Candy Candy Desafiando el destino [Finalizado]

Tema en 'Anime Heaven' iniciado por Andrea Sparrow, 20 Febrero 2015.

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    Andrea Sparrow

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    16 Enero 2015
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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1297
    Cap. 53
    Candy seguía en crisis. Por momentos parecía ceder pero en otros su organismo no respondía al tratamiento y la fiebre continuaba.
    Por fin, una mañana, la fiebre cedió ligeramente. Cuando el médico notó aquel avance se tranquilizó. Y al poco rato, William Andley arribó al hospital.
    - Buen día, señor Andley- dijo el médico.
    - Doctor, ¿cómo está Candy?
    - Estuvo muy mal. Precisamente hoy respondió mejor a lo que le administramos.
    - ¿Puedo entrar a verla?
    - Está dormida. La fiebre acaba de bajar. Será mejor que venga conmigo. Necesito hablar con usted.
    - Claro, doctor.
    Albert seguía al médico. Recordaba cuando él estaba herido. Candy se había desvivido por cuidarlo.
    - Yo ahora- pensaba- no puedo hacer mucho para ayudarte, Candy. Pero te prometo que voy a cuidar de ti como nadie. Y voy a procurar que seas feliz por siempre.
    Al llegar al despacho, el médico le dijo.
    - La señorita White necesita restablecerse. De momento no podrá salir de Chicago hasta nueva orden. Esperamos que esta crisis pase pronto. Sólo queríamos que estuviera enterado.
    - ¿No puedo llevarla por ahora de aquí?
    - No, señor Andley. Es mejor que permanezca aquí un tiempo.
    - ¿Puedo quedarme a cuidarla?
    El médico asintió.
    - Si usted quiere…
    - Por supuesto. Ella cuidó de mí mucho tiempo cuando yo estuve muy enfermo. Ahora me toca cuidarla.
    - Es usted un buen hombre. Estoy seguro que Candy se lo merece.
    Sin embargo, Candy era fuerte y enseguida consiguió ponerse en pie.
    Albert se acercó despacio. Ella rompió a llorar.
    - ¡Albert! Viniste…
    - Sí, Candy, y no me voy a ir hasta que ya no me necesites. Ahora descansa, debes ponerte bien.
    Candy se tranquilizó. Se sentía bien de saber que Albert estaba cerca y que no se iría hasta saber que estuviera bien.

    El castigo para Terry había terminado. Carlson y él se reunieron de nueva cuenta en un frente, pero el ataque a algunas poblaciones de civiles era inminente y peligroso.
    Terry sólo pensaban en lo que sucedía con Candy y Albert. Quería leer el periódico para averiguar más al respecto pero nada. No había noticias sobre la boda.
    - Se suponía que sería pronto. Pero no hay nada en los periódicos.
    Mientras pensaba, uno de sus compañeros le dijo.
    - Nos han enviado a un frente donde hay muy pocos soldados. Pero dicen que los enemigos saben dónde está. Eso nos pone en sumo riesgo. Los enemigos conocen nuestra localización.
    - Hay que ir…creo que ya nada perdemos.
    - Terry…¿no le tienes miedo a la muerte?- preguntó Carlson.
    - No, Carlson…ahora ya no. Si ya perdí a la mujer que amo creo que ya nada importa para mí.
    Daniel se adelantó.
    - Quizás es que ella te cree muerto…
    - No puede ser. Nadie pudo haberle dicho algo así. No…ella va a casarse con Albert porque yo le fallé y ahora no puedo hacer nada para regresar con ella…será mejor morir de una buena vez.
    - No puedes hablar así, Terry. Me parece estar escuchándome hablar a mí mismo. Tú y Flammy me devolvieron la fe. Ahora creo que todo tiene un cómo y un por qué. Si te desanimas antes de tiempo no podrás volver a buscarla. Espera tan sólo un poco. Ya Dios dirá la última palabra.
    “Dios- pensó Terry- tanto sin pensar en ti. Y Candy cree en ti…yo no puedo dejar de hacerlo sólo por mi egoísmo”.
    - Tienes razón, Daniel. Voy a luchar y que sea lo que Dios quiera.
    Se reunieron.
    Tomaron posición. Las balas enemigas llegaban certeras. Las bombas también estallaban a unos pasos de ellos.
    Todos parecían concentrados. Hasta que un disparo se clavó en el corazón de uno de sus amigos.
    - Carlson…-dijo Terry.
    El muchacho apenas pudo respirar.
    - Terry…perdóname…era mejor así.
    - Carlson…aguanta, por favor.
    - No, Terry…tranquilízate, todo estará bien…ya no le hago falta a nadie.
    - No digas eso, amigo. Nos haces falta a nosotros.
    - Yo ya no tengo nada más que hacer. Lo único bueno fue…conocerte a ti y a Daniel. Hasta pronto, amigo…mío.
    El joven Carlson exhaló el último suspiro.
    Terry cerró los ojos del muchacho y luego decidió hacer algo que a nadie se le podría ocurrir.
    - Ya estoy harto…tengo que salir de aquí.
    La lista de los muertos se iba a actualizar. Así que cambió la casaca de su uniforme por el de su compañero. Había varios muertos. Él tomó el saco de Carlson y se escondió detrás de unas piedras.
    El pase de revista se llevó a cabo en breve. Terry ya no estaba.
    El sargento recibió la lista de los decesos.
    - Devon, Richardson…Grandchester…¿Grandchester murió?
    - Sí, así parece, sargento- dijo uno.
    - ¿Dónde está su cuerpo?
    - Es difícil reconocerlos. Las bombas hicieron volar los cuerpos y…es imposible saber a quién pertenecen los restos.
    - Pobre muchacho. Espero que encuentre la paz que aquí nunca tuvo.

    Terry corría apresuradamente por un campo.
    - Espero que no esté minado- se dijo.
    De pronto, encontró una carreta. Se escondió en la paja.
    - No sé a dónde me lleve esto pero…espero que sea lejos del frente. Ya no soporto más. No pienso quedarme a seguir viendo cómo se mueren mis amigos…

    Había pasado un rato cuando Daniel encontró una carta debajo de su almohada.
    - Daniel…tengo que irme. No sé si muera en el frente. Pero si no te vuelvo a ver, lucha por tu vida y en cuanto todo esto termine, cásate con Flammy y sé feliz. No tenemos mucho tiempo.
    Daniel estrujó la carta.
    - Lo haré en memoria tuya, amigo- dijo soltando una lágrima. Para entonces la noticia de su muerte ya era un hecho.

    Al día siguiente, un telegrama llegó para el señor Grandchester.
    - ¿Qué es esto?
    - Le envían un telegrama del ejército, señor?
    - ¿Del ejército?- pensó.
    - Sí…
    Abrió el telegrama. Apenas pudo leer un par de líneas.
    - ¡No puedo ser!- dijo el duque.- Terry se alistó en el ejército…y murió.
    El hombre estaba desolado. No podía con la culpa.
    Lloró a solas durante un rato hasta que su mujer lo encontró.
    - ¿Qué haces, Richard?
    - Déjame…no quiero que me toques.
    El hombre salió hacia la capilla. Estaba realmente destrozado por la noticia.
    - ¡Perdóname, Dios mío! Yo no deseaba la muerte de mi hijo. Todo esto por tratar de separar a mi hijo de esa muchacha. Y ahora…has muerto en verdad. ¡No podré perdonármelo nunca! ¿Y ahora? ¿Ya lo sabrá Eleonor?

    Candy despertó.
    - Hola, Albert- dijo al verlo junto a ella.
    - Hola, Candy, ¿cómo te sientes?
    - Mucho mejor, gracias. Dime, ¿cómo llegaste tan pronto?
    - Han pasados ya más de una semana, Candy. Estuviste muy grave.
    - ¿Ya pasó la boda de Annie y Archie?
    - No, Candy, se pospuso pero eso sólo lo sabemos nosotros.
    - Ya veo, te las ingeniaste para conseguirlo.
    - Así es, pero ahora descansa. No podrás incorporarte al trabajo en un tiempo.
    - Tengo que hacerlo. Los enfermos me esperan.
    - Candy…hace un tiempo te pedí…que te casaras conmigo…en una nota. Quizás no es este el momento pero…quiero…volver a pedírtelo. No quiero verte sufriendo así. Sólo quiero que seas verdaderamente feliz…yo…
    - No sigas, Albert. Por favor…dame tiempo para pensarlo, ¿quieres? Es una decisión muy importante.
    - Está bien, no te presionaré. Tú tienes la última palabra. Ahora, duerme otro rato.
    - No…quédate aquí. Quiero que me cuentes qué ha pasado en todo este tiempo.
    Y minutos más tarde, Albert conseguía devolverle la sonrisa a Candy como antes.
     
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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    1153
    Cap. 54

    Albert le dijo a Candy que la boda se había pospuesto, considerando que Elisa podía cometer alguna imprudencia con Annie.
    - Hiciste bien. Elisa es capaz de todo.
    - Ahora sólo queda planear la boda bien. No queremos que nadie entorpezca la felicidad de los muchachos. Queríamos que tú estuvieras presente. Los demás, no nos importa.
    - Gracias, Albert. ¿Cómo están ellos?
    - Querían venir pero les dije que primero tenía que saber cómo estabas.
    - Tengo muchas ganas de verlos.
    Albert le dijo.
    - Por ahora sólo tienes que estar bien, descansar y aguardar a poder levantarte para poder restablecerte del todo.
    Candy suspiró hondamente.
    - Albert…eres muy bueno. Te has sacrificado para que yo esté bien.
    - No digas eso, no es ningún sacrificio. Yo te quiero mucho y…
    Candy lo calló.
    - Es mejor así. Por ahora no digamos nada de eso.
    - Tienes razó. ¿Sabes? Acabo de ver a la señorita Pony y a la hermana María.
    Y Candy escuchó las noticias de su familia.


    Terry estaba dormido en la carreta.
    Le pareció eterno el viaje.
    Cuando despertó estaba cerca de un poblado donde había un lago.
    - Conozco este sitio- dijo.
    Fue donde uno de los barqueros y le pidió.
    - Señor…necesito ir a Escocia.
    - Sí, muchacho, ¿traes con qué pagar?
    Por las trazas se notaba que no.
    - Está bien…te llevaré.
    - Gracias, señor. Cuando lleguemos le daré algo de dinero.
    - No te preocupes, sube- dijo el barquero.

    El viaje por el lago no duró mucho. Pronto se encontraba en el borde del lago cerca de la casa de Escocia de los Grandchester.
    Cuando llegó, el barquero le dijo.
    - Buena suerte, muchacho.
    - Gracias- dijo el joven Grandchester.
    Terry caminó hacia la casa. Le parecía un sueño estar de vuelta en Escocia.
    Un chiquillo corría cerca del lago. Cuando lo vio venir gritó.
    - Hey, joven, ¿a quién busca?
    Terry lo miró de frente y dijo:
    - Mark, ¿no te acuerdas de mí?
    El muchachito lo miró con lágrimas en los ojos.
    - ¿Terry? ¿Mi hermano Terry?
    El hijo del duque lo abrazó.
    - Mark…estoy tan feliz de volver.
    Mark le dijo:
    - Creía que nunca regresarías…que no te volvería a ver.
    - No digas eso, Mark. ¿Y tu madre?
    - Está en la casa.
    La madre de Mark lloraba.
    - ¿Qué sucede, madre?- preguntó Mark.
    - Es que…acaba de enviar el duque un telegrama. El joven Terry murió en la guerra…
    - ¿Y si murió…qué está haciendo aquí?- dijo Mark.
    Terry se acercó.
    - Joven Terry- dijo la madre de Mark.- ¿Pero, es posible?
    - Sí, señora…soy yo, Terry. No morí en la guerra…estoy vivo. Eso quiere decir que mi padre ya lo sabe.
    - Sí…le llegó información sobre que había muerto en la guerra. Pero agradezco tanto que no sea verdad- señaló la mujer llorando.
    Terry los abrazó.
    - Ustedes son mi familia. Permítanme estar con ustedes en su casa. No quiero estar solo en la mansión. ¿Podrían dejar que viva con ustedes en la casa?
    - Sí, madre- dijo Mark.- Que se quede mi hermano con nosotros.
    - Bienvenido, joven. Pero, ¿y si el duque pregunta por usted?
    - Díganle la verdad…pero que no quiero vivir en su casa. Ya encontraré la manera de ganarme la vida.
    - Puedes trabajar conmigo- dijo Mark.
    - Gracias, hermano- dijo Terry sonriendo.

    En tanto el duque estaba desolado. No quería salir de su casa. Su mujer insistía.
    - No puedes seguir así, Richard. Tienes que decirme qué sucedió.
    - No puedo…es demasiado duro- respondió el duque.
    - Habla de una buena vez…
    - Es…Terry…está muerto…
    La mujer se sorprendió y luego dijo:
    - ¿Muerto? Ese muchacho siempre fue un cabeza dura. Ahí están las consecuencias de todo…yo te lo dije mil veces.
    El duque se exasperó.
    - ¡Ya basta! Te he soportado demasiado…ya no quiero saber más de ti. Puedes quedarte con la casa para que los muchachos estén bien pero no volveré a vivir contigo. Tú sólo me has dado intrigas y dolor.
    - ¡No puedes irte, Richard!
    - Claro que puedo…
    - Te vas a ir con esa mujer…con Eleonor…
    - Eso sería lo mejor, pero no…estoy seguro que ella no me aceptará.
    El duque volvió a su habitación. Ordenó a uno de sus criados que hiciera sus maletas.
    - Vamos a ir a Escocia. No quiero estar aquí. Ah, y por cierto…quiero que averigües dónde está Eleonor Baker.
    - Me parece que está en Londres, señor.
    - Si es así, necesito que concertes antes que todo una entrevista con ella…lo antes posible.
    - Sí, señor- dijo el criado.
    Por fin, Richard Grandchester soltaba el pesado lastre de aquella mujer con la que se casara, pretendiendo olvidar a Eleonor Baker.

    Candy comenzó a dar pasos. Ya se podía tener en pie y podía comer un poco más.
    Albert la iba a ver diariamente para ayudarla a estar bien.
    - ¿Cómo te sientes hoy, Candy?
    - Mejor, Albert, gracias. Por lo menos creo que ya no soy una carga.
    - No digas eso, sólo es cuestión de tiempo. Mientras tanto, creo que debes recuperar esa sonrisa que te caracteriza.
    Candy lo miraba tratando de demostrarle que realmente era la misma joven alegre de siempre.
    - No te preocupes por mí, Albert…ahora ya me siento mejor y tengo ánimos de volver a trabajar. Las chicas están esperando por mí.
    - Sé que ellas te necesitan pero…yo también. No quiero perder a la Candy alegre y sonriente que conozco. Esa eres tú. ¿Sonreirás? ¿Recuperarás tu alegría?
    - A tu lado es difícil no hacerlo.
    Candy miró los ojos de Albert. A pesar de su tristeza, esos ojos eran capaces de devolverle las ganas de vivir. Pero no podía decir si era amor lo que sentía por él. ¿Podría corresponder en algún momento a Albert, como él tanto lo anhelaba?

    El duque no pudo entrevistarse con Eleonor como quería. Así que decidió marchar hacia Escocia.
    Al volver a la mansión fue recibido por la madre de Mark.
    - Señor duque…bienvenido.
    - Gracias. ¿Podría traerme el servicio?
    - Claro, señor.
    Mark dijo a su madre.
    - ¿Dónde está Terry?
    - Afuera en la huerta.
    El duque se sirvió el té, cuando escuchó a un joven que afuera tocaba la armónica.
    - ¿Es... Terry?
    Salió rápido al exterior.
    Se acercó lentamente. Terry no lo había percibido.
    - Terruce- dijo el hombre.
    Terry lo miró con algo de dolor.
    - Padre…
    El joven esperaba como siempre el trato seco y duro del duque. Pero en lugar de eso, halló a un padre dolorido que lo abrazaba con lágrimas en los ojos.
    - Perdóname, hijo…
    Terry estaba sumamente confundido. Pero no podía negar que estaba conmovido por el dolor de su padre.
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    1124
    Cap. 55

    Terry miró al duque. No sabía cómo tomarlo. Estaba desconcertado. Por un lado, le dolía ver a su padre sufriendo. Quizás estaba arrepentido. Pero por otro lado, era seguro que parte de aquel sufrimiento había sido causado por sus mentiras e intrigas.
    - ¿Por qué llora, señor duque? Ya sé, llora porque sus planes se vieron frustrados ¿no? Usted quería verme muerto y no lo consiguió. Estoy seguro que Candy me cree muerto porque fue usted quien se lo hizo creer. Lo que quisiera saber es por qué…ningún padre que diga querer a su hijo sería capaz de fingir su muerte.
    - Terry…no sabes lo que me arrepiento. Cuando supe que habías muerto…al menos lo que me dijeron…pero…¿cómo fue? ¿Cuándo te alistaste en el ejército?
    - No importa…ahora sólo soy Terruce G. Baker…no llevaré más el apellido Grandchester. Si estoy aquí es porque estoy lejos del infierno y quiero trabajar. Contráteme como a uno de sus siervos, señor duque.
    - No, hijo…por favor…-suplicaba el duque.- Quiero pedir que me perdones…fue mi ceguera…no quería aceptar que amas a Candy.
    - Ya no tiene sentido…ella se va a casar con Albert…
    - Quizá aún se pueda hacer algo- respondió el duque.- Hijo…yo…dejé a la duquesa…
    Terry estaba asombrado.
    - Entonces realmente eres otro…fuiste capaz de dejar a esa mujer con cara de cerdo…perdón- se disculpó.
    El duque guardó silencio. Luego dijo.
    - Ven, vamos adentro. Tenemos tanto de qué hablar.
    Ya dentro, el duque se disculpó de nueva cuenta y dijo que lo ayudaría a encontrar a Candy.
    - Y yo a mi vez- añadió Terry- te prometo ayudarte a encontrar a mi madre. Lo que no puedo garantizar es que te haya perdonado.
    - Eso me toca a mí, Terruce. Quiero conquistarla de nuevo, ganarme su confianza y recuperar su cariño, si es que no es demasiado tarde.
    - Ella te quiere…y me asesinará en cuanto me vea por habértelo dicho.
    El duque rió. Hacía tantos años que Terry no veía a su padre sonreír. Así que se animó a sonreír un poco también.

    Candy vio a Albert antes de que se marchara. Se sentía mucho mejor.
    Aquella misma tarde, el doctor la visitó.
    - Señorita White, le tengo buenas noticias.
    - Dígame, doctor…
    - Mañana mismo la daremos de alta. Podrá volver a trabajar. Pero debe cuidarse.
    - Gracias, doctor. Dígame, ¿podría pedir unos días? Se casa una amiga mía con un familiar y me han invitado.
    - Sí. Podría darle un par de días. Dígame cuándo será la boda.
    - Creo que mañana mismo lo sabremos.

