Relato de una Bestia

Atencion: contiene algunas escenas explicitas, violencia, etc. si sigue de aqui es bajo su riesgo...
Hice este escrito con la intencion de participar en la actividad arboles criminales, pero no vi que habia pasado la inscripcion.. entonces disfrutenlo.. se agradece un comentario con las fallas que vean o con lo que les parecio la historia..

Me encuentro encerrado ¿Por qué lo estoy? Déjenme contarles…

La verdad todo empezó en la víspera de mi cumpleaños, cuando al encontrar a mi madre muerta a manos del maldito de mi padrastro y su amante, me deje llevar por la oscuridad, me vendí a ella y los mate a ambos. La amante terminó como carne molida y un poco de ella quedo en el estómago del bastardo, al cual torture hasta que me aburrí y lo mate en un frenesí de risas, puñaladas y golpes de un mazo.

Ese fue mi nacimiento, curioso volví a nacer justo el día de mi cumpleaños. El placer de matar a esos bastardos, el sabor de la sangre. Todo era delirante. Ya nada quedaba, la policía me atraparía.

¿Por qué no hacer algo de “justicia”? Ya estaba en la oscuridad, nadie me iba a rescatar, y ya era un depredador, una bestia sedienta de más sangre, que no iba a parar, a menos de que una bala le atravesara la cabeza.

Era divertido cazar a los monstruos, monstruos como yo. Recuerdo que empecé a recorrer callejones a altas horas de la noche en busca de violadores, que aprovechaban estos lugares para cometer sus actos con alguna despistada o ebria mujer.

Así comencé a cazar, encontraba uno en su acción lo noqueaba, ella se iba alegre de que la hayan salvado y yo, yo tenía mi “alimento”. Y que victima va denunciar a su salvador, que víctima de un bastardo como este no se alegraría de que muriera de la forma más cruel posible.

Estos bastardos, al darse cuenta que de cazador pasaron a ser una presa. Rogaban y suplicaban piedad. Piedad que nunca dieron a sus víctimas, yo procedía a preguntarles que a cuantas violaron, les hacía creer que era su amigo. Una vez que me confesaban sus crímenes con orgullo, incluso mofándose de sus víctimas.

Era hora del castigo, pero yo era muy nuevo en ese entonces, así que mis primeras víctimas fueron mi experimentación, en busca de puntos sensibles, como torturar por más tiempo, como hacerlos sufrir más haciendo menos.

Fue divertido era placentero, yo era el “karma” que les devolvía sus años de crímenes en una noche. Al dejar el cadáver siempre ponía una nota con su nombre, edad y crímenes cometidos. La verdad no me importaba ser atrapado.

Solo quería disfrutar, disfrutar y saborear su desesperación, ver como alguien que se creía poderoso terminaba siendo un maldito cobarde que creía que nunca le hizo nada a nadie.

Yo soy un monstruo, un asesino, siempre lo he sabido nunca lo he negado, pero estos bastardos cobardes, hacen daño por que según ellos: “está bien”, “me abandonaron”, “me hacían bullying”….

Malditas escusas de malditas escorias, acéptense, todas esas idioteces fueron el detonante que despertó sus instintos dormidos, somos depredadores desde que nacimos, es parte de nosotros. Solo que los caminos que tomamos nos hacen dormir o nos despiertan del letargo en el que estábamos y despertamos con un hambre feroz que debe ser saciada con sangre y lágrimas de terror.

Pero como me atraparon si solo cazaba a los monstruos, ahí fue mi error. Quería algo nuevo, un reto, la curiosidad me gano. Quería saber por qué los otros monstruos no se cazaban entre ellos, porque iban por presas débiles y vulnerables. Si yo la verdad disfrutaba de cazar a los jefes de la cadena alimenticia.

Así que un día me decidí, decidí cazar a alguien “inocente” a un no monstruo. Pero el deseo de caza no estaba, había desaparecido de mí ser. Entonces tome la decisión de dejar de cazar un tiempo monstruos para así incrementar mi necesidad de sangre y ser capaz de cazar a un “no monstruo”.

Pasaron tres meses estaba ansioso, me volvía loco, necesitaba matar, necesitaba sangre ya no podía esperar más. Era el momento, salí esa noche dispuesto a probar el sabor de matar a alguien débil.

Ese fue mi error, la aborde, la lleve a la bodega que ya había perdido su color verde y en su lugar se teñía de rojo. La muchacha lloraba desconsolada, en su desesperación preguntaba el por qué le sucedía esto a ella, que por que moriría a manos de alguien como yo.

Su mirada llena de tristeza, sueños rotos y miedo con un pequeño brillo de esperanza. Me hicieron dudar, comencé a temblar de miedo. Se me fue la voz, no podía, no podía hacerle daño a esta chica, mi corazón de piedra se rompía a cada segundo, quería huir despavorido alejarme de ella lo más pronto posible. Pero no podía dejarla ir, conocía mi rostro y sabía llegar a la bodega.

Debía matarla, pero la oscuridad temía, era tanto su terror que huía de mí, me abandono. Ella se dio cuenta de esto, y comenzó a decirme que la dejara ir y que nunca le diría a nadie de esto. Confié en su palabra, la deje ir. Al salir de la bodega caí de rodillas y llore, llore por el miedo que me inspiraba ella.

Me oculte por un mes, no sali de mi apartamento. La policía nunca me busco, ni fue a la bodega o a mis lugares de “caza”. La muchacha cumplió con su palabra.

Otra vez sentía la necesidad de matar, salí esa noche cuidadoso de la policía. Cuando vi a mi presa un violador que iba a comenzar su tarea. Me acerque a él con una sonrisa llena de placer y malevolencia, la adrenalina corría por mi cuerpo, la sensación de cazar, de ser el depredador.

Una vez que noquee al violador y voltee a ver a la chica que “salve”. Un frio helado me recorrió la espalda. Era la chica que deje ir, la había matado y violaba su cuerpo muerto.

Una ira que no sentía desde que asesine a mi padrastro y a su amante, comencé a patear al maldito ahí en la calle lo golpee hasta que mis puños sangraban, su rostro estaba desfigurado y uno de sus ojos de su lugar había salido. Mientras recuperaba el aliento volvió en sí y comenzó a gritar, al escuchar su voz la sangre ardía en mi interior, entonces tome el cuchillo que la escoria uso para matarla, y comencé apuñar cada una de sus extremidades evitando las venas importantes, sus manos las aplaste con rocas hasta que quedaron inservibles, carne y trozos de hueso en el lugar donde alguna vez hubo una mano.

Continuaba gritando en su agonía, y bajo la mirada de algunos transeúntes, pronto a apareció la policía. Llegaron tarde ya lo había obligado a comerse sus “manos” y su pequeño aparato reproductor.

Cuando los policías se acercaron, le corte la garganta y los dos policías y yo nos bañamos en la sangre de un maldito bastardo. Una vez en la cárcel confesé todos mis crímenes poco me importaba, luego de esa noche todo placer al matar había desaparecido.

Y los demás asesinos me llaman “el traidor” o “La bestia caza monstruos”.