4. "Relatos de murciélagos y gatos"
Publicado por Kaisa Morinachi en el blog Crazy house. Vistas: 84
Cuarto relato: Chupetones, noche y reprimenda.
Se había distraído jugando con sus compañeros el último éxito de shooter del año pasado, su mamá le odiaría por, aparte de llegar a las ocho, entreterse con eso juegos tan violentos, suspiró, para su suerte se le había quitado la mala costumbre de las cachetadas. Se hundió más en su bufanda apretando los puños, estos se encontraban helados dentro de su poleron, el cual era bastante delgado, pues pensó que al terminar el entrenamiento de básketbol iría directo a casa, pero había ocurrido lo ya mencionado y debía pagar las consecuencias, lo que no sabía era que se encontraría con una muy, muy peculiar escena en el siguiente callejón a su derecha.
Una chica de un cabello aún más oscuro que el suyo, que por poco parecía camuflarse entre la oscuridad, se encontraba apoyada de su hombro derecho contra la fría pared de ladrillo, respiraba con dificultad y tenía un rastro de ojeras inmensos, a pesar de llevar años viviendo por ahí nunca creyó haber visto alguien igual.
—¿E-estas bien? —preguntó acercándose a la individua, quien retrocedió los pasos que él avanzo, aunque con algo de dificultad—. ¿Necesitas algo, estas perdida?—. Mantuvo cierta distancia al notar que la tipa se alejaba, le miraba con el ceño fruncido y dejó de jadear para apretar fuertemente sus dientes.
—¿Qué diablos crees que haces de noche? —contestó de manera tosca, aunque había vuelto con su respiración irregular—. Es peligroso ¿O eres un bebito ignorante?
¿Peligroso? ¿Ese pueblo perdido en la nada... era peligroso? ¡Pero si los ancianos eran quienes más abundaban! Y no había nada de valor cómo para que un asaltante se interesara por el lugar, era de lo más tranquilo que había y a los pocos problemáticos se les identificaba de inmediato. La chica sonrió ante el desconcierto de Sergio.
>> Lo suponía, no sabes nada.
Entonces la chica se irguió intentando mantenerse firme y con la cabeza en alto, la mirada fija al chico puso incomodo, ahora el es quien retrocedía un par de pasos, que tía más rara.
—Bu-bueno, sí tan sabihonda eres supongo que no andas perdida—. La verdad sí se había mosqueado un poco, el tan solo había tratado de ser buena persona en una noche oscura ¿Y así le pegaban? No, gracias, se dio medía vuelta dispuesto a marcharse, pero ni un sutil sonido le alerto de quien se acercó atacarle por detrás.
Despertó con un dolor de cabeza horrible, apenas abrió los ojos lo primero que hizo fue estornudar, cubriéndose con el antebrazo cómo corresponde, y de ahí sintió el mareo invadirle la cabeza, un dolor punzante, estaba desorientado y lo mejor fue no intentar levantarse, miró la hora en su celular, mientras aún se mantenía apoyado en la pared del callejón ¡Eran las 9! ¿Había pasado más de una hora? Logró pararse con algo de dificultad, respiró un rato hondo en un intento de que el mundo pareciera dar vueltas sin él, sentía sus piernas algo débiles y no tardó en notar otro dolor más, pero ahora en su cuello, cómo si le hubieran dado una inyección, sí, era el mismo sentimiento de que te sacaran medio litro de sangre.
—Genial, ahora sí estoy condenado—. Y con la dificultad aumentada, pues ya no era solo frío lo que sentía, ya que le acompañaban el mareo, la fatiga y el dolor, volvió sin ninguna otra novedad a su hogar.
Su mamá le dio un sermón de mil horas, bueno, en realidad tan solo unos cinco minutos que le parecieron eternos, sobre que se cambiaba sin avisar, que jugaba juegos violentos, cómo era que llegaba tarde, ¿Por qué se andaba dando chupetones con la gente?... Espera...
