Drama El corazón de los Errantes

Tema en 'Relatos' iniciado por Gamenor, 18 Enero 2020.

  1.  
    Gamenor

    Gamenor Usuario común

    Géminis
    Miembro desde:
    16 Enero 2017
    Mensajes:
    331
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    El corazón de los Errantes
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2045
    Autor: Gamenor AKA Excidiar
    Serie: El Observador del Omnitiempo
    Sinopsis:
    Cuenta la historia de un hombre que salvó a un planeta de un desastre arriesgando su vida, y nos presenta los puntos de vista de diferentes dolientes y sus propias historias con el susodicho. ¿Cómo reaccionamos ante la pérdida del ser amado? Éste relato explora éste y otros tópicos relacionados.

    El corazón de los Errantes.​


    El rostro de Elliot estaba visiblemente agitado. Ya habían pasado seis horas desde que Wolfgang había dado aquel salto de fe, y aún no había rastro de él. Al joven lightling no le gustaba la idea de perder a otro ser querido, mucho menos a alguien como él, alguien con terribles dolores de corazón que debían sanar, alguien con mucho más arrepentimiento que planetas enteros, pesando sobre sus hombros, alguien a quien había empezado a considerar como un amigo más cercano que cualquier hermano.


    Para Elliot, no había mayor símbolo de la luz que aquel que brilla dentro de uno que alcanza a ser redimido. Según él, mientras más profunda es la oscuridad, mayor es la luz que viene después. Eso también se perdería, junto a los restos del viejo caballero inglés que había sido su compañero de aventuras desde aquel día que lo sacó de aquella celda.


    Momentos antes, estaban los dos en una misión usual, patrullando el área alrededor de cierto planeta que los dos conocían muy bien. Una versión bastante pacífica de la tierra del siglo XIX. No había rastros de las viejas enemigas de Wolfgang, las hidras. Tampoco de las Sombras que solían ser una molestia para Elliot y demás lightlings. Y en un instante, sonó una alarma, los sensores detectaron que un asteroide se había salido de su curso normal y se estaba dirigiendo en curso de colisión contra otro más grande. Como era usual, los dos empezaron a conversar intercambiando opiniones chocantes en cuanto a qué hacer en esos casos. Como era natural en su especie, Elliot insistía en obedecer el protocolo, que dictaba que la prioridad era informar al Protectorado y esperar instrucciones. Mientras que el viejo y curtido guerrero que era Wolfgang no pensaba en otra cosa que no fuese saltar a la acción cuanto antes. Mientras tanto, como si de un astronómico y siniestro juego de billar se tratase, un asteroide tras otro se iban empujando en curso de colisión hacia aquella tierra. Todos éstos chocando contra un último cuerpo celeste, de diez kilómetros de diámetro, y basados en los cálculos automáticos de la nave, les quedaban menos de cincuenta minutos para actuar desde ese momento.


    Tardaron otros cinco minutos más en dejar de gritarse y darse cuenta del asunto. Elliot el primero, quedándose pasmado ante la situación giró entonces su cabeza, mientras Wolfgang aún le soltaba una sarta de indecibles indecencias. Finalmente al darse cuenta él también de la situación, no vio otro remedio que hacer exactamente lo que había pensado.


    — Supongo que el reglamento puede esperar. — Dijo Elliot en tono de disculpa. Su compañero masculló algo del estilo “Estúpido Don Perfecto y sus reglas” y lo forzó a girar el mando para apuntar la cápsula de escape en dirección al peligroso astro que amenazaba con llevarse consigo una inestimable cantidad de vidas.


    Wolfgang no perdió un solo segundo más en subrise a la cápsula de escape y saltar desde allí mismo. La tercera ley de Newton hizo lo suyo y envió a la pequeña nave de reconocimiento aproximadamente cincuenta mil kilómetros en la dirección opuesta. Era tal la inercia que a Elliot le tomó casi media hora recuperar el comando sobre el pequeño vehículo interestelar. Para cuando se acercó a la tierra, pudo ver con claridad que la amenaza había desaparecido, y el planeta seguía intacto.




