Eterno atardecer [Días de abecedario]

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Temarii Juuzou, 15 Julio 2015.

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    Temarii Juuzou

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    Título:
    Eterno atardecer [Días de abecedario]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    860
    Para la actividad Días de abecedario
    Es algo corta, porque es la introducción de una nueva aventura :3

    A de Alegría
    El frío de la mañana se infiltra por la ventana que mamá había dejado semi abierta anoche. Mis ojos me pesan, no quiero despertar. Pero hoy comienza mi último curso en el colegio. Observo el reloj rojo “chingame los ojos” que reposa a un lado de la cabecera de mi cama, mamá no tardaría en llegar a despertarme…

    Con una flojera enorme, decido que ya es tiempo de hacer las cosas por mí misma, todo iba a ser diferente ahora.

    Cierro la ventana y abro un poco las cortinas, pongo música aleatoria en mi celular y me propongo a observar mi armario, hasta encontrar algo decente para empezar el primer día de clases. No es tan complicado eso, mi ropa nunca ha sido y nunca será mucha, es ropa simple, elegante y común, de colores oscuros y opacos. Al final decido que lo mejor será empezar las clases con una camiseta de los Artics Monkeys que papá me obsequió en navidad junto con mis jeans negros y ese cinturón que tanto amo, el que tiene una cadena colgando de un extremo.

    Me voy metiendo al pequeño baño que tengo en mi cuarto cuando los pasos de mi madre me hacen detener, sus pasos se detienen al escuchar mi música “escandalosa”, como la llama mi abuela.

    —Veo que has despertado —me dice con esa voz tan dulce que tiene, aún detrás de la puerta.

    —Sí —le contestó contenta —. Me propuse a empezar a ser independiente.

    —Me parece excelente —me dice —. Entonces, “señorita independiente”, haré el desayuno ¿Hot Cakes?

    —Por favor… y jugo de naranja.

    Escucho como se aleja de mi habitación, así que me introduzco en el baño y me doy una manita de gato. No puedo hacer gran cosa, nunca he sido bonita. Ojos demasiados grandes, labios pequeños y extraños y una tez pálida. Después de unos veinte minutos estoy lista, así que bajo a desayunar.

    —Buenos días, princesa —me saluda mi padre con una taza de café caliente en una mano y un tenedor en la otra.

    —No me llames así —le contesto con alegría y una sonrisa en mi rostro —. Gracias, mamá —contesto al momento que mi madre coloca un plato de hot cakes frente a mí.

    —Pensé que te pondrías la playera que te compré la semana pasada, para eso era —dice mamá mientras se sienta a desayunar con nosotros.

    —Se ensucio —le miento. Odio esa playera, es de tirantes y deja mi ombligo al descubierto, su color es morado oscuro y hasta ahí, todo bien. Lo que la hace tan detestable es la frase en letras cursivas y blancas “la vida es eterna”. Puras mentiras. Uno nunca sabe cuando llega el final… saberlo es horrible.

    El desayuno transcurre rápido, así que después de una media hora, salgo de mi hogar. Es el primer día de clases y realmente quisiera acabar con todo bien… Me esfuerzo en sonreír para mis pocos amigos que me saludan con alegría, en verdad quiero hacer las cosas bien.

    El primer día de clases en el último curso de preparatoria nunca es igual al de los de primer y segundo año. Para este momento ya conocemos a todos los profesores y nos conocemos entre nosotros, no hay necesidad de presentarnos y hacer dinámicas divertidas. Lo único bueno, es que puedo escoger algunas materias para estudiar este último curso.

    —Las clases se me hicieron eternas —me comenta mi mejor amiga, Tania, mientras prende un churro de marihuana, en pleno patio escolar.

    Salimos de la escuela y nos vamos al restaurante de la mamá de Frida a comer. Solo somos nosotras tres… y sus novios, Ricardo y Marcelo, mis mejores amigos. Yo nunca había tenido un novio, ni mi primer beso había dado. Ya iba siendo hora de hacer ese tipo de cosas, si no lo hacía entonces… ¿Cuándo?

    Terminamos de comer, junto con unos pocos deberes que los profesores de química y matemáticas nos habían dejado, después nos subimos al cuarto de Frida a escuchar un poco de Hardcore y molestar a su estúpida vecina.

    Salgo de su casa alrededor de la seis y me dirijo a la mía, no está muy lejos, así que puedo ir a pie y escuchar el hermoso canto de las aves al cruzar el parque que separa su casa de la mía. Entro sin hacer mucho ruido, así que mis padres no se dan cuenta. Camino sin preocupaciones hasta mi habitación cuando las palabras de mi padre al teléfono hacen que mi curiosidad me obligue a escuchar a escondidas la conversación que tiene por el teléfono.

    Nada interesante, lo mismo de siempre… lo que nos atormenta desde hace un mes, ah, y mi hermana viene de visita… después de tres años.

    Subo a mi curto después de saludarla y me encierro en mi mundo, mientras leo un libro de Paulo Coelho y la música de Black Veil Brides inunda mi habitación.

    Hoy fue un buen día ¿Qué me esperara mañana?

    -Anastasia.
     
    Última edición: 15 Julio 2015
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    Knight

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    Libra
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    Y vaya que entiendo muy bien lo de "música escandalosa" aunque en mi caso lo que mi abuela dice es: "música del diablo" xD. A mi siempre me molestan con eso en mi casa, y de la ropa que uso ni se diga. Dejaremos de usar ropa negra cuando inventen un color mas oscuro (?)

    Saludos.
     
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    Temarii Juuzou

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    Eterno atardecer [Días de abecedario]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    11
     
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    B de Bienvenida

    Siempre he sido fanática de la literatura, especialmente de la maestra Constanza, que implantaba esta materia el año pasado. Lamentablemente, la maestra había decidido que ya estaba lo suficientemente grande para trabajar con adolescentes; este año llegó un nuevo profesor, un tal Jonathan.

    Todo está normal, se presenta, nos pide que en una hoja del cuaderno anotemos nuestro nombre y un pequeño relato de algo que se nos viniera a la mente. Mi relato trata acerca de una niña que en soledad pedía a gritos un amigo que le fuera leal, pero que una noche de invierno, cuando todo parecía que iba a mejorar y que una amiga por fin la vida le iba a dar, su vida se acabó en esa noche fría.

    Sí, bastante triste, pero jamás he sido fanática de los finales felices. Normalmente leía un libro, una trilogía o un saga, si el final era lindo y feliz, lo cambió para que sea triste e inesperado. Hace cinco años, al acabar de leer Harry Potter, recuerdo muy bien que el final para nada me gustó, en el epílogo ridículo y tierno le puse justo en la hoja final: “Y al final Harry despertó en la alacena debajo de las escaleras de la casa de Privet Drive”. Mi hermana había enloquecido y me había acusado ¿Cómo una niña de doce puede ser tan cruel? Jamás me volvió a prestar un libro suyo.

    — ¿Ya han terminado? —preguntó el profesor.

    Aún es joven, no tendrá más de 30 años, su sonrisa es encantadora y sus ojos son soñadores. No me justa juzgar antes de conocer, pero este hombre se ve que es diferente, es un alma que busca algo que no puede encontrar. Anoto su nombre detrás de mi libreta junto con la frase “El que busca encuentra, quien no, jamás vivirá”. Me levanto de mi lugar y le dejo la hoja en el escritorio, me sonríe y la toma, comienza a leer.

