Capítulo 4, Parte 2

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— ¡Aquí estás! Me avisaron de que llegarías a esta hora. Bienvenida.

— Siento el retraso. Hubo algo de tráfico y…

— No te preocupes, yo también me topé de lleno con el atasco. Hace poco que hemos empezado. Dame un segundo. — Brenda pidió la atención de todos con las palmas. — Bueno chicos. Tengo el placer de presentaros a vuestra nueva compañera de clase. Su nombre es Julia Santana, y se ha mudado hace poco a París desde la ciudad de Barcelona.

— ¿Santana? ¿Cómo el músico? – preguntó con curiosidad Nicholas Poliakoff.

Julia sonrió a la pregunta, la cual ya se la habían hecho como unas ochenta mil veces desde hacía varios años.

—Exacto… Sólo que, a diferencia de él, yo no he tocado la guitarra en mi vida.

Esa respuesta generó una risa contagiosa que se esparció a lo largo de la clase. La nueva, sin dejar de sonreír, se encogió de hombros y añadió el comentario “Siento decepcionaros”. La profesora Kensington colocó sus manos encima de los hombros de Julia y prosiguió.

— Como os decía, Julia empezará clases con nosotros, y está inscrita en el Bachillerato científico. Hoy mismo se ha instalado en una de las habitaciones de la academia, así que confío en vosotros para ayudarla a adaptarse a su nueva vida ¿de acuerdo?

— Gracias, profesora. Y encantada de conoceros a todos.

Todos sonrieron. Definitivamente, esa chica sabía cómo dar una muy buena primera impresión. Fue entonces cuando los ojos de Brenda repararon en Odd, el cual seguía mirando a Julia sin pestañear y con la boca medio-abierta.

— ¿Odd?… ¿Tú no ibas a la enfermería?

— ……………… ¿Qué? — contestó él, saliendo de su trance.

— ¿El dolor de estómago te ha hecho perder la conciencia?

— En realidad… De repente, me encuentro mucho mejor, profe. Creo que… volveré a mi sitio. — dijo Odd mientras cerraba la puerta con suavidad.

— … ¿No me digas? – Brenda suspiró con apatía, demostrando las pocas ganas que tenía de discutir. — Entonces siéntate, y no vuelvas a interrumpir en todo lo que queda de clase, te lo pido por favor…

El chico regresó lentamente a su asiento, sin dejar de observar a Julia de reojo, que se dirigió a ocupar la silla vacía al lado de Sissi Delmas. Aelita se aguantaba la risa mientras le susurraba a Jérémie al oído “Parece que nuestro Casanova ya tiene algo con lo que distraerse en clase”. Éste no pudo estar más de acuerdo. No hacía falta ser muy listo para intuir que su colega tenía una nueva obsesión, y esa era Julia Santana.

Al finalizar la clase, Sissi echó su larga cabellera negra hacia atrás y dirigió su pícara mirada hacia su compañera de pupitre. Desde el primer momento, ella vio en Julia Santana potencial para ser una más de sus fieles seguidoras y, aunque en su opinión le sobrara algún que otro kilo, la nueva era bastante guapa y tenía madera de diva. Sissi Delmas no se podía permitir echar a perder esa oportunidad de oro, y le saltó encima como una leona sin pensárselo dos veces.

— Creo que no nos hemos presentado como es debido. — dijo, mientras se colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja. — Soy Sissi Delmas, la hija del director de esta academia. Cuenta conmigo para todo lo que necesites, Julia. Yo también tengo una habitación aquí, ¿sabes? la más grande de todo Kadic, por supuesto… Pásate algún día. Puedo dejarte mi maquillaje si quieres…

— Te lo agradezco, Sissi, eres muy amable. La verdad es que no suelo usar maquillaje, pero lo tendré en cuenta, gracias.

— Espera, alucino… ¿Me estás diciendo que esas super pestañas tuyas no llevan rímel? — Sissi exageró su sorpresa, llevándose una mano a la boca. — … Tía, que fuerte. Eres todo un bombón. ¡Me encanta!

Julia se reía con ganas. Sissi le parecía bastante graciosa, y aunque no le costó mucho adivinar sus intenciones por los comentarios que hacía, no le caía nada mal. En ese momento, los dos estudiantes sentados delante de su pupitre se giraron hacia ellas, mostrando unas sonrisas tímidas y algo bobaliconas. “¿De qué habláis, chicas?”, preguntó el más enclenque. Sissi resopló molesta por la interrupción, y a regañadientes, introdujo la nueva a los dos chavales.

— Julia, cari, este gafotas de aquí es Herb. — dijo ella, señalando al pequeñín de grandes lentes. — Y este otro es Nicholas, el que antes ha hecho la estúpida pregunta sobre tu apellido…

— Sissi, eso no ha sido muy bonito por tu parte… — se quejó Herb. La sonrisa de Nicholas se desvaneció automáticamente, y avergonzado, bajó la mirada.

— Tranquilo, Nicholas, a mí no me pareció una pregunta estúpida. No te preocupes. — Julia le guiñó un ojo, y el ruso fortachón se enrojeció al momento.

— Eres demasiado buena chica… Pero tengo que admitir que estos dos pueden ser bastante útiles. Si alguien te molesta, Nicholas se encargará de que nunca vuelva a hacerlo. Y Herb te ayudará con los deberes y trabajos siempre que quieras. No se puede negar que es bastante listo. — insinuó Sissi. — Tómatelo como un regalo de mi parte.

— Así que un atleta y un intelectual… Tienes unos guardaespaldas de primera, Sissi. — indicó Julia con una sonrisa, y los chavales no pudieron sentirse más halagados. “No exageres, mujer…” decían, mientras intentaban ocultar el rubor de sus mejillas.

— Sí, supongo que no me puedo quejar… Hagamos una cosa. Ya que, desde hoy, eres oficialmente una más de la familia, voy a ponerte al día con todos los personajes que puedes encontrarte por aquí. Empezaremos por los más importantes: los tíos. — Sissi se giró y señaló a alguien con la mirada. — ¿Ves a ese buenorro al fondo de la clase?

Julia volteó la cabeza, y observó con interés a un chico de pelo castaño, alto y corpulento, que se apoyaba contra la ventana mientras conversaba con una chica de pelo rosa bastante mona. Definitivamente, su “sex appeal” era irrefutable, y su presencia no pasaba para nada desapercibida.

— Ese es Ulrich Stern. Una ricura, ¿verdad? También está en el Bachillerato científico, igual que tú. — de repente, el rostro relajado de Sissi se transformó en una expresión amenazadora hacia Julia. — Pero ni se te ocurra ir a por él, zorra… Ese guaperas es mío, ¿queda claro?

— Vale, jefa, entendido. — respondió Julia con firmeza, a la que curiosamente, le estaba pillando el gustillo a la actitud de chica mala de su compañera.

— Así me gusta. — A Sissi se le escapó una risita tonta mientras Julia le hacía la señal de OK con la mano. — También está el friki que se sienta a su lado.

— Sí, se llama Odd ¿verdad?

— Ándate con ojo con ése... Va de chulito bohemio por la vida. Seguro que tarde o temprano intentará llevarte a la cama. No te dejes engañar por su encanto seductor… Para él, las chicas son sólo un pasatiempo. Bueno, es italiano, con eso te lo digo todo.

Julia observó detenidamente a Odd. Era casi tan alto como Ulrich, de pelo rubio alborotado, y una actitud de holgazán que se olía a kilómetros. Sus pintas de hippie colgado chocaban brutalmente con las del chico de gafas con el que hablaba, el cual parecía todo un señorito de la alta sociedad. Aun sabiendo lo que Sissi le acababa de contar, la nueva tenía que admitir que ese chaval le parecía de lo más atractivo, y tenía una sonrisa preciosa… En definitiva, poseía todas las papeletas para ser el Don Juan del curso, y la verdad, no había nada que Julia soportase menos en un tío.

Cuando el profesor Gilles Fumet cerró la puerta del aula, todos volvieron a sus sitios. A diferencia de sus nuevos compañeros, esa sería la primera clase de Filosofía para Julia, y no quería quedarse atrás. Sissi observó rápidamente su rostro en un pequeño espejo, y antes de empezar la lección, le habló a su nueva amiga en susurros.

— Ya seguiremos la conversación más tarde… Por cierto, sentémonos juntas durante la comida. Te presentaré a las chicas.
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