Capítulo 9, Parte 2

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Sin ni siquiera esperar a recibir una confirmación por parte del italiano, la chica se abrió paso entre el gentío y desapareció, seguida por la mirada de todos los del grupo. Odd observó con incredulidad la bebida que tenía en la mano, y con la otra se restregó la cara cómo si intentara despertar de una terrible pesadilla.

— Chicos, decidme la verdad… La estoy cagando con Jules ¿no? — Jérémie, Ulrich y Yumi no pudieron evitar asentir con la cabeza. — Joder… Pero ¿qué es lo que hago mal?

— Primero de todo, empieza por dejar de llamarla “Jules”, Odd. Es obvio que no lo soporta. — comentó Yumi.

— … ¿En serio? ¡Venga ya!

— Es bastante evidente que lo odia. – dijeron Ulrich y Jérémie a la vez.

— ¡Pero si es un apodo genial! ¡Muy artístico! A ti te gusta que te llame “Einstein”, ¿verdad, Jérémie?

— Digamos que he aprendido a tolerarlo, pero de eso a que me guste… No te pases, Odd. — le respondió Jérémie, con una mueca de desaprobación en los labios.

— Ningún apodo es genial, tío, por muy artístico y original que sea. A la gente hay que llamarla por su nombre. — declaró Ulrich.

— Está bien, he pillado el mensaje… Julia. Julia y punto. — el italiano resopló con resignación. — … ¿Algo más que deba saber?

— Sí, hay otra cosa. Muy importante, Odd… Deja de acosarla. — continuó Yumi.

— ¿¿QUÉ?? ¡¡Pero si yo no la acoso!!

— Sí que lo haces… Tooooooodo el tiempo. Cada vez que hablas con ella es para intentar ganártela a toda costa.

— ¡Esperad un momento! Por si no lo sabíais, a eso se le llama “juego de seducción”. Y, que yo sepa, a mí siempre me ha funcionado…

— Odd, permíteme comentarte una cosa. — Jérémie se recolocó las gafas antes de continuar. — Cuando a ti te gusta alguien, pero ese alguien no muestra interés por ti desde el principio, tu maravilloso “juego de seducción” se transforma rápidamente en un “juego de persecución”. No sé si me entiendes…

— Exacto… Mira, colega, si ella no ha sido receptiva en todo un mes, dudo que nunca lo sea. A veces hay que saber leer las señales, ¿comprendes? — dijo Ulrich.

— Pero, chicos… — Odd sabía que sus amigos tenían razón, pero parecía que se resistía a admitirlo. — Dios, es que Julia me fascina… De verdad que me vuelve loco.

— Lo sabemos, Casanova. — Yumi le sonrió compasivamente mientras le colocaba una mano caritativa en el hombro. — Pero está claro que ella no siente lo mismo, Odd. Tienes que aceptarlo y pasar página, por mucho que te duela.

— Ya… Supongo que es lo que hay.

Odd observó pensativo el vaso de sangría de Julia una vez más, como si estuviera recapacitando sobre el comportamiento que había tenido con ella hasta el momento. Sus amigos intentaron animarle, con algún que otro golpe de cadera y tiernas palmadas en la espalda. “¡Ahora no te vengas abajo, campeón! Sigues siendo el mejor tira-cañas del estado.” bromeó Ulrich, y el italiano carcajeó agradecido. En ese instante, Julia reapareció y, sin ni siquiera mirar a Odd a la cara, le quitó con firmeza su vaso de sangría de las manos. La chica mojó primero sus labios con el contenido para degustarlo, y seguidamente le dio un trago más grande. Con el ceño fruncido, miró fijamente a Odd, y esperó unos segundos antes de darle su veredicto. El chico le devolvió una mirada aterrorizada, mientras notaba como una fría gota de sudor le bajaba por el cogote. Finalmente, en el rostro de Julia se dibujó una expresión de mezcladas sorpresa y satisfacción.

— Uauh… Está realmente buena, Odd.

— Joder… Casi me da un soponcio… Menudo susto me has dado… — Odd suspiró aliviado, aunque notaba como el corazón aún le iba a cien por hora.

— En serio. Deliciosa. No tengo nada malo que decir.

— ¡Genial, entonces! Me alegro mucho de que te guste, Ju… ehmm… Julia.

La española quedó boquiabierta. ¿Lo había oído bien? ¿O había sido su imaginación? Odd Della Robbia la había llamado por su nombre… ¡su nombre de verdad! A Julia le pareció de lo más inverosímil lo que acababa de suceder, y observó pasmada a los otros tres, los cuales intentaron aparentar no haberse enterado de nada. De repente, notó como si inhalara una ráfaga de aire fresco, y se sintió igual que si hubiera vuelto a nacer. Al parecer, la gente podía darse cuenta de sus errores, e incluso cambiar a mejor. Eso la alegró tanto que no pudo evitar dedicarle al italiano una de las sonrisas más radiantes y dulces que le podía ofrecer. Esa increíble sonrisa hizo que la taquicardia de Odd se intensificara aún más, y se le puso la cara roja como un tomate.

