Fantasía La Costa de la Espada

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por rapuma, 10 Abril 2017.

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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Escritor
    Título:
    La Costa de la Espada
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2766
    Prólogo: Tiro de suerte

    Su frente estaba perlada de sudor, sus manos temblaban levemente mientras pensaba su próximo movimiento. De un lado tenía a la caballería enemiga, rompiendo la línea defensiva entre los escudos de los soldados, dando lugar para que entren al castillo. Por el otro veía las torres de su oponente, abatiendo su caballería y dejándolo sin recursos. Su reina había muerto, solo quedaba su rey; su pieza más importante y a la que había jurado proteger.

    Retrocedió como pudo, en línea horizontal, replegando sus tropas, vertiéndoles coraje y acentuando su posición como capitán de aquél tablero de guerra. Se mordió el labio inferior, esperando el turno de su contrincante, el cual no se hizo esperar. Sin titubeos, sin duda, preparó sus tropas para un próximo y aniquilante ataque. Nuevamente era su turno de moverse y tenía que pensar en algo; casi no tenía recursos, apenas tenía las piezas para defender su propia espalda, no la necesaria para la de su rey.

    ¿Movería sus últimos peones de guerra para dar una línea ofensiva y perder con dignidad? ¿O retrocedería, con sus soldados desplazados y rezagados, asegurando una masacre sin escalas pero quizá con una pequeña porción de esperanza en proteger a su rey? La tensión lo estaba matando, casi podía escuchar los cascos de la caballería enemiga correr en su dirección; los gritos de guerra y el choque del acero.

    —Haz tu movimiento de una vez, Alatariel o me moriré sentado.

    La voz de su contrincante le volvió a la realidad, espabiló sus ojos y miró fijamente el tablero de ajedrez. Estaban sentados en una de las tantas tabernas de la ciudad, en el distrito centro de Waterdeep. El Portal de los Bostezos era la taberna más famosa del lugar, porque el hombre que la dirigía había sido un épico aventurero que decidió sentar cabeza y abrir un local para que guerreros y doncellas se encuentren.

    Y además, como dato curioso, tenía una puerta que dirigía al mundo oscuro de Bajomontaña, donde elfos negros, llamados comúnmente Drows, vivían al acecho de toda criatura que vivía en la superficie. Durnan se había internado allí en sus años mozos y se hizo rico; es por eso que los aventureros llegan con deseos de saber más de ese mundo y buscando excusas para bajar a medirse contra esos seres que solo eran mitos y leyendas para muchos. Pero lo cierto es que la puerta estaba cerrada desde dentro y fuera, la cerradura estaba encantada por la Orden de magos azules de la ciudad y ningún hechizo ni acero podían abrir el candado.

    A esas horas de la noche la taberna estaba casi vacía, exceptuando por cinco comensales que susurraban en sus esquinas. Durnan, el posadero, limpiaba la barra con un trapo naranja algo gastado y descolorido mientras que su matón, un orco feo de piel gris y adiestrado por el mismo Durnan, cuidaba la puerta de entrada.

    Alatariel movió el alfil justo enfrente del rey, cuidando su frente. Ya no le quedaban movimientos, por lo que no vaciló; deseaba perder cuidando a su pieza más valiosa. El otro movió la torre en sentido vertical y devoró automáticamente al último peón, diciendo adiós a la última línea de defensa. Alatariel movió el alfil un cuadro más y su oponente no pudo evitar reír.

    —Qué manera de desperdiciar un movimiento —rió con la boca cerrada, —Esto ya se tornó aburrido, terminemos de una vez.

    Karisto movió su caballo y aplastó al alfil; tomó la pequeña pieza y la colocó a un costado del tablero. Alatariel sonrió levemente, sabía que Karisto querría terminar el partido con prisa y confiado de tener más piezas, no vio que su caballo corría peligro. Movió el rey hacia delante y borró a la caballería. Karisto gruñó:

    —¿Es que no te rindes? Es inútil que quieras seguir extendiendo este partido, es seguro que mi victoria te aplastará.

    Alatariel sin embargo no dijo nada y se limitó a mover el rey en todas direcciones. El partido se extendió quince minutos en el cual el rey escapaba de los movimientos de la torre, el alfil y los peones de Karisto. Finalmente se vio acorralado en una esquina y no fue hasta el último “Jaque Mate” que Alatariel finalmente tiró la toalla.

    —Era hora, joder. Mira la hora que es.

