Harry Potter Sobre cómo Hermione Granger salvó la navidad.

Tema en 'Fanfics sobre Libros' iniciado por Lexy Gray, 26 Diciembre 2019.

  1.  
    Lexy Gray

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    Título:
    Sobre cómo Hermione Granger salvó la navidad.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    15412
    Sobrecómo Hermione Granger salvó la navidad

    por Lexy_Gray.

    ↑Este AU participa en la actividad "Una mágica navidad"


    Legal Disclaimer: Los personajes utilizados en esta obra son creación de la escritora J. K. Rowling en su conocida novela Harry Potter, el uso de ellos han sido con fines recreativos y de entretenimiento. No se pretende lucrar con el de ninguna manera.


    Fanfiction

    Universo Alterno.


    Título: Sobre cómo Hermione Granger salvó la navidad

    Autora: Lexy Gray

    Género: Comedia/Romance/Drama

    Tipo: One-shot

    Parejas: Hermione Granger/Viktor Krum, Draco Malfoy/Harry Potter, Pansy Parkinson/Ronald Weasley, Parejas secundarias.

    Personajes: Draco M, Harry P, Ronald W, Hermione G, Fred W, George W, Ginevra W, Bill W, Narcissa M, Sirius B, Remus L, Peter P, Arthur W, Molly W, James P, Lily P, Pansy P, Astoria G.

    Advertencia: El material que se presenta a continuación puede contener violencia moderada, OoC, Angst y WAFF.

    *OoC: out of character, (fuera de personaje)

    *Angst: angustia y/o sufrimiento emocional

    *WAFF: Fluff y warm and fuzzy feeling, (historia romántica-dramática con final feliz)

    Sinopsis: Hermione no puede con la idea de pasar la navidad separada de sus dos mejores amigos y hará lo que sea para que eso no ocurra, incluso si eso significa muchos platos rotos y Draco Malfoy como caballero de compañía.

    N/A: Este es posiblemente el fic más bizarro que he hecho hasta ahora, lmao. Y de igual forma, el one-shot más largo. Pero estoy sumamente satisfecha con el resultado. Espero que realmente les guste.




    Hermione Granger aprendió a muy corta edad que había ciertas cosas que no podía controlar.

    No podía hacer que su mamá dejara su empleo y pasara más tiempo con ella, salir al parque o ir al zoológico, en vez de dejarla sola en casa. No importaba cuantos berrinches tuviera ni cuantas lágrimas rodasen por sus mejillas, su madre siempre se mantenía inflexible. Distante. A lo sumo levantaría la vista el tiempo suficiente para mirarla con desaprobación y seguiría con lo suyo.

    Tampoco podía hacer que su papá volviera antes del trabajo, aunque lo llamase por teléfono constantemente e inventara que le dolía el estómago. En las noches, muchas de ellas, ni siquiera llegaba. Después se deshacía en disculpas y fingía ser el padre comprensivo que le hacía promesas vacías, que le compensaría en el fin de semana, y aunque lo hacía no era lo mismo. No podía hacer muchos amigos en la escuela ni dejar de ser quien era para agradarle a las demás niñas de su edad.

    Por mucho que lo quisiera, a veces simplemente no podía hacer que su dibujo fuera el más bonito de la clase ni que su voz sea la más alta del coro. No podía hacer que la eligieran primero cuando se formaban equipos para cualquier juego, ni que la invitasen a todas las fiestas de cumpleaños porque jamás lo hacían.

    Había muchas cosas que Hermione no podía controlar. Lo aprendió a muy corta edad, y también aprendió a muy corta edad que debía intentar controlar tantas cosas como pudiera para evitar terminar decepcionada. Aprendió a calcular hasta el más mínimo detalle, a hacer esquemas y trazar planes. Organizó una vida cuidadosamente diseñada, rigiéndose de horarios, normas, pautas. Límites. Si planeaba todos los detalles, si cumplía cada paso, entonces nada podría volver a salir mal. Y nadie jamás podría hacer de ella un desastre sin control.

    El plan era simple y perfecto. Lo que Hermione no aprendió de pequeña, sin embargo, era que nada perfecto duraba por siempre. Y aunque era cierto, aunque podías conseguir un instante de belleza inmaculada, un momento de felicidad absoluta, un latido de perfección y de paz, sería solo eso: un instante, un momento, un latido que se desvanecía demasiado aprisa. Hermione no pudo, no quiso aprenderlo pese ver el matrimonio de su padres derrumbarse ante sus ojos. Pese a descubrir fisuras y grietas maltrechas en su relación con los demás. Pese a enterarse que no todos se quedan, ni mucho menos te esperan.

    Para cuando la carta de Hogwarts llegó, Hermione seguía creyendo que podría alcanzar la perfección y con ella su felicidad si cuidaba los detalles, si respetaba los esquemas, si hacía que todos se movieran a su compás, si tiraba los hilos indicados. Lamentablemente, y por mucho que lo creyera, ella tampoco era perfecta y no podía controlar todo lo que quería.

    Así que cuando su esposo y ella bajaron del avión, recogieron sus maletas y descubrió que nadie estaba esperando por ellos, tan sólo se guardó sus quejas y recordó: había ciertas cosas que ella no podía controlar.

    —Estás haciendo eso de nuevo—canturreó la voz masculina de su esposo a un lado suyo. Hermione, detrás del volante, no movió ni un sólo músculo. Y no necesitó de ello ni nada más para saber acertadamente que el hombre se burlaba con una sonrisa divertida entre sus labios—. El sanador dijo que debes empezar a relajarte.

    —Estoy relajada.

    Viktor bufó desde su sitio. Despegó los ojos de la revista que sostenía en sus manos desde que bajaron del avión, y se permitió un segundo para mirar por el espejo retrovisor el ceño fruncido de su esposa y la mandíbula tensa.

    —¿Sí?—preguntó una vez había puesto la mirada de nuevo donde el papel, está vez la burla era casi palpable y la ira de Hermione hirvió la sangre dentro de sus venas— Deberías decírselo al resto de tu cara. Cálmate.

    —¡Estoy...—se detuvo cuando notó el evidente cambio en su voz y el modo en como había iniciado a respirar con pesadez. Apretó su mandíbula con más fuerza que antes y chilló entre dientes, decidiendo que era mejor aparcar a un lado de la avenida antes de provocar un accidente.

    —¿Herms?

    El hombre vaciló, cerrando la revista finalmente una vez sintió que las ruedas del automóvil se detenían. Miró hacia la mujer con la que se había casado y esperó, sabía que si mantenía la boca cerrada sin presionarla, ella acabaría por explicar lo que le estaba ocurriendo.

    Hermione suspiró con rudeza, con el aliento restante entrecortado y débil saliendo por los labios teñidos de su labial rojo favorito. Juntó ambas manos y escondió su rostro en ellas, los hombros estrechos aún moviéndose arriba y abajo por su exhaltación.

    —Lo siento—murmuró. Su voz sonaba amortigüada contra los guantes rosas y Viktor se permitió despreocuparse cuando no oyó más enojo en ella— Es sólo...

    —Es sólo que tus amigos no vinieron a recibirte al aeropuerto, ¿no es verdad?

    La mujer irguió su espalda corvada, sacando la cabeza de donde estaba. Las cejas fruncidas, ahora se alzaban por su frente y le daban un aspecto desolado que rompían el corazón del más fuerte. Viktor lo comprobó en cuanto la atrajo a él y la envolvió entre sus brazos a pesar de lo incómoda que resultaba esa posición dentro de la parte delantera del auto.

    Hermione hundió su rostro contra su cuello y calló por un momento más, sólo disfrutando del calor ajeno y aspiró el conocido olor de su piel.

    —Yo, que soy su mejor amiga desde los once años y he estado meses en otro país, lejos de ellos. Sin demasiada comunicación. Y, ¿ni siquiera pueden tomarse la molestia de recibirme?—masculló agriamente, levantando su rostro lo suficiente para mirar al de su esposo—. Sé que tienen sus vidas, y sus problemas por resolver, pero vine aquí por ellos. Casi es nochebuena, por Godric. Sólo quiero estar todo el tiempo posible con ellos. ¿Es eso muy egoísta de mi parte?

    —Por supuesto que no—murmuró con suavidad, resaltando ese acento suyo que para Hermione siempre había sido demasiado difícil de olvidar. La chica alzó su mano derecha tambaleante y acarició con cariño la barba bien recortada, para después subir por su pómulo hasta su sien y peinar las negras cejas pobladas una vez ahí. Krum se había puesto más apuesto e intimidante de lo que su yo de dieciocho años que conoció por primera vez pudo lucir—, lo que sientes es perfectamente normal. Tú tranquila. Ya podrás verlos el resto del fin de semana y estar con ellos como antes.

    La castaña sonrió con cariño y besó al hombre antes de volver a su sitio, en el lado derecho del auto.

    —Tienes razón—ella dijo. Soltó el aire contenido en sus pulmones con calma y puso los manos en el volante de nuevo, echando a andar el móvil directo a su hotel—. ¿Sabes? Mañana visitaré a Ron y Harry para preparar todo antes de Nochebuena, quiero que todo esté perfecto.

    —Y les dirás sobre... nosotros y los planes que tenemos, ¿verdad?

    La castaña vaciló, sonriendo nerviosamente. Miró a su esposo por el retrovisor y soltó una risilla que no había dejado de ser nerviosa, pero que lograba sonar relativamente normal.

    —Y les diré.

    Sin embargo, Hermione no estaba lista para hacerlo. Y no sabía si alguna vez lo estaría si era totalmente sincera. Desde el parabrisas del automóvil rentado, observaba las calles blancas de la nieve del sitio en el que había vivido desde que se graduó. Las conocidas veredas. La agradable sensación, que bailaba entre sus costillas, por estar de nuevo en casa luego de un viaje largo de negocios. Y cuando llegaron a su destino, bajaron del auto y la gente comenzó a reconocerla, la sensación en su pecho no hizo más que sentirse aún mejor.

    Una vez estuvieron en su habitación de hotel, todo pasó sin más complicaciones, aunque el insomnio hizo de las suyas para presionar sus ojos esa noche y la obligó a despertar demasiado temprano. Se dió una larga ducha caliente y se vistió tan linda como pudo, con un jumpsuit fucsia que mostraba el pecho formado y resaltaba sus clavículas.

    —¿Qué haces?

    Hermione saltó un poco cuando escuchó la voz adormilada de su esposo y volteó a mirarlo sin mucha atención, en el intento tedioso de colocar los aretes de oro que Pansy Parkinson le había regalado de cumpleaños y que sólo usaba cuando tenía que verla, El búlgaro se levantaba de la cama con dificultad, sin poder despavilarse del todo aún.

    —Voy a ver a Ron—dijo tan decidida como siempre. Y volteó el rostro al frente, mirando a su esposo acercarse por el reflejo del espejo frente a ella.

    —¿Hablaste con él?

    —Claro que no, Ronald apenas puede distinguir un teléfono de un agujero en el suelo—se burló, mientras arreglaba la larga melena de cabello castaño, que aún era grueso y crespo, pero que lucía sedoso y suave al tacto—: Habla su entendimiento en el campo que aún piense que una licuadora es un método de tortura de la edad media.

    —Me encanta cuando hablas así—rió Viktor, abrazando a la mujer con la que se casó desde atrás. Recarga su mentón en el hombro de Hermione y disfruta con los ojos cerrados del contacto, percibe el aroma dulzón de su fragancia y la fuerza de sus brazos se aprietan alrededor de la estrecha cintura. Cuando la escucha reír con él, abre los ojos, apreciando el reflejo de la chica mientras lo hace. El modo en como sus ojos marrones se entrecierran y su pequeña nariz se arruga, en como sus dientes, grandes y blancos, encajan perfectos entre sus labios llenos. El modo en como su piel canela se colorea de un rosa muy débil, pero que la hacer ver como la cosa más adorable que haya sido capaz de presenciar.