    La clase fue rápida, nos habló un poco de lo que veríamos este año, nos dijo que ya no era necesario ver literatura griega, romana ni nada de eso, porque ya lo habíamos visto; este año aprenderíamos a escribir. El relato sería nuestro proyecto: Un libro.

    La idea me emociona bastante, pero a la vez me entristece ¿Tendremos el tiempo suficiente para acabarlo? Guardo mis cosas en la mochila y me dispongo a salir, a mi última clase del día. Siempre soy la última en salir, me gusta tomar mi tiempo.

    —Anastasia —escucho la melodiosa voz del profesor — ¿Puedes venir un momento por favor?

    En la mano lleva mi relato, diablos, seguro creerá que estoy loca por ser tan dramática y drástica a la hora de escribir, igual que la maestra Constanza.

    —Eres muy buena —su comentario me sorprende —. Existen muy pocos escritores que pueden dar un cambio tan dramático sin alterar la escritura, sin ir tan deprisa. Es muy bueno, seguro tu libro será el mejor de todos aquí.

    —Muchas gracias, profesor —dijo con un poco de timidez.

    —Llámame Johnny, ahora no estamos en clase, no soy tu profesor —me sonríe y me acompaña a la salida.

    Las clases terminaron, camine a mi casa, por alguna razón mamá me había dicho antes de salir de la casa esta mañana que quería que comiese en casa. Normalmente nunca comemos en casa, mamá odia cocinar; yo como en el restaurante de la madre de Frida, mi padre come en su trabajo y mamá va a casa de tía Lola a alimentarse de verduras y sopas secas.

    —Ya llegué madre —grito al momento de cerrar la puerta del hogar, escucho más voces de las que normalmente hay en casa, me acerco a la cocina y me emociono como nunca.

    Hace tres años mi hermana mayor, Miranda, se fue a estudiar a Italia, realmente la extrañaba. Es muy diferente a mí, pero aun así es mi hermana y la amo como a nadie en el mundo.

    —Annie —me dice al momento en que nos abrazamos —. Valla que has crecido.

    —Eso intento —le contesto emocionada —. Bienvenida.

    La comida transcurre normal, Miranda había llegado de Italia con su mejor amigo —y mi eterno amor imposible— Harold. Un chico de tez blanca, ojos verdes y una sonrisa de ángel. Amante dela literatura gótica y griega, fanático de los videojuegos y de Batman. Un chico al que amo locamente y en secreto.

    —Nos alegra tenerte en casa, cariño —le dice papá dulcemente.

    Observo con una sonrisa en mi cara a todos en la mesa, luego miro mi plato y observo la comida china que seguramente mamá ordeno. Ellos no eran los únicos felices, yo igual lo estaba. Hace ya mucho tiempo en el que no sabía nada de ella, que viniera en estos momentos me hacía más que feliz.

    Durante toda la comida se escucharon relatos de Italia, de su nueva vida y bla, bla, bla. Mi felicidad se fue a los cielos. Mis padres me aman, lo sé; pero nunca seré como ella: ella es lista, bonita, sociable y adora la música clásica, toca el piano, el arpa y el violín. Yo soy aburrida, floja, fea y causo más problemas de los que debería.

    Ella es perfecta… yo soy, supongo que soy una patata, si me comparan con mi hermana.



    Media noche, no puedo dormir, me llegaron unos dolores horribles en el pecho. Miró el techo mientras intentó respirar, por mi mente pasa un “Cielos, ahora no, por favor”. Poco a poco el aire entra en mis pulmones, me levanto de mi habitación y camino a la cocina, intentando hacer el menor ruido posible.

    Podrá sonar egoísta, pero hubiese sido mejor que mi hermana no viniera, me opacaría como siempre; sé que no lo hace a propósito, pero lo hace. Bebo un vaso de limonada mientras mi mirada se queda fija en una mancha de mayonesa en el mantel azul turquesa que mamá colocó para la bienvenida de Miranda, el turquesa es su color favorito.

    ¿Cuándo yo me valla y regrese, mamá hará lo mismo por mí?

    Demonios, debería dejar de pensar en un futuro que…

    — ¿Tan tarde y aún despierta, Annie?

    —Harry, me espantaste —le digo con mi mano en el pecho, intentando calmar mi respiración —. No podía dormir.

    —Supongo que es difícil ¿No? —me dice con una sonrisa coqueta.

    — ¿Difícil? ¿Qué cosa? —le digo, creo saber de qué habla… realmente es incómodo esto.

    —Nada, no me quiero meter más de lo que debo —nos quedamos callados por unos segundos. Su silueta a la luz de la luna lo hace ver aún más hermoso de lo que ya es, sus ojos verdes resplandecían como esmeraldas y sus rizados cabellos se movían con el poco aire que la ventana dejaba entrar.

    —Bueno, va siendo hora de irnos a la cama —dice mientras me mira y sonreímos —. Buenas noches, Annie.

    —Buenas noches —le digo subiendo las escaleras, él me detiene y me obliga a mirarlo, me sonrojo demasiado y me avergüenzo por ello.

    Lentamente se acerca a mí y sus labios tocan los míos. Me quedo totalmente en shock; ese beso lo había esperado desde que lo conocí, un sueño hecho realidad. Mi primer beso me lo dio Harold, el amor de mi vida.

    —Esto, es un secreto entre los dos —me dice mientras me guiña un ojo.

    —De… de acuerdo —apenas y puedo hablar.

    Sube las escaleras de dos en dos y veo como se dirige al cuarto de invitados que esta al fondo, me apresuro a llegar hasta él y antes de que entre a su habitación con un leve susurro me atrevo a decirle:

    —Bienvenido —y lo beso para así poder finalizar este gran día.

    Sí, creo que este año será grandioso…
     
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    Temarii Juuzou

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    Eterno atardecer [Días de abecedario]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    11
     
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    1180
    C de Compromiso


    Mi primera semana de escuela había transcurrido bastante bien; literatura se había convertido en una gran clase, el profesor nos ponía a leer libros diferentes que nos ayudarán en el proyecto y cada día escribía un capítulo nuevo. Química era tan tedioso como siempre, matemáticas un martirio y las demás clases eran perfectas para dormir un rato.

    —Anastasia —el profesor me habla como de costumbre, antes de salir del salón —. Notó que este último capítulo que escribiste esta algo seco ¿Algo ocurre?

    —Supongo que estoy feliz.

    —Creo entender —me sonríe —, estas feliz y no puedes escribir tragedia.

    —Sí.

    —Bueno… ¿Sabes? Para que un buen libro se lea bien, debe haber de todo en el: felicidad, tristezas, furias, y un sinfín de etcéteras ¿Entiendes?

    Ambos sonreímos y nuestra conversación termina ahí. En tan solo una semana me había convertido en su alumna favorita, eso jamás me había pasado, normalmente los profesores me odiaban y me comparaban con la sabelotodo de mi hermana… en fin. Solo contaba los minutos para llegar a casa y ver a Harold.

    Toda mi semana había transcurrido así, comer, deberes ir a casa. Papá llegaba a las ocho de la noche, mamá salía todas las tardes con Miranda de cinco a siete y la casa se encontraba sola… sola para nosotros dos.

    El miércoles —un día después de la llegada de Miranda— después d comer con Frida fui a mi hogar por mi cuaderno de cálculo del año pasado. Ahí estaba él; me saludo y platicó un rato conmigo, olvide por completo la tarea de matemáticas y lo besé de nuevo.

