En el Punto de Mira Capítulo 4

Publicado por Mkt en el blog El blog de Mkt. Vistas: 170

Reflexioné un rato y todo me pareció extraño.
-Un momento-dije-¿Como es que esto soldados no han muerto por la explosión?¿Y por qué no hay cadáveres?-Estaba muy confundido, todo esto empezaba a parecerme muy raro.

-Tranquilo Rubiuh-dijo Mangel apoyando sus manos en mis hombros. Poco a poco, sus manos me apretaban más las clavículas, tenía la sensación de que me iba a romper los huesos.

-¡Déjame!-grité.

-¡Tranquilo Rubiuh!-dijo alzando la voz cada vez más-¡ESTÁH MUY ALTERADO!- volvió a gritar con todas sus fuerzas, presionando más y más con sus dedos en mi piel.
Los soldados que estaban al lado, se acercaron y me agarraron. Intenté forcejear, pero no sirvió de nada, eran más y más fuertes que yo.
Gritaba todo lo que podía, suplicando salir de allí.
De repente, me despierto.
Me toco la frente, estoy sudando. Putas pesadillas.
Levanto un poco la cabeza y miro a los lados. Estoy en una habitación negra, totalmente negra. No hay nada, solo la cama, las sábanas y yo. Estoy en calzoncillos, ¿y mi ropa?
Me pongo histérico.
Miro a las paredes, y veo como si todas se juntasen hacia mí, haciendo que la habitación se hiciese cada vez más pequeña. Me iban a aplastar como una hormiga.
Empecé a golpear en las paredes, pidiendo socorro, pero nada. Nadie venía en mi ayuda. Empecé a golpear cada vez más fuerte en una de las paredes negras acolchadas . De repente, me veo incapaz de respirar. Siento como que no hay oxígeno suficiente en la habitación para mí, siento como que mis pulmones rechazan el poco aire que podía darles, me asfixiaba.
Me costaba respirar con normalidad. Me senté en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y con una de mis manos en mi pecho. Intentaba recuperar la respiración, y tranquilizarme, pero no lo conseguía.
No sé ni cómo, de repente, Mangel aparece delante mía.

-Tranquilo…-dice con voz suave y apoyando una mano en mi hombro-Respira y expira-dice mientras lo hace repetidas veces. Yo le imito, y por fin consigo respirar con normalidad.

-¿Ves?-dice poco después-No era tan difícil
Asiento, rápidamente, como un completo gilipollas.
Me tiende su mano y yo le doy la mía. Me ayuda a levantarme.

-¿De dónde saliste?-dije ya mejor.

-De allí-señaló a una puerta abierta de la habitación. Resultó que la puerta estaba camuflada con las paredes, por eso no la ví.
Salí de aquel cuarto, y Mangel detrás mía.
Entré en una especie de laboratorio. Había una mesa de metal, con ropa mía encima. Miré hacia Mangel y echó una mirada hacia la mesa indicándome que me pusiera la ropa. Me giré y la puse.
De la nada, sale Mike.
Estaba perplejo, ¿en serio estábamos aquí?, ¿en este puto sitio?, ¿en
este infierno?

-No, no, no, no-dije repetidas veces mientras me daba la vuelta y me dirigía hacia la habitación-Esto es otra puta pesadilla-dejé a Mangel atrás.
Me agarró de un hombro haciéndome parar.
-No, no es una pesadilla-dijo él

-Si que lo es-dije soltandome. Me dí la vuelta-Volveré a la cama-señalé con el pulgar hacia atrás por encima de mi hombro- y volveré a dormir, y cuando me despierte todo será como siempre.

-No Rubiuh-dijo negando con la cabeza.

-Si-dije totalmente convencido.
Me giré y me dirigí a la cama.

-Ojalá todo se arreglase así señor Doblas-pude escuchar a Mike lejano.
Entré a la habitación, di un portazo detrás mía y me metí en el medio de las sábanas esperando a que esto todo fuera una simple pesadilla, y que me despertaría en mi cama, en mi piso.
Cerré los ojos con suavidad, esperé unos minutos y volví a abrirlos. Levanté la cabeza y miré a los lados, seguía en aquella maldita habitación.
Furioso, me dirigí a la puerta y la abrí bruscamente. Mangel estaba apoyado en la pared a mi derecha, bebiéndose un café en una taza con un dibujo ridículo, y con sus gafas mientras miraba el periódico.

