Un nuevo inquilino en casa
Publicado por Hygge en el blog Liza's blue heart. Vistas: 333
Día 2: "Pájaro"Recuerdo que por aquel entonces, cuando tenía apenas unos seis o siete años, había un descampado frente a mi casa al que solía ir a jugar. Se trataba de una amplia explanada de tierra en desuso rodeada de matorrales (y algún que otro bicho que te pudiese salir de allí), por lo que a mi madre no le gustaba demasiado lo sucio que estaba ese sitio como para que jugase una niña pequeña como yo. Pero yo lo amaba, porque era allí donde iba con mi padre a conducir sus coches teledirigidos con total libertad. Recuerdo que teníamos dos, y echábamos carreras y los hacíamos caer contra el suelo multitud de veces, pero nos siguieron aguantando un largo tiempo que disfruté por completo. Actualmente la explanada fue sustituida y reemplazada por un complejo de pisos, por lo que lo único que me queda de ello es su recuerdo frente a mi ventana.
Una de aquellas veces en las que volvíamos a casa tras estar jugando, me detuve con cierta extrañeza al notar a mi padre agacharse frente a unos coches, aparcados al lado de la acera por donde pasábamos. Me asomé, tratando de entender lo que estaba buscando, y di un saltito hacia atrás en cuanto me mostró de entre sus grandes manos a un diminuto pajarito que parecía tener el ala rota, y era incapaz de volar. Fascinada y enternecida, pues nunca había tenido la oportunidad de admirar a dicho animalito tan de cerca, le pregunté si podíamos llevárnoslo a casa como mascota, y me alegré mucho cuando pareció asentir a mi propuesta, puesto que volvimos a casa con él.
Sin embargo, pronto entendí que su estancia sería breve, hasta que su ala se curase y pudiese echar a volar, así que decidí que ayudaría en todo lo que pudiese a que mi nuevo pequeño amiguito volviese a estar bien. Aunque en el fondo, claro, deseaba que no se fuese nunca.
Recuerdo que en las primeras horas, la duda me embargó en cuanto pensé en su comida y bebida. ¿Qué comían los pájaros? ¿Tendríamos que darle gusanos de la calle o algo así? ¡Puaj, qué asco! Pero me sorprendió mucho ver a mi padre colocar un cuenco de agua pequeño y otro con pan mojado y blandito, para que no tuviese dificultad en tomarlo. ¡Y se lo comía, le gustaba! Se me hacía tan adorable, pobre. Me encantaría seguir viéndolo comer por mucho más tiempo. Después de todo, nunca había tenido alguna especie de mascota antes, por eso estaba tan ilusionada con su visita.
Pero finalmente, después de un par de semanas, el pájaro ya podía empezar a volar. Estaba entre entristecida y orgullosa de que hubiésemos salvado y cuidado a nuestro pequeño amiguito, pero me daba mucha pena verlo marchar. Así, esa misma tarde, fuimos una vez más al descampado de siempre, y entre sus manos abiertas, mi padre alzó al ave y este echó a volar hasta perderse entre las calles.
Nunca supe más de él, claro, pero deseaba que nuestra ayuda le hubiese servido, al menos, para vivir bien un par de años más.
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