Coincidencias.

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Como mirar por la ventana mientras llueve, y fijarte en una de las gotas que por ella resbala, deteniendo el tiempo. Quizás no te preguntes el porqué de haber puesto tu atención en aquella gota entre muchas otras que distorsionaban tu visión tras la ventana. La escogiste a ella. A veces parece que la vida sigue un curso totalmente aleatorio, sin mapas ni caminos, sin ecuaciones con soluciones claras, ni siquiera un sentido.

Yo soy de esas personas que, sin que tenga demasiada importancia, indago en el porqué de las cosas. Simple curiosidad, tal vez, pero opino que el poder de la coincidencia es mayor de lo que la vida, totalmente aleatoria, nos presenta.

Cuando te conocí a ti, la hora, el momento, la situación, las palabras. Como apretando cuidadosamente las teclas del piano, formando un sonido melodioso y claro. Porque las sinfonías fueron compuestas con la coincidencia de que dos notas sonaban bien juntas y quizás no tanto con las otras.

La programación de la vida está para que ocurra cuando debe ocurrir, quizás, quién sabe. Que una persona entra en ella para quedarse, para irse, para aprender contigo o para darte una lección importante.

Pero a veces le grito al universo, y le pido una respuesta lógica, porque si las coincidencias tratan de crear lazos con alguien, con algo, para que después te sea arrebatado por cualquier cosa o vete tu a saber de qué manera, ya sea un adiós, un enfado, una confusión, una injusticia o un malentendido, no lo quiero en mi vida.
Pero gracias por pasar por ella, en la contradicción de mis palabras, agradezco la coincidencia de haberte tenido, porque todo, por pequeño que sea, te hace más grande.

Y ahora es cuando encuentro el poco sentido de mis palabras, o tal vez el gran significado, o quizás... sea un mensaje. O puede, solo puede, que busque una coincidencia más hoy, o dos, o tres...

Seguramente esté buscando la explicación de todas ellas, porque en verdad la vida es puramente aleatoria y mi pensar, claramente, bipolar.

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