    Sus labios eran tan dulces como la miel, tan suaves y cálidos que cada vez que me daban el honor de besarlos, podía volar. Así pasó toda la semana; Tania me dijo que estábamos yendo muy rápido, que con los hombres teníamos que darnos a desear para enamorarlos… pero eso no me importaba, yo quería a Harold como a nadie en el mundo y sabía que él igual a mí, había esperado seis años para poder estar con él, no iba a desaprovechar esa oportunidad.

    Después de los deberes corro a casa; llego a las 5:15 y entró sin hacer ruido: no lo veo. Busco en la cocina, en la sala, en el patio trasero pero no hay señal de su rulosa cabellera, debo admitir que me decepciono, realmente esperaba encontrarlo aquí…

    —Annie —escucho su voz y mi cara cambia drásticamente. Está bajando las escaleras, su cabello esta mojado y una toalla envuelve la parte baja de su cuerpo.

    Me quedo sin habla. Jamás lo había visto sin camiseta, ahora puedo asegurar que no solo su rostro fue esculpido por Dioses, también su cuerpo lo es. Su abdomen marcado y su pecho adornado con unos simpáticos tatuajes al igual que sus musculosos brazos.

    —No te quedes callada —me dice, sacándome de mis pensamientos —, me avergüenza que solo me mires así.

    —Yo… em… lo lamento —digo mientras bajo la mirada y combato contra mis impulsos el no mirar su espléndido torso.

    Siento como una de sus manos toma la mía, mi reparación comienza a acelerarse al igual que los latidos de mi corazón; con su otra mano acuna mi mejilla y me obliga a mirarlo. Nos miramos fijamente a los ojos y pienso: Mi día no podría ser más perfecto.

    —Annie —me empieza a decir mientras se acerca a mí, lentamente. Cierro mis ojos y espero que él dé el primer paso.

    Sus labios tocan los míos justo como otros días, pero esta vez no sé, no entiendo porque es diferente. Me siento feliz, alegre y lo único que puedo hacer es explorar con mis delgadas y paliduchas manos su espalda musculosa, mientras en recorrer cada parte de mi cuerpo con las suyas.

    El beso comienza a subir de tono; en mi corazón hay una fiesta llena de alegría, pero en mi mente una personita amargada no dejaba de gritar: ¡Detente! ¿No te das cuenta de lo que haces? Y no, no me daba cuenta. No sé cuánto duro el beso, pero al momento en que nuestros labios se separan, yo quería más, quería pasar al otro nivel… Al carajo si estaba yendo rápido. Yo amo a este hombre y quiero estar con él.

    —Lo siento, Annie —me dice al separarse, no entiendo porque se disculpa, a mí me encanta como besa ¿Será que yo no lo hago bien?

    Nos quedamos un rato mirándonos, no entiendo que pasa. Pasa sus larguiruchos dedos por las hebras castañas de su melena y me sonríe, tan coquetamente como siempre. Se acerca a mí y me besa otra vez, pero ahora más lento, más tierno. Me guiña un ojo y sube las escaleras. Debo admitir que esperaba más, no solo eso.

    Mamá llega más temprano de lo usual, en sus manos lleva unas bolsas al igual que mi hermana, no me dejan ver que hay dentro, pero me aseguran que hay cosas para mí. No me emociono, no necesito nada, estoy bien.

    Esperamos a que papá llegue a la casa para cenar, de nuevo, en familia. Ya en la mesa, papá elogia la riquísima comida que Miranda preparó, yo no puedo dejar de imaginar el momento en que pueda decirles a mis padres que Harold y yo seremos pareja… porque sí, estoy segura de que lo seremos.

    —Realmente muy exquisito hija, te felicito —dice mi padre mientras se lleva otro bocado a la boca.

    —Gracias, ya sabes. Una mujer debe aprender a cocinar para ser una buena esposa.

    Tanto papá como yo, nos atragantamos con el pedazo de pescado que llevamos a nuestras bocas. ¿Esposa? Mi padre y yo nos miramos sin entender, miramos a mamá y ella nos sonríe orgullosa. Aquí hay algo que no me huele bien, para nada bien.

    —Esposa… ¿A qué te refieres, cielo?

    —Bueno… —comienza a decir un poco tímida.

    —Señor, lo que quiere decir su hija es que —Harold me mira de reojo por unos segundos —, Miranda y yo nos vamos a casar.

    Esas simples palabras son suficientes para hacer chillar a mi madre de inmensa emoción, hacer que mi padre sonría orgulloso y lograr un mareo incontrolable en mí.

    ¿Un compromiso entre el amor de mi vida y mi propia hermana? Me siento traicionada, usada, basura. Siento como si un balde de agua helada me hubiese caído encima. Mi vista comienza a nublarse, mi respiración comienza a bajar, mi cabeza me da vueltas. Mi madre me mira con preocupación al igual que todos en la mesa.

    —Annie ¿Estas bien? —a penas y puedo escuchar la voz de mi hermana, se escucha tan lejana, tan vacía.

    Intentó levantarme de la mesa, pero al momento de hacerlo mis piernas no me responden y me desplomo en el suelo.

    — ¡Annie! —Harold grita, se escucha exactamente igual que mi hermana, lejano, vacío. Se acerca a mí y por instinto intento golpearlo, pero estoy tan débil que parece ademán de ayuda. Me carga en sus brazos y me llevan todos al auto.

    No recuerdo nada más. Me desmayó en el preciso momento que arranca el vehículo.
     
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    Qué curioso, estaba escuchando Arctic Monkeys en el momento de comenzar a leer esta historia xD

    Have you got colour in your cheeks?
    Do you ever get that fear
    That you can't shift the tide...

    Y bueno, qué triste impresión se llevó Annie, esa noticia. Tan feliz que se sentía con Harold, él coqueteándole de esa forma, besándola además haciéndola querer más, para que al final de este último capítulo resultara que él y su hermana tienen algo... qué digo algo. ¿Boda? Creo que al leer eso me sentí igual que Annie, así que comprendo que se desmayara tal como lo hizo. ¿Y ahora? ¿Cómo va a enfrentar esa terrible noticia? Al final entendí también por qué se disculpó él después del beso.

    Saludos.
     
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    Temarii Juuzou

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    Eterno atardecer [Días de abecedario]
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    Drama
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    958
    D de Dolor


    Lastimar, ser lastimado. Típico en el amor, o más bien ¿En la ilusión?

    La boda sería en un mes y medio aproximadamente. Tenía que ser pronto. Fui escogida por mi hermana para ser su dama de honor, lo que las bolsas traían para mí era nada más y nada menos que un estúpido vestido turquesa que jamás en mi vida utilizaría, era horrendo. Unas zapatillas que con tan solo verlas te dolían los pies y un juego de joyería que consistía en un collar que ni en sueños me pondría, una pulsera y aretes a juego.

    Estuve todo el fin de semana hospitalizada, pensé que ahí estaría mejor, sin escuchar cosas acerca del compromiso entre Harold y Miranda, pero no. Mamá se tomó la molestia de llevar los artículos que utilizaría ese día y de hablarme acerca de lo emocionada que esta.

    Miranda me vino a visitar el sábado a mediodía, pero la eche. No quería verla, le dije que tenía dolor de cabeza y que quería estar sola para poder descansar. Diez minutos después llegó Ricardo para consolarme como todo buen amigo. Llore en sus brazos como una niñita indefensa y él no pudo ser más dulce conmigo.