-¿Qué pasa?¿Por qué no me despierto?-me dirigí a Mangel con las manos en el umbral de la puerta.

-No eh una pesadilla, Rubiuh-dijo después de dar un sorbo a su café-Eh la realidad

-No puede ser verdad-dije poniendo una mano en la cabeza y sentandome en el suelo-No puede ser-me repetí a mi mismo susurrando muy bajito. Tenía mi mirada fija en el suelo.

-Sí lo es-dijo apoyando una mano en mi hombro. Ya no sostenía la taza de café ni el periódico. Levanté la mirada hacia Mangel, tenía una sonrisa resplandeciente. Dejaba a la vista sus perfectos y blancos dientes.
Me levanté.

-¡MIIIIIIIIIKEEEE!-grité.
Se trata de un hombre de edad bastante avanzada con un abundoso pelo de color blanco, con unos pantalones de color crema y una camisa de cuadros azul y por encima de todo una bata blanca

-¿Qué pasa?-pregunta acercándose a nosotros.

-¿Que hacemos aquí?-dije acercándome a la mesa de metal, cogiendo una silla de por allí y me acomodé en ella. Estaba convencido de que esto era una broma, esperaba a que me dijera “Inocente”, pero no era 28 de diciembre, así que no creo que fuera coña.
El viejo se acercó a mí y se puso de cuclillas. Apoyó una mano en mi rodilla.

-¿A que te parece que has venido?
La furia y el dolor empieza a correr por mis venas, pero tan pronto me viene el impulso de romper con todo y de cagarme en todos sus muertos, me calmo.

-No me lo puedo creer-digo echándome una mano a la frente y agitando la cabeza en señal de decepción.

-Pues sí amiguito-dice dándome una palmada en la rodilla. Luego se levanta y se va hacia Mangel.

-Venid junto a Peter en cuanto podais-oigo decirle.

-Vale-contesta él.
Mangel viene hacia mi y pone una de sus manos en uno de mis hombros.

-Tenemos que irnos-dice.

-¿Que hacemos aquí?-pregunto lo mismo por segunda vez mirándole directamente a los ojos. ¿No se dan cuenta de que no quiero estar aquí?¿No se dan cuenta de que por mucho que insistan me quiero ir y olvidarme de todo?

-No lo sé, supongo que nos lo dirá Peter-vuelvo mi vista al suelo. Suspiro profundamente y me levanto de la silla.
Mangel me pone una mano en la espalda, me dejo llevar por él.
Después de subir por un ascensor y de pasar por un pasillo largo con muchos despachos, llegamos junto a Peter.
Mangel abre la puerta del despacho. Entro yo primero, luego él y cierra la puerta detrás suya. Me siento en uno de los cómodos sillones de delante del escritorio y Mangel me imita. Peter se encuentra junto a la amplia galería, dándonos la espalda, viendo el paisaje de fuera.

-Bienvenidos chicos-Bienvenidos mis cojones, pienso- Hace mucho que no nos vemos- Peter se tambalea en los talones de delante hacia atrás.
Peter se trata de un hombre de cuarenta y pico de años, castaño, con varias canas, y que viste siempre de traje con sofisticados zapatos en los que te ves reflejado de lo brillantes que están.

-¿Sabeis por qué estáis aquí?-pregunta.

-No-contesta rápidamente Mangel.
Peter se dio la vuelta y se dirigió a su silla. Todo su despacho era sofisticado y caro, excesivamente caro.
Recuerdo el primer día que vinimos aquí. A Mangel le temblaban las piernas y las manos y parecía que en cualquier momento se mearía o se cagaria encima. Yo también estaba nervioso, pero supe disimularlo mejor que él. También recuerdo que él patinaba al hablar, mientras yo respondía a todas las preguntas que nos hicieron sin pensarlo dos veces. Era un recuerdo bonito, pero doloroso a la vez. Venir aquí ese día, trajo consecuencias posteriores que no quiero contar ahora mismo.
Peter se sentó, apoyó sus codos en la mesa, entrelazo sus dedos y encima de sus manos apoyó su barbilla.
-Pues bien-hizo una pequeña pausa-os lo contaré
Se levantó y se dirigió a la mesilla de los licores. Se sirvió lo que supongo que será un licor inglés muy caro.