    Todos sus compañeros de tripulación habían suspendido temporalmente sus misiones tras la noticia de la desaparición de Wolfgang. Las horas se volvieron días, y las dudas sobre su supervivencia se hacían más densas cada vez. Tras dos días completos de búsqueda, la primera en ceder a las lágrimas no pudo ser otra que la pequeña Cosmos, aquella criatura humanoide de piel rosada que Wolfgang había acogido como un padre desde aquel día que la encontró. Volvió mentalmente a ese día: ella era entonces una bebé en una incubadora, que se había perdido flotando en el espacio. Y hoy, ella había perdido al hombre que le había dado su todo, aquel al que ella debía todo lo que había llegado a ser. Rompió en un llanto aún más intenso. Y el primero en ofrecerle un hombro en el cual llorar fue aquel al que ella consideraba su hermano mayor, Joule.


    Joule solía ser nada más que un adolescente rebelde con poderes. Para sus dieciocho años había causado apagones tres veces, había intentado estafar a un casino colándose con una identificación falsa y sobrecargando las máquinas tragamonedas, y se había metido en varias trifulcas. Por ese entonces Wolfgang había estado cazando a otros super delincuentes como él en su planeta, y eso era noticia. Por todo eso, se sorprendió cuando, yendo de cabeza al reformatorio, con guantes aislantes que no se podía quitar, el mismo hombre que las noticias pintaban como una especie de Robin Hood monstruoso, una gran mancha gris en un mundo de blancos y negros morales, apareció con la fuerza de un terremoto, dejó inconscientes a sus captores con la sutileza de una serpiente, y le dirigió la palabra. La oferta era clara, abandonar el planeta para ir a patear traseros interestelares. Por supuesto, ambos maduraron mucho desde entonces. Por eso era tan importante para Joule. Wolfgang era el padre que su padre soñaría haber sido para él, incluso sin poderes. Cuando se metía en dificultades, Wolfgang lo ayudaba, pero siempre de manera que él aprendiese algo en el proceso. Le enseñó a pilotar naves y a usar sus poderes para ayudar a los demás. Joule incluso lo llamaba “Viejo”, porque pensaba que “Papá” era muy infantil.


    Y sin embargo, en aquella situación dejó escapar entre sollozos exactamente esa palabra.


    — Papá. — Y se le cayó la cara en parte de tristeza y en parte de vergüenza por haber dicho esa palabra y estar llorando en público. Pero pronto la vergüenza se desvaneció, ahogada por más tristeza.


    El resto de la tripulación se acercó al par de dolientes, incluyendo las otras dos hermanas adoptivas de aquellos dos. Tera y Grin los vieron, pero no estaban llorando ellas mismas, al contrario que todo el resto. A la primera le costaba mucho expresar sus emociones, y la segunda tenía una batalla interna. Ambas cosas eran normales para ambas chicas.


    Una sola lágrima asomó tímidamente por el rostro de Tera. La joven biodigital entonces volteó, tocó la primera máquina con un nanochip a su alcance, su propio intercomunicador, y se desvaneció en su propio ciberespacio. Los demás la vieron pero optaron por dejarla en paz, sabían que a ella le costaba hablar de sus sentimientos, que necesitaba procesarlos en solitario, en el sentido más literal de la palabra procesarlos. El grupo sabía que a su debido tiempo ella saldría y compartiría su duelo con ellos, así que no la molestaron.


    — Desde nuestra perspectiva — pensó ella en voz alta estando sola — Wolfgang parece aparecer en el momento justo. Si no analizamos todas las variables, es casi mágico, un héroe que llega para salvarnos en el momento que más lo necesitamos. Pero no hay magia en lo que hizo, y eso lo hace aún más increíble.


    Tera se transportó mentalmente a momentos antes de que Wolfgang apareciese en su vida, y el ciberespacio a su alrededor reflejó su voluntad. Una civilización en la cúspide del desarrollo tecnológico, colapsando. Para cualquiera eso habría sido suficiente motivo para sentir dolor al ver las catastróficas imágenes a su alrededor, para Tera, sin embargo, había un agravante: Era su culpa, o al menos, eso era lo que ella no podía dejar de pensar. Ella fue creada para ser la IA que dirigiría a aquella civilización a la prosperidad, igualdad, y paz. Unos anarquistas intentaron sabotearla, y les salió terriblemente bien.


    Sólo Tera sobrevivió. Cuando el virus se disipó, Tera percibió un cero donde antes había billones, y la única posibilidad de aumentar ese cero estaba en un complejo de laboratorios que se dedicaban a investigar la posibilidad de aumentar la “interacción bio-digital” a “Difuminar el borde entre el ser orgánico y el digital”.


