Capítulo 10
Publicado por BndW Owl en el blog El blog de BndW Owl. Vistas: 16
Ya eran las doce de la noche, y nadie tenía ninguna intención de irse a casa, ni siquiera el mismísimo Jérémie. Parecía que la fiesta sólo acababa de empezar. Odd había encargado por teléfono alrededor de una veintena de pizzas por petición unánime de gran parte de los invitados, y es que nadie en su sano juicio era capaz de continuar bebiendo con el estómago vacío y sobrevivir para contarlo. El alcohol no parecía terminarse nunca, y sus efectos comenzaban a dejarse ver con claridad.
Sissi Delmas se había hecho famosa sin saberlo. Muchos de los invitados habían reparado en ella, gracias a sus atributos físicos y a su sensual forma de bailar, convirtiéndose así en un objetivo a conquistar para varios de ellos. Bastantes chicos y chicas se arrimaban a ella continuamente, dedicándole piropos y palabras bonitas, pero abandonaban al poco de ver que sus esfuerzos eran en vano. Sissi era un hueso duro de roer, y eso la hacía aún más atractiva para los siguientes que se acercaban a probar suerte. A Françoise y a Helena les divertía muchísimo ver como se quitaba a la gente de encima como si fueran simples pelusas en un jersey, incluso apostaban para adivinar quién sería la próxima víctima.
Nicholas Poliakoff vivía el momento más supremo de toda su existencia. Su nivel de sangría en el cuerpo era tal que estaba intentando enseñar a Ulrich Stern a bailar danza folclórica rusa. El chico estaba absolutamente convencido de que podía hacer los pasos de baile sin perder el equilibrio, y se ofreció como maestro a Ulrich, el cual fue incapaz de negarse a aceptar un reto tan divertido. Espalda contra espalda, los dos saltaban sin parar y tarareaban canciones tradicionales de una forma absolutamente desacompasada. Tania, Yumi y Julia, que observaban el espectáculo en primera fila, los animaban dando palmas y se aguantaban entre ellas para evitar que la risa las hiciera caer de culo al suelo.
El alcohol también había dejado su huella en Jérémie. Aunque sus amigos le juraron y perjuraron que habían puesto poquísima ginebra en la bebida, el francés se sentía como si estuviera en una nube. Hasta el punto de no cortarse ni un pelo flirteando con Aelita. La miraba con ojitos brillantes, le pasaba la mano suavemente por la cintura, y le susurraba tonterías de enamorado al oído mientras olía el dulce y femenino perfume de su nuca. Decía cosas como “Si ser tan guapa fuera un delito, creo que nunca saldrías de la cárcel…”, y Aelita soltaba risitas, sintiéndose de lo más complacida. Sabía que Jérémie la quería con locura, pero no se podía negar que lo que el francés tenía de inteligente le faltaba de afectuoso. Con el tiempo, Aelita había acabado por acostumbrarse, incluso ella misma evitaba dejarse llevar demasiado por sus sentimientos enfrente de los demás. Pero, en ese momento, esa atrevida muestra de cariño por parte de su novio le parecía tan excitante que ni siquiera intentó detenerle cuando él le acarició el trasero con sutileza.
De repente, Nicholas dejó de bailar y, con los ojos muy abiertos, señaló con descaro a Matthieu y a Naomi, que se estaban enrollando en un rincón del comedor. El grupo de amigos, sorprendidos por la escena, comenzaron a silbarles con entusiasmo y a brindar por ellos en voz alta para que la pareja los oyera. Naomi les contestó con una peineta, sin separar sus labios de los de Matthieu, y todos arrancaron a reír como locos.
A Julia ya ni siquiera le molestaba el maquillaje. Hacía meses que no se lo pasaba tan bien, hasta el punto de olvidarse del mundo y dejar que el bienestar le relajara el cuerpo y la mente. Hasta el punto de no poder aguantar más el tipo y mirarle sin ni siquiera disimular… Ese chaval risueño, que daba vueltas por todo el comedor para bromear con cada chico y para pavonearse sutilmente delante de cada chica. Ese chaval de ojos claros y llenos de luz, que trasmitía la mejor de las vibraciones con tan sólo una sonrisa. Ese chaval de brazos esbeltos, luciendo una camiseta cortada por los lados, que dejaba a la vista su delgado y deliciosamente definido torso… Julia suspiró profundamente y le dio un largo trago a su bebida, mientras pensaba que era una grandísima lástima que ese bombonazo fuera el gilipollas de Odd Della Robbia.
Esa falta de discreción le pasó factura. La chica cruzó accidentalmente su mirada con la de Ulrich Stern, y fue como si el alemán le hubiera leído la mente. Ella averiguó cómo sus ojos le decían “Creo que ya sé quién es tu tipo”, y eso hizo que el pavor por haber sido descubierta enrojeciera sus mejillas. El chico se acercó a ella, con obvias ganas de saber más detalles sobre ese inesperado hallazgo.
— Tengo que decir que estoy impresionado, Julia. Eres muy buena actriz.
— No sé de qué me estás hablando, Ulrich…
— Ya sabes… Haciéndote pasar por una tía dura, fingiendo que Odd no te pone cachonda, y toda esa mierda…
— Eres un puto cotilla, ¿lo sabías?