-¿Quereis?- nos ofreció. Negamos con la cabeza. Después de servirse, volvió a sentarse en su silla.

-Desembucha Anderson, no tenemos todo el día-reprochó Mangel mientras él daba un trago a su bebida.

-Tengo una mala noticia chicos-siguió Peter. Dejó su vaso de whisky en la mesa-Tenéis que reincorporaros.
Me dejé caer en la silla. Mangel, abrió exageradamente la boca.

-Lo sabía-dije en bajo a mí mismo-¡LO SABÍA!-repetí gritando hacia Peter mientras me ponía de pie.

-Tranquilízate Rubén-contestó.

-¡MIS COJONES!-dije alterado. Estar aquí me ponía enfermo, me venían recuerdos muy dolorosos a la mente-¡SABÍA QUE NUNCA SALDRÍAMOS DE AQUÍ!
Peter sacudió la cabeza en señal de decepción.

-Haz el favor de sentarte-suplicó.
Me senté y le pegué un golpecito en el brazo a Mangel indicándole con la mirada que dijese algo, pero no lo hizo.

-No pienso hacer nada-contesté furioso.

-Teneis que hacerlo. Sois nuestra única esperanza.

-¿Tan mal está la cosa?-consiguió articular Mangel. Yo y Peter le miramos.

-Pues sí-dijo intercalando la mirada. Primero a Mangel, luego a mí, a Mangel, a mí. Así a la par que hablaba-Las cosas han cambiado desde entonces-hace una pequeña pausa-El mundo está en peligro
Mangel abre los ojos como platos, tanto, que tengo miedo de que se le salten y reboten contra el cristal de sus gafas volviendo a su sitio. Típica escena de dibujos animados, pero en la vida real sería muy asqueroso presenciar eso.

-No será para tanto-digo torciendo la cabeza hacia otro lado en señal de indiferencia.

-Sí que lo es-dice. Se acerca un poco más a nosotros y nos habla susurrando, como si quisiese que nadie de fuera nos escuchara-Os seré sincero. Por ahí fuera hay alguien realmente peligroso, más de lo que os imaginais. Por culpa de ese delincuente estamos escasos de personal

-Q-q-quieres d-decir, ¿muertos?-tartamudea Mangel hablando en un tono tan bajo, que me cuesta comprender lo que dice.
Giro mi cabeza instantáneamente hacia Peter. Trago saliva con dificultad.
Peter asiente disgustado. Nunca, en todo el tiempo que estuve aquí, lo vi así. La cosa debe estar mal de cojones.

-¿Fueron dos hombres a vuestra casa no?- dijo él. Asentimos los dos a la vez- Pues esos resultan ser cómplices de ese malvado peligroso. Os buscaban. Saben que sois los mejores, y si acaban con vosotros tendrán el poder del mundo. Sois los únicos que pueden derrotarlos y salvarnos.
En ese momento, tenía la sensación de estar una peli de superhéroes, y yo era el héroe.
Bueno, con Mangel.

-Os pusieron un gas que produce alucinaciones constantes. Dependiendo del organismo de cada persona, puede llegar a dar alucinaciones eternamente.

-¿Cómo?-pregunta mi mejor amigo

-Es decir, ¿podríamos estar durante el resto de nuestra vida viviendo un sueño?-digo

-Mejor dicho, una pesadilla-me corrige.
En ese momento me dí cuenta que lo de mi supuesto secuestro en aquel búnker había sido una alucinación causada por el gas. Entonces, nada de aquello había ocurrido. Menos mal.
Al principio tenía la sensación de que había pasado de verdad, pero esto me deja más tranquilo.

Después de esto, el jefe nos dijo que nos daba 48 horas para ir a nuestros respectivos pisos, coger nuestras pertenencias más preciadas, despedirnos de nuestros familiares más cercanos por una temporada (quizás para siempre) y que al pasar dicho plazo tendremos que volver aquí para entrenarnos a fondo.
Necesitas tener sesión iniciada para dejar un comentario