22 de septiembre del 2021

Publicado por rapuma en el blog El blog de rapuma. Vistas: 164

No me acuerdo cómo titulé el resto de los blogs, espero que de la misma manera para no quedar ridículo.
Admito que tuve que ver el calendario de mi móvil porque no sé ni en qué día estoy. Llegué hace cuarenta minutos del trabajo, quizá un poco más. Entré pensando que iba a escribir estas líneas apenas ingresara en el piso.

Pero bueno, pasaron cosas y me olvidé.

También admito que voy fumado y mucho.

00:30 de la noche. Estaba caminando del trabajo para mi casa, con mis auriculares puestos y mirando la pantalla del móvil para dar con la puta canción que no encontraba y tenía muchas ganas de escuchar. La tarareaba en susurros, con la cabeza gacha, rebuscando por el buscador de Spotify. La tarea es imposible, pero sigo caminando, sin echarme hacia atrás. Mientras tanto, obvio, no puedo comenzar la búsqueda de esa mística e inalcanzable canción del cosmos musical sin un buen repertorio de música motivadora. Busco algo aleatorio en mi biblioteca y suena:



Levanto la cabeza, me prendo el segundo porro de la noche; el primero fue mientras cerraba el bar. Busco mechero en mis bolsillos, no lo encuentro; rebuscó dentro de mi sudadera, tampoco. Me quito un brazo de la mochila y abro el bolsillo pequeño y meto la mano. Tanteo un sobre de un chicle, monedas, un paquete de ibuprofeno 600. Doy con el objetivo, saco el mechero y comienza mi viaje musicalizado.

Sigo caminando, fumando con la mano derecha y yendo por la pendiente que me indicaba que aún me quedaban fácilmente quince minutos de caminata, mínimo. Las calles vacías, muy poca gente un martes a las... ¿que horas eran? de seguro ya las 00.45hs. Inhalo muy profundo. Mantengo. Exhalo despacio, el humo blanco vuela por el aire, junto mis pensamientos.

Me acuerdo de Víctor. Un chaval de unos 19, quizá 20 años. Víctor, así con acento en la i, es el típico chaval despistado, medio tontón, que se cree chulo pero no, no sé, un personaje de aquellos. Un día estaba en el bar, hablando con un compi sobre que teníamos que intentar meter extras a la plantilla para que nos solucionen la vida; gente que limpie mesas, que lleve bebidas, nada más, no pedimos mucho tampoco, simplemente un mínimo de conocimiento y si no lo tenés, obvio, acá se te enseña sin problema. Pero chaval, que hay que estar avispado, si no te comen. Y Víctor era de esos.

Fue uno de los primeros extras que entro al bar preguntando por la oferta de ayudante de camarero. Un chaval común y corriente, pero al menos parecía decente. Miré a un compi a ver si detectaba algo raro que me pueda decir y al comprobar que él también pensaba lo mismo que yo, lo aceptamos.

Solamente trabajaba los sábados y de mediodía. Eran los días mas, son los días en realidad, mas fuertes. Es el típico día que en una hora y media entra y sale una media de 120 personas y en constante bucle. Y somos dos... bueno, decidimos llamar a unos refuerzos. Me reí ese sábado a la noche con mi colega al recordar el caos del día. Fumabamos unos porros en la barra, terminando de ver un partido del gran Betis, equipo de mi compi de toda la vida, desde shiquitito, me diría. Estabamos cansados, pensando en el domingo, reventados... y nos reímos tanto al recordar a Víctor.




Situación real de ese bendito sábado de diciembre del 2019.
14:20hs de la tarde.

La barra, por lo general la barra de cualquier establecimiento de cara al público hostelero, está a reventar. Llena de copas, jarras, vasos, platos sucios, cubiertos, mierda, de todo. Encontré hasta un paquetito de peri (de cocaína) en la puta barra, cuando esas mierdas por lo general se barren todas las noches de los sábados (imagínense la puta locura de servicio, todos están del orto y vos super sobrio, llega un punto que querés matar a todos). Como sea, la barra a esa hora está a reventar, es una suerte si encontras una bandeja limpia y que no esté llena de jarras sucias, con copas, hielo, paquetes de ketchup y su puta madre. Víctor se acerca y me pide dos cafés con leche de la S1. Lo miro con intensidad, yo estaba rabioso y la espuma se me salía por la comisura de mis labios. Víctor lo pudo intuir, porque rápidamente y sin tartamudear desde que llegó, me dijo que estaba seguro que era la S1 por que era la mesa al lado de la nevera azul. Lo sigo mirando y el fuego lo quema, porque sigue intentando maniobrar para salir de ese callejón de muerte; me señala la mesa, miró en esa dirección pero no lo quería perder de vista tampoco; ya se había equivocado en miles de comandas repetidas, se equivocaba de las enumeraciones de las mesas, yo no podía soportar otro error porque literalmente lo mataba.

