Candy Candy Desafiando el destino [Finalizado]

Tema en 'Anime Heaven' iniciado por Andrea Sparrow, 20 Febrero 2015.

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    Andrea Sparrow

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    16 Enero 2015
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    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    467
    INTRODUCCION


    Tras la muerte de su mujer, pensó que ya no tenía sentido volver a verla...dio todo por perdido y se dedicó en cuerpo y alma al teatro. Era su gran pasión...tanto como ella lo era...quizás un día podría volver a encontrarla.

    La guerra aún no había cesado. Tal vez, si algo iba mal con la compañía de teatro, podría alistarse en el ejército y perderse un tiempo de las obras, de su familia, de todo.

    Pero por ella, lucharía incansablemente hasta ser un poco mejor. Quizás tal y como ella lo hubiera soñado. Como le habría gustado a él haber sido para ella.

    Sus vicios se habían visto minimizados pero no lo suficiente como para dejar de ser un rebelde. Y así quería ser, así lo había conocido ella y así lo había amado. Era su esencia.

    Sin embargo, una inquietud causaba desasosiego a su corazón. Era como si sintiera que el tiempo se detenía. Un suceso que cambiaría su vida estaba por ocurrir. Era un presentimiento extraño y desgarrador.

    Se preguntaba dónde estaría ella...la mujer de su vida...

    --------------------------------------------------------------------------------------------------

    Ella...había dedicado buena parte de su vida a su vocación de enfermera y después a devolverle al hombre que le había dado su confianza mucho del amor y los cuidados que le había prodigado siempre. Era como su alma gemela...lo había conocido a los seis años y sin quererlo, se había convertido en su sombra. ¿Era amor lo que sentía por él? Probablemente, pero quizás su amor no era como aquel sentimiento profundo y pertinaz que durante mucho tiempo había consumido su alma. Aquel actor de teatro seguía siendo un sufrimiento continuo.

    Cuando se enteró de la muerte de su mujer, hubiera querido estar a su lado. Pero no era prudente. Ella así lo consideraba. Era mejor dejar que todo tomara su lugar.

    Tanto trabajo la había hecho madurar pero también aprovechar para acomodar sus sentimientos. Quizá era momento de pensar en un amor maduro y bien fundamentado que le diera estabilidad a su vida. Y probablemente ya había encontrado a la persona correcta.


    Muchas veces la vida nos va ofreciendo posibilidades, vamos cambiando de anhelos, de situaciones, y nos damos cuenta de lo que realmente queremos. Aunque a veces, personas o sucesos se apartan de nosotros cuando menos lo esperábamos y de la forma menos oportuna, cambiando nuestro destino.

    Si tuvieras en tus manos la posibilidad de regresar el tiempo y recuperar la felicidad que perdiste, ¿lo harías, aunque eso implique alterar la vida de la persona que amas? ¿Lucharías contra lo inevitable con tal de devolverte la posibilidad de ser verdaderamente feliz?


    Este es el comienzo de esta historia. Una historia donde los personajes de van a enfrentar a sus propios sentimientos y a su verdadero yo interno.
     
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    Cap. 1

    Lluvia de primavera en Pony Hills

    Llovía en la colina de Ponny. Los chicos entraron al hogar cansados de haber jugado tanto pero también de haber comido opíparamente, cual no lo hubieran hecho en mucho tiempo.

    Candy se encontraba feliz de verlos así. No era la primera vez que Albert visitaba al Hogar para celebrar junto a su niña pecosa su cumpleaños.

    - Realmente sé que mi cumpleaños no es en mayo- dijo Candy- Puesto que las hemanas me encontraron en invierno.
    - Sin embargo, creo que cuando te recogieron no eras un bebé recién nacido, Candy- comentó Albert.- Si hubiera sido así, la helada te habría hecho morir.
    - Tienes razón, Albert- comentó Candy.- Creo que, después de todo, Anthony acertó con la elección del mes de mayo.

    Albert suspiró un segundo y luego pensó:

    "Anthony...qué vagos recuerdos tengo de ti...mi sobrino preferido, por ser el hijo único de mi hermana...y ser curiosamente tú quien se haya enamorado de Candy..."

    - Candy- preguntó Albert- ¿qué te decía Anthony respecto a mí?-
    - ¿Respecto a Albert, el vagabundo o el abuelo William?

    Albert sonrió y dijo:

    - Digamos que...ambos, Candy- guiñó el ojo.

    La rubia pecosa, quien lucía una figura esbelta y una sonrisa encantadora, recordó a Anthony y respondió.

    - Bien, respecto a Albert, el vagabundo, decía que era un buen amigo que rondaba Lakewood. Anthony siempre quiso ser un poco como tú, Albert.

    - ¿Y respecto al abuelo?

    - Siempre quiso conocerlo, quería ver al abuelo, al igual que Stear y Archie...

    - Lamento que eso no haya podido ser. Tía Elroy siempre se empeñó en que nadie supiera el secreto.

    - ¿Ni siquiera los chicos?
    - Ellos menos que nadie. En especial, los Leagan. Ellos jamás habrían entendido ni aceptado que un chio fuera la cabeza de la familia.
    - Entonces...supongo que Elisa y Neal no te conocían.
    - Me vieron un par de veces.

    Candy recordó.

    "Ahora viene a mi mente cuando golpeaste a Neil por tratar de envenenar a César...Él ni siquiera te habría podido reconocer..."

    - Y aún ahora, supongo que no te aceptan- comentó Candy.

    - No- repuso Albert.- Para ellos es inconcebible que la cabeza de los Andley sea un vagabundo.

    Candy mostró molestia. Pero Albert trató de tranquilizarla.

    - No debes ponerte así, Candy- señaló Albert- no me importa su opinión. Soy mayor de edad y no pueden pasar por encima de mis decisiones.

    - Lo sé. Y dime, ¿cómo ves todo en esa familia?

    Albert hizo una pausa.

    - Los únicos que me interesa que estén bien son tú y Archie- comentó Albert.- Archie está trabajando en el banco y Annie, ya sabes que se dedica a la fundación para cuidar chicos abandonados.

    - Lo sé, admiro mucho a Annie por eso.

    - Ella sólo está siguiendo tu ejemplo, Candy- añadió Albert.

    - No digas eso- contestó Candy un tanto apenada.- No lo creo...ella es muy maternal y estoy segura que esos niños se sentirán bien protegidos con ella. ¿Y los Leagan?

    - Neil está en el extranjero. Tía Elroy accedió a enviarlo para que estudiara música, aunque dudo mucho que lo haga. Y Eliza está en el norte. La enviaron sus padres con una amiga suya en lo que su padre arregla un asunto importante del banco de Chicago.

    - Pobre Eliza...creo que no le ha ido muy bien que digamos. Supe que volvió Michael, su antiguo pretendiente.

    - No era su pretendiente del todo- dijo Albert.- Michael era sólo un amigo...y de hecho, él estaba impresionado contigo, Candy.

    Candy suspiró y bajó la cabeza.

    - Era un buen amigo...hubiera sido una pena que muriera en la guerra...

    - La guerra...-musitó Albert.- Esa es otra espina que tengo clavada en mi corazón. Mi amada Escocia, la tierra de mi madre, aún no se ve liberada del todo de la opresión de la guerra...

    - Lo sé...por cierto, te agradezco lo que hiciste para conseguir que me emplearan de nuevo en el Hospital San Joseph.

    - No fue nada. El doctor Leonard sabía bien que eres una excelente enfermera.

    - Mucho tuviste que ver tú. Entonces...tu familia está estable, Albert- dijo cambiando de tema.

    Albert señaló.

    - Esa familia también lo es tuya.

    - Porque tú lo quisiste- dijo Candy.

    - Por eso quiero que lo siga siendo. Y quizás...pronto llegue a ser de verdad tu familia...

    - ¿De qué hablas?
    - No me hagas caso- dijo Albert.- Ya te explicaré. Ahora...dime una cosa. ¿Me acompañarías a cabalgar el domingo siguiente?

    - Por supuesto...sabes que trato de estar contigo en cuanto me sea posible.

    - Gracias, Candy- dijo Albert con ojos centelleantes.

    -----------------------------------------------------------------


    New York

    - Todos a sus puestos- dijo el director de escena.- El ensayo de la primera escena de Hamlet está por empezar.

    "Hamlet...este personaje es tan doloroso para mí...¿por qué no termino de hacerme a la idea de él? Ha representado para mí tanto dolor..."- pensaba aquel joven de cabellera castaña y ojos azules.

    Con ojos cerrados, recargado en el dintel de una puerta, aguardaba.

    Karen llegó entonces hasta él.

    - ¿Te ocurre algo, Terruce?
    - Nada, Karen...estoy bien.
    - Llevo días notándote un poco serio.
    - Ni yo mismo sé que me ocurre pero no debes preocuparte...

    Karen se disculpó, marchó y luego volvió.

    La escena se desarrolló sin contratiempos.

    En cuanto se hizo un descanso, el actor se asomó por la ventana.

    - No puedo dejar de pensar en este día. Es mayo afuera...hoy hace años, tú y yo, bailamos juntos nuestra primera pieza...fue tan lindo...no puedo dejar de recordar esa fecha, Candy...

    Había despertado con el ruido de la música y los carros alegóricos. Era el único día feliz en el colegio San Pablo.

    Como no era nada obedietne a las reglas se vistió tarde y estuvo un rato encaramado en un árbol, hasta que recordó que Candy estaría en el cuarto de meditación.

    - ¿Cómo lo estará pasando "Tarzán Pecosa"?- se preguntó.

    Bajó del árbol y encontró a Clint que estaba en el agujero del mismo.

    - Baja, Clint, no hay peligro- dijo Terry.

    El pequeño coatí bajó y se acercó a Terry.

    - Mira lo que traje- dijo mostrándole unos arándanos secos.- Dime, ¿cómo está Candy?

    Clint se puso triste. Ni él la había visto. Terry subió al árbol junto con él mientras comían la fruta.

    - Lo siento mucho, pero seguramente no te extrañe su comportamiento, ¿verdad? MIra que llamarle a la hermana Grey "cabeza dura"- rió Terry.- Dime, ¿es siempre así ella?

    Clint asintó con la cabeza.

    Pasado un rato Terry le advirtió.

    - Procura no asomarte o te descubrirán. Voy a buscarla.

    Se deslizó con cuidado hasta el cuarto de meditación, no sin haber tenido que esquivar varias veces a la hermana Clays que después de Grey, era la de carácter más duro.

    Cuando entró no encontró a Candy.

    -¿A dónde habrás ido, mi Tarzán Pecosa?

    Subió a cambiarse y luego bajó al baile. No se sentía muy a gusto puesto que casi nunca iba. Y aunque conocía a varios, con los disfraces era difícil saber de quién o quienes se trataba. Además de que tenía pocos amigos y muchso chicos le tenían miedo.

    Trató de ubicar a Candy entre las chicas pero no logró identificarla.

    - Su cabellera dorada es inconfundible- sonrió para sí.- Pero no la veo por ningún lado...igual algo me dice que vendrá.
    La esperó un rato hasta que decidió esconderse y luego subir al árbol del centro.

    Ahí estuvo trepado un rato.

    De pronto, vio la silueta de un joven de cabello castaño y traje de Romeo, con antifaz incluido que se quitaba lo que parecía ser una peluca. Luego, ante sus asombrados ojos, descubría que se trataba de una chica, y no sólo eso. Era la rubia pecosa que tanto le agradaba.

    Pudo mirar su delicado talle y su piel nívea, sintiendo una profunda emoción.

    Luego la vio cubrirse con un vestido rojo y unas zapatillas rojas que la hacían ver hermosa.

    Suspiró hondamente y luego la escuchó hablar.

    - ¿Qué tal me veo como Julieta, tío abuelo?

    Terry se carcajeó. Ella se cubrió apenada.

    - ¿Qué haces ahí?- gritó.- Me viste mientras me cambiaba de ropa...

    - Te vi pero no te miré- respondió divertido.- Lo siento, Tarzán Pecosa, pero Eliza descubrió tu Romeo.

    Vio el rostro preocupado de Candy y trato de que se tranquilizara.

    - Ya sé- dijo bajando del árbol.- Tengo una idea.

    La tomó de la mano y corrieron juntos hasta la cima de la segunda colina de Pony.

    Ahí él se tumbó y respiró hondamente el aire puro.

    - ¡Ah! ¡Qué hermoso día!- decía sintiéndose pleno y feliz, al lado de la chica que le atraía tanto.

    Candy lo miraba desde su perspectiva. Él recordaba un momento hermoso con sus padres. Candy se recostó en su espalda.

    - Recuerdo cuando fui de picnic con mis padres. Es el único recuerdo lindo que tengo...

    - Tú por lo menos tienes uno...yo no tengo ninguno de mis padres...

    Eso hizo sentir triste a Terry. La actitud de Candy cambiò.

    - Vayámonos de picnic un día ¿quieres?

    Terry suspiraba por lo bajo. Aquella mañana tan hermosa tenía que ser particularmente especial.

    "Tu fragancia, Candy...la suavidad de tu cabellera rubia, ondulada por el viento que corría ligero...tus pasos, mi mano en tu cintura...tu sonrisa...estoy seguro que tú también estabas tan emocionada como yo...y no pude llevarte de picnic aquella vez..."

    - Señorita Julieta- dijo poniéndose en pie, tratando de regalarle un momento especial.- ¿me concedería el honor de este baile?

    Candy rió. Bailaron hasta que de pronto el recuerdo de Anthony quebró el idilio.


    Y precisamente entonces, Terry escuchó que alguien interrumpía su paz.

    - Terruce...te busca un periodista.

    - Ya voy...-dijo desganado y resignado.

    Luego miró por última vez al cielo.

    - Candy...¿qué harás ahora?
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 2 Terruce Grandchester



    El periodista le hizo varias preguntas relacionadas con su carrera. Terry las respondía con algo de dificultad.

    - Dígame, señor Grandchester...¿es la primera vez que representa Hamlet?

    - No- respondió Terry- no es la primera vez...

    Y en realidad no lo era. En una ocasión, Hamlet fue la antesala de un derrumbe emocional tremendo.

    Este era su recuerdo:

    El joven actor, entonces, había bebido unos tragos de más.

    La noche anterior la había pasado solo, con una botella en mano. El rostro de la rubia pecosa se reflejaba en el fondo del vaso.

    - Ésta va por ti, Candy- decía, mientras se empinaba el trago.

    Y así veía lentamente como el vino iba descendiendo de nivel en la botella. En tanto, su organismo se invadía de un sopor extraño que lo hacía sentir aún más triste y sin poder olvidarla.

    La mañana siguiente, por tanto, había llegado con ojeras mal cubiertas, con aliento alcohólico y un atrofiado sentido de la orientación.

    No había querido ir a ver a Susana. No quería enfrentar su realidad.

    El empresario lo miró extrañamente y él bajó la cabeza.

    - Terry...¿te sientes mal?
    - No tengo nada...-aseveró.

    Pero todos notaron un cambio progresivo que lo hacía verse cada vez más dessasosegado. Se acercó al escenario y comenzó a hablar:

    ¡Ojalá que esta carne tan firme, tan sólida,
    se fundiera y derritiera hecha rocío,
    o el Eterno no hubiera promulgado
    una ley contra el suicidio! ¡Ah, Dios, Dios,
    que enojosos, rancios, inútiles e inertes
    me parecen los hábitos del mundo!
    ¡Me repugna! Es un jardín sin cuidar,
    echado a perder: invadido hasta los bordes
    por hierbas infectas. ¡Haber llegado a esto!
    Muerto hace dos meses... No, ni dos; no tanto.
    Un rey tan admirable, un Hiperión
    al lado de este sátiro, tan tierno con mi madre
    que nunca permitía que los vientos del cielo
    le hiriesen la cara. ¡Cielo y tierra!
    ¿He de recordarlo? Y ella se le abrazaba
    como si el alimento le excitase
    el apetito; pero luego, al mes escaso...
    ¡Que no lo piense! Flaqueza, te llamas mujer.
    Al mes apenas, antes que gastase los zapatos
    con los que acompañó el cadáver de mi padre
    como Níobe, toda llanto, ella, ella...

    Se hizo silencio. Terry al tratar de continuar con el monólogo cayó a tierra.

    Los murmullos se escucharon. Una mujer señaló.

    - A fe mía que este muchacho es una verdadera desgracia. No entiendo por qué siguen insistiendo en hacer de un principiante un actor de primera línea.

    - ¡Cállese!- dijo el dueño de la compañía Stratsford.- Terry es un gran actor. Eso no le quepa duda. Es sólo que el muchacho está pasando por un mal momento.

    - Susana Marlow también está pasando un muy mal momento y no bebe como él...

    Terry se incorporó. Todo le daba vueltas. Veía los rostros de quienes lo observaban, escudriñándolo con afectación y desaprobación. Los veía como verdaderas fieras a punto de atacar.

    - ¿Qué me ocurrió?

    - Si tú no lo sabes- observó socarronamente la mujer...la señora Miller, quien en su momento apreciaba mucho a Susana.

    - Señora Miller...-susurró Terry con los ojos centelleantes de impotencia.

    El señor Stratsford sentía algo extraño. No quería juzgar a Terry a la ligera. Así que lo llamó a solas.

    - Terry...necesito hablarte.

    - Dígame, señor- comentó Terry.

    - Terry...tú...¿tienes idea de lo que significa ser un buen actor? ¿Tienes alguna idea de lo que implica hacer las cosas mal...? Puedes echar a perder el trabajo de los demás, tan sólo por tu irresponsabilidad.

    - Lo siento, señor- dijo Terry quedamente.- Le aseguro que no volverá a suceder.

    Al menos eso era lo que pensaba entonces.

    --------------------------------------------------------------

    Días después, fue a ver a Susana. La señora Marlow fue la primera en reprocharle.

    - ¡Terry! ¿Por qué no había venido?
    - No podía, señor Marlow, estoy en ensayos para Hamlet.

    - Supongo que ya no tiene ningún problema con el asunto de la chica esa de Chicago...

    - Ese asunto no tiene nada que ver con usted, así que es mejor que no intervenga.

    - Sólo lo hago por el bien de mi hija.

    Terry mostró un rostro adusto.

    - Voy a entrar a ver a Susana. Con su permiso.

    Pero la señora Marlow no detuvo su letanía de recriminaciones.

    Entró al cuarto y la encontró dormida.

    " Cuánto lamento que estés postrada...me gustaría hacer algo para alegrarte pero no puedo...no me culpes por no poder sentir por ti lo que debería..."- pensó.

    Susana despertó.

    - Terry...estás aquí.

    Terry esperaba que las cosas entre los dos fueran mejores pero algo sucedió.

    - Terry...¿por qué no habías venido?
    - Porque estoy con lo de Hamlet...entiende...

    Susana volvió la mirada.

    - Hoy hace dos meses de lo que pasó con Candy...

    Terry se molestó.

    - ¡Siempre es lo mismo contigo, Susana! No podemos cruzar dos palabras sin que menciones algo que me haga enfurecer...

    - Lo lamento, es que...

    - Siempre eres igual, Susana Marlow...si estoy contigo es porque yo lo decidí, así que no intentes hacerme comportarme de otra manera, ¿quieres? Detesto que las cosas siempre estén tan mal. Tengo que irme...vendré mañana.

    Cuando salió notó que Susana tenía razón. Hacía dos meses de que él y Candy hubieran terminado. Aún recordaba el dolor de la escena...mucho peor que las de las obras en las que actuaba.

    Y el día del estreno de Hamlet llegó.

    Y la noche anterior había bebido hasta perderse.

    La obra estaba por comenzar y Terry no llegaba.

    Todos estaban preocupados. Todo era caos. El retraso afectaba a todos los presentes.

    Y por fin, la obra comenzó. Y el turno de Terry llegó:

    ¿Parece, señora? No: es. En mí no hay "parecer".
    No es mi capa negra, buena madre,
    ni mi constante luto riguroso,
    ni suspiros de un aliento entrecortado,
    no, ni rios que manan de los ojos,
    ni expresión decaída de la cara,
    con todos los modos, formas y muestras de dolor,
    lo que puede retratarme; todo eso es "parecer",
    pues son gestos que se pueden simular.
    Lo que yo llevo dentro no se expresa;
    lo demás es ropaje de la pena.

    Esto último lo dijo prácticamente en el suelo.

    Terry estaba totalmente derrumbado.

    - ¿Qué más quiere saber respecto a Hamlet?- preguntó Terry.- Pregúnteme algo mucho más interesante.

    - Ya veo. Supongo que estará nervioso.
    - Un poco, el teatro siempre es así. Una nueva representación es renacer de nuevo.
    - Me lo imagino. Dígame, ¿sabe si estará Eleonor Baker en el público?
    - No lo sé...eso no cambiará nada- dijo.
    - ¿Invitará a alguien de su familia de Londres?

    Su padre...quizás ésta oportunidad sí se presentara.

    - Tampoco lo sé...aunque déjeme decirle que eso es más íntimo.

    - Lo siento...por cierto...hay rumores de que quizás la señorita Andley se presente.

    Eso enfureció a Terry.

    - Déjeme en paz. Ya le respondí lo que debía. No me interrogue más...no quiero escándalos.

    - Discúlpeme, señor Grandchester- dijo el periodista.- Con su permiso.

    Terry estaba serio. Le habían mencionado a Candy con tono de morbosidad.

    - Desearía que me vieras- pensó- pero no debe ser...seguramente no vendrías si te invitara. Y si te volviera a ver...no te dejaría ir de nuevo.

    Derramó un par de lágrimas y dejó que la pena pasara por él.

    -----------------------------------------------------------------

    Al día siguiente, en su departamento encontró una nota del duque.

    - ¿Qué demonios quieres conmigo, Richard Grandchester?

    Tomó un coche y se dirigió hasta la casa que el duque había comprado en Nueva York.

    Cuando llegó le replicó.

    - ¿Qué es lo que quieres de mí?
    - Esa no es forma de recibir a tu padre, Terruce- dijo el duque.

    -La verdad no encuentro otra. ¿A qué viniste? ¿A hablarme mal de mi madre? Pierdes tu tiempo.

    - Por supuesto que no- señaló el duque.- Sé que representarás Hamlet de nueva cuenta. Ya asumí que te guste el teatro pero no asumo que no sientes cabeza.

    - ¿A qué te refieres?- insistió Terry.
    - A que...ya no eres un chico, Terruce. Sigues siendo un rebelde y no dejas de cometer ciertos excesos.
    - No dejaré de hacerlo porque tú me lo pidas- replicó Terry- ya no soy un niño para que me obligues a hacer lo que pueda ser mejor para tu distinguido apellido.

    - Mide tus palabras, Terruce...
    - Medidas están, padre.

    El duque hizo una pausa.

    - Veo que nada te ha dejado la educación que traté de darte. Pero eso ya no importa. Sólo no quiero más escándalos. Supe que te han visto un par de veces en Lakewood y en Chicago.

    - Eso no te debería importar.

    El duque afirmó.

    - Cuando eras menor de edad, el asunto de la jovencita huérfana era tan sólo una cosa de niños. Y lo pasé por algo. Pero ahora es diferente: serás actor de Broadway pero todavía te debes a la familia Grandchester. Y estoy seguro de que tu madre piensa igual que yo.

    - Ni tú ni ella pueden tomar decisiones respecto a mi vida. Hago lo que se me da la gana. Y lo que haga o deje de hacer con mi vida es asunto mío.
    - Sólo te advierto algo, Terruce- puntualizó el duque.- O haces las cosas como debes, o puedo arruinar tu carrera como actor.

    - No lo harías. Eso sería peor para tu apellido.

    - Suficiente con tener que soportar que mi primogénito sea un actor para que después tus escándalos me afecten. Sabes que soy terminante en mis decisiones. Por cierto...espero que no invites a Candy White.

    - ¿Y para decirme eso te tomaste la molestia de venir hasta acá?- reprochó Terry.- No era necesario, duque de Grandchester.

    - No me hablas así.

    - Si te refieres a Candy en ese tono tengo que hacerlo. Pero descuida...ella no vendría aunque la invitara.

    - Me alegro.

    Terry estaba por irse, cuando preguntó.

    - Padre...¿estarás ahí?
    - No...aunque fuera lo último que hiciera...

    Terry se marchó tratando de contener el llanto. Pero seguía doliéndole la actitud de su padre.

    Y luego pensó en Candy.

    - No obedecería a mi padre...pero sé que no irías a verme al teatro...aunque algo me dice que las cosas no saldrán tan bien como creo...
     
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    Cap. 3 ¿Amigo o rival?

    Terry volvió donde el señor Stratsford. Éste le preguntó.

    - ¿Qué quería el periodista?
    - Nada...sólo preguntar algo sobre la próxima obra.

    El señor Stratsford continuó.

    - Dime, Terry. ¿has visto a Eleonor Baker ultimamente?

    Terry frunció el entrecejo:

    - ¿Por qué esa fijación de preguntarme por ella?
    - Lo que sucede es que ha estado muchas veces por acá pendiente de ti.

    Terry bajó ligeramente la cabeza.

    "Me estás buscando, Eleonor Baker...tú estás buscándome...y yo no he tenido el valor de buscarte a ti...no cabe duda que eres una buena madre después de todo.."

    - ¿Le preguntó por mí?- intervino Terry.
    - No...de hecho, no le dije nada respecto a ti directamente. ¿Hice mal?- indagó Stratsford.
    - No...para nada...le agradezco. Es mejor que no le diga cómo estoy...no quiero que se entere por nadie más. Si quiere saberlo, se lo diré yo mismo. Gracias.
    - De nada. Terry...sé cómo debes sentirte después de que...representarás a Hamlet de nueva cuenta...
    - Tranquilícese...todo saldrá bien esta vez.
    No tiene de qué preocuparse.

    Stratsford asintió.

    - Me gusta escuchar eso, Terry. De igual forma, no me gusta que estés tan retraído...en ocasiones no hablas con nadie.

    - No sé por qué le extraña. Siempre ha sido así.
    - Sí, pero...quizás ahora ha sido más. De igual forma, si tú dices que todo está bien contigo, lo está.

    - Bien...voy a mi departamento. Con su permiso.

    Deambulaba por una acera poco transitada de vuelta a su departamento cuando vio un periódico volar a sus pies. Lo tomó y lo leyó:

    "La guerra aún no ha cesado. No se sabe cuándo terminará el conflicto. Médicos y enfermeras de Estados Unidos siguen marchando al frente..."

    - Médicos y enfermeras...-musitó.- No, Candy...tú no puedes hacerlo...no tú...hay mucha gente que necesita de ti. No lo hagas...porque si te vas al frente...entonces, te habré perdido para siempre.

    Dejó el periódico volar y caminó unos pasos más.

    ---------------------------------------------------------------

    En tanto, en el hogar de Pony...

    - Candy...buen día.
    - Buen día, señorita Pony...
    - ¿Cómo amaneciste después de la fiesta?
    - Algo cansada. Yo pensé que los chicos estarían cansados también...

    La hermana María intervino.

    - Para nada...jugaron mucho pero ellos nunca se cansan. Así eras tú, recuérdalo.

    Candy soltó una carcajada y luego se encogió de hombros.

    - ¿Y cuándo vuelves al hospital?
    - En un par de semanas.- dijo Candy.- El doctor Leonard dijo que están reorganizando a su personal. Dicen que hay enfermeras que se siguen marchando al campo de batalla.

    - Lo lamento, Candy.

    La hermana María comentó.

    - Pero tú no pensarás hacerlo, ¿cierto?
    - No, hermana...los chicos me necesitan...Annie, Archie...
    - Y el joven Albert...

    Candy sonrió.

    - Albert es autosuficiente. No necesita que yo lo cuide. Sin embargo, quiero cuidarlo en pago de todo lo que ha hecho por mí.

    - Es un hombre muy especial- dijo la señorita Pony.- De hecho, desde que volviste, ha venido cada semana a convivir con los chicos. Lo quieren mucho.

    - Y él a ellos, créame.- sonrió Candy.- Voy a ver si ya llegó la carreta de Jimmy y vuelvo.

    - Ve, Candy.

    La rubia se dirigió hacia el camino. La señorita Pony comentó.

    - No he tenido valor para entregarle la carta del doctor Arthur.

    - Lo sé, hermana. Pero debemos entregársela. Quizás sea alguna buena noticias. O algo importante que ella deba saber.

    - Tiene razón. Espero que no quiera salir corriendo.

    - Sin embargo, lo haría. Pero quiero pensar que esa carta del doctor Arthur no es tan riesgosa. A mí me parece que el doctor está interesado en Candy.

    - ¿De verdad lo cree?- preguntó la hermana María.
    - Sí...hace un mes mandó una carta tan sólo para saludar a Candy.
    - Tiene razón...quizás eso sea lo que lo mueve a escribirle. Pero Candy no tiene pensamientos disponibles...ella sigue pensando en...

    - Ni lo diga, señorita Pony- dijo la hermana- aunque...las cosas podrían cambiar recientemente.

    - Lo dice por...
    - Exacto. Algo podría cambiar en las siguientes semanas.

    La señorita Pony pensaba igual que ella.

    -----------------------------------------------------------------

    Terry aquella tarde fue a un bar. No pensaba entrar. Había dejado de beber como vicio. Sólo bebía de vez en cuando. Pero sintió la necesidad de mojarse los labios.

    Entró al bar y observó una pelea que entablaban dos hombres. Él sólo observaba.

    Entonces, recordó aquella pelea en Londres:

    "- Eh tú, señorito bien...dame algo para beber...
    - Lo siento, no tengo dinero- dijo Terry, quien ya había bebido bastante aquella noche.

    La razón de hacerlo había sido causada por su madrastra.

    El día que fue a la mansión, encontró sus cosas desordenadas.

    Salió de su habitación y buscó a la mucama.

    - Katie, dime, ¿qué pasó con mis cosas?

    La mucama se disculpó.

    - Joven Terruce...lo lamento, la señora me lo ordenó- dijo la joven temblando.

    Terry la dejó ahí y buscó a su madrastra.

    - Señora...¿desde cuándo una distinguida dama londinense se rebaja a revisar las pertenencias de un joven?

    - Desde que el joven es el hijo bastardo de un duque inglés de abolengo y de una americana indecente...

    - No me haga perder el control, señora- dijo Terry, enardecido.

    - Piérdelo y tu padre tomará cartas en el asunto, Terry- gritoneó la duquesa.

    Terry revisó sus cosas. Todo estaba en el suelo. Las fotos de su madre...cartas...su libro de teatro...
    Luego golpeó una almohada.

    - Si tan sólo me hubieras atendido, Eleonor...- pensó.

    Y a la noche, no dudó en ir a beber hasta perderse.

    Aquel borracho que lo amenazaba le decía:

    - Anda, caballerito, dame lo que traigas ...o te irá mal.

    Terry golpeó a uno de ellos en la cara. El otro, en tanto, le clavó un cuchillo en el pierna. Pero como estaba ebrio, no fue muy fuerte.

    Sin embargo, el que había sido golpeado se recompuso. Sacó el cuchillo de la pierna de Terry, para luego intentar clavarlo en su pecho. Pero otro hombre, un poco más alto tomó su brazo y le arrebató el arma. Lo empujó y arremetió contra los dos tipos haciéndolos huir, al tiempo que Terry se tendía en el suelo.

    - Espera, muchacho. Voy a curarte.

    - No lo hagas...no te preocupes más...gracias.
    - ¿A dónde te llevo?
    - Estoy en el colegio San Pablo...

    Aquel hombre, quien no era otro que Albert, conocía bien aquel lugar.

    - Yo te llevaré...pero déjame atenderte.
    - Estoy bien, de verdad.

    Y con dificultad, Albert lo llevó hasta las puertas del colegio, equivocándose de paso de dormitorio.

    ----------------------------------------------------------------

    Su recuerdo se tronchó cuando uno de los hombres se dirigía a otro punto y golpeaba a otros. Terry lo enfrentó.

    - Conque muy bravucón, ¿no?
    - Tú no te metas, o te irá peor.
    - Me meto porque se me da la gana.