—¡¿Chupetón?! ¡¿Qué diablos dices?!— Sergio enrojecido y nervioso trató de observarse así mismo, pero no notó nada, y para colmo le dolía el cuello, no podía tener el una de esas marcas, ni pareja tenía.
—¿Por qué lo escondes? Yo no tengo problemas en que andes por ahí hormonal, siempre que te me cuides, y estas pálido, ve a comer algo y a dormir—. Su mamá ignoró sus quejas dirigiéndose a la sala de estar, su telenovela favorita estaba por empezar. El chico Bufó.
—¡Qué no he hecho nada!— Y se dirigió al baño, tenía que comprobar que tan mal se veía por sí mismo.
Y vaya que se veía fatal, unas leves ojeras se le habían formado, en realidad si que estaba pálido y su cuello... Dios, su cuello, no se salvaría de las burlas de sus compañeros, ya lo veía venir, más aún de ese chico, cómo le gustaba joder. Casi por una tontería se tocó la piel dañada, y efectivamente le dolió haciendo alejar la mano de inmediato, la marca morada era grande, la verdad es que se veía bastante mal ¿Se le podía considerar siquiera un chupetón? ¡Eso parecía mordida de perro! Su mamá debía estar ciega, aunque tal vez exageraba un poco la situación por los nervios, no pudo hacer nada más que suspirar para ir en busca de hielo, por si eso calmaba el dolor.
El día siguiente fue un martirio esconder la condenada marca, por suerte era otoño y podía andar con su bufanda todo lo quería, sin morir de calor en el intento. Kylie le había intentado arrebatar la prenda más de una vez al notar que él chico ocultaba algo, pero se rindió cuando en verdad se empezó a mosquear.
—Vamos a salir a pasear con Begonia por ahí ¿Quieres venir? —comentó la chica en un momento en la clase de matemáticas.
—Hablamos después —contestó tratando de concentrarse.
—Iremos a comer helado~ — "¿Con este frío?"
—No, gracias, presta atención—. Ya temía como el profe les retaría.
—Vamos~ ¡Hay que enseñarle a Begonia el pueblo! ¿Quien mejor que tu para eso? — Y cómo de esperar el profesor llamó le dio un llamado de atención a Kylie, Sergio sonrió satisfecho por algún motivo.
—Esta bien, las acompaño—. Ya pesar que no la estaba mirando podía sentir el brillo en sus ojos.
Y así, después del colegio, se reunieron unas cuantas cuadras lejos de este.
—¡Oh! ¡Has venido!— Kylie trotó hacia donde estaban dos chicas, saludándolas desde lejos—. ¡Cuanto me alegra eso!— Les dio una sonrisa a ambas, Begonia sonrió algo tímida de vuelta, la otra tan solo desvió la mirada.
—No tenía nada que hacer y... — Había empezado a hablar, pero se vio interrumpida así misma al cruzar miradas con Sergio, quien le observaba igual de impactado, es más, estaba boquiabierto.
Era la misma chica del callejón de la noche pasaba, estaba ahí junto a su compañera y conocida, con su cabello azabache y un peculiar color de ojos, se le veía incomoda, tal vez algo asustadiza.
—¿Nos... conocemos?— Sin dudarlo se había acercado hasta agarrarle el hombro, ella miró la mano impactada, y la aparto con su brazo en un gesto algo agresivo.
—No, claro que no.
A pesar de que era obvio que ella debía saber que diantres pasó en su encuentro en el callejón.
Cuando pueda le agrego algún dibujito, o si no el único motivo de la categoría sería para que este junto a los otros dos relatos anteriores.
La verdad es que no se me ocurre nada para hacer con estos chicos, ningun conflicto para la historia me ha venido ha la cabeza, pero bueno. También tengo varios detalles que arreglar de la tipa de pelo negro, cosas que decidir y justificar para poder darle sentido al personaje.
Espero que les haya gustado, gracias por leer hasta acá
a Hygge le gusta esto.
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