El sevillano, mi compi, me grita desde el fondo.

"¡Sí, papi, sí! ¡Es la S1!"

Afirmo, preparo dos cafés con leche y los pongo en dos platos que encuentro de casualidad. Los preparo en la barra frente a Víctor. Me giro, busco dos azúcares y vuelvo a mirar los cafés. Víctor les había puesto la cuchara a cada uno, pero no al lado, sobre el platito, como toda persona normal. Los puso dentro de los cafés. ¡A las dos cucharas!

Lo miro. Me mira.

"¿Le metiste las cucharas dentro?".

"Sí. ¿Por qué, está mal?".
Sonríe, como si lo que hubiera dicho tuviera sentido dentro de su retorcida mente de adolescente.

"Loco, cuando vas a un bar. ¿Te ponen la cuchara dentro del café? Pensá un poco, loco". Baja la vista avergonzado. Quito las cucharas. No eran cucharas. Le había puesto dos tenedores. Lo miro. Empieza a sudar. Me rio. Largo una carcajada campechana que hasta el pixa se detiene a mirarme.

"¿Qué pasó"?. Pregunta el sevillano, sonriendo al verme tentado.

"Este hijo de puta metió dos tenedores dentro del café"

"Mentira, no te creo".

"Te lo juro, pixita"

Ambos miramos a Víctor. Se encoge de hombros.

"Me confundí". Dice sin más.

Pixita también ríe y le da una palmada fuerte en la espalda a nuestro Víctor. A nuestro Víctor. A partir de ahí lo llamamos todos los sábados para que fuera a ayudar.

Tengo miles de anécdotas con este tipo, y muchas quizá hasta se me acuse de mentiroso y exagerado, pero les juro con todo el corazón de mi ser, que son reales. Obvio no voy a contar todas, son miles de verdad, pero sí situaciones random de muchos sábados al año.

Un día, luego de un servicio muy fuerte, estaba con mi compi tomando algo a eso de las 17:15hs junto los cocineros del local. Ése es, como lo llama el pixita: el descanso del guerrero. Estamos ahí, viendo a los extra hacer el trabajo sucio y agotador de recoger el servicio, limpiar, prepararlo para la noche y seguir en constante movimiento durante el resto de la tarde. ¿Nos cuesta dinero tener a cinco chavales un sábado a la semana? No tanto como vale más la seguridad y comodidad de que, dentro de todo, el día termine relativamente bien. No nos cansamos tanto ahora, así que por eso yo digo que lo vale. Realmente lo vale.

A Víctor se le unieron diferentes personajes que merecen la pena destacar. Entre ellos tenemos a Vargas, amateur de boxeador y le encanta la hamburguesa con huevo. Y la sala bourbon. Se ganó el apodo de de Bourbon Vargas para cuando se presente en alguna pelea a futuro. Es más, hasta hicimos la "hamburguesa bourbon" en su honor, con huevo frito y salsa bourbon. También tenemos a Ana, la pija, una niña mimada que tira flores a la plantilla y a los chavales los tiene tontos y los lleva como quiere. Le cambian los días, les hacen horas extras. No me lo explico, pero olé sus huevos, los tiene como quiere. Después esta Kunde, un metalero personaje de esos antiguos que debieron morir en la movida de Madrid en el barrio de Malasaña, pero aún vive y tiene muchas historias graciosas. Trabaja con la camiseta de los Ramones, tiene como cuatro iguales. Esta chalado.

Detengo mis pensamientos.

Finalmente encontré la canción que quería poner

¡Al fin!



Levanto la cabeza.

Llegué a casa.
a Rancon y Ichiinou les gusta esto.
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