Capítulo 0

Publicado por BndW Owl en el blog El blog de BndW Owl. Vistas: 44

¡¡¡Buenos días, Francia!!! ¡Son nada más y nada menos que las 7 de la mañana! Es la hora que todos estabais esperando: ¡la de levantar el culo de la cama!

La chillona voz del interlocutor sonaba con energía en el radiodespertador. Ulrich Stern entreabrió los ojos varias veces, molesto por las legañas matutinas y, por supuesto, por ese ruidoso capullo hablador. Intentó ignorarlo al principio, ayudándose con el famoso método de colocarse la almohada encima de la cabeza… Pero no tuvo ningún éxito. Abortó la misión y se levantó con desdén.

Su teléfono móvil se iluminó de repente. En la pantalla apareció un mensaje que le hizo sonreír: “Buenos días, míster Stern :) ¿Estás listo para verme la jeta de nuevo?”. Antes de contestar, se miró en el espejo del baño. Él había cambiado durante las vacaciones, y mucho. Aún le sorprendía ver la anchura de su espalda, el naciente pelo en su pecho y por debajo de su ombligo, la incipiente definición de los músculos en sus brazos y vientre… La jodida pubertad, yendo a toda máquina. Tecleó con convicción “Mejor pregúntate eso a ti misma, señorita Ishiyama. No sé si me reconocerás ;), y se mordió el labio inferior mientras se aguantaba las ganas de llamarla.

Allá vamos de nuevo con la rutina. Una ducha fría, ropa cómoda y sudadera verde, zapatillas de deporte, peinarse rápidamente con la mano, y nada de desayuno. Nunca le sentó bien desayunar. Siempre se le revolvía el estómago al ver a Yumi por las mañanas, y ese día no iba a ser una excepción. ¿Quién dijo que el amor fuera sencillo?


… Para aquellos que aún no se hayan enterado, hoy lunes 5 de septiembre empiezan las clases para los peques ¡y para los no tan peques! Y que mejor forma de empezar este nuevo curso que con un pedazo de clásico musical…

La respuesta de Ulrich dejó algo confundida a Yumi. ¿Cómo no iba a reconocerle? Unos pocos meses no pueden cambiar tanto a una persona… Aunque no podía negar que, durante esas vacaciones, la vieja Yumi Ishiyama quedó atrás para dejar paso a una senior de instituto. Tenía objetivos… Bueno, mejor dicho… Sus padres tenían objetivos para ella. Pero no le disgustaba la idea de pasar un año de intercambio en Japón después de ese nuevo curso. Lo que aún no había decidido era cómo se lo iba contar a los demás. Especialmente a Ulrich.

Se apartó el pelo de la cara mientras sorbía su café. Eso de dejarse crecer el pelo le pareció una decisión acertada al principio de las vacaciones, una especie de minúsculo cambio en su vida que sólo aportaría pequeñas consecuencias… Pero olvidó el importante detalle de que ella era Yumi. La chica que siempre viste de negro, Yumi; la chica de pelo corto-recto-práctico, Yumi; la asiática peleona y testaruda, Yumi… Joder, en serio, como odiaba su pelo largo… Por desgracia para ella, le podía más su orgullo que su comodidad. Respiró hondo, se terminó el café de un solo trago, y se levantó en busca de su chaqueta de cuero mientras un pensamiento le vino a la cabeza: “¿Debería recordarle al idiota de Odd que hoy es el primer día de clase?


… Uno de esos temas que todo el mundo adora, y que sonará en nuestros corazones para toda la eternidad… Toooqueee de tamboreeeessss… ¡y efectivamente, lo habéis adivinado! ¡¡¡Abrid vuestras persianas y desperezaros al pegadizo ritmo de los Subsonics con Dude, Get Ready Now!!!

Michel Belpois subió el volumen de la radio. No se consideraba un fanático de los Subsonics, pero sabía que a su hijo le gustaban, al igual que a su amiga extranjera… de Canadá, recordó que le dijo Jérémie. Aelita Stones. Un encanto de chiquilla, la verdad. Michel miró por el retrovisor para visualizarles mientras avanzaba por la carretera. Jérémie y Aelita observaban el paisaje urbano en la parte de atrás del coche, y ocasionalmente, cuando ella se encandilaba mucho con las vistas, el otro aprovechaba para mirarla de soslayo mientras le brillaban los ojitos. Michel se deshizo de ternura, y disimuló una sonrisa.