    Uno de los hombres lo golpeó hasta tirarlo.

    Entonces salió cuando recuperó el conocimiento.

    Estaba adolorido y no quería llegar lastimado y así evitar algún escándalo.

    Así fue como encontró el consultorio de una doctora.

    - Señorita- dijo a la enfermera.
    - Dígame.
    - ¿Se encontrará la doctora Kelly?
    - Sí. Está ocupada per ya sale. Deme su nombre y le aviso.
    - Gracias.


    Dentro del consultorio la doctora recibía a su hermano Arthur.

    - ¡Cuánto me alegra que hayas venido!
    - Kelly, estoy feliz. Todo salió bien y quiero ue sepas algo más. Le escribí a Candy.

    - ¿Y ya te respondió?
    - Sí, esta carta es la última. Tiene unas líneas para ti.

    - La leeré en un momento.

    La enfermera anunció a su paciente.

    - Adelante- dijo la doctora.

    Terry entró. Arthur se disculpó y salió con una sonrisa.

    La doctora revisó a Terry.

    - ¿Cómo fue el golpe?
    - Dos tipos se me fueron encima.
    - Debería dejar de meterse en problemas.
    - Creo que tiene razón.

    La doctora comentó.

    - Voy por algunas vendas. No se mueva.
    - De acuerdo- dijo algo dolorido.

    De pronto, vio caer de la mesa de la doctora una carta. Alcanzó a ver el sobre y distinguió el nombre del remitente: Candis White.

    - ¿Candis? ¿Será Candy? No lo creo...sería demasiada coincidencia.

    La doctora Kelly salió.

    - Ah, mi hermano, olvidó la carta.
    - ¿Es el joven que salió hace un rato?
    - Sí, el es veterinario...
    - Entonces... quizás él debía atenderme en lugar de usted.

    La doctora rió.

    - No diga eso. Aunque es muy buen médico. Pero ya es momento de que encuentre su felicidad. Y creo que ya encontró a la persona indicada.

    - Dichoso él- dijo Terry- yo la encontré hace tiempo y la dejé ir...

    - Lo siento. En fin...ya está. Ahora tenga cuidado.
    - Gracias, doctora. Es usted muy eficiente. Dígale a su hermano que le deseo mucha felicidad.
    - Gracias, se lo diré.

    Se marchó a su departamento cuando la señora le dijo:
    - Joven...una dama le dejó una nota.

    "¿Una dama? ¿Quién sería?
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Cap. 4

    Terry comentó.

    - Gracias, señora Grant. Dígame...¿cómo era el aspecto de la dama?
    - Nada del otro mundo, era una mujer joven, de mirada profunda. Y rostro muy afable.

    El corazón de Terry dio un vuelco.

    - Se lo agradezco de nuevo. Y le pido otro favor...¿puede mantener ésto en secreto?
    - Por supuesto. No se preocupe, Terry.
    - Gracias de nuevo.

    Subió a su habitación y ahí leyó la nota. Cuando comenzó, el alma se le hizo un ovillo.

    "Terry...mi querido Terry...no me atreví a buscarte personalmente pero...quiero saber cómo estás. Pero la única forma de hacerlo es personalmente. Te espero en el café Kodak a las diez de la noche. Atentamente: E.B."

    - ¿E.B.? Tonta...¿por qué no pusiste tu dulce nombre en la hoja, si era para mí?

    La noche llegó y por fin la hora de ver a aquella dama que lo esperaba.

    En cuanto se acercó a la entrada observó de reojo y encontró a una dama que estaba sentada casi en un rincón. Tenía un periódico en las manos.

    Terry se le acercó. Los ojos centelleaban de la emoción. Le colocó la mano en el hombro y le dijo suavemente:

    - ¿Puedo sentarme con usted, bella dama?

    Ella, quien no era otra que Eleonor Baker sonrió débilmente, tratando de no dejar resbalar el llanto.

    - Terry...mi querido Terry...
    - ¿Cómo estás?
    - Bien- dijo él también camuflado para no ser reconocido.

    Sonrieron al par, mirándose uno en el otro sin pestañear.

    - Estás mucho más alto que la última vez...
    - La última vez no fue tan agradable...
    - No- dijo Eleonor- pero te veo mucho mejor.

    Terry bajó la cabeza.

    - No es tan simple.

    Eleonor rompió el silencio que Terry generó.

    - Siento mucho lo de Susana...

    Terry miró a otro punto.

    - Fue difícil. Nunca pude sentirme aliviado ni cuando murió. No puedo sentirme bien...
    - Hiciste lo que pudiste.
    - No...no fue suficiente. Ella nunca pudo escuchar de mis labios que la quería...-señaló Terry.
    - Lo lamento. ¿Y tú, cómo te sientes?
    - Emocionalmente, mejor. Aunque...todavía no muy fuerte que digamos.
    - ¿Qué te pasó?- preguntó Eleonor.
    - ¿Por qué mejor no vamos a mi departamento. Tenemos tanto que platicar...

    Terry la sacó con sigilo del café y en un coche volvieron al departamento.

    Ya dentro, se miraron un segundo y Terry la abrazó con fuerza.

    - No sabes...la falta que me has hecho todo este tiempo, mamá- dijo Terry.

    Eleonor lo abrazó y lloró junto con él.
    - Y tú a mí...he sufrido tanto por no poderme acercar a ti. No quería entorpecer tu esfuerzo y tu vida, sin que pensaras que quería influir en ti.
    - Hiciste bien...sé que lo que siga ahora es sólo mi responsabilidad. Sin embargo, siempre te he necesitado.

    Entonces él preparó té y le contó muchas cosas de su trabajo en el compañía de teatro.

    - Has trabajado mucho por lo que veo- dijo Eleonor.
    - Bastante, mamá- comentó Terry.- Creo que ahora sí vas a tener que preocuparte porque haya otro mejor actor en Broadway.

    Ella sonrió asintiendo.

    - Si ese actor es mi hijo, no me importaría.

    Terry recordó entonces, brevemente, lo sucedido en aquellos años, mientras viajaba a América para buscarla.

    Había tomado una maleta y un par de prendas para irse a buscarla. Su padre le dijo.

    - Veo que estás decidido a buscar a esa actriz...
    - No la llames así...tú mismo fuiste quien, en un arranque de ira me dijo que Eleonor Baker era mi madre. Confirmaste lo que yo recordaba.
    - Lo hice porque no me diste alternativa. Además, la duquesa ha querido que la llames madre desde siempre.
    - Eso lo dice delante de ti. Pero en realidad me detesta porque piensa que soy un bastardo.

    El duque negó.

    - Esos son sólo inventos tuyos, Terruce. De cualquier modo, vete si quieres. No te detendré. Pero...cuando vuelvas, me contarás cómo te trató...y si no te dio acaso un puntapié como recibimiento.

    Terry apretó los puños.

    - Una palabra más, señor duque, y olvidaré que es mi padre...

    El duque no dijo más. Terry salió de la mansión hacia el muelle de South Hampton.

    El viaje fue penoso y difícil. Hacía mal tiempo pues era invierno. Terry sentía el corazón congelado.

    No había sido un buen chico. Frecuentaba lugares de mala reputación en Londres, de suerte que el duque estaba seriamente molesto con él.

    Tenía una efímera relación con una bailarina a quien visitaba de vez en cuando en un conocido burdel.

    El duque había ya pagado a la mujer para que no volviera a recibirlo. Y Terry sin saberlo, creyó que ella estaba tan sólo jugando con él.

    Viajó mucho tiempo hasta llegar a una América cubierta por la nieve. El muchacho no conocía nada y se desplazó en tren hasta Nueva York.

    Aquella gélida mañana, Terry sintió el alma helarse en sus venas. Apenas si pudo encontrar cobijo en un café y pasó el día en un hotel mirando fotos y tratando de armar la figura de la madre que perdiera mucho tiempo atrás.

    - Tú eres buena...-se repetía a sí mismo.- No eres la frívola mujer que mi padre dice...la vez que te vi y me llevaste a tu casa fuiste cariñosa...tenía diez años...lo recuerdo bien....pero luego....en el teatro, dejaste de ser mi madre...pero yo sé que me quieres...sé que no me darás la espalda cuando más te necesito, tú no...

    Y a la noche, fue al teatro a ver Naná. Había mucha gente de la aristocracia norteamericana. Algunos hombres de negocios, incluso jóvenes.

    La vio...quedó maravillado de su forma de actuar. Tenía en sus manos el libro de teatro que le regalara a los diez años. Lo abrazaba como si le fuera la vida en ello...y esperó afuera del camerino. Pero entonces...vio a dos jovencitos casi de su edad que pedían autógrafos.

    Eleonor le lanzó una mirada. No le dijo nada. Terry aguardaba con ojos humedecidos. Y Eleonor prefirió dar su autógrafo a aquellos dos muchachos.

    - Joven Archie, señorito Stear, vámonos ya- decía un hombre a los dos muchachos.
    - Ya vamos, George- contestó uno de ellos.

    Y él, dolorido salió corriendo del teatro con el corazón a mil.

    Entonces pensó que quizás era que estaba ocupada. Y fue a su casa a buscarla. Y la encontró...acompañada.

    Eleonor lo abrazó. Terry se sentía confortado.

    Pero entonces, una frase lo paralizó.

    - Ya no podrás venir más aquí...no interpretes mal, Terry, yo te adoro pero entiende, aún no se ha revelado que tú eres mi hijo.
    - Eres igual que mi padre.
    - Eres un Grandchester, Terry, recuérdalo- dijo Eleonor.

    Terry se sacudió...le rompió el collar y se marchó corriendo.

    Y subió al Mauritania dispuesto a volver a Londres y no volver a pisar nunca más América.

    Y en ese viaje, sendas lágrimas cruzaban su rostro, cuando una cabellera rubia y una dulce voz le dijeron:

    - ¿Te ocurre algo?

    Entonces la voz de Eleonor lo interrumpió.

    - ¿Te ocurre algo, Terry?
    - Nada...estaba recordando.
    - Espero que nada malo.
    - La verdad...sí...todavía siento algo de ira recordar cuando te negaste a recibirme.

    Eleonor bajó la cabeza.

    - Yo también lo recuerdo con dolor...-dijo llorosa.

    Pero Terry le tomó la mano y le dijo a su vez:

    - Olvídalo, mamá...yo no te guardo rencor. Por eso estamos aquí juntos.

    Eleonor sonrió.

    Terry intervino de nuevo.

    - Ahora dime, ¿por qué me buscabas? ¿Sólo por lo de Susana?
    - En parte...tenía miedo de que al estar mal te diera por irte al ejército.
    - Todavía no lo descarto, mamá.

    Eleonor negó.

    - ¿Por qué no buscas a Candy?
    - No ahora- dijo Terry.- Quiero intentarlo totalmente renovado. No quiero que me encuentre levantándome de la nada aún. Además, no es justo para ella buscarla ahora que Susana ha muerto. A ella no le gustará.
    - Te entiendo. Entonces, aguarda y esfuérzate por hacer tu mejor papel y ya tendrás oportunidad de verla. Aunque, espero que para entonces no sea demasiado tarde...

    - Si el destino determina que Candy y yo nos volvamos a encontrar así será, no te quepa duda, mamá. Pero ahora, hablemos de ti...


    Y así, entre charlas, ambos recuperaron esa relación de madre e hijo que se habían negado durante mucho tiempo.


    Mientras tanto Candy marchó hacia la granja de Steve, para reunirse con Tom y con Jimmy Cardwright.

    Al entrar Tom la recibió amigablemente.

    - ¡Qué bien que vienes, Candy!
    - Te prometi que estaría aquí, Tom- dijo Candy alegremente.

    Jimmy realizó un lanzamiento con su soga y casi atrapa a Candy sin conseguirlo.

    - Ya te dije que eso prácticamente imposible, Jimmy- guiñó Candy el ojo.


    Tom asintió.

    El señor Steve invitó a todos a comer asado en su rancho. El señor Cardwright estaba un poco débil de salud.

    - ¿Cómo sigue tu padre?- preguntó Candy preocupada.

    - Mejor, gracias, jefe- dijo Jimmy- ha tenido un poco de dolor en el pecho pero el médico dice que no es nada de cuidado...-contestó el chico tembloroso.

    Sin embargo, Candy lo notó. Jimmy temía algo pero no podía explicarlo.

    - ¿Quieres que vaya a verlo?

    Jimmy asintiò.

    - Por supuesto, Candy. A mi padre le dará mucho gusto verte.

    Tom sonreía al ver que su padre también estaba bien.

    A solas, Tom le preguntó a su hermana.

    - Dime, Candy...¿cómo te ha ido con los Andley?

    - ¿Por qué me lo preguntas?

    - Sólo mira...Jimmy es feliz con Cardwright, yo, con mi padre...Annie es la flamante hija de los Brighton y tú...sigues siendo hija adoptiva de William.

    Candy sonrió y bajó la cabeza.

    - Del tío abuelo William...

    Tom levantó el rostro de Candy con dulzura.

    - Cuéntame, Candy, ¿pasa algo? A mí sí puedes contarme. Estoy seguro que ni a la señorita Pony ni a la hermana María se los dirías...

    Candy asintió.

    - Tom...es que...no es fácil para mí asimilar que William Albert Andley no es el abuelo que yo me imaginaba. Él es un ser único, especial, y siempre me ha gustado su forma de ser por tratarse de un hombre sin prejuicios, sin roce social, sin expectativas aristocráticas...ese es el Albert que yo conocí...y ahora...él también se debe a la familia Andley...y lo hace bien, no puedo negártelo.

    - ¿Qué es entonces lo que te preocupa?
    - No lo sé...es que...no siento lo mismo de saberme su "hija"...

    Tom comentó.

    - Según me contaste...él era el "príncipe de la colina" que conociste a los diez años, ¿cierto?

    Candy asintió.

    - Pero eso no tiene nada que ver, Tom- repuso Candy.

    - Claro que sí, Candy. Son muchas facetas en un mismo ser humano. Un Albert abierto, que desafía el peligro, fuerte y valiente; un Albert que es un hombre rico pero generoso, un "padre" que siempre estuvo contigo cuando más lo necesitaste...pero también un hombre capaz de despertar en ti sentimientos de amor.

    - ¡Tom!- intentó callarlo.

    El hijo de Steve movió la cabeza.

    - Escúchame, Candy. Lo que sucede es que estás confundida. No sabes lo que sientes ya por él. Pero yo puedo asegurarte que quizás estás empezando a gustar de él.

    - Te equivocas, Tom...eso no puede ser...

    Candy lo dejó a solas y salió a contemplar el sol en la campiña.

    Caminó unos pasos hacia afuera, hacia el bosque y recordó aquella pelea entre Anthony Brower y Tom:

    - ¿Estás listo, Anthony?- preguntaba Tom.
    - Listo, Tom- dijo el chico Brower.

    Tom comenzó golpeando a Anthony.

    - ¿Qué se supone que fue eso?- preguntó éste.
    - Es el estilo vaquero de pelear- dijo Tom.
    - ¿Y yo puedo devolver lo recibido?- preguntò de nuevo Anthony.
    - Por supuesto- comentó Tom.

    Y sin más, Anthony le devolvía el puñetazo.

    Así fue como se enfrascaron en una pelea de chicos donde ambos parecían ser contendientes de la misma fuerza y estatuta.

    La pelea fue vista entonces por Candy quien arribaba. Trató de intervenir pero Anthony la detuvo.

    - No te metas, Candy. Es entre nosotros.

    Y cuando terminaron, empatados y exhaustos, todo fue risas para ambos.

    Candy derramó sendas lágrimas.

    - ¿Por qué todos teníamos que crecer, Anthony?


    Al final del día, Candy se despidió de todos. Tom le dijo.

    - Piensa en lo que hablamos- señaló.

    Candy repuso.

    - Lo pensaré.

    Antes de volver a la casa Pony, sintió el viento fustigar sus cabellos.

    - Es mayo- se dijo.- Aún no he olvidado aquel festival en el colegio San Pablo...siempre será para mí inolvidable, Terry Grandchester.

    Caminó hacia la colina. La "Dulce Candy" estaba en flor.

    Al regresar a la casa, se acercó a preparar la merienda para los chicos cuando la hermana María le dijo.

    - Cuando termines de poner la mesa, ven a verme a la oficina.
    - Espero que no sea un regaño- sonrió.
    - Candy...claro que no, ven, por favor.

    Al estar ya ahí, tocó y se adentró en la oficina.

    La hermana María dijo a Candy.

    - Toma...debí haberte entregado esta carta desde hace una semana.

    - ¿De quién es?- preguntó ella al recibirla.
    - Ve el remitente.

    Candy leyó:

    "Arthur Kelly. Nueva York".

    - Es de Arthur- dijo Candy.- Gracias, hermana María.
    - De nada, Candy. Sin embargo, debí habertela entregado antes.

    - No se preocupe. Las razones que haya tenido no deben causarle conflicto. Yo entiendo. Voy a leerla a solas.

    Candy marchó al exterior de la casa para leer aquella carta:

    "Querida Candy. Te escribo ya desde Nueva York. Acabo de llegar después de que me liberaran. Fue un gran logro de verdad que los abogados hayan determinado mi inocencia. Voy a ver a mi hermana.
    La carta que estés leyendo viene inmediatamente después de la que tú me enviaste, así que creo que ambos estaremos leyendo las cartas al mismo tiempo.

    Candy, quería decirte que no pude dejar de pensar en ti durante mucho tiempo. Sin embargo, quiero que sepas que estoy trabajando en un zoológico a instancias de un amigo mío que sabe mucho sobre animales. Gracias a él están por contratarme. En cuanto tenga mi primer sueldo enviaré por ti, si tú quieres, para que vengas a Nueva York y demos un paseo por la ciudad. Y entonces, pueda decirte que no olvido lo linda que fuiste conmigo en aquel lugar perdido de las montañas cuando era prófugo de la justicia.

    Un gran abrazo para mi amiga Candy de su amigo:

    Arthur Kelly.

    Candy se sintió muy contenta de haber recibido una nueva carta de Arthur.

    - Me alegra tanto que estés bien, Arthur. Ojalá que puedas desempeñarte como veterinario...

    Luego, reparó en el lugar. Nueva York.

    - Arthur...tú estás tan cerca de Terry...creo que no podría ir a Nueva York...no por ahora...

    Y a escondidas de todos, revisó todos los recortes que tenía ocultos de las últimas obras de Terry. Las guardaba como un tesoro secreto. Y pronto, Hamlet se estrenaría.

    - Me encantaría ir a verte, Terry...pero...
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 5

    Candy estaba pensativa después de la lectura de la carta. Alguien tocó a la puerta de su cuarto.

    - ¡Candy!- se escuchó la voz de un jovencito.
    - Ya voy- dijo con voz fuerte.

    Al salir preguntó.

    - ¿Por qué gritas tan fuerte, John?
    - Pensé que estabas dormida.
    - Eres un tonto, ¿cómo iba a dormirme tan temprano?
    - Quizás te agotaste en el rancho Steve.

    Candy le propinó un duro coscorrón a John y le dijo:

    - Ve a informar a la hermana María que ya voy, ¿quieres?
    - Está bien, Candy.

    Al llegar, todos los chicos la esperaban para cenar y al terminar todos se levantaron en orden mientras las chicas la ayudaban a recoger la mesa y los chicos iban a lavarse.

    La señorita Pony llamó a Candy y le preguntó.


    - Candy...¿qué te dice el joven Arthur en su carta?-
    - Dice que ya tiene trabajo y que está en Nueva York.

    - Nueva York- mencionó la señorita Pony.- ¿Hay algo respecto a ese lugar que genere en tí alguna reacción?

    Candy le dio la espalda.

    - Candy...sé que estoy interviniendo en algo muy personal pero...quiero saber si Nueva York ya no genera en ti cierto tipo de pensamientos.

    - Sé a qué se refiere, señorita Pony- dijo Candy con firmeza.- No como antes...sé perfectamente lo que quiere decirme. El lugar es lo de menos. Sin embargo, estoy consciente del lugar en el que yo me encuentro por ahora y sería para mí impropio...

    - Candy...estoy de acuerdo contigo, sin embargo, recuerda que el tiempo hace lo suyo.

    - Tiempo, señorita Pony, usted lo ha dicho.

    - Y dime...¿qué te parece el joven Arthur?

    - También sé por dónde va su pregunta, señorita Pony- sonrió.- No se preocupe...Arthur es sólo un buen amigo mío.

    - Está bien, Candy, prometo no molestarte más con preguntas así. Es que...la hermana María y yo estamos preocupadas. Queremos lo mejor para ti y quisiéramos conocer tus sentimientos y tus expectativas a futuro.

    Candy bajó la cabeza.

    - Con la guerra aún frente a nuestros ojos, dudo que pueda tener demasiadas expectativas a futuro, señorita Pony. Pero créame, yo comprendo su preocupación y la de la hermana María y prometo que no las defraudaré.

    - Gracias, Candy.

    Antes de ir a dormir, revisó las camas de los chicos y luego fue a descansar.

    Pero esa noche no pudo hacerlo. Su mente divagaba respecto a varios asuntos. La charla con Tom, la carta de Arthur, la plática con la señorita Pony...todo se conjuntaba para conseguir confundirla quizás un poco más.

    - ¿Qué debo hacer, Dios mío? Por ahora no quisiera pensar pero...sé que mi futuro está pendiente. Y yo cada vez pienso que Albert está más lejos de mí como tal, pero William Andley se va haciendo cada vez más cercano a mi vida...¿por qué? ¿Qué es lo que realmente siento por él? Arthur es un buen amigo solamente...él y la doctora Kelly son amigos muy entrañables. Lo que me pregunto, ¿quién será el amigo de Arthur que le consiguió trabajo en el zoológico?

    Mientras se quedaba dormida, una silueta de cabellos castaños. paseaba por su mente sin poder definirse completamente.

    ------------------------------------------------------------------

    - ¿Qué fue lo que te pasó?- preguntó Eleonor a Terry un poco preocupada.

    - Me peleé con un par de tipos- dijo Terry un tanto apenado.

    - Chiquillo tonto- dijo Eleonor con ternura.

    Terry sintió de momento una profunda ternura producto de la nostalgia de los años infantiles en los que creció sin su verdadera madre.

    - Prométeme que no te meterás en problemas...¿quieres?

    - Lo prometo, si tú vienes más seguido a verme.

    - Está bien, lo prometo, Terry. Y te prometo que en cuanto tú estés consumado como actor yo no volveré a ocultar que eres mi hijo ni a permitir que otros lo hagan.

    - Gracias, mamá- dijo Terry.


    - Pero eso no es lo que me preocupa más ahora.

    - ¿Qué problema tienes?- insistió Eleonor.
    - Mi padre...está empeñado en seguirme molestando. Sabe que ya no soy un niño al que puede manipular y sigue sin entenderlo.

    - Explícate mejor, Terry.

    - Es que...vino a prohibirme que invite a Candy al estreno de Hamlet.

    Eleonor preguntó asombrada.

    - ¿Y piensas escucharlo?

    - No es eso...estoy seguro que Candy no vendría aunque la invitara. No tengo cara para hacerlo, pero me muero por verla...

    - No te preocupes por eso, Terry. Yo me puedo hacer cargo de eso.

    - ¿Cómo?

    - Yo la invitaré por ti. Estoy segura que no desechará mi invitación. Así que, puedo invitarla por ti y tú podrías verla sin ningún problema.

    - Pero...¿y mi padre? ¿Qué sucederá si se entera?

    - ¿Acaso le tienes miedo? ¿Dónde está mi muchacho rebelde?

    - Hace tiempo pensé que querías que obedeciera a mi padre en todo, cuando me envió al colegio San Pablo.- dijo Terry confundido.

    - Antes...cuando pensé que tu padre hacía las cosas correctamente. Pero al darme cuenta que tú no eras feliz, entendí que era el menos indicado para decidir en tu vida. Nadie debe decir nunca más, Terry. Tú eres el único que puede tomar las riendas de tu felicidad. Tu padre podrá tener influencias pero no puede imponerte nada.

    - ¿Tú podrías decirle algo?
    - Para nada...si yo lo hiciera, sería contraproducente. Pensaría que yo te estoy solapando o que tú me pediste que lo hiciera. Así que es mejor que yo no le diga nada, porque realmente yo tengo sólo influencia negativa sobre él.

    Terry hizo una pausa y luego preguntó a su madre.

    - Dime, Eleonor...¿todavía amas al duque de Grandchester?

    Eleonor soltó un par de lagrimillas amargas.

    - ¿Para qué quieres saber eso?
    - Es muy importante para mí...dime...¿tú sigues amando a mi padre?

    - Lamentablemente...sí- dijo ella con ternura.- Sólo he amado a un hombre. Hay productores amigos míos que han intentado pasar de ser eso, pero yo nunca se los he permitido. No puedo olvidarme del único hombre al que amé, y que dejó de amarme hace mucho tiempo.

    Terry sintió una especie de rabia. Saber que su madre seguía amando al duque era un dolor compartido junto con ella.

    - No te preocupes...después de todo, tienes algo del duque que te ama con toda su alma...-dijo Terry con lágrimas a punto de salir de sus bellos ojos.

    Se abrazaron en silencio. No era necesario decir más. Luego, Terry pensó que quizás podría aprovechar la oportunidad que su madre le brindaba.

    ----------------------------------------------------------------

    Inglaterra.

    - Señor Conde- dijo un sirviente- un telegrama del duque de Grandchester para usted.

    - Gracias, John- respondió el conde Gerald.

    El conde era un gran amigo del duque de Grandchester desde hacía ya mucho tiempo. El conde tenía una hija a la que había tenido que proteger de ciertos enemigos, enviándola a casa de un amigo suyo pero conforme el tiempo pasó, surgieron muchas otras dificultades con la familia adoptiva, de suerte que la chica volvió al lado de su padre.

    Pero la muchacha era libre, le encantaba la naturaleza. Disfrutaba escuchando el canto de los pájaros, percibiendo el aroma de las flores. Le gustaba escribir poesía y tenía habilidades extraordinarias para el dibujo.

    Cuando su padre la llamó terminaba el boceto de un rostro.

    - Bárbara- dijo el conde- ven un momento.
    - Ya voy, padre.

    El dibujo de aquel rostro semejaba al de un príncipe.

    - Lo lamento, príncipe, pero tu rostro tendrá que esperar hasta después de que atienda a mi padre. No tardo- guiñó el ojo al dibujo.

    Cuando entró a la casa, el conde le dijo:

    - Bárbara...te he mandado llamar porque quiero que sepas que... el duque de Grandchester y yo somos muy amigos y hemos decidido que su hijo y tú unan sus vidas en matrimonio.

    Bárbara estaba desconcertada.

    - Papá...tú sabes que eso es imposible...tú nunca me impondrías un matrimonio arreglado.

    - Lo sé, hija pero...hay circunstancias que me obligan a hacerlo. He hablado con el duque de Grandchester para que su hijo y tú se reúnan en Inglaterra en un mes para que se conozcan y puedan llegar a entenderse como pareja.

    - Padre, es injusto. Ni siquiera conozco al hijo del duque de Grandchester.


    - Lo sé, precisamente por eso quiero que lo hagas...el muchacho seguramente también accederá.

    Bárbara lloró.

    - Padre...te lo suplico... no me pidas eso...no puedo aceptar. Si me obligas, me negaré a verlo.

    El conde Gerald se levantó un tanto contrariado, como conteniendo un sentimiento oculto y dijo:

    - Tienes que obedecerme, Bárbara...mi decisión está tomada- dijo con lágrimas en los ojos.

    Bárbara se inclinó con respeto. Pero salió corriendo a llorar al jardín.

    En tanto, su padre, el conde echó la cabeza hacia atrás diciendo para sí:

    - Perdóname, Bárbara...tengo que hacerlo...es por tu bien...

    ----------------------------------------------------------------


    Bárbara estuvo llorando un buen rato.

    Luego miró al retrato que pintaba.

    - Príncipe...haz algo...yo sé que tú estás en alguna parte...no puedes permitir que me casen con alguien que no seas tú...ven por mí, en cuanto puedas...

    -----------------------------------------------------------------

    Mientras tanto Terry dijo a su madre.

    - Entonces...¿volveremos a vernos pronto?
    - Por supuesto- dijo Eleonor-mucho antes de Hamlet, y en la representación. Invitaré a Candy y estarás cerca de ella.

    Terrry bajó la cabeza.


    - Dudo que lo haga...es casi seguro que no querrá venir. La conozco.
    - No pierdes nada con intentarlo.
    - Gracias- dijo Terry.

    Al poco rato, llamó un coche y la envió de vuelta a su casa.

    Cuando su madre se hubo marchado, Terry volvió a su departamento.

    Conforme trataba de dormir comenzó a recordar la llegada de Candy a Nueva York.

    - Candy...¡no sabes cómo deseaba abrazarte en la estación cuando te vi llegar! Quería estrecharte, cargarte en brazos y no soltarte. Soñaba con el momento de que vinieras. Por eso compré un solo pasaje, para que te quedaras conmigo. Quería que viviéramos juntos, por fin...

    Y los recuerdos volvieron:

    La escalera...larga e interminable...Candy la bajó casi en un suspiro. Pero Terry fue muy rápido y la alcanzó cuando terminaba de bajar.

    - ¡Candy! ¡Espera!

    Y sus brazos se arquearon alrededor de su cintura. Y el pecho se deshacía en un dolor terrible. Y las lágrimas brotaron de los ojos del joven actor como un torrente.

    - No quiero perderte, Candy. No digas nada...quédate así...sin más...que el tiempo se detenga...

    Luego la tomó por los hombros.

    - Candy...cásate conmigo...

    Candy sentía una opresión terrible. ¿Qué decidir cuando una mujer esperaba por el amor de Terry? Su débil corazón no soportaría sustentar su felicidad en la desdicha de otra persona.

    Terry aguardaba la respuesta. Candy respondió débilmente:

    - Voy a pensarlo...

    Pero su respuesta no era alentadora.

    Terry le dijo que le daría tiempo y señaló:

    - Pase lo que pase...prométeme que serás feliz...

    Candy le pidió lo mismo.

    Y la despedida fue tan dolorosa que ninguno de los dos tuvo valor para añadir ni una sola palabra.

    Terry se dijo entonces:


    - Candy...si tú vuelves a mí...nunca te volveré a dejar ir...no me importa encima de quién tenga que pasar...sólo haré todo lo que esté en mis manos para convencerte de que aún te amo.

    Como no podía dormir, se levantó al escritorio y comenzó a escribir lo que parecía ser una carta. Quizás nunca la enviaría. Pero escribirla le ayudaría a sacar lo que llevaba en su interior.
     
    Última edición: 21 Febrero 2015
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    Andrea Sparrow

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    Tras haber escrito la carta se sintió más aliviado pero seguía pensando en Candy.

    La esperanza de volver a verla, a instancias de la ayuda de su madre, era la motivación para retomar el personaje de Hamlet con mayor fuerza y disposición.

    - Esta vez estarás orgullosa de mí, Candy- se decía- Hamlet renacerá como el ave Fénix en mi cuerpo y podrás percibir en él el dolor y a la vez la potencia de ese personaje a través de mis miembros. Y así, estoy seguro que volveré a enamorarte.

    Entonces tomó de nueva cuenta el libro de teatro y comenzó a leerlo, cuadro a cuadro, para ensayarcada una de las escenas y captar la esencia del joven Hamlet en cada instante, especialmente en los más dramáticos.

    Sentía en cada una de las líneas un renacer, como si Hamlet se fuera encarnando en su cuerpo, tomando vida de su propia vida, en cada latido de su corazón, en cada célula de su persona.

    Y un poco exhausto de ensayar, se quedó dormido un rato. Había sido un especial pero también agotador día.

    ----------------------------------------------------------------

    Al día siguiente, Candy despertó más tranquila y animada.

    Tenía que preparar algunas cosas para que la hermana María y la señorita Pony fueran al pueblo a conseguir víveres para los niños.

