Drama Sayoko

Tema en 'Relatos' iniciado por Pepito Perezoso, 20 Julio 2019.

  1.  
    Pepito Perezoso

    Pepito Perezoso Iniciado

    Tauro
    Miembro desde:
    12 Enero 2016
    Mensajes:
    3
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Sayoko
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1452
    No sé si este fanfic pueda contener temas delicados para algunas personas, pero desde ya hago una advertencia de que este intenta hablar sobre la realidad de una persona con depresión; intento retratar algunas cosas que yo he llegado a sentir, en conjunto con lo que he escuchado. Lamento si no pude expresarlo bien. También me basé en un sueño que tuve hace años, que me marcó mucho... Cabe destacar que tomé de idea principal la canción "Sayoko" de Vocaloid, que describe muy bien y de manera detallada lo que es tener depresión.

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    Sayoko

    Todo estaba nublado, y era una calle muy solitaria, pero ¿de dónde había salido toda esa niebla? eso es lo que ella se preguntaba, caminaba y caminaba, sin saber hacia dónde se dirigía, con la constante sensación de que alguien la seguía no sólo con la mirada, alguien la acechaba. A su alrededor no habían más que puertas y ventanales, monótonos, podía observar su delgado y feo reflejo a medida que caminaba, podía escuchar sus pasos aunque no llevaba tacones, podía mirar hacia delante y aún así no distinguía el horizonte.

    De pronto paró en seco.

    Había un espejo gigante frente a ella, y en él finalmente pudo divisar que en una esquina, una alta sombra ahí se encontraba, no tenía rostro, no tenía forma, sólo era muy alto.

    Se observó en el espejo. Sus ojeras marrones bajo sus párpados, el acné que brotaba de sus pómulos. Pero, ¿por qué su reflejo no se movía? Ella hacía gestos, morisquetas, y el reflejo ni se inmutaba.
    Cuando de la nada su reflejo empezó a sonreír, supo que algo andaba mal.

    Ahora intentaba hablar, pero sólo quejidos salían de su boca, intentó gritar y tras la restricción en su garganta, se apretó el cuello con ambas manos. La sombra se había ido, ¿o no?
    Se quedó quieta, simplemente mirando su reflejo, cuando de la nada, este empezó a gritar, gritos ensordecedores que estremecieron sus oídos, se agarró el cabello con fuerza, arrancándolo por mechones y comenzó a llorar.


    . . .
    Despertó de golpe. Apenas analizando lo que acababa de pasar.

    Otra pesadilla.

    Sentía los latidos de su corazón justo en su garganta, se tocó las muñecas y el resto del cuerpo. Estaba sudando frío.
    Ahora no podía hacer más que encender la luz y hacerse un ovillo, esperar a que el miedo y los nervios pasaran; pero el tic tac de su reloj no hacía más que ponerle los pelos de punta. Lo tiró hacia una esquina de la habitación y el aparato se rompió en pedazos.

    Tomó su celular y decidió distraer su mente por un momento, quizás eso ayudaría. Olvidaría sus penas, centrándose en cosas superficiales, cuando de la nada mientras divagaba por facebook, una foto de él salió a la vista. Estaba junto a la linda chica rubia con la que salía desde hace meses, debía admitir que se veían bien juntos, mucho mejor de lo que se veían ellos cuando aún él la amaba. Pensó en llamarlo, y durante unos minutos estuvo viendo su foto de contacto y su número.

    —Erick...

    Tiró el teléfono al otro lado de la cama y se cubrió la cara con la almohada, de la nada se sintió insegura, recordando la sombra protagonista de su sueño, los gritos y el llanto. ¿Qué intentaba decirle ese sueño?

    Se despertó aturdida por los rayos del sol, agradeciendo no recordar cuándo había caído rendida. La garganta le dolía y cuando se levantó de su cama se sintió pesada; al revisar su refrigerador se percató de que lo único que había para comer eran tomates y té; agarrando este último, procedió a buscar su estuche de pastillas y tragó una con el amargo sabor de las hierbas.

    Volvió a recostarse en la cama, mirando al techo. Había moho en las esquinas. Sabía que debía levantarse a limpiar, sabía que debía comer, sabía que debía lavarse la cara y los dientes, y aún así ¿por qué su cuerpo se resignaba a moverse?

