Capítulo 14
Publicado por BndW Owl en el blog El blog de BndW Owl. Vistas: 16
Al confirmar que las últimas personas que acababan de salir de la casa ya habían cruzado la entrada del jardín en dirección a sus viviendas, Odd ajustó la puerta suavemente, la cerró con llave y dejó a ésta colgando de la cerradura. Por fin, de vuelta al silencio y a la tranquilidad… De pronto, el aire que se respiraba en esa casa se notó increíblemente denso, y el italiano sintió la urgente necesidad de abrir todas las ventanas del piso inferior para oxigenar el ambiente al máximo. Entonces, justo cuando giró su cuerpo hacia el comedor, vio a Françoise.
La chica estaba analizando el caos que tenía delante de sí, e intentaba priorizar en su mente qué debía ser ordenado lo primero y qué lo último. Tuvo que admitir que esa anarquía de vasos, botellas, cortezas de pizza, y colillas de cigarrillos y porros la asustó un poco. Pero suspiró con desdén, y comenzó a recoger algunos vasos de plástico vacíos que se encontraban tirados por el parqué.
— Oye, Odd, esto es un puto desastre… ¿Quieres que te ayude a limpiar?
El italiano se acercó a ella, y respondió a esa pregunta de la forma más imprevista. Cogió a Françoise del brazo y, sin dudarlo ni un instante, la atrajo hacia él y la besó. La chica necesitó dos segundos para salir de su sorpresa, y devolverle ese beso a la vez que dejaba caer al suelo los vasos que había recogido. La lengua de Odd se abrió paso entre sus labios, y Françoise se dejó llevar mientras cruzaba las muñecas por detrás de su nuca. Ese delicioso e intenso beso se alargó varios segundos, hasta que sus bocas tuvieron que separarse para permitirles respirar de nuevo. Fran deslizó sus dedos por el dorado pelo de Odd, acariciándoselo a la vez que recuperaba el aliento.
— … Vale… Está claro que esto ha sido mucho mejor que limpiar… — dijo ella, en un placentero susurro.
— Que le den por culo al comedor, Fran… ¿Quieres divertirte un poco esta noche?
— … ¿Y qué puede Odd Della Robbia ofrecerme?
— … Vaya, una chica exigente, ¿eh? — el chico le dedicó a Fran una sonrisa traviesa al ver que ella se lo confirmaba. — … Anda, ven aquí, preciosidad.
Odd aupó a la chica como a una princesa, y mientras volvía a besarla, empezó a subir las escaleras. Poco le importaba ya el desastroso estado del comedor y la cocina. En ese momento, el italiano sólo tenía ojos para esa belleza con la que iba a pasar una noche maravillosa. Mientras se la comía a besos, Odd decidió pasar de largo su habitación y dirigirse directamente a la de sus padres. Por supuesto, comodidad por encima de todo. Abrió la puerta con el codo y comentó “Bienvenida a la suite de lujo del hotel Della Robbia, señorita”. Françoise rio con ganas, y cuando el chico la soltó con delicadeza, ella comenzó a quitarle la camiseta. La chica acariciaba el delgado y definido pecho de Odd mientras él le bajaba la cremallera del vestido. Cuando éste cayó al suelo, el italiano se dio cuenta de algo que le sorprendió agradablemente.
— … Dios, no llevas sujetador…
— No… Es que siempre he pensado que son… ya sabes, algo incómodos…
— … ¿Llevas toda la noche sin sujetador… y yo sin enterarme?
— … Sorpresa.
— … La hostia, Fran… Tú sí que sabes cómo volver loco a un tío.
Odd se estaba calentado a gran velocidad. Aunque su experiencia en el terreno sexual siempre le ayudaba a controlar su excitación, esos pequeños e inesperados detalles le superaban. El suave tacto de esos tersos y pecosos senos le parecía tan placentero que sintió como su pene empezaba a reaccionar, enderezándose más y más con cada caricia. Los dedos de Françoise recorrían todos los rincones de su piel, y Odd no podía sino someterse dócilmente al delicioso cosquilleo que estos le provocaban. El chico alzó a Fran con los brazos y la estiró sobre la cama. Ella se mordió el labio con pasión mientras que Odd besaba y lamía su cuerpo desnudo lleno de lunares. “Joder, Fran… tu cuerpo es un puto templo…” susurró el italiano, y la chica notó como un hormigueo de lujuria le descendía de la cabeza a los pies, endureciéndole los pezones y acelerando su pulso. Al llegar a sus ingles, Odd empezó a mordisquearle el vientre con dulzura a la vez que le quitaba lentamente las braguitas.
— … A ver, ¿qué tenemos aquí? — el chico observó con ojitos golosos la pelirroja entrepierna de Françoise. — … Creo que tendremos que catar esta delicia.