    —A veces los hombres somos estúpidos —me dijo entre risas, mientras secaba mis lágrimas —. No sabemos lo que tenemos en frente y no lo apreciamos. No siempre nos deben tomar en cuenta por eso, mucho menos cuando no demostramos lo que sentimos y nos vamos por lo que deseamos luego, luego.

    Me dijo un sinfín de cosas que me hicieron sentir bien. Tania y Frida fueron a verme. Mis padres y… Harold.

    Igual lo eche. Le dije que no quería verlo, que se fuera. Mi última visita del día fue mi profesor de literatura, que se había enterado por Marcelo —el cual no me vino a ver, ingrato— que estaba hospitalizada.

    —Espero estés bien, bonita —me dijo. Me sonroje, el alago nunca lo hubiese esperado de él —. Te traje lirios… escribiste un lindo poema acerca de estos en el cuarto capítulo, supuse que te gustaban.

    —Gracias, son mis favoritos —los tomé y coloqué aún lado de la cena que no quise probar. La comida de hospital es horrenda.

    —Espero mejores, quisiera poder verte el lunes en clases.

    —Pero no tenemos clases el lunes —le conteste con una ceja levantada.

    —Bueno, entonces creo que me debes un almuerzo ese día.

    Me sonroje, me alague pero lo rechace. Le dije que no me sentía bien ni mucho menos cómoda para salir con mi profesor.

    —No lo tomes como una cita, Anastasia. Somos amigos, aparte, no estoy tan viejo. Tan solo tengo 26 años —se fue y no lo volví a ver hasta hoy, lunes, en el pasillo de la escuela.

    Mamá me dijo que no podía ir con Frida, que fuese a la casa, ya que estoy algo débil. No me agrada esa idea. Al llegar a casa subo rápidamente a mi habitación, mi madre está aquí junto a mi hermana y a… él.

    —Cariño —escucho la voz de mi madre —, estamos en la cocina ¿Justas comer algo?

    —No, gracias —digo lo más rápido posible para poder subir.

    Mi corazón comienza a latir con fuerza al sentir la presencia de alguien detrás de mí justo cuando estoy por entrar a mi habitación; así como en las películas, mis movimiento se hacen lentos y al momento de entrar a mi cuarto y querer cerrar la puerta, puedo sentir como dos brazos músculos me abrazan fuertemente. Su respiración la tengo tan cerca de mí que puedo disfrutar el rico aroma a menta que emana.

    —Annie —mis piernas tiemblan, siento que en cualquier momento puedo caer al suelo —, no quería que esto fuera así…

    —Largo —le digo en una voz tan apagada que parece susurro.

    —No, escúchame —me dice sin dejar de abrazarme —. Yo te quiero a ti…

    —No —tomo valor y lo empujo fuera de mi habitación y cierro la puerta, pongo el seguro y coloco la música a todo volumen.

    Me tiro en el suelo con las piernas estiradas y la mirada perdida en el techo, dejo que la música de Sleeping With Sirens inunde mis oídos y cierro los ojos, intentando escapar de la realidad… lamentablemente eso no dura más de una canción, ya que mi madre toco fuertemente la puerta al escuchar el scream de Kellin tan fuerte.

    — ¡Anastasia! —me grita —. Te permito muchas cosas, pero esa música me estresa ¡Bájale! —golpea la puerta con la palma hasta que la música comienza a sonar más quedito.

    Me quedo dormida toda la tarde. Cuando despierto la espalda me duele horrores por haberme dormido en el suelo; me levanto y quito el cd del estéreo y me acuesto en mi cama boca abajo, miro la hora: media noche. Ya no me apetece dormir y en la tele no hay nada bueno. Tomo una película de terror de mi repisa, y bajo a la sala.

    Por fin me siento bien, cómoda y tranquila; toda la casa está en silencio y yo puedo pensar en mí. El dolor comienza a disminuir, me siento menos triste, pero, debo admitirlo, aún tengo el deseo de estrangular… a mi hermana. No sé… es traición, ella sabía que amaba a Harold y… bueno, mis pensamientos me hacen sentir peor.

    Lanzó una almohada a la pantalla y comienzo a llorar, hacía mucho que no lloraba así, sola. Me siento patética, tonta. Cuando mi alarma comienza a sonar secó mis lágrimas y subo a mi habitación a cambiarme, tomo un vaso de leche y salgó de la casa con una menta en la boca. No me apetece ver a nadie ahora. Camino hasta la escuela, aún es temprano. Camino sola, en la oscuridad. Sola, con mi dolor.
     
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    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    1044
    E de Envidia


    Llego temprano, cosa que jamás hago. Me siento tonta, ahí parada en medio del patio, así que decido que iré a ver a Frida, ella siempre llega temprano y se encierra en la biblioteca escolar.

    —Annie bonita —escucho una molsa voz detrás de mío.

    Me giro, es ella. Ester, la chica que más detesto en el instituto. Siempre entra a la escuela una semana después de empezar las clases, lo sé porque he estado con ella desde el primer año de primaria. Nunca me ha agradado. La detesto.

    Pese a eso, ella siempre ha dicho que soy su mejor amiga.

    No lo soy.

    La odio.

    —Te extrañe tanto —me abraza y yo me asqueo, su repugnante perfume inunda mis fosas nasales.

    Ella es el estereotipo d toda una princesa. Pero no por eso la detesto, para nada. Realmente es todo un embrollo saber porque la odio tanto: ella es una chica linda, amable y muy similar a mí, en cierto modo.

    No es bonita, usa maquillaje para ocultar esa horrible cicatriz en su ojo izquierdo y esa quemadura en la parte inferior derecha de su cara que un accidente de auto le dejo. Tiene dinero, mucho más del que yo tendría en un año de ahorrar, pero no el amor de sus padres. Tiene ropa de marca, productos de otros países, pero es más humilde que la madre Teresa, regala todo lo que puede a los que lo necesitan. Y no la odio por eso.

    La odio porque mientras yo compito contra una hermana que es la perfección, ella compite contra tres hermanos: Una astronauta, un científico de la Nasa y un pequeño prodigio en la música. Mis calificaciones y las suyas son iguales, de 7 a 8.5 no pasan. No tiene novio, porque no quiere, al igual que yo. Y aún con todo eso y pese a que mi vida es más fácil que la suya, ella es más feliz que yo.

    Por eso la odio.

    Caminamos juntas hacia la biblioteca, donde Frida nos silencia y obliga a que leamos algo mientras la campana suena. No volveré a llegar temprano.

    Para mala suerte mía, Ester tiene mayormente clases conmigo, especialmente mi favorita: literatura. Pensé que mi día no podía empeorar hasta que mi profesor habló con ella un gran rato. Me encele, se suponía que yo era su favorita, que no podía sonreírles así a otros alumnos, mucho menos a ella.

    — ¿Qué paso? —le pregunto a Ester cuando se sienta a mi lado, está feliz.

    —Nada —me contesta tranquila —. Le comente al profesor que no se expresarme con palabras, que si podía crear un cuento infantil como proyecto, con dibujos —intento no poner los ojos en blanco y las ganas de gritar incrementan —, me dijo que no había problema siempre y cuando escribiera un poco en el proyecto.



    —Una boda, eso suena fantástico —estúpidas ganas de golpearla.