De golpe y porrazo, una figura masculina brotó de la nada y pasó un brazo tatuado por el cuello del italiano. “Odd, tío, tienes que ver a la yanqui de Jade moverse… Colega, ¡esta chavala es la puta polla en vinagre, en serio! Os lo robo un segundo, chicos, ¿vale?”, y sin esperar respuesta de nadie, lo arrastró con él hacia el centro del comedor, donde se desenvolvía la batalla de baile.

Una reventada Aelita puso música de fondo después de una intensa y duradera sesión de DJ. El calor invadía su cuerpo, igual que la emoción de haber podido conectar con el público de forma tan fluida. Esa sensación de plenitud y de autosuperación era lo que necesitaba para impulsar su inspiración al crear música, y estaba totalmente dispuesta a aprovecharse de ello. En ese momento, su cabeza era un hervidero de nuevas ideas que pedían a gritos ser materializadas, pero Aelita sabía que se merecía un descanso. Intentó disimular su euforia, dio las gracias a los presentes, y bebió ansiosa de una botella de agua que Odd le había dejado apartada para cuando terminara. Después de ser acribillada por montones de enhorabuenas, consiguió reunirse con sus amigos. Jérémie la besó con dulzura en los labios, y Yumi y Ulrich le dieron dos tiernos abrazos.

— Has estado impresionante, Aelita. Como siempre. — la felicitó Ulrich.

— Si no eres famosa aún, te queda bien poco, ¡te lo aseguro! — la vitoreó Yumi.

— Muchas gracias, chicos, de verdad… No os podéis imaginar lo contenta que estoy de pinchar de nuevo. Es agotador, pero vale la pena. ¿Te ha gustado, Julia?

— Por desgracia, me lo he perdido casi todo… Hace poco que he llegado, y no he podido disfrutar mucho de tu música… Espero que pronto haya una próxima vez.

— ¡Más pronto de lo que crees! Sólo me estoy tomando un descanso. Dentro de un rato volveré a salir. No os vais a librar de mí tan fácilmente…

— ¿¡En serio!? ¡Eso es genial! — dijo Julia, entusiasmada.

— Aelita, yo… espero que no te importe, pero me iré de vuelta a la academia muy pronto. — confesó Jérémie.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Hay demasiada gente aquí… Estoy agobiado, acalorado, y encima gracias a estos dos, ahora tengo ginebra circulando por mis venas.

— Oh, vamos, Jérémie… Ni que fueras alérgico al alcohol… — comentó Yumi, quitándole importancia al asunto.

— Oye, no me sienta nada bien beber, ¿de acuerdo? Pierdo agilidad mental y mi cuerpo se siente cómo… no sé… bastante débil.

— ¿Y realmente crees que eso sólo te pasa a ti? Que tierno… — confesó Julia, y los demás estallaron a reír.

— ¿Verdad? Es una auténtica monada. — bromeó Yumi, a carcajada viva.

— No tienes por qué beber más si no quieres. Pero quédate un ratito más, al menos hasta que vuelva a pinchar. Por favor… — Aelita puso ojos de cachorrito, y eso fue demasiado para Jérémie, el cual no pudo evitar sonreír.

— … Vale, está bien. Si me lo pides así, no puedo negarme. ¡Pero cuando se acabe tu tiempo de descanso, no me quedaré ni un minuto más!

— Eres la monada tierna más maravillosa del mundo. — Aelita abrazó a Jérémie con fuerza, y le llenó la mejilla de besos. — Por cierto, ¿qué hay que hacer aquí para que a una le sirvan una copa?

— Aelita, ¡no has podido ser más oportuna! Yumi y yo íbamos a buscar dos cervezas más. Ya te traemos algo. Julia, ¿te apetece un vaso más de sangría? — preguntó Ulrich.

— No, gracias… ¿Vosotros habéis visto el tamaño de este barril? Aquí tengo trabajo para un buen rato.

— Entendido. ¿Jérémie?

— Una tónica… ¿Os ha quedado claro esta vez? Lo repetiré por si acaso: UNA tónica. SOLAMENTE UNA tónica, por favor.

— ¡Que sí, hombre, tú tranquilo! — gritó Yumi, cuando ya se había adentrado en el pasillo hacia la cocina.

Jérémie suspiró aliviado, ya que por la respuesta de Yumi le pareció que sus dos amigos habían entendido bien el mensaje. Sin embargo, Julia no lo tenía tan claro. Se giró hacia el francés, con una juguetona sonrisa en sus labios, y señaló “Sabes que regresarán con otro Gin tonic, ¿verdad?”. El rostro confiado de Jérémie se transformó de repente en una expresión de auténtica inquietud. “… Oh, mierda.”, dijo sin querer, y a Aelita le saltaban las lágrimas de tanto reír.
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