    Albert volvió al hotel donde se encontraba. Envió un telegrama a Archie y luego se dispuso a firmar otra correspondencia. Entre algunas cartas, estaba una de la tía abuela. Pero él no quería leerla. Decidió que era mejor quemarla.
    Y se dispuso a pensar en Candy. ¡Cuánto deseaba pronto poder celebrar el compromiso y ganarse por fin el amor de la joven enfermera!
    - No voy a usurpar tu recuerdo, Terry- pensó- sólo voy a hacerla feliz a mi manera. Siempre respetaré tu memoria. Así como siempre respetaré la de Anthony.
    Cuando terminó, fue a buscar un regalo para Candy. Quizás con lo que le llevara se sentiría más animada.

    Días después…


    Archie releía el telegrama de Albert.
    - Dice que Candy está mejor, Annie. Hay que apresurarnos para que cuando ella vuelva podamos preparar la boda.
    Annie añadió.
    - En cuanto sepamos que está bien nos casaremos, Archie.
    - Por cierto, ¿qué día te gustaría que fuera?
    - Esperando que Candy esté bien, quizás sea buena idea que nos casáramos en quince días. ¿Te parece?
    - Excelente- dijo Archie. – Voy a comunicárselo a Albert. Dudo que regrese sin Candy.
    De pronto, alguien llamó a la puerta.
    - Voy a atender- dijo Archie.
    - Yo voy al vestíbulo. Mis padres volverán en un rato.
    - Ya quiero que seas mi esposa, Annie. Así ya no tendrías que volver a irte.
    - Yo también quiero que llegue ese día, Archie.
    Archie abrió la puerta.
    - Elisa…¿qué haces aquí?
    - Mi padre se empeñó en que viniera. Quería que te trajera la invitación personalmente para la boda de Neil.
    - Por fin se va a casar ese cretino- dijo Archie.
    - Ten mucho cuidado sobre cómo te refieres a mi hermano.
    - Para lo que me importa, Elisa.
    - Aquí está la invitación. Supe que pospusiste la boda con Annie. ¿Se puede saber por qué?
    - No…no se puede saber- dijo Archie guiñando el ojo.
    Annie llamó a Archie.
    - Discúlpame, Elisa, ya vuelvo.
    Elisa se quedó sola mientras Archie iba donde Annie. De pronto, reparó en una hoja que estaba sobre el escritorio: “En quince días nos casaremos Annie y yo…”
    - Así que en quince días…justo el tiempo para enviar a Candy lejos de aquí.- observó Elisa para sí misma.

    Albert estaba junto a Candy cuando el doctor le comunicó que ya estaba totalmente bien.
    - Ya se puede ir, señorita. Y le concedo una semana de permiso. La quiero aquí en una semana para que pueda integrarse a su trabajo.
    - Se la traeré de vuelta enseguida, doctor.
    - Entonces no se hable más- resolvió el médico.- Puede marcharse ahora mismo.
    - Gracias, doctor- dijo Candy.
    Partió con Albert y éste la llevó a un campo antes de marchar en el tren.
    - ¿Te sientes mejor ahora?
    - Albert…realmente has sido tan bueno conmigo. No podría sentirme mejor ahora que estás aquí.
    - No digas eso. Tú eres fuerte, Candy…
    - Sí, pero siempre que te he necesitado has estado a mi lado. Y si no hubiera sido por ti, yo no estaría mejor ahora.
    - Yo sólo quiero que te recuperes pronto. Y que te reencuentres contigo misma y tu alegría regrese. Es tu esencia y yo sé cómo eres.
    Candy aceptó la cálida mano de Albert sobre la suya.
    - Sí, Albert, me conoces mejor que nadie. Creo que si tú no hubieras estado ahí en mi vida, todo habría sido distinto.
    - Y mi vida también habría sido distinta sin ti. No sé qué hubiera pasado si tú no me hubieras cuidado. Si tú no hubieras alegrado mis días con tu presencia.
    - Albert…no sé si tú pensarás como yo…¿crees en el destino?
    - No lo sé, quizás sí. Puede ser…porque entonces tú eres parte del él.
    Candy se sintió un poco vulnerable. Y entonces se acordó de Anthony. Hubiera querido que él le dijera que estaba haciendo lo correcto. Pero sabía que Anthony no le hablaría. Al menos no como ella hubiera deseado…
     
  4.  
    Mary Dragneel

    Mary Dragneel Temporalmente fuera de servicio :'v

    Piscis
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    Hola, me gusta como va, lastima que sea tan triste, al menos el duque de Grandchester haya dejado a la cara de cer... A la duquesa, pero Albert no tiene que precipitarse, no sin antes haber conocido a Barbara (yo hace tiempo que saque mis conclusiones) perdón, T-T,
    Animo, sigue adelante que yo sigo leyendo :D
     
  5.  
    bleidy wilches

    bleidy wilches Iniciado

    Escorpión
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    Me gusta como va la historia, espero q pronto los malos entendidos se aclaren y q candy ya deje de sufrir tanto...pero q albert encuentre su verdadero amor....no quiero q se quede solito. A veces el destino nos juega unas pasadas...
     
  6.  
    Andrea Sparrow

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    Muchas gracias por leer!! voy poniéndome al día con los siguientes capitulos ;)
     
  7.  
    Andrea Sparrow

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    Cap. 56

    La madre de Mark estaba muy contenta al ver cómo el duque y Terry parecían haberse reconciliado.
    - Padre…no sé si deba quedarme en la casa.
    - Te lo suplico, hijo mío- dijo el duque.- Quiero recuperar un poco el tiempo perdido. Sé que no soy ni la mitad de digno de tu perdón…
    - No digas eso, papá- respondió Terry.- Pensar que realmente pude haber muerto y no habernos reconciliado es insufrible.
    - ¿De verdad piensas así?
    - Sí, padre…estuve al borde de la muerte. Conocí un amigo que se llamaba Daniel…él me enseñó que no vale la pena guardar rencor cuando estás a punto de morir, y mucho menos cuando se trata de tu propio padre.
    - Me alegro que pienses así. Me has dado una gran lección.
    - Será mejor que pasen a cenar- dijo la madre de Mark.
    - Tiene razón la señora- añadió el padre de Terry.
    Padre e hijo fueron a cenar. Comenzaba una nueva oportunidad para los dos.

    Esa noche Candy durmió bien. Esperaba quizás una revelación de Anthony o de Terry. Pero ésta no llegó. Rogó en su interior soñar con Terry y recibir de él un mensaje del más allá, sin embargo no pudo conseguirlo.
    Se sintió preocupada, sin embargo, pensó que era mejor descansar.
    A la mañana siguiente, ver a Albert en cuanto salió de la habitación fue muy reconfortante.
    - Muchas gracias, Albert, me siento realmente feliz por tenerte cerca.
    - Y yo soy feliz de saber que estás bien. Te llevaré a casa inmediatamente.
    - ¿Iremos a Lakewood?
    - Por supuesto. Hay que volver para la boda de Annie y Archie.
    - Gracias por todo, Albert. Ya hablé con el doctor y me ha dado permiso para una semana.
    - Excelente. Seguramente en estos días será la boda.
    Albert aguardó a Candy para salir del hospital. En dos semanas, muchas cosas más se resolverían.

    Elisa volvió al lado de su madre.
    - ¿Te das cuenta, madre? En dos semanas se casa Annie y Archie.
    - ¿Estás segura?
    - Sí, madre- repuso Elisa.- La pospusieron seguramente para aguardar a que volviera Candy.
    - ¿Y qué piensas hacer?
    - Esperar la invitación. No pueden dejar de hacerlo o la tía abuela se molestará mucho con ellos.
    - Es cierto. Aunque no me gustaría que fueras.
    - ¿Por qué?
    - Porque no quiero que estés junto a Annie y Candy.
    - Es que tú no sabes lo que tengo preparado, madre.
    La señora Leagan parecía escuchar con agrado aquellos comentarios.

    En Inglaterra se leyó al fin el testamento del conde Gerald.
    Bárbara estaba presente. La familia de Lowell, también. Alexander y Arturo cuidaban de ella, por ser sus hermanastros.
    Arturo tomaba la mano de la joven.
    - Tranquila, Barbie…sólo se trata de la lectura del testamento del conde.
    - Lo sé, Arturo pero…a mí no me importa la herencia de mi padre. Yo lo amaba a él y sin él nada me importa.
    Arturo trató de convencerla.
    - Yo sé que no te puedo servir de mucho, Darling, pero créeme, yo te quiero mucho y jamás se separaría de ti.
    Bárbara miró con dulzura a Arturo.
    - Hermanito mío, sabes que jamás dejaría de confiar en ti por nada del mundo.
    El testamento comenzó a ser leído. El notario dijo en un momento definido.
    - Dos terceras partes de la herencia pasan a manos de mi hija Bárbara. La otra tercera parte la destino a sus hermanos Alexander y Arturo…
    Lowell interrumpió bruscamente.
    - ¡Eso no puede ser! El conde había dicho en vida que me dejaría la mitad de la herencia.
    - El conde modificó su testamento poco después de su rompimiento de su compromiso con la señorita Gerald- explicó el notario.
    Lowell miró con recelo a los hermanastros de Bárbara. La muchacha intervino para defenderlos.
    - Debes dejar a mis hermanos en paz, Lowell. Si mi padre así lo dispuso es porque esa fue su voluntad. Alexander y Arturo cuidaron de él los últimos días de su vida junto conmigo. Así que es justo que ellos reciban su parte de la herencia. En cuanto a la mía, yo sé qué voy a hacer con ella.
    Lowell le preguntó.
    - ¿Qué tienes dispuesto, Bárbara?
    - No pienso darte explicaciones de lo que pienso hacer. Tú y yo no tenemos nada que ver, Lowell.
    El notario culminó y se marchó.
    Bárbara insistió.
    - Voy a pedirte que te marches ahora mismo de mi casa, Lowell.
    El muchacho se apartó.
    - Ya averiguaré qué harás con lo tuyo y estaré ahí para impedirlo o aceptarlo.
    - Vete ya de mi casa, Lowell…-insistió Bárbara temblando de furor.
    Arturo le pidió.
    - Cálmate, Bárbara…debes pensar con firmeza y tranquilidad.
    - Lo haré. Pero…he decidido disponer una parte de la herencia para mí y el resto repartirla entre los pobres. Además, quiero vender esta casa.
    - ¿Por qué, Barbie? Es la casa donde viviste con tu padre…
    - Precisamente por eso- dijo Bárbara.- Me iré a América porque ya nada me ata a este sitio. Necesito encontrar a Terry para que me ayude a encontrar trabajo, a abrirme paso en América.
    - Yo iré contigo, Barbie- añadió Arturo.
    - Gracias, hermano. Pero no sé si las cosas puedan salir bien.
    - No te preocupes, Barbie. Pero no puedes estar sola.
    Bárbara lo trató de convencer.
    - No me ocurrirá nada. Estaré bien. Voy en busca de una nueva vida, Arturo. Debes quedarte en la casa en lo que resuelvo lo de su venta. Pero no debes buscarme. Esto tengo que hacerlo sola, por mí y por el recuerdo de mi padre.
    Arturo estaba desconcertado. Bárbara iba a emprender una aventura por demás riesgosa y precipitada.

    Terry estaba en la sala junto a la chimenea, como en otro tiempo lo estuviera Eleonor Baker.
    - ¿De qué hablaste con ella?- preguntó su padre.
    - De todo y de nada…no dijimos una sola palabra- respondió Terry.- Nos entendimos tan sólo con la mirada.
    - Sí…la mirada de Eleonor es capaz de transformar el interior de las personas.
    - Conmigo lo hizo- dijo Terry.- Pero no sólo ella…también Candy.
    - Pobre Candy…le he hecho mucho daño.
    - Ahora no debes mortificarte. Yo sólo quiero volver a América para hacerle saber que estoy vivo. Esa debe ser la razón por la que quizás ha aceptado casarse con Albert.
    - Yo te ayudaré. Partiremos a América cuanto antes.
    - Si tan sólo pudiera saber cuándo será la boda…
    - Por lo que pude averiguar, la boda aún no tiene fecha.
    - Espero que no hayan avanzado con los preparativos.
    El duque tocó el hombro de su hijo.
    - Perdóname, Terry. Lamento causarte tanto daño a ti y a ella.
    - Te he perdonado, padre…y lo mejor de todo, es que te has perdonado a ti mismo.
    - Apresuraré todo para que partamos cuanto antes a América.
    - Gracias, padre. Si todo sale bien, te deberé mi felicidad.

    Europa seguía en conflicto. Pero quizás pronto las cosas cambiarían para todos.

    Candy volvió junto con Albert a Lakewood. El recibimiento fue intenso y caluroso.
    - Candy…me siento tan feliz de que estés de vuelta.
    Las amigas se abrazaron efusivamente. Archie también celebró su llegada.
    - Temíamos mucho por tu salud.
    - Albert estuvo siempre ahí. Le agradezco todo lo que ha hecho por mí.
    - No ha sido nada, Candy- repuso Albert.- Ven, será mejor que subas a descansar.
    Candy añadió.
    - No quiero descansar ahora, Albert…sólo quiero platicar con Annie.
    Archie dijo a Albert.
    - Ven, quiero hablar contigo.
    Albert asintió y fue al despacho con Archie.
    Estando ahí, Archie le preguntó.
    - ¿Cómo está, Albert? La veo muy pálida.
    - No tanto. El doctor ya la dio de alta pero le pidió que descansara.
    - Y eso es lo que vamos a hacer con ella. Ayudarla a descansar. Pero dime, ¿acaso Candy te ha aceptado ya?
    - No lo sé…-dijo Albert.- No quiero ilusionarme, sobre todo porque la muerte de Terry está muy reciente. Pero sigo sin comprender qué hay detrás de todo eso.
    - Estoy de acuerdo. Sigo pensando que hay gato encerrado…en cuanto averigüemos podrás hablar con ella.
    - Exactamente. Ahora sólo quiero pasar todo el tiempo posible junto a ella. Quizás ahora sea momento en que descubra lo que siente.

    Archie asintió. Pero estaba preocupado porque no estaba seguro de que lo sucedido con Terry fuera tan simple. Tenía que averiguar lo que había sucedido en verdad.
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1047
    Cap. 57

    Albert dejó que Archie se uniera a las chicas en la conversación.
    “Se ven tan bien…como hermanos…como hace tanto tiempo…”- pensó Albert. “Y yo…yo quisiera poder verte solamente así, Candy…y sin embargo, hay momentos en que pienso en ti tan sólo como una hermana…no puedo sentir por ti más que un amor sincero y limpio que no me deja pensar de otra forma, que no me deja visualizarme contigo en un futuro como tu esposo…¿por qué no puedo?” se preocupó.
    Miró desde lejos a los muchachos y subió un rato a su habitación.

    Candy estaba junto a Archie y Annie riendo y les preguntó:
    - ¿Por qué pospusieron la boda?
    - Por ti, linda- dijo Archie.- No podíamos casarnos sin que estuvieras presente.
    Candy respondió.
    - Se los agradezco pero…no tenían por qué hacerlo. Yo…no estoy bien para fiestas.
    Annie movió la cabeza.
    - Por eso no te preocupes. Ahora que estés bien realizaremos la celebración.
    - Pero…tenemos un secreto que contarte- dijo Archie guiñándole el ojo.
    Candy se sorprendió.
    - ¿De qué sorpresa se trata?
    - No invitamos a Elisa…
    - ¿Pero por qué?
    - No queremos que Elisa arme un escándalo en la boda. No lo podemos permitir.
    - Ya veo, pero dudo que lo haga.
    - Tú no la conoces, Candy. Esa chica es capaz de lo peor. Además, no pensamos ir a la boda de Neil.
    Candy se perdió en sus pensamientos un poco. Recordó a Stear y a Anthony. Y algunas lágrimas rodaron por sus mejillas.
    Archie le preguntó.
    - Candy…¿qué sucede?
    - Nada…-luego rió.- No pasa nada, sólo recordé algunas cosas pero todo está bien. Ahora me voy a descansar. Es tarde y ustedes también deberían hacerlo.
    - Tienes razón, Candy. Es hora de dormir- dijo Annie.

    Candy subió a su habitación. Se preparó para dormir, cuando Dorothy la acompañó.
    - Tranquila, Candy. Descansa. Has tenido días muy agitados.
    - Gracias, Dorothy. Has sido muy buena conmigo.
    - Hasta mañana.
    - Hasta mañana- dijo Candy
    Se durmió pensando en Terry. Ahora sí pudo recordar un momento en Escocia, en aquella casa perteneciente a los Grandchester:
    “Esa tarde iba a pasar la Fiesta Blanca en la casa de Terry. Le parecía ser una princesa en un castillo antiguo. Era como un sueño infantil hecho realidad.
    Llevaba puesta la bata de Eleonor. Se sentía un poco mejor. Pero era una sensación agradable sentir cerca de ella a Terry que se había convertido, más que en un enemigo, en un protector.
    - Espero te guste- dijo, mientras le extendía un vaso con algo que parecía vino.
    - ¿Qué es?- preguntó.
    - Hidromiel- respondió Terry.- Es una bebida antigua de Escocia. Todavía se fabrica. Bébela, te dará calor y bienestar.
    Ella tuvo temor pero sabía que Terry, a pesar de su forma rebelde de ser, se comportaría como un caballero con ella. Así que comenzó a beberlo lentamente, degustando el aroma dulzón y el sabor ligeramente picante de la bebida fermentada.
    - ¿Qué tal, pecosa?- indagó Terry.
    - Es muy rico…gracias.
    Terry asintió.
    - Decían los celtas que era una bebida de los dioses…quizás porque hacía sentir a los mortales como inmortales. Y también es la bebida del amor…
    Ella se apartó.
    - Ya veo…todo esto es un truco tuyo.
    - Claro que no- dijo Terry.- Sólo bromeaba, Candy-cambió el tono.
    Candy lo vio mirarla con ternura. Ella confió. Terry le pidió que tomara asiento y comenzaron a charlar respecto a su madre y lo que los padres deberían ser para sus hijos.
    - Lamento tener que hablar contigo de esto…pero…es lo que siente mi corazón…”
    Rompió su recuerdo, justo antes de la llegada de Elisa a aquella casa.
    - Elisa…¿por qué no dejas a los demás en paz?