    —No, Ester —me salva Tania —, no está bien. ¿Te acuerdas de Harold?

    —Ahh, ya entiendo —dice apenada mientras me abraza cariñosamente y me susurra —. No te preocupes princesa, ya llegará alguien mejor.

    Me limito a sonreír, en verdad la detesto tanto. No sé porque, siendo tan popular y querida por todos, se junta con nosotras tres. Frida es la típica chica estudiosa y ñoña, pese a que su madre tiene el suficiente dinero para mantener su lugar en la escuela, Frida siempre insiste en seguir cuidando su media beca que tiene. Tania en becada completamente, gracias a las palancas de su padrastro y a su gran talento en el futbol, es la que menos dinero tiene. Y yo, bueno, ya me conocen.

    Al salir de la escuela llegue a mi casa, Ester insistió en acompañarme. Horrible idea, pero acepte, no quería estar sola con Harold y mucho menos mi hermana.

    Llegando a casa subimos a mi alcoba, acabamos la tarea y escuchamos música. La luz del sol alumbraba mi cuarto y la hacía ver tan perfecta, ahí sentada en medio de mi cuarto, con sus piernas cruzadas en forma de loto; un short de color azul con medias negras y playera morada, imposible creer que disfrutaba de la música de Panic! At The Disco tanto como yo.

    —Iré por algo de tomar —me dice de repente, asiento con la cabeza y la observó salir de mi habitación.

    “Por favor, sácala de aquí” Le mensajeo a Tania, la única que sabe del odio que le tengo a Ester.

    “Lo siento, ocupada” me contesta después de diez minutos, me doy cuenta que Ester tarda mucho.

    Bajo las escaleras y camino hacía la cocina, Puedo ver la espalda de Harold mientras forcejea con alguien, escucho chillar a mi supuesta amiga y carraspeo la garganta, el chico de rulos se gira y me mira nervioso mientras que Ester con lágrimas en los ojos corre hacía mí y me abraza, por impulso la aviento lejos de mí.

    — ¿Qué te pasa? —le grito, ella me mira extrañada.

    —Pero… —comienza hablar —. Fue él quien…

    —Te invito a mi casa y te pones a fajar con el novio de mi hermana —comienzo, estoy tan llena de furia que no me puedo controlar — ¡Lárgate de aquí!

    Ella se pone roja de vergüenza y comienza a llorar. Me grita un “Lo siento” acompañado de chillidos mientras sale corriendo de mi casa. Una parte de mí se siente culpable, pero la otra se siente liberada de cierto modo.

    —Wow, jamás pensé que me quisieras tanto —me dice Harold mientras toma mi barbilla con una de sus manos y me obliga a mirarlo, me paralizo —. Eso me gusta…

    —No —le digo mientras lo empujo —. No lo hice por ti.

    Subo a mi habitación y me encierro. Escucho como se acerca a mi cuarto y también lo escucho gritar.

    —Sé que deseas estar conmigo tanto como yo deseo estar contigo —comienzan a caer las lágrimas de mis ojos —. Tan solo piensa en aquella noche… estabas dispuesta a todo… yo pensé en ti. Porque te quiero.

    Estoy a nada de abrir la puerta, pero el saber que incluso Ester siendo tan fea puede provocar al amor de mi vida de esa manera me hace explotar de envidia y odio hacía todos.

    Las detesto.

    A ella y a mi hermana.

    Las odio.

    ¿Por qué no puedo ser tan perfecta?
     
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    Temarii Juuzou

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    Eterno atardecer [Días de abecedario]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    811
    F de Funeral


    Después del colegio, mamá dijo que debíamos ir a un lugar. No quería, pero tampoco podía negarme. Después de un largo viaje, llegamos. Es un funeral.

    Al parecer el padre de Harold había muerto en la mañana; una felicidad infinita inundó mi cuerpo, no por la muerte si no por la expresión y el dolor del pobre chico de ojos verdes.

    —Es triste ¿No? —mi hermana se sienta a un lado de mí. Su mirada esta pérdida —. Lo amo ¿Sabes? —mi molestia aumenta —. Ver a la persona querida sufriendo…

    —Yo no entiendo eso —le corto la palabra, molesta —. No tengo a nadie especial en mi vida ¿Ok? Y jamás tendré a alguien.

    Me levanto de la banca donde estoy sentada y me acerco a las personas vestidas de negro. Es aquí donde comienzo a pensar: las personas lloran por alguien que no los puede escuchar, sufren por alguien quien ya es feliz ¿Por qué?

    La madre de Harold lo abraza y llora desconsoladamente al igual que, al parecer, su hermana. Ambas tan guapas como el hijo. Me asquea tal escena; cuando muera, no quiero que nadie llore, no valgo la pena para tanto. Mucho menos quiero que mi hermana asista al funeral…

    —Anastasia —escucho una voz a mi espalda.

    Me giro, estuve tan centrada en mis pensamientos que no me di cuenta cuando el sacerdote termino de dar la misa. Mi madre viene acompañada de la madre y hermana del de rulos. Ya de cerca se puede apreciar la belleza de ambas mucho mejor.

    —Te quiero presentar a…

    —No, no es necesario, mamá —le sonrío a las tres y me voy directo al auto de mi padre.

    Entro al auto y observo a mi madre, mirándome severamente con los brazos cruzados. Me colocó los audífonos y la ignoro; no me interesa estar en un funeral de alguien que ni conocía. Aparte ¿A quién se le ocurre hacer un funeral en miércoles? Pudieron haber esperado a que fuese sábado, pero no, divulguen que son tan ricos como para hacer el funeral el mismo día que se muere la persona.

    Después de cinco canciones siento la presencia de alguien más en el auto, pero no me preocupo por abrir los ojos. No me interesa oír sermones de nadie.

    —Annie —siento una mano en mi pierna, así que abro los ojos bruscamente.

    — ¿Qué haces aquí? —me intentó alejar de la persona dentro del auto.

    —Solo…necesito apoyo ¿Sabes? Esto es…

    —No me interesa —contesto bruscamente —. Ve con mi hermana, ella será tu apoyo de ahora en adelante.

    — ¿Acaso no entiendes que a quién quiero es a ti? —se acerca peligrosamente a mí y por más que deseo retroceder, ya no puedo. Mi cuerpo está entre Harold y la puerta del carro.

    Inútilmente intento abrir la puerta, pero él es más rápido y de un solo movimiento aprisiona mis labios con los suyos. Lo detesto, pero lo amo demasiado como para negarme a besarlo.

    Sus labios son mi perdición, mi droga, mi criptonita.

    —Ya, vete —le digo cuando se separa de mí.

    Lo observo más detalladamente, sus ojos están rojos e hinchados. Sus mejillas están llenas de lágrimas, tanto secas como húmedas. Sus labios están llenos de mordeduras de sus propios dientes; se ve tan destrozado, que me encanta verlo así.

    —Solo… necesito que me abraces —me pide, casi rogando.

    —No, largo.

    Me mira, triste, pero al final opta por irse. Lo veo caminar hasta su casa, mi hermana sale y lo abraza, pero él rechaza su abrazo y entra. Me alegro tanto por esto, que no puedo evitar sonreír.



    —Lo que hiciste fue algo muy grosero, Anastasia —me regaña mi madre, al día siguiente del funeral.

