Capítulo 2, Parte 2

Publicado por BndW Owl en el blog El blog de BndW Owl. Vistas: 48

Por otro lado, Odd tenía una historia bastante más picante que relatar. El verano del italiano podía equipararse a una película para adultos rebosante de erotismo, cosa que a sus amigos, como curiosos adolescentes en pleno descubrimiento sexual, les volvió locos de interés. Escuchaban detenidamente las proezas apasionadas de su colega, y de vez en cuando, alguno no podía evitar sonrojarse al oír ciertos detalles. “Vaya… ¿Eso se puede hacer? ¿Y dices que es… placentero?” “Eso ya me lo diréis vosotros algún día, parejita.” Jérémie tuvo un pequeño sobresalto, y Aelita se puso roja como un tomate “¡No! Nosotros… aún no…”. Los demás les dedicaron sonrisas comprensivas, mientras Yumi besaba amistosamente la mejilla de su amiga y los chicos daban palmadas afectuosas a la espalda de Jérémie, el cual tuvo que cubrirse el rostro con una mano para esconder su rubor.

— Es tu turno de dar la charla, liliputiense. — rio Odd, señalando a la japonesa.

— Sin burlas, o te rompo la cara, idiota. — le amenazó Yumi.

Llegó el momento de revelar sus planes. La diecisiete-añera tragó saliva. No sabía cómo empezar, aunque hubiera practicado varias veces el monólogo delante del espejo. Irse a Japón significaría un año entero sin ver a sus compañeros, o incluso más dependiendo de cómo se adaptase al ambiente. Quién sabe las consecuencias que eso podría tener en su relación de amistad… De repente sintió tener mucha sed, y bebió su vaso de agua de un solo trago antes de empezar a hablar.

— Este verano he estado centrada en… un proyecto personal. Es muy importante para mí, y… bueno, lo que quiero contaros es que…

Su mirada se cruzó con la de Ulrich. Maldita sea. Esos preciosos ojos castaño oscuro, de una intensidad indescriptible, decían a gritos “No sabes lo contento que estoy de estar de nuevo a tu lado”. Y entonces no pudo seguir hablando. Porque ella lo quería así. Yumi deseaba con todas sus fuerzas continuar viendo esos ojos rebosantes de alegría durante el resto del año. Y sabía que, si sus planes salían a la luz, ese maravilloso brillo desaparecería. Así que se acobardó, y lo que salió de su boca fue algo muy distinto de lo planeado.

— Estoy escribiendo un libro.

— ¿En serio? Pedazo de proyecto personal, el tuyo. — puntualizó Ulrich.

— En él, hablo sobre mis experiencias como japonesa expatriada en Francia. Intento discutir, desde mi propio punto de vista, las diferencias entre la cultura asiática y la europea. Y bueno… como os podréis imaginar, son muchas.

— Parece realmente interesante, Yumi. — dijo Jérémie.

— No os creáis… Quiero darle una visión bastante crítica. No me identifico con varias de las prácticas socioculturales de mi país de origen, y creo que, en ese aspecto, Japón tiene mucho que aprender de Francia. Dicho así suena bastante aburrido…

— Nos encantaría leerlo en cuanto lo termines. — Aelita la miraba con admiración.

— Yo siempre lo he dicho. Nuestra Yumi… es pequeña, pero matona.

La japonesa intentó darle a Odd un puñetazo en el hombro, pero éste fue más rápido, y la esquivó por los pelos. Como contraataque, el italiano la abrazó por la espalda para inmovilizarla. “Algún día te pillaré desprevenido, Odd, y lo vas a lamentar” “Esperaré con impaciencia tu paliza, señorita escritora”. Todos reían y disfrutaban de esa felicidad que, en esos instantes, les parecía que no terminaría nunca. Llevaban más de un año sin tener noticias de XANA. Con el superordenador desconectado, los escáneres apagados, y la vieja fábrica cerrada, el grupo de amigos sólo podía preocuparse de vivir su adolescencia como personas normales, sin tener que estar salvando el mundo cada veinticuatro putas horas.

…​

Zasha Ivanov se sirvió un trago de vodka. Después de varios años, esa era la única forma de aliviar el maldito nudo en el estómago que siempre sentía al acabar de comer. Ese búnker subterráneo a las afueras de Sarátov, falto de luz y en medio de la nada, tampoco le parecía el sitio más adecuado para disfrutar de ningún manjar… Decidió tomar un chupito más y se levantó. Manos a la obra.

Su trabajo horrorizaría a cualquiera, pero a ella le gustaba, y mucho. Al fin y al cabo, estaba predestinada a ello. Su nombre lo dejaba bien claro: Zasha, “Defensora de la Humanidad”. Sus subordinados la saludaban sin mirarla a los ojos, tal y como debía ser. Entró en la sala 5. Atados de pies y manos en sillas roñosas, se encontraban dos hombres y una mujer, desnudos, sus cuerpos magullados por las palizas, y sus cabezas cubiertas con bolsas de papel. Uno de los hombres lloriqueaba como un bebé, la mujer parecía haber perdido la consciencia, y el otro rezaba sin parar con voz temblorosa. Zasha frunció el ceño con irritación. Nunca entendió esa puta manía de rezar, cómo si pensasen que, de esa forma, alguien vendría a rescatarlos y a salvar sus miserables vidas. Sus madres, algún superhéroe, o cualquier chorrada por el estilo… Menuda estupidez… Hoy es tu día de suerte, cabrón. Vas a ser el primero en palmarla.

Leyó el cartel que colgaba de su cuello. Era increíble la cantidad de secretos que una sola cabeza era capaz de albergar, y allí estaban, todos escritos. La información era muy útil. “¿Y pensabas llevarte toda esta mierda a la tumba? Espero que ardas en el infierno…”. Al oír su voz, el hombre empezó a sollozar desesperadamente, entre plegarias ya incomprensibles. Antes de salir de la sala, Zasha tocó el hombro de uno de sus subordinados, indicándole que llevara a ese hombre a los escáneres. Nadie sabría nunca más nada de él. Sería enviado a ese mundo “irreal”, un disparo limpio en la sien, y hasta nunca. Igual que con todos los demás. Ni huellas, ni cuerpo, ni manchas de sangre… Ninguna prueba, por tanto, ningún crimen cometido. Y, curiosamente, el mundo ya se sentía un poquito mejor para La Defensora.

Debo admitirlo, tía Anthea… ¿Quién iba a decir que el Proyecto Carthage podría llegar a ser tan útil?”​
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