    Ama el modo en como habla, en como ríe, en como su pequeño y delgado cuerpo encaja con el suyo. Ama el modo en como arruga su nariz, y hasta el modo en como aprieta su mandíbula cuando está molesta. Ama que ella pueda ver algo en él, que no sea su fama y riqueza. Ama que aún después de tantos años, aún la siga amando con la misma intensidad.

    »Te ves preciosa.

    Hermione gira entre sus brazos y posa sus labios contra los suyos, con cuidado y tiempo. Y Viktor descubre que también ama el modo en como lo besa, en como sonríe contra sus labios al terminar.

    El búlgaro observa como la mujer sale sin decir nada más con el bolso negro con hechizo de expansión colgando de su antebrazo y el resistente abrigo negro encima, y suspira antes de volver a la cama, porque también ama lo libre que es.

    °°°

    Hermione arregla su cabello una última vez antes de tocar a la puerta blanca y pulcra frente a ella. No quiere dar una mala impresión después de no verse en tanto tiempo, tratando miserablemente en reprimir la idea de que la única razón por la que esté así de nerviosa es porque su relación con Ron siempre había sido platónica, y no era algo que pudiera remediar.

    Cuando vio la perilla rodar sobre su propio eje y Ron apareció por el umbral, Hermione había sentido que el corazón se le salía del pecho. Estaba mucho más guapo que la última vez que se habían encontrado. Su cabello rojo con ese aspecto relajado tan característico, sus ojos impresionantemente azules y su cuerpo mucho más varonil y formado, sin embargo la magia de su reencuentro se había visto interrumpida por la esposa. Y la castaña casi sufrió un ataque de nervios cuando una ráfaga pelinegra se colgó del brazo derecho de su amigo.

    —Vaya, la gran Ministra Granger nos complace con su honrosa presencia—habló Pansy, con altivez.

    —Pans—advirtió el pelirrojo, intentando sonar divertido, pero que lucía increíblemente nervioso. La chica rió por ello y empujó juguetonamente su hombro.

    —Estoy bromeando, mi amor.

    Hermione resistió el impulso de poner los ojos en blanco con irritación y sonrió amablemente. Porque ella no era así, ella no era la clase de persona que era maleducada y celosa, especialmente no por alguien que no era el hombre con el que había contraído nupcias.

    »Oh, cariño, no me digas que has venido hasta acá en eso—chilló Pansy, arrugando la nariz respingona con desagrado. La chica lanzó una mirada detrás del hombro de Hermione.

    —A-Ahm—titubeó la castaña, volteando con toda la cabeza hasta su auto por un par de segundos—, sí. Es un automóvil.

    Pansy rió.

    —Sé lo que es, querida. Pero, ¿qué dirán los demás magos cuando vean a la Ministra de Magia encima de esa cosa?

    Hermione regresó la vista hasta ellos tan rápido que Ronald no pudo evitar preguntarse si no se había lastimado el cuello por lo brusco del movimiento.

    —No veo cual es el problema, el auto es genial y muy útil.

    —Les recuerdas de dónde vienes, Herms—aclaró la morocha.

    —¿Qué hay de malo de dónde vengo?—preguntó la otra mujer a la defensiva.

    —Sólo digo que, con todo eso—Pansy hizo un gesto despectivo hacia el móvil—, pierdes autoridad.

    Tan nervioso como antes, Ronald decidió que era mejor intervenir esa charla antes de que dejara de serlo y se convirtiera en una discusión.

    —Dejemos ese tema. Vamos, Mione. Pasa—Ron se hizo a un lado para invitarle a entrar, y darle el espacio suficiente para hacerlo.

    Pansy por su parte, caminó contoneandose entre cada paso frente a ellos. Moviendo las anchas caderas de lado a lado dentro del vestido ceñido y las zapatillas de charol negro brillando por el cambio de luces. Para ese momento, mientras atravesaban el camino lleno de plantas y árboles que los dirigía a la entrada total a la casa, era Hermione quien colgaba del brazo de Ron y no ella. La satisfacción pinchó el pecho de la castaña cuando Ron tomó su brazo y lo acomodó con el suyo.

    —Herms, en verdad lamento no haber ido por tí al aeropuerto—vaciló el hombre, sonriendo con pena. Y Hermione habría perdonado el desliz si este no hubiera agregado:— Es que a Pansy no le agradan mucho los muggles e intentamos evitarlos a toda costa, ya sabes...

    Pero Hermione no lo sabía. No sabía que problema tenía Parkinson con todo lo que no tuviera nada que ver con la magia, ni la importancia que aún le daba a la pureza de la sangre ni con los nacidos de muggles como lo era ella. No sabía cómo o porqué siendo como era había terminado enlazada a Ronald Weasley, ni porqué había dejado su clara vida de lujos por él, ni mucho menos como había aceptado ser la desgracia de la familia Parkinson cuando contrajo matrimonio con un Weasley. Hermione no sabía. Y odiaba no saberlo.

    —No te preocupes, Ron.

    El pelirrojo pudo suspirar entonces, tan aliviado como era posible. Y no dijo nada más mientras accedían a la casa hasta el salón principal.

    —¿Quieres algo de tomar, Hermione?—preguntó Pansy una vez dentro. La castaña se sentó lentamente en un sofá individual bajo la atenta mirada de la dueña de la casa; tenía la sensación que la mujer se escandalizaría si se sentaba junto a Ron, en el sofá doble— Un jugo, cerveza, té, una copa de vino, un vaso de agua...

    Hermione se lo pensó dos segundos, aunque no tuviera ganas de tomar nada. Pensó que tal vez así lograría quedar al menos unos minutos sola con su mejor amigo.

    —Un jugo estaría bien.

    —Muy bien, jugo será—dijo la pelinegra, exclamando al terminar:— ¡Daisy!

    Una elfa doméstica apareció entonces, con un chasquido particular. La elfa vestía un uniforme negro con blanco y sonreía forzosamente, como si le hubieran ordenado hacerlo siempre. Incluso cuando no quería hacerlo.

    Hermione pensó acertadamente que fue mucho desear que Parkinson hiciera algo por sí misma.

    —¿Sí, ama Pansy?

    —Traele un jugo de naranja a nuestra invitada, y a mí una copa de vino rosado—ordenó con frialdad, aunque cambiando su tono a uno meloso cuando se dirigió a su esposo—. ¿Tú quieres algo, mi amor?

    —Un café está bien, aún es muy temprano.

    —Ya oíste, Daisy.

    —¡Sí, ama! ¡Enseguida!

    La elfa desapareció entonces, sin prestar atención a la batalla de miradas malintencionadas que había iniciado en la sala entre las dos mujeres.

    —Tienen una elfa doméstica—dijo Hermione, como quien no quiere la cosa. Agitó la cabeza suavemente y frunció sus labios entre sí, tragándose su enojo para no dañar la relación con su mejor amigo. Tenía el gran presentimiento que si iniciaba una pelea, él estaría del lado de la slytherin antes que el suyo—. C-Como sea, venía aquí para organizar lo de mañana.

    Ron frunció el entrecejo y respondió:—¿Qué hay con mañana?

    Está vez, Hermione sí se molestó.

    —¿Cómo que "qué hay con mañana", Ronald?—gritó. Los grandes ojos verdes de Pansy se abrieron el doble, casi sobresaltada.

    —Amor—pronunció la esposa de Ron con suavidad, sin despegar la mirada de Hermione pero tomando la mano del hombre para llamar su atención—, creo que Hermione se refiere a la cena de Navidad.

    La pareja se miró entre sí entonces. Una mirada teñida con entendimiento, casi con complicidad, como si pudieran hablar entre sí sin la necesidad de palabras. Hermione siguió la charla de lado a lado, sin comprender qué ocurría. Pansy hizo un gesto hacia ella y Ron volvió a hablar.

    —Oh, lo siento, Mione. No te dijimos.

    La castaña pestañeó un par de veces, antes de finalmente responder con cautela: —¿No me dijeron, qué?

    —Nosotros no festejaremos la navidad más.

    —¿Qué?—dudó la castaña buscando explicación en los rostros de la pareja, pero ninguno le transmitía más que pena y un rastro de incomodidad en Pansy. Frunció el entrecejo, aún necesitando respuestas.

    —Verás, Pansy y yo hemos estado hablando de esto todo el mes. Nosotros no somos creyentes, lo sabes, y tampoco tenemos hijos aún. Así que no le vemos... eh—Ron detuvo su explicación, tragando saliva audiblemente. Sus ojos azules buscando ayuda en los verdes de Pansy, quien sonrió tranquilizadora mientras acariciaba su muslo. Paseó la mano sobre la tela del pantalón e intervino.

    —Debimos decírtelo antes, Hermione. Lo siento.

    La castaña miró a la ex slytherin apenas un par de segundos, como si no pudiera creerse lo que estaba oyendo. Y redirigió su mirada hacia el pelirrojo. No sabía que estaba esperando encontrar una vez lo hizo, pero el gesto de desinterés no fue. Hermione cerró los ojos, agitando la cabeza con una expresión dolida plegada en el rostro bello y joven.

    —¡Pero a tí te gusta la navidad, Ron! Tú... siempre te emocionabas con ella. Tu familia te hizo creer.

    —Bueno, sí. Pero eso era cuando recibía regalos por creerlo.

    La pelinegra se removió en su sitio sobre el sofá y al lado del hombre del que Hermione siempre estuvo enamorada. Para ese punto, Pansy ni siquiera lucía la misma que la recibió en la puerta, mucho menos la que se burlaba de ella en el colegio. Parecía ausente, incómoda. Y no pudo soportar la tensión mucho más, así que se levantó de golpe y dijo: —Daisy está tardando demasiado. Quizás debería ver si tengo que ayudarla en algo.

    La cual era una excusa pobre y casi increíble, pero que Hermione no le dió más importancia de la que debía cuando la mujer salió velozmente de la sala.

    —¿Y Harry que opina de esto?—preguntó Hermione, angustiosa.

    —Y-Yo... Yo no lo sé—tartamudeó— Hemos p-perdido contacto con él desde hace semanas.

    —¿Por qué?

    —Él estaba todo el tiempo distante, Hermione—gruñó el hombre.

    —¿Cómo pudiste?—grito completamente furiosa. Ronald se puso de pie cual resorte, con el rostro cada vez más rojo. Y se acercó a trompicones hasta el sofá individual en el que Hermione aún descansaba y de donde lo miraba acusadoramente.

    —¿Qué más querías que hiciera? Intenté hacerlo salir de casa, llevarlo a cualquier lado. No pude. Con él no se puede nada.

    —¡Lo abandonaste!

    —¿Yo lo abandoné? Tú fuiste quien lo dejaste en primer lugar—vociferó Ron, la furia aún urgando en su voz.

    Hermione pudo sentir como un enorme hueco se hacía paso en su corazón, y su expresión parecía haber delatado lo duro del golpe. Sin embargo, Ron no borró la furia de su rostro.

    »Tú disolviste él grupo.

    Hermione podía sentir las lágrimas agolpándose en sus ojos luchando por salir mientras trataba detenerlas y el nudo grueso y pesado de su garganta que le prohibía decir palabra alguna no cedió.

    » Y sobre todas las cosas, tú lo dejaste en ese estado.

    —¡Yo no tengo la culpa de lo que tu hermano hizo, Ronald!

    —¿Y qué? De cualquier modo fuiste tú quien lo alentó—murmuró el hombre, quien no sólo se había puesto más guapo y varonil: había dejado de ser el hombre con el que creció, el hombre del que se había enamorado— Yo sabía que era una mala idea cuando nos habló de él y Bill. ¡Y te dije mi preocupación! Me tachaste de mal amigo por no apoyar la relación, me tachaste de hipócrita. ¡Me dijiste que era un egoísta y que sólo pensaba en mí mismo, cuando todo lo que hice fue pensar en el daño que podía causarle a Harry! Y ahora está así, deprimido todo el jodido tiempo por un imbécil que se casó con otra mujer. Es mi hermano, y lo quiero, pero lo conozco. Y jamás tomaría a un chico como Harry en serio, que no sólo es menor por diez años, sino que tampoco sabe lo que quiere. Mucho menos siendo quien es.

