Capítulo 12, Parte 2

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Los ojos de Ulrich se abrieron de golpe. Reconocería esa voz y esa forma de hablar en cualquier sitio… Entre la oscuridad de la habitación, descubrió como Sissi Delmas le quitaba la camiseta y le besaba vigorosamente el torso mientras descendía hasta la bragueta de sus pantalones. Una creciente sensación de agobio se apoderó de Ulrich, pero le flaqueaban las fuerzas y no fue capaz de pararle los pies a la diva.

— Sissi… Sissi, espera… ¿Qué coño… estás haciendo?…

— Ulrich, cariño, voy a hacerte un regalo muy especial… Espero que lo disfrutes.

Ulrich se sentía al borde de un ataque de ansiedad. Su corazón latía a gran velocidad, como si quisiera salir de su pecho. Miró hacia abajo para decirle a Sissi que se detuviera, pero para su sorpresa, quién estaba allí con él ya no era Sissi Delmas, sino Yumi Ishiyama. El alemán no podía creer lo que veían sus ojos. Yumi le abrió la cremallera de los pantalones, y al desarropar su empalmado pene, le mordió la punta con suavidad antes de empezar a lamerlo fervientemente.

Esa visión acabó por volver del todo loco a Ulrich… Ya no distinguía la realidad de la ficción. Esa imagen hizo que su ansiedad se transformara en puro deseo, y decidió dejar volar su imaginación. Los dedos de su mano se deslizaron por esos lisos cabellos negros, y los agarró con firmeza para guiar el acto rítmicamente. Cerró los ojos y se dejó llevar por la pasión del momento. “Yumi…” Sumido en un profundo trance, Ulrich presionaba cada vez más fuerte la cabeza de la chica contra su ardiente miembro, acelerando el compás de la que estaba siendo la primera mamada de su vida. “Yumi…” Notaba el placer en aumento en sus ingles. “Yumi…” El vello de su nuca se le puso de punta. “Yumi…” Sus excitados pezones se erizaron de repente. “… ¡YUMI!”.

El chico emitió un intenso gemido mientras eyaculaba dentro de la boca de Sissi. Entre fuertes jadeos, Ulrich soltó el pelo de la chica, liberando las últimas fuerzas que le quedaban. Ella succionó el tembloroso pene del alemán, y tragó antes de sacarlo de su boca. Mientras se relamía la comisura de los labios, Sissi dibujó una expresión triunfante en su rostro. Se quedó con ganas de más, y se puso de pie para poder besar a Ulrich de nuevo. El chico estaba tan agotado que fue incapaz de detener a Sissi, la cual lo estiró en la cama. Ella se desvistió con rapidez, quedándose en ropa interior, y se colocó encima de Ulrich mientras continuaba acariciándolo y besándolo por todo el cuerpo. Sin embargo, no tardó mucho en darse cuenta de que el alemán se había quedado profundamente dormido. El cansancio provocado por la marihuana, el alcohol, y la propia felación acabó con él en pocos segundos. Curiosamente para Sissi, esa imagen le pareció la cosa más tierna del mundo, y pensó “Mi Ulrich bonito… ¿Por qué será que nunca puedo enfadarme contigo?”. El plácido rostro durmiente de Ulrich la cautivó de tal forma que se estiró a su lado y le colocó la cabeza con suavidad encima de sus senos. Enredaba dulcemente sus dedos entre los cabellos castaños del alemán mientras escuchaba su profunda y calmada respiración. En ese momento, Sissi Delmas se encontraba en el más maravilloso de los paraísos.

…​

Yumi se lavó la cara varias veces, y observó su imagen en el espejo del baño. “Mierda, Yumi… ¿Cómo puedes ser tan gallina? Ulrich no se merece esto”. Alguien daba golpetazos a la puerta desde el pasillo, pero a la chica le importaban un bledo las necesidades de nadie en ese momento. “Vas a salir ahora mismo a buscarle. Y no sólo te disculparás, sino que también vas a contarle lo de William y lo del viaje a Japón. ¡Se acabaron las excusas!”. Yumi hablaba consigo misma, ignorando al pobre desgraciado que se estaba orinando encima al otro lado de la puerta. Finalmente, respiró hondo y salió del baño con la firme intención de encontrar a Ulrich. Recibió insultos y quejas de varias personas que hacían cola para entrar a mear, pero ella no les prestó ninguna atención, y se adentró en el comedor en busca de su amigo.