    Alatariel extendió los brazos y se estiró en la silla, haciendo sonar la cota de malla con la armadura que vestía; habían estado más de una hora perdiendo tiempo en ese lugar, cuando deberían estar haciendo otra cosa, un asunto mucho más urgente.

    Karisto guardó las piezas y cerró el tablero de ajedrez. Sobre la mesa había tres jarras de cerveza negra y de ron. Sus cascos descansaban a un costado de la misma, nunca los usaban más que cuando salían de la ciudad pero era protocolo llevarlo al menos en el brazo cuando estaban de patrulla.

    —No veo la hora de sentar cabeza y esperar el alba —murmuró Alatariel, apurando la jarra de ron, —Mañana tenemos que estar a primera hora en la guardia anunciando nuestra investigación.

    —Si seguimos a este paso tendremos que inventarnos el reporte. Black nos pateará el trasero si nos ve sentados aquí perdiendo el tiempo.

    —A veces me gusta pensar que en su juventud fue un sujeto que le gustaba sentarse a beber un poco de cerveza y mirar el candado de la puerta de Bajomontaña.

    —Bueno, a mí me gusta pensar que tuvo una infancia difícil, mucho más su adolescencia. Y que es un buen grano en el trasero porque haber jurado el celibato le dejó la cabeza totalmente seca.

    Ambos rieron ante las burlas de su capitán y se pararon, arrastrando las sillas. Tomaron sus cascos y caminaron hacia la barra donde Durnan los esperaba. El posadero les sonrió; era un hombre corpulento con una voluminosa panza, pero sus musculosos brazos no tenían un gramo de grasa. Detrás de él, apostada como un trofeo, se encontraba una gran espada de metal.

    —¿Espabilaron la mente? —inquirió divertido, —No hay nada como agilizar la mente con el ajedrez.

    Karisto le entregó el tablero con las piezas, —Ojalá nuestro superior opinará lo mismo.

    —¿Cuánto te debemos, Durnan?

    —La casa invita. Si atrapan a ese cobarde tendrán una cuenta abierta y a total disposición de ustedes.

    Ambos hombres afirmaron y despidieron al tabernero, llegaron a la puerta y el orco gris corrió su enorme corpachón para dejarles atravesar el portal de la entrada. Afuera, el aire nocturno les golpeó el rostro, con una ligera brisa del mar de las cercanías. Alatariel vio la sombra proyectada del cartel de la posada a causa de los pequeños faroles con velas que iluminaban las calles y los locales. Un letrero que dice simplemente “El Portal del bostezo”, colgando de cadenas de un poste de hierro negro por encima de la puerta principal, anunciando la entrada a la posada.

    —¿Y bien? ¿A dónde nos vamos ahora? —preguntó Alatariel con el casco bajo su brazo izquierdo.

    —Dormir no es una opción, por lo que mejor vete sacando esa idea de tu cabeza. Vamos a patrullar una vez más las alcantarillas. Una última ronda antes de dar por terminada la noche.

    Alatariel asintió, pensando que sería la patrulla más rápida que harían para volver a sus dormitorios y sentir la comodidad de la almohada. Caminaron juntos por el distrito centro, rodearon el enorme árbol de la vida, cuyo diámetro del tronco rondaba cerca de los 20 metros. Era sin duda gigante, y la leyenda rezaba que el árbol escondía el alma de un druida ancestral que ayudó a alzar la ciudad. A partir de ese punto muchos druidas quisieron alcanzar la leyenda de “Árbol de Horneam”, pero ninguno pudo fundirse en tal aspecto con la naturaleza; pero si era cierto que muchos de ellos visitaban regularmente al árbol para drenarse de energía. Karisto era ignorante a esos hechos, lo que no entendía pasaba a un segundo plano y dejaba de importarle. Pero Alatariel era curioso, le mordía la chispa de la intriga siempre que atravesaban esa zona y veía el gran árbol. Se detuvo unos segundos y alzó la cabeza para ver las enormes ramas y hojas que se perdían en las alturas.

    —Es increíble. Nunca vi un árbol tan grande. Incluso desde el Monte Yelmes, sobresaliendo de la ciudad.

    Karisto frenó su marcha para esperar a su compañero. Alzó la cabeza como su colega: —Nadie nunca conoció a Horneam. Debe ser una mentira para atraer a los druidas.

    —Si es una mentira, ¿cómo es que muchos de ellos se sientan a su lado, o simplemente con tocar el tallo sienten la transmisión de una energía que no podemos comprender?… ¿cómo es posible?

