Capítulo 2, Parte 1

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La mañana transcurrió con normalidad. Excepcionalmente, esa tarde no había clase programada, ya que aquellos alumnos que solicitaron una habitación permanente en el centro necesitaban introducir y organizar sus pertenencias para todo el curso. Eso era lo que los cuatro dieciséis-añeros tenían planeado hacer al final del día. Curiosamente, ese año todos ellos consiguieron habitaciones individuales, lo cual aún y no ser una novedad para Jérémie y Aelita, para Ulrich y Odd parecía un sueño hecho realidad. Teniendo en cuenta que habían compartido habitación los dos juntos durante años, el hecho de poder disfrutar de intimidad era un alivio, especialmente para Ulrich. “No te lo tomes a mal, Odd… pero no tener que aguantarte hablando en sueños me hace bastante feliz” “Venga, tío… aunque no lo admitas, sé que echarás de menos el delicioso aroma de mis pies di formaggio”. Odd era el que más bromeaba sobre el tema, pero en realidad a él tampoco le parecía nada mal la situación “No puedo dejar de pensar en la cantidad de chicas que podré invitar sin que tú estés allí tocando los cojones, Ulrich… ¡Este año va a ser una pasada!” “Ya veremos al final si serán tantas como te crees, jodido Pies di Formaggio”.

Llegó por fin la hora de comer, el momento en el que el grupo podía físicamente reunirse de nuevo. Yumi se frotaba los ojos con las yemas de los dedos, después de una bastante intensa clase de Historia del Mundo Contemporáneo, mientras entraba en el comedor. Al hacerlo, se dio cuenta de algo que sí que no había cambiado en absoluto después de esas vacaciones: los platos de la responsable del comedor, Rosa Petitjean. Nadie podía negar que esa cocinera era un encanto de mujer, pero sus especialidades culinarias no brillaban por su exquisitez. La chica sonrió con indiferencia al coger su bandeja llena de comida y se dio la vuelta en busca de sus amigos. No le resultó difícil encontrar el llamativo cabello rosa unicornio de Aelita entre la multitud, y se dirigió hacia ella con velocidad. Sentía unas ganas indescriptibles de ver a Ulrich de nuevo.

Pero al llegar, tal y como el alemán había predicho en clase, la japonesa se cagó en todo. En el momento que sus ojos se depositaron encima de Odd, éstos se abrieron como platos.

— … Pero… ¿Por qué? ¿Cuándo? ¡¿CÓMO!? — gritó Yumi, mientras soltaba rudamente la bandeja de comida encima de la mesa.

— No, si encima va a ser mi culpa sucumbir al cambio hormonal… — se quejó el italiano, entre risas.

— Tranquilízate, Yumi. Piensa que Jérémie y Aelita siguen siendo más bajos que tú. — puntualizó Ulrich, antes de llevarse una cucharada de guisantes con carne a la boca.

— En realidad, según mis cálculos, un porcentaje adecuado de proteínas y glúcidos ingeridos de forma cuotidiana me ayudará a ganar unos cuantos centímetros más antes de empezar la universidad. Así que no cantéis victoria aún. — especificó el francés, demostrando de nuevo su ingenio superdotado.

— ¡Callaos todos! Simplemente no puedo entender que ha pasado, Odd… ¡¡Pero si hace dos días, eras un enano retaco!! Mierda, se me ha pasado el hambre. — Yumi sólo pudo apartar la comida de su vista y cruzarse de brazos.

— Realmente hay que admitir que no pareces el mismo, Odd. Ese pendiente te da un toque bastante rebelde. Y no esperaba no volver a ver tu mechón de pelo violeta. — confesó Aelita, después de tomar un trago de agua.

— Perdí una apuesta tonta. De ahí el pendiente. Era esto, o correr en pelotas por la calle… La elección estaba clara. — Odd soltó una carcajada, y continuó. — Sobre el mechón, tenía que teñírmelo de nuevo cada dos semanas. Demasiado trabajo. Pero una amiga me hizo esta trenza de hilo del mismo color. Y sinceramente, es de puta madre. Me ducho, me corto el pelo… Y sigue ahí. ¡Indestructible! No la cambio por nada. Pero bueno, dejando el tema aparte… tú tampoco pareces la misma, Aelita. También has cambiado.

— ¿De verdad? ¿En qué sentido? — dijo ella, algo nerviosa. — ¿A mejor o a peor?

— Oh, definitivamente a mejor. — afirmó el italiano, mientras su mirada se deslizaba por la silueta de sus pechos.

— Tío, ¿te importaría, por una vez en tu vida, dejar de cruzar los límites de la amistad? Y encima, tienes los cojones de hacerlo en mi cara. — intervino Jérémie, algo irritado.

— ¡Relájate, Einstein! Sabes que estoy de cachondeo. Aelita es como una hermana para mí. Además, ella me ha preguntado. Yo soy un caballero, y respondo con franqueza. — Odd le guiñó un ojo a su amiga, y ésta lo empujó amistosamente mientras le ofrecía una burlona sonrisa.

— Lo que eres es un capullo que, por desgracia, sigue siendo mi amigo. Y tendré que aceptarlo. — Jérémie se encogió de hombros, mientras Odd le dedicaba una peineta. — Por cierto, Odd. Me sorprende que hayas decidido empezar el Bachillerato, teniendo en cuenta que… ¿Cómo decirlo suavemente?… odias aprender.

— Hay que joderse con el empollón este… Primero, si he empezado Bachillerato ha sido para tocarte los huevos, mi querido Einstein. Y segundo, ya sabes lo que se dice: nuevo curso, nuevas conquistas. — puntualizó el italiano, escaneando los alrededores en busca de posibles ligues. — Ya he puesto el ojo en algún que otro caramelito… A las chicas les sienta de maravilla la pubertad.

Durante el postre, los cinco amigos se ponían al día sobre sus vidas vacacionales. Aelita les contó cómo consiguió pasar el verano viviendo en un hotel rural cerca de Montpellier, dónde se encontraba la casa de verano de la familia de Jérémie. Usando sus dotes de electrónica, se las apañó para instalarse durante tres meses enteros en una habitación doble con baño sin pagar ni un duro a cambio de desarrollar la página web del hotel. De ese modo, los dos tortolitos pudieron disfrutar de su mutua compañía a lo largo de todo el verano, cosa que pareció irles muy bien como pareja.

Le llegó el turno a Ulrich, que viajó al sur de Alemania por razones de trabajo de sus padres. El grupo sabía de sobra que los padres de Ulrich eran adictos al trabajo, y extremadamente estrictos con su único hijo, lo cual no favorecía en absoluto su relación familiar. Por esa razón, el alemán les explicó que aprovechó esa oportunidad para darse el piro en cuánto podía, apuntándose a un curso avanzado de Pencak Silat. “¿Sabéis? En cierto modo, me da algo de pena no tener que regresar a Lyoko… Allí podría demostrar mis nuevas habilidades a todos esos bichos asquerosos.”
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