    —No, no lo fue —contesto mientras me sirvo un vaso de jugo de naranja. Harold y mi hermana entran al comedor —. Yo no conocía al señor, no iba a fingir que lo iba a extrañar, por que no es así.

    — ¡Anastasia! —me grita mi hermana furiosa mientras coloca sus brazos en el destrozado de Harry.

    —No… —contesta él, su voz es más gruesa de lo normal —, en parte tiene razón. No lo conoció jamás.

    —Pero ese no es el punto —dice mi madre —, te iba a presentar a la familia de Harold y tu…

    — ¿Y? ellos no son de mi importancia… —digo mientras tomo mis cosas y me acerco a la puerta.

    Salgo mientras cierro la puerta bruscamente, y camino hasta el instituto. Es tarde, no llegaré si camino, pero tampoco quiero tomar el camión, no me apetece ver a nadie. El aire esta helado y mi bufanda no es lo suficientemente gruesa para evitar que me agarre un resfriado.

    Ya no iba allegar a la escuela, así que opte por sentarme en el césped mojado y quedarme ahí, todo el día si era necesario.

    De todos modos, nadie me iba a extrañar después.
     
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    Temarii Juuzou

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    Eterno atardecer [Días de abecedario]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    715
    G de Gratitud


    Para mi suerte, no llegue tarde a clases, el profesor Jonathan iba en su carro cuando me vio tirada en el pasto con la mirada pérdida. No me sí cuenta en que momento el auto se detuvo frente a mí, ni mucho menos me di cuenta cuando el profesor se puso frente a mí.

    Jonathan me dijo que estuvo como diez minutos enteros hablándome, dijo que parecía muerta, que si no hubiera sido porque reaccione después de tiempo, hubiese llamado una ambulancia. Se alegraba de verme bien. Intento entablar una conversación, pero notó que no me encontraba bien emocionalmente.

    Fue un camino largo y callado. Había tráfico y comenzaba a llover. Mi mirada se centró en los peluches de osos que adornaban el automóvil. Un oso polar, un oso pardo, un panda, un Yogui, un Po y un sinfín de osos. Sonrío llena de ternura, el me mira de reojo y sonríe igual.

    —Estoy lista para aceptarle ese café después de clases —le digo al momento en que se detiene en el estacionamiento del colegio.

    —Excelente —me dice sonriéndome; su sonrisa es encantadora.

    Salgo del vehículo y la chicharra suena, caminó a mi casillero y corro a la clase de Historia Universal.




    Cuando las clases terminan evito a toda costa encontrarme con alguna de mis amigas, no deseo decirles a donde voy ¿Qué pensarán? ¿Qué deseo ganarme al maestro de literatura de la manera más “fácil” que puedo? No, no deseo caer más bajo de lo que Harold logra que caiga.

    Acepte el café con Jonathan solo porque no quería llegar a mi hogar y soportar una tarde encerrada en mi habitación, ya me sentía asfixiada en aquel lugar.

    —No sé si te gusten los Brownies, pero hay un lugar donde hacen los mejores y tienen distintos estilos —me dice mientras conduce, está feliz, lo noto en su forma de hablar y de sonreír.

    Le sonrío tímidamente en respuesta.

    Llegamos a un pequeño restaurante de veganos. Nunca había estado en uno, debo admitir que es lindo, limpio y huele a ecología, por así decirlo. Nada de carne en el aire.

    —Jonathan —una rubia voluptuosa se acerca a nosotros y lo abraza. Luego posa su mirada en mí —, Valla, veo que no comerás solo esta vez —me sonríe amablemente y nos lleva a una mesa — ¿Lo mismo de siempre en dos porciones?

    —No, no creo que Annia sea vegana…

    — ¿Podría traerme un té verde? —le interrumpo mientras observó el menú.

    —Claro guapa ¿Tú? —Jonathan le sonríe y la rubia se aleja.

    —Si gustas probar algo…

    —Sería un placer, creo que traigo algo de dinero…

    —No, va por mí cuenta.

    Le sonrío y comenzamos a platicar. Es aquí donde le confieso que necesitaba salir de mi hoar, que no soportaba estar ahí, le cuento todo, desde mi profundo enamoramiento por el prometido de mi hermana y de la traición de ella. Para mi gran sorpresa, Jonathan es capaz de entenderme.

    —Supongo que solo te hace falta conocer a más personas —me dice al final de nuestra conversación.

    Terminamos de comer esa extraña pero, sorprendentemente, rica comida vegana. Paga y salimos, no es muy tarde, así que le pido que nos quedemos un rato en el auto, aunque estemos frente a mi hogar.

    Platicamos alrededor de una hora, hasta que la puerta de mi casa se are y veo salir a Harry de ahí, está sacando la basura, trae una camisa de tirantes y al dejar las bolsas en los botes se queda mirando dentro del auto donde yo estaba.

    — ¿Es él?

    —Sí —le contesto mientras bajo la mirada, avergonzada.

    —Nunca —dice mientras levanta mi rostro —, nuca agaches la mirada por alguien como él…

    Lo miró de reojo y observo como le sonríe con superioridad. Me besa, así, de la nada, sus labios tocan los míos de una manera tierna e inesperada. Entiendo lo que hace y colocó sus brazos alrededor de su cuello.

    Es un beso diferente, pero me gusta. Es lindo, tierno y me demuestra un cariño diferente al que Harold me demostraba en los suyos.

    No sé cuánto tiempo nos besamos y realmente no me importaría si duráramos así una eternidad. Siempre estaré eternamente agradecida con la vida por ponerme a alguien como Jonathan en mi vida, es un gran amigo.
     
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    Marina

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    Wow, quisiera entender la rebeldía de Anastacia, pero todo ese dolor que siente por la traición de su hermana no le da derecho de ser tan grosera, pero bueno, supongo que es la reacción a cómo se siente. Igual tampoco me parece bien que se junte con Ester si ella no le cae bien, si la detesta, si la odia, porque no solo es grosera, sino hipócrita también.

    Anastacia debe darse cuenta que hay personas que en verdad la quieren y al que debe hacer a un lado en definitiva es a Harol-Harry, porque no dudo ni poquito que fue él quién se aprovechó de Ester ese día, utilizando sus artes de seducción, pues por lo que he leído, ese tal Harry me parece un tipo de lo más bajo, que le gusta jugar con las chicas. ¿Y por qué se casará con la hermana de Annie si no la quiere?

    Espero que Anastacia tenga el valor de hablarle con la verdad a Ester y que le diga que la odia, que no le hable más, así dejará de ser tan hipócrita.
     
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    Temarii Juuzou

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    Eterno atardecer [Días de abecedario]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    11
     
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    581
    H de Hojas


    Las hojas comienzan a caer, el otoño se acerca, me siento contenta por ello, es mi estación del año favorita. Jonathan me invitó ayer a pasar el rato en su casa, al parecer era cumpleaños de su madre; desde aquella tarde, desde aquel beso, nos hicimos amigos íntimos.

    Fue una grata visita. Ver a su madre cocinando en esa divina cocina de caoba fue realmente satisfactorio, al igual que el aroma de comida casera.

    Sin duda, uno de los mejores días de mi vida.

    La familia de Jonathan me recibió muy bien, su padre habló conmigo de los Rolling Stone y The Beatles, su hermano pequeño me invitó a jugar videojuegos con él y su madre me pidió que le ayudase en con la comida. Por fin me sentía parte de algo, me sentía feliz… hacía mucho que no me sentía de ese modo, ya hasta había olvidado lo que era ser feliz.

