Capítulo 8

Publicado por BndW Owl en el blog El blog de BndW Owl. Vistas: 22

Ulrich miró la hora en su móvil. Las 21:10. Perfecto. Puntualidad alemana. Había quedado con Yumi a las 21:15h para ir juntos a casa de Odd, y él ya se encontraba a poco más de una calle de distancia de la residencia Ishiyama. En realidad, la fiesta ya hacía como una hora que había empezado, pero entre el artículo para Literatura Universal de Yumi y la sesión de entrenamiento de Pencak Silat de Ulrich, ninguno de los dos pudo estar allí a tiempo. Aún y haber informado a su amigo de su retraso, Odd les acribillaba a mensajes: “¿Os habéis perdido? ¿¡Dónde cojones estáis!?” “No traigáis cerveza, que vamos sobrados.” “¡Mierda! Comprad vasos de plástico. Maxi-paquetes.

— Que sí, Odd, que sí… Puto toca-huevos, hay que joderse… — susurró Ulrich, mientras llamaba al timbre.

La puerta se abrió, y allí estaba ella. Preciosa, más que nunca. Camisa de cuadros anudada a la altura de la cintura, pantalones de cuero ajustados, y un ligero toque delineador de ojos. Una mezcla deliciosa que deshizo al chico por dentro. El alemán tuvo que aguantarse una vez más las ganas de abrazarla. Amigos, Ulrich. Sólo amigos.

— A y quince exactos. Increíble. ¡Eres realmente bueno!

— Lo prometido es deuda… Por cierto, me gusta tu bolso, Papá Noel.

— Toneladas de vasos de plástico. Por suerte, no pesan nada. ¿Nos vamos?

Su olor. Ese dulce aroma era algo que la enloquecía una y otra vez. Yumi sintió el perfume natural de Ulrich como una brisa de aire fresco cuando empezó a caminar a su lado. Observó su atuendo con disimulo. Estaba realmente guapo. El combo de sudadera y tejana era un clásico en el alemán, pero esta vez, llevaba una camiseta con el cuello suficientemente bajo para dejar a la vista el pelo de su pecho. La chica apartó rápidamente la mirada hacia las farolas encendidas… Amigos, Yumi. Sólo amigos.

— ¿Pudiste acabar el artículo antes de que llegara?

— Mañana por la tarde le daré los últimos retoques, pero la parte dura ya está hecha. ¿Cómo fue tu clase de Pencak Silat? Supongo que serás el bebé del equipo…

— La verdad es que sí, aunque te aseguro que eso no les ha ablandado el espíritu… Me han machacado bien, esos cabrones. Pero ha sido divertido.

— Tranquilo, aprenderás rápido. Y en pocos días, veremos quién machaca a quién…

— Más bien en pocos meses, pero te agradezco el cumplido. — la corrigió Ulrich, a la vez que le daba un suave golpe de codo a la chica. — ¿Tienes tiempo de seguir con tu libro ahora que ya no estamos de vacaciones?

— Qué va, voy retrasadísima… Cuando tengo un momento para escribir, el plasta de mi hermano me molesta, o mis padres me piden ayuda con las tareas de casa… William me dijo que, a este ritmo, lo terminaré cuando camine con bastón. — Yumi rio mientras esa imagen le pasaba por la cabeza.

— … Vaya, no sabía que seguías hablando con William... ¿Cómo le va por allí?

— Sí, hablamos… Aunque sólo de vez en cuándo… Está bien, siempre liándola parda, ya le conoces. Tengo la sensación de que esos norteamericanos pronto lo mandarán de vuelta a Francia de una patada en el culo si no se comporta.

Yumi continuó riendo, intentando sacarle importancia al tema de que ella era la única del grupo que aún mantenía el contacto con William Dunbar, especialmente después del problemón en el que les metió en Lyoko. Algo le decía a Ulrich que la japonesa escondía algo, pero no le costó mucho dejar de preocuparse. Yumi siempre se había caracterizado por ser la reina del misterio, y el chico sabía perfectamente lo poco que le gustaba a su amiga que le hicieran demasiadas preguntas. Al llegar a la parada del autobús, la japonesa le pasó la bolsa llena de vasos de plástico a Ulrich con cierta irritación. “Coge esto un momento. Estoy hasta las putas narices de mi pelo.” Yumi se recogió su larga cabellera en un alto y despeinado moño, dejando al descubierto la blanca piel de su cogote. No hubo nada que el alemán deseara más en ese momento que besar esa suave y tierna nuca. Amigos, Ulrich, joder… Sólo amigos, y nada más.

