Día 29

Publicado por Marina en el blog Marinaland. Vistas: 501

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Hice muchas travesuras, de hecho fui una niña bien traviesa, pero recuerdo una vez cuando fuimos de vacaciones al rancho de mis abuelos al norte del país. Mi hermano mayor vivía con ellos, así que no se crió con sus padres ni hermanos, (o sea nosotros), por lo tanto mi abuela lo amaba más que a sus propios hijos y todo lo que hacía lo hacía para él. Allá se acostumbraba almorzar y cenar todos los días con tortillas de harina de trigo y por la tarde se comía con tortillas de maíz, así que mañana, tarde y noche se torteaba. Bueno, resulta que a mí me encantaban mucho (todavía) las tortillas de harina y como mi madre no nos hacía muy seguido porque donde vivíamos no se acostumbraban, entonces comprenderán el antojo que diariamente tenía, pero mi abuela sólo nos daba un par a la hora de almorzar y cenar, pero sí le daba todas a su querido hijo (o sea mi hermano, el que vivía con ella), luego las tortillas que sobraban las ponía en una canasta y las colgaba del techo, muy altas para que no las alcanzáramos mis hermanos y yo. La verdad, con mis ocho años podía sentir mucha rabia por notar la diferencia del trato... digo, yo también era su nieta (sí, pero yo no vivía con ella, y ahí estaba la diferencia). En fin que una tarde que no pude controlar mi enojo porque no me quería dar una tortilla más, la espié hasta que salió de la cocina, bajé una silla de la mesa a donde las subía para que no las usáramos sino hasta que comíamos y trepándome a ella, valiéndome del palo de la escoba porque el techó sí que estaba alto, logré bajar la canasta. ¡Oh, grandioso! ¡Ricas tortillas! Hechas por manos expertas, grandes y redondas (se me hizo agua la boca) ¿Creen que me las comí? ¡No! En mi ira fui y se las eché a los cerdos porque me dije: "ni para mí, pero tampoco para él". Ah, con tantas ganas que tenía de una tortilla. ¿Fue una travesura? Yo creo que sí, porque más tarde llegaron mi abuela y mi hermano y cuando iba a darle todas sus tortillas de media tarde, ¡ja! También se quedó con el antojo... por diez minutos. Enseguida mi abuela se puso a hacerle más.

Así es la vida en ocasiones. Allí entendí que a veces hace uno cosas que no vale la pena hacer xD
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