    Elisa Leagan fue al hospital de Chicago.
    - Buenos días, ¿puedo hablar con el doctor Leonard?
    - ¿Quién lo busca?
    - La señorita Leagan…soy hija del gerente del banco de Chicago.
    - Permítame…
    Elisa esperó un rato y luego fue recibida por el médico.
    - Buen día, doctor.
    - Señorita Leagan…me sorprende verla por aquí. ¿A qué debo el honor de su visita?
    - A que…estoy preocupada por mi prima Candy.
    - Su prima…la señorita White…sí, estuvo enferma pero ya se restableció.
    - ¿De verdad?
    - ¿No la ha visto?- preguntó el médico.- Supe que se fue a Lakewood, a la casa de los Andley…
    Elisa sonrió.
    - Lo lamento, no lo sabía…pero me alegra tanto que ya esté bien…es tan fiel a su trabajo. Sólo que…me había comentado que…en la medida de lo posible se enviara al frente cuanto antes.
    - ¿Eso le dijo?
    - Sí…no sé si…ya tenga personal en el frente.
    - Sí, algunas de las enfermeras que ella capacitó fueron enviadas a la Guerra. Pero no sabía que ella también estaba dispuesta a ir…
    - No quería participarlo, quizás porque se sentía mal de salud. Pero…fue ella misma quien me lo hizo saber.
    Leonard pensó entonces y respondió.
    - Siendo así, avíseme cuando se sienta mejor para que vuelva a estar en funciones y mientras tanto, arreglaré todo para enviarla al frente. Lo que no entiendo, ¿por qué vino usted a decirlo? ¿No debería estar preocupada porque su prima se expone?
    - No exactamente. Me duele pero…ella me lo ha pedido expresamente y…yo sólo quiero cumplir con un deber con ella.
    El doctor no se notaba convencido pero decidió aceptar.

    Terry tocaba el acordeón. Su pensamiento estaba puesto en Candy.
    - Pecosa…si ahora estuvieras aquí, ya nos habríamos casado…
    Y recordó aquel día de la Fiesta Blanca, momento que hubiera querido prolongar eternamente.
    De pronto, algunas noticias que se escuchaban decían que quizás el conflicto comenzaría a ceder.
    - ¿Crees que la guerra termine pronto, papá?
    - Eso es lo que más deseo…ya quiero buscar a tu madre. ¿Cuándo nos iremos?
    - Cuando tú dispongas.
    Richard respondió.
    - Preparemos todo para irnos en una semana, Terry. En ese lapso te prometo que buscaremos a tu madre y a Candy.
    - Bien, padre…estoy seguro que pronto daremos con ellas.
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Romance/Amor
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    114
     
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    1161
    Cap. 58

    Candy pasaba unos días muy agradables junto con Annie y Archie. Parecía que ya nada podía alterar la paz de Candy, excepto por una pregunta de Archie.
    - Candy…llevo tiempo queriendo preguntarte algo.
    - Dime, Archie.
    - ¿No has pensado que es demasiado raro que el duque de Grandchester te haya avisado que Terry murió? ¿No es curioso?
    - ¿Por qué lo dices, Archie?
    - Porque es demasiado extraño que el duque se molestara por avisarte.
    - A mí no me parece raro, al contrario. El duque de Grandchester es un caballero y seguramente la muerte de Terry fue algo terrible para él. Quizás cambió a raíz de eso. Y como él dijo: cumplió con la última voluntad de Terry y eso es algo que para un inglés debe ser muy importante.
    - Te creo pero…¿por qué precisamente él te iba a avisar? ¿No has intentado averiguar más?
    - No, Archie…es demasiado doloroso para mí. Necesito más tiempo para superarlo.

    Archie insistió.
    - Y…¿qué opinas respecto a Albert?
    Esa pregunta sorprendió a Candy.
    - No te entiendo.
    - Me refiero a sus sentimientos. ¿Has considerado la posibilidad de aceptarlo?
    Candy le dio la espalda.
    - Es muy pronto para eso, Archie.
    - Pero estás considerando la posibilidad…
    - No me presiones, Archie. Albert sabe perfectamente que ya hemos hablado al respecto. Perdóname pero…creo que por ahora no podría precisar lo que suceda con mis sentimientos. Quiero mucho a Albert y siempre ha sido así pero no sé si pueda aceptarlo de otra forma.
    Albert escuchaba desde lejos.
    “Ya debía saberlo…es casi imposible que me haga ilusiones. Ya debería aceptar que Candy jamás será para mí…”

    Los preparativos de la boda continuaron.
    Annie estaba cada vez más emocionada.
    - Ya falta sólo una semana para la boda- añadió.
    - Me imagino lo nerviosa que debes estar, Annie- contestó Candy.- Yo en tu lugar también lo estaría.
    - ¿Y tu boda con Albert?
    - Eso fue solamente para pedir un apoyo al doctor Leonard. Sin embargo, no sería tan imposible si tan sólo yo pudiera aclarar mis sentimientos.
    Annie le dijo:
    - No te preocupes. Ya verás qué pronto todo tu futuro se resuelve para bien.
    - Ojalá, Annie. Lo importante es que tu boda se aproxima y todos nos alegraremos por ti.
    - No deberían alegrarse tanto- dijo Elisa.
    Candy señaló.
    - ¿Se puede saber qué haces aquí?
    - Vine a felicitar a Annie y a decirle que es de muy mal gusto que haya cambiado la fecha de la boda.
    Archie se aproximó.
    - Fue para no invitarte, así que te vamos a pedir que no te atrevas a ir.
    - Eres un grosero, Archie. De igual forma les enviaré mi regalo- señaló.- Y de paso, aprovecho para avisarte, Candy, que el doctor Leonard te espera en una semana.
    - Ya lo sé- dijo Candy.
    - Lo que no sabes es para qué te necesita- insistió Elisa.- Y como estoy muy ocupada tengo que irme. Hasta pronto, Candy.
    Archie dijo:
    - No la soporto. Hicimos bien en no invitarla.
    Candy se preocupó. Sabía que Elisa no se quedaría de brazos cruzados.

    Terry y su padre se preparaban para el viaje.
    - ¿A dónde llegaremos?
    - A Nueva York- dijo Terry.- Espero que todavía me alquilen la habitación que tenía en el centro.
    - Podríamos llegar a otro lugar mejor, Terry.
    - Creo que es mejor que lleguemos ahí. Me sentiría en más confianza.
    - Está bien, Terry, hagamos como tú quieres.
    En tanto, Terry arreglaba su maleta y releía a Hamlet.
    El duque se acercó. Miró el libro y dijo:
    - Me gustaría tanto verte actuando esta obra…
    - ¿De verdad?
    - Sí…he entendido que te gusta el teatro y que no debía oponerme. Y ahora que ya eres un hombre, no podría oponerme. Tu madre también es actriz y así la amo.
    Terry sintió su corazón henchido de emoción.
    - Gracias, papá. Espero poder incorporarme de nueva cuenta a la compañía Stratsford.
    - Te aceptarán. Eres muy talentoso, Terry.
    - Pero primero, tengo que encontrar a Candy.
    - Tenemos una semana para partir. Cuando lleguemos a América será fácil encontrarla. Y podrás saber si aún te espera o te cree muerto.
    - Sí, papá…quiero saber qué está sucediendo. La extraño tanto…

    Al fin, la semana de plazo llegó. La boda de Annie se desarrolló con gran contento de todos. Archie estaba tan feliz y Annie estaba radiante.
    Candy compartía aquel momento con sus hermanos.
    Patty y Arthur también fueron invitados.
    Durante la ceremonia, la tía abuela estuvo de lo más chocante con Candy.
    - ¿Se puede saber qué haces tú aquí?
    - Señora Elroy…Albert, Archie y Annie me invitaron.
    Albert se interpuso.
    - No te atrevas a hacerle una sola grosería a Candy, tía.
    - Nunca me habías hablado así, Albert.
    - Soy tu sobrino pero recuerda que soy la cabeza de los Andley y Candy tiene todo el derecho de estar aquí. Y si te atreves a ofenderla, te pediré que seas tú quien deje la casa.
    - ¿Serías capaz?- preguntó la tía.
    - No me obligues.
    Candy pidió.
    - Por favor, Albert, no discutas con la tía Elroy.
    - No lo haré, Candy. Sé que no te molestará más.
    - Yo me puedo marchar.
    - No, Candy- insistió Albert- hoy no. Quédate, te lo suplico.
    El tono de súplica llevaba implícito un aire de amor escondido.
    Candy no se pudo negar.
    Justo después de la boda, cuando ya los novios partían en su viaje y los invitados se marchaban, Albert entregó a Candy una pequeña caja.
    - Ahora que te marches a Chicago, necesito que antes me respondas a algo.
    Dentro de la caja había una sortija que Albert tomó y colocó en uno de los dedos de la enfermera.
    - Candy…¿quieres…casarte conmigo?
    Candy entendió que Albert ya no quería dejar pasar más tiempo.
    - Albert…es tan complicado.
    - Te prometo que si aceptas, yo haré todo lo que esté en mis manos por hacerte feliz.
    Candy pensó. Quizás la señorita Pony tenía razón.
    - Está bien, Albert…acepto…
    Albert sonrió. Apenas podía creerlo.
    - Mi linda pecosa…te amo con toda mi alma.
    Y un beso suave y dulce selló aquella noche la promesa matrimonial.

    Candy permaneció en la casa de Lakewood dos días más, hasta que recibió un telegrama urgente del doctor Leonard.
    Albert le preguntó.
    - ¿Qué sucede, Candy?
    - Es el doctor Leonard, Albert. Quiere que me presente cuanto antes en Florida.
    - ¿En Florida?
    - Sí, supongo que hay que capacitar a otras enfermeras.
    - Yo te acompañaré. Iremos enseguida y te instalarás. Y en cuanto termine la capacitación nos casaremos.
    Candy sonrió. Aquella idea no le parecía tan equivocada.

    Aquella mañana, Terry se despertó sobresaltado.
    Un mal presentimiento agitaba su mente y su corazón. Tuvo miedo…y esta vez no entendía exactamente por qué…
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    1476
    Cap. 59
    El duque de Grandchester notó la preocupación de Terry y preguntó:
    - ¿Ocurre algo, hijo?
    - No sé, papá. Me siento como…extraño…como si tuviera miedo de algo desconocido.
    - Te comprendo pero…por ahora no hay nada que pudiera preocuparte más de lo que ya tienes encima. Trata de calmarte, quizás es la ansiedad que tienes de volver a ver a Candy y arreglar todo.
    - Tienes razón, eso debe ser. Estoy ansioso por ir a América.
    - Yo también. Necesito ver a tu madre cuanto antes. ¿Sabe si está en temporada de actuación?
    - No…creo que estaba por terminar la temporada de Naná, de nueva cuenta.
    - No importa, la buscaré y trataré de arreglar las cosas.
    Hacía mal tiempo en Escocia. A pesar de que ese sitio era muy tranquilo, las aguas parecían estar agitadas más de lo normal.
    Llovió el resto de la tarde. Terry prácticamente no salió de su casa aquel día.

    En Florida también hacía mal tiempo. La playa estaba vacía y las aguas estaban más agitadas de lo normal.
    Cuando llegaron a Florida, Candy y Albert buscaron hospedarse en la casa de la playa.
    Candy notó que aquella casa era muy hermosa.
    - Nunca había estado aquí.
    - Me alegra ue sea una sorpresa para ti. ¿Te gustaría que…cuando vuelvas, tras casarnos, nos instalemos aquí?
    Candy lo miró ilusionado. Quizás podía ser una buena oportunidad para demostrarle interés.
    - Me parece muy buena idea, Albert. El lugar es hermoso.
    Albert tomó el mentón de Candy y le dijo dulcemente:
    - Te prometo hacerte la mujer más feliz del mundo…no te faltará nada, empezando por mi cariño. Cuidaré siempre de ti y jamás permitiré que nadie te haga daño. Quiero borrar con mi amor todas las tristezas de tu corazón.
    Como un relámpago, la imagen de Terry cruzó por su mente. Candy tuvo que apartarse de Albert disimuladamente.
    “No sé si sea conveniente…el recuerdo de Terry está aún muy reciente…quizás poco a poco…si continúo por este camino, siendo más amorosa con él, Terry pueda salir al fin de mi corazón”.
    - Espera…tengo que enviarte un mensaje al doctor Leonard. Debe saber que ya estoy aquí.
    - Si quieres podemos ir a verlo esta misma tarde.
    - Claro. Me gustaría que me acompañaras.
    Albert sonrió. Le agradaba estar cerca de ella.



    Londres

    Bárbara terminaba de hacer sus maletas.
    Arturo la contemplaba desde la entrada de la puerta.
    - Barbie…no te afanes tanto. Faltan un par de días para partir.
    - Lo sé pero…es que quisiera ya ir camino a América, hermanito. Ya no quiero seguir en esta casa, recordando a mi padre, a quien amé con todo mi corazón.
    - Lo sé, Barbie…sé lo mucho que te ha dolido la muerte del conde. Pero debes reponerte y seguir adelante. Por cierto…vino Lowell pero no le permití verte.
    - ¿Qué quería?
    - Hablar de negocios. Creo que quiere comprar acciones de las industrias que el conde tenía en la ciudad.
    - Ya veo…dile que puedo hablar con él mañana en la noche.
    - ¿Lo atenderás?
    - Debo hacerlo, Arturo. Eso mismo habría hecho mi padre.
    - Está bien- respondió Arturo desganado.- Si es lo que debes hacer, te apoyaré.
    Bajó Arturo. Lowell intentó subir.
    - Necesito hablar con Bárbara.
    - Por ahora no puede atenderte. Dice que mañana en la noche puedes venir.
    - Tiene que ser ahora.
    - No insistas- dijo Arturo, bloquéandole el paso.- Bárbara ha dicho que te atenderá mañana y eso hará. ¿Entendiste?
    - Está bien…-respondió Lowell- mañana hablaremos.
    Sin despedirse se marchó. Arturo no estaba convencido pero no podía hacer nada contrario a las decisiones de Bárbara.

    Al día siguiente…
    - Doctor, buenos días. Ya estoy aquí.
    - Bien, señorita White. Supongo que en estos días resolvió usted todos sus asuntos personales. Lamento hacerla venir antes pero debido a la urgencia que usted tenía de volver y a la gran necesidad de enfermeras en el frente…
    - Comprendo. No se preocupe. Dígame, ¿ya están listas la enfermeras nuevas?
    - ¿De qué habla?
    - Se trata de capacitar a nuevas enfermeras, ¿cierto?
    - No, señorita. ¿No se lo dijo su pariente, la señorita Leagan?
    Candy se dio cuenta que Elisa estaba detrás de todo.
    - No…
    - Ella me pidió en su nombre que la enviara al frente. Supongo que no se trata de alguna broma. Ya he dispuesto sus documentos para enviarla a Europa mañana en la noche.
    Aquella noticia caía como agua helada en las espaldas de Candy.
    - Doctor…me toma por sorpresa pero…no se trata de una broma. Iré al frente…
    El doctor asintió.
    - Agradezco su deseo y elogio su valentía. Está todo listo. Apenas tendrá tiempo de enviar un telegrama para avisar que se marcha. Puede retirarse.
    Candy salió de la oficina.
    - Irme…¿cómo se lo voy a explicar a Albert?
    Tuvo miedo. Ella no tenía la idea de marchar al frente, aunque la posibilidad estaba latente. Sin embargo, sabía que ahora era Elisa quien estaba detrás de todo.
    - Lo hizo como venganza por todo lo que no ha podido conseguir. Sabe que así no podré casarme con Albert enseguida.
    Pero Albert la esperaba en la casa.
    Candy pidió un permiso especial para ir a despedirse de él.

    Albert le esperaba.
    Candy entró lentamente y en silencio.
    - Candy…ya estás aquí. ¿Qué pasó?
    - Hablé con el doctor…Albert, tengo que ir al frente.
    Albert se quedó mudo de momento. Luego reaccionó.
    - ¿Estás segura?
    - Sí…lo peor de todo es que…Elisa tuvo que ver en ello.
    Albert golpeó la mesa con los puños.
    - Elisa tendrá que escucharme.
    - No tienes que hacer nada, Albert. Es parte de mi trabajo. Quizás es necesario. No puedo negarme.
    - Pero eso no era realmente lo que tú debías hacer.
    - Lo sé, pero…ya no puedo decir que no. El doctor ya tiene contemplado enviarme. Mañana en la noche partiré a Europa.
    Albert por fin soltó algunas lágrimas.
    - Precisamente ahora que empezábamos a ser felices. Candy…prométeme que te cuidarás y que, en cuanto vuelvas, nos casaremos…
    - Te lo prometo, Albert- dijo ella con dolor.
    Aquella noche no pudo dormir.
    - Terry…tú moriste en el frente…te sacrificaste…yo también voy a hacer lo mismo. Si tengo que entregar mi vida, lo haré gustosa. Y si pierdo la vida en la guerra, nos reuniremos al fin. Pero si tengo la oportunidad de vivir, te prometo que haré feliz a Albert, tanto como tú y yo hubiéramos podido serlo…

    La hora de partir llegaba.
    Candy ya estaba en el puerto despidiéndose de Albert.
    El abrazo se prolongó.
    - No quisiera dejarte ir pero…sé que es necesario.
    - No te aflijas, Albert. Tendrás noticias mías…
    Albert le depositó un beso tierno y a la vez sensual…uno como nunca se lo había dado. Pero para Candy, estuvo cargado de dolor.
    - Tengo que irme, Albert…hasta pronto.

    Subió al barco.
    - Volver a Europa…como cuando fui al colegio San Pablo…y esta vez…no sé si volveré con vida…


    Londres
    Lowell esperaba en la sala.
    Bárbara bajó al poco rato.
    - Bárbara…
    Trató de besar su mano pero ella la apartó con brusquedad.
    - Di a qué has venido y trata de ser breve. Estoy preparándome para un viaje.
    - Necesito que me vendas las acciones de tu padre en Londres.
    - No lo haré…las pasaré a otras manos.
    - ¿Por qué no quieres dejármelas a mí?
    - Porque mi padre tampoco lo habría hecho. Él te conocía bien. Por eso no te contempló en su testamento.
    - No puedes hacerme esto, Bárbara.
    Luego cambió el tono.
    - Linda…recuerda que tú y yo estábamos comprometidos.
    - Y me cambiaste por Lisa, recuérdalo. Si te quedas con esas acciones, al poco tiempo habrás terminado con el dinero. Eres un despilfarrador.
    - Tú no eres nadie para juzgarme.
    - Claro que sí. Tú eres un hombre incapaz de respetarse a sí mismo, mucho menos a los demás. Sal de mi casa en este momento.
    - Te pesará, Bárbara…ya lo verás. Ya encontraré la manera de hacerte pagar este desdén.
    Lowell golpeó la puerta al salir.
    Bárbara sintió que se había quitado un peso de encima.