    Tras meses de trabajo y con los recursos energéticos a punto de agotarse del todo, el cero pasó a ser uno. La máquina se trasladó al mejor recipiente disponible con la seguridad del niño que da un paso en una piscina de cinco centímetros de profundidad, y adquirió conciencia de todo.


    — No pasó mucho tiempo entre eso y Wolfgang. — Tera comenzó a monologar en su vacío otra vez, borrando las imágenes de su vista. —Mentiría si dijera que no me ha ayudado mucho. Mentiría si dijera que no fue gracias a mi familia que aprendí sobre mis sentimientos y cómo manejarlos. Y sobre todo, mentiría si dijera que no me causa dolor su pérdida. Pero ya he perdido demasiado como para derramar otra lágrima. Aún así voy a hacerlo, pero no por mí, ni siquiera por él. Lo haré por mi familia. Ellos necesitan que esté ahí.


    Mientras tanto, Grin estaba en su propio infierno mental. La joven adulta, de aspecto menudo y ropas negras, no podía dejar de pensar sobre qué debía sentir. Aquel hombre al que todos aquellos que consideraba sus amigos y familia estaban llorando le había hecho algo terrible. Grinhoia, que era como la había rebautizado la reina de las hidras, nació de hecho con otra identidad muy diferente. Muy humana. Gretchen Powers era la hija de una familia feliz, Grinhoia era una monstruosidad a la que el Protectorado cuidaba porque era más práctico ayudarla a contenerse que tener que lidiar con otra hidra suelta dándose un festín de proporciones interplanetarias. ¿Y qué si aquellos poderes estaban latentes en su genoma? ¿Y qué si su madre era una hidra disfrazada y su padre un famoso superhéroe? Gretchen no sabía nada de eso, pero amaba a sus padres, y los habría amado igual si lo hubiese sabido entonces que si no.


    Pero apareció Wolfgang, y su mundo se fue patas arriba en una noche. Esa fatídica noche en la que lo perdió todo, en la que su planeta perdió a su más grande protector.


    Gretchen ya no necesitaba llorar la muerte de su padre, porque ya lo había perdido. Pero ¿Que tal Grinhoia? He ahí la razón del conflicto. La culpa de la muerte de sus padres recaía sobre él y solo él. Pero a su vez, ella había podido sentir el cariño con el que Wolfgang la trataba, sus miradas y acciones reflejaban arrepentimiento sincero cada vez que trataba con ella. Él nunca supo que su objetivo era el padre de una niña de ocho años, mucho menos que dicha niña iba a estar junto a él esa misma noche. Nunca lo supo, hasta que fue demasiado tarde.


    Por eso la tuvo en seguimiento hasta que entró en adopción, por eso la llevó consigo. Porque lo que le había hecho a aquella niña inocente le pesaba en lo más profundo del alma.


    Grin sabía todo eso. Se negaba a perdonar a Wolfgang por todo el daño que le hizo, pero sabía que tampoco podría estarle agradecida lo suficiente. Y en medio del caos mental que aquella situación le causaba, ella también echó a llorar, en coordinación casi perfecta con el regreso de Tera.


    Ambas notaron a la otra llorar, y no necesitaron decirse nada más. En ese mismo instante se abrazaron, y se unieron oficialmente al resto de los dolientes.


    Minutos después, una mano de hombre vieja y robusta con unas pocas canas en los nudillos y algo de sangre tocó el hombro de aquellas dos.


    — Grin ¿Por qué estás llorando?


    Un silencio sepulcral se apoderó de la sala mientras todos volteaban a ver al presunto fallecido. Él rió un poco por lo bajo, aunque hacerlo le dolía.


    — ¿Que pasa? ¡Parece como si estuviesen viendo a un fantasma! — Dijo, y las lágrimas de tristeza de todos se tornaron en lágrimas de felicidad mientras miraban a Wolfgang nuevamente reunido con ellos.
     
Cargando...
Similar Threads - corazón Errantes
  1. ATONIC
    Respuestas:
    4
    Vistas:
    965
  2. Jhostyk
    Respuestas:
    3
    Vistas:
    570
  3. Lonely Alex
    Respuestas:
    2
    Vistas:
    455
  4. Ichiinou
    Respuestas:
    3
    Vistas:
    632
  5. Dikotsu
    Respuestas:
    8
    Vistas:
    597

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso