Capítulo 4, Parte 1

Publicado por BndW Owl en el blog El blog de BndW Owl. Vistas: 59

— Tío, fíjate en esto.

Ulrich le pasó su móvil a Odd con entusiasmo. En la pantalla se podían ver a unos bichitos luminosos, moviéndose a toda velocidad y fusionándose entre ellos, como brillantes gotas de agua sobre una sartén ardiendo. El italiano observaba la reproducción con interés, aunque no acababa de entender qué era lo que estaba presenciando.

— Está de coña, Ulrich… Pero estaría mejor si supiera lo que es.

— Ciencia, colega. Pura ciencia.

Había pasado una semana desde el inicio de las clases en la academia Kadic. Esa semana avanzó rápido, y de una forma relativamente ligera. Algunos de los nuevos profesores aprovecharon la ocasión para presentarse a los alumnos, evitando poner muchos deberes para no parecer demasiado muermos, y los veteranos decidieron investigar maneras alternativas de enseñar las lecciones. En el caso de Biología, Suzanne Hertz había recopilado varios vídeos en YouTube que ilustraban el temario de la asignatura para motivar a los estudiantes. Ulrich quedó tan alucinado con algunos de aquellos videos que decidió buscarlos por su cuenta en internet para mostrárselos a sus amigos.

— Pues, aunque no te lo creas, lo que se menea son neuronas, células del cerebro. Pueden mandarse señales mutuamente, y se mueven siguiendo esas señales para conectar entre ellas y formar redes en nuestra cabeza. Aparentemente, pueden estirarse y encogerse a placer. Una puta pasada.

— Suena bien, colega. ¿Y de verdad brillan así?

— Bueno… no. El resplandor es un augmento de contraste hecho por el microscopio… Si no, diría que no se pueden ver. Pero ¿qué más da eso? Si te digo la verdad, estoy deseando volver a clase.

— … Ya, pues ya no me parece tan interesante. — el italiano le devolvió el móvil mientras Ulrich se encogía de hombros — A mí dame luz, tío, dame vida. Si no, yo me aburro.

— El mundo no puede ser siempre un puto arcoíris, Odd. — se burló el alemán.

— El mundo puede ser lo que uno quiera, amigo mío. Por eso pinto. Crear tu propio universo sobre un fondo blanco. Joder, eso sí que mola.

— Entiendo que la primera clase de Dibujo Artístico fue bastante bien, ¿no?

— No me puedo quejar.

Ulrich guardó su móvil mientras su amigo le recitaba su experiencia. Había llegado una nueva profesora de dibujo artístico al instituto, Claire Fontaine. Era una mujer joven, pero parecía bastante rancia, al menos a primera vista. Sin embargo, a Odd le chocó su forma de empezar la clase al decir “Hoy sólo tengo una tarea para daros. Coged el material que queráis y dibujadme lo primero que os venga a la cabeza. Quiero ver de qué pasta estáis hechos. Podéis empezar”. Para el italiano, esa hora se convirtió en un auténtico paraíso. Agarró un lienzo y un set de carboncillos, y dibujó a su perro Kiwi en el asombroso periodo de 15 minutos. Odd le pidió a la profesora si podía coger otro lienzo, a lo que ella respondió algo molesta “Está bien. Por hoy, dejaré pasar los errores en los trazos, pero no os acostumbréis… El lienzo no es barato, chicos”. Mientras tomaba otro lienzo con sus oscuras manos, Odd se defendió, señalando que no se había equivocado, pero que al acabar se dio cuenta que, desde otro ángulo, el retrato quedaría mucho mejor. A la profesora Fontaine le sorprendió el comentario, y cuando le echó un ojo al cuadro terminado de su alumno, se quedó sin habla.

— Me preguntó si podía quedarse el retrato de Kiwi. — puntualizó Odd, orgulloso.

— ¿Y qué le dijiste?

— Que se llevara los dos. El siguiente lo terminé en 20 minutos.

De repente, Brenda Kensington entró en la clase a paso ligero, ya que había pillado tráfico de camino al instituto, haciendo que la lección de Inglés empezara con retraso esa mañana. La profesora dejó caer un conjunto de pesadas carpetas en la mesa, lo que dejó claro a los estudiantes que ya era hora de callarse y sentarse en su sitio. La diversión había terminado.

— Alright. Open all your books on page number 10, please! Alright, guys. Hopefully, we can still keep track on the schedule…

Pasaron 15 minutos, y Odd ya se moría de aburrimiento. Lo que menos le apetecía en ese momento era escuchar tiempos verbales al estilo británico. No era raro en él tener la cabeza en otra parte siempre que necesitaba concentrarse. Muchas veces se esforzaba en prestar atención, de verdad que lo intentaba. Pero al poco tiempo, su mente se desviaba hacia los más minúsculos detalles de su alrededor: Herb Pichon rascándose el cogote, el sugerente canalillo de Heidi Klinger, esa grieta de la pared que cada vez parecía más grande, el bolígrafo rosa de Aelita moviéndose sin parar… Finalmente, cansado de contar las veces que la profesora Kensington pronunciaba la palabra “alright”, decidió saltarse la clase por todo lo alto y se levantó.

— Profe, siento interrumpir, pero creo que me ha sentado fatal el desayuno… No me encuentro nada bien. ¿Podría ir a la enfermería?

Brenda arqueó una ceja con desconfianza. Daba clase a ese chico desde hacía más de dos años, y ya había aprendido a no chuparse el dedo. Le miró de arriba abajo, sin fiarse ni un pelo.

— Tienes bastante buena cara, Odd… ¿Estás seguro de que necesitas atención médica?

— ¿Prefiere que me quede y lo averiguamos? Aviso que puedo poner el suelo perdido en cualquier momento… — mintió él, fingiendo tener náuseas.

— Ugh, for God’s sake… ¡Está bien, vete! Simplemente, vigila lo que comes la próxima vez… Alright, as I was saying…

El italiano continuó su farsa, andando hacia la puerta con la mano en el estómago, pero no pudo evitar mirar de reojo a Jérémie y dedicarle un guiño triunfador. Al superdotado no le sorprendió en absoluto el comportamiento rebelde de su amigo, y negó con la cabeza mientras sonreía con un deje de decepción. Odd abrió la puerta, dispuesto a disfrutar de su libertad, pero algo se interpuso en su camino. Ese algo fue una chica. La chica con los ojos verdes más grandes y bonitos que había visto en toda su vida. Esos ojos paralizaron a Odd por completo, y su cerebro se apagó por unos tres interminables segundos.

— … Disculpa. Voy a entrar. — dijo ella, en voz baja.

Él la siguió con la mirada, escaneándola de la cabeza a los pies: Metro setenta, labios carnosos, rizos largos y relucientes, cintura definida, anchas caderas, gruesos muslos, un culo de escándalo… Vamos, lo que Odd Della Robbia clasificaría como “un pedazo de pibón”. Al verla, la profesora detuvo su discurso y la recibió con una sonrisa.
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