    —Te noto feliz… —me comentó Jonathan mientras poníamos juntos los platos y cubiertos encima de la mesa

    —Estoy feliz.

    La comida había pasado rápido, fue una de las mejores comidas familiares del mundo… quizá porque no era mi familia. Nosotros comimos puré de papa con una chuleta de puerco mientras que mi querido amigo Vegano había optado por traer él mismo su alimento especial.

    —Si sigues así, todas las chicas huirán de ti —le había dicho su padre entre risas mientras un poco de puré le caía en su bigote

    —No —le dijo entre risas su hijo mayor —, ya existe una que no huye de mí —mientras dijo eso, me miro. Las mariposas habían regresado a mí.

    El resto del día se basó en puras risas y charlas que me hicieron sentir a gusto. Lamentablemente, no todo es para siempre y la hora de irme llegó, me despedí prometiendo regresar. Jonathan me llevó al patio antes de irnos y me hizo sentarme bajo su árbol favorito.

    Como buena tarde de otoño, las hojas del árbol estaban cambiando de color y cayendo lentamente. Una hermosa manera de terminar un día feliz.

    —No hay nada más hermoso en una tarde de otoño ¿Verdad?

    —No —comenté fascinada por la que veía. Todos los árboles que adornaban los jardines de las casas se veían espectaculares con las hojas cayendo.

    —Bueno, quizá si haya algo… —de su bolsillo saco una cajita. Nunca he sido chismosa ni me intereso mucho en la vida de las personas, pero mi curiosidad me obligaba a no dejar de mirar esa cajita negra.

    — ¿Qué?

    —Tú —abrió la cajita y de ahí saco una hermosa medalla del ying y yang, la cual dividió y me dio la parte en blanco.

    Acepté que me pusiera la medalla y miramos un rato más en las hojas caer. Tomó mi mano y me miró directo a los ojos y me susurro

    — ¿Quisieras ser mi novia?

    Fue algo que me tomo inesperadamente, muchas dudas entraron en mi cabeza ¿Por qué yo? ¿No será ilegal? ¿Lo quiero? Y realmente deje todo de lado cuando le susurre de respuesta…

    —Sí.

    Y bueno, en resumen ese fue el mejor día de mi vida.

    Regresando a mi realidad, el paisaje sigue siendo hermoso, las hojas continúan cayendo, mi padre insiste en barrearlas del jardín y mi hermana… sigue feliz por su boda, mientras yo me la vivo en la biblioteca con Jonathan o en con mis amigas haciendo cualquier cosa, menos estar en mi hogar, si es que así se le puede llamar.
     
  12.  
    Temarii Juuzou

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    Eterno atardecer [Días de abecedario]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    594
    de Iglesia


    Nunca he sido muy creyente, pero mi familia sí que lo es. Ellos creen en un Dios y lo alaban, yo en cambio creo en distintos dioses, no veo porque solo hay que creer en uno, cuando podemos ser creyentes de muchos.

    — ¿Por qué debo ir yo? —le pregunto a mi madre mientras conduce hasta la iglesia de la ciudad.

    —Porque ya es tiempo de convivir entre mujeres, cariño.

    Sé que es infantil, pero no puedo evitar cruzarme de brazos y hacer pucheros, prefería mil veces quedarme en casa a lavar la ropa con papá que estar viendo iglesias para la ridícula boda de mi hermana.

    Pero sí… creo que debo pensar en mi madre, ella no tiene en sí la culpa de nada, pero aun así no me nace ser amable con ella. Prefiero ignorar las pláticas de mi madre y mi hermana así que me refugio en el paisaje que se puede apreciar por la ventana.

    No tardamos mucho en llegar, la iglesia es amplia, limpia y acogedora. Pero no me gusta, no tiene pinta de iglesia realmente. Tiene los asientos y algunas pinturas y estatuas de santos, pero no tiene ese toque que tienen las iglesias. Es horrible.

    —Mamá —dice mi hermana — ¡Me encanta!

    Sí, quizá sea por eso que deteste tanto la iglesia.

    — ¿Verdad que sí? —le comenta mi mamá mientras recorre el pasillo por donde, dentro de unos meses, mi hermana pasará del brazo de mi padre con un horrible vestido blanco.

    La visita a aquel lugar transcurre, pero mamá desea que comamos en un buen y lujoso restaurante ¿Desde cuándo tenemos para ello? Claro, desde que mi hermana llegó, pero no fuera que yo tengo un antojo porque… bueno si me lo cumple, de hecho… ella ha hecho tanto por mí, que con estos pensamientos me siento una mala persona, una pésima hija.

    Las lágrimas comienzan a caer recorriendo mis mejillas y, seguramente, dejando un rastro de delineador negro. Mi mamá y hermana observan al mesero mientras este se marcha por los alimentos que hasta hace poco pedimos.

    —Dios, tiene un trasero que… —se gira para comentar y ambas mujeres frente a mí se quedan calladas al ver mi estado —. Cariño ¿Qué tienes?

    —Yo... —me sentía tan avergonzada de mí misma, que simplemente no podía decirles nada —, cancelen mi pedido, tengo que irme.

    Salgo del restaurante hacía ningún lado, las lágrimas ya son muchas dentro de mis ojos, tantas que no me dejan ver, así que decido que debo parpadear. Mis pies me traicionan y me guían hasta mi hogar, me quedo parada frente a mi puerta razonando que debo hacer: Seguramente dentro está Harry, no me apetece que me vea así ¿A qué otro lugar puedo ir?

    Mis pies me guían hasta el restaurante vegano donde siempre almuerzo o ceno con Jonathan. La camarera rubia voluptuosa me saluda y ofrece una mesa, pero al darse cuenta de mi estado de ánimo, opta por ofrecerme un abrazo y una amiga en quien confiar. No le cuento porque estoy así, pero le comentó que necesito ver y hablar con Jonathan, pero que no llevo mi celular conmigo, así que ella le marca. Jonathan estará en diez minutos aquí.



    —Dulzura, no te pongas así.

    —Lo lamento, pero no entiendes…

    —Lo hago —coloca su mano en mi mejilla y me obliga a mirarlo a los ojos. Las lágrimas no dejan de correr por mis mejillas.

    —No… —bruscamente alejo su mano y con ella mi mirada —. Yo… estoy desahuciada…

    — ¿Qué?

    Sí, esa era la reacción que esperaba de él.
     
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    Marina

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    ¿Qué? ¿Desahuciada? ¿Cómo? ¿Cuando? ¿De qué me perdí? Ay, no y ahora que parecía que todo estaba bien, que había encontrado la paz con Jonathan el que parece sí quererla mucho. Me gustó toda esa escena en la casa de él, siendo recibida por su familia de esa manera tan encantadora y después ellos disfrutando de ese momento bajo el árbol.

    Qué horrible noticia le ha dado a Jonathan. ¿Qué sucederá ahora?
     
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    Temarii Juuzou

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    Drama
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    720
    J de Jardín


    El silencio había sido tan incómodo que no tenía caso que siguiera en ese restaurante, así que me había marchado. De eso, ya había pasado una semana; por lo regular nunca falto a calases, pero a la de literatura ya no asistía.

