Anécdota navideña [Calendario de Adviento #1]
Publicado por Hygge en el blog Liza's blue heart. Vistas: 308
Es curioso. La infancia se pasa en un parpadeo, en la adolescencia estamos deseando crecer y cuando llegamos a ser adultos nos damos cuenta de que, quizás, haber hecho ese recorrido con un poco más de lentitud no hubiese estado nada mal. Saborear la inocencia, la risa fácil, y lo increíblemente sencillo que era ser feliz en comparación.
Con el paso del tiempo las navidades se vuelven nostálgicas de un modo u otro. Bien porque se notan ausencias, bien porque las costumbres se perdieron o simplemente se adaptaron al cambio. Los niños crecen pero bajo mi propio prisma la ilusión no desaparece del todo. Como la energía, tan solo se transforma. En lugar de colocar regalos bajo el árbol mientras no miran, ahora incluso ellos tienen algo para darte a ti. Son fechas meramente consumistas, sí...
Pero todos nos merecemos un capricho de vez en cuando.
Recuerdo que todos los años, sobre la segunda semana de diciembre mis padres y sus amigos, que son algo así como mi otra familia, organizaban una fiesta en una nave alquilada. Venían varias parejas y sus hijos, se adornaba el lugar, se traía comida y cada grupo se reunía para celebrar las fiestas a su manera. Mientras que los padres montaban un karaoke, hacían coreografías de baile y básicamente hacían un poco el cafre, los niños salían fuera y disfrutaban del recinto cerrado con todo un día para jugar a juegos de todo tipo.
Yo esperaba esas fechas con una emoción absurda. Era la mayor, de modo que sentía el deber de organizar el evento al milímetro para que se lo pasasen lo mejor posible. Ahí metía toda mi creatividad para organizar búsquedas del tesoro, torneos, gymkanas, lo que fuese. Era increíble todo lo que podía hacer con un trozo de papel y un lápiz. Siempre he llevado en mis venas esa vibra de animadora de eventos, de monitora, y creo que mi amor por los niños ya quedó claro a estas alturas. Poder tener un día para sacarle partido a todo eso era maravilloso.
Aún recuerdo cómo los padres de los otros niños se me acercaban y confirmaban lo que ya sabía: que tenía madera para ser profesora. Yo por ese entonces aún no lo tenía claro, de modo que solo lo veía como un hobbie más y seguía a lo mío.
A día de hoy me alegra poder decirles que tenían razón.
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