Soborno.
Publicado por Atl en el blog Las manchas del jaguar. Vistas: 204
“Señores pasajeros, vengo a ganarme la vida honradamente” pregona la persona que acaba de subirse al vagón, su pinta es exacta a la que la mayoría de la gente tiene de un asaltante, varios tatuajes en los brazos, pantalón de mezclilla gastado, tiene una mirada que parece haberse formado en los barrios más bajos de la ciudad. Hay una bolsa de paletas en la mano, o tal vez sean chicles, quizá unos dulces que si te atrevieras a probarlos podrías ver que ya están rancios. No te sonríe, a nadie en el vagón, su cara es seria, su voz un poco chillona, como la que se oye en los tianguis todos los días. La gente ya no le hace caso, a penas lo ve, no lo ven a los ojos. Él va dejando sus dulces en las manos de todos, en las piernas, en cualquier lugar que crea apropiado, aunque ni siquiera lo veas. Es el mismo que se subió al camión en la mañana, el que te encontraste ayer cuando ibas al trabajo. Repite como si fuera un himno las líneas que ya conoces, achacándote con palabras vacías su desgracia, eres responsable de sus actos, lo obligas a agarrar un arma y quitarte las cosas, lo sabe, tú lo sabes; eso te hace creer; muchos aceptan su pena y pagan con monedas de un peso o cincuenta centavos, sudorosas, con un olor a oxido que desagrada a cualquiera, pagas tu multa y te quedas con el recibo, un dulce que te deja en un limbo, no sabes si mirarlo y sentirte bien o mal. Sólo dejas que siga pasando a recoger el soborno de los demás pasajeros, algunos no dan nada, no lo ven, casi puedes ver como saca una navaja de quién sabe dónde y arremete contra los que se resisten, pero no pasa nada, deja pasar la afrenta y suspiras, el camión ya casi llego a su parada, el metro abre sus puertas y puedes ver cómo sale con la maraña de gente, no tarda mucho el camión en seguir su camino, suspiras de alivio y esperas no encontrártelo otra vez en la calle, pero en tu mente ya has sido asaltado por él más de mil veces.
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