    Terry y el duque de Grandchester se dirigieron al hotel Savoy, en Londres.
    Ahí se instalaron hasta que pudieran comprar el viaje a América.
    - Espero que el barco no tarde en ir a América.
    - Yo también. Ya no puedo aguardar más.
    Aquella noche permanecieron en el hotel.
    Y Terry no pudo menos que soñar con Candy.
    Su sueño comprendía momentos especiales al lado de la enfermera, momentos nunca antes vividos, que anhelaba experimentar. Entre ellos, poder hacerla su esposa.
     
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    Andrea Sparrow

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1409
    Cap. 60
    Terry despertó de nuevo desasosegado, sudoroso y angustiado.
    Bebió un poco de agua y se tranquilizó. No había vista agradable al exterior. Sólo autos y poca gente que cruzaba por la calle.
    Su padre aún dormía.
    - Candy…¿qué estarás haciendo?
    Tras haber pensado notó que era hora de ir al puerto para saber a qué hora partiría barco para América.
    Mientras eso sucedía, la nave que había abordado Candy llevaba ya tiempo de haber dejado el puerto.
    Su pensamiento estaba puesto en la guerra. Le habían hablado tanto de ella. No imaginó que algún día en verdad iba a tener que cumplir con la posibilidad de ir.
    - ¿Por qué precisamente ahora?- pensó.
    Durante el viaje las noticias iban y venían.
    Aquel trayecto se hizo un tanto monótono porque no había mucho que ver y le recordó tanto su viaje a Londres cuando su objetivo era llegar al colegio San Pablo.
    - Fue aquí- dijo, tratando de evocar el sitio en aquel barco- fue en este sitio donde en la bruma distinguí tu silueta, Terry…
    Las lágrimas retornaron. Esta vez eran lágrimas de dolor ante lo que consideraba fatal pérdida.
    Avanzó lentamente como en aquella ocasión. Casi le pareció ver el fantasma de Terry:
    “La sombra que se distinguía era tenue. Cabellera negra, perfil similar al de Anthony…una capa negra. Y una lágrima en su mejilla.
    - Perdón, ¿te ocurre algo?
    De pronto, la sombra habló cuando ella se apartaba.
    - ¿Quién está ahí?
    Ella, con el temor, permaneció estática. Luego se armó de valor y dijo.
    - Hola…era yo, pensé que estabas triste.
    El, por respuesta, soltó una sonora carcajada.
    - Triste, que si yo estaba triste. Sí, estoy muy triste…
    Ella no comprendió. Luego él siguió riendo.
    - ¿Nadie te ha dicho lo pecosa que estás?
    - ¿Yo, pecosa?
    - Claro, ¿no te habías dado cuenta?
    Candy se molestó.
    - ¿Ah sí? Pues déjame decirte que a mí me gustan mucho mis pecas.
    - Supongo que sí, por eso las coleccionas.
    - Sí, y estaba pensando en la forma de conseguir más…”

    El dolor fue grande al recordar aquel momento. Volvió a su camarote y se echó a llorar un rato, sin querer hablar con nadie.

    Bárbara ya estaba en el puerto. Arthur la acompañaba.
    - Entonces…no quieres que vaya contigo.
    - No es necesario, Arthur. Necesito que te quedes, hasta que yo regrese. Voy a buscar a Terry Grandchester y luego nos reuniremos tú y yo en Nueva York.
    - Espero que tengas mucha suerte, Barbie. Cuídate mucho…
    El abrazo de Arthur fue doloroso para él. Perdía a la mujer que amaba para siempre.
    Bárbara abordó el barco. Sin embargo, uno de los marineros dijo:
    - Debemos tener cuidado. Espero que el viaje sea seguro.
    - ¿Por qué lo dice?- preguntó ella.
    - Porque hay mal tiempo, señorita…
    Eso la preocupó un tanto pero decidió continuar con su decisión de partir.
    En el barco, siguió pintando el cuadro del príncipe que había dejado ligeramente inconcluso.
    - Seguramente en este sitio terminaré tu retrato, mi príncipe…
    Días después…
    Terry y su padre estaban preocupados.
    - Y yo que pensé que a esta hora ya estaríamos listos para zarpar.
    - Lo sé, te entiendo pero ya visto- dijo Terry.- El único barco que zarpó de South Hampton a América lo hizo hace 3 días y los marineros dicen que no se quieren aventurar porque hay mal tiempo y no podrán hacerlo hasta que amaine.
    - Esto es un mal augurio- dijo el duque.
    - Yo también estoy preocupado, padre. Sé que es difícil pero…hay que aguardar. Quizás, cuando pase el temporal, podamos viajar ya sin contratiempos.
    - Eso espero.

    Candy, por su parte, marchaba hasta Londres. Durante el camino los pasajeros se preocupaban por el mal tiempo.
    - Estamos viajando contra corriente- dijeron al capitán. - ¿Qué supone que haremos?
    - Tendremos quizás que avisar a otro barco para que podamos respaldarnos.
    - O volver a América-dijo otro.
    - No- señaló otro hombre.- Estamos ya muy lejos y no podríamos volver seguros aunque quisiéramos.
    Candy pensó que tal vez no sería necesaria su presencia en el frente, como había pensado Elisa.
    Y al poco rato, un comunicado llegó a la cabina del capitán:
    “Después de firmado el armisticio y durante meses de negociaciones, los Aliados tras reunirse en París para una larga Conferencia de Paz, han concluido a fin de terminar por escrito con los ataques militares en Europa.
    Al parecer el día de ayer llegaron a un acuerdo y se ha firmado el Tratado de Paz en Versalles en el Salón de los Espejos. Sin embargo, aunque el cese al fuego ya es un hecho, en algunos meses más entrará en vigor dicho tratado.”
    - ¡Ha terminado la guerra!- exclamó un hombre.
    A su exclamación llegaron otros muchos que batieron palmas y se llenaron de estupor.
    Candy se alegró.
    - ¡La guerra ha terminado! Volveremos a América…

    Durante el trayecto, Bárbara se enteró de la noticia.
    - Esto es maravilloso…ya sin guerra podré seguir con mis planes y encontrar a Terry.
    Sin embargo el mal tiempo continuaba y el capitán trataba de llevar el timón lo mejor que pudo.
    En Londres Terry y su padre aguardaban en el puerto.
    - Esto es demasiado, ¿acaso no partiremos nunca?- dijo Terry.
    El comunicado de paz llegó a sus manos.
    - Por fin, esta maldita guerra ha terminado…
    - Es maravilloso- dijo Terry.- Gracias a esto voy a reunirme con Candy en cuanto viajemos a América.
    Sin embargo, al poco tiempo, se declaró estado de emergencia.
    Un navío llegó con doble cargamento.
    Llegaron al puerto y los pasajeros comenzaron a ser entregados a sus familiares. Sin embargo había gente desconocida de la cual indagaron su origen.
    - Hay heridos. Fueron rescatados de un navío que estaba por llegar a Londres hace unos dos días.
    Terry notó que había gente que iba y venía.
    Uno de los hombres del puerto que ayudaba en las labores de investigación dijo a otro.
    - La chica está delicada.
    - ¿Cómo se llama?
    - No estoy seguro.
    - ¿No traía identificaciones?
    - Pues estamos revisando. Encontramos en su ropa una carta. El remitente era Terruce Grandchester.
    Terry escuchó.
    - ¿Perdón? ¿Han dicho, Terruce Grandchester?
    - Sí…
    - ¿Me puede decir cómo se llama la chica?
    - ¿Para qué quiere saber? ¿La conoce usted?
    - Eso es lo que quiero averiguar.
    - Está bien. Venga.
    Avisó a su padre.
    - ¿Vienes conmigo, papá?
    - Claro.
    Entraron a aquel hospital improvisado y avanzaron por el pasillo.
    - Está allá, en el cuarto de al lado.
    Terry entró con cuidado.
    Al ver a la chica sus labios se entreabrieron y su corazón estalló en mil pedazos.
    - ¡Eres tú, Candy!
    El que la atendía entregó a Terry la carta.
    - Esta carta estaba entre sus pertenencias.
    - Sí, yo se la envié. Yo soy Terruce G. Grandchester.
    El duque asintió, confirmando la información.
    - Dígame, ¿qué le ocurrió?
    - Al parecer venía a Londres. No sabemos a quién venía a buscar ni a qué se dedica. Pero esperamos saberlo en cuanto despierte.
    - ¿Puedo quedarme hasta que eso suceda?
    - Por supuesto.
    Terry se quedó a su lado mirándola.
    - Candy…por fin te encuentro...papá, ¿la llevaremos con nosotros?
    - Claro que sí, hijo. Bueno, si ella quiere.
    - Querrá, ya lo verás. En cuanto me vea, me daré cuenta si ella me creía muerto o no.
    Al amanecer, Candy despertó.
    Terry la había estado cuidado.
    - Candy…-dijo levemente.
    Candy abrió los ojos y le preguntó.
    - ¿Quién es usted?
    Aquella pregunta le reveló a Terry lo que le había sucedido a la enfermera.
    - Candy…soy yo, Terry…
    La chica movió ligeramente la cabeza.
    - Lo siento pero…yo no lo conozco.
    Terry llamó al médico.
    - Doctor…ella no me recuerda.
    - ¿En verdad la conoce?
    - Por supuesto.
    - Entonces…se trata de un caso de anmesia temporal. Quizás se golpeó con algo y por eso es que no recuerda nada.
    - ¿Se puede hacer algo?
    - Trataremos de atenderla. Pero de no ser así, tendrá que recuperar la memoria fuera de aquí. Tenemos mucha gente que atender.
    - No se preocupe. ¿Podemos llevarla con nosotros? Estará bien atendida- dijo el duque de Grandchester.
    - Está bien. Sólo tendrán que dejar sus datos.
    Terry lloraba. Su pecosa no lo recordaba.
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    1737
    Cap. 61
    Pasado un rato, el duque de Grandchester notó que era hora de ir a descansar.
    - Terry…no has dormido nada.- explicó.
    - No es necesario, papá. Estoy muy preocupado por Candy. No me recuerda…
    - Tranquilo. No sabemos exactamente qué le ocurrió. Es mejor que descanse para que su mente se recupere.
    - Tienes razón.
    - Haré las gestiones necesarias para que nos permitan llevarla a la casa. En Escocia estará muy bien atendida y se recuperará pronto.
    - Muy buena idea, papá.- asintió Terry.
    El doctor recibió la visita del duque.
    - Señor Grandchester, ¿está decidido a llevarse a la señorita?
    - Totalmente. Mi hijo y yo respondemos totalmente por lo que le suceda.
    - Tan sólo para tener una referencia, ¿puede decirme qué relación tienen ustedes con ella?
    - Ella…es la novia de mi hijo Terry- respondió el duque.
    El doctor asintió.
    - En ese caso, sólo tiene que firmar algunos documentos para el alta médica.

    Mientras tanto, Terry aguardaba a que Candy despertara de nueva cuenta.
    Cuando lo hizo, estaba algo asustada.
    - Perdón…-dijo él un poco apenado.- ¿Te sientes bien?
    - Sí- respondió Candy, temerosa.- ¿Dónde estoy?
    - Aun en el hospital provisional pero…pronto iremos a la casa.
    - ¿Cuál casa?
    - Linda…necesito llevarte conmigo a la casa. No puedes quedarte aquí.
    - Pero es que yo…
    - Dime, ¿recuerdas de dónde eres?
    - No…ni siquiera me acuerdo de mi nombre…
    - Te llamas Candy, ¿recuerdas eso?
    Los ojos de la enfermera se cristalizaron.
    - No…¡no puedo recordar nada!- siguió llevándose las manos al rostro con impotencia.
    Terry sintió que se le partía el corazón.
    - Por favor, no te esfuerces. ¿Quieres que llame al médico?
    - No…no por ahora…
    - ¿Puedo quedarme contigo?
    - Sí- respondió Candy asintiendo- me hace mucho bien.
    Terry se tranquilizó. Al menos su presencia no la incomodaba.

    En tanto, Albert estaba preocupado.
    - No tengo noticias de Candy. Ya debería saber si está bien.
    Archie releía el comunicado sobre la terminación de la guerra.
    - Al parecer el conflicto cedió. Quizás es por eso que aun no sabemos nada. Seguramente en lo que se resuelve el asunto, las comunicaciones con Europa deben estar detenidas.
    - Quizás sea cierto, Archie. Pero tengo miedo por ella. No me agrada para nada que esté sola.
    Annie también estaba preocupada.
    - Archie, ¿no hay posibilidades de averiguar más sobre Candy?
    - No- dijo Archie.- Se está haciendo lo posible. Es difícil, linda. No hay forma de enviar o recibir telegramas.
    - En cuanto sepas algo, Archie, házmelo saber. Voy a ir a Nueva York. Es urgente para mí resolver lo de los documentos de una propiedad de la familia.
    - Ve tranquilo, Albert. No te preocupes.
    Albert se preparó para viajar.
    Pronto estaría en Nueva York y trataría de saber más respecto al paradero de Candy.

    Mientras esperaba la autorización del doctor, Candy volvió a dormitar.
    - Pobrecita- pensó Terry.- Debe estar muy agotada…pasó muy mala noche…debe sentirse cansada por dentro. No te preocupes, pecosa. Yo voy a cuidarte muy bien. Estarás tranquila. Nadie te molestará.
    Al tiempo que acariciaba su mano, notó que tenía puesto un anillo.
    - Anillo…supongo que es de compromiso. Seguramente te ibas a casar con Albert- pensó.
    Con cuidado y sin que Candy despertara, tomó el anillo de entre su mano y se lo quitó.
    Luego se lo guardó en el saco.
    El duque de Grandchester la miró.
    - Pobrecita…se ve tan indefensa. Ella, tan alegre e independiente.
    - Sí…se siente mal…papá…necesito pedirte un favor.
    - ¿Cuál?
    - Prométeme que nadie sabrá que Candy está en Escocia…
    - ¿Por qué?
    - Porque no quiero que nadie la esté buscando. Candy tiene que recuperar la memoria primero conmigo. En cuanto eso suceda, yo me encargaré de ponerla al tanto de los detalles.
    - Eso no es muy honesto, Terry.
    - Es que…tengo miedo de que la confundan más.
    El duque de Grandchester pensó que tal vez era lo mejor.
    - Quizás tengas razón…especialmente por esa tal Elisa que ha tenido mucho que ver en lo que le ha pasado a Candy.
    - Elisa…no sabes cuánto la odio…entonces, ¿harás el favor que te pido?
    - Por supuesto. De hecho, tú te quedarás en Escocia mientras yo voy a América a buscar a tu madre.
    - Haces bien. Puedes aprovechar ahora que la guerra ha terminado.
    - Sí, eso haré. Y te prometo, si Dios me ayuda, que volveremos juntos para ser felices todos.
    - Eso espero yo también, papá.
    Terry la contempló de nueva cuenta. Iba a cuidarla por encima de quien fuera.

    El barco que iba a América llegó con muchos contratiempos.
    Las horas que habían transcurrido eran críticas. Todos estaban asustados.
    En especial, cierto chico que permanecía en su cuarto y casi no salía. A no ser porque alguien dijo que ya iban llegando a América.
    - Por fin, aquí…
    Le pareció que iba a llegar al paraíso. Pero era demasiado pronto para sentirse feliz por ello. Tenía que adaptarse a la nueva vida que le esperaba.

    Cuando descendió del Gaviota tuvo miedo. No conocía a nadie.
    Tomó un par de maletas y caminó unos pasos. Unos chicos la abordaron.
    - Hey, linda…¿estás perdida?
    Bárbara estaba ansiosa. Los muchachos la cercaron.
    - Tranquila, nena, si no te vamos a hacer nada…sólo nos vas a compartir algo de lo que traes.
    - Por favor, no traigo nada de valor. No podría darles nada. Ni siquiera sé a dónde voy a quedarme.
    - No te preocupes. Todo estará bien. Si cooperas no te ocurrirá nada.
    La muchacha se asustó. Mientras ellos se acercaban uno de ellos los apartó.
    - Déjenla tranquila- dijo aquél.
    Bárbara estaba sorprendida. Luego añadió el muchacho.
    - No tienen por qué hacerle nada. Ella está sola. Hermosa, será mejor que te vayas. Estos muchachos son peligrosos.
    - Gracias- dijo Bárbara.
    - Mi nombre es Charlie. Si llegas a tener otro problema, sólo diles que eres amiga de Charlie.-guiñó el ojo.
    Bárbara se fue lo más rápido que pudo.
    Corrió tanto como sus fuerzas se lo permitieron.
    La estación del tren estaba cerca, así que corrió hasta ahí y trató de calmarse.
    Abordó el tren sin fijarse a dónde se dirigía, ella sólo pensaba en salir de ahí. Pagó el boleto y dejó que el tren la alejara de ahí y la llevara a algún otro pueblo.
    -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
    En la mañana, Candy despertó un poco sobresaltada. Terry la calmó.
    - Tranquila, no ocurre nada…
    - Debió ser alguna pesadilla- comentó ella.- Gracias.
    - No agradezcas…todo está bien. ¿Quieres que llame al médico?
    - Sí, por favor.
    Terry asintió. Era mejor aguardar para saber qué opina el médico al respecto.
    - Doctor, ella me pidió que lo llamara.
    - Por supuesto. Hoy mismo se irá.
    - ¿Cree que falte mucho para que recupere la memoria?- preguntó Terry.
    - No lo sé. En cuanto la revise, se lo diré.

    El doctor entró y la miró.
    - ¿Cómo se siente?
    - Mejor pero…no sé qué haré ahora que no recuerdo nada de mi vida.
    - El joven Terruce Grandchester la cuidará bien.
    - Es que…no recuerdo nada sobre él.
    - Estoy seguro que la cuidará bien. Se la ha pasado aquí vigilándola, cuidando de usted, pendiente de su salud. El padre de él, el duque de Grandchester también.
    Candy guardó silencio un segundo y luego respondió.
    - Si es así, entonces iré con él.
    - Ahora permítame revisarla.
    Hizo un chequeo normal y luego dijo.
    - Está usted bien. Necesita vitaminarse solamente. Pero en cuanto pase un poco de tiempo, verá que recordará poco a poco los detalles de su vida.
    - Gracias, doctor.
    - Ahora, termine de arreglarse que se va hoy mismo de aquí.
    - Se lo agradezco.

