Las partes que nos conforman
Publicado por rapuma en el blog El blog de rapuma. Vistas: 198
De pronto Kvothe se interrumpió, como si se hubiera quedado sin palabras. El silencio que se produjo fue tan repentino y tan profundo que Cronista levantó brevemente la vista de la hoja, algo que todavía no había hecho nunca. Pero en ese preciso instante, Kvothe empezó a hablar de nuevo:
—Su sonrisa podía parar el corazón de un hombre. Tenía los labios rojos. No era el rojo chillón, artificial, que tantas mujeres creen que las hace parecer deseables. Sus labios siempre estaban rojos, de día y de noche. Como si minutos antes de verla tú, hubiera estado comiendo bay as o bebiendo sangre.
» Estuviera donde estuviese, siempre era el centro de todas las miradas. —Kvothe frunció el ceño—. No me interpretéis mal. No quiero decir que fuera llamativa, ni vanidosa. Si miramos el fuego es porque parpadea, porque resplandece. Lo que atrae nuestra mirada es la luz, pero lo que hace que un hombre se acerque al fuego no tiene nada que ver con su resplandor. Lo que te atrae del fuego es el calor que sientes cuando te acercas a él. Con Denna pasaba lo mismo.
Mientras hablaba, la expresión de Kvothe iba cambiando, como si cada palabra que pronunciaba lo hiriera más y más. Y aunque las palabras eran claras, encajaban con su semblante, como si cada una la rasparan con una áspera lima antes de salir de sus labios.
—Era... —Kvothe tenía la cabeza tan agachada que parecía que hablara con sus manos, recogidas sobre el regazo—. ¿Qué estoy haciendo? —dijo con voz débil, como si tuviera la boca llena de grises cenizas—. ¿Para qué puede servir esto? ¿Cómo puedo explicárosla si yo nunca la he entendido?
Cronista ya había escrito esas palabras cuando se dio cuenta de que seguramente Kvothe no quería que lo hiciera. Se quedó quieto un instante, y luego terminó de anotar el resto de la frase. Entonces esperó quieto y callado un momento, antes de levantar la cabeza y mirar a Kvothe. Kvothe lo miró también. Eran los mismos ojos oscuros que Cronista había visto antes. Los ojos de un dios furioso. Cronista estuvo a punto de levantarse y apartarse de la mesa. Se produjo un gélido silencio.
Kvothe se levantó y señaló la hoja que Cronista tenía delante.
—Tacha eso —dijo con voz chirriante.
Cronista palideció. Parecía que le hubieran clavado un puñal.
Como Cronista seguía inmóvil, Kvothe estiró un brazo y quitó la hoja a medio escribir de debajo de la pluma de Cronista.
—Si no te sientes inclinado a tachar... —Kvothe rompió la hoja con cuidado; el sonido acabó por borrar el color de la cara del escribano.
Con mucha parsimonia, Kvothe cogió una hoja en blanco y la puso delante del anonadado escribiente.
—Copíalo aquí —dijo con una voz fría e inmóvil como el hierro. El hierro también estaba en sus ojos, duro y oscuro.
No discutieron. En silencio, Cronista copió hasta donde Kvothe tenía puesto un dedo sujetando la hoja a la mesa.
Una vez que Cronista hubo terminado, Kvothe empezó a hablar con voz crujiente y clara, como si mordiera trozos de hielo.
—¿En qué sentido era hermosa? Me doy cuenta de que nada de lo que diga será suficiente. Está bien. Ya que no puedo decir suficiente, al menos evitaré decir demasiado.
» Escribe esto: que tenía el cabello castaño. Eso es. Largo y liso. Tenía los ojos castaños y el cutis claro. Eso es. Tenía la cara ovalada, la mandíbula fuerte y delicada. Escribe que tenía aplomo y elegancia. Eso.
Kvothe respiró hondo antes de proseguir:
—Y por último, escribe que era preciosa. Es la única manera de expresarlo.
Que era tremendamente hermosa, aunque tuviera fallos o defectos. Era preciosa, al menos para Kvothe. ¿Al menos? Para Kvothe era la más preciosa. —Por un instante Kvothe se puso en tensión, como si también fuera a arrebatarle esa otra hoja a Cronista.
Entonces se relajó, como una vela cuando deja de soplar el viento.
—Pero para ser sincero, he de decir que había otros que también la encontraban hermosa...
...
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Para los que me conocen seguramente saben que el romanticismo y el drama (bueno, drama un poquito) no es lo mío. Pero este pequeño capítulo que tomé prestado/robé de "El nombre del Viento" por Patrick Rothfuss, me encantó. Como dije, odio todo lo cursi y relacionado al "amor" que se conoce por historias de héroes y esas cosas trilladas... pero este libro me tocó tan en el alma que no puedo dejar de compartir sus textos y párrafos grandiosos. Dejo un pequeño capítulo que me gustó mucho.
a Lariebel le gusta esto.
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