La chica soltó un profundo suspiro de placer cuando el italiano comenzó a devorar su clítoris con la lengua. Fran empezó a recordar todos los chicos con los que había tenido relaciones hasta el momento. Perdió la cuenta de la cantidad de veces que tuvo que simular un orgasmo, porque la mayoría de esos chavales no tenía ni la más remota idea de cómo complacer a una mujer en la cama. Siempre pensó que, si ninguno de ellos nunca se había preocupado de hacerla disfrutar era porque así debía ser, y punto. Hacía mucho tiempo que había abandonado la idea de divertirse durante el sexo, y ahora fíjate tú… Hostia puta, qué gozada… Odd, tú sigue… Sigue, y por lo que más quieras, no te cortes ni un pelo…
Françoise gimió intensamente al llegar al clímax. Arrugó las sábanas al cerrar los puños con fuerza, mientras arqueaba orgásmicamente su espalda. Esa poderosa sensación de placer tensó todos sus músculos durante un segundo, y cerró los ojos para disfrutarlo al máximo. “Así que esto es lo que significa no tener que fingir…” Entonces, la calma regresó a su cuerpo, y lo sintió ligero como una pluma. Bajó la mirada hacia Odd, que se relamía los labios mientras la observaba con sus brillantes ojos azules. Françoise le indicó con la mano que se acostara con ella, pero Odd tenía otros planes en mente “Espera, Fran, no tengas prisa… Las cosas hay que hacerlas bien”. El chico se incorporó, sacó un preservativo del bolsillo de sus tejanos, y lo aguantó con la boca. Sin quitarle los ojos de encima a Françoise, Odd se desabrochó el cinturón y se deshizo a la vez de sus pantalones y sus calzoncillos. Cuando observó su entrepierna, la chica comprobó que, aunque el italiano mostrara un inmaculado y liso torso, su vello púbico era bien visible. Fran no pudo evitar excitarse de nuevo al ver esos ricitos rubios acumulados alrededor del empalmado miembro de Odd, y él le guiñó un ojo al reparar en ello.
Odd abrió el preservativo con los dientes, lo desenvolvió y se lo colocó con destreza. “Bueno… ¿Por dónde íbamos?”, dijo mientras se colocaba encima de la chica. Ésta abrió impulsivamente sus piernas, pero él se las cerró con ternura y le dobló las rodillas hacia el lado derecho. Françoise era incapaz de calmar el latido de su corazón, y sin saber muy bien porqué, pequeñas gotas de sudor empezaron a descender por su escote. Estaba algo nerviosa, y comenzó a respirar agitadamente. Al darse cuenta, el italiano le acarició las mejillas y la besó para intentar relajarla. “Tranquila, bombón… Tranquila…”, susurró Odd antes de morderle cuidadosamente el lóbulo de la oreja. Y fue entonces cuando entró en ella, despacio y con suavidad. Françoise emitió un pequeño y dulce gemido, a la vez que Odd suspiraba de placer.
No se podía negar que ese chico echaba unos polvos de película. Era como si se hubiera aprendido el protocolo de memoria, y lo aplicaba impecablemente, sin saltarse ni un solo paso. Al principio, Odd le hacía el amor a Fran igual que si ella fuera el ser más delicado del mundo, con movimientos lentos y armónicos, a la vez que la besaba dulcemente. Poco a poco, las penetraciones se volvieron más rápidas y placenteras, hasta el punto de que las manos de Françoise se descontrolaron, abrazando la espalda de Odd y clavando sus dedos en ella. El chico sintió las uñas de Fran como garras arañándole la piel, haciendo que éste dibujara una mueca de dolor en su rostro. “Estate quieta, gatita… que me haces daño…”, murmuró Odd, mientras se defendía agarrando las muñecas de la chica y aguantándolas por encima de su cabeza para inmovilizarla.
El calor aumentaba exponencialmente, y por consecuencia, el italiano aceleraba el ritmo. En la cabeza de Françoise, todo eran fuegos artificiales. Estaba disfrutando como nunca, y miraba fijamente a Odd para no perderse el instante en el que éste llegara al orgasmo. No tuvo que esperar mucho tiempo. El italiano emitió un grave y profundo gemido al correrse, y tembló como una hoja mientras el placer le recorría el cuerpo de arriba abajo. A Françoise le cautivó esa deliciosa escena, y acercó su rostro al de Odd para besarle los labios. Las palabras dejaron de ser necesarias, y una recíproca sonrisa les bastó para decirse todo lo que se querían decir. Satisfechos y agotados, se estiraron uno al lado del otro, dedicándose miradas risueñas y coquetas mientras intentaban recuperar el aliento.
Esa noche, Odd tuvo un sueño de lo más revelador. Se encontraba en una habitación totalmente vacía, sin más contenido que un lienzo sobre un caballete. Usando piezas de carboncillo invisibles, él retraba en ese lienzo a una modelo misteriosa, de largo pelo rizado, y con la espalda descubierta. Al terminar el cuadro, el caballete desapareció, materializándose en la modelo en carne y hueso. Se trataba de la mismísima Julia Santana. La chica se giró hacia él, y contemplándole con sus increíbles ojazos verdes, sonrió y dijo “Pero, mírate… Si te mueres de ganas de follar conmigo…”. El italiano soltó una risita tonta mientras dormía con Fran abrazada a él.
“Beh, hai assolutamente ragione, Jules… Tutte le ragioni del mondo…”
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