    Hermione no supo que más decir. Tan sólo tragó el inmenso nudo en su garganta y limpió las lágrimas con el dorso de su mano, sin dejar de mirar al pelirrojo frente a ella. Se levantó con lentitud, tomó el bolso en el piso y encaró al hombre.

    Hay ciertas cosas que no puede controlar, Hermione se recuerda. Pero hará que esta sea la excepción.

    —Tú y Parkinson se levantarán mañana, se darán una buena ducha, se vestirán como la ocasión lo amerita e irán a pasar nochebuena en la casa de los Potter como cada año—ordenó la chica fríamente, mientras presionan su dedo índice en el pecho del contrario, puntuando sus palabras. La determinación era casi palpable y provocó un escalofrío en Ron cuando la percibió—, por Harry.

    Colgó el bolso en su hombro y rodeó el cuerpo de su amigo antes de dirigirse a la chimenea y tomar un puñado de polvos flú.

    —Lamento la tardanza—dijo Pansy, llegando con una charola con bebidas y una sonrisa nerviosa—, Daisy se lastimó en la cocina. Pero aquí están las... ouh, ¿ya te vas?

    —Mañana, ocho treinta, en la casa de los Potter—fue lo último que exclamó Hermione, antes de arrojar los polvos con enfado a la encendida chimenea y gritar su destino. Sin perder más tiempo, la imagen de la Ministra de Magia se disuelve en un remolino de llamas esmeraldas.

    °°°

    No pasan más de dos segundos cuando Hermione siente sus pies aterrizar contra un piso pulcro de mármol, perdiendo levemente el equilibrio al llegar.

    La imágen que le recibe le enfría la sangre. El cuerpo de Harry Potter descansa bocabajo sobre un largo sillón negro, que lo hace lucir pálido, y su brazo izquierdo cuelga hasta la alfombra. La alfombra que alguna vez fue elegante y tan pulcra como el mismo mármol, ahora está empolvada y sucia por una copa de vino que ha resbalado de la mesa de centro de cristal. El rostro de Harry se arruga contra el cojín del sofá, y la boca cae abierta sobre él. Hermione no sabe decir si el hombre está dormido o si siquiera respira, es por ello que, apresurada, suelta sus cosas y se acerca al cuerpo.

    —¡Oh, por Dios!—chilla, el pánico vuelve a invadirle cuando no siente el pulso de Harry en su cuello. Se lleva las manos a ambos lados de la frente e intenta pensar con cabeza fría, pero el cuerpo de su amigo ante sus ojos no ayuda a lograrlo. Ella, quien siempre se ha jactado de ser la más inteligente de su curso, no tiene ni idea de que hacer. Y culpa a la situación en la que está, a lo impactante que es ver a su mejor amigo desde los once años en ese sofá sin moverse.

    Traga saliva con rudeza y apenas ha terminado el minuto, cuando frunce el ceño y toma el cuerpo para voltearlo e intentar reanimarlo. Pero Harry se despierta de golpe y provoca un grito en la mujer que del susto cae sobre su trasero.

    —¿Hermione?—pregunta él. Su voz suena pastosa, como quien no ha tomado agua en días. Y entrecierra los impresionantes ojos verdes para lograr enfocarla, y confirmar ante todos su sentidos que, efectivamente, la mujer en su alfombra es quien cree –y desea– que sea—: ¡Hermione!

    Desde su sitio, Hermione aún está recomponiéndose cuando el chico aterriza sobre ella y se cuelga de sus hombros.

    »¡Hermione, no tienes idea de cuánto te he extrañado!

    La castaña ríe un momento y corresponde la eufórica muestra de afecto con la misma emoción, porque así es cómo se recibe a una buena amiga después de tanto tiempo lejos.

    —Yo también te he extrañado.

    Harry la soltó de su abrazo y se alejó apenas un paso, con las manos aún sujetando los hombros de la mujer. Vaciló un instante y recorrió los delgados brazos con ellas, hasta que cerró los puños gentilmente sobre sus muñecas. Hermione le echó un segundo vistazo entonces, ya que el susto se había apaciguado. El hombre no parecía ser el mismo Harry de la última vez, igual que Ron. No entendía si era el tiempo el que lograba que los pequeños cambios fueran observados con una abismal diferencia o si solamente así era.

    —¿Cómo estuvo América?—preguntó Harry con nostalgia, sus ojos iniciando a empañarse con las lágrimas acumuladas:—Debió ser tan fabulosa como se ve en las postales.

    —Lo fue—Harry la miró entonces, con una sonrisa enorme y los lentes chuecos y rotos sobre su nariz. Hermione devolvió la sonrisa con el corazón partido en dos, está vez logrando encontrar una ligera semejanza en el Harry que había visto seis meses atrás. La castaña se soltó de las manos del hombre y tomó la varita enfundada en el bolsillo de su abrigo, apuntó hacia él y susurró:— Reparo.

    El moreno soltó una carcajada, que no sonaba lo suficientemente divertida para pasar desaparecida la tristeza.

    —Como en los viejos tiempos—murmuró con dificultad y añoranza. Volvió a reír dolorosamente, agitó la cabeza y talló sus ojos bajo las gafas—. Lo lamento, eh, ¿dónde están mis modales? Mamá me mataría si supiera de esto. Ven, vamos.

    Harry dió una vuelta sobre su propio lugar y corrió por un pasillo, con la certeza de que Hermione seguía sus pasos. Y así era. Se dirigieron a la cocina y Hermione observó al moreno correr de lado a lado en la habitación, abriendo la nevera y mirando la falta de alimentos en ella.

    »¡Siéntate, siéntate!—exclamó, señalando las sillas altas frente al mostrador y siguió buscando en los gabinetes. Harry no tardó demasiado en volver hasta ella, pero fue el tiempo suficiente para notar la pila de platos sucios en su lavabo, las botellas de cerveza vacías sobre los muebles y los sobres sin abrir a su lado, incluyendo las postales que le envío.

    Hermione también tuvo los minutos necesarios para asimilar el estado en que se encontraba su mejor amigo.

    —¿Has estado yendo al trabajo, Harry?—indagó, revisando las cuentas entre los sobres de cartas de admiradores.

    —No, realmente. No me necesitaban.

    —¿Y cómo pagas estos recibos?

    Harry se detuvo y volteó a verla.

    —Tengo un contador que se encarga de tomar el dinero suficiente de mi cuenta en Grinngots y pagarlas.

    La mujer lo miró con ojo crítico: la barba de meses sin recortar, los ojos cansado y las bolsas moradas bajo ellos. Los labios carnosos partidos. El cabello hasta los hombros que era rizado y que Hermione nunca tuvo conciencia de que él lo poseía.

    »Ahm, lo-lo lamento—balbuceó, enviando una mirada la resto de la cocina—. No tengo nada que ofrecerte, yo... Ah, no he salido de compras y no tengo elfos que las hagan por mí así que... Je.

    —No te preocupes.., Harry. Estoy bien así.

    —D-De acuerdo.

    Hermione se levantó de su silla y rodeó la isla de la cocina, hasta donde el hombre aguardaba. El ceño perpetuamente fruncido y los ojos tristes que tanto le recordaban a su propia madre cuando se preocupaba.

    —Harry, ¿has visto a tus padres?

    —No...

    —¿A tu padrino?

    —No.

    —¿A Remus o a Peter?

    —T-Tampoco.

    La voz temblorosa de Harry calló y Hermione bajó la cabeza con culpa, como no queriendo saber la respuesta a su siguiente pregunta:—Harry—inició—, ¿has tenido contacto con alguien los meses en que no estuve?

    Harry tembló por la intensidad en sus palabras, lo triste que sonaba mientras mantenía la cabeza gacha. Y con debilidad respondió.

    —No.

    Hermione soltó el aire que no sabía hasta ese momento que estaba resistiendo, cerró los ojos apretadamente y se armó de valor. El suficiente para volver a abrir los ojos, subir la cabeza y desafiar al hombre con la mirada.

    —Tienes que superarlo, Harry. Tarde o temprano tienes que salir de aquí, y vivir con el dolor que él te causó como todos nosotros hacemos cuando alguien nos daña. No puedes... no puedes...

    —¿Qué?—murmuró con resentimiento— ¿No puedo qué, Hermione?

    —Harry, con un demonio, tienes que salir. Tienes que salir y seguir con tu vida. Maldita sea. ¡Él ya lo hizo!—soltó. Hermione abrió los ojos enormes una vez las palabras salieron de su boca, sin poder retenerlas— Ay, no. No quise insinuar que él te haya...

    Hermione esperó pacientemente un grito de vuelta que jamás llegó. En cambio, Harry soltó una risa floja, tan triste como las demás.

    —Lo sé. Sé que él me superó y siguió con su estúpida vida como si nunca hubiera pasado nada entre nosotros. No soy idiota, Hermione.

    —¿Aún... lo amas?

    —Después de todo esto—Harry bufó—, claro que no.

    —Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Qué es lo que te impide iniciar de nuevo, seguir con tu vida y enamorarte otra vez?

    —Todos allá afuera no me ven como lo que soy, Herms. Me ven como él hijo de los Potter, el hijo de los salvadores del mundo mágico. Que tiene dinero, y fama, y un buen apellido—explicó, recargando su espalda baja contra un mostrador y sosteniendo el resto de su peso con sus manos sobre el mueble. Hermione le dió otra mirada y escuchó atentamente— Tienen... esa loca idea de que soy tan valiente y aventurero como ellos, que tengo tanto valor que no tengo mis propias inseguridades. Y me idealizan. Me buscan por interés o por una imagen refraccionada de alguien que no soy y debí ser. Y cuando me conocen, cuando realmente saben de qué se trata el nombre Harry Potter simplemente... se van.

    —No todos son así—la chica susurro, sin saber que más decir.

    —No, no—exclamó el morocho, exaltado, como si quisiera que no se le malinterpretase—: Yo sé, Herms. Pero, ¿cuándo encontraré a ese alguien que no sea como todos?

    —No puedo responderte eso, Harry, porque yo tampoco lo sé—respondió, mirándolo fijamente a los ojos—. Pero, lo que sí sé, es que no lo encontrarás mientras no salgas de dónde estás y bajes todas estas barreras que estás poniendo alrededor de tí. Es hora de olvidar el pasado y vivir en el presente, Harry. ¡Puedes iniciar con pasos chiquitos! Date una ducha, arregla tu imagen, cuida de tí mismo. Quizás asear la casa y salir con amigos de vez en cuando, luego volver al trabajo no será tan difícil, menos conocer más personas. ¿Qué tal si vengo por tí mañana a las siete de la noche y vamos a disfrutar de la nochebuena junto con la familia?

    —No lo creo—respondió tajante, borrando la sonrisa soñadora de la chica.

    —¿Qué?

    —Hermione, no iré a la estúpida cena de Navidad.

    —¿Qué? ¿Por qué?

    —No sólo estarán mis padres, mis tíos, y tú y Ron. Todos los Weasley estarán ahí como cada año, incluyendo a Bill y su futura esposa—gruñó, cruzándose de brazos— No seré lo suficientemente tonto para ir a esa masacre sin pareja, ¡es perder el rompimiento!

    —¿Perder el rompimiento? No es una carrera.

    —Claro que lo es. ¡Es una carrera!—chilló con los ojos verdes asustados—; no, una batalla. Es una maldita batalla de vivir o morir. Y él va ganando con Fleur Delacourt.

    —No seas infantil, Harry.

    —¡No soy infantil, es como funcionan los rompimientos!

    Hermione puso los ojos en blanco con un gesto divertido, al menos en él aún había rastro –aunque pequeño, más de lo que le gustaría– del Harry Potter que conoce y no la carcasa ausente que por un momento creyó que era. Es eso lo que logra aliviarla.

    —¿Qué importa si estás soltero o si pierdes el bendito rompimiento? Es nochebuena, Harry, ¡nochebuena!

    Harry arqueó sus cejas y salió de la cocina gritando:— ¡No es no, y dije que no iré sin una pareja que me asegure la victoria!