    En cuanto el médico salió, Terry volvió a la habitación.
    - ¿Qué te ha dicho el médico?
    - Que hoy mismo me da de alta.
    - Entonces, irás a la casa hoy mismo. Tranquila.
    - Dime, ¿por qué tu padre y tú se interesan por mí? ¿Qué relación tengo y con ustedes?
    Terry la miró con dulzura.
    - Tú y yo…somos novios.
    Ella bajó la cabeza.
    - Lo lamento…no puedo recordar nada…
    - No te preocupes- dijo Terry, tratando de consolarla.- No te esfuerces, no es necesario que te precipites, no hay necesidad. Sólo tienes que ponerte bien. Estarás en un lugar tranquilo, donde no habrá presiones de ningún tipo. No verás gente hasta que no te sientas segura de tratar a nadie. Te lo aseguro.
    Candy sonrió entre lágrimas.
    - Gracias…
    - Terry…-dijo él- sólo llámame así: Terry…¿puedo llamarte Candy, como siempre lo hice?
    - Sí- respondió ella.- Llámame Candy.
    Una mirada entre ambos permitió que se acrecentara un poco más la confianza entre los dos.

    Archie enviaba un par de cartas cuando llegó Elisa a la casa.
    - ¿Qué han sabido de Candy?- preguntó.
    - Nada- dijo Archie.- Después que se supo que la guerra había terminado, no hemos sabido nada de ella.
    Elisa sonrió. Quizás había muerto y eso la confortaba.
    - Bueno…en cuanto sepan algo avísenme.
    Archie replicó.
    - Pierde cuidado, Elisa, que tú serás la última en enterarte de su paradero.
    Se enfurruñó y salió de ahí como había llegado.

    El tren siguió su camino hasta llegar cerca de Chicago. Estando ahí, Bárbara trató de levantarse pero se sentía tan agotada que no podía ni mover los músculos.
    - Corrí tanto- pensó- que me siento demasiado cansada.- ¿Y ahora? ¿En dónde debo bajarme?
    Pensó en llegar hasta Nueva York. Era su última alternativa.
    Así, llegó hasta la estación y ahí descendió con dificultad.
    Avanzando lentamente llegó hasta una avenida. Permaneció un rato con la cara pegada a un escaparate desde el cual se vislumbraba el pan recién salido.
    Un hombre observaba desde lejos al cruzar la calle. La miró.
    - No puede ser…es Candy- resolvió.
    Bajó el auto lo más rápido que pudo. Llegó justo detrás.
    - ¡Candy!- gritó.
    La chica se volvió para mirarlo. Él se dio cuenta de que se había equivocado.
    - No es Candy…se parecía tanto de espaldas…
    Ella lo miró y apenas podía creer lo que veía.
    - ¿El príncipe?
     
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    Andrea Sparrow

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    Cap. 62
    Bárbara se quedó tiesa un segundo tratando de reaccionar.
    - Es el príncipe…no puedo creerlo.
    - ¿Se siente bien, señorita?- preguntó Albert extrañado de la actitud de la muchacha.
    - Discúlpeme…yo…lo confundí con alguien más.- respondió para luego salir corriendo con los ojos humedecidos.
    Albert le gritó.
    - ¡Señorita, espere!
    Subió a su auto y la siguió.
    - Señorita…¿sucede algo malo?- preguntó de nuevo, descendiendo del vehículo para acercarse más a ella.
    - No…nada- dijo tratando de calmar el llanto.- Creí ver a alguien que conocía. Creo que lo peor es que…estoy perdida. Dígame, ¿usted conoce al joven Terry Grandchester?
    Albert le preguntó.
    - ¿Conocía a Terry?
    - Sí…lo conocí en Londres hace tiempo. Dijo que vendría a América a reunirse con Candy. Le dije que algún día yo vendría a América a trabajar y él me respondió que lo buscara para que me pudiera ayudar. ¿Usted sabe dónde está?
    - Venga conmigo para que platiquemos mejor…este lugar no es muy adecuado. Mi nombre es Albert Andley…era uno de los mejores amigos de Terry.
    Bárbara sonrió.
    - Me alegro tanto. Pero, ¿es posible?
    - No tenga temor, señorita. Venga conmigo…
    Bárbara, temerosa, subió al auto de Albert. Esperaba no ser presa de alguien que la hubiera engañado.

    En tanto, Candy salió del brazo de Terry hacia la villa de Escocia en el carruaje de la familia Grandchester.
    La chica miraba por la ventana. Pudo ver el puente de Londres, el Big Ben, la torre del colegio San Pablo, el palacio de Buckingham.
    Una hora más tarde, tras pasar el Thamesi, Candy comenzó a quedarse dormida.
    - Pobrecita…-pensó Terry. – Su mente debe estar tan débil…casi tanto como su cuerpo. Cómo quisiera que recordaras un poco de todo lo que vivimos aquí…no importaría que al recordarlo me odiaras un poco por la forma en que te traté al principio. Pero estoy seguro que así volvería a tu corazón todo el sentimiento y toda la dulzura que siempre me diste.
    Tuvo miedo de que Candy trajera a su mente lo negativo de él, el tiempo y la forma en que se despidieron, así, de esa manera tan trágica, en la que todo el amor que se tenían parecía haberse ido por la borda.
    Candy despertó levemente al notar que estaban por subir al barco que los trasladaría hasta el castillo de los Grandchester.
    - ¿Ya llegamos?
    Terry sonrió por aquella pregunta tan infantil.
    - No, Candy…pero ya falta poco. En cuanto llegues, espero que puedas sentirte más cómoda.
    Candy apenas podía pensar. Sólo mirarse en aquellos ojos azules tan tiernos que la observaban como si hubiera pasado mucho tiempo de no verla. Como si quisieran aprenderse su fisonomía y no perder detalle de sus reacciones psicosomáticas. Sonrió al sentirse cobijada por aquella mirada y luego tuvo que bajar sus ojos.
    No había palabras. ¿De qué le hablaría, si no recordaba nada? No había por el momento motivo alguno para entablar una conversación. Pero tampoco quería pasar así el resto del viaje y advirtió.
    - Este lugar es hermoso…hay tantas cosas que…son tan lindas.
    - Y tú las has visto ya, Candy.
    - La casa a la que vamos, ¿yo la he visto antes?
    - Sí…-respondió Terry buscando un asomo de recuerdo.
    Pero Candy parecía una pared tapiada. Sólo asentí. Sus sonrisas aparecían esporádicamente cuando veía a un niño jugar o a alguien gracioso.

    Terry pensó:
    - Si recordaras algo, seguramente estarías pensado en traer a la hermana María o a la señorita Pony…o a los chicos del hogar, para que pudieran contemplar con sus propios ojos todo esto…esa sería tu primera impresión.- Dime, Candy, ¿te gusta el lugar?
    - Mucho…hay tanta paz…y tanto colorido…sin embargo…todo esto es nuevo para mí.
    - Me alegra que sea nuevo- insistió Terry- porque así voy a ser yo el que tenga el honor de mostrarte cada cosa que hay en este lugar pintoresco.
    - Gracias, eres muy gentil.

    La hora de descender hacia la villa había llegado. Los pies de Candy estaban débiles. Tuvo que apoyarse del brazo de Terry.
    - Tranquila, no te apresures.
    - Gracias…
    Llegando al interior de la casa, Candy casi se va de espaldas.
    - Es hermosa…
    Pero su memoria no trajo de momento ninguna evidencia de haber estado antes ahí.
    - ¿Te parece alguna cosa familiar aquí, Candy?- preguntó Terry, ansioso.- Trata de hacer un esfuerzo, pecosa…
    Candy sintió que aquella palabra se clavaba en su cabeza. Se detuvo un momento. Trató de recordar…pero nada.
    - No puedo…no puedo…
    Se echó a llorar en el pecho de Terry. Él sintió un agudo aguijón que se clavaba en su corazón.
    - Ya, Candy…ya pasó…por hoy es suficiente. Ven…-la tomó en brazos y la llevó hasta la cocina.
    Candy dejó que Terry la tomara en brazos. Sus movimientos eran torpes aún y como no conocía la casa, decidió que era mejor ser llevada de esa forma. El olor de la comida estimulaba los sentidos.
    - Señora…estamos aquí.
    La madre de Mark los recibió animosamente.
    - Señorita Candy…
    La enfermera notó entonces que era verdad lo que Terry le había dicho. Si aquella mujer la conocía, quería decir que era cierto todo lo que él le había contado.
    - Buenos días…-musitó.
    - Siéntala, joven Terry. La comida ya está lista.
    Terry la sentó con cuidado y trató de bromear con ella.
    - Pesas más desde la última vez que te cargué, pecosa…le diré a la señora que no te dé comida muy sustanciosa.
    Candy sonrió ante la broma. No le divertía porque no recordaba mucho. Pero reparó en el mote con que Terry la acababa de bautizar como ella creía.
    - Dime…¿por qué me llamas pecosa?
    Terry explicó.
    - Cuando te conocí, esa carita hermosa estaba repleta de pecas…por lo que veo se han ido borrando- dijo acariciando su cara suavemente. Candy tembló. Terry apenas pudo reprimir las ganas de besarla.
    La madre de Mark interrumpió.
    - La comida está lista, joven, siéntese.
    - Gracias…¿y Mark?
    - Acaba de salir a buscar a su oveja favorita, Eleonor…
    El cubierto que Candy acababa de tocar cayó al escuchar ese nombre.
    - ¿Eleonor?
    - ¿Te dice algo ese nombre, Candy?- preguntó Terry.
    - Eso creo pero…no puedo recordar dónde lo he escuchado.
    Para no aturdirla le explicó.
    - Seguramente escuchaste hablar a alguien así…es una actriz…podría decir que…es la mejor actriz de Broadway…
    - ¿La conoces?
    La madre de Mark asintió. Debía decírselo. De igual forma, el nombre no le decía mucho.
    - Sí…es mi madre…
    - ¿Y bautizaste a tu oveja con el nombre de tu madre?
    - Quizás porque la quiero mucho…pero venga, deja de hablar y come que estás muy pálida y el doctor dijo que comieras bien.
    Candy sonrió.
    - Está bien…comeré…
    No tardó en descubrir que la comida estaba exquisita y que quería seguir probándola.
    - Me alegro que le gustara, señorita Candy.
    - Gracias, señora.
    Terry hizo algunos trucos de magia con las manos para entretenerla.
    - ¿Vives aquí siempre?- preguntó.
    - No siempre…incluso en algún momento decidí no volver jamás…
    - ¿Por qué?
    - Conflictos con mi padre que ya son parte de la historia…pero ahora todo está bien.
    - Me alegro…tu padre se ve que es un hombre muy amable y bueno.
    - Quizás ha pasado por cosas muy duras, Candy. Pero no puedo negarlo…mi padre es un hombre muy bueno.
    - Como tú…
    Terry sonrió sin dejar de mirar a Candy.
    - ¿Quieres ir a ver de cerca el lago?
    - Sí, Terry.
    La llevó con cuidado para que contemplara el lago desde la orilla. Su cabello dorado brillaba aún más con el sol.
    - Qué hermosa estás, Candy…qué duro va a ser para mí no poder decirte quién soy…y tenerte así…tan cerca…

    Nueva York
    Bárbara tomaba un café con Albert.
    - Entonces…
    - Sí, Terry Grandchester murió en la guerra, señorita Gerald.
    - Lo lamento tanto…ya nunca más pude verlo ni agradecerle lo que hizo por mí.
    - ¿Qué fue lo que hizo?
    - Enfrentar a su propio padre que insistía en que él y yo debíamos casarnos…
    - Entonces…usted es la chica con la que su padre pensaba casarlo.
    - Así es, pero yo no estaba de acuerdo con ese matrimonio. Ni siquiera conocía a Terry. Después de conocerlo, ambos decidimos enfrentar a nuestros padres y hacerles ver que ese matrimonio era una locura.
    - ¿Y su padre entendió?
    - Sí…mi padre entendió, pero el padre de Terry no…
    - Ya veo…entonces, por eso Terry huyó de su familia al fin.
    Bárbara le preguntó.
    - ¿Tiene mucho tiempo de conocer a Terry?
    - Bastante. Lo conocí hace mucho, cuando tuvo una pelea en Londres y yo lo ayudé con quienes lo golpeaban. Lo habían herido y yo lo ayudé a volver al colegio donde estudiaba…donde conoció a Candy…
    Albert se sintió un poco triste. Todos esos recuerdos en su mente se agolpaban. Le dolía la pérdida de Terry y también ahora, la de Candy.
    - ¿Sucede algo?
    - No…es que…Candy…no sabemos de ella desde hace unas semanas.
    - Cuánto lo lamento- dijo Bárbara mirando con dulzura a Albert.
    Él le tomó la mano y dijo:
    - Permítame ayudarla como lo hubiera hecho Terry, señorita Gerald. Es lo menos que puedo hacer por una amiga de quien fuera uno de mis mejores amigos, sino es que el único verdadero.
    - Me alegra oírlo hablar así y le agradezco su ayuda. Le prometo no defraudar su confianza.
    Albert pensó.
    - Seguramente Candy habría hecho lo mismo por ella…
     
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  14.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    892
    Cap. 63

    Candy contempló el lago un rato más. El aire puro le hacía bien a su salud.
    Terry lanzaba piedras y contemplaba aquel sitio como cuando estuvieron de vacaciones en el colegio San Pablo.
    - Estás muy callado…
    - Sí…así soy yo, bueno, a veces…cuando no estoy en el teatro.
    - ¿En el teatro? ¿Has sido actor?
    - Claro…mi gran pasión es el teatro, después de ti, por supuesto.
    Candy bajó la mirada. Terry le dijo:
    - Lo siento si te sentiste…incómoda.
    - No digas eso…es sólo que no recuerdo…lo que éramos.
    - No te preocupes…pronto lo recordarás. No te angusties ni te presiones. Sólo contempla este sitio…¿no te dice nada lo que hay aquí?
    - Por ahora no- dijo ella definitivamente.- Ven, vamos al otro lado.
    - Está bien…vamos.
    Recorrieron el lugar hasta que atardeció.
    Al fin, la llevó de nuevo a la casa y encendió la chimenea.
    - ¿Ves algo aquí que llame tu atención?
    - La llama de la chimenea…es tan brillante…se siente…calor de hogar.
    - Me alegra que te sientas bien. Te traeré hidromiel. Te confortará.
    Ella permaneció en el sillón contemplando los cuadros y el mobiliario.
    Luego miró de espaldas a Terry que salía de la estancia.
    En su mente, trató de encontrar alguna imagen que le revelaba lo que había vivido con Terry. Pero no había nada. Lo que sucedía era la entrada de una nueva imagen del muchacho, decorando con su viril presencia los instantes de su nueva vida.
    - Es tan tierno…quizás por eso me enamoré de él…pero ahora, tengo miedo. No puedo aceptarlo hasta que no sepa lo que fuimos…hasta que no sienta de nuevo lo que llegué a sentir por él…¿y…qué era lo que sentía por él?- se preguntó.
    Terry fue a buscar el hidromiel. La madre de Mark le preguntó.
    - ¿No se acuerda de nada?
    - No, por ahora. Espero que se acuerde poco a poco. Tiene que ser así.
    - Y dígame, ¿le ha avisado a alguien?
    - No…y no pienso hacerlo. Candy tiene que quedarse aquí para que recuerde todo. Cuando lo haga, podrá volver a América…
    - Quizás no debería limitarla.
    - No puede dejar que se vaya sin que sepa quién soy yo…necesito recuperar su amor. Estoy desesperado, señora.
    - Lo comprendo, joven Terry. No puedo decir que estoy totalmente de acuerdo pero lo entiendo porque sé lo mucho que ama a Candy. Y usted también ha sufrido mucho por amor.
    - Sólo espero que…cuando recupere la memoria pueda perdonarme…

    Albert llevó a Bárbara a la casa de Nueva York.
    - Margaret…
    - Dígame, señor.
    - Traiga un té para la señorita que ha venido.
    - Claro, señor.
    Albert la miró desde lejos antes de entrar a su despacho.
    - Es muy linda…se parece a Candy…pero no es como ella…es noble y dulce…quizás no traviesa como Candy pero…es tan hermosa…¿por qué ha venido ahora? Justo cuando estoy sufriendo tanto por ella…
    Luego dejó de lado aquel pensamiento.
    - Pobrecilla…llegar a América, sin conocer a nadie y la única persona que creía que la podía ayudar ya no vive.
    Salió en breve y le dijo:
    - ¿Está a gusto, señorita?
    Bárbara lo miró.
    - Sí, muchas gracias, señor Andley…
    Albert le sonrió diciendo:
    - Llámeme Albert…llámame Albert.
    La hija del conde lo miró con dulzura.
    - Te agradezco mucho…
    Albert dijo a Margaret.
    - Por favor, ubícale una habitación a la señorita Gerald.
    La mucama asintió.
    - Por aquí, señorita…

    Aquella noche, Terry no pudo dormir.
    Sólo podía pensar en Candy.
    Se mantuvo despierto un rato por si Candy tenía miedo.
    - Tengo que cuidarla…
    Se asomó a su habitación para contemplar su rostro.
    - Tarzán Pecosa…espero que pronto puedas recordar y sepa realmente qué es lo que te ha pasado en este tiempo.
    Acarició su mejilla con el dorso de la mano.
    - Siénteme…siente el calor de mi mano como cuando retiré aquellas lágrimas de tu rostro…
    Luego recordó lo que había sucedido en esa ocasión.
    Ella había caído por la escalera de emergencia. Terry la levantó en brazos, no sin antes escuchar de sus labios el nombre de alguien.
    - ¡Anthony! ¡Anthony!
    Terry se preguntó.
    - ¿Quién será Anthony? ¿Por qué llora?
    Se tragó su orgullo, pues pensaba que quizás la pecosa estaba interesada en él.
    Ya no importaba lo que pensara. Candy necesitaba ayuda y la llevó a la enfermería. Luego miró las lágrimas que había retirado y salió por la ventana, para luego observar a lo lejos que no había sido nada grave y consolar de paso al pobre Clint que estaba preocupado por su amiga.
    - Tranquilo, Clint. Ya está bien. La hermana Gray es una excelente enfermera.

    Terry reaccionó.
    - ¡Cómo quisiera quedarme aquí y vigilar tu sueño, para evitarte las pesadillas!
    Se acercó lentamente. Luego, la miró de nuevo y depositó un suave beso en los labios, tratando de no despertarla.
    Se levantó de la cama, secó sus lágrimas y marchó hacia su habitación.
    - Hasta mañana, mi pecosa…
    Y ya en su cama, lloró un momento como nunca lo había hecho, sintiendo una opresión en el corazón y rogando a Dios que pronto Candy recuperara la memoria.
     
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  15.  
    bleidy wilches

    bleidy wilches Iniciado

    Escorpión
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    Que cosas pasan.. ahora candy sin memoria, ojala la recupere pronto y que no rechaze al pobre del Terry.. Por otra parte me alegra que por fin hay un nuevo horizonte para Alberth...espero tu próxima actualización.
     