    Ella se quedaría un rato cuidándolos hasta que ellas volvieran.

    Afortunadamente, los chicos se habían comportado bien hasta ahora. Todos se dedicaban a ayudarla en lo que podían y ella, como buena enfermera, se encargaba también de atender aquellos pequeños o grandes problemas de salud de los niños: raspones, cortaduras, caídas...e incluso le parecía que cuando ella estaba, los accidentes tendían a duplicarse, a fin de que cierta enfermera fuera quien remediara aquellas molestias.

    Un rato, cuando ya los chicos jugaban y ella se dedicaba a estudiar un poco, releyó una carta de Anthony. Aquellas reminiscencias eran tan hermosas, pero el dolor de haber perdido a aquel muchacho de ojos azules que la quería tanto aparecía de vez en cuando en su noble corazón.

    -¡Cómo quisiera que pudieras verme convertida en enfermera, Anthony!- musitaba.

    Y muy dentro de su corazón le parecía escuchar la voz de Anthony diciéndole:

    - Candy...mi niña pecosa...yo puedo verte y estoy muy orgulloso de ti...

    - Lo sé, Anthony- se respondí a sí misma.- Sé que tú me puedes ver...que puedes escucharme...y si es así, pide a Dios que continué mi camino hasta estar totalmente segura de lo que voy a hacer. Pídele a Nuestro Señor que me ayude a aclarar mis sentimientos...por favor.

    El resto de la tarde se dedicó a estudiar y cuando se hacía algún espacio, recordó aquel día.

    Aquel día fue terrible para Candy. Había tenido que ir a buscar a Albert. Sabía que lo encontraría, según lo que él mismo le había dicho, tras haberle enviado una carta en una botella. ¿La razón? Ser acusada injustamente de haber golpeado a Neil Leagan.

    Siguió la botella hasta donde la corriente se lo permitió, y por fin, exhausta, se quedó dormida.

    Al despertar, se encontró frente a frente a Albert y le contó su problema. Luego, él la invitó a conocer a sus amiguitos del bosque.

    - Antes de entrar- dijo Albert- tendrás que pasar una prueba. Aguarda aquí.

    De pronto, varios animales del bosque corrieron a saludarla. Ella sonrió feliz de haber sido bien recibida por los pequeños amigos de Albert. Éste sonrió satisfecho.

    - Haz pasado la prueba brillantemente- señaló.

    Y pasó el resto de la tarde con él , hasta que los guardabosques llegaron a la casa. Ella se quedó sola y se fue con ellos hasta que encontró a Anthony, quien dijo que era su mejor amiga.

    Anthony fue con ella a la orilla del lago Michigan. Ahí Candy pudo lavarse un poco la cara y mojarse los pies. Anthony la acompañó, mientras la miraba sin pestañear y le preguntaba:

    - ¿Qué fue lo que pasó, Candy?
    - Neil me acusó de haberlo golpeado. Pero quien realmente lo hizo fue Albert. Él trató de defender a César de beber el aceite Castor que Neil le diera.
    - Neil es un odioso. Yo no lo soporto. Tampoco Archie ni Stear lo soportan.
    - ¿Y a Elisa?
    - A ella menos que a él. No entiendo por qué son así.

    - Quizás es que no pueden querer a nadie. ¡Qué felices habríamos sido si Elisa hubiera querido ser mi amiga!
    - ¿Para qué te llevaron a casa de los Leagan, Candy?
    - Como compañera de Elisa, para platicar con ella.
    - Y supongo que eso nunca sucedió, ¿verdad?

    Candy bajó la cabeza. Anthony le levantó la barbilla dulcemente.

    - Pobrecita, mi linda pecosa...yo quiero hacer algo para que seas feliz...

    Candy tembló. Aquellas palabras la emocionaron.

    Anthony hizo una pausa.

    - Dime, Candy, ¿por qué Albert no dice la verdad?
    - Teme que sea peor y que la señora Leagan no me crea, y mi situación en la casa sea más delicada.

    - Quizás tiene razón. ¿Y dónde estabas?
    - En la casa de Albert. Bueno...hasta ahora.
    - Es extraño...nunca he sabido en qué parte vive. Si hubiera pedido la casa a alguno de nosotros se la habríamos dado.
    - ¿Conoces esa casa?
    - Sí...ahí jugamos en alguna ocasión cuando más niños. Era como un castillo encantado.

    Candy recordó al príncipe de la colina. Pero luego miró a Anthony y sonrió.

    El chico Brower le dijo:
    - Si no quieres regresar a la casa Leagan, no lo hagas, Candy. Ven, vamos al jardín.

    Candy sintió la mano de Anthony que la ayudaba a ponerse de pie y luego la tomó en brazos.

    - Anthony...peso mucho.
    - Para nada...eres muy liviana...y me gusta cargarte. Me siento como un príncipe, cargando a su princesa...

    Candy se sonrojó vivamente.

    La subió al caballo y llegaron al portal de las rosas.

    Ahí, la ayudó a bajar con cuidado. Anthony dijo a Archie y Stear.
    - Chicos, ¿ya está listo el plan?
    - Listo, Anthony- respondió Archie.- No puede fallar.

    Candy preguntó.
    - ¿De qué se trata?
    - Tú no preguntes, Candy. Es más...no digas una sola palabra. Nosotros hablaremos por ti.

    - ¿Y si dicen algo que no me guste?

    Anthony le preguntó.

    - Dime...¿no confías en mí, Candy?
    La pecosa sonrió admitiendo que ellos hablaran.

    Entraron a la casa y la tía abuela bordaba un hermoso mantel.

    - ¿Qué quieren?- preguntó, dándose cuenta de que los muchachos insistían en llevar a Candy a la casa.

    - Tía abuela- dijo Archie.- Queremos pedirte que traigas a Candy a la casa. Toda la sociedad y toda la familia Andley te lo premiaría. Ella necesita alguien que la eduque...realmente es una chica malcriada y terrible.

    - ¡Archie!- comentó Candy.

    Pero Stear la interrumpió.

    - Sí, tía. Candy es violenta. No es una buena chica.
    - ¡Oigan!- insistió la niña.
    - No sirve ni como sirvienta.- dijo Anthony.

    Candy estaba sumamente desconcertada. Archie siguió:

    - Tía Elroy, la familia te respetará si la educas y la conviertes en una dama.

    La señora estaba tratando de pensar con claridad, cuando Elisa llegó y dijo:

    - No les creas, tía. Te están engañando. Es una burda mentira.

    La tía se negó.

    Candy dijo a los muchachos.

    - No se preocupen. No tienen por qué estar tristes.

    Stear señaló.

    - No pudimos ayudarte ahora, Candy. Pero ya verás que algo se nos ocurrirá.

    Anthony dijo a Candy.

    - Ven conmigo...

    La llevó hasta el jardín. Ahí se acercó y le ofreció una Dulce Candy.

    - Es todo lo que puedo darte por ahora...

    Candy respondió:

    - No digas eso, Anthony. Tú has sido muy bueno conmigo. Eres un buen chico.

    - No es suficiente. Elisa es más mala que el diablo.
    No pude ayudarte. Yo no quiero que estés con ellos...no quiero que estés sola.

    - No digas eso. Yo por lo menos tengo dónde vivir. Hay que preocuparse por quien realmente está solo en el mundo- dijo, pensando en Albert.

    Anthony dijo:

    - Candy...yo también estoy solo...este jardín lo plantó mi madre...

    - Por eso, amas estas rosas.
    - Sí- dijo Anthony.- Yo siempre la paso aquí por eso...

    Candy sintió tristeza.

    - Yo también las amo...tanto como Anthony.

    Los ojos de Anthony se cristalizaron. Candy lo abrazó suavemente. El muchacho sintió un dulce escalofrío, al igual que ella. Anthony, entonces, le pidió.

    - ¿Quieres cabalgar?

    Candy asintió.

    La dulce pecosa subió, ayudada por Anthony, a su caballo, para sentir el galope del animal, abrazada del muchacho.

    El calor que el jovencito le daba era tierno y hermoso...Anthony le tomó la mano y recostó el cuerpo de Candy sobre el pecho del jovencito y suspiró hondamente.

    - ¿Quieres galopar?- preguntó Anthony.

    Y así, al galope, sintieron que su corazón se liberaba de la soledad y la tristeza.

    - La soledad no nos vencerá- señaló Anthony.
    - No...siempre adelante, deslumbrante Anthony...¿puedes oír latir mi corazón?
    - Oigo latir tu corazón, Candy...sujétate fuerte...

    - Me sujeto fuerte...siento tu pecho latir también, Anthony...- dijo ella.

    Antony musitó:

    - Me gustas, Candy...me gustas...

    Y Candy despertó de su recuerdo. El dolor desapareció temporalmente, aunque sabía que la pérdida de Anthony siempre sería para ella irreparable.

    Y entonces pensó en Archie y Stear.

    - Estoy segura que hablar con ellos me hará mucho bien. Voy a avisarle a Albert que iré a Lakewood para verlos.

    ----------------------------------------------------------------

    Nueva York

    Terry se dirigió con cuidado a ver a la doctora Kelly. Debía recuperarse de los golpes que había sufrido en aquella pelea.

    Se cubrió con bufanda y gorro. Llegó a buscar a la doctora Kelly. Ella lo recibió.

    - ¿Quién es usted?- preguntó.

    Terry se quitó la bufanda y el sombrero.

    - Lo lamento, doctora. Es que ...no quiero que me reconozcan, soy actor, ¿sabe?
    - Me imaginaba que se escondía por algo. Venga, lo revisaré.

    Mientras lo revisaba decía:

    - Me hace mucha falta una enfermera...

    Terry pensó:

    - Ya somos dos...

    Luego dijo a la doctora:

    - Yo conozco a quien sería la enfermera perfecta.

    - ¿En serio?- preguntó la doctora.- No lo creo. Yo también conozco a una, pero ésta es totalmente fuera de serie. Precisamente, cuando usted llegó cubierto, me hizo recordar una ocasión cuando tuve que ocultar que soy mujer para ir a trabajar a una mina, en un lugar perdido, en las montañas.

    - ¿De verdad?- preguntó Terry.- ¿Y por qué se ocultó?
    - En ese sitio no podían entrar mujeres- dijo la doctora.- Y ahí, precisamente conocí a esa amiga mía, que es enfermera. Ella también sufrió pero hizo todo lo posible para ayudarme y ayudar a mi hermano.

    Terry pensó:

    - Candy habría hecho lo mismo.

    Luego insistió:

    - Y dígame...¿cuál es el nombre de esa enfermera?

    - Se llama...-iba a decir el nombre cuando Arthur interrumpió.

    - Hola, Kelly- dijo Arthur.- Lo lamento....creo que estás muy ocupada.

    La doctora saludó a su hermano. Arthur miró a Terry y dijo:

    - Yo le conozco...¿no es usted...Terry Grandchester?

    Terry hizo un gesto de que guardara silencio.

    - Sí, soy yo- dijo en voz baja.- Por favor, que nadie me reconozca.

    - No se preocupe- comentó Arthur.- Será secreto profesional.
    - Se lo agradezco.
    - No tiene por qué- añadió Arthur- le vi en un afiche de Macbeth. Lástima que no pude asistir...pero un amigo mío me contó que es usted un excelente actor.
    - Su amigo exagera- dijo Terry.- Aún así, le agradezco.

    La doctora terminó.

    - Listo, con esas vendoletas ya no le quedarán marcas.
    - Gracias, doctora. Creo que su amiga la enfermera no le ha hecho mucha falta.

    Terry sonrió.

    - Ustedes son muy parecidos. Casi gemelos. Sólo que la doctora no puede ocultar su belleza.

    - Gracias- dijo la doctora- pero no me impresiona su cumplido.

    - Lo siento, sólo era una atención. No quise ofenderla. Soy un caballero inglés.

    Arthur señaló.

    - No se preocupe. Así es mi hermana. Ojalá pudiera verle en alguna obra.

    Terry dijo:

    - A mí también me gustaría verlos. Vaya a verme a ésta dirección, Arthur. Les daré boletos para Hamlet. Y no podrán dejar de ir.

    Arthur sonrió y agradeció al igual que Kelly.

    Cuando Terry se marchó, Kelly preguntó:

    - ¿Qué querías decirme , Arthur?

    - Hablarte de Candy, Kelly. La invité a Nueva York. Espero que venga. La invitaré al teatro. Sabes que me encanta Shakespeare.

    - Lo sé, Arthur. Por cierto...no sé si deberías ilusionarte con Candy.

    - ¿Por qué?
    - No lo sé...debes conquistarla primero, pero ser prudente. Candy es muy especial, pero es muy sensible . Y me da la impresión de que ha sufrido mucho.

    - No te preocupes, Kelly. Yo quiero sólo que ella sea feliz.


    En tanto, en la compañía, Terry se preparaba para el estreno de Hamlet.

    Mientras ensayaba, un muchacho le llevó un telegrama.

    Terry lo leyó rápidamente.

    - ¿Qué? Sólo ésto me faltaba...ahora sí enloqueciste, Richard Grandchester...
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Cap. 7 Albert está muy sospechoso

    El señor Stratsford preguntó a un Terry que se notaba visiblemente desconcertado.

    - ¿Ocurre algo, Terruce?
    - Todo y nada, señor Stratsford. Por el momento...creo que ésto no es importante- dijo guardando el telegrama en un lugar escondido de su saco.- Estoy listo para lo del ensayo.

    - Bien, Terry, ven, vamos a enfocarnos en la escena de tu solo en el escenario. Recuerda que es una de las más importantes de la obra y tiene que quedar perfecta.

    - Así será, señor Stratsford. Vamos.

    En tanto en el departamento de Terry, la señora Grant hacía la limpieza y recogía el cuarto del muchacho. Entonces, encontró sobre su mesa una carta en un sobre como si estuviera lista para ser enviada.

    - El joven Terry olvidó la carta que iba a enviar. Voy a juntarla con el correo que se tiene que mandar en un rato. Así se irá y el joven no tendrá de qué preocuparse- dijo para sí.

    La juntó con otras que iban a ser llevadas y terminó de recoger la habitación.

    -----------------------------------------------------------------

    Candy despertó muy animada después de haber tomado la decisión de ir a ver a Archie y de charlar con Stear en el cementerio donde estaba sepultado Anthony también. Quizás ahí podría conversar con ambos y decidir qué podría hacer en adelante.

    En tanto, en Chicago, Albert revisaba una serie de documentos. George lo fue a ver a su oficina y le dijo:

    - William, estoy revisando lo de su encargo.

    Él levantó la vista y le preguntó.

    - ¿Cuántos de esos has revisado?
    - Como cinco. Le he traido los diseños para que elija el que más le convenza.

    Albert revisaba con detalle los diseños que le había llevado, diseños de un objeto que estaba por comprar.

    - Creo que ninguno de ellos me sirve, George. Di en la casa Diamond que iré personalmente a ver los diseños. Sólo tendrá que ser después de este domingo.

    George preguntó.

    - Albert...¿crees que...?
    - No lo sé, George. Nada es seguro...primero tengo que averiguar más y cuando lo sepa, podrá tomar una decisión.

    ¿Qué objeto iba a comprar y por qué tenía tanto misterio en la búsqueda del mismo?

    -----------------------------------------------------------------

    Al terminar el ensayo de Hamlet, Karen dijo a Terry.

    - Lo has hecho magnífico, Terry. Creo que esta vez será mucho mejor que la anterior.

    - No es necesario que hables del asunto, Karen- observó Terry fumando un cigarrillo.

    Karen lo miró entrecerrando los ojos.

    - Pensé que ya no fumabas.

    - Ya no lo hacía...aunque no lo hago muy seguido.

    - Tenía entendido que...en lugar de fumar, tocabas una armónica...-dijo en tono irónico, puesto que sabíen bien quién le había regalado aquel instrumento musical.

    Terry levantó la mirada y dijo.

    - La armónica...aquí la tengo- dijo mostrándola y sopesándola.- No quería tocarla de nuevo...no ahora...no todavía.

    Karen comentó.

    - Creo que deberías buscarla antes de que sea demasiado tarde...quizás después ya no tengas otra oportunidad. Hazla venir a la obra, Terry.- comentó Karen refiriéndose específicamente a Candy. Karen la había conocido en Florida, cuando fue a ver a su tío, el doctor Clays.

    - No sé por qué me estás diciendo ésto, Karen- preguntó.

    - Porque conozco a Candy y ella es una chica especial. Seguramente ahora ya no habrá ningún impedimento para que puedan estar juntos.

    Terry negó.

    - No es tan sencillo, Karen. No quiero que Candy venga tan sólo para verme. Quiero que las cosas se den, que sea el destino quien vuelva a juntarnos. Y estoy seguro que un día eso sucederá. Tengo el presentimiento que, forzando las cosas, será contraproducente. No me perdonaría si volviera a ilusionarme por verla y algo malo ocurriera.

    - Como quieras, Terry, pero sería bueno para ti invitarla y tratar de recuperar el tiempo perdido. Con tu permiso, voy a ver al señor Stratsford.

    - Una observación, Karen- dijo Terry.- Cuando estés haciendo el papel de Ofelia, a solas, debes poner más énfasis en el dolor causado por el desprecio de Hamlet, recuerda que el príncipe le dice que no la ama y ella sufre mucho por su desdén. Debes sentir la emoción, como si fuera a ti misma a quien están rechazando.

    - Te comprendo, Terry. Pero sé bien cómo debo hacer esa escena. Con permiso.

    Cuando Karen se marchó, Terry observó.

    - Karen Clays, nunca cambiarás...-señaló.- La armónica...¿y por qué no?- se preguntó mientras apagaba el cigarrillo e intentaba volver a tocarla como antes.

    -----------------------------------------------------------------

    Candy estaba en la colina de Pony. Ahí aspiró el aire puro cuando de pronto su ser se estremeció. Fue como si escuchara un sonido distinto. El de una música suave y arrulladora que le arrancara el corazón a jirones.

    - La armónica de Terry...-pensó.- La escucho como si estuviera aquí mismo. ¿Por qué, Terry? ¿Por qué sigo escuchando ese sonido como si estuviera grabado a fuego en mi memoria?- se dijo mientras las lágrimas rodaban lentamente por sus mejillas.

    John subió para verla.

    - Candy...¿estás llorando?
    - No, John- dijo ella secándose el rostro- no es nada. Mira, ya estoy bien, es sólo que...esta colina trae para mí muchos recuerdos.

    - Candy, el señor Albert está en el hogar.

    La chica sonrió y dijo.

    - Voy ahora mismo, John.

    El niño bajó corriendo, mientras Candy se detenía tan sólo un poco. Un escalofrío la recorrió.

    - Oh, Albert...¿qué tendrá el destino deparado para nosotros?

    -----------------------------------------------------------------

    Bárbara releía aquel libro, mientras su nana la llamaba insistentemente.

    - Bárbara...ven por favor. Debes arreglarte para salir.

    La muchacha negó.

    - Dile a mi padre que me siento indispuesta y que no puedo ir con él.

    - Bárbara...tu padre se enojará. Tú nunca habías desobedecido una orden.

    - Porque él nunca me había ordenado algo tan injusto.

    - Ya me enteré- dijo la nana.- Créeme que a mí también me desconcierta la actitud del conde pero...una razón muy poderosa debe obligarlo a hacerlo. Debes tratar de entenderlo.

    - Eso haré pero...no voy a acceder a lo que me pide. No puedo casarme con ese muchacho.

    - Bárbara...¿todavía crees que existe alguien como el joven de tu retrato?

    - Por supuesto...es un joven tierno, dulce, estoy segura que he de encontrarlo. Y sólo con él podría casarme un día, nana. He vivido toda mi vida imaginándolo.

    - ¿Y el joven Lowell?- le preguntó.

    El duque Lowell, hijo de una noble familia inglesa, había pretendido tiempo antes a Bárbara. Ella lo había amado mucho pero su relación había sido frustrada, puesto que una mujer llamada Lisa se había encargado de separarlos. Tarde comprendió Bárbara que el amor de ellos era totalmente imposible, puesto que su corazón había sufrido. Sin embargo, se dio cuenta que Lisa y Lowell eran uno para el otro.

    Después de eso, Bárbara recuperó el status social que le correspondía por herencia. Pero ella era una mujer totalmente libre de las conveniencias aristrocráticas. No aspiraba a un título nobiliario. Sólo quería vivir tranquila y feliz. Y ahora creía que existía no muy lejos de ella, ese príncipe capaz de hacerla feliz y a quien ella pudiera entregarle su corazón totalmente.

    Cuando la nana se marchó dijo al retrato.

    - Te prometo que te buscaré hasta encontrarte...así tenga que pasar por encima de la autoridad de mi padre...

    ----------------------------------------------------------------

    Candy llegó al lugar donde Albert aguardaba, tras haber ido a saludar primero a la señorita Pony y a la hermana María.

    - Buenas tardes a las dos.- señaló con una sonrisa.

    La hermana María agradeció.

    - Antes que todo, permítame agradecerle los dulces que envió a los chicos. Estaban tan felices.

    - No, no tiene nada que agradecer- dijo Albert.- Los envié porque los chicos son fenomenales. Me fascina estar cerca de ellos.

    - Dígame, ¿cómo va todo en la ciudad?
    - Muchos asuntos que tratar. En realidad...llevabba ya tanto tiempo de no hacerme cargo formal de los asuntos de la familia que me parece que ha pasado mucho tiempo.

    - No debería preocuparse de más. Es usted un hombre muy inteligente y sabrá guiar a esa familia como es debido- intervino la señorita Pony.

    Candy llegó por fin. Albert la miró con una dulce sonrisa.

    - Candy...
    - Hola, Albert- soltó ella recorriendo la mirada de la cabeza de los Andley.
    - ¿Puedo saber a qué has venido?
    - Quise venir a saludar a los chicos y vine por ti para que celebremos tu cumpleaños en Lakewood. Archie y Annie quieren verte y me parece un buen pretexto.

    Candy se alegró, puesto que sus mejores amigos iban a estar ahí, juntos.

    - Por supuesto...

    Se arregló y al poco rato salió del Hogar de Pony.

    - Volveré en unos días, señorita Pony.
    - No te preocupes, Candy. Tómate tu tiempo y disfruta de la celebración.

    Candy subió al auto de Albert.

    Iban de camino cuando Candy preguntó.

    - ¿Por qué no vino George?
    - Le pedí que no lo hiciera. Quería venir sólo yo por ti.

    Candy sintió un vuelco en el corazón.

    - Pues...ya estoy aquí- sonrió.- A mí también me gusta estar contigo y charlar largo y tendido. Por cierto...¿cómo supiste que quería hablar con Archie?

    - Sólo lo intuí- dijo Albert.- Creí que querrías ver a Archie y a Annie, y visitar la tumba de Anthony y Stear.

    - Exacto. Ese era mi más ferviente deseo que quería compartirte. Gracias por haber venido.

    Albert sonrió. Ver a Candy feliz era para él siempre motivo de interés.

    - Dime, Candy...nunca me has contado, cómo fue tu vida en Lakewood. Durante un tiempo no supe nada sobre ti.
    - Es verdad...no te vi durante muchos meses.

    Albert asintió.

    - Mientras no supe nada, pensé que quizás eras muy feliz y entonces no ibas a necesitarme.

    - Albert...yo jamás he dejado de necesitarte- comentó vivamente Candy.

    William Albert Andley trató de no entender más allá de aquel gesto.

    - Bueno, cuéntame. ¿Qué pasó todo ese tiempo?

    Candy comenzó a contar, mientras los recuerdos llegaban a su mente.

    - Bueno, verás...todo iba bien hasta que un día Tom, del rancho Steve peleó con Anthony.
    - ¿Con Anthony?- preguntó Albert.- Pero si Anthony era muy pacífico.
    - ¿Pacífico? Sí, sí lo era. Pero cuando peleó con Tom no fue por odio, sino por amistad. Sólo midieron fuerzas y Tom y él ganaron la contienda.

    Albert reía a carcajadas, imaginando la escena.

    Candy lo miraba y pensaba:

    - Se ve tan lindo sonriendo. Me parece como si tuviera frente a mí al príncipe de la colina...sí...tú lo eres...y te veo sonreír con tal dulzura que...

    - ¿Que pasó entonces, Candy?-interrumpió Albert.

    Candy continuó.

    - Después de eso, la tía Elroy se molestó con Anthony y lo envió a una vieja finca. Allá él siguó frecuentando a Tom. Y yo no lo pude ver en meses.

    - Debiste sufrir, Candy.

    La pecosa rió.

    - Tom nos prestó una paloma mensajera para comunicarnos. ¡Cómo nos divertíamos enviándonos mensajes secretos! Y yo sufría con los regaños y las restricciones de la tía abuela.

    - Me imagino- dijo Albert divertido.- ¿Y Anthony? Tengo entendido que participó en un rodeo, ¿cierto?

    Candy asintió. Comenzó a recordar cómo la tía abuela estuvo presente y cómo Anthony ganó el rodeo.

    Anthony trataba inútilmente de mantener encerrado al hermoso ternerillo que les habían
    dado de regalo en el rodeo.

    Ella estaba más que feliz de haberlo visto triunfar, a pesar de la desconfianza de la tía abuela. Y sobre todo, estaba feliz de ver a un Anthony muy seguro de sí mismo y muy valiente.

    Llegó a donde Anthony y le preguntó:

    - ¿Qué hacemos, Anthony? No podemos tener por más tiempo al ternero aquí.
    - Lo sé, Candy. ¿Y si vamos a buscar a alguien que lo recoja?
    - Muy bien dicho- señaló Candy.- Quizás Steve pueda tenerlo en su granja.

    Sin embargo, cuando llegaron, se dieron cuenta que iba a ser más difícil de lo que pensaban.
    - Nos regalaron un ternero, Albert. Lo escondimos con Archie y Stear para que la tía no lo encontrara, pero entró sin avisar y la tía Elroy casi se muere del susto.

    Albert se divertía de más.

    Candy le contó a Albert toda la historia.

    La chica recordaba lo sucedido aquel día tan hermoso, uno de los más importantes de su vida.
    -----------

    - ¿Qué hacemos ahora, Candy?- preguntó Anthony.
    - Tendremos que buscarle un lugar al ternerito- dijo la chica.
    - No te preocupes- dijo Anthony al animalito.- Nosotros te adoptaremos.

    Fueron al pueblo y no encontraban a nadie que quisiera quedarse con él. Un caballero, una dama cuya niña habría dado lo que fuera por tenerlo pero ella se negó.

    Por fin, una luz de esperanza. Un hombre se acercó a los muchachos y les dijo.

    - Yo se los compraré.

    Candy y Anthony se tranquilizaron y dejaron que el hombre se lo llevara. Pero se dieron cuenta que era el dueño de una carnicería.

    Albert estallaba en risas.

    - Candy...pobre ternerito. ¿Lo rescataron?

    Candy asintió.
    -Corrimos y lo sacamos de la carnicería y por fin el señor Steve lo compró. Y con el dinero que nos dio por él, nos fuimos a pasear y subimos al carrusel, comimos hot-dogs y terminamos subidos a la torre del campanario de la iglesia.

    - Supongo que...fue un día muy especial para ti. Para ambos...quizás un recuerdo que jamás se borrará de ti.

    - Sí, Albert...jamás...- luego lo miró y añadió.- Albert...me encanta cuando te interesas tanto por las aventuras de los chicos.

    - Fueron momentos importantes en la vida de Anthony y también en tu vida. Y yo quiero conocer todos los detalles de tu vida.

    - Albert...tú conoces mucho de mi vida...y has compartido conmigo tantos momentos...tú más que nadie has estado en instantes tan importantes para mí.

    Albert la miró con suma dulzura. Era como si albergara una esperanza diluida en el mar de sus ojos verdes.
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 8 Injusticias y encuentros

    Terry tomó el telegrama en sus manos y apenas pudo leer las pocas líneas que había en ellas:

    "Vuelvo a Inglaterra. Asuntos urgentes. No veré Hamlet. Prepárate. Compromiso en puerta. Adiós."

    -¿Compromiso en puerta? ¿De qué demonios habla?- se preguntó.- Sea lo que sea, estoy seguro que mi madre sabe algo al respecto.

    Apretó de nuevo el telegrama y lo guardó.

    Siguió ensayando la mejor escena de Hamlet:

    "Ser o no ser, ésa es la pregunta. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones."


    Llegaba en la escena el turno de Ofelia, el personaje que Karen interpretaría. Sin embargo, Terry no puso atención casi a ninguna de las palabras de Ofelia. Más le parecía repetir un monólgo bien aprendido, que percibir los cambios de las líneas de su compañera.

    Al terminar el ensayo, Stratsford le preguntó.

    - Terry...¿te pasa algo? Te noté un poco distante. No había conexión entre tú y Karen.
    - Lo siento...traigo un pequeño pendiente, señor. Lo que sucede es que...es un asunto familiar.
    - ¿Ocurre algo con Eleonor?
    - No...no es eso. Sólo permítame arreglar ese asunto y verá que no habrá ni una sola distracción.
    - Eso espero, Terry. Queda tan sólo casi un mes para la representación. No puedes permitirte estar distraído.
    - No lo estaré, se lo prometo.

    Terry salió para tomar el aire. Volvió a tocar la armónica.

    - Candy...hoy, precisamente hoy, me siento extraño. Como si algo muy delicado fuera a suceder. No puedo explicarlo pero...espero que sea sólo mi imaginación. Espero que hoy estés más feliz que nunca. Pronto...sé que muy pronto nos encontraremos y si el destino así lo quiere, trataré de recuperar tu amor...

    ---------------------------------------------------------------

    Albert llegó con Candy a Lakewood. Descendieron del automóvil y Albert abrió la puerta para que Candy bajara.

    - ¿Quién está aquí?- preguntó Candy, intrigada.

    - Ya lo verás- dijo Albert, guiñando el ojo.

    Al entrar a la casa, encontró algo extraño. E inmediatamente escuchó un grito en coro:

    "¡Feliz Cumpleaños, Candy!"- decían a coro Annie, Archie, Patty y algunos de los antiguos sirvientes, entre ellos Dorothy y el señor Whitmann.

    - Gracias a todos...-musitó Candy muy emocionada.

    Archie se acercó y le tomó las manos.

    - Que pases un muy feliz cumpleaños, Candy. Habías celebrado tu cumpleaños con los chicos del hogar, pero no en tu casa, la casa de los Andley.

    Candy bajó los ojos. Ella no se consideraba una Andley del todo.

    - Y dime...¿está aquí...la tía Elroy?

    Albert respondió:

    - No, no está. Pero eso no importa.

    Candy sonrió, a pesar de que estaba triste; al parecer, la tía abuela nunca cambiaría respecto a su opinión respecto a ella.

    Albert había invitado a algunos amigos suyos. En la parte superior, en una habitación especial, había algo para ella.

    Albert le dijo:

    - Candy, Dorothy te llevará a la habitación superior.
    Ahí hay algo que debes ver.

    La joven asintió. Annie se ofreció a acompañarla.

    Estando ahí, Dorothy dijo:

    - Señorita Candy, su vestido.

    Candy rió.

    - No tienes que ser tan ceremoniosa, Dorothy. Estás en confianza. No tienes que cumplir con nadie.

    Dorothy sonrió.

    - Me encanta atenderte así, Candy. Y algo me dice que tendré que hacerlo con más frecuencia.

    Candy no comprendía a qué se refería Dorothy. La muchacha dijo a ambas.

    - Las dejo para que conversen. En un rato vengo para ayudarte a vestir.

    Cuando Dorothy se marchó, Annie le dio un gran abrazo y le dijo.

    - ¿Qué recuerdos te trae esta casa?
    - Son muchos y muy hermosos, Annie- dijo Candy.

    Entonces refirió a su amiga el recuerdo sobre la primera fiesta en esa casa junto a Anthony, Stear y Archie.

    - Aquella mañana llegué en el auto de la familia Leagan. Había recibido una invitación especial de parte de Archie y Stear. Y estaba muy emocionada, pero los Leagan me dejaron venir sin ropa de fiesta.

