Camino a la desesperanza

Tema en 'Relatos' iniciado por Fushimi Natsu, 12 Diciembre 2014.

  1.  
    Fushimi Natsu

    Fushimi Natsu Fanático

    Leo
    Miembro desde:
    19 Diciembre 2011
    Mensajes:
    1,009
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Camino a la desesperanza
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    901
    Para la actividad ¡Libertad para todos!


    Camino a la desesperanza

    La primera señal habían sido los regalos.

    Comenzó como algo simple y casual, un gesto meramente inofensivo. Aquella misma tarde cuando Carla regresaba a la soledad de su apartamento después de un largo y agitado día, y se encontró descansando a los pies de la entrada una pequeña maceta en donde un pimpollo crecía, su primera reacción fue sonreír en alegre sorpresa. No le atribuyó demasiados pensamientos al porqué de su presencia, limitándose solo a recoger el obsequio e ingresar a su hogar sintiéndose más optimista que minutos antes.

    Nada en ese momento podría haberle siquiera advertido del calvario que pronto estaba por desatarse y consumir todo a su alrededor. O de la oscura sombre que desde hacía semanas había fijado su vista en ella y venía siguiéndola, trazando planas desde la distancia, buscando cernirse en su completa atención.

    Pero lo cierto es que debió haber sospechado desde el principio.


    El sonido tintineante de un metal contra la cerradura bastó para alertarla de inmediato. Echó una rápida mirada en dirección a la única ventana a su disposición –y que colindaba a escasos centímetros del techo– para descubrir la oscuridad etérea de una noche cerrada. Respirando lenta y profundamente, se preparó para la puesta en escena, borrando cualquier expresión en su rostro.

    La puerta de hierro –pesada, casi oxidada y engañosamente en desuso– se abrió el espacio suficiente para dejar pasar por ella al dueño de esa casa, siendo cerrada al instante siguiente. Con el chasquido característico de un interruptor eléctrico, la habitación se vio iluminada lo justo para ayudar a discernir el ambiente general que albergaba en su interior.

    Carla reprimió la enorme sonrisa que buscaba librarse en cuanto oyó el suspiro extenuado de ese hombre, reemplazándolo con la satisfacción de marcar una nueva victoria sobre la pared central de su guarida mental. Se permitió a sí misma regodearse en la plácida sensación mientras lo observaba acercarse con pasos suaves y constantes. Ya conocía el procedimiento que la acontecería a continuación, el mismo que venía viviendo con cada día que transcurría allí encerrada. El secuestrador se sentaría frente a ella y se dispondría a alimentarla con algún nuevo platillo aprendido por televisión, informándole en tanto acerca de cualquier suceso –por más banal que fuera– que pudiera haberle pasado desde el mediodía; luego le instigaría a compartir sobre el suyo, como si no supiera mejor que nadie de la restricción total que las esposas en sus manos y la cadena reforzada apresando su pierna izquierda significaban.

    Era en este momento de la “conversación” cuando Carla era sobresaltada por una inusitada sed de venganza, viéndose tentada por el ferviente deseo de enterrar cada una de sus uñas contra el repulsivo rostro de aquel ser y de poder arrancarle la piel trocito a trocito hasta desangrarlo. En cambio, y en su lugar, optó por desconectarse de la realidad. Confiaba plenamente en que su cuerpo respondería como se esperaba que ella hiciera ante la rutina impuesta y se resguardó en sí misma, a la seguridad de su consciencia.

    Sin embargo, retornó nuevamente a la realidad al advertir una calidez húmeda contra sus mejillas y se encontró de frente con la mirada fija de su captor. Sintió las yemas de esos dedos largos y callosos recorriendo sus pómulos con suavidad, con tanto cariño y reverencia que Carla debió luchar contra la bilis que se alzaba desde sus entrañas por la caricia.

    —Tengo una sorpresita para ti, preciosa —le susurró entusiasta antes de extraer una pequeña caja alargada desde el interior de su chaqueta. Sin borrar su expresión de profundo anhelo, la abrió tal y como un devoto amante haría ante la mujer de sus sueños, revelándole la preciosa pieza de plata—. Es para ti, ¿te gusta? Es por nuestro aniversario, amor mío.

    Es por nuestro aniversario. Nuestro aniversario.

    Esas palabras, resonando como un penoso y cruel eso en sus oídos, bastaron para desestabilizarla por primera vez desde que había llegado a ese miserable infierno.

    Aniversario. Eso significaba que hacía ya un año que llevaba secuestrada por este sujeto. Trescientos sesenta y cinco días que llevaba desaparecida para el mundo, posiblemente dada por perdida por su familia y amigos.

    Carla se sentía desfallecer.

    —N-no...

    —¿Qué sucede, lindura? ¿Acaso no te gusta? —le preguntó. Sostuvo la joya en sus manos, sopesando su peso antes de centrar su atención en ella—. Yo creí... Creí que era muy bonito, pero puedo cambiarlo si es lo que deseas.

    ¡Lo que yo deseo es largarme de aquí!, gritó su mente con desenfreno. Obvió intencionalmente la perorata del hombre, desesperada por recluirse en su interior hasta reorganizarse. Los ojos le escocían por las lágrimas sin derramar y pequeños temblores empezaban a asaltar su cuerpo. Las pruebas de un inminente llanto precipitándose que trataba a toda costa de contener.

    Apenas si logró notar la despedida apresurada de su carcelero, junto con la promesa de que al día siguiente le traería un verdadero regalo digno de ella. Apenas si se percató de que las lágrimas que tanto trataba de retener fluían ya sin control por sus mejillas o que sus labios se movían con vida propia, formando entre balbuceos palabras de clemencia a la soledad de su entorno.

    —Ninguna —musitó antes de perderse en el remolino de la desolación.
     
    Última edición: 19 Mayo 2017
    • Me gusta Me gusta x 1
  2.  
    Elias Cristaldo

    Elias Cristaldo Guest

    Oye, eso me llegó duro.
    Está bien narrado y cumple con el objetivo de alcanzar a las personas dejando una sombra de angustia por la protagonista y deseo de poder ayudarla. Voy a necesitar dulces para mejorar mi ánimo, pero sobreviviré :)
    ¡ Suerte y sigue escribiendo con tan buena calidad!
     
    • Me gusta Me gusta x 1

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso