James walker [¿Khé?]

Y con aquella piruleta en mi boca, terminé mi partida de Battlefield, al cabo de un ratito me metí dos chocolates con maní a la boca y luego bebí una soda.

Mamá decía que me desperdiciaba la vida jugando videojuegos y viendo monos chinos, pero yo sabía que esto era más que vida, esto era lo que me hacía ser feliz, esto era lo que me hacía ser yo mismo.

Ya casi era el fin del verano, y no iba a permitir que este terminara de una forma aburrida.

Ahora jugaba al Red dead redemption: Undead nightmare, y mataba a cualquier zombie que se atravesara en mi camino; eso que sentía al jugar esos juegos, eso era vida, pura adrenalina.

Y muchas veces me preguntaba... ¿Cómo se sentirá ser un caminante? ¡Seguro ha de ser genial! Comer a la gente que odias, no tener que ir a la escuela... ¡No tener que bañarse!

Me vi seis temporadas de The walking dead y observé cada movimiento de los actores que interpretaban a los muertos vivientes, ya estaba aprendiendo a caminar como ellos, y comencé a poner en práctica lo de no bañarse... Oh, sí, qué hermoso es acercarte a una multitud y que todos salgan huyendo de ti.

Lo único que me quedaba por aprender era: comer carne humana.

Mi hermana mayor estaba navegando en el ordenador; yo la observé como si se tratara de un león acechando a una... ¿Jirafa? Bueno, la estaba acechando, ella era mi presa ¡eso era lo importante!

Me acerqué gateando, sin que ella lo notara. Cada uno de mis movimientos había sido fríamente calculado, no me descubriría, ella estaba totalmente perdida.

Me escabullí bajo el mantel de tela de la mesa, y observé una de sus piernas recién depiladas.

Y cuando vi que era hora, me abalancé sobre ella y la mordí ferozmente. Sus gritos fueron lo mejor de todo, su enojo, y la paliza que me daría valdría la pena.

Muchas veces escuché hablar a mis padres diciendo que no sabían qué hacer conmigo, que estaba enfermo, que debía ir al psicólogo. ¿De qué hablaban? Ellos creían que estaba loco, pero yo sólo era un chico realista, estaba practicando, porque algún día sería un Zombie, y me comería a todos.

—Y bien... ¿De dónde vienen estos impulsos y esas ganas de morder? —interrogó al hombre frente a mí, acomodando sus anteojos.

—No son ningún impulso, soy una simple criatura con hambre. ¿Qué tiene eso de malo? Algún día usted también lo será, Doc.

—¿Qué seré, James?

—¡Un caminante! —me puse de pie sobre mi silla, y puse mi cabeza de lado, la baba se me salía por la boca.

Definitivamente algún día sería un zombie, con el avance de la ciencia, cualquier cosa podría fallar. ¡Podía haber un error y los científicos terminarían creando un mutante! O quizás podrían tratar de experimentar con el cerebro de una persona muerta y harían algo mal. Yo rezaría por ello.


~Años después~ *Quién sabe cuántos*

Esa mentalidad maniática y obsesiva aún no se había ido del todo, aún conservaba el deseo, sin embargo, al paso de los años había perdido mis expectativas, nunca creí que mi deseo se hiciera realidad. Jamás pensé que nuestra raza quedaría casi extinta por culpa de esos... seres.

Y ahí me encontraba yo, con una mordida en el hombro, tirado en un cuarto que utilizaban para guardar productos de limpieza.

Me sentía mareado, aturdido, ya no podía hacer nada.

—Esto sólo significa una cosa —cerré mis ojos—. ¡Los sueños si se cumplen! —solté una risa, y de la nada, una cubeta me cayó en la cabeza y perdí el conocimiento.



—Oye, Juancho.

—¿Qué pasa, Pepe?

—Hay algo golpeando la puerta, creo que es uno de los malolientes.

—¿Un maloliente? ¡Tráeme la escoba!

—¡Juancho, habíamos quedado en que usaríamos armas!

—Ay, cierto.

Me reí por dentro al escuchar aquella conversación... Pero me sorprendí bastante al darme cuenta de que... ¡Parte de mi cerebro era consciente! No podía sentir nada con mis manos, estaba claro de que me había quedado sin tacto, pero mis demás sentidos estaban casi intactos. Excepto por...

El olor a basura y zapatos viejos no se comparaba al olor de un caminante, ugh.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que me mordieron, pero mi piel podrida indicaba que había estado allí encerrado un buen tiempo. Incluso había un par de moscas rodeándome.

—¡Voy a entrar! —avisaron.

Si avisas a un zombie que vas a entrar... ¿Crees que él se esconderá de ti? ¡Qué poco profesional! Se notaba a leguas que ese tipo no había visto The Walking Dead.

Los dos tontos abrieron la puerta, y yo hice mi aparición, torcí un poco la cabeza y mis huesos hicieron un ruido desagradable... Toqué mi cuello y noté que se me había salido un hueso, me espanté un poco.

—¡Dispárale, Juancho! —el tipo me apuntó con un revólver y jaló el gatillo, pero nada pasó.

Luego repitió el procedimiento, y me quedé frente a ellos, esperando a que actuaran. Eso me decepcionó mucho.

—¡¿No la recargaste?! ¡Eres un holgazán!

—¡Se supone que debías recargarla tú, y no me critiques!

En fin, dejé que esos dos vivieran un poco más... Otros zombies se los comerían tarde o temprano, y no iba a comerme esa carne, me volvería más tonto de lo que ya era.

La ciudad estaba en caos, y olfateé la peste. No habían señales de vida, ningún pájaro surcaba el cielo, no había tráfico en las vías ni gente gritando. Todo estaba en completo silencio, sólo podía oír los pasos y los gemidos de otros caminantes, los vi caminar y me asombré. Recordé todas las escenas de películas de muertos vivientes que había visto, y por fin podía vivirlo.

Mis pies descalzos y sucios tocaron el suelo de la calle, me acerqué a otros caminantes, que estaban caminando por allí. ¡Valga la redundancia!

—Hola.

—Hola, ¿eres nuevo, eh? Bienvenido.

—Gracias, creo que me costará un poco adaptarme a esto.

—Es bastante normal, es como otra vida, sólo que muuucho más tranquila.

El zombie hippie me cayó bien de inmediato, y me di cuenta de que los muertos vivientes tenían su propio idioma, uno que los vivos no entenderían.

—¡Eh, Billy! ¿Ha sido un buen día de caza, no? —se burló un zombie, al ver que un compañero venía con las manos vacías.

—Verás, compañero. Aquí comemos cada 30 minutos, a veces cada 20, a veces cada 10. No tenemos tiempo específico. Nos llamamos entre sí cada vez que encontramos una presa, y jamás nos comemos entre sí, eso es asqueroso.

¡Esto era como siempre lo soñé!

Había perdido gran parte de mi memoria, y seguro que cuando mi cerebro se pudriera por completo dejaría de pensar, y sólo balbucearía cosas sin sentido, como esos que sólo dicen "Cerebro" y comen todo lo que encuentren, incluyendo basura y cosas desagradables.

Pero al fin y al cabo, esto era vida.

...

—Quizás somos monstruos, seres tontos, con mal olor, feos y tristes, pero al fin y al cabo hubo una vez que fuimos humanos.

—Oye, qué filósofo eres, James.

—Lo sé, Juancho, lo sé.


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