One-shot Cendrillon

Tema en 'Vocaloid' iniciado por Poemy, 19 Septiembre 2014.

  1.  
    Poemy

    Poemy Guest

    Título:
    Cendrillon
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1516
    En el solitario pueblo de aquel entonces, la paz no era algo que reinaba.
    Los delincuentes asomaban, la gente era cruel, y no tenían compasión alguna por los desdichados que vivían en la calle y morían de frío y hambre.

    Y en una casa pequeña, no en muy buen estado, vivía una chica de un cabello azul, muy largo.

    Su nombre era Mikulia, pero sus conocidos normalmente la llamaban Miku.

    Miku era una niña bondadosa, sincera, tierna y de buen corazón. Ella buscaba siempre ayudar a otros, y no juzgaba a los demás por su apariencia.

    Ella soñaba con que algún día el mundo fuera un lugar mejor, donde sólo hubiese gente amable, y que la paz se hiciera sentir. Pero Miku era bastante inocente e ingenua en ese entonces, debido a eso, normalmente la gente siempre terminaba lastimándola, aprovechándose de su inocencia y su bondad, o traicionándola.

    ¿Qué debía pensar ella? No quería creer que en el mundo hubiese maldad, quería creer que el mundo estaba lleno de luz.

    Desde su hogar se podía apreciar la vista hacia el castillo, alumbrado por dos antorchas de fuego que encendían en las noches. Las puertas siempre estaban abiertas de día, pero ésta vez también las abrirían de noche, puesto a que el Príncipe haría una fiesta aquella noche.
    Miku se encontraba sentada en una banca, afuera de su pequeña casita, mientras pelaba algunas ciruelas.

    La chica comenzó a oír pasos y se alarmó un poco, y se fijó en el color del atardecer.
    Sólo a ella se le ocurriría pelar frutas en el exterior, a esas horas.

    Dispuesta a entrar a su casa, tomó la tabla y el cuchillo y cuando estaba a punto de entrar, la fuerza de los pasos aumentó.

    Una mano se posó en su hombro, y ahogó un grito de miedo.

    —Jovencita... —se dio la vuelta y observó a un extraño con capucha—. Jovencita, dócil y sumisa, ingenua y pacífica, oh, inocente y obediente muchachita. Ni cuenta te has dado, de que todo este tiempo te he vigilado, ahora dime...

    El desconocido cargaba en sus manos una daga envuelta en un pañuelo.

    —¿Qué estarías dispuesta a hacer para salvar tu vida? —sonrió con malicia mientras acariciaba su cara con el cuchillo.

    La joven tragó saliva y respiró. ¿Qué iba a hacer? Si huía de seguro aquél maleante la apuñalaría, y valor para gritar; no lo tenía.

    El extraño no esperó una respuesta, dejó la daga en las manos de la chica y le explicó su plan.

    —He de imaginar que usted sabe de aquella elegante fiesta que será organizada ésta noche. Oh, sí, cientos de duques, duquesas, princesas, y doncellas de buena fama irán. Todos saludarán al apuesto y amado príncipe. Está podrido en fortuna, como ya sabréis todos. Y tiene mucha fama por ser bondadoso y justiciero. ¿Qué pensáis de eso?

    —Yo, no lo sé —miró al suelo.

    —Exacto. No podéis juzgarlo sin conocerle, no sabéis si en el fondo es un desgraciado, un impostor, o un traicionero. Además, he de encargarte una misión.

    ¿Por qué la había escogido a ella, no podía ser alguien más? Miku se cuestionaba de qué sería lo que tendría que hacer, y si lo haría o no.

    —Hermosa joven, de ojos tan azules como el cielo, de cabello largo y piel pálida. Hazte con tu belleza en el castillo, hipnotizad al joven con tu grácil figura y apúñaladlo, robad su fortuna, o mejor aún, tráedme su alma —ordenó el encapuchado misterioso.

    Era un ser lleno de malicia y codicia. Miku no tuvo mas opción que cumplir con los caprichos de el hombre maligno, por temor, porque se llenó de miedo.

    La persona misteriosa entregó a Miku un hermoso vestido y unas zapatillas de cristal.

    Empuñando la daga, la escondió en el bolsillo de su vestido y caminó hacia el castillo.

    No parecía una noble, parecía mas bien una bella dama adinerada, puesto a que emanaba su belleza por todo el castillo.

    Miró hacia los lados, respirando fuertemente, escuchando los pasos de la gente. Miró sus manos, y notó que comenzó a temblar.
    Mentalizó lo que tenía que hacer, y se sintió mal consigo misma.

    Muchos duques, barones, y condes la habían invitado a bailar, pero ella no aceptó, ya que a quien buscaba en específico era de una categoría más alta.

    Y allí lo vio.

    Caminando a través de los pasillos, sobre una alfombra tendida en el suelo, el príncipe Kaito marchaba por ahí, rumbo al salón donde estaban todos.

    Todos los presentes hicieron una reverencia, Miku dándose cuenta de esto hizo lo mismo.

    Lo observó.
    Era alto, de ojos azules, cabellos del mismo pero un tono más fuerte. Muchas mujeres le adoraban por su físico, otros lo admiraban por su buen corazón. Aunque Miku no conocía su historia, le llamaba la atención.

    —El príncipe elegirá a una doncella con la que bailará el vals —anunció un duque.