    La castaña golpeó la palma de su mano contra su frente, aunque sin ninguna expresión que delatara nada más que irritación. Suspiró profundamente y regresó a la sala, recogiendo sus cosas.

    °°°

    Si Hermione fuera una chica común, se habría olvidado de ese asunto a como diera lugar y empacaría sus maletas convencida de que para esa navidad no había más remedio. Pero ella nunca había sido una chica convencional: en casa era la bruja de la familia, y en Hogwarts siempre fue la chica de familia muggle. La vida no le había sido fácil, pero había aprendido a ganársela. Así que no aceptaría que su amigo, su mejor amigo en todo el mundo, le pusiera las cosas difíciles a fechas tan cercanas a nochebuena. Y haría que esa navidad fuera perfecta, con los tres de nuevo juntos. Tal cual los viejos tiempos.

    Fue eso, y la increíble necesidad de ver a otro de sus buenos amigos, lo que la llevó esa misma tarde al Ministerio.

    Diez minutos fue lo que tuvo que esperar en la oficina desocupada antes de que la puerta volviera a abrirse, está vez, con un rubio alto de rostro aristocrático cruzando el umbral. El hombre entró con un desgarbo poco característico, y del que era poseedor cuando el trabajo había sido demasiado pesado ese día, soltando un fatídico suspiro cansado acompañando el humo del cigarro que sostenía con su mano derecha. Vestía una hermosa túnica azul marino con bordados únicos de un azul más claro que resaltaba en su tes pálida e inmaculada, de la cual se desprendió nada más cerró la puerta. Debajo de ella, un traje celeste se ajustaba a su cuerpo.

    Malfoy caminó hacia un estante de madera en un extremo de su oficina, colocando el cigarrillo en sus labios para dar otra calada mientras abría las puertas de laboriosos diseños. Una vez lo hizo, tomó una botella a punto de terminarse de whisky de fuego.

    —Eso no está permitido aquí, señor Malfoy—habló Hermione por primera vez, a la par que daba la vuelta en la cómoda silla giratoria detrás del escritorio. La advertencia aún resonando en la paredes por la voz dura y autoritaria. La misma que usaba siempre al dar órdenes, mandando a todos dentro del ministerio.

    La chica se abstuvo a reír cuando el hombre saltaba en su lugar por la sorpresa, abrazando la botella de alcohol contra su pecho para evitar tirarla y aún sosteniendo el cigarro entre sus labios.

    —¡Mione!—chilló el rubio en cuanto la vió sentada en su sitio, desparramada, pero viéndose elegante sobre la piel del mueble— ¿Es que quieres matarme? No vuelvas a aparecer así si no quieres provocarme un maldito infarto.

    Hermione le envío su mejor mirada de desaprobación.

    —¿Qué importará? De cualquier modo, estarás muerto si sigues fumando tantas cajetillas.

    —Lo dejaré—él dijo apresuradamente, sacando el pitillo de sus labios que había estado balanceándose peligrosamente. Y observó como la mujer ponía los ojos en blanco y se cruzaba de brazos por la falsa declaración.

    —Sí, por supuesto. Cuando obtengas cáncer de pulmón.

    Esa no era la primera vez que esa plática ocurría, desde que el olor a tabaco en su oficina fue imposible de ocultar y su amiga se enteró, ella se había asegurado de repetirla hasta el cansancio. O hasta que le entrara en la cabeza. Lo que ocurriera primero.

    —Increíble, seis meses fuera del país y todo lo que haces es regañarme—refunfuñó, luciendo más como un niño de diez años que el hombre hecho y derecho que realmente era. Negó con la cabeza y fumó otra calada más—: Algunas cosas no cambiarán nunca.

    Las puntas de la boca de Hermione danzaron un momento en el intento de contener una sonrisa. Se alzó de la silla y extendió su brazos.

    —Bien. Está bien. Ven aquí, pequeño idiota.

    El rubio caminó apresuradamente hasta ella y se dejó envolver, apenas sería capaz de admitir lo mucho que la había extrañado en ese tiempo en el que estuvo fuera.

    »Te extrañé—confesó la mujer con la que siempre había peleado. El abrazo se estrecho cuando la oyó decirlo, esperando que el simple acto sirviera para aceptar lo que aún le costaba tanto decir— ¿Cómo estuvo la cena con Astoria y sus padres?

    —Horrible—gruñó, la voz sonando amortiguada contra la mata alborotada de cabellos castaños. Añadió:— Ella rompió el trato.

    Hermione casi pierde el equilibrio al separarse bruscamente del hombre, confundida.

    —¿Qué? ¿Por qué?

    —Procrear con un hombre abiertamente homosexual para mantener el linaje era demasiado para ella.

    —Lamento escuchar eso.

    Draco rió sin gracia y se encogió de hombros, intentando no parecer afectado.

    —Está bien, también era demasiado para mí. Así que...

    Eso era mentira, Hermione podía decir. Llevaba trabajando con el hombre por cuatro años y era el suficiente tiempo para conocerle lo necesario para saber que estaba emocionado por tener un hijo, aunque fuera junto a una mujer que no amaba ni podría amar del modo en como le gustaría. También había conocido a Astoria Greengrass, quien era demasiado dulce y gentil para tratarse de un antigua slytherin, y había pensado por un momento que ella haría lo que sea por estar con el chico del que estuvo enamorada toda su adolescencia. Incluso si hacer lo que sea significara encerrarse en un matrimonio sin amor. Claramente se equivocó.

    —Entiendo—murmuró la chica lentamente, cuidando el tono que teñían sus palabras—. Sé que encontrarás a alguien que quiera lo mismo que tú, Draco.

    Draco prefirió llevarse de nuevo el cigarrillo a la boca que responder, pero antes de que pudiera fumar de él, la mano femenina lo alejó de la suya.

    »Mientras tanto, vamos a dejar esto.

    —Pero...—cuando Malfoy intentó reclamar fue demasiado tarde. Para ese momento, la chica había apagado el cigarro contra el escritorio—¿Estás loca? ¡Este escritorio es de palo morado!

    —Pues consíguete otro.

    —No puedo, simplemente, "conseguir otro"—chilló—: Tuve que mandarla a traer desde Norteamérica. ¿Tienes una idea del costo que tiene? Tú estuviste allá.

    —Hmm—dijo la castaña, tan despreocupada como antes. Rodeó al hombre y sirvió ella misma dos vasos de whiskey.

    —¿Hmm? ¿Matas a un pobre árbol de palo morado y todo lo que dices es "hmm"?

    Hermione rió ausentemente. Tomo ambos Whiskies y regresó hasta el chico, aunque no sin antes guardar la botella en el estante.

    —Tú lo mataste cuando pediste que lo convirtieran un mueble para tu oficina—respondió con toda la diversión de la que era poseedora.

    —Lo que sea—Draco rodó los ojos sobre sus cuencas y aceptó reticente el vaso de alcohol que le era ofrecido, bebió un sorbo con familiaridad y prosiguió:— ¿Por qué veniste hasta el trabajo? Tienes mi número, ¿o no?

    —Necesitaba hablar contigo en persona.

    El rubio le lanzó una mirada cuidadosa sobre el cristal.

    —¿Sobre qué, Granger?

    —Sobre proponerte un trato—soltó la frase al aire, como quien no quiere al cosa.

    —¿Y se puede saber qué clase de trato específicamente?

    La chica volvió a sentarse en la silla de Malfoy y miró satisfecha el gesto interesado entre las facciones del hombre.

    —Quiero que seas la cita de Harry para la cena de Navidad.

    Draco soltó una carcajada entonces, sin asimilar ni un momento la escena frente a él. Hermione se mantuvo pacífica y bebió de su whiskey de fuego, esperando la reacción cuando el chico notara que aquello no era ninguna broma. La mujer contó diez segundos de risas hasta que las mismas carcajadas se cortaron de tajo y la sorpresa inundó sus facciones.

    —Por Salazar, temía que estuvieras hablando en serio—susurró con sosiego. Bebió el resto de su bebida de un sólo trago y se sentó, en total parsimonia, en una orilla del escritorio. El ceño sobre sus grises ojos firmemente fruncido— Espero que sepas que no por ser mi jefa significa que debo cumplir todos tus deseos.

    —Ya lo sé. Pero también sé que por ser tu jefa si que puedo ofrecerte una remuneración meramente profesional a cambio de cumplir ese deseo en específico.

    —Granger.., creeme, eso no cambia nada.

    —¿De verdad?—vaciló Hermione, golpeteando el dedo índice sobre su barbilla con gesto pensador— He escuchado de primera mano que ya no te gusta más trabajar en la Cámara que se te fue asignada.

    —Granger, hablo en serio. No necesito que me cambies a otra Cámara.

    —Eso no fue lo que dije, Malfoy—negó la chica con una risita, alzando uno de sus hombros—. Sólo que sé lo mucho que odias la Cámara de la muerte, y que, has perdido el interés en todas las demás. Así que, pensé que podría colocarte como Jefe de Inefables a cambio de tus servicios.

    Draco rió sin poder creerselo aún. La situación en sí era casi irreal, y sino fuera porque Draco se sentía incapaz de elaborar algo así, pensaría que la escena había salido de su imaginación. Negó con la cabeza, mordiendo su labio inferior.

    —¿Eso no me convertiría en una prostituta?—preguntó Draco burlonamente.

    —Bueno...—titubeó la chica una octava más arriba que su timbre habitual, casi juguetona—Serías la prostituta mejor pagada de toda Gran Bretaña.

    —¿Por qué siquiera necesitas que vaya con Potter a su estúpida cena?

    —Porque Bill estará ahí—respondió Hermione como si fuera la cosa más obvia del mundo.

    —¿Quién demonios es Bill?

    —Bill, el hermano de Ron—explicó, sin lograr borrar la duda en el rostro pálido del chico—: el mayor de todos—añadió— El ex novio de Harry—Hermione observó casi sin paciencia como el rubio alzaba una de sus cejas, interrogante:— ¡El que le ganaba diez años!

    —¡Ah!—exclamó con entendimiento, riendo levemente al terminar—: Sí, fue todo un escándalo. Rita Skeeter hizo un excelente trabajo descubriendo eso.

    —Fue cruel. E hizo que Bill terminara con Harry.

    —Puedo entenderlo—rió el rubio—, tampoco me gustaría que me acusaran de pedófilo por una estupidez. Quiero decir, Potter ni siquiera era menor de edad en ese momento... Pero siendo el hijo de los Potter, alias niño dorado, alias auror estrella que es, no me sorprende que se escandalizaran por eso.

    —El punto es que Bill estará ahí, y Harry se niega a ir ahora que se ha casará con Fleur Delacourt y él está sin pareja.

    —Pues que lleve a alguien más.

    —Harry apenas y se levanta de la cama, por Dios. ¿A quien quieres que lleve si no conoce a nadie nunca?—ella está gritado para ese punto, y sabe que debe calmarse. Hermione suelta un suspiro profundo. Deja el vaso vacío sobre el escritorio y se levanta para estirar las piernas que se le han empezado a entumecer bajo la ropa. Da un par de vueltas por la oficina en completo silencio, y luego, después de tanto posponerlo, dice:— Necesito que lo invites a pasar las fiestas contigo, como si fuera un favor para tí. Él no podrá negarse si piensa que tiene el control y te invitará a la cena. Sólo tienes que asistir y ya, ser tan carismático como siempre. No te pido nada más.

    Draco se toma un segundo para asimilarlo con la cabeza fría, pero finalmente se niega.

    —Lo siento, Herms—inicia Draco, mientras el sabor a derrota se ancla en la boca de la chica— Pero incluso si quisiera, no puedo. Pasaré nochebuena con mi madre.

    —¡Pues tráela!

    —No creo que sea buena idea.

    —Draco, por favor—suplicó la castaña, con un puchero persistiendo en sus labios granada y la manos juntas entre sí—Por favor. Te necesito en esto.

    —¿En verdad es tan importante?

    —¡Sí!—Hermione chilló—En verdad, en verdad, te necesito en esto.