Desde el principio de las vacaciones de verano, Michel sospechó que Jérémie tenía a una chica en la cabeza. No sólo porque dejara de encerrarse en su habitación a leer libros hasta las tantas, o porque volviera a comer como una persona normal en vez de sobrevivir a base de té y chocolatinas. Salía todos los días por allí, cogía la bicicleta, a veces empaquetaba comida para dos… Hasta que un día, después de una supuesta visita al Château d’Aumelas, la invitó a cenar. Una chica de carne y hueso, de aspecto adorable, pelo corto y rosado, y un intelecto realmente interesante. En ese momento, Michel Belpois supo que ella era la razón por la cual su hijo había rechazado tantas veces la oportunidad de matricularse en ese internado de élite para menores superdotados. Pero ver a esos dos mirarse como se miraban, sonreírse como se sonreían… Michel estaba feliz porque Jérémie estaba feliz, y nada más importaba.

— ¿Y qué, chicos? ¿Nerviosos por vuestro primer día de clase?

— Un poco sí, señor Belpois… Pero la verdad es que me muero de ganas de empezar el Bachillerato. ¿Y tú, Jérémie?

— Claro. — el chico miró a su padre con complicidad por el retrovisor. — Sólo espero no aburrirme demasiado…

— Lo dudo, hijo. Tus amigos te mantendrán ocupado. Siempre hablas maravillas de ellos… así que, si te aburres, ya sabes a quién acudir, ¿verdad, Aelita?

— ¡Por supuesto! — Aelita sonrió a Jérémie, y luego dirigió su mirada hacia Michel. — Por cierto, señor Belpois. Quería darle las gracias por haber dejado que me quedara esta noche en su casa… Jérémie me dijo que no había ningún problema, pero aun así… Se lo agradezco, de verdad.

— Ha sido todo un placer, Aelita. Los amigos de Jérémie son mis amigos. Quédate siempre que lo necesites. No dudo de que mi hijo estaría encantado de ello. — Michel le guiñó un ojo a la chica por el retrovisor, y ella se sonrojó un poco.

— Oye, papá, quería preguntarte… ¿Al final fuiste a ver a mamá antes de ayer?

Aelita volvió la vista hacia la ventana una vez más, ya que no quiso entrometerse en esa conversación tan delicada. Igualmente, ella nunca sabía qué decir cuando Jérémie sacaba el tema de su madre, y decidió mirar hacia otro lado para evitar mostrar la tristeza en su rostro. Sorprendentemente, mientras Jérémie continuaba hablando con su padre, le cogió la mano a la chica. Ella le observó de reojo, asombrada, pero entendió el mensaje al instante. “Te quiero. Juntos lo superaremos todo. Lo hicimos antes, lo haremos ahora, y las veces que haga falta.” Aelita entrelazó sus dedos con los de su novio, acariciándoselos amorosamente a la vez que dibujaba una alegre sonrisa en sus labios.

Estoy segura de que Éloïse no puede sentirse más orgullosa de su hijo, Jérémie… Pongo la mano en el fuego por ello.


“… Hostia puta.”

Odd Della Robbia abrió los ojos de golpe, y miró su reloj de pulsera. Se levantó tan rápido que sintió como casi se le iba la cabeza. Mierda, mierda, mierda, las 8 menos cuarto… ¿¡Por qué cojones no puso el despertador!? Tenía el terrible presentimiento que llegaría a clase a la hora de comer, pero si Odd se caracterizaba por algo eso era que, de algún modo u otro, siempre se salía JUSTO con la suya. Eso le dio ánimos, y empezó a vestirse con lo primero que encontró en su armario.

— … Oye, ¿qué te pasa de repente? Vuelve a la cama…

— Petra, lo de anoche estuvo de puta madre, pero ahora tienes que irte.

— … Dile a tu perro que se calle…

Kiwi ladraba al otro lado de la puerta, y entre los ladridos, podía apreciarse como su naricita trabajaba intensamente para descifrar el olor de Petra, el cual no reconocía. Como respuesta a esa incertidumbre, llamaba a Odd a aullidos para avisarle del posible peligro. Odd sólo pudo contener la risa, deshaciéndose de amor por su mascota, mientras subía las persianas de su habitación y abría una de las ventanas.

— Petra. Vete. Ya.

— No me jodas, Odd… Yo no tengo que ir a ninguna clase…

— Vale, mira, te lo explico una vez para que lo entiendas para siempre, ¿de acuerdo?: Uno. Kiwi ladra más de la cuenta. Dos. Mi madre sube para saber si pasa algo raro. ¿Lo pillas? Acción, reacción.

— … Me huelo a que siempre pasa algo raro…

— Medalla de oro a la ganadora. Ahora, vístete y sal rápido.