— ¿Así que lo admites? Te he pillado de lleno… No le quitas los ojos de encima.
— Oye, que tu amigo esté como un queso no le hace ser menos imbécil, ¿está claro? En todo caso, está perdiendo puntos. Hacerse el gallito no le va a funcionar conmigo.
— Tu sabrás, Julia. No tienes por qué darme explicaciones. Yo no juzgo a nadie.
— Ulrich, sólo le pido un favor… Prométeme que no le dirás nada… Prométemelo.
— Descuida, mujer. Si Odd se enterara de esto, entonces sí que no te dejaría en paz. Y el que tendría que aguantar tu mala leche en clase sería yo… En serio, no, gracias.
Entre risas, Julia se percató de la mirada mosqueada de Sissi. La española empezaba a hartarse de las actitudes infantiles de su amiga y Ulrich, al darse cuenta de la situación, decidió aprovecharse de esos celos y divertirse un poco a su costa. “Alguien necesita que le den una buena lección, ¿no crees?” “Miedo me das…” “Baila conmigo” “No, espera, ¿bailar de qué manera?” “Tú sólo déjate llevar ¿vale?” “Ulrich, tío, ¿estás de coña? Sissi va a volverse loca…” “Exacto. Veo que lo has entendido”. Súbitamente, Ulrich la agarró por la cintura, pegó su cuerpo al de ella y comenzó a moverse sensualmente, a la vez que Julia le seguía el rollo y se aguantaba las ganas de reír. Algunos de los que les rodeaban, dominados por el alcohol y la música, les alentaban y silbaban con entusiasmo mientras Sissi, atónita por lo que estaba presenciando, vociferaba como un perro rabioso. Yumi, la cual había visto las intenciones de esos dos desde el principio, no dudó ni un segundo en unirse al club de la diversión.
— Oye, Ulrich, eres un egoísta. Deja un poco para los demás, ¿quieres?
La japonesa se pegó a la espalda de Julia y empezó a bailar con ellos. Uno del público acabó de animar el ambiente al decir “¿Alguien ha pedido un sándwich?”. El grupo se desternillaba, y Sissi se acabó lo que le quedaba de cubata de un solo trago, intentando sacarle el máximo de importancia a lo sucedido.
Odd se dirigió a reunirse de nuevo con sus amigos, después de cumplir su papel como anfitrión y asegurarse de que todo el mundo se lo estaba pasando bien. Conocer a tanta gente podía llegar a ser bastante agotador, y aunque la fiesta estuviera siendo todo un éxito, tenía clarísimo que no montaría ninguna otra en mucho tiempo. Principalmente porque el pringado que tendría que limpiar la casa al día siguiente sería él… Odd respiró hondo, e intentó no pensar mucho en ello. Afortunadamente, el panorama que vio cuando encontró al grupo le ayudó a olvidarse rápidamente de sus preocupaciones. La imagen de Ulrich, Julia y Yumi perreando como posesos superó con creces sus expectativas, y soltó una fuerte carcajada.
— Pero qué cojones… ¿No se os puede dejar solos ni un puto segundo? — Odd, entre risas, le dio una palmada al francés en el hombro. — ¡Einstein, tío, confiaba en ti para mantener el orden! ¡Qué decepción!
— … Einstein está apagado o fuera de cobertura. — susurró Jérémie, envolviendo tiernamente con sus brazos a Aelita por la espalda.
— Y una mierda… ¡Einstein está más encendido que nunca! Mira cómo te enganchas a tu novia… Pegamento del bueno, colega. — Odd pellizcaba cariñosamente a su amigo en el costado, haciendo que éste abrazara a la chica con más fuerza.
— Déjale, Odd. A mí no me molesta en absoluto… — dijo Aelita, acariciando las manos de Jérémie con las suyas.
— Ya lo veo, ya. — al italiano se le escapó una tierna sonrisa. — Por cierto, Aelita. Cuando quieras y estés lista, puedes volver a salir. La gente está ansiosa, y no dejan de preguntarme por ti.
— ¿Te preguntan por mí?… ¿Va en serio?
— ¡Pues claro que va en serio! Si hasta te han puesto un nombre. Princess Gum te llaman. — Odd colocó una mano encima de la cabeza de Aelita, y le revolvió su rosado pelo con dulzura. — Y si te digo la verdad, creo que lo han bordado.
— Madre mía… Pero ¿¿tanto les he gustado??
El chico le guiñó un ojo a su amiga, se giró en dirección a la multitud y comenzó a gritar “¡Princess Gum! ¡Princess Gum!”. Al cabo de un segundo, algunas personas empezaron a seguirle “¡¡Princess Gum!!”, y a éstas se les unieron más, y más, y más “¡PRINCESS GUM!”, hasta que todas las voces acompasadas se fusionaron en una. La chica no se lo podía creer. Estaba tan sorprendida que hasta se olvidó de parpadear. Entonces, Jérémie dejó de abrazarla, la besó en la mejilla y le dijo “¿A qué estás esperando, superestrella?”. Y Aelita, con los ojos brillándole cómo dos piedras preciosas, se metamorfoseó en la Princess Gum que esa noche gobernaba el mundo.
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