. En cambio, si estuvieran solos....—. ¿No te dan la suficiente atención en casa y tienes que ir acosando chicas en su lugar?

No iba a darle el placer de responder ni una sola pregunta.

 

Había terminado ladeando su cabeza un poco al ver aquella reacción por parte de Katrina, no entendía esa parte de duda que le estaba surgiendo cuando prácticamente aceptó la comida de David tan fácil, ¿sería porque no lo conocía del todo? Quizás, también sabía que nada iba a pasar si terminaba rechazándolo porque tenía todavía la comida de David allí y eso le parecía suficiente, no tenía pruebas de nada, pero estaba seguro que no era muy bueno fumar con el estómago vacío.

Creía que funcionaba como el alcohol, por alguna razón.

—Entonces la tranquilidad no será un problema para ti —No quería imaginarse las clases con aquella chica de cabello morado, sentía que terminaría haciendo todo muy tenso si se lo proponía. Y entonces lo vio, al final había aceptado el onigiri y por alguna razón le pareció divertido aunque no lo terminara expresando por fuera, no entendía qué había sido todo eso pero, ya tenían el resultado —. De casualidad...¿la azotea tiende a ser así de popular siempre o es una clase de terreno neutral para que vengan a tener conflictos?

Se terminó recargando más en la reja, cerrando sus ojos un momento, esa academia se cargaba demasiados dramas.