    Deslizó la pantalla de su celular viendo las noticias en Facebook, las vidas de sus amigos, la mayoría en la universidad, con novios y trabajos, cuando vio una foto de su mejor amiga, Catherine, sonriendo de oreja a oreja, con un grupo enorme de personas. Catherine se había vuelto cantante y estaba teniendo tanto éxito que ya no tenía tiempo de salir con ella.
    Sintió un sabor amargo en su paladar, no era común en ella sentir celos. ¡Debía alegrarse! Su amiga estaba teniendo éxito.

    Continuó viendo las fotos de sus amigos, cuando vio las fotos que había subido Alejandro, era diseñador gráfico y se había tomado una foto con un presentador de televisión muy famoso en Japón. Parecía que todo estaba saliendo como él quería.

    Vaya. De verdad desde lo más profundo de su corazón deseaba alegrarse, así que decidió enviarle un mensaje a Alejandro.

    Hola! ¡Cuánto tiempo sin hablar! ¿Cuánto ha sido... tres años? Veo que te está yendo muy bien, a mí la verdad no me va mejor, en caso de que preguntes, pero... la verdad es que me alegr..."

    Sus dedos dejaron de escribir, y de pronto se sintió ridícula. Cada una de sus palabras era ridícula; se veía falsa. Sintió una ola de inseguridad y ahora cada cosa que hacía y que pensaba se le hacía cuestionable. ¿Por qué querría él volver a hablar con ella? Nadie tenía por qué aguantar sus ataques de ansiedad e inseguridad. Seguro que todos sus amigos estaban ocupados, además...

    Todos habían visto el último mensaje que ella había enviado, y aún así nadie había respondido. Trató de convencerse de que era por la gran responsabilidad que sus amigos tenían pero había visto gran cantidad de estados, los había visto en línea y además...

    —Auch... —soltó cuando su teléfono cayó de golpe en su cara.

    La pantalla se había bloqueado y ahora podía observar su reflejo en ella. La cara grasosa y el acné sobresalían, los dientes amarillos, el pelo sucio, todo dejando en evidencia que hacía mucho que no se bañaba. ¿Hace cuánto que no lo hacía, una semana, tal vez? Y fue en ese entonces que pudo ver lo peor, sus muñecas. En la piel se le habían formado manchas color café y las corrugadas cicatrices sobresalían como queloides. Con sus dedos sintió cada una de las cicatrices, preguntándose a sí misma:

    ¿Por qué le haces daño a tu piel? Tu cuerpo no tiene la culpa de que tu alma sea una basura.

    Tienes veintiún años y aún así no pudiste entrar a la universidad, y nunca has tenido un trabajo.

    Pero aún así, tu cuerpo no tiene la culpa.
    Se encerró en el baño y se miró al espejo, ese espejo que durante tantos años le había mentido; haciéndole creer que era hermosa; hasta que se dio cuenta de que era una vil mentira, porque de ser así, no estaría tan sola.
    No llevaría cuatro años sola.
    Su familia no la habría dejado de lado.

    Y con la hojilla de la afeitadora procedió a marcarse una vez más, pasándola sin piedad una y otra vez sobre las mismas cicatrices, agravando las nuevas de las que brotaba sangre, sabiendo que esas heridas nunca cerrarían, que nunca sanarían.

    No era una buena persona. No era fuerte.
    Siempre se había burlado de la gente que se auto-lesionaba, y de hecho se jactaba de que ella nunca había recurrido a tales medidas y que nunca lo haría, y aún así había marcas por todo su cuerpo.

    Sus uñas, mordidas casi hasta las cutículas, y la piel de sus dedos arrancada, dejando a la vista la carne. Rasguños en las piernas y cortadas en los brazos. Y lo peor de todo era:

    Que no tenía ganas de sanar. ¿Para qué? Si no tenía propósitos en la vida. Si respiraba por respirar, si comía por comer y despertaba porque su cuerpo lo permitía. No tenía un norte fijo, no se imaginaba un "Yo" en diez años. Se miró al espejo en la oscuridad, cuando de pronto, comenzó a sentir que alguien la miraba; una pesada presencia, la sombra de su sueño.

    Sí. Era mejor culpar a otros por su enfermedad; era mejor pensar que era una presencia que jamás se alejaría de ella, porque lo sabía.

    Quería esfumarse como el humo tóxico del cigarrillo en el viento, desaparecer como la espuma del mar.

    Porque ella no era importante para nadie, ni para ella misma. No importaría; y eso estaba bien. Porque no había esperanza, no había un futuro.

    Y ella no esperaba sanar.

    . . .

    El teléfono sonó y sonó en su habitación, y sin embargo, nadie contestó nunca.
     
    Última edición: 20 Julio 2019
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