    Draco inhala tanto aire como puede, guardando el aire celosamente en sus pulmones por un instante y suelta:—Veré que puedo hacer.

    Hermione grita del puro gozo y suelta un beso tronado en la mejilla del rubio antes de salir –prácticamente saltando de la alegría– del Departamento de misterios.

    °°°

    Hermione masculló entre sueños, removiéndose sobre los brazos ajenos. Abrazada a su esposo, quien la miraba atentamente, disfrutaba del calor que englobaba la cama matrimonial. Viktor recorrió la espalda de líneas claras y suaves. Se sintio perder en los labios grandes, el rostro libre de maquillaje. El cabello alborotado y el sonrojo natural. La amaba, y junto a ella se sentía amado.

    Viktor rió ligeramente cuando la mujer volvió a hablar palabras ininteligibles. La chica abrió los ojos con lentitud en cuanto lo oyó, las largas hileras de pestañas levantaron aire cuando pestañeó repetidas veces para ajustarse a la luz de la mañana.

    —Buenos días—canturreó el hombre, abrazándola con más fuerza contra su pecho desnudo—, ¿qué tal dormiste?

    —Increíble—comentó— Es la primera noche en semanas que no tengo que levantarme a orinar.

    Viktor sonrió enorme, al ver la expresión de niña malcriada que ponía mientras tocaba el vientre plano con su mano.

    —Creo que sabe lo que quiere cuando lo quiere; será perfecto para Durmstrang. Quizás sea de Galkin.

    La mujer borró su sonrisa, frunciendo el ceño con confusión y dijo: —¿Y no lo es para Hogwarts?

    —Bueno... sí, tal vez—rió Krum desinteresadamente. Se levantó de la cama y negó con la cabeza de lado a lado sin dejar de verla—: Aunque estará demasiado lejos de casa, ¿no es verdad?

    Hermione se incorporó sobre el colchón, hasta que estuvo totalmente sentada y las sábanas resbalaban por su torso hasta descansar sobre sus piernas. El temor retumbó en su pecho y tragó saliva audiblemente.

    »De cualquier modo, aún falta mucho tiempo para eso—apenas logro susurrar Viktor antes de iniciar una serie de besos que cubrieron el rostro de Hermione y terminaron en sus labios con picoteos, que se convirtieron tiempo después en besos más apasionados.

    Su móvil empezó a sonar, vibrando en la mesa de noche. Hermione rompió el beso entonces, girandose para tomarlo.

    —¿El amor de tu vida en turno?—preguntó Viktor, aunque no sin cierto desdén.

    —No —contestó Hermione riéndose—. Es Draco.

    —¿Draco Malfoy?

    —¿Conoces algún otro Draco?

    Viktor puso los ojos en blanco por la ironía y preguntó con diversión:—¿Debo ponerme celoso de él también?

    —No, claro que no. De él no tendrías que estar celoso, es gay.

    —Oh—musitó con entendimiento, colocándose una bata de baño mientras rodeaba la cama—, ¿de él no? ¿Entonces de Weasley sí?

    —No seas tonto—dijo Hermione, intentado con todas sus fuerzas sonar desinteresada. Aunque el bufido que salió del búlgaro, no pudo estar segura de haberlo logrado—. Que extraño, dice que estuvo llamando toda la mañana pero nunca sonó—murmuró. Levantó la mirada del aparato muggle y siguió a Viktor hasta el baño— Viktor.

    El hombre abrió la regadera y tiró la toalla del baño sobre el piso antes de entrar a la ducha, sin decir o hacer nada más que preparar su baño.

    »Viktor.

    —¿Hum?

    —¿Sabes algo de esto?—preguntó acusadoramente. El búlgaro se inclinó para ver por la puerta de cristal empañada los montones de llamadas perdidas del rubio.

    —Ah, sí. Silencié tu teléfono la primera vez que sonó.

    —¿Por qué diablos hiciste eso?

    —No quería que el ruido te despertara—dijo, restándole importancia mientras tallaba su cuerpo con el jabón líquido que a Hermione le gustaba comprar—: El sanador dijo que debes dormir bien.

    —¿Puedes dejar de repetir lo que el sanador dijo por una vez?

    —Pero, Hermione, el sanador...

    "Hermione, pero el sanador dijo, pero el sanador dijo..."—interpretó la mujer, con fastidio— Sé lo que dijo, por el amor de Dios. ¡Pero tengo un embrión creciendo dentro de mí, no una maldita enfermedad terminal!

    Y sin más, salió del cuarto de baño. Afectada por lo que toda esa situación, que la hacía sentir asfixiada y pequeña como si no tuviera el control del rumbo que tomaba su vida.

    Regresó la llamada a su amigo y espero en la línea hasta que la mala señal los conectó.

    —¿Draco?

    —Espera un momento—fue lo único que dijo el rubio cuando contestó, y pasaron al menos un par de minutos de nada más que ruidos al fondo y un "¿Puedo usar tu sanitario?" bastante alejado del micrófono antes de volver a decir algo más:—Ahora, sí. Listo.

    —Lamento no responder antes. Viktor silenció el celular para dejarme dormir un poco más de lo habitual, y no ví tus mensajes y llamadas hasta hace un -

    —Hermione, tranquila. Todo está yendo bastante bien en este momento.

    —¿Qué...

    —Estuve esperando encontrarme con Potter toda la mañana en el Ministerio cuando fuera a trabajar, y por un momento pensé que no iría por ser el día que es, así que vine hasta su casa.

    —Espera, espera, espera—interrumpió Hermione de golpe—¿Estás en casa de Harry en este momento?

    —Eh, sí. Desde las ocho y media.

    —¿¡Desde las ocho!? Draco, es el medio día.

    —Como sea, el punto es que vine y le ofrecí un trato.

    —¿Le ofreciste un trato?—preguntó para sí misma. Draco se sintió satisfecho cuando él tono de incredulidad de la mujer fue demasiado evidente

    —No fue nada fácil que me tomara en serio—la voz al otro lado de la bocina rió—: Él estuvo apunto de echarme si no fuera porque llevaba el desayuno.

    —¿Le llevaste desayuno?

    —En fin, comimos juntos mientras le explicaba de que iba todo eso. Y él aceptó, así que por eso volví a llamar, porque no me invitó a tu estúpida cena como tú dijiste que haría.

    —¿Él aceptó...?

    —¿Quieres dejar de repetir todo lo que digo y decirme que hacer?—gruñó Malfoy, apresurado— Si tardo mucho tiempo "haciendo del baño" será raro.

    Hermione suspiró.

    —Draco, ¿qué demonios le dijiste?

    —Pues eso, que necesitaba una pareja para la cena con mi madre, para que no se preocupara de que estoy solo.

    —¿Y él aceptó?

    —Nena, nena—gritó entre susurros de mala gana— ¿es que no escuchas lo que digo? Sí, aceptó. Pero el problema ahora es que él no me invitó a ninguna cena.

    —Ah... S-Sí, está bien—respondió atareada, iniciando a vestirse con el teléfono entre el hombro y la mejilla— Yo arreglo esto. Sólo no se muevan de dónde están, llegaré ahí en cinco minutos. Actúa como si no me hubieras visto ni hablado o sospechará, ¿está bien?

    —Sí, sí. De acuerdo. No tardes.

    La llamada se cortó entonces, con una Hermione apresurada por terminar de vestirse y luego se apareció en medio de la sala del departamento de Harry. Y como si la imagen de Harry desmayado sobre su sofá el día anterior no fuera lo suficientemente sorpresiva, se encontró con su mejor amigo en el sofá con el rostro de Draco Malfoy demasiado cerca de su entrepierna y las manos enterradas en sus piernas.

    —Hermione—murmuraron los dos, quietos en su lugar. La mujer abrió un poco los labios rosados y jadeó sin lograr recomponerse. Fue tan sólo un minuto en completo silencio, pero tanto Harry como Draco lo sintieron demasiado largo para tratarse de tan poco tiempo.

    —¡No es lo que parece!—chilló Harry, esperando cualquier reacción de su mejor amiga, excepto la que se encontró. Hermione empezó a reír a carcajadas, sosteniendo su vientre con las manos mientras que se doblaba por la fuerza— ¿Qué es tan divertido?

    Draco se separó del otro chico e intercambio una mirada confundida con él.

    —Pero vaya...—dijo Hermione mientras se acercaba una vez las risas cesaron, con voz saltarina—, entonces sí que tienes con quien ir a la cena.

    —Él no...

    —Oh, ¿tenías planes ya? Lo lamento, debí imaginarlo—intervino el rubio, entendiendo el rumbo por el que la chica estaba llevando la conversación.

    —No, yo no...

    Hermione se llevó la mano a la boca y retuvo un jadeo con ella. También abrió los ojos tanto como pudo e hizo un gesto asombrado, como quien acaba de hacer un descubrimiento especialmente importante, gesto que Draco sabía era falso.

    —Aguarda, ¿no ibas a ir a nuestra cena por Malfoy?—indagó. Harry estuvo a punto de responder, pero la chica se lo impidió con una mirada chispeante—. Harry, no puedo creerlo. Las cosas han cambiado mucho estos últimos años y no tenemos problemas con que Draco Malfoy sea tu interés romántico. Quiero decir, incluso Ron es muy flexible en esto desde que se casó. Puedes llevarlo a la cena, en verdad.

    Harry le lanzó una mirada de auxilio a Malfoy, que tan solo negó con la cabeza con rostro confundido.

    —Hermione—tanteó el moreno, pacientemente. Alzó las manos con cautela y se adelantó un pasó—, no voy a ir a la cena. Y eso no tiene nada que ver con Malfoy.

    —¡Pero, Harry!—reclamó ella haciendo un puchero—Tarde o temprano vas a tener que verlo y…—se interrumpió a sí misma mirando hacia un punto sobre el hombro de su mejor amigo, donde el otro chico aguardaba. Harry tardó solo un par de segundos en darse cuenta, a espaldas suya estaba el rubio apenas a unos pasos de distancia, se giró lentamente. Una faceta mas que incómoda, sonrojada y aun con esa facha, ardiente de Draco Malfoy miraba hacia ellos. Bajó un poco el tono de su voz antes de añadir:— Malfoy es muy lindo.

    —Mione—advirtió Harry—. Deja el tema en paz, no lo llevaré a la cena.

    —Apuesto a que tus padres estarían encantados de que vayas con él para dejar el tema de Bill estancado.

    —Apuesto a que si—murmuró y poco después, frunció el ceño. Inhaló con lentitud, miró hacia el piso, pensando por un momento y cediendo a la ayuda de Hermione para unir los puntos que le estaban tomando tanto tiempo unir. Así que levantó el rostro y dio una mirada de disculpa a Draco—Pero... iré a casa de Malfoy a cenar con él y su madre.

    —Bueno, ¿y porque no viene ella también con nosotros?

    Harry abrió los ojos más de lo que Hermione creyó posible, y tras los anteojos redondos parecía como si estuvieran a punto de salirse de órbita. Volteó de nuevo hacia atrás con rostro conciliador.

    —Supongo que podría ser una opción—susurró Draco. Ante la atenta mirada de Harry y Hermione, lucía como un siervo bajo los faros de un auto que estaba por arrollarlo.

    —¡Perfecto!—la castaña exclamó rápidamente, para evitar que Harry pudiera negarse de nuevo—Entonces, supongo que los veré en la noche.

    —Herms, aún no está decidido.

    Hermione chitó hacia él, y caminó lo suficiente para darle un beso de despedida que apenas rozó la mejilla con vello facial.

    —Llévalo. Él es amable cuando lo conoces y te aseguro que te ayudará, yo sé lo que te digo…—dijo la chica a su oído, bajando aun más el tono de voz—. Me voy, usaré tu chimenea. Espero verte en la cena, con nosotros, donde perteneces. ¡Y adiós, Draco! —exclamó más fuerte cuando se separó, dando la media vuelta con rapidez y atravesó todo el salón hasta llegar a la chimenea. Tomó polvos flú y se colocó bajo ella.

    Hermione sintió de nuevo esa gratificante sensación de victoria cuando, antes desaparecer por completo entre las flamas verdes, escuchó a su mejor amigo aclararse la garganta un poco y casi pudo imaginar su aspecto en cuanto desvió la mirada, avergonzado, y dijo: —Verás… sobre la cena en casa de mis padres... en serio me sacarías de un aprieto si vas conmigo.

    °°°

    Hermione apenas podía quedarse quieta mientras esperaba que su esposo estuviera listo para ir a la casa de los Potter como cada año. No importaba que tal vez llegará demasiado temprano, porque estaba emocionada por ver llegar a sus amigos y controlar todo para que la cena no hiciese más que mejorar tras el shock inicial, (porque ella estaba bastante segura de que habría uno en cuanto Draco y Harry llegaran juntos).

    Miró una vez más el último mensaje del rubio diciendo "Estamos casi listos" veinte minutos atrás, suspirando. Sabía que se molestaría muchísimo si es que ellos llegaban primero y se perdiera la expresión de sorpresa de los demás.

    —¿Ya podemos irnos?—gritó.

    Viktor se asomó por la puerta del baño en cuanto la escuchó. Tenía el rostro lleno de espuma y el cabello más despeinado de lo normal.

    —Amor, no han pasado ni dos minutos de cuando me lo preguntaste la última vez.

    Hermione se levantó de la cama con un bufido y lo llevó de regreso al interior del baño, se quitó su saco sastre mostaza con calma, tomó una toalla y la humedeció con agua tibia para comenzar a quitarle la espuma de la cara.

    —No tenías que afeitarte por esto —dijo suavemente, con los nervios calmados nuevamente—: Sé cuánto te molesta tener que quitarte la barba.

    Viktor se encogió de hombros.

    —Está bien, es una fecha importante para tí y quiero estar a la altura.

    La castaña abrió ligeramente los labios y despegó la mirada de la barbilla de su esposo para alzar la cabeza lo suficiente y mirarlo a los ojos, la culpa vibró en su pecho. Tragó la saliva en su boca y volvió a su trabajo.

    —En ese caso, deberías aprenderte el hechizo para afeitarte y no usar la navaja en tu rostro.

    —Sabes que no me gusta apuntar a mi propia cara —fue la única respuesta, en tono suave y tranquilo—... Además—sonrió con coquetería—, te tengo a tí para hacerlo por mí.

    Hermione rió, tomó su varita con fuerza y acarició ligeramente con ella el mentón de Viktor, que cerró los ojos ante el tacto completamente relajado.

    —Quédate quieto —susurró la mujer, sin parar de realizar el hechizo y el rostro del búlgaro volvió a estar limpio, y suave donde el vello ocupaba lugar.

    —Ahora sí, podemos irnos—dijo Krum con un tono burlón. Besó fugazmente la mejilla de Hermione y agregó con un susurro:—Gracias, no sé que sería de mí sin tí—antes de mirarla tomar su propio saco y seguirlo a paso lento.

    El hombre ya la esperaba, con la mano estirada y la sonrisa cariñosa que no le daba a nadie más que ella. Hermione dudó un momento, suspirando brevemente y tomó su mano antes de ser invadida por la desgastante sensación de ser comprimida. Odiaba tener que aparecerse, pero no había otra opción desde que dejó su automóvil en casa de Ron y su hotel no contaba con una chimenea con red flú.

    Casi de inmediato, la pareja estaba en la puerta de los padres de Harry en Godric Hollow. A ella nunca le había importado que sus amigos aparecieran en medio de su sala, ni viceversa, pero Viktor siempre estaba en desacuerdo cuando lo hacía. E insistía en que eran simples modales a los que no se debían restar importancia.

    —Espero nadie haya visto que nos aparecimos de la nada—gruñó Hermione—, estamos poniendo a todo el mundo mágico en peligro.

    —Tranquilízate, no creo que lo hayan hecho.

    Hermione lo miró con enojo, pero no añadió nada más. Viktor tocó la puerta con sus nudillos y esperó por una respuesta pacientemente, aún con la idea de que era demasiado temprano para llegar.

    —¡Hermione!—dijo Lily Potter en cuanto la puerta se abrió, entusiasmada, abrazando a la castaña y luego haciendo lo mismo con Viktor—. Que bueno es verte de nuevo, cariño.

    Hermione sonrió con el mismo entusiasmo.

    —Lo mismo digo, señora Potter.

    —¡Lily, hija! ¡Lily!—exclamó la mujer con cansancio—, ¿cuántas veces más debo repetirte que dejes esa formalidad, querida?

    —Es probable que muchas más—bromeó.

    La madre de Harry rió.

    —Veo que tendré que acostumbrarme, entonces.

    —Chicos, que bien que llegaron—saludó un sonriente Remus, con un suéter enorme y afelpado de estampados navideños—. ¡Merlín! Hace tanto frío afuera, ¿por qué no pasan de una vez?

    Lily se hizo a un lado y abrió la puerta por completo, dejando que la joven pareja entrara. Remus recibió a la chica con los brazos abiertos y con cariño besó su frente, que era algo común en alguien tan amoroso como el licántropo.

    —Oh. Hola, Hermione, Krum—habló una voz detrás de ellos. La voz tomó forma de James Potter con una cacerola en brazos, Lily de apresuró a ayudar al hombre que se asomaba mientras cruzaba la sala rumbo al comedor y que gritó antes de volver a desaparecer:—¡Sirius, Hermione llegó!

    Y al instante, el atractivo hombre de cabello largo y ojos grises llegó hasta donde ellos, aún en el Hall de entrada. Detrás suyo, tan sólo a un paso de diferencia, Peter Pettigrew caminaba.

    —Mione—rió cariñosamente el hombre, abrazando por el hombro a la chica y dándole la mano a su esposo—, ¿qué tal estuvo América? Debió estar increíble. Escuché que llegaron el viernes por la noche de modo muggle, aunque no me sorprende nada viniendo de tí, pequeña sabelotodo—se burló Sirius, apretando su abrazo— ¿Están quedándose en casa de algún amigo o en hotel? También escuché que vendiste tu casa, Herms. ¿Dónde vivirán ahora? Oh, pero que pésimos modales, ¿pasamos a la sala?

    —Déjala respirar, Sirius—replicó Remus al instante con aire juguetón.

    Las puntas de la boca de Hermione, que ya estaban arriba, se habrían curvado más de ser posible cuando pensó en el increíble parecido que Harry tenía con su padrino y lo mucho que tenía que ver haber estado en constante contacto desde que era un bebé.

    Hermione se asomó un poco sobre su hombro, aún sonriendo. Alcanzó a ver al otro amigo del padre de Harry. El hombre aún era tan robusto como lo recordaba, aunque no del tipo atlético. La piel pálida de apariencia insana permanecía y los ojos dorados seguían siendo igual de interesantes, pero reservados. Mirando menos de lo necesario y la timidez semi palpable rodeándolo.

    —Peter, hola.

    —Hola—dijo sin más, alzando la mano con un gesto simple. Logrando que la enorme sonrisa en la chica tambaleara, pero se recompuso.

    Tan pronto como llegó, Peter se fue. Y Hermione lo observó con ojo crítico mientras se iba. Peter siempre le había parecido un hombre demasiado triste y sin personalidad, ausente. Carente de cualquier sentido del humor y con nada más que simpleza. Incluso Harry pensaba igual, y era definitivamente el amigo de su padre que menos cariño le tenía. Nada de lo que pudiera quejarse, el sentimiento era mutuo. Quizás era porque nunca se habían acercado demasiado, ni Harry ni ninguno de sus amigos, pero Lily, Remus y Sirius opinaban muy distinto.

    —Seguro que va a ayudar con la comida—murmuró Sirius, y Remus estuvo de acuerdo instantáneamente con un asentimiento de cabeza.

    —Él siempre ha sido muy bueno en eso.

    Fue casi un milagro para Hermione cuando el timbre de la cabaña sonó, y esperó pacientemente a que Remus abriera la puerta.

    —¡Hola!—llegó Ronald gritando, con una botella de champagne en mano. A lado de él, Pansy también irradiaba felicidad. Ambos venían vestidos en conjunto y Hermione quiso vomitar cunado lo notó, pero no dijo nada al respecto, estaba conforme en que se hubieran presentado en tiempo y forma a la cena.

    —Ron, Pansy—saludó divertido Remus, sin evidenciar su escrutinio. Y se hizo a un lado tal cual Lily lo hizo con la castaña, dejándolos pasar.

    Cuando Ron se acercó a saludarla a ella de beso, distinguió el olor a alcohol que tanto estaba teniendo. La furia volvió entonces y jaló de su brazo hasta un sitio aparte, molesta.

    —Sólo a tí se te ocurre llegar a una cena familiar navideña ebrio, Ronald—silbó molesta, cosa que hizo reír al pelirrojo.

    —Tranquíla, soltó tome una copa o dos en casa con Pansy—dijo, quizás demasiado alto porque el resto aún situados en el Hall miraban hacia ellos—. Ay, Hermione, la amo tanto.

    El dolor cuadró las facciones de la castaña para ese momento, con el corazón un poquito más destruido que después de la pelea el día anterior.

    Y fue, de nuevo, una fortuna cuando tocaron la puerta y las miradas de pronto tuvieron otro foco de atención. Incluyendo la suya.

    Remus volvió a encargarse de la puerta, y de ella apareció el resto de la familia Weasley: Fred y George entraron primero entre risas, y seguido de ellos, Arthur, Molly y Ginny. Y continuaron saludando uno a uno sin más demora. De pronto, ya eran demasiados para continuar en el Hall y fueron invitados a pasar hasta el comedor directamente.

    Cuando llegaron a la otra habitación, Hermione no pudo dejar de notar el hechizo de expansión que le habían realizado y cómo se fueron acomodando sistemáticamente, tal cual cada Navidad.

    —¿Y Harry?—le preguntó Ginny de forma sorpresiva, sobresaltándola. Ni siquiera había notado que estuviera tan cerca— ¿Vendrá hoy?

    —Oh, sí, sí.

    —Que bien, tiene un largo rato desde que lo ví por última vez.

    —Lo recuerdo—murmuró Hermione, sonriendo conocedora— Recuerdo lo molesta que estabas cuando le dijiste: Púdrete, Harry Potter. Que te den.

    Ginny rió.

    —Tal vez sí fue un poco exagerado de mi parte reaccionar de ese modo por perder en el Quidditch, después de todo.

    La castaña entonces borró la sonrisa burlona y pestañeó repetidas ocasiones, más rápido de lo habitual, con los ojos pelones y tristes.

    —No fue solo por eso.

    —No—suspiró la pelirroja, que aún era tan preciosa como sus tiempos de escuela y tan madura como siempre—, no lo fue. Estaba tratando de ocultar lo molesta y dolida que estaba por todo eso de Bill y él.

    El silencio las envolvió a ambas chicas, mientras Lily aparecía todos los platos y cubiertos con un movimiento de varita. Cada quien estaba en su propia charla, excepto por los gemelos que reían del estado de ebriedad de su hermano más pequeño.

    »¿Cómo está él?

    —Mucho mejor—aseguró Mione, asintiendo como dándose la razón. El pecoso rostro de Ginny, que hasta el momento no había notado que estaba compugido, se destensó.

    —Me alegro—dijo sinceramente.

    Entonces, sin saber cómo o cuando llegaron, Bill y su prometida se sentaron junto a los dos espacios al otro lado de Ginny. Saludaron en general y hablaron entre ellos mientras esperaban al último par: Harry y su misteriosa pareja. Aunque no lo parecía a simple vista, todos estaban interesados por los dos sitios extra sin ocupar, en medio del que estaba destinado para Harry y Sirius, y estaban ansiosos por entender lo que ocurría cuanto antes.

    Y no debieron esperar mucho más, la red flú avisó a los últimos visitantes y fue Lily quien atendió está vez. El silencio llegó hasta cada uno, que miraban hacia la amplia entrada del comedor al salón y se congelaron en sus sitios cuando Harry llegó de la mano de Draco Malfoy, y las respectivas madres detrás.