    —Druidas. Están locos, hablan con los animales y son reacios a entablar conversaciones con la gente. Pobres diablos, tocar un árbol puede llegar a ser lo más cercano a tocarle el pecho a una mujer.

    Alatariel se echó a reír con ese comentario, pero su fascinación por lo inexplicable jamás terminaría, además le gustaba preguntarle sobre esos motivos a Karisto, sabía que le molestaba.

    En ese momento eran las dos únicas personas que caminaban en la soledad de la ciudad; los soldados patrullaban mayormente la zona comercial y el distrito de los muelles. Esa zona, el distrito centro, era el corazón de la ciudad y por ende,para lograr llegar a ella se debía atravesar el resto de los suburbios.

    —En marcha. Quiero dormir al menos una hora.

    Volvieron a caminar hacia las alcantarillas. La misión que tenían era encontrar a un bandido de la cofradía de asesinos. Esta cofradía había comenzado a ascender con el pasar de los tiempos y ahora que tenían un líder, se había vuelto un grupo astuto y escurridizo, hacía semanas que intentaban dar con él y no se explicaban como podía eludirlos. Las alcantarillas era la zona donde más registraban, ya que muchos testigos dijeron ver a un sujeto de capucha correr y esconderse allí. Naturalmente las alcantarillas era un laberinto subterráneo, con múltiples salidas y entradas, el lugar perfecto para montar una pequeña base sin ser descubiertos.

    —Leons, Von Falkenberg. —una voz los petrificó, sonó tan dura y potente que ambos voltearon sorprendidos para ver la figura recortada de su capitán por la luz de las calles.

    —Capitán Blacke, señor. —ambos hicieron el saludo militar; un golpe con el puño cerrado a la altura del corazón. Se mantuvieron en esa posición hasta que el nuevo presente acortó las distancias.

    Jon Blacke, de rostro severo; con la impresión de estar constantemente con la mandíbula en tensión. Ojos oscuros y expresivos, con los cuales les examinaba el andar en aquellos momentos. El cabello rubio y corto parecía oscuro por la tenue luz que reflejaba el farol en su armadura.

    —Están muy relajados para estar en misión. ¿Qué es ese olor?

    —¿Olor, señor? —preguntó alarmado Karisto Leons, sin saber a qué se refería su superior.

    —¿Huelo alcohol en su aliento, señor Leons?

    —¿Alcohol? Bueno… —Leons tosió, Alatariel apretó aún más sus labios.

    —Extienda sus manos. Ahora.

    Karisto miró a su compañero. —¿Señor?

    —Extiende las manos, Karisto.

    El aludido hizo caso, extendiendo ambas manos hacia el frente, no le temblaban. El capitán las apretó y las midió con ojo experto, —¿Ha estado bebiendo en guardia, señor Leons? —el capitán nunca elevaba la voz, al contrario, hablaba despacio, como un susurro; eso los ponía nerviosos, les obligaba a prestar atención.

    —Señor, yo… quizá un poco…

    —Es un caballero a la Orden del rey Zafir, señor Leons. ¿Qué opinaría el Consejo si supieran de su estado? Beber en estado de guardia, y peor aún, en investigación. La guardia espera un reporte a primera hora del alba.

    —Estamos trabajando en ello, señor. Le puedo asegurar que nuestra investigación está en pleno proceso.

    —Silencio, Von Falkenberg, que aún no he empezado con usted.

    Alatariel cerró el pico y, al igual que Karisto, tuvieron el sermón de diez minutos de Jon Blacke. Les habló sobre la moral, llegando a la responsabilidad de caballero y diciéndoles el juramento que él como paladín había hecho. Les habló del celibato y lo bien que podría enderezarlos en su carrera como guardianes de Waterdeep. Finalmente les dejó seguir, no sin antes advertirles que no vería otra falta más y los despojaría de los honores que tenían como caballeros de la Orden. Y por si fuera poco, esa noche no podrían dormir en los dormitorios propios de la Orden, sino que deberían buscar una posada para buscar la noche.

    —Gracias otra vez, Karisto, —el aludido lo miró perplejo,
    —¿Gracias? ¡Yo tengo que decirte gracias a ti! ¿U olvidas que el que quiso beber y jugar al ajedrez para despejar la mente fuiste tú?