    - Qué pena, Candy.- dijo Annie.

    Pero Candy sonrió.

    - No digas eso, Annie; cuando llegué, Anthony salió y me recibió también con alegría. Fue maravilloso- dijo Candy casi con lágrimas de emoción.

    Annie se emocionó también. Candy continuó.

    - Esa fiesta fue muy especial. Los muchachos arreglaron un vestido para mí, y cuando ya todos estaban abajo, bajaron conmigo, Anthony me prestó las joyas de su madre y yo bailé con él, con Stear y con Archie.

    Annie dijo:
    - Ya me imagino lo hermosa que te veías.

    Candy recordó ese instante y también la comida en la que ella había llevado aquel hermoso vestido verde.

    Dorothy se había encargado de arreglarla mientras los muchachos la esperaban para escoltarla hasta el comedor.

    Tocaron la puerta y dijeron al unísono:

    - Candy, ¿ya estás lista? Te estamos esperando para acompañarte.
    - Adelante- dijo ella.

    Frente a sus ojos, los chicos tenían a la jovencita más hermosa que hubieran visto antes.
    Anthony esbozó, azorado:

    - ¡Soberbia!
    - Qué hermosa- dijo Archie.

    Mientras tanto, Stear decía algo similar.

    Anthony seguía boquiabierto. Candy se sentía feliz, puesto que notaba que su dulce amor estaba encantado con ella.

    - Sus ojos verdes...su verde traje...-decía Anthony enamorado.

    Pero por fin bajaron a cenar.

    Candy truncó ese recuerdo, cuando alguien tocó la puerta.

    - ¿Ya puedo pasar a cambiar a la señorita?

    - Un momento más, Dorothy- dijo Annie.

    Candy dijo:

    - ¿Deberíamos hacer esperar a Dorothy y a los demás?
    - Quizás no pero...quiero hablar contigo, Candy.
    - Dime, Annie.

    Annie empezó.

    - ¿Has notado qué bien se veía Albert en ese traje?

    Candy miró a Annie extrañada y respondió con otra pregunta.

    - ¿Qué quieres decir con eso, Annie?

    - Nada, sólo saber si te habías dado cuenta. Albert siempre vestía muy informal, pero ahora...

    - Albert es el mismo con o sin traje, Annie. Él no disfruta vistiéndose de ropa fina. Él es así...si ahora tien que hacerlo es por necesidad.

    Annie insistió.

    - Tienes razón, Candy. Oye...¿te has preguntado por qué Albert no se ha casado aún?
    - A él le gusta la libertad. No me lo imagino casado o enamorado.

    Su amiga asintió.

    - Yo tampoco, aunque, quizás hay veces que la gente cambia con el tiempo.

    Esa última frase hizo que Candy se quedara ligeramente pensativa.

    -----------------------------------------------------------------


    Cuando terminó el ensayo, Terry volvió hacia su departamento. La señora Grant dejó un recado para él.

    - Joven Terry, ha venido a buscarlo la misma dama de la otra vez.

    Terry sabía que se trataba de su madre.

    - ¿Qué le ha dicho?
    - Que le espera en el café del otro día...

    Terry ya no subió a su habitación. Así que salió de nuevo.

    Tomó su auto y salió hacia el café. Ahí, un hombre le dijo:

    - Perdone...una mujer me ha dejado una nota para usted. Me dio sus señas.

    La nota decía algo sobre el Hotel Wellington.

    Terry no sabía si ir, pero tal vez la búsqueda de su madre tenía que ver con el telegrama de su padre.

    Entonces decidió entrevistarse con ella.

    - Quizás tenga que salir de viaje.

    Así, decidió que debía ir a buscarla y entrevistarse con ella.

    Tomó un auto para no despertar sospechas. Sin embargo, al llegar, un periodista lo reconoció y lo siguió tratando de no llamar la atención. Entonces lo escuchó preguntar:

    - ¿En qué habitación se hospeda la actriz Eleonor Baker?

    El periodista ya no averiguó más. Terry, en tanto, subió una amplia escalera.

    Al llegar arriba, tocó la puerta de la habitación 202.

    Eleonor abrió.

    - Oh, Terry...has venido.

    Terry entró en la habitación.

    Eleonor lo hizo sentar.

    - Terry...supongo que ya te puso al tanto tu padre.
    - ¿De qué?- preguntó a su vez, Terry.

    Eleonor intentó explicarlo.

    - Richard quiere que...te cases en un par de meses.

    Terry puso el grito en el cielo.

    - ¿¿Casarme?? ¿En qué estaba pensando mi padre cuando dijo eso?

    - No lo sé, Terry- comentó Eleonor.- Sólo sé que me insistió en que te dijera que debías obedecerlo, que era por tu bien y que no estaba dispuesto a escuchar un no tuyo por respuesta.

    - ¿Desde cuándo a mi padre le importa tanto mi bien?- replicó Terry.- ¿Y por qué te hace intervenir a tí, mortificándote solamente? Por eso lo odio.

    - No deberías odiarlo. Eres su hijo mayor y por eso piensa en lo que él cree que te conviene.

    - ¡El nunca ha sabido lo que me conviene! Y no pienso obedecerlo. No quiero que él gobierne mi vida. ¿Ya volvió a Inglaterra?

    - Sí...

    - Pues, si insiste con alguna carta, iré yo mismo a verlo a Londres. Lo enfrentaré y le diré que no voy a aceptar ese absurdo compromiso.

    Eleonor estaba de acuerdo. Ella tampoco quería que Richard Grandchester insistiera con ese asunto respecto a su hijo.

    ---------------------------------------------------------------

    En Lakewood, Candy bajó de la habitación. Albert la miró con suma dulzura y recorriéndola con la mirada dijo:

    - Te ves muy hermosa, Candy.

    Ella sonrió ligeramente. Albert bajó la cabeza y la llevó hasta la mesa.

    Todos comieron, disfrutando de ese momento tan especial. Albert sonreía. Su verdadera familia estaba con él. Candy no podía evitar pensar en lo que Annie le había dicho.

    - Albert...es verdad. Tú nunca habías vestido así antes pero...te ves muy bien. Y no sé por qué pero me siento muy bien a tu lado. Sin embargo...

    -Candy- dijo Archie.- Supongo que vas a quedarte unos días.

    - Por supuesto- respondió Candy.- He venido para que estemos todos juntos y aprovechar para conversar también con Anthony y Stear.

    Albert repuso.

    - Debes entender que somos tu familia y que todos estamos contigo, en todo momento. Yo, personalmente, te ofrezco lo que te corresponde.

    - Gracias, Albert. Aunque lo único que a mí me interesa es el cariño de todos ustedes. Sólo eso...

    La tarde pasó en buena compañía, algo de baile y de risas.

    Albert caminó junto a Candy entre el rosal.

    - Estas rosas siempre me recuerdan a mi hermana, Candy. A Anthony, y a ti.

    Candy suspiró un momento para esbozar unas lágrimas.

    - Cuando Anthony murió pensé que me moriría. Creí que jamás volvería a sonreír. Y tus palabras me hicieron abrir los ojos.

    - Sólo quería que no te hundieras en un mar de lágrimas, que tu corazón no se contristara y eso te hiciera enfermar más. Anthony no quería tampoco eso para ti.

    - Lo sé. Pero ahora, este lugar me hace pensar en el alma de tu hermana, la madre de Anthony. Dime, ¿cómo era ella?

    - Tan hermosa, noble y buena como tú, Candy.

    La pecosa sonrió mirando a Albert con ojos aún cristalizados. Albert continuó.

    - Aún no me has dicho, Candy. ¿Por qué querías ver a Archie, Annie y Stear?

    - Tú lo intuías. Dime la razón- jugó Candy.

    - Déjame adivinar...-siguió el juego Albert.- Quizás querías...venir a burlarte del vagabundo que se ha hecho cargo de la familia Andley- guiñó el ojo.

    - No era esa mi intención- comentó Candy- pero...puede ser buena idea.

    Albert la correteó por el rosal, hasta que se detuvo en un gran árbol.

    El joven sonrió. Candy no supo qué decir.

    - Candy- dijo Albert.- Cuando te adopté, deseaba que te convirtieras en una dama. Pero...tú eres mucho mejor de lo que imaginaba. Me hace tan feliz ver en lo que te has convertido. Pero yo nada he tenido que ver...

    Candy se quedó estática. Luego respondió.

    - Hasta ahora me doy cuenta de que siempre has estado a mi lado.

    Una mirada que iba más allá de los dos mantuvo sus rostros unidos. Pero Archie y Annie los hicieron reaccionar. Albert dijo:

    - Ven, vamos con los demás. Adentro podremos platicar un poco más.

    Aún había tantas cosas por decir.
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 9 Un acuerdo secreto

    Terry deambulaba por la habitación del hotel, tratando de pensar en lo que haría.

    - Quisiera poder entender qué llevó a mi padre a intentar llevarme a esa decisión tan precipitada.

    - Yo tampoco lo entiendo. Pero sabes que no es la primera vez que tu padre trata de obligarte a hacer algo que no quieres...

    Terry asintió, recordando las duras palabras que le entregó en el colegio San Pablo, al saber que había visto a Eleonor Baker:

    - Eleonor me envió una carta, Terruce- dijo el duque.- Dice que quiere vivir contigo.- Así que has vuelto a ver a esa mujer.

    Los ojos de Terry se encendieron de furor.

    - Ten mucho cuidado con la forma en que te expresas de ella...esa mujer, como tú la llamas despectivamente, ¡es mi madre!

    El duque apretó los puños.

    - Mi esposa...
    - Tu esposa no es mi madre. No conseguirás que ella lo sea. ¿Quieres que te recuerde su trato cuando volví de América? ¿Ya se te olvidó la manera en que se burló de mí y de ella? "No puedes ocultarlo...llevas su sangre en las venas...la sangre de una americana indecente". ¿Qué se piensa su mujer, señor duque de Grandchester?

    - No admito que te expreses así de ella, Terruce. Esa mujer americana...

    - Insisto. Esa mujer es mi madre y la voy a defender con mi vida...-repuso el muchacho.

    Pero el duque arqueó los labios y volvió el rostro de lado con molestia.

    - No debes ser tan teatral como ella. Detesto la gente que es así.

    - ¡Cállate!- soltó al fin.

    Pero el duque no dijo nada más. Asestó una bofetada en el rostro de Terry, haciéndolo caer a un costado de la ventana. El duque practicaba esgrima y lucha, quizás por eso tenía tanta fuerza.

    - Te prohíbo que vuelvas a verla- insistía.- Si lo haces, te voy a desheredar- fue la dura sentencia del padre.

    Terruce lo vio marcharse, sintiendo un odio interior que sabía debía calmar."



    -¿Qué piensa?- insistió Eleonor.

    - En nada...en la intransigencia de mi padre. Pero...ya no soy un muchacho...soy un hombre y voy a defender lo más preciado que tengo después de la vida: mi libertad.

    - Sin embargo, estoy segura que renunciarías a ella sólo por alguien más...

    Terry tomó un semblante dulce.

    - No sería renunciar a ella, sino compartirla con ella...estás hablando de Candy, ¿cierto?

    - Sí...¿pensaste lo que te dije? ¿Aceptarás que envíe invitaciones para ella?

    Terry dudaba.

    - No estoy tan seguro. Sabes que anhelo verla...pero tengo miedo de Hamlet y de mí. Hamlet es como una maldición extraña que me persigue y no quiero que ella se vea afectada.

    - No digas eso, Terry- repuso Eleonor. - Hamlet será tu reivindicación como actor, tu consagración teatral. Y entonces, podrás compartirla con ella y serás muy feliz.

    Entonces una leve esperanza asomó a sus ojos.

    - Tus palabras me hacen tanto bien, madre. Más de lo que te imaginas.

    - Yo sólo quiero que seas feliz. Trataré de hacer que Richard se calme, pero sabes que no tengo buena influencia sobre él.

    - No te preocupes, si crees que se alterará más, es mejor que no trates de evitarlo. Yo me enfrentaré a él...es necesario. Pero sólo hasta que haya pasado Hamlet. No más...

    - Estoy seguro que Richard opina lo mismo. Si se ha marchado y no te ha insistido en irte con él, es porque esperará a que termine la temporada teatral y te hará ir.

    - E iré...y me escuchará...-dijo Terry con serenidad.

    -----------------------------------------------------------------

    Mientras tanto Candy comía pay junto a Annie, Albert y Archie.

    - Supe que es tu favorito, Candy.-dijo Albert.
    - ¿Quién te lo dijo?
    - Nosotros, Candy- respondió Archie.- Stear, Anthony y yo se lo contamos en una carta.

    - Entrometidos- dijo en tono de broma.

    Todos rieron.

    Archie se puso triste.

    - ¿Aún lo extrañas, verdad?- preguntó Candy.
    - Sí...extraño mucho a Stear...ahora mismo ya estaría inventando algo para divertirnos o sorprendernos.

    - Lo sé- dijo.

    Albert se quedó callado.

    Patty estaba afuera.

    Candy se levantó y fue a buscarla.

    - Patty...

    La jovencita de lentes aún no dejaba de pensar en él.

    - Stear está en el cielo, velando por ti, Patty.

    - Ahora comprendo el dolor que debiste sentir cuando Anthony murió, Candy.

    Candy sollozó levemente.

    - Sí...es un dolor indecible, Patty- dijo mirando al cielo, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.- Sabes que nunca lo volverás a ver y tu dolor se convierte en angustia.

    - Sin embargo, te queda el consuelo de que vivieron y murieron en paz.- dijo Patty.

    Candy asintió.

    - Es cierto, Patty...es totalmente cierto. Y dime...¿no has pensado en alguien más?
    - No podría, Candy. Stear aún está presente en mi vida.
    - Lo mismo pensaba yo cuando conocí a Terry. Creí que jamás podría olvidar a Anthony.
    - Y...¿tú ya olvidaste a Terry, Candy?- preguntó Patty.

    La chica gustaba de ser sincera y decir las cosas firmemente a quienes amaba. Y entre ellas estaba Candy. La rubia tomó las palabras por tales, repletas de verdad.

    - Patty...no sé qué responder. Siento que esa historia ha quedado atrás. Pero...hay veces en que quisiera verlo, saber que está bien...sólo me entero por los diarios. Como ahora, que sé que representará a Hamlet...

    - ¿Y no sientes ganas de ir a verlo? Podrías...

    - No lo sé, Patty...es difícil de decir. En unos días tengo que volver al hospital.

    - Sólo te pregunté si ya lo olvidaste...

    Candy la miró frente a frente y dijo:

    - No...

    Patty la abrazó con fuerza.

    - Eso es algo que duele más...saber que está vivo y no poder ir hacia él.

    Candy pensó en algo pero quizás se trataría de una tontería. Pero en la menor oportunidad se la preguntaría a Albert.

    Volvieron adentro para seguir charlando respecto a las peripecias que vivían de chicos.

    - No sé cómo definirte, Archie. Siempre has sido un buen chico, pero algo pretencioso.

    - No digas eso, Candy. Ahora soy subgerente del banco de Chicago.

    Annie sonrió.

    - En ocasiones no sabe qué hacer, Candy.

    - ¿A qué te refieres?

    - A veces decide salir a pasear o se dedica a leer. Pero tengo la sensación de que se aburre mucho.

    Candy preguntó.

    - Y...díganme...¿cuándo se casan?

    Archie se atragantó con el pay. Albert rió y luego se recompuso pensando.

    Candy rió un segundo más. Archie y Annie dijeron.

    - Ya volvemos. Vamos por un álbum de fotos que trajimos de cuando fuimos con Annie a esquiar.

    Cuando ellos dos se marcharon, Candy dijo a Albert.

    - Te veo un poco pensativo, Albert.
    - No es nada, Candy- dijo él.- Es sólo que no quisiera que este tiempo terminara para poder pasarlo contigo.
    - A mí también me gustaría que este tiempo se detuviera...pero sé que tengo que volver al hospital. Es mi vida y lo sabes.
    - Sí...y yo la respeto. Aunque, yo también quiero volver a hacer cosas distintas, como antes.

    - ¿Piensas volver a Africa?
    - No lo sé...quizás, pero...no por ahora. Tengo pendientes muy urgentes aquí. Candy, ¿qué esperas del futuro?

    La pregunta era muy difícil de responder inmediatamente.

    - Pues...no lo sé...la guerra sigue latente que no sé que esperar.
    - ¿No has pensando un día en que te casarás...qué harás...dónde formarás tu familia o con quién?

    Candy dudó.

    - No lo he pensado como tal. Han pasado tantas cosas recientemente.

    - Lo sé...apenas hace casi un año que pasó lo de mi aparición como cabeza de los Andley, tu retorno al hospital Saint Joseph...pero, ¡cuánto quisiera que pensaras en tu futuro! Y ayudarte a conseguirlo.

    - No debes preocuparte por eso, Albert. El destino que nos trazamos debemos seguirlo sin importar las consecuencias y luchar personalmente para conseguirlo. Y dime...¿tú ya pensaste en eso?

    Albert dudó y dijo.

    - No exactamente pero...no lo descarto, Candy.
    - ¿Ya has pensado en alguien?
    - No he tenido mucho tiempo para eso pero...creo que pronto tomaré manos a la obra.

    Candy suspiró. Albert pensaba ya en formar pronto una familia. Luego preguntó:

    - Quería preguntarte algo pero...no sé si deba.
    - ¿De qué se trata, Candy?
    - ¿Por qué no has vuelto a ver a Terry? El era tu amigo...

    Albert se puso en pie y respondió.

    - Terry escogió su camino...yo soy parte del pasado. Él no me ha buscado tampoco. Quizás piensa que como soy la cabeza de los Andley, ya no podríamos vernos igual. Además...él querría verte...y no sé si eso sea bueno para ti.

    Candy pensó que tal vez como su tutor, Albert había hecho lo correcto. Sin embargo, William Andley le habia ocultado algo que había pasado tiempo atrás y que quizás nunca le contaría a Candy.

    Un par de meses atrás, cuando Candy estaba en el hospital, una visita sorpresiva llegó a Lakewood. Ese día estaban Elisa y Neal en la casa de los Andley.

    - ¿Terry...Terry Grandchester aquí?- dijo Elisa.

    Neal se asomó por la ventana. Era Terry que estaba en la parte inferior, sin atreverse a mirar al balcón.

    Archie salió por la puerta principal.

    - Terry Grandchester...
    - Archibald Cornwell...-dijo Terry en tono irónico.- Cuánto tiempo sin vernos, muchachito.
    - Eso fue hace tiempo, Terry. Ahora yo soy un ejecutivo y tú un actor.

    Terry sonrió y preguntó.

    - ¿Está aquí William Andley?
    - Sí...pasa. Le avisarán que estás aquí.

    Elisa se acercó inmediatamente.

    - Hola, Terry. ¡Qué sorpresa tan grande!

    Pero Terry no le respondió. Neal lo miró con dureza.

    - ¿A qué has venido aquí? ¿Vas a dar alguna función para los Andley? Dime...¿ya superaste tu adicción por el alcohol?

    -¡Callate, Neal!- gritó Terry.- O soy capaz de romperte la cara.

    - El peleonero de siempre...-dijo Albert mirándolo con alegría.

    Terry se acercó a él y lo saludó, extendiéndole la mano.

    - Albert...

    Ambos se miraron fijamente. Tenían a alguien en común que los había vinculado durante mucho tiempo.

    - ¿Puedo hablar contigo?

    Albert asintió.

    - Ven, vamos a mi despacho.

    Ya dentro, Albert le preguntó.

    - Terry...me alegra verte. Pero dime...¿a qué has venido?
    - Quería ver una cara amiga...eres el único amigo verdadero que tengo. En el medio donde estoy no puedo confiar casi en nadie, sin pensar que están mirándome con recelo.
    - Te entiendo...aquí es igual. La familia Andley me ha puesto al frente de nueva cuenta pero la gente de sociedad no sabe ya cómo mover sus piezas para salir siempre beneficiados. Los Leagan, por ejemplo, han movido cielo y tierra con tal de tener un puesto prominente en los negocios de la familia.

    - Albert...¿no sientes tentación de dejar todo ésto e irte de nuevo?
    - No puedo- dijo Albert- no es tan sencillo como antes, Terry. Hay muchas cosas que necesitan atención de mi parte y miembros de la familia que necesitan de mi protección.

    Terry entonces hizo la pregunta obligada.

    - Albert...¿dónde está ella?

    Albert dudó y luego respondió con otra pregunta.

    - ¿Para qué quieres saber? Supe que murió Susana Marlow...lo siento.

    - Gracias pero...es que...sólo ella podría darme el consuelo que necesito. Suena muy egoísta de mi parte pero...la muerte de Susana no me dolió tanto, sino la soledad...Albert...sigo amando a Candy como el primer día.

    Albert guardó silencio y luego añadió.

    - Si de verdad la amas, dale tiempo. Ella necesita rehacer su vida, seguir su camino y recuperarse del duro golpe que significó la separación de ustedes. Si vuelves justo ahora que te sientes solo, la lastimarás más. Enfrenta tus fantasmas, Terry. Ordena tu vida y quizás después, todo sea más fácil. Aunque...piensa en algo más. Candy tiene derecho de rehacer su vida con alguien más.

    Terry levantó la mirada y respondió.

    - Eso también lo he pensado...y aunque me duela, sé que tienes razón. Por el momento no la buscaré pero...prométeme algo, por favor.
    - Dime...
    - Cuídala mucho y evita que alguien la lastime más. Haz todo lo que esté en tus manos para que los Leagan no la afecten ni perjudiquen.

    - No te preocupes, Terry, mientras yo esté a cargo, nadie volverá a dañar a Candy nunca más...

    Terry sonrió levemente. Albert y él habían hecho un acuerdo.


    ------------------------------------------------------------------

    Candy miró a Albert de nuevo pensativo.

    - No te pongas tan serio- dijo ella.- Mira, ya vienen Archie y Annie.

    Entre los cuatro miraron las fotografías riendo de las caras graciosas de Archie y de sus caídas estrepitosas en la nieve.

    - Annie gritaba como desesperada- dijo Archie.
    - Tú me empujaste, Archie- contestó Annie.
    - Siempre le tuviste miedo a los acantilados, Annie. Sigues tan miedosa como siempre.

    Candy los veía tan lindos juntos...se sentía feliz por su amiga. Y de pronto, sin proponérselo, comenzó a fantasear un poco con su futuro. Y una idea loca cruzó por su mente: ¿qué hubiera pasado si no se hubieran encontrado ella y Terry en el establo aquella noche en el colegio San Pablo? Quizás Elisa habría quedado como una mentirosa y ellos dos se hubieran salvado. "¿Qué hubiera pasado?"- volvió a preguntarse Candy. Y entonces, trató de evocar y modificar aquellos tristes recuerdos.

    Por fin, después de un rato, Terry se marchó del hotel.

    - ¿A dónde irás, madre?- preguntó Terry.

    - Voy a orillas del lago Michigan- dijo ella.- Habrá una temporada de teatro y parece que están empezando a hacer cine.

    - Cine...no me atrae como el teatro pero si a tí te gusta.

    - No es lo mismo, Terry, pero lo intentaré. Cuídate y espera noticias mías.

    - Por supuesto. Hasta pronto...

    Terry se cubrió y salió del hotel intentando no ser visto.

    Volvió rápidamente al departamento y saludó a la señora Grant que ya se iba.

    Fue a su escritorio, buscó el libro de Hamlet y continuó estudiando. Luego, decidió ir escribiendo a su padre una larga carta para tratar de explicarle que no debía insistir con lo del compromiso. Entonces, buscó la carta que había escrito a Candy, pero no la encontró.

    - ¿En dónde la habré dejado?- pensaba.- Tengo que encontrarla...Candy...¡cuánto quisiera volver a verte!

    Entonces comenzó a recordar aquel momento cuando llegó herido y por equivocación al cuarto de la pequeña pecosa:

    Era de noche. Casi de madrugada. Un joven venía apoyado de otro un poco más alto, trastabillando y jadeando.

    - Ya falta poco, muchacho- dijo el hombre alto.- Ya casi llegamos.

    - No debiste tomarte tantas molestias por mí- dijo el chico.

    - Lo hago solamente porque no podía dejarte así, en la calle. Debí haberte llevado al hospital.

    - No es conveniente- dijo el muchacho- armarías un escándalo y no quiero que nadie se entere.

    - Trata de descansar. Pero si no estás bien, debes buscar que te revisen.

    - Así lo haré, lo prometo.

    - Y de paso- insistió el hombre alto- procura no beber de más y evita pelearte con cualquier tipejo en la calle.

    - Trataré...sólo que no me busquen porque me encontrarán.

    Llegaron por fin. El hombre alto lo ayudó a entrar por la ventana que daba al pasillo.

    - Ve con cuidado.
    - Aquí ya puedo solo, gracias.

    Estando dentro, avanzó unos cuantos pasos y empujó la puerta de lo que pensaba era su habitación. Cayó al suelo y se dio cuenta que ese no era su cuarto.

    Una silueta femenina de cabello rubio se levantó y encendió las luces, cerrando la puerta.

    - ¡Terry! ¿Qué haces aquí?
    - ¿Era tu cuarto, pequeña pecosa?- preguntó Terry apenas dándose cuenta.- Lo siento, se equivocó...
    - Mira cómo vienes- dijo ella con preocupación.- Te curaré...-dijo tomando agua para secarle el rostro.

    - Eran muchos contra mí. Era una pelea en desventaja. Un tipo que pasó me ayudó y me trajo hasta acá.

    - Terry...hueles mucho a alcohol- dijo percibiendo el olor.

    Terry le resopló.

    - ¿Te parece?
    - ¡Cretino! ¡Violaste el reglamento!

    Pero él estaba afiebrado y se quejaba profusamente, mientras una herida en su pierna sangraba.

    - Tenían un cuchillo- dijo ella.
    - Sí...
    - Espera- dijo tomando una tela y apretándola para hacer un torniquete.

    Terry se quejaba.

    - ¡Ay! ¿Estás segura que no estás vengándote de mí, pequeña pecosa?
    - Soy Tarzán Pecosa, no te equivoques...tú me bautizaste- le recordó.
    - Gracias por recordármelo- dijo él, tratando de bromear.

    Pero el dolor era aún más fuerte.

    Candy lo recostó y salió a buscarle medicamentos.


    Terry salió de su pensamiento.

    - Perdóname, Candy. Jamás te di las gracias como debía...pero siempre te bendije por lo que hiciste conmigo.

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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Cap. 10 ¿El "hubiera" no existe?

    Bárbara estaba en el jardín. Revisaba a los animales que pertenecían a su familia, en especial los caballos, que eran su animal favorito.

    - Príncipe, estoy segura que a ti te encantan los animales tanto como a mí. Por eso, cuando te vea, te reconoceré por eso.

    La nana la escuchaba.

    - Bárbara, será mejor que tu padre no te escuche decir eso o se molestará.

    - No me importa lo que mi padre pueda decirme al respecto, nana. Él no podrá aunque quiera, obligarme a casar con alguien que no amo.

    - Entonces, ¿piensas desobedecerlo?

    Bárbara suspiró hondamente, mientras respondía:

    - Quizás, nana...todo puede suceder...

    ----------------------------------------------------------------

    Terry buscó incansablemente la carta que había escrito para Candy. Pero, por más que lo hizo, no consiguió encontrarla.

    - No puede ser...¿dónde habrá quedado esa carta?

    Bajó las escaleras para tratar de hablar con la señor Grant pero ya no la encontró.

    - Ella seguramente debe haberla tomado o tirado por equivocación...espero que me la entregue enseguida.

    Se fue a descansar. Aquel día había sido muy ajetreado. Pero, a pesar de su cansancio, pasó su tiempo pensando en Candy. En todo lo hermoso que pudieron haber vivido y que quedó truncado por aquel sacrificio injusto que ambos decidieron hacer.

    - Dicen que el "hubiera" no existe, Candy- pensó- pero...si tan sólo pudiera saber qué habría pasado si no hubiera caído aquella estructura sobre las piernas de Susana...sé que es muy pronto para que puedas perdonarme pero...desde aquí quisiera que me escuchara pedirte que me perdones, que sigo esperando el momento de volver a verte. Y quizás, eso pueda darse muy pronto...

    Entrecerró los ojos y tomó la armónica para tocar un poco, tal vez con la esperanza de que Candy pudiera escucharlo.

    ---------------------------------------------------------------

    Al día siguiente se levantó temprano. Fue a donde la señora Grant y le preguntó:

    - Señora...¿encontró de casualidad una carta que estaba sobre mi escritorio?
    - ¿Una carta?- se preguntó la señora.- Ah, sí, una carta. La mandé con las otras, pude notar que la había usted olvidado...

    Terry se quedó estupefacto.

    - ¿Paso algo, joven?
    - No, señora...nada...-se dijo.

    Su corazón dio un vuelco. Pronto Candy se enteraría del contenido de la carta.

    - Sé que Albert pensará que he roto el acuerdo que hicimos pero...él sabrá entender. Si la carta llega a manos de Candy, ella comprenderá mi sufrimiento.

    Trató de calmarse. Entendió que el vino de nada le serviría para relajarse y decidió ir a practicar un poco más para la obra.

    Cuando llegó a la compañía, permaneció solo un rato repasando algunas líneas. Entonces imaginó que Candy estaba ahí, mirándolo, escuchándolo y su mente y corazón se llenaron de inspiración.

    - Este Hamlet estará lleno de vida por ti, Tarzán Pecosa- murmuró.

    Y en un descanso, comenzó a recordar lo sucedido en Broadway y a imaginar lo que habría sucedido si Susana no hubiera perdido la pierna:

    "Todavía en su mente vagaban las últimas palabras de Susana, cuando le confesó que lo amaba:
    - Te amo, Terry, y no voy a compartirte con nadie..."

    La vio salir corriendo. Por un momento se sintió mal, pero estaba seguro de sus sentimientos. Candy no había salido de su corazón y Susana debía entenderlo.

    Días después había estado ensayando mucho. Susana trataba de cruzar palabra con él, pero Terry sólo podía dedicar tiempo a estudiar su papel, tratando de imaginar las reacciones de Candy en el público.

    Susana se veía un tanto triste. Pero pensaba que tal vez, realizando su papel convenientemente, Terry conseguiría enamorarse de ella.

    Un día, mientras ensayaban, unas luces cayeron estrepitosamente sobre el escenario. Susana apartó el cuerpo de Terry con fuerza, impidiendo que las luces cayeran sobre él. El muchacho se quedó un tanto desconcertado.

    Agradeció a Susana su gesto.

    - Creo que no tengo palabras para agradecerlo, Susana.
    - Terry...

    Ya a solas, ella le dijo.

    - Te salvé porque te amo...¿no te demuestra eso lo mucho que te quiero?
    - Susana...yo...
    - No digas más...yo sólo te salvé, pero no soy nadie para esperar nada de ti...

    De nuevo, Terry sintió que su ser se contristaba.

    - Susana...mi corazón ya pertenece a alguien más...no puedes competir con eso.

    Por fin, la fecha del estreno de Romeo y Julieta llegó. El día anterior iría a recibir a Candy a la estación.

    Terry estaba sumamente nervioso. Pero trataba de calmarse.

    Llegó a la estación con una hora de anticipación. De pronto, el tren arribó y de él descendió la pecosa a quien él tanto quería.

    - ¡Candy!- gritó enamorado.

    Corrió hacia ella y apenas pudiendo contenerse, la abrazó con fuerza. Candy lloró por la emoción. Terry apenas podía creer que Candy estaba ahí, frente a él.

    - Candy...te ves tan linda...
    - Tú estás muy alto y muy guapo.

    Terry estaba ansioso por besar de nueva cuenta a la muchacha pero no se atrevía del todo.

    Fueron a tomar un café. Ella no se cansaba de mirarlo.

    - Apenas puedo creer que estés aquí...

    Terry tampoco dejaba de mirarla.