    El elegante muchacho miró a su alrededor, tratando de tomar una decisión, pensativo, no dudó más y se acercó a la muchacha de azul, tendiendo su mano.

    —Mi Lady, ¿me concederíais ésta pieza? —hizo una reverencia ante la chica.

    Miku asintió, y con los nervios al tope, su mano le dio.

    Sólo siguió al príncipe mientras bailaba, con las manos en la espalda de él, miró sus pasos tratando de no equivocarse.

    —Veo que no la conozco —comentó el chico—. ¿Cómo no pude nunca conocer a tan bella mujer?

    Miku no tenía palabras... Su misión no era hablar, pero sí debía responderle algo, ¿cierto?

    —No llegué hace mucho —desvió la mirada.

    —Nunca me enteré de vuestra llegada, mi Lady. ¿Puedo saber su nombre?

    —Mikulia.

    Mientras seguían bailando al ritmo del vals, Kaito la miró pensativo.

    —Qué curioso, Señorita. ¿Puedo saber quiénes son vuestros padres?

    Los nervios se apoderaron de ella en ese momento, jamás se esperó que él le preguntara dichas cosas.

    —Yo... no tengo padres. Un hombre los asesinó cuando yo dormía —dijo con un gran pesar—. Soy pobre, su alteza. Y no pertenezco aquí —mencionó.

    El joven sonrió.

    —Por fin encuentro a una dama sincera —posó su mano en el rostro de ella—. No hay que sentir dolor, ellos estarán en un lugar mejor. Y no olvidad que todos en el pueblo que todos son bienvenidos al reino.

    La de azul sentía felicidad, el muchacho no era malo. Era una persona muy sosegada y compasiva.

    Tanto... que comenzaba a agradarle.

    Ambos se habían dirigido a la terraza, donde no había gente.

    Habían pasado unos momentos sólo observándose el uno al otro, como si sólo existiesen ellos. Ella sentía que podía ver más allá de sus ojos azules. El cielo, el mar, los sentimientos del chico. Parecía como si él le hubiese abierto las ventanas hacia su corazón. Era algo que nunca había experimentado, el sentir aprecio por otra persona.

    Él en su voz sentía la dulzura, no era una niña llena de codicia, no era ambiciosa, era cariñosa, era... diferente. Escuchar sus dulces palabras era como probar el más rico y empalagoso almíbar.

    Ambos querían escapar de su mundo, y conocer uno mejor. Ella sólo necesitaba de su mirada para sentirse libre. Y él quería atesorar cada momento con ella, para deleitarse, para nunca olvidar el mágico momento en que rozó sus manos con las de ella.

    El muchacho de cabellos azules se acercó a la chica, posando su cabeza en su hombro mientras acariciaba su cabello sutilmente.
    Ella podía sentir su respiración en su oído. Si era un sueño, quería seguir dormida por siempre.

    El reloj sonó y la esperanza de Miku se rompió en pedazos.

    Cerró sus ojos, asegurándose de contener sus lágrimas.

    Se puso de puntillas, y acarició el cuello de Kaito, sacando con su otra mano la afilada daga, y clavándosela cerca de la costillas.

    —Lo siento...

    Kaito por unos segundos se mostró sorprendido, mas no tuvo ninguna expresión de dolor.

    La chica finalmente rompió en llanto.

    —Lo siento... —jadeó.

    Kaito sólo sonrió.

    —Estoy bien —aseguró, mostrando que Miku sólo le había hecho un rasguño.

    La muchacha sonrió, sus ojos lucían rojos y su voz enronquecida.

    —Yo... lo siento —musitó.

    Él secó sus lágrimas con cuidado, y suavemente comenzó a acariciar su rostro. Entonces ella palideció y se decidió.

    Con la daga rasgó su vestido hasta su regazo, y lanzó lejos su tiara.

    Los ojos de ambos se miraron durante varios segundos, ya ambos tenían la respuesta.

    Dos almas solitarias se habían encontrado, ahora ardiendo en llamas, estaban destinadas a estar juntas. Kaito tomó la mano de Miku, y ambos corrieron, abandonando el castillo. La chica no se fue sin antes dejar su zapatilla de cristal en los escalones del lugar.

    Ambos deseaban que fuera como en un cuento de hadas. Con tan sólo haberse conocido en aquel momento ya sentían la necesidad de estar con el otro. El amor surgió, eso lo sabían, no se necesitaba ningún adivino para corroborarlo.

    Montaron en aquel carruaje, despidiéndose de la soledad, del dolor y de la indiferencia, dispuestos a estar el uno con el otro, intoxicándose en un profundo sueño de amor.


    Fin~
     
    Última edición por un moderador: 19 Septiembre 2014
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  2.  
    Syel

    Syel Extraña

    Cáncer
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    12 Julio 2012
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    984
    Pluma de
    Escritora
    Que lindo, la verdad no he escuchado la canción pero con esta historia me han dado ganas.
    A veces todos necesitamos encontrar ese pedazo que nos complementa, alguien que nos haga ver un mundo nuevo. Debo decir que la narración fue impecable ya que no noté ninguna falta ortográfica. El texto es fluido y no aburre o cansa.
    En cuanto al desarrollo, no sé si fue porque no lo quisiste hacer tan largo pero como que lo sentí apresurado antes de llegar al final, aunque eso no me quito el sentimiento de tristeza cuando ella pidió disculpas en el momento en el que rasgó su cuerpo con el cuchillo.
    Sin más que decir, nos leemos
    ^^.
     
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