Revisó de punta a punta el piso de abajo. Ulrich no estaba en el comedor, tampoco en el pasillo, ni en la cocina… ¿Se habría ido de vuelta a la academia? ¿Con el pedo que llevaba encima? ¿Y si se había perdido por el camino? ¿¡Y si lo había atropellado un coche!? Yumi empezó a ponerse muy nerviosa, y sintió un fuerte impulso de salir al jardín para ir corriendo a buscarle. De pronto, se topó de morros con Helena Fayolle, la cual parecía estar pasándoselo muy bien coqueteando con un apuesto mulato que Odd conocía de vete tú a saber dónde.

— Por dios, Yumi, ¡mira por dónde vas! Menudo susto me has dado.

— Perdona, Helena, siento interrumpir… lo que sea que esté pasando aquí… ¿No sabrás dónde está Ulrich, por casualidad?

— ¿Lo has perdido de vista? Pero, chica, si parecía que te habían cosido a él…

— No estoy de humor para tus bromas, Helena… ¿Sabes dónde está o no?

— Creo que lo he visto subir al piso de arriba… Y parecía ir muy bien acompañado…

¿Bien acompañado? Yumi tuvo un espantoso presentimiento. Abandonó a Helena para dirigirse rápidamente hacia las escaleras. Las subió de dos en dos, y al llegar al último escalón, escaneó el pasillo con la mirada. Sus ojos se detuvieron en la entrada del cuarto de Odd, y tuvo una terrible corazonada. Se acercó silenciosamente a la puerta cerrada, y agudizó el oído. Nada… Aunque aún podía oír perfectamente la música proveniente del piso de abajo, por lo que no se fio ni un pelo. Se armó de valor, y sin pensárselo dos veces, abrió la puerta de la habitación de par en par.

Lo que vio le dolió en el alma. Ulrich dormía como un angelito, acurrucado encima del cuerpo medio desnudo de Sissi. Yumi sintió su corazón romperse en mil pedazos, y quedó petrificada sin saber cómo reaccionar. Al verla, Sissi dibujó una mueca de desaprobación en sus labios. “Disculpa, bonita… ¿Te importaría? Algunos aquí intentamos tener algo de intimidad…”, murmuró la diva con desagrado.

No necesitó volver a repetirlo. La japonesa no tardó ni un segundo en cerrar la puerta de nuevo. Se apoyó en ella un instante, y comenzó a parpadear con nerviosismo. Sus dedos temblaban como gelatina, y en su cabeza circulaban interminables diapositivas mentales de Ulrich y Sissi, quitándose la ropa y comiéndose a besos sin parar. Yumi no pudo soportarlo, y gigantescas lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas. Se cubrió la boca con una mano para ahogar los sollozos. No quería por nada del mundo que nadie la oyera llorar, y mucho menos Sissi Delmas.

Así estuvo unos minutos. Sentada en el suelo, apoyada contra esa puerta del demonio, y mirando al vacío con ojos vidriosos. Definitivamente, nunca nadie hubiera dicho que esa triste bolita que gimoteaba como un bebé era la tía dura y tenaz de Yumi Ishiyama. Parecía incluso una broma de mal gusto… y al darse cuenta de ello, la chica alzó la cabeza, respiró tan profundamente como pudo y se secó las lágrimas con las mangas de su camisa. ¿Qué cojones estaba haciendo? Ella era Yumi Ishiyama, conocida por su espíritu robusto y firme como un roble… Y no permitiría que nada, ni nadie, le hiciera creer lo contrario.

La chica se levantó, y decidió irse a su casa sin despedirse. Bajó las escaleras, e intentando no hacer contacto visual con ninguno de los presentes, salió por la puerta principal de la casa de Odd y atravesó el jardín sin mirar atrás. A esas horas, ya no había autobuses, así que muy a su pesar, tomó el largo camino a pie hacia su hogar. Mientras andaba, y por mucho que lo intentaba evitar, empezó a sollozar de nuevo.

On'nanoko o naka sete mo daijōbu janai… Ulrich, baka…”​
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