    Alatariel se alzó de hombros, el sueño se le había esfumado por completo. Caminaron en silencio hasta las alcantarillas y bajaron por unas escaleras de mano. Allí dentro el olor era fétido, un fuerte olor animal. Arrugaron la nariz con desprecio y se separaron para abarcar más terreno. No estuvieron mucho tiempo, decidieron que lo mejor sería volver y pensar en algo nuevo para el otro día. Contaron ratas hasta cansarse y no podían sacarse la imagen de su capitán y su gran dedo índice señalándolos mientras les susurraba.

    Dejaron las alcantarillas para otro día y se separaron. Karisto no deseaba compartir habitación esa noche con Alatariel y éste, tan orgulloso como Leons, no le iba a rogar. Ya se conocían de sobra y un poco de tiempo separados les vendría bien. Eran amigos desde casi los diez años, cuando Alatariel no quiso compartir su espada de madera con Karisto y éste no quiso prestarle su trampera para pájaros. Esa fue su primera discusión y sus primeros golpes. Alatariel terminó con el ojo morado y Karisto con el labio partido. Desde ese día se hicieron inseparables, compartieron entrenamiento, bebida y mujeres juntos. Compartían una sana rivalidad y eran tan distintos uno del otro como lo puede ser el día de la noche. Karisto Leons es hijo de un monarca de gran renombre y título, poseedor de tantas tierras que no es posible contarlas con los dedos de las manos.

    De cabellera dorada y larga hasta los hombros, lleva la barba crecida de dos días, unos ojos celestes como el más limpio cielo, nariz aguileña y un cuello de toro; alto y fornido, es zurdo y carismático por igual. Es reconocido dentro de la Orden por su enorme carisma. Le gusta coquetear con las doncellas del palacio, aún a sabiendas de que son esposas de hombres políticos.

    Y Alatariel Von Falkenberg, hijo de un zapatero y de una sastre, siempre sobresalió por entre los demás por su inconfundible personalidad; simpático, soñador y muy curioso, siempre consiguió lo que se propuso o al menos casi todo. Lleva el cabello corto y negro, sonrisa contagiosa y de ojos verdes claros, de rasgos marcados, un corte transversal a la altura de la ceja izquierda por golpearse el rostro con el borde de su cama de pequeño.

    Alatariel atravesó de nuevo la plaza, pasando justo por delante de la Posada “El Portal de los Bostezos”, y si hubiera mirado la terraza de la misma, habría visto una figura descendiendo por ella desde el tejado con un arnés especial; por desgracia no se dio cuenta de nada y siguió su camino.

    El escalador furtivo descendió hasta llegar a la ventana de la habitación trece donde su objetivo, Alatariel, se encontraba de espaldas revisando notas e informes referentes al perseguidor que buscaban, sentado ante el escritorio del dormitorio. El acechador preparó el pequeño arma que llevaba en su muñeca derecha, una pequeña ballesta capaz de disparar un proyectil letal para un adulto, y apuntó a la nuca de su víctima, totalmente desprevenida y ajena al peligro en el que se encontraba.

    La flecha salió disparada atravesando la ventana sin hacer apenas ruido, directa a la cabeza de Alatariel. En una fracción de segundo, Von Falkenberg se agachó para recoger una hoja que se le había caído y el proyectil impactó contra la lámpara, reventándola y alertando al caballero. Alatariel tomó la espada de la mesita adyacente y se apresuró a la ventana; llegó demasiado tarde, ya no había rastro de su asaltante más allá de los pequeños cristales rotos y la propia flecha, mellada por el impacto contra la lámpara.


    ...


    Notas del autor:

    Hice un apartado para la ficha de personajes, si bien no serán tantos los importantes, me parece correcto hacerla para que ninguno se pierda en mi memoria.

    Ficha de personajes.
     
    Última edición: 11 Abril 2017
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    Mentira que esto esta basado en dnd 5e *-* con la sola posada de los bostezos me quedo por siempre alerta jajaj
    Muy buena intro, me gusta mucho como narras en las partidas de rol y una historia así es perfect, ya quiero saber como avanza esto. Me encanta la incredulidad de Karisto en esta parte y su sentido del humor en general
    me reiré mucho con él jajaja
    Espero ver próximos caps
    Saludos!
     
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    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Realmente pensé que Alateriel iba a morir allí mismo pero tuvo suerte (como dice el título del capítulo) de que en ese momento se haya agachado para recoger esa hoja. Me preguntó quién era la persona que quiere asesinarlo, y también saber la razón de eso. Me supongo yo que es porque quieren evitar que continúe con su investigación, hay que ver lo que pasará. Debo ser honesta, no sabría hacia donde apuntará la historia, ya que no se muestra mucho de ella, solo la introducción de dos personajes, su capitán y que suelen ir a embriagarse a esa posada.

