Hambre
Publicado por Enovala en el blog El blog de Enovala. Vistas: 223
Se paseaba por el salón despojada de toda prenda y pudor, se mostraba a cualquiera que quisiese verla.
El movimiento de sus caderas producía que el velo con monedas que tapaba su rostro creara un alegre y llamativo sonido. Todos los presentes la miraban, algunos disimulaban más, otros sin vergüenza la miraban fijamente, las mujeres sorprendidas se avergonzaban y bajaban la vista cuando pasaba cerca de ellas.
Era un morena grande, con pechos turgentes, depilada, brillosa, de largas piernas, con un gran trasero duro y redondo, era delgada pero con músculos levemente marcados en todo su cuerpo. Con el cabello largo hasta el comienzo de su espalda baja, lacio, oscuro, negro y llamativo.
Su rostro no se veía, lo tapaba el velo de tul rosa, pero cuando la luz de las velas le alumbraba el rostro se llegaba a distinguir la belleza de sus facciones. Labios gruesos, pómulos marcados, ojos negros y profundos, grandes pestañas, era simplemente hermosa.
La fiesta demasiado concurrida no paraba de asombrarse de la belleza de aquella mujer. Después de un tiempo hombres y mujeres la perseguían con la mirada. Era el único tema de conversación, ya que la situación era demasiado tensa para hablar de otra cosa.
El anfitrión contento de que todos admiraran a su nueva adquisición la paseaba junto a él, la llevaba y la traía para asegurarse de que todos los presentes la hallan visto en todos los ángulos posibles.
La joven morena no tenia expresión en su rostro, estaba cansada, aquellos pisos de madera lastimaban sus pies descalzos. Pero igualmente estaba contenta porque esperaba que entre la gran multitud llegara él.
Entonces cuando tocaron las doce en la gran campana de la iglesia, todos se tensaron y miraron hacia la puerta, simplemente esperando. El anfitrión se paró enfrente de la puerta, con la mujer a su lado y todos los invitados se pararon a su alrededor. Se respiraba la tensión en aquel lugar, todos alertas, serios.
Cuando ya pensaban que nada pasaría se escucharon disparos, el terror corrió por la gran mansión. Las mujeres agarraban a sus niños y buscaban donde esconderse, los hombres buscaban sus armas y bebían grandes tragos de alcohol para tomar valor. El anfitrión no se movió de su sitio, ni soltó a la morena, que permanecía a su lado ahora con una sonrisa en su rostro.
El ruido se fue acercando y el descontrol iba en aumento, hasta que la puerta se abrió de un gran golpe y muchos hombres morenos ingresaron corriendo, generando aún más miedo en los invitados. Rompieron todo a su paso, mataron a todos los que estaban a su alcance, pero nadie toco al anfitrión, ni a la morena, que seguían sin moverse.
Cuando ya todos los mulatos estaban dentro ingreso un hombre negro, enorme, musculoso, era verdaderamente imponente. Con un arma en su mano se paró enfrente del anfitrión y la mujer. Los tres se observaron largo tiempo, ignorando todo lo que sucedía a su alrededor.
Entonces el anfitrión cansado de la espera sacó de su chaleco un arma, pero antes de disparar contra el gran hombre, la morena a su lado con una pequeña cuchilla acabó con la vida de aquel blanco, manchándose de aquel liquido espeso en el proceso.
Ella se alejó de aquel cuerpo y fue al lado del gran hombre, el cual la recibió en sus brazos, para unirse en un beso. Cuando se sintieron listos salieron de aquella casa, ignorando todo a su alrededor, como siempre habían echo.
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