    - Yo menos...tengo tantas cosas que preguntarte pero no sé por dónde empezar, Candy. Quisiera tener todo el tiempo del mundo.

    Candy sonreía al escucharlo. Terry le reveló parte de la travesura.

    - ¿Sabes por qué te envié sólo un pasaje de venida?

    Candy dudó.

    - Eso es algo que me vengo preguntando todo el día...

    Terry reveló:

    - Es que...quiero que te quedes conmigo...

    Candy se sonrojó. Eso implicaba quizás algo más respecto a sus vidas. ¿Qué tendría pensado hacer Terry al respecto?

    - Eso quiere decir que piensas no dejarme volver al hospital.
    - Exacto. Te voy a secuestrar- guiñó el ojo y dijo en tono maquiavélico.

    Candy lejos de enojarse se sonrojò vivamente. Terry lo percibió y sonrió diciendo.

    - Antes que eso, Candy, cuéntame...¿cómo estuvo tu viaje?

    - Aunque te lo contara, no lo creerías- dijo Candy.- Apenas pude tener tiempo para abordar el tren.

    - ¿Por qué? ¿Te paso algo malo?

    - No, afortunadamente no.

    Entonces comenzó a contar cómo incluso tuvo que buscar a un médico para atender a una chica que tenía apendicitis. Y cómo tuvo que llevar unos documentos a casa del doctor Klays.

    - ¿Conociste al tío de Karen?- preguntó Terry.
    - Sí, y conocí a Karen. Es una chica un poco difícil, pero tiene buen corazón.
    - Quizás pero muy en el fondo- anexó Terry sonriendo.- Está resentida porque no fue ella quien quedó en la prueba para ser Julieta.

    Candy se quedó seria.

    - Entonces...es Susana.
    - Así es.

    Candy bajó ligeramente la cabeza.

    - No pongas esa cara, Tarzán Pecosa- dijo Terry.- No debes ponerte así. Tú eres mi novia...¿o acaso ya lo olvidate?

    Candy sonrió entre lágrimas.

    - Soy una tonta. Gracias, Terry.

    El joven actor le dio su pañuelo y le secó las lágrimas.

    - Ven, vamos a otro lugar. Si quieres podemos ir a tu hotel.

    - Primero vamos a tu departamento. Quiero conocerlo.

    Terry asintió.

    Subieron al auto. Candy preguntó.

    - ¿Es tuyo? ¿Y funciona?
    - Claro que funciona- dijo Terry en tono de broma.- No es como los que construía ese inventor vocacional. Y dime, ¿cómo están? El elegante, la tímida...ah, y la gordita.

    - Stear, Archie, Annie y Patty. Llámalos por sus nombres- dijo Candy con seriedad.

    Terry rió.

    - Nunca cambiarás, pequeña pecosa- añadió.

    Conversaban respecto a Albert, respecto a su trabajo y a las dificultades del mismo.

    - Hay en el hospital donde trabajas una enfermera que parece general mal pagado.

    Candy rió a carcajada abierta.

    - Flammy- dijo Candy.- Flammy Hamilton.
    - Esa misma. Creo que asi se llama. Y dime, ¿por qué es así? Casi me golpea el día que pregunté por ti.
    - Ha tenido una vida muy difícil. De hecho, se marchó a la guerra, como enfermera militar.

    Terry se puso triste.

    - Enfermera militar...con razón. Pero...Candy, por favor, no te vayas tú al frente...te lo suplico.

    - De hecho, fue por ti que no me marché. Pidieron voluntarias y me negué...porque no quería perderte.

    - Hiciste bien...me moriría si supiera que te marchaste a la guerra.

    - ¿Hablas en serio?
    - Yo no bromeo con eso, pecosa- dijo apretando ligeramente su respingada nariz para robarle un suave beso.

    Llegaron por fin a su departamento. Terry bajó su maleta y dijo a Candy.

    - Ponte cómoda. Voy a preparar té.

    - Gracias- dijo Candy.

    Miró el afiche que estaba en la pared y dijo:

    - Aquí no te pareces.
    - Es un poster solamente.
    - Creo que voy a cambiar el nombre de ella por el de Candy White. Puedo ser Julieta aunque sea en el poster, ¿no crees?
    - ¿En serio? Si haces eso, en lugar de ser una tragedia, sería una auténtica comedia.
    - ¡Terry!- dijo ella yéndosele encima.

    Candy cayó sobre él. Terry sintió su pequeño y delicado cuerpo sobre el de él. No pudo reprimir lo que sentía y la tomó por la cintura, tratando de sostenerla para que no se lastimara. Pero al hacerlo, la acercó más a él, quedando ella sobre Terry.

    - Terry...espera.

    - No, Candy...ven...-dijo apenas y la besó profundamente.

    Candy se incorporó apenada. Terry la sostuvo por la cintura espaldas a él y le dijo cerca de la nuca.

    - Candy...perdóname pero...ha sido tanto tiempo sin ti...te extrañé tanto...creí que moriría si no volvía a verte.

    Candy se volvió frente a él. Ella también lo había extrañado mucho.

    - Terry...soy tan feliz pero...no sé si sea propio. Estamos en tu departamento.

    - No te preocupes, eres mi novia y pronto seremos algo más. Quiero que vivamos juntos..."
    Terry abandonó aquella imaginación diciendo:

    - Ay, Candy, ¡cómo me hubiera gustado ver tu reacción! Quizás habrías aceptado...quizás no. Pero eso era lo que quería...que vivieras conmigo para siempre. Y cuando vuelva a verte...volveré a pedírtelo.

    ---------------------------------------------------------------

    Mientras tanto, Candy detenía el tiempo recordando detalles con Terry e imaginando lo que habría sucedido si no hubiera sido expulsada del colegio San Pablo:

    "Habían vuelto de Escocia. La rutina comenzaba de nueva cuenta. Candy estaba un poco apesadumbrada pero a la vez, enamorada, sin darse total cuenta de lo que había sucedido. No podía borrar a Terry de su mente. El recuerdo de aquel beso intenso en Escocia era perenne.

    Patty la llamó.

    - Candy, ¿qué pasa? Te noto muy extraña desde que regresamos de Escocia.
    - No es nada, Patty. Es sólo que estaba tan bien allá que me parece que el colegio es más sombrió ahora.

    Patty comentó.

    - No te preocupes. Poco a poco volverá todo a la normalidad.
    - No lo creo...
    - Por cierto, si necesitas ayuda con algo, no dudes en pedírmela. Voy a enviar unas cartas.
    - Ah, ya veo...a Stear, ¿no?
    - Candy- se abochornó Patty.

    Candy sonrió solamente. Pero luego recordó a Terry de nueva cuenta.

    Al poco rato llegó la hermana Margaret con carta para Candy. Era de Albert.

    "Candy, estoy en África. Es un muy buen lugar. Puedo ayudar a mucha gente. Convivo con la naturaleza, libremente...como vives tú también.

    Manda mis saludos a Terry, que también vive así. Cuídense y pronto les contaré más de lo que hago en este hermoso lugar."

    - Albert...qué lindo, África...

    Terminó de leer la carta. Luego pensó que debía decirle a Terry, pues lo mencionaba.

    Avanzó lentamente por uno de los árboles cercanos. Se mantuvo a distancia. Pero Terry la vio.

    - Hola, Candy- dijo.

    Candy sintió que se le salía el alma del cuerpo.

    - Hola...debes saber que aún no te he perdonado...
    - Yo no estoy arrepentido...

    Candy se acercó.

    - Recibí carta...toma...es de Albert. Consideré justo que la leyeras, ya que te menciona.

    - Gracias, Candy- dijo Terry tomando la carta.

    Candy permaneció a su lado, mientras lo miraba leer.

    - Lástima...me hubiera gustado hablar con él antes de que se fuera.
    - ¿Querías que fuera tu segundo en tus peleas?
    - No...quería que me consiguiera trabajo, ahora que van a echarme de casa.

    Candy se preocupó.

    - ¿Cómo? ¿Eso tiene que ver con la visita de tu padre?

    Terry se volvió para mirarla y le dio un leve golpecito en la cabeza.

    - Dime, ¿por qué no eres tan brillante en clase, eh?

    Candy lo empujó levemente.
    - Espera, Candy, déjame leer, por favor...

    Terry estaba más tranquilo y tierno que nunca. Cuando terminó de leer devolvió la carta a Candy y le dijo.

    - Gracias por tomarme en cuenta. Ahora dime, ¿cómo va todo ahora que volvimos a Escocia?

    - Pues...no del todo bien...apenas estoy empezando a recuperarme. Hay cosas que no entiendo.
    - Es difícil concentrarse cuando se tienen cosas en la cabeza...-dijo él tristemente.

    Candy lo invitó.

    - Ven...vamos a la colina, ¿quieres?

    Terry aceptó y fueron de la mano hasta allá.

    Estando en la colina, Candy se colocó frente a la corriente del viento y dijo.

    - El viento despeja mis pensamientos.

    Terry se colocó tras ella y dijo.

    - Tienes razón, Candy. El viento despeja los pensamientos y ayuda a pensar con claridad.
    - Dime...¿a dónde irías si te echan de casa?
    - No lo sé, Candy. Pero...no quiero dejarte aquí. Dime...¿vendrías conmigo si me voy del colegio?
    - ¿Así, nada más?
    - Sé que sería difícil pero, tengo el apoyo de mi madre. Te llevaría de vuelta a América y con su ayuda, podríamos empezar una nueva vida, ¿te gustaría, Candy?

    Ella respondió.

    - Terry...no sé qué contestar...me gustaría volver a América pero...no sé cómo lo tomaría el señor William...

    - Aún no sé si me echen, Candy. Pero si mi padre lo hace, no te desampararé. No quiero pasar mi vida lejos de ti, pequeña pecosa.

    Avanzó un par de pasos y la repegó espaldas al gran árbol y ahí volvió a besarla, tan dulcemente que esta vez Candy ya no tuvo energías para rechazar el beso ni para darle ninguna bofetada.

    - Con este beso...¿podrías perdonarme por el primero?

    Candy respondió.
    - Quizás...pero creo que no es suficiente.

    Entonces Terry la volvió a tomar por la cintura y la besó de nuevo con un poco de mayor intensidad. Candy lo apartó tras un hondo suspiro.

    - Espera...podría vernos alguien.
    - ¿Desde cuánto te importa que te descubran, Tarzán Pecosa?
    - Desde que te conocí a ti, Terry Grandchester.

    Él sonrió y soltó una carcajada sonora y hermosa.

    - Está bien, no quiero que tengas problemas por mi culpa. Pero antes, quiero cabalgar un momento contigo. Espérame aquí. Voy por Teodora y vuelvo.

    Bajó por la yegua y volvió un rato más a donde estaba Candy.

    Mientras cabalgaban, Terry dijo a Candy.

    - Cuando venía para acá, me encontré con Elisa.
    - Elisa...¿qué te dijo?
    - Ah...entre otras cosas, que si me sigo juntando contigo, mancharé el buen nombre de los Grandchester.
    - ¿Y tú qué le dijiste?
    - Que te dijera que soy un delicuente, que bebo, que fumo aunque soy menor, que rompo las reglas una y mil veces y que si te sigues juntando conmigo mancharás el nombre de los Andley. Ah, y que mirara su cara en el espejo.

    - ¡Terry!- dijo Candy.- La harás enojar.
    - Se molestó pero no me importa. Ven, vamos a cabalgar.

    Llevaba entre sus brazos a Candy al trote y luego al galope, sosteniéndola con fuerza.

    - Candy...mi pequeña pecosa...siento que puedo volar junto contigo.
    - Terry...me sostengo fuerte para no caer, pero siento que contigo nada me pasará.

    Y tras correr, volvieron al trote hasta el establo. Ahí Terry la ayudó a bajar de la yegua y la miró dulcemente.

    - Candy...te amo...

    Un beso delicado repleto de elegancia inundó los labios de la pecosa haciéndola llorar de emoción.

    La chica volvió a su cuarto con el corazón a mil por hora.

    Cuando se tranquilizó un poco, Annie la visitó en su cuarto.

    - ¿Qué te pasa, Candy? ¿Te sientes bien?

    - Annie...¿tú ya te...besaste con Archie?
    - Candy...qué pregunta- dijo Annie sonrojada.
    - Sé que Archie es muy caballeroso pero...
    - Candy...tú te traes algo...dime, ¿Terry te besó, verdad?

    Candy se sobresaltó y luego respondió.

    - Bueno...sí...

    Annie le tomó las manos con ternura.

    - Candy...Terry está enamorado de ti. Eso lo notamos ya Patty y yo pero queríamos estar seguras.

    - ¿Seguras de qué?
    - De que tú también lo estabas...y ahora ya lo estamos.

    Candy se sonrojó de nuevo.

    - Annie, no sé lo que siento pero con él me parece que el tiempo se detiene. Me gusta mucho...me siento muy bien a su lado.
    - Estás enamorada, Candy. Admítelo.

    y lo mejor de todo es que Terry también está enamorado de ti.

    Candy sonrió levemente y guardó silencio.

    Al día siguiente, fue a la segunda colina. Terry estaba arriba de un árbol, tocando la armónica.

    Bajó enseguida y se acercó a ella sonriendo y suspirando levemente.

    - ¿Cómo amaneciste? - preguntó Terry.
    - Bien...-dijo ella tratando de permanecer serena.
    - ¿Te ha dicho algo Elisa?
    - No, no te preocupes. No permitiré que me dañe.
    - Qué bien...de igual modo, trataré de verte cuando ella no esté cerca o Neil esté lejos.

    Candy asintió.

    - ¿Y cómo sabré que podemos vernos?
    - Podría enviarte una carta con Stear o Archie.
    - Buena idea.

    La hora de volver a clases llegó. Terry le dio un beso en la frente y le dijo:
    - Vete a clases...yo te envío la nota.

    Días después, Patty le mostró algo a Candy.

    - Mira...

    Candy sonrió.

    - ¿Qué es...un buzón?
    - Sí..-dijo Patty en voz baja- es un buzón secreto. Sólo Stear y yo lo usamos.
    - Oye, Patty, ¿podrías decirle a Stear que le diga a Terry del buzón? Quizás...Terry pueda enviarme sus cartas por ahí.

    - Le diré a Stear, Candy, te lo prometo.

    Y por fin, una mañana llegó un sobre distinto.

    - Candy...este sobre es distinto...pero es carta para ti...

    La rubia pecosa se sorprendió. Pensó que la nota era de Terry.

    Pero al leerla, se dio cuenta de que Terry jamás la citaría de noche y menos en el establo.

    - Quizás esto es obra de Elisa...será mejor que guarde la carta como evidencia...

    Días después, Terry le comentó lo mismo.

    - Tengo una nota que pasaron por mi puerta...dudé de si era tuya...te conozco y sé que no la enviarías...

    - Gracias por pensarlo, Terry. Por cierto, sé quien la envió. Fue Elisa. La castigaron por mentir, tratando de ponernos en evidencia. Pero quedó como una sucia tramposa.

    - Me alegro. Eso le enseñará a no calumniar ni espiar a nadie...Candy pensó que no tenía sentido pensar más al respecto.

    - Lo siento...¡cómo me hubiera gustado saber qué habría pasado después de eso! Terry...tus recuerdos se funden con mis sueños. Tan buenos momentos en el San Pablo, sirven de marco para imaginar que tú y yo hubiéramos podido estar juntos...

    Pero el tiempo aún no había realizado su mejor obra.
     
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  12.  
    Andrea Sparrow

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    Cap. 11 Invitación y enemigo en puerta

    Candy llegó la noche charlando con Albert y con los chicos. Archie se burlaba.

    - Apenas puedo creer que seas enfermera- dijo.
    - Y yo apenas puedo creer que estés trabajando- contestó Candy.
    - Es que tú eres una traviesa, por eso lo dudaba.
    - Pero siempre fuiste muy maternal, Candy.

    - Cuando te cases serás una excelente madre.

    Candy se detuvo pensando. Sí, quizás ella podría ser una buena madre. Y su anhelo de serlo tenía que ver con Terry. Quizás ya para entonces, sería su esposa.

    Albert interrumpió.

    - Por supuesto, Candy será una buena esposa y madre.

    Candy sonrió de lado. Patty seguía triste. Annie se la llevó un momento. Archie los acompañó.

    - Albert...dime, ¿cómo conseguiste que aceptaran enviar a Neil y a Elisa lejos de aquí?
    - Al principio ni ella ni su madre querían, pero entre el señor Leagan y yo hicimos un convenio, para decirles que si no iban perderían las acciones de la familia.

    - Me imagino la cara de Elisa- dijo Candy.- Te agradezco, Albert, por lo que hiciste con Neil.

    - No me lo agradezcas, Candy. Neil debía entender que ya no podía obligarte a casar con él.

    - Pensé que no lo entendería.

    Archie dijo a ambos.

    - Voy a ver a Annie, ya vuelvo.

    Albert dijo a Candy.

    - Quería decirte algo, mi niña.
    - Dime, Albert.
    - ¿Te gustaría...venir a vivir un tiempo a la casa, conmigo? Tú te sientes sola en Chicago y yo me siento solo aquí.

    - Albert...no creo que sea conveniente.
    - ¿Por qué no, Candy? Ya no hay nadie aquí con quien tengas que discutir o que te trate mal.

    Sin embargo, Candy repuso.

    - No creo que sea tan bueno, Albert, sabes que yo no me siento parte de los Andley, aunque te agradezco tanto lo que has hecho por mí.

    - La mejor forma de mostrar tu agradecimiento es venir a vivir aquí y formar parte de la familia cuyos miembros sabes que te quieren y te admiran. Además, para Anthony, Stear y Archie tú siempre has sido y serás de la familia.

    Candy guardó silencio. ¿Cómo habría sido su vida al lado de Anthony, si éste no hubiera muerto?

    -----------------------------------------------------------------

    Esa mañana Candy bordaba una cubierta para la cama de Anthony. El muchacho estaba en el jardín de las rosas.

    Archie llegó a saludarlo.

    - Anthony, buenos días. Dime, ¿has visto a Candy?
    - No ha bajado- dijo Anthony.- La estoy esperando para darle algo.
    - ¿Qué es, que no nos has contado?
    - Esta vez es diferente...no se los puedo contar por ahora, hasta que se lo dé a ella.
    - Está bien, aguardaremos.

    Stear llegó con un nuevo invento.

    - Muchachos, miren: la caja de la felicidad.

    Stear la abrió y la música comenzó a sonar. Pero luego la cerró.

    - Esperen. No deben escucharla hasta que ella lo haga primero.

    Archie se cruzó de brazos y replicó.

    - ¿Por qué siempre tratas de adelantarte?

    De pronto, Candy estaba ya cerca de ellos.

    - Buen día, muchachos.

    Anthony se acercó y le tendió las manos.

    - Candy, buen día. Hoy cumples 18 años.

    Candy sonrió. Stear le entregó su caja de la felicidad.

    - Espero que te guste y que te dé toda la felicidad que esperas.

    Abrió la caja y escuchó la dulce música que se escuchaba.

    - Stear, eres tan lindo. Te lo agradezco.

    Archie repuso.

    - Yo no me quedé atrás. Este es mi regalo.

    Candy abrió la caja que contenía un hermoso vestido.

    - Ojalá lo estrenes esta noche.

    Anthony se adelantó.

    - Mi regalo te lo daré hoy por la noche, Candy.- dijo el joven de veinte años quien la miró con cierta complicidad.

    Candy le guiñó el ojo. Archie y Stear sólo se miraron.

    Un desayuno especial se preparaba para ellos.

    Los modales de Candy eran cada vez más cercanos a los de una dama. Anthony sólo tenía ojos para ella, aunque la tía abuela no estaba tan feliz como debiera.

    - Esta noche será la fiesta en honor de Candis- dijo la tía- vendrán algunos miembros de la familia Andley.

    - Seguro que también estarán aquí los odiosos de Neil y Elisa- masculló Archie.

    La tía abuela carraspeó y continuó.

    - Habrá un baile para celebrar y quiero que te comportes, Candy- siguió la anciana.

    - Sí, señora- dijo la joven.

    Cuando el desayuno terminó, la muchacha terminaba su bordado, mientras llegaba la hora de la fiesta.

    Anthony estaba sumamente nervioso. Pasó toda la tarde en el jardín cuidando las rosas y en un instante volvió a la casa y tocó la puerta de la habitación de Candy.

    - ¿Puedo pasar?
    - Adelante- dijo ella.

    Anthony empujó ligeramente la puerta y entró, quedándose casi en la entrada.

    - Candy...¿quieres ir a cabalgar?

    - Claro, Anthony.

    Bajaron juntos hacia el jardín y subieron al caballo del muchacho. Él, ya teniéndola asida, movió las riendas y comenzó a cabalgar.

    - Candy, has estado muy retraída. ¿Te pasa algo?
    - No, Anthony, es que...estaba un poco preocupada por terminar algo que quiero darte el día de tu cumpleaños.

    - Ya veo. Me parecía extraño que estuvieras tan retraída.
    - No te preocupes, Anthony. Fueron días pesados en el Colegio San Pablo, pero al fin llegaron las vacaciones.
    - Me alegro, Candy- dijo Anthony.

    Bajaron del caballo y recorrieron un lago cercano al jardín de las rosas.

    - ¿Qué hiciste todo el tiempo que no estuve?- preguntó Candy.

    - Me hice cargo de los negocios de mi padre, cultivé algunas variedades de rosas y terminé de estudiar también.

    Los ojos de la rubia pecosa centelleaban.

    - Estás muy alto y fuerte, Anthony.

    El muchacho tomó su mano y le dijo.

    - Esperaba este día con ansias, Candy. Te preparé un regalo especial. Toma.

    Esa nueva estirpe de rosas era similar a las Dulce Candy pero tenían otro color.

    - Estas son distintas porque ahora eres una mujer, Candy.

    Ella se sonrojó y se sentía algo cohibida, cuando sintió sobre sus labios el dulce beso del joven Brower.

    Aquel regalo era aún más hermoso que el primero. Pero el tercero iba a ser la culminación de aquel día tan maravilloso.

    El baile comenzó. Archie, Stear y Anthony presentaron a Candy el día de su cumpleaños. Patty y Annie también se divertían.

    Anthony tomó a Candy de la mano y le dijo:

    - Pequeña pecosa...te amo...
    - Y yo a ti, Anthony.
    - Extiende tu mano y cierra los ojos.

    Candy obedeció.

    - Ahora, ábrelos.

    En su mano, descansaba una caja pequeña. Miró a Anthony desconcertada. Éste le pidió.
    - Ábrela, Candy.

    La joven rubia la abrió. Dentro, un hermoso anillo sostenía en su cúspide una esmeralda.

    El joven tomó el anillo y luego la mano de Candy para colocarle la joya en uno de sus dedos.

    - Candy...¿quieres casarte conmigo?

    ----------------------------------------------------------------
    - Sí- dijo Candy, sin percatarse de dónde se encontraba.

    Albert sonrió y dijo:
    - ¿De verdad?

    Candy reaccionó. Lo que había dicho era la respuesta a la interrogante sobre si aceptaba ir a la casa a vivir con él.

    - Bueno, hay una solución. Puedo venir aquí cada vez que tú y yo podamos aquí para charlar y contarnos todo. Dejar el mundo y compartirlo todo, como una vez pensaste. Pero...no definitivamente.

    - No te preocupes, Candy. Acepto esa decisión tuya. Yo haré lo mismo.

    Aquel día terminaba por fin. Candy iría al cementerio al día siguiente. Tenía que despedirse de Anthony y de Stear antes de volver a Chicago.
    ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    En tanto llegó el día en Nueva York.

    Terry no hacía otra cosa más que practicar para el estreno y participaba activamente en la preparación del escenario.

    Ensayaba una de sus escenas, cuando Karen se aproximó.

    - Somos la pareja perfecta para hacer Hamlet y Ofelia, ¿no lo crees, Terry?

    Terry respondió.

    - Quizás. Pero, tú siempre eres la pareja perfecta de cualquiera, ¿cierto?- dijo en tono sarcástico.

    - No seas irónico, Terry- respondió Karen.- No me subestimes, no puedes hablarme de ese modo.

    - Discúlpeme, princesa- insistió, añadiendo con una teatral reverencia que a Karen le pareció aún más ofensiva.- Un pobre plebeyo como yo no debería hablarle hablado así a su Alteza.

    Karen cruzó los brazos.

    - No debería decírtelo por ser tan grosero conmigo, pero hay un periodista esperando por una entrevista.

    - Ya voy.

    Karen salió y vio a un muchacho agradable que esperaba en la puerta.

    - Disculpe, señorita- dijo el joven.

    Karen lo miró con algo de desprecio y luego sonrió.

    - ¿A quién busca?
    - Mi nombre es Arthur Kelly, soy veterinario, y busco al joven actor Terry Grandchester.

    El ego de Karen se le rebeló y contestó irónica.

    - ¿Veterinario? No creo que Terry lo reciba, tienes cosas...más importantes que hacer pero...ahora que recuerdo, tengo un gato que podría atenderle con gusto.

    Terry se acercó. El periodista esperaba a un lado. El joven actor dijo a Karen.

    - ¿Puedes dejarnos solos? Mi amigo Arthur y yo tenemos que hablar, ¿cierto?

    El periodista se acercó:

    - Joven Grandchester, llegué primero para solicitar su entrevista.

    - Tengo tiempo suficiente para atenderle, pero el doctor Kelly debe tener cosas muy importantes que hacer. Discúlpeme.

    Karen se retiró, notando que Terry evadía a la prensa.


    Terry saludó a Arthur.

    - Me alegra que haya venido.
    - Llámame Arthur, Terry. Creo que somos casi de la misma edad.
    - Tienes razón, Arthur. Sólo que, siendo tú médico y yo un simple actor, siento una cierta autoridad de tu parte.

    - No digas eso. Yo te admiro mucho. Ver a Shakespeare representado por ti es lo mejor que he podido presenciar.
    - Gracias, Arthur- dijo Terry, extendiéndole un par de boletos para la función.- En cuanto tuve acceso a ellos los aparté, para ti y para la chica con las que irás. Dime, ¿cómo va eso?
    - Pues...aun no hay mucho avance. Espero poder declarármele el día de la función.- dijo Arthur.- Gracias por darme el boleto para ella.

    - Los estaré esperando para recibirlos personalmente- dijo Terry.

    - Me retiro, Terry. Gracias de todo corazón. Lo que pueda hacer por ti, sólo tienes que pedirlo.
    - De nada, ya se presentará la oportunidad, Arthur.- dijo estrechando la mano del doctor.

    Arthur se despidió de Karen que se aproximaba a la terraza donde el hijo del duque permanecía pensativo.

    - Hasta luego, señorita.

    Karen lo miró de reojo y volteó su rostro.

    Fue donde Terry y le dijo:

    - Dime, Terry, ¿cuánto tiempo más piensas hacer esperar al periodista?

    Terry sonrió y se puso de pie.

    - Si tanto te interesa, Karen...atiéndelo tu- dijo con un ademán dejándola sola.

    Karen pensó para sí:

    - Cuida tus palabras, Terry...

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  13.  
    Andrea Sparrow

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    Cap. 12 Misterios

    Candy se dirigió junto con Annie a la habitación que ambas compartirían en la casa de Lakewood.
    Annie le dijo a su amiga:

    - Oye, Candy, ¿te diste cuenta que Albert estaba muy contento de que estuvieras aquí?
    - Yo lo noté normal- dijo Candy.- Sé que a él le da mucho gusto verme, casi tanto como a mí.
    - Tal vez, pero…creo que te miraba de una forma mucho más especial…
    - ¿Eso crees?
    - Claro, Candy.
    - Yo no, Annie. Pienso que Albert me miraba igual que siempre.
    - Candy- insistió Annie- ¿no has pensado que quizás Albert pudiera tener otras expectativas hacia ti?
    - ¿Cómo cuáles?- preguntaba Candy, tratando de no pensar de más.
    - Dime, Candy, ¿qué opinas respecto a Albert?
    Candy permaneció seria un momento.
    - Annie, estoy un poco confundida…no sé qué pensar respecto a Albert. Cuando era el hombre despreocupado, feliz, al que nada le importaba la opinión de la sociedad, podía hablar con él de cualquier cosa. Pero ahora, creo que todo ha cambiado. A´n recuerdo el tiempo en el que viví junto a él en Chicago. No importaba mucho que no hubiera recobrado la memoria…su esencia era la misma. Siempre lo he visto como un hermano, como un padre que estuvo conmigo en momentos importantes. El un día me dijo que la razón de que me adoptara era que mis ojos le recordaban los de su hermana, la madre de Anthony.
    - Pero …tú no eres su hermana, Candy.
    - Sin embargo, él me trata como si lo fuera y yo también a él.
    - Lo sé- aclaró Annie.
    Candy continuó.
    - ¿Sabes algo, Annie? Siento que Albert se convierte en un hombre diferente. Uno que aún no conozco del todo. Antes, Albert sólo se preocupaba por ser él mismo. Pero ahora, quiera o no, se debe a la familia Andley, tiene un compromiso con la sociedad y estoy segura que lo cumplirá bien. Pero así como él siempre estuvo conmigo, ahora, yo quiero estar con él en esta transformación, siempre que él me lo permita.
    - Y lo hará, Candy- dijo Annie.- Y dime, ¿no crees que él tenga pensado formar una familia?

    Candy se quedó pensativa.
    Patty llegó hasta ellas y dejaron el tema.
    Sin embargo, Albert platicaba con Archie.
    - Albert, ¿cuándo piensas ponerla al tanto de todo?
    - No por ahora. No quiero presionarla. Ella también se debe a la familia Andley.
    - Lo sé- dijo Archie.- debe tomar su lugar en la familia. Seguro que Anthony y Stear estarían de acuerdo con esta decisión.
    - Tienes razón, Archie. Sólo que no encuentro las palabras precisas para explicárselo.
    - Y…¿respecto a lo otro?- preguntó de nuevo el chico Cornwell.
    - Archie- siguió Albert- ¿estás de acuerdo conmigo?
    - Albert…tú siempre has estado pendiente de Candy…además, yo sólo quiero que ella sea feliz. Y quizás esa sea la forma correcta.
    - Gracias, Archie. Pero por ahora no quiero alterarla o descolocarla. Creo que eso va a tener que esperar un poco más…

    Al día siguiente fueron al cementerio y Candy comenzó a platicar con Anthony.
    - Anthony…no sabes cuánto te extraño…o quizás sí lo sabes, porque todos los días te recuerdo. Unas, para llevar a mi memoria los días felices que vivimos. Y otras también, pero reprocharte un poco el que me hayas dejado sola. No debiste haberte ido así, tan rápido, sin despedirte de mí…me haces mucha falta. Un tiempo te lloré mucho y creí que el torrente de mis lágrimas jamás iba a detenerse…pero…
    Entonces se quedó pensando. Albert fue precisamente quien la ayudó a sobrellevar un poco el peso de la ausencia de Anthony. Sin embargo, fue Terry quien se empeñó en ayudarla a sacarla hasta la última gota que envenenaba su corazón, haciéndola temer y olvidar la sonrisa que la caracterizaba.
    - Nunca te olvidaré. Por eso, quiero pedirte que me ayudes, que ruegues por mí para que pueda encontrar el verdadero camino. Que las dudas que agobian mi mente se disipen totalmente, y ayúdame a seguir al pendiente de quienes amo y de todos cuantos pasen por mi lado.
    Luego fue hacia la tumba de Stear, después de que Patty charlara largo y tendido con él.
    - Listo, Candy. Ya puedes hablar con él.
    - Gracias, Patty.
    Candy miró hacia la tumba, dejó las flores y dijo:
    - Stear…si hubiera sabido que la caja que me regalaste no traía la felicidad, jamás la hubiera abierto. Debí haberlo imaginado…tus inventos nunca funcionan. Tengo que reprocharte que no lo consiguieras…pero quiero agradecerte los años felices que pasé contigo cuando estuve en Lakewood y cuando estaba en el colegio San Pablo. Por eso ahora, quiero que me ayudes rogando a Dios para que pueda encontrar un camino que me lleve a ser más útil a mis semejantes. Tu sacrificio no fue en vano, Stear. Estoy segura que pronto llegará la paz. Y te pido algo especial…seguramente tú quieres que Patty sea feliz. Ayudala a sonreír y a recuperar la felicidad. Hazlo por todo el amor que ambos le tenemos. Cuídanos, Stear. Ahora que puedes hacer inventos allá, haz uno que sirva para darle felicidad a todos…pero haz que sirva esta vez por favor…
    Albert también se acercó a la tumba de su hermana y sus sobrinos.
    - Tantas cosas tengo que pedir pero no sé por dónde empezar. Anthony…podría pedirte que…pero sabes que no lo haré. Sólo te pido que la hagas feliz…es lo único que quiero para ella, ¿entiendes? Ojalá puedas conseguirlo ahora. Ora por nosotros, tu familia.- dijo Albert.
    Todos se marcharon de vuelta a la casa.