Yumi no se sentía orgullosa de sí misma. En absoluto. Estaba metida de lleno en un lío de cojones. Había entrado en una red de mentiras y encubrimientos de la que no sabía cómo salir. Ninguno de los chicos sabía lo de William, aunque éste pensara que sí. Y tampoco sabían nada de su futuro viaje a Japón… Tampoco William. El chico creía que, al regresar a Francia desde San Francisco, Yumi estaría esperándolo con los brazos abiertos. Pues menuda sorpresa se iba a llevar… La chica tomó la bolsa de nuevo y dijo “Qué alivio. Así está mucho mejor, ¿verdad?”. Ulrich le dedicó la sonrisa más dulce del mundo, sin llegar a responderle. No le hizo ninguna falta. Mierda, Yumi, sólo amigos, ¿recuerdas? Amigos y punto…

En poco más de media hora, el autobús les dejó a dos calles del domicilio de Odd. Y a medida que se iban acercando, empezaron a escuchar los graves zumbidos de una cabina tocadiscos acompañados por risas y voces alegres. Cuando los dos adolescentes llegaron a la entrada del jardín, quedaron atónitos al observar el ambiente. Allí había gente, muchísima gente. Los fumadores se amontonaban en pequeños círculos a lo largo de la parcela, y a través de las ventanas se podían visualizar las figuras de múltiples individuos moviéndose de un lado a otro de la casa. Ulrich tocó el timbre exterior, con pocas esperanzas de ser oído por nadie. Sin embargo, varias personas en el jardín gritaron al unísono “¡ODD, PUERTA!”, y al cabo de pocos segundos, el portal se abrió automáticamente y el italiano salió de la casa con dos cervezas en mano para recibir a sus amigos.

— ¡Ya era hora, joder! ¿Traéis los vasos?

— Tu simpatía es abrumadora, gilipollas… — dijo Yumi, tirándole el saco a los pies.

— Tía, lo siento, ¿vale? Algunos quieren hacerse cubatas, y paso de que la gente use los vasos de cristal. — Odd recogió la bolsa con la mano libre, mientras con la otra les ofrecía las cervezas ya abiertas. — Gracias por salvarme el culo por milésima vez.

— … ¿Y?

— … Y mis disculpas por haber sido un capullo integral, oh su excelentísima eminencia Yumi, diosa del Olimpo, me merezco la muerte más cruel, blah blah blah…

— Creo que un simple “lo siento” hubiera bastado, Odd. — se burló Ulrich.

— Callaos y empezad a beber ya, coño, que a la birra se le van las vitaminas.

Los tres rieron con ganas, y mientras Yumi y Ulrich daban sus primeros tragos, siguieron a Odd hasta el interior de la casa. Y fue entonces cuando sus temores fueron confirmados. Allí dentro no sólo había alumnos de Kadic, sino también un montón de gente a la que no habían visto en su vida, pero que Odd conocía de fuera de la academia. “Tío, diría que esto se te ha ido un poco de las manos...” Ulrich evitó por los pelos impactar contra una pareja de desconocidos que se estaba comiendo la boca en medio del pasillo. “Qué va, colega, está todo bajo control… ¡Dale duro a ese guaperas, Janine!” gritó el italiano, y Janine le levantó el dedo pulgar a Odd sin dejar de besar a su conquista.

Odd les abandonó de repente para dejar los vasos en la cocina, pero antes les indicó que siguieran hacia el comedor para disfrutar de la fiesta. Así lo hicieron, y allí al fondo se encontraba ella, en todo su esplendor. Una radiante Aelita pinchaba maravillas sin cesar, y estaba siendo vitoreada por un público de lo más animado. No se podía negar que esa chica llevaba el ritmo en las venas. Sabía perfectamente qué sonidos mezclar y cuándo mezclarlos, creando puras genialidades musicales que, sin lugar a duda, llegaban al nivel de artistas del techno como Daft Punk. Su estilo volvía loca a la gente de la fiesta, hasta al punto en el que algunos de ellos se batían a duelos de baile… Y no lo hacían nada mal.