    Sí, estoy desahuciada, lo sé desde hace unos meses, un poco antes de entrar al colegio. Me quedan, máximo, un año y medio, incluso menos; eso era algo que pensaba no decirle a nadie, acabar la escuela y decirles a todos que tenía una beca para estudiar en otro país, así nadie, solo mi familia, sabría que morí.

    Lamentablemente, las cosas nunca salen como uno las planea. En mis planes no estaba que fuesen a festejar la boda de mi hermana antes de mi último suspiro, mucho menos que se fuese a casar con el hombre del que estuve enamorada tan profundamente… Tampoco estaba en mis planes una relación con mi profesor de literatura, sí, nada sale como se planea.

    —Hija —escucho la voz de mi madre —. Te buscan en la puerta.

    Bajo las escaleras deseando que sea mi mejor amiga, la necesito demasiado. Pero no; es Jonathan. Se ve algo triste y demacrado, un poco más delgado, ojeroso y con los ojos apagados. Al momento de mirarme, me sonríe y sus ojos comienzan a tener brillo.

    —Cariño, yo…

    —No digas nada —le callo mientras cierro la puerta, para que nadie oiga —. Lamento no haber asistido a clase, y entenderé si ya no quieres que sigamos…

    — ¿No querer? —comienza a reír mientras se acerca más a mí.

    Sus brazos me rodean, protegiéndome, haciéndome sentir mejor. Luego, con su voz tan dulce, me susurra al oído:

    —No me importa cuánto te quede, me gustas, te quiero —mis brazos lo rodean — y quiero que me des el honor de pasar lo que te reste de vida, a tu lado.

    Y si, así paso. Jonathan decidió que sufriría al final de nuestra relación, pero que lo aceptaría, porque me escogió a mí para ser la que lo lastime y llene de felicidad a la vez.



    — ¿Harás algo en vacaciones? —me pregunta Tania mientras caminamos al salón de español.

    No había pensado en eso. Normalmente viajábamos a Alaska con una tía de mi padre, para esquiar y todo eso. Pero esta seguramente será mi última Navidad, mis padres llamarón a los familiares más cercanos a mí y harán una fiesta; este año no saldremos…

    Me pregunto… ¿Podré llevar a Jonathan a la fiesta de Navidad? Sería nuestra primera… y única navidad juntos. Miro el pasillo, esperando verlo salir de su salón de clases, deseando que literatura sea la ´nica que tome por el resto de mi vida.

    —No tengo planes.

    —Genial, quizá podamos hacer algo las cuatro.

    —No, no le hablo a Esther desde hace mucho…

    —Vamos, ella es agradable —me dice, mientras entramos al salón, la profesora está ahí, escribiendo en la pizarra lo que seguramente espera que escribamos en un rato.

    —No, beso a mi cuñado…

    Me siento en la mesa más lejana del escritorio y comienzo a anotar, ignorando las palabras de mi mejor amiga, que solo logra sacarme de mis casillas.

    — ¿Es por eso? —dice azotando sus manos a ambos lados de mi cuaderno — ¿O es por qué estás celosa?

    El ruido que hizo con sus manoteos lograron que la maestra se girara y gritara con furia que cualquier pela que intentáramos ocasionar podíamos ir a fuera, me quede callada y Tania solo se sienta, muy lejos de mí.

    Al acabar las clases, salgo al jardín del colegio para descansar un rato del estrés, pero no lo logro. Nunca me había puesto a pensar que el jardín es muy pequeño para mí, me siento sola, debajo del árbol, mientras observo como todos disfrutan la compañía de sus amigos; desde lejos puedo ver a Tania con Frida y Esther, las tres riendo…

    Entonces me doy cuenta: Así estarán cuando ya no esté, todos seguirán como están, yo no les haré falta… a nadie. La profesora de Geografía —que no deja de coquetearle a mi novio— podría tener una oportunidad con Jonathan, mis amigas seguirán con su misma rutina y mis padres… tendrán a Miranda.

    ¿Acaso de algo vale mí vida?

    ¿Valgo para alguien?

    Es cuando me doy cuenta de algo…

    Nací sola y moriré sola.
     
  15.  
    Temarii Juuzou

    Temarii Juuzou Maestre

    Piscis
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    Escritor
    Título:
    Eterno atardecer [Días de abecedario]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Drama
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    11
     
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    L de Luna


    La noche estaba fría, pero le había insistido a mamá para que me dejase acampar a fuera de la casa, nunca en mi vida había acampado y eso era una de las tantas cosas que deseaba hacer antes de partir de este mundo. Jonathan está de acuerdo conmigo en que debo hacer las cosas que más deseo lograr, así que me ayudo con la casa de acampar y la mini fogata que ahora veo apagarse lentamente por el aire helado que me rodea.

    Jonathan había caído en los brazos de Morfeo hace más de dos horas, al igual que todos en el vecindario, yo no podía dormir, así que me había sentado fuera de la casa de campaña y observaba como la flama de la fogata se extinguía lentamente, con una taza de chocolate caliente que había robado de la cocina hace una hora. Como era de esperar, se había enfriado a tan sólo diez minutos de haber estado a la intemperie.

    No era completamente feliz, pero momentos como los de hace unas horas, al lado de Jonathan, me hacían darme cuenta que mi vida pudo ser mejor… si tan sólo no hubiese sido tan corta.

    Nunca tendría familia y la opción de un embarazo era estúpida, tomando en cuenta que no vería crecer a mi bebé y la responsabilidad se la llevaría Jonathan solo… alto ¿Jonathan y yo teniendo relaciones sexuales? Incluso pensar en ello es ridículo.

    Al momento en que me decido en acostarme en la casa de campaña, unos brazos me aprisionan y una tierna y dulce voz me susurra al oído que necesito calentarme para no enfermar. Es ahí cuando lo imposible, ridículo y extraño, ocurre.



    —Lamento si no fue lo esperado —me dice Jonathan cuando decidimos salir a contemplar la noche.

    —Vamos, era virgen ¿Qué cosa podría estar esperando? —le comentó entre risas, de nervios y vergüenza.

    —No lo sé —me dice mientras coloca sus brazos alrededor de mis hombros —, pensaba que esperabas algo más romántico…

    —Si hacerlo con mi novio en un campamento en el patio de mi casa, n una noche tan fría que no quieres quitarte ni una prenda, en el suelo Duero, no es romántico, no sé qué lo sea.

    Ambos reímos y dejamos que la hermosa luz de la Luna nos abrace.



    Una mirada no dejaba de observar la pequeña casa de acampar que se encontraba fuera en el patio, especialmente cuando las sombras de los habitantes de aquella casita comenzaban a moverse más y más. Por su mente divagaron tantas ideas que se negaba a creer y simplemente lograba que sus celos incrementaban con cada pensamiento.

    Ella era suya… no, ya no lo era. Fue muy tarde para él… pero jamás perdía, mucho menos ante un ridículo profesor de Literatura. Harold jamás se dejaba vencer y haría cualquier cosa para que la pequeña Anastasia volviera a caer a sus pies.

    —Amor, vuelve a la cama —escucho de tras de él una voz somnolienta.

    —Ya voy, cariño.

    — ¿Qué haces en la ventana?

    —Sólo miró la Luna… y su esplendor —dijo el chico mientras fruncía el ceño, al ver a la dulce pareja salir de la casita y contemplar aquel astro que, en cualquier momento, siempre logra que el ambiente sea romántico.

    “Disfrútala mientras puedas, idiota” pensó el chico de rulos antes de apartar sus ojos de la ventana.
     
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