    Y mientras Candy hacía su maleta, recordaba aquella fiesta tan especial donde había conocido a Anthony:

    La familia Leagan había sido invitada por la tía Elroy a una fiesta para saludar y departir con los muchachos Cornwell y su sobrino Brower. Pero había alguien que tenía triple invitación.

    Elisa se esforzó por no prestarle a Candy un solo vestido y por hacerla ridiculizar. Así que no tuvo ropa para presentarse en aquella casa tan elegante.
    Sin embargo, al entrar, reconoció el portal de las rosas y se dio cuenta que estaba en la casa de aquel chico, al quien ella había identificado con el Príncipe de la Colina.
    Al llegar, Stear y Archie la recibieron inmediatamente, sin reparar en el resto de la familia.
    - Bienvenida, Candy- dijeron.
    - Gracias...-respondió ella cohibida.
    Al bajar del auto, se dio cuenta que Elisa buscaba afanosa a Anthony. Y al verlo, se dio cuenta que Elisa estaba interesada en él. No así, Anthony quien se dio cuenta que Candy estaba ahí.
    - Candy…has venido.
    - Yo la invité- dijo Archie.
    - ¿Tú también?- preguntó Stear, sorprendido.
    Anthony terció.
    - Como no sabía que estabas con los Leagan no te envié invitación. Pero entonces, estás mucho más invitada que todos los demás.
    Elisa preguntó dónde la había conocido. Él le dio los detalles. Pero Candy dudaba.
    De pronto, los tres se la llevaron con ellos.
    Candy estaba turbada por tantas atenciones, pero luego se dio cuenta que los chicos eran bien intencionados.
    Al escuchar el discurso de la tía Elroy, Archie hizo reír a Candy y luego se disculpó. La tía vio como sus sobrinos se cambiaban de ropa y así Candy se sintió más cómoda.
    La llevaron a la terraza a conversar y le sirvieron té. Luego le contaron una historia de terror que ella había creído, asustándose.
    Sin embargo, al poco rato los tres desaparecieron misteriosamente.
    Ella se quedó ahí un momento, hasta que Elisa y Neil la enviaron al torreón más alto de la casa.
    Y al poco rato, Anthony la encontró para llevarla a la habitación, donde le dieron un vestido hermosísimo. El chico Brower le prestó las joyas de su madre. Candy bajó tomada del brazo de Anthony y bailó con él y con los hermanos Cornwell durante toda la noche.
    - Fue una fiesta hermosa, chicos- se dijo.

    Albert subió y le dijo.
    - ¿Puedo llevarte de vuelta a Chicago?
    - Por supuesto, Albert.

    En tanto, Arthur fue a ver a su hermana para decirle que ya tenía en sus manos las invitaciones de Candy.
    - Kelly, fui a ver a Terry y ahora ya tengo la invitación para Candy y el pasaje de ida para que venga a ver Hamlet.
    - Arthur, qué gran noticia.
    Sin embargo, la doctora no quería alentar demasiado a su hermano.
    - Oye, Arthur…¿y si Candy no puede venir?
    - Podrá. Avisaré para que le den un permiso especial. Y así podrá estar aquí para la obra.
    - Espero que todo salga como planeas.
    - Y de paso…le pediré que sea mi novia.
    Kelly dudó.
    - Arthur, me parece que Candy es una chica que ha sufrido mucho en la vida. Debes ser prudente y no cometer una indiscreción ni lastimarla.
    - Lo prometo, Kelly. Lo que menos quiero es que Candy sufra nunca más.
    Mientras, en la compañía, Terry seguía con los preparativos de la obra.
    Ensayaba junto con Karen y le dijo en un descanso:
    - Karen, debes tratar de hacer a tu Ofelia más convincente, especialmente cuando la chica se vuelve loca al morir su padre. Que el público te crea.
    - Pero si lo estoy haciendo- dijo Karen- lo que pasa, Terry, es que tú quieres todo perfecto, porque piensas invitar a Candy al estreno, ¿cierto?
    - No es sólo por eso, Karen. Entiende. Hay que tratar de que el público te crea la actuación. Que piense que tú eres Ofelia y no Karen Klays. Deben imaginar que nosotros somos los personajes y no simples actores. Para eso pagan y tienen el derecho de recibir el espectáculo que merecen.
    - Eso no lo pensabas antes, cuando llegabas ebrio o cuando te caías en el escenario.
    Los ojos de Terry brillaron de ira. Pero se contuvo.
    - Quizás por los errores que he cometido, pienso que es momento de hacer bien las cosas, Karen. Sólo en la vida he odiado a alguien muchísimo. No luches por quedar en primer sitio en eso, Karen.
    - Eres mucho más odioso tú, Terry. Pero te lo paso porque Hamlet es adorable.
    Terry le cambió la conversación.
    - ¿Hablaste con el periodista?
    - Claro- dijo Karen- le di la nota que buscaba. Hablé sobre la obra, las expectativas y sobre lo que esperamos de ella, así como de nuestra situación particular.
    - ¿A qué te refieres?
    - A que tú estás en tu mejor momento como actor, al igual que yo.
    Terry la dejó hablando sola.
    Luego pensó para sí.
    - Tengo que escribirle a mi madre cuanto antes. Voy a enviarle las invitaciones para Candy para que se las haga llegar cuanto antes. Quiero verte ya, pequeña pecosa…

    Mientras pensaba, recordaba y trató de imaginar lo que habría sucedido si hubiera encontrado a Candy el día del estreno del Rey Lear en Chicago:

    Aquella noche estaba desasosegado. Estaba preocupado por Candy. La guerra era cruda y Candy debía estar en Inglaterra aún. Se reprochaba aún haberla dejado en el colegio San Pablo. ¿Cómo conseguiría traerla de vuelta?
    La noche era fría. Pero el frío era más fuerte en su corazón.
    Por fin, la hora del estreno. Pero él no quería estar en el escenario aún.
    Fue a sentarse a las butacas del tercer piso. La obra era de beneficencia. A él no le gustaba hacer eso.
    El actor que representaba al Rey Lear fue donde él y trató de convencerlo de bajar.
    - Terry, ¿qué haces aquí?
    - Es un crimen que estén estos lugares desocupados, cuando hay tanta gente que está afuera tratando de entrar y no hay lugares. ¿Qué pensarían si vieran estos sitios desocupados?
    - Terry, nosotros sólo debemos actuar, no preguntarnos esto.
    - Pues no me agrada…
    Y justo cuando miraba hacia la ventana, otro carruaje llegó.
    - Otra celebridad…
    Estaba tan molesto que no reparó en la persona que llegaba. Se trataba de Candy.
    La obra comenzó. Ella se sentó en el tercer piso, puesto que la familia Andley, especialmente la tía abuela, le habían impedido sentarse con ellos.
    Desde ahí miró la obra.
    Terry no lo sabía. La obra transcurrió normalmente.
    Y por fin salieron hacia el carruaje que los llevaría hacia la casa del alcalde.
    Muchas chicas gritaban su nombre. Y de pronto, una sola voz fue capaz de parar su corazón.
    - Esa voz…-pensó.
    Arrojó un ramo de rosas a las asistentes.
    Y en el salón donde estaba el alcalde, Elisa lo saludó. Terry quiso saber si Candy estaba en Chicago. Uno de los hombres que revisaba el teatro, encontró el pañuelo que la chica había dejado en el tercer piso. Terry lo recibió de sus manos y salió corriendo a buscarla.
    Por Archie y Stear supo que estaba estudiando para ser enfermera.
    Se dirigió como ráfaga para verla pero en el hospital no estaba. Aún no volvía. Se decidió a esperarla.
    Pasaron las horas y ella no regresaba. Dejó una nota para ella. Y justo cuando ya se iba, Candy llegó. Una de sus zapatillas estaba maltratada, la ropa sucia por los empujones. Terry la vio sin reparar en tales cosas.
    - ¡Candy!
    - ¡Terry!- murmuró ella entre lágrimas corriendo a sus brazos.
    - Candy…creí que no te vería…-dijo él.- Ven conmigo, vamos un rato a donde es el desayuno y platicaremos.
    - Falté a mi guardia nocturna, Terry. Me regañarán.
    - Yo hablaré con el doctor. Candy…tienes que venir conmigo…



    Terry despertó de su sueño.

    - ¡Cómo hubiera querido hacer algo para que te quedaras conmigo definitivamente! ¡Oh, Dios!- dijo orando- sabes que tiene tanto que no te pido nada…pero ahora te suplico…devuélvemela…sabes que no puedo vivir sin ella, dime que me la devolverás…te prometo que no pediré nada el resto de mi vida. Hazla volver a mí, aunque me des todas las penas del mundo. Pero si eso no fuera posible…hazla feliz, aunque no la volviera a ver…

    -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Bárbara escribía afanosa, cuando su padre la mandó llamar.
    - ¿Qué deseas, papá?
    - Organizaré un baile de disfraces, para poder presentarte con el joven hijo del duque de Grandchester.
    - No estoy para bailes, padre- dijo Bárbara.
    - Te prometo que no invitaré a Lowell, si no quieres.
    - Puedes invitar a Lowell, porque yo no estaré.
    El padre tomó actitud seria.
    - Entonces…me veré obligado a tomar otras medidas.
    - ¿Medidas?
    - Te enviaré a un convento para que medites respecto a tu actitud.
    Bárbara cerró los ojos.
    - Está bien, padre.
    A solas pensó.
    - Es preferible estar en un convento para meditar y no tener que ver a ese muchacho. Yo sólo saldré de ese convento para conocer a mi príncipe…aunque todos piensen que estoy loca.
    Luego salió hacia donde estaba su nana y le pidió:
    - Nana…¿puedes avisarle a mis hermanos Arturo y Alexander que vengan, por favor?
    - Tu padre no aceptará.
    - Estoy segura que sí. Llámalos por favor, necesito verlos. Me siento muy sola sin ellos.
    La nana dudó y luego dijo:
    - Está bien, Bárbara…voy a hacer lo que me pides..
    - Gracias, nana- dijo la muchacha.
    Tenía que hablar con ellos, antes de que la enviaran al convento.
     
  14.  
    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Cap. 13

    Candy se despidió temporalmente de Albert.

    - Albert, sabes que cumpliré lo que te prometí, ¿cierto?

    Él le sonrió y le dijo.

    - Por supuesto que sí, Candy, sé que cuando puedas me avisarás y nos veremos en Lakewood.

    - Lakewood trae dulces y tristes recuerdos a mi vida.

    - Te prometo que serán más los dulces que los tristes, Candy.

    Ella sonrió y dijo:

    - Albert, dime, ¿has pensado en...comprometerte?

    Albert la miró un poco extrañado.

    - Jamás me habías preguntado eso, Candy.
    - Bueno...es que, como ahora ya tienes otra vida, eres más formal, seguramente ya has pensado en...casarte.

    Alber rió.

    - Perdona, Candy, me hizo un poco de gracia tu pregunta pero...te agradezco que te preocupes por mí. Sí, lo he pensando, aunque creo que...aun no es buen momento. Primero quiero consolidarme como persona para poder ofrecerle a alguien algo más.

    - Te comprendo. Ser la cabeza de los Andley no es nada fácil.
    - Así es. Pero estoy seguro que casarse y tener una familia propia sería algo aún más importante.
    - Y difícil.
    - Difícil no, Candy. Cuando se trata de dos personas que se aman, nada es difícil.

    Ella sonrió. La mirada de Albert se tornó melancólica y especial.

    Candy repuso:

    - No nos pongamos sentimentales. Seguro es que porque voy a pasar un tiempo lejos.
    - Seguramente. No te preocupes por mí, estaré bien, esperando noticias tuyas.
    - Te escribiré en cuanto esté mejor en el hospital. Para que cuando vuelva pueda tener tantas cosas que contarte.
    - Y yo también quiero tener alguna aventura que contarte. No me gusta contar los problemas.
    - Pero a mí me gusta escucharlos.

    Albert sonrió y dijo:

    - Cuídate mucho, Candy, por favor. Manténme al tanto de tus novedades.
    - Tú también cuídate, Albert- dijo abrazándolo tiernamente.

    ----------------------------------------------------------------

    En breve, ya estaba en la estación del tren, siendo despedida por Annie, Archie y Albert.

    Los tres le rogaron que los tuviera al tanto de todo y aguardaron hasta que el tren marchó.

    En tanto, Terry revisaba su vestuario. El día del estreno estaba próximo. La señora que se encargaba de los trajes le preguntó:

    - Terry...estás distraído...de hecho, el traje tuve que ajustarlo ya dos veces porque estás más delgado.
    - No se preocue, son los nervios, señora Halley- dijo Terry.- Es que...esta presentación tiene que ser perfecta.
    - Me lo imagino. Lo será, Terry. Lo será, ya lo verás.

    Pero estaba más que nervioso. Su preocupación ahora era enviar los boletos para Candy.

    - Tengo que enviar un telegrama a mi madre para que se encargue de enviarlos a Candy. No me atrevo a hacerlo yo personalmente.

    Pero luego lo pensó mejor.

    - Esperaré a la respuesta de la carta de Candy para enviarlos directamente. Si responde mi carta, lo haré- decidió con velada inquietud.

    Se esmeró en ensayar de nueva cuenta y luego salió a caminar, aunque un poco oculto para no ser reconocido. Fue a una fuente de sodas y bebió un helado.

    - Cómo me gustaría estar aquí con Candy, compartiendo este helado, charlando de tantas cosas.

    Y recordó el día en que juntos paseaban en el zoológico Blue River en Londres.

    - Candy, ¿quieres dulces?
    - Gracias, Terry- dijo ella.

    Tomó los dulces y comenzó a comerlos pero no podía imitar a Terry en lanzarlos directamente a la boca.

    - No puedo...
    - Eso te pasa por querer imitar al maestro- decía Terry orgulloso de sí mismo.
    - No seas pretencioso- dijo Candy.- Ya verás cómo lo consigo.

    De pronto, un dulce fue lanzado pero no regresó a la boca de la chica.

    - ¿Qué pasó?

    Terry sonrió y le mostró.

    - Mira hacia arriba.

    Una ardilla se había quedado con la golosina mientras Candy sonreía.

    Terry acercó su brazo y la abrazó instintivamente. Pero luego se sonrojó y se apartó.

    - ¿Cómo es que estás aquí?

    Candy le comenzó a contar su peripecia en el cuarto de meditación.

    Terry rio a carcajada abierta.

    - Esa vieja cabeza dura...¡qué lenguaje! Yo nunca dije algo así.

    - Lo peor es que no podré estar en el festival de Mayo.

    Terry se puso triste pero luego siguió platicando con Candy respecto al paseo y compró para ella un helado de fresa.

    - Gracias, Terry.
    - De nada. Intuí que te gustaría.

    Él la miró con dulzura. Hubiera querido beber del mismo helado y aprovechar la ocasión pero no le pareció prudente.- Por caballero, no te robé el beso que quería pero no me arrepiento, porque estoy seguro que cuando te vea, podré darte todos los besos que tengo guardados para ti, Candy.

    Luego recordó la nota que había visto en casa de Kelly. Decía las iniciales C. W.

    - C. W. Dudo que tenga eso que ver con Candy. Sería demasiado. Creo que ya estoy alucinando. ¡Es tu culpa, Tarzán Pecosa! Si estuvieras aquí yo no me estaría volviendo loco...-reprochó al aire.

    Luego pensó.

    - Tengo que buscar la foto que me enviaste cuando te titulaste de enfermera...debo tenerla aquí.

    La miró. Ahí estaba.

    - Es el único retrato tuyo que tengo, pecosa...pero es uno de mis grandes tesoros. ¿Qué tanto habrás cambiado, mi linda enfermera?

    En esos pensamientos estaba cuando decidió regresar. Quizás ya estaba en su departamento la carta que tanto esperaba.

    -----------------------------------------------------------------

    Candy viajaba en tren hasta Chicago. Cuando llegó al hospital, el doctor Leonard la esperaba.


    -Bienvenida, Candy- dijo el doctor.- Espero que haya usted pasado vacaciones agradables.

    - Fui a visitar a mi familia, doctor- aseveró Candy.

    - Me alegro. Su vuelta es precisamente oportuna. Necesito que vaya a ver a una paciente del hospital Saint Joseph. Mary Jean la solicita con urgencia.

    - ¿Con urgencia?
    - Sí. Al parecer hay una paciente que la tiene muy preocupada.

    - Le informaré enseguida de cómo la encontré.

    - Tiene usted tiempo para arreglar ese asunto. Es un permiso especial.

    - Gracias, doctor Leonard.

    Fue a la habitación y dejó sus cosas. Una foto de Terry cayó de entre unas notas.

    - Terry...te apareces en el momento más inoportuno.- dijo.

    Pero quizás era el más oportuno de todos.

    Se dirigió sin dilación al hospital y se reportó con Mary Jean.

    Ésta la observó con una gran sonrisa.

    - Mi pequeña traviesa...estás tan grande.
    - Mary Jean...-dijo ella con una sonrisa mezclada con llanto.

    Mary Jean la abrazó y le dijo:

    - Había estado preocupada por ti pero el doctor Leonard me dijo que estabas de vacaciones, que habías trabajado mucho.
    - Sí, sólo visité a mi familia, pero ya estoy bien.

    Mary Jean asintió.

    - Candy, te mandé llamar porque tengo una paciente que llegó hace una semana. Me preocupa demasiado. No come bien, no quiere tomar sus medicamentos. Los médicos dicen que está desnutrida y que tiene anemia, pero ese no es su verdadero mal.

    - ¿Y cuál es entonces?
    - La falta de alimento es lo que le ha provocado la anemia. La muchacha está triste. Hay una pena que le oprime el corazón. Te necesito para que me ayudes a llegar a él. ¿Podrías hacer eso por mí?

    Candy asintió.

    - Por supuesto, Mary Jean. Voy a hacer todo lo posible.

    - Estoy en lo cierto. Puedo confiar en mi chica traviesa con los ojos cerrados.

    Candy sacó la lengua de forma divertida.

    Al poco rato, ya estaba afuera de la habitación de la chica.

    - Se llama Nathy. Que tengas suerte, Candy.
    - Gracias, Mary Jean.

    Se introdujo con cuidado tras tocar la puerta y no obtener respuesta afirmativa.

    Encontró a la chica durmiendo. Candy se acercó y comenzó a revisar la habitación. Mientras ponía agua a las flores revisó las sábanas y colocó el desayuno en la mesita.

    La chica despertó y la miró.

    - ¿Quién es usted?
    - Mi nombre es Candy.
    - Otra enfermara nueva...
    - No soy nueva. Estoy titulada y he venido a verte. ¿Me dejas checarte el pulso y la temperatura?

    La chica la miró y la dejó trabajar.

    - Sé que te llamas Nathy.
    - Nathalie para usted...
    - Ya veo...Nathalie, bonito nombre. Una de mis compañeras del hospital también se llama así.
    - Sí la he visto. Cada vez que le grito se pone a llorar.
    - ¿Y puedo saber por qué le gritas?
    - Me mira como si me estuviera muriendo...
    - Pero tú sabes que no es así. Ah...qué hermoso día hay afuera.

    Nathy soltó algunas lágrimas. Se echó a llorar y le pidió.
    -¡Váyase! No quiero verla!

    Candy la dejó llorar y salió.

    - Creo que ésto va a ser más difícil de lo que pensé- se dijo.

    Mientras caminaba topó con un muchacho de aspecto agradable que se disculpó. Llevaba en las manos un ramo de flores.

    - Perdóneme, señorita...dígame...¿sabe dónde queda el cuarto 208?
    - ¿208? Sí, soy la enfermera a cargo.
    - ¿De verdad? Señorita, hágame un gran favor. Deje estas rosas y esta nota para la señorita Nathy Wildman...pero no le diga a nadie...

    El muchacho estaba nervioso.

    - ¿Puedo ayudarte?
    - Entrégueselas y dígale solamente por favor que...Rick la ama con todo su corazón...

    - Se lo diré. Pierde cuidado.

    El muchacho se marchó tratando de no toparse con las otras enfermeras.

    Candy volvió por la comida.

    - Ah...no has comido nada- dijo.- Pues mira...te propongo un trato...tú comes y te doy estas rosas y esta nota.

    - No quiero nada...y no quiero comer...

    - ¿No te dice nada el nombre de...Rick?

    La chica entreabrió los ojos.

    - ¿Rick? ¿Conoces a Rick?
    - ¿Comerás?

    La chica asintió.

    Colocó las rosas en un florero con agua y dejó la nota para que la chica la pudiera leer.

    La muchacha comió lentamente.

    - Perdóname, Candy. He sido una grosera contigo.
    - No es tu culpa. Dime...¿qué es de ti Rick?
    - Él y yo nos queremos, Candy. Pero mi madre no lo acepta- dijo tristemente.

    - Bueno, ahora come tranquila. Podrás leer la nota de Rick y me contarás más ¿quieres?

    - Sí, Candy.

    La historia de Nathy y Rick comenzaba a atraparla.

    Cuando la chica terminó de comer, Candy le retiró el plato y le preguntó.

    - ¿Ahora sí me contarás?
    - Está bien. Rick es hijo de un granjero en las afueras de Michigan. Lo conocí en unas vacaciones. Vino a trabajar a la ciudad y a estudiar para médico. Pero mi madre no quiere que él y yo nos queramos. Quiere que me case con un amigo de mi padre.

    - ¿Y tu padre qué dice?

    - Él murió, Candy. Y ahora mi madre quiere que me case con quien no amo. Pero Rick y yo hemos tenido que vernos a escondidas.

    - Pobre Rick. Vino a dejarte las flores y me pidió que te dijera que te ama con todo su corazón.

    Nathy se abrazó a Candy y le dijo:

    - ¡Candy! Yo no quiero casarme con ese hombre. Quisiera irme con Rick muy lejos. Pero soy menor de edad.
    - Habrá que hacerle entender a tu madre que no puede imponerte a alguien que no ames.
    - Pero ella no entiende...
    - Lo hará, ya lo verás...por ahora, ¿podrías ayudarme?

    - ¿Y cómo?
    - Ya lo verás...-dijo Candy guiñando el ojo.


    Al día siguiente, Candy atendió bien a Nathy y le prometió:

    - Si te comes todo, te ayudaré para veas a Rick.
    - ¿De verdad, Candy?- preguntó Nathy ilusionada.
    - Así es. Tú déjamelo a mí.

    En cuanto dejó a Nathy, encontró al jovencito que estaba escondido.

    - Rick...ven....-le dijo Candy.

    El chico avanzó hacia ella.

    - ¿Puedo ver a Nathy?
    - Claro, pero sólo un rato. Sé breve porque si te tardas más, te descubrirán. Si viene la madre de Nathy, te avisaré.
    - Gracias, señorita Candy.

    La enfermera rubia salió del área. En su camino recordaba aquellos besos que Terry le diera.

    - Verte en esa foto me ha hecho recordar...realmente demasiado...

    Y su mente viajó hasta Londres.

    Aquel día bajaron de Teodora. Terry la ayudó.

    - Ven, princesa- dijo Terry.- Yo te cargaré.

    Candy bajó y le dijo:

    - Por favor, Terry. No seas tan ceremonioso.
    - No es eso, Candy. Lo que pasa es que tú eres una princesa extraña, una princesa rubia de ojos verdes y labios de rosa...labios que cada día me gustan más- susurró sobre ellos, y la besó de nueva cuenta.

    Candy suspiraba al sentir la boca ferviente del muchacho inglés saboreando la suya. La chica no podía respirar. Al apartarse un poco dijo:

    - Terry...eres un aprovechado.
    - Tú tienes la culpa por ser tan linda, Candy. Te amo. Y este beso...será para que sueñes conmigo.

    Candy sonrió.

    - No quiero tener pesadillas...
    - Por eso te besaré...- y tras esas palabras, sus labios tocaron apenas los suyos.- Yo voy a soñar contigo toda la noche.

    La pecosa le dio un leve golpe en el brazo.

    - Cuidado con lo que sueñas conmigo.
    - Yo no soy dueño de mis sueños. No respondo por lo que haga en ellos.

    Candy lo persiguió un rato más, hasta antes de volver al dormitorio...---------------------------------------------------------------

    - Terry...¿por qué te recuerdo ahora? Me parece tan extraño...quizás sea la historia de Nathy y Rick.
    Luego miró levemente. Nathy charlaba con Rick y él le tomaba las manos tiernamente.

    De pronto, reaccionó. La madre de Nathy iba en camino.

    - ¿Es usted Candis White?
    - Sí, señora.
    - Soy la madre de Nathalie. ¿Cómo está mi hija?

    Candy respondió.

    - Su hija...se está muriendo...
    - ¿Cómo?
    - Como lo oye. Se está muriendo de amor.

    La señora repuso.
    - Usted debe estar loca Déjeme ver a Nathy.

    - Señora, Nathy podría estar mucho mejor. Pero empeorará si no trata de ayudarla. La dejaré verla pero antes de que lo haga, déjeme hablar con usted.
    - ¿Sobre qué?
    - Sobre Nathy. La niña realmente no tiene nada.
    - Eso quiere decir que ya está bien.
    - No me ha entendido. Nathy tiene anemia, pero su mayor mal es por amor.
    - Ah, ya veo. Usted está de parte de ese tal Rick. Pediré que le cambien enfermera a mi hija.
    - Hágalo si quiere, pero después de escucharme. Nathy y Rick están enamorados y no puede negarle a su hija que vea a ese chico. Lo que debe hacer es tratar de entenderla, aceptarlo y ayudarla para que sea feliz.
    - Eso es sólo un capricho.
    - No diga eso. Señora...hace tiempo, yo amé mucho como Nathy a Rick. Un chico muy tierno y yo nos queríamos. El padre de él era noble, pero el chico me amaba y no le importaron las apariencias. Él luchó contra las imposiciones y buscó la felicidad. Lamentablemente, no pudimos concretar nuestra historia. Pero ninguno de los dos nos hicimos daño. Si nos hubieran apoyado entonces, tal vez ahora seríamos tan felices. No deje que su hija sufra si usted puede entenderla...no se arrepentirá.

    La señora bajó la mirada.

    - Su padre me dejó a cargo. Yo sólo quiero su bien.
    - Si usted la escucha, le hará mucho bien. Vaya y vea. Rick está con ella y la está haciendo sonreír.

    La señora se acercó.

    - Nathy, te amo...

    Candy las dejó. Al poco rato, Rick se iba. Se despidió de Candy mientras la madre de Nathy estaba con ella.

    Candy fue con Mary Jean.

    - Mi trabajo terminó, Mary Jean.
    - Te lo agradezco, Candy. Ya puedes volver al hospital de Saint Johanna.
    - Gracias, Mary Jean. Fue un hermoso trabajo.

    ------------------------------------------------------------

    Candy volvió al Saint Johanna. Y lo que encontró ahí, la dejó boquiabierta.
     
  15.  
    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Cap. 14 Cartas y ayudas del destino

    Bárbara recibió a escondidas a dos jóvenes en la mansión del conde Gerald.

    La nana los hizo pasar.

    - Me despedirán por ésto, por eso quiero que traten de no perjudicar a Bárbara.
    - No se preocupe- dijo Arturo.- Nuestra hermana Bárbara es lo que más amamos en el mundo y no le causaremos problemas ni a usted ni a ella.

    - Gracias, muchachos.

    Dentro, Bárbara leía un libro.

    Al verlos, corrió a su encuentro.

    - ¡Arturo! ¡Alexander!
    - Bárbara...estás tan linda- dijo Arturo.

    - Me alegra tanto que vinieran.
    - Nos mandaste llamar, así que aquí estamos.
    - Pero...¿mi padre sabe que están aquí?
    - No, tu nana nos ayudó. Queremos saber qué está pasando.
    - Es que...mi padre quiere casarme con alguien que no conozco y obviamente a quien no amo. Yo no quiero casarme con nadie...por ahora...

    Arturo hizo la pregunta obligada:

    - Dinos, ¿todavía amas a Lowell?

    Bárbara negó.

    - Hasta hace poco creí que sí. Pero ustedes saben lo mucho que sufrí amándolo y lo mal que se portó conmigo. Lowell quizás dice seguirme amando pero está con Lisa y eso cambia todo. Además, mi corazón está más libre...sólo quiero aprovechar todo el tiempo que no viví con mi padre. No entiendo por qué quiere casarme tan pronto.

    - Quizás está pensando en tu felicidad. Debe amarte mucho para hacerlo.
    - Entonces, ustedes están de parte de èl...
    - No, Bárbara. Es sólo que queremos tratar de entenderlo. Lo que nos desagrada es que quiera obligarte y con alguien a quien ni siquiera conoces.
    - Sé que se trata de un acuerdo entre familias, así que es todavía más delicado. Por eso los llamé, necesito que pensemos en algo antes de que mi padre quiera enviarme a un convento.
    - ¿A un convento?- preguntó Alexander.- Eso no puede ser...

    Arturo pensò con más frialdad.

    - Quizás no sea tan descabellado...podría ser buena opción que Bárbara esté en el convento. Nosotros nos encargaríamos de sacarte de ahí.
    - Pero...podría ser muy peligroso.
    - No te preocupes, Bárbara. Algo se nos ocurrirá.

    Los tres pasaron el resto del tiempo tratando pensar en una forma de evitar el matrimonio forzado de Bárbara.

    ----------------------------------------------------------------

    En tanto, Arthur Kelly preparaba todo para dejar su trabajo terminado antes de la obra. Envió un telegrama a Candy con las entradas y siguió trabajando en el zoológico.

    Al poco rato recibió una breve carta del amigo que lo había recomendado.

    "Hola, Arthur. Espero que te encuentres bien. Me gustaría saber si todo va bien en el trabajo, si te tratan bien, si no has tenido contratiempos.

    Yo, por el momento, estoy bien, aunque con muchas cosas en mente. Te escribo para avisarte que tengo un amigo en un circo de Michigan que necesita un veterinario. No podía pensar en alguien mejor que tú para ésto. Pero no quiero que tengas problemas en tu trabajo. Sólo confírmame si puedes atenderlo. De no ser así, me haría cargo yo.

    Aun así, quiero aprovechar para saludarte, para hacerte saber que te considero un muy buen amigo, especialmente por el cariño tan grande que tienes por Candy y lo bien que la trataron tu hermana y tú en aquella mina tan apartada. Ojalá pudieran pronto venir a verme.

    Saluda de mi parte a Kelly y espero que siga desempeñando su profesión igual que como ahora. Es una gran mujer.

    Saludos cordiales de su amigo: Albert W. Andley."
    - Oh, Albert- dijo Arthur- me alegra tanto recibir noticias tuyas. Claro que quiero mucho a Candy, y ojalá un día te pueda pedir que me concedas su mano, como su tutor.

    En tanto Albert conversó de nuevo con Archie y le preguntó:

    - ¿Cómo van los asuntos de la empresa?
    - Por el momento bien- dijo Archie.- He tratado de mantener todo a flote y parece que va viento en popa.
    - Me alegra. Eso quiere decir que pronto podremos concretar un negocio con una pesquera de Illinois.
    - Así es. Mi pregunta es...¿por qué tanta urgencia?
    - Tiene que ver con ella...quiero comprarle aquello que te platiqué. Le pedí a George pero ninguno de los modelos que me mostró me convencieron. Quería que fuera algo único, diferente, como ella.

