Sentires.

Soy una criatura sensible, como probablemente muchas personas. Pero no estoy rodeada de sensibilidad. A mí alrededor sólo hay personas que me atacan sentimentalmente, que me provocan desear el no sentir, que me incitan a ignorar, a no hacer caso, que su solución es que me cierre a los sentires. A los que me afectan, dicen, pero uno no puede cerrarse a unas cosas y permanecer abierto a otras. No creo en el término medio, y he sido testigo de que no existe. O es todo o nada.

Toda mi infancia y comienzos de mi adolescencia fue así. Estuve cerrada a todo, negada por alguna razón que desconozco, y lo único que me queda de esa época es nada. No tengo recuerdos, no tengo palabras, no hay nada de esos días como para saber qué se sentía. Probablemente no lo hacía. Y desde que me abrí, bueno... no es que tenga la mejor memoria de todas, pero al menos me hago una idea. Y siento, siento mucho, pero siento. Y he sufrido bastante, de formas en las que me planteo que quizá sea mejor no sentir. Pero no hacerlo me parece la peor de las opciones.

Creo que la esperanza del, déjenme engrandecerme, planeta son las personas que sienten. Sienten el dolor que nosotros, los humanos, hacemos e intentan detenerlo. Si no se siente no se toma conciencia. Eso creo. Tiene que afectarte de alguna manera para que decidas hacer algo a favor. Me vuelvo loca por la estupidez común cada vez que salgo de la casa. Pero identificarla es un paso, saber qué se puede hacer para corregirlo otro y tener la potestad, la firmeza y el coraje de cambiarlo el más importante. Yo no tengo coraje, soy abiertamente una cobarde, pero siento. A pesar de los años de muy sentido dolor, he decidido continuar sintiendo, con todos los sentimientos que eso acarrea. Y de una u otra forma, por esa decisión me siento bastante valiente.