Capítulo 3, Parte 2

Publicado por BndW Owl en el blog El blog de BndW Owl. Vistas: 62

— En Sceaux hace algo de calor, aún. Estoy en ropa interior.

— Eso suena bien… demasiado bien…

— Llevo el sujetador de encaje negro… ¿recuerdas? Ése que tanto te gusta.

— Joder, cómo podría olvidarlo… ¿Qué más?

— Braguitas… de flores rojas y amarillas. Una combinación explosiva, ¿no crees?

— Mierda, Yumi – William rio entrecortadamente. – ¡te lo estás inventado todo!

— … ¿Y qué si me lo invento o no? Sé que funciona.

— … Por dios… Me excitas demasiado.

— Es tu turno, capullo.

— … Acabo de salir de la ducha, y ni siquiera me he molestado en ponerme nada encima. Así que aquí estoy… en mi cama americana, en pelotas, y muerto de ganas de devorarte…

La hostia… Yumi empezó a respirar con excitación. Activó el altavoz en su móvil, y lo dejó caer al lado de su cabeza. William tenía la increíble capacidad de ponerla cachonda en pocos minutos, aunque estuviera a miles de kilómetros de distancia. Ella bajó la cremallera de sus pantalones, y deslizó los dedos por debajo de su ropa interior. Y entonces, empezó la fiesta.

— Will, pon el “manos libres”, por favor…

— Vas con retraso… Llevo tocándome desde hace un buen rato…

— Debí imaginarlo…

— ¿Sabes qué? Ahora mismo estás debajo de mí, con tu sujetador de encaje… el sudor resbala por tu vientre…

— No te calles, sigue hablando…

Yumi visualizaba esa erótica imagen en su mente: William besando sus labios y acariciando sus pechos, mientras ella lo abrazaba con sus piernas desnudas.

— Te quito el sujetador, y te beso el cuello… Bajo hasta tus pezones, tus deliciosos y rosados pezones… empiezo a lamértelos…

— … Muérdemelos también.

— Acabo de hacerlo…

Yumi sucumbía a ese intenso placer, mientras su mano se movía cada vez más rápido bajo la ropa. Al otro lado de la línea telefónica, podía escuchar los apasionados suspiros de William, los cuales no ayudaban en absoluto a controlar su excitación.

— Te estoy viendo, Yumi… Joder, te veo y te siento…

— William…

— … ¿Me ves tú a mí también?

Yumi abrió los ojos, pero no fue William a quién vio, sino a Ulrich. Al mismísimo Ulrich Stern. Allí estaban sus cabellos castaños despeinados, sus fuertes hombros brillantes por el sudor, y su lengua deslizándose suavemente por la piel de sus senos “Maldita sea, Ulrich… ¿Por qué me haces esto?”.

— … Sí, Will. Te veo.

Entonces, Ulrich la miró fijamente a los ojos, y le dedicó una hermosa sonrisa mientras se acercaba a su oído para susurrarle “Esto será nuestro secreto”. Yumi se mordió el labio inferior, aceptando esa pequeña infidelidad, y dejó volar su imaginación. Ulrich se colocó en posición, y sin ningún esfuerzo, consiguió penetrarla. Ella suspiró de placer. “Mierda… Esto no está bien… Nada bien…”

El alemán se movía rítmicamente, cabalgándola con dulzura, mientras pronunciaba varias veces su nombre, a lo que ella respondía con gemidos más intensos. Yumi volvió a cerrar los ojos, preparándose para el clímax. Ulrich respiraba con fuerza, y ella apretaba su ardiente abdomen contra su ombligo. Hasta que de pronto, sucedió. Su mente se nubló por un segundo, al mismo tiempo que los dos, en sincronía, llegaban al orgasmo. Exhausta, Yumi apartó la mano de su entrepierna y relajó su cuerpo por completo. Abrió los ojos de nuevo, pero Ulrich había desaparecido, y un William agotado por el esfuerzo volvía a ocupar su lugar.

— Yumi… ¿me oyes?

— … Alto y claro, Will.

— Joder, esto ha estado de puta madre…

— Sí… La verdad es que sí.

— Tía, eres increíble… realmente increíble.

— … William, tengo que colgarte. Empieza a hacerse tarde, y ya sabes… tengo cosas que hacer.

— Siento no poder estar allí contigo ahora mismo, Yumi. De verdad que lo siento.

— Oye, estoy bien. En serio, no te preocupes. Hablamos pronto, ¿vale?

— Te quiero, preciosa.

Aquello fue demasiado. La japonesa se quedó sin habla al oír esas palabras. Esos 5 segundos de silencio sepulcral le parecieron los más largos de su vida “Yumi, tienes que contestar… Vamos, coño, ¡di algo! ¡lo que sea!”.

— … Buenas noches, William. Cuídate mucho.

Colgó, y se llevó las manos a la cabeza mientras se insultaba a sí misma por ser tan estúpidamente cobarde. Al levantarse, descubrió al Ulrich imaginario cerca de la ventana de su habitación, abrochándose la bragueta de sus pantalones tejanos, y guiñándole un ojo cómplice. A ella se le escapó la risa, y sólo pudo pensar en voz alta “Eres un cabrón de mierda, ¿lo sabías?”.
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