    - ¿Te he dicho que...yo estuve enamorado de Candy alguna vez?
    - Sí, Archie. Lo supe. Y me alegra que haya sido por ti.
    - La quise tanto como Anthony. Pero mi primo ganó su corazón y cuando me di cuenta de lo felices que eran, no pude interferir. Preferí callar mis sentimientos. Por eso le dije a Stear que te pidiéramos nos enviaras a Inglaterra.

    - Así que fue por eso...
    - Sí. Stear también aceptó...porque Stear también la quería, pero no tuvo valor para decírmelo.
    - Pobre...y pobre Patty. Quisiera verla sonreír aunque sea un poco.
    - Todos rogamos porque así sea, Albert. A lo que iba es que ahora que sé que quieres casarte con ella, no tengo recelo ni dudas. Estoy casi seguro de que eres la mejor opción para ella. Pero...no sé si ella siga enamorada de Terry...

    - Hay una forma de saberlo- dijo Albert.
    - ¿Cuál?
    - Me imagino que se sabes que se estrenará Hamlet de nuevo en Broadway.
    - Lo sé. No pensarás...
    - Por supuesto. La mejor forma de averiguarlo es que vayamos a la obra. Permitirle que lo haga. Darle todas las facilidades. Así que si hay aún boletos disponibles, apártalos para todos, incluyéndola a ella. Tiene que verlo, tiene que enfrentarlo, y sólo así sabré en verdad cuáles son sus sentimientos.

    - ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?
    - Por supuesto, Archie.- Más seguro que nunca...

    -----------------------------------------------------------------

    Candy se integró al trabajo del hospital. Notó que había pacientes esperando y no suficientes enfermeras.

    - ¿Qué ocurrió?- preguntó Candy.
    - Muchas de las enfermeras se marcharon a la guerra.

    Candy se asustó.
    - Te salvaste porque estabas de vacaciones. Si no, habrías tenido que ir.

    Candy no pensó que eso fuera una salvación. A fin de cuentas, era parte de su profesión.

    Tras un rato de atender a algunos pacientes, fue a su habitación y entrando, encontró inmediatamente una carta sobre su buró.

    - ¿Qué es ésto?

    En el sobre decía claramente: Terruce G. Grandchester, Broadway, N. Y.

    - Dios mío...ésto debe ser una broma...

    Las manos se le pusieron heladas, las piernas le temblaron. Tomó la carta apresuradamente y se sentó. Las lágrimas asomaron a sus ojos y calladamente, se apuró a abrirla.

    La extendió. Era una carta no muy breve. Comenzó a leer lo mejor que pudo, más que con los ojos y los labios, con el corazón:

    "Candy...la dulce y tierna pequeña pecosa que conocí hace años en el Colegio San Pablo...la dulce y tierna enfermera del hospital Saint Johanna, la mujer fuerte que superó todas las dificultades, que supo dar la cara en todo momento y que escogió su camino. A esa mujer es a quien escribo esta carta...

    Candy, quiero que sepas que cada día que me levanto, tu dulce nombre vuelve a mi memoria, pues te llevo grabada a fuego en mi mente y en mi corazón. Desde que te perdí, mi vida fue en un total declive. Ya no vivía por mí, sino por la vida que me habías dejado. Susana se convirtió en un lastre...no era esa mi intención, pero no pudo ser de otro modo. Yo hubiera querido que fueras tú quien despertara a mi lado, por quien yo pudiera respirar y continuar, pero no eras tú...me perdí durante un tiempo en el alcohol...quizás tú ya lo sabes...te busqué y alguien me dijo que habías elegido tu camino. Y por ti decidí volver al teatro y dar lo mejor de mí.

    Sin embargo, siempre llevé en mi mente tu recuerdo y en mi corazón el amor que no ha muerto en mí por ti. Cuando Susana murió, sentí más dolor de no haberle podido corresponder que de haberla perdido.

    Ahora todo es diferente. Voy a estrenar Hamlet y me gustaría tanto que estuvieras aquí. Pero no sé cómo estés, cómo reaccionarías. Porque...si yo volviera a verte, te estrecharía con todo mi corazón...no permitiría que te marcharas de nuevo. Te daría mi vida entera. Porque mi alma no ha dejado de amarte un solo día.

    Cuéntame, ¿cómo estás? Sé que hay muchas enfermeras americanas que se han ido al frente...¡maldita guerra, que arrebata a quienes se ama y no los devuelve más que muertos! La guerra mata la ilusión de la gente, excita el ardor de los valientes pero también el odio de los cobardes. Se pierde la alegría y se va muriendo el alma.
    Candy, tú no te vayas a la guerra...te lo suplico, no permitas que la alegría que te caracteriza se pierda en aras de una batalla malsana. No podría soportarlo...

    Perdoname por hablarte así pero es que te sigo amando tanto...siento que estás tan cerca de mí y a la vez tan lejos. No quisiera saber que estás con alguien más. Prometí que no te buscaría durante un tiempo para dejar que te recuperaras, pero no sé durante cuánto tiempo durará mi promesa. Quiero verte...necesito tenerte cerca. Para bien o para mal; concédeme esa gracia, dulce ninfa de ojos de esmeralda...Me muero sin tu cariño, sin tu presencia...creo que me estoy volviendo loco...si tan sólo supiera que todavía me amas...que todavía tus sentimientos se inclinan hacia mi vida, me harías el hombre más feliz del mundo. Con esa sola esperanza viviré, aunque nunca te volviera a ver.

    Candy, si puedes, ven a Broadway. Sería el único favor que te pida, si es que no quieres aceptar mi humilde amor. Tuyo siempre: Terruce Grandchester"

    Candy se soltó a llorar en su escritorio la carta era demasiado hermosa y profunda. Terry le estaba diciendo a gritos que la seguía amando, que tan sólo esperaba por ella. Se había atrevido a buscarla de nueva cuenta. Y volvía a confundirla también.

    - Terry...¿por qué regresaste? Justo ahora que le he pedido a mis ángeles protectores que me ayuden a resolver mi vida...vuelves a aparecerte...o quizás, nunca te fuiste...sólo te acercaste. ¿Qué hago?

    Esa duda le estaba demostrando que en realidad, nunca había dejado de querer a Terry. Y eso era, en verdad, bastante peligroso.
     
  16.  
    Andrea Sparrow

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    Cap. 15 Disfraces y recuerdos

    Arturo deambulaba por la habitación de Bárbara, mientras Alexander vigilaba la puerta por dentro, al tiempo que la nana ayudaba por fuera, aguardando a la llegada del conde Gerald.

    - Estoy tratando de averiguar qué hacer.
    - ¿Dejaremos que se lleven a nuestra hermana al convento?
    - Es la única forma de evitar que la casen contra su voluntad en seguida, Alexander- dijo Arturo.- Creo que ya tengo la forma de evitarlo.

    Bárbara estaba pensativa. Trató de imaginar si en lugar de quedarse con Lisa, Lowell la hubiera preferido a ella. Quizás ahora fuera más feliz...pero no...recapacitó y se dio cuenta que ella y Lowell eran muy distintos. Lowell era voluntarioso, impulsivo y al mismo tiempo, pusilánime y débil de voluntad. Reaccionaba instintivamente, sin usar la inteligencia.

    Había desconfiado de ella más de una vez, cuando no supo en dónde se encontraba, tras averiguar que esa muchacha en realidad era la hija del conde Gerald, uno de los más grandes enemigos de su padre. Sin embargo, Bárbara siempre le demostró su amor en numerosas ocasiones y él nunca la supo valorar.

    Para él, la posición y la tranquilidad social eran más importantes que el verdadero amor. Por eso, Bárbara decidió quedarse sin él y dejar que Lisa, aquella muchacha tan envidiosa, se quedara al fin con él, justo cuando Lowell se convertía en un adicto al alcohol.

    Salió de su sorpresa cuando Arturo dijo:

    - Haremos lo mismo que cuando saliste de la casa de Sidney.
    - ¿Crees que funcione?- preguntó.

    Arturo asintió.

    - Sabes que sí. En aquella ocasión, lograste engañar a tanta gente en la convención. Ahora será igual. En cuanto salgas del convento puedes esconderte con ese perfecto disfraz y no te encontrarán.

    Alexander lo apoyó. ¿Qué clase de idea le permitiría a Bárbara Gerald ocultarse de la decisión de matrimonio de su padre?

    En tanto, el conde enviaba al duque de Grandchester una carta:

    "Señor duque...lamento tener que escribir esta carta. Estaba convencido hace unos días de la boda de nuestros hijos. Sin embargo, a pesar de que he dado mi palabra y pienso seguirla cumpliendo, debéis saber el verdadero motivo por el que acepté este vínculo matrimonial.

    Sé que quizás no es de un caballero explicar esta clase de cosas, pero me parece mucho más honesto decirlo justo ahora que se puede. No conozco a vuestro hijo y no dudo que el muchacho sea también un caballero inglés como usted, pero no considero obligar a mi hija a casar, cuando ya la he puesto al tanto, y con justa razón, se he negado. Sin embargo, yo cumpliré como caballero, aunque tenga que sacrificar la felicidad de ella. No quiero decir con ésto que ella no puede llegar a ser feliz al lado de su hijo; es sólo que ella no lo conoce y es injusto presionarla para quererlo. Aún así, sé que sería voluntad de Dios que ella encuentre la felicidad en ese matrimonio.

    La razón por la que accedí a concertar el matrimonio de nuestros hijos, es que me aqueja desde ya hace algún tiempo una enfermedad que me debilita día con día...temo no poder llegar a ver el momento en que mi hija contraiga matrimonio. Y no quiero que quede desamparada. Es por eso que os pido también que, si algo llega a sucederme, vos respondáis como padre de Bárbara en mi ausencia, garantizando que se case con vuestro hijo. Anhelo con el alma que el joven acepte a mi Bárbara con respeto y devoción, pues ella es una joven dulce y virtuosa que lo hará feliz si él la acepta de corazón.

    Tranquilizad mi corazón con vuestra solicitud. Vuestro amigo y camarada: Ferdinand Gerald duMont."---------------------------------------------------------------


    La carta que Candy recibió era un parteaguas ahora que volvía.

    - ¿Qué es lo que debo hacer? ¿Cómo voy a manejar todo ésto?- pensó.

    Su primer idea fue recordar lo que había sucedido cuando se despidió de él. Ese recuerdo era doloroso y había tratado de ocultarlo en lo más profundo de su ser. Pero ahora, era difícil esconderlo por más tiempo.

    - Aún recuerdo tus manos suaves alrededor de mi cintura...y tus lagrimas quemantes cayendo sobre mi espalda..sentí tu dolor en mí, Terry...sentí cómo te quebrabas y deseabas como yo que nada nos pudiera separar. Pero sabías que esa situación nos causaría dolor a ambos. Nuestros corazones no podrían soportar ver el sufrimiento de ella, y tratar de vivir felices a sabiendas de que Susana no lo era...quizás otros no lo entenderían, pero nosotros sí...oh, Terry, yo también querría verte pero...no sé si las cosas puedan volver a ser como antes...no sé si al volverte a ver, la vida nos permita ser felices juntos. No lo sé...y tengo miedo...tengo temor de que algo vuelva a interferir y nos impida reunir nuestros corazones...sin embargo, tu carta me revela que tu corazón me sigue amando.

    Ella supo que Terry estaba desaparecido y que había tenido un fracaso en Broadway, precisamente con Hamlet. Y si ahora, el muchacho se había atrevido a buscarla, sería quizás porque había resuelto aquellos problemas.

    No tuvo mucho tiempo de pensar de momento, porque la llamaron para atender una emergencia.

    Y cuando volvió a estar en paz, caminó pensativa por el jardín del hospital.

    Una ancianita se sentó cerca de ella.

    - Es raro verte pensativa, Candy.
    - Hola- saludó a la anciana.- Tiene razón...estoy pensativa.
    - Algún asunto importante...quizás algún enfermo.
    - No exactamene- dijo Candy.- Es alguien que ha pasado por dificultades, alguien a quien perdí hace tiempo y que ahora vuelve a mí...
    - Ah, ya veo...asuntos del corazón.

    Candy se sonrojó un poco.

    - Algo hay de eso. Abuela, dígame...si usted estuviera en esa situación, ¿le daría la oportunidad a esa persona de intentarlo de nuevo?
    - Si tuviera tu edad, por supuesto que lo haría. Debes quererlo mucho para dudar en hacerlo.
    - La verdad es que no sé si deba alimentar en mi corazón sentimientos hacia él de nuevo.
    - Quizás no los alimentas...ahí están...sólo debes abrirles la puerta- dijo la anciana.- Buen día, Candy.

    - Buen día, abuela- suspiró la enfermera. Luego pensó.
    - Quizás ella tiene razón. Debo ser valiente y tratar de reencontrarme con él...debe darse cuenta de quien soy ahora y yo tengo que saber cómo está él...

    ----------------------------------------------------------------

    Terry ya tenía todo listo.

    Estaba en su departamento cuando recibió la visita inesperada de Karen.

    - ¿No te han enseñado a tocar antes de entrar?
    - Lo siento, Terry, pero toqué y no me respondias. Te esperan en el teatro para ensayo general.
    - Es hasta las tres y apenas son las doce- dijo Terry.- ¿De qué se trata?
    - Nada...es sólo que quería ensayar sólo contigo.

    Terry replicó.

    - Ensayaremos en el general. Ahora, será mejor que me dejes solo.

    Abajo estaba una dama aguardando.

    - Una mujer estaba abajo en el recibidor. Quizás sea una admiradora.
    - Ya bajo. Te veré en el teatro.

    Karen bajó. Echó un vistazo a la mujer y luego la apartó. No reconoció a la mismísima Eleonor Baker.

    Terry la tomó de la mano y la hizo subir.

    - Lo hice porque no quiero que te vayan a confundir.
    - Terry...envié las invitaciones a Candy. He venido para verte justo antes del estreno. Estoy nerviosa por ti...sólo faltan quince días.
    - Lo sé- dijo Terry- pero me hace muy feliz que volvieras.
    - Dejé la filmación en espera. Dijeron que comprendían, así que me dispuse a quedarme hasta que se estrene la obra.

    Terry apretó las manos de su madre con amor. Luego le sirvió té.

    - Y dime, ¿qué dice el orgulloso duque de Grandchester?
    - Está preocupado por el asunto de tu matrimonio.
    - Insiste con eso.
    - Le envié un telegrama para exigirle que reconsidere el asunto. Ya no me importa si mi influencia pueda ser negativa. Dudo que lo que yo le diga pueda desencadenar algo peor. Estoy jugando todas mis cartas, querido Terry.

    - Eres una gran mujer, Eleonor- djo el muchacho- ¿sabes? Candy recibirá una carta mía...alguien la envió por equivocación...
    - ¿Y qué decía tu carta?
    - La verdad: que la amo y que no puedo vivir sin ella. Que estoy dispuesto a recuperarla y que quiero que venga al estreno.
    - Ya veo. Hiciste lo correcto, Terry. No hay mejor forma de arreglar las cosas que hablando con la verdad.

    Terry hizo una pausa.

    - ¿Tú hiciste eso alguna vez?

    Eleonor asintió.

    - Sí...en una ocasión le envié una carta a Richard, antes de que se casara con esa mujer...le dije que lo amaba...le dije que quería que estuviéramos juntos los tres...y no me respondió.

    Terry abrazó a su madre.

    - Lamento que hayas sufrido tanto por causa de mi padre. Tienes todo mi amor y eso nunca va a cambiar.

    Se abrazaron efusivamente. Luego Eleonor le dijo:

    - La chica que bajó hace un rato es Karen Klays, ¿verdad?
    - Sí...la conoces...¿por qué?
    - Dime, Terry, ¿te has involucrado sentimetalmente con ella?
    - No, para nada. ¿Por qué?

    Eleonor asintió.

    - Debes tener cuidado con ella. Se rumora que ustedes se entienden.

    - Notas falsas de los periodistas. Algunos, como no tienen de dónde sacar dinero, inventan esas cosas.
    - Yo no estaría tan segura, Terry.

    El muchacho pensó en hablar con ella cuando tuviera oportunidad.

    ----------------------------------------------------------------

    El duque de Grandchester recibió el telegrama de Eleonor. En cuanto lo leyó, lo hizo trizas.

    Al poco rato, le llevaron la carta del conde.

    Su esposa intervino.

    - Es una falacia querer convencer a Terruce sobre ese matrimonio. Tu hijo jamás aceptará una orden tuya. Es un desagradecido. Ya debías hacerte a la idea de que nunca será un Grandchester.

    - Lo es, aunque te pese- dijo el duque.- Tendrá que aceptar mi decisión. Hay métodos que podrán convencerlo. Pero por ahora, puedo dejar que sueñe con que será un éxito su Hamlet. Cuando esa efímera gloria haya pasado y el triunfo se le baje de la cabeza, lo haré entrar en razón.

    - Le tienes demasiadas consideraciones al hijo bastardo de esa americana...

    El duque calló. Pero en su memoria, aún aparecían recuerdos vagos del amor que un día le profesara a Eleonor Baker. Y por un momento pensó en si habría hecho mal negándose a la felicidad.

    ----------------------------------------------------------------


    Durante dos noches, Candy no pudo dormir. Tenía que pensar en la decisión que tomaría.

    No quería dejarse llevar por la nostalgia. Que sus recuerdos no la debilitaran para querer por ellos volver a ver a Terry. Tenía que estar convencida de querer tener aquel reencuentro tan difícil y a la vez, tan inconscientemente deseado.

    Así que se dispuso a escribir.

    - Ganaste, Terry...voy a ir a verte...así que...espérame...

    Entonces pensó en solicitar el día de salida a Archie boletos para el estreno. Nada perdía con intentarlo. Sabía que no le haría gracia, pero estaba decidida. Y si su familia no la ayudaba, buscaría tan sólo en Terry la respuesta a su decisión.
     
  17.  
    Andrea Sparrow

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    Capitulo 16. Una carta y una duda.

    Candy estaba cansada. Sin embargo, aprovechó el tiempo para tratar de contestar la carta de Terry. Pero las manos le temblaban. Eran tantas ideas, tantas cosas que contar. Y tantas otras también que no podía expresar con palabras, referentes a su trabajo, a su vida y a lo que ella misma no quería reconocer respecto al amor que sentía por Terry.
    Se tenía miedo a sí misma. No estaba ahora segura de la reacción que tendría frente a él. Pero debía ser prudente, si es que quería que las cosas salieran bien. No quería precipitarse. Quizás Terry reaccionaría diferente. Pero según la carta, se echaba de ver que no la había olvidado.
    - Oh, Terry…te siento tan cercano, como antes. Pero no sé cómo serás. ¿Habrás cambiado mucho? Yo no soy la misma. Creo que sí he cambiado. Y sin embargo, dentro de mí…aún siento que mi amor por ti…no ha muerto.
    Comenzó a escribir. Pensó que las palabras saldrían casi sin pensar. Pero no fue así. Borroneó un par de hojas, hasta que por fin, consiguió escribir algo que pudiera enviar.
    Las líneas se empezaron a escribir de nuevo, esta vez con mayor seguridad. Al terminar las dos hojas de la carta, se dio cuenta que lo que estaba escrito en ellas era realmente lo que quería decir. Se sintió segura y preparó la carta para enviarla en la primera oportunidad.
    - Listo, Terry. El destino decidirá lo que suceda a partir de ahora. Espero que la carta te llegue cuanto antes y puedas saber lo que en ella te escribo.

    En tanto, Terry fue a una revisión de sus trajes para la presentación. Mientras lo hacía, Karen se encontraba cerca. Terry comentó.
    - ¿Ya tienes tu ropa lista, Karen?
    - Si lo dices porque estoy aquí, perdiendo mi tiempo, te equivocas. Yo ya tengo todo lo necesario para la obra. Creo que ahora Hamlet es el que se está retrasando un poco.
    - Karen…¿podemos hablar un instante?
    - Por supuesto.
    - Aquí no- dijo Terry.- Vamos al saloncito que está a un lado.
    Karen se adelantó. Terry le dijo.
    - Karen…quiero que me expliques…a qué se refieren esos rumores respecto a una supuesta relación sentimental entre nosotros.
    Karen soltó una sonora carcajada.
    - ¿En serio te preocupa eso?
    - Me intriga solamente.- respondió Terry.
    - En ese caso…algo escuché.
    - Dime la verdad: ¿de dónde surgió el rumor?
    - ¿Acaso crees que surgió de mí?- comentó Karen.
    - Sólo quiero la verdad.
    Karen se acomodó el cabello y negó.
    - No, no salió de mí. Aunque…no creo que sea muy descabellado. Terry, hicimos juntos Romeo y Julieta. Y ya sabes el dicho de la compañía.
    - Eso no se cumplió con nosotros, Karen- comentó Terry cruzándose de brazos haciendo un ademán con la mano.- Y tampoco se cumplirá con Hamlet, puesto que Ofelia no termina junto a Hamlet.
    - La historia aún no se ha contado. ¿No te gustaría que se cumpliera?- insinuó Karen.
    Pero Terry la detuvo.
    - Olvídalo. Tú y yo somos muy diferentes…
    - Con Susana no pensabas igual. Acéptalo. Susana te gustaba.
    Terry respondió enérgicamente.
    - ¡Susana está muerta, Karen! ¡Respeta eso! Y ahora quiero que sepas que yo sólo puedo amar en la vida a una sola persona y esa no eres ni serás nunca tú, ¿entendiste?
    Karen apretó los puños y comentó:
    - Eres muy hiriente, Terry. No tenías que decirlo de esa forma.
    - ¿Y por qué no, Karen?- comentó Terry.- Si tú fuiste capaz de inventar esos rumores, yo puedo desmentirlos como me dé la gana.
    La actriz se enfurruñó y soltó un par de lágrimas rabiosas.
    - Cada día estás más insoportable, Terruce Grandchester. Supongo que solamente tienes interés en Candy, ¿cierto?
    - Si ya lo sabes, ¿para qué lo mencionas?
    - Deberías poner los pies sobre la tierra. Esa muchacha está muy lejos de ti. No tiene nada que ver contigo…es pasado.
    - Será mejor que te calles, Karen. Eso no es asunto tuyo. Déjame en paz. Y espero que de serte posible, eches por tierra esos rumores.
    Karen tomó a tono de burla:
    - ¿Por qué no haces tú eso, Terry? Creo que es a ti a quien le conviene echarlos por tierra…
    Terry la dejó hablando sola.
    - Será mejor que me apresure para saber qué pasó con los boletos para Candy.

    Salió hacia su departamento y se dispuso a ir a descansar. Pasó por el consultorio del doctor Kelly pero no entró. Decidió estar a solas.
    - Candy…ya no puedo esperar más; quiero estar a tu lado y no dejarte ir más- sollozó ligeramente.
    Había hablado con Eleonor Baker.
    - Terry…sé lo importante que es para ti estar al lado de Candy. ¿Cómo piensas hacer que tu padre no se moleste contigo?
    - Ya no me importa- resolvió Terry.- Mi padre jamás entenderá.
    - ¿Y crees que Candy acepte venir?
    - ¿Le enviaste las invitaciones?
    - Por supuesto. En unos días estarán llegándole. Lo que no sé es cómo creerá lo que le escribí.
    - ¿Una nota?
    - Sí- dijo Eleonor.- Algo breve. Sólo para decirle que quieres verla y que haga todo lo posible por venir a Broadway.
    Terry bajó la mirada.
    - Yo también espero que tome en cuenta tu nota pero…también dudo que lo haga. Tengo miedo…
    - Lo sé. Te comprendo. Pero ten confianza. Quizás venga antes de lo previsto.
    Terry agradeció a su madre y terminó la velada con ella en el restaurante de su hotel.

    Candy envió la carta con carácter de urgente y se dispuso a regresar al hospital para seguir atendiendo a sus pacientes, cuando uno en específico llamó su atención. Se quejaba profusamente.
    - ¿Le duele mucho?- observó.
    - Sí…bastante- dijo el paciente.- Necesito atención urgente. Señorita…lléveme a un área donde me pueda revisar.
    - Tiene que verlo un doctor- dijo Candy.
    El paciente se levantó las gafas.
    - Soy yo, Candy- guiñó el ojo. Se trataba de Archie.
    Candy sonrió y trató de guardar el secreto.
    Fueron a un privado y ahí le preguntó.
    - ¿A qué debo tu visita?
    - Candy…dime…¿ya sabes que se va a estrenar Hamlet, cierto?
    Candy se volvió a mirar a Archie.
    - ¿A qué viene tu pregunta?
    - Es que…sólo quería saber si…tenías pensando ir…
    La enfermera señaló.
    - Algo te traes entre manos y quiero saber de qué se trata.
    Archie extendió las manos.
    - Aquí tengo boletos para la obra, Candy.
    Candy lo miró sin pestañear.
    - ¿Cómo los conseguiste?
    - Eso es lo de menos, Candy. Sólo quiero saber si…quieres ir.
    La muchacha dudó. Tenía ante sus ojos una señal inequívoca del destino para llegar hasta él.
    - Archie…¿por qué lo haces?
    - Candy, yo sólo quería traerte algo que te animara y de paso, saber si todavía te interesaba tener boletos para la obra.
    Candy dudó. Si decía que estaba interesada, todo cambiaría.
    - Me interesa ver a Terry en Hamlet. Él siempre quiso realizar esa obra. En una ocasión no lo pudo hacer.
    - ¿Es sólo eso?
    - Sí, Archie. Sólo eso. Quiero asegurarme de que esta vez Terry cumpla su sueño.
    Archie se dio cuenta que Candy le estaba ocultando algo pero ya no insistió.
    - Está bien, Candy. Me alegra que pienses así. Toma tu boleto. Los demás son para Annie, Albert y yo.
    - ¿Irán conmigo, entonces?
    - Bueno, no sé si quieras…
    - Por supuesto- dijo Candy.- Y me alegro por Albert, porque siempre fue su amigo y seguramente lo invitó.
    - Sí. Eso parece. Candy…ojalá que puedas disfrutar la función, sin que se turbe su corazón.
    Candy suspiró hondamente un segundo.
    - No te preocupes, Archie. Todo estará bien.

    Bárbara se acercó a su padre. Éste se encontraba preocupado por la carta que había enviado al duque de Grandchester.
    - Papá- dijo Bárbara.- Estuve pensando respecto a lo que me pediste. Yo no quiero mortificarte. Así que pensé que…podría estar presente en el baile que querías organizar.
    - ¿De verdad?- preguntó el conde Gerald.- Eso me haría feliz, hija mía. Créeme, lo hago sólo por tu bien.
    - Y…acepto que, después del baile, me envíes al convento para que pueda pensar lo que voy a hacer. Es algo que te pido encarecidamente, padre.
    El conde la miró con dulzura.
    - Te pareces tanto a tu madre…claro que accedo. No pienso presionarte. Sólo quiero que estés segura de lo que vas hacer.
    - El baile me gustaría que fuera de disfraces…claro, si estás de acuerdo.
    - Por supuesto- dijo el conde.- Puedes organizarla como tú quieras.
    Bárbara sonrió. El plan que sus hermanos y ella habían desarrollado comenzaba a poder ponerse en práctica.

    Al fin pasó una semana completa.
    Los días le habían parecido a Terry demasiado largos. Era como si esperar por algo en particular.
    Y por fin, aquella mañana, llegó una carta para Terry Grandchester.
    La tomó entre sus dedos, tembloroso. No lo habían engañado los ojos. Era de Candy.
    Se encerró para leerla a solas.
    “Terry…cuando recibí tu carta, apenas podía creerlo. Comencé a leerla con la intención y sentí en mi interior un revuelo. Como si pudiera escucharte personalmente decir cada una de las palabras de la carta. ¿Es demasiada mi imaginación?
    Quizás. Pero lo cierto es que mi corazón no permaneció totalmente tranquilo tras haberla leído. Espero que no interpretes mis pensamientos hasta no haber leído el resto de mi carta.
    Mi vida ha cambiado vertiginosamente. Tras haberme quedado sin trabajo, por causa de la familia Leagan, Albert intervino para conseguir que me recontrataran en el hospital Saint Johanna. Eso me devolvió la posibilidad de ejercer mi profesión sin problemas. A partir de entonces, he permanecido cerca de él, ayudándolo o compartiendo la vida. Él y yo somos ahora un poco más unidos. No he vuelto definitivamente a la familia Andley, pero Albert y yo seguimos siendo amigos, casi hermanos.
    Afortunadamente, el trabajo no es muy pesado. Hace unas semanas estuve de vacaciones en la casa de Lakewood. Recordando viejos tiempos…visitando la tumba de aquellos amigos que se marcharon antes que nosotros: Anthony, Stear. Tú conociste a éste último. Mi amiga Patty sigue desconsolada. Hemos querido explicarle que Stear cuida de ella, pero según creo, aún la ayuda del cielo no le ha llegado. Y no me gusta verla tan triste. En cambio, Annie y Archie se llevan cada vez mejor. Y Albert aún no ha encontrado a la persona capaz de llenar sus días. Quizás pronto la encuentre. Por ahora, se dedica a cuidar a todos en la familia y se preocupa de que cada quien consiga cumplir con sus sueños.
    Me pregunto si lo has visto últimamente. Ustedes siempre fueron muy amigos y me gustaría tanto que volvieran a verse. Tal vez vaya a Broadway a verte actuar.
    ¿Y yo? Llegó el momento de que te diga lo que pienso al respecto.
    Terry…no puedo negarte que durante mucho tiempo sufrí por tu ausencia. Y ahora…sigo sufriendo sin poder tenerte cerca. Porque…siempre me ha dolido recordar que has estado mal…y yo no he podido estar a tu lado. Siento mucho lo de Susana. Y más porque supe que estuviste muy mal. Y hubiera querido estar contigo para darte apoyo. Y aprovecho esta carta para decírtelo. Y para decirte también…que pienso ir a verte a Broadway, Terry. Quiero verte, quiero saber qué hay en mi corazón aún por ti…y reencontrarme contigo. No sé lo que sucederá. No puedo preverlo…pero sí puedo decirte que sea lo que sea…será para bien…
    Saludos. Candy White”.
    Terry no pudo reprimir las lágrimas. Era demasiado hermoso para él recibir aquella carta. Era una promesa ante tanto dolor.
    - Sólo una duda tengo- dijo Terry para sí.- Albert también vendrá. Eso es muy extraño…
     
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    Cap. 17 Recuerdo de una fiesta blanca para dos

    Terry no podía sentirse más feliz en ese momento. Releyó la carta Dios sabe cuántas veces más y pensó cómo podría hacerle saber que la había recibido y seguir contándole lo que sucedía en su vida.

    - Creo que tendré que enviarte un telegrama. Espero no alarmarte, Candy. Pero creo que es muy poco tiempo ya para enviarte una carta.