    Hermione notó que las expresiones en los rostros de todos habían sido mejor a lo que había esperado y satisfecha observó a Bill alzar el par de cejas rojas y la boca caer hasta la mesa, por la sonrisa en Harry supo que también él lo estaba.

    —Buenas noches—saludó Draco cortésmente en cuanto se sentó en su sitio. Narcissa a un lado suyo alzó la barbilla con altivez por lo impecable que estaba su hijo y lo educado y elegante que era.

    Hermione por su parte, sentía que todo transcurría en cámara lenta, Ron mirándolos con curiosidad, los Weasley estupefactos por igual. Sentía la mirada de su esposo clavada sobre su rostro, intentando comprender todo lo que estaba sucediendo, y Sirius mirando duramente a su prima Narcissa. Lily con su inagotable energía sonreía hacia la nueva pareja de su hijo único, aunque James no parecía nada complacido. Harry y Draco eran el centro de atención, inevitablemente.

    Decidió que era necesario intervenir antes de que la cena se volviera incómoda.

    —Harry, Draco—les llamó fuertemente, con una sonrisa enorme. Disfrutó aún más que todos, también, se sorprendieran por la familiaridad con la que hablaban—: Me alegra tanto que hayan decidido venir. Es un placer que nos acompañe, señora Malfoy.

    —Al contrario, señorita Granger, el placer es mío—respondió Narcissa, risueña aunque sin dejar de ser elegante. Sirius apenas pudo reconocer que la Narcissa que siempre lo repelió estuviera hablando con tanta carisma con un bruja nacida de muggles:— Oh, disculpa. ¿Señora Krum?

    Hermione hizo una nueva que no pasó desapercibida por nadie.

    —En realidad, yo mantuve mi apellido.

    Molly y Lily la miraron fijamente, casi con reproche. No obstante, Narcissa sonrió con todos los dientes y rió con encanto natural.

    —Que empoderamiento—habló la madre de Malfoy con orgullo, que fue una total sorpresa para todos, incluso Draco la miraba evaluadoramente—, es difícil encontrar brujas que piensen como usted, señorita Granger. Pero siempre es refrescante conocer a brujas con buenos ideales.

    La castaña sintió que era algo de eso, y no los desplantes de reproche, lo que le había estado haciendo mucha falta. Y tragó grueso cuando descubrió un nudo formarse en su garganta.

    —¿Quién eres y que has hecho con Narcissa Black?—intrerrumpió Sirius repentinamente, logrando aligerar el ambiente y dando un par de risillas. Risas que venían incluso de la madre de Draco.

    —Te has perdido de mucho en los últimos años, Sirius.

    —Cuanto gusto que vinieras, Harry—dijo Ginny, que hasta ese momento había estado comiendo la cena en su plato. Y fue cuando la mesa se volvió a tensar, era la primera palabra que le dirigía abiertamente en un año—: George estaba seguro que no llegarías hoy.

    Harry sonrió en respuesta y luego miró al gemelo, que se veía ligeramente culpable —¡Oh, bien!—exclamó sarcásticamente— ¿que apostaron por esto?

    —Sólo... lo que quieran de la tienda durante todo el mes— murmuró él otro gemelo, con gesto molesto. George se encogió de hombros y sonrió culpable.

    —Fred y George tienen una tienda de artículos de broma—susurró Harry hacia el rubio que solo asintió, sonriendo, y volvió a hablar aunque esta vez más fuerte—: ¿Y quien ganó?

    —Ginny, Sirius, Remus, y Ron.

    —Pues gracias— le dijo el moreno con tono ofendido, aunque sin dejar de sonar divertido. Draco incluso tuvo que esconder una sonrisa burlona contra la boca de su copa— Me aseguraré de ir a tomar un par de cosas también.

    George puso los ojos en blanco y negó con la cabeza —Es increíble que aún te tengan fe…

    —He estado faltando mucho a cenas familiares y reuniones estos meses—le explicó nuevamente Harry a Draco, quien miró hacia el chico aún burlón antes de girarse nuevamente hacia el hombre que había hablado, cómo conteniendo una broma en sus garganta. Y Hermione estuvo convencida un momento en que la diría, pero no fue así.

    —Y dinos… ¿Hace cuanto que se conocen? — preguntó Bill hacia Draco, que sintió como el moreno dejaba de sonreír por un momento y se tensaba.

    —En realidad desde Hogwarts— contestó rápidamente, en parte feliz de poder conversar sobre un tema que si entendía y del que se sentía cómodo.

    Bill encarcó una de sus cejas.

    —Oh, no lo sabía.

    —Debiste escuchar la enorme cantidad de quejas de Ron sobre él cada verano—dijo Arthur por primera vez en la mesa, con voz amable mientras negaba con la cabeza.

    Todos los hermanos Weasley presentes, a excepción de Bill, gimieron con cansancio.

    —Y ni hablar de Harry...—señaló Sirius, recargando su mandíbula contra su mano mientras se asomaba para ver a su ahijado por encima de Narcissa y Draco.

    —¡Todo el tiempo estaba hablando de él!—exclamó Lily—: Ahora está más que clara la razón.

    Y entonces, tanto los gemelos como Ginny se quebraron a carcajadas. Hermione supo acertadamente que ese sería el blanco de bromas por el resto del año, y rió suavemente ante eso.

    —Draco también mencionaba mucho a Harry. Todo lo que hacía era parlotear de lo que hacía y decía ese ciclo escolar, y cuando no era así, estaba esperando que yo lo mencionara para seguir hablando de él —murmuró la señora Malfoy, mirando maliciosamente a su hijo mientras agregaba— Aunque fue hasta cuarto año que menciono lo molesto que le resultaba que fuera tan lindo.

    Draco abrió los ojos enormemente, y sus pálidas mejillas iniciaron a inundarse del color de la vergüenza pura, que no hizo más que oscurecerse cuando todos voltearon a verlo.

    —¡Yo lo recuerdo!—chillo Pansy entre risas, mientras señalaba a su amigo con su dedo índice— Y los años que le siguieron a ese no hicieron más que ponerse aún peor, porque Draco ya no sólo habla de lo lindo que era, sino también de lo enojado que se sentía con que las niñas lo pretendieran tanto.

    Las mujeres —desde Hermione hasta Fleur— en la mesa corearon con ternura mientras los chicos reían, incluso James había dejado atrás su enfado y sonreía de la vergüenza que era obvia en el único hijo de los Malfoy. Y la ovación no hizo más que intensificarse cuando Harry besó la mejilla de Draco tímidamente.

    Bill, por su parte, que había seguido la conversación de lado a lado como en un partido de tenis, sólo disfrazó una mueca de incomodidad en una sonrisa.

    —Vaya… eso suena como mucho tiempo.

    —No tanto—le restó importancia Ron, masticando una pierna de pollo— Cuando terminamos la escuela, ellos perdieron contacto y Harry no volvió a mencionarlo en un buen rato.

    —Hmm—tarareó la pelinegra con una sonrisa que tambaleó un poco cuando notó la sonrisa triste en su mejor amigo y confidente desde sus años más blandos—: Draco no aceptó que le gustaba hasta finales del séptimo año y...

    —... fue demasiado tarde—susurró el rubio, aunque fue lo suficientemente fuerte para que Harry, a unos centímetros de él, escuchara y lo mirara asombrado.

    —Estoy muy contenta por ustedes —dijo Pansy, a quien se le habían bajado las copas que tomó antes de la cena y estaba mucha más lúcida que antes. Y para ese momento, sólo estaba mirándolos con dulzura—. Sobre todo por ti, Harry. Puede que Draco sea un caprichoso, pero es un buen hombre y...—la chica se detuvo y miró de reojo al hermano mayor de los Weasley, que fue demasiado evidente cuando arrugó la nariz y volvió la vista al frente—siempre te pondrá a tí antes que nada.

    Draco rió nervioso.

    —Exageras, Pans.

    —Claro que no —insistió ella, recargando su cabeza en el hombro de su esposo y Hermione quiso poner los ojos en blanco cuando la vió tomar su mano y verlo con amor antes de volver a Harry—. Sé que no nos conocimos mucho durante la escuela Harry, pero me gusta que sepas lo que es mejor para tí. Y Draco es ideal para eso.

    —Coincido—habló Fleur, con un marcado acento francés—A decir verdad, yo estaba un poco preocupada por ti.

    — ¿Preocupada? —preguntó Harry sintiéndose incómodo de estar hablando con la futura esposa de su ex novio.

    —Sí. Y no quiero sonar entrometida, pero Bill siempre habla de ti—dijo, con voz calmada y suave—: de que siempre has tenido el tipo de vida llena de chicos que vienen y van, pero sin que establecieras una relación formal nunca—Harry encarcó ambas cejas ante eso y pensó, por un momento, en la posibilidad de que ella no supiera lo que había ocurrido entre su esposo y el moreno—: Pienso que todos necesitamos a alguien a nuestro lado con el que podamos compartir nuestra felicidad, y resulta que todo este tiempo estuviste cerca del indicado, me alegra que se hayan dado cuenta.

    Harry dirigió la mirada a Bill sintiéndose miserable por un momento, sin saber qué contestar porque sin duda la única persona con la que alguna vez quiso arriesgarse era precisamente con él y le había roto el corazón cuando las cosas no se dieron, y ahora, estaba con ella. Fleur era una mujer hermosa, pero no podía entender que era lo que ella tenía que él no tuviera. Sintió un apretón en la mano y volteó a ver a Draco que lo miraba fijamente, Harry esbozó una sonrisa y lo miró por un momento, de pronto los ojos del rubio le parecieron más intensos que nunca.

    —Hacen bonita pareja, ¿verdad?—le susurró Viktor a Hermione, quien no paró de mirar hacia ellos. Mientras Harry se pregunta cómo es que nunca había notado lo hermoso de esos ojos grises, Hermione no se perdió el detalle sobre cómo Harry se tranquilizó con él.

    —Y hablando de eso —dijo Ginny— ¿Cómo es que comenzaron a salir?

    —Es algo reciente, en realidad —contestó Draco rápidamente, con confianza—. Ambos trabajamos en el ministerio, y encontrarnos en realidad no era tan difícil.

    —Cierto —agregó Harry con una sonrisa mirando su copa de vino ausentemente, como si estuviera acordándose de algo—, me gustaba verlo por ahí, así que trataba de ir a almorzar a la misma hora.

    Draco volteó a verlo entre risas y disfrutó de la imagen de Harry sonriendo sinceramente, en todo el rato que llevaba la cena.

    —¿En verdad?

    El moreno asintió y bebió un sorbo de su copa de vino, completamente desesperado por cambiar el tema.

    — ¿Y de pronto se hicieron amigos? —preguntó James, interesado— ¿Así tan fácil después de casi haberse matado en Hogwarts?

    —No, claro que no, nada es fácil con Harry Potter. Para ese momento, aún peleabamos sobre cualquier cosa. Y era muy divertido, me hacía sentir como si nada hubiera cambiado—contestó el rubio como quien dice un gran hecho—. Es una historia un poco larga.

    —Y muy aburrida —agregó el moreno, deseoso por un momento de que nadie más intentará saber—, no creo que nadie quiera escucharla.

    —Pues, a mí me encantaría—dijo Remus. Harry pensó que era para llevarle la contraria y avergonzarlo más de lo que ya estaba.

    Ginny y Fleur asintieron efusivamente.

    —Sí, Harry... ¿por qué no-

    —¡Oh—exclamó Viktor de pronto—, eres ese Draco Malfoy!

    —¿Qué?—rió Draco, confundido.

    —Sí, sí. Ya te recuerdo de Hogwarts—respondió—: En el torneo de los tres magos, si eres del año de Herms, Harry y Ron debiste ser ese chico rubio de cuarto año que me seguía.

    Draco volvió a arder en rojo y buscó ayuda en Hermione frente a él, pero la chica estaba demasiado sorprendida con que Viktor hablara más de tres palabras ante tanta gente.

    —Creo que me estás confundiendo. Yo no-

    —¡Sí, sí!—chilló Krum— Eras tú. Es demasiado difícil confundirte con alguien más.

    —¿Seguías a Viktor?—preguntó Harry, incrédulo. Draco sonrió con pena.

    —¡En mi defensa, tenía catorce años y lo admiraba mucho!

    Todos rieron entonces, haciendo que Draco enrojeciera más de lo que nadie había creído posible.

    El silencio volvió de pronto, cada quien entretenido con su propia comida, aunque Harry pudo sentir durante toda la cena la penetrante mirada de Bill sobre él cada vez que les preguntaban algo, felizmente la mayoría de preguntas curiosas habían sido contestadas por un encantador Draco que estaba disfrutando de la atención.

    —Draco...—llamó Bill, sorpresivamente. El rubio, y todos, prestaron atención a lo que estaba por decir—, dijiste que trabajas en la Ministerio. ¿A qué te dedicas?

    —Soy inefable, aunque estoy a punto de ser ascendido.

    —¿Tu piso no está muy lejos del de Harry?

    —Aguarda, ¿entonces también trabajas con Herms?—intervino Viktor de nuevo, y Harry pensó en ponerle un altar por interrumpir en los mejores momentos.

    Draco asintió y dijo: —Sí, así es. Somos amigos por eso.

    —Oh, sí. Tú eras quien estuvo llamándola toda la mañana, luego de verse ayer toda la tarde.

    Hermione cerró los ojos fuertemente y se llevó la mano a la frente. Fue ese momento en que sintió que la cena, que hasta el momento había estado yendo muy bien, estaba a punto de terminar y la guerra por iniciar. Especialmente cuando miró el gesto confundido de Harry que no tardó en convertirse en uno de entendimiento, soltando la mano de Malfoy y levantándose de la mesa sin soltar palabra.

    —Harry.

    Pero el moreno no se detuvo y salió del comedor. Hermione se alzó de golpe tras él, siguiéndolo hasta la cocina.

    »Harry, por favor—murmuró la chica, casi en una súplica— Harry, háblame.

    —¿Qué mierda quieres que te diga?—gruñó, volteándose hacia ella para encararla— No quiero hablar contigo, no puedo ni siquiera verte.

    —Harry.

    —¿Cuánto le pagaste?

    —No...

    —¿Cuánto le pagaste para venir a hacer el tonto conmigo y fingir?—preguntó duramente, resoplando entre dientes por el enojo— Debí imaginármelo cuando llegó a casa y empezó a ser tan amable, comprensivo... Cuando dijo que necesitaba de mi ayuda y que no confiaba en nadie más que yo para ese trabajo. ¿Cómo pude ser tan tonto para creer que estaba haciendo algo por mí?

    —Harry, dame tiempo para explicarte—susurró la mujer, con las cejas juntas y el gesto culpable.

    —Y me manipulaste por completo...

    —Harry.

    —¡Me manipulaste y yo, como el inmenso idiota que te parezco, ni siquiera lo noté!—gritó aún más exaltado—...Y yo que creí por un momento que tal vez podía haber algo entre nosotros más adelante y no es más que actuación.

    —¡No, Harry!—interrumpió la chica, caminando apresurada a él—, el Draco que estaba ahí no estaba fingiendo. Créeme. Ustedes ahí, es la prueba de que se entenderían perfecto. Y podrías dejar atrás todo lo que pasó con Bill. Olvidarlo por completo.

    —¿Olvidarlo por completo?—dijo él, riendo amargamente—: ¿Quien te crees que eres? Tú tampoco has olvidado nada, no has dejado todo atrás.

    —¿De... De qué estás hablando?

    —Aún sientes algo por Ron, ¿crees que no me he dado cuenta?—preguntó tentativamente, como esperando que solo esa insinuación la volvieran a atormentar—Hermione, ¿crees que nadie en esa mesa no puede ver lo difícil que es para ver para tí verlo feliz con alguien que no es tú? Aún sientes algo por él.

    —N-No es así.

    Harry bufó.

    —¿Qué pasó con toda esa mierda de olvidar el pasado y vivir el presente?

    —Harry, yo no...

    —La misma mierda que me dices cuando hablamos de Bill. Con tus charlas motivacionales que siempre has sabido hacer muy bien. ¿Qué pasó con toda esa basura?

    —... Harry.

    —¿Qué pasó con todo eso, Hermione?

    —Yo no siento nada por Ron.

    —Oh—rió sin gracia—, claro que sí. Ardes de celos con sólo mirarlos. Odias que todos nos hayamos equivocado cuando dijimos que no durarían, que no se querían. Odias haberte casado con Viktor y no con Ron, y culpas a Pansy de tu desgracia, cuando sabes perfectamente que fue él quién no te eligió a tí.

    —¡Yo no siento nada!—chilló la castaña, como suplicando no sentir lo que siente, no seguir pensando en él como lo hace. No amar con la intensidad con la que ama, pero es inútil—. Esto no es como tú y Bill.

    —La gente puede adorar el suelo sobre el que caminas, Hermione, y pensar que eres una especie de diosa moralista. Pero no olvides que eres tan humana como el resto de nosotros, y probablemente también estés igual o más de jodida. Así que deja en paz mis problemas y resuelve tu propia mierda, en lugar de fingir que siempre tienes la razón sobre los demás.

    Harry salió de ahí sin mirarle ni una vez más, y Hermione tuvo que dar un par de pasos hacia atrás como si le hubieran dado un golpe, buscando mantener el equilibrio.

    —Vaya, eso fue duro—escuchó la voz de una mujer que podía reconocer en cualquier lado y alzó la mirada aterrada, pero necesitando confirmar sus sospechas.

    —Parkinson—murmuró levemente y observó desde su lugar como la otra chica se acercaba a ella, cautelosa—, ¿qué tanto escuchaste?

    Pansy chasqueó la lengua.

    —Lo suficiente para saber que aún amas a mi esposo.

    —Yo...

    —No, no. No digas nada, Granger—se alarmó la mujer, moviendo la cabeza rotundamente—: de cualquier modo, era algo que ya sabía.

    —¿Qué?

    —Harry tiene razón en eso—inició Pansy con un suspiro, desfrutando del rostro confundido y aterrado de la otra chica—Pero, no tiene razón cuando dijo que lamentas haberte casado con Viktor. Puedo notar que él no es solo un curita. Y creo que Harry también lo sabe, sólo ha dicho cosas por decir porqué está enojado. Pero ya Draco se encargará de eso.

    Hermione la miró con pena, esta vez más tranquila.

    —¿Y si sí es verdad?—titubeó.

    —No—respondió Pansy—, no lo es. Sólo tienes miedo, pero estoy segura que lo amas.

    —¿De... De qué tendría miedo?

    —De haberte equivocado...—murmuró, pausando un segundo para pasar un mechón del cabello tras la oreja de Hermione—, de arrepentirte después. De que él no te ame como tú lo amas. De los cambios que está haciendo en tu vida: incluyendo ese.

    Hermione tembló cuando Pansy lanzó una mirada conocedora hacia su vientre.

    »Pero con Ron todo es más fácil, ¿verdad? Nada cambia con él, porque se conocen desde siempre. Porque estar con él significa que no necesitas arriesgarte y dejar algunas cosas por él. Pero creo que eso tú ya lo sabes... ¿De qué tienes miedo, Hermione? ¿De qué se trata?

    —Trata de que... realmente estoy enamorada de Viktor—susurró, con los sentimientos a flor de piel—Como, totalmente. Seriamente enamorada.

    —¿Y?

    —Es eso exactamente.

    —¿Tienes miedo de estar enamorada?—Pansy pestañeó varias veces y después rió, sin entender— Hermione, están casados. Debiste darte cuenta de eso hace mucho.

    —No tengo miedo de estar enamorada—se rió Hermione, casi suavemente. Y las lágrimas salieron de sus ojos por el descuido—. Es más que... estoy tan enamorada de él que, nada parece más importante que él cuando estoy a su lado.

    —¿Eso no es bueno?

    —¡No!—chilló Hermione—No lo entiendes, ¿por qué tiene que ser más importante que mi carrera, que mis opiniones, que mi manera de ver la mundo? Y cuando peleamos, cuando lo contrario, él sólo... intenta cambiar eso. Intenta cambiar lo que pienso. Y lo logra. Logra que de pronto, casarnos sea una opción, logra que me gusten los bebés, y viajar por el mundo... Y yo, yo intento ser independiente y fuerte, y mantener todo bajo control. ¿Por qué tengo que cambiar de opinión? Y lo pero de todo, ¿por qué lo hago? ¿por qué tengo que cambiar de opinión por un chico?

    —No lo entiendo—respondió Pansy. Hermione aún lloraba, pero trataba de mantenerse a línea. Nunca se habían llevado bien después de todo—. En verdad, no comprendo. Eres fuerte e independiente cuando puedes cambiar de opinión, sin importar que o quien lo cambie. No hay nada de malo en que el desafíe tu forma de pensar.

    —Pero... somos tan diferentes. ¡Y ahora vamos a tener un bebé!

    Se detuvo, era la primera vez que lo llamaba así, y el miedo volvió a tambalear su pecho.

    »¿Cómo es que esto va a funcionar?

    —¿Y cómo crees que funcionaría mi matrimonio con Ron, Hermione?—preguntó la pelinegra, con obviedad en su voz— ¿Y Draco y Harry? Ninguno de nosotros pensamos igual, no creemos las mismas cosas y discutimos todos por igual. Pero eso nos hace ideales para el otro, porque nos complementan.

    —No... No tiene sentido.

    —¿Para qué debería tenerlo? Él amor no tiene ningún sentido—dijo la esposa de Ron, sin despegar la mirada de la otra chica. Ahora no parecía la Pansy Parkinson que conoció alguna vez, ni la que le molestaba en el colegio ni la que aparentaba ser desde que se casó con Ron. Sólo era una chica, que oía y comprendía, y que opinaba. Y que estaba para ella. Y era genial, estupenda. Hermione supo acertadamente que estaba viendo a la Pansy que Ron vió en ella y de la que se enamoró—. Hermione, tienes que aceptar que hay personas que no piensan del modo en como tú lo haces. Y es perfectamente valido. Hay cosas que no se pueden controlar, y está bien. Y si tú, la persona más inteligente que conozco, no puede permitirse cambiar de opinión o entender a la persona que amas... habré perdido mi fe en la humanidad. Si él vale la pena, ¿qué importa si las cosas salen de tu control?

    Hermione sonrió levemente, con el corazón partido sanándose de pronto. No supo si eran las palabras, o la persona quien se lo decía, pero una parte suya sabía que tenía total razón.

    —¡Pansy, Hermione!—gritó la voz de Viktor, fallando la pronunciar correctamente el nombre de su esposa, y la sonrisa en Hermione se agrandó— Ya casi son las doce. ¡Vamos a brindar!

    La pelinegra le sonrió mientras estiraba su mano hacia ella, y Hermione la aceptó. Fue quizás ese decisivo momento lo que hizo que todo se sintiera mejor, menos doloroso. Mucho mejor. Y salieron hacia el comedor, dónde todos esperaban con champagne en mano.

    Hermione aprendió a muy corta edad que había ciertas cosas que no podría controlar. Y aunque siempre intentó remediar ese gran hecho, descubrió tan rápido como cambiaba el torbellino de emociones que Viktor le despertaba, que nublaba sus sentidos y socavaba su razón, que las cosas eran mejor así. Y aunque algunas veces lo odiaba, algunas veces le temía, cuando sus dedos se deslizaban por su espalda, cuando sentía el cálido aliento sobre su cuello, cuando sus labios besaban centímetro a centímetro de su piel, cuando sabia que podía contar con Ron siempre, cuando Harry la abrazaba hasta asfixiarla y la amaba por lo que era, cuando Draco aceptaba en voz alta lo mucho que la quería. Cuando recordaba lo buena y comprensiva que era la gente que la rodeaba, por primera vez se sentía realmente viva. Tal vez aquello no bastase para alcanzar la perfección, se recuerda, pero hacía que perder el control valiera finalmente la pena.
     
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