— Te enviaría a la mierda si no te conociera…

Odd la besó en los labios, seguido de una combinación de pequeños mordiscos y caricias juguetonas a lo largo de sus pechos desnudos. Petra rio y lo apartó con suavidad mientras se liberaba de las sábanas para vestirse. Ella sabía perfectamente lo que pasaría a continuación: Odd le enviaría un mensaje diciendo “Hay que repetir esto. ¿Te llamo uno de estos días?”, y esa llamada nunca llegaría. Conocía a ese chico desde hacía demasiado tiempo para no darse cuenta de que era un capullo… Pero un capullo al que se le daba bastante bien follar. Petra estaba dispuesta a disfrutar de algo de diversión sin compromiso, y su amigo Odd era el candidato perfecto para ello.

— Odd!!! Io posso sapere che cosa stai facendo nella tua camera da letto??? Kiwi mi sta facendo impazzire!!! — gritaba su madre fuertemente desde el comedor en el piso de abajo.

— Eeehh… Ho de la pizza qui dentro, Mamma, è solo questo. Ma per favore… non venire!

Él supo al cabo de medio segundo que no debería haber dicho eso. Pero los adolescentes siempre suelen hablar antes de pensar, y entonces ya fue tarde para arreglarlo. Odd empezó a oír unos pasos enérgicos subiendo las escaleras y, con una rapidez indescriptible, recogió los zapatos y el bolso de Petra y los lanzó por la ventana abierta.

— ¿¿Pero qué coño haces??

— ¡Eres demasiado lenta! Date el piro ahora, o estaré jodido de verdad… Agárrate a las escaleras de emergencia.

— … Si ha llovido esta noche y me pongo perdida, te cortaré la cabeza.

Petra salió por la ventana y se aferró al frío hierro de las escaleras. Pero mientras bajaba, Odd se despidió de la forma más inesperada.

— Por cierto. Feliz cumpleaños, bombón. – dijo Odd, guiñándole un ojo.

— … ¿Cómo? ¿Te has acordado?

— Sonríe. No se cumplen 17 tacos todos los días.

Y así terminó la conversación. Odd le dedicó a Petra una última mirada pícara, justo a tiempo para cerrar la ventana en el preciso momento que su madre abría la puerta, con el ceño fruncido. Kiwi se lanzó a los pies desnudos de Odd y comenzó a lamérselos desesperadamente, cómo si no hubiera visto a su humano favorito durante meses. Mientras tanto, Odd sonreía inocentemente a su madre y ésta, aún y tener la certeza que su hijo encubría algo, no quiso perder tiempo ni energía en saber el qué.

— Odd, ¿has visto la hora que es? Si no te das prisa…

— Lo sé, mamá, cogeré el autobús de las 8 y cinco. ¡Todo el mundo sabe que la primera media hora de clase es siempre irrelevante! — se excusó Odd, mientras se llevaba un trozo de pizza frío a la boca y se ponía las deportivas.

— Cariño, te quiero, pero tienes 16 años y hoy empiezas Bachillerato… ¡Ya es hora de que cambies de actitud!

— A la hora de comer te llamo y me das la charla, si quieres. — Odd se terminó la pizza fugazmente, cogió su mochila y besó a su madre en la mejilla antes de bajar corriendo las escaleras.

— Ma, Odd! Non ti sei ancora lavato i denti! — gritó su madre, mientras se tocaba la mejilla besada con cariño.

— ¡¡¡Tengo chicles en el bolsillo!!! ¡Está todo bajo control! ¡Arrivederci!

Ya en la calle, Odd divisó el autobús en la lejanía. Podía hacerlo. Corrió como si le fuera la vida en ello, y consiguió atraparlo justo antes de que volviera a arrancar. Sofocado por la carrera de fondo, se sentó en el primer asiento que encontró libre y miró su móvil. Mensajes de Jérémie, Aelita, Yumi y Ulrich: “Odd, tío, llegas tarde…” “¡Levántate ya, bello durmiente! :)” “Oye, pimpollo. Recuerda que hoy es lunes, y estamos en septiembre ;)” “Felicidades por tu primer retraso del año. Sigue entrenando duro, campeón”. Odd no pudo evitar soltar una carcajada. Se moría de ganas de verlos a todos de nuevo. Y ¿Quién sabe?… Puede que el Bachillerato artístico no estuviera tan mal, después de todo.

El italiano se metió un chicle en la boca, se colocó los cascos, y comenzó a masticar al ritmo de Rage Against The Machine. Sexo nocturno, desayuno de sobras y, ahora, Rap Metal… ¿Qué más podía pedir para empezar el día?
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