  16.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    Palabras:
    2093
    Cap. 64

    Cuando despertó, lo hizo con algo de sobresalto. Luego se dio cuenta de que estaba en Escocia. Se frotó los ojos y decidió asomarse para ver si podía preparar el baño.
    La madre de Mark tocó la puerta.
    - ¿Se puede?
    El se colocó una bata y salió.
    - Pase, señora. ¿Ya se despertó Candy?
    - Sí, le acabo de preparar el baño y voy a ayudarla.
    Terry asintió.
    - Por supuesto. En cuanto termine con ella, haga favor de llevarla al comedor. Yo me prepararé el baño solo. No se apure.
    - Gracias, joven Terry. Voy a atender a Mark después.
    La señora salió. Terry miró a lo lejos y luego decidió arreglarse para ir a desayunar con Candy.

    La enfermera, tras haberse bañado y vestido fue al comedor, todavía un poco aturdida.
    - Qué hermosa mesa- refirió.
    - Sí, es muy hermosa- dijo la señora.- Aquí está su desayuno. El joven Terry vendrá en un momento. Yo tengo que salir.
    Candy entreabrió los labios.
    - ¿Tardará mucho?
    - No se preocupe. El joven Terry vendrá y cuidará bien de usted. Por cierto, dígame, ¿todavía no recuerda nada sobre él?
    - No…no puedo recordar nada…quisiera saber cómo era la forma en que él y yo nos tratábamos.
    - Y dígame…¿no siente nada por él cuando está cerca?
    Candy se ruborizó.
    - ¿Por qué…por qué me lo pregunta?
    - Pues…porque me gustaría mucho saber lo que piensa de él. ¿Qué le parece?
    - Es muy bueno…muy tierno…me siento muy bien a su lado pero…pero nada más. Mientras no tenga claro quién soy y no recuerde bien mi vida no puedo pensar en nadie de otra forma. Mi mente todavía es como un baúl de recuerdos que está cerrado con candado.
    La señora asintió.
    - No se preocupe, ya pronto podrá abrirlo…y el joven Terry la ayudará a eso. Con su permiso. Se queda usted en buenas manos.
    Tras haberse ido la madre de Mark, Terry fue entrando despacio al comedor.
    - Buenos días, Candy.- musitó el muchacho.
    Candy se sobresaltó.
    - Buenos días, Terry.
    - ¿Dormiste bien?- preguntó él, mirándola con mucho amor.
    Candy apenas lo miró un segundo y luego sonrió.
    - Sí…muy bien…aunque soñé un poco.
    - ¿Qué soñaste?- insistió Terry.
    - Soñé con una casa muy hermosa…con candelabros altos…con un salón enorme…unas escaleras muy altas. Yo vestía de color verde…un vestido verde con listones…era hermosísimo. Me sentía como una reina en ese sitio. Entonces, vi a tres príncipes que estaban de pie, arriba, y me miraban desde ahí y sonreían. Luego descendieron de la escalinata y comenzamos a bailar; uno a uno bailaban conmigo, como en una gran fiesta.
    - ¿Recuerdas cómo eran los príncipes?
    Candy negó.
    - No mucho…uno creo que era pelirrojo…el otro de cabello negro y el otro…de cabello rubio y unos ojos dulcísimos…
    Terry se quedó pensativo.
    “Seguramente se trataba de Anthony…por eso lloraba como aquella vez”.
    - ¿Y qué más soñaste?
    - No más…de pronto sentí mucho frío…como si nevara. Y vi la silueta oscura de un hombre…pero no pude distinguirlo…venía hacia mí y luego pasaba de largo…y yo quería seguirlo pero…desapareció. Y entonces…desperté.
    Terry trató de analizar el sueño pero no lo entendía.
    - No te angusties por él, Candy. Seguramente es sólo un sueño. Pronto, cuando tus recuerdos vuelvan, aparecerá la información cuando menos te des cuenta.
    - Eso es lo que temo…temo que la información llegue sin orden…que yo tenga que procesarla.
    - Eso no va a pasar…yo te voy a ayudar para que recuerdes. El doctor quedó de venir en la semana para revisarte de nuevo.
    - ¿Crees que haya algún avance?
    - No lo sé…sólo él y tú lo pueden saber. Yo por el momento, sólo espero el instante en que me recuerdes…y recuerdes lo mucho que…
    Candy se puso en pie y le dio la espalda.
    Terry se dio cuenta que Candy lo evadía, quizás por temor, o quizás por amor…prefería elegir lo segundo. Pero para no presionarla dijo.
    - Tranquila…siéntate, vamos a desayunar, ¿quieres?
    Ambos se sentaron sin decir palabra pero con el corazón acelerado.

    En tanto, Bárbara se despertó en aquella casa grande y lujosa. Le pareció tan extraña a pesar de tener casi los mismos lujos de la de su padre. Pero se sentía un aire de paz que no había experimentado nunca.
    Se levantó, miró en su derredor y tocó cada una de las cosas de la habitación. Luego, encontró una fotografía de aquel hombre: Albert W. Andley.
    - Es él…es tan igual a la pintura…es el príncipe que yo pinté. ¿Por qué tenía que encontrármelo precisamente aquí, en Nueva York? ¿Por qué tenía que ser amigo de Terry?
    Luego repasó el espacio.
    - ¿Podré pasar más tiempo aquí?
    Al fin, Margaret subió a buscarla.
    - Buen día, señorita Gerald.
    - Buenos días, Margaret.
    - ¿Quiere que la ayude en algo?
    - No, gracias. Yo puedo vestirme sola. Dime, ¿ya se levantó el señor Andley?
    - Sí, pero salió. Le dejó una nota y un sobre en su despacho. Dijo que podía pasar por él en cuanto hubiera desayunado.
    - Gracias, Margaret.
    Después de vestirse, bajó al comedor y luego fue al despacho.
    Entreabrió la puerta. Todo estaba en orden. Entonces buscó en el escritorio. No le fue difícil encontrar el sobre con la nota de los que Margaret había hablado.
    Tocó la nota y la leyó detenidamente.
    “Buenos días, señorita Gerald. Espero que haya pasado buena noche. En el sobre le he dejado algo de dinero para sus gastos personales. No se ofenda, si no los quiere usted aceptar como un regalo, digamos que será sólo un préstamo. Al final de la nota le dejo los datos del doctor Kelly, un gran amigo mío y de su hermana, quienes seguramente podrán ayudarle para encontrar trabajo. Sólo dígales que va de parte mía y de Terry y es seguro que la aceptarán. En la tarde, espero verla para llevarla a cenar a algún sitio. No pude esperarla porque tengo algunos pendientes. Pero en cuanto me desocupe estaré con usted. Cualquier duda que tenga o lo que se le ofrezca, pida a Margaret lo que sea, ella tiene ya instrucciones precisas. Que tenga buen día. Albert W. Andley.”
    Bárbara sonrió. Era tan atento…
    Guardó la nota y el dinero en el sobre y se disponía a guardarlos cuando encontró cerca de ahí una carta. Pensó no leerla pero ésta se encontraba sobre el escritorio a la vista de cualquiera. Miró solamente por encima y alcanzó a entender algunas palabras:
    “…para decirte cuánto te amo y aguardar el día que vuelvas para podernos casar, Candy…”
    - Me lo temía…él está enamorado de Candy…¿quién será ella? ¿Cómo será? No puede ser…¿cómo puede ser que ella se case con Albert? ¿Se habrá enterado ya que Terry murió? Seguramente lo sabe y ahora piensa casarse con él. Creo que llegué en mal momento…
    Bajó la cabeza y salió. Iba a dejar el dinero pero luego se dijo que realmente lo tomaría como préstamo y que en la primera oportunidad se lo devolvería.

    Avanzó por las calles de Nueva York buscando la dirección del doctor, cuando reparó en un joven con el cual chocara frente a frente.
    - Discúlpeme…iba distraída.
    El muchacho la miró.
    - ¿Candy?
    Bárbara se quedó boquiabierta.
    - ¿Perdón? ¿A quién dijiste?
    - Candy…no, perdóname tú a mí. Te confundí con alguien más.
    - Sé con quién me confundiste…-reveló ansiosa Bárbara.- Dime, ¿tú conoces al señor Albert Andley?
    - Sí, por supuesto.- respondió el joven.- Soy su sobrino. Mi nombre es Archibald Cornwell- extendió la mano.- Te pareces tanto a mi hermana Candy.
    - Tu hermana…ya veo, ahora comprendo.
    - Pero dime, ¿cómo conoces a Albert?
    - Es una coincidencia muy grande. Es largo de contar. Ahora tengo que ir a buscar a alguien.
    Archie le pidió:
    - Dime a quién…quizás yo lo conozca y te pueda acompañar.
    Bárbara negó.
    - Lo siento…es que tengo que ir a visitar a alguien que Albert me recomendó.
    Archie insistió.
    - Tranquila, yo puedo ayudarte. ¿A quién tienes que buscar?
    - Al doctor Kelly.
    Archie sonrió.
    - Claro que lo conozco. Te puedo contar por el camino lo referente al doctor y a su hermana.
    Bárbara agradeció.
    - De verdad, te lo agradezco mucho.
    - No tienes nada que agradecer. Si eres amiga de Albert, eres amiga de toda la familia.
    La invitó a subir a su auto y la llevó hasta aquel lugar.
    Mientras avanzaban no lejos de ahí, otro auto observaba al que pasaba.
    - Melanie…¿es idea mía o…era Archie con una rubia?- preguntó una mujer a otra.
    Melanie respondió.
    - No te equivocaste, Elisa. Era Archie.
    Elisa repuso.
    - Vaya, vaya…esta información le va a encantar a Annie…

    Minutos más tarde, Bárbara descendió del auto. Archie tocó la puerta.
    En la entrada pendía aún aquel letrero con el apellido Kelly.
    - Buenos días.
    - Doctora Kelly, ¿se acuerda de mí?
    La doctora sonrió.
    - Por supuesto, es usted el hermano de Candy, ¿cierto?
    - Así es. Gusto en verla de nuevo. Dígame, ¿su hermano está aquí?
    - No, fue con Paty a unos pasos de aquí. Si quiere esperarlo…
    - Sí, gracias. Antes que todo, le presento a la señorita Bárbara Gerald.
    La doctora Kelly saludó cordialmente.
    - Mucho gusto.
    - El gusto es mío, doctora. ¿Conoció usted a Candy?
    - Claro que sí, ella y yo convivimos en un lugar inhóspito. Ella me ayudó mucho. Es una gran chica.
    Archie mostró un rostro compungido.
    - ¿Pasa algo?
    - Doctora…Candy está desaparecida.
    - ¿Cómo? ¿Pero, cómo, cuándo?
    - Supimos que iría a Londres cuando aún había guerra. Pero en cuanto terminó, ya no supimos más de ella…Albert, todos, estamos investigando lo que pasa pero hasta ahora no hemos sabido nada más.
    - Lo siento tanto…pero seguramente pronto lo sabrán. No se desesperen.
    - Gracias.
    Bárbara se dio cuenta que quizás por eso Albert se iba a casar con Candy.
    “Seguramente es verdad que es una gran chica…ojalá que pronto regrese con los suyos…”

    En tanto, Paty y el doctor Kelly venían juntos de atender a una mascota, cuando Elisa los abordó.
    - Hola, Paty…
    Paty la miró.
    - Hola, Elisa. Ya conoces a Arthur.
    Arthur la saludó.
    - Qué tal, Elisa.
    Ella lo dejó con la mano extendida.
    - Paty…¿podemos hablar a solas?
    - Sí, claro.
    Ya aparte le dijo:
    - Oye, Paty…¿cómo van las cosas con Annie y Archie?
    - Muy bien, ¿por qué?
    - Pues…como él la dejó en Lakewood…
    - Archie vino solamente a arreglar asuntos de negocios con Albert. Se necesita su firma para algunos de ellos. Pero eso no quiere decir que Annie y Archie tengan problemas.
    - Paty…acabo de ver a Archie con una chica rubia en su auto…pasaron cerca de donde Melanie y yo estábamos…
    - ¿Cómo dices?
    - Sí…vi a Archie con una rubia…seguramente era alguna conquista. Por eso quería venir Archie a Nueva York.
    - ¡Eres una venenosa, Elisa!- gritó Paty.
    Elisa rió.
    - Es complicado para ti aceptarlo, pero deberías. Quizás…Annie no es lo suficientemente mujer para Archie. Deberías hablar con tu amiga…quizás Archie se cansó de estar con una chica…del hogar de Pony.
    Paty la miró con furia.
    Arthur le dijo.
    - No le hagas caso, Paty.
    - Tienes razón. Debe ser una intriga más de Elisa.
    - Ven, vamos a casa de mi hermana.
    Paty y Arthur se dirigieron al consultorio de la doctora Kelly.

    Hotel Waldof Astoria
    - Buenos días, señora Baker.
    - Buenos días- respondió Eleonor a aquel hombre. - ¿Qué se le ofrece?
    - La busca un caballero en el salón. ¿Le digo que la espere?
    - Será alguien para algún autógrafo. Dígale que no tengo tiempo.
    Alguien se acercó lentamente.
    - No, Eleonor…soy yo…
    Eleonor arqueó los labios. Era el duque de Grandchester.
    - ¿Podemos hablar…a solas?
    Eleonor dijo al muchacho que llevaba el recado.
    - Déjenos a solas…por favor. Y le pido que no diga nada a nadie.
    - Despreocúpese, señora. Con su permiso.
    El duque la miró con el mismo amor que tuviera para ella cuando la conociera hacía ya más de veinticinco años.
     
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    Andrea Sparrow

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    Desafiando el destino [Finalizado]
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    1958
    Cap. 65
    Eleonor estaba sorprendida. Luego, reaccionó ante la presencia del padre de Terry.
    - ¿Dónde está mi hijo? ¿Sabes algo de él?
    El duque de Grandchester trató de calmarla.
    - Eleonor…tranquila. Necesito hablar contigo. He venido a hablar contigo de Terry…y de nosotros también.
    - ¿Nosotros?
    - Sí, tú y yo…
    - No hay un “nosotros”, Richard. Sólo dime cómo está mi hijo. ¿Sabes dónde está?
    - ¿Podrías darme un tiempo para escucharme?
    Eleonor trató de calmarse. El tono de Richard le daba seguridad.
    - Está bien. Siéntate.
    El duque se sentó. No pudo dejar de contemplar a Eleonor que estaba tan hermosa como siempre.
    Eleonor bajó los ojos. Todavía seguía experimentando aquella sensación desde que lo conoció.
    Richard Grandchester comenzó.
    - Eleonor…¿alguien te ha dicho algo sobre Terry?
    La actriz levantó el rostro.
    - No pensarás preguntarme a mí. Yo estoy desesperada…-comenzó a llorar.
    Richard la tranquilizó.
    - Descuida…Terry está bien…está conmigo…
    Eleonor le reprochó.
    - ¿Está contigo? ¿Todavía te has atrevido a que permanezca contigo después de todo el daño que le has hecho?
    - Es por eso…me he dado cuenta de todo el daño que le hice y estoy arrepentido.
    - Entonces…¿cómo es que él aceptó quedarse contigo?
    - Porque lo ayudé a recuperar a Candy.
    Eleonor sonrió.
    - Entonces…Candy está contigo también.
    - Sí…sólo que…hay un problema…
    - ¿Cuál?
    - Candy…ha perdido la memoria…
    Eleonor se angustió.
    - Pero…eso es terrible.
    - Hemos pedido ayuda a un médico. Terry la está cuidando y tratando de que vuelva a recuperar la memoria.
    - ¿Y los Andley lo saben?
    Richard respondió.
    - No…Terry no quiere que lo sepan porque…no quiere confundirla más. No recuerda nada todavía.
    - No sé si sea bueno eso- respondió Eleonor.
    - Lo es…hay una chica cercana a los Andley que se encargó de hacerle daño a Candy y a Terry durante mucho tiempo. Elisa Leagan. Ella sería capaz de dañar a Candy más de lo que está. No es prudente que se marche.
    - ¿Y viniste desde Londres para decírmelo?
    - Estamos en Escocia, Eleonor- respondió el duque.- No hay nadie más. Sólo Terry y yo…por cierto…quiero que sepas que…me separé de mi mujer definitivamente.
    Eleonor le dio la espalda.
    - Eso no me importa. No puedo alegrarme pero si fue tu decisión…es tu vida.
    - Eleonor…por favor, créeme algo. Yo…todavía te sigo amando…
    Pero la actriz le reprochó en seguida.
    - ¿Piensas acaso que te voy a creer, Richard? Después de que me separaste de mi hijo porque yo era una mala influencia para él…de todo lo que hiciste para separarme de él…no puedo creerte.
    - Pero te digo la verdad…Terry está con Candy. Yo los estoy ayudando y lo seguiré haciendo. Además, he reconocido que me equivoqué…durante mucho tiempo. Y mi corazón no ha dejado de amarte un solo día- dijo el duque con profundo dolor.
    El rostro de Richard Grandchester alcanzó a conmover el corazón de la actriz.
    - Te creo…pero no pretendas que confíe en ti ni que te acepte.
    - Me divorciaré, es un hecho.
    - Lo siento, Richard…lo único que nos debe unir ahora…es nuestro hijo y su felicidad.
    Richard le pidió.
    - Eleonor…haz un alto en tu vida y…ven conmigo a Escocia. Ven para que veas a Terry. Le prometí que te convencería de ir.
    - Recibí una nota de Albert Andley acerca de las noticias de mi hijo. Seguramente ahí hay algo de interés.
    - No- dijo el duque.- Los Andley no saben que Terry vive. Nuestro hijo estuvo en el ejército y por una curiosa coincidencia sobrevivió y volvió a Londres.
    - Entonces…
    - Los Andley creen que Terry está muerto.
    - Habrá que ponerlos al tanto.- señaló Eleonor.
    - No por ahora, hasta que Candy recupere la memoria. Sería muy peligroso.
    Eleonor miró los ojos de Richard Grandchester.
    - No sé por qué pero…tengo confianza en lo que dices y te voy a creer esta vez.
    Richard sonrió con ternura.
    - Gracias, Eleonor. Entonces…¿vendrás?
    - Por supuesto- respondió la actriz.- Voy a mover la gira para poder ir ahora a Escocia. Dame tan sólo unos días.
    - Tómate el tiempo que quieras…Terry está a cargo de Candy. La cuidará bien. No pasará nada. Te lo aseguro.
    - No te preocupes, yo también iré a cuidar de ella y seguramente al verme me recordará.
    - Ojalá, Eleonor…
    Ambos salieron hacia el restaurante del hotel. Nadie se atrevió a preguntarle a la actriz quién era aquel hombre.