    Aquella noche no pudo dormir. Se la pasó pensando en los recuerdos de aquel día maravilloso en que no asistió a la Fiesta Blanca organizada por Elisa y prefirió quedarse en casa con Candy

    “ Era ya de mañana cuando recibió la invitación de Elisa Leagan para la Fiesta Blanca.
    - ¿Fiesta Blanca?- preguntó Terry- ¿Qué es eso?
    - ¿Nunca has ido a una, Terry?- preguntó Elisa.
    - No…no creo que ese tipo de fiestas sean para mí.
    - Irá toda la familia Andley y lo pasaremos bien. Es agradecimiento a lo que hiciste por mí…
    Terry entrecerró los ojos.
    - No fue nada, Elisa. No tenían que organizar una fiesta por eso.
    - Te espero. ¿Irás, verdad?
    Terry se quedó un momento en silencio.
    “Quizás vaya Candy”- pensó.
    - Está bien- dijo- iré.
    - Qué bueno. Estaremos esperando por ti.
    Elisa se marchó.
    Mark llegó a buscarlo para darle la comida que le había enviado su madre.
    - Hola, Terry- dijo Mark.- Acabo de ver a Pecas que andaba cerca de aquí, ¿no está aquí?
    - No- contestó Terry.- Así que Pecas andaba por aquí, ¿no?
    - Sí- señaló Mark.- Es una chica rara…te traje pan, huevo y queso.
    - Gracias, Mark. Dale también las gracias a tu madre de mi parte. Acompáñame a desayunar.
    - Claro.
    Estaban juntos en la cocina. Mark preguntó mientras desayunaban.
    - Oye, Terry…dime algo, ¿qué sientes por “Pecas”?
    Terry casi se atraganta.
    - ¿A qué viene tu pregunta, Mark?
    - A que…te he visto raro desde que conociste a Candy…
    - Explícate, Mark- dijo él sin levantar la vista.
    - Estás como ido, más calmado. Desde que llegaste a Escocia te la pasas con ella en el lago o encerrado en tu cuarto…
    Terry soltó una carcajada sonora y un poco socarrona.
    - Estás volviéndote loco, Mark. Yo sigo siendo el mismo de siempre.
    - No es verdad- dijo Mark.
    Terry se levantó.
    - Ven aquí, muchachito malcriado.
    Y comenzaron a corretearse por el jardín de aquella vieja casona.
    Sin embargo, Terry reconocía perfectamente que Mark tenía razón. Su forma retraída y rebelde de ser había cambiado ligeramente gracias a la dulzura de aquella muchacha americana.
    Bajó la cabeza mientras Mark daba vueltas a su alrededor.
    “Americana como mi madre…inconscientemente estoy repitiendo la historia de mi padre…¿serás tú acaso la mujer de mi vida, pequeña pecosa?”
    Mark insistió.
    - Dime la verdad, Terry, ¿estás o no enamorado de Candy?
    - La verdad sí- dijo Terry- pero ¡ay de ti si se lo dices!
    El chico lanzó al aire su sombrero y contestó guiñando el ojo.
    - Descuida, Terry, no pienso decírselo aunque me lo preguntara.
    El resto del día, estuvo arreglándose y preparándose para la hora de la fiesta.
    Estuvo tratando de imaginar cómo se vería Candy con vestido blanco.
    - Seguramente parecerá un ángel- señaló para sí.
    Por fin, pasado un rato, subió a Teodora y se encaminó hacia la casa de la familia Andley.
    Y en su paso, encontró a Candy que no estaba ataviada para la fiesta.
    Candy trepaba por los árboles en total despreocupación. Descendió del caballo y se acercó.
    - Candy…no sabía que había un mono por este bosque. Dime, pecosa…¿no vas a ir a la fiesta blanca?
    - No…no estoy invitada.
    Terry se dio cuenta que tenía que ser casi obvio. Elisa nunca la había tratado bien.
    - Entonces...yo tampoco iré.
    - Terry…
    - ¿Por qué no vienes a casa?- preguntó dando un pequeño golpecito en la frente.- La casa es muy grande y hay fantasmas.
    - No pueden ser tan malos…-respondió ella.

    La ayudó a subir al caballo y cabalgó con ella en la montura hacia la casona.
    Mark los miró desde lejos. El jovencito le guiñó el ojo. Terry colocó su mano en la boca, para que no dijera una sola palabra.

    Entraron a la casa.

    Todo estaba en penumbra.

    - Está muy oscuro- dijo Candy.

    Avanzó un par de pasos y se quedó en espera de la voz de Terry.

    De pronto,éste gritó:

    - ¡Cuidado, atrás, Candy!

    Una armadura dejó caer una cadena. Candy corrió a sus brazos.

    Terry repuso:

    - Es una de las formas para abrazar a una chica...

    Candy lo apartó.

    - No juegues así conmigo, Terry.

    Al abrir las cortinas, sintieron algo de frío. Comenzaba a llover. Candy se cubrió los brazos. Terry le lanzó la bata de su madre.

    - Tómala, cúbrete con ella.

    Candy se la colocó.

    - ¿Es de ella...de tu madre?
    - Sí- dijo Terry- la dejó mi madre...con saludos para Tarzán Pecosa...

    - ¿Para mí? Gracias...

    Encendió la chimenea. Al calor de la llama, sólo pudo comparar su fulgor con los destellos de los ojos de Candy.

    Ella le hablaba sobre Eleonor Baker.
    - ¿Ya marchó?
    - Sí- dijo él.- Se ha ido.
    - ¿De qué hablaron?
    - De nada...sólo mirábamos al fuego...

    Candy hizo silencio. Luego añadió.

    - Es como si estuviéramos en Navidad.

    Terry respondió.

    - Lo mismo dijo ella...no hablamos de nada. Sólo sentí que nos entendíamos sin palabras. No fue necesario decir más. Si eso hubiera pasado con mi padre y su segunda mujer, me habría vuelto loco.

    - Ya veo...
    - Eso es lo que los hijos quieren de los padres.

    Candy comenzó a llorar.

    - ¿Qué ocurre, Candy?
    - Yo quiero tener una madre como la tuya...
    - ¿Como la mía?
    - Tú lo sabes.

    Terry aguardó.

    - Una madre como la tuya...sólo quisiera tener una madre.

    El llanto la hizo presa. Terry se acercó.

    - Candy...¿te gustaría que nos quedáramos aquí a esperar el amanecer?

    Candy se sintió vulnerable. Por un instante no supo qué responder. Él se moría por besarla.

    Pero Elisa Leagan rompió aquel idilio.

    Terry continuó pensando en lo que sucedió tras la partida de Elisa.

    Dejó de llover.

    - Es tarde.

    Terry le pidió.

    - Quédate otro rato. Tus amigas están en la fiesta y si te vas, estarás sola...y yo...yo estoy solo aquí.

    Candy le dio ligeramente la espalda.

    - Quizás no esté bien...tú eres un chico solo...
    - A solas con una chica.

    Candy se turbó.

    - Pero- continuó Terry- no es cualquier chica. Es una joven valiente, decidida y de voluntad recia y firme. Y yo sería incapaz de hacer algo que ella no quisiera.

    - Terry- dijo Candy con ojos cristalizados.

    - ¿Me crees tan mezquino como para aprovecharme de ti? Además, no tengo ánimos para eso.

    Candy le enseñó la lengua.

    Terry rió.

    - ¿Te das cuenta que cuando enseñas la lengua se te notan más las pecas?
    - ¡Deja de burlarte de mis pecas, Terry!


    El joven se dejó corretear hasta un vestíbulo atestado de libros, donde había algunos de teatro.

    - Mira...éstos libros los he comprado con mis ahorros. Mi padre casi nunca viene y no los ha visto. Son de piezas de teatro.

    - Lo sabía.

    Terry tomó uno y comenzó a leerle un trozo a Candy.

    - Sólo trata de imaginarte lo que existe alrededor de estos personajes. - dijo leyéndole unos párrafos de Los dos hidalgos de Verona.

    Candy estaba feliz. No podía entenderlo. Pero se sentía protegida. Y ya no quería llorar más.

    Entrada la noche, merendó con Terry mientras le contaba algunas peripecias suyas en América.

    - ¿Qué hiciste en mi país?

    Candy esperaba su respuesta.

    - No me porté muy bien que digamos...buscaba a mi madre, pero, como no la encontré, me gasté parte del dinero de mi padre en bebida, ropa y cigarrillos. Estuve metiéndome en problemas durante un tiempo...hasta que decidí volver a Inglaterra. Mi padre le envió un telegrama a mi madre y supe que me exigía que volviera...

    Candy lo miró con dulzura. Aquella tarde, Terry supo lo que era el verdadero amor.

    Y justo antes de volver al dormitorio, Terry le dijo:

    - Candy...espero que no te hayas aburrido mucho conmigo.

    - Claro que no, tus historias me divierten.

    Terry le apretó la nariz y le dijo:

    - No te burles...este día ha sido para mí único y especial.

    Un instante de silencio les reveló que había peligro en los ojos de los dos..."

    Terry despertó de esos pensamientos.

    - Que ya sea mañana para enviarte el telegrama.

    ---------------------------------------------------------------

    Al día siguiente, Candy pasó la mañana cuidando enfermos. Ahora el tiempo se le hacía aún más corto. Ya no importaba el peso del día. La esperanza de volver a ver a Terry llenaba sus días de emoción y aliento.

    Y ese mismo día, alguien la visitó durante la hora de comida.

    Llegó a la estación de enfermeras. Ahí un recado de alguien que la esperaba en el jardín.

    Al salir, vio a Albert que aguardaba por ella.

    - Albert, has venido hasta acá:

    - Por supuesto- dijo Albert.- He venido para charlar contigo.

    - Tengo tiempo ahora.

    Fueron a tomar un café.

    - Candy, dime...¿te llegaron los boletos para Hamlet?

    Candy se turbó.

    - Sí. Dime, Albert. ¿Piensas ir al estreno? ¿Has visto o hablado con Terry?

    Albert no tenía valor para decírselo.

    - Digamos que...sí. Aunque los boletos no me los envió él. Los conseguí por cuenta propia.

    -Ya veo. Y...piensas ir.
    - Sí. Quiero ver a Terry. Fuimos amigos. Y quiero estar presente ahora que volverá a representar a Hamlet.

    Candy trataba de adivinar las intenciones de Albert.

    - Dime...¿sobre qué querías hablarme?

    - Candy...¿qué harías si vuelves a ver a Terry? Es decir, quiero saber si...todavía lo amas como antes.

    Candy guardó silencio un momento. Tenía la respuesta en las manos y no podía soltarla.

    - No puedo contestar. Necesito saber qué hay detrás de mi admiración y el tiempo que he pasado sin él.

    Albert asintió.

    - Te entiendo. De igual forma, yo pienso apoyarte en lo que sea.

    Ella le agradeció.

    - No esperaba menos de ti.

    Albert sonrió y luego continuó.

    - En vista de que iremos a Nueva York, habrá que organizar el viaje. Tengo que ver a un amigo allá, podríamos aprovechar para irnos al mismo tiempo.

    - Podría ser. Yo también quisiera ir a ver a unos amigos de Nueva York- dijo Candy sin imaginar que se trataba de la misma persona.

    - ¿Crees que te den permiso fácilmente?
    - No lo sé- dijo Candy.- Temo que no, puesto que acabo de volver.

    Albert dijo con seguridad.

    - Despreocúpate...yo me encargo de eso. Por cierto...necesito de tu ayuda.

    - ¿De qué se trata?
    - Necesito...que me des tu opinión sobre esto- dijo mostrándole los diseños de dos hermosos anillos.

    Candy los miró con emoción pero con curiosidad.

    - Albert...son hermosos...pero yo...¿cómo puedo ayudarte?
    - Dame tu opinión sobre el más hermoso.

    Candy lo miró en tono burlón.

    - ¿Acaso es para alguna mujer?

    Albert la miró con fuerza pero trató de que no se diera cuenta.

    - No...son de mi amigo...el que te conté. Él está escogiendo el anillo de compromiso para su novia, pero no quiere que se dé cuenta. Me pidió de favor que lo ayudara. Pero yo soy muy malo en gustos femeninos.

    Candy rió alegremente.

    - Veamos...pues...éste- dijo seleccionando el que Albert previamente había seleccionado para ella.

    - Me alegra. A mí también me gustaba éste.
    - Tenemos los mismos gustos.

    Candy se dio cuenta que era tarde.

    - Debo irme, Albert. ¿En cuánto tiempo sabré si me darán el permiso?
    - Mañana mismo- contestó Albert.- No quiero que pase un día más.
    - Está bien. Espero tu visita. Cuídate, Albert.
    - Tú también, Candy- repuso él apretando ligeramente su mano.

    Cuando ella se marchó, Albert se quedó pensativo.

    - No quiero presionarte, Candy. Ojalá tus sentimientos por Terry hayan disminuido. Quisiera llegar a tu corazón...

    -------------------------------------------------------------

    Terry se dedicó a revisar cuánto dinero tenía para poder enviar el pasaje a Candy.

    - Será como la vez anterior. Un pasaje de ida. Sería demasiada mala suerte que volviera a pasar algo como lo...¡oh, Dios, no! ¡No esta vez! Debo estar preparado...

    Paseó un poco por la ciudad, buscando un regalo especial para Candy para darle la bienvenida.

    - Quisiera hospedarla en un lugar especial pero...¿y si viene con Albert? Quizás no sea prudente. Aún así, voy a tratar de estar cerca de ella. Y esta vez...voy a pedirle a Albert la mano de Candy en matrimonio...

    Fue posteriormente a la compañía.

    - Veo que ya tienes todo listo- dijo el señor Stratsford.
    - Sí, señor. Todo está en orden. Mis invitados también están por recibir todas sus invitaciones.
    - Me alegro. Ah, por cierto, no lo sabía. Ojalá sea para bien lo de Karen y tú.
    - ¿Lo de Karen y yo?
    - Sí. Lo supe por los periódicos. Tenía que enterarme por otro lado.
    - Hay un error, señor Stratsford. Verá...
    - Sí, ya sé que no aún no querías que se supiera. Pero es mejor. Eso le dará promoción a la obra.
    - Entiéndame- insistió Terry.- Todo es un rumor, sólo eso.

    Stratsford dijo:

    - Ya conoces el dicho de la obra. Tarde que temprano, Karen y tú iban a terminar juntos. Quizás no estás muy de acuerdo porque ya conocemos todos a Karen, pero no es tan descabellado como parece.

    Terry se alejó desconcertado.

    - No puedo permitir que esto llegue a oídos de Candy. Tengo que apresurarme a traerla aquí y echar por tierra los rumores antes de que los lea en el periódico.

    Sabía que no iba a ganar nada tratando de arreglarlo con Karen. Quizás Eleonor Baker podría ayudarlo a remediar tal equivocación.

    Volvió al departamento y preparó lo que escribiría para Candy, marchando inmediatamente a la oficina de telégrafos.

    - Esto no puede esperar más, pequeña pecosa...

    Y en los diarios, de nuevo, noticias sobre la guerra. El número de bajas en el ejército norteamericano iba en aumento...Terry sintió una fuerte opresión en el pecho.

    -----------------------------------------------------------

    Bárbara seguía pintando en su habitación, cuando la nana introdujo en su habitación, a escondidas, a Arturo, su medio hermano.

    - Es Arturo- le susurró.

    Bárbara lo dejó entrar con sumo sigilo.

    - Arturo...¿traes lo que te encargué?
    - Por supuesto. Mira. Será mejor que te lo pruebes ahora.

    Bárbara se fue a otra habitación y luego salió con aquel disfraz.

    - Seguro nadie te reconocerá- dijo Arturo sonriendo.
    - Eso es lo que más deseo- respondió ella.
     
  19.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
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    Cap. 18 Telegramas

    - Creo que es descabellada la idea que nos propusimos, Arturo- resolvió Bárbara divertida, aunque también preocupada.
    - Lo sé. Es un tanto descabellada pero créeme, es la única forma en que puedes evitar que tu padre te haga casar con ese hijo del duque de Grandchester. Por cierto, Barbie…Lowell ha preguntado por ti…
    Bárbara le dio la espalda.
    - ¿Le has hecho saber mi opinión al respecto?
    - Por supuesto- reveló Arturo.- Tanto Alex como yo estamos de acuerdo y le hemos hecho saber que no debe siquiera preguntar por ti. A Lisa no le gustará.
    - Estoy de acuerdo. Por su propio bien no debe seguir indagando sobre mí. Y ahora menos que nunca, puesto que podría ponerme en aprietos con mi padre.
    - ¿Y piensas ir al convento, como él quiere?
    - Para nada. Le dije que aceptaría para que no sospeche nada respecto a mí. Pero no pienso ir a ese lugar. En cuanto pase lo del baile…desapareceré.
    - ¿Y a dónde piensas ir?
    - A América- comentó Bárbara.- Es el único lugar alejado donde seguramente mi padre no podría encontrarme.
    Arturo asintió. Él estaba dispuesto a ayudar a su hermana en lo que fuera.

    Terry, al día siguiente, se marchó hacia la compañía Stratsford. Estaba visiblemente molesto y no profería una sola palabra a quienes le preguntaban algo.
    - ¿Alguien sabe qué le ocurre al orgullosito de Grandchester?- preguntó uno de sus compañeros.
    - Con eso de lo de Karen, seguramente está desconcertado. Ya lo conocen. Es bastante extraño.
    Sin embargo, Stratsford lo conocía bien y estaba seguro de que Terry no estaba de acuerdo con algo.
    Una mujer lo aguardaba en la parte inferior del edificio. Era Eleonor Baker.
    Terry ordenó un carro en cuanto la reconoció.
    Marcharon con sigilo hacia el centro de Nueva York.
    - Ya me enteré. Eso no puede ser cierto.
    - No lo es, Eleonor- refirió Terry. – Quería pedirte que me ayudaras para solucionar esto.
    - Tu padre creyó siempre los rumores que se movían en mi entorno. Eso fue lo que nos separó.
    - Ahora entiendo todo- continuó Terry. - ¿Y qué propones que haga?
    - Hazle saber que no es verdad.
    - Pero…falta muy poco para la obra. ¿Y si ella cree que es verdad?
    - Lo dudo. Candy es una chica inteligente. No creerá lo primero que escuche.
    - Eso espero, madre- comentó él, mortificado.
    Sin embargo, Candy estaba pendiente de la obra. No podía pensar en otra cosa que no fuera Hamlet.
    Aún así, no quería ilusionarse demasiado, puesto que temía que sucediera lo que la ocasión anterior.
    - No quisiera perderte por segunda vez, Terry. Si eso pasa…sería definitivo.
    Caminaba por los pasillos del hospital cuando el doctor Leonard la mandó llamar.
    - ¿Puedo pasar?- preguntó Candy.
    - Adelante, señorita White.
    La joven enfermera preguntó de nuevo.
    - ¿Qué quería decirme, doctor?
    - No pensaba tomarlo en cuenta pero…me han pedido un permiso especial. Y voy a considerarlo, en virtud de un favor que quiero pedirle también.
    - Dígame.
    - Este documento es para la doctora Kelly. Es para su hermano Arthur y quiero que sea usted quien se lo entregue personalmente. Es por eso que voy a aceptar que vaya a Nueva York sin dilación. Tiene un par de días para prepararse y marchar cuanto antes.
    Los ojos de Candy se iluminaron.
    - ¿De verdad, doctor?
    - Por supuesto. Así podrá resolver su asunto sin problemas y cumplir con mi encargo.
    Si hubiera sido todavía aquella joven y atolondrada enfermera, habría saltado de alegría. Pero había ya aprendido a controlar un poco sus emociones y sonrió alegrándose sólo internamente de la decisión de su jefe.
    - En cuanto tenga el documento se lo entregaré. Puede retirarse.
    - Con su permiso, doctor Leonard.
    El resultado de aquella solicitud tan favorable, había sido producto de la intervención de Albert. Aquel hombre tenía ese don de gentes que favorecía la solución de casi cualquier problema. Tenía la capacidad de convencer a quien fuera y conseguir que alguien de tanta autoridad como el doctor Leonard aceptara conceder a su vez aquel permiso. Pero no era de extrañarse: influía en el médico saber que aquel hombre a quien creía sólo un vagabundo, en realidad era la cabeza de la familia Andley. Pero…¿qué pudo haber convencido al doctor Leonard en esta ocasión?
    La tarde había caído sobre Chicago. Candy se dirigía a las habitaciones contiguas al hospital cuando recibió un telegrama urgente.
    - Es Terry…¿de qué se tratará?
    Comenzó a leer:
    “ Candy. Te espero en Broadway. Envío pasaje de ida. Te amo. Terry G.”
    - Líneas breves pero precisas. Oh, Terry…no sé si la vida me cobre con creces esto pero…no pienso dejar de verte esta vez.

    En la casa de Chicago, Archie conversaba con Albert.
    - ¿Ya hablaste con ella?
    - Le dije que iríamos juntos a Nueva York. Aceptó y conseguí un permiso especial.
    - ¿Cómo fue que el doctor Leonard aceptó?
    - Le dije que Candy iba a una celebración familiar que tenía que ver con su futuro.
    - ¿Qué clase de celebración familiar?
    - Ya lo verás, Archie. Pienso celebrar allá una fiesta especial para pedirle a Candy formalmente que se case conmigo. Y ustedes serán mis testigos de ello.
    - No sé si felicitarte…
    - ¿Por qué lo dices?
    - Es que…noté en los ojos de Candy un velo de duda. No puedo asegurarte que no sienta ya nada por Terry. Más bien, aunque parece confundida, creo también que hubo algo que no me quiso contar.
    Albert se llevó una mano a la barbilla. Su mirada estaba puesta en la nada.
    - No, Terry Grandchester. No volverás a quitármela…no esta vez.

    En tanto, Terry se levantaba un poco tarde. Habían dejado una nota bajo su puerta.
    “Ensayo general al mediodía”.
    - Es cierto…debo apresurarme. El ensayo general debe quedar perfecto.
    Salió con cuidado. Ojalá Karen no se sobrepasara y no tuviera que reprenderla.
    Y antes de salir, la señora de la casa le dijo:
    - Lo siento, Terry. Olvidé darte este telegrama.
    - Gracias, señora.
    Lo abrió rápido. Era de su padre.
    - ¿De qué se tratará?
    Terry comenzó a leer.
    “Estaré en Broadway. Al terminar obra, iremos a Londres. Hasta entonces. Richard G.”.
    - Eso es lo que cree, duque de Grandchester- retó Terry, apretando el telegrama entre sus manos.
     
  20.  
    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
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    Cap. 19 Una visita inesperada

    Terry apretó con fuerzas la hoja del telegrama y marchó hacia la compañía Stratsford. Estando ahí, se apresuró a preparar todo para el ensayo general.
    Cuando vio a Karen, decidió no hablarle hasta que fuera necesario.
    Ojalá fuera con Karen como lo que sucedía con Elisa en el San Pablo:
    “Aquella mañana, Eleonor Baker había vuelto a ver a su hijo y el rechazo del muchacho era frontal.
    - Te he dicho que te marches. Mi madre está en Londres. Yo no tengo madre.
    - Terry, tenemos que hablar. Es necesario. Me tengo que marchar a América. No puedes dejarme así, sin aclarar las cosas. Soy tu madre, aunque no te guste. No me rechaces tan sólo por lo que dice tu padre.
    - Lo que mi padre dice no es lo importante- dijo Terry- ¿crees acaso que no sufrí tras haberte ido a buscar y sentir tu rechazo sobre mí?
    Eleonor respondía:
    - ¿Y tú? ¿No crees que he sufrido mucho sin ti y más sabiendo que con tu padre no eres feliz? Eso es lo que más me duele. Quiero que hablemos. Pronto sabrán que eres mi hijo.
    - ¿Cuánto tiempo más permaneceré en el anonimato?
    Mientras discutían, Candy llegó a buscarlo.
    La chica le pidió.
    - Terry, acepta hablar con ella.
    - Yo no tengo nada de qué hablar con ella, Candy. Y será mejor que tú no intervengas.
    Sin embargo, había gente en los alrededores.
    - Será mejor que entres- propuso Candy.
    Terry consideró que la muchacha tenía razón.
    Dentro, se desarrollaba otra escena delicada.
    - No pienso volver a repetirlo- decía Terry- no me convencerás con tus argumentos baratos. Quizás de actriz consagrada.
    Aquellas palabras hubieran desencadenado en alguien como el duque de Grandchester un golpe en la mejilla del muchacho, cosa que él bien sabía. Pero Eleonor soltó unas cuantas lágrimas y aguantó valientemente el reto que Terry le lanzaba.
    - Basta, Terry. No me hables así…te lo suplico.
    - ¿Suplicas ahora?- gritó Terry.- ¿Suplicas a tu propio hijo, y esperas que él te escuche cuando yo te supliqué que me aceptaras, que me oyeras y me diste la espalda? No tengo por qué escucharte ahora…márchate ya…
    Pero Candy intervino.
    - Terry…basta, por favor.
    - No te metas en esto. Ella es una excelente actriz…seguro este es otro de sus papeles magistrales.
    - No le haga caso, señora- dijo Candy, mostrándole el libro de Romero y Julieta.- Aunque lo niegue lleva el teatro en sus venas. Terry estudia a escondidas piezas de teatro. He aquí la prueba.
    - Candy, no sigas…-pidió Terry.
    - No tienes por qué tratar así a tu madre. Aprovecha que la tienes…yo quisiera…tener una madre como la tuya…yo sólo quiero tener una madre…- dijo dejando la charola y saliendo rápidamente.
    Terry se sintió culpable. No quería lastimar a su madre, ni a Candy, pero su orgullo mal entendido pesaba aún más. El muchacho estaba muy confundido.
    Trató de ir por Candy y se quedó dentro de la habitación. Pero la muchacha había logrado sacarlo de ese caparazón del odio que quería demostrarle a su madre.
    Eleonor fue tras de él y colocó sus manos sobre los hombros. Terry reconoció entonces que Eleonor era realmente la madre a la que él tanto había negado y que era a quien verdaderamente amaba.
    Después de eso, fueron a la orilla del río. Ahí Candy fue llevada por Terry para poder salir de su propio caparazón.
    Cuando ya había pasado la tormenta en la que Terry la había ayudado a olvidarse de Anthony, continuaron mirando al río.
    - Gracias, Terry- dijo la chica con su hermoso sombrero.
    Terry la miró un segundo. Estaba tan hermosa.
    - Gracias por quedarte un rato aquí, Candy. El tiempo se pasa más rápido cuando estás tú…
    Si eso no era una declaración de amor, nadie sabría qué sería realmente.
    Sin embargo, Elisa y Neil llegaron junto con Archie, Annie, Patty y Stear hasta el lago, buscando a Candy unos y otra a Terry.
    Terry se apartó un poco, hasta que Elisa comenzó a gritar como loca, cayendo al lago, y haciendo caer a Neil. Terry esperaba que sus primos se arrojaran a salvarla, pero al ver que no lo hacían, decidió lanzarse a hacerlo, era un caballero inglés y también por petición expresa de Candy. Si hubiera podido, no la habría ayudado, al saber cómo había tratado antes a la muchacha americana.”Mientras Terry recordaba esto, Karen se acercó.
    - ¿Ensayamos la escena, Terry?- preguntó.
    El muchacho apretó los puños y dijo:
    - Haz el favor de no dirigirme la palabra, ¿quieres? ¿Por qué te encargaste de fomentar el rumor?
    - Ya te dije que no he sido yo, así que creo que es mejor que dejes eso por la paz. Por ahora no es prudente que armes un escándalo. En cuanto la obra pase, las cosas pueden ser diferentes.
    - No puedo dejar pasar más tiempo. Candy va a venir a Broadway.
    Karen arqueó ligeramente los labios.
    - Candy…otra vez ella. No es que me desagrade pero es…una chica insignificante.
    Terry no soportó más y le dio una bofetada a Karen.
    - Me haces enfurecer y olvidar que soy un caballero inglés- dijo él.
    Pero Stratsford llegó hasta ellos.
    - ¿Qué sucede?
    Terry, burlonamente, respondió.
    - Sólo es un pleito sin importancia, señor. Una riña entre “novios”.
    Pero Stratsford movió la cabeza.
    - Lo vi todo. ¿Cómo pudiste golpear a Karen?
    Terry guardó silencio. ¿Para qué dar explicaciones?
    Stratsford comentó.
    - Discúlpate con Karen. Y que no se repita, o de lo contrario, tendré que prescindir de ti en la obra, Terry.
    Para el hijo del duque de Grandchester, eso era demasiado.
    - Discúlpame, Karen. Pero Candy es sagrada para mí. Ni tú ni nadie puede ofenderla sin que yo replique.
    Se marchó al camerino a probar su vestuario. Pero Karen no se iba a quedar de brazos cruzados.


    Terry sólo esperaba el momento de volver a ver a Candy. Releyó el telegrama que su padre le enviara. ¿Qué haría si tuviera al duque frente a él? Lo enfrentaría sin dudar. Y para entonces, tendría a Candy a su lado y quizás podría arreglar un matrimonio rápido con Candy a fin de evitar la separación que su padre proponía.
    Sí…haría a Candy su esposa sin dudar, y su padre ya no dudaría más. No permitirían que lo separara.
    Bajó las escaleras para empezar un día repleto de ensayos y algunas entrevistas, cuando vio frente a sus ojos a alguien que no esperaba pero que le dio gusto encontrar.
    - ¿Albert?- preguntó.
    - Terry…
    Se abrazaron fuertemente. Terry lo invitó a pasar.
    - Apenas puedo creer que estés aquí- comentó.- Además, ahora que ya sé quién eres, no sé cómo llamarte.
    - Como siempre, Terry, siempre seré sólo Albert para ti. Y siempre seremos amigos, si tú quieres.
    Terry asintió.
    - Sí, amigos por siempre. Tú eres el único amigo verdadero que he tenido. Gracias a ti retomé mi carrera.
    - Lo sé y me alegro por ti. Vine, adelantándome, para verte y asegurarme que te estuvieras preparando bien para tu obra. Y me siento feliz de ver que así es.
    Terry respondió.
    - Estoy bien, a punto de ir al ensayo. ¿Quieres venir?
    - Tengo que ver a otras personas, me quedaré aquí. Quizás podamos dar una vuelta después de la obra.
    - Como quieras. Estoy a tus órdenes. ¿Quieres té?
    - Por supuesto- dijo Albert.- Gracias.
    Mientras Terry preparaba el té, conversaban.
    - ¿Aquí vives solo?
    - Así es, aunque la limpieza no la hago yo. Pero es muy cómodo el lugar.
    - Departamento de soltero…
    - Quizás por poco tiempo…
    Albert pensó que se trataba tal vez de lo de Karen Klays.
    - Creo que comprendo.
    Pero Terry lo sacó de dudas.
    - Creo que no comprendes…Albert…¿ella no te ha dicho nada?
    - ¿Nada sobre qué?
    Terry le mostró la carta.
    - Albert…Candy vendrá a Broadway a verme. Respondió una carta que le hice llegar, aunque no tenía pensado enviarla pero…sí quería que la leyera. Y ahora, soy muy feliz…
    Albert leyó la carta. Su rostro se tornó triste.
    Terry preguntó.
    - ¿Qué sucede?
    - Terry…en otro caso no te lo habría pedido. Pero esta vez es diferente…
    - Habla, por favor, Albert.
    - Terry…olvídate de Candy.
    - ¿Por qué?
    - Porque…yo estoy enamorado de ella…
    Aquella frase se descargó en la espalda de Terry como un balde de agua helada.
    - ¿De qué hablas?
    - De que la amo…llevamos tanto tiempo conviviendo…quizás antes no me decidí porque ella era más joven y yo soy su tutor. Pero ahora ha crecido y es más madura. Y sobre todo…la amo mucho. Quiero que te olvide para que pueda conquistarla.
    Terry negó.
    - No, Albert, no hagas que te golpeé. Candy me ama y yo a ella y no pienso perderla esta vez.
    - Ya la perdiste y no te has dado cuenta. Candy está confundida porque quizás piensa que si te vuelve a ver, su mundo se moverá, pero tú eres parte del pasado. Estoy seguro que cuando vuelva a tenerte cerca, entenderá que lo de ustedes no se repetirá.
    El actor insistió.
    - No creas que todo este tiempo ha sido sólo nostalgia. No he podido vivir sin ella y no podré hacerlo si ella no vuelve. Pero créeme, si ella se decidiera por alguien más, no dudaría en dejarla partir. Aunque estoy seguro de que no es el caso.
    - Entonces…sábete que voy a luchar por ella. Y quiero conquistarla para darle la felicidad que nunca ha tenido.
    - Mi vida es suya. No dudes que voy a reconquistarla. Y aún así, no puedo guardarte rencor por lo que me has dicho.
    Ambos amigo e veían ahora enfrentados por el amor de la misma mujer. Sólo ella tendría la última palabra al respecto.
     

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