Ciencia ficción Fantasmagoría

En un mundo distante, uno muy diferente al nuestro y que se escapa a cuanto podríamos siquiera imaginar, habitan un conjunto de seres maravillosos, tan enigmáticos como únicos en su especie. Sus cuerpos negros no tienen una forma definida, y en un extremo (el superior), poseen dos cavidades simétricas de las cuales sobresale un brillo blanquecino, como si fueran globos oculares. En cada uno de sus dos laterales hay una extremidad, lo que podrían ser considerados como brazos o tentáculos, puesto que no se perciben dedos. Su constitución es netamente indefinida, no se puede saber si la materia que los compone es sólida o no. Nadie sabe a ciencia cierta de dónde provienen, cómo se reproducen y hacia dónde van. Pese a que las investigaciones sobre ellos han mermado en estos últimos tiempos, se mantiene el innegable interés.

Sí es evidente que siempre llevan consigo un objeto parecido a un cubo, como si fuera una pequeña cajita de color opaco. Su existencia puede extenderse durante milenios, aunque se movilizan con suma lentitud, recorriendo una distancia de diez metros en aproximadamente un lustro. Por esa misma razón, es habitual creer erróneamente que suelen permanecer inertes, pero nada más alejado de la realidad. Al menos, no cuando están erguidos, porque de tanto en tanto deciden tomar una posición similar a la que nosotros denominamos como estar sentado. Pero son muy raras las ocasiones en las que esto sucede. Es que no lo necesitan.

Las particularidades cuasi feéricas de su realidad les hace peregrinar por tiempos increíblemente extensos, bajo los que se conciben como lluvias de plomo líquido, desiertos de algodón, lagos de magma o selvas de espinos cuyo principal componente sería el cobre. Como ya se dijo, pocas son las veces en las que se detienen a descansar, puesto que su vitalidad no puede languidecer, y todo a pesar de que solo se alimentan dos o tres veces durante la totalidad de su estrambótica existencia. Su dieta es otro tema singular, ellos engullen lo que sería un montículo de rocas espaciales, vestigios de meteoritos o componentes semejantes. Es necesario remarcar que jamás se deshacen del cubo en todo su peregrinaje, no al menos hasta cierto punto, el cual tocaremos más adelante.

No tienen la habilidad de comunicarse entre ellos ni de sentir empatía, y si en una de esas casualidades, dos de estos seres cruzan sus caminos, se ignoran mutuamente. No saben lo que es dormir, soñar, tener miedo, alegrarse ni ninguna acción o padecimiento similar. Solo viven para recorrer continuamente su vasto y extenso mundo. En cuanto a este último, no es posible saber dónde está ubicado exactamente; aunque algunos aseveran que puede ser que esté detrás de una de las lunas de Saturno, otros alegan que el susodicho planeta se hallaría muy cerca de Júpiter. Lo cierto es que lo poco que se sabe al respecto proviene de algunos astronautas supersticiosos que, al viajar al espacio, son capaces de tener visiones tan prolongadas como detalladas sobre estos mismos seres y el lugar en el que viven.

Jack T. Reed, un importante miembro de la NASA que pudo participar activamente en el prestigioso proyecto Apolo (en algunas de sus iteraciones) ha confesado abiertamente y en numerosas ocasiones que ha sufrido de esas mismas alucinaciones en medio de sus trayectos hacia nuestro satélite natural. Muchos de sus compañeros se han prestado para desmentir sus dichos con vehemencia, hubo otros que lo apoyaron incondicionalmente, y también existió un tercer grupo que prefirió llamarse al silencio y a la neutralidad. Sin embargo, existieron numerosas documentaciones donde se recogieron tales testimonios, pero obviamente no eran de dominio público. Además, entre los adeptos a las conspiraciones ha circulado un rumor en donde se cree que tales archivos se han borrado de los sistemas hace ya una buena cantidad de tiempo, con el fin de proteger la integridad de la celebérrima institución y la de los implicados.

La última singularidad de estas criaturas oníricas, y acaso la más fascinante, es que poco antes de morir abandonan su cubo en el suelo, para alejarse de él hasta desfallecer. Ha habido idealistas o soñadores que han interpretado esto como una imagen de las esperanzas cuando se pierden, o una despedida a un concepto, o el aceptar respetuosamente el adiós de una persona amada. Tal vez sea lo que sucede cuando hay un cambio drástico, de cualquier tipo, y esto generaría la omisión, el olvido, la enajenación o incluso la destrucción de algo que antes nos fue propio. ¿Qué sucederá realmente con estos misteriosos seres y su comportamiento tan peculiar? ¿Tendrán alguna relación o vínculo con nosotros y lo que sentimos? ¿Es posible que la única forma de “avistarlos” sea por medio de la imaginación? Queda en cada uno de nosotros el llegar a una conclusión propia al respecto. O Quizás solo es mejor ignorar de plano su existencia, para dedicarnos a otros asuntos más importantes. Es posible que en algunos pocos años solo un grupo reducido de individuos puedan recordar los pormenores de la presente leyenda aún. O acaso no, en su defecto.
Como si por ello dejáramos un cubo opaco en el suelo para luego desaparecer definitivamente, hasta ser uno con la nada misma.