La atracción, vino tinto y jugo de uva (Parte 2/2)

Publicado por Ruki V en el blog Espíritu encaminándose. Vistas: 30

Imagínense ahora que una mujer va a la tienda. No está sedienta; y si lo estuviera, lo primero que le pasaría por la cabeza no sería comprar alcohol. Sin embargo, un promotor de una marca de bebidas la detiene al inicio de un pasillo para ofrecerle un vasito de plástico con un trago de vino tinto, invitándola a probarlo y a comprar una botella, que era de una marca nueva. La mujer se detiene a observar la botella, leer brevemente la etiqueta, y beberse el sorbo que le ofrecían. No le disgustó el sabor del líquido, pero tampoco le pareció que supiera a alcohol. Después de meditarlo unos segundos, le dice al promotor "Gracias, pero no sé, tal vez en otra ocasión" y se va a seguir con sus compras.

En su siguiente ida a la tienda, la mujer se sorprende un poco de ver al mismo promotor, con el mismo vino tinto. El hombre la saluda y la invita a probar el líquido una vez más; a lo que ella, que odia que le insistan y tiene la mala costumbre de ceder, decidió directamente echar una botella del vino tinto a su carrito, darle gracias por lo bajo al promotor, y seguir con sus compras.

Pudo haber dejado la botella en cualquier otro punto de la tienda, simplemente dejando al promotor con la creencia de que logró vendérsela; pero recordó que el sabor no había sido de su desagrado, así que le daría otra oportunidad. Además de tener un sabor decente, la presentación de la botella daba la impresión de que el vino poseía cierta calidad; y al mismo tiempo el precio no era excesivo. "¿Por qué no?" pensó la mujer mientras pagaba.

Llegó a casa y dio prioridad a guardar el resto de sus compras, para después abrir la botella. Se sirvió una copa, le dio un sorbo, y nuevamente le entró la duda de si realmente era vino tinto lo que había comprado. Simplemente no le parecía que tuviera alcohol, a pesar de que el promotor de la tienda lo había anunciado como tal; y de que ella misma lo leyó en la etiqueta la primera vez que lo probó.

Ante la duda, volvió a leer la etiqueta. Más claro no podía leerse: "12% DE ALCOHOL". Entonces claro que el líquido era vino tinto, aunque no lo pudiera percibir. Se le ocurrió que tal vez se debía a que, aunque le gusta el vino tinto, ella solía beber otras cosas normalmente, así que no estaba familiarizada con lo fuerte o suave que un 12% podía ser.

Confundida ante esto, el hecho era que igualmente le gustaba el sabor del líquido, pero por ese día solamente se bebió una copa. Y días después le vuelve a dar otra oportunidad. El líquido sigue sabiendo bien, pero no a alcohol. Le gusta; el sabor no es realmente dulce, pero supone que eso puede variar en los vinos tintos, y recordó que probablemente por eso normalmente bebe otras cosas. Ese día se bebe dos copas pensando que el sabor está perfectamente bien, pero decide no servirse más que eso.

Pasan semanas antes de que se acuerde del vino tinto. Se acuerda un día que la visita su mejor amiga, a la cual iba a servirle un vaso de agua cuando pasó por enfrente de su vitrina de licores y vio la botella. Decidió sacarla para servirse un trago, y su mejor amiga la miró con curiosidad; tanta que tomó la copa para oler el líquido. Entonces dijo "¿Es el vino tinto del que me has hablado? Huele a que solo es jugo de uva". La mujer se quedó de piedra, porque el pensamiento sí había rondado su cabeza, pero no había querido entretenerlo mucho. ¿Por qué o cómo pensar eso si la botella se vendía claramente como vino tinto, con porcentaje de alcohol y todo? Se lo ofrecieron como tal, y lo leyó en la etiqueta; por eso lo compró.

Aún así, ella también olió el líquido, y prefirió tirar el líquido de la copa que se había servido. Pero guardó la botella, porque seguía siendo una bebida perfectamente aceptable (de la que simplemente no quería beber ese día).

Durante las siguientes semanas, la mujer ni siquiera piensa en la botella cuando pasa junto a la vitrina. Hasta que un día, sentada en su sala viendo videos en internet, la sorprende verla en un anuncio, publicitada como vino tinto. Aunque con duda, fue y la sacó de la vitrina y se sirvió una copa. Al primer sorbo, pensó de nuevo en que tal vez sí sabía a alcohol, por leve que fuera; y al mismo tiempo, curiosamente, le pareció más dulce de lo que recordaba. Sonrió y se llevó la copa consigo de vuelta al sofá para beber el vino mientras seguía viendo sus videos. No se terminó la copa ni muy despacio ni muy rápido; se la tomó con tranquilidad, y la disfrutó mucho. Tanto que no dudó en pararse a servirse otra; y cuando se terminó esa, decidió mejor llevarse toda la botella a la mesa junto al sofá para no tener que regresar a la cocina por ella. Se bebió una tercera copa, y más tarde una cuarta.