— Joder, Aelita está que se sale… ¿Y de dónde ha sacado Odd a todos estos prodigios? — preguntó Yumi, mientras saludaba a su amiga con la mano.

— Ni idea, pero sólo con ver lo entusiasmada que ella está, me alegro de que los haya traído. — contestó Ulrich, devolviéndole el saludo a su amiga desde la distancia. — Mírale la cara… No puede estar más feliz.

De pronto, los chicos divisaron a Jérémie abriéndose paso entre la multitud para acercarse a ellos. Cualquiera podía intuir que las masificaciones no eran su estilo. Su pelo rubio estaba algo despeinado, y aunque una camisa blanca le pareciera adecuada para ir a clase, no lo era en absoluto en un ambiente como ese. Tuvo que dejársela por fuera de los pantalones y doblarse las mangas para evitar asfixiarse por el calor. Ulrich y Yumi no pudieron evitar ahogar una risita al verle.

— ¿Cómo lo llevas, Jérémie? Te veo algo sofocado… — bromeó Yumi.

— Tan pronto como Aelita se tome un descanso, me iré de aquí… Si he accedido a venir ha sido para apoyar a mi novia, pero nada más. Achicharrarme rodeado de gente que no conozco de nada no es lo mío.

— Pero es que vamos a ver, tío… ¿Cómo se te ocurre venir con camisa de vestir a una fiesta como ésta? Podrías haberte cambiado de ropa después de clase, para variar. — Ulrich sonreía a su amigo mientras le daba una palmada en la espalda.

— ¡No pensaba que habría tanta gente! Odd se ha pasado tres pueblos corriendo la voz… Lo siento, chicos, sé que acabáis de llegar, pero a mí este rollo no me va…

— Tómate algo con nosotros al menos. Iré a buscarte la bebida si hace falta, y de paso cogeré dos birras más. — Yumi se terminó su cerveza, y se tomó la libertad de quitarle a Ulrich su botella de las manos, que ya llevaba varios minutos vacía. — ¿Qué te traigo?

— Una tónica está bien. Gracias.

— Enseguida vuelvo con dos cervezas y un Gin tonic.

— ¿¡Qué!? Yumi, espera, ¡ni se te ocurra! ¡YUMI! — gritó Jérémie, pero su amiga ya había desaparecido entre el gentío, y Ulrich no podía parar de reír.

…​

Julia notaba su rostro algo acartonado. Había permitido que Sissi la maquillara un poco para la fiesta, y ya se estaba arrepintiendo de ello. No pudo negar que los resultados fueron increíbles… Seguía siendo su cara de siempre, pero con un cierto je-ne-sais-quoi que no se podía describir con palabras. Aun así, no se sentía del todo cómoda, aunque las chicas la llenaran de cumplidos. “Ahora sí que no te sacarás los moscardones de encima, cari… Bueno, ya sabes a lo que me refiero.”, insinuó Sissi, y Julia reía por fuera y maldecía por dentro.

Las chicas fueron las últimas en llegar. Elegantemente tarde, tal y como ellas solían decir. “Es una pena que al final Heidi no haya podido venir…” dijo Françoise, a lo que Helena respondió “Escapar de unos padres tan rígidos no debe ser nada fácil. Debería haberse inventado cualquier cosa, esa tonta…”, y Sissi añadió “Ai chicas, ¿y qué más da eso ahora? Mientras Ulrich esté allí dentro, todo lo demás me importa bien poco…”. Julia pensaba en que habría dado un brazo para estar en la situación de Heidi. Sabía perfectamente porqué estaba allí, por la misma razón por la cual Sissi había insistido tanto en que asistiera. Pero poco importaba eso ahora. Una fiesta era una fiesta, y ella lo iba a dar todo. Y si alguien le tocaba demasiado la moral, ya se encargaría ella personalmente de hacerle saber quién era la auténtica Julia Santana.
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