    Algo más que me llamó la atención y me gustó, fueron los primeros párrafos, al principio pensé que realmente se estaba narrando una batalla medieval cuando nos cambias la atmósfera y comienzas a describir la batalla estilo juego de ajedrez, en ese momento mi mente pensó que quizás la historia no comenzaría en ese mundo y tal vez un viajero iba a viajar o algo así de loco pensé y luego me sorprendí que sí, que dos soldados estaban jugando al ajedrez. No sé, esa pequeña confusión me gustó. A mi parecer le dio un toque llamativo al comienzo.

    Creo que solamente he tenido la oportunidad de leer una de tus historias y la verdad, algo que debo destacar es tu forma tan buena de escribir y detallas las batallas, nos lo hiciste saber con ese comienzo. Así que de algo que disfrutaremos serán las escenas de acción. El prólogo está bien, aunque a mi criterio, para ser solo la introducción se nos muestran muchos nombres tanto de personajes como de ciudades y lugares (Alatariel, Waterdeep, el portal de los Bostezos, Bajomontaña, Drows, Durnan, Karisto, Black, Árbol de Horneam, etc) los que en una primer impresión pueden confundir y hasta aturdir al lector como para recordarlo todo. Está cargado de mucha información; cosa que si duda será esencial, pero que en un solo capítulo si se lee algo sobrecargado.

    Respecto a lo técnico, no hay ninguna queja en lo ortográfico, lo que sí fue que noté algunas diálogos que estaban enseguida de la narración.
    Una que otra coma que faltaron, otras que están de más y otras tantas que en realidad deberían ser puntos, no comas. Pero no es nada que entorpezca la lectura. Y algo que no se pueda arreglar con una segunda lectura.

    P.D. Desconozco cómo empezará el primer capítulo, pero en lo personal este prólogo me pareció más que eso un primer capítulo.

    Bueno, creo que eso sería todo de mi parte para este primer capítulo.
     
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    Its

    Its Adicto

    Tauro
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    ¿Cómo se te ocurre recomendarme un relato en el que sólo está el prólogo? ¡Más te vale poner otro capítulo pronto!

    Dejando eso de lado, este tipo de historias me fascinan. Ya desde el comienzo es muy interesante y engancha con suma facilidad. Al principio pensaba que estaba sumergida en una emocionante batalla donde el protagonista, inteligente y diestro en el ajedrez, utilizaba las piezas del juego como una forma de visualizar la estrategia. Finalmente ha resultado todo lo contrario y no he podido evitar sonreír. No sabía si incluso estando en clara desventaja conseguiría ganar, no lo ha conseguido, pero Alatariel me ha parecido todavía más atrayente al no tirar la toalla. Sé que me repito siempre pero realmente me gustan muchos tus narraciones de acción y éste relato promete emocionantes batallas.

    La ambientación fabulosa, llena de elementos que despiertan mi curiosidad de saber más. Especialmente el árbol de la vida que atrae a los druidas tiene que esconder algún secreto. El nombre de la posada muy original. Los personajes muy carismáticos, además, me encanta cuando interaccionan distintas razas. Alatariel y Kalisto tienen una amistad envidiable, estoy deseando ver más de ese vínculo que tienen. La aparición del capitán Blacke me ha tomado por sorpresa pero la conversación y el posterior reproche no tenía desperdicio. La lectura en general es entretenida, muy amena y las conversaciones son divertidas y frescas. Disfruto mucho con ese toque de humor que le pones siempre.

    El final muy emocionante, sobre todo por el planteamiento de los hechos. Al principio, al saber que hay un escalador furtivo descendiendo por la pasada y encima remarcando que si el protagonista hubiera reaccionado diferente las consecuencias serían distintas sabes que algo malo va a pasar. Ahí ya estaba en tensión. Pensaba que el acechador armaría alguna (robo, secuestro o lo que sea) y a los guardias se les caería el pelo por no haberlo prevenido. Pero no... todavía ha sido más retorcido. No me esperaba que le fuera a atacar directamente y menos que se libraría por casualidad. ¡Estoy deseando saber quién es el atacante y por qué le quieren matar a Alatariel!

    Espero con ganas el siguiente capítulo.
     
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