Pasado, presente, futuro [Despidiendo el 2019]

Publicado por Hygge en el blog Liza's blue heart. Vistas: 313

Supe que aquella noche, como tantas otras, no podría conciliar el sueño. Al menos, hasta ser capaz de calmar los latidos de mi desbocado corazón. No me hizo falta abrir los ojos para saber, no obstante, que aquella vez sería distinto. Que había algo fuera de su lugar.

Una presencia muy familiar. La primera de muchas otras.

Dos ojillos verdes, curiosos y tímidos, refulgían bajo la ténue luz de la noche. La figura de una niña me observaba con interés, sin el valor suficiente como para acercarse a despertarme. Quería saber, pero temía equivocarse. Derrochaba interés; le faltaba seguridad. Estiré el brazo, intentando rozarla con los dedos, y la niña hizo lo mismo, dudando unos segundos en alcanzarme.

Otros niños se materializaron a su alrededor, apartándola de mí con brusquedad. Y por más que intenté alcanzarla, los niños se removieron a su alrededor, haciendo su presencia cada vez más frágil, más lejana y volátil. Pude verla encogerse, pero no se movía de su lugar. No pretendía salir de aquel círculo vicioso que parecía asfixiarla. Temía alzar el vuelo, le aterraba el cambio. Mis manos rozaron su pálida piel y como una ilusión desapareció ante mis ojos, dejándome una extraña sensación de desasosiego en el pecho.

Encendí la luz, y mi reflejo en el espejo me devolvio la mirada. Parpadeé, pues sentí que aquella figura al otro lado del espejo tomaba vida propia, y me vi a mí misma en un pequeño cuarto, sola y lejos de casa. Y a pesar de todo, el reflejo de aquella joven parecía sonreír de forma genuina. Había comenzado a andar, a extender las alas y buscar un hogar al que pertenecer. Había escapado del ojo de la tormenta, del falso comfort que la protegía del mundo y ahora estaba sola, pero era libre de elegir. De probar, de equivocarse. De encontrar su sitio. Las cosas habían adquirido cierta dificultad, pero el mundo era un lugar intimidante y asombroso a partes iguales.

Apagó la luz cuando se sintió más tranquila, y finalmente logró conciliar el sueño. Y en ese mismo lugar recóndito de su mente, una mujer adulta la invitaba a explorar el hogar que finalmente había encontrado. Le relató su viaje y sus desventuras, sus logros y sus meteduras, y las respuestas a todas sus dudas se mostraron claras frente a sus ojos.

Y supo que, quizás, no había sido un sueño después de todo.
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