Mientras se bebía su quinta copa, hizo una pausa de ponerle su total atención a lo que estaba viendo, dejando la copa en la mesita junto a su sofá para explorar redes sociales un momento. A media copa, se topó con una noticia que nunca hubiera imaginado leer: "MARCA NUEVA DE VINO TINTO RESULTA SER JUGO DE UVA". Venía el mismo logo plasmado en la botella de la que estaba bebiendo en esos momentos.

Incrédula, la mujer se dispuso a alcanzar su copa a medio beber para darle un sorbo, pero sin querer la tumbó en el intento de agarrarla, vertiendo todo el líquido en el suelo. Aunque normalmente era muy desesperada, respiró hondo, reflexionando rápidamente que esa tendencia al descuido fue la razón de que tirara la copa; así que se puso de pie tranquilamente para limpiar el desastre. Una vez concluido su trabajo, tomó la botella para llenar nuevamente su copa, y se dio cuenta entonces que estaba vacía.

Esto la confundió más de lo que esperaba, y su primer instinto fue ir a leer el resto de la noticia que se había encontrado. Además de nombrar la marca y explicar qué laboratorio la sometió a estudios y cómo se llegó a la conclusión de que no era vino tinto, la noticia aclaraba que la bebida no sería retirada del mercado, sino que simplemente pasaría por un cambio de diseño de etiqueta para que los ingredientes reflejaran el contenido real del líquido: jugo de uva. La mujer suspiró aliviada, ya que, dejando momentáneamente de lado la decepción por la publicidad engañosa, le había agarrado el gusto a la bebida y en parte no le importaba del todo que dijeran que era no era vino tinto, si era un tipo de bebida que no le encantaba en primer lugar. Pensó que como simple jugo de uva estaba más que bien.

Sin embargo, en su siguiente ida a la tienda, buscó la botella tanto en la sección de bebidas alcohólicas como entre las otras bebidas y no la pudo encontrar. Ni una, ni tampoco un espacio vacío que antes fuera ocupado por dichas botellas. Con lo tímida que era, no se quiso acercar realmente con ningún empleado a preguntarle por la botella; y mientras pensaba en esa posibilidad, vio a su mejor amiga en un pasillo. Se acercó a contarle la noticia y su mejor amiga suspiró, recordándole aquella vez en su casa que con solo oler el líquido le había parecido que era jugo de uva. La mujer, esperanzada, dijo “Pero lo volverán a vender, y yo lo volveré a comprar”.

Mientras esperaba a que ese día llegara, tenía guardada la botella vacía en su vitrina, y se encontraba todos los días pensando en el líquido. Luego de una semana, empezaron a aparecerle mientras navegaba en internet que otras páginas publicaban variantes de la misma noticia sobre el vino tinto que en realidad era jugo de uva. Y al pasar más semanas, empezó a ver anuncios que parecían indicar que la marca estaba a nada de relanzarse. Aunque había días en los que la mujer se preguntaba si valía la pena tener tan presente un producto que inicialmente ni siquiera quería comprar y ahora anhelaba, eran más los días en que pensaba en lo mucho que le había gustado el sabor de las últimas copas que se bebió ese día que la botella se terminó.

Un par de meses después, empezó a ver publicidad sobre la botella en otros lados: la nueva imagen se anunciaba en la televisión, en el transporte público, en letreros panorámicos. Dicha nueva imagen era casi idéntica a la anterior, excepto por el hecho de que ya no se anunciaba como bebida alcohólica. No era tanta la publicidad y la mujer antes altamente interesada empezaba poco a poco a pensar que tal vez era mucho el alboroto por el producto.

Finalmente, un día estaba de compras y se le acercó un promotor con un vaso de jugo de uva en la mano, hablándole del regreso de la botella de aquella marca que había sido temporalmente retirada del mercado. La mujer tomó el vaso, olió el líquido, y luego volteó a ver la nueva presentación de la botella en la mesa promocional del promotor. Tomó la botella en sus manos y le impresionó comprobar que de hecho el exterior estaba casi 100% igual que antes; si no hubiese leído en internet que solo era jugo de uva, la seguiría confundiendo por una botella de vino tinto.

De pronto la sola idea de probarlo le dio un mal sabor de boca. Dejó el vaso de jugo de uva en la mesita junto a la botella, le dijo “No me interesa, pero gracias” al promotor, y se alejó mientras todavía trataban de hacerla probar el jugo.

Se dijo a sí misma que habría mejores bebidas, alcohólicas o no, en su futuro.
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