    La doctora Kelly conversaba con Bárbara.
    - ¿Desde cuándo conoce usted a Terry Grandchester?
    - Lo conocí en Londres. Nuestros padres se empeñaban en que nos casáramos. Pero mi padre entendió que no podíamos hacerlo. No así el padre de Terry.
    - Ya veo…-respondió la doctora.
    - El duque se empeñó en ello y Terry huyó. Antes de irse, me dejó una nota. Habíamos hablado respecto a que yo vendría a América a trabajar. Dijo que cuando viniera, lo buscara…por eso estoy aquí.
    La doctora señaló.
    - Lo siento tanto…lamento que Terry no pudiera cumplir su promesa.
    Bárbara explicó.
    - Quizás fue Terry el que está arreglándolo todo desde donde está. Fue una verdadera coincidencia que el señor Andley y yo nos encontráramos al llegar. Fue realmente una gran coincidencia. Y más aún porque él fue quien me propuso venir a buscarla a usted o a su hermano.
    - Dígame…¿qué le dijo Albert?
    - Bueno…yo amo los caballos…son mi debilidad…y sé cuidarlos y atenderlos. Así que…Albert me propuso que buscara a su hermano para que me consiguiera trabajo.
    La doctora sonrió.
    - Realmente es una excelente coincidencia. Mi hermano Arthur está buscando a alguien que le ayudara con unos caballos de una cuadra. Es un club hípico. Le va a dar mucho gusto saber que ya tiene alguien con quien trabajar y ocupar ese puesto.
    Bárbara se alegró.
    - Soy yo quien tendrá que agradecerle que me ayude. No quiero ser una carga para nadie. Sólo quiero ser independiente, valerme por mí misma como hace tiempo. Mi padre ha muerto y yo no quiero hacerme cargo de sus bienes porque no puedo…no quiero tener que hacerlo sólo porque él murió…
    Los ojos de la rubia se llenaron de llanto.
    La doctora le apretó la mano suavemente.
    - No se preocupe. Todo va a estar bien. En un rato llega mi hermano y podrá hablar con él.
    Bárbara agradeció de nuevo.
    En breve llegaron Paty y Arthur.
    Paty pensó que Elisa tenía razón. Archie estaba con una chica rubia. El hermano de Stear los saludó cordialmente.
    - Hola, qué gusto verlos.
    Paty no sonrió mucho. Pero saludó con cortesía.
    Archie presentó.
    - Quiero que conozcan a la señorita Bárbara Gerald. Era amiga de Terry. Encontró por casualidad a Albert y él le propuso venir a buscar a los doctores.
    Arthur se presentó.
    - Si viene de parte de Albert, es bienvenida y considéreme su amigo.
    Paty lo miró con recelo.
    - Yo soy Patricia O’Brienn, la novia de Arthur y amiga de la familia Andley.
    - Mucho gusto. Soy Bárbara Gerald. Vengo desde Inglaterra pensando en que podría encontrar a Terry. Él prometió ayudarme para que pudiera ser yo misma. Pero el señor Andley ha sido muy atento conmigo.
    Paty sólo escuchaba. Arthur preguntó.
    - ¿Qué le dijo Albert sobre mí?
    - Me dijo que quizás usted o su hermana me podían ayudar. Y la doctora me comentó que necesitaba una ayudante con unos caballos.
    - Por supuesto. Venga conmigo y le daré los datos del dueño de los caballos.
    Bárbara marchó junto a Arthur.
    Paty dijo a la doctora.
    - Discúlpeme un momento…tengo que hablar algo con Archie. No tardo.
    Ya afuera, Paty dijo a Archie.
    - Habrá problemas, Archie.
    - ¿Por qué?
    - Porque Elisa te vio pasar con Bárbara hacia acá. Me preguntó si las cosas entre tú y Annie estaban mal. Le contesté que no y ella me dijo que te había visto con esa chica, que quizás era alguna conquista tuya.
    - Elisa es venenosa…-advirtió Archie.
    - Es por eso que debo prevenirte. Elisa es capaz de hablar con Annie y decirle algo malo sobre Bárbara.
    - Eso no podemos permitirlo. No te preocupes, Paty. Hiciste bien en advertirme sobre lo que dijo Elisa. Es capaz de lo peor. Voy a irme a Lakewood cuanto antes.
    - No, eso no ayudaría de mucho- observó Paty.- Lo que hay que hacer es convencer a Annie para que venga a Nueva York. Así tú podrás presentarle a Bárbara y ella estará tranquila estando cerca de ti.
    - Podría ser muy buena idea. Incluso, convenceré a Albert para que organice una reunión de bienvenida para Bárbara. ¿Qué te parece?
    - Excelente idea. Incluso, podríamos no invitar a Elisa.
    Archie sonrió.
    - Eres genial, Paty. Tuvimos la misma idea.
    Ambos rieron sonoramente.

    Tras desayunar, Candy estuvo revisando la casa. Trató de encontrar algo que la hiciera recordar. Pero por el momento no había nada en particular.
    Se ocultó tras unas cortinas y de pronto su mente atrajo hacia ella un recuerdo flotando en la inmensidad de su memoria:
    “Estaba oscuro. El salón parecía inhóspito.
    - Esto está muy oscuro…
    - No te preocupes- decía la voz.- Tú eres valiente, ¿o no?
    De pronto escuchó un grito.
    - ¡Cuidado, Candy!
    Ella corrió hacia aquel muchacho mientras una cadena caía al costado de una gran armadura.
    Candy se había asustado pero se sintió confortada con la cabeza recostada en el pecho del joven Terruce Grandchester.
    - Esta es una de las formas de atraer a una chica…
    - ¡Eres un engreído! “
    De pronto, Terry la despertó del sueño.
    - ¿Candy?
    - Eras tú…
    - ¿En qué pensabas? – preguntó Terry asustado. – Estás pálida.
    - Es que…recordé algo- musitó Candy.
    Los ojos de Terry se llenaron de ilusión.
    - ¿Qué recordaste?
    - Fue como un relámpago…estaba aquí, sola, en la oscuridad, la cortina estaba cerrada. La armadura se soltó, yo grité y luego…
    - ¿Luego qué?- preguntó Terry, ansioso.
    - Luego…me hiciste molestar por querer hacerte el gracioso.
    El rostro de molesta de Candy era una mezcla de broma y de vergüenza.
    Terry soltó una gran carcajada.
    - Candy…ahora que estás enojada se te notan más las pecas.
    Candy entreabrió los labios. Terry la miró a los ojos…la mirada era de profundo amor. Candy apenas pudo contener el aliento. Sin embargo, Terry mismo pensó.
    “No puedes aprovechar su confusión…no ahora…lo echarías todo a perder”.
    - Me alegra…tanto…que hayas comenzado a recordar…es un muy buen comienzo. Y habrá más cosas que te traerán ideas a la cabeza. Ven…
    Fueron a la chimenea. Candy la miró fijamente.
    - ¿Te dice algo?
    - No, Terry…todavía no.
    Terry sonrió.
    - No te preocupes…es muy pronto. Será mejor que vayas a descansar un poco. ¿Quieres?
    - No…quiero…leer algo. ¿Tienes algún libro?
    Terry bromeó.
    - Esto es nuevo en ti…no eras mucho de leer, pecosa.
    - ¡Terry!
    El hijo del duque rió.
    - Es broma, Candy…tengo alguno que te gustará.
    La llevó al estudio y ahí le entregó un libro.
    - Toma…es…Romeo y Julieta…
    Candy lo tomó.
    - Es mi favorito- dijo Terry.- Quizás te traiga recuerdos hermosos…
    Salió dejando tras de él una estela de perfume.

    Candy guardó esa imagen en su memoria. Luego pasó las manos por el libro.
    - Es su favorito…es de él…es lo único importante por ahora…
     
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    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Miembro desde:
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1746
    Cap. 66
    Candy tomó el libro con cuidado y lo acarició con suavidad. Entreabrió el libro y notó que muchas de las páginas estaban subrayadas.
    - Seguramente lo hizo él- se dijo.- Éstas palabras deben ser las que más le gustan.
    Y fue adentrándose en la lectura, mientras sentía que el personaje de Romeo encarnaba perfectamente en Terry. Trató de imaginárselo actuando en un escenario, personificando al amante de Verona cuyo trágico fin estaba vinculado al fatal desenlace de la joven de los Capuleto.
    Entonces, ella sintió en su memoria una imagen perturbadora:
    “ Estaba en una colina junto a Terry, vestido con un traje antiguo.
    Ella llevaba un vestido rojo amplio y hermoso. La música que llegaba hasta ahí era también agradable y atrayente. ¿Sería acaso algún baile?
    - ¿Quieres bailar, Candy?- preguntó Terry.
    Ella asintió y comenzó a bailar con él sobre aquella colina.
    La cadencia de aquel vals le parecía tan hermosa. Le parecía que el sol, los árboles, el aire, estaban saturados de la presencia de Terry. Sí, ahí estaba él…bailando con ella, sonriéndole. Sus ojos azules traspasaban los suyos y la dulzura de su presencia atravesaba su piel…pero de pronto, Terry se detuvo, la soltó y la dejó ahí en la colina.”
    Candy apartó los ojos del libro. Sintió una sacudida extraña en el cuerpo, dejó el libro en un buró y se recostó.
    Al poco rato salió hacia la sala mientras Terry escribía.
    Ella se acercó con algo de temor.
    - ¿Qué haces?
    - Escribiendo- dijo Terry.- Últimamente tengo la costumbre de escribir todo lo que me pasa…y en estos momentos, escribo las impresiones que voy captando acerca de ti.
    - ¿Puedo verlo?
    - No- añadió Terry- todavía no. ¿Puedo saber por qué quieres leerlo? Eres curiosa como siempre…
    Candy se sentó junto a él y le dijo:
    - Surtió efecto el haberme dado el libro de Romeo y Julieta.
    - ¿Por qué, Candy?- preguntó Terry.
    - Porque…pude recordar algo más.
    Terry sonrió.
    - Dime, Candy, ¿qué recordaste?
    - Tú y yo estábamos en una colina…ahí bailábamos…el sol alumbraba, los árboles se agitaban al compás de una música que no sabía de dónde. Tú y yo bailábamos alegremente, hasta que de pronto…yo dije algo…no sé qué fue…y tú me soltaste…y me dejaste ahí, sin más. No pude recordar qué pasó después…no sé si fue algo malo.
    Terry no quiso hablar acerca del motivo por el cual ambos dejaron de bailar en aquella ocasión.
    - No fue nada de importancia…cosas de adolescentes…pero sólo puedo decirte que…hubo algo que pude haber hecho y no hice…y que me arrepiento de no haber hecho entonces…y quizás muy pronto pueda hacer.
    - ¿Qué cosa?
    - Aún no es tiempo…cuando llegue el momento, lo sabrás. Ahora ya recuerdas que tú y yo bailábamos en alguna ocasión antes.
    - Sí…¿dónde fue eso?- preguntó Candy.
    - Tú y yo estudiábamos en el colegio San Pablo, en Londres…¿te dice algo ese nombre?
    - Colegio San Pablo…no…ese nombre no me dice nada…y por ahora creo que sería difícil para mí recordarlo.
    - Dime, Candy…¿cómo te sentiste con ese recuerdo?
    Candy bajó los ojos y luego añadió.
    - Bien…no sé por qué pero…me sentí tan contenta…fue un momento muy hermoso…es como si supiera que entonces…yo era muy feliz…
    - Sí, Candy, éramos inmensamente felices…
    Candy volvió a indagar.
    - ¿Un día dejamos de serlo?
    - No exactamente- dijo Terry- quizás ha sido solamente que las cosas no siempre salen como uno quisiera. Pero créeme, Candy, voy a hacer todo lo que esté en mis manos para que volvamos a ser tan felices como antes…más que antes…
    - Gracias, Terry.
    Los labios del joven trataron de acercarse a los de ella pero se detuvieron en el umbral, y sólo pudo abrazarla contra su corazón.

    Después de que Bárbara hablara con Arthur, Kelly invitó a todos a tomar un té.
    Albert iba en su auto por las calles, mientras pensaba.
    - Pobre muchacha…quisiera hacer más por ella…en nombre de Candy…espero que Arthur pueda ayudarla. Ella lo necesita mucho y yo…tampoco voy a desampararla.
    Fue entonces hasta el consultorio de los Kelly y ahí encontró a Paty y a Archie.
    - Buenas tardes- dijo cortésmente.
    Bárbara sintió su corazón agitarse. La doctora y su hermano saludaron a Albert.
    - Bienvenido. Habíamos estado revisando con Bárbara los detalles de su nuevo trabajo. Al parecer le fascinan los caballos y podrá desempeñar muy bien ese trabajo.
    - Me alegro por usted, señorita Gerald- comentó Albert sonriendo.
    Bárbara asintió débilmente.
    - Gracias, señor Andley.
    Archie rió.
    - No sean tan ceremoniosos- añadió Archie.- Albert, ¿Por qué no la llamas solamente Bárbara? ¿Y tú, Bárbara? Llámalo solamente Albert. Digo, supongo que no es necesario que se traten con tanta formalidad.
    - Bueno…yo…-dijo Albert, un tanto tímido, siendo muy extraño en él.
    Bárbara respondió.
    - No incomoden al señor Andley. Quizás él no quiere llamarme así.
    Albert añadió.
    - No les haga caso, señorita Gerald. Ellos siempre son así.
    - Pues sí, así somos. Y creo que deberíamos hacer alguna reunión para que nos conozcamos todos mejor y exista más confianza con Bárbara, ¿no crees, Albert?- intervino Paty.
    Arthur sonrió a su vez.
    - Podría ser buena idea. Podríamos ir todos a Lakewood.
    - No sería necesario- dijo Paty.- Si todos los que debemos estar podemos estar en Nueva York, podría ser aquí mismo, si ustedes quieren.
    - Sólo falta Annie- repuso Archie.- Y es fácil solucionar eso.
    Bárbara respondió.
    - No deberían tomarse tantas molestias por mí.
    Paty le dijo con ternura.
    - No digas eso, Bárbara. Estamos aquí para ayudarte en lo que necesites.
    Albert se dio cuenta de la cordialidad con que trataban a Bárbara y le pareció agradable. Lo que no podía entender era por qué él aún no podía comportarse más abierto con ella.
    Tras beber el té, Archie dijo a Albert.
    - Necesito hablar contigo.
    Albert lo atendió.
    - Dime, Archie, ¿qué sucede?
    - Albert…Elisa ya vio a Bárbara y tratará de hacerle creer a Annie que entre ella y yo hay algo porque me vio llegar con ella a casa de los doctores.
    - Es increíble. Pero tú no permitirás que la moleste.
    - Por supuesto. Y tú puedes ayudarme para que a Bárbara no la dañe Elisa como lo ha hecho con Candy.
    Albert sintió un dolor profundo en el corazón.
    - Candy…si fuera posible averiguar de una vez por todas dónde está…
    Archie asintió.
    - Yo también quisiera saber en dónde está. Temo mucho por su vida.
    - Créeme que yo no temo que le haya pasado algo malo. Más bien…creo que ella quizás no vuelve porque algo se lo impide.
    - Algo…o alguien.
    - Quizás existe alguna persona a la que tiene que ayudar y por eso no puede regresar…ella es así, siempre está pendiente de todos…
    - Lo sé…-interpuso Archie.- Pero, ¿no te parece que es providencial la llegada de Bárbara?
    Albert asintió.
    - Sí…creo que tienes razón, Archie. Es muy curioso que, precisamente ahora que buscamos a Candy, venga Bárbara a nosotros…hay que ayudarla en el nombre de Candy.
    - Entonces, ¿harás la fiesta acá en Nueva York?
    - Podría hacerse una reunión aquí pero…sería mucho mejor que fuéramos a Lakewood, es el lugar perfecto para estar todos reunidos. Por Annie no te preocupes, dudo que Elisa trate de hacer algo malo para perturbarla.
    - Eso espero…-argumentó Archie al fin.

    Candy fue a buscar a la madre de Mark en la cocina.
    - ¿Puedo ayudar?- preguntó Candy.
    - No debería agitarse, señorita- reconvino la señora.
    - No me agito, me siento bien. Quizás haciendo algo como esto pueda recuperar algo más de mi memoria.
    - ¿Recuerda cuando vino aquí a esta casa, cuando nos conocimos?
    Candy suspiró hondamente.
    - No mucho…para ser exacta…no.
    - Es que…usted conoció a Mark y él la trajo aquí. Pasamos una tarde muy divertida y luego volvió a su colegio.
    - El colegio…¿el san Pablo?- preguntó Candy.- Pero…Terry me dijo que el colegio está en Londres.
    - Así es…lo que pasa es que en las vacaciones de verano, el colegio se traslada a Escocia, cerca del lago, a unos cuantos pasos de la villa de los Grandchester.
    - Ya veo…entonces, usted y yo ya nos conocíamos.
    - Claro. Pero entonces usted no era lo de hoy…enfermera…
    Candy se sobresaltó.
    - ¿Enfermera? No sabía eso…
    - No se preocupe…quizás después recuerde a qué se dedicaba. Es muy pronto para poder definirlo. No se desespere. Pronto podrá recordar a Terry y el amor tan grande que se han tenido.
    Candy le dio ligeramente la espalda.
    - Señora…¿él y yo…íbamos a casarnos?
    La señora dijo.
    - Digamos que sí…sólo que…surgieron algunas cosas que lo impidieron. Pero…ya habrá tiempo para eso…ahora sólo tiene que preocuparse por estar tranquila.
    - Es difícil estar así…no es sencillo reconocer que tengo mi pasado oculto en algún punto de mi cabeza…
    - Pronto saldrá de ahí. Ya verá.
    La joven asintió.
    - Sí, lo sé…Terry ha sido tan bueno conmigo y yo…
    - ¿Usted, qué?- insistió.
    - Yo…le voy a contar un secreto pero…¿me promete que no le dirá nada a Terry?
    - Prometido- comentó la señora.
    Candy reveló.
    - No sé por qué pero…creo que…empiezo a sentir algo muy especial por Terry. No sé cómo explicarlo. Es como si mi corazón comenzara a sentir algo cuando lo veo. Quizás mi mente no lo recuerda del todo pero…sí mi corazón…¿es posible eso?
    - Claro que sí…señorita Candy, haga caso de su corazón…siga los impulsos de éste. Y seguramente así encontrará las respuestas que busca a lo que ahora no recuerda.
    - Tiene razón, señora. Pero…no puedo dejarme llevar del todo…porque no quiero que mis pensamientos me traicionen.
    - No será así, ya verá…Terry le ayudará si usted confía en él.
    La enfermera respondió.
    - Eso voy a hacer…voy a confiar en él…algo me dice que no debo tener miedo de mis sentimientos.
    La madre de Mark sonrió. Eso sería una muy buena noticia.
     
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    Andrea Sparrow

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    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
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    1095
    Cap. 67

    Candy fue a su habitación, releyó un rato el libro y se recostó, tratando de conciliar el sueño. Entrecerró los ojos y una lágrima brotó de ellos.
    - ¿Por qué no puedo recordar todo, Terry? ¿Por qué no puedo traer a mi memoria la forma en que tú y yo nos enamoramos e íbamos a casarnos?
    Se esforzó por buscar entre sus recuerdos algún lugar donde Terry estuviera presente y le demostrara que su historia de amor había nacido tiempo atrás y era realmente fuerte.
    Comenzó a llorar por no poder recordar cuando de pronto una luz en su cabeza apareció. Un dolor profundo la hizo colocar sus manos a los costados de la misma y entonces brotó de ellos un buque…el ruido de un barco…la brisa del mar…y una sombra…una sombra masculina con una capa…y en el corazón un dolor profundo.
    - ¿Por qué siento dolor cuando recuerdo esa imagen?
    No pudo ver el rostro del dueño de la silueta pero por las características era muy probable que se tratara de Terry.
    Fue tan doloroso el recuerdo que fue mejor abandonarlo para no atormentarse y tras las lágrimas, decidió tratar de dormir un poco.
    El libro quedó abierto en las escenas del baile en la casa de los Capuleto.
    ¿Y dónde estaba Terry?
    Había ido a recibir a su padre.
    Estaba en el muelle cuando vio la silueta del duque pero no sólo a él. Una hermosa dama lo acompañaba.
    - ¿Mamá?- se preguntó.
    Avanzó hacia los dos y sonriendo abrazó a su madre. Eleonor sollozó y se abrazó a su hijo, emocionada.
    - ¡Terry!- musitó estrechando a su único hijo.
    - ¡Mamá!- sollozó a su vez Terry, tratando de contener las lágrimas.
    - Creí que te había pasado algo malo. Recibí un telegrama de los Andley. No lo leí hasta después de que tu padre me dijo que estabas vivo y bien.
    - ¿Los Andley? – se preguntó Terry.- ¿Qué decía el telegrama?
    Eleonor respondió.
    - Según el señor Albert, tú estás muerto. Me daban el pésame y me avisaban que estabas muerto.
    Terry se quedó pensativo. “Eso quiere decir que todos me creen muerto…seguramente Candy también creyó eso…y por eso decidió casarse con Albert”.
    - ¿Qué pasó, Terry?
    - Nada- dijo el muchacho.- Es que…ahora comprendo muchas cosas. Pero dime, ¿cómo accediste a venir con papá?
    El duque respondió.
    - La convencí, al parecer…ella y yo…
    Eleonor interrumpió.
    - Accedí a venir porque quería verte enseguida y ver a Candy.
    - Entonces…irás a Escocia con nosotros.
    La actriz negó.
    - Voy a quedarme en Londres en un hotel e iré con ustedes para ver a Candy.
    Terry negó.
    - No…no puedo permitir que te quedes en un hotel. Tienes que venir conmigo a la casa.
    El duque añadió.
    - No te preocupes, yo puedo quedarme en Londres.
    - ¿Supiste que ya se deshizo de la “cara de cerdo”?
    - Hijo…-observó Eleonor.
    El duque asintió.
    - Ya se lo dije, aunque parece que no me cree…
    Se hizo un breve silencio. Terry continuó.
    - Está bien…vámonos ya a casa. Me muero por ver a Candy.
    Eleonor apenas sonrió al duque. Éste guiñó ligeramente el ojo a Terry quien le respondió de la misma manera.

    En la casa del doctor Kelly todos conversaban, excepto Bárbara y Albert. Bárbara caminó un par de pasos hacia una ventana y contempló el barullo de la calle.
    Albert lo notó y avanzó lentamente hacia ella.
    “Pobrecita…debe ser tan duro para ella estar sola aquí, apenas sin conocer a nadie…”
    La cabeza de la familia Andley se acercó aún más y dijo:
    - Bárbara…
    La voz de Albert hizo latir apresuradamente el corazón de la joven rubia.
    - Señor Andley.
    - Llámame Albert…por favor.
    - Albert…
    Éste le sonrió débilmente.
    - Supongo que todo esto te debe parecer…demasiado rápido, extraño…
    - Un poco…de no conocer a nadie y de pronto encontrar a gente tan buena y atenta…pero temo que esto me supere.
    - No lo creo…puedo prever que eres una mujer muy inteligente.
    Bárbara lo miró profundamente.
    - ¿Usted cree?
    Albert asintió con la cabeza. De pronto, se encontró mirando profundamente los ojos de la pequeña Bárbara Gerald.
    “Es tan linda…-se djo- no sé qué me pasa con ella…nunca me había sentido así…es tan fuerte su mirada…”
    - No se preocupe…su mirada me dice que eres valiente, Bárbara.
    Ella sonrió y agradeció.
    - Espero que no se equivoque…
    - No va a suceder- respondió Albert con seguridad.- Yo confío en ti. Terry confiaba en ti y seguramente sabía, como yo ahora, que eres una mujer capaz de salir adelante. Pero no lo harás sola. Tienes al doctor Kelly, que confía en ti, a la doctora, a Archie, a Paty y a…
    - ¿A quién?
    - A mí- dijo Albert extendiendo su mano- sabes que puedes contar conmigo incondicionalmente.
    Bárbara sonrió de nueva cuenta.

    Archie los interrumpió y dijo:
    - ¿Ya le avisaste a Bárbara que nos iremos a Lakewood?
    Albert explicó.
    - Bárbara…queremos ir todos a Lakewood, mi casa de campo de Chicago para que conozcas al resto de los Andley y te familiarices con todo lo que tiene que ver con nosotros.
    Bárbara respondió.
    - Pero…no me gustaría incomodar…
    - Para nada- añadió Archie.- Vamos a ir todos allá. No tiene caso que te quedes aquí. Además, tú jamás incomodarías a nadie.
    - Está bien- dijo Bárbara.- Me gustaría mucho conocer Lakewood.
    El doctor Kelly dijo a Paty.
    - Me siento tan contento…aprovecharé esta oportunidad para hacer algo que he querido hacer durante mucho tiempo.
    - ¿Qué es, Arthur?- preguntó Paty.
    - Ya lo sabrás en Lakewood, Paty- sonrió el veterinario.
    Archie dijo a Albert.
    - No sé si deba avisarle a Annie que volvemos…
    - Quizás no. Será mejor que lleguemos de improviso. De paso, déjame decirte que hay que tener cuidado de que Elisa no esté allá.
    - Eso es lo que espero. De cualquier forma yo hablaré con Annie. Ella no puede creerle lo primero que ella le diga.
    - Lo sé- dijo Albert.
    Archie comentó.
    - Te noto…preocupado. ¿Pasa algo?
    - Estoy intrigado. Le avisé a Eleonor sobre lo de Terry…pero no he recibido respuesta suya. Eso me descoloca. ¿Por qué Eleonor Baker no me habrá respondido al ponerla al tanto de la muerte de su hijo?
    Archie asintió. Para él también se trataba de un enigma.
     
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    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

    Acuario
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    16 Enero 2015
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Desafiando el destino [Finalizado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    114
     
    Palabras:
    1886
    Cap. 68
    - Sea como sea- continuó Albert.- Se me hace muy extraño que no haya respondido.
    - Seguramente no puede. Quizás tiene demasiado trabajo.
    Albert insistió.
    - ¿Por qué no vas a tú a decírselo? Podrías aprovechar el pretexto de pedirle un autógrafo.
    Archie respondió:
    - Tienes razón. Podría ser buena idea. Así podríamos sentirnos tranquilos.
    Albert, sin embargo, repuso:
    - Yo no puedo sentirme tranquilo. El no saber nada de Candy es angustiante.
    Archie asintió. Luego preguntó.
    - ¿Crees que Bárbara se sienta contenta de ir a Lakewood?
    Mágicamente, los pensamientos de Albert cambiaron hacia Bárbara. Su mirada se tornó de oscura a una luz nueva que le permitió ver las cosas de diferente manera. Por un momento la tristeza desapareció.
    - Estoy seguro de que ese lugar le gustará mucho a Bárbara. Y debemos hacer lo posible para que se sienta a gusto.
    - Annie y yo nos encargaremos de hacerlo. Hoy mismo me voy a ir a verla para que sepa cómo está.
    Albert miraba hacia donde estaba Bárbara. Le parecía interiormente que era un oportunidad de hacer el bien y de recuperar un poco la alegría.

    Candy ayudó a la madre de Mark durante el día. La elaboración del queso le sirvió para despejar un poco la mente.
    - Ve a poner esto sobre la mesa, Candy- dijo la madre del chiquillo, sintiendo más confianza con la muchacha.
    - Claro.
    Candy llevó una canastilla a la mesa cuando topó con un tartán. Las manos de Candy temblaron. Y el sonido lejano de una gaita escocesa en su mente la hizo derramar varias lágrimas.
    - ¿Qué me pasa?- preguntó con preocupación.
    La señora se acercó para calmarla.
    - ¿Te ocurre algo, Candy?
    - No lo sé…¿usted sabe por qué siento esto frente a ésta tela?
    - No, Candy…no lo sé. Quizás Terry lo sepa.
    - Es que…al verlo, sentí algo extraño…como si mi vida estuviera ligada fuertemente a este tipo de prenda…la música de un instrumento llega a mis oídos y no sé qué tiene que ver eso conmigo…-sollozó sentándose a la mesa y ocultando el rostro bajo el brazo.
    La madre de Mark la tranquilizó.
    - No te pongas así, Candy. Ten paciencia. Pronto podrás saber de qué se trata.
    La chica respiró hondamente.
    Al poco rato llegó Terry.
    - Candy…¿por qué lloras?
    - No es nada, Terry. Un recuerdo que me hizo llorar pero no supe de qué se trataba.
    - ¿Qué recordaste?
    - Realmente no fue nada…creo que la culpa la tuvo la madre de Mark hablándome sobre su esposo y sus recuerdos.
    Terry permaneció serio un segundo y luego sonrió débilmente acariciando ligeramente el rostro de Candy.
    - Ya pasó…ven- dijo tomándola de la mano.
    Candy lo acompañó.
    - ¿Dónde estuviste?
    - ¿Interés o curiosidad?
    Candy sonrió tratando de no sonrojarse.
    - Digamos que sólo curiosidad.
    Terry rió a carcajadas dulces.
    - Está bien, te voy a creer. Pues para satisfacer tu curiosidad, déjame decirte que fui a ver a una mujer.
    - ¿Una mujer?
    - Así es…una mujer muy hermosa…quizás la más hermosa que existe.
    Candy se tornó inquieta.
    - Ah, ya veo…
    - No seas niña…aunque por lo que veo creo que estás celosa.
    - ¿Celosa yo?
    - Sí- dijo Terry apretando la nariz de la joven.
    De pronto se quedó tieso. Eso era preámbulo para un beso. Él mismo soltó a la joven y le tomó la mano.
    - Ven…te la voy a presentar.
    - No quiero conocerla…lo lamento.
    - Ya la conoces pero no la recuerdas.
    - ¿Cómo?
    - Ven, Candy…no tengas temor.
    La acercó a aquella mujer que se encontraba junto al duque.
    - Mírala bien…¿te parece que la has visto antes?
    - No lo sé…es muy hermosa…me parece que…sí pero no la recuerdo.
    - Ahora dime, ¿consideras que su nariz la has visto en otra cara?
    Candy volvió su rostro al de Terry.
    - Es…¿tu madre?
    - Así es. Mi madre…Eleonor Baker.
    Candy entrecerró los ojos.
    - Eleonor Baker…me suena familiar ese nombre pero…
    Terry no hizo caso de su estupor.
    - Ven…
    Eleonor la miró.
    - Candy- musitó la actriz.- Estás igual…
    Candy estrechó su mano y la saludó cortésmente.
    - Señora…
    - Llámame Eleonor solamente. Tú y yo nos conocimos hace tiempo, aquí precisamente. En esta casa. Y me ayudaste a resolver mis diferencias con Terry.
    - ¿Eso hice yo?
    - Más que eso, Candy- dijo Terry.- Pero ahora no es momento para hablar de eso.
    Eleonor pidió.
    - ¿Me permites que te dé un abrazo?
    - Sí- dijo la rubia con dulzura.
    Eleonor la estrechó.
    - Terry…¿me permites que te la robe un momento?
    - Por supuesto- respondió Terry.- Bueno, si ella quiere.
    - Acepto. Me gustaría mucho estar junto a una dama tan hermosa como usted.
    El duque sonrió de lado. Terry y él se quedaron a solas.
    - Terry- comenzó el duque.- ¿Ya pensaste en avisar a los Andley?
    - No…ni lo haré- respondió Terry.- No puedo hacerlo ahora. Ella no los recuerda. No puedo exponerla a sufrir un shock.
    - Quizás eso sea necesario para que recupere la memoria.
    - No, padre. No pienso perder a Candy tan sólo por no saber esperar.
    - El médico vendrá mañana…
    - Sí…estoy seguro que él no autorizará que su familia venga por ella.
    Richard Grandchester añadió.
    - Al parecer, Candy reconoció de algún lado a Eleonor.
    - Así es- dijo Terry.- Padre…¿qué piensas hacer ahora que mi madre está tan cerca?
    - Intentaré recuperar su amor, Terry.
    - ¿Y si ella no te acepta?
    - Yo me encargaré de que lo haga. Estoy seguro que tu madre aún me ama.
    Terry sonrió.
    - Pues no te sientas tan seguro. Mi madre es de carácter difícil.
    - No tanto como el mío o el tuyo. Terry…lucha por el amor de Candy pero no le mientas. Si lo haces, jamás te perdonará.
    - Lo sé, papá. Lo sé…

    Arriba, Candy hablaba con Eleonor.
    - ¿Usted quiere mucho a Terry?
    - Mucho…sólo que su padre y yo nos separamos hace tiempo.
    - Entonces…usted no es su esposa…
    - No- dijo Eleonor.- Más bien…lo fui pero…éste fue anulado…en virtud de que yo era una actriz.
    - ¿Por qué hizo eso el duque?
    - Quizás porque la nobleza está en su sangre…
    - Pero la nobleza de espíritu es más importante que eso.
    - Yo lo sé…y Terry también lo sabe. De hecho, él rechazo un matrimonio obligado porque te ama.
    - ¿Cuándo sucedió eso?
    Eleonor se dio cuenta que estaba hablando de más.
    - Lo siento, Candy…será mejor que sea Terry quien te cuente eso en su momento. Sólo quiero que sepas que Terry te ama más que a su vida y que ha sufrido mucho por estar a tu lado. Tú también lucha por recordarlo para que seas feliz. No dejes ir a Terry…no dejes que el amor que se han tenido se vaya por intrigas o por errores de ambos.
    - Yo también quisiera recordarlo…
    - Dime, en este tiempo…¿no has sentido nada por él?
    Candy se turbó.
    - No puedo mentirle…no a usted. Su tono me da confianza. Comienzo a sentir en mi corazón algo muy especial cuando estoy junto a él. Confío en él…siento que…él es bueno…que me quiere…y yo…también lo quiero…aunque aún no puedo sentir lo que sentía antes pero, créame, mi corazón siente algo extraño cuando estoy junto a él.
    - Es un buen comienzo, Candy. Cree lo que tu corazón te diga respecto a mi hijo. Nada ni nadie debe ser más importante que su amor.
    La enfermera asentía. Aunque internamente quería saber exactamente lo que significaban aquellas palabras.

    El duque y Terry bebían el té de las cinco. Eleonor y Candy bajaron al fin.
    Ambos caballeros se pusieron de pie.
    - Creímos que iban a tardar un rato más y nos adelantamos.
    - No se preocupen. No pensamos estar mucho tiempo. Candy debe descansar.
    - No, señora. Me siento bien. No hay problema. Puedo estar aquí un rato.
    Terry tendió la mano a la joven.
    - Me alegro porque yo quiero estar a tu lado otro rato, Candy.
    Aquellas palabras y el contacto de la mano del actor hicieron a la enfermera temblar de una emoción mal contenida.
    Eleonor lo notó. Pero no tuvo mucho tiempo para ello, puesto que el duque la miraba de una forma intensa.
    Candy sonreía ante las ocurrencias de Terry. Éste preguntó a su mamá.
    - Así que Eleonor Baker pospuso su temporada teatral.
    - Así es…no he dicho por qué para evitar que molestaran. Pero cuando sea oportuno conocerán los motivos verdaderos. Diré que necesitaba un descanso.
    - Haces bien. Este sitio siempre es motivo de descanso.
    Candy sólo sonreía. Terry le preguntó.
    - ¿Qué hiciste hoy, Candy?
    - Pues…hacer queso, ayudar en la cocina…
    - Ya veo…estuviste muy ocupada. Eso es muy bueno. No puedo dejar que tu mente esté pensando cosas extrañas.
    - No digas eso, Terry. Cuando no hago eso, leo solamente.
    - Eso tampoco era muy propio en ti.
    Candy se enfurruñó. Terry sonrió. Eleonor y el duque sonrieron. Candy había tenido una pequeña reacción infantil más propia de ella de lo que Candy pensaba.
    Eleonor y el duque dejaron a Terry un momento a solas con Candy.
    El actor le dijo.
    - Candy…mañana vendrá el médico a revisarte.
    - Pero me siento bien.
    - Sí, pero…debe decir si hay avances en tu recuperación.
    - Creo que sí los hay.
    - Yo también los he notado…si me permites estaré presente.
    - Por favor…no me dejes sola.
    Inconscientemente abrazó a Terry. Él sintió una emoción profunda en el alma. La abrazó y acercó el rostro de Candy al de él.
    - No te preocupes…yo siempre estaré para protegerte…
    Y sin aguardar más, decidió besar suavemente aquellos labios que tanto amaba. Tiempo atrás, había degustado esa dulce boca y había recibido por respuesta una sonora bofetada. Pero Candy no tuvo ánimos para hacerlo. Dejó que los labios varoniles de Terry acariciaran los suyos y se dejó llevar un instante por la emoción. Entonces, un recuerdo llegó hasta lo profundo de su ser. Sí…Terry la había besado tiempo atrás….y ese beso había sido sensual y tierno al mismo tiempo…quizás había sido el primero…por un momento no pensó y sus brazos rodearon el cuello de Terry permitiéndole el contacto.
    Pero cuando se apartó, su reacción fue de llanto y de salir corriendo de la sala.
    Terry la llamó.
    - ¡Candy!
    Pero ella no regresó. Se encerró en la habitación.
    Terry saboreó su boca. Entrecerró los ojos y decidió dejarla tranquila, no sin marchar solo a buscar a su yegua y recorrer la campiña para despejar su mente.
    En tanto, Candy lloraba.
    - Dios mío…¿por qué siento esto? ¿Estoy enamorada de Terry? ¿Será que su amor no se ha ido de mi corazón?
    Y con las lágrimas en los ojos se quedó dormida con la sensación